LA PARTE MALDITA1 Georges Bataille PROLOGO Desde hace algunos años, cuando tenía que responder a la pregunta: "qué está Ud. preparando", me resultaba incómodo tener que decir: "una obra de economía política". Tratándose de mí, este proyecto molestaba, al menos a quienes me conocían mal (el interés que se atribuye habitualmente a mis libros es de orden literario y esto parece que es inevitable, porque no se les puede clasificar en un género previamente definido). Guardo un desagradable recuerdo de lo extrañamente superficial que resultaba mi respuesta. Tenía que explicarme, y nada de lo que podía decir en pocas palabras era preciso ni inteligible. De hecho, me veía en la obligación de tener que añadir que el libro que estaba escribiendo (éste que hoy publico) no contemplaba los hechos como los economistas cualificados, puesto que yo tengo un punto de vista desde el cual un sacrificio humano, la construcción de una iglesia o el regalo de una joya no tienen menos interés que la venta de trigo. Dicho en pocas palabras, me tenía que esforzar inútilmente para dejar claro el principio de una "economía general" en la que "el gasto" ("el consumo") de riquezas es, comparado con la producción, lo más importante. Mis apuros se agravaban cuando me preguntaban el título del libro, La parte maldita, lo que podía resultar atractivo, pero no aclaratorio. Por tanto, yo habría tenido que ir, desde el principio, más lejos, a intentar destruir la maldición que este título implica. Decididamente mi proyecto era demasiado vasto y el peligro de un proyecto de este tipo es siempre el incumplimiento. Nadie puede decir, sin resultar cómico, que se prepara para una actuación fuera de lo común. Debe llevarla a cabo, sin más. Ahora, el libro está aquí. Pero un libro no es nada si no se le sitúa, si la crítica no ha establecido el lugar que le corresponde en el contexto del pensamiento. Yo me encuentro ante la misma dificultad. El libro está aquí, pero en el momento de escribir el prólogo ni siquiera puedo pedir para él la atención de los especialistas en alguna ciencia. Este primer ensayo aborda, al margen de disciplinas específicas, un problema que aún no ha sido planteado como es debido, como la clave para todos aquellos que desde cualquier disciplina se ocupan del movimiento de la energía en la Tierra -desde la física del globo a la economía política, pasando por la sociología, la historia y la biología-. Ni la psicología, ni en general la filosofía pueden, además, ser consideradas como ajenas a esta cuestión básica de la economía. Incluso el contenido del arte, de la literatura, de la poesía está relacionado, en principio, con lo que yo trato de estudiar, el movimiento de la energía excedente, que se manifiesta en la efervescencia vital. Por esto mismo, un libro semejante, que podría ser de interés para cualquiera, podría ser también de ningún interés. Es ciertamente peligroso que, al prolongar la fría investigación científica, se llegue a un punto en el que su objeto deja de ser indiferente para convertirse en lo que entusiasma. En efecto, la ebullición que contemplo, la que anima el globo, es también mi ebullición. Por lo tanto, este objeto de mi investigación no puede distinguirse del sujeto mismo. Pero debo ser más preciso: del sujeto en su punto de ebullición. Así es como, antes incluso de tropezar con dificultades para encontrar un lugar en el panorama del pensamiento, mi proyecto chocaba con un obstáculo más íntimo, que es, por otra parte, el que da el sentido fundamental al libro. Cuando yo consideraba el objeto de mi estudio, no podía escapar personalmente a la efervescencia en la que descubría el inevitable fin, el valor de la obra fría y calculada. Mi investigación tendía a la adquisición de un conocimiento y exigía frialdad y cálculo, pero el conocimiento adquirido era un error inmerso en la frialdad inherente a todo cálculo. Dicho de otra forma, mi trabajo pretendía, en principio, acrecentar la cantidad de recursos humanos, pero sus resultados me enseñaban que la acumulación no es más que una tregua, una demora frente al cumplimiento de un plazo inevitable, en el cual la riqueza acumulada no tiene valor más que en el instante. Al escribir el libro, en el que afirmaba que la energía debe ser finalmente derrochada, yo mismo estaba empleando mi energía, mi tiempo, en el trabajo; mi investigación respondía básicamente al deseo de acrecentar la cantidad de bienes disponibles por la humanidad. ¿Debo decir que, en tales condiciones, yo no podía en algunos momentos, más que ser fiel a la verdad de mi libro y que, consecuentemente, hubiera debido dejar de escribirlo? Un libro que nadie está esperando, que no responde a ninguna pregunta, que el autor no habría escrito si hubiera seguido la lección al pie de la letra; ésta es, finalmente, la extraña exquisitez que hoy vengo a proponer al lector. Esto incitará en principio a la cautela. ¡Y, sin embargo! Sería preferible no responder a ninguna demanda y ofrecer precisamente lo que desalienta y lo que se ignora voluntariamente por falta de fuerzas, es decir, ese movimiento violento, de sorpresa brusca, que trastorna y quita el reposo al espíritu. Una especie de cambio drástico, el establecimiento de una dinámica de acuerdo con el mundo, en lugar del estancamiento propio de unas ideas aisladas y de unos problemas mantenedores de una angustia que impide ver. ¿Cómo hubiera podido tener esta extrema libertad de pensamiento, que iguala los conceptos a la libertad de movimiento del mundo, sin dar la espalda a la esperanza? No habría tenido sentido olvidar las reglas del rigor, que aconsejan proceder metódica y lentamente, pero, ¿cómo resolver el enigma, como actuar de acuerdo con el Universo si nos quedamos en la indolencia de los conocimientos convencionales? Si se tiene la paciencia, y también el coraje, de leer mi libro podrán encontrarse en él estudios realizados según las reglas de una razón que no ceja, soluciones a problemas políticos basadas en la sabiduría tradicional y hasta una afirmación como ésta: el acto sexual es en el tiempo lo que el tigre en el espacio. Esta comparación precede de consideraciones de economía de la energía que no dejan lugar para la fantasía poética, sino que exige un pensamiento que esté situado al nivel de los juegos de fuerza contrarios al cálculo común y que se basan en las leyes que nos rigen. Que se sitúe, en suma, en aquellas perspectivas en las que aparecen las verdades que toman su sentido de proposiciones más generales, según las cuales no es la necesidad sino su contrario, el "lujo", lo que plantea a la materia viviente y al hombre sus problemas fundamentales. Dicho esto, yo invitaría a la crítica con cierto recelo. Resulta un juego fácil plantear objeciones irrefutables a concepciones nuevas. Y es que, frecuentemente, lo que es nuevo desconcierta y no es exactamente comprendido: o las objeciones recaen sobre aspectos simplificados, que el autor no admite más que como un, digamos, contradictor, o no las admite más que en los límites de una simplificación provisional. Hay pocas posibilidades, en el caso presente, de que las dificultades perentorias, las que impresionan en una primera lectura, me hayan pasado inadvertidas a lo largo de los dieciocho años que este trabajo me ha costado. Pero, para empezar, me voy a limitar a dar aquí un rápido resumen en el que no puedo tener en cuenta ni abordar la multitud de cuestiones implicadas. Particularmente, renuncio, en un primer volumen, al análisis detallado de todos los actos de la vida desde el punto de vista que propongo. Esto es de lamentar si se tiene en cuenta que los conceptos de "gasto improductivo" juegan un papel fundamental en todos los desarrollos de mi libro. Sin embargo, la vida real, formada por gastos de todas las clases, ignora el gasto exclusivamente productivo, ignora incluso, prácticamente el gasto improductivo puro. Por ello, es necesario sustituir una primera clasificación rudimentaria por una descripción metódica de todos los aspectos de la vida. He querido dar, en principio, un conjunto de hechos privilegiados que permita comprender mi pensamiento. Pero éste no habría podido ordenarse si no hubiera tenido en cuenta, además, la totalidad de los hechos mínimos, considerados erróneamente como insignificantes. Creo que sería igualmente absurdo obtener conclusiones destructivas del hecho de que las crisis económicas, que tienen necesariamente en mi obra un sentido de acontecimiento decisivo, no hayan sido tenidas en cuenta más que de una forma sumaria, superficial. A decir verdad, había que elegir; yo no podía dar un resumen global de mi pensamiento sin perderme, al mismo tiempo, en un dédalo de interferencias en el que los árboles impedirían constantemente ver el bosque. He tratado de evitar hacer el trabajo de los economistas y me he limitado a reflexionar sobre el problema planteado por las crisis del problema general de la naturaleza. He querido iluminarlo con una luz nueva, pero, en una primera aproximación, he renunciado al análisis de las complejidades de una crisis de sobreproducción, del mismo modo que he omitido el cálculo detallado de la parte de crecimiento y de la parte de dilapidación que entran en la producción de un sombrero o de una silla. He pretendido dar, en general, las razones que explican el misterio de las botellas de Keynes2, alargando los agotadores rodeos de la exuberancia a través de la depredación, la muerte y la reproducción sexuada. Hoy me limito a este proyecto sumario. Pero esto no quiere decir que desista; solamente dejo para más tarde trabajos de mayor extensión3 . Aunque por menos tiempo, dejo incluso de exponer el análisis de la angustia. Este es, por tanto, un análisis atrevido que sólo aspira a fijar lo mejor posible la oposición entre dos métodos políticos, el del miedo y el de la búsqueda ansiosa de una solución, uniendo a la búsqueda de la libertad los imperativos más opuestos a la libertad; se trata de la libertad de espíritu, la cual emana de los recursos globales de la vida, por la cual, en cada instante, todo está resuelto, todo es rico, debido a que está a la medida del universo. Insisto sobre el hecho de que la búsqueda de una solución es una exuberancia, algo superfluo a la libertad de espíritu. Esto le da una fuerza incomparable. Resolver los problemas políticos resulta difícil a quienes permiten que los plantee exclusivamente la angustia. Es necesario que los plantee la angustia, pero su solución exige, de alguna forma, la eliminación de esa angustia. El sentido de las proposiciones políticas a las que lleva este libro, y que formulo al final del volumen, tiene que ver con esta actitud lúcida4. NOTAS: 1. La primera edición de esta obra se hizo por Les Editions de Minuit, formando parte de la colección, dirigida por el propio Bataille, L'usage des richesses (El uso de las riquezas). París, 1949. 2. "Si el Tesoro Público metiera dinero en botellas, las enterrara a cierta profundidad en minas de carbón abandonadas, las cubriera de escombros y luego encomendara a la iniciativa privada, de acuerdo con los bien conocidos principios del laissez-faire, la tarea de desenterrar el dinero (claro está que siempre que se obtuviera el permiso para hacerlo por medio de concesiones de explotación del suelo donde están enterradas las botellas), desaparecería el desempleo y, gracias a sus efectos, la renta real de la sociedad e incluso su patrimonio aumentarían por encima de los niveles actuales. Por supuesto que resultaría más sensato construir viviendas u otras cosas por el estilo. Pero si hay obstáculos de cualquier tipo para llevarlo a cabo, el procedimiento que aquí se propone sería mejor que nada" (John Maynard Keynes, The General Theory of Employment, Interest and Money, Harcourt, New York, 1936, p. 129. Existe traducción castellana de E. Hornedo con el título Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, F.C.E., México, 1943). (N.T.) 3. Este primer volumen tendrá una continuación. Además, se publica en una colección que estoy dirigiendo y que se propone la publicación, entre otras, de obras de "economía general". 4. Expreso aquí mi agradecimiento a mi amigo Georges Ambrosino, jefe de equipo de laboratorio de Rayos X, sin el cual no habría podido escribir esta obra. Pues la ciencia no es nunca al producto de un hombre solo; necesita el intercambio de puntos de vista, el esfuerzo colectivo. Este libro es también, en una parte importante, el trabajo de Ambrosino. Lamento personalmente que las investigaciones atómicas, en las que está llamado a participar, lo alejen, al menos por algún tiempo, de las investigaciones de "economía general". Debe expresar la duda de que vuelva a reiniciar particularmente el estudio que comenzó conmigo de los movimientos de la energía en la superficie del Globo. Texto extraído de "La parte maldita", Georges Bataille, págs. 47/52, editorial Icaria, Barcelona, España, 1987. Edición original: de Minuit, París, 1947. Corrección del texto: Cecilia Falco. Selección y destacados: S.R. Relacionar con: La parte maldita (segunda parte) - G. Bataille >>> La noción de gasto - G. Bataille >>> Con-versiones, julio 2006