LECCIONES-UCDM Perry & Watson

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Robert Perry y Allen Watson
Traducido por: Juncal Yániz Alecha
Con la autorización de: Circle Of Atonement
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INTRODUCCIÓN AL LIBRO DE EJERCICIOS
Allen Watson
La Introducción al Libro de Ejercicios es algo que todo el que hace las lecciones debería leer
atentamente. En mi opinión, podemos beneficiarnos de leer la Introducción una vez al mes,
mientras practicamos las lecciones, para recordar sus instrucciones básicas.
El primer párrafo explica la estrecha relación entre el Texto y el Libro de Ejercicios. Los dos
son muy importantes para cualquiera que esté haciendo el Curso. Sin “la base teórica” del
Texto, las lecciones del Libro de Ejercicios “no significan nada” Todos deberíamos prestar
mucha atención al Texto, es “necesario” hacerlo si queremos los beneficios del Libro de
Ejercicios. ¿Significa eso que deberíamos estudiar el Texto antes de hacer las lecciones del
Libro de Ejercicios? No necesariamente. El Manual para el Maestro trata sobre el orden en el
que utilizar los libros, y dice que varía de persona a persona. Dice que a algunos “les puede
resultar mejor empezar con el Libro de Ejercicios” (M.29.1:6) Sin embargo, de esta
Introducción resulta evidente que si uno empieza con el Libro de Ejercicios, debería seguirle el
Texto, o quizás leerlo junto con el Libro de Ejercicios.
Por otra parte, estudiar el Texto sin hacer el Libro de Ejercicios no sirve para nada porque es la
práctica de los ejercicios lo que hace que la meta del Curso sea posible (1:2; todas las
referencias sobre este debate serán de la Introducción al Libro de Ejercicios, a menos que se
indique otra cosa). Estudiar la base teórica sin la aplicación práctica es puro conocimiento de
cabeza vacía. Puedes entender a nivel intelectual cuál es la meta, pero no podrás alcanzar esa
meta sin los ejercicios. En el capítulo 30 del Texto, el Curso expone esta misma idea, dice:
La meta es clara, pero ahora se necesitan métodos específicos para alcanzarla. La rapidez con
la que puedes alcanzarla depende únicamente de esto: que estés dispuesto a poner en práctica
cada paso. Cada uno de ellos te ayudará un poco más cada vez que lo practiques. Y todos ellos
te conducirán más allá de los sueños de juicios a los de perdón, liberándote así del dolor y del
miedo.
(T.30.In.1:2-5)
La “única cosa” que determina lo rápido en alcanzar la meta es “nuestra disposición a practicar
cada paso”. En lo que se refiere a hacer el Libro de Ejercicios, nuestra buena disposición se
refiere a lo dispuestos que estamos a practicar las lecciones diariamente como se nos indica. Si
la lección nos pide 4 o 5 repeticiones durante el día, ¿estamos realmente dispuestos a hacerlo
así? Cada vez que la recordamos y la hacemos, puede parecer que no está sucediendo nada, pero
cada vez ayuda un poco más. Son todas esas pequeñas y repetidas prácticas que, cuando se
suman, nos sacarán del sueño de juicios. (T.30. In.1:4-5). El Libro de Ejercicios no promete
cambiarnos de la noche a la mañana, sino que dice que si nos esforzamos en hacer las sencillas
prácticas que nos pide la lección, poco a poco cada uno de esos intentos purificará nuestra
mente de la obscuridad del ego.
El propósito del Libro de Ejercicios es “entrenar a tu mente a pensar según las líneas expuestas
en el Texto” (1:4). La palabra “entrenar” trae a la mente cosas tales como la práctica del piano,
ejercicios y entrenamiento en deportes, e incluso entrenamiento militar. Lleva consigo la idea
de muchas repeticiones, de esfuerzo disciplinado, de ir más allá del contenido de nuestras
habilidades en este momento… Cuando te entrenas en un gimnasio, ello supone ir más allá de
los límites que ahora tienes y aprender a hacer cosas que ahora no puedes. Al mismo tiempo
supone que lo que se está desarrollando es algo latente, sacar el potencial no desarrollado, no se
trata de añadir algo de lo que se carecía hasta ahora.
Lo que se está entrenando es nuestra mente. La separación no es más que una tendencia
equivocada de la mente; y
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… todos los errores tienen que corregirse en el mismo nivel en que se originaron. Sólo la mente
puede errar. (T.2.IV.2:3-4)
… la corrección sólo puede tener lugar en el nivel del pensamiento. (T.2.V.1:7)
El propósito del Libro de Ejercicios es entrenar a tu mente de forma sistemática a tener una
percepción diferente de todas las cosas y de todo el mundo. (L.In.4:1)
Así pues, éste es un entrenamiento completo de la mente, que se propone cambiar el modo en
que ves todas las cosas. Aprender una forma de ver diferente supone que nuestra actual forma
de ver está equivocada.
Fíjate en estas sencillas normas para hacer el Libro de Ejercicios:
1.- No intentes hacer más de una lección por día. (2:6).
2.- Practica con “la mayor exactitud” (6:1). Esto significa que tenemos que poner mucha
atención en los detalles, y aplicar las ideas generales de las lecciones a muchas cosas y
situaciones diferentes de nuestras vidas. El propósito es ayudarnos a generalizar las ideas y ver
que se aplican a “todas las cosas y a todo el mundo” (4:1)
3.- No evites aplicar las ideas a nada (6:3). Todo es apropiado, no excluyas nada.
El que haya 365 lecciones, una para cada día del año, supone que deberíamos hacer las
lecciones en el orden correspondiente. (No hay nada malo en hacer algunas al azar a veces; pero
al seguir el programa de entrenamiento, deberían hacerse en orden). Según avanzas en las
lecciones, está muy claro que las últimas lecciones se asientan sobre las primeras; por lo tanto,
hacerlas en orden es el modo más eficaz.
Algunas personas se preguntan sobre lo de hacer una lección por día: ¿deberían repetir una
lección si sienten que no la han aprendido o no han hecho la práctica de la manera que se
indica? La sabiduría de muchos estudiantes que han trabajado con el libro podría resumirse así:
No te “culpes” por las lecciones. En general, no hay necesidad de repetirlas. Posteriores
lecciones repetirán las mismas ideas en muchos casos. Si quieres repetir una lección porque te
ha resultado beneficiosa, hazlo. Si la repites porque estás intentando hacerla perfectamente,
inconscientemente puedes estar resistiéndote a avanzar a la siguiente lección, que puede ser la
que te libere. Generalmente es mucho mejor perdonarte a ti mismo y continuar adelante.
Se nos pide recordar que “el objetivo general de los ejercicios es incrementar tu capacidad de
ampliar las ideas que estarás practicando de modo que lo incluyan todo (7:1). Me gustaría
detenerme un poco en las palabras “ejercicios” y “practicando” de la frase 7:1. No se trata de
leer simplemente las ideas. “Hacer el Libro de Ejercicios” no es una simple lectura de las
lecciones. Es practicar las lecciones. Cada lección proporciona “procedimientos concretos para
aplicar la idea del día” (L.In.3:3). Practicar significa que sigas esos procedimientos, practicar es
“hacer el Libro de Ejercicios”. ¿Cuánta Química aprenderías si todo lo que haces es leer el
manual del laboratorio pero nunca realizas los experimentos?
Si hacemos los ejercicios, los resultados están garantizados:
Esto (la extensión de las ideas) no requiere esfuerzo alguno de tu parte. Los ejercicios mismos
reúnen en sí las condiciones necesarias para ese tipo de transferencia. (7:2-3)
Nuestra parte es hacer los ejercicios; la extensión de los beneficios procedentes de ello ocurrirá
automáticamente, sin esfuerzo añadido por nuestra parte. Puedes practicar con ciertas cosas
concretas o con personas o con pensamientos; los beneficios de esa práctica se extenderán sin
ningún esfuerzo por tu parte a cualquier persona, situación o cosa de tu mundo.
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Al igual que cuando trabajas en un gimnasio, ni siquiera tiene que gustarte el programa. Si lo
realizas, tu cuerpo se beneficiará, tanto si te gusta como si no. Aquí sucede lo mismo, al hacer
estos ejercicios mentales, no es necesario que al principio creas en las ideas, ni que te gusten, ni
que las aceptes o recibas con agrado. Puede que incluso te resistas fuertemente a algunas de
ellas. No importa lo que pienses de ellas. “Se te pide únicamente que las uses (8:5). “No se
requiere nada más” (9:5). Es decir, aplícalas en tu vida tal como se te indica. Date cuenta de que
es necesario aplicar las ideas para que el programa funcione. Si las aplicamos, transformarán
nuestras mentes; si no las aplicamos, nuestras mentes las arrojarán tal como el teflón expulsa el
agua. Únicamente si usamos las ideas, nos convenceremos completamente de su verdad (8:6).
Nadie puede leer esto y no darse cuenta de lo que se nos pide. Leer el Texto no es suficiente
para alcanzar la meta del Curso. Leer únicamente las lecciones tampoco es suficiente. Tenemos
que llevar a cabo las instrucciones de cada lección, los procedimientos concretos para aplicar la
idea durante el día. Es nuestra buena disposición para practicar cada paso y hacer los ejercicios,
lo que determinará la rapidez con la que alcancemos la meta.
LECCIÓN 1 – 1 ENERO
“Nada de lo que veo en esta habitación (en esta calle, desde esta ventana, en este lugar)
significa nada”.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Enseñar que todo lo que ves es igualmente carente de significado, que no existen
diferencias reales entre ninguna de las cosas que ves.
Ejercicio: Dos veces, mañana y noche preferentemente, durante un minuto (pero sin prisa).
Mira lentamente a tu alrededor concretamente y sin hacer distinciones a cualquier cosa que
veas, primero en tu entorno más cercano y luego más lejos. Di, por ejemplo,: “Esta mesa no
significa nada
Observaciones: Es muy importante no excluir nada en particular, intenta incluir todo: No
tengas prisa, la calma es fundamental.
Comentario
Las primeras lecciones no les parecen muy inspiradoras a la mayoría de las personas, pero están
cuidadosamente planeadas para comenzar a deshacer el sistema de pensamiento del ego. “Nada
de lo que veo… significa nada”. Estamos seguros, desde la arrogancia de nuestro ego, de que
realmente entendemos muchas cosas. Esta lección está intentando sembrar la idea de que
realmente no entendemos nada de lo que vemos, de que nuestra cacareada comprensión es una
ilusión. Mientras creamos que entendemos lo que algo es o significa, no empezaremos a
preguntar al Espíritu Santo cuál es su significado. Nuestra creencia de que entendemos nos
cierra la mente a una comprensión más elevada. Necesitamos volvernos como niños pequeños,
que se dan cuenta de que no saben, y le preguntan a alguien que sabe.
La Mente Zen, la Mente del Principiante es el título de un maravilloso librito que introduce el
pensamiento Zen. La idea que presenta es que progresamos más rápidamente y de manera más
segura cuando aceptamos que somos principiantes que no saben y necesitan enseñanza en todo.
“La mente del principiante” es una mente abierta, dispuesta a encontrar un nuevo significado en
todo.
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LECCIÓN 2 – 2 ENERO
“Le he dado a todo lo que veo en esta habitación (en esta calle, desde esta ventana,
en este lugar) todo el significado que tiene para mí”
Instrucciones para la práctica
Ejercicio: Dos veces, preferentemente por la mañana y por la noche, de un minuto de duración.
Las mismas instrucciones básicas de ayer, sólo que usando una nueva idea. Al seleccionar
objetos para hoy, mira a un lado y al otro y detrás de ti.
Observaciones: Como en la lección anterior, ésta se centra en no hacer ninguna distinción en la
selección de objetos. Los comentarios en el párrafo 2 sobre “evitar la selección de objetos en
función de su tamaño, brillo, color, material o la importancia que tienen para ti” (2:1) son una
breve referencia a la teoría del Curso de la atención selectiva. Según el Curso, somos muy
selectivos en aquello a lo que atendemos. Prestamos atención a cosas que visualmente destacan
y, por lo tanto, nos llaman la atención (M.8.1) y prestamos atención a cosas que valoramos (ver
M.8.3:7). Fíjate en que estos dos factores –cosas que destacan a la vista y cosas que valoramos)
están incluidas en la frase que acabo de citar. Esto conlleva que se nos pide que practiquemos la
lección sin nuestra costumbre de atención selectiva, porque esa costumbre da por sentado que
las diferentes cosas en nuestro campo visual son verdaderamente diferentes, y esta lección trata
de enseñarnos que no lo son.
Comentario
El significado de la lección de ayer está ahora un poco más claro: “Nada de lo que veo…
significa nada” puede entenderse que dice: “Le he dado a todo lo que veo… todo el significado
que tiene para míÍ” o lo que es lo mismo: no hay significado de por sí en nada de lo que veo.
La primera vez que practiqué la Lección 1, recuerdo que el primer objeto sobre el que se
posaron mis ojos fue una excelente fotografía reciente de mis dos hijos. Al principio mi mente
protestó al decir: “Esa fotografía no significa nada”, porque ciertamente significaba algo para
mí. Pero a la mañana siguiente, con la Lección 2, empecé a entender lo que la lección intentaba
enseñar. La foto, por sí misma, no tiene ningún significado en absoluto. Para la mayoría de las
personas del mundo no significaría nada, pero para mí significaba algo porque yo le había dado
el significado que tenía para mí.
Cuando empezamos a darnos cuenta de que nuestra percepción está formada por nuestras
mentes, y no al contrario, puede ser una revelación sorprendente. Si esta lección te parece sin
importancia o si te parece muy clara, la próxima vez intenta al aplicarla incluir en “todo lo que
veo” a alguien que en tu percepción te está traicionando o mintiendo o abandonándote, intenta
decirte a ti mismo que tú le has dado a la situación todo su significado. ¡No es tan poca cosa!
LECCIÓN 3 – 3 ENERO
“No entiendo nada de lo que veo en esta habitación (en esta calle, desde esta ventana, en
este lugar”.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Retirar la espesa película de asociaciones pasadas que has proyectado sobre todo,
para que puedas volver a ver las cosas limpias y darte cuenta de que verdaderamente no las
entiendes en absoluto.
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Ejercicio: Dos veces, lo ideal sería por la mañana y por la noche, de un minuto de duración.
Las mismas instrucciones básicas que en los dos días anteriores, pero la idea es diferente.
Observaciones: No hacer ninguna diferencia al seleccionar objetos es un reflejo directo del
propósito de la lección, que es retirar de tu mente la película de interpretaciones que pones sobre
todas las cosas y que pretende decirte lo que esas cosa son. Es esa misma película que pretende
decirte que hay algunas cosas a las que no se aplica la lección. Por lo tanto, el acto mismo de
aplicar la lección a cualquier cosa es también un acto de dejar a un lado esa película
interpretativa.
Comentario
Si nada de lo que veo significa nada, y le he dado a todo lo que veo todo el significado que tiene
para mí, entonces está claro que no entiendo nada de lo que veo. El Libro de Ejercicios está
sentando las bases de nuestro aprendizaje. Para aprender una nueva comprensión de todo,
tenemos que abandonar nuestra creencia de que ya entendemos.
Encuentro esta lección muy útil en muchas situaciones. Cuando sucede algo que yo interpreto
como desagradable o molesto, puedo darme cuenta de que mi juicio de “desagradable” o mi
molestia procede, no de la cosa o persona o situación, sino de mi imaginada comprensión de
ella. Al repetir: “No entiendo nada de lo que veo…”, abro mi mente a una nueva comprensión,
la del Espíritu Santo. A veces utilizo variaciones de esta idea, tales como: “No sé lo que esto
significa” o “No sé de qué va todo esto”.
En el Curso, el comienzo de la comprensión es darse cuenta de que no entiendo nada.
Recuerda que éste es un ejercicio. ¡No intentes hacerlo a la perfección a la primera! Estás
practicando darte cuenta de que no entiendes, lo que significa que estás en un estado mental que
cree que entiende. Y eso es normal, está bien.
LECCIÓN 4 – 4 ENERO
“Estos pensamientos no significan nada. Son como las cosas que veo en esta
habitación (en esta calle, desde esta ventana, en este lugar)”.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Entrenarte a agrupar a todos tus pensamientos habituales, tanto “buenos” como
“malos”, junto con todas las cosas que ves fuera de ti, en una sola categoría: no significan nada,
y están fuera de ti (fuera de tu verdadera naturaleza). Esto abrirá tu mente al hecho de que hay
otro reino diferente a aquel del que eres consciente, y que es completamente diferente,
totalmente lleno de significado, y que se encuentra muy dentro de ti.
Ejercicio: Tres o cuatro veces (no más), de un minuto aproximadamente.
Durante aproximadamente un minuto, observa tus pensamientos. Incluye tanto los
“buenos” como los “malos”.
Luego aplica la idea concretamente a cada pensamiento del que te hayas hecho
consciente, diciendo: “Este pensamiento acerca de (nombre del personaje o
acontecimiento) no significa nada. Es como las cosas que veo en esta habitación (en
esta calle, etc.)”. Puedes también incluir pensamientos infelices de los que eras
consciente antes del periodo de práctica.
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Respuesta a la tentación: Voluntaria.
Además de (no en lugar de) los ejercicios formales, durante el día utiliza libremente la idea
como un modo de liberarte de pensamientos infelices concretos. Éste es el primer ejemplo de
una práctica que se convertirá en un centro de atención del Libro de Ejercicios.
Comentario
La introducción al Libro de Ejercicios afirma: “El propósito del Libro de Ejercicios es entrenar
a tu mente de forma sistemática a tener una percepción diferente de todas las cosas y de todo el
mundo” (L. In.4:1). Esta lección empieza a enseñarnos a trabajar directamente con nuestros
pensamientos, y lo primero que nos enseña es que no significan nada.
En esta lección se parte de la base de que somos muy inexpertos (5:4) y por lo tanto estamos
completamente o casi completamente sin contacto con lo que la lección llama nuestros
pensamientos reales (2:3). Los pensamientos a los que se refiere como sin significado son los
pensamientos del ego. El Curso afirma que nuestras mentes están casi completamente “dirigidas
por el ego” (T.4.VI.1:4). El tono de esta lección parte de esa base, por lo tanto, cualquier
pensamiento en el que pienses puedes considerarlo como “sin significado”.
Nuestros pensamientos reales son los pensamientos del Cristo dentro de nosotros, y ésos sí que
tienen significado (T.4.VI.1:7). Sin embargo, lo que nosotros llamamos “pensar” no es pensar
(esto se aclara en la Lección 8). Nos hemos identificado con el ego. El ego es como un pequeño
rincón de nuestra mente que hemos acordonado y separado del resto (T.4.VI.1:6), y nos hemos
convencido a nosotros mismos de que es el todo. Los pensamientos que giran en este pequeño
hueco de nuestra mente no representan para nada a nuestro verdadero Ser y, por tanto, ya sean
“buenos” o “malos”, no significan nada. Cuando hayamos aprendido cómo mirar con claridad a
estos supuestos pensamientos, nos daremos cuenta de lo vacíos que son (1:6-7).
Los pensamientos del ego ocultan nuestros pensamientos reales. Los “buenos” son sombras de
los reales en el mejor de los casos, y las sombras hacen difícil que veamos. Los “malos” son
obstáculos totales para la visión. “No te interesan ni unos ni otros” (2:6). Darnos cuenta de que
no queremos los pensamientos “malos” es bastante fácil, darnos cuenta de que no queremos los
“buenos” es mucho más desconcertante y difícil.
La lección se considera a sí misma “un ejercicio importante”, y promete repetir el ejercicio más
adelante. Dice que el ejercicio es fundamental para tres metas de gran alcance y que sirve para
empezar a llevar a cabo esas metas:
Separar lo que no tiene significado de lo que tiene significado
Ver lo que no tiene significado como fuera de nosotros, y lo que tiene significado dentro
Entrenar nuestra mente a reconocer lo que es lo mismo y lo que es diferente
Primero, el ejercicio nos ayuda a aprender a distinguir los pensamientos sin significado de los
pensamientos con significado. Observa que existe un juicio en todo esto, incluso separación,
aunque a estos dos términos normalmente se le da un sentido negativo. Esto de mirar a nuestros
pensamientos es una forma de lo que el Texto llama el “uso acertado del juicio” (T.4.IV.8:6).
Segundo, aprendemos a considerar a los pensamientos sin significado como fuera de nosotros.
Ahora podemos preguntarnos, si son nuestros pensamientos los que no tienen significado,
¿cómo es que los vemos fuera?, ¿no están los pensamientos dentro de nosotros? Aquí, yo creo,
el Libro de Ejercicios quiere decir nuestro verdadero Ser cuando habla de “ti”. Nuestros
pensamientos sin significado del ego no representan a nuestro verdadero Ser; en realidad no son
parte de Él, sino que están fuera de Él.
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Tercero, estamos aprendiendo a reconocer lo que es lo mismo y lo que es diferente. Pensamos
que los pensamientos “buenos” son diferentes de los pensamientos “malos”, pero esta lección
nos está entrenando a ver que todos ellos son realmente lo mismo, unos y otros son formas
diferentes de locura.
Al sugerir que podemos usar la idea de hoy para cualquier pensamiento en particular que
reconozcas que es perjudicial (5:1), la lección introduce una nueva forma de practicar, que se
volverá parte de su repertorio habitual. Además de las prácticas regulares de mañana y noche,
podemos usar la idea como respuesta a cualquier tentación disfrazada en forma de
pensamientos que nos causan daño.
Al avanzar, el Libro de Ejercicios te pide con mayor frecuencia que la respuesta a la tentación
se convierta en una práctica habitual. Al pedir que hagamos la lección tres o cuatro veces,
introduce la sesión del mediodía, añadida a las de la mañana y la noche.
LECCIÓN 5 – 5 ENERO
“Nunca estoy disgustado por la razón que creo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Enseñarte que la causa de tu disgusto no es la situación, la persona o el
acontecimiento externo que tú crees. Enseñarte también que tus emociones negativas no son
diferentes unas de otras.
Ejercicio: Tres o cuatro veces, de un minuto.
Puedes empezar diciendo: “No hay disgustos pequeños. Todos perturban mi paz mental
por igual”. Esto está planeado para corregir tu tendencia a descartar algunos disgustos
como demasiado insignificantes como para ocuparte de ellos.
Durante un minuto o así, busca en tu mente cualquier persona, situación o
acontecimiento que te estén afligiendo, por muy ligeramente que sea.
Luego aplica la idea sin distinciones a cada una de ellas, diciendo: “No estoy (enfadado,
preocupado, deprimido, etc.) por (causa del disgusto) por la razón que creo”.
Si quieres quedarte con algunos disgustos porque parecen justificados, di: “No puedo
conservar esta forma de disgusto y al mismo tiempo desprenderme de las demás. Para
los efectos de estos ejercicios, pues, las consideraré a todas como si fuesen iguales”.
Respuesta a la tentación: Voluntaria.
Además de los periodos de práctica formal, durante el día utiliza libremente la idea a cualquier
disgusto que estés experimentando, como un modo de recuperar tu paz mental. Di: “No estoy
(enfadado, preocupado, deprimido, etc.) por (causa del disgusto) por la razón que creo”.
Comentario
Para mí, esta lección es una de las herramientas más útiles para sacudir y liberar mi viejo y
gastado modo habitual de pensar. “Esta lección, al igual que la anterior, puede aplicarse a
cualquier persona, situación o acontecimiento que creas que te está causando dolor” (1:1). Hoy
intenta recordar la idea cuando te disgustes, por la razón que sea: ese conductor lento en la
carretera justo delante de ti, cuando alguien te ensucia el suelo que acabas de fregar o te rompe
tu plato favorito. “Nunca estoy disgustado por la razón que creo”.
Date cuenta de que la lección no identifica cuál es la razón por la que estás disgustado. Eso
viene más adelante. Pues ahora el Curso simplemente está intentando deshacer tu creencia de
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que sabes qué es lo que te está disgustando. Date cuenta también de que no te pide que no estés
disgustado. La lección no te pide que estés sin sentimientos negativos como: miedo,
preocupación, depresión, ansiedad, ira, odio, celos… (1:3), simplemente te pide que reconozcas
que esos sentimientos no los estás experimentando por la razón que crees. Sí, por supuesto, la
meta es abandonarlos todos. Pero para hacer eso, tenemos que romper la creencia de que esos
sentimientos son cosas distintas con causas distintas… Todos ellos proceden de la misma
causa, todos ellos son significados que nosotros proyectamos sobre el mundo que vemos.
Estas 5 primeras lecciones han sido duras, si piensas en ellas. La Lección 1 era sobre abandonar
lo que veo. La Lección 2, sobre abandonar mis juicios sobre el significado. La Lección 3, sobre
renunciar a mi comprensión. La Lección 4, sobre abandonar mis pensamientos. Y esta Lección,
la 5, me lleva a abandonar todo mi sistema de pensamiento, la causa de todos mis disgustos.
LECCIÓN 6 – 6 ENERO
“Estoy disgustado porque veo algo que no está ahí”.
Instrucciones para la práctica
Ejercicio: Tres o cuatro veces, de un minuto aproximadamente.
Las mismas instrucciones que ayer, sólo que usando una nueva idea.
Consejo: La lección habla como si deberías buscar en tu mente durante un minuto, y luego
aplicar la lección a cada pensamiento descubierto en tu búsqueda. Sin embargo, puedes tener
dificultad en recordar todas las cosas descubiertas. Si es así, en lugar de practicar en estas dos
fases distintas, puede que quieras hacer la práctica de un modo ligeramente diferente: Busca en
tu mente, encuentra un disgusto, aplícale la idea, luego busca de nuevo otra ofensa, aplícale la
idea, y así sucesivamente.
Respuesta a la tentación: Voluntaria.
La idea puede usarse durante el día para eliminar tus disgustos. Pero esto no es un substituto
de tus periodos de práctica.
Comentario
Esto empieza a explicar por qué estoy disgustado realmente. Nunca estoy disgustado por la
razón que creo, estoy disgustado porque veo algo que no está ahí. (De nuevo el Libro de
Ejercicios construye su caso pieza a pieza, no nos dice simplemente lo que estamos viendo, sólo
que es algo que no está ahí. Si eres curioso échale una mirada rápida a la siguiente lección). No
podemos ni siquiera imaginar cuánto de lo que vemos, cosas que pensamos que son “reales” y
“hechos”, realmente son cosas que no están ahí. El argumento que se está construyendo aquí es
que todo nuestro disgusto procede de cosas que no están ahí. Sólo lo que Dios crea es real, y
nada de lo que Él crea es doloroso, y si estos son hechos, la idea de hoy tiene que ser verdad.
Así que cuando me siento disgustado, puedo decirme a mí mismo: “Estoy disgustado porque
veo algo que no está ahí”.
Se nos pide recordar “las dos instrucciones mencionadas en la lección anterior” la lección
anterior (3:1). Puesto que estas dos instrucciones se repiten de nuevo, está claro que son
importantes, así que pensemos en ellas un poco. La primera de ellas:
No hay disgustos pequeños. Todos perturban mi paz mental por igual.
(3:2-3)
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Me doy cuenta de que tengo que recordarme esto a mí mismo un montón de veces. Es tan fácil
pasar por alto lo que a mí me parecen disgustos pequeños, y dejarlos sin solucionar. Una ira
muy violenta contra alguien que me traiciona y me roba el trabajo no es mayor que lo que yo
pienso que es una pequeña molestia por un servicio lento en un restaurante. Ambos tienen el
poder de perturbar mi paz mental. Si mi meta es una mente en paz, tengo que aprender a tratar
con todos mis disgustos como de igual importancia, tengo que aprender a “reconocer lo que es
lo mismo y lo que es diferente” (L.4.3:4).
No puedo conservar esta forma de disgusto y al mismo tiempo
desprenderme de las demás. Para los efectos de estos ejercicios, pues,
las consideraré a todas como si fuesen iguales. (6:3-4)
Al menos durante los períodos de práctica, necesitamos considerar a todos los disgustos como
iguales, y aplicar la lección a todos ellos. Si continúo sin aplicar la lección a los disgustos
“menores” o a un disgusto que me parece justificado, no dejaré que estos disgustos
desaparezcan. Me estaré aferrando al principio detrás de todos ellos. Sería como decir que vas a
perder peso eliminando el azúcar y la grasa de tus comidas pero tomando dos kilos de helado
cada noche. El Curso insiste en que seamos minuciosos y totales en nuestras prácticas.
“Estoy disgustado porque veo algo que no está ahí”.
LECCIÓN 7 – 7 ENERO
“Sólo veo el pasado”.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Empezar a cambiar tus ideas sobre el tiempo, que son la base de todo lo que ves y
crees. Tu mente se resistirá a este cambio, para mantener la estabilidad de tu mundo, sin
embargo es ése mundo el que te mantiene aprisionado.
Ejercicio: Tres o cuatro veces, de un minuto aproximadamente.
Mira a tu alrededor y aplica la idea concretamente y sin hacer distinciones a cualquier cosa
que llame tu atención, diciendo: “Sólo veo el pasado en (este zapato, ése cuerpo, etc.)”. “No te
detengas en ninguna cosa en particular, pero recuerda no omitir nada específicamente” (5:1).
Comentario
Como la lección dice, ésta “es la razón fundamental de todas las anteriores” (1:2). “Es la razón
por la que nada de lo que ves significa nada” (1:3), y lo mismo con los seis pensamientos
anteriores. Puesto que sólo vemos el pasado, cada una de esas ideas anteriores es cierta. Hace
que esta lección sea extremadamente importante, lección que tenemos que interiorizar y
plantearnos muy en serio.
Date cuenta de lo rotundo que es el pensamiento de hoy: “Sólo veo el pasado”. Puede que nos
resulte “muy difícil de creer al principio” (1:1). Y esto es quedarse corto. Si encuentras difícil
aceptar el pensamiento de hoy, el Maestro ya conoce de antemano tu dificultad y acepta que la
tienes.
El Curso le da una enorme importancia a esta idea, no sólo aquí, sino también en el Texto. Por
ejemplo, tres secciones del Capítulo 13 desde “La Función del Tiempo” (T.13.IV) a “Cómo
Encontrar el Presente” (T.13.VI), se refieren a lo que pensamos del tiempo y al hecho de que
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“Para el ego el pasado es importantísimo y, en última instancia, cree que es el único aspecto del
tiempo que tiene significado” (T.13.IV.4:2). Habla de las sombrías figuras del pasado, basadas
en ilusiones, que impiden por completo nuestra visión de la realidad presente. Dice:
Renacer es abandonar el pasado, y contemplar el presente sin condenación. (T.13.VI.3:5)
“Todo lo que crees está arraigado en el tiempo, y depende de que no aprendas estas nuevas ideas
acerca de él” (2:1). Todo lo que hemos aprendido, lo aprendimos del pasado, eso no puede
discutirse.
Por tanto, todo lo que pensamos que sabemos está basado en el pasado. Miramos al presente a
través del filtro de nuestro aprendizaje anterior. El Curso insiste en que no dejemos que nuestro
aprendizaje del pasado sea la luz que nos guíe en el presente (T.14.XI.6:9). En lugar de ello,
necesitamos en cada momento dirigirnos al Espíritu Santo y pedirle que nos enseñe Su visión
del presente.
En la lección, el ejemplo de la taza nos hace comprender que nuestra identificación de las cosas
depende del pasado, y que nuestras relaciones con todo proceden de nuestras experiencias en el
pasado. “No tendrías idea de lo que es si no fuera por ese aprendizaje previo” (3:6). Y, “Esto se
aplica igualmente a cualquier cosa que veas” (4:2).
Todo lo que estamos “viendo” es el pasado, puro y simple. En este momento puede parecer que
no hay alternativa a esto, podemos preguntarnos qué otro modo de ver es posible. Pero hay otra
manera, el Curso nos llevará finalmente a ella. Por ahora, deja que esta lección penetre muy
dentro: “Sólo veo el pasado”.
LECCIÓN 8 – 8 ENERO
“Mi mente está absorbida con pensamientos del pasado”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Enseñarte que tu mente se pasa la mayor parte del tiempo vacía, porque está siempre
contemplando lo que no está ahí (el pasado). Mientras piensa en lo que no es nada, ella misma
está vacía. Reconocer esta nada cede el sitio para que entre algo nuevo: los pensamientos reales,
que producirán la verdadera visión.
Ejercicio: Cuatro o cinco veces (tres o cuatro si la práctica te resulta irritante), de un minuto
aproximadamente.
Cierra los ojos y busca en tu mente, sin darle importancia, observando los pensamientos
y nombrándolos por el personaje central o el tema de cada uno. Di: “parece que estoy
pensando en (nombre de la persona), en (nombre del objeto), en (nombre de la
emoción)…”
Termina con: “Pero mi mente está absorbida con pensamientos del pasado”.
Observaciones: Si encuentras que el ejercicio despierta sentimientos en ti (por ejemplo,
irritación) puedes aplicar la idea a esos sentimientos como lo harías con cualquier otra cosa.
Éste es un consejo útil para muchas de las lecciones.
Comentario
“Esta idea es, por supuesto, la razón por la que sólo ves el pasado” (1:1). Esto claramente
supone que lo que vemos refleja simplemente los pensamientos que ocupan nuestra mente. Si
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esto es así, entonces debido a que nuestra mente está absorbida con pensamientos del pasado,
percibimos imágenes del pasado en el mundo exterior. “En realidad nadie ve nada. En realidad
lo único que ve son sus propios pensamientos proyectados fuera”. (1:2-3). Ésta es una idea muy
importante en el Curso, sin embargo, aquí se introduce suavemente dentro del estudio del
pasado y del tiempo. ¡Realmente no vemos nada! Todo lo que vemos es “la imagen externa de
una condición interna”, como dice el Curso (T.21.In.1:1-5).
Siempre me ha gustado la primera línea del segundo párrafo: “El único pensamiento
completamente verdadero que se puede tener acerca del pasado es que no está ahí” Piensa un
momento en lo que dice. Puedes tener experiencias del pasado muy claras, especialmente del
pasado reciente. Sin embargo, si varias personas que vivieron lo mismo no estuvieran de
acuerdo contigo, probablemente empezarías a dudar de tu memoria, porque no podrías estar
completamente seguro de que te puedes fiar de ella. Sabes muy bien, por experiencia, que tu
memoria puede engañarte. Piensas: “¡Podría jurar que he dejado las llaves sobre la mesa!”; o
dices: “¿No te lo he contado? Pensaba que te lo había contado”. Todos decimos ese tipo de
cosas todo el tiempo, sin darnos cuenta de lo poco fiable que en realidad es nuestra memoria.
Pero hay un pensamiento sobre el pasado en el que puedes confiar: “El pasado no está aquí.
Esto es el presente” (2:1). Pero, si el pasado no está aquí, ¿cómo puede tener efectos en el
presente? “Pensar acerca del pasado, por lo tanto, es pensar en ilusiones (2:2). Estás pensando
en algo que ya no existe, lo que por definición es una ilusión.
De acuerdo, entonces si lo que vemos es una proyección de nuestros pensamientos sobre cosas
que no existen, ¿dónde deja eso “lo que estamos viendo”? En ningún sitio. Estamos viendo
reflejos de recuerdos de “una ilusión”. Cuando vemos el pasado o anticipamos el futuro, el
Curso dice que nuestra mente está en realidad en blanco, porque está pensando en nada (2:4).
Esta lección intenta ayudarnos a reconocer cuándo nuestra mente no está realmente pensando en
absoluto, sino que está llena de lo que llama ideas sin contenido (3:2). Por eso es por lo que
“estos pensamientos no significan nada” (Lección 4). Para abrirnos a la “visión” tenemos que
dejar de bloquear la verdad con estas imágenes mentales sin significado de algo que no está
aquí. El primer paso hacia la visión es hacerse consciente de las cosas que no son visión, que
son los pensamientos que normalmente llenan nuestra mente (los culebrones).
Encuentro que este tipo de ejercicio ayuda a desarrollar una especie de “desapego mental”. Das
un paso atrás, por así decirlo, de tus pensamientos y los observas. No cometas el error que yo
cometí al principio: intentar sacar estos pensamientos de mi mente y dejarla en blanco. No
necesitamos hacer eso porque ¡ya está en blanco! Sólo observa tus pensamientos y aplícales la
lección, diciendo: “Mi mente está absorbida con pensamientos del pasado”. Estate dispuesto a
abandonar la importancia que le das a tus pensamientos, o en querer que sean reales, o
profundos, o importantes. Suelta tus dedos de ellos, déjalos ir, estate dispuesto a ver que no
tienen significado real si están basados en el pasado y, por lo tanto, basados en algo que no está
aquí.
Esta lección es una dulce cuña, introducida para abandonar nuestro “apego” a lo que pensamos
que son nuestros pensamientos.
LECCIÓN 9 – 9 ENERO
“No veo nada tal como es ahora”
Instrucciones para la práctica
Ejercicio: Tres o cuatro veces, de un minuto.
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Mira a tu alrededor, aplicando la idea a cualquier cosa que veas sin distinciones y sin excluir
nada. Empieza con cosas cercanas a ti: “No veo este (teléfono, brazo, etc.) tal como es ahora”.
Luego extiende el alcance hacia fuera: “No veo esa (puerta, rostro, etc.) tal como es ahora”.
Observaciones: Puede que aceptes esta idea, pero no la entiendas realmente, y tampoco se
espera que lo hagas. La comprensión no es el requisito esencial para esta práctica; más bien, la
comprensión es la meta de esta práctica. Estos ejercicios intentan deshacer tu ilusión de que
entiendes las cosas y, al eliminar este bloqueo, permitir que la verdadera comprensión surja
finalmente en tu mente. Así que, en este momento simplemente practica la idea, aunque no la
entiendas, o la encuentres perturbadora, o aunque te resistas activamente a ella.
Comentario
Si sólo veo el pasado, y mi mente está absorbida con pensamientos del pasado, entonces está
claro que no veo nada tal como es ahora. Me encanta que la lección añada: “Pero si bien es
posible que la puedas aceptar intelectualmente, es muy probable que todavía no signifique nada
para ti”(1:2). El Curso reconoce claramente que hay una enorme diferencia entre aceptar una
idea a nivel intelectual y entenderla de verdad de manera que sea parte de nosotros. Pienso en
las etapas de dolor por las que pasamos cuando muere un ser querido. Inmediatamente después
de la muerte, puede que a nivel intelectual aceptemos que nuestro ser querido se ha ido, pero no
hemos entendido ni asimilado ese hecho. Lleva tiempo que se introduzca en nuestra mente.
Del mismo modo, podemos aceptar la idea de que no vemos nada tal como es ahora, pero
puede pasar tiempo antes de que empecemos a comprender el significado de ese hecho.
Afortunadamente la lección continúa diciendo que nuestra comprensión no es necesaria todavía.
De hecho, lo que es necesario es el reconocimiento de que ¡no entendemos! Podrías decir que
una de las cosas que tenemos que aprender de esta lección es que ¡no la entendemos!
Si piensas en ello, tiene sentido.
Estos ejercicios tienen que ver con la práctica, no con el entendimiento. No necesitas
practicar lo que ya entiendes.
(1:5-6)
Algunos pueden sentir que no tiene sentido trabajar con una idea que no comprendes del todo o
en la que no crees. He oído decir: “¿Cómo puedo trabajar con una lección como “Soy el santo
Hijo de Dios Mismo”, si yo no lo creo realmente? Y la respuesta es: si ya lo creyeras, ¡no
necesitarías trabajar la lección! La práctica está para ayudarte a entender o a creer.
La actitud de reconocer nuestra ignorancia es esencial para el aprendizaje. Sin ella, nuestra falsa
“comprensión” dificulta nuestro aprendizaje. Así que cuando una lección como ésta: “No veo
nada tal como es ahora”, te molesta o no sabes de qué trata, simplemente ¡sé honesto y confiesa
que así es como te sientes! No cometas el error de fingir que ya entiendes cuando no es cierto.
Las lecciones parten de la base de la ignorancia de nuestra mente.
“Es difícil para la mente sin entrenar creer que lo que aparentemente contempla no está ahí
(2:1). ¿Difícil? Más bien parece imposible. La idea es perturbadora, la mayoría de nosotros nos
resistiremos a ella de un modo u otro. Es normal. Eso no te impide aplicar la idea en modo
alguno, y eso es todo lo que se nos pide. (¿Recuerdas la Introducción al Libro de Ejercicios y
sus dos últimos párrafos? Si no, léelos ahora con relación a esto). Simplemente haz los
ejercicios de todos modos, aunque tu mente se resista a la idea en su totalidad, de todos modos
tendrá el efecto deseado.
Fíjate en que la lección habla sobre “cada pequeño paso” (2:5), despejando la obscuridad un
poco más y la comprensión llegará finalmente.
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El tono de las lecciones, y ciertamente de todo el Curso, no nos hace pensar que alcanzaremos la
iluminación rápidamente. Se produce en pequeñas dosis, poco a poco. El Curso dice que la
iluminación total podría llegar a cualquiera de nosotros en cualquier momento, con sólo
abrirnos a ella; está más cerca de nosotros que nuestras propias manos y pies. Pero también dice
que llevará más tiempo estar dispuestos a abrirnos que el que es necesario para que ese cambio
final de la mente suceda. Dice:
A la gran mayoría se les proporciona un programa de entrenamiento que
evoluciona lentamente, en el que se corrigen el mayor número posible de errores
previos. Las relaciones personales, en especial, tienen que percibirse debidamente,
y se tiene que eliminar la piedra angular de la falta de perdón. (M.9.1:7-8)
Date cuenta de que la norma es “un programa de entrenamiento que evoluciona lentamente”.
Así que no te agobies ni te sientas como si estuvieras trabajando contra reloj; tómate las cosas al
ritmo con el que vienen, y haz los ejercicios que se indican en el Libro de Ejercicios. Estate
contento de avanzar lentamente. ¡No te preocupes si la comprensión no aterriza en tu mente
mañana!
Los ejercicios de nuevo son engañosamente sencillos, tal como “no veo esta pantalla de
ordenador tal como es ahora”. ¿Cómo puede ayudar a cambiar mi mente el que yo diga esto?
No puedo explicártelo. Lo que sí sé es que cuanto más a menudo repito una idea, más razonable
empieza a parecerme. Quizá eso sea todo lo que tiene. Sé que a veces me ha ayudado, en alguna
situación que parece atemorizante o fuera de control, recordarme a mí mismo que “no estoy
viendo esta situación tal como es ahora en realidad”. Puedo asegurarme a mí mismo que lo que
estoy viendo, que parece estar causando mi miedo, no es la realidad de las cosas. Puedo no
tener ni idea de lo que es la realidad, pero ¡ayuda saber que no es lo que estoy viendo!
La idea es menos alentadora cuando la aplico sobre algo que me gusta: “No veo esta relación
romántica tal como es ahora”. Hmmm, no estoy seguro de que me guste. Pero aunque no haga
nada más que empezar a hacer pedazos mi fe en lo que veo, la lección está haciendo su trabajo
aunque yo no la entienda por completo, o a pesar de que no me guste.
LECCIÓN 10 – 10 ENERO
“Mis pensamientos no significan nada”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Enseñarte que todos tus pensamientos actuales no significan nada y que, de hecho,
no son tus pensamientos reales en absoluto. Reconocer que has estado preocupado con
pensamientos que no existen facilitará el camino para descubrir tus pensamientos reales.
Ejercicio: Cinco veces, de un minuto aproximadamente (no más, divídelo en dos partes si te
sientes incómodo.
Cierra los ojos y repite la idea muy lentamente. Luego añade: “Esta idea me ayudará a
liberarme de todo lo que ahora creo”.
Luego busca en tu mente los pensamientos que estén ahí. Evita seleccionarlos o
clasificarlos, considerando a tus pensamientos como una procesión extraña sin ningún
significado para ti. A medida que cada uno cruce tu mente, di: “Mi pensamiento acerca
de _____ no significa nada”.
Observaciones: Es importante distanciarte de tus pensamientos y observarlos con desapego. No
pienses que son diferentes unos de otros en modo alguno. Puede que quieras imaginar que estás
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viendo un extraño desfile de objetos desorganizados y sin significado. Otra semejanza útil (no
mencionada en el Curso) podría ser que imagines que estás observando hojas flotando en un
riachuelo.
Respuesta a la tentación: Voluntaria, siempre que tengas un pensamiento perturbador.
Aplica libremente la idea a cualquier pensamiento perturbador que tengas durante el día,
usando la frase: “Mi pensamiento acerca de ____ no significa nada”.
Comentario
La Lección 4 decía “Estos pensamientos no significan nada”, y prometía que el ejercicio se
“repetiría de vez en cuando de forma ligeramente distinta”. La lección de hoy es la primera de
tales repeticiones. Explica que la razón por la que la idea es verdadera es que
Todos los pensamientos de los que eres consciente… no son tus pensamientos reales (1:1-2).
Eso es muy difícil de aceptar al principio. ¿Cómo pueden mis pensamientos no ser mis
pensamientos reales? La lección explica que todavía no tenemos una base de comparación, pero
que cuando la tengamos, “no te cabrá la menor duda de que lo que una vez creíste eran tus
pensamientos en realidad no significaban nada” (1:5). Así que una vez más el Libro de
Ejercicios nos pide, hasta cierto punto, que por el momento aceptemos esta idea con fe.
Una base de comparación supone que sin tardar mucho experimentaremos nuestros
pensamientos reales, y cuando lo hagamos, sabremos que lo que creíamos que eran nuestros
pensamientos no eran nuestros pensamientos reales. Es como si durante toda nuestra vida
hubiéramos estado comiendo algarrobas creyendo que eran chocolate. Una vez que saboreas el
auténtico chocolate, sabes que las algarrobas no eran chocolate; pero hasta que tengamos una
base de comparación, sólo podemos aceptar la palabra de nuestro maestro al respecto.
La diferencia entre la Lección 10 y la Lección 4 está en la primera palabra: “Mis pensamientos”
en lugar de “Estos pensamientos”. Además, la lección de hoy no compara nuestros
pensamientos con objetos de la habitación como hacía la Lección 4: “Son como las cosas que
veo en esta habitación” Así que en esta lección la importancia se le da a los pensamientos
mismos: Lo que enfatizamos ahora es la falta de realidad de lo que piensas que piensas” (2:4).
El tercer párrafo señala los diferentes aspectos de nuestros pensamientos que se han explicado
hasta ahora:
No significan nada,
Están fuera en lugar de dentro de nosotros,
Se refieren al pasado en lugar de al presente.
“En lo que ahora estamos haciendo hincapié es en el hecho de que la presencia de esos
„pensamientos‟ significa que no estás pensando en absoluto” (3:2). Esto expresa de otra manera
la idea anterior de que nuestra mente está simplemente en blanco (L.8.2:4). Antes de que
podamos alcanzar la visión, tenemos que aprender a reconocer la nada cuando pensamos que la
vemos.
Los ejercicios que se dan, aclaran que de lo que el Curso está hablando se parece en gran
medida a las enseñanzas de muchas meditaciones orientales. Lo que se está trabajando es una
especie de “desapego de nuestros pensamientos”, convertirnos en “el testigo” o tomar la
posición de un observador de nuestros pensamientos. Observamos nuestros pensamientos como
si estuviéramos “viendo pasar una procesión compuesta de un extraño repertorio de
pensamientos que tienen muy poco o ningún significado para ti (4:6).
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Un libro que leí sobre la meditación (Despertar Gradual, de Steven Levine, un libro
maravilloso) usaba la semejanza de “observar un tren que pasa, cada vagón conteniendo un
pensamiento o grupo de pensamientos. ¡Oh, ahí va un pensamiento de odio! ¡Ahí van unas
preocupaciones! ¡Ahí va todo un cargamento de tristeza!”. También usaba la imagen de
observar “observar las nubes flotando en el cielo, representando toda la extensión del cielo a la
mente. Levine da mucha importancia a que no nos quedemos pegados a ningún pensamiento y
a que no les permitamos que nos arrastren con ellos, pero del mismo modo tampoco los
empujamos ni nos resistimos a ellos. Si no significan nada, como dice la lección, no
necesitamos responder a ellos en absoluto.
Al hacer este tipo de ejercicio mental, te vuelves consciente de tu mente como algo
independiente de los pensamientos que parecen atravesar por ella. Rompes tu identificación con
los pensamientos. Los pensamientos pierden la carga emocional que tienen para ti. Te desapegas
de ellos, te des-identificas de ellos. Los pensamientos cada vez van perdiendo importancia, ya
no son “gran cosa” para ti. Empiezas a darte cuenta de la enorme extensión de mente en la que
estos pensamientos vienen y se van, y te das cuenta de que no tienen ningún efecto sobre ese
“cielo de la mente” en el que flotan.
Date cuenta en las instrucciones para la práctica de que el ritmo está aumentando un poco. Se
recomiendan cinco sesiones de práctica” (5:2) además de usar la idea durante el día como
respuesta a “cualquier pensamiento que te perturbe en cualquier momento” (5:1).
El pensamiento final que se añade puede ser útil para reforzar nuestra creencia de que lo que
estamos haciendo merece la pena. Necesitamos ese refuerzo, ya que la práctica del ejercicio
puede producir incomodidad algunas veces. No resulta cómodo decirse a sí mismo repetidas
veces: “Mis pensamientos no significan nada”. Puede parecer humillante. Por eso, recordarnos a
nosotros mismos que “Esta idea me ayudará a liberarme de todo lo que ahora creo” (4:3 y 5:5)
puede ser un paso necesario para reforzar nuestra motivación y deseo de hacer los ejercicios. El
Libro de Ejercicios sabe lo atrincherado que está el ego en nuestra mente, y trabaja con nosotros
muy suave y tiernamente en su intento de sacarnos de su posición fija.
LECCIÓN 11 – 11 ENERO
“Mis pensamientos sin significado me están mostrando
un mundo sin significado”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Cambiar totalmente cómo ves causa y efecto en tu percepción. Piensas que el mundo
externo se graba a sí mismo en tu mente, causando lo que ves; sin embargo, la causa funciona
justo al revés: de dentro hacia fuera. Lo que ves fuera de ti es la proyección de tus
pensamientos. Ésta es la primera lección que trata de este tema muy importante.
Ejercicio: Tres veces (cuatro o cinco si lo encuentras cómodo y deseable), de 1 minuto
aproximadamente.
Con los ojos cerrados repite la idea lentamente y con toda tranquilidad, para reflejar la
paz y relajación contenida en la idea.
Luego abre los ojos y mira a tu alrededor, arriba y abajo, cerca y lejos, dejando que tus
ojos se muevan rápidamente de una cosa a otra. Durante este tiempo repite la idea sin
prisa y sin esfuerzo.
Para terminar, cierra los ojos y repite la idea lentamente.
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Observaciones: A diferencia de los ejercicios anteriores, en éste tú no aplicas la idea
concretamente a los objetos a tu alrededor nombrándolos mientras lo haces. De hecho, la
repetición de la idea no se produce al mismo tiempo que el cambio de tu mirada. Las dos tienen
lugar a ritmos diferentes. La relativa rapidez con la que miras a tu alrededor contrasta con la
lentitud con la que repites la idea.
Comentario
La lección introduce “el concepto de que son tus pensamientos los que determinan el mundo
que ves” (1:3), un tema importantísimo en el Curso. Es la razón de la famosa frase: “No trates
de cambiar el mundo, sino elige cambiar de mentalidad acerca de él” (T.21.In.1:7). La mente es
principal y el mundo es secundario. Creemos que el mundo causa (o al menos afecta) lo que
pensamos; el Curso enseña que la mente es la causa, y que el mundo es el efecto.
Se nos dice que la idea “contiene los cimientos de la paz, de la relajación y de la ausencia de
preocupación que estamos tratando de lograr” (3:4).
En esta idea reside la certeza de tu liberación. La llave del perdón reside en ella. (1:4-5)
¿Por qué es así? Si lo que yo veo fuera está siendo causado por mis propios pensamientos sin
significado, entonces no hay nada a lo que “culpar” en el mundo externo; todo lo que se necesita
es corregir mis pensamientos. Puedo perdonar lo que veo porque no tiene significado. Sólo
condeno y juzgo cuando pienso que veo algo con significado: algo malo o perverso o terrible.
Pero si no tiene significado, no hay razón para condenarlo. Y si mi mente es la causa de lo que
veo, entonces ¿cómo puedo juzgarlo? Todo lo que puedo hacer es reconocer, como dice el
Texto, “Soy responsable de lo que veo” (T.21.II.2:3), y elegir cambiar mi propia mente.
LECCIÓN 12 – 12 ENERO
“Estoy disgustado porque veo un mundo que no tiene significado”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta de que estás disgustado porque instintivamente sientes que el mundo
no tiene sentido, una pizarra en blanco. Esto te hace temer que la verdad se escriba sobre ella.
Este ejercicio te ayudará a aceptar que el mundo es verdaderamente una pizarra en blanco, borra
lo que has escrito en ella, y luego ve lo que Dios ha escrito en ella.
Ejercicio: Tres o cuatro veces, de 1 minuto o menos (párate cuando notes tensión).
Mira a tu alrededor lentamente, cambiando tu mirada a intervalos de tiempo regulares.
Mientras miras alrededor, di: “Creo ver un mundo temible, un mundo peligroso, un
mundo hostil,” y así sucesivamente, usando cualquier término descriptivo que se te
ocurra. Esto incluye los positivos, que suponen la posibilidad de su opuesto. Suponen
un mundo en el que tanto lo positivo como lo negativo están presentes y luchan por ver
cuál gana. Éste no es el mundo que Dios quiere que veas.
Al final añade: “pero estoy disgustado porque veo un mundo que no tiene significado”.
Observaciones: Cambiar tu mirada a intervalos regulares refleja la idea de hoy. Al darle la
misma cantidad de tiempo y atención a cada cosa, te enseñas a ti mismo que las cosas que ves
son todas igualmente sin significado. Esto es lo mismo que la lección de hoy está intentando
enseñarte.
Comentario
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Lo que de verdad nos molesta es una pizarra vacía, un lienzo sin pintar. No lo podemos resistir,
tenemos que pintarlo con nuestro significado; y cuando lo hacemos, lo que vemos es aterrador,
triste, violento o loco (1:2-3). No podemos aceptar que el mundo no significa nada y “dejar que
la verdad se escribiese en él por ti” (5:3); en lugar de ello, “te ves impulsado a escribir sobre él
lo que tú quisieras que fuese” (5: 4). No podemos dejar que Dios le dé al mundo y a nosotros
mismos nuestro significado; deseamos hacernos el nuestro propio. El resultado es una
inquietante visión de todo.
Esta idea, de que lo que pienso que me está molestando no es realmente la causa de mi disgusto
(lee la Lección 5 de nuevo), es enormemente útil. Puede obrar milagros en nuestra experiencia.
Recuerdo la primera vez que me tocó. Acababa de tener una conversación decepcionante con mi
novia, en la que me di cuenta de que ella no quería pasar tanto tiempo conmigo como yo quería
pasar con ella, y de que estaba interesada en otro. Me sentí ofendido, humillado, un ciudadano
de segunda clase; me sentí enfadado con ella por no darse cuenta del valioso regalo que yo era
y por hacerme pasar la tarde del sábado solo. Me sentí muy desgraciado.
De repente me vino el pensamiento: “Soy yo quien me estoy haciendo esto a mí mismo, no es
ella”. Pensé en la canción de la película My Fair Lady en la que Rex Harrison canta: “Yo era
muy independiente y feliz antes de que nos conociéramos. Seguramente podría serlo de nuevo…
y sin embargo…” Me di cuenta de que estaba eligiendo verla como la causa de mi malestar,
pero era el modo en que yo estaba pensando sobre la situación lo que me hacía desgraciado. Si
yo quería, todavía podía ser feliz. ¡Fue una revelación importantísima! Para ser honesto, no
estaba seguro de que me gustase, pero mi sentido interno seguía diciéndome: “En este camino
está la verdadera libertad”. Aquel fue un gran comienzo para mí.
Deja que para ti, hoy, el mundo pierda su significado. No te apresures a ponerle encima tu
significado. Simplemente deja que sea lo que es, sin ningún significado, y dale al Espíritu Santo
una oportunidad para que escriba Su significado sobre él.
Cuando tus palabras hayan sido borradas, verás la Suya. Ése es, en última instancia, el
propósito de estos ejercicios. (5:8-9)
Hay una práctica semejante a las del Libro de Ejercicios, que aparece en el Texto, y que va en
la misma línea de esta lección.
Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada, afirma lo siguiente:
“No conozco el significado de nada, incluido esto.
No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
No me valdré de lo que he aprendido en el pasado
Para que me sirva de guía ahora”.
Cuando de este modo te niegues a tratar de enseñarte a ti mismo lo que no sabes, el Guía que
Dios te ha dado, te hablará. Ocupará el lugar que Le corresponde en tu conciencia en el
momento en que tú lo desocupes y se lo ofrezcas a Él. (T.14.XI.6:6-11).
LECCIÓN 13 – 13 ENERO
“Un mundo sin significado engendra temor”
Instrucciones para la práctica
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Propósito: El mismo que ayer.
Ejercicio: Tres o cuatro veces, durante 1 minuto más o menos (no más).
Cierra los ojos y repite la idea.
Abre los ojos y mira lentamente a tu alrededor. Mientras lo haces así, repite una y otra
vez: “Estoy contemplando un mundo que no tiene significado”.
Cierra los ojos y di: “Un mundo que no tiene significado engendra temor porque creo
que estoy compitiendo con Dios”.
Observaciones: No te preocupes si no te crees la afirmación final. Puedes pensar que es una
locura y puede que te resistas a ella. Todo eso es normal. Simplemente date cuenta de tu
resistencia, cualquier forma que tome, y dite a ti mismo que la verdadera razón de ello es que
esta frase despierta tu miedo oculto a la venganza de Dios. Muy dentro de ti crees que, si te das
prisa y escribes tu significado sobre la pizarra en blanco del mundo, has derrotado
temporalmente a Dios. Como resultado, crees que ahora te enfrentas a su ira. Para hacerle frente
a esta creencia la has enterrado muy profundo en tu inconsciente, pero la afirmación final de
hoy la saca de nuevo a la superficie. Por eso es por lo que temes a la afirmación y estás
impaciente por desecharla. A causa de todo esto, trata de no pensar en ello excepto durante los
ejercicios.
Comentario
Más que molestarnos, el mundo sin significado que vemos produce miedo dentro de
nosotros. Después de pasar varios días convenciéndonos, así parece, de que el mundo no
significa nada, el Curso “le da la vuelta”:
De hecho, un mundo sin significado es imposible. Lo que no tiene significado no existe. (1:23)
La Introducción al Curso afirma que: “Nada irreal existe” (T.In.2:3), y ahora se nos dice que no
existe nada sin significado (1:3). La situación no es que existan cosas sin significado y que
tengamos miedo porque las vemos; lo que sucede es que pensamos que percibimos cosas sin
significado y nos apresuramos a escribir sobre ellas nuestro propio significado. No vemos
significado porque no queremos ver el significado que Dios ya les ha dado.
Cuando vemos lo que no tiene significado se produce ansiedad dentro de nosotros:
Representa una situación en la que Dios y el ego se “desafían” entre sí con respecto a qué
significado ha de escribirse en el espacio en blanco provisto por dicha falta. El ego se abalanza
frenéticamente para establecer allí sus propias ideas, temeroso de que, de otro modo, el vacío
pueda ser utilizado para demostrar su propia impotencia e irrealidad. Y solamente en esto está
en lo cierto. (2:2-4)
Si el ego no se apresurase a dar su propio significado, el significado establecido por Dios,
ciertamente, demostraría la irrealidad del ego. Por eso el ego se imagina que ve un espacio sin
significado en el que poner el suyo propio, teme al significado que Dios ya ha dado. Nosotros le
damos nuestro propio significado a todo.
El Curso insiste en que si no nos apresurásemos a poner nuestro propio significado, el mensaje
que oiríamos sería de amor y belleza. Esto es cierto, no importa cuál parezca ser la “situación
externa”. Por ejemplo, un hermano puede estar totalmente engañado por su ego y atacarnos de
palabra. El mensaje que oímos en sus palabras, no importa su forma, es el que elegimos
escuchar. Le damos el significado que pensamos que nuestro hermano nos está transmitiendo.
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Si mi mente estuviese en sintonía con el Espíritu Santo, no importa lo que otro haga o diga, yo
oiría un mensaje que afirma el Cristo en él y en mí, y que motiva mi amor. (Para una larga y
complicada sección sobre este tema, ver Texto, Capítulo 9, Sección II: “La Respuesta a la
Oración”, que en parte dice: “El mensaje que tu hermano te comunica depende de ti. ¿Qué te
está diciendo? ¿Qué desearías que te dijese? Lo que hayas decidido acerca de tu hermano
determina el mensaje que recibes” (T.9.II.5:1-4).
La idea de que estamos compitiendo con Dios y de que tenemos miedo de la venganza de Dios
porque estamos luchando contra Él, puede parecer ridícula, como admite la lección. En este
nivel, estamos principalmente intentando darnos cuenta de que tenemos miedo de dejar algo sin
significado, aunque no nos demos cuenta de por qué tenemos miedo de ello. Nos pide que
estemos dispuestos a decir: “No sé lo que esto significa”, ¡verdaderamente tenemos miedo de
ello! La lección también nos pide que nos hagamos conscientes de cualquier forma de miedo.
No que intentemos vencerlo, sólo que nos demos cuenta de él. Observa que dejar a algo sin
darle significado te ocasiona ansiedad, y permítete a ti mismo pensar que quizá la razón es que
de algún modo, en algún lugar profundo de tu inconsciente, tienes miedo del significado que
Dios podría escribir allí si se lo permitieses.
LECCIÓN 14 – 14 ENERO
“Dios no creó un mundo sin significado”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Borrar las interpretaciones que has hecho del mundo para que puedas ver la
interpretación de Dios (como en las dos lecciones anteriores). Este proceso te salvará. En sus
primeras etapas, sin embargo, puede que te sientas como si se te estuviese llevando al terror.
Esto es sólo temporal. Se te conducirá a través del miedo y luego más allá de él para siempre.
Ejercicio: Tres veces (a menos que te resulte muy cómodo), durante un minuto como mucho.
Con los ojos cerrados, piensa en todos los horrores del mundo que te pasen por la
cabeza, cualquier cosa que temas que te pase a ti o a cualquiera. Para cada uno di:
“Dios no creó (especifica el horror), por lo tanto, no es real”. Sé muy concreto al
nombrar el horror o desastre.
Termina repitiendo la idea.
Respuesta a la tentación: Voluntaria, cuando algo te molesta.
Aplica la idea libremente para eliminar tus disgustos durante el día. Para esto se proporciona
una forma especial: “Dios no creó un mundo sin significado. No creó (especifica la situación
que te esté perturbando), por lo tanto, no es real”. Ésta es una práctica muy efectiva para
recuperar la paz mental. De hecho, puede que quieras intentarla ahora: Elige una situación que
te esté preocupando y aplícale la práctica. Verás cómo, al menos, parte de la carga desaparece
inmediatamente.
Comentario
La idea de hoy llega como un respiro bien recibido después de 4 días de decírsenos que
“nuestros pensamientos no significan nada” y que nos están mostrando un mundo sin
significado que nos disgusta y asusta. El mundo sin significado que estamos viendo no fue
creado por Dios, y “Lo que Dios no creó no existe” (1:2).
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En el libro Despiertos del Sueño1 de Gloria y Kenneth Wapnick, Gloria escribió sobre cómo
esta idea le atrajo por primera vez al Curso:
Al oír de primera mano los efectos devastadores que la Segunda Guerra Mundial tenía sobre la
gente, llegué a la conclusión de que si esta guerra era lo mejor que Dios podía crear, no quería
tener ninguna relación con Él…
Cuando leí las palabras de Jesús explicando que Dios no creó el mundo, fue como si
“relámpagos” chocaran por mi cabeza. “¿Por qué no se me había ocurrido?”, me decía a mí
misma una y otra vez. “Es tan sencillo. Ésa es la respuesta”. Finalmente, después de 23 años, el
rompecabezas en mi mente se había resuelto. El Curso había proporcionado la pieza que faltaba,
y ya no tenía que seguir culpando a Dios por un mundo que Él no creó.
Para algunos, el mensaje de que Dios no creó el mundo sin significado que vemos, llega como
una salvación. Para otros, puede ser “bastante difícil e incluso doloroso” (3:2). Pues reconocer
que Él no lo creó conlleva la verdad: nosotros lo hicimos. Somos responsables del mundo que
vemos. Eso puede conducirnos “directamente al miedo” (3:3). El Curso trata esto en muchos
lugares diferentes de los tres libros. El mensaje que nos está dando, especialmente en los “pasos
del comienzo” (3:2), puede ser difícil, doloroso, y aterrador.
Muchas personas se preguntan si algo anda mal porque sienten fuertes reacciones negativas a la
enseñanza del Curso de que Dios no creó el mundo. La respuesta es: no. Quizá son aquellos que
no tienen ninguna reacción negativa quienes deberían preguntarse si entienden correctamente el
mensaje del Curso y comprenden completamente lo que ello supone. Una reacción negativa es
mucho más frecuente que una reacción positiva: eso puedo asegurarlo.
Sin embargo, alégrate de que la lección continúe diciendo:
Mas no se te dejará ahí (en el miedo). Irás mucho más allá de él, pues es hacia la paz y
seguridad perfectas adonde nos encaminamos. (3:4-6)
El Curso llama a nuestro camino “un viaje del miedo al amor” (T.16.IV.11:1-2). Ciertamente
son muy pocos los que se libran de la angustia del principio, pero la dirección del viaje es hacia
una calidez y extensión del amor que difícilmente puede imaginarse cuando empiezas.
Una advertencia sobre la forma específica de la práctica de hoy: observa cuidadosamente que la
lección te pide que te digas a ti mismo las cosas que te disgustan de “tu repertorio personal de
horrores” (6:1). No recomienda que le digas a otra persona que esté pasando por una tragedia
personal que su tragedia no es real. Si le dijeras a una viuda que sufre por la pérdida de su
marido: “¡Alégrate! Dios no creó la muerte de tu marido, por lo tanto, no es real”. En la mayoría
de los casos tal mensaje no es un acto de amor sino un ataque, colocándote tú en una posición
espiritual “superior” a la otra persona. La lección te está enseñando a que te des este mensaje a
ti mismo”.
Fíjate también en la mención aquí acerca de nuestras ilusiones, de que “algunas de ellas son
ilusiones que compartes con los demás, y otras son parte de tu infierno personal” (6:3). Cosas
como el hambre y el sida caen en la categoría de las “ilusiones compartidas”. Aquí claramente
se apoya la idea de que la ilusión del mundo es una responsabilidad compartida, no únicamente
tu creación personal, o la mía.
LECCIÓN 15 – 15 ENERO
1
Gloria y Kenneth Wapnick, Despiertos del Sueño, 2 Edic.. (Temecula, Cal: Fundación para Un Curso
de Milagros, 1995)
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“Mis pensamientos son imágenes que yo mismo he fabricado”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Presentarte el proceso de fabricar imágenes, mediante el cual tus pensamientos
internos aparecen como imágenes externas.
Ejercicio: 3 o 4 veces, de un minuto de duración (menos si resulta incómodo).
Repite la idea para tus adentros.
Luego mira a tu alrededor y aplícala al azar a cualquier cosa que veas, diciendo muy
lentamente: “Este (nombre del objeto) es una imagen que yo mismo he fabricado”.
Deja que tus ojos descansen sobre el objeto durante todo el tiempo que lo estés
diciendo.
Respuesta a la tentación: Aplica la idea libremente durante el día cuando te sientas molesto.
Si quieres, puedes utilizar esta forma: “Esta (nombre de la situación) es una imagen que yo
mismo he fabricado”.Esto te recordará que la situación “molesta” que estás viendo no es
objetivamente real, sino únicamente tus propios pensamientos que aparecen en forma de
imágenes.
Comentario
Lo que vemos se compone de imágenes hechas con nuestros pensamientos. Debido a que
nuestros pensamientos aparecen como imágenes, no reconocemos los pensamientos como que
no son nada. La vista física no es otra cosa que esto, y éste es el propósito de la vista física. Les
dimos a nuestros ojos la función de ver estas imágenes de pensamientos, para probar la verdad
de los pensamientos que creemos que estamos pensando.
Eso no es ver. Eso es fabricar imágenes, lo cual ocupa el lugar de la visión, y la reemplaza con
ilusiones. (1:5-7)
El Curso es muy consistente con su opinión de nuestra vista física. Por ejemplo, dice:
Todo lo que los ojos del cuerpo pueden ver es una equivocación, un error de percepción, un
fragmento distorsionado del todo sin el significado que éste le aportaría. (T.22.III.4:3)
Los ojos del cuerpo ven únicamente formas. No pueden ver más allá de aquello para cuya
contemplación fueron fabricados. Y fueron fabricados para fijarse en los errores y no ver más
allá de ellos. (T.22.III.5:3-5)
Lo que nuestros ojos nos muestran es un error. Lo que nuestros ojos nos muestran es una
imagen que hemos fabricado, y que no refleja la verdad. Parte de lo que debemos empezar a
aprender es a mirar más allá del cuerpo, para empezar a darnos cuenta de que lo que nuestros
ojos nos están mostrando no es necesariamente la verdad. Nuestros ojos nos están mostrando
únicamente los errores de nuestra propia mente.
Hay algo más allá de lo físico que la visión (visión espiritual) puede mostrarnos. Ése es el
significado de los “bordes de luz” a los que se refiere la lección. En un seminario al que asistí,
Ken Wapnick dijo que este tema de los “episodios de luz” (2:2) se incluyó en parte como
respuesta a un amigo de Helen que veía luz alrededor de las personas y se preguntaba si algo iba
mal. La lección explica que tales experiencias “simplemente son símbolos de la verdadera
percepción” (3:5). Son símbolos de la meta que pretendemos alcanzar. La lección no dice que
todo el mundo debería tener tales experiencias; simplemente que si tales experiencias ocurren,
no deberíamos preocuparnos por ella, son signos de progreso. No es el símbolo de la verdadera
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percepción lo que buscamos, sino la verdadera percepción misma. El significado de “bordes de
luz” es simplemente que hay algo allí para ser visto, y que está más allá de lo físico. La lección
nos está conduciendo a esta comprensión.
LECCIÓN 16 -16 ENERO
“No tengo pensamientos neutros”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Un primer paso en aprender que cada pensamiento tiene efectos y que cada uno
produce o miedo y conflicto o amor y paz.
Ejercicio: 4 o 5 veces (tres si hay tensión), durante un minuto cada vez (reducir en caso de
malestar).
Cierra los ojos y repite la idea.
Luego busca en tu mente los pensamientos que se presenten. Trata de no hacer
distinciones entre ellos. Especialmente intenta no pasar por alto cualquier pensamiento
“pequeño”. A medida que cada pensamiento atraviesa tu mente, mantenlo ahí y di:
“Este pensamiento acerca de_____ no es un pensamiento neutro".
Respuesta a la tentación: Siempre que seas consciente de un pensamiento molesto.
Aplícale la idea usando esta forma concreta: “Este pensamiento acerca de ____ no es un
pensamiento neutro, porque no tengo pensamientos neutros”. El propósito es que te des cuenta
de que al albergar este pensamiento, estás activamente causándote miedo a ti mismo.
Comentario
La idea de hoy puede producir miedo, pero su propósito principal es que comprendamos que
nuestros pensamientos tienen efectos. Es una idea poderosa, no aterrorizadora, a menos que
elijamos verla de ese modo.
Todo lo que ves es el resultado de tus pensamientos. En esto no hay excepciones.
(1:2-3)
Como muchas de las ideas del Curso, ésta es un poco difícil de creer al principio porque
estamos convencidos de que nuestros pensamientos no tienen ninguna relación con la mayoría
de las cosas que vemos. En caso de que dejemos que la idea entre en nuestra mente, la lección
añade que es verdad “siempre”. Los pensamientos verdaderos crean cosas verdaderas, los
pensamientos falsos fabrican cosas falsas, o ilusiones. En esto no hay nada que temer porque
sólo los pensamientos verdaderos crean realidad, los pensamientos falsos sólo fabrican
ilusiones.
Sin embargo, ningún pensamiento carece de efectos (que es el significado de la palabra “fútil”).
Difícilmente se puede calificar de fútil a lo que da origen a la percepción de todo un mundo”
(2:2). Cada pensamiento de nuestra mente está produciendo “algo” todo el tiempo,
contribuyendo a la verdad o a la ilusión. El Curso es un curso en entrenamiento mental. Su
propósito es que nos hagamos conscientes de nuestros pensamientos y de sus efectos. Desea que
nos comprometamos interiormente con el proceso de elegir los pensamientos que ocupan
nuestra mente y producen sus efectos en el mundo que nos rodea.
Se nos pide que reconozcamos que ningún pensamiento es neutro, cada pensamiento apoya el
crecimiento de la verdad o de la ilusión. Cada pensamiento produce amor o miedo, no hay nada
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más. Si miro al modo en que trato a mis propios pensamientos, veo que la lección es correcta:
verdaderamente intento no darle importancia a ciertos pensamientos, como poco importantes o
que no merecen que me ocupe de ellos. Cada pensamiento merece que me ocupe de él, todos los
pensamientos de miedo son destructivos por igual. También son igualmente irreales. Así que,
no tenemos que sentirnos culpables por ellos.
Algunos estudiantes del Curso son muy rápidos en entender la parte “irreal”, pero tardan en
darse cuenta del lado “destructivo”; el Curso siempre mantiene este equilibrio. Simplemente
porque algo es irreal o ilusorio no significa que no sea importante o podamos ignorarlo. Por
ejemplo, en un punto el Texto dice que el retraso es imposible en la eternidad pero que es
trágico en el tiempo (T.5.VI.1:3). El Curso no es partidario de una actitud de indiferencia hacia
el mundo simplemente porque sea una ilusión. Comentarios tales como: “¿El sida?, es sólo una
ilusión”, o ¿Qué los niños se mueren de hambre?, el hambre no es real”, tales comentarios no
tienen nada que ver con la verdadera enseñanza del Curso, aunque se pueden oír en algunos
grupos. Si vemos el sida y el hambre, los pensamientos que hacen que los veamos deben estar
en nuestra mente, individual o colectivamente, y por ello somos responsables de la sanación de
esos pensamientos. Pero me estoy apartando de la lección, ya va siendo hora de que me baje de
la tribuna del orador.
La lección indica que ningún pensamiento puede desecharse como sin importancia, y que
ningún pensamiento es neutro. Mientras practicas la lección, habrá algunos pensamientos que
pueden verse claramente que “no son neutros”. Si alguien te roba el coche, es muy fácil darte
cuenta de que tus pensamientos sobre ello no son neutrales. Pero si estás pensando en qué cereal
tomar para el desayuno, supone un gran esfuerzo creer que “Este pensamiento sobre Muesli no
es un pensamiento neutro”, que está expresando amor o miedo. Créelo, lo expresa. Tal como
indican las instrucciones, “no hagas distinciones artificiales” (4:3).
La mente es como una bombilla, que está enchufada o desenchufada, nunca a medias; nuestra
mente o está expresando amor o miedo, nunca a medias, nunca los dos al mismo tiempo, nunca
nada (siempre expresa algo).
LECCIÓN 17 – 17 ENERO
“No veo cosas neutras”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Continuar enseñándote la verdadera “relación causa y efecto” (resultado) entre lo
que piensas y lo que ves. Piensas que los acontecimientos externos causan que veas ciertas
cosas, pero de hecho son tus pensamientos los que causan lo que ves (tus percepciones).
Práctica: 3 o 4 veces (3 son necesarias), durante un minuto (menos si hay resistencia).
Con los ojos abiertos, di: “No veo cosas neutras porque no tengo pensamientos
neutros”.
Luego mira a tu alrededor, dejando tu mirada sobre cada cosa que veas el tiempo
necesario para decir: “No veo un (nombre del objeto), porque mis pensamientos acerca
de (ese objeto) no son neutros”.
Observaciones: Como siempre, es muy importante que trates a cualquier cosa que veas como
igual al resto. La alfombra es neutra en sí misma, pero no la ves así porque tu percepción de ella
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surge de pensamientos que no son neutrales. Incluso si la alfombra es blanca y negra, por así
decirlo, tus pensamientos le dan color (“tu” significado).
Comentario
Según el Curso, el modo en que causa y efecto funcionan es que nuestros pensamientos son la
causa y el mundo es el resultado (efecto). Tendemos a pensar que los sucesos o acciones del
mundo causan el que pensemos de ciertas maneras, el Curso dice que es justo lo contrario: “El
pensamiento siempre tiene lugar primero, a pesar de la tentación de creer que es al contrario”
(1:3). No tenemos pensamientos neutros y, por lo tanto, no vemos cosas neutras.
¿Qué solemos hacer cuando tenemos determinados pensamientos? Nos preguntamos: ¿Cuál es
la causa de que me sienta así? ¿Cuál es la causa de que me sienta deprimido, furioso, o harto?
Pero es el pensamiento el que viene primero. No es nada de fuera de nuestra mente lo que ha
causado que me sienta de una manera determinada. Más bien, lo que piensas es lo que ha
causado el mundo que ves.
La lección es rotunda en sus afirmaciones a veces:
Independientemente de lo que puedas creer, no ves nada que esté realmente vivo o que sea
realmente gozoso. Eso se debe a que todavía no eres consciente de ningún pensamiento
realmente verdadero y, por lo tanto, realmente feliz. (3:2-3)
Ahora hace 10 años que llevo estudiando el Curso y todavía me cuesta aceptar la idea de que en
realidad no veo nada con vida. Ya sé que el Curso afirma que el cuerpo (que es lo que veo con
mis ojos) no muere porque nunca ha existido, y así sé que el Curso define “con vida” de modo
completamente distinto a como lo consideramos nosotros. Está a la vista que “con vida”
significa algo no físico, porque habla del cuerpo como que no tiene vida en absoluto. Pero tengo
que confesar que todavía necesito practicar con esta lección porque todavía mi tendencia es a
considerar los cuerpos como con vida. Tengo que esforzarme por recordar lo contrario.
Recuerdo una conversación con mi amiga Lynne, hace algo más de un año, antes de que su
cuerpo muriese. Ella era estudiante del Curso. Su cuerpo se había deteriorado rápidamente
durante el año anterior, y después de varias operaciones era sólo un caparazón de lo que había
sido. Le dije: “Supongo que tienes una mayor comprensión de lo que el Curso quiere decir con:
NO SOY UN CUERPO”. “¡Más me vale no serlo!, exclamó riendo.
Estas dos ideas (que mis ojos sólo ven lo que carece de vida y que todo lo que mi mente está
lleno de contenido “no neutro”) pueden ser desconcertantes. Aún así, tienen su lado positivo.
La lección es la misma para todos nosotros aunque para algunos, como mi amiga Lynne, parece
acelerarse el aprendizaje. No obstante, nuestros cuerpos se marchitarán y deteriorarán como lo
hizo el suyo, sólo que un poco más despacio. Es un alivio bien recibido comprender que el
único significado del cuerpo es el que nuestra mente le ha dado. El espíritu y la mente están
vivos y son reales, ellos son la causa; y el cuerpo y su mundo son únicamente los efectos de
pensamientos.
LECCIÓN 18 – 18 ENERO
“No soy el único que experimenta los efectos de mi manera de ver”
Instrucciones para la práctica
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Propósito: Continuar enseñándote que tus pensamientos tienen efectos. Las lecciones
anteriores decían que siempre afectan a tu mente, Esta lección dice que afectan a todas
las mentes.
Práctica: 3 o 4 veces, durante un minuto aproximadamente (quizás menos).
Mira a tu alrededor, elige objetos al azar y descansa tu mirada sobre cada uno el
tiempo necesario para decir: “No soy el único que experimenta los efectos de mi
manera de ver este ____”.
Termina repitiendo la idea general.
Comentario
La idea de que las mentes están unidas (1:2) es fácil de entender, pero lo que ello supone es de
un alcance enorme. El modo en que veo las cosas afecta a otras mentes, no sólo a la mía. Los
milagros que el Curso puede hacer en nuestras vidas demostrará esto una y otra vez. Un cambio
en el modo en que veo las cosas puede tener efectos milagrosos en las personas a mi alrededor e
incluso en todo el mundo:
Un milagro nunca se pierde. Puede afectar a mucha gente que ni siquiera conoces, y producir
cambios inimaginables en situaciones de las que ni siquiera eres consciente. (T.1.I.45).
El hecho de que mi manera de ver las cosas afecta a más personas que a mí mismo, hace a los
pensamientos que causan mi manera de ver todavía más importantes. Lo que pienso y mi modo
de ver las cosas afecta literalmente al mundo entero. Al abrir mi mente al amor, puedo ser un
conducto de amor para el mundo.
LECCIÓN 19 – 19 ENERO
“No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Enseñarte que todas las mentes están unidas. A pesar de no ser bien recibida al
principio, esta idea tiene que ser verdad para que la salvación sea posible.
Ejercicio: 3 o 4 (al menos 3), de un minuto aproximadamente (más corto si es necesario).
Cierra los ojos y repite la idea.
Busca los pensamientos que ahora hay en tu mente. A medida que los contemplas a
cada uno, mantenlo en tu mente y di: “No soy el único que experimenta los efectos de
este pensamiento acerca de (nombra a la persona, o al tema, o a la situación)”.
Observaciones: La lección de hoy incluye la última mención de un tema que ya es muy
familiar: la necesidad de no hacer distinciones y la selección al azar de los objetos de la práctica.
Estas primeras lecciones nos han entrenado en esto (se ha mencionado en cada lección excepto
8, 13 y 14), y de este modo en esta lección el autor anuncia que ya no hará hincapié en ello de
nuevo. Esto no se debe a que no sea importante, sino a que espera que ya lo hemos
interiorizado. Ahora Él espera que mantengamos esta práctica a lo largo del resto del Libro de
Ejercicios. También explica por qué es tan importante. Poder aplicar la idea con la misma
facilidad al cuerpo de tu compañero que a una mota de polvo en el suelo te permitirá finalmente
sanar un cáncer con la misma facilidad que un resfriado.
Respuesta a la tentación: Según se necesite.
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Aplica la idea como respuesta a cualquier pensamiento no deseado. El hecho de darte cuenta
de que este pensamiento le afecta a todo el mundo, te ayudará a abandonarlo.
Comentario
Ayer la idea trataba sobre ver, hoy sobre pensar. “El acto de pensar y sus resultados son en
realidad simultáneos, ya que causa y efecto no están nunca separados” (1:4). “Pensar” es la
causa, “ver” es el efecto (resultado), y las dos ocurren al mismo tiempo. Una pelota que
atraviesa tu ventana es la causa de que el cristal se rompa. ¿Cuál sucede primero? ¿La pelota
atravesando el cristal o el cristal rompiéndose? Está claro que los dos suceden al mismo tiempo.
Esto sucede con pensar y ver. Cuando pensamos, percibimos (vemos). Como ocurren al mismo
tiempo, se nos hace difícil reconocer al pensamiento como la causa. Al ego le resulta muy fácil
el truco de que parezca lo contrario, y por eso creemos que lo que vemos es la causa de lo que
pensamos. Pero no es así como funciona.
La idea de que todas las mentes son una es emocionante pero también, especialmente al
principio, muy amenazadora. Hay pensamientos que no quiero compartir, pero “No hay
pensamientos privados” (2:3). Mis pensamientos “privados” afectan a todo el mundo y a todas
las cosas, igual que cada pensamiento que cruza por mi mente. La idea puede ser
desconcertante. La lección nos dice que, a pesar de la resistencia, finalmente nos daremos
cuenta de que así es como tiene que ser “si es que la salvación es posible” (2:4). No explica por
qué es inevitable, pero dice que todos lo veremos así sin tardar mucho.
Pensemos en ello durante un minuto. Si otras mentes están de verdad separadas de la mía,
entonces son posibles también voluntades diferentes. Eso me coloca en lucha con el mundo,
solo contra el universo. ¿Cómo puedo entonces estar libre de miedo, si fuerzas externas pueden
volverse contra mí en cruel ataque?
Sin embargo, si todas las mentes son parte de la mente única, y si lo que pienso afecta a todas
las partes de esa mente unificada, entonces la salvación es posible. Por lo tanto, una elección a
favor de la paz, puede empujar a toda la mente unida hacia la paz. La salvación es posible. Yo
no soy el resultado del mundo, sino que el mundo es mi resultado. Tengo el poder de elegir.
Puedo elegir la paz por toda la Mente. Así es como, desde el punto de vista del Curso, puedo
convertirme en el salvador del mundo.
¡Que desde hoy elija a favor de la paz, de la sanación y del perdón! Al empezar a darme cuenta
de que no soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos, empezaré a ser
cuidadoso con lo que pienso; y al empezar a ser cuidadoso con mis pensamientos, empezaré a
sanar yo mismo y el mundo junto conmigo.
LECCIÓN 20 – 20 ENERO
“Estoy decidido a ver”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Estar decidido a ver y así recibir la visión.
Ejercicio: 2 por hora (preferentemente cada media hora).
Repite la idea. “Cómo” la repites, marca la diferencia. La lección te pide que la hagas
“lentamente y de manera positiva” (5:1), recuerda que estás decidido a cambiar tu
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estado actual por uno que verdaderamente quieres. (De hecho, puede que quieras
intentar ahora decirla de este modo, y ver si notas la diferencia).
Si en algún momento te das cuenta de que te has olvidado practicar, “no te desanimes…
pero esfuérzate al máximo por recordarlo” (5:2) de ahora en adelante.
Observaciones: Esta lección marca un gran cambio en el Libro de Ejercicios. Si el Libro de
Ejercicios ha parecido fácil hasta ahora, era intencionado. Sin embargo, no puede mantenerse
así de fácil y lograr su meta: la total transformación de tu manera de pensar. Así que, a partir de
ahora, te dará una estructura mayor con la que practicar. Esto incluirá prácticas más frecuentes,
tiempos establecidos en los que practicar, y prácticas más largas.
La lección de hoy incluye las dos primeras de tales prácticas. La manera de responder a esta
estructura es fundamental. Si la ves como una imposición, como que es una fuerza exterior la
que te la impone, te rebelarás contra ella, activa o pasivamente. En lugar de ello, intenta verlo
como la expresión de tu verdadera voluntad. Quieres todas las cosas que el Curso te ofrece. Y
sólo las conseguirás teniendo una mente entrenada (disciplinada), que sólo conseguirás
siguiendo la práctica como lo indican las instrucciones. Por lo tanto, hacer la práctica hoy es tu
propio deseo verdadero.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas disgustado con una persona, situación o
acontecimiento durante el día.
Repite la idea como remedio para esa emoción. Puedes aplicarla a la situación concreta:
“Estoy decidido a ver esta situación”. Si de verdad quieres ver la situación de manera diferente,
la verás.
Comentario
La lección de hoy no pide realmente mucho de nosotros: cada media hora acuérdate de repetir
las palabras: “Estoy decidido a ver”. Si estamos estudiando el Curso, esto es algo que
probablemente queremos de verdad.
Deseas la salvación. Deseas ser feliz. Deseas la paz. (2:3-5)
Sin embargo, si verdaderamente lo queremos, ¿por qué nos oponemos y desafiamos a las
instrucciones? (ver 1:6)
Porque por primera vez desde el comienzo del Curso “ésta es la primera vez que intentamos
establecer cierta estructura” (2:1) y no será la última. Nuestras mentes sin disciplinar tienen una
oposición calculada a la estructura. ¿Y qué importa si es bueno para nosotros? ¿De verdad lo
queremos? Si alguien nos dice que lo hagamos de determinada manera, en determinados
momentos, nos rebelamos. Vamos muy despacio (arrastrando los pies). No nos gusta que nos
diga qué hacer o cómo hacerlo. Nuestra mente “no tiene ninguna disciplina” (2:6) y quiere
mantenerse tal como está para proteger los derechos cedidos al ego.
La práctica que se nos pide es muy, muy sencilla. Así que inténtalo. Probablemente te
sorprenderás de lo a menudo que te olvidas, de cómo el pensamiento de hacerla puede aparecer
rápidamente en tu mente y la retrasas porque no es el momento oportuno, o porque “realmente
no es importante” y luego te olvidas por completo. Por eso el Libro de Ejercicios se acerca a la
idea de estructura con mucho cuidado, sabe que habrá oposición y está intentando hacernos
comprender lo importante que es esta práctica engañosamente sencilla. Por eso, nos advierte
“No te desanimes si te olvida hacerlo, pero esfuérzate al máximo por acordarte” (5:2).
“Tu decisión de ver es todo lo que requiere la visión” (3:1). Si de verdad pudiéramos captar esta
lección, en otras palabras, decirla de corazón, el trabajo estaría hecho. La visión sería nuestra.
“Con tu decisión de querer ver, se te da la visión” (3:8). Ésta no es una lección sin importancia,
es el núcleo de toda la enseñanza del Curso. Así que, ¡pongamos nuestro corazón en ello hoy!
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Hagámoslo gozosamente, incluso de una manera sagrada cada media hora. Repitamos la idea
“lentamente y de todo corazón” (5:1). “Hagamos un verdadero esfuerzo para recordarlo” (5:2).
Apliquémosla a “cualquier situación, persona o acontecimiento que te perturbe” (5:3).
Puedes verlos de manera diferente, y los verás. Lo que desees, lo verás. Ésta es la
verdadera ley de causa y efecto, tal como opera en el mundo. (5:4-6)
LECCIÓN 21 – 21 ENERO
“Estoy decidido a ver las cosas de otra manera”
Instrucciones para la práctica
Ejercicio: 5 veces, de un minuto cada vez.
Repite la idea.
Luego cierra los ojos y busca cuidadosamente en tu mente cualquier situación que te
provoque ira en cualquier momento, por muy leve que sea. Mantén cada situación en la
mente y di: “Estoy decidido a ver (nombra la persona o situación) de otra manera”.
Da a los pensamientos de “poca” ira la misma atención que a los de “mucha” ira. Sé
muy concreto, hasta el punto de nombrar rasgos concretos de personas concretas que te
irritan: “Estoy decidido a ver (rasgo) de (nombre de la persona) de otra manera”.
Observaciones: En esta práctica tenemos que evitar el engaño de que el grado de nuestro
enfado importa. Este engaño tiene dos formas. La primera es pensar que nuestros enfados
pequeñitos (por ejemplo, una ligera irritación) son demasiado pequeños para tomarnos la
molestia de incluirlos en este ejercicio. La segunda es darle mucha importancia a determinadas
causas “claras” de enfado, lo que supone que en estos casos determinados nuestro enfado (la ira)
está verdaderamente justificado. La verdad es que todo enfado (ira) es máximo y ninguno está
justificado.
Otro engaño que también se menciona es la creencia de que nuestra ira se limita a un rasgo de
personalidad concreto de alguien: “Amo a Juan. No estoy enfadada con él en general, sólo con
este rasgo suyo especialmente molesto”. Esta lección supone que nuestra ira hacia esa persona
no se limita a eso sólo, es a todo lo suyo. Con este engaño, en lugar de dejarlo fuera de nuestra
práctica (como con los engaños anteriores), se nos pide que lo usemos en ella. Se nos pide que
utilicemos la idea concretamente a ese rasgo (5:4).
Comentario
En esta lección aplicamos la idea de la decisión de ver a situaciones concretas que nos producen
enfado (ira), dándole toda la importancia a ver estas situaciones de manera diferente. Está muy
clara la relación de estos ejercicios con cambiar nuestra percepción (lo que vemos).
Hay un pensamiento en esta lección que es particularmente sorprendente. Cuanto más trabajo
con el Curso, estudiando el Texto y practicando las disciplinas mentales que nos enseña: “Te
irás dando cuenta cada vez más de que una leve punzada de molestia no es otra cosa que un velo
que cubre una intensa furia” (2:5).
El primer principio de los milagros, en el capítulo 1 del Texto, dice: “No hay grados de
dificultad en los milagros”. La idea de esta lección tiene gran parecido con esa idea. Tampoco
hay grados de intensidad en la ira. Incluso la más ligera irritación es lo mismo que una rabia
incontenible, y de hecho es ira disfrazada. Todas las formas de ira proceden de la misma causa.
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Algunas escuelas de psicología afirman desde hace tiempo que todo el mundo lleva consigo
desde el nacimiento una ira primaria, profundamente contenida. Puede ser moderada con una
capa de civilización, pero debajo, en el subconsciente, hay una ira violenta. Muchos atribuyen
esto a nuestro origen animal en la evolución, pero el Curso considera la ira desde un punto
metafísico. Dentro de nosotros mismos llevamos una ira ciega contra nosotros mismos porque
creemos que hemos atacado la realidad y lo hemos conseguido, creemos que de alguna manera
nos las hemos arreglado para separarnos de Dios y que hemos destruido la unidad del Cielo.
Pensamos que en un ataque de resentimiento por no haber recibido un trato y un amor especial,
hemos destruido nuestro Hogar y no podemos ya regresar nunca.
Estamos furiosos con nosotros mismos, pero incapaces de soportar la culpa por el odio a
nosotros mismos, lo extendemos hacia fuera y lo desviamos a otros objetos que consideramos
separados de nosotros mismos. La palabra usada para este desplazamiento de la ira es
“proyección”. El ego dentro de nosotros está continuamente “maquinando”, buscando
situaciones sobre las que proyectar la ira con aparente justificación, para convencer a nuestra
mente de que la causa de la ira está afuera, y no adentro.
Cada llamarada de ira, desde la más ligera irritación hasta la rabia más desenfrenada, todas son
síntomas de este odio contra nosotros mismos, profundamente enterrado desde el nacimiento.
Todas son lo mismo. Por eso el Curso nos aconseja que no aceptemos la ilusión de que el ataque
está justificado según las circunstancias; y por ello nos pide que no consideremos nuestras
ligeras irritaciones como demasiado pequeñas como para tomarlas en consideración. Al no
hacer distinción entre “grados” de ira, estamos ayudándonos a entender que en la realidad todas
son lo mismo e igualmente no justificadas.
LECCIÓN 22 – 22 ENERO
“Lo que veo es una forma de venganza”
Instrucciones para la práctica
Ejercicio: 5 veces (por lo menos), de un minuto (por lo menos).
Mira a tu alrededor. A medida que tus ojos pasen lentamente de un objeto a otro di:
“Veo únicamente lo perecedero. No veo nada que vaya a perdurar. Lo que veo no es
real. Lo que veo es una forma de venganza”.
Termina preguntándote a ti mismo: “¿Es éste el mundo que realmente quiero ver?”.
Observaciones: Las cuatro líneas que se nos pide que repitamos no parecen seguirse unas a
otras con lógica, aunque parezca que eso es lo que pretenden. Basado en el párrafo 2, diría que
se siguen unas a otras sólo que en orden inverso; significando que la conclusión viene primero y
la base del argumente viene al final. Toda la lógica descansa en la idea (mencionada en el
párrafo 1) de que vemos el mundo a través de ojos airados. Como resultado de ello, estamos
convencidos de que el mundo debe querer vengarse de nosotros por las miradas asesinas que
salieron de nuestros ojos. Este (inconsciente) convencimiento por nuestra parte nos hace vernos
a nosotros mismos rodeados de un mundo sediento de vengarse contra nosotros. (Eso explica la
cuarta línea.) Por lo tanto, el mundo vengativo que vemos es nuestra propia proyección. Existe
sólo en nuestra imaginación. No es un mundo real. (Eso explica la tercera línea.) Y, puesto que
no es real, no tiene las cualidades de la realidad, en este caso: la permanencia. (Eso explica la
primera y la segunda líneas.) Para hacer esto más claro, voy a colocar las líneas originales y ni
explicación una al lado de la otra:
Líneas originales
Explicación
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Veo únicamente lo perecedero.
No veo nada que vaya a perdurar.
Lo que veo no es real.
Lo que veo es una forma de venganza.
Veo un mundo que no tiene permanencia.
No tiene permanencia porque la permanencia
es una cualidad de la realidad, y el mundo
que veo no es real.
Es sólo un cuadro en mi imaginación.
Este cuadro está pintado con mis
pensamientos de ataque, que hacen que me
imagine un mundo preparado para vengarse
por mi ataque a él.
Comentario
Ésta es una lección que no entendí las primeras veces que hice el Libro de Ejercicios. Y no
estoy seguro de entenderla completamente ahora, pero tiene cierto sentido para mí, y hasta
donde yo la entienda me gustaría compartir ese sentido contigo. Pero date cuenta de una cosa al
leer la lección. Con lo que de verdad se te pide que practiques no es sólo con el pensamiento en
el título de la lección, sino bastante más; terminando con la pregunta: “¿Es este el mundo que
realmente quiero ver?” (3:8). Así que entender el pensamiento del título no es realmente el
propósito de esta lección, más bien el propósito es ayudarnos a darnos cuenta de que no
queremos realmente lo que estamos viendo.
Sin embargo, lo estamos viendo porque en alguna parte de nuestra mente, una parte que hemos
escondido de la consciencia, queremos verlo. Siempre vemos lo que queremos ver. Estamos
viendo lo que vemos porque queremos verlo.
Ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté. La percepción
no está regida por otra ley que ésa. (T.25.III.1:3-4)
Si estamos viendo lo que vemos porque queremos verlo, entonces si esta lección puede
ayudarnos a aprender que realmente no lo queremos (que lo que de verdad queremos es otra
cosa), nos ayudará a cambiar lo que vemos. Al cambiar nuestro deseo, lo que vemos cambia con
ello.
Si albergamos pensamientos de ataque en nuestra mente, tenemos que ver un mundo perverso,
un lugar peligroso. Es un mundo de sufrimiento, y “el dolor no es sino un testigo de los errores
del Hijo con respecto a lo que él cree ser. Es un sueño de una encarnizada represalia por un
crimen que no pudo haberse cometido” (L.190.2:3-4).Tal como dije ayer, estamos enfadados
con nosotros mismos por lo que pensamos que hemos hecho, y como resultado estamos
teniendo sueños de “venganza encarnizada” por nuestros crímenes. Como egos, estamos
también furiosos con la realidad por no ser lo que queremos que sea, por no apoyar nuestro
deseo de separación y de ser especiales. No podemos enfrentarnos a la furia contra nosotros
mismos, y no podemos apoyar la culpa de nuestra furia demente contra la realidad, así que la
proyectamos. “Habiendo proyectado su furia sobre el mundo, lo que ve es la venganza a punto
de devolverle el golpe” (1:2).
La ira y el ataque que vemos en el mundo es sólo el reflejo de la intensidad de nuestra rabia
interna, no podemos ver la rabia en nosotros precisamente porque la hemos negado y
proyectado fuera. De esta manera, el mundo que veo me muestra lo que estoy pensando. “Lo
que veo es una forma de venganza”porque la venganza es lo que llena mi mente, aunque yo no
sea consciente de ella. El hecho de que vea venganza en el mundo es la prueba de que está en mi
mente, porque ésa es la ley de la percepción.
Y lo atacará, pues lo que contempla es su propio miedo proyectado fuera de sí mismo, listo
para atacar, y pidiendo a gritos volver a unirse a él otra vez. No subestimes la intensidad de la
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furia que puede producir el miedo que ha sido proyectado. Chilla de rabia y da zarpazos en el
aire deseando frenéticamente echarle la mano a su hacedor y devorarlo.
(L.161.8:2-4)
“De esta fantasía salvaje es de lo que te quieres escapar” (2:1). ¡Qué palabras tan sugerentes las
que usa el Curso “fantasía salvaje”, “un sueño de encarnizada venganza”! Si el mundo tiene ese
aspecto (y ciertamente lo tiene, al menos muy a menudo), ¿cuál es el estado de nuestra mente
que está produciendo eso?
Realmente queremos liberarnos de esa fantasía salvaje. Ése es el propósito de la lección de hoy:
ayudarnos a desear cambiar nuestra manera de ver. Nada de lo que estamos viendo existe, y si
estamos deseosos de cambiar nuestra manera de ver, ya no lo veremos más.
La definición del Curso de real es eterno, duradero, que no cambia. Lo que no es duradero no es
real, por definición. Por tanto, nada de esto es real, por definición. “No veo nada que vaya a
perdurar” (3:4). Por lo tanto, no es real, por definición. Si no es real, ¿qué es? “Una forma de
venganza” (3:4). Ken Wapnick dijo una vez que el mundo es culpa cristalizada. Esta lección
dice que el mundo es pensamientos de culpa cristalizados, venganza solidificada transformada
en un mundo de ataque y contraataque.
¿Es éste el mundo que realmente quiero ver?”. La respuesta será obvia. (3:8-9)
Esta lección está actuando en el nivel de la motivación. No nos dice “cómo” ver algo de manera
diferente. Sabe que si puede lograr que queramos algo diferente, la batalla está ganada porque lo
que queremos, lo vemos. Así que, si esta lección te deja con el pensamiento: “¡Dios! No, no
quiero ya más ver el mundo de esta manera, pero ¿qué puedo hacer?”, entonces la lección ha
tenido éxito. La pregunta será contestada al avanzar las lecciones.
LECCIÓN 23 – 23 ENERO
“Puedo escaparme del mundo que veo renunciando a
los pensamientos de ataque”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aprender que “no estás atrapado en el mundo que ves, porque su causa se puede
cambiar” (5:1)
Ejercicio: 5 veces, de un minuto de duración.
Repite la idea lentamente mientras miras a tu alrededor.
Luego cierra los ojos y busca en tu mente los pensamientos de ataque y los de ser
atacado. Mantenlos en tu mente mientras dices: “Puedo escaparme del mundo que veo
renunciando a los pensamientos de ataque acerca de ____”.
Observaciones: Es importante incluir los pensamientos de ataque que proceden de ti y los
pensamientos de ataque hacia ti. La lección dice que son dos formas diferentes del mismo
pensamiento. De hecho, si los examinas de cerca, te darás cuenta de que cada pensamiento de
ataque contiene los dos aspectos. Cuando estás enfadado con alguien, siempre está el elemento
“Él me hizo daño de algún modo (lo que significa: de algún modo me atacó) y por eso estoy
enfadado”. Y siempre que veas que alguien te ataca, siempre hay ira, desagrado, o frustración
dirigida contra él. Por lo tanto, todo es lo mismo, y todo es ataque. Verlo nos puede motivar a
abandonarlo.
Respuesta a la tentación: Siempre que notes que estás teniendo pensamientos de ataque.
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Repite la idea como un modo de expulsar esos pensamientos. Puedes hacerla más concreta
usando la misma forma de arriba: “Puedo escaparme del mundo que veo renunciando a los
pensamientos de ataque acerca de____”.
Comentario
Éste es un ejemplo que resume el mensaje del Curso para nosotros. No nos escapamos del
mundo de conflicto tratando de controlarlo, manipularlo, arreglarlo o intentando hacerlo mejor.
Nos escapamos mediante una acción de la mente: abandonando nuestros propios pensamientos
de ataque. El mundo que veo es el efecto de los pensamientos de ataque que hay en mi mente, y
por lo tanto puedo “escaparme” de él cambiando los pensamientos en mi mente. Ésta es “la
única manera de poder escapar del miedo que tendrá éxito. Nada más puede lograrlo, nada más
tiene sentido” (1:1-2).
“Es con tus pensamientos, pues, con los que tenemos que trabajar” (1:5).
El Texto lo dice así:
Tienes que cambiar de mentalidad, no de comportamiento, y eso es cuestión de que estés
dispuesto a hacerlo. No necesitas orientación alguna excepto a nivel mental. La corrección debe
llevarse a cabo únicamente en el nivel en que es posible el cambio. El cambio no tiene ningún
sentido en el nivel de los síntomas donde no puede producir resultados. (T.2.VI.3:4-7)
El mundo es el nivel de los síntomas, la mente es el nivel de la causa.
Es muy difícil para muchos aceptar esta frase del Curso: “De nada sirve intentar cambiar el
mundo” (2:3). Tan pronto como leo esto, me doy cuenta de que sigo intentando ir contra esto.
Me veo a mí mismo intentando cambiar algún factor externo, algo que hay a mi alrededor,
pensando que de alguna manera tal cambio mejorará las cosas. Todo lo que esto hace es aliviar
algunos síntomas, tal como tomar una pastilla para la tos cuando tengo catarro. No cura nada. O,
como Marianne Williamson dijo: “es como intentar solucionar los problemas del Titanic
cambiando de lugar las tumbonas de cubierta”. Lo que funciona es cambiar mis pensamientos
sobre el mundo, porque mis pensamientos de ataque son la causa del mundo que veo.
“Ves el mundo que has fabricado, pero no te ves a ti mismo como el que fabrica las imágenes”
(4:1). No reconocemos el poder de nuestra mente, utilizamos las mismas imágenes fabricadas
por la mente para ocultar el poder de la mente. Nos negamos a que nos etiqueten como el
fabricante de imágenes. Queremos que la culpa sea de algún otro, incluso culpa de Dios.
La visión ya tiene un substituto para todo lo que crees ver ahora. La hermosura puede iluminar
tus imágenes y transformarlas de tal manera que las llegues a amar, aun cuando fueron forjadas
del odio, pues ya no las estarás forjando solo. (4:4-6)
Cualquier cosa hecha con nuestro odio, ataque o rabia puede transformarse si nos unimos al
Espíritu Santo para dejar que Su luz nos ilumine. Cualquier relación especial, ya parezca odiosa
o amorosa, puede llegar a ser una fuente de bendiciones para el mundo. Cada acto de venganza
puede transformarse en salvación. Esto es lo que el milagro hace. “El más santo de los lugares
de la tierra es aquel donde un viejo odio se ha convertido en un amor presente” (T.26.IX.6:1).
No estamos atrapados en el mundo “porque su causa se puede cambiar” (5:1). Luego sigue un
breve resumen maravilloso del proceso de cambiar nuestra mente, que Ken Wapnick ha
calificado como los 3 pasos del perdón. Se encuentra en una sola frase: “Este cambio requiere,
en primer lugar, que se identifique la causa y luego que se abandone, de modo que pueda ser
reemplazada” (5:2).
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1.- “Este cambio requiere, en primer lugar, que identifiquemos la causa…” Tenemos que
reconocer a la mente como la causa”. Tenemos que darnos cuenta de que estamos “haciendo” al
ego en cada instante dentro de nuestra propia mente, por medio de nuestros pensamientos.
Tenemos que darnos cuenta de que somos responsables de lo que vemos.
2.- “... y luego que se abandone…” Habiendo reconocido a la mente como la causa, tenemos
que elegir cambiar nuestra mente (nuestros pensamientos) acerca del mundo. Tenemos que
darnos cuenta de que los pensamientos que estamos pensando no son los pensamientos que
queremos porque, como decía la lección de ayer, nos hemos cuenta de que éste no es el mundo
que queremos ver. Aquí no se dice nada de que aparezcan nuevos pensamientos, simplemente
dice que abandonemos los viejos. Todo lo que se necesita es desear el cambio, el
reconocimiento de que “yo ya no quiero esto más”.
3.- “… de modo que pueda ser reemplazada”. El tercer paso es la substitución de los
pensamientos de ataque por pensamientos santos, pensamientos de amor y paz. Las siguientes
frases son importantísimas aquí: “Los primeros dos pasos de este proceso requieren tu
cooperación. El paso final, no” (5:3-4). ¡El paso de la substitución no es nuestro trabajo!
Nosotros colaboramos en identificar la causa, descubrir al ego en nuestra mente (paso 1) y
colaboramos en abandonar esos pensamientos del ego (paso 2), pero su substitución por los
Pensamientos de Dios (paso 3) no es nuestro trabajo. Eso simplemente sucede.
Cuando sucede algo que me disgusta, esto es todo lo que necesito recordar:
1) La causa no está fuera sino en mis propios pensamientos.
2) No quiero estos pensamientos.
El Paso 3 se encarga de sí mismo, pues si yo doy los dos primeros pasos, veré que mis falsas
imágenes han sido reemplazadas. Los pensamientos reales ya están en mi mente, pero están
ocultados por los pensamientos falsos del ego. Elimina lo falso, y verás cómo lo verdadero ya
está ahí.
Dentro de las instrucciones de la práctica hay otra idea que merece destacarse:
Asegúrate de incluir tanto los pensamientos de ataque contra otros como los de
ser atacado. Los efectos de ambos son exactamente lo mismo, puesto que ambos
son exactamente lo mismo. (7:1-2)
Un pensamiento de ataque no es sólo un pensamiento de ira o resentimiento que tengo hacia
otro, es también un pensamiento de ser atacado por otro. Si todo lo que veo es un reflejo de mis
pensamientos, entonces lo que parece ser ataque dirigido contra mí desde fuera es realmente mi
propio pensamiento de ataque rebotando contra mí.
Por lo tanto, los miedos de cualquier clase son pensamientos de ataque. La inquietud cuando un
coche patrulla me pasa, es un pensamiento de ataque. La preocupación por la competencia en el
trabajo o en una relación, es un pensamiento de ataque. Alegrarse cuando un terrorista cae
víctima de una explosión, es un pensamiento de ataque. ¡Vigila tu mente en los mundiales de
fútbol!
Tenemos mucho que abandonar. El resultado bien lo merece.
LECCIÓN 24 – 24 ENERO
“No percibo lo que más me conviene”
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Instrucciones para la práctica
Ejercicio: 5 veces, de dos minutos de duración.
Repite la idea.
Con los ojos cerrados, busca en tu mente situaciones que aún no estén resueltas
y que te preocupan. Cuando encuentres una, nombra todos los objetivos que te
gustaría alcanzar, todos los resultados que deseas, al menos todos los que puedas
encontrar. Di: “Lo que me gustaría que gustaría que sucediese en relación con
____, es que ____ y que ____ sucediese…”
Después de pasar revista a tantos objetivos anhelados como puedas para cada
situación aún sin resolver que cruce tu mente, di para tus adentros: No percibo lo
que más me conviene en esta situación,
Después de decir esto, repite todo el procedimiento con otra situación, y así
sucesivamente hasta completar el tiempo de la práctica.
Observaciones: En estos ejercicios lo importante es ser honesto contigo mismo. Puede ser
humillante admitir cuántas esperanzas contradictorias e imposibles has amontonado en una sola
situación. Pero admitir eso es lo importante de este ejercicio. Eso es lo que te mostrará que la
idea de hoy es para ti completamente verdadera. Así que sé lo más honesto que puedas, así
como cuidadoso y paciente al poner al descubierto todas las metas con las que has “atiborrado
los bolsillos” de esta situación.
Comentario
En cualquier situación dada, nuestras acciones están determinadas por cómo vemos la situación.
Y, tal como hemos visto en las últimas 23 lecciones, nuestras percepciones no son de fiar, (por
decirlo de una manera suave). Esta lección lo dice más rotundamente: nuestras percepciones son
“erróneas” (1:3). Entonces, no hay manera de que podamos saber lo que más nos conviene en
cualquier situación.
Los ejercicios de hoy pretenden llamar nuestra atención sobre cuatro cosas (párrafo 6):
Estamos exigiendo de cada situación un gran número de cosas que no tienen nada que
ver con ella.
Muchas de nuestras metas son contradictorias.
No tenemos un resultado unificado, concreto, en la mente.
Tenemos que experimentar desilusión con respecto a algunas de nuestras metas,
independientemente de cuál sea el resultado.
Todos hemos experimentado lo que este párrafo dice, sobre todo al tomar decisiones
importantes. Supongamos que recibo una oferta de un trabajo maravilloso por el que me pagan
más dinero del que haya podido imaginar y en el que hago lo que me gusta. Al principio suena
bien. Luego me doy cuenta de que tengo que mudarme a otra parte del país que no me gusta,
tendré que estar dispuesto a viajar por muchos sitios, y frecuentemente tendré que trabajar
muchas horas, incluso los fines de semana. Mi mente se llena de repente con todas las metas
conflictivas. Puedo descubrir que espero que el trabajo me haga feliz, de algún modo. Quizá
pienso que el trabajo me proporcionará compañeros espirituales. Tendré que dejar atrás a mis
amigos. Y así sucesivamente…
Cuanto más trabajo con el Curso, más me doy cuenta de que ésta no es una lección sólo del
comienzo, es algo que se aplica a casi todas las situaciones en las que me encuentro.
Constantemente me recuerdo a mí mismo que no sé lo que más me conviene en una situación
tras otra. Para mí es de lo más importante hacerlo así cuando las cosas parecen estar bastante
claras, cuando creo saber lo que quiero y necesito. Si pienso que sé lo que más me conviene, no
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se me puede enseñar lo que verdaderamente es. El mejor estado mental que entonces puedo
mantener es: “No lo sé”.
Puedo reconocer mis preferencias, puedo admitir que creo que me gustaría que sucediesen
determinadas cosas, pero necesito aprender a añadir: “No estoy seguro de que esto sea lo
mejor”. Si rezo por algo, puedo añadir: “Que suceda… o algo mejor”. Me mantengo con la
mente abierta, preparado para aceptar que lo que pienso de la situación puede que no lo abarque
todo, y probablemente así es. Ése es el propósito de la lección de hoy: abrir nuestra mente a la
posibilidad de que puede que no sepamos, y de que podemos necesitar ayuda.
LECCIÓN 25 – 25 ENERO
“No sé cuál es el propósito de nada”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Empezar a aprender que los propósitos que le asignas a las cosas no significan nada.
Esto te ayudará a abandonar esos propósitos.
Ejercicio: 6 veces, de dos minutos de duración.
Repite la idea lentamente.
Luego mira a tu alrededor y deja que tu mirada se pose sobre cada cosa que llame tu
atención. Mantén la mirada mientras dices lentamente: “No sé para qué es esa____”.
Luego pasa al siguiente objeto. No hagas distinciones entre las cosas que estén cerca o
lejos, que consideres importantes o sin importancia, humanas o no humanas.
Observaciones: Al mirar a un objeto y repetir la idea, puede que te vuelvas consciente de que
ves ese objeto como que existe para servir tus necesidades personales. Esto incluye tanto los
objetos inanimados como los animados, tales como los cuerpos humanos. Vemos todo a nuestro
alrededor como que tiene el propósito de servir a nuestro ser separado. Ése no puede ser su
verdadero propósito.
Comentario
¿Te has dado cuenta de que se está acelerando la marcha de las prácticas recomendadas? Ayer
pasamos de 5 prácticas de un minuto a 5 prácticas de dos minutos. Hoy las aumentamos a 6
prácticas de dos minutos, ¿Cuántos de nosotros estamos haciendo serios esfuerzos para seguir
estas instrucciones? Recuerda que la Introducción dijo que no se nos pide que creamos en las
ideas, ni que las aceptemos, ni que las recibamos con agrado, incluso si nos resistimos a ellas no
importa. Todo lo que se pide es que “las usemos” (L.In.9:5), “que las apliques tal como se te
indique” (L.In.8:3). Nada más que eso se requiere para que sean efectivas. Pero aplicarlas tal
como se indica es necesario, si queremos que tengan efecto en nuestra vida.
No sabemos cuál es el propósito de nada. La pregunta a la que apunta la idea de hoy es "¿Para
qué es esto?" Esta lección contesta la pregunta “Todo existe para tu beneficio” (1:5), una
referencia clara a la idea de ayer: “No percibo lo que más me conviene”. ¿Qué es lo que más me
conviene? Todo.
Nosotros no sabemos eso y tampoco nos lo creemos. Valoramos todo según lo bien que sirve a
“los propósitos de nuestro ego” (2:1), y puesto que "tu no eres el ego" (2:2), no puede darnos
una idea de lo que más nos conviene. Estamos escogiendo las cosas que apoyan a nuestro ego,
que no es nuestro Ser y, por lo tanto, lo que estamos haciendo es debilitando nuestro verdadero
Ser. (Esa frase “tú no eres el ego” es muy importante, es algo de lo que no nos daríamos cuenta
si no se nos dijera.)
Miramos al mundo desde la perspectiva del ego y, literalmente, "asignamos" propósitos a las
cosas, propósitos para apoyar a nuestro ego. Cuando las cosas no se ajustan a nuestras
expectativas, nos disgustamos. Todas nuestras metas tiene relación con intereses “personales”
(3:1). Sin embargo, "Puesto que no tienes intereses personales, tus objetivos en realidad no
guardan relación con nada” (3:2). Realmente no tenemos intereses personales porque la
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“persona” en la que pensamos cuando utilizamos esas palabras no es real. No tenemos metas
reales que no compartamos con todas las cosas vivientes, porque todas las cosas vivientes están
conectadas, y el compartir es lo que hace que las metas sean reales. Las metas compartidas
reconocen la realidad de quién somos. Las metas del ego, no. Por eso, estamos tan confundidos
acerca de para qué son las cosas.
La lección señala que, en el nivel superficial, no sabemos cuál es el propósito de las cosas,
sabemos que el teléfono es para hablar con alguien que no está presente físicamente. “Sin
embargo, el propósito de algo no se puede entender en esos niveles” (4:3). Por ejemplo, no
entendemos por qué queremos ponernos en contacto con alguien a través del teléfono.
Podemos pensar que lo sabemos.
Puede que llames a la librería a comprar un libro. Pero, ¿Por qué quieres el libro? ¿Por qué
llamar ahora, en este preciso momento? Hay un propósito más profundo en todo, que no
entendemos, y que tampoco podemos entenderlo mientras creamos que las metas de las que
somos conscientes son las metas reales. Tenemos que “estar dispuestos a renunciar a los
objetivos que hemos adjudicado a todas las cosas” (5:1).
Toda la base de nuestro juicio está equivocada porque se asienta en la idea de que hay "cosas"
fuera de nosotros que son diferentes de nosotros. No hay nada fuera de nosotros, todo forma
parte de nosotros. Mientras partamos de esa base falsa, nuestras metas serán erróneas y nuestros
juicios estarán equivocados.
Me parece muy útil recordar que no sé cuál es el significado de nada y que no sé cuál es el
propósito de nada. Una llamada de teléfono puede damos "malas noticias", pero puedo decir:
"No sé cual es el propósito de esta llamada de teléfono, no sé cuál es el propósito de esta
situación, y por lo tanto no puedo juzgarla".
El Curso insiste en nuestra total ignorancia. “Tu confusión entre tu verdadera creación y lo que
has hecho de ti mismo es tan grande que se te ha hecho literalmente imposible saber nada"
(T.3.V.3:2). Es muy rotundo, ¿verdad? "Literalmente imposible". Esto no es un modo de hablar.
Está claro que, si literalmente no sabes nada, no puedes juzgar.
Puesto que pensamos que somos el ego, no podemos saber nada. Nuestra creencia en nuestra
identidad como seres separados, dentro de cuerpos, es una creencia central detrás de cada uno
de nuestros pensamientos. Juzgamos todo según los propósitos del ego (L.25.2:1). Incluso antes
de que empecemos a evaluar lo que algo significa, damos por sentado que sea lo que sea y
cualquiera que sea su significado, no es parte de nosotros, es otro. Desde esa base, no podemos
saber o entender nada, porque no es otro. Es parte de nosotros.
Desde la cuna un bebé pasa por el proceso de aprender que su pie o su mano forman parte de él.
Al comienzo el bebé no sabe esto. Puedes observar al bebé tratando a veces al pie como si fuera
un objeto extraño.
Todos somos exactamente iguales a ese bebé, porque no reconocemos partes de nosotros
mismos cuando las vemos, pensamos que son otra cosa. Debido a que pensamos que son otra
cosa, somos incapaces de hacer juicios que tengan sentido. Nuestros juicios son exagerados,
inexactos, y están tan lejos de la realidad que son ridículos.
Olvidémonos de nuestras propias ideas acerca del propósito del mundo. Pues no lo sabemos.
(T.31.I.12.2-3)
Si no sabemos cual es el propósito de algo, ¡no podemos juzgarlo! No podemos valorar si está o
no cumpliendo su propósito, porque no sabemos cuál es su propósito.
No se nos pide que adquiramos todo este conocimiento que nos falta, lo que se nos pide es que
nos aquietemos y que recordemos lo poco que sabemos (T.31.II.6:4). El Texto nos dice que no
hay afirmación que el mundo tema oír más que ésta:
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No sé lo que soy, por lo 1anto, no sé lo que estoy haciendo, dónde me encuentro,
ni cómo considerar al mundo o a mí mismo.
(T.31.V.17:7)
Continúa diciendo que esta lección es donde nace la salvación. Aquí es donde empieza nuestro
aprendizaje: admitiendo que somos incapaces de juzgar. ¡No sabemos todas estas cosas!
Reconocer nuestra ignorancia es el nacimiento de la salvación porque mientras no admitamos
que no sabemos, no pediremos ayuda. Mientras pensemos que sabemos, estamos bloqueando el
verdadero conocimiento.
Los niños reconocen que no entienden lo que perciben y, por lo tanto, preguntan cuál es su
significado. No cometas la equivocación de creer que entiendes lo que percibes, pues su
significado se te escapa… Sin embargo, mientras creas que sabes cuál es el significado de lo
que percibes, no verás la necesidad de preguntárselo a Él.
No sabes cuál es el significado de nada de lo que percibes. Ni uno solo de los
pensamientos que albergas es completamente verdadero. Reconocer esto sienta las
bases para un buen comienzo. (T.11.VIII.2:2-3,5; 3:1-3)
LECCIÓN 26 – 26 ENERO
“Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta de que la razón de que te sientas vulnerable no se debe a la manera en
que te trata el mundo sino debido a tus propios pensamientos, concretamente a tus pensamientos
de ataque. Abandonar estos pensamientos es el modo de sentirte verdaderamente invulnerable.
Ejercicio: 6 veces, durante dos minutos (redúcelo a la mitad si te sientes incómodo).
Repite la idea lentamente.
Cierra los ojos y trae a la mente una situación que te haya estado preocupando y que
todavía albergues en tu mente. Primero nombra la situación: “Estoy preocupado acerca
de ___”. Luego examina cada posible resultado (lo ideal serían cinco o seis) que temas
que ocurra. Para cada uno de esos desenlaces di: “Temo que lo que pueda ocurrir es
que ____”, y luego te dices a ti mismo: “Este pensamiento es un ataque contra mí
mismo”. Ésta es la frase clave. Éste es el propósito del ejercicio. Lo que te está atacando
no es el resultado externo, sino el resultado de que tú eres vulnerable a ese resultado
(que ese resultado puede hacerte daño).
Cuando se te hayan acabado los posibles desenlaces a esa situación, repite este
procedimiento con otras situaciones hasta que acabes el tiempo de la práctica.
Repite la idea para terminar.
Observaciones: Intenta ser honesto y cuidadoso. Si sólo te da tiempo de examinar dos o tres
situaciones, no pasa nada. No nos gusta reconocer a cuántas posibilidades amenazadoras nos
parece que nos estamos enfrentando. Por lo tanto, los desenlaces que temes puede que sólo se te
ocurran después de que hayas terminado tu lista por completo. No obstante, como aconseja la
lección, procura tratar por igual tanto a los resultados espantosos como a los que son
ligeramente inquietantes. Todos ellos son diferentes variaciones de tu creencia de que eres
vulnerable.
Comentario
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El diccionario americano Heritage define “invulnerable” como “inmune al ataque” (que nada te
puede atacar). Así que si creo que puedo ser atacado entonces, por definición, creo que no soy
invulnerable. Eso está muy claro.
En el primer párrafo hay una lógica que se nos puede pasar por alto si no leemos con cuidado.
Ves el ataque como una amenaza real. Esto se debe a que crees que realmente puedes atacar.
(1:2-3)
Es mi creencia de que puedo atacar la que hace que tenga miedo del ataque que pueda venir de
fuera; si yo puedo atacar, también puede hacerlo cualquiera. Por lo tanto, ¡mi miedo al ataque
procede de la proyección de mi propia creencia sobre mí mismo! Procede de mi creencia de que
no soy un ser completamente amoroso, sino un ser malvado, maligno y perverso. De eso trata
todo el párrafo 2.
“Y lo que tendría efectos a través tuyo también tiene que tenerlos en ti” (1:4). Por es, por lo que
la lección 23 decía en el último párrafo, que tanto los pensamientos de ataque como los
pensamientos de ser atacado son exactamente lo mismo. “Ésta es la ley que en última instancia
te salvará” (1:5). A lo que se refiere es al hecho de que el modo en que encuentro el perdón es
dándolo, y el modo en que me curo es curando a otros, a esto el Curso le da mucha importancia:
“Dar es recibir”. Pero ahora nos estamos “perdiendo” esa ley, al proyectar culpa en lugar de
extender amor. Por eso tenemos que aprender cómo usarla en nuestro beneficio, en lugar de en
nuestra contra (una referencia a la Lección 24).
Los pensamientos de ataque me debilitan ante mis propios ojos, ya sean pensamientos de miedo
a ser atacado desde fuera o pensamientos agresivos de ataque a otro. Los fuertes no tienen
enemigos, como se indica en otro lugar (ver T.23.In.1:5) Si puedo abandonar los pensamientos
de ataque, me daré cuenta de mi propia invulnerabilidad; mi “vulnerabilidad o invulnerabilidad
son el resultado de (mis) propios pensamientos” (4:1).
“Nada, excepto tus propios pensamientos, puede atacarte” (4:2). Ése es un pensamiento en el
que he reflexionado durante años, y en mi experiencia ha demostrado ser completamente cierto.
Ciertamente es muy difícil de creer al principio, eso es normal. Trabaja con él. Es un
pensamiento muy poderoso. (En relación a esto, puedes leer en el Texto la Introducción al
Capítulo 10).
Las instrucciones para la lección de hoy son más largas y detalladas. Léelas cuidadosamente.
Nos estamos dedicando a un verdadero proceso mental. Al pensar en una situación, tenemos que
“examinar todos los posibles desenlaces” (7:3), refiriéndonos a cada uno de ellos de manera
muy concreta. La lección da mucha importancia a que lo hagamos con gran detenimiento y a
que nos tomemos todo el tiempo que sea necesario con cada situación.
LECCIÓN 27 – 27 ENERO
“Por encima de todo quiero ver”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Acercar un poco más el día en que quieras la visión más que ninguna otra cosa.
Ejercicio: Por lo menos cada media hora (se sugiere 3 o 4 veces por hora).
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Simplemente repite la idea. Puedes hacer esto incluso en medio de una conversación. No te
preocupes si no lo sientes de todo corazón. Repítelo para acercar un poco más el día en que lo
sientas de verdad. Si repetirlo provoca en ti miedo de que tengas que renunciar a algo, añade:
“La visión no le cuesta nada a nadie”, y si todavía sientes miedo, di: “Tan sólo puede
bendecir”.
Observaciones: Ésta es una lección muy importante, la segunda lección de prácticas frecuentes
(la primera fue la Lección 20). Esta frecuencia es muy importante. Al principio del día se
supone que tú establecerás los intervalos en los que la practicarás (por ejemplo, cada 20 o cada
30 minutos). Si todavía no lo has hecho, sería bueno que lo hicieras ahora. Luego, durante el
resto del día, se te pide que te esfuerces al máximo para mantener la frecuencia que has elegido.
El Curso se da cuenta de que probablemente no lo harás a la perfección. Cuando te olvides una
práctica, no te enfades contigo mismo. Esto te haría abandonar finalmente (y es una treta del ego
para lograrlo, ver L.95.7:3-5 y 10:1-2). Simplemente vuelve a tu práctica como si no hubiese
pasado nada. Lo importante es no lamentar los fallos pasados en la práctica, sino hacer la
práctica en el presente y en el futuro. Los beneficios de esto pueden ser enormes. Sólo una
repetición sincera puede ahorrarte años en tu progreso.
Comentario
Esta lección nos recuerda a la Lección 20: “Estoy decidido a ver”, a la que se hace una sutil
referencia en la primera línea: “La idea de hoy expresa algo más fuerte que una simple
resolución”. Pone el deseo de ver en primer lugar, “por encima de todo”. Quiero ver más que lo
que pueda querer ninguna otra cosa. Si lo decimos de corazón, elegiremos el camino que lleva a
la visión todo el tiempo, no importa lo que puedan estar tentándonos otras metas de menor
importancia.
La lección reconoce que puede que la idea no sea completamente verdad para nosotros todavía.
Puesto que el deseo determina la visión, si fuera completamente verdad ya verías, y por lo tanto
¡no necesitarías la lección! Así que trabajar con esta lección no es hipócrita, es un ejercicio
pensado para quienes todavía no aceptan la idea completamente. Por supuesto, lo importante es
lograr que la aceptemos, está pensada para acercarnos al día en que la aceptemos.
La expresión “por encima de todo” puede traernos la idea de sacrificio. “¡La visión a cualquier
precio!” Por eso, la lección sugiere que si nos sentimos incómodos acerca de comprometernos
completamente con la visión, deberíamos añadir este pensamiento: “La visión no le cuesta nada
a nadie” (2:3). Si eso no es suficiente, añade: “Tan sólo puede bendecir” (2:5). Pon las tres
líneas de la práctica de hoy juntas: “Por encima de todo quiero ver. La visión no le cuesta nada a
nadie. Tan sólo puede bendecir”.
Estas líneas señalan a una idea manifestada claramente en el Curso: este camino no cree en el
sacrificio. Dice que únicamente se nos pide que sacrifiquemos las ilusiones, y que en realidad
ésta es sólo una ilusión de sacrificio. “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2).
Con todo, la lección nos lleva hacia esta decisión firme y sin dudas de alcanzar la verdadera
visión. Necesitamos estar decididos a poner la visión por encima de cualquier cosa que parezca
competir con ella. A veces puede parecer que se nos pide que renunciemos a cosas, y puede que
verdaderamente tengamos que renunciar a ellas; pero cuando lo hagamos, nos daremos cuenta
de que no hemos renunciado a nada que quisiéramos de verdad. El proceso completo es
perfectamente seguro, y no supone ninguna pérdida real de ningún tipo.
En esta lección los requisitos de la práctica son mucho mayores: repite la lección “al menos
cada media hora” (3:2). Nos dice al menos cada media hora, “e incluso más si es posible”.
Puedes intentarlo cada quince o veinte minutos” (3:2-3). (Las cosas serán más fáciles de nuevo
mañana). Se recomienda una estructura muy concreta, con un horario fijado. Todo lo que se nos
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pide hacer en cada periodo de práctica es repetirnos la frase: “Por encima de todo quiero ver”.
No es mucho. No hay ninguna razón para no hacerlo, incluso en mitad de una conversación, si
queremos, si estamos decididos.
Lo que realmente importa es: ¿con qué frecuencia te vas a acordar? ¿Hasta qué
punto quieres que esa idea sea verdad? Si contestas una de estas preguntas, habrás
contestado la otra. (4:1-3).
La frecuencia en recordarlo será la medida de cuánto queremos la visión de verdad. ¡Éste será
un día revelador!
Fíjate en cómo se nos indica que tratemos el hecho de que probablemente nos olvidaremos y no
nos acercaremos al ideal de cada quince minutos. Dice mucho sobre cómo el Libro de Ejercicios
considera este asunto de la “práctica”. Básicamente dice: “No dejes que tu „fallo‟ te perturbe,
pero sí trata de adherirte al horario establecido inmediatamente”. Todo lo que se necesita para
ahorrar “muchos años de esfuerzo” (4:6) es, sólo una vez durante el día, repetir la idea con
perfecta sinceridad. Para lograrlo una sola vez se precisa un montón de prácticas. Simplemente
hazlo lo mejor que puedas, pero que sea lo mejor que puedas.
LECCIÓN 28 – 28 ENERO
“Por encima de todo quiero ver las cosas de otra manera”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Comprometerte a ver de verdad, comprometerte a retirar tus ideas preconcebidas
sobre las cosas y abrir tu mente a verlas con la verdadera visión. Harás este compromiso con
cada objeto que uses. Al comprometerte a ver un objeto de otra manera, te estás
comprometiendo a ver todo de otra manera.
Ejercicio: 6 veces, durante dos minutos.
Repite la idea.
Luego aplícala al azar a cualquier cosa que veas a tu alrededor, dándole a cada objeto la
misma sinceridad. Mantén tu mirada sobre cada objeto mientras dices lenta y
cuidadosamente: “Por encima de todo quiero ver este ____ de otra manera”. Date
cuenta de que al hacer esto estás haciendo una petición, una petición de retirar el
propósito que le has dado a ese objeto, para ver el propósito que Dios le ha dado, “el
propósito que comparte con todo el universo” (5:3). Al ver este objeto de verdad,
puedes ver el propósito de todo. Puedes obtener la visión total.
Observaciones: Cada aplicación de la idea (a la mesa, a la silla, al pie) es lo que hace el
compromiso. Así que trata de practicar con esta intención. Con cada repetición, intenta decirlo
de corazón. No digas las palabras con prisa y sin pensarlas. Intenta decirlas con sinceridad.
Dilas tan a conciencia como puedas. No te preocupes acerca de si continuarás con estos
compromisos, pues eso te impide hacerlos. Y nunca los mantendrás si no los haces.
Comentario
Es sorprendente el pensamiento de que yo podría alcanzar la visión con sólo una mesa, o con
cualquier cosa elegida al azar, si pudiera mirar con una mente completamente abierta. Significa
que durante toda mi vida he estado rodeado de personas y cosas y cualquiera de ellas podría
haberme traído la iluminación, pero yo no he respondido. La pantalla del ordenador a la que
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estoy mirando mientras escribo, si la veo sin ninguna de mis propias ideas, podría empezar a
mostrarme “algo bello, puro y de infinito valor, lleno de felicidad y esperanza” (5:2).
Todavía me parece difícil de creer eso. Oh, no lo dudo, en cierto sentido. De algún modo, tiene
sentido creer que un ser iluminado, como Jesús por ejemplo, vería (como dice el poeta): “el
universo en un grano de arena”. Pero supongo que lo que dudo es que yo pueda verlo. He
mirado a tantas mesas a lo largo de mi vida y ¡ninguna de ellas me ha hablado! Miro a mi mesa
ahora y veo: una mesa.
Pero, ¿qué podría ver? “Oculto tras todas las ideas que tienes acerca de ella se encuentra su
verdadero propósito, el cual comparte con todo el universo” (5:3). ¡Ah! Una pista hacia lo que
esta lección apunta, estamos hablando de un propósito compartido. Estamos pidiendo ver un
propósito común que une todas las cosas como una. Yo pienso que una mesa es para escribir
sobre ella o para comer sobre ella, un tenedor es para pinchar mi comida, un ordenador es para
enviar mensajes a personas a través de internet. Veo un montón de propósitos diferentes, cada
cosa con el suyo propio, con un propósito diferente. Pero todos ellos comparten un propósito.
Tal como mi cuerpo, el cielo, la luna, todo lo que veo. ¿Cuál es el propósito? Eso es lo que
estoy pidiendo ver.
Eso es algo que merece pedirse.
No hay nada a tu alrededor que no forme parte de ti. Contémplalo amorosamente y ve la luz
del Cielo en ello. Pues así es como llegarás a comprender todo lo que se te ha dado. El mundo
brillará y resplandecerá en amoroso perdón, y todo lo que una vez considerabas pecaminoso
será re-interpretado ahora como parte integrante del Cielo. ¡Qué bello es caminar, limpio,
redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte
sobre él! ¿Qué otra cosa podría ser más importante para ti? Pues he aquí tu salvación y tu
felicidad. Y éstas tienen que ser absolutas para que las puedas reconocer. (T.23.In 6:1-8)
LECCIÓN 29 – 29 ENERO
“Dios está en todo lo que veo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: “Comenzar a aprender a mirar a todas las cosas con amor, con aprecio y con una
mentalidad abierta” (3:1). Ver el propósito santo que hay en todo: serte útil, ayudarte, hacerte
feliz, estar a tu disposición siempre que lo necesites, protegerte.
Ejercicio más largo: 6 veces, durante dos minutos.
Repite la idea.
Luego aplícala al azar a objetos dentro de tu campo visual, nombrando a cada uno. Di:
“Dios está en esta (revista, dedo)” o “Dios está en ese (cuerpo, puerta)”. Date cuenta
de que no estás diciendo que Dios esté físicamente en ese objeto de algún modo, sino
que Dios le ha dado Su propósito al objeto, un propósito que es parte de Dios. Recuerda
tu entrenamiento hasta ahora: empieza cerca de ti y extiéndela más lejos. Mantente
mirando al objeto mientras repites la frase. Y asegúrate de evitar “la tendencia a dirigir
la selección” (4:2), algo que podría ser más extraño.
Recordatorios frecuentes: Al menos una por hora.
Repite la idea lentamente mientras miras despacio a tu alrededor.
Comentario
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“La idea de hoy explica por qué puedes ver propósito en todo. Explica por qué nada está
separado, por sí mismo o en sí mismo. También explica por qué nada de lo que ves tiene
significado alguno. De hecho, explica cada una de las ideas que hemos usado hasta ahora, y
también todas las subsiguientes. La idea de hoy es el pilar de la visión”. (1:1-5)
Está claro que, la idea de hoy es central en el sistema de pensamiento del Curso. No es
simplemente una idea agradable y sensiblera. Tampoco es simplemente panteísmo que dice que
la naturaleza y Dios son lo mismo. En otra parte, el Curso enseña que “El mundo no existe”
(L.132.6:2-3), así que esto no puede significar que la naturaleza y Dios son idénticos.
“Ciertamente Dios no está en una silla tal como tú la ves” (2:3)
Tal como yo veo las cosas, nada significa nada. Una mesa es sólo una mesa, una superficie
plana para comer, escribir o jugar al póker sobre ella. No tiene un propósito eterno, sus
propósitos son todos pasajeros. Vista así, la mesa no revela a Dios sino que ayuda a ocultarle.
Dios no está en la mesa física, pero Él puede verse a través de, o por medio de ella. Si la mesa
comparte el propósito del universo, tiene que compartir el propósito del Creador del universo.
Ese propósito es nuestra felicidad, nuestra dicha, nuestra compleción, que es necesaria para la
Suya. “Todo existe para tu beneficio. Para eso es para lo que es, ése es su propósito, ése es su
significado” (L.25.1:5-6).
“Propósito” es la palabra clave en esta lección y en la anterior. Dios está en todo lo que veo
porque todo comparte Su Propósito. Mi vista es un velo que oculta la verdad que brilla en todo,
pero la visión puede brillar a través de ese velo si se lo permito. Tal como veo, Dios no está en
todo, de hecho, Él no está en nada. Si fuera suficiente con la vista física, hace mucho tiempo que
todos habríamos visto a Dios. Hicimos nuestra vista para ocultarle; pero si vemos con la Visión
de Cristo, todo nos puede revelar a Dios.
“Nada es como a ti te parece que es. Su santo propósito está más allá de tu limitado alcance”.
(3.4-5)
Cuando leí esta lección por primera vez, no entendí la afirmación de que la idea de hoy: “Dios
está en todo lo que veo”, explicaba la idea anterior de que nada de lo que veo significa nada.
Pensándolo bien si Dios está en todo lo que veo, debería darle a todas esas cosas un significado
profundo, las vería compartir el propósito del universo, el propósito del Creador. Entonces,
¿cómo se pasa con lógica de “Dios está en todo lo que veo” a “Nada de lo que veo significa
nada”?
Finalmente me di cuenta de una distinción que debería haber estado clara desde el principio: la
diferencia entre “ver” o “vista” y “visión”. El Curso hace esta distinción continuamente, todo el
tiempo; pero como mi mente tiende a pensar en “vista” y “visión” como la misma cosa, no logré
darme cuenta aquí. “Vista” se refiere a nuestro modo habitual de ver, nuestra creencia de que lo
que nuestros ojos físicos nos muestran es real, cuando realmente es sólo el resultado de un deseo
dentro de la mente y la proyección de significado desde la mente y que se pone encima de lo
que se ve. Por otra parte, “visión” es completamente otra clase de sentido, que no tiene ninguna
relación con los ojos físicos.
Fíjate en que la lección dice: “La idea de hoy es el pilar de la visión” (1:5). “Cuando la visión te
haya mostrado la santidad que ilumina al mundo, entenderás la idea de hoy perfectamente”
(3:6). Es la visión la que revela a Dios en todo, la simple vista no revela a Dios, por eso es por
lo que nada de lo que veo significa nada. “Ahora mismo no las ves (con la visión)” (3:2). Dios
está ahí, pero la vista no Le ve, la vista está pasando por alto lo único que le da a todas las cosas
el significado que tienen. Por lo tanto, podemos revisar ahora la afirmación anterior para
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entender: “Nada de lo que veo significa nada, de la manera en que lo veo”. El significado está
ahí, pero estoy ciego a él.
“Tienes que negar el mundo que ves, pues verlo te impide tener otro tipo de visión. No puedes
ver ambos mundos, pues cada uno de ellos representa una manera de ver diferente, y depende
de lo que tienes en gran estima”. (T.13.VII.2:1-2)
La idea de que Dios está en todo es “el pilar de la visión” (1:5). Es la base para “una manera de
ver diferente” (T.13.VII.2:2). Para ver a través de la visión, tengo que estar decidido a negar, o a
pasar por alto mi modo habitual de ver, que se limita únicamente a lo físico y me informa sólo
de lo que mi ego quiere ver. Si reconozco que Dios está en todo y, sin embargo, no Le veo con
mis ojos, tiene que haber otro modo de ver y se me llevará a desearlo. Y pediré la visión.
La lección habla del “limitado alcance” de nuestro modo de ver (3:5). A modo de semejanza,
imagino que Dios es visible sólo en rayos infrarrojos (por supuesto, Él no es visible en ninguna
forma física). Nuestros ojos no ven la radiación infrarroja así que, aunque esté presente, no
vemos nada. La gama de la vista física es ahora muy estrecha; hay muchas clases de “luz” que
no podemos ver: infrarrojos, ultravioletas, calor, radiación, ondas de radio, microondas, y así
sucesivamente. Dios está en todas partes, pero Él está fuera de la gama de nuestra vista física,
necesitamos una clase de visión diferente.
Pienso que, en cierto sentido, la lección está intentando suscitar un cierto descontento dentro de
nosotros. Provoca la perturbadora pregunta: “Si Dios está en todo, ¿cómo es que no Le veo?
Nos hace darnos cuenta de las limitaciones de lo que creíamos que era la “vista”. Nos hace
conscientes de su limitado alcance, y provoca en nosotros el deseo de una nueva clase de visión
que ve más allá de este limitado alcance, y que ve el propósito del universo en todo.
La lección de mañana continuará dándonos instrucciones para encontrar la visión.
LECCIÓN 30 – 30 ENERO
“Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aprender una nueva manera de ver. En este tipo de visión, lo que ves no procede del
mundo externo, a través de los ojos del cuerpo, o de proyectar tus ilusiones sobre el mundo. En
lugar de ello, procede de “proyectar” la verdad que está en tu mente sobre todo lo que ves.
Ejercicio: Tan a menudo como te sea posible, durante un minuto.
Mira a tu alrededor y aplica la idea a tu campo visual e incluso a lo que está más allá de ese
alcance, fuera de tu vista. Asegúrate, durante algunos de los ejercicios, de cerrar los ojos y
aplicar la idea a tu mundo interno.
Comentario
Así como la lección de ayer era “el pilar” de la visión (L.29.1:5), la idea de hoy es el
“trampolín” de la visión (1:1). El pilar es que Dios está en todo lo que veo. Saber que esto es así
“porque Dios está en mi mente” es lo que nos empuja de la simple vista a la visión.
“Por medio de esta idea el mundo se abrirá ante ti, y al contemplarlo verás en él lo que nunca
antes habías visto. Y lo que antes veías ya no será ni remotamente visible para ti”. (1:2-3)
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Para entender de lo que el Curso está hablando, es esencial el hecho de que lo que vemos está
causado directamente por lo que está en nuestra mente. La idea que se tiene sobre lo que vemos
(percibimos) es que algo de fuera causa una impresión en mi mente a través de los sentidos. La
realidad es al contrario, según el Curso: Los pensamientos de mi mente son proyectados fuera y
causan mis percepciones (lo que veo). “La proyección da lugar a la percepción”, dice el Texto
en dos lugares distintos (T.13.V.3:5; T.21.In.1:1; comparar con T.10.In.2:7).
Lo que esta lección intenta enseñarnos es “un nuevo tipo de proyección” (2:1). Podemos
llamarla “proyección positiva”. En lugar de usar la proyección para librarnos de los
pensamientos con los que nos sentimos incómodos, estamos intentando ver en el mundo lo que
queremos ver en nuestra mente. Lo que quiero ver es mi propia inocencia. Por lo tanto, intento
ver al mundo como inocente. Estoy eligiendo mis pensamientos e intencionadamente
“proyectándolos” sobre el mundo. Quiero verme a mí mismo como si tuviera a Dios en mi
mente, y por eso elijo ver a todo como si tuviera a Dios.
Si todas las cosas albergan a Dios, y yo albergo a Dios, entonces estamos unidos. “Así pues,
estamos tratando de unirnos a lo que vemos, en vez de mantenerlo separado de nosotros. Ésa es
la diferencia fundamental entre la visión y tu manera de ver” (2:4-5). Nuestra forma habitual de
ver da importancia a las diferencias y distinciones, la visión da importancia a la semejanza.
“La verdadera visión no sólo no está limitada por el espacio ni la distancia, sino que no depende
en absoluto de los ojos del cuerpo” (5:1). Con cada lección se va haciendo más claro que la
visión de la que se habla no tiene ninguna relación con nuestra vista física. En el sistema de
pensamiento del Curso, nuestros ojos no ven en absoluto, son simplemente medios para el
engaño. Podemos incluir en nuestra visión cosas que están más allá del alcance de mi vista
física. Es una forma de ver con nuestra mente, no con nuestros ojos. “La mente es su única
fuente” (5:2).
Ahora recuerdo nuestra lección anterior: “Por encima de todo quiero ver” (Lección 28) con un
propósito más firme y decidido. Quiero la visión, quiero esta otra forma de ver que contempla a
Dios en todo y en todas partes. La quiero porque, de alguna manera sé desde lo más profundo de
mí que si puedo contemplar las cosas de esa manera, también podré contemplarme de esa misma
manera a mí mismo. Si puedo verte como un Hijo de Dios, santo, inocente y sin culpa, sabré
que estoy viendo un reflejo de mí mismo. Quiero verme a mí mismo de esa manera, por tanto,
quiero verte a ti de esa manera.
Dios está en mi mente. El mundo refleja lo que está en mi mente. Entonces, ¿cómo quiero ver al
mundo? ¿Estoy decidido a ver al mundo con Dios en él? Si no lo estoy, sólo refleja que no estoy
dispuesto y tengo miedo de ver Su Presencia en mi mente.
LECCIÓN 31 – 31 ENERO
“No soy víctima del mundo que veo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Empezar a declarar tu liberación.
Ejercicios más largos: 2 veces, por la mañana y por la noche, duración de tres a cinco minutos.
Repite la idea dos o tres veces mientras miras lentamente a tu alrededor.
Luego cierra los ojos y aplica la idea a tu mundo interior, el nivel de la causa. Deja que
se presente cualquier pensamiento que quiera surgir, obsérvalo, y permite que se
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marche. Como con la Lección 10, es importante que permanezcas desapegado de tu
corriente de pensamientos. Intenta verlos como un desfile extraño de objetos sin
significado y desorganizados, o como una serie de hojas flotando por un río. Deja que el
río siga moviéndose, no lo pares para pensar en un pensamiento concreto. Mientras lo
observas moviéndose, repite la idea tan a menudo como quieras, sin prisa.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas (se sugiere varias veces por hora).
Repite la idea. Mientras lo haces, conscientemente recuerda que estás declarando tu liberación
de toda causa externa, y liberando a otras mentes en el proceso. Intenta repetirla con ese ánimo,
te llevará cinco segundos.
Respuesta a la tentación: Cuando sientas que estás siendo víctima de algo del mundo.
Repite la idea. Sacarás más de ella si lo dices como una declaración de que te niegas a ser
esclavo de acontecimientos externos y de las reacciones de tu ego.
Observaciones: La lección de hoy marca un progreso importante. La práctica diaria empieza
ahora a marcar dos niveles: los períodos de práctica más largos, que se harán generalmente por
la mañana y por la noche; y los más cortos, prácticas frecuentes durante el día (esto incluye los
recordatorios frecuentes y la respuesta a la tentación). Éste es un paso importante hacia una
estructura final que consta de cuatro partes: periodos de práctica de la mañana y de la noche,
recordatorios cada hora, recordatorios frecuentes, y respuesta a la tentación.
Comentario
Como ya te habrás dado cuenta al leer la lección de hoy, no hay mucho pensamiento metafísico
en ella. De hecho no hay nada, excepto en el pensamiento que lo encabeza. El resto de la lección
son instrucciones de práctica. Así que mis comentarios seguirán la misma línea.
Sin embargo, el título de la lección es completo en sí mismo. Si piensas en ello, es sorprendente
en cuántas maneras diferentes nos vemos a nosotros mismos como víctimas del mundo. Vamos
por la vida sintiéndonos víctimas: del tiempo, del pelmazo que te interrumpe el tráfico o que te
quita el aparcamiento que buscas, del disco del ordenador cuando pierde tu archivo, de tu
compañero de piso que te deja sin agua caliente justo antes de ducharte, del servicio lento del
restaurante, del tráfico que te retrasa para una cita. Por supuesto, luego están las personas que a
propósito y con mala intención te aterrorizan en la ciudad (o quizá en tu casa).
Afirmar “No soy víctima del mundo que veo” es liberador y poderoso. Es asombroso cómo
estas simples palabras pueden hacer desaparecer los sentimientos de debilidad e impotencia.
¡Pruébalo! Te gustará.
Aunque parezca mentira, también nos sentimos víctimas de enemigos invisibles, ¡incluso de
nuestros propios pensamientos! ¿Has tenido alguna vez un ataque de ansiedad? ¿Has sentido
que Hacienda te saca los ojos? ¿Te has sentido víctima de un “sistema” injusto? ¿Acosado por
las dudas de ti mismo? El mundo exterior no te ataca más que tu mundo interior. “Te liberarás
de ambos al mismo tiempo pues el interno es la causa del externo” (2:5).
Esta lección introduce lo que será el plan general de la práctica básica de la mayor parte del
Libro de Ejercicios, y para la práctica de continuación de los graduados del Libro de Ejercicios:
1. Dos periodos largos de práctica, por la mañana y por la noche, en los que aplicas la
idea del día sobre una base sostenida.
2. Repeticiones frecuentes a lo largo del día, tan a menudo como puedas (un estudio de
otras referencias a esto indican 4 o 5 veces por hora).
3. Usar la idea como “respuesta a la tentación” siempre que surja.
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La única práctica del Libro de Ejercicios que no aparece en esta lección son los periodos de
práctica más corta, a las horas en punto y cada media hora. Esta práctica aparece más tarde en el
Libro de Ejercicios, para formar un hábito de práctica basado en la estructura del reloj, y luego
cuando ya se ha establecido la práctica (supuestamente), se deja este tipo de práctica. Los tres
elementos que se presentan aquí, en la Lección 31, se mantienen en las recomendaciones para la
práctica después de haber acabado el Libro de Ejercicios (según se indica en el Manual para el
Maestro, sección 16: ¿Cómo Debe Pasar el Día el Maestro de Dios?).
Asegúrate de hacer esos periodos más largos de práctica, de tres a cinco minutos, por la mañana
y por la noche. No puedes tocar el piano saltándote la mitad de las notas, así que tampoco te
saltes estos periodos más largos. A partir de aquí la práctica del Libro de Ejercicios se va a
intensificar; tal como me pasa a mí, estoy seguro de que encontrarás más difícil mantener y
llevar la práctica según se indica. Recuerda:
Se te pide únicamente que apliques las ideas tal como se te indique. No se te pide que las
juzgues. Se te pide únicamente que las uses. Es usándolas como cobrarán sentido para ti, y lo
que te demostrará que son verdad. (L.In.8:3-6)
LECCIÓN 32 - 1 FEBRERO
“He inventado el mundo que veo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Enseñarte que no eres el efecto del mundo, el mundo es el efecto tuyo.
Ejercicios más largos: 2 veces, mañana y noche, de tres a cinco minutos de duración por lo
menos.
Como con la lección de ayer, repite la idea dos o tres veces mientras miras a tu alrededor
lentamente. Luego cierra los ojos y aplícala a las imágenes que surjan en tu mundo interno.
Permanece desapegado recordándote a ti mismo que tanto el mundo externo como el interno son
imaginarios.
Observaciones: El consejo en 4:3 sobre cuándo practicar se repite en formas diferentes varias
veces en el Libro de Ejercicios. Para más detalles, ver “¿Cuándo Deberías Tomar tu Tiempo de
Quietud por la Mañana?”. Siguiendo el consejo del Libro de Ejercicios esto mejorará la calidad
de tu práctica, de modo que puede que quieras hacer más de cinco minutos, como con la lección
de hoy.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible.
Repite la idea lentamente mientras miras a tu mundo exterior o interior.
Respuesta a la tentación: Siempre que una situación te disguste.
Inmediatamente responde con: “He inventado esta situación tal como la veo”.
Comentario
Si no soy víctima del mundo, entonces ¿cuál es mi relación con el mundo? Yo he inventado el
mundo. Si yo he inventado el mundo, si yo lo he fabricado ¿cómo puedo ser su víctima?
Ahora bien, decir que yo he inventado el mundo es una idea muy fuerte. Decir que lo puedo
abandonar igual que lo hice, parece todavía más improbable. Sin embargo, eso es lo que la
práctica del Libro de Ejercicios se propone demostrarnos, no mediante la lógica rigurosa sino a
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través de experiencias que demuestran que es verdad. Eso es lo que son los milagros. Los
milagros demuestran que “el mundo que ves fuera de ti” y “el mundo que ves en tu mente” están
“ambos… en tu propia imaginación” (2:2-3).
Esta lección sólo está introduciendo la idea, no intentando probarla. El Texto trata el mismo
pensamiento en varios lugares (T.21.II.11:1; T.20.III.5:1-5), la más destacable de ellas es:
¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? ¿O si realmente
entendieses que fuiste tú quien lo inventó? (T.20.VIII.7:3-4).
Ésta no es una idea que puedas pasar por alto fácilmente si estudias el Curso; el Curso insiste
en ella (L.132.6:2-3).
Todo lo que aquí se nos pide es que abramos nuestra mente a la idea de que nosotros hemos
inventado el mundo que vemos. El concepto puede ocasionarnos confusión porque va en contra
de nuestras creencias fundamentales sobre el mundo. El mundo tiene algunas cosas agradables,
pero también contiene un montón de horrible basura. Y que se nos diga que somos responsables
de ello, que nosotros lo inventamos, no encaja fácilmente en nuestra mente.
Si esta lección provoca todo tipo de preguntas en tu mente, bien; deja que surjan. Hoy, en los
periodos de práctica, simplemente aplica la idea tal como se da. Es normal que parte de tu mente
esté en el fondo diciendo: “Esto son bobadas. Realmente no me lo creo”. La Introducción ya nos
avisó de que podríamos resistirnos vivamente a sus ideas. Decía:
Sean cuales sean tus reacciones hacia ellas, úsalas. No se requiere nada más. (L.In.9:2-5).
Puede resultar difícil al principio, pero sólo tenemos dos opciones: o bien yo inventé el mundo,
o bien yo soy su víctima. O yo soy su causa, o su efecto. No hay otras posibilidades. Piénsalo. O
soy el soñador inventándome todo este lío, o soy parte del sueño de otro (quizá del sueño de
Dios). Si yo no soy la causa, entonces estoy a merced del mundo. Pero si yo soy la causa, ¡hay
esperanza! Puedo cambiar el sueño y, quizá, finalmente dejar de soñar.
LECCIÓN 33 – 2 FEBRERO
“Hay otra manera de ver el mundo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Enseñarte que tienes el poder de cambiar tu percepción tanto del mundo externo
como del mundo interno, que son en realidad lo mismo.
Ejercicios más largos: 2 veces, por la mañana y por la noche, durante cinco minutos
completos.
Mira de pasada alrededor de tu mundo externo, cierra los ojos y observa tu mundo interno.
Mientras lo haces repite la idea sin prisa. Mira al mundo externo y al interno con la misma
tranquilidad, sin involucrarte, con desapego, de modo que el cambio entre ellos sea suave.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Repite la idea. Intenta estar tan desapegado como durante los ejercicios más largos.
Respuesta a la tentación: Tan pronto como una situación te moleste.
Cuando te sientas disgustado, aplica la idea concretamente, diciendo: “Hay otra manera de
ver esto”. Haz esto inmediatamente, en lugar de esperar hasta que hayas intentado solucionar las
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cosas afuera. Si tus sentimientos no desaparecen, no abandones. Pasa un minuto o más
repitiendo la frase una y otra vez, cerrando los ojos y concentrándote en las palabras que estás
diciendo.
Comentario
Esta lección afirma el poder de nuestra mente de elegir el modo de ver el mundo. ¡Podemos
cambiar nuestra percepción del mundo! (1:1). Ésa es una idea que no sólo nos da poder
personalmente, sino que además nos da una comprensión que literalmente cambia el mundo.
Al empezar a observar nuestros pensamientos, nos asombrará el número de situaciones en las
que la idea de “otro modo de contemplar” no se nos había ocurrido, hemos asumido que el
modo en que vemos las cosas es tal como las cosas son realmente. Con algunas cosas, la idea de
que podemos verlas de manera diferente, puede ser ofensiva realmente. Sin darnos cuenta
podemos estar diciendo: “Mi mente ya lo tiene claro, no me confundas con hechos”.
Por eso es tan importante seguir las instrucciones para la práctica que se dan en las lecciones. El
beneficio completo no llega sólo de los periodos más largos de cinco minutos, de la mañana y
de la noche: “Las sesiones de práctica más cortas se deben hacer tan frecuentemente como sea
posible” (3:1). Durante el día, cuanto más a menudo traigamos a nuestra consciencia esta idea,
más conscientes nos volveremos de las clases de pensamientos que estamos evitando cambiar.
LECCIÓN 34 – 3 FEBRERO
“Podría ver paz en lugar de esto”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Empezar a experimentar la paz que caracteriza a la verdadera visión.
Ejercicios más largos: 3 sesiones de cinco minutos: mañana, noche y otra entre medias.
Cierra los ojos y busca en tu mente situaciones, personalidades o acontecimientos que “te
molestan” (una típica tríada en el Libro de Ejercicios). Repite la idea lentamente, mientras
observas desapasionadamente la corriente de disgustos pasar. Después de un par de minutos
puede que no se te ocurran disgustos. Eso es normal. Simplemente sigue repitiendo la idea
lentamente hasta que hayan transcurrido los cinco minutos.
Respuesta a la tentación: Hoy no dejes de observar tu mente en busca de disgustos. Cuando
notes uno, aplícale la idea. Hay dos formas de disgusto a los que hay que estar atento por si
aparecen, cada uno requiere una forma de práctica ligeramente diferente:
1. Si te sientes disgustado por alguna situación concreta, aplícale la idea concretamente:
“Podría ver paz en esta situación en lugar de lo que ahora veo en ella”.
2. Si tu disgusto no está relacionado con nada en particular, sino que es un estado de
ánimo disgustado, simplemente repite la idea.
Observaciones: Las frases finales de esta lección se ocupan de un punto muy importante, y que
es útil recordar a lo largo del Libro de Ejercicios y después. Repetir la idea sólo una vez puede
que no cure tu disgusto. Tu disgusto puede desaparecer sólo después de que hayas pasado varios
minutos repitiendo la idea. Repetir la misma línea una y otra vez puede sonar a una especie de
lavado de cerebro, en el que martilleas tu mente con sumisión. Sin embargo, yo encuentro que
este ejercicio no adormece mi mente sino que la ilumina. Si mis sentimientos son muy fuertes,
las primeras repeticiones de la idea pueden simplemente rebotar. Pero si sigo con ella, cada
repetición permite que la verdad penetre un poco más hondo en mi mente hasta que finalmente
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vea la situación de manera completamente diferente. Por lo tanto, te animo a que de verdad
intentes esta forma de práctica más larga.
Comentario
El pensamiento más útil que he oído en relación con esta lección es: “Fíjate en que dice: Podría
ver paz”, y no debería ver paz”. Es facilísimo utilizar esta lección como otra razón para la culpa.
“¡Qué malvado soy! Debería ver paz, pero en lugar de ello veo este fastidio. ¿Qué me pasa?”.
No es así como se pide que practiques esta lección.
El primer párrafo contiene un resumen maravilloso del sistema de pensamiento del Curso sobre
la paz:
La paz mental es claramente una cuestión interna. Tiene que empezar con tus
propios pensamientos, y luego extenderse hacia fuera. Es de tu paz mental de
donde nace una percepción pacífica del mundo.
(1:2-4)
La paz es la motivación para hacer el Curso (T.24.In.1:1). Nuestro objetivo es lo que en una
parte posterior del Libro de Ejercicios se llama “una mente en paz consigo misma”
(L.p.II.8.3:4). La paz tiene que empezar con nuestros pensamientos y extenderse hacia fuera
desde nuestra mente. La mente es el centro de atención del Curso.
Podemos sustituir nuestros sentimientos negativos y nuestros pensamientos no amorosos por
paz. Tenemos ese poder. Podemos elegir paz si queremos paz. Fíjate en que las instrucciones de
la práctica para aplicar la lección a “emociones adversas” (6:1) sugieren que apliquemos la idea
“hasta que sientas alguna sensación de alivio” (6:2). Se pretende que esta práctica tenga efectos
que puedan sentirse.
A veces incluso en situaciones extremadamente molestas, he descubierto que repetir estas
palabras: “Podría ver paz en lugar de esto” tiene un efecto totalmente calmante sobre mi mente,
aunque en ese mismo momento yo no pueda ver paz. De un modo muy sutil, ayuda a convencer
a mi mente de que las cosas horribles que estoy viendo no son tan sólidas como una roca, no son
la realidad inmutable. Estoy viendo otra cosa que no es paz, pero si realmente pudiese ver paz
en lugar de eso, entonces lo que estoy viendo no debe ser tan real como yo pienso, y debe haber
algo más que yo no estoy viendo. Incluso ese nivel de alivio se merece el tiempo que requiere la
práctica.
Solía creer que cuando sucedían situaciones molestas, tenía que arreglar la situación y cambiar
cosas a mi alrededor para estar en paz. Con la práctica de esta lección, he aprendido que puedo
responder a cualquier situación mucho más eficazmente si antes mi mente está en paz. He
descubierto que puedo traer mi mente a la paz aunque no haya “solucionado” los problemas.
Verdaderamente es posible ver paz en lugar de cualquier cosa que parezca estar disgustándome.
Y cuando lo hago, cuando traigo paz a mi mente, si se necesita una respuesta, actúo con calma y
sin miedo. El pánico no conduce nunca a una acción provechosa; es mejor buscar primero la paz
y luego actuar.
LECCIÓN 35 – 4 FEBRERO
“Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo”
Instrucciones para la práctica
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Propósito: Mostrarte quién eres. Te ves a ti mismo según el lugar que ocupas en tu entorno.
Puesto que crees que eres parte del mundo físico, ves tu identidad determinada por la parte que
juegas en él, por cómo te comportas en las situaciones del mundo. Sin embargo, tu verdadero
entorno no está en este mundo, está en la mente de Dios. Tu lugar ahí es lo que determina tu
verdadera Identidad. Si de verdad creyeras que eres parte de ese entorno, de inmediato
entenderías que eres santo.
Ejercicios más largos: 3 veces, duración de cinco minutos.
Repite la idea, luego cierra los ojos. Busca en tu mente las palabras con las que te describes a
ti mismo, positivas o negativas (no hagas distinciones). Búscalas encontrando situaciones
concretas que te ocurren e identificando la palabra que piensas que te describe en esa situación.
Di: “Me veo a mi mismo como (un fracaso, impotente, caritativo, etc.)”. Después de cada una,
añade: “Pero mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo”. Si después de un rato no se te
ocurre ninguna palabra, no te esfuerces en rebuscar más. Relájate y repite la idea hasta que se te
ocurra otra palabra. Para las instrucciones completas, ver los párrafos 4-8.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible.
Esta práctica puede tener una de estas dos formas:
1. Date cuenta de los atributos que te estás aplicando a ti mismo en la situación actual y
utilízalos en la fórmula que has utilizado en los ejercicios más largos (“Me veo a mí
mismo como… Pero mi mente es…”).
2. Si no se te ocurre ningún atributo, simplemente repite la idea lentamente con los ojos
cerrados.
Comentario
El Texto nos dice “no entiendes cuán elevada es la percepción que el Espíritu Santo tiene de ti”
(T.9.VII.4:2). La siguiente sección del mismo capítulo dice:
“Tú no estableciste tu valía, y ésta no necesita defensa. Nada puede atacarla ni prevalecer contra
ella. No varía. Simplemente es. Pregúntale al Espíritu Santo cuál es tu valía y Él te lo dirá, pero
no tengas miedo de Su respuesta, pues procede de Dios. Es una respuesta exaltada por razón de
su Origen, y como el Origen es verdad, la respuesta lo es también. Escucha y no pongas en duda
lo que oigas, pues Dios nunca engaña. Él quiere que reemplaces la creencia del ego en la
pequeñez por Su Propia Respuesta exaltada a lo que tú eres, de modo que puedas dejar de
ponerla en duda y la conozcas tal como es”. (T.9.VIII.11:2-9).
Como la lección señala, normalmente no pensamos en nosotros como “elevado” o “exaltados”.
Sin embargo, fíjate en que el Curso dice que esto es verdad no por algo que hayamos hecho sino
por causa de nuestra Fuente (3:2). Lo que hace que seamos lo que en verdad somos se debe a
Dios, no a nosotros. Por eso el Curso da tanta importancia a la idea “Soy tal como Dios me
creó”. Nuestra pobre opinión sobre nosotros mismos procede de nuestros intentos de crearnos a
nosotros mismos; nuestra verdadera grandeza procede del hecho de que somos creaciones de
Dios. Nuestro rechazo a reconocer esta conexión con nuestra Fuente es lo que nos mantiene
encerrados en nuestra pequeñez. Nos negamos a reconocer a Dios como nuestra Fuente porque a
nuestro ego le parece que nos quita importancia y nos hace dependientes. No nos hace
dependientes, dependemos de Dios. Eso no es una vergüenza, ésa es nuestra gloria. Es lo que
establece nuestra grandeza.
Nos cuesta creer que “Soy muy santo”. Nuestro rechazo a creer este hecho es la razón por la que
estamos en este mundo, en este medio ambiente en el que creemos desear. Lo deseamos porque
apoya la imagen de que somos seres separados, independientes de Dios.
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Cuando miramos al mundo, y nos miramos a nosotros viviendo en el mundo, las cosas que
vemos no apoyan la idea de esta lección. Pero los ojos, los oídos, el olfato y el tacto, que
usamos para recoger información, son ellos mismos parte del mismo mundo que están
examinando. Existen dentro de las limitaciones de la imagen del mundo, que hemos diseñado
intencionadamente para ocultarnos a nosotros mismos nuestra unión con Dios. Por supuesto que
no nos traen ninguna evidencia que contradiga la imagen que el ego tiene de nosotros. Los
hicimos para que funcionasen de ese modo.
El Curso da mucha importancia a que miremos a nuestra obscuridad y a que nos enfrentemos a
nuestros miedos. El Curso dice que cuanto más miremos al miedo, menos lo veremos. Sólo con
llevar la obscuridad a la luz, desaparece la obscuridad. Mirar de frente al ego e incluso
investigar nuestro odio en toda su extensión, es importantísimo para nuestro crecimiento. Esta
lección refleja el otro aspecto, que se abandona a veces cuando le damos excesiva importancia a
mirar al ego. El otro aspecto es recordarnos firmemente a nosotros mismos de la verdad de
nuestra realidad exaltada: “Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo”. En el Texto se nos
dice:
Siempre que pongas en duda tu valor, di:
Dios Mismo está incompleto sin mí.
Recuerda esto cuando el ego te hable, y no le oirás. (T.9.VII.8:1-3)
Recordarnos a nosotros mismos la verdad es otra técnica muy poderosa que el Curso
recomienda para transcender nuestro ego.
La lista de cualidades y términos a usar para describirnos a nosotros mismos es sólo un ejemplo.
Al practicar hoy la lección, intenta hacerte consciente de lo que piensas de ti mismo, y cómo
todos esos pensamientos (buenos y malos) son distintos de la afirmación de la lección sobre ti.
Podría añadir a la lista algunos de mis propios términos: olvidadizo, desorganizado, inteligente,
listo, rezagado, habilidoso en lo que hago. ¿Qué términos se te ocurren a ti?
Te habrás dado cuenta de que ahora las lecciones piden tres periodos más largos de práctica, de
cinco minutos cada uno. Estamos entrando en una práctica más fuerte. Si no hemos meditado
antes, puede resultarnos difícil hacer estos ejercicios sentados durante cinco minutos con los
ojos cerrados. De todos modos, te animo a que los hagas. Cualquier cosa nueva es difícil al
principio, pero con la práctica se vuelve más fácil; para eso es la práctica.
LECCIÓN 36 – 5 FEBRERO
“Mi santidad envuelve todo lo que veo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta que la santidad de tu mente debe llevar a la visión santa.
Ejercicios más largos: 4 veces (repartidas a intervalos iguales), de tres a cinco minutos de
duración.
Cierra los ojos y repite la idea varias veces.
Abre los ojos y mira lentamente y con tranquilidad a tu alrededor, aplicando la idea a
cualquier cosa sobre la que se pose tu mirada. Di: “Mi santidad envuelve (esta
alfombra. Esa pared, esa silla, etc.)”. Varias veces durante el periodo de práctica, cierra
los ojos y repite la idea. Luego vuelve a la práctica de los ojos abiertos.
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Recordatorios frecuentes: La frecuencia es importante hoy.
Repite la idea con los ojos cerrados, luego con los ojos abiertos (mirando a tu alrededor),
luego con los ojos cerrados de nuevo.
Observaciones: Fíjate en que se supone que vas a espaciar por igual los periodos de práctica
más largos y que vas a hacer entre ellos y a menudo frecuentes recordatorios. Está claro que lo
importante es que practiques muy a menudo. Así tu mente está protegida durante todo el día.
Envolver tu día en esta red finamente tejida, que no tiene grandes agujeros, es una meta muy
importante del Libro de Ejercicios.
También, como siempre, repite la idea muy lentamente, con tranquilidad, y sin tensión.
Hacerlo así es lo que marca la diferencia.
Comentario
Siempre le he tenido cariño a esta lección, porque la primera vez que la hice tuve un verdadero
sentido de la santidad emanando de mí y rodeando todo, primero mi habitación, luego mi
ciudad, después el mundo, y finalmente el universo. Por un breve momento me sentí como un
Buda, sentado y bendiciendo al mundo entero (a propósito, ésa es la lección de mañana). El
resultado fue tan real para mí que a menudo, cuando estoy sentado en meditación sin practicar
ninguna lección determinada, pienso en ella y permito que esa sensación me inunde por
completo.
No todos responden a cada lección, pero todos responden a algunas lecciones. Fíjate en aquellas
que te impacten especialmente, y recuérdalas. La Lección 194 del Libro de Ejercicios habla de
hacerse un “repertorio de solución de problemas” que puede sernos útil.
“Si pudieses ver la lección de hoy como la liberación que realmente representa, no vacilarías en
dedicarle el máximo esfuerzo de que fueses capaz, para que pasase a formar parte de ti.
Conforme se vaya convirtiendo en un pensamiento que rige tu mente, en un hábito de tu
repertorio para solucionar problemas, en una manera de reaccionar de inmediato ante toda
tentación, le transmitirás al mundo lo que has aprendido”. (L.194.6:1-2)
En la lección de ayer la atención se centraba en el que percibe: “Soy muy santo”. Hoy la
santidad se extiende a lo que percibo. Puesto que soy santo, mi percepción tiene que ser también
santa. Y soy completamente santo porque así es como Dios me creó. Santo significa “sin
pecado”, y no puedes estar un poco sin pecado tal como una mujer no puede estar un poco
embarazada. Aquí la lógica es sencilla y clara: si yo soy parte de Dios, debo estar sin pecado, o
parte de Dios sería pecadora. Si no hay pecado en mí, también tengo que tener una percepción
santa.
El modo en que me veo a mí mismo afecta al modo en que veo al mundo. Mi santidad envuelve
al mundo si me veo a mí mismo santo. Si me veo como un ser horrible, mis atrocidades
envolverán al mundo. Si estoy decidido a ver al mundo rodeado de santidad, puedo aprender a
verme a mí mismo del mismo modo.
Ya sé que eso suena al revés, el orden “debería” ser que primero me vea a mí mismo santo, y
luego al mundo. Lo que sucede es que lo que me impide ver mi santidad es mi negativa a ver al
mundo de esa manera. Desde la postura mental del ego, parece que ver santidad en el mundo,
por comparación, me convierte a mí en pecador. El ego siempre piensa en términos de
comparación. El hecho es que tal como vea al mundo, así me veo a mí mismo; y tal como me
vea a mí mismo, así veo al mundo.
La mente del ego insistirá en que debe ser uno u otro porque funciona desde la suposición de la
separación. El Espíritu Santo presenta ambos como iguales porque funciona desde la idea de la
unidad. No hay separación entre mí y lo que yo veo, sólo existe la unidad.
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LECCIÓN 37 – 6 FEBRERO
“Mi santidad bendice al mundo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Presentarte tu verdadera función (ésta es la primera lección que trata del tema de la
función). Estás aquí para bendecir, y no para exigir. Esta bendición implica reconocer primero
tu propia santidad, y luego ver a otros en su santa luz. Intenta ver los periodos de práctica de
hoy de esta manera: como una práctica de la razón por la que estás aquí.
Ejercicios más largos: 4 veces, durante tres a cinco minutos.
Repite la idea, durante un minuto o así mira a tu alrededor y aplícala a los objetos que
veas, diciendo: “Mi santidad bendice (esta silla, esa ventana, este cuerpo, etc.)”.
Cierra los ojos y aplica la idea a cualquier persona en la que pienses, diciendo: “Mi
santidad te bendice, (nombre)”.
Lo que queda de tiempo puedes continuar con esta segunda fase de la práctica, volver a
la primera, o alternar entre ellas.
Termina repitiendo la idea con los ojos cerrados y luego una vez más con los ojos
abiertos.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Esto puedes hacerlo de una de estas dos formas:
1. Repite la idea lentamente.
2. Aplica la idea en silencio a cualquiera con el que te encuentres, usando su nombre.
Intenta realmente hacerlo de esta manera. Repetir la idea cuando te encuentras con
alguien requiere estar muy consciente, pero puede hacerse. O puede hacerse después del
encuentro. El Libro de Ejercicios repetirá esta práctica en varias lecciones de aquí en
adelante, lo que muestra la importancia de la práctica. Esta práctica tiene el poder de
transformar un encuentro ordinario en un encuentro santo.
Respuesta a la tentación: Siempre que tengas una reacción negativa hacia alguien.
Inmediatamente aplícale la idea: “Mi santidad te bendice, (nombre)”. Considéralo un hecho
real de bendecir a esta persona con tu santidad. Esto te mantendrá consciente de tu santidad,
mientras que la ira, se la ocultaría a tu mente.
Comentario
Hay un principio expuesto en el Capítulo 13 del Texto que se aplica a esta lección: “Percibir
verdaderamente es ser consciente de toda la realidad a través de la conciencia de tu propia
santidad” (T.13.VI.1:1). O en términos más cercanos a nuestra lección de hoy:
Dado que tú y tu prójimo sois miembros de una misma familia en la que gozáis de
igual rango, tal como te percibas a ti mismo y tal como le percibas a él así te
comportarás contigo mismo y con él. Debes mirar desde la percepción de tu propia
santidad a la santidad de los demás.
(T.1.III.6:6-7).
A menos que reconozcamos nuestra santidad, no veremos la santidad de todas las creaciones de
Dios. Después de todo, lo que percibimos es simplemente el reflejo de cómo nos vemos a
nosotros mismos. Y a la inversa, cómo percibimos a los otros nos muestra cómo nos estamos
viendo a nosotros mismos.
Esta lección y la práctica que recomienda empiezan a dejarnos ver “los primeros destellos de tu
verdadera función en el mundo, o en otras palabras, la razón por la que estás aquí” (1:1).
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Nuestra tarea se plantea con gran profundidad: “Tu propósito es ver el mundo a través de tu
propia santidad” (1:2).
¿Has conocido a alguien a quien consideras santo? Yo, sí. Lo más notable de tales personas es
que parecen ver a todos como santos. Cuando estás cerca de ellos, ¡incluso tú mismo te sientes
santo! Parecen ver en ti algo que tú no ves habitualmente; y al verlo, lo hacen aflorar. Ése es el
verdadero propósito de que estemos en el mundo; justamente para eso es para lo que todos
nosotros estamos aquí. Estamos aquí para ver el mundo a través de nuestra propia santidad, para
sacar de todos los de nuestro alrededor su santidad inherente, para percibirlos de tal modo que el
poder de nuestra percepción los saque de las dudas y el odio a sí mismos y los eleve a la
conciencia de su propia grandeza.
¡Tenemos este poder!
A medida que compartas conmigo mi renuencia a aceptar error alguno en ti o en los
demás, te unirás a la gran cruzada para corregirlos. Escucha mi voz, aprende a
deshacerlos y haz todo lo necesario para corregirlos. Tienes el podes de obrar
milagros. (T.1.III.1:6-7)
“Aquellos que han sido liberados deben unirse para liberar a sus hermanos, pues ése es el plan
de la Expiación” (T.1.III.3:3). Éste es el plan por el que nosotros, investidos con el poder del
Espíritu Santo dentro de nosotros, podemos salvar al mundo. Nos liberamos unos a otros al
percibir a través de nuestra santidad, creando dentro del otro una resonancia milagrosa con su
propia naturaleza santa, reprimida por mucho tiempo, y que responde a nuestra percepción de
ellos.
De este modo, tú y el mundo sois bendecidos juntos. Nadie pierde, a nadie se le
despoja de nada, todo el mundo se beneficia a través de tu santa visión. (1:3-4)
“Mi santidad bendice al mundo”, para eso es para lo que estoy aquí. Estoy aquí para traer
bendiciones al mundo, y el mensaje que traigo es: “así es como tú eres”. Nadie pierde, todo el
mundo gana. ¡Qué extraordinario es este punto de vista!
Esto des-hace por completo la idea de sacrificio porque es un mensaje de completa igualdad.
Estamos aquí para reconocernos unos a otros; y cuando lo hayamos hecho, habremos cumplido
nuestro propósito glorioso. Cualquier otro modo de ver las cosas termina siempre exigiendo
sacrificio: alguien, en algún lugar, tiene que perder. Pero con la Visión de Cristo podemos
contemplar a todo el mundo y proclamar: “Todos ellos son lo mismo: bellos e iguales en su
santidad” (T.13.VIII.6:1).
“Tu santidad le bendice al no exigir nada de él. Los que se consideran a sí mismos completos no
exigen nada” (2:6-7). Oh, ¡que podamos aprender la lección de no pedir nada, de no exigir nada!
¿Has estado con alguien tan pleno que no te exigió nada, que no tuviera ninguna necesidad que
te exigiera satisfacerle, abierta o encubiertamente? Te amaron tal como eres, te aceptaron sin
esperar nada de ti. ¿No es eso lo que todos queremos en nuestras relaciones? ¿No es eso amor
incondicional?
Pues bien, el modo de tener lo que quieres es darlo. Esto es lo que todos nosotros estamos
destinados a hacer, y finalmente haremos, aunque nos parezca que está muy por encima de
nosotros ahora. Consciente de tu santidad y de que nada te falta, bendecirás al mundo.
Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno
contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno
reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo.
(3:1-2)
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LECCIÓN 38 - 7 FEBRERO
“No hay nada que mi santidad no pueda hacer”
Instrucciones para la práctica
Propósito: “Comenzar a inculcarte la sensación de que tienes dominio sobre todas las cosas por
ser quien eres” (5:5).
Ejercicios más largos: 4 veces, preferentemente de cinco minutos completos.
Repite la idea, luego cierra los ojos.
Busca en tu mente cualquier sufrimiento o dificultad, ya sea en tu vida o en la vida de
alguien. Haz lo más que puedas para considerar a estas dos como lo mismo. Para tus
problemas, di: “En esta situación con respecto a ____ en la que me veo envuelto, no
hay nada que mi santidad no pueda hacer”. Para los problemas de otros, di: “En esta
situación con respecto a ____ en la que ____ se ve envuelto, no hay nada que mi
santidad no pueda hacer”.
Recordatorios frecuentes: Muy a menudo.
Repite la idea.
Respuesta a la tentación: Siempre que un problema concreto, sea tuyo o de alguien, surja o te
venga a la mente, usa la forma concreta del periodo de práctica más largo.
Comentario
Al final de la lección está esta línea informativa: “El propósito de los ejercicios de hoy es
comenzar a inculcarte la sensación de que tienes dominio sobre todas las cosas por ser quien
eres” (5:5). Una lección posterior (190) repite la misma idea:
No hay nada en el mundo capaz de hacerte enfermar, de entristecerte o de
debilitarte. Eres tú el que tiene el poder de dominar todas las cosas que ves
reconociendo simplemente lo que eres. (L.190.5:5-6)
Ahora bien, si te pareces a mí, probablemente no te sientes como si tuvieras el poder de dominar
todas las cosas o de que “tu poder es ilimitado”. Probablemente no sientes que el poder de Dios
se manifiesta a través de tu santidad, que por razón de lo que eres puedes “eliminar todo dolor,
acabar con todo pesar y resolver todo problema” (2:4). Si lo sintieras así, si en alguna parte de tu
mente no sintieras que sufres delirios de grandeza.
Por eso es por lo que necesitamos este tipo de lección. Lo que nosotros somos, en la realidad,
está tan por encima de lo que normalmente pensamos que somos que cuando oímos palabras
como las de esta lección hay una parte de nosotros que susurra: “esto se está poniendo un poco
raro”. No tenemos ni idea del poder de nuestra mente, que fue creada por Dios y con el mismo
poder creativo que el Suyo. Cuando nos llegan indicios de lo poderosos que somos nos asusta, e
intentamos olvidarlo.
Lo que somos está “más allá de toda limitación de tiempo, espacio, distancia y de cualquier
clase de límite” (1:2). Realmente tenemos el poder de solucionar todos los problemas, los
nuestros y los de los demás. Si practicar la lección de hoy empieza a hacernos sentir esta
sensación, la lección ha tenido éxito.
Cuando me enfrento a una situación que me está preocupando y repito: “En esta situación no
hay nada que mi santidad no pueda hacer”, incluso si el 90 por cien de mi mente protesta en
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contra de la idea, algo cambia dentro de mí. Se produce un poco de fe. Quizá el porcentaje
cambia de un 10 por cien de creerlo a un 11 por cien. Y cuando la repito de nuevo, cambia al 12
por cien. Todos hemos leído historias de personas que superaron cosas increíbles sólo porque
creyeron en sí mismos; eso sólo da una ligera idea de lo que el Curso está hablando, pero
demuestra el principio.
El Curso habla del poder de la creencia, pero también de mucho más; está hablando del poder de
lo que nosotros somos, tal como Dios manda. Y está hablando del poder de nuestra santidad, no
sólo de la creencia. Tú y yo estamos hechos de la Misma Esencia de Dios. Cuando entendamos
eso de verdad, podremos cambiar el mundo.
El verdadero aprendizaje es constante y tan vital en su poder de producir cambios
que un Hijo de Dios puede reconocer su propio poder en un instante y cambiar el
mundo en el siguiente.
( T.7.V.7:5).
LECCIÓN 39 - 8 FEBRERO
“Mi santidad es mi salvación”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Mantenerte en contacto con tu santidad, que es tu salvación del infierno de la culpa.
Ejercicios más largos: 4 veces (se recomiendan más), de cinco minutos (se recomienda una
mayor duración).
Repite la idea.
Cierra los ojos y lentamente busca en tu mente pensamientos no amorosos,
pensamientos de cualquier clase que vayan acompañados de sentimientos negativos.
Esto incluye situaciones, acontecimientos o personalidades concretas asociados a
pensamientos de ira, preocupación o depresión. No hagas excepciones y trata a todos
ellos por igual. Con cada uno, di: “Mis pensamientos no amorosos acerca de ____ me
mantienen en el infierno. Mi santidad es mi salvación”. Tus pensamientos no amorosos
te mantienen en el infierno porque producen culpa. Tu santidad te salva al mostrarte que
tu verdadera naturaleza no ha sido afectada por el pecado ni por la culpa, y lo demuestra
al bendecir todo lo que ve.
Puesto que mantener la concentración te resulta difícil en esta etapa, puedes intercalar
esta práctica con varios periodos en los que sólo repites la idea lentamente, o te relajas y
no piensas en nada. Incluso puedes introducir alguna variación, como decir la misma
idea con distintas palabras. Sin embargo, asegúrate de que mantienes su significado
central: que tu santidad es tu salvación.
Termina repitiendo la idea y preguntándote a ti mismo: “Si la culpabilidad es el
infierno, ¿cuál es su opuesto?” (Para la respuesta, ver 4:2)
Recordatorios frecuentes: Por lo menos 3 o 4 por hora.
Pregúntate a ti mismo: “Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto?”. O repite la
idea. Preferiblemente las dos.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado a dar entrada a pensamientos no
amorosos.
Aplica la idea concretamente: “Mi santidad es mi salvación de esto”.
Comentario
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Lo opuesto al infierno es la salvación, lo contrario de la culpa es la santidad. Si la culpa es el
infierno, entonces la santidad debe ser la salvación. La pregunta es: ¿Creo realmente que la
culpa lo único que trae es dolor y sufrimiento? ¿O quizá creo que la culpa es útil en mi vida?
El Curso nos enseña que la culpa es la raíz de todos nuestros problemas, y sin embargo, al
principio ni siquiera sospechamos que la culpa sea la causa. Achacamos los problemas a cosas
muy distintas, pero raramente a la culpa. “De lo único que estabas seguro era de que entre las
numerosas causas que percibías como responsables de tu dolor y sufrimiento, tu culpabilidad no
era una de ellas” (T.27.VII.7:4). La culpa es el infierno. Esto es una parte importante de lo que
el Curso está intentando enseñarnos, una parte muy importante.
“Mientras de algún modo creas que está justificado considerar a otro culpable,
independientemente de lo que haya hecho, no buscarás dentro de ti, donde siempre encontrarías
la Expiación. A la culpabilidad no le llegará su fin mientras creas que está justificada. Tienes
que aprender, por lo tanto, que la culpabilidad es siempre demente y que no tiene razón de ser”.
(T.13.X.6:1-3)
“La salvación es escapar de la culpabilidad” (T.14.III.13:4).
“La culpabilidad no es salvación, sino una interferencia que no tiene ningún propósito”.
(T.14.III.1:4).
Quizás nos opongamos a ello. Algunos creen que la culpa es necesaria para evitar que obremos
mal, pero eso supone la existencia dentro de nosotros de algo inherentemente malvado y
perverso, algo que siempre hará cosas malas a menos que se mantenga enjaulado, o que sea
castigado cuando se porta mal. La culpa no tiene ninguna utilidad, la culpa es el infierno. Es de
la culpa que nos tenemos que escapar. La culpa no evita que nos portemos mal sino que nos
mantiene encerrados en ello. Es la culpa lo que nos ha llevado a la locura.
Como dice esta lección, si creyésemos totalmente esto de la culpa, entenderíamos de inmediato
el Texto y no necesitaríamos un Libro de Ejercicios. Tendríamos la salvación, completa, pues la
salvación es escapar de la culpa. Esto no es una parte del mensaje del Curso, es el mensaje en su
totalidad. Por eso es que mi santidad es mi salvación, la santidad es la liberación de la culpa.
Date cuenta de la importancia que le da la práctica a los “pensamientos no amorosos” (6:2; 7:1;
8:3). Los pensamientos no amorosos son pensamientos de culpa, ambos son producto de la
culpa y producen más culpa. La santidad es amorosa. Si mis pensamientos son no amorosos, me
sentiré temeroso y culpable; sustituirlos con pensamientos amorosos es mi salvación de la culpa.
Cuando nos demos cuenta del sufrimiento que nos están causando nuestros pensamientos no
amorosos, los abandonaremos.
Las instrucciones de la práctica de hoy son muy exigentes: un mínimo de 4 sesiones de cinco
minutos cada una, “Se te exhorta…a que esas sesiones sean más frecuentes y de mayor
duración” (5:1). Luego están las aplicaciones más cortas, “que deben llevarse a cabo unas 3 o 4
veces por hora o incluso más si es posible” (11:1). Además de usar la idea para responder a la
tentación de cada pensamiento no amoroso que cruce por nuestra mente. ¡La idea de hoy debe
ser muy importante! Debe ser muy difícil para nuestra mente asimilarla, por eso necesitamos
sumergir frecuentemente nuestra mente en este pensamiento.
LECCIÓN 40 - 9 FEBRERO
“Soy bendito por ser un Hijo de Dios”
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Instrucciones para la práctica
Propósito: Mantenerte en contacto con las cosas felices a las que tienes derecho como Hijo de
Dios.
Recordatorios frecuentes: Lo más deseable es cada 10 minutos.
Cierra los ojos (si es posible), repite la idea, y aplícate a ti mismo varias cualidades que
asocias con ser un Hijo de Dios. Por ejemplo: “Soy bendito por ser un Hijo de Dios. Soy feliz y
estoy en paz; soy amoroso y estoy contento”.
Observaciones: Puedes ver que realmente nos pide que hagamos la práctica hoy. Te anima a
que trates de mantener este horario (1:3). Nos recuerda que la práctica “no requiere ningún
esfuerzo ni mucho tiempo” (3:1). Y tiene tres recursos para cuando no hacemos o no podemos
hacer la práctica según las instrucciones:
1. Cuando notes que te has olvidado practicar, aunque sea por mucho tiempo, en lugar de
sentirte culpable por ello y abandonar, simplemente vuelve a la práctica de inmediato.
2. Si no puedes cerrar los ojos, lo que sucederá muy a menudo, no permitas que eso te
impida la práctica. Hazla con los ojos abiertos.
3. Si no hay bastante tiempo para hacer la práctica como se sugiere, simplemente repite la
idea. Eso supone sólo cuatro segundos.
Comentario
No se te puede pasar por alto la importancia que el Libro de Ejercicios le concede a intentar la
práctica según las instrucciones. En esta lección, cuya práctica es en cierto sentido más relajada
que la de ayer y en otro sentido una intensificación, no puedes leer estas palabras y pensar que
el autor cree que no importa si seguimos las instrucciones o no:
“Hoy no se requieren largas sesiones de práctica, sino muchas cortas y frecuentes. Lo ideal sería
una cada diez minutos, y se te exhorta a que trates de mantener este horario y a adherirte a él
siempre que puedas. Si te olvidas, trata de nuevo. Si hay largas interrupciones, trata de nuevo.
Siempre que te acuerdes, trata de nuevo”. (1:2-6)
Trata… trata… trata. Cuanto más a menudo repitamos la lección, mayor efecto tendrá en
nuestra mente. ¿Cómo puedes hacer un “curso en entrenamiento mental” (T.1.VII.4:1) sin una
disciplina mental? No puedes, es así de simple.
Al mismo tiempo date cuenta de que aquí no se “culpa” en absoluto. El autor espera (o permite)
nuestra indisciplina y nuestro olvido y nuestras “largas interrupciones” (1:5). Él sabe que no
tenemos disciplina, precisamente por eso es tan “necesaria” la práctica. Pero Él no nos juzga por
ello. Simplemente dice: “Si te olvidas, inténtalo de nuevo”. No dejes que tu olvido, aunque sea
durante largos periodos del día, sea una excusa para abandonarlo durante el resto del día. Cada
vez que nos acordemos, añadimos un eslabón a la “cadena eslabonada de perdón que, una vez
completa, es la Expiación (T.1.I.25:1).
Incluso llega a señalar que porque no puedas quedarte solo y cerrar los ojos, eso no es excusa
para no practicar. “Puedes practicar muy bien en cualquier circunstancia, si realmente deseas
hacerlo” (2:4).
La práctica de hoy es muy sencilla, simplemente, hacer afirmaciones positivas sobre nosotros
mismos: “Soy bendito por ser un Hijo de Dios. Estoy calmado y sereno; me siento seguro y
confiado” (3:7-8). Esto puede llevar 10 o 15 segundos, quizás un poco más para pensar en una
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nueva lista de cualidades que asocias con ser un Hijo de Dios: “Estoy sereno, soy competente e
inquebrantable”. “Soy alegre, radiante, y estoy lleno de amor”.
¿Puede alguno de nosotros considerar un sufrimiento realizar una práctica como ésta? Nuestro
ego sí, y se resistirá. Ya no estoy asustado, pero sigo sorprendiéndome de la variedad de
maneras que el ego encuentra para distraerme y evitar mis prácticas de felicidad, pues eso es
todo lo que estamos haciendo aquí. Observar la constante oposición del ego a mi felicidad es
algo que me convenció de esta línea del texto: “El ego no te ama” (T.9.VII.3:5).
Por razón de lo que yo soy, una extensión de Dios, tengo derecho a la felicidad. El ego tiene que
resistirse a esa idea porque su existencia depende de mi creencia de que yo me he separado de
Dios, por eso el ego quiero que yo sea desgraciado. Quiere que yo crea que no merezco ser feliz.
Quizás no quiere que yo sea completamente desgraciado, eso podría provocar que reconsiderara
todo. Sólo “un leve río de infelicidad”, como lo llama Marianne Williamson. Sólo un soplo de
tristeza y de impermanencia colándose hasta en mis mejores momentos. Justo lo suficiente para
evitar que escuche al Otro Tío que habla de mi unión con Dios. Y ciertamente no quiere que yo
sea feliz. Ser feliz es peligroso para el ego. Ser feliz significa que la separación no es verdad.
¡Y no lo es!
LECCIÓN 41 - 10 FEBRERO
“Dios va conmigo dondequiera que yo voy”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Ponerte en contacto con la Presencia de Dios dentro de ti, para que puedas
experimentar el hecho de que Él va contigo dondequiera que tú vas. Ésta es la verdadera
curación para todas las enfermedades humanas, que simplemente son síntomas de nuestra
ilusoria separación de Dios.
Ejercicios más largos: 1 sola vez, durante tres a cinco minutos, lo más pronto posible después
de levantarte.
Cierra los ojos, repite la idea muy lentamente.
Luego deja que tu mente se quede en blanco y centre toda su atención en sumergirse
muy profundamente hacia dentro. Pasa de largo toda la nube de pensamientos dementes
que hay en la superficie de tu mente y vete hacia la Presencia de Dios en el centro de
quietud de tu mente. “Trata de llegar hasta lo más profundo de tu mente, manteniéndola
despejada de cualquier pensamiento que pudiera distraerte” (6:6). Repite la idea de vez
en cuando si eso te ayuda, pero pasa la mayor parte del tiempo deseando sumergirte
suavemente en el centro de tu mente, donde todo está en calma. Mantén en tu mente la
confianza de que puedes hacerlo, pues llegar a este lugar es más natural que cualquier
cosa de este mundo. Cuando surjan pensamientos, simplemente pásalos de largo
mientras te sumerges hacia dentro. Repetir la idea te ayudará a que desaparezcan esos
pensamientos.
Observaciones: Éste es el primer ejercicio de meditación del Libro de Ejercicios. Éste es
“nuestro primer intento” (5:3) de llegar a la luz dentro de nosotros. Como esta cita sugiere, esta
práctica es extremadamente importante en el Libro de Ejercicios. El párrafo 8 claramente señala
que entraremos más en “este tipo de práctica” (8:6), recibiendo más instrucciones sobre ella, y
progresando en ella, hasta llegar al momento en que “siempre tiene éxito” (8:5).
Recordatorios frecuentes: A menudo.
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Repite la idea según las instrucciones del párrafo 9. Para que lo experimentes, sugiero que la
repitas ahora siguiendo las instrucciones que vienen a continuación, las cuales están sacadas del
párrafo 9:
Repite la idea “muy lentamente, preferiblemente con los ojos cerrados”.
Repítela de nuevo y “piensa en lo que estás diciendo, lo que las palabras significan”.
Repite las palabras de nuevo y “concéntrate en la santidad que dan por sentado sobre
ti”. “Si Él va contigo y Él es santo, entonces tú eres santo”.
Repítelas de nuevo, concentrándote “en la segura compañía que tú tienes”.
Repítelas de nuevo, concentrándote “en la protección completa que te rodea”.
Respuesta a la tentación: Siempre que tengas pensamientos de miedo.
Recuerda la idea. Si realmente aceptas el significado, podrás reírte de los miedos que un
instante antes parecían tan terribles.
Comentario
Numerosos problemas parecen haber surgido de nuestra percepción de nosotros mismos como
separados de Dios. La sensación de soledad y abandono, depresión, ansiedad, preocupación,
indefensión, infelicidad, sufrimiento, e intenso miedo a la pérdida, todos proceden de este
problema raíz. Si miramos a las cosas objetivamente, pasamos la mayor parte de nuestra vida
con diversos modos de intentar burlar y superar estos problemas.
“Pero la única cosa que no has hecho es poner en duda la realidad del problema. Los efectos de
éste, no obstante, no se pueden sanar porque el problema no es real”. (2:2-3).
Un maestro espiritual Adi Da (también conocido como: Da Free John) una vez escribió un libro
titulado: “La Enfermedad Imaginaria que la Religión Busca Curar”. Eso es la separación: una
enfermedad imaginaria. ¿Cómo se puede curar una enfermedad que no existe realmente? La
respuesta es lógica: no se puede. No hay cura porque no hay enfermedad. Por eso todos nuestros
intentos de “curarnos” a nosotros mismos no funcionan. No podemos encontrar el camino de
“regreso” a Dios porque Él nunca nos ha abandonado, Dios va con nosotros dondequiera que
vamos. Todos nuestros conflictos y dramas son una insensatez, “por muy serias y trágicas que
parezcan ser sus manifestaciones” (2:5).
En lo más profundo de tu interior yace todo lo que es perfecto, presto a irradiar a
través de ti sobre el mundo. Ello sanará todo pesar y dolor, todo temor y toda
sensación de pérdida porque curará a la mente que pensaba que todas esas cosas
eran reales y que sufría debido a la lealtad que les tenía. (3:1-2)
Llevamos la “cura” para nuestra enfermedad en lo más profundo de nuestro interior. Esta “cura”
sana, no venciendo a la “enfermedad”, sino convenciéndonos de que no hay enfermedad. Dios
siempre está con nosotros. ¿Cómo podríamos estar separados en modo alguno del Infinito?
¿Cómo podríamos estar alguna vez separados de Todo Lo Que Es? La sola idea es demente e
imposible.
Comprendemos que no creas nada de esto. ¿Cómo ibas a creerlo cuando la verdad
se halla oculta en lo profundo de tu interior, cubierta bajo una pesada nube de
pensamientos dementes, densos y turbios que representan, no obstante, todo lo que
ves? Hoy intentaremos por primera vez atravesar esa obscura y pesada nube y
llegar a la luz que se encuentra más allá de ella. (5:1-3)
¡Qué tranquilizador es que nuestro Maestro nos diga que él entiende nuestra falta de fe! Quizás
tenemos una creencia intelectual en la Presencia de Dios en todo, pero no creemos que sea el
núcleo central, de manera que haga desaparecer todo nuestro miedo, pesar, dolor y pérdida.
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Necesitamos la práctica de esta lección: para ayudarnos a “atravesar esta nube obscura y
pesada” y para que surja la luz del conocimiento de nuestra unión con Dios (5:3).
Esta lección es la primera introducción del Curso de la práctica de lo que podríamos llamar
meditación clásica. Aunque el Curso no le da a tal meditación un enfoque principal, no hay duda
de que le da una gran importancia. En el Curso, la meditación consiste en sentarse con los ojos
cerrados y, “no pensar en nada en particular” (6:4), sino intentar entrar en lo más profundo de tu
propia mente, sumergiéndose hacia abajo y adentro, mientras tratas de mantener la mente “libre
de cualquier pensamiento que pueda desviar tu atención” (6:6). Como se ha afirmado, el
propósito es volverse consciente de la luz dentro de nosotros mismos. O, en palabras más
corrientes, experimentar la sensación de la Presencia de Dios con nosotros. Estamos intentando
llegar a Dios hoy.
Claramente, si la idea de la Presencia de Dios significa la desaparición de nuestra soledad,
podemos esperar desarrollar una sensación clara y palpable de Alguien Que siempre está con
nosotros, en cada momento. Cuando empezamos a desarrollar esta sensación podemos sentirnos
tentados a creer que es nuestra propia imaginación. ¡No es imaginación! Es la ausencia de Su
Presencia lo que es imaginario.
Ciertamente puedes reírte de los pensamientos de miedo, al recordar que Dios va
contigo dondequiera que tú vas. (10:1)
LECCIÓN 42 - 11 FEBRERO
“Dios es mi fortaleza. La visión es Su regalo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta de que la visión no procede de ti sino de la fortaleza de Dios en ti, y
que por lo tanto puedes recibirla en cualquier circunstancia y que no puedes dejar de recibirla
finalmente.
Ejercicios más largos: 2 veces, de tres a cinco minutos, por la mañana (temprano) y por la
noche (tarde).
Repite la idea lentamente, mirando a tu alrededor. Cierra los ojos y repítela de nuevo
más lentamente todavía.
Luego hazte a un lado y deja que vengan a tu mente sólo los pensamientos relacionados
con la idea. No hagas ningún esfuerzo ni intentes activamente que se te ocurran. “Trata
sencillamente de hacerte a un lado y dejar que te vengan a la mente por su cuenta” (6:2).
Me resulta útil repetir la idea y observar el principio de un pensamiento relacionado
surgir en algún lugar de mi mente durante la repetición.
Si tu mente se distrae, repite la idea e inténtalo de nuevo. Si dejan de aparecer
pensamientos relacionados, repite la idea con los ojos abiertos y luego con los ojos
cerrados como al principio. Si no aparece ningún pensamiento relacionado,
simplemente repite esta fase del comienzo una y otra vez.
Observaciones: Ésta es nuestra primera práctica larga de dejar que vengan pensamientos
relacionados (que ya se introdujo en la Lección 38). Con el tiempo, el Libro de Ejercicios
intentará hacer de esta práctica una parte habitual del conjunto de nuestro repertorio.
Recordatorios frecuentes: Cuanto más a menudo, mejor.
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Repetir la idea, que consiste de dos partes, empezará a mostrarte que todas las partes del
Curso están juntas dentro de un todo unificado. También te recordará que la meta del Curso, la
visión, es una prioridad verdadera para ti.
Comentario
Pregunta: ¿Por qué no podemos fracasar en alcanzar la meta de este curso?
Respuesta: Porque Dios quiere que la alcancemos.
Si esa respuesta te suena humillante de algún modo, no te sorprendas de tener esa reacción. Con
nuestra mente llena del pensamiento del ego, puede parecernos personalmente insultante que se
nos diga que la garantía de nuestro éxito es que “Dios lo quiere así”, como si no tuviéramos
ninguna elección en el asunto. Pero el hecho es que no la tenemos.
Como dice la Introducción al Texto:
“Es un curso obligatorio. Sólo el momento en que decides tomarlo es voluntario. Tener libre
albedrío no quiere decir que tú mismo puedas establecer el plan de estudios. Significa
únicamente que puedes elegir lo que quieres aprender en cualquier momento dado”. (T.In.1:2-5)
El programa de estudios del Curso es aprender quiénes somos, y no tenemos nada que decir en
lo que se refiere a ello, no podemos cambiar nuestra verdadera naturaleza. La única elección
está en cuánto tiempo nos lleve aceptar el hecho de lo que somos, en lugar de intentar ser algo
que no somos.
El Texto habla de cómo la idea de la separación echó raíces en nuestra mente cuando nos
negamos a aceptarnos a nosotros mismos como creaciones de Dios y quisimos crearnos a
nosotros mismos. Todavía estamos luchando en la misma batalla insensata. Todavía nos parece
insultante que nos digan que el resultado es inevitable, que somos las creaciones de Dios y que
no podemos ser otra cosa, no importa cuánto podamos desearlo.
Es la fuerza de Dios, no la nuestra, la que nos da nuestro poder. No podemos darnos la visión a
nosotros mismos, pero tampoco podemos rechazar para siempre Su regalo. Su regalo para
nosotros. Por mucho que nos resistamos, al final nos rendiremos. Y si colaboramos, nuestro
éxito está garantizado.
Werner Erhard, el fundador de E. S. T., dijo una vez que es mucho más fácil dejarse llevar por
el caballo en la dirección que va. Eso es lo que el Curso nos pide que hagamos, que unamos
nuestra voluntad a la de Dios, y que reconozcamos que en verdad queremos lo que Él quiere
darnos y ya nos ha dado. “Lo que Él da, es verdaderamente dado” (2:1).
Si podemos aceptar que nuestra voluntad y la de Dios son la misma, podemos entrar en la vida
espiritual como algo seguro. Podemos decir: “La visión tiene que ser posible. Dios da
verdaderamente” (4:5-6). O “Los regalos que Dios me ha hecho tienen que ser míos porque Él
me los dio” (4:7). Podemos andar por la vida con una serena seguridad. “Los que están seguros
del resultado final pueden permitirse el lujo de esperar, y esperar sin ansiedad” (M.4.VIII.1:1).
Hay una idea que aparece a la mitad de esta lección, aparentemente sin ninguna relación,
aunque está muy estrechamente relacionada. “Tu paso por el tiempo y por el espacio no es al
azar. No puedes sino estar en el lugar perfecto, en el momento perfecto” (2:3-4). Cuanto más
sigues este camino (y semejantes), más sabes que esto es absolutamente verdad. No hay
acontecimientos al azar, todo tiene un propósito. ¡Y no se te puede pasar por alto! No lo puedes
fastidiar. Por supuesto que puedes cometer errores, el Curso es muy claro sobre esto. Nos dice:
“Hijo de Dios, no has pecado, pero sí has estado muy equivocado” (T.10.V.6:1). Pero hasta
nuestros errores pueden ser usados por el Espíritu Santo en nuestro beneficio: “El Hijo de Dios
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no puede tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda utilizar a su favor”
(T25.VI.7:5). Aunque tomes la decisión “equivocada”, no ha sucedido nada en la realidad, no ha
habido ningún daño permanente. “Lo único que se puede perder es el tiempo, el cual, en última
instancia no tiene ningún sentido” (T.26.V.2:1) El Espíritu Santo puede tomar cualquier cosa
que Le ofrezcas y utilizarla en tu favor.
Así que no puedes evitar estar en el lugar perfecto, en el momento perfecto; puedes relajarte
tranquilamente en la vida y disfrutar del espectáculo, en lugar de estar ansioso y preocupado por
él. ¿Por qué es así? Por razón de la fuerza de Dios y de Sus regalos. Que alcances la meta es Su
Voluntad, y lo que Dios quiere, Dios lo hace. Después de todo, ¡Él es Dios!
Todavía otro comentario: en las instrucciones para la práctica se te pide que dejes surgir
cualquier pensamiento relacionado con la idea de hoy; este tipo de ensayo con pensamientos
relacionados es otro tipo de meditación que es bastante frecuente en el Libro de Ejercicios.
Luego dice: “De hecho, puede que te asombre la cantidad de entendimiento relacionado con el
Curso que algunos pensamientos reflejan” (5:2).
Sin embargo, también puede que estés intrigado por ¡qué diablos significan! La primera vez
que intenté este ejercicio mi mente se quedó en blanco. Recuerda que el Libro de Ejercicios a
menudo supone que has estudiado (no sólo leído, sino estudiado) el Texto antes de empezar
estos ejercicios. No es un requisito, pero se da por sentado que es lo habitual.
Para cualquiera que haya estudiado el Texto o que esté repitiendo el Libro de Ejercicios,
surgirán fácilmente pensamientos relacionados. Si después de intentar encontrar pensamientos
relacionados durante un minuto o dos, no te vienen fácilmente, sigue el consejo que se da un
poco más adelante en la lección: “Si eso te resulta difícil, es mejor pasar la sesión de práctica
alternando entre repeticiones lentas de la idea con los ojos abiertos y luego con los ojos
cerrados, que esforzarte por encontrar pensamientos adecuados” (6:3). La presencia de este tipo
de instrucción muestra que las lecciones pueden adaptarse a personas que no hayan estudiado el
Texto en profundidad.
LECCIÓN 43 - 12 FEBRERO
“Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Recordar tu función.
Ejercicios más largos: 3 veces, de cinco minutos cada una, por la mañana (tan pronto como
puedas), por la noche (tan tarde como te sea posible), y otra entre medias (cuando tu buena
disposición y las circunstancias lo permitan).
Primera fase: Repite la idea, luego mira a tu alrededor, aplicándola concretamente y
sin distinciones a cualquier cosa que veas. Con cuatro a cinco objetos será suficiente.
Segunda fase: Cierra lo ojos, repite la idea, y deja que te vengan pensamientos
relacionados. Su propósito es enriquecer la idea “en tu propio estilo personal” (5:2).
No necesitan ser repeticiones, o estar relacionadas claramente con ella, pero no pueden
contradecirla. Si tu mente empieza a distraerse o a quedarse en blanco, repite la
primera fase del ejercicio y luego la segunda fase de nuevo. No permitas que el
periodo de práctica se convierta en una sesión de distracción de la mente, así que
estate dispuesto a hacer esto tantas veces como lo necesites.
Recordatorios frecuentes: Puedes elegir una de estas tres formas:
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1. Cuando estás con alguien, amigo o “desconocido”, dile en silencio: “Dios es
mi Fuente. No puedo verte separado de Él”.
2. Aplica la idea a una situación o acontecimiento, diciendo: “Dios es mi Fuente.
No puedo ver esto separado de Él”.
3. Si no se presenta ningún sujeto en particular, simplemente repite la idea.
Observaciones: Intenta no dejar largas interrupciones en las repeticiones de la idea. Éste es un
objetivo de entrenamiento importante en el Libro de Ejercicios. Lo mismo se pedía en la
Lección 36 (2:2).
Repetir la idea cuando te encuentras con alguien requiere estar muy consciente, pero puede
hacerse y cambiará la calidad del encuentro.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas angustiado por un acontecimiento o situación.
Aplica la idea concretamente: “Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él”.
Comentario
Todo lo que llamamos “ver” es percepción, no es conocimiento. La percepción no nos muestra
la verdad, en el mejor de los casos nos muestra un símbolo de la verdad. En el Curso,
“conocimiento” es algo que pertenece al reino de la perfección, o Cielo; no es posible tener
conocimiento, porque este mundo no es verdad. Todo el propósito del Curso está centrado en
llevarnos de la percepción falsa a la percepción verdadera; únicamente cuando nuestra
percepción haya sido completamente limpiada, estaremos preparados para la transferencia al
conocimiento.
Sin el Espíritu Santo, la percepción seguiría siendo falsa. Pero debido a que Dios ha colocado
este vínculo con Él Mismo en todas nuestras mentes, la percepción puede purificarse para que
nos lleve al conocimiento.
En el Cielo o en Dios no existe la percepción, sólo el conocimiento. Para ver se necesitan dos: el
que ve y lo que ve, lo cual es una dualidad, una separación que no existe en la verdad. Sin
embargo, “en la salvación”, nuestra experiencia en este mundo, “la percepción tiene un
propósito sumamente importante” (2:3). Aunque nosotros hicimos la percepción para “un
propósito no santo” (2:4), para fabricar las ilusiones que pensamos ahora que son reales, El
Espíritu Santo puede usar la percepción para devolvernos la consciencia de nuestra santidad.
¿Recuerdas la Lección 1? “Nada de lo que veo significa nada”. Eso es porque “la percepción no
tiene significado” (2:5). Toda percepción carece de significado, “sin embargo, el Espíritu Santo
le otorga un significado muy parecido al de Dios” Sin significado, pero no inútil. Durante el
proceso de devolverle nuestra mente a Dios, el Espíritu Santo trabaja con nuestra percepción,
“dándole un significado muy cerca del de Dios” (2:6). En lugar de intentar por nuestra cuenta
entender lo que vemos, necesitamos hacernos a un lado y dejar que el Espíritu Santo escriba Su
significado sobre todo. Visto con Él, todo nos muestra a Dios.
Sin Dios, pensamos que vemos, pero realmente no vemos nada. Vemos nada que parece algo, y
a la que le damos nuestros significados, significados que nos engañan. “No puedo ver separado
de Él”. Puedo pensar que veo, pero lo que parece que yo veo no es ver, es alucinar. Con Dios,
verdaderamente puedo ver. Con Dios, puedo percibir un reflejo claro de la verdad en todo lo que
contemplo. Esa percepción de la verdad es el medio por el que puedo perdonar a mi hermano.
Si lo pido, lo veré.
Para alcanzar la verdadera visión no necesito hacerme parte de Dios o unirme a Él, como si yo
estuviera haciendo un cambio de un estado separado a un estado unificado. No, todo lo que
tengo que hacer es reconocer que ya soy uno con Él. Al aceptar esa realidad sobre mí mismo, la
visión ya es mía. Va junto con mi estado natural.
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Lo que veo cuando pienso que estoy separado de Dios no es visión porque estar separado de
Dios es una ilusión, así que lo que “veo” es una ilusión. “No puedo ver separado de Él”. (4:8).
Una vez más se nos lleva a un periodo en el que dejamos que surjan en nuestra mente
pensamientos relacionados. El Curso nos anima a que pongamos sus ideas con nuestras propias
palabras, y extenderlas y adornarlas para nuestro propio uso personal. A veces, la forma
“cambiada” de la lección puede ser más efectiva para tu práctica que la original. Debemos
sentirnos libres para personalizar de este modo las lecciones del Libro de Ejercicios. Es una
herramienta que se pretende que usemos para hacer que las lecciones sean más significativas
personalmente.
LECCIÓN 44 - 13 FEBRERO
“Dios es la luz en la que veo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Ponerte en contacto con la luz dentro de ti, que te permite ver con la verdadera
visión.
Ejercicios más largos: Al menos 3 veces, de tres a cinco minutos (se recomienda más tiempo si
no produce tensión).
Repite la idea, luego cierra los ojos lentamente, repitiendo la idea varias veces más.
El resto de la práctica requiere que te sumerjas dentro de tu mente. Me resulta útil
pensar en este sumergirse como que tiene tres aspectos:
1. Baja para abajo y hacia dentro, dejando a un lado tus pensamientos de la
superficie y en dirección hacia la luz de Dios muy profundo dentro de tu mente.
Mientras haces esto, “trata de pensar en la luz, sin forma y sin límites” (10:2).
Si tu meditación tiene éxito, experimentarás una sensación de aproximarte o
incluso entrar en ella.
2. No te permitas distracciones. Esto es importantísimo. Mientras pasas de largo
tus pensamientos, obsérvalos sin darles importancia, “y pásalos de largo
tranquilamente” (7:5). No tienen poder para retenerte. Si aparece resistencia,
repite la idea. Si surge miedo, abre los ojos brevemente y repite la idea. Luego
vuelve al ejercicio.
3. Mantén en la mente una actitud de que lo que estás haciendo es algo muy
importante, de un valor incalculable, y que es muy sagrado. Esta actitud es más
importante que los detalles de la técnica.
Observaciones: Éste es el segundo ejercicio de meditación del Libro de Ejercicios (el primero
fue la Lección 41), y puedes ver la inmensa importancia que se le da aquí, especialmente en los
párrafos 3-5. Puede que nos resistamos a esta práctica, porque requiere una disciplina que
nuestra mente todavía no tiene, y porque significa abandonar nuestros pensamientos del ego y
las creencias que hay detrás. Pero éstas son las verdaderas razones por las que esta práctica es
tan importante.
Recordatorios frecuentes: Frecuentes; estate completamente decidido a no olvidarte.
Repite la idea con los ojos abiertos o cerrados, como mejor te parezca.
Comentario
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El primer párrafo presenta una imagen bastante sorprendente de lo que es este mundo que
vemos. Dice que nosotros hicimos la obscuridad, y luego pensamos que podíamos ver en ella.
“Para poder ver tienes que reconocer que la luz se encuentra en tu interior y no afuera. No
puedes ver fuera de ti, ni tampoco se encuentra fuera de ti el equipo que necesitas para poder
ver” (2:1-2). Lo que llamamos luz no es verdadera luz. La luz no está fuera de nosotros, sino
que está dentro de nosotros. No es física, es espiritual. Y verdaderamente no vemos con los ojos
físicos, sino con la visión interna.
La luz para la visión verdadera está dentro de nosotros, y el objetivo de la lección de hoy es
alcanzar esa luz interna. Una vez más el Libro de Ejercicios nos lleva a un ejercicio experiencial
de meditación. Este tipo de meditación y la experiencia que busca producir es un componente
muy importante de la práctica del Curso. La importancia que se le da no tiene nada de
sorprendente.
Se nos dice que es una forma de ejercicio que “vamos a utilizar cada vez más” (3:2). “Y
representa uno de los objetivos principales del entrenamiento mental (3:3). Las sesiones más
largas se “recomiendan enfáticamente” (4:2). Se nos pide con insistencia que continuemos a
pesar de la “gran resistencia” (5:2). Representa “tu liberación del infierno” (5:5). Se nos
recuerda “la importancia de lo que estás haciendo, el inestimable valor que tiene para ti” (8:1), y
que “estás intentando hacer algo muy sagrado” (8:1). La lección termina con estas palabras:
“Pero no te olvides de repetirla. Sobre todo, decídete hoy a no olvidarte” (11:2-3). Es imposible
no ser conscientes de que Jesús, como autor, considera que este tipo de práctica de meditación
excepcionalmente importante.
¿Por qué? Hay algunas aclaraciones en la lección. En el tercer párrafo, la lección indica que esta
clase de ejercicio: sentado en perfecta quietud, sumergiéndose hacia adentro, pasando de largo
nuestros pensamientos sin ocuparnos de ellos “Es especialmente difícil para la mente
indisciplinada” (3:3). Es difícil porque “requiere precisamente lo que le falta a una mente sin
entrenar” (3:4). Es esta dificultad la que demuestra nuestra necesidad de hacerla, tal como
quedarte sin aliento cuando corres cincuenta metros te demuestra que necesitas ejercicios
aeróbicos. “Si has de ver, dicho entrenamiento tiene que tener lugar” (3:5). En otras palabras, la
práctica de la meditación es un requisito para desarrollar la visión interna. ¿Cómo podemos ver
con la visión interna si no sabemos cómo encontrar la luz interna?
Éstos son ejercicios de entrenamiento. Al principio nos parecerá difícil. Encontraremos
resistencia. El ejercicio se considera un intento (3:1) para alcanzar la luz, indicando que se
comprende que es posible que no tengamos una auténtica experiencia de luz inmediatamente,
como tampoco correríamos un maratón las primeras veces que nos entrenamos para correr. Es
un objetivo de nuestra mente el entrenarse para alcanzar la luz, y probablemente no
alcanzaremos nuestro objetivo inmediatamente; aunque es “la más natural y fácil del mundo
para la mente entrenada” (4:3). Estamos en el proceso de adquirir el entrenamiento que hará que
llegar a la luz parezca fácil y natural, pero ahora no es así porque nuestra mente está todavía sin
disciplinar.
No estamos “completamente sin entrenar” (5:1). Si hemos estado siguiendo las instrucciones,
hemos tenido 43 días de práctica que nos ha traído a este día. Sin embargo, podemos
encontrarnos “con una gran resistencia (5:2). Para el ego lo que estamos haciendo es como “una
pérdida de identidad y un descenso al infierno” (5:6). Pero estamos intentando llegar a Dios,
Que es la luz en la que podemos ver, eso no es una pérdida. Es escaparse de la obscuridad.
Cuando empezamos a acumular experiencias de luz, de sentir la relajación, de sentir nuestro
acercamiento a la luz, e incluso ser conscientes de estar entrando en ella, sabremos de qué está
hablando el Curso. Y la anhelaremos cada vez más. No hay nada como la experiencia. Estos
instantes santos son anticipos del Cielo, visiones fugaces de la realidad. Nos motivarán en
nuestro camino más que ninguna otra cosa. Hay una sensación de realidad tan real que lo que
antes parecía real, en comparación, palidece como sombras imaginarias. Cuando hayamos
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entrado en la luz, reconoceremos que hemos estado en la oscuridad, pensando que era la luz.
Esto es lo que da a estas experiencias su “valor incalculable”.
LECCIÓN 45 - 14 FEBRERO
“Dios es la Mente con la que pienso”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Experimentar tus pensamientos reales, los que piensas con la Mente de Dios.
Ejercicios más largos: 3 veces, de cinco minutos cada uno.
Repite la idea mientras cierras los ojos. Luego añade cuatro o cinco pensamientos
relacionados (recuerda las instrucciones de las Lecciones 42 y 43 de dejar que
pensamientos relacionados te vengan).
Luego repite la idea de nuevo y di: “Mis pensamientos reales están en mi mente. Me
gustaría encontrarlos”.
Luego utiliza la misma técnica de meditación que se te enseñó en las Lecciones 41 y
44. De nuevo, es útil pensar en ella como que tiene tres aspectos:
1. Sumérgete más allá de la obscura capa de tus pensamientos sin significado e
irreales; ve más allá a los pensamientos eternos y sin límites que piensas con
Dios.
2. Cuando tu mente se distraiga, retírala de lo que te distrae. Te resultará útil
repetir la idea.
3. Por encima de todo, ten una actitud segura en la mente. Confianza: No dejes
que tus pensamientos del mundo te impidan hacerlo. No puedes fracasar porque
Dios quiere quetriunfes. Deseo: Llegar a este lugar dentro de ti es el verdadero
deseo de tu corazón. Santidad: Acércate como lo harías a un altar sagrado en el
que Dios y Su Hijo piensan juntos. “Recordarte a ti mismo que esto no es un
juego inútil, sino un ejercicio de santidad y un intento de alcanzar el Reino de
los Cielos” (8:7).
Recordatorios frecuentes: Lo ideal es pasar uno o dos minutos.
Repite la idea. Luego apártate de tus habituales pensamientos no santos y pasa un rato
pensando en la santidad de tu mente. Piensa en lo santa que debe ser si piensa con la Mente de
Dios.
Comentario
En cierto modo, las lecciones están intentando causarnos cierta desorientación. Nuestro
pensamientos reales “no tienen nada que ver con los pensamientos que piensas que piensas, de
la misma manera en que nada de lo que piensas que ves guarda relación alguna con la visión”
(1:2). Si mis pensamientos no son reales y lo que veo no es real, ¿a qué puedo aferrarme? A
nada en absoluto. Esto puede parecer aterrador; casi como si yo fuese uno de los personajes en
una novela de misterio que está siendo atacado por alguien que intenta volverle loco, haciéndole
creer que está alucinando y viendo cosas que no existen.
En realidad, aunque el intento de des-hacer nuestra orientación mental es semejante, el Curso
intenta justo lo contrario. Está intentando volvernos cuerdos, no locos. Ya estamos locos.
Estamos alucinando e imaginando cosas que no están ahí, y el Curso está intentando romper
nuestra creencia obsesiva de que son reales.
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Por debajo de la capa protectora del engaño que hemos puesto; la realidad es una mente
completamente sana que piensa pensamientos completamente cuerdos y que únicamente ve la
verdad. Nuestros pensamientos reales son los pensamientos que pensamos con la Mente de
Dios, compartiéndolos con Él. Los pensamientos no abandonan la mente, por lo tanto, deben
estar todavía ahí. Nuestros pensamientos son los pensamientos de Dios, y los pensamientos de
Dios son eternos. Si esos pensamientos están ahí podemos encontrarlos. Podemos sacar nuestros
pies del barro pegajoso de nuestros pensamientos y ponerlos sobre roca firme. Podemos estar
casi completamente fuera del alcance de estos pensamientos originales y eternos, pensamientos
completamente de acuerdo con la Mente de Dios, pero Dios quiere que los encontremos. Por lo
tanto, debemos ser capaces de encontrarlos.
Ayer buscábamos la luz dentro de nosotros, una idea muy abstracta. Hoy buscamos nuestros
propios pensamientos reales. Eso nos acerca un poco más la comprensión de lo abstracto: no
sólo “la luz” sino mis propios pensamientos, algo que es parte de mí y que representa a mi
verdadera naturaleza.
¿Cómo sería un pensamiento que estuviera en perfecta armonía con la Mente de Dios? Eso es lo
que estamos intentando encontrar y experimentar hoy. Y si somos honestos, tendremos que
admitir que los pensamientos de los que somos conscientes la mayoría de las veces no
pertenecen para nada a esa clase. Nuestros pensamientos están llenos de miedo, inseguridad,
totalmente a la defensiva, demasiado ansiosos y desesperados, y por encima de todo demasiado
cambiantes como para decir que son pensamientos que compartimos con Dios.
Un pensamiento que procede de la Mente de Dios debe ser de perfecta armonía, total paz,
completa seguridad, total bondad, y perfecta estabilidad. Estamos intentando localizar ese
centro de pensamiento en nuestra mente. Estamos intentando encontrar pensamientos de esta
naturaleza dentro de nosotros mismos.
Una vez más, practicamos el sumergirnos en la quietud, pasar de largo todos los pensamientos
irreales que ocultan la verdad en nuestra mente, y llegar a lo eterno que está en nuestro interior.
Éste es un ejercicio sagrado, y que deberíamos tomarnos muy en serio, aunque no con tristeza,
pues es un ejercicio de puro gozo. Dentro de mí hay un lugar que nunca cambia, un lugar que
siempre está en paz, siempre brillando con el brillo del amor. ¡Y hoy, Oh Dios, sí hoy, yo quiero
encontrar ese lugar! Hoy quiero tocar esa base sólida en el centro de mi Ser y conocer su
estabilidad. Hoy quiero encontrar mi Ser.
LECCIÓN 46 - 15 FEBRERO
“Dios es el Amor en el que perdono”
Instrucciones para la práctica
Ejercicios más largos: Al menos 3 veces, de cinco minutos completos.
Repite la idea mientras cierras los ojos. Busca en tu mente aquellas personas que no has
perdonado completamente. Esto no debería resultarte difícil, la falta de amor total es
una señal de que no has perdonado. A cada uno dile: “Dios es el Amor en el que te
perdono, (nombre)”. Esto te “colocará en una posición desde la que puedes perdonarte
a ti mismo (5:1).
Después de un minuto o dos de hacer esto, dite a ti mismo: “Dios es el Amor en el que
me perdono a mí mismo”. Luego pasa el resto del tiempo dejando que tu mente plantee
pensamientos relacionados con esta idea. No necesita ser una repetición, pero tampoco
te alejes demasiado de ella. Sigue las instrucciones recibidas sobre dejar que surjan
pensamientos relacionados.
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Termina repitiendo la idea original.
Recordatorios frecuentes: Tantos como puedas.
Repite la idea, en la forma original o en forma de un pensamiento relacionado con ella.
Respuesta a la tentación: Cuando tengas una reacción negativa hacia alguien, tanto si esa
persona está presente como si no (7:3).
Dile a esa persona silenciosamente: “Dios es el Amor en el que te perdono”.
Comentario
La totalidad de la enseñanza del Curso sobre el principio de la Expiación está contenida en la
primera frase: “Dios no perdona porque nunca ha condenado”. Una y otra vez el Curso insiste
en que Dios no es un Dios de venganza, que Dios no está enfadado con nosotros, que Él no sabe
nada de castigos. Dios no condena, nunca lo ha hecho. Su corazón permanece eternamente
abierto a nosotros. A mí concretamente.
En este mundo de ilusiones, donde la condena de unos a otros se ha convertido en un modo de
vida (¿o de muerte?), el perdón es necesario; no el perdón de Dios sino el nuestro propio. El
perdón es el modo en que nos liberamos de las ilusiones. Toda condena es condena de uno
mismo, la culpa que vemos en otros es nuestra propia condena a nosotros mismos reflejada
fuera y que nos vuelve; y al liberar a los otros de la condena, nos liberamos nosotros. “De la
misma manera en que sólo te condenas a ti mismo, de igual modo, sólo te perdonas a ti mismo
(1:5).
Como lecciones posteriores aclararán, nuestro propósito en este mundo es traerle el perdón,
liberarlo de la carga de culpa que le hemos echado encima. Esto es lo que devuelve nuestra
mente a la consciencia de Dios. Encontramos a Dios al liberar a aquellos a nuestro alrededor,
librándolos de nuestros juicios, y reconociéndolos como la creación perfecta de Dios junto con
nosotros. “Dios… y la forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo” (T.11.IV.7:2).
Liberar a todos los que conozco de las cadenas de mis juicios es lo que me permite perdonarme
a mí mismo (5:1). Me envuelve una cálida sensación por dentro cuando digo: “Dios es el Amor
en el que me perdono a mí mismo” (5:3). Puede que incluso no sea consciente de ninguna culpa,
pero cuando me bendigo a mí mismo con el perdón, algo se derrite, y sé que el perdón era
necesario. Hay una crítica a uno mismo, de la que no soy consciente, pero que siempre está ahí;
y cuando me adentro en ella imaginando el Amor de Dios derramándose sobre mí como oro
líquido, conociendo y aceptando (quizá justo en ese preciso momento) Su total aceptación de
mí, rara es la vez que no se me escapan lágrimas de gratitud.
LECCIÓN 47 - 16 FEBRERO
“Dios es la fortaleza en la que confío”
Instrucciones para la práctica
Propósito: “Llegar más allá de tu debilidad hasta la Fuente de la verdadera fortaleza” (4:1),
para que ganes confianza frente a todos los problemas y decisiones.
Ejercicios más largos: 4 veces (se anima a hacer más), durante cinco minutos (se alienta a que
sean más largos).
Cierra los ojos y repite la idea.
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Busca en tu mente situaciones que te produzcan miedo. Abandona cada una de ellas
diciendo: “Dios es la fortaleza en la que confío”. Haz esto durante uno o dos minutos.
El resto del tiempo es otro ejercicio de meditación. Sumérgete muy profundo en tu
mente, por debajo de todos tus pensamientos de preocupación, que se basan en tu
sensación de insuficiencia. Llega por debajo de ellos a un lugar en donde nada está
fuera del alcance de tu fortaleza, porque la fortaleza de Dios vive en ti. Puedes
imaginarte que te estás sumergiendo por debajo de las aguas revueltas de la superficie a
la profundidad en calma donde todo está tranquilo. “Reconocerás que has llegado
cuando sientas una profunda sensación de paz, por muy breve que sea” (7:2). (Como en
instrucciones anteriores) acuérdate de retirar tu mente de las distracciones, cuando sea
necesario, y de mantener en la mente una actitud de confianza y deseo.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea.
Respuesta a la tentación: Cuando surja cualquier alteración.
Repite la idea, recordando que tienes derecho a la paz porque estás confiando en la fortaleza
de Dios, no en la tuya.
Comentario
Se cuenta en el Evangelio de Juan que Jesús dijo: “El Hijo no puede hacer nada por sí mismo, a
menos que sea algo que ha visto hacer al Padre… Yo no puedo hacer nada por mi propia
iniciativa; tal como oigo, así juzgo” (Juan 5:19, 30). Básicamente eso es lo que esta lección nos
dice: No podemos hacer nada por nosotros mismos. Cuando la lección habla de “confiar en tu
propia fuerza” (1:1) está hablando de intentar hacer cualquier cosa por nuestra cuenta, como una
unidad independiente, separados de Dios y de Su creación. Está hablando de actuar como un
ego. La lección dice que eso es imposible.
Otro ejemplo del Evangelio de Juan puede ser útil. Al final de Su vida en la tierra, Jesús
comparó su vida a una vid, y a Sus discípulos con las ramas de la vid. Yo creo que hablaba
desde el Cristo en Él, o quizás sería mejor decir que Cristo estaba hablando a través del hombre,
Jesús. Él dijo: “Tal como la rama no puede dar fruto por sí sola, a menos que permanezca unida
a la vid, del mismo modo ninguno de vosotros puede dar fruto, a menos que permanezcáis
unidos a Mí… separados de Mí no podéis hacer nada” (Jn.15:4-5).
Piensa en ello. ¿Dónde termina la vid y empieza la rama? La rama es parte de la vid. Es toda su
existencia, no puede actuar independientemente, no puede “dar fruto” si se la corta de la vid.
Somos partes o aspectos de la Filiación, y el Hijo es uno con el Padre. “Lo que Él (Dios) crea no
está separado de Él, y no hay ningún lugar en el que el Padre acabe y el Hijo comience como
algo separado” (L.132.12.4). Suena como la vid y sus ramas, ¿verdad?
Cuando intentamos actuar independientemente, no podemos hacer absolutamente nada. Tal
como pensamos de nosotros mismos, ¿qué podemos predecir o controlar totalmente?¿Cómo
podemos ser conscientes de todas las facetas de un problema” y “resolverlos de tal manera que
de ello sólo resultase lo bueno”? (1:4). Abandonados a nosotros mismos, abandonados a los
limitados recursos del ser tal como el ego lo ve, separados de todo, sencillamente no podemos.
No tenemos lo que se necesita. “Si sólo confías en tus propias fuerzas, tienes todas las razones
del mundo para sentirte aprensivo, ansioso y atemorizado” (1:1).
La lección nos pide que reconozcamos que no estamos limitados a lo que podemos pensar que
es “nuestra fuerza”; “Dios es la fortaleza en la que confío”. Nos pide que actuemos basándonos
en nuestra unión con Dios. Desde donde estamos, al comienzo, nos parece que estamos tratando
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con una especie de Dios externo, una “Voz” que habla dentro de nuestra mente o que actúa en
determinadas circunstancias para guiarnos:
“Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti separado también. No es que lo
esté realmente, sino que se presenta así a fin de que el vínculo (el Espíritu Santo) que se te ha
dado para que te unas a la verdad pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes” (T.25.I.5:12).
Por eso puede parecer que se nos pide que nos “sometamos” a una fuerza superior, cuando de
hecho todo lo que estamos haciendo es que nos asociemos con el resto de nuestro propio ser, del
que nosotros mismos nos hemos separado. El Espíritu Santo, habla por nosotros, así como por
Dios, pues somos uno (ver T.11.I.11:1; T.30.II.1:1-2; L.125.8:1; L.152.12:2).
Cuando nos damos cuenta de que no podemos vivir por nuestra cuenta, cuando aceptamos
nuestra dependencia de este Poder Superior, Dios se convierte en nuestra fortaleza y seguridad
en toda circunstancia. Su Voz nos dice “exactamente qué es lo que tienes que hacer para invocar
Su fortaleza y Su protección” (3:2).
Cuando tenemos miedo, es porque estamos confiando en nuestra propia fuerza independiente,
que no existe. Simplemente sentirse incapacitado para una tarea es una forma de miedo, que
procede de la creencia de que yo existo por mí mismo. “¿Quién puede depositar su fe en la
debilidad y sentirse seguro?” (2:3). Cuando aparezca el miedo, que me recuerde a mí mismo
que no confío en mi propia fuerza sino en la de Dios. Eso me puede sacar del miedo y llevarme
a un lugar de paz profunda y duradera.
Reconocer nuestra debilidad como ser independientes es un comienzo necesario (6:1). Si nos
engañamos a nosotros mismos creyendo que podemos manejar todo por nuestra cuenta, sin
Dios, sin nuestros hermanos, fallaremos y finalmente nos irritaremos. Pero no debemos
quedarnos en ese reconocimiento, tenemos que ir más allá de ello y darnos cuenta de que
tenemos la fortaleza de Dios, y que la confianza en esa fuerza “está plenamente justificada en
relación con todo y en toda circunstancia” (6:2).
Casi cada vez que medito repito, silenciosamente o en voz alta, las palabras que están casi al
final de esta lección:
“Hay un lugar en ti donde hay perfecta paz.
Hay un lugar en ti en el que nada es imposible.
Hay un lugar en ti donde mora la fortaleza de Dios.”
(7:4-6).
Hagamos hoy frecuentes pausas para sumergirnos por debajo de “todas las trivialidades que
bullen y burbujean en la superficie de (nuestra) mente” (7:3) en lo más profundo de nuestra
mente para encontrar ese lugar.
LECCIÓN 48 – 17 FEBRERO
“No hay nada que temer”
Instrucciones para la práctica
Recordatorios frecuentes: Muy a menudo, tan a menudo como sea posible.
Hay dos formas. Usa la más larga siempre que puedas.
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1. Repite la idea. Puedes hacerlo con los ojos abiertos en cualquier circunstancia, incluso
durante una conversación. Tan sólo lleva dos segundos.
2. Lleva un minuto aproximadamente, cierra los ojos y repite la idea lentamente varias
veces.
Observaciones: Los periodos de práctica más largos se han dejado por hoy, por lo tanto vas a
centrarte en la frecuencia .Vimos lo mismo en las Lecciones 20, 27 y 40. Por lo tanto, la lección
de hoy es parte de una serie planeada para enseñarnos el hábito importantísimo de la práctica
frecuente. Por eso, en lugar de tomarte un día libre, dedícate de lleno. Cuanto más pongas de tu
parte, mayor beneficio obtendrás de ello.
Lecciones anteriores (27, 40) recomendaban establecer la frecuencia al comienzo del día y
luego tratar de mantenerla. Yo recomendaría hacer hoy lo mismo. ¿Qué frecuencia quieres
establecer? Echemos un vistazo a lecciones anteriores que precisaban una frecuencia:
Lección 20: 2 por hora
Lección 27: de 2 a 4 por hora
Lección 39: de 3 a 4 por hora
Lección 40: 6 por hora
La media es de 3 a 4 por hora, pero date cuenta también de que la frecuencia aumenta a
medida que las lecciones avanzan. Yo sugeriría que elijas una frecuencia que realmente pienses
que puedes mantener, y luego tener la firme intención de mantenerla, e incluso tomarte un
momento para imaginarte a ti mismo practicándola en diferentes circunstancias. Durante el día,
cuando te des cuenta de que te has olvidado, no te disgustes, nos sucede a todos. Simplemente
vuelve a la práctica, de inmediato y sin culpa.
Respuesta a la tentación: Cuando algo perturbe tu paz mental.
Repite la idea de inmediato.
Comentario
Se puede entender este sencillo pensamiento al menos de dos maneras:
1) No hay nada a lo que temer.
2) ¿Miedo? ¡Eso no es cierto!
Como el tercer párrafo aclara, este pensamiento está relacionado con la lección de ayer acerca
de confiar en la fortaleza de Dios en lugar de confiar en nuestra propia fortaleza, separada de la
Suya. “La presencia del miedo es señal inequívoca de que estás confiando en tu propia
fortaleza” (3:1). Como dijo la lección de ayer: “¿Quién puede depositar su fe en la debilidad y
sentirse seguro?” (L.47.2:3). Por eso, cuando confiamos en nuestra propia fortaleza, sentimos
miedo. Cuando confiamos en la fortaleza de Dios, no sentimos miedo. El miedo no es algo que
debamos temer; sin embargo, es una señal que nos avisa de que nuestra fe está en el lugar
equivocado, y lo que pide es corrección, no condena.
Desde la perspectiva de la mente recta, es un hecho que: no hay nada que temer. Dios es todo lo
que existe, y nosotros somos parte de Él, nada fuera de Él existe. Por supuesto, no hay nada que
temer. El miedo es la creencia en algo distinto de Dios, un dios falso, un ídolo con poder que se
opone y vence a Dios. Secretamente creemos que hemos hecho eso, pero de lo que tenemos
miedo es de nosotros mismos. Sin embargo, lo que creemos que hemos hecho nunca ha
ocurrido. Por eso, no hay nada que temer. “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2).
Si creemos en ilusiones, el miedo parece muy real, pero tenemos miedo de la nada. La lección
dice que “es muy fácil de reconocer” que no hay nada que temer (1:4); lo que hace que parezca
difícil es que queremos que las ilusiones sean verdad (1:5). Si no son verdad, entonces no
somos quienes creemos ser y quienes queremos ser; somos creaciones de Dios, no nuestra
propia creación. Por eso, nos aferramos a las ilusiones para dar validez a nuestro ego, y al
hacerlo, conservamos el miedo.
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Cuando nos permitimos a nosotros mismos recordar que no hay nada que temer, y cuando
conscientemente nos recordamos ese hecho durante el día, eso nos demuestra que “en algún
lugar de tu mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedas reconocer, has recordado
a Dios y has dejado que Su fortaleza ocupe el lugar de tu debilidad” (3:2). Esto es lo que el
Texto llama la “mente recta”. Hay una parte de nuestra mente -realmente la única parte que
existe- en la que ya hemos recordado a Dios. Esa parte de nuestra mente es lo que nos está
despertando de nuestro sueño.
¿Alguna vez te has preguntado cómo es que encontraste Un Curso de Milagros, y por qué te
atrae? Tu mente recta ha creado esta experiencia para ti; tu verdadero Ser te habla a través de
sus páginas para despertarte. Cada vez que repetimos “No hay nada que temer”, nos estamos
asociando con la parte de nosotros que ya está despierta, y que ya ha recordado la verdad.
Puesto que ya estamos despiertos, el resultado es inevitable. Pero necesitamos esta apariencia de
tiempo para “darnos tiempo a nosotros mismos” (por así decir) para despachar las ilusiones y
reconocer la verdad siempre presente de nuestra realidad.
LECCIÓN 49 – 18 FEBRERO
“La Voz de Dios me habla durante todo el día”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Escuchar a la parte de nuestra mente donde la Voz de Dios te está hablando siempre,
e identificarnos con ella.
Ejercicios más largos: 4 veces (más si es posible), durante cinco minutos.
Éste es también otro ejercicio de meditación, como en las Lecciones 41, 44, 45, y 47. Después
de cerrar los ojos y repetir la idea (como siempre: lentamente), entra en meditación. De nuevo,
me resulta útil pensar en el ejercicio como que tiene tres aspectos:
1. Pasa de largo la nube de pensamientos frenéticos y dementes que abarrotan la superficie
de tu mente. Sumérgete en la parte de tu mente donde reina la calma, donde estás de
verdad en tu hogar, y donde la Voz de Dios te habla. Sumergirte en esta parte también
significa escuchar a esta parte.
2. Retira tu mente de las distracciones repitiendo la idea.
3. Por encima de todo, mantén en la mente la actitud de que ésta es la cosa más feliz y más
sagrada que puedes hacer, y de que confías en que puedes hacerlo, porque Dios lo
quiere.
Recordatorios frecuentes: Muy a menudo.
Hay una variedad de opciones, que van desde practicar en situaciones no fáciles a la forma
ideal de práctica. Esta variedad se aplica a todas las lecciones:
1. Repite la idea con los ojos abiertos cuando tengas que hacerlo así.
2. Repítela con los ojos cerrados cuando te sea posible.
3. Siempre que puedas, siéntate tranquilamente, cierra los ojos, y repite la idea. Haz que
esto sea una invitación a la Voz de Dios para que te hable.
Comentario
“La Voz de Dios me habla durante todo el día”. ¡Sí, lo hace! Te puede parecer ilusorio cuando
dices esta frase, pero no lo es. La Voz de Dios nos habla durante todo el día, todos los días. “La
parte de tu mente donde reside la verdad (es decir, la mente recta) está en constante
comunicación con Dios, tanto si eres consciente de ello como si no” (1:2). Normalmente no
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somos conscientes de esta comunicación, aunque podemos serlo. Nuestra consciencia
sencillamente no está a la escucha.
Es como una señal de radio. Aquí en Sedona, tenemos una emisora de radio que se llama
KAZM (“abismo”, curioso ¿eh?). KAZM está en comunicación con mi radio todo el día, pero
puede que yo no tenga mi radio puesta en esa emisora. El Espíritu Santo está en comunicación
con mi mente todo el día, pero puede que yo no Le esté escuchando.
Hay otra parte de nuestra mente que se ocupa de los asuntos de este mundo. Ésa es la parte de la
que somos conscientes la mayor parte del tiempo. La llamaré “mente errónea” para que
podamos distinguirlas. En realidad esta parte no existe, y la parte que escucha a Dios (mente
recta) es en realidad la única parte que existe (2:2-3). Por consiguiente, hablar de “partes” de
nuestra mente es sólo una invención útil.
La mente errónea es una ilusión. La mente recta es real. La mente errónea está angustiada,
desesperada, llena de un enloquecido parloteo de “pensamientos” que se parecen al Conejo
Blanco de Alicia en el País de las Maravillas. La mente recta es “serena, está en continuo reposo
y llena de absoluta seguridad” (2:1). La mente recta es de lo que habló la Lección 47 al decir:
“Hay un lugar en ti donde hay perfecta paz” (L.47.7:4). En este lugar, “la quietud y la paz reinan
para siempre” (2:5).
Podemos elegir qué voz escuchar, a qué “parte” de nuestra mente hacerle caso: la voz
desesperada de preocupación o la Voz llena de paz. ¿Parece difícil creer que dentro de nosotros
hay un lugar de perfecta calma, como en el centro de un huracán? Pues, lo hay. A mí me parecía
difícil de creer, pero cuando empecé a buscarlo, empecé a encontrarlo.
A menudo, cuando al principio intentamos encontrarlo, la otra voz grita tan alto que parece que
no podemos ignorarla (que es lo que la lección nos dice que hagamos). Justo el otro día alguien
me contaba que cuando se sentaba en meditación, la llegada de la paz era tan aterradora que
tenía que levantarse y ponerse a hacer algo. ¿No es extraño que la paz nos resulte tan poco
deseable? Siéntate durante unos minutos intentando estar en paz, y algo dentro de ti empieza a
gritar: “¡No puedo aguantarlo!”. Ésa es la voz frenética de desesperación. La lección nos dice:
“Trata hoy de no prestarle oídos” (2:4).
¡Merece el esfuerzo! El lugar de paz está ahí en todos nosotros, y cuando lo encontramos:
¡Ahhh! Todavía tengo días en que parece que no puedo parar el parloteo constante de mi mente,
pero están aumentando los momentos en los que me sumerjo en la paz, por lo cual estoy muy
agradecido. Únicamente tienes que dejar toda actividad por un momento para encontrar la paz;
no puedes encontrarla sin sentarte, sin aquietarte, sin desconectarte de todo lo de fuera por un
momento. De otro modo, el mundo distrae demasiado al principio.
Finalmente podemos aprender a encontrar esta paz en cualquier momento, en cualquier lugar, e
incluso llevarla con nosotros en situaciones caóticas. Sin embargo, al principio, necesitamos
desarrollar la quietud para encontrarla, cerrar los ojos al mundo, pasar de largo la superficie
tormentosa de nuestra mente y entrar en el centro profundo y sereno, pidiéndole a la Voz de
Dios que nos hable.
Un pensamiento más. Podrías pensar, a causa de esta lección, que si la “emisora de radio” de
Dios siempre está funcionando, tiene que ser fácil oír Su Voz. Falso. La voz del ego se describe
aquí como “chillidos estridentes” (4:3), “frenéticos y tumultuosos pensamientos, sonidos e
imágenes” (4:4), y “constantemente distraída” (1:4). Al principio, escuchar la Voz de Dios es
como intentar meditar en medio de una revuelta callejera. Es como intentar componer una nueva
melodía mientras está tocando una banda musical de rock. O como intentar escribir una carta
con toda atención mientras tres personas te están gritando cosas distintas en los oídos. No es
nada fácil. Requiere mucha atención y concentración. Y sobre todo, requiere mucha voluntad.
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“La Voz del Espíritu Santo es tan potente como la buena voluntad que tengas de escucharla”
(T.8.VIII. 8:7).
Tienes que estar dispuesto a ignorar esa otra voz. Los chillidos del ego no suceden sin nuestro
consentimiento, no proceden de algún demonio malvado que intenta hacer fracasar nuestros
esfuerzos de oír la Voz de Dios. Son nuestro propio deseo que toma forma, eso es todo. Nos
hemos pasado muchísimo tiempo escuchando al “fabricador de ruidos” en nuestra mente.
Tenemos que empezar a evitarlo y a elegir desenchufarlo.
Así que, oír al Espíritu Santo no es algo que sucede de la noche a la mañana, lee sobre esto hoy,
empieza a ser “divinamente guiado en todo lo que hagas” mañana. No, no es así de sencillo. De
hecho, en el Texto Jesús dice que aprender a escuchar sólo esa Voz fue la última lección que Él
aprendió y que requiere esfuerzo y gran voluntad (ver T.5.II.3:7-11).
“El Espíritu Santo se encuentra en ti en un sentido muy literal. Suya es la Voz que te llama a
retornar a donde estabas antes y a donde estarás de nuevo. Aún en este mundo es posible oír
sólo esa Voz y ninguna otra. Ello requiere esfuerzo así como un gran deseo de aprender. Ésa es
la última lección que yo aprendí, y los Hijos de Dios gozan de la misma igualdad como alumnos
que como Hijos de Dios” (T.5.II.3:7-11).
Por eso, empecemos hoy mismo a aprender esta lección tan importante. Escuchemos.
LECCIÓN 50 – 19 FEBRERO
“El Amor de Dios es mi sustento”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Interiorizar la idea de que el Amor de Dios te sustenta, no con las cosas del mundo
sino para que sientas la protección, la paz y la seguridad que Su Amor trae Consigo.
Ejercicios más largos: 2 periodos, de diez minutos.
Pasa esos diez minutos repitiendo la idea, pensando en ella y dejándote envolver por ella. Deja
que pensamientos relacionados “vengan a ayudarte a reconocer su verdad” (5:2). Haz todo esto
con el propósito de que la idea se adentre más profundamente en tu mente. Disfruta la idea.
Siente los beneficios que te trae. Intenta sentir el Amor de Dios cubriéndote como un manto de
paz y seguridad.
Éste no es un ejercicio de meditación, sino un ejercicio prolongado en reflexionar sobre la
idea. Tus pensamientos tenderán a distraerse durante reflexiones largas como ésta. Cuando
suceda, observa a esos pensamientos como intrusos que han entrado sin permiso en el templo de
la santa mente del Hijo de Dios. Repite la idea para que desaparezcan.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea, no como un loro, sino como “una declaración de independencia” (L.31.4:2),
una declaración de que eres libre de necesitar ser sostenido por las cosas vacías de este mundo.
Intenta repetirla una vez con este espíritu ahora, y ver el efecto que tiene en tu mente.
Respuesta a la tentación: Siempre que te enfrentes a un problema o dificultad.
Responde a lo que te enfrentas repitiendo la idea. Mientras lo haces, recuerda que “Por medio
del Amor de Dios en ti puedes resolver toda aparente dificultad sin esfuerzo alguno y con
absoluta confianza” (4:5).
Comentario
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¿Qué es lo que me sostiene y me apoya? Cuando me siento vacío y agotado, ¿a dónde me dirijo?
¿A Dios, mi eterna Fuente? ¿O a alguna otra cosa? Tengo que admitir que a menudo es a alguna
otra cosa a la que voy para sentirme bien de nuevo. ¿Cómo sería llegar a confiar completamente
en algo tan total y completamente digno de confianza?
En el primer párrafo aparece una lista de cosas que se aplican a casi todos nosotros. Cualquiera
que sea mi preferencia personal como “lo que me sostiene”, todas ellas son sólo “una lista
interminable de cosas huecas y sin fundamento a las que dotas de poderes mágicos” (1:3).
Cuando nos volvemos a ellas, algo en nosotros sabe que estas cosas no están realmente
solucionando nada, no son nada sino sustitutos, placebos que pueden aliviar los síntomas por un
tiempo pero que al final no curan nada.
Creo que fue San Agustín quien dijo que cada uno de nosotros nació con un hueco, con forma
de Dios, en nuestro corazón. Podemos intentar llenarlo con todo tipo de cosas, pero nada llena
ese hueco sino el Amor de Dios. “Valoramos” las otras cosas únicamente porque estamos
intentando conservar nuestra independiente e imaginada identidad como un ego dentro de un
cuerpo (2:2-3). Estamos valorando la nada para conservar lo que no es nada. La experiencia de
que nada nos falta (plenitud) viene únicamente de la unión con nuestra Fuente.
El Amor de Dios “te llevará a un estado mental que no puede verse amenazado ni perturbado
por nada, y en el que nada puede interrumpir la eterna calma del Hijo de Dios” (3:3). Yo quiero
ese estado mental. Quiero esa estabilidad interna, esa serenidad de la consciencia. ¿Qué otra
cosa podría dármela sino saber que estoy conectado a un suministro sin fin de bondad sin
límite?
El Salmista lo dijo muy bien en el primer Salmo. Los “devotos”, aquellos que saben que el
Amor de Dios les sostiene, “serán como un árbol plantado a orillas del agua, que dan fruto en su
estación, cuyas hojas no se marchitan, y que todo lo que hacen tiene éxito” (S.1:3). Cuando
interiormente te das cuenta de que el Amor de Dios te sustenta, es como si fueses un árbol
plantado a orillas de un río, cuyas raíces están continuamente sustentadas por el agua que
siempre está ahí, y que se está renovando siempre. O del Salmo 23: “El Señor es mi pastor. No
desearé… Mi copa se renueva cada día. La bondad y la misericordia irán conmigo todos los días
de mi vida” (S.23:1,5-6).
“Deposita toda tu fe en el Amor de Dios en ti: eterno, inmutable y que nunca falla. Ésta es la
respuesta a todo problema que se te presente hoy” (4:3-4).
De nuevo las instrucciones nos dicen que “nos sumerjamos muy profundo en nuestra
consciencia” (5:1). (Fíjate en que los periodos de meditación se están haciendo más largos, son
de diez minutos, por la mañana y por la noche). Tenemos que “permitir que la paz se extienda
sobre nosotros como un manto de protección y seguridad” (5:2). A menudo encuentro que me
ayuda a entrar en esa sensación el hecho de visualizar algo: que una luz dorada me baña, que mi
guía espiritual me abraza,, o simplemente que me meto en un baño templado. Puedo dejar que
sea un tiempo de descanso, diez minutos en los que simplemente me dejo llevar, física y
mentalmente, y me permito a mí mismo experimentar paz. Me digo a mí mismo: “Estoy bien.
Me siento seguro. En Dios estoy en mi Hogar. Su Amor me rodea y me protege. Su Amor me
alimenta y me hace lo que yo soy”.
PRIMER REPASO. INTRODUCCIÓN: ETAPAS DE LA PRÁCTICA
Los párrafos 3 y 4 del Primer Repaso presentan una teoría de la práctica que es útil para
entender por qué el Libro de Ejercicios es tan estructurado. De hecho estos párrafos dan a
entender la importancia que tiene la estructura, que va cambiando según vamos progresando en
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nuestra práctica. Aquí se indican cinco grados de estructura, que van desde una gran estructura a
casi ninguna.
1. Gran estructura y un ambiente formal.
Al comienzo de nuestro estudio, el Curso recomienda una práctica muy estructurada, prestando
atención a ciertas formas. Las primeras lecciones del Libro de Ejercicios explican con todo
detalle la forma en que deben hacerse las prácticas. En este Repaso, por ejemplo, se nos dice
que no nos centremos demasiado con cada detalle de los comentarios del repaso (3:1). En lugar
de eso, deberíamos dar la mayor importancia al punto central y pensar en él, permitiendo que
ideas relacionadas vengan a nuestra mente, igual que hemos estado haciendo en las últimas
lecciones.
Además, se nos dice que practiquemos con los ojos cerrados, solos y en un lugar tranquilo si es
posible (3:3). A esto me refiero cuando digo que presta atención a la forma. Se ocupa de dónde
deberíamos estar y qué deberíamos hacer con los ojos. Añade: “hacemos hincapié en este
procedimiento para las sesiones de práctica, debido a la etapa de aprendizaje en la que te
encuentras” (4:1), que se refiere a la etapa del comienzo.
La idea que hay detrás de este tipo de instrucciones parece ser que, en las etapas del comienzo,
necesitamos estructura, y necesitamos estar solos y quietud. Necesitamos cerrar los ojos para
evitar las distracciones porque nuestra mente no está suficientemente entrenada para ignorar las
distracciones sin cerrar los ojos. Nos estamos entrenando a nosotros mismos para tener paz
interior, y al principio es útil favorecer ese estado mental organizando lo que nos rodea.
2. Sin un ambiente especial.
Al avanzar, será necesario abandonar el ambiente especial y la estructura, para que “aprendas
que no necesitas ningún ambiente especial donde aplicar lo que has aprendido” (4:2). Al
comienzo, para encontrar paz mental necesitamos un lugar tranquilo, necesitamos cerrar los
ojos. Pero a medida que vamos avanzando, la intención es que empecemos a elegir paz en
medio de la aparente agitación. Después de todo, ¿cuándo es más necesaria la paz? Está claro
que, se necesita cuando sucede algo que parece alterarnos o disgustarnos (4:3).
Hemos empezado a avanzar cuando aprendemos a generalizar, cuando somos capaces de llevar
lo que hemos aprendido en el “laboratorio” de la práctica de quietud y aplicarlo en situaciones
que nos angustian. Esto sucederá casi sin tener que elegirlo. De repente nos daremos cuenta de
que cosas que antes solían molestarnos ya no nos molestan. O descubriremos que estamos
reaccionando con amor en lugar de con ira.
El Libro de Ejercicios apoya esta “extensión” de las lecciones a nuestra vida al pedirnos que
recordemos el pensamiento del día siempre que suceda algo que nos moleste. Esto saca la
lección del laboratorio y la lleva a nuestra vida. Esta clase de práctica ampliada, o la “respuesta
a la tentación”, como se la llama, es vital para que el Curso tenga un efecto que se note en
nuestra vida.
3. Llevar la paz con nosotros.
A medida que nuestra práctica del primer tipo continúa y que empezamos a responder a los
disgustos eligiendo experimentar paz en lugar de disgusto, empezamos a entrar en una tercera
etapa: empezamos a llevar la paz con nosotros a toda situación (4:4). En la segunda etapa
estamos reaccionando a una situación y elegimos la paz; en esta tercera etapa estamos
activamente llevando paz dentro del conflicto, sanando las situaciones que encontramos.
Nuestra práctica de quietud ha establecido un cierto nivel de paz en nuestra mente, y ahora
extendemos paz a medida que avanzan nuestros días.
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En este nivel de desarrollo, hemos puesto fin a todo intento de aislamiento monástico y le
tendemos la mano al mundo, llevándole sanación. Todavía podemos retirarnos de vez en cuando
para “recargarnos” por así decirlo, pero ya no tenemos miedo de las situaciones difíciles o
aterradoras; incluso empezamos a buscar situaciones en las que nuestra mente sanada pueda
llevar sanación a otros.
4. Reconocer que la paz es parte de nosotros.
A un nivel más avanzado todavía, empezamos a darnos cuenta de que no es una cualidad o
condición que va y viene; más bien, es algo que forma parte de nuestro Ser (5:1). Aquí nos
hemos dado cuenta de que la paz no es condicional. No depende de ninguna condición. Forma
parte de nuestra naturaleza; es lo que nosotros somos. Nos hemos identificado con la paz así
que, llevamos paz a cualquier situación en la que nos encontremos. Ya no necesitamos estar
solos o cerrar los ojos para sentir paz; somos paz. Las condiciones a nuestro alrededor no
afectan a nuestra paz, sino que nuestra paz afecta a las condiciones.
5. Ver paz en todos los sitios.
En el nivel más avanzado, nos daremos cuenta de que nuestra presencia física no es necesaria
para afectar a cualquier situación. Nos damos cuenta de que “no hay límite con respecto a dónde
tú estás, de modo que la paz está en todas partes, al igual que tú” (5:2). Éste es el estado mental
del maestro de Dios avanzado, o lo que en algunos círculos podría llamarse un maestro
realizado. Este estado mental no vivirá mucho tiempo en un cuerpo, porque ha ido más allá de
las limitaciones del cuerpo.
Esta amplia visión general de hacia dónde nos está llevando el Curso puede animarnos mucho
mientras nos esforzamos en el primer nivel. Contempla el alcance del programa del Curso.
Empezando en un nivel en el que nuestra paz es tan débil que tenemos que cerrar los ojos y
dejar fuera al mundo, para ir más allá del mundo por completo. Podemos desear estar en el nivel
más elevado ahora mismo, no es así como funciona. No puedes saltarte pasos, como a menudo
dice Ken Wapnick. No caigas en la trampa de pensar: “Debería poder experimentar paz en
cualquier lugar”, y a causa de eso negarte a ti mismo el apoyo de retirarte a un refugio tranquilo
y meditar con los ojos cerrados. Al principio esos apoyos son necesarios, incluso se les da
mucha importancia en el programa de estudios del Curso. No creas que estás siendo infiel a tu
más elevada comprensión al establecer una estructura formal para ti: quizás poner el reloj para
que te recuerde los momentos de práctica, escribir las lecciones en tarjetas y llevártelas contigo,
o pedirle a un amigo que te lo recuerde y se asegure. Al principio, cualquier cosa que te ayude a
recordarlo es útil.
La estructura no durará, y no debería durar. Pero necesitas la estructura al principio para llevarte
a donde el estar estructurado lo hará por ti. Si intentas pasarte inmediatamente a la práctica no
estructurada, terminarás por no hacer las prácticas. Usa la estructura, pero no te ates a ella. No
hagas un ídolo de ella. La estructura es como las ruedas pequeñas a los laterales de la bicicleta:
necesarias y útiles mientras estás aprendiendo, pero que hay que desechar tan pronto como has
aprendido a mantenerte derecho por ti mismo.
LECCIÓN 51 – 20 FEBRERO
Repaso de las Lecciones 1 a 5
“Nada de lo que veo significa nada”
“Le he dado a todo lo que veo todo el significado que tiene para mí”
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“No entiendo nada de lo que veo”
“Estos pensamientos no significan nada”
“Nunca estoy disgustado por la razón que creo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en los comentarios como si fueran tus propios pensamientos sobre
la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
Primero, fíjate en que no sólo tenemos que leer el repaso, tenemos que emplear tiempo, por la
mañana y por la noche, repasando las cinco ideas, y durante el día dedicarle al menos un
periodo de práctica de 2 minutos a cada una de las cinco ideas. Eso es cinco sesiones de práctica
entre la mañana y la noche, como mínimo. Probablemente será necesaria una pequeña
planificación para asegurar esas cinco sesiones intermedias, y el tiempo de planificarlo se
merece el esfuerzo. Segundo, fíjate en que estas instrucciones de práctica se aplican a todas las
lecciones de repaso de los próximos diez días.
Los comentarios de las cinco lecciones que se dan en la Lección 51 las relacionan de manera tan
clara que necesitan pocos comentarios. Si las miras en conjunto, son lecciones en “abandonar”
(la palabra “abandonar” o alguna variación aparece en cuatro de las cinco lecciones que se
repasan).
En estas cinco primeras lecciones se me pide que abandone:
1.
2.
3.
4.
5.
Lo que veo
Mis juicios
Mi comprensión
Mis pensamientos
Mi sistema de pensamiento
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Lo que “vemos” en el sentido normal no es nada, necesitamos darnos cuenta de que no significa
nada y abandonarlo, para que la visión pueda ocupar su lugar. En realidad no vemos cosas, más
bien vemos nuestros juicios sobre ellas. Si queremos la visión, tenemos que darnos cuenta de
que nuestros juicios no tienen valor, y les impedimos que gobiernen nuestra vista. Si hemos
juzgado equivocadamente, con toda seguridad también hemos entendido de manera equivocada.
Nuestra “comprensión” de las cosas se basa, no en la realidad, sino en nuestras propias
proyecciones. Pero podemos elegir cambiar nuestras comprensiones erróneas por la
comprensión verdadera, basada en el amor en lugar de en los juicios.
Al igual que lo que veo, también los pensamientos de los que somos conscientes no significan
nada, necesitamos desprendernos de ellos junto con las percepciones basadas en juicios. Son
pensamientos de ira y ataque, viendo a todas las cosa como enemigos. Estos pensamientos que
están separados de Dios requieren constante justificación y nuestro disgusto no es más que un
intento de justificar nuestra ira contra el mundo y nuestros ataques contra él.
Mientras leemos de nuevo este repaso, que está escrito en la primera persona, puede que
queramos intentar leerlo en voz alta, y ver cómo conectamos con él. ¿Estoy verdaderamente
dispuesto a desprenderme de lo que veo, de mis juicios, de mi comprensión de todas las cosas, y
de mi propio sistema de pensamiento? ¿Puedo decir: “Estoy verdaderamente dispuesto a
abandonarlo”?
LECCIÓN 52 – 21 FEBRERO
Repaso de las Lecciones 6 a 10
“Estoy disgustado porque veo algo que no está ahí”
“Sólo veo el pasado”
“Mi mente está absorbida con pensamientos del pasado”
“No veo nada tal como es ahora”
“Mis pensamientos no significan nada”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
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Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
Recuerda que la práctica general para estos repasos es leer los cinco pensamientos y sus
comentarios dos veces al día, por la mañana y por la noche, y durante el día pasar al menos un
periodo de dos minutos con cada una de las ideas.
Los pensamientos están concentrados en estos repasos, así que ofrezco sólo unas pocas
observaciones sobre cosas que destacan para mí.
“La realidad no es nunca atemorizante” (1:2). La realidad es, por supuesto, lo que Dios creó.
Cuando siento miedo, me resulta útil recordarme a mí mismo que lo que estoy viendo no está
realmente ahí.
Yo soy el que fabrica las ilusiones atemorizantes. ¡Qué tranquilizador que se nos diga: “Nada en
la creación de Dios se ve afectado en modo alguno por mi confusión! (1:7). Ésa es la base para
abandonar la culpa. Puedo estar confundido, equivocado, engañado, y engañar; pero nada de
esto afecta a lo que es real. Lo que es real, es real sin importar lo que yo haga. El sol no
desaparece porque yo me tape los ojos. Así que, ¡todo lo que yo he hecho no ha tenido ningún
efecto real! No hay nada por lo que yo tenga que sentirme culpable.
“Si no veo nada tal como es ahora, ciertamente se puede decir que no veo nada” (4:2). Una cosa
es como es ahora. No es como era ayer; no es como será mañana. Las cosas existen ahora. Ésa
es la única manera en que puedo verlas. Así es como son. Si veo el pasado, no veo nada. El
pasado no está aquí.
“No tengo pensamientos privados” (5:2). ¿Y si todo el mundo pudiera ver dentro de tu mente?
¿Y si lo que pensaste de tu jefe afectara a la guerra en Bosnia? ¿Sabes qué? Pueden ver. Afecta.
Y, sin embargo, “no significan nada” (5:5). Si tienes pensamientos que crees privados, no
significan nada. Tienen efectos dentro de la ilusión, pero no afectan a nada que sea real.
Únicamente los pensamientos que se comparten tienen efectos reales, y los únicos pensamientos
que se pueden compartir son los pensamientos que piensas con Dios.
LECCIÓN 53 – 22 FEBRERO
Repaso de las lecciones 11 a 15
“Mis pensamientos sin significado me están mostrando un mundo sin significado”
“Estoy disgustado porque veo un mundo que no tiene significado”
“Un mundo sin significado engendra temor”
“Dios no creó un mundo sin significado”
“Mis pensamientos son imágenes que yo mismo he fabricado”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
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Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
La lección de hoy tiene un impacto enorme para mí. En cada uno de los cortos párrafos del
repaso hay frases que me transmiten el impresionante poder de mi mente: su poder para elegir
los pensamientos, y de ese modo elegir el mundo que ve.
“Yo tengo pensamientos reales así como dementes. Por lo tanto, puedo ver un mundo real si
recurro a mis pensamientos reales como guía para ver”. (1:4-5)
“Estoy agradecido de que este mundo no sea real, y de que no necesito verlo en absoluto, a
menos que yo mismo elija otorgarle valor. Elijo no otorgarle valor a lo que es completamente
demente y no tiene significado”. (2:6-7)
“Elijo ahora dejar de creer en él y depositar mi confianza en la realidad”. (3:7-8)
“Quiero recordar el poder de mi decisión y reconocer mi verdadera morada”. (4:6)
“Las imágenes que he fabricado no pueden prevalecer contra Él porque no es mi voluntad que
lo hagan. Mi voluntad es la Suya, y no antepondré otros dioses a Él”. (5:6-7)
Si recuerdo el poder de mi decisión, puedo elegir no valorar lo que es demente, puedo elegir
retirarle mi creencia. No tengo que aceptar que las imágenes que he fabricado tienen poder para
vencer a la Voluntad de Dios. No tengo que hacer dioses de ellas. Puedo recurrir a mis
pensamientos reales y dejar que me guíen a la visión. Las palabras “elegir” y “decisión” y
“voluntad” resuenan a través de estos párrafos. ¡Qué poder se le ha dado a mi mente!
Una vez grabé estas diez lecciones de repaso en una cinta (casete), ocupan menos de 30
minutos, leídas despacio. Grabarlas tuvo un impacto enorme en mí, y oír la cinta varias docenas
de veces tuvo todavía un impacto mayor. Estos 50 párrafos cortos son una extraordinaria visión
global del sistema de pensamiento del Curso. Y mientras las leía en voz alta, descubrí que yo
ponía un profundo sentimiento en frases como “No puedo vivir en paz en un mundo así. Estoy
agradecido de que este mundo no sea real. Elijo no otorgarle valor a lo que es completamente
demente y no tiene significado” (2:5-7). Cada vez que llegaba a una línea que decía: “Elijo no”
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o “Elijo”, era como si algo dentro de mí estuviese cambiando. Sentí una determinación cada vez
mayor, y una sensación de que Dios me estaba permitiendo elegir lo que mi mente quería pensar
y lo que mi percepción quería ver. Intenta leer la lección de hoy en voz alta y observar cómo la
sientes.
LECCIÓN 54 – 23 FEBRERO
Repaso de las Lecciones 16 a 20
“No tengo pensamientos neutros”
“No veo cosas neutras”
“No soy el único que experimenta los efectos de mi manera de ver”
“No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos”
“Estoy decidido a ver”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
Este repaso relaciona estas ideas como un poderoso motivador para cambiar mis pensamientos.
Mis pensamientos hacen el mundo, ya sea un mundo falso o el mundo verdadero. El mundo que
veo es la representación de mi propio estado mental” (2:4). Puedo contribuir a fabricar un
mundo de separación, o si elijo mis pensamientos reales, puedo despertar esos pensamientos en
otros. “Todo lo que pienso, digo o hago es una enseñanza para todo el universo” (4:3). Al
cambiar mi propia mente, puedo cambiar todas las mentes junto con la mía. Cuando me doy
cuenta de esto, me lleno de una determinación activa de contemplar el mundo real, de abrir mi
mente a los pensamientos que comparto con Dios, y al hacerlo así, transformar el universo.
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Arquímedes es conocido por haber dicho: “Dadme una palanca lo suficientemente larga, y
moveré el mundo”. Yo tengo esa palanca. Es mi mente: “porque mío es el poder de Dios” (4:6).
Un hombre cuya mente esté completamente transformada transformará todo el mundo. Jesús fue
ese hombre, y el impacto de Su pensamiento todavía se está extendiendo, las ondas todavía se
están extendiendo en el estanque de la mente. Puedo unirme a Él y añadir el poder de mi mente
al Suyo.
Yo quiero ver “el amor… reemplazar al miedo, la risa… reemplazar a las lágrimas” (5:4).
Quiero dejar que esto se haga a través de mí. En cada situación en la que me encuentre hoy, con
cada persona que encuentre, que éste sea mi propósito. “Estoy aquí únicamente para ser útil.
Estoy aquí en representación de Aquel que me envió” (T.2.V.A.18:2-3). Al permitir que mi
mente cambie, llevaré sanación a todos con los que me encuentre hoy.
LECCIÓN 55 - 24 FEBRERO
Repaso de las lecciones 21 a 25
“Estoy decidido a ver las cosas de otra manera”
“Lo que veo es una forma de venganza”
“Puedo escaparme del mundo que veo renunciando a los pensamientos de ataque”
“No percibo lo que más me conviene”
“No sé cuál es el propósito de nada”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
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Cada día del repaso se hace más claro el patrón preparado por las primeras 50 lecciones. En
estas 10 lecciones de repaso lo escrito está entre lo más claro y sencillo de todo el Curso.
Por supuesto, estoy decidido a ver las cosas de otra manera: “enfermedad, desastre y muerte”
((1:2) no son lo que yo quiero ver. El hecho de que las vea demuestra que no entiendo a Dios, y
que no sé quién soy. El mundo que veo refleja pensamientos de ataque, “todo se ve atacado por
todo” (2:3). En este mundo todo vive al consumir la vida de otra cosa, ya sea un animal o una
planta hay poca diferencia. Incluso la forma de vida más humilde vive de la energía emitida por
la destrucción del sol. ¿Qué da lugar a este mundo? Mis propios pensamientos de ataque.
“Mis pensamientos amorosos me librarán de esta percepción del mundo” (2:6). Cambiar mi
mente del ataque al amor cambiará el mundo que veo. “Y es esto lo que elijo ver, en lugar de lo
que ahora contemplo” (3:5).
¡No es de extrañar que esté confundido sobre lo que más me conviene! No sé quién soy, ¿cómo
puedo saber lo que necesito? Estoy decidido a aceptar la dirección de Uno que me conoce,
entiendo que no puedo percibir por mí mismo lo que más me conviene. Utilizo todo para
mantener mis ilusiones sobre mí mismo (5:2). Lo que necesito es un modo de dejar que el
mundo me enseñe la verdad sobre mí mismo. Viéndolo como lo veo, el mundo es aterrador;
quiero conocer la verdad.
La transformación depende de mi buena voluntad para reconocer que no me gusta lo que veo, y
puesto que lo que veo procede de lo que pienso, quiero cambiar lo que pienso. No sé lo que más
me conviene, y el propósito que le he asignado a todo ha sido distorsionado para apoyar mi
identificación con el ego (5:2), así que ahora estoy dispuesto a abandonar estas ideas. Confuso
como estoy, ¿cómo puedo enseñarme a mí mismo lo que no sé? Necesito un Maestro fiable, de
confianza, y en el Espíritu Santo tengo ese Maestro.
Mi única tarea es dejarme enseñar al abandonar mi falsa manera de pensar, abandonando mis
pensamientos de ataque. Creo que me apoyan, pero me están destruyendo. Decido hoy elegir de
manera diferente, y abrir mi mente a una manera de pensar que, todavía, no puedo entender.
Abro mi corazón al amor.
LECCIÓN 56 – 25 FEBRERO
Repaso de las Lecciones 26 a 30
“Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad”
“Por encima de todo quiero ver”
“Por encima de todo quiero ver de otra manera”
“Dios está en todo lo que veo”
“Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
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Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
La Puerta detrás del Mundo
Hay una puerta detrás de este mundo que, si se abre, me permitirá ver el mundo que refleja el
Amor de Dios (3:4). Es una puerta en mi mente, una puerta a la visión.
Este mundo, lleno de “dolor, enfermedad, pérdida, vejez y muerte” (1:3), simplemente refleja
mi falsa imagen de mí mismo (2:2-3). Es una alucinación superpuesta a la realidad, que la
esconde y aparentemente la reemplaza.
La línea del comienzo del repaso pregunta: “¿Cómo puedo saber quién soy cuando creo estar
sometido a continuos ataques?” (1:2). Piensa en ello. Si realmente estoy sometido a continuos
ataques, acosado por la enfermedad, la pérdida, la vejez, y la muerte, ¿cómo puedo ser una
creación perfecta de Dios? ¿Cómo puede Dios incluso ser real? Creo en una imagen de mí
mismo que está continuamente amenazada. Si estoy amenazado, ¿cómo puedo ser un ser
espiritual y eterno? Si es verdadera la imagen que veo en este mundo, entonces yo no soy nada,
no valgo nada, y estoy destinado a la destrucción. Puedo decir igualmente: “Come, bebe y sé
feliz, pues mañana moriremos”. También puedo tomar lo que puedo obtener porque nada, sea lo
que sea, durará, incluido yo mismo.
Sin embargo, algo dentro de nosotros nos dice que somos más que esto (5:2). Algo dentro de
nosotros está de acuerdo cuando leemos, en el Curso, que nada real puede ser amenazado. Si eso
es cierto, y yo soy real, entonces el mundo que veo debe ser falso. El cuadro que me muestra,
reforzando mi imagen de mí mismo como vulnerable, debe ser una mentira. O yo soy real y el
mundo no lo es, o el mundo es real y yo no lo soy. “Pues yo soy real porque el mundo no lo es”
(L.132.15:3).
Por lo tanto, mi mayor necesidad es la visión. Necesito abrir esa puerta en mi mente, “ver más
allá de las apariencias” (4:6), y ver un mundo que refleja el Amor de Dios, y, al hacerlo,
recordar quién soy realmente. “Tras cada imagen que he forjado, la verdad permanece
inmutable (4:2). “En mi propia mente, aunque oculto por mis desquiciados pensamientos de
separación y ataque, yace el conocimiento de que todo es uno eternamente. Yo no he perdido el
conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo olvidado (5:2-3).
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Yo quiero abrir esa puerta y ver la verdad de nuevo. Yo quiero el mundo real. Yo quiero
recordar.
LECCIÓN 57 – 26 FEBRERO
Repaso de las Lecciones 31 a 35
“No soy víctima del mundo que veo”
“He inventado el mundo que veo”
“Hay otra manera de ver el mundo”
“Podría ver paz en lugar de esto”
“Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
El repaso de hoy resuena con la palabra “libertad”. (El énfasis en las citas siguientes es mío).
“Mis cadenas están sueltas. Puedo desprenderme de ellas sólo con desearlo. La puerta de la
prisión está abierta. Puedo marcharme en cualquier momento sólo con echar a andar.” (1:3-6)
“Yo mismo erigí la prisión en la que creo encontrarme. Basta con que reconozca esto y quedo
libre.” (2:2-3)
“El Hijo de Dios no puede sino ser libre eternamente.” (2:6).
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“Veo el mundo como una prisión para el Hijo de Dios. Debe ser, pues, que el mundo es
realmente un lugar donde él puede ser liberado. Quiero contemplar el mundo tal como es y
verlo como un lugar donde el Hijo de Dios encuentra su libertad.” (3:4-6).
“Cuando vea el mundo como un lugar de libertad, me daré cuenta de que refleja las leyes de
Dios en lugar de la reglas que yo inventé para que él obedeciera.” (4:2).
La belleza del reconocimiento del papel decisivo que mi elección juega en cómo veo el mundo
es que afirma mi libertad para verlo de manera diferente. Reconoce que yo he erigido mi
prisión, y que soy libre. Y ya soy libre, todos nosotros somos libres, ahora, en nuestra propia
mente. La prisión es una ilusión. Puedo elegir mis pensamientos, y ésa es mi libertad final.
Puedo elegir ver el mundo como un lugar en el que puedo ser liberado, y en el que tú puedes ser
liberado. Puedo elegir ver el mundo como una prisión, o como un aula. Cómo lo veo es mi
elección, ¡mi elección! Yo soy libre de tomar esa decisión.
Puedo ver paz en cualquier momento que lo decida. Soy libre de hacerlo. Estos momentos que
paso en la quietud cada día, practicando estas lecciones, me lo enseñan. Puedo crear paz en mi
mente en cualquier momento que elija hacerlo. Elegir paz mental es la libertad final, y no
depende en absoluto de nada de fuera.
Al compartir esta paz con todos, aprendo que la paz no procede de fuera de mí, sino “de lo más
profundo de mí mismo” (5:3). A medida que cambia mi mente, junto con ella, cambia el modo
en que veo el mundo. Da testimonio de mi regreso a la paz. Y de este modo “Empiezo a
comprender la santidad de toda cosa viviente incluyéndome a mí mismo, y su unidad conmigo”
(5:6).
Hace años, cuando acababa de empezar a estudiar el Curso, me senté e intenté responder una
pregunta: “¿Qué he aprendido de la vida? ¿De qué estoy razonablemente seguro?”. Y la
respuesta que me vino fue muy sencilla: “La felicidad es una decisión que yo tomo”. Había
empezado a darme cuenta de la libertad de mi mente de elegir. Había empezado a darme cuenta
de que mi mente era verdaderamente libre en esta elección. Yo no necesitaba nada de fuera para
ser feliz, era simplemente una elección. Y nada de fuera podía impedirme esa elección.
Todavía estoy aprendiendo esa lección, edificando sobre ella, haciéndola más sólida con mi
experiencia. Eso es lo que nos dice este repaso. Somos libres de elegir. Somos verdaderamente
libres, ahora mismo. Nuestra mente lo puede todo en esta decisión. Nada le falta para decidirlo,
y no hay nada que pueda impedirnos tomar esa decisión. Además, Dios quiere que la tomemos
porque Él quiere nuestra felicidad.
Que hoy recuerde que quiero ser feliz y que en todo momento puedo elegir ser feliz. Quiero
estar en paz, y en todo momento puedo elegir estar en paz. La felicidad es paz, pues ¿cómo
podría ser feliz si estoy en conflicto? ¡Hoy tomaré esta decisión!
LECCIÓN 58 – 27 FEBRERO
Repaso de las Lecciones 36 a 40
“Mi santidad envuelve todo lo que veo”
“Mi santidad bendice al mundo”
“No hay nada que mi santidad no pueda hacer”
“Mi santidad es mi salvación”
“Soy bendito por ser un Hijo de Dios”
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Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
“La inocencia… es la verdad con respecto a mí mismo” (1:4). Yo realmente no lo creo. Quiero
creerlo, y puedo decir que lo creo; pero si realmente lo creyera, pienso que no estaría aquí. Al
menos no estaría viendo el mundo de la manera que lo veo, porque el modo en que veo el
mundo procede del modo en que me veo a mí mismo. “Lo único que puedo ver son los
pensamientos que tengo acerca de mí mismo” (1:5). Por eso, si realmente creyera en mi
inocencia, todo lo que vería sería inocencia por todas partes. Santidad.
Por esta razón, aceptar la Expiación para mí mismo, salva al mundo. Si puedo aceptar mi propia
inocencia, todo lo que veré es inocencia. A menudo nos confundimos sobre quién perdona
primero. ¿Perdono primero a otros, y luego veo mi propia inocencia? ¿O me perdono a mí
mismo, permitiéndome así ver a los otros inocentes? La respuesta a ambas preguntas es “Si”.
¿Cómo pueden contestarse las dos preguntas “Si”? Porque “yo mismo” y “los otros” no somos
realmente dos, somos uno. El pecado que veo en otros es siempre el mío propio, proyectado
desde mi mente (T.31.II.1:5). Cuando perdono a “otros” estoy realmente perdonando mis
propios pecados. Cualquier acto de perdón, sea dirigido hacia fuera o hacia dentro, tiene como
resultado que todo el mundo es perdonado.
De este modo, cuando percibo mi santidad, he bendecido a todo el mundo. La santidad que veo
en mí mismo, cuando la veo, es algo compartido por todo el mundo. A medida que mi propia
inocencia se alza en mi mente, la santidad de todo el mundo se alza al mismo tiempo.
La inocencia, o santidad, es un tema importantísimo del Curso. “Todo el mundo tiene un papel
especial en la Expiación, pero el mensaje que se le da a cada uno de ellos es siempre el mismo:
El Hijo de Dios es inocente” (T.14.V.2:1). “El contenido del curso, no obstante, nunca varía. Su
tema central es siempre: „El Hijo de Dios es inocente, y en su inocencia radica su salvación‟”
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(M.1.3:4-5). Es un mensaje de absoluta inocencia, completa inocencia, inocencia universal, sin
dejar a nadie ni a nada fuera de ella. No se condena a nadie. No se juzga a nadie como culpable.
Nadie es castigado.
“Puesto que mi santidad me absuelve de toda culpa, reconocer mi santidad es reconocer mi
salvación. Es también reconocer la salvación del mundo” (4:2-3). Como un Hijo de Dios yo soy
santo, y por eso soy bendito. Pero si yo soy un Hijo de Dios, tú también lo eres, también lo es
todo el mundo, porque soy un Hijo de Dios no por mi propio mérito ni por ningún logro que me
diferencie de los demás, sino simplemente debido al hecho de que Dios me creó santo. A
medida que reconozca este hecho sobre mí mismo, tengo que incluir a todos los que Dios creó,
o me quedo excluido junto con todos los demás.
Mi derecho a la inocencia, y a “todo lo bueno y sólo lo bueno” (5:2), reside en el hecho de que
soy el Hijo de Dios. Dios quiere todas las cosas buenas para mí y por lo tanto debo tenerlas, no
porque me las haya merecido de algún modo, sino porque Él quiere darlas. “El cuidado que me
prodiga es infinito y eterno. Soy eternamente bendito por ser Su Hijo” (5:7-8).
No importa lo que yo piense de mí mismo o que piense que lo he estropeado todo: todavía soy
Su Hijo. Todavía soy inocente. Todavía soy santo.
“Recuerda esto: pienses lo que pienses de ti mismo, pienses lo que pienses del mundo, tu Padre
te necesita y te llamará hasta que por fin regreses a Él en paz”. (Canción de la Oración
3.IV.10.7)
“Ten fe en lo que sigue a continuación, y ello será suficiente: la Voluntad de Dios es que estés
en el Cielo, y no hay nada que te pueda privar del Cielo o que pueda privar al Cielo de tu
presencia. Ni tus percepciones falsas más absurdas, ni tus imaginaciones más extrañas ni tus
pesadillas más aterradoras significan nada. No prevalecerán contra la paz que la Voluntad de
Dios ha dispuesto para ti”. (T.13.XI.7:1-3)
LECCIÓN 59 – 28 FEBRERO
Repaso de las Lecciones 41 a 45
“Dios va conmigo dondequiera que yo voy”
“Dios es mi fortaleza. La visión es Su regalo”
“Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él”
“Dios es la luz en la que veo”
“Dios es la Mente con la que pienso”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
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nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
Está claro que la mayor intensidad de estas cinco ideas está en Dios, cada pensamiento empieza
con esta palabra. Dios está siempre conmigo. Él es mi fortaleza, mi Fuente, mi Luz, y la Mente
con la que pienso. Como dice la Biblia: “Él no está lejos de cada uno de nosotros, pues en Él
vivimos, y nos movemos y existimos (Hechos de los A.17:27-28). Cuando reconozco que el
ambiente en el que existo, la energía misma que forma mi vida, es Dios, la paz viene a mi
mente. ¿Cómo podría estar separado del Infinito? El Hijo de Dios “no se puede separar de lo
que está en él” (T.13.XI.10:2), ni de Aquello en Lo que él está.
La siguiente cosa que me doy cuenta que se le da importancia es a mi manera de ver. “La visión
de Cristo es Su regalo… Hoy me valdré de este regalo” (2:5-6). “Puedo ver lo que Dios quiere
que vea. No puedo ver nada más” (3:3-4). “No puedo ver en la obscuridad. Dios es la única luz”
(4:2-3). Cualquier aparente forma de ver separada de Dios no puede ser real. La Voluntad de
Dios determina lo que puede verse, y Dios es la luz con la que veo. ¡Que me alegre de ver lo
que Él me muestra, que yo vea tal como Él quiere que vea!
De principio a fin, la lección pone de relieve mi unidad con Dios. Si soy uno con Dios y con
toda la creación, ¿cómo puedo ver diferente de Él? Por lo tanto, creer que puedo, es negar lo que
soy y desear estar separado de Dios, capaz de ver lo que Él no ve. Compartir Su visión y Sus
pensamientos es afirmar mi verdadero Ser, tal como Él me creó.
DÍA DEL AÑO BISIESTO – 29 FEBRERO
En los años bisiestos, que tienen un día más (el 29 de Febrero), hay varias posibilidades sobre
qué hacer en ése día añadido. Una posibilidad es continuar a la siguiente lección, y así terminar
las lecciones del año un día antes o repetir la última lección seis veces en lugar de las cinco que
se indica. Esto tiene el efecto de cambiar todas las lecciones a un día diferente del calendario
para el resto del año. En estos comentarios de las lecciones, hemos elegido no hacerlo así, de
modo que los comentarios se podrán usar sin cambios en cualquier año del calendario.
Otra posibilidad es repetir la lección del 28 de Febrero (Lección 59), o la del 1 de Marzo
(Lección 60). Puesto que éstas ya son lecciones de repaso, esto no parece especialmente útil.
Las tres posibilidades que quedan son: 1) elegir una lección favorita y hacerla el 29 de Febrero;
2) tomarse un día libre, sin hacer ninguna práctica; o 3) utilizar el día para hacer una lectura
completa de las diez lecciones del Primer Repaso.
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Mi recomendación es la tercera de estas posibilidades restantes, pero puedes elegir hacer lo que
quieras. La razón por la que recomiendo hacer una lectura completa del Primer Repaso es que
estas diez lecciones, juntas, proporcionan uno de los resúmenes más claros, breves y fáciles de
leer sobre los pensamientos que las primeras 50 lecciones han estado intentando enseñarnos.
Robert Perry ha dicho que este repaso está escrito de una manera tan clara y sencilla que acalla
cualquier pregunta sobre si el autor es capaz de tal claridad y sencillez; también nos da motivos
para pensar que si otras partes del Curso, tales como el Texto, están escritas con una mayor
dificultad, tiene que haber una buena razón para ello.
Tal como las mismas instrucciones del Repaso afirman: “En lo que ahora estamos haciendo
hincapié es en la relación que existe entre las primeras cincuenta ideas que hemos presentado
hasta el momento y en la cohesión del sistema de pensamiento hacia el cual te están
conduciendo” (L.rI.In.6:4). ¿Qué mejor modo de obtener ese sentido de cohesión del sistema de
pensamiento que leer todo el repaso de una sentada?
Hay veinte páginas en el Primer Repaso, pero con tanto espacio en blanco que en realidad son
poco más de diez páginas. El repaso completo puede leerse en voz alta en menos de treinta
minutos, lo sé porque lo he grabado en cinta (casete). (Puede que tú mismo quieras hacerlo, si
tienes magnetofón. Descubrí que escuchar todo el repaso repetidas veces, mientras iba y venía
del trabajo, era un poderoso instrumento de aprendizaje).
Intenta reservar media hora en algún momento durante el día, y léelo todo de una sentada. Si
lees deprisa, entonces léelo dos o tres veces. Intenta centrar toda tu atención, como sugiere el
repaso, en la relación entre las ideas, y en la cohesión de todo el conjunto.
LECCIÓN 60
-
1 MARZO
Repaso de las Lecciones 46 a 50
“Dios es el Amor en el que perdono”
“Dios es la fortaleza en la que confío”
“No hay nada que temer”
“La Voz de Dios me habla durante todo el día”
“El Amor de Dios es mi sustento”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Repasar las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo.
También, ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento al que
se te está llevando.
Ejercicios: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios
relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos
sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu
nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces
pensamientos semejantes.
Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la
idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan
pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa
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práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella.
Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre
las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
Haz cada lección por lo menos una vez.
Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
Mis Amigos más queridos:
Me dirijo a vosotros de este modo a causa de la línea de esta lección: “Reconoceré en todos a mi
Amigo más querido” (3:5). Esa línea me impactó tanto en cierta ocasión que, durante cuatro o
cinco meses, cada carta que escribía (excepto a aquellos que probablemente no lo entenderían)
la empezaba con “Mi Amigo más querido, (nombre)”.
No es extraño que el Curso nos diga: “En la creación de Dios no hay extraños” (T.3.III.7:7). Mi
Amigo más querido es todo el mundo, en la realidad, cada uno es ese Amigo. Ésa es su
Identidad real, aunque oculta. Hablando de “Aquellos que aceptan el propósito del Espíritu
Santo como su propósito comparten asimismo Su visión” (T.20.II.5:3), el Curso dice: “Él no ve
extraños, sino tan sólo amigos entrañables y amorosos” (T.20.II.5:5).
Imagínate ver el mundo de ese modo. Imagínate amar a todos con los que te encuentras,
reconociendo en todos y cada uno a un amigo muy, muy querido, y sabiendo que en lo más
profundo de sus corazones son totalmente amorosos, al igual que tú. Imagínate estar rodeado de
un amor así. Ésa es la visión del Curso del mundo real, el mundo al que se llega mediante el
perdón total (ver T.17.II.5:1, y T. 30.VI.3:3).
“El perdón es el medio por el cual reconoceré mi inocencia” (1:4). Y cuando reconozca mi
inocencia, ya no veré nada que perdonar (1:3). Únicamente veré amigos amados y amorosos.
Mientras vea otra cosa, algo distinto, hay trabajo de perdón que queda por hacer. Estamos aquí
por un propósito, y sólo uno: para perdonar al mundo tan completamente que amemos
absolutamente a todos y a todo, cualquier cosa que sea menos que eso es perdón incompleto.
¿Qué es lo que limita nuestro amor sino alguna forma de falta de perdón? Únicamente
eliminando por completo cada obstáculo al amor llegaremos a conocer la totalidad del amor que
somos.
La fortaleza de Dios en mí me permite hacerlo. A medida que perdono, recuerdo esa fortaleza
en mí, una fortaleza que yo he olvidado. “Perdono todas las cosas porque siento Su fortaleza
avivarse en mí” (2:5). La Voz de Dios me guía en este camino del perdón, paso a paso
cuidadosamente, realmente no hay ningún otro lugar al que ir. “Me dirijo firmemente hacia la
verdad” (4:4). A veces mis pasos parecen inseguros, pero no puedo perderme. El Amor de Dios
me sostiene. Al escucharle avivarse muy hondo dentro de mí, puedo recordar que yo soy Su
Hijo.
Nuestros pasos han sido inciertos, y las dudas nos han hecho andar con lentitud por el camino
que este curso señala. Pero ahora vamos a ir más deprisa, pues nos estamos acercando a una
mayor certeza, a un propósito más firme y a una meta más segura.
Padre nuestro, afianza nuestros pasos. Aplaca nuestras dudas, aquieta nuestras santas
mentes, y háblanos. No tenemos nada que decirte, pues sólo deseamos escuchar Tu Palabra y
hacerla nuestra. Guía nuestras prácticas tal como un padre guía a su hijo pequeño por un
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camino que éste desconoce, pero que aun así, el hijo lo sigue, seguro de que está a salvo porque
su padre le muestra el camino.
De este modo es como llevamos nuestras prácticas hasta Ti. Si tropezamos, Tú nos levantarás.
Si se nos olvida el camino, sabemos que Tú siempre lo recordarás. Y si nos extraviamos, Tú no
te olvidarás de llamarnos. Aligera nuestros pasos ahora de modo que podamos caminar con
mayor certeza y mayor rapidez hasta Ti. Y aceptamos la Palabra que Tú nos ofreces para
unificar nuestras prácticas, a medida que repasamos los pensamientos que Tú nos has dado.
(L.rV.In.1:5-3:6)
LECCIÓN 61
-
2 MARZO
“Yo soy la luz del mundo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: “Éste es uno de los primeros pasos en el proceso de aceptar tu verdadera función en
la tierra” (3:2). Esta lección es una continuación de lo que comenzó en la Lección 37 (“Mi
santidad bendice al mundo”), que contenía “los primeros destellos de tu verdadera función en el
mundo, o, la razón por la que estás aquí” (L.37.1:1)
Ejercicio: Tantos como puedas, (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante uno o dos
minutos.
Dite a ti mismo: “Yo soy la luz del mundo. Ésa es mi única función. Por eso es por lo
que estoy aquí”.
Luego piensa en estas frases. Deja que te vengan pensamientos relacionados. Si
puedes, cierra los ojos para hacer esto. Si tu mente se distrae (mejor dicho, cuando se
distrae), repite la idea. Éste es el mismo tipo de práctica que hiciste en la Lección 50 y
durante el Primer Repaso. Al pensar activamente en la idea, la haces tuya propia.
Observaciones: Empieza y termina el día con una sesión de práctica. Éstas pueden ser más
largas si quieres. Estas prácticas harán que tu día empiece, termine, y se llene con la afirmación
de la verdad sobre ti. Ésta es la clase de día al que el Libro de Ejercicios nos lleva, en el que
practicamos por la mañana, por la noche, y durante todo el día.
Éste es el primero de los siete “pasos gigantescos” en tu viaje de regreso al hogar. Intenta
hacer hoy exactamente eso. Utilízalo para “empezar a sentar las bases” (7:4) de los pasos
gigantescos que quedan por llegar.
Comentario
Probablemente, si te pareces a mí, la mayoría de los días no te sientes la luz del mundo. Algunos
días me siento como el último rescoldo de la chimenea. Pero esta lección no habla acerca de
cómo me siento, habla de lo que soy en verdad. “No se refiere a ninguna de las características
con las que has dotado a tus ídolos. Se refiere a ti tal como fuiste creado por Dios” (1:5-6). No
se refiere a quien yo pienso que soy, se refiere a mis características del diseño original,
directamente de la mano del Creador. Según la enseñanza tradicional cristiana, Jesús es la luz
del mundo y el resto de nosotros somos los ciegos que necesitan su luz. Decir “Yo soy la luz del
mundo” puede parecer demasiado. Puede parecer arrogante, lleno de orgullo, incluso lleno de
ego. Cuando Dios te ha hecho la luz del mundo, ¿qué hay más arrogante que decir: “Lo siento,
Jefe, te equivocas. Soy un pobre pecador”?
Tú y yo estamos aquí para ser conductores de la luz de Dios. Ser la luz del mundo es nuestra
única función, y la única razón por la que estamos aquí (5:3-5). Somos portadores de la
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salvación, no hay otro modo de que la salvación venga al mundo excepto a través de nosotros,
¡a través de todos nosotros!
La lección pide nuestra aceptación y práctica de esta idea “uno de los primeros pasos en el
proceso de aceptar tu verdadera función en la tierra” (3:2), “un paso gigantesco” (3:3), “una
aseveración categórica de tu derecho a la salvación” (3:4). No es únicamente una lección más,
¡es cosa seria! Bajarte del tren del “pobre de mí, necesito que me salven” y subirte al tren de
“portador de la salvación” puede ser un punto decisivo importante. La clave general de la idea
se refleja en el viejo dicho de los años sesenta: ¿Eres parte del problema o de la solución?
Al principio puede parecer que esta idea pide demasiado de nosotros. “¿Quién, yo salvar al
mundo? ¿Estás de broma? ¡Ni siquiera puedo salvarme a mí mismo!” Pero esa creencia sobre
nosotros mismos es exactamente donde está nuestro problema. Intenta darle amor a alguien hoy
y descubrirás que puedes llevar luz a su vida. Haz esto unas cuantas veces y tu opinión acerca
de ti mismo empezará a cambiar. Tu verdadera sensación de valía propia empezará a florecer.
Al dar ayuda, te estarás ayudando a ti mismo. Afirmas la divinidad de tu Fuente y te reconoces a
ti mismo como un Hijo de Dios al reconocer que ser útil, dar amor, extender amabilidad, y
mostrar compasión es la verdadera razón por la que estás aquí.
LECCIÓN 62
-
3 MARZO
“Perdonar es mi función por ser la luz del mundo”
Instrucciones para la práctica
Ejercicio: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante uno
o dos minutos.
Dite a ti mismo (con los ojos cerrados si la situación lo permite): “Perdonar es mi
función por ser la luz del mundo. Cumpliré mi función para así poder ser feliz”.
Luego usa la práctica que has estado haciendo últimamente: Piensa en las afirmaciones
(en este caso, alargándote concretamente en la felicidad que tu función te proporciona).
Deja que vengan pensamientos relacionados. Si tu mente se distrae, repite la idea y
añade: “deseo recordar esto porque quiero ser feliz”. Este pensamiento añadido
motivará a tu mente a que regrese y mantenga la atención.
Observaciones: Fíjate en la gran importancia que se da a tener un día feliz. Por esa razón
hacemos las prácticas, nos ayudarán a que nuestro día sea feliz. También traerá felicidad a las
personas a nuestro alrededor, ¡incluso a personas de tiempos y lugares lejanos! No es ésta una
práctica egoísta.
Fíjate también en que esta lección menciona la fórmula del Libro de Ejercicios de practicar
por la mañana, por la noche, y durante el día (4:1). Como ayer, podemos suponer hoy que
podemos alargar las prácticas de la mañana y de la noche si queremos.
Finalmente, date cuenta de por qué pueden salir libremente pensamientos relacionados:
porque “tu corazón reconocerá estas palabras, y en tu mente se encuentra la conciencia de que
son verdad” (4:5). En otras palabras, los pensamientos relacionados vienen de un pozo profundo
en nuestra mente, en el que ya entendemos estas ideas. Ellas sacan la sabiduría de ese pozo a la
superficie y las hacen nuestras.
Comentario
¿Qué hace la luz del mundo? Perdona. Por ser la luz del mundo, mi función no es enseñar
nuevas ideas a la gente, ni corregir sus errores, ni ser el caballero de la brillante armadura
(rescatar a otros). Mi función es simplemente perdonarles.
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El perdón es la demostración de que tú eres la luz del mundo. Mediante tu perdón
vuelves a recordar la verdad acerca de ti. (1:3-4)
El perdón no sólo trae luz a las mentes de aquellos que están a mi alrededor, también me
permite recordar la luz en mí mismo, me recuerda la verdad acerca de mí. El perdón es lo que
me salva. Hacer aquello por lo que estoy aquí me recuerda lo que yo soy verdaderamente.
¿Por qué? Porque “las ilusiones que tienes acerca de ti y acerca del mundo son una y la misma”
(2:1). Si veo la ilusión de pecado en un hermano, estoy realmente viendo mis propias ilusiones
acerca de mí. Cuando perdono a ese hermano, me estoy perdonando a mí mismo, estoy viendo
más allá de la ilusión que ha oscurecido la verdad tanto acerca de él como de mí. Cuando los
pensamientos de ataque se substituyen con pensamientos de perdón, sustituyo la muerte con la
vida.
El perdón es el medio que el Curso establece como tu camino para escapar del infierno, porque
el infierno en el que estamos se hizo con nuestros juicios y pensamientos de ataque. Perdonar
invita al Cristo en mí, mientras que atacar invita a mi propia debilidad. Al invitar al Cristo en
mí, Cristo se da a conocer, y empiezo a reconocer a Cristo como mi verdadero Ser. El perdón
reinstaura en tu conciencia “la invulnerabilidad y el poder que Dios le dio a Su Hijo” (3:5).
¿Dónde es necesario el perdón? No sólo en lo que pensamos que son cosas importantes:
traición, engaño, o intento claro de hacer daño. Cualquier pensamiento en mi mente que me
separe de otro y me haga diferente es un pensamiento de ataque, y necesita ser reemplazado con
el perdón. Cualquier pensamiento que menosprecie a otra persona, la rebaje, la vea como
“menos que”, la considere menos merecedora de amor por alguna razón, la aparte, la mire con
disgusto, me vea a mí mismo ganando a costa de que ella pierda, le desee daño o pérdida de
algún modo, o dude del amor en su corazón, es un pensamiento de ataque y necesita ser
reemplazado con el perdón.
Ésa es mi función, hoy y todos los días. Que libere al mundo del aprisionamiento en el que lo he
puesto. Que retire los juicios que he hecho acerca de él, y que así vuelva a descubrir la
milagrosa verdad de mi propia naturaleza divina al estar dispuesto a verla en todos los que me
rodean.
LECCIÓN 63
-
4 MARZO
“La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes
a través de mi perdón”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Ponerte en contacto con el poder de llevar paz a todo el mundo, reconocer los
medios con los que puedes hacerlo, y experimentar la felicidad que proviene de ello.
Ejercicio: Tan a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante uno
o dos minutos.
Dite a ti mismo: “La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi
perdón. Yo soy el instrumento que Dios ha designado para la salvación del mundo”.
Luego usa la práctica que has estado haciendo últimamente: Piensa en las afirmaciones
y deja que vengan pensamientos relacionados. Si tu mente se distrae, repite la idea.
Observaciones: Las observaciones sobre cerrar los ojos se mantienen para todas las sesiones de
práctica más cortas en el Libro de Ejercicios (excepto las de los ojos abiertos). La razón es
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sencilla. Por una parte, te beneficiarás más si cierras los ojos, porque te permitirá mayor
atención. Por otra parte, si esperas hasta que la situación te permita cerrar los ojos, eso
perjudicará a la frecuencia de tu práctica. Así que, cierra los ojos si la situación lo permite; si
no, hazla con los ojos abiertos.
Al igual que ayer se nos dice que seamos felices para practicar por la mañana, por la noche y
durante el día. Esto se debe a que esta práctica nos pondrá en contacto con nuestra función, y
nuestra función es la fuente de nuestra felicidad. Al igual que en la Lección 61, las sesiones de
práctica al comienzo y al final del día puedes alargarlas si quieres.
Comentario
¿Has recibido alguna vez el verdadero perdón? No hay nada tan liberador, nada que alivie tanto
la mente como ser perdonado de verdad. Si creo que puedo haber ofendido a alguien o causado
algún daño con lo que he dicho o hecho, y me responden con verdadero perdón y me ven
incluso mejor que lo que yo me veo a mí mismo, eso le da una paz increíble a mi mente. Eso
alivia las punzadas de mi culpa. Hay una sensación de amor hacia la otra persona, una alegría de
que nuestra relación no se ha dañado sino quizá mejorado.
Tú y yo tenemos el poder de llevar esa paz a todas las mentes. Ésa es nuestra función Podemos
permitir que esto se logre a través de nosotros (1:2). ¡Qué propósito más maravilloso le da esto a
nuestra vida: llevar paz a todas las mentes a través de nuestro perdón! Podemos liberar a todos a
nuestro alrededor del infierno de su propia culpa.
“No aceptes en su lugar ningún propósito trivial ni ningún deseo insensato, o te olvidarás de tu
función y dejarás al Hijo de Dios en el infierno” (2:4). Cuando aceptamos un propósito menor,
inevitablemente olvidamos el principal. Por ejemplo, podemos estar intentando hacer que
alguien actúe de un modo que nos guste, para nuestro propio placer personal. Podemos tener
expectativas acerca de lo que alguien debería hacer o decir. Estos propósitos menores pueden
hacer que nos olvidemos por completo de nuestra verdadera función de perdonar, y echarle más
culpa a la persona cuando no satisface nuestras expectativas.
Necesitamos practicar esta idea cuidadosamente, tan a menudo como podamos, para reforzarla
en nuestra mente: “Yo soy el instrumento que Dios ha designado para la salvación del mundo”
(3:5). El perdón fluye a través de mí y le lleva paz a todas las mentes con las que me encuentro
hoy, ¡que recuerde no impedir que fluya!
LECCIÓN 64
-
5 MARZO
“No dejes que me olvide de mi función”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Recordarte constantemente elegir tu felicidad para elegir cumplir tu función. Resistir
la tentación de dejar que el mundo que ves borre tu función de tu consciencia.
Ejercicios más largos: Al menos uno, de diez a quince minutos.
Cierra los ojos y repite estos pensamientos: “No dejes que me olvide de mi función. No
dejes que trate de sustituir la que Dios me dio por la mía. Déjame perdonar y ser feliz”.
Luego haz de nuevo las prácticas recientes de reflexionar acerca de las frases. Piensa en
ellas. Deja que vengan pensamientos relacionados (te ayudará recordar lo importante
que es tu función para ti y para otros).
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Observaciones: Es fácil en periodos largos de reflexión como éste entrar en una fiesta de
distracciones de la mente, por la sencilla razón de que “aún no tienes la disciplina mental que
ello requiere” (7:2). Así que, estate a la caza de pensamientos sin importancia. Cuando se
presenten, repite la idea (puedes incluso repetir las tres frases). Aunque tengas que hacerlo
veinte veces, eso es mejor que dejar que tu mente flote sin rumbo por el país de la fantasía..
Recordatorios frecuentes: Muy a menudo, durante varios minutos.
En diferentes ocasiones, usa una o la otra de estas prácticas:
1. Una versión corta del ejercicio más largo. Repite: “No dejes que me olvide de mi
función .No dejes que trate de sustituir la que Dios me dio por la mía. Déjame perdonar
y ser feliz”, y luego piensa sólo en ello. Tu mente se distraerá; cuando lo haga, repite
las ideas para traerla de vuelta a la práctica.
2. Repite las mismas frases, luego mira lentamente a tu alrededor sin hacer ninguna
selección, y di: “Éste es el mundo que es mi función salvar”.
Comentario
La Lección 62 dijo que el perdón es mi función, así pues, esta lección expresa mi decisión de no
olvidar para qué estoy aquí: para perdonar al mundo, llevándole paz a todas las mentes.
¿Qué hace que me olvide? El mundo en su totalidad. Todo lo que ven mis ojos ven es “una
forma de tentación, ya que ése fue el propósito del cuerpo en sí” (2:1). El ego fabricó el mundo
y el cuerpo con un propósito determinado:
1. Ocultar mi función de perdonar.
2. Justificar el olvido de mi función.
3. Engatusarme para que abandone a Dios y a Su Hijo tomando forma en un cuerpo.
La continuidad del ego depende de mi identificación con la forma corporal. La maldad del
mundo y la sensación de carencia del mundo a mi alrededor justifica mi el que yo esté dispuesto
a perdonar. Mi relación con el mundo, convirtiéndole en el centro de mis metas e incluso de mi
vida, obscurece mi verdadera función (en el Cielo: crear; aquí: perdonar). El plan del ego parece
haber funcionado muy bien.
El sistema de pensamiento del Curso es bastante poco habitual y extremo. Como dice más tarde
en el Libro de Ejercicios, la enseñanza del Curso es que: “El mundo se fabricó como un acto de
agresión contra Dios” (L.pII.3.2:1). No fue creado por Dios sino fabricado por el ego para
abandonar a Dios, tomando una forma física para ocultar nuestra realidad espiritual.
Me resulta difícil aceptar esta comprensión: no estoy solo (separado). El Curso se da cuenta de
que ésta es una idea difícil. Pero cuando empiezo a darme cuenta del modo en que mi mente
funciona, se hace más fácil de aceptar, porque empiezo a darme cuenta de la manera en que mi
mente utiliza al mundo y usa todo lo que veo con los ojos para mantener la ilusión de
separación. A medida que me inclino hacia el perdón, también descubro que algo en mi mente
se resiste con uñas y dientes, intentando justificar mi negativa a perdonar, intentando que me
olvide del perdón por completo. Y empiezo a reconocer que lo que el Curso está diciendo aquí
tiene una curiosa semejanza con lo que está sucediendo dentro de mi mente. Entonces, quizá lo
que dice es verdad, una verdad que yo me resisto a aceptar, pero que parece confirmada por mi
propia experiencia.
Sin embargo, el Espíritu Santo tiene otro propósito para todo en este mundo. “Para el Espíritu
Santo el mundo es un lugar en el que aprendes a perdonarte a ti mismo lo que consideras son tus
pecados” (2:3). Eso es lo que hacemos cuando perdonamos a “otros”. Cumplir tu función es lo
que te hace feliz (¡Yo puedo dar testimonio de ello!).
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Es interesante la relación entre perdón y felicidad. Si piensas en ello por un momento, te darás
cuenta de que cuando te niegas a perdonar, te sientes fatal. Por ejemplo decir: “No me siento
feliz por el modo en que te comportas en nuestra relación” es lo mismo que decir; “Te he
juzgado y fallas en algo”. Perdonar a alguien es ser feliz con él. Perdonar significa abandonar
tus excusas para ser desgraciado” Cuando perdonas, “la felicidad se vuelve inevitable” (4:2). Y
“no hay otra manera” (4:3). El no perdonar es precisamente una elección de continuar siendo
desgraciado, sin el perdón no puedes ser verdaderamente feliz. Ése es el razonamiento de esta
afirmación: “Por lo tanto, cada vez que eliges entre desempeñar o no tu función, estás en
realidad eligiendo entre ser feliz o no serlo” (4:4).
Luego la lección sigue y señala que cada decisión que tomamos en un día puede resumirse a
esta simple elección: ¿Quiero ser feliz o desgraciado? Cuando puedas empezar a ver desde esta
perspectiva tus decisiones en la vida, la elección es muy sencilla. ¿Quién elegiría a sabiendas ser
desgraciado? Cuando empieces a darte cuenta de que eso es lo que estás eligiendo, empiezas a
entender por qué el Curso se refiere a nosotros como “dementes”.
“No dejes que me olvide de mi función.
No dejes que trate de sustituir la que Dios me dio por la mía
Déjame perdonar y ser feliz”. (6:2-4)
Intentemos acordarnos de hacer la práctica hoy. (Tengo que confesar que he estado escatimando
la práctica). Una cosa en la que hay que fijarse es en la sesión de práctica de diez a quince
minutos que se pide hoy, eso es algo nuevo. Intenta hacerle un hueco.
LECCIÓN 65
-
6 MARZO
“Mi única función es la que Dios me dio”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Abandonar nuestras metas habituales, aunque sólo sea por un rato, para que así
puedas poner toda tu atención en aceptar la función que Dios te dio como tu única función.
Ejercicios más largos: Una vez, de diez a quince minutos.
Repite la idea, luego cierra los ojos y repítela de nuevo.
Observa cuidadosamente tu mente, el paso de lo que consideras pensamientos normales.
Observa cada uno con tranquilidad (como se te enseñó en lecciones anteriores) y di:
“Este pensamiento refleja un objetivo que me está impidiendo aceptar mi única
función”. Cuando empieces a quedarte sin pensamientos de ese tipo, intenta durante un
minuto o así atrapar cualquier pensamiento que quede, aunque no hagas ningún
esfuerzo por encontrarlos. La razón de esta fase es vaciar tu mente de tus metas y
funciones habituales.
Luego di: “Que en esta tabla rasa quede escrita mi verdadera función”, o la misma
idea con tus propias palabras. Estate dispuesto a que las metas que te has adjudicado a ti
mismo sean reemplazadas por la de Dios.
Repite la idea de nuevo y pasa el resto de la sesión de práctica pensando acerca de la
idea y dejando que te vengan pensamientos relacionados. Habiendo expulsado tus
funciones habituales, ahora estás intentando “entender y aceptar” (3:1) tu verdadera
función, para reflexionar activamente acerca de ella a fin de que se convierta en la tuya
propia. Pon toda tu atención concretamente en la importancia y lo deseable de tu
función, y la resolución y alivio que te ofrece. Cuando surjan pensamientos de
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distracción, te sugiero que los hagas desaparecer con la frase que acabamos de usar:
“Este pensamiento refleja un objetivo…”
Observaciones: Cuando dice que necesitas elegir un horario para la sesión más larga de
práctica, y que lo mantengas durante el día y durante los próximos días, eso puede sonar
amenazador. Sin embargo, tiene perfecto sentido. Estás empezando a entregar toda tu vida a tu
verdadera función. Dedicarle un tiempo durante el día, un tiempo sólo para eso, un tiempo que
es como una roca firme en un río de objetivos sin importancia que no paran, es una estrella, un
pie en el hogar. Si no puedes dejar que tu verdadera función ponga un pie en el hogar, ¿cómo
puedes alcanzar el punto en el que le dedicas toda tu vida?
Recordatorios frecuentes: Al menos uno por hora.
A veces usa la primera de estas dos formas; otras, usa la segunda:
Cierra los ojos y di: “Mi única función es la que Dios me dio. No quiero ninguna otra
ni tengo ninguna otra”.
Mira a tu alrededor y di la misma frase, dándote cuenta de que lo que ves parecerá
completamente diferente cuando aceptes de verdad lo que estás diciendo. (Sugiero que
lo intentes ahora y veas el efecto que tiene sobre ti).
Comentario
De lo que me di cuenta cuando lo leí fue la última frase del primer párrafo:
“Aceptar la salvación como tu única función entraña necesariamente dos fases: el
reconocimiento de que la salvación es tu función, y la renuncia a todas las demás metas que tú
mismo has inventado”. (1:5)
Algunos de nosotros todavía podemos estar teniendo problemas con la primera fase: reconocer
la salvación como nuestra función. No es fácil. Decir: “Mi tarea es sanar y ser sanado” requiere
un cambio fundamental en la mente para la mayoría. Vernos a nosotros mismos como la luz del
mundo no es algo que nos llegue fácilmente. Por eso las lecciones anteriores han tratado ese
hecho, y aparecerá de nuevo en lecciones posteriores.
Esta lección va más allá de reconocer que la salvación es nuestra función, añade el pensamiento
de que es nuestra única función. Lo deja muy claro que para que esto sea así, todas las demás
funciones deben ser abandonadas. Dios nos dio esta única función, y ninguna otra. Las otras nos
las hemos inventado nosotros mismos, y cada función diferente compite en algún modo y le
quita importancia a la que Dios nos dio.
A medida que transcurre el día, observo cómo mis “propósitos y objetivos triviales” (4:3)
interfieren con la búsqueda de mi única función. Puedo observarlo en la práctica sencilla que se
propone para los próximos días: reservar de diez a quince minutos para intentar entender y
aceptar la idea del día. La lección me pide que me organice el día a fin de reservar este tiempo
para Dios. Reservar estos quince minutos requerirá que deje a un lado otros propósitos durante
esos minutos. Sacará el tema tratado en esta lección: el modo en que mis otros objetivos
compiten con la función que Dios me ha dado.
En mi comprensión con el Curso, el asunto de reconocer mi verdadera función puede tener lugar
muy pronto, lo que puede llevar más tiempo es el proceso de abandonar todos mis propósitos
menores hasta que no tenga ningún otro que el de Dios. Al principio, no tenemos ni idea de los
muchos propósitos competitivos que nos hemos asignado a nosotros mismos. Lleva tiempo
descubrirlos y abandonarlos todos. Hoy es sólo el principio, pero cuanto más en serio me tome
esta idea, más eficaz puede ser la práctica de hoy.
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LECCIÓN 66
-
7 MARZO
“Mi función y mi felicidad son una”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aceptar que tu felicidad y la función que Dios te ha dado no sólo están relacionadas
sino que además son lo mismo, por muy diferentes que aparenten ser; y aceptar que no tienen
nada que ver con todas las funciones que tu ego te ha dado.
Ejercicios más largos: Una vez, de diez a quince minutos.
Pasa un rato reflexionando activamente en la lógica siguiente: “Dios me da únicamente
felicidad (frase 1). Él me ha dado mi función (parte 2). Por lo tanto, mi función tiene
que ser mi felicidad (conclusión)”. Fíjate en que la conclusión sigue a las frases
anteriores; así que si las frases son ciertas, la conclusión tiene que serlo también.
Por lo tanto, piensa durante un rato en la primera frase (“Dios me da únicamente
felicidad”). Utiliza el párrafo 6 como guía. Dice que, al final, tienes que aceptar la
primera frase o aceptar que Dios es malvado.
Luego pasa un rato pensando en la segunda frase (“Él me ha dado mi función”). Utiliza
los párrafos 7 y 8 como guía. Dicen que nuestra función nos la tiene que haber dado
Dios o el ego, pero el ego no da regalos. Es una ilusión que ofrece la ilusión de regalos.
Después Pasa un rato pensando acerca de cómo tu vida refleja una lógica alternativa,
que es algo así: “Mi ego me ha dado muchas funciones (piensa en algunas). Ninguna de
ellas me ha dado felicidad (piensa en ello). Por lo tanto, mi ego nunca me da
felicidad”. ¿No es ésta una conclusión lógica? ¿No te hace esta conclusión querer elegir
en su lugar la función que Dios te ha dado?
Finalmente, intenta poner esta reflexión en una aceptación de la conclusión (“Por lo
tanto, mi función tiene que ser mi felicidad”). Usa la reflexión para llevarte al momento
en que realmente comprendes y acepta la conclusión.
Observaciones: Esta lección es otro paso gigantesco (el primero fue la Lección 61), pero
únicamente será un paso gigantesco para ti si realmente entregas tu mente a ello. Por lo tanto,
hazlo así por tu propio bien. Dale a la sesión más larga toda tu concentración, y a las sesiones
más cortas la frecuencia que se indica.
Recordatorios frecuentes: 2 por hora, de un minuto o algo menos.
Di: “Mi función y mi felicidad son una porque Dios me dio las dos”. Repetir esto lentamente
y pensando en ello hará que sea completamente diferente.
Comentario
Esta lección me parece interesante por el modo en que usa la lógica común, aplicada a ideas
extraordinarias. Se espera que se pase el periodo de práctica más largo pensando en las frases de
la lógica que se dan en el párrafo 5 (5:7 y 9:1). En otras palabras, la lección nos pide que
examinemos mentalmente la lógica de sus propuestas. Está claro que el Curso le da una gran
importancia a pensar y razonar. Está firmemente basado en la razón, y espera que sepamos usar
esa facultad de nuestra mente. En este tipo de práctica me es muy útil escribir las ideas que me
vienen mientras lo hago.
Hoy la idea central es una que ya hemos visto antes: la felicidad y mi función son, en esencia, lo
mismo. Las dos ideas son muy sencillas, especialmente la primera: Dios me da únicamente
felicidad Si Dios es un Dios que se merece mi lealtad, un Dios de amor, esto tiene que ser así.
¿Por qué seguir a un dios que hace desgraciado? Si Dios da tristeza, Él debe ser malvado (6:5).
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Y si Dios es malvado, mejor es que le abandone ahora, nunca encontraré la felicidad en las
garras de un dios sádico, que da tristeza a sus creaciones.
Segundo, Dios me ha dado mi función. Esto es un poco menos claro. “Función” puede
entenderse como “naturaleza”. En palabras sencillas, Dios me creó y, al hacerlo, definió lo que
yo soy. Lo que yo soy define lo que hago. ¿Qué alternativa hay? Si Dios no me definió, ¿quién
lo hizo? La única alternativa es el ego (8:3). O yo podría decir que yo me hice a mí mismo (lo
que es lo mismo). Pero ¿cómo puede algo crearse a sí mismo? ¿Quién creó su poder de crear?
¿Es realmente posible que el ego me hiciera o me definiera? No. Por lo tanto, esta segunda idea
debe ser verdad: Dios me ha dado mi función.
Ahora bien, si Dios me da únicamente felicidad, y Dios me ha dado mi función, ¿cuál es la
conclusión lógica? Mi función tiene que ser la felicidad. Mi razón de ser es ser feliz. Llevar a
cabo mi función es lo que me hace feliz.
Si pensamos en todas las maneras en que hemos intentado encontrar la felicidad siguiendo a
nuestro ego -como se nos indica la lección- tenemos que admitir, si somos honestos, que
ninguna de ellas ha funcionado, ninguna nos ha hecho feliz.
La lección está intentando traernos al punto donde hacemos una elección, la elección entre la
locura y la verdad, entre escuchar al ego o al Espíritu Santo. Nos está pidiendo que nos demos
cuenta de que todo lo que el ego nos dice es una mentira, y que sólo la verdad es verdadera, sólo
lo que Dios nos ha dado tiene realidad.
Esta lección es el segundo paso gigantesco (10:4). El primero fue la Lección 61. Lo veremos de
nuevo en las Lecciones 94, 130, 135, y 194. La Lección 61 nos dijo: “Yo soy la luz del mundo”
que es “uno de los primeros pasos en aceptar tu verdadera función en la tierra… un paso
gigantesco que te conducirá al lugar que te corresponde en la salvación” (L.61.3:2-3). Somos
portadores de la luz, planeado por Dios para transmitir Su luz al universo: ésa es nuestra
función. Aceptar eso es un paso gigantesco, un fuerte comienzo. Ahora se nos dice: “Mi función
y mi felicidad son una”. La felicidad consiste en traer luz al mundo, ser la luz del mundo es
cumplir nuestra función, y cumplir nuestra función es felicidad.
LECCIÓN 67 - 8 MARZO
“El Amor me creó a semejanza de Sí Mismo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Experimentar la resplandeciente luz de tu realidad que no cambia nunca, ni siquiera
un sólo instante. Volver a definir a Dios como Amor y darte cuenta de que tú estás incluido en
Su definición de Sí Mismo.
Ejercicios más largos: Una vez, duración de diez a quince minutos.
Repite la idea.
Luego pasa unos minutos añadiendo pensamientos relacionados con las líneas
siguientes: “La Santidad me creó santo. La Asistencia me creó servicial”. Usa
únicamente cualidades que estén de acuerdo con las enseñanzas del Curso acerca de
Dios.
Durante un breve intervalo, intenta abandonar todos los pensamientos.
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El resto es un ejercicio de meditación, utilizando el método enseñado a partir de la
lección 42:
1. Ve más allá de la espesa nube de todas las imágenes que tienes de ti mismo a la
luz de tu verdadero Ser. Pasa de largo las ilusiones acerca de ti y sumérgete en
la verdad en ti.
2. Cuando te distraigas, repite la idea. Si esto no es suficiente, añade más
pensamientos relacionados, como en la fase anterior.
3. Mantén en tu mente la confianza de que la luz de tu verdadero Ser está ahí y
puedes alcanzarla; incluso aunque no la alcances ahora, tendrás éxito en hacer
que esa experiencia venga antes.
Recordatorios frecuentes: 4 o 5 veces por hora, quizá más.
Repite la idea. Mientras lo haces, date cuenta de que no es tu diminuta voz la que te dice esto,
sino la Voz de la verdad diciéndote Quién eres realmente. Te recomiendo que la repitas así
ahora, y veas el efecto que tiene.
Observaciones: El comentario en 5:2 es muy importante. Las lecciones a partir de la 71 a la 80
dan mucha importancia a las repeticiones frecuentes, y esta frase explica por qué son tan
importantes. Necesitas practicar la verdad con frecuencia porque practicas la ilusión muy a
menudo. Concretamente: “tu mente está tan ocupada con falsas imágenes de sí misma” (5:2).
Dentro de cada pensamiento habitual hay una falsa imagen de ti mismo. Por esa razón necesitas
introducir en tu mente tantos pensamientos como puedas acerca de la verdad de lo que tú eres.
Comentario
El Curso emplea una grandísima cantidad de espacio diciéndonos lo que somos, cómo fuimos
creados a semejanza de Dios, Quien nos creó, y cómo esa realidad no ha cambiado ni puede
cambiar (2:1). La Lección 229 prácticamente es el pensamiento de hoy: “El Amor, que es lo que
me creó, es lo que soy”. El Quinto Repaso nos hace repetir durante cada día a lo largo de diez
días: “Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”. Y luego están todas las lecciones
con ese tema exacto (la única lección que se da más de una vez con las mismas palabras, en la
94, 110 y 162); otras cuantas en las que la idea se repite (132, 139, 237 y 270); y veinte
lecciones de repaso (201 a 220) en las que repetimos las palabras: “Aún soy tal como Dios me
creó”. ¡Está claro que el Curso piensa que esta idea merece ser repetida!
De hecho, la lección de hoy nos dice exactamente por qué este pensamiento es tan importante, y
por qué es tan necesaria la repetición:
“Hoy te resultará especialmente beneficioso practicar la idea del día tan a menudo como puedas.
Necesitas oír la verdad acerca de ti tan a menudo como sea posible, debido a que tu mente está
tan ocupada con falsas imágenes de sí misma. Sería sumamente beneficioso que te recordaras
cuatro o cinco veces por hora, o incluso más si fuese posible, que el Amor te creó a semejanza
de Sí Mismo. Oye en esto la verdad acerca de ti” (5:1-4)
Necesitamos oír la verdad acerca de nosotros tan a menudo como podamos porque nos hemos
enseñado a nosotros mismos una imagen falsa acerca de lo que somos, y nos la hemos enseñado
muy, muy bien. “Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres” (T.6.I.13:2) es una de las
frases más famosas del Curso, y le da muchísima importancia a lo mismo: Lo que somos es
Amor, porque el Amor nos creó a Su Semejanza.
¿Cuántos de nosotros, si se nos pregunta: “¿Qué eres?”, encontraría la palabra “amor” surgiendo
inmediatamente en nuestra mente? Para la mayoría de nosotros es demasiado pensar en nosotros
como amor, y sólo amor. Podemos pensar que hay algo de amor en nosotros, pero ¿pensar:
Amor es lo que somos? Nunca. Por eso necesitamos oírlo tan a menudo como sea posible, la
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razón por la que necesitamos repetir hoy la idea 4 o 5 veces cada hora, o incluso más, durante el
día. Eso hace unas 80 veces hoy, si estamos despiertos 16 horas.
Amor es lo que soy. Por esa razón soy la luz del mundo. Por esa razón soy el salvador del
mundo, y la razón por la que el Cristo en todos busca la salvación en mí, porque lo que yo soy
es la salvación del mundo (1:2-5). Sabiendo esto acerca de mí mismo ¿viviría hoy de manera
diferente?
Date cuenta de que la lección no espera que “cojamos” esta idea inmediatamente. Si se esperase
que la atrapásemos al instante, no tendríamos que repetirla 80 veces. Todo lo que buscamos es
“darnos cuenta plenamente, aunque sólo sea por un momento, de que es verdad” (1:6). El Amor
está en nosotros como nuestro verdadero Ser, y estamos intentando ponernos en contacto con el
Amor dentro de nosotros (3:2-3). Puede que hoy no entremos en contacto con Él directamente,
pero se merece el esfuerzo, aunque sintamos que no hemos tenido éxito: “Confía en que hoy
harás mucho por acercarte a esa conciencia, tanto si sientes que has tenido éxito como si no”
(4:4).
Algún día, en algún momento, tendremos éxito, quizá incluso hoy. Es inevitable porque no
podemos escondernos por siempre de lo que somos, no podemos escaparnos de lo que está
dentro de nosotros. En algún momento sucederá: “superar todo eso… y valiéndote del intervalo
en el que tu mente está libre de pensamientos, quizá puedas llegar a la conciencia de una luz
resplandeciente en la cual te reconoces a ti mismo tal como el Amor te creó” (4:3).
“El Amor te creó a semejanza de Sí Mismo” (6:4).
LECCIÓN 68 - 9 MARZO
“El amor no abriga resentimientos”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Sentir la profunda sensación de paz y seguridad que procede de no albergar
resentimientos. Esto te proporcionará la motivación que necesitas para desprenderte de ellos
cada vez más.
Ejercicios más largos: Una vez, duración de diez a quince minutos.
Busca en tu mente a aquellos contra los que guardas serios resentimientos, luego a
aquellos contra los que aparentemente guardas resentimientos menores. Date cuenta de
que nadie está completamente libre de ellos, y lo solo que esto te ha hecho sentir.
Decídete a verlos a todos como amigos. Dile a cada uno: “Te consideraré mi amigo,
para poder recordar que eres parte de mí y así poder llegar a conocerme a mí mismo”.
Date cuenta de la evolución a través de las tres etapas (amigo/ parte de mí/ conocerme
a mí mismo). Intenta sentir de verdad cada etapa.
Durante el resto de la sesión de práctica, piensa en ti mismo estando en paz con un
mundo que es verdaderamente tu amigo, un mundo que te ama y te protege, y que tú a
cambio amas. Intenta sentir realmente que la seguridad te rodea como un manto,
revoloteando a tu alrededor como las alas de un ángel, y sujetándote como una sólida
roca debajo de tus pies.
Termina diciendo: “El amor no abriga resentimientos. Cuando me desprenda de todos
mis resentimientos sabré que estoy perfectamente a salvo”.
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Recordatorios frecuentes: Varias veces (al menos 3 por hora).
Di: “El amor no abriga resentimientos. Quiero despertar a la verdad de mi Ser dejando a un
lado todos los resentimientos y despertando en Él”.
Respuesta a la tentación: Siempre que sientas un resentimiento contra alguien.
Rápidamente aplica la idea en esta forma: “El amor no abriga resentimientos. No traicionaré
a mi propio Ser”. Por supuesto, la idea es que debido a que tu Ser es Amor, abrigar
resentimientos es un acto de traición a tu Ser. Piensa en ello.
Comentario
Esta lección es una poderosa enseñanza acerca del efecto que abrigar resentimientos tiene en
nuestra mente y en nuestra manera de pensar.
Abrigar un resentimiento es desear hacerle daño a alguien; ya sea que lo consideremos así o no,
es “tener sueños de odio” (2:5). Alguno de nosotros, quizá la mayoría, a veces lo hemos hecho,
literalmente tener sueños de venganza contra alguien que percibimos que nos está haciendo su
víctima. Posiblemente, hemos deseado conscientemente que alguien estuviese muerto. Sin
embargo, probablemente hemos reprimido la consciencia de tales pensamientos y
deliberadamente hemos olvidado que los hemos tenido. No obstante, incluso los resentimientos
“pequeños” son lo mismo, sólo que de una manera más suave. Abrigar un resentimiento es
sentir que se te ha tratado injustamente, y que el que lo ha hecho se merece ser castigado por
obrar mal.
“El amor no abriga resentimientos”. Abrigar un resentimiento es lo opuesto al amor, el amor y
los resentimientos no pueden existir juntos. La lección de ayer nos enseñó que “El Amor me
creó a semejanza de Sí Mismo”. Entonces, abrigar resentimientos es negar esa verdad, es
afirmar que soy algo distinto del amor. No podemos conocer nuestro Ser como Amor si
albergamos algún resentimiento porque abrigar resentimientos es justamente lo contrario.
“Quizá no hayas comprendido del todo lo que abrigar resentimientos le ocasiona a tu mente”
(1:5). La enseñanza de las siguientes líneas es sustanciosa. Nuestra Fuente es Amor, y estamos
creados a semejanza de esa Fuente. Cuando albergamos un resentimiento, parece que somos
diferentes de nuestra Fuente, y por lo tanto parece que estamos separados de Él (1:6). Nosotros
no somos Amor, y Dios sí lo es, tenemos que estar separados.
Sin embargo, la mente no puede ni siquiera imaginar que una fuente y sus efectos sean
totalmente diferentes; por lo tanto, para arreglar este problema de lógica, nuestra mente se
imagina a Dios a semejanza de nuestra imaginada imagen de nosotros mismos: “Te hace creer
que Él es aquello en lo que tú piensas que te has convertido” (1:7). Pensamos que Dios alberga
resentimientos, y tiene sueños de religiones que hablan de “pecadores a manos de un Dios
furioso”. Fabricamos una imagen de un dios vengativo y castigador, y nos alejamos
aterrorizados de su presencia, temerosos de nuestra propia existencia.
Los efectos de los resentimientos no terminan con desprendernos aparentemente de Dios,
haciéndonos diferentes y separados, y luego convertir a Dios en un demonio terrorífico y
vengativo. Dentro de nosotros, nuestro propio Ser parece quedarse dormido y así dejar de tomar
parte activa, mientras que la parte de nosotros que “teje ilusiones mientras duerme, parece estar
despierta” (2:1). Nos olvidamos de nuestro Ser e imaginamos que somos otra cosa, un “ser”
mezquino, que alberga resentimientos, enfadado con el mundo.
“¿Podría ser todo esto el resultado de abrigar resentimientos? ¡Desde luego que sí!” (2:2-3).
Hemos inventado a un dios semejante a nuestra imagen. Sentimos culpa. Hemos olvidado quién
somos. Todo esto es inevitable para todos aquellos que abrigan resentimientos.
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No nos hemos dado cuenta del daño que le estamos haciendo a nuestra mente al albergar
resentimientos. Por esta razón el Curso nos enseña que el perdón no es algo que hacemos a
favor de otros, lo hacemos por nuestro propio bienestar.
Puede parecer imposible abandonar todos los resentimientos, eso dice la lección (4:2). Sin
embargo, no es cuestión de que sea posible o imposible, sino únicamente cuestión de
motivación. Podemos abandonar cualquier resentimiento, la cuestión es ¿queremos hacerlo? Por
eso, esta lección se propone aumentar nuestra motivación pidiéndonos que hagamos un
experimento. Básicamente, nos pide “trataremos de ver cómo te sentirías sin ellos” (4:4). La
idea es que si podemos sentir lo que es estar sin resentimientos, preferiremos este sentimiento
nuevo. Como dice el anuncio de televisión: “Pruébalo, te gustará”. Y una vez que estemos
motivados, una vez que queramos abandonar los resentimientos, lo haremos. Nuestra mente
tiene todo ese poder.
Fíjate en el uso de las palabras “tratando” y “trata” en el párrafo 6. Aquí estamos haciendo un
ejercicio de imaginación. Imagínate estar en paz con todo el mundo. Imagínate sentirte
completamente a salvo, rodeado de amor y amando a todos los que te rodean. Imagínate, aunque
sólo sea por un instante, que nada puede hacerte daño, que eres invulnerable y estás
completamente seguro y, aún más, que no hay nada que quiera hacerte daño aunque pudiese. “Si
lo logras, aunque sea brevemente, jamás volverás a tener problemas de motivación” (4:5).
Una vez que pruebes lo que es este estado mental, vas a quererlo. ¡Porque es realmente
maravilloso! Vas a desear hacer todo lo que sea necesario para experimentarlo cada vez más y
durante más tiempo, hasta que sea para siempre.
Quiero recalcar que la lección de hoy no nos dice “deshazte de todos tus resentimientos”. No
está estableciendo una ley ni haciéndonos sentir culpables por tener resentimientos.
Simplemente está intentando motivarnos para que queramos abandonarlos; primero al
mostrarnos cuánto dolor causan los resentimientos a nuestra mente (daño ilusorio, pero en
nuestra experiencia parece real), y luego al dejarnos experimentar cómo se siente una mente sin
resentimientos. Nos hace reconocer que albergar resentimientos es una traición, no a Dios ni a
nadie más, sino a nosotros mismos como Amor. Los resentimientos nos hacen creer que somos
algo que no somos, y que no somos lo que verdaderamente somos.
LECCIÓN 69
-
10 MARZO
Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí”
Instrucciones para la práctica:
Propósito: Levantar el velo de resentimientos que ha ocultado la luz del mundo en ti, para que
puedas experimentar la luz y dejar que la salvación brille sobre el mundo. Éste es otro intento de
experimentar la luz en ti (ver L.41.5:3 y L.44.3:1).
Ejercicio más largo: Una vez, duración de diez a quince minutos.
Pasa varios minutos cultivando la elevada actitud que es tan importante para la
meditación del Curso. Piensa en lo que estás intentando, en su importancia para ti y para
el mundo. Estás intentando levantar el velo y entrar en contacto con la luz del mundo,
para que puedas mantenerla en alto y que todos la vean y sean bendecidos por ella.
Estás intentando llegar a lo único que necesitas, a tu única función, tu meta y tu
objetivo. Decídete a alcanzarla.
Luego, con los ojos cerrados, abandona todos tus pensamientos. Imagínate tu mente
como una inmensa esfera de luz radiante, completamente envuelta por una capa de
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nubes obscuras (tus resentimientos). Desde tu posición fuera de la esfera, todo lo que
puedes ver son nubes.
Ahora empieza la meditación. Como antes, puedes ver que tiene tres aspectos:
1. El movimiento básico es de viajar a través de las nubes y hacia dentro de la luz.
“Extiende tu mano y, en tu mente, tócalas. Apártalas con la mano, y siente
cómo rozan tus mejillas, tu frente y tus ojos a medida que las atraviesas” (6:34).
2. Si tu mente se distrae, repite la idea y luego continúa tu viaje a través de las
nubes.
3. Sobre todo, mantén esa elevada actitud cultivada en la primera fase, una actitud
de deseo (recuerda lo mucho que deseas alcanzar la luz), decisión firme
(decídete a llegar allí), y confianza (date cuenta de que no puedes fracasar,
porque esto está de acuerdo con la Voluntad de Dios.
Si haces tu parte correctamente, el poder de Dios hará el resto. Sentirás Su poder
elevándote y llevándote dentro de la luz.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible (sugerencia: varias veces por hora).
Di: “Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí. No puedo ver lo que he ocultado.
Mas por mi salvación y por la salvación del mundo, deseo que me sea revelado (por Dios).
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado de albergar un resentimiento.
Di: “Si abrigo este resentimiento, la luz del mundo quedará velada para mí”.
Comentario
Yo soy la luz del mundo, pero la luz no puede brillar hacia fuera porque mis resentimientos la
ocultan. Cuando abandono mis resentimientos, la luz es liberada, y libera a mi hermano y a mí
mismo. Mi función con todo el que me encuentro es compartir mi salvación con él.
La práctica de hoy es otro intento de “llegar a la luz en ti” (2:1), en otras palabras, de volverme
consciente de mi Ser tal como Dios Lo creó, completamente amoroso y completamente digno de
ser amado. Fíjate en que la forma de esta práctica es semejante a lo que ya hemos visto antes, es
una práctica que se repite a menudo en el Libro de Ejercicios de maneras diferentes. En general,
se trata de intentar ir a través o dejar atrás, o abandonar los pensamientos que normalmente
ocupan nuestra mente, establecernos en la quietud profunda de nuestro interior, y más allá de
mis pensamientos de la superficie llegar a algo muy profundo dentro de mí, al Ser del que
normalmente no soy consciente. Éste es el método de meditación del Curso. Es una de las
herramientas que nos da el Libro de Ejercicios, y debería aprenderse y usarse incluso después
de que la práctica del Libro de Ejercicios haya terminado.
A lo que estamos intentando llegar es “aquello que nos es más querido que ninguna otra cosa”
(3:1). Llegar, encontrarlo, y liberarlo al mundo es nuestro único propósito y nuestra única
función en la tierra. “Aprender lo que es la salvación es nuestra única meta” (3:4). Me encantan
las conmovedoras imágenes de esta frase: “Estamos tratando de descorrer el velo y de ver las
lágrimas del Hijo de Dios desaparecer a la luz del sol” (2:5). ¿Puedes sentir como yo ese tirón,
ese vivo deseo de liberar la luz del mundo que está en ti?
“Hay una luz que este mundo no puede dar. Mas tú puedes darla, tal como se te dio a ti. Y
conforme la des, su resplandor te incitará a abandonar el mundo y a seguirla. Pues esta luz te
atraerá como nada en este mundo puede hacerlo” (T.13.VI.11:1-4).
ECCIÓN 70
-
11 MARZO
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“Mi salvación procede de mí”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta de que la salvación no está fuera de ti, que tanto la enfermedad como el
remedio están dentro, y que estás unido a Dios en querer el remedio para ti mismo.
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Repite: Mi salvación procede de mí. No puede proceder de ninguna otra parte”.
Cierra los ojos y durante varios minutos repasa lugares externos en los que has buscado
la salvación: personas, posesiones, situaciones, acontecimientos, imágenes de ti mismo.
Di: “Mi salvación no puede proceder de ninguna de esas cosas (intenta de verdad sentir
esto). Mi salvación procede de mí, y sólo de mí”.
Luego entra de nuevo en meditación, intentando una vez más atravesar las nubes y
llegar a la luz en ti. Utiliza la misma técnica de ayer (puedes repasar esas instrucciones
si lo deseas). Hoy la diferencia está en que las nubes, en lugar de ser tus resentimientos,
son las cosas externas en las que has buscado la salvación. Ya que tu mente se ha
quedado aferrada a estas nubes (patrones de conducta), puede resultar poco fácil no
quedarse enganchado en ellas. No importa qué método utilices para dejar atrás las
nubes, lo que importa es tu deseo y decisión firme de dejarlas atrás. Un método que te
puede ser muy útil es imaginar que Jesús te lleva de la mano al atravesar las nubes hacia
la luz. Él dice que si lo haces así, no será una imaginación.
Observaciones: Ahora que vamos a subir a dos periodos de práctica más largos, tienes que
hacer lo mismo que antes: decidir de antemano cuando harás esas sesiones más largas y luego
esforzarte para mantener esa decisión. Para acordarte de por qué es importante, lee las
“observaciones” del comentario de la Lección 65.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Di: “Mi salvación procede de mí. No hay nada externo a mí que me pueda detener. En mí se
encuentra la salvación del mundo y la mía propia”. Mientras dices esto, recuerda que
únicamente tus propios pensamientos pueden impedir tu progreso. Esto te pone a ti a cargo de la
salvación.
Comentario
El mensaje de esta lección es una de las enseñanzas centrales del Curso. La culpa y la salvación
están en mi propia mente, y no en otro sitio. “La culpabilidad es sólo una invención de la
mente” (1:5)
Es muy tentador poner la culpa de mis problemas en algún lugar fuera de mí. Instintivamente
evito aceptar la responsabilidad de cualquier problema que tenga, y la idea de que todos ellos
están en mi mente y en ningún otro sitio es aplastante. Sin embargo, considera las consecuencias
de la otra alternativa: que la fuente de mis problemas y de mi culpa están fuera de mí. Si ése es
el caso, soy una víctima indefensa de estas fuerzas externas. No puedo hacer nada al respecto,
excepto despotricar y criticar, lanzando insultos y culpa, y pedir misericordia de unos poderes a
los que no les importo.
Sin embargo, si mis problemas se encuentran únicamente en mi propia mente, entonces puedo
hacer algo al respecto. De hecho, sólo yo puedo hacer algo, y nada externo a mí me puede
impedir que lo haga. “No hay nada externo a mí que me pueda detener” (10:7). Yo tengo todo el
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control, mi salvación procede de mí, y sólo de mí. No dependo de nada de fuera de mí mismo, y
por lo tanto ya soy libre.
El “costo” de reconocer que la salvación procede de mí y de ningún otro sitio es que tengo que
abandonar cualquier idea de que la “caballería” va a aparecer a rescatarme. “Nada externo a ti
puede salvarte ni nada externo a ti puede brindarte paz” (2:1). Nada ni nadie puede hacerlo por
mí. Depende de mí. Mi pareja no lo va a hacer por mí. Mi posición y mis riquezas no lo van a
hacer por mí. Mi psiquiatra no lo va a hacer por mí, tampoco mi maestro o gurú. Ni siquiera
Jesús lo hará por mí. El Curso no lo hará por mí. Cualquiera de estos o todos ellos pueden
apoyarme, ayudarme, animarme; sin embargo, al final, mi salvación vendrá de mí mismo, de las
elecciones de mi propia mente. “La idea de hoy te pone a cargo del universo, donde te
corresponde estar por razón de lo que eres” (2:3). Impresionante y un poco alarmante. Yo no
quiero creer que tengo tal poder, pero el no creerlo es lo que me metió en este lío. Ahí está mi
enfermedad.
¡Buenas noticias! Dios quiere que sanemos y seamos felices, y nosotros también. Por lo tanto,
nuestra voluntad es una con la de Dios. Hemos estado eligiendo la enfermedad pero realmente
no la queremos, porque nos hace desgraciados. Así que podemos estar de acuerdo con Dios y
elegir de nuevo, elegir estar bien en lugar de enfermos.
En el ejercicio de hoy nos imaginamos a nosotros mismos apartando de nuevo las nubes para
llegar a la luz. Ayer las nubes representaban nuestros resentimientos; hoy, representan las cosas
en las que hemos buscado la salvación. “No puedes encontrarla (la salvación) en las nubes que
rodean la luz, y es ahí donde la has estado buscando” (8:2). Por extraño que parezca, los
resentimientos y los objetos en los que hemos buscado la salvación no son tan diferentes; un
resentimiento contra un hermano es también una afirmación de que algo de ese hermano nos
hace desgraciados, lo que le convierte también en una posible fuente de salvación: yo sería feliz
si él cambiara. Ver la salvación fuera de mí mismo o tener un resentimiento son medios por los
que cedo mi poder y niego mi única responsabilidad por el universo de mi mente.
En el ejercicio de apartar las nubes, Jesús nos dice: “Si te resulta útil, piensa que te estoy
llevando de la mano, y que te estoy guiando. Y te aseguro que esto no será una vana fantasía”
(9:3-4). Para algunos de nosotros, nos será útil imaginarnos agarrándonos a la mano de Jesús y
siendo conducidos a través de las nubes. Para otros, la imagen puede resultar más
desconcertante que útil; quizá es necesario sanar nuestra relación con él antes de que esa imagen
nos resulte atrayente; por lo pronto yo encuentro inmensamente útil imaginar a alguien que ya
ha estado ahí y que ha vuelto, y que quiere guiarme en el proceso. Él no puede hacerlo por mí,
pero con total seguridad puede ayudarme.
A veces pienso en Jesús como la parte de mi mente que ya ha despertado. Y él es parte de mí,
tal como tú lo eres, y como todos lo son. Él no es un ser divino impresionante a quien no puedo
siquiera parecerme. Él es yo, recordando. Él es yo, despierto. Tomar su mano es identificarme
con el Cristo en mí.
¡Ve derecho a la luz hoy!
LECCIÓN 71
-
12 MARZO
“Sólo el plan de Dios para la salvación tendrá éxito”
Instrucciones para la práctica
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Propósito: Reconocer de verdad que sólo el plan de Dios funciona y alegrarnos de ello, pues
significa escaparnos de la desesperanza del plan del ego y de lo inútil de intentar seguir los dos
planes al mismo tiempo.
Ejercicios más largos: 2 veces, duración diez a quince minutos.
La primera parte es otro ejercicio de pensar en la idea del día. Concretamente, piensa en
las dos partes de la idea. Primera parte: El plan de Dios tendrá éxito. Según las últimas
lecciones, el plan de Dios se refiere a entrar en contacto con la luz interna y abandonar
los resentimientos, todo lo cual supone cambiar tu mente. Segunda parte: otros planes
no tendrán éxito. Esta lección nos dice que el plan del ego consiste en buscar la
felicidad fuera de ti mismo, albergar resentimientos cuando lo de fuera no colabora, y
negarte a cambiar tu mente. Basándote en la lógica de tu experiencia, intenta llegar a la
conclusión de que sólo el plan de Dios tiene la única esperanza de darte felicidad de
verdad.
La segunda parte es el primer ejercicio de pedir ayuda del Libro de Ejercicios. Pídele a
Dios que te revele Su plan para ti hoy. Pregunta: “¿Qué quieres que haga? ¿Adónde
quieres que vaya? ¿Qué quieres que diga y a quién?” La buena voluntad que estás
demostrando sólo con hacer esto te da derecho a una respuesta, así que escucha con
confianza. “No te niegues a oírla” (9:8). Una vez que preguntes, escucha la más ligera
indicación interior, no necesita venir en palabras. Si no oyes nada, puedes repetir la
pregunta, haciéndola más concreta: “¿Qué quieres que haga hoy?” o “¿Dónde quieres
que vaya después de comer?”
Recordatorios frecuentes: 6 o 7 por hora, durante medio minuto o menos.
Repite la idea como una afirmación de dónde procede realmente tu salvación.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado de guardar un resentimiento.
Mantente alerta a los resentimientos durante todo el día. Responde a cada uno diciendo:
“Abrigar resentimientos es lo opuesto al plan de Dios para la salvación. Y únicamente Su plan
tendrá éxito”.
Comentario
Después de que ayer se nos dijera que la salvación procede de mí y sólo de mí, es un poco
fastidioso que se nos diga que sólo el plan de Dios tendrá éxito y que el plan en el que yo creo
(que es el del ego) no vale para nada. Parece como dar y luego quitar, ¿no? Pero en realidad no
dice nada diferente. El plan del ego consiste en buscar la salvación fuera de mí mismo; el plan
de Dios está totalmente centrado en el cambio de mi mente. En el plan de Dios, la salvación
procede de mí; en el del ego, procede de cualquier lugar excepto de mí.
Para el ego, la salvación significa “que si tal persona actuara o hablara de otra manera, o si tal o
cual acontecimiento o circunstancia externa cambiase, tú te salvarías” (2:2). Desde el punto de
vista del ego, básicamente yo soy bueno, yo soy la víctima inocente; el problema está en algo
fuera de mí. Siempre que estoy pensando: “Si esto fuera diferente, me sentiría bien”, estoy
creyendo en el plan del ego para la salvación, porque estoy exigiendo “el cambio de mentalidad
necesario para la salvación… a todo el mundo y a todas las cosas excepto” a mí mismo (2:5).
No tropieces con la frase de sonido religioso “plan para la salvación”. Puede sonarte a algún
folleto barato de Biblia anunciando “el plan de Dios para la salvación”. En ellos a lo que se
refiere la salvación se resume en “yo estaría bien, mis problemas se solucionarían”, y el plan
del ego afirma afirmaba: “Si esto fuera diferente, yo me salvaría”.
En el plan del ego, el único propósito de la mente es calcular lo que tiene que cambiar para que
yo me salve (lo que da por sentado que no soy yo lo que tiene que cambiar). El ego nos dejará
elegir cualquier cosa que no funcione (lo que incluye todo lo que miro, cosas fuera de mí
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mismo, ya que la salvación procede de mí y no de algo fuera de mí). El ego me hace buscar en
todos los sitios excepto en el único lugar en el que está la respuesta: en mi propia mente.
El plan de Dios para la salvación es que yo la busque donde está: en mí mismo. Sin embargo,
para que este plan funcione hay una condición: tengo que buscar en mí mismo y en ningún otro
lugar. No puedo buscar la salvación en mí mismo y fuera. Esto únicamente divide mis esfuerzos
entre dos planes diferentes. Hay dos partes en la idea de hoy: 1) El plan de Dios tendrá éxito, y
2) otros planes (por ejemplo, los planes que yo hago) no tendrán éxito.
La lección da a entender que la segunda parte puede parecer deprimente. Podemos sentir una
llamarada de ira. De hecho, lo que nos impide sencillamente aceptar el plan de Dios es que
queremos tener la razón, queremos que nuestros planes tengan éxito. Preferimos tener la razón a
ser felices, aunque la mayoría de las veces no nos damos cuenta de ello. Pero el plan del ego
consiste en guardar resentimientos. ¿No has sentido alguna vez la experiencia de darte cuenta de
que podrías abandonar un resentimiento y ser feliz, pero que de algún modo parece estupendo
estar enfadado? No quieres abandonar el resentimiento. Prefieres tener la razón a ser feliz.
La lección dice: “Únicamente puedes salvarte al cambiar tu mente. No tiene que cambiar nada
de fuera para que tú seas feliz. Puedes elegir la felicidad, en este mismo instante”. ¿Y nuestra
respuesta típica? “El infierno, ¡no! Yo quiero ser feliz, pero antes él tiene que cambiar”. Nos
estamos aferrando a nuestro plan para la salvación y rechazando el de Dios.
Sorprendentemente, la práctica de hoy no trata principalmente de abandonar resentimientos, o
de buscar dentro la salvación. Trata de escuchar. Trata de pedir que Dios nos guíe. Lo
importante es que quitemos las manos de las riendas de nuestra vida y Le demos las riendas a
Dios. Si podemos aprender a hacer eso, podemos empezar a aprender que Su plan funciona
mejor que el nuestro.
LECCIÓN 72
-
13 MARZO
“Abrigar resentimientos es un ataque contra
el plan de Dios para la salvación”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar de atacar el plan de Dios como si fuera algo que no es. Y en su lugar, darle la
bienvenida tal como es, y darte cuenta de que ya se ha llevado a cabo en ti.
Ejercicios más largos: 2 veces, durante diez a quince minutos.
Éste es otro ejercicio de tratar de oír la Voz de Dios. Esta vez Le estás preguntando a Dios
cuál es Su plan para la salvación, para cambiar tus suposiciones acerca de lo que es. Tus
resentimientos te han representado a Dios a tu semejanza, como un cuerpo que se siente
injustamente tratado por el mal comportamiento de otros (lo que incluye tu mal
comportamiento). Desde este punto de vista, tu reconciliación con Él, Él exige (como cualquier
ego) que sacrifiques tus placeres por él y pagues el precio por tus delitos. ¿No ves que este
punto de vista acerca de Su plan es la razón por la que lo has rechazado?
En la sesión de práctica, deja de lado tus suposiciones sobre lo que es el plan de Dios y
pregúntale a Él lo que es. Pregunta de todo corazón: “¿Qué es la salvación, Padre? No lo sé.
Dímelo, para que lo pueda entender”. Mientras escuchas, la actitud que tienes es
importantísima. Ten confianza de que Él te contestará. “Resuélvete a escuchar” (12:6).
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Cuando sientas que tu confianza disminuye, repite la pregunta de nuevo, conscientemente,
“recordando que le estás preguntando al infinito Creador de lo infinito, Quien te creó a
semejanza de Sí Mismo” (12:1). Puede ayudarte cambiar las palabras de las frases. Por ejemplo:
“¿Cuál es Tu plan para la salvación? Renuncio a mis suposiciones. Quiero entenderlo de
verdad”. Escucha la más ligera indicación. Confía en lo que escuchas. Puedes escribirlo
después si quieres.
Recordatorios frecuentes: 1 o quizá 2 por hora, durante un minuto o así.
Di: “Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación.
Permíteme aceptarlo en lugar de atacarlo. ¿Qué es la salvación, Padre?” Luego espera en
silencio y escucha Su respuesta, mejor con los ojos cerrados.
Comentario
Ésta es una lección larga y nada fácil. El alcance de las ideas presentadas aquí es de enormes
proporciones, incluso para el alumno avanzado del Curso (incluido yo). No hay modo de que yo
dé una explicación detallada de todas las ideas en este breve comentario, así que principalmente
voy a centrarme en unas pocas ideas interesantes.
La fuerza del argumento aquí es que albergar resentimientos siempre está relacionado con el
comportamiento de un cuerpo. De este modo, los resentimientos confunden a la persona con su
cuerpo; se basan en la suposición de que lo que somos es un cuerpo, y que lo que Dios creó son
cuerpos. Puesto que los cuerpos mueren, Dios es un mentiroso cuando promete vida. La muerte
es el último castigo por nuestros pecados, y eso es lo que Dios nos da.
Entonces el ego entra en escena en el papel de “salvador” diciéndonos: “Muy bien, eres un
cuerpo. Así que apodérate de lo que puedas” (6:6). Vemos la salvación como algo relacionado
con el cuerpo. O bien odiamos nuestro cuerpo y lo humillamos o lo amamos y tratamos de
exaltarlo (7:2-3).
“Mientras tu cuerpo siga siendo el centro del concepto que tienes de ti mismo, estarás atacando
el plan de Dios para la salvación” (7:4). ¿Por qué? Porque el plan de Dios no tiene nada que ver
con el cuerpo, tiene que ver con la mente, el ser que tú eres.
Una cosa muy importante que el Curso está intentando hacernos entender es que no somos
cuerpos: “El cuerpo es lo que está fuera de nosotros, y no es lo que nos concierne. Estar sin un
cuerpo es estar en nuestro estado natural” (9:2-3). Esto va en contra de nuestra percepción
habitual. La suposición universal acerca del hombre es que estamos dentro de nuestros cuerpos.
Decir que el cuerpo está fuera de nosotros parece no tener sentido en absoluto. Pero en realidad,
no es una idea tan inconcebible. Hay un modo de entender cómo nuestra consciencia puede
parecer que está en el cuerpo cuando en realidad está en otro sitio.
Muchos de vosotros habréis oído hablar de la realidad Virtual (RV), es decir, un mundo
artificial que puedes experimentar a través de un ordenador. Mi hijo, Ben, está haciendo el
doctorado en Informática en la facultad de Georgia, centrándose en RV. No hace mucho visitó
unos laboratorios de RV en Japón donde estaban experimentando con RV en relación con
robots. Se puso un casco de RV (de modo que sus ojos y oídos entonces contemplaban y oían
lo que se proyectaba en la pantalla de su casco o sonaba a través de los altavoces); llevaba un
brazalete de RV en el brazo y en la mano. Éstos estaban conectados a un robot, que tenía una
cámara y un micrófono sobe su “cabeza”, su brazo y mano mecánicos respondían a los
movimientos del brazo y de la mano de Ben. Ben estaba viendo lo que el robot “veía”, oyendo
lo que “oía”, y cogiendo objetos con la mano del robot.
Luego tuvo una experiencia muy extraña. Giró su cabeza (la del robot), miró al otro extremo de
la habitación, y vio su cuerpo de carne sentado en el otro extremo, llevando puesto aquel raro
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artilugio. La consciencia de Ben estaba dentro del robot, aunque su cuerpo estaba al otro lado de
la habitación. Él parecía estar separado de su cuerpo.
Creo que nuestros cuerpos se parecen mucho a ese robot de RV. Nuestra mente recibe sólo la
información de los ojos y los oídos del cuerpo, así nos engañan haciéndonos pensar que estamos
dentro de él. En realidad estamos “en otro lugar”, no dentro del cuerpo. Verdaderamente, lo que
vemos en nuestro cuerpo es sólo realidad virtual. De hecho, el cuerpo está “fuera” de nosotros,
y estar sin un cuerpo es nuestro estado natural.
Uno de los objetivos del Curso es ayudarnos a “ver que nuestro Ser es algo separado del
cuerpo” (9:5). Espero que estos pensamientos te ayuden a tener en cuenta esa posibilidad.
Las sesiones de práctica pretenden que nos concentremos en preguntar: “¿Qué es la salvación,
Padre? No lo sé” (10:6-7).La intención es que abandonemos las ideas que tenemos acerca de la
“salvación”, que giran todas alrededor del cuerpo, ya sea glorificándolo o humillándolo, para
que otra cosa ocupe el lugar de esas ideas. La salvación está en la aceptación de lo que somos, y
lo que somos no es un cuerpo. La lección deja la respuesta acerca de la salvación a nuestra
escucha interior. Dice que si escuchamos, se nos contestará (11:3; 12:5).
LECCIÓN 73
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14 MARZO
“Mi voluntad es que haya luz”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Otro intento de llegar a la luz en ti, que te mostrará el mundo real.
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Veo esta lección muy parecida a la Lección 69, donde pasaste una primera fase pensando en lo
mucho que quieres encontrar la luz en ti y luego, en la fase final, entraste en meditación en la
que verdaderamente intentabas llegar a esa luz.
Pasa varios minutos pensando en que la salvación es tu verdadera voluntad, lo que
quieres de verdad. (Para prepararte, te recomiendo que vuelvas a leer 6-9, poniendo a
menudo tu nombre mientras lo haces). Piensa en que la salvación es tu voluntad, no un
propósito extraño que se te impone. Puesto que llegar a la luz es tu voluntad, puedes
tener confianza en tu intento de encontrarla hoy. Durante tu meditación lleva esta
actitud de “alcanzar la luz es mi voluntad”.
Luego, “con templada determinación y tranquila certeza” (10:1), dite a ti mismo: “Mi
voluntad es que haya luz. Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la
mía”.
El resto del periodo de práctica es una meditación en la que intentas llegar a la luz en ti.
Mantén tu verdadera voluntad en la mente y déjala que, unida a Dios y a tu Ser, te lleve
a la resplandeciente luz en el centro de tu mente. Recuerda responder a las distracciones
con la idea y, sobre todo, recuerda mantenerte en contacto con tu voluntad de
experimentar la luz.
Recordatorios frecuentes: Varios cada hora.
Di: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”.Si lo dices como una
auténtica “declaración de lo que realmente deseas” (11:1), obtendrás más de ello.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado a albergar un resentimiento.
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Es importante decir: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”.
Recordar que no es tu voluntad guardar resentimientos te liberará de aferrarte a ellos.
Comentario
Ésta es una lección sobre nuestra voluntad: “la voluntad que compartes con Dios” (1:1). Me
gustaría centrarme sólo en lo que en esta lección se dice sobre nuestra voluntad.
Primero, es una voluntad que compartimos con Dios. Es decir, el Curso dice que nuestra
voluntad es idéntica a la Voluntad de Dios. Queremos lo mismo que Dios quiere para nosotros,
porque fuimos creados como extensiones de Su Voluntad; ¿qué otra cosa puede ser nuestra
voluntad sino la misma que la Suya?
“Tu paternidad y tu Padre son uno. La Voluntad de Dios es crear, y tu voluntad es la Suya. De
ello se deduce, pues, que tu voluntad es crear, toda vez que tu voluntad procede de la Suya. Y al
ser tu voluntad una extensión de la Suya tiene que ser, por lo tanto, idéntica a la de Él”
(T.11.I.7:6-9).
Nuestra “verdadera” voluntad (que según la definición del Curso es nuestra única voluntad) no
es lo mismo que los deseos del ego: la enorme variedad de pensamientos que parecen estar en
conflicto con la Voluntad de Dios y con la de todos. Desde el punto de vista del Curso éstos no
son nuestra voluntad, únicamente son deseos del ego. Un deseo de atacar, no importa cuánto
podamos identificarnos con él, no puede ser nuestra voluntad; sólo puede ser un vano deseo del
ego. Nuestra voluntad representa a nuestro Ser tal como Dios nos creó, cualquier cosa que
parezca venir de una fuente diferente no es voluntad sino deseo. Concretamente lo que esto
significa es que los pensamientos de nuestro ego no son parte de nuestro verdadero Ser, y que
en realidad no los queremos.
“La voluntad que compartes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación” (1:3).
Por lo tanto, nuestra voluntad tiene que cumplirse, nada puede oponerse a ella. Tendremos lo
que de verdad queremos porque nuestra voluntad tiene todo el poder de la creación, mientras
que los deseos del ego no tienen ningún poder en absoluto. Creemos en la ilusión de que los
deseos de nuestro ego lo pueden casi todo, y lo que pensamos de nuestra más elevada voluntad
a menudo parece débil en comparación. Esto no es verdad. Únicamente puede parecer que es
verdad durante un tiempo limitado; finalmente, la voluntad de nuestro Ser debe hacerse
inevitablemente.
“Pierdes conciencia de tu voluntad en este extraño intercambio” (3:1). Nuestra consciencia no
está en contacto con la voluntad de nuestro Ser. La necesidad de resentimientos de nuestro ego
ha fabricado figuras en nuestra mente, “figuras que parecen atacarte” (2:2), imágenes del pasado
que ponemos sobre nuestras percepciones en el presente, así podemos reaccionar a las personas
en el presente como si fuesen las figuras de nuestro pasado. Este tráfico de resentimientos ha
ocultado de nuestra consciencia nuestra verdadera voluntad, cubriéndola con los deseos del ego
haciendo que esos deseos parezcan nuestra voluntad. Y ya no somos conscientes de qué es lo
que queremos de verdad.
“¿Iba a crear la Voluntad que el Hijo comparte con su Padre semejante mundo?” (3:2). La
respuesta es “No”. ¿Cómo podríamos haber querido un mundo de ataque y de juicios? Está
claro que esto no es algo que pueda desear nadie. El mundo que vemos refleja los deseos del
ego, no nuestra voluntad.
“Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está de acuerdo con tu
voluntad” (4:1). Éste es el “mundo real”, tal como el Curso lo define. Hay un mundo que está de
acuerdo con nuestra voluntad. No lo vemos ahora, pero podemos verlo.
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“Sin embargo, la luz que resplandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. Por lo
tanto, es dentro de ti donde la buscaremos” (4:5-6). El mundo real refleja nuestra verdadera
voluntad, lo que verdaderamente queremos en nuestro Ser eterno. La luz que brilla sobre el
mundo está en nosotros, y podemos encontrar ese mundo buscando la luz dentro de nosotros.
“El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contemplar un mundo de luz”
(5:4). El perdón permite que abandonemos los resentimientos, eliminando así los puntos
obscuros en nuestra mente que estamos proyectando como manchas obscuras sobre el mundo, al
igual que una mota de polvo en un proyector de películas proyecta una mancha negra sobre la
pantalla. El perdón nos permite ver el mundo tal como nuestro Ser quiere verlo de verdad, el
perdón reafirma nuestra voluntad.
“El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas” (6:5). Parece tonto
decir algo como “el sufrimiento no es felicidad”, y sin embargo a menudo lo tratamos como si
fuese felicidad. Parecemos preferir nuestro dolor a arriesgarnos a algo nuevo; por lo menos
sabemos cómo sufrir, y por raro que perezca tenemos miedo de que no sabremos cómo actuar si
somos felices. Pero en realidad no queremos sufrir, ¿cómo vamos a quererlo? ¿Cómo va a
quererlo alguien? En realidad, nuestra voluntad es la felicidad.
“Y, por lo tanto, la salvación es asimismo tu voluntad” (6:7). Si queremos felicidad, queremos
la salvación, porque la salvación es felicidad. Salvación significa felicidad. Queremos liberarnos
del sufrimiento, queremos ser felices.
A veces me sorprende lo poderoso que puede ser este mensaje. La mayor parte del tiempo
parece como si yo tuviera una mente dividida: parte de mí quiere ser feliz, y parte de mí
estropea mis esfuerzos. ¿No es extraño lo habitual que es este pensamiento: “Es demasiado
bueno para durar”? O ¿“Nada dura para siempre”? O ¿“En toda vida tiene que caer un poco de
lluvia”? Algo en nosotros nos dice que no podemos ser felices todo el tiempo, que no nos lo
merecemos, o incluso que no podríamos soportarlo. ¡Ideas ridículas! La voluntad de nuestro
verdadero Ser, con todo el poder de la creación apoyándole, es que seamos felices. Por lo tanto,
lo seremos. Tiene que ser así.
“Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de Él. No tienes ninguna voluntad
que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo” (7:2-3)
¡Realmente quiero la Voluntad de Dios, mi voluntad es la misma que la Suya! Quiero aceptar la
salvación. No hay ninguna parte de mi voluntad que se oponga a ello; únicamente los vanos y
míseros deseos del ego parecen oponerse. Así que no puedo perder; no puedo fracasar. Mi
voluntad no es diferente de la de Dios.
“Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. Hoy es el ego el
que se encuentra impotente ante tu voluntad. Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer
contra ella” (7:5-7)
El poder de tu voluntad y de la mía puede traer luz a este mundo si elegimos reclamarla.
Sencillamente nos damos cuenta de lo que queremos y decimos: “Mi voluntad es que haya luz”.
Y habrá luz. Tal como Dios dijo: “Hágase la luz”, y hubo luz. Porque nuestra voluntad es
creativa como la Suya.
LECCIÓN 74
-
15 MARZO
“No hay más voluntad que la de Dios”
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Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta de que no puedes estar en conflicto, porque tu voluntad y la voluntad
de todos es la Voluntad de Dios. Experimentar la paz que procede de este hecho.
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Di: “No hay más voluntad que la de Dios. No puedo estar en conflicto.” Repite estas
frases de una manera especial: “varias veces, lentamente y con la firme determinación
de comprender su significado y de retenerlos en la mente” (3:1).
Luego durante varios minutos deja que te vengan pensamientos relacionados. Recuerda
tu entrenamiento en esto.
Si te vienen pensamientos acerca de conflictos en tu vida, rápidamente deséchalos
diciendo: “No hay más voluntad que la de Dios. Estos pensamientos conflictivos no
significan nada.” Si un conflicto determinado continúa intentando introducirse,
sepáralo. Brevemente identifica a la persona y situación de que se trata y di: “No hay
más voluntad que la de Dios. Yo la comparto con Él. Mis conflictos con respecto a____
no pueden ser reales.” Probablemente necesitarás tener los ojos abiertos durante esta
parte para consultar las frases que tienes que repetir.
En este momento, tu mente debería estar despejada y preparada para volverte hacia
dentro. El resto del ejercicio es una meditación en la que te sumerges hacia abajo y
adentro, al lugar de paz en el que la Voluntad de Dios es tu voluntad. Si estás teniendo
éxito, sentirás una paz gozosa y despierta. Niégate a caer en una falsa paz de
ensimismamiento. Repite la idea tan a menudo como necesites para salir de él.
Observaciones: Los comentarios de los párrafos 5 y 6 están entre los más importantes del Libro
de Ejercicios acerca de la meditación. Deberías tenerlos presentes en cada meditación. Por una
parte, te dice que no confundas la meditación con retirarte de los conflictos de la vida a un
mundo de fantasía mental. Por otra parte, te pide que hagas todo lo que puedas para evitar esa
retirada. Esto significa: no te dejes llevar a la deriva dentro de ese adormilamiento de falsa paz
en que puede terminar fácilmente la meditación. La verdadera paz es despierta y gozosa, no
adormilada y perezosa. Cuando empieces a caer en el ensimismamiento, repite la idea para sacar
a tu mente de él. “Haz esto cuantas veces sea necesario” (6:4). Es mejor hacer esto una y otra
vez, aunque no encuentres la paz que buscas, que quedarse dormido en esa bruma adormilada.
Recordatorios frecuentes: A intervalos regulares que puedes elegir de antemano (sugerencia:
cada media hora), durante uno o dos minutos.
Di: “No hay más voluntad que la de Dios. Hoy busco Su paz.”
Luego haz una breve meditación en la que intentas encontrar esa paz, con los ojos
cerrados si es posible.
Comentario
Esta lección afirma que esta idea “se puede considerar como el pensamiento central hacia el
cual se dirigen todos nuestros ejercicios” (1:1). El Curso hace afirmaciones semejantes sobre
ideas que parecen totalmente diferentes de ésta, por ejemplo: “¡El mundo no existe!”
(L.132.6:2). Sin embargo, todas las ideas identificadas como “pensamiento central” pueden
resumirse a lo que podemos llamar “no-dualismo”. Es decir, Dios no tiene opuesto, no existe
nada aparte de Él y de Sus creaciones. El demonio no existe, ni ningún poder que se oponga a
Él, ni nada que exista separado de Él y pueda tener una voluntad diferente.
Decir que nada puede tener una voluntad diferente de la de Dios nos incluye a nosotros. El
resultado de creer esto es que el conflicto abandona nuestra mente. ¿Cómo puede estar nuestra
mente en conflicto si no tenemos una voluntad en conflicto con la de Dios?
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Aunque, ¿qué podemos decir de nuestra experiencia habitual de querer cosas que pensamos que
se oponen a Dios, o de querer hacer lo que Él no quiere que hagamos? ¿O incluso algo más
terrenal como sentirnos divididos entre deseos conflictivos? Si no hay más voluntad que la de
Dios, ¿cómo es posible tal experiencia?
La respuesta real es: no es posible, a menos que se trate de ilusiones: “Sin ilusiones el conflicto
no es posible” (2:4). El conflicto sólo existe entre dos ilusiones. En la realidad no hay conflicto,
y tampoco entra en conflicto la realidad con las ilusiones:
“La guerra contra ti mismo no es más que una batalla entre dos ilusiones… No existe conflicto
alguno entre ellas y la verdad… La verdad no lucha contra las ilusiones ni las ilusiones luchan
contra la verdad. Las ilusiones sólo luchan entre ellas.” (T.23.I.6:1-2; 7:3-4)
Cuando parece que hay una voluntad opuesta a la de Dios, ya sea fuera de nosotros o dentro de
nosotros, estamos viendo ilusiones.
“No hay más voluntad que la de Dios. No puedo estar en conflicto” (3:2-3). Ésta es la verdad.
A menudo he descubierto que los pensamientos conflictivos en mi mente se calman
simplemente al reconocer que no significan nada y que el conflicto no puede ser real. No es
posible la paz si creo que mi mente puede estar en conflicto, pero cuando me doy cuenta de que
no puedo estar en conflicto, el resultado es una paz increíble.
Hay una observación muy interesante en el párrafo 5 acerca de distinguir la realidad de los
sentimientos de paz como lo opuesto de la falsa paz que resulta del abandono y la represión.
Según 5:4, la paz verdadera produce “una profunda sensación de dicha y mayor agudeza
mental”, mientras que la falsa paz produce “somnolencia y debilitamiento”. En nuestros
intentos de entrar en la quietud y sentir nuestra paz, se nos aconseja que evitemos el abandono y
que nos llevemos de regreso a la atención vigilante mediante la repetición de la idea de hoy. “Es
ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aun si no llegas a
experimentar la paz que andas buscando” (6:5). De esto podemos suponer que incluso el
conflicto consciente es mejor que el conflicto reprimido, aunque el propósito es darnos cuenta
de la irrealidad del conflicto y de este modo experimentar la paz.
Otro pensamiento: Éstas son instrucciones muy detalladas para la meditación, y muestran que se
confía en que los alumnos están intentando hacer estos ejercicios durante diez o quince minutos
dos veces al día.
LECCIÓN 75
-
16 MARZO
“La luz ha llegado”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar a un lado tus percepciones sin perdón del mundo y contemplarlo con la visión.
Hoy es un día de celebración especial, pues será un nuevo comienzo: “el comienzo de tu visión
y del panorama que ofrece el mundo real” (11:2).
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Dite a ti mismo, como si estuvieras anunciándote “las buenas nuevas de tu liberación”
(5:3): “La luz ha llegado. He perdonado al mundo”.
El resto de la sesión de práctica es un ejercicio de intentar ver el mundo que la visión te
muestra. Empieza retirando conscientemente todo el significado que le has dado al
mundo. Imagínate que tu mente está “libre de todas las ideas del pasado y de todo
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concepto que hayas inventado” (6:2). Imagínate que “todavía no sabes qué aspecto tiene
(el mundo) (6:5). Este acto de limpiar los significados que has escrito sobre el mundo es
también un acto de perdonar al mundo, y esto es lo que te concede la visión.
Luego espera, con los ojos abiertos, para que te llegue la visión. Mientras lo haces, con
paciencia y lentamente repite de vez en cuando: “La luz ha llegado. He perdonado al
mundo”. La actitud principal a tener mientras esperas es de confianza, de que
experimentarás la visión porque “tu perdón te da derecho a la visión” (7:1), y porque el
Espíritu Santo está ahí contigo y no fallará en darte el regalo de la visión. Mientras
esperas dite estas cosas a ti mismo y al Espíritu Santo, y de ese modo date a ti mismo la
confianza que necesitas. Y cuando se debilite tu confianza, repite de nuevo las líneas
con las que empezaste, y luego continúa esperando que te llegue la visión.
Recordatorios frecuentes: Cada quince minutos.
Lleno de alegría recuérdate a ti mismo que hoy es un tiempo de celebración diciendo: “La luz
ha llegado. He perdonado al mundo”. Dilo con una sensación de agradecimiento a Dios. Dilo
como la celebración por la sanación de tu vista. Dilo lleno de la confianza de “que este día será
un nuevo comienzo” (9:5).
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado a disgustarte con alguien.
No dejes que esta persona te arrastre a la obscuridad. En su lugar dile: “La luz ha llegado. Te
he perdonado”.
Comentario
En esta lección, como en otras, el Curso habla de mí como si yo hubiese aceptado su mensaje y
hubiese perdonado al mundo, como si este mismo día yo estuviese preparado para ver el mundo
real, como si hubiese alcanzado su meta de paz. Quizá hoy no me siento merecedor de esa
confianza. Sin embargo, si lo que hemos estado leyendo los dos últimos días es verdad,
cualquier idea que yo tenga de que mi voluntad es diferente de la de Dios es sólo una ilusión.
Mi verdadero Ser, del que yo soy consciente en mi mente recta, es exactamente tal como esta
lección lo describe. Esta lección es la verdad acerca de mí mismo, lo haya reconocido o no.
Si siento que soy hipócrita al practicar esta lección tal como se indica, no importa. Si aparecen
dudas acerca de mí cuando digo: “He perdonado al mundo” (5:5; 6:9; 10:3), dejo que las dudas
se queden ahí, no les doy el poder de molestarme. Simplemente estoy afirmando la verdad
acerca de mí mismo. Hoy estoy en paz y llevo la paz conmigo dondequiera que yo voy (1:5).
“La luz ha venido”. Me permito a mí mismo creerlo, dejo que entre este conocimiento en mi
mente.
Sea cual sea mi experiencia hoy, esta lección es verdad. No puedo oponerme a lo que está
dentro de mí, no puedo ser algo distinto a lo que Dios me creó. “El desenlace final es tan
inevitable como Dios” (T.2.III.3:10). “Nuestro único propósito hace que la consecución de
nuestro objetivo sea inevitable” (4:3). Veré el mundo real, veré el reflejo del Cielo por todas
partes.
¿Siento que me falta seguridad de las palabras de la lección de hoy? Por eso precisamente
necesito repetirlas. Quizá si estoy dispuesto a decirlas, a afirmar que esto es lo que quiero ser, el
Espíritu Santo añadirá Su poder a mis palabras y las haga verdad para mí. Quizá incluso hoy.
“La luz ha venido”. Está aquí, ahora mismo, junto a mí, disponible para mí.
“El espíritu Santo estará contigo mientras observas y esperas. Él te mostrará lo que la verdadera
visión ve. Ésa es Su Voluntad y tú te has unido a Él. Espéralo pacientemente. Él estará allí”
(7:5-9). Así que espero. Espero “con paciencia” y no con ansiedad. Puede que lleve tiempo
mostrarse, pero espero con paciencia, con confianza, sabiendo que Su promesa no puede fallar.
La visión que busco vendrá a mí. “Él estará allí”.
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Se nos dice “Dile que sabes que no puedes fracasar en tu empeño porque confías en Él” (8:1).
Así que lo digo, rezo:”Espíritu Santo, sé que no puedo fracasar porque confío en Ti”. Afirmo mi
confianza en mi Ser, afirmo la verdad acerca de mí, y dejo a un lado las mentiras que he creído.
Puedo tener confianza en que este día es un nuevo comienzo para mí. Algo ha cambiado dentro
de mí, y sé que quiero la paz y la luz de las que habla esta lección. Sé que puesto que las quiero,
debido a lo que soy, y debido a que estoy unido al poder del Espíritu Santo en quererlo y de
acuerdo a la Voluntad de Dios, no puedo fracasar.
El día de hoy está dedicado a la serenidad (11:1). Hoy está dedicado a la celebración del
comienzo de mi visión. Me acepto mí mismo tal como Dios me creó. “La luz ha llegado”.
LECCIÓN 76
-
17 MARZO
“No me gobiernan otras leyes que las de Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Entender realmente que no te gobiernan otras leyes que las de Dios, ver la libertad
en esta idea, y alegrarte de que así sea.
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
En la primera fase, repasa brevemente las diferentes “leyes” en las que crees. Éstas
incluyen las leyes corporales: tales como las leyes de la nutrición, de la medicina, y de
economía; las leyes sociales: tales como las leyes de la reciprocidad y de las buenas
relaciones; las leyes religiosas: que determinan lo que debes darle a Dios para que Él te
garantice Sus regalos.
Rechaza estas “leyes” con el pensamiento de que no hay otras leyes que las de Dios.
Luego espera en receptivo silencio oír la Voz de Dios (éste es otro ejercicio de escuchar
al Espíritu Santo). Mientras escuchas, de vez en cuando repite la idea, como una
invitación a la Voz de Dios para que te ayude a entender de verdad esta idea. Cuando
oigas al Espíritu Santo, Él puede decirte que las leyes de Dios sólo dan, a diferencia de
las “leyes” del mundo. Las leyes de Dios no piden pago por darte bendiciones sin fin.
Puede continuar hablándote de todas las bendiciones que estas leyes te ofrecen,
incluyendo los infinitos gozos del Cielo, todos los cuales proceden del infinito Amor de
Dios por ti. Recuerda escuchar con confianza, sabiendo que incluso aunque ahora no
oigas nada, La Voz de Dios continúa todavía hablándote, y que tu escucha de hoy te
acercará más a oír de verdad. Si escuchas algo, puedes escribirlo luego si quieres.
Termina repitiendo la idea.
Recordatorios frecuentes: de 4 a 5 por hora (como mínimo).
Repite la idea como una declaración de libertad de todas las leyes tiránicas de este mundo, y
en reconocimiento de que únicamente vives bajo la bendición del Amor de Dios.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas sometido a las leyes de este mundo.
Repite la idea. Debido a que generalmente damos por sentado las leyes de este mundo, no
siempre nos damos cuenta cuándo nos sentimos oprimidos por ellas.
Por lo tanto, puedes explorar tu mente de vez en cuando para buscar las cosas que te esclavizan
e identificar las leyes en las que se basan. Por ejemplo, en cualquier momento dado puedes
descubrir que te esclavizan las leyes del hambre, del tiempo (trabajos con límite de plazo), del
dinero (puede que tengas escasez de dinero), de la dinámica social (puedes estar en una
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situación políticamente delicada). Observa las leyes que te están esclavizando y responde a ellas
repitiendo la idea como una declaración de que te has liberado de ellas de verdad.
Comentario
Ésta es quizá una de las lecciones más desafiantes del Libro de Ejercicios. Se enfrenta y echa al
traste toda la parafernalia de protecciones de seguridad y substitutos de la salvación que hemos
inventado, y de los cuales nos hemos convencido a nosotros mismos que dependemos. Nos
impacta con sus afirmaciones enérgicas. Si estamos abiertos a lo que dice, empezaremos a ver
que el Curso desafía todas nuestras suposiciones básicas sobre la vida y sobre nosotros mismos.
Estamos más atrincherados en las ilusiones del ego de lo que hasta ahora nos hemos dado
cuenta.
El punto de vista siguiente es el fondo de esta lección:
1. Somos mente perfecta y sin forma, cada uno de nosotros parte de una totalidad perfecta,
pero hemos deseado separar y dividir una pequeña parte de la mente para llamarla “yo”.
Además, no sólo hemos deseado hacerlo, sino que nos hemos convencido a nosotros
mismos que de verdad lo hemos hecho. Nuestra sensación de identidad se limita a este
pequeño fragmento de mente. Nuestra mente se siente enormemente culpable a causa de
esta creencia, que es falsa.
2. Hemos inventado un mundo lleno de cuerpos por dos razones: primera, para apoyar
nuestras ilusiones de separación; y segunda, para escapar de la culpa en nuestra mente
proyectando esa culpa sobre el mundo y los “otros”. Nos hemos identificado
principalmente con nuestro propio cuerpo, en lugar de incluso hacerlo con el pequeño
fragmento de mente que percibimos como que está “dentro” del cuerpo.
3. Creyendo que somos el cuerpo, y que nosotros (nuestro cuerpo) estamos amenazados
por muchas cosas en el mundo, hemos ideado una interminable lista de medios para
proteger y conservar nuestro cuerpo. Éstas son las “leyes” del mundo de las que se
habla en esta lección.
La primera frase de la Lección 76 se refiere a una afirmación anterior, en los tres primeros
párrafos de la Lección 71, que señalaban en cuántas cosas sin sentido hemos buscado nuestra
salvación (que pueden entenderse como protección, o seguridad, o incluso felicidad). En la
Lección 71, el factor principal acerca de cada una de estas cosas era el pensamiento: “Si esto
fuera diferente, me salvaría” (L.71.2:4).La Lección 76 ahora añade el pensamiento de que “cada
una de ellas te ha aprisionado con leyes tan absurdas como ellas mismas” (1:2). Por ejemplo, si
buscamos buena salud física para “salvarnos”, quedamos esclavizado por un montón de leyes
que gobiernan la salud: nutrición, medicina, etc.
La lección identifica muchas de las supuestas leyes a las que creemos que estamos sometidos: la
necesidad de dinero ( papel moneda y discos de metal), uso de medicinas para protegernos de la
enfermedad, necesidad de interacción física con otros cuerpos (sexo, compañía), leyes de la
medicina, de economía, y salud (nutrición, ejercicio, sueño, vitaminas), cualquier modo que
utilizamos para proteger el cuerpo, “leyes” de la amistad y reciprocidad (ser justo), incluso leyes
“religiosas”.
No estamos aprisionados por ninguna de estas leyes (1:3). Ésta es una afirmación sorprendente
y casi increíble. Sin embargo, para entender nuestra libertad de estas leyes, primero tenemos que
“darnos cuenta de que la salvación no se encuentra en ninguna de ellas” (1:4). En otras palabras,
tenemos que darnos cuenta de que nuestro cuerpo y nuestro ego no necesitan protección.
Tenemos que deshacer el error de identificación que hemos cometido. Por supuesto, ese
deshacimiento es de lo que trata Un Curso de Milagros.
Al decir que nos “atamos” a nosotros mismos “a leyes que tampoco tienen sentido” (1:5)
mientras buscamos la salvación intentando cambiar algo, cualquier cosa, que no sea nuestra
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mente, el Curso nos dice que estar sometidos a estas leyes del mundo es algo que hemos elegido
y que continuamos eligiendo en cada momento. Al seguir los mandatos de nuestro propio ego
en sus intentos de protegerse a sí mismo a costa de nuestra realidad, continuamos ciegamente
buscando la salvación fuera de nosotros mismos. Esa búsqueda ciega es la que nos ata a las
leyes del mundo. Por consiguiente, terminar esa búsqueda equivocada nos librará de las leyes
de este mundo.
Creemos que los milagros significan la sanación repentina del cuerpo, o la llegada de dinero de
una fuente inesperada, o la aparición de alguien o de algo que creemos que nos dará la felicidad.
Creer esto es también buscar la salvación fuera de nuestra propia mente, y continuará atándonos
a las leyes de este mundo. Lo que es peor, también continúa haciendo que nos parezca real
nuestra identidad como egos separados.
La idea de vivir sin ninguna necesidad de dinero, o medicinas, o medios físicos de protección le
atrae a todo el mundo. Ese estado puede ser nuestro, pero únicamente sin buscarla. El mundo y
sus leyes no es donde se encuentra nuestra libertad. Libertad no es tener todo el dinero que
necesitamos proporcionado mágicamente. Libertad no es tener perfecta salud física. Libertad no
es tener “buenas” relaciones. La libertad no tiene nada que ver con nuestro cuerpo. La libertad
solo puede encontrarse dentro de nosotros mismos.
“El cuerpo se ve amenazado por la mente que se hace daño a sí misma” (5:2). Toda nuestra
escasez y sufrimiento físico es producido de manera inconsciente por nuestra propia mente, para
que la mente no se dé cuenta de que es su propia víctima (5:3-5). Debido a nuestra culpa
primaria, causada por nuestra creencia en la realidad de la separación, nuestra mente “se ataca
así misma y quiere morir” (5:5). Por esta razón creemos que somos un cuerpo (el cual muere).
Las “leyes” que creemos que tenemos que obedecer para salvar nuestro cuerpo son sólo un
intento de la mente de disfrazar el verdadero problema, que es sus propios pensamientos de
culpa y separación.
“Las leyes de Dios dan eternamente sin jamás quitar nada” (9:6). Las “leyes” del mundo no son
como las de Dios, por lo tanto no pueden ser reales porque no proceden de Dios. Y “no hay más
leyes que las de Dios” (9:1). En la práctica de hoy se nos pide que pensemos en nuestras
insensatas leyes, y luego que escuchemos muy dentro para “escuchar la Voz que te dice la
verdad” 92. Esta Voz nos hablará del eterno Amor de Dios, de Su deseo de que conozcamos “la
dicha infinita” (10:5), y Su anhelo de usarnos como canales de Su creación (10:6). Si oímos este
mensaje de Amor dentro de nosotros, nuestros pensamientos de culpa y separación
desaparecerán. Nos daremos cuenta de Quién somos. Y al hacerlo, nuestro deseo demente de
atacarnos y matarnos a nosotros mismos se acabará. La causa de nuestra falsa búsqueda
desaparecerá, y con ella, nuestro aprisionamiento a las “leyes” que gobiernan estos ídolos que
hemos fabricado.
Al llevar nuestra “leyes” imaginarias ante las leyes de Dios -leyes en las que no existe la
pérdida, ni el dar o recibir pago, ni intercambios o substituciones, sino sólo el Amor de Dios sin
condiciones- estamos llevando nuestras ilusiones ante la verdad (ver T. 14.VII.1-4, para una
excelente aclaración de la razón por la que estos dos sistemas de creencias deben ponerse juntos
para que todo lo falso desaparezca a la luz de la verdad).
LECCIÓN 77
-
18 MARZO
“Tengo derecho a los milagros”
Instrucciones para la práctica
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Propósito: Reclamar los milagros que te pertenecen, reclamar la seguridad de que son
realmente tuyos, y negarte a contentarte con menos.
Ejercicios más largos: 2 veces, durante diez o quince minutos.
Repite la idea con confianza como una petición de los milagros que Dios te ha
prometido. Cierra los ojos y recuérdate a ti mismo 1) que estás pidiendo lo que te
pertenece, y 2) que al aceptar los milagros confirmas el derecho a los milagros de todo
el mundo.
Durante el resto de la sesión de práctica, espera en silencio con confianza a que el
Espíritu Santo te asegure que tu petición se te ha concedido, que realmente tienes
derecho a los milagros. En otras palabras, esto es otro ejercicio de esperar algo del
Espíritu Santo. En lecciones anteriores (71, 72, 75, 76), esperabas dirección,
comprensión, o una experiencia de la visión. Aquí esperas la seguridad de que el
almacén de milagros está abierto para ti realmente, de que es tuyo de verdad.
1. Espera con la mente en silencio y lleno de esperanza.
2. Espera con confianza. Puesto que pides la confirmación de algo que ya es tuyo,
puedes pedir sin ninguna duda.
3. De vez en cuando renueva tu petición y tu confianza repitiendo la idea.
Recordatorios frecuentes: Muy a menudo.
Repite la idea. A lo largo del día estate alerta a las situaciones en las que pedir un milagro.
“Reconocerás tales situaciones” (7:5). Luego pide un milagro con confianza repitiendo la idea.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado a guardar un resentimiento.
Di rápidamente “No intercambiaré milagros por resentimientos. Quiero únicamente lo que
me pertenece. Dios ha establecido mi derecho a los milagros”. No aceptes quedarte satisfecho
con algo que no sea un milagro.
Comentario
Lo que hoy celebramos es nuestra verdadera Identidad, como seres que somos uno con Dios
(1:3, 5, 6).La clave para lo que el Curso llama “salvación” es simplemente recordar lo que
somos. Me gusta el triple resumen con el que empieza la lección. Cambiando un poco las
palabras, los tres puntos son:
Lo que somos nos da derecho a los milagros.
Lo que Dios es garantiza que recibiremos milagros.
Nuestra unidad con Dios significa que ofreceremos milagros a otros.
Nada de lo que pensamos acerca de nosotros, ningún poder especial que creamos tener, y
ningún ritual que hagamos, nos traerá milagros. Vienen a nosotros debido a lo que somos,
debido a algo que es parte de nuestro Ser. Los requisitos para los milagros se nos dieron en la
creación, no tenemos que ganárnoslos.
“
Él (el Espíritu Santo) nunca te preguntará qué has hecho para ser digno del regalo de Dios. Así
pues, no te lo preguntes a ti mismo. Acepta, en cambio, Su respuesta pues Él sabe que tú eres
digno de todo lo que Dios dispone para ti. No trates de librarte del regalo de Dios que el Espíritu
Santo tan libre y gustosamente te ofrece. Él te ofrece sólo lo que Dios Le dio para ti. No tienes
que decidir si eres merecedor de ello o no. Dios sabe que lo eres” (T.14.III.11:4-10).
La lección afirma que se nos “ha prometido total liberación del mundo que construimos” (3:2),
de toda la obscuridad, del dolor, del sufrimiento y de la muerte que resultan de nuestros intentos
de separación. Más allá de ello se nos “ha asegurado que el Reino de Dios se encuentra dentro
de ti y que jamás lo puedes perder” (3:3). Hoy estamos decidiendo no ponerlos en duda, sino
aceptarlos como hechos. Se puede escapar de la obscuridad, y la luz nunca se ha perdido. Y así,
hoy, fijamos nuestra mente en la decisión “de no conformarnos con menos” (3:5).
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Los periodos de práctica más largos empiezan con un breve momento de afirmación,
recordándonos a nosotros mismos que tenemos derecho a los milagros, y que los milagros no se
dan a uno a costa de otro. Al pedir para mí, estoy pidiendo para todos. Después de ese breve
recordatorio, se pasa la práctica en quietud, esperando una sensación interna de seguridad de
que los milagros que hemos pedido se nos han concedido. Ya que estamos pidiendo lo que es la
Voluntad de Dios, para la salvación del mundo, existen todas las razones para creer que Él
responderá favorablemente a nuestras peticiones.
En realidad, pedir milagros no es realmente pedir nada. Es una afirmación de lo que siempre es
verdad. El Espíritu Santo no puede sino asegurarnos que se nos ha concedido nuestra petición
(6:1-3).¿Cómo podría responder de manera diferente? Él no puede negarnos nuestra oración sin
negar la verdad, y Él habla sólo en favor de la verdad. “Nada real puede ser amenazado. Nada
irreal existe” (T.In.2:2-3). Esto es lo que afirma esta clase de oración.
En la descripción de las sesiones cortas de práctica, se nos dice que pidamos milagros “cada vez
que se presente una situación que los requiera” (7:4). Luego dice: “Reconocerás tales
situaciones” (7:5). Aquí no hay pregunta, ni siquiera la necesidad de explicar cómo lo sabremos.
“Reconocerás tales situaciones”. Algo dentro de nosotros sabe cuándo pedir un milagro. Fíjate
también en que no intentamos producir el milagro nosotros, con nuestros propios recursos; se lo
pedimos al Espíritu Santo. Nos volvemos con nuestra necesidad a la Fuente de los milagros; no
intentamos ocupar el lugar de la Fuente. Lo que somos es lo que nos da nuestro derecho a los
milagros, pero no dependemos de nosotros mismos para encontrarlos (7:6).
Recordemos que un “milagro”, tal como el Curso lo entiende, no significa necesariamente
ningún cambio visible. “Los milagros son pensamientos” (T.1.I.12:1). Son cambios aparte del
nivel del cuerpo, un modo en el que reconocemos nuestra propia valía y la de nuestro hermano
al mismo tiempo (T.1.I.17:2; 18:4). Un milagro es una corrección en el pensamiento falso
(T.1.I.37:1). Los milagros son siempre expresiones de amor, “pero puede que no siempre tengan
efectos observables” (T.1.I.35:1).
Recordemos también que “puede que no siempre” no significa “nunca”. Si digo: “A menudo
tomo cereales en el desayuno, pero puede que no siempre los tome”, la consecuencia es que
muchas veces tomo cereales. Así que, cuando el Curso dice que puede que los milagros no
siempre tengan efectos observables, claramente da por sentado que la mayoría de las veces
tienen efectos observables. No deberíamos pensar que un milagro no ha sucedido si no hay
efectos observables, pero tampoco deberíamos abandonar toda esperanza de efectos
observables. Sin embargo, el ingrediente esencial no es nada de este mundo, sino liberar a
nuestra mente de las ilusiones.
LECCIÓN 78
-
19 MARZO
“¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar a un lado el negro escudo de resentimientos “y, suavemente, alzaremos los
ojos en silencio para contemplar al Hijo de Dios” (2:3).
Ejercicios más largos: 2 veces, de diez a quince minutos.
Selecciona una persona contra la que tienes resentimientos. Lee la lista en 4:5, y elige a
la persona que te venga a la mente mientras lees la lista.
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Cierra los ojos y repasa cómo ves en la actualidad a esta persona, de dos maneras.
Primero, repasa sus actos y rasgos negativos: sus faltas, sus errores, sus “pecados”, y
todos los modos en los que te ha causado problemas y dolor. Segundo, repasa su cuerpo
“las imperfecciones de su cuerpo así como sus rasgos más atractivos” (6:4). Visualizar
su cuerpo es una buena manera de ponerte en contacto con los resentimientos que
albergas contra él.
Luego pídele al Espíritu Santo que te muestre al radiante salvador que es realmente esta
persona, más allá de tus resentimientos. Di: “Quiero contemplar a mi salvador en éste a
quien Tú has designado como aquel al que debo pedir que me guíe hasta la santa luz en
la que él se encuentra, de modo que pueda unirme a él”. Esta frase larga es un poderoso
cambio de cómo ves a esta persona en la actualidad. Ahora le ves como un agresor que
está separado de ti. Sin embargo, esta frase te lo representa como tu salvador, cuya
santidad te llevará dentro del resplandor de tu verdadera realidad, donde descubrirás que
tú y él sois uno. Lo único que se necesita para que él cumpla su papel es que tú le veas
de verdad, que es a lo que invita la frase. Así que, no digas la frase sólo una vez.
Repítela muchas veces durante el periodo de práctica.
Esta frase invita a una experiencia real del Espíritu Santo. Le invita a Él a que te revele
la realidad radiante de esta persona, que está más allá de tus resentimientos. Así pues,
éste es otro ejercicio de pedir algo interno al Espíritu Santo. Recuerda el entrenamiento
que has recibido en esto.
1. Espera en calma. “Mantente muy quedo ahora, y contempla a tu radiante
salvador” (8:6).
2. Espera con confianza. “Lo que has pedido no se te puede negar” (8:1).
3. De vez en cuando renueva tu petición repitiendo la frase.
Recordatorios frecuentes / Respuesta a la tentación: Siempre que te encuentres o pienses o
recuerdes a alguien.
Ora: “¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!”. Esto significa “Que el
milagro de Quien tú eres realmente reemplace mis resentimientos contra ti”. Date cuenta de
que esto os libera a los dos, junto con todo el mundo.
Comentario
Si yo no tuviera resentimientos, todo sería milagroso para mí. La opinión del Curso es que la
verdad es muy clara, y sólo parece difícil de ver porque la ocultamos de nuestra conciencia con
nuestros resentimientos. El verdadero propósito de un resentimiento es ocultar el milagro que se
encuentra debajo de él (1:2). Sin embargo, el milagro sigue ahí.
Hoy queremos ver milagros. “Invertiremos la manera como ves al no dejar que tu vista se
detenga antes de que veas” (2:2). A eso es a lo que estamos acostumbrados a hacer: permitir que
nuestra vista se detenga en la apariencia externa, sin mover nuestra percepción más allá de lo
que la apariencia oculta. Lo que vemos en primer lugar, la apariencia externa, es nuestro
“escudo de odio” (1:2; 2:3). Siempre nos muestra cosas que nos producen dolor de un modo u
otro. Y no nos queremos detener en eso, queremos dejar a un lado el escudo y “alzaremos los
ojos en silencio para contemplar al Hijo de Dios” (2:3).
El Hijo de Dios está oculto en cada uno de nosotros. Únicamente nuestros resentimientos nos
impiden verle en todos.
Algunos de nosotros podemos ser muy conscientes de nuestros resentimientos, otros podemos
preguntarnos de qué diablos se está hablando. Pero, a menos que ya vivamos en la perfecta
percepción verdadera, libre de todo sufrimiento y siempre completamente feliz; si miramos
honestamente a los pensamientos en nuestra mente, encontraremos allí resentimientos. A
menudo no los reconocemos como lo que son. Hay una auténtica necesidad de un examen
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honesto de uno mismo para reconocer los escudos en nuestra mente que impiden a nuestra vista
la luz.
Mira a algunas de las sugerencias (en 4:5) para elegir una persona con la que practicar esta
lección. “Alguien a quien temes o incluso odias”, está muy claro para nosotros si tenemos una
persona así en nuestra vida, podemos reconocer esto fácilmente como un resentimiento.
“Alguien a quien crees amar, pero que te hizo enfadar”, también está probablemente muy claro;
sí, eso es un resentimiento. Un amigo “que en ocasiones te resulta pesado”, ¿es eso un
resentimiento que me oculta la luz? ¡Sí, ciertamente! Alguien “difícil de complacer”, a quien
vemos exigente o irritante. ¿Son resentimientos? ¡Sí! O incluso alguien “que no se ajusta al
ideal que debería aceptar como suyo, de acuerdo con el papel que tú le has asignado”. ¿Cuántos
de nosotros, que nos consideramos alumnos espirituales del Curso, reconoceríamos ese pequeño
juicio como un resentimiento?
Sí, esa opinión que tienes acerca de esa persona que no se ajusta a sus posibilidades, esa persona
a quien amas y cuidas y por la que te preocupas tanto, eso es también un resentimiento que te
impide ver la luz del Hijo de Dios.
Me gusta el modo en que Jesús dice: “Ya sabes de quién se trata: su nombre ya ha cruzado tu
mente” (5:1). Él a menudo parece conocer muy bien lo que pasa dentro de nuestra mente,
¿verdad?
Este ejercicio es muy poderoso. También es muy práctico y con los pies en la tierra, ocupándose
de una persona en nuestra vida. “Deja que él sea hoy tu salvador” (5:5).
¿Él? ¿Mi salvador? ¿Quieres que yo deje que esa persona sea mi salvador? ¿Cómo puedo yo
verle así?
Si preguntas así me vienen, sólo demuestran la solidez ilusoria del escudo de resentimientos en
mi mente. Puedo ver al Hijo de Dios en “ése” si estoy dispuesto a abandonar mis
resentimientos.
Ahora recuerda. Sólo estamos haciendo aquí un ejercicio. Quizá no te sientes completamente
preparado para abandonar todos tus resentimientos y tus juicios sobre esa persona para siempre.
De acuerdo. ¿Qué tal si lo practicas durante diez o quince minutos? Sólo inténtalo para ver
cómo te va, para ver cómo te sientes. Eso es todo lo que se pide.
Así es como salvamos al mundo, sólo con este tipo de práctica. Cristo espera ser liberado en
cada uno de nosotros. Tú tienes el poder de liberarle hoy en cada uno a tu alrededor, sólo con
mirar más allá de tus resentimientos y viendo el Cristo en ellos. El Espíritu Santo en tus
hermanos y hermanas “se extiende desde (ellos) hasta ti, y no ve separación alguna en el Hijo de
Dios” (8:4). Al permitirle a tu hermano que desempeñe el papel de salvador en tu mente, “Le
has permitido al Espíritu Santo expresar a través de ese hermano el papel que Dios le asignó a
Él para que tú te pudieses salvar” (8:8). Le has visto tal como es, y esa visión en tu mente
despertará la suya para que vea la verdad acerca de sí mismo. La sacarás de él por medio de tu
fe. Así es como nosotros mismos desempeñamos el papel de salvador, al sacarla de tus
hermanos, su gratitud te enseñará la verdad acerca de ti, y te darás cuenta de que algo en ti se ha
manifestado como gracia salvadora para elevar a tu hermano. Lo que has dado, tenías que
tenerlo para haberlo dado. La salvación que le has dado es tuya, y la reconoces porque la has
dado. Así es como funciona este proceso. Lo podemos practicar incluso con personas de nuestro
pasado (10:3).
Así asumo el papel que Dios me ha asignado. Hoy elijo permitir que los milagros reemplacen a
todos los resentimientos en mi mente. Cada vez que me dé cuenta de un resentimiento, pediré
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que un milagro lo reemplace. Amigo, que hoy te vea como mi salvador. Gracias por estar ahí.
Gracias por ofrecerme esta oportunidad de dar.
LECCIÓN 79
-
20 MARZO
“Permítaseme reconocer el problema para que pueda ser resuelto”
Instrucciones para la práctica
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Intenta liberar a tu mente de la opinión que tiene de tus problemas. Esfuérzate en “poner
mínimamente en duda la realidad de tu versión de lo que son tus problemas” (8:3).
Intenta darte cuenta de que los muchos problemas que tienes no son sino una pantalla de
humo, que esconde el hecho de que sólo tienes un problema. Sin embargo, no definas
cuál es este problema.
Luego pregunta cuál es tu único problema y espera la respuesta. Aunque la lección ha
dicho que tu único problema es la separación, deja eso de lado y escucha la respuesta
que viene de tu interior.
Luego pregunta cuál es la respuesta al único problema. Al preguntar acerca del
problema y la respuesta, utiliza tu entrenamiento sobre cómo escuchar al Espíritu Santo:
espera con la mente en silencio, espera con confianza (la respuesta “se nos dará” 7:6), y
de vez en cuando repite tu petición mientras esperas.
Respuesta a la tentación: Cada vez que veas un problema.
Reconoce que éste es el único problema mostrándose bajo un disfraz. Di de inmediato:
“Permítaseme reconocer el problema para que pueda ser resuelto”.
Luego intenta dejar de lado lo que piensas que es el problema. Si puedes, cierra los ojos
y pregunta cuál es. La respuesta se te dará.
Comentario
Esta lección, junto con la anterior, presenta una de las afirmaciones más claras de un principio
muy importante del Curso: “Un solo problema, una sola solución”, como se afirma en la
Lección 80 (1:5). Estas lecciones merecen ser leídas repetidas veces hasta que las ideas que
enseñan se arraiguen en nuestros procesos de pensamiento.
Parece que me enfrento a una multitud de problemas, aplastantes en número y dificultad, desde
pequeños a enormes, cambiando constantemente, alternando, apareciendo y desapareciendo en
todos los momentos de la vida. Desde este punto de vista, si me paro a considerar las cosas
objetivamente, la única respuesta posible es el pánico ciego. Desde un punto de vista consciente,
la atención prestada a un problema borra docenas de ellos, igualmente merecedores de mi
atención. Como Lucy y Ethel en la cinta trasportadora de pasteles, cuando las cosas empiezan a
apurar, sólo puedo empezar a meter algunos de los pastelillos debajo de la camisa, intentando
esconderlos antes de que mi fracaso para manejarlos se haga evidente.
Visto desde la perspectiva del espacialismo, mis problemas me condenan a un fracaso tras otro,
aumentando en cada momento mi aplastante sensación de incapacidad.
¿Qué pasaría si todos mis problemas fueran verdaderamente uno solo? ¿Qué pasaría si yo ya
tuviera la solución a ese único problema? Apenas puedo imaginarme la enorme sensación de
alivio que recorrería todo mi ser si pudiera captar que esto es verdad: todos mis problemas son
uno, y ese problema ya se ha resuelto.
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¿Podría ser así? Sí. Si pienso que mis problemas son muchos y separados, si no he reconocido el
único problema en todos ellos, podría tener ya la respuesta y no saberlo. Incluso podría tener la
respuesta sin darme cuenta de que se aplica a todo lo que a mí me parecen problemas diferentes.
“Ésta es la situación del mundo. El problema de la separación, que es en realidad el único
problema que hay, ya se ha resuelto. No obstante, la solución no se ha reconocido porque no se
ha reconocido el problema” (1:3-5).
Entonces, para liberarme de este aprisionamiento ilusorio, mi primer paso debe ser reconocer el
problema en cada problema. Tengo que hacerme consciente de cuál es el problema antes de
darme cuenta de que ya tengo la solución. Mientras crea que el problema es algo distinto a mi
separación de Dios (que ya ha sido completamente resuelto, por lo que es algo sin ninguna
importancia), continuaré pensando que tengo problemas y que me falta la solución. Buscaré la
“salvación” de mis problemas en cualquier sitio excepto donde está la respuesta, porque ya he
dejado de lado la solución por considerarla no importante para el problema que me ocupa.
“¿Quién puede darse cuenta de que un problema se ha resuelto si piensa que el problema es otra
cosa? “ (2:3).
La aparente complejidad del mundo no es sino el intento de mi mente de no reconocer el único
problema, impidiendo así su solución (6:1). Por lo tanto, mi mayor necesidad es percibir “el
común denominador que subyace a todos los problemas” (6:3). Si puedo ver la separación en la
raíz de cada problema, me daría cuenta de que ya tengo la respuesta, y usaría la respuesta. Sería
libre.
Una vez más, esta lección es maravillosamente perdonadora. Incluso la idea de ver todos mis
problemas como variaciones del tema de la separación puede parecer una tarea de enormes
proporciones. Por eso la lección me dice:
“Eso no es necesario. Lo único que es necesario es poner mínimamente en duda la realidad de tu
versión de lo que son tus problemas” (8:2-3)
¿Lo único que tengo que hacer es dudar? ¡Eh, yo puedo encargarme de eso, yo soy muy bueno
en dudar!
Todo lo que se me pide que haga es “suspender todo juicio con respecto a lo que el problema
es” (10:4). “Suspender” quiere decir calmar temporalmente; la lección ni siquiera me pide que
abandone mis juicios para siempre. Sólo durante un instante. Sólo permitirme a mí mismo dudar
de mi versión de las cosas y considerar que podría haber otro modo de mirarlas.
Así que hoy se me pide que dude. Dudar de mi versión de lo que son mis problemas. Pensar
para mí mismo: “Probablemente no estoy viendo esto con claridad. Probablemente aquí me
estoy haciendo un lío en algún punto”. Y luego preguntar: “¿Cuál es el verdadero problema
aquí?” ¡Ese tipo de práctica incluso yo puedo manejarla! ¡Gracias, Padre, por un Curso tan
sencillo!
LECCIÓN 80
-
21 MARZO
“Permítaseme reconocer que mis problemas se han resuelto”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Reclamar la paz a la que tenemos derecho por el hecho de que Dios ha solucionado
tu único problema.
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Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Este es un ejercicio de disfrutar de la consciencia de que estás libre de problemas. La veo muy
semejante a la Lección 50 (puedes repasar aquellas instrucciones ahora), en la que pensabas en
la idea y disfrutabas de la paz que te proporcionaba. Así que hazlo ahora. Cierra los ojos y date
cuenta de que, habiendo reconocido el problema (ayer), también has aceptado la solución. Esto
significa que tu único problema se ha solucionado. Piensa en ello. Piensa en el hecho de que
todos tus problemas se han ido. Piensa en el hecho de que estás libre de conflictos. Sólo tienes
un problema, y Dios lo ha solucionado. Usa estos pensamientos para reclamar la paz que ahora
te pertenece. Relájate y disfruta de esa paz. Descansa en la sensación de estar sin problemas.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible.
Con gratitud y profunda seguridad repite la idea (puedes acortarla a “Mis problemas se han
resuelto”). Si quieres, intenta repetirla ahora con gratitud una vez, y luego intenta repetirla con
profundo convencimiento.
Respuesta a la tentación: Cada vez que surja un problema, especialmente con alguna persona.
De inmediato di: “Permítaseme reconocer que este problema se ha resuelto”. No te permitas
cargar con problemas que no existen.
Comentario
“Un solo problema, una sola solución” (1:5). “El problema tiene que haber desaparecido porque
la respuesta de Dios no puede fallar” (4:2). Así que yo debo estar en paz, lo sepa o no. No tengo
más problemas. Ver y entender esto, aceptarlo completamente, es la esencia de la salvación
(1:8; 2:5; 5:6).
Ver un problema sin resolver es acumular un resentimiento e impedir que la luz llegue a mi
consciencia. Un problema sin resolver es una situación de falta de perdón. Representa algo que
yo no apruebo, la causa de un juicio en mi mente. “Es cierto que no parece que todo pesar no
sea más que una falta de perdón. No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la
forma” (L.193.4:1-2). Cuando el Curso habla de que perdonemos al mundo, significa lo mismo
que decirnos que reconozcamos que todos los problemas son formas de separación, que ya ha
sido resuelta. Por lo tanto, la respuesta a cada problema es el perdón, o la aceptación de la
Expiación, reconociendo que nada puede separarnos de Dios, sea cual sea la forma, que nada
puede quitarme la paz.
Escribo esto el último día (1995) de mi visita a mi hijo en California. He pasado las dos últimas
noches durmiendo en un colchón de aire. La noche pasada, se abrió un agujero en el colchón de
aire, y me desperté alrededor de las cinco con casi todo el cuerpo sobre el suelo mientras mis
brazos y piernas estaban medio flotando varios centímetros más alto, una posición muy
incómoda. No pude volver a dormirme, así que me siento a falta de sueño. Estoy preocupado
por tener que regresar conduciendo a casa esta noche muy tarde desde Phoenix, dos horas en el
oscuro desierto, solo y con sueño.
Eso parece ser un problema. ¿Cómo puede ser eso una falta de perdón? ¿En qué forma es este
problema de la falta de sueño una manifestación de la separación?
Si reconozco que mi único problema es la separación y que ha sido resuelto, puedo darme
cuenta de que una falta de sueño no puede separarme del Amor y la paz de Dios. Puedo
perdonar al colchón de aire, o perdonar a mi hijo por darme una cama defectuosa. Puedo
perdonarme a mí mismo por preocuparme acerca de tener que conducir. Puedo aceptar que todo
está bien y que mi vida está en las manos de Dios, y todo saldrá como debería. Quizá mi cuerpo
estará lleno de fuerza y no me dormiré mientras conduzco de regreso a casa. Quizá pasaré la
noche con amigos en Phoenix, aunque ése no es “mi” plan. Quizá me saldré de la carretera y
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dormiré en mi caravana. Pase lo que pase, no necesito perder la paz por este acontecimiento, mi
problema ya ha sido solucionado. Puedo estar en paz ahora.
O, si elijo de otro modo, puedo arruinar mi último día con mi hijo y mis nietos, obsesionándome
con el problema. Puedo preocuparme por quedarme dormido al volante. Puedo disgustarme
porque me veo forzado a cambiar mi plan. Puedo estar gruñón y malhumorado y perderme el
amor que me rodea con mis nietos. ¿De verdad es ésa la elección que quiero tomar?
Un colchón que se viene abajo no es un problema. El único problema es permitir que eso, o algo
parecido, me haga perder la paz de Dios que es mía siempre si elijo tenerla. Los acontecimientos
o personas pueden cambiar o no como resultado de mi elección. La Expiación no tapa el agujero
del colchón de aire. Puede darme más energía o no, para conducir a Sedona. A veces esas cosas
suceden, a veces no; depende del plan que el Espíritu Santo tenga para mí. Lo que sucede
externamente no es el problema, y la solución no está en lo externo, sino dentro de mí. ¿Elegiré
la paz o estar disgustado? ¿Perdonaré o proyectaré mi rechazo a la paz sobre cosas externas y
las culparé?
La paz está en la aceptación. Acepto la paz de Dios suceda lo que suceda. Me niego a creer que
algo puede separarme del Amor de Dios. Me niego a engañarme a mí mismo acerca de dónde
está el problema. Reconozco que el problema está dentro de mí, y llevo el problema a la
solución. Y descanso, confiando en que el Espíritu Santo se encargará de las circunstancias
como mejor lo vea, no como yo creo que deberían ser. Estoy libre de conflicto, soy libre y estoy
en paz.
SEGUNDO REPASO INTRODUCCIÓN
Unas pocas palabras sobre las instrucciones del repaso. Hay dos sesiones largas de práctica de
unos quince minutos, en los que leemos las dos ideas y los comentarios asociados, y luego
pasamos la mayor parte del tiempo con los ojos cerrados, “Escuchando sosegadamente aunque
con mucha atención” (L.rII. In.3:1). La mayoría de los estudiantes que llevan mucho tiempo con
el Curso están de acuerdo en que esto no significa que deberíamos esperar oír una voz, como
Helen Schucman hacía, aunque algunos puede que la oigan. Los mensajes pueden venir de
muchas formas: un sentimiento, una idea, una consciencia sin palabras. No estamos
acostumbrados a sentarnos sosegadamente sólo escuchando, y esto es una práctica en ello.
Durante la primera mitad del día, tenemos que trabajar con la primera idea; y en la segunda
mitad, con la segunda idea. No se menciona el número de sesiones cortas, continuamos las
aplicaciones “frecuentes” de las lecciones anteriores. Si tienes en cuenta todas las sesiones en
que se menciona un número para estas sesiones más cortas, la media es de cinco cada hora;
pienso que podemos suponer que eso es lo que se pretende durante estos días de repaso.
Fíjate en la importancia que se le da tanto a las prácticas largas como a las cortas. Yo, por lo
pronto, intento evitar la tentación de tratar el periodo de repaso como un tiempo de hacer el
vago. Esto es lo que el autor dice:
“Considera estas sesiones de práctica como consagraciones al camino, a la verdad y a la vida.
No dejes que ninguna ilusión, ningún pensamiento de muerte ni ninguna senda sombría te
desvíe de tu propósito. Estás comprometido a la salvación. Resuélvete cada día a no dejar de
cumplir tu función”.
(L.rII.In.5:1-4)
Éste es un curso en entrenamiento mental. Nuestras mentes no estarán entrenadas si no
practicamos. No aprenderemos a escuchar si no practicamos. De eso trata el Libro de Ejercicios.
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SEGUNDO REPASO INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Ejercicios más largos: 2 veces (una para cada idea), durante quince minutos.
Durante tres o cuatro minutos, lee lentamente la idea y los comentarios (si quieres
varias veces) y piensa en ellas.
Cierra los ojos y pasa el resto del periodo de práctica escuchando el mensaje que el
Espíritu Santo tiene para ti. Podemos considerar a este tiempo de escuchar como que
tiene los siguientes componentes:
1. Escucha “sosegadamente aunque con mucha atención” (3:1), escucha en
quietud y con toda tu atención.
2. Mantén una actitud de confianza (“este mensaje me pertenece”), deseo (“yo
quiero este mensaje”), y determinación (“estoy decidido a tener éxito”).
3. Escuchar durante diez minutos puede ser una gran invitación a que la mente se
distraiga, por eso la mayor parte de las instrucciones para este ejercicio tratan
de este asunto. Si la mente se distrae sin control, regresa a la primera fase y
repítela. Para las distracciones menores de la mente, date cuenta de que los
pensamientos que te distraen no tienen poder, y que tu voluntad tiene todo el
poder, y luego reemplaza los pensamientos con tu voluntad de tener éxito. Haz
esto con firmeza. “No permitas que tu intención vacile” (4:1). “No dejes que…
te desvíe de tu propósito” (5:2).
Esto no se menciona en las instrucciones pero te puede ser útil para preguntar el mensaje de
verdad, al comienzo y luego de vez en cuando a lo largo de la práctica. Puedes decir, por
ejemplo: “¿Cuál es Tu mensaje para mí hoy?” Incluso puedes usar esta petición como el medio
para despejar los pensamientos que te distraen.
Recordatorios frecuentes: Muy a menudo.
Repite la idea como un medio de reafirmar tu determinación a triunfar.
Primera mitad del día: la primera lección.
Segunda mitad del día: la segunda lección.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a disgustarte.
Repite alguna variación de la idea, modificada para aplicarla a ese disgusto concreto.
Puedes usar una de las tres “aplicaciones concretas” (L.rII.In.6:1) que se sugieren
después de cada lección. Date cuenta que se refieren a un disgusto concreto. Cada una
está dirigida a “esto” que te molesta o a un “nombre” que te molesta.
O puedes utilizar tus propias palabras usando una variación de la práctica de dejar que
surjan pensamientos relacionados. Simplemente relájate y deja que tu mente te traiga
una frase que aplique la esencia de la idea a tu disgusto actual. Como ejemplos, mira las
formas concretas que se sugieren después de cada lección.
LECCIÓN 81
-
22 MARZO
(61) “Yo soy la luz del mundo”
(62) “Perdonar es mi función por ser la luz del mundo”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso (páginas 171 y 172)
Comentario
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“Yo soy la luz del mundo”. Iluminar al mundo es nuestra función. El Curso nos está enseñando
Quién somos, y a empezar a vivir como Quien somos. Somos luz, y podemos vivir como luz en
este mundo, a través de nuestro perdón compartiendo la feliz noticia de la liberación de toda
culpa.
Tal como oraba San Francisco de Asís: “Señor, hazme un instrumento de Tu paz”. Que hoy deje
a todos los que me encuentre un poco más iluminados. Que el mundo les parezca un poco
menos oscuro a todos los que me encuentre. Que cada uno de los que toque se sienta más
amoroso como resultado de encontrarse conmigo. Que yo pida ver la luz en cada situación, que
yo responda a la obscuridad con la luz.
“Perdonar es mi función por ser la luz del mundo”. Si hoy no me siento la luz del mundo, que
perdone a los demás; todos aquellos a los que perdono me mostrarán la luz en mí. Está bien si
todavía no entiendo lo que es el verdadero perdón; eso no me puede detener si yo quiero
aprender, y yo quiero. Cada situación que parece traer dificultad es una oportunidad de aprender
lo que es el verdadero perdón. No quiero usar las circunstancias de hoy para otro propósito que
no sea el de Dios. Que todo sea útil.
LECCIÓN 82
-
23 MARZO
(63) “La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi perdón”
(64) “No dejes que me olvide de mi función”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso (páginas 171 y 172)
Comentario
Según este repaso, mi perdón sirve tres propósitos fundamentales:
1. La luz del mundo se expresa a través de mí, en este mundo, a través de mi perdón.
La segunda parte del Libro de Ejercicios dice que el perdón es el reflejo del amor en este mundo
(L.352. 1:4); también se refiere a él como “el reflejo de la verdad” (L.357.1:1). La realidad total
del amor no se puede conocer en este mundo, pero podemos conocer su reflejo, que es el
perdón. La realidad de lo que yo soy se refleja aquí cuando perdono.
2. Me vuelvo consciente de mi realidad, la luz del mundo, a través de mi perdón.
Lo que sale a través de mí me muestra lo que soy. Me vuelvo cada vez más consciente del
Espíritu Santo en mí, y de Cristo del que Él habla, al ver Sus efectos a través de mí (T.9.IV.5:5).
Para aprender que yo soy amor, tengo que enseñar amor. El perdón, reflejo del amor, es como
yo lo aprendo en este mundo.
3. El mundo sana a través de mi perdón, y yo también.
Cuando perdono a aquellos a mi alrededor, ellos ven el amor reflejado a través de mí, y se ven a
sí mismos en la luz del amor y sanan.
Es fácil ver por qué el perdón juega un papel tan importante en el Curso. Es fácil sentirse
motivado a “perdonar al mundo para que éste pueda sanar junto conmigo” (1:5).
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Me gusta practicar la línea “Que la paz se extienda desde mi mente a la tuya, (nombre)” (2:2).
La practicaré ahora, mientras escribo esto, pensando en todos los que recibiréis este mensaje:
Que la paz se extienda desde mi mente a la tuya.
Con el perdón como mi función, y puesto que el perdón tiene efectos tan profundos, hoy no
quiero olvidarlo. Me ayuda a hacerme consciente de mi Ser, y por eso quiero practicarlo hoy.
Que hoy aproveche todo como una oportunidad para aprender el perdón.
LECCIÓN 83
-
24 MARZO
(65) “Mi única función es la que Dios me dio”
(66) “Mi función y mi felicidad son una”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso.
Comentario
Estar sin metas conflictivas en la vida es una bendición maravillosa. La mayor parte del tiempo,
me siento estresado con metas conflictivas. Quiero hacer ejercicio pero tengo una fecha tope
que cumplir en el trabajo. Quiero estar con mis amigos pero dan mi programa favorito en la
televisión. Y así sucesivamente. Cuando soy capaz de darme cuenta de que mi única función es
la que Dios me dio, el perdón, o simplemente ser feliz en lugar de enfadarme o disgustarme,
todo se vuelve maravillosamente claro. Mi meta se convierte en estar en paz, ser feliz, estar en
calma y sin que me altere nada de mi alrededor. “Lo que debo hacer, lo que debo decir y lo que
debo pensar” (1:4) sencillamente me viene. Quizá me doy cuenta de que no importa si hago
ejercicio o escribo. Quizá me doy cuenta de que uno u otro pueden esperar. Recordar mi única y
verdadera meta soluciona todo lo demás de un modo u otro.
Solía pensar que cuando tenía un conflicto, la única manera de estar en paz de nuevo era tomar
una decisión para solucionar el conflicto. Muy raras veces funcionó. Generalmente, cuando
tomaba la decisión, sentía cierta angustia por lo que no había hecho, o alguna pérdida por no
haber tomado la otra decisión (por ejemplo: ver la tele o estar con mis amigos, uno u otro tenía
que ser “sacrificado”). Últimamente he empezado a darme cuenta de que si en el primer lugar de
la lista pongo estar en paz, si primero elijo estar en paz antes de tomar mi decisión (quizá tomar
un minuto para cerrar los ojos y aquietarme, recordando Quién está conmigo), la decisión se
vuelve sencilla, y no hay sensación de sacrificio. Cuando pongo la paz en primer lugar, sé lo que
tengo que hacer.
Ésta es la manera de ser feliz. Mi función es una con mi felicidad. Si puedo estar en paz,
abandonando los resentimientos y las pequeñas exigencias que constantemente le hago a mi
vida, soy feliz. Al igual que el perdón, la felicidad es una elección que puedo tomar en cualquier
momento.
Hoy me doy cuenta de que los ejemplos que se dan de los diferentes modos de aplicar las ideas
a situaciones concretas parecen hacer hincapié en la negación. Destacan que la situación, o el
modo en que la percibimos, no pueden afectarnos si así lo elegimos. El modo de percibir esto no
cambia mi función, ni me da una función diferente, ni justifica que elija una meta distinta a la
que Dios me dio. No importa lo que yo vea, no importa lo que suceda, nada cambiará el hecho
de que el único modo de encontrar la felicidad es cumplir mi función de perdonar, bendecir, y
estar en paz. No hay felicidad aparte de mi función, y me dejo engañar por una ilusión cuando
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pienso que la hay. ¿Espero encontrar la felicidad permitiéndome estar preocupado, o
justificando mi enfado, o permitiéndome mis apetitos, o dándole vueltas a mis heridas de dolor?
Nunca sucederá. Sólo en el perdón, sólo liberando a todos y a todo de mis exigencias y
expectativas, sólo en la pacífica quietud de mi mente, encontraré la felicidad.
LECCIÓN 84
-
25 MARZO
(67) “El Amor me creó a semejanza de Sí Mismo”
(68) “El amor no abriga resentimientos”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso.
Comentario
Si fui creado a semejanza de mi Creador, entonces “no puedo sufrir, no puedo experimentar
pérdidas y no puedo morir. No soy un cuerpo” (1:3-4). Eso tiene sentido. Dios no puede sufrir,
ni experimentar pérdida ni morir, y Él no es un cuerpo. Él me creó a semejanza de Sí Mismo
(1:8); por lo tanto, esto debe ser verdad acerca de mí. Mi realidad es completamente diferente a
lo que yo creo acerca de mí mismo, pues sin duda yo he creído que puedo sufrir o experimentar
pérdida o morir, y me he identificado casi por completo con mi cuerpo.
¿Qué es lo que ocasiona y refuerza esta ilusión de mí mismo? Los resentimientos. “El amor no
abriga resentimientos” (3:1). Yo soy amor, a semejanza del Amor que me creó; pero cuando
elijo guardar un resentimiento, estoy negando mi propia realidad, estoy afirmando que yo no
soy amor, porque “los resentimientos son algo completamente ajeno al amor” (3:2). Al hacer
eso, estoy afirmando que yo soy lo que creo que he hecho de mí mismo, y sin ser consciente de
ello estoy eligiendo sufrir, perder y morir. El único modo en que puedo volver a descubrir mi
propia realidad es dejar de abrigar resentimientos. Un resentimiento es un ataque a mi Ser (3:6;
4:4). Afirma que soy algo que no soy.
Si veo lo desagradable, lo no amoroso, o maldad en mis hermanos, me estoy atacando a mí
mismo. Si niego lo que son, estoy negando lo que yo soy. Hoy elijo ver a todo el mundo como
quiero verme a mí mismo, y como quiero que Dios me vea. Tengo el poder de tomar esta
decisión. Veo lo que deseo ver, y hoy deseo ver mi Ser, en mí mismo y en todo el mundo.
LECCIÓN 85
-
26 MARZO
(69) “Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí”
(70) “Mi salvación procede de mí”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso.
Comentario
¿A qué se refiere el “esto” de las seis aplicaciones concretas de esta lección? ¿Qué es lo que
bloquea mi vista e impide que la luz se extienda? ¿Qué es lo que no necesito y que me tienta a
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buscar mi salvación lejos de mí? ¿Qué es “esto” que me impide darme cuenta de la Fuente de la
salvación y que parece tener poder para quitarme la salvación?
“Esto” son los resentimientos: cualquier cosa a la que yo reaccione con menos que el perfecto
amor que es mi realidad. Algo que no me gusta, o que alejo de mí, o culpo por mis problemas, o
que contemplo como inferior a la creación de Dios. Cualquier cosa dentro de mí que albergo
con algo que no sea compasión y perdón. “Mis resentimientos me muestran lo que no está ahí”
(1:2). Hacen que yo vea algo que no es real, y reacciono con miedo u odio o enfado. Mis
reacciones son tan inapropiadas como el miedo de un niño a una cortina que se mueve en la
obscuridad. Estoy viendo algo que no está ahí, porque sólo lo que Dios creó es real. Me estoy
asustando por sombras, cuando la realidad es pura belleza. Los resentimientos no sólo me
muestran cosas que no son reales sino que también me ocultan lo que de verdad quiero.
Si esto es lo que hacen los resentimientos, ¿por qué voy a quererlos? Realmente no los quiero,
los he utilizado en un intento equivocado por protegerme, pero ahora puedo reconocer que ya no
los quiero ni los necesito más. No me culpo a mí mismo por haberlos elegido en el pasado pero
no necesito continuar eligiéndolos ahora. Yo quiero ver y, por eso, lleno de alegría dejo a un
lado los resentimientos, sin culpa y sin pesar.
Lo que busco es mi Ser (3:3). Hoy no buscaré fuera de mí. “No es algo que se encuentre afuera
y luego tenga que traerse adentro. Se extenderá desde dentro de mí y todo aquello que vea no
hará sino reflejar la luz que brilla en mí y en sí mismo” (3:6-7). Mis resentimientos me tientan a
buscar la salvación fuera: pensando que sé lo que tiene que cambiar ahí fuera para que me traiga
paz, sintiendo ira o dolor o traición; cuando contemplo las cosas, las culpo por mi pérdida de
paz. Pero hoy reconozco que la respuesta está en mi Ser. En lugar de buscar la luz, hoy yo seré
luz e iluminaré todo mi mundo.
LECCIÓN 86
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27 MARZO
(71) “Sólo el plan de Dios para la salvación tendrá éxito”
(72) “Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso.
Comentario
Me parece muy interesante cómo las lecciones parecen alternar entre ver resentimientos y dónde
buscamos la salvación. Estoy empezando a entender la idea, pienso: Cuando mi ego quiere
impedirme encontrar la salvación de Dios dentro de mi Ser, me distrae con algún tipo de
resentimiento fuera de mí. Al ver la causa de mis problemas fuera, naturalmente busco la
solución fuera. Busco la salvación fuera de mí mismo.
El problema no es nunca lo de fuera. “Los que consideras culpables se convierten en los testigos
de tu culpabilidad, y es en ti donde la verás, pues estará ahí hasta que sea des-hecha. La
culpabilidad se encuentra siempre en tu mente, la cual se ha condenado a sí misma. No sigas
proyectando culpabilidad, pues mientras lo hagas no podrá ser deshecha” (T.13.IX.6:6-8). Lo
que estamos viendo ahí fuera, el objeto de nuestros resentimientos, es únicamente la proyección
de la condena a uno mismo. Podemos cambiar el nombre del pecado para proteger a los
culpables (nosotros mismos), pero es nuestro pecado lo que estamos viendo ahí fuera en el
mundo. Por esa razón ver resentimientos fuera nos impide encontrar la salvación dentro.
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Como dice el repaso, hemos buscado la salvación en muchos lugares y cosas diferentes, y nunca
estaba donde buscamos (1:3). No la podemos encontrar ahí fuera porque no está ahí fuera en
ningún sitio. No hay esperanza de salvación en el mundo, y eso son buenas noticias. Son buenas
noticias porque ya no tenemos que depender de nadie ni de nada fuera de nosotros para que
haga su papel adecuado, ni que llegue en el momento oportuno para satisfacer nuestras
necesidades, ni que haga nada. Podemos abandonar la expectativa de que alguien nos salve, y
podemos volvernos a lo único en lo que podemos confiar absolutamente: nosotros mismos,
nuestro Ser. Podemos liberar a todos del aprisionamiento en el que los hemos tenido durante
toda nuestra vida. Podemos decirle al mundo: “No eres responsable de mí. Ya no te hago
responsable de mi infelicidad. Me he dado cuenta de que es tarea mía, no la tuya”.
Recuerdo lo raro que me sentí, pero también lo feliz, de decirle a mi querida amiga Lynne, hace
años: “Me he dado cuenta de que no te necesito”. Siendo más sabia que yo en aquel momento,
ella se quedó encantada. Yo tenía miedo de que ella se sintiera ofendida, ¡qué cosa tan “poco
romántica” decirle a tu pareja: “No te necesito”! Aunque ella entendió exactamente lo que yo
quería decir. Yo le estaba diciendo que ya no esperaba que ella me hiciera feliz, ya no cargaba
con la insoportable carga de mi felicidad. Pensar que nuestra pareja es responsable de nuestra
felicidad es exactamente lo que convierte a las relaciones especiales en un infierno, porque
cuando yo no soy feliz, tengo un resentimiento, como en un sindicato de trabajadores: “¡Eh! Tú
no estás cumpliendo tu parte del trato. Se supone que tienes que hacerme feliz”. Y el
resentimiento contra nuestra pareja nos aleja de la salvación en nuestro corazón.
Siempre me ha gustado la última línea de la lección de hoy: “Esto es un llamamiento a la
salvación, no al ataque” (4:4). Me recuerda a una vieja frase de la serie televisiva de Superman
(la de George Reeves, ¡aquí estoy demostrando mi edad!). Clark Kent mira a un crimen o
desastre que está ocurriendo y dice: “Esto es trabajo de Superman”. En lugar de mirar a los
acontecimientos de nuestra vida y pensar: “Esto es trabajo del ego. ¡Ataquemos!. Hagamos y
guardemos un resentimiento”, podemos mirar a la situación y decir: “¡Esto es trabajo de Dios!
Perdonemos. Respondamos con amor a la petición de amor”. Cuando surja una necesidad a mi
alrededor, ¿qué poder voy a invocar: a Dios o al ego?
La elección es “entre la percepción falsa y la salvación” (4:2). La única alternativa a la
salvación es algo irreal, una ilusión, una percepción falsa. El único modo en que puedo
impedirme ser feliz es percibir falsamente a mi hermano; si le veo de verdad, siempre
encontraré la salvación. “Al abrigar resentimientos, por lo tanto, estoy excluyendo de mi
conciencia mi única esperanza de salvación” (3:4). ¡Qué cosa más tonta! ¡Voy a dejar de
hacerlo!
“Quiero aceptar el plan de Dios para la salvación y ser feliz” (3:6).
LECCIÓN 87
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28 MARZO
(73) “Mi voluntad es que haya luz”
(74) “No hay más voluntad que la de Dios”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso.
Comentario
El repaso de hoy trata de la voluntad, la nuestra y la de Dios, que son una.
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El Curso nos anima a hacer uso del poder de nuestra voluntad. Constantemente nos anima a
elegir de nuevo, y dice que “El poder de decisión es la única libertad que te queda como
prisionero de este mundo” (T.12.VII. 9:1). Podemos querer, o elegir, que haya luz. Esto está de
acuerdo con la Voluntad de Dios. Se puede decir que nuestra única elección verdadera es decidir
de acuerdo con la Voluntad de Dios, y tenemos que tomar esta decisión una y otra vez hasta que
nos demos cuenta de que no hay otra voluntad y, por lo tanto, ninguna elección real excepto
entre la realidad y la ilusión.
En el repaso de “No hay más voluntad que la de Dios” hay un interesante resumen de la
evolución del error del ego:
Creo que hay otra voluntad además de la de Dios.
A causa de esto tengo miedo.
A causa del miedo, intento atacar.
A causa del ataque, temo que mi propia seguridad eterna está en peligro (pensando que
Dios me atacará por ser un agresor).
La solución es simplemente reconocer que nada de esto ha ocurrido. Abandona esta idea, date
cuenta de que no hay más voluntad que la de Dios, y el resto del error del ego desaparece.
Me gusta el modo en que las dos ideas se aplican a cómo veo a las otras personas a mi
alrededor: “(Nombre), estás en la luz junto conmigo” (2:3) y “La Voluntad de Dios, así como la
mía, es que tú, (nombre), seas Su Hijo” (4:3). Una noche en nuestro grupo de estudio en Sedona
estábamos estudiando el Capítulo 14, sección V: “El Círculo de la Expiación”. Toda la sección
trata de ver a otras personas dentro del círculo de paz, viéndoles incluidos, o viéndoles en la luz
junto conmigo, como pone aquí. En esa sección Jesús nos ruega: “Ocupa quedamente tu puesto
dentro del círculo, y atrae a todas las mentes torturadas para que se unan a ti en la seguridad de
su paz y de su santidad (T.14.V.8:6). Dice que éste es: “el único propósito al que mi enseñanza
te exhorta” (T.14.V.9:9).
Nuestro único propósito aquí es despertar a todos al hecho de que están incluidos en la paz y la
seguridad de Dios porque no hay otra voluntad que la Suya. Imagínate saludar mentalmente a
todos con los que hoy te encuentres diciéndoles: “Estás en la luz junto conmigo”. ¿Qué efecto
tendría eso en ti? ¿O en ellos?
La Lección 109 dice que tiene un profundo efecto, no sólo en las personas con las que te
encuentras, sino en todo el mundo, incluso aquellos que se fueron más allá de este mundo, y
aquellos que han de venir a él:
“En los descansos que hoy tomas cada hora, una mente fatigada de repente se alegrará”
(L.109.6:1).
“Cada vez que hoy descansas cinco minutos el mundo se acerca más a su despertar” (L.109.7:1).
“Hoy descansas en la paz de Dios, y desde tu descanso exhortas a tus hermanos a que
encuentren el suyo y descansen junto a ti. Hoy serás fiel a tu cometido, al no olvidarte de nadie
e incluir a todos en el infinito círculo de tu paz, el sagrado santuario donde reposas. Abre las
puertas del templo y deja que tus hermanos distantes y tus amigos más íntimos vengan desde los
mas remotos lugares del mundo, así como desde los más cercanos; invítalos a todos a entrar y a
descansar contigo” (L.109.8:1-3).
Hoy descansas en la paz de Dios, tranquilo y sin miedo. Cada uno de tus hermanos viene a
descansar y a ofrecerte a ti su descanso. Descansamos juntos aquí, pues así es como nuestro descanso es total, y lo que hoy damos ya lo hemos recibido. El tiempo no es el guardián de lo que
damos hoy. Damos a los que aún no han nacido y a los que ya partieron, a todo Pensamiento de
Dios, y a la Mente en la que estos Pensamientos nacieron y en donde descansan. Y les
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recordamos su lugar de descanso cada vez que nos decimos a nosotros mismos: "Descanso en
Dios” (L.109.9:1-6).
LECCIÓN 88
-
29 MARZO
(75) “La luz ha llegado”
(76) “No me gobiernan otras leyes que las de Dios”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso.
Comentario
Las ideas que hoy se repasan parecen ocuparse de ideas muy diferentes, sin embargo tienen algo
en común que sale en este repaso. Eso que tienen en común puede expresarse en este
pensamiento: Sólo lo que es de Dios es real, lo que parece estar en oposición es sólo una ilusión
sin poder alguno excepto el que le da mi creencia en ello.
La luz de la salvación ya ha venido. “Siempre elijo entre la verdad y la ilusión” (1:5), y “el
ataque y los resentimientos no existen como opciones” (1:4). Verdaderamente no tengo
alternativa a la luz porque no hay alternativa. Toda mi experiencia de obscuridad es una
aventura en el error y nada más, no existe la obscuridad. “Solamente puedo elegir la luz porque
no hay otra alternativa” (1:7). Por esta razón el Texto me dice que es inevitable el resultado de
mi drama aquí en la tierra. “Alcanzar a Dios es inevitable, y tú no puedes eludirlo, de la misma
manera en que Él no te puede eludir a ti” (T.4.I.9:11). Al buscar que mi percepción cambie,
únicamente estoy buscando lo que ya está ahí, y lo único que existe.
Únicamente me gobiernan las leyes de Dios. Las otras leyes que creo que tienen poder sobre mí
son las leyes que yo he inventado. “Sufro únicamente porque creo en ellas. Pero en realidad no
me afectan en absoluto” (3:5-6). Las leyes del ego no me pueden obligar, puede liberarme de
ellas ahora porque en realidad estoy libre de ellas siempre, no tienen ningún poder. Mi ego a
veces parece enormemente poderoso, la reacción instintiva de dolor e ira parece fuera de mi
control, pero no es así. Estoy libre de estas “leyes” del caos, del pecado, de la culpa, del castigo
y de la separación. La sanación de todas las relaciones es inevitable porque las leyes de Dios nos
unen, nunca separan. “Todo tendrá un desenlace feliz” (L.292, encabezamiento), porque no hay
otras leyes que las de Dios, y no hay más voluntad que la de Dios. Únicamente mi creencia le da
poder a la apariencia de que hay una voluntad opuesta, con leyes opuestas.
Que hoy contemple todo con esta comprensión. Donde parece haber obscuridad, que yo
proclame la realidad de la luz. Donde veo leyes que funcionan en oposición a Dios, que yo las
declare impotentes. Gracias, Padre, por la seguridad de Tu plan, la realidad de Tu luz en este
momento.
LECCIÓN 89
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30 MARZO
(77) “Tengo derecho a los milagros”
(78) “¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso.
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Comentario
Porque no me gobiernan otras leyes que las de Dios” (las leyes del amor, de la extensión, de
compartir, y de dar), “tengo derecho a los milagros” (1:2). Dar milagros es lo que Dios hace, de
acuerdo con Sus leyes. Las leyes de los resentimientos me dicen que no tengo derecho a los
milagros. Cada resentimiento que guardo contra un hermano o hermana es mi propia mente
diciéndome a mí mismo que no merezco milagros; el simple hecho del ataque mental que
supone abrigar un resentimiento me hace sentir que no los merezco. Cada resentimiento oculta
un milagro, y al abandonar el resentimiento dejo que suceda el milagro.
Hay una razón por la que Dios me da milagros: Él me los da para que yo pueda cumplir la
función que me ha dado (1:5), continuar Su extensión, permitir que Él extienda Su Amor a
través de mí. El Curso es enérgico acerca del hecho de que al encontrar mi verdadera función
como extensión de Dios y cumpliéndola es la manera de ser feliz. Mi meta no es estar en estado
de éxtasis, es la de recibir para que yo pueda dar, aceptar el amor para que yo lo comparta con
todos. Como una bombilla que recibe corriente eléctrica para que pueda extender luz, yo recibo
los milagros de Dios para extenderlos a todos.
Hoy “uno mi voluntad a la del Espíritu Santo” (3:2), y declaro: “¡Que los milagros reemplacen
todos mis resentimientos” (3:1). Quiero que todas mis ilusiones sean reemplazadas con la
verdad. Mientras me siento en la quietud esta mañana, traigo a mi mente a todas las personas
que conozco y les digo: “(Nombre), dejemos que los milagros reemplacen todos nuestros
resentimientos” (4:3). Pienso en los lugares destrozados por la guerra y digo: “Dejemos que los
milagros reemplacen todos nuestros resentimientos”. Hoy quiero ofrecer milagros a todos con
los que me encuentre. Quiero ser un canal de milagros; Padre, que no los impida con mis
resentimientos.
Cuando algo surja ante mi vista que parezca una causa para un resentimiento o dolor, que yo
recuerde: “Detrás de esto hay un milagro al que tengo derecho” (2:2). Que me diga a mí mismo:
“Visto correctamente, esto me ofrece un milagro” (2:4). Todo se puede utilizar para los
milagros, en esta aula todo se puede aprovechar para los milagros.
LECCIÓN 90
-
31 MARZO
(79) “Permítaseme reconocer el problema para que pueda ser resuelto”
(80) “Permítaseme reconocer que mis problemas se han resuelto”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Segundo Repaso.
Comentario
Este repaso le da a estas dos ideas un enfoque diferente al de las lecciones originales. Allí, el
único problema se dijo que era la separación. Aquí, más relacionado con las lecciones anteriores
acerca de los resentimientos: “el problema es siempre alguna forma de resentimiento que quiero
abrigar” (1:2). Por supuesto, hay una estrecha relación entre separación y resentimientos. Un
resentimiento me separa de cualquier cosa o persona contra quien guardo un resentimiento. Por
eso, podemos ver un resentimiento como un pensamiento o creencia que me separa de mis
hermanos.
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Más tarde, en el Libro de Ejercicios se afirma el mismo pensamiento de manera ligeramente
diferente, en términos de perdón o de falta de perdón: “Es cierto que no parece que todo pesar
no sea más que una falta de perdón. No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la
forma” (L.193.4:1-2). El problema es un resentimiento o una falta de perdón. Y no siempre nos
parece que es así. A veces, cuando siento alguna forma de sufrimiento, o experimento lo que me
parece un problema, no puedo ni por lo más remoto ver un resentimiento o una falta de perdón
en ello. El ego es un experto en ocultarlo. Sobrevive a base de trucos y engaños: “¿De qué otra
manera, sino con espejos, podría seguir manteniendo la falsedad de su existencia?” (T.4:IV.1:7).
Sus tentaciones de atacar o de guardar un resentimiento están a menudo tan bien disfrazadas que
nos los reconozco como tales, aunque es “cierto” que eso es lo que son. La forma engaña, pero
el contenido es lo mismo.
Cuando acudo al Espíritu Santo con mis problemas o mi angustia, tengo que estar dispuesto a
que me muestre el resentimiento o la falta de perdón que se esconde en ellos. En mi caso a
menudo lo que encuentro es una forma de resentimiento contra mí mismo, algún juicio acerca de
mí. Otras veces no entiendo la relación entre la forma de mi problema y el perdón, pero afirmo
mi voluntad de que me lo muestre, y conscientemente elijo un milagro para todos los
implicados, incluido yo mismo. “El problema es un resentimiento; la solución, un milagro”
(1:5). Si no puedo ver dónde está la falta de perdón en lo que veo como un problema, al menos
puedo elegir un milagro en lugar del problema. Esa elección es suficiente.
La idea de que el problema y la solución son “acontecimientos simultáneos” (3:4) parece rara.
Parece “natural” separarlos en el tiempo: primero el problema, luego la solución. Pero si el
problema es la separación o un resentimiento, la idea es más fácil de entender. Dios respondió a
la separación con el Espíritu Santo en el mismo instante en que la idea de la separación entró en
la mente del Hijo de Dios (M.2.2:6). Por lo tanto, cada problema que veo ya ha sido resuelto
antes de que yo lo vea. “Es imposible que yo pudiera tener un problema que no se hubiese
resuelto ya” (3:7), porque la separación, el único problema que hay, ya ha sido resuelto. Por lo
tanto, no tengo que esperar a que cambien las circunstancias; puedo aceptar la paz de la solución
completa ahora, sin que cambie nada. “No tengo que esperar a que esto se resuelva” (4:2).
Tengo un problema de relación de hace mucho tiempo, que ha continuado durante más de
quince años, y que no muestra signos externos de solucionarse. La otra parte no tiene el menor
interés en hablar conmigo, mejor dicho lo detesta, así que la solución parece imposible en el
tiempo. Sin embargo, puedo abandonar la tensión que esto me produce. Puedo liberarme del
dolor de “una relación no sanada”. En el instante santo puedo saber que ese problema, ese
distanciamiento, ya ha sanado. En lo más profundo de mi mente y de mi corazón ya nos
amamos, todo se ha perdonado. La enfermedad de la separación ya ha sanado, y la medicina del
perdón se está extendiendo lentamente y sin ningún fallo a través de la mente de los dos,
moviéndose desde la esfera invisible del espíritu a la esfera más concreta y densa de la
manifestación en el mundo material. No hay razón para preocuparse. “Los que se han conocido,
no obstante, volverán algún día a encontrarse, pues el destino de toda relación es hacerse santa”
(M.3.4:6). Hoy puedo reconocer que este problema ya se ha solucionado. Creo que el que yo lo
reconozca acerca más el día en que esa sanación se manifestará en la forma. Puede que no sea
en esta vida, ¿qué importa eso? La sanación ya ha tenido lugar.
Una cosa de la que me doy cuenta mientras pienso así acerca de esta relación, incluso ahora
mientras escribo, es: Aceptar que el problema ya se ha resuelto me libera de la tentación de
culpar a la otra persona por negarse a hacer las paces. ¡Ah! Ahí había un resentimiento, ¿verdad,
Allen? En su lugar acepto un milagro; gracias, Padre.
LECCIÓN 91
-
1 ABRIL
“Los milagros se ven en la luz”
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Instrucciones para la práctica
Propósito: Olvidarte por un instante de tu débil imagen de ti mismo basada en el cuerpo y
tener una experiencia de tu verdadera fortaleza. En su luz verás los milagros que siempre han
estado ahí, esperando que tú los vieses.
Ejercicios más largos: 3 veces, de diez minutos.
Empieza repitiendo: “Los milagros se ven en la luz. Los ojos del cuerpo no perciben la
luz. Mas yo no soy un cuerpo. ¿Qué soy entonces?” Haz esta pregunta final con
verdadera honestidad. Con esta pregunta, estás pidiendo que la fortaleza en ti te dé una
experiencia de tu realidad, más allá del cuerpo. Así que pregúntalo con esa intención.
Luego pasa varios minutos pensando en tus opiniones acerca de ti, y permite que sean
corregidas y que sus opuestos ocupen su lugar. Por ejemplo, di: “No soy débil, sino
fuerte. No soy un inútil, sino alguien todopoderoso. No tengo dudas, sino seguridad”, y
así sucesivamente. Centra tu atención concretamente en los rasgos que suponen
debilidad.
Luego intenta experimentar estas verdades sobre ti, especialmente la experiencia de
fortaleza. Intenta retirar tu fe en el cuerpo como tu única realidad, pues eso es lo que te
hace sentirte débil. Dale instrucciones a tu mente para que vaya al lugar de fortaleza en
ti (este ejercicio parece ser una especie de meditación). Recuerda que tu voluntad tiene
el poder de hacerlo. “Puedes escaparte del cuerpo si así lo decides. Puedes experimentar
la fortaleza que mora en ti” (5:5-6). Puedes usar la pregunta del principio: “¿Qué soy
entonces?” como una especie de mantra para que te lleve a este lugar en ti.
Durante el resto de la sesión, relájate con la confianza de que tu débil esfuerzo está
apoyado con el poder de Dios, que se une a ti en tu práctica. Su fortaleza te llevará al
profundo lugar donde tu fortaleza y Su luz moran.
Recordatorios frecuentes: 5 o 6 por hora, a intervalos regulares (cada diez o quince minutos).
Repite la idea, que significa que el milagro siempre está ahí, no tienes más que querer abrir los
ojos. Ésta es una idea muy importante en el sistema de pensamiento que estás aprendiendo. Por
esta razón hoy se necesitan repeticiones tan frecuentes.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a estar disgustado.
Repite: “Los milagros se ven en la luz. No voy a cerrar los ojos por causa de esto”.
Comentario
Como las lecciones del Libro de Ejercicios son más largas, no es práctico intentar comentar todo
lo de la lección. Eso sería más de lo que una persona puede escribir en un día; de hecho, he
escrito un librito de 48 páginas sobre la Lección 135. (El título es Una mente que ha sanado no
hace planes). Por eso, elegiré y escribiré sobre algún aspecto de la lección que me diga algo en
especial.
La primera idea, muy importante para la lección, es que “los milagros y la visión van
necesariamente de la mano” (1:1). Se nos dice que repitamos esto con frecuencia, y que es una
idea central para nuestro nuevo sistema de pensamiento. Aquí se habla de lo que el Curso quiere
decir sobre la naturaleza del milagro. Un milagro no es un cambio en algo fuera de nuestra
mente, es un cambio en la manera de ver, “un cambio a la visión”:
“Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos se limite a sus cuerpos,
de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos
que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. Este cambio de la
percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo”.
(T.15.IX.1:1-2)
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“El milagro está siempre aquí” (1:4). Lo que cambia es nuestra aceptación o rechazo de la
visión, o vemos o no vemos. Lo que cambia es nuestra consciencia. Por eso para experimentar
el milagro, tenemos que tener la visión. Tenemos que abandonar la obscuridad para ver la luz.
Como dice la sección “¿Qué es un milagro?”:
“Un milagro es una corrección. No crea, ni cambia realmente nada en absoluto. Simplemente
contempla la devastación y le recuerda a la mente que lo que ve es falso”. (L.pII.13.1-3)2
La devastación es lo que vemos con nuestros ojos. El Curso es muy sincero acerca de la vista
física: “Los ojos del cuerpo no perciben la luz” (6:39). “Tú no dudas de que los ojos del cuerpo
puedan ver. No dudas de la realidad de las imágenes que te muestran” (3:3-4). Y, sin embargo,
la lección nos pide que lo hagamos, que dudemos de que nuestros ojos realmente ven, y que
dudemos de que lo que ven es real. Tenemos que abandonar la obscuridad para ver la luz; y lo
que los ojos del cuerpo nos muestran no es luz, por lo tanto, tiene que ser obscuridad.
Necesitamos un cambio a una nueva visión.
Esta necesidad de quitar nuestra fe a nuestros ojos y a lo que ven es parte de la razón por la que
esta lección va a una segunda idea: “No soy un cuerpo” (6:4) Se nos dice que le demos
instrucciones a nuestra mente de que no somos un cuerpo. Tenemos que querer darnos cuenta
de que somos algo más, algo que no se ve con los ojos, sino de una manera diferente.
Los ejercicios de hoy están pensados para ayudarnos a darnos cuenta de que somos algo distinto
de un cuerpo; estamos buscando una experiencia muy concreta. En el párrafo 7 se nos dice:
“Necesitas hacerte consciente de lo que el Espíritu Santo utiliza para reemplazar en tu mente la
imagen de que eres un cuerpo” (7:2). “Necesitas sentir algo en lo que depositar tu fe” (7:3).
“Necesitas tener una experiencia real de otra cosa” (7:4). Una consciencia, una sensación, una
experiencia. Hay algo dentro de nosotros, una fortaleza segura, “la cual pone fácilmente a tu
alcance todos los milagros” (4:4). ¡No nos damos cuenta de lo fuertes que somos! Y más que
eso: “tus esfuerzos, por insignificantes que sean, tienen todo el respaldo de la fortaleza de Dios
y de todos Sus Pensamientos” (10:1). Siempre pienso en esto por medio de una semejanza, algo
parecido a las ondas de sonido o de radio. Cuando mi pequeña voluntad encuentra la longitud de
onda apropiada, de repente me siento unido por la armonía del universo, un poderoso rayo de
energía divina que suena conmigo. Si podemos encontrar hoy la apropiada frecuencia de
pensamiento, encontraremos esa consciencia, sentiremos esa sensación, y tendremos esa
experiencia que nos lleva más allá del cuerpo y dentro de la visión.
¿No se merece esto diez minutos de esfuerzo, 3 veces hoy? Sé que sí.
Sin embargo, no te sientas desanimado si no sientes nada. Encontrarás la visión. Hoy tus
esfuerzos no se pierden, y no pienses que has “fracasado” si no sucede nada. Recuerdo cuando
aprendí a patinar. Empecé cayéndome mucho. Si hubiera pensado que había fracasado, lo habría
dejado y nunca habría aprendido a patinar. Pero no lo hice. Continué cayéndome una y otra vez,
hasta que un día ya no me caí. Con la visión espiritual, estoy en la etapa de caerme. He tenido
experiencias increíbles, instantes santos, tal como en los comienzos de patinar había momentos
en que me recorría manzanas sin caerme (patinando por la acera, saltando por encima de los
agujeros), hasta que de repente me caía. Todavía no tengo la visión espiritual constante. Pero el
milagro siempre está aquí, lo vea o no. Y mi visión mejora cada vez que practico.
2
Las páginas “¿Qué es?” Son un problema para el esquema de las referencias del Libro de Ejercicios.
Están numeradas de 1 a 14, como las lecciones 1 a 14. Para evitar la confusión, las referencias a “¿Qué
es?” de la segunda parte del Libro de Ejercicios siempre llevan pII. Cuando veas un número 1-14 detrás
de pII, se refiere a una de estas secciones de “¿Qué es?”.
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LECCIÓN 92
-
2 ABRIL
“Los milagros se ven en la luz, y la luz y la fortaleza son una”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Experimentar la luz de la fortaleza en ti, que te mostrará los milagros que siempre
están ahí.
Ejercicios más largos: 2 veces, mañana y noche, durante veinte minutos.
Este ejercicio es otra meditación, como las que has estado haciendo desde la lección 41. Por
eso las instrucciones son tan cortas, se supone que sabes cómo hacerlo. Aquí, intentas
sumergirte a ese lugar profundo de tu mente donde la luz y la fortaleza son una, y donde “tu Ser
se alza presto a recibirte como Suyo” (9:2). Busca este lugar y descansa en la paz que te está
esperando allí. Tu búsqueda no es tu propio esfuerzo únicamente. “Déjate conducir” allí (10:2),
pídele a la verdad que te lleve allí (a esto se le daba mucha importancia en las Lecciones 69, 73,
y 91). Mientras vas allí, recuerda retirar tu mente de las distracciones como se necesita, y tener
una actitud de confianza, deseo y determinación.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Repite la idea, reconociendo que se te está alejando de la ceguera del cuerpo a la luz de la
verdadera visión, en la que se ven los milagros. Hazlo pensando “Me estoy preparando para la
práctica de la noche”. De este modo, puedes usar el día para prepararte para un auténtico
instante santo al final del día.
Comentario
El propósito de esta lección me parece que es encontrar “el lugar de encuentro entre el ser y el
Ser”, tal como se dice en 10:4. “La fortaleza de Dios en ti es la luz en la que ves” (3:1). Hay
Algo en mí que está muy lejos de lo que pienso que soy, como el sol está lejos de una cerilla.
Hay una inmensidad en mí que no me imagino y que, por medio de estas lecciones, se me está
conduciendo a descubrir. Hoy, en los dos periodos de práctica de veinte minutos, la “reunión”
de la mañana y la noche como se le llama en 11:2, estoy intentando llevar el ser al Ser, llevar la
cerilla al sol. Estoy intentando abrir la puerta a lo Infinito dentro de mí.
Esta fortaleza dentro de mí es mucho más poderosa de lo que se pueda decir. Es “constante, tan
segura como el amor y eternamente feliz de darse a sí misma” (8:1). Dentro de mí, mi Ser “se
alza presto a recibirme como Suyo” (9:2). Soy como una batería cerca de una planta de energía
nuclear, a punto de enchufarse a un poder interminable que se renueva a sí mismo sin cesar. No,
esa imagen es demasiado fría, le falta el “abrazo” de que se habla. Soy un niño pequeño y
asustado, a punto de ser arrastrado a los brazos del universal Dios/Padre/Madre compasivo y
todopoderoso.
Pienso que quizá el modo en que un niño pequeño ve a sus padres (gigantescos, inmensos, que
todo lo saben, totalmente merecedores de confianza y capaces de hacerlo todo) es quizá un
reflejo de la verdad de nuestra relación con Dios, e incluso de nuestra relación con nuestro
verdadero Ser.
Esta lección me parece enormemente esperanzadora. Me dice que la fortaleza es la verdad
acerca de mí (4:7). ¡Esas palabras merecen repetirse muchas veces! La verdad le da su fortaleza
a todo el que se la pide, sin límites (5:4). Esta luz, esta fortaleza “no cambia, ni titila hasta
finalmente extinguirse” (7:5). “Nadie que pida compartir su visión lo hace en vano” (8:2).
Como una lección posterior nos dice: “Nadie que se proponga alcanzar la verdad puede
fracasar”, L.131, encabezamiento). No importa cuántas veces lo haya intentado y haya
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fracasado, o cuánto tiempo hace que tuve un rayo de luz en mi mente, o lo débiles y pequeños
esfuerzos de mi corazón; no puedo fracasar. Tengo la fortaleza de Dios en mí, y me llevará a
donde quiero ir.
Hoy vengo a las sesiones de práctica con confianza en esa fortaleza. Mi fortaleza. Vengo a
permitir, por este corto tiempo, que mi ser se encuentre con mi Ser. Vengo a dejar atrás la
obscuridad y dejar que en la luz surja la verdadera visión en mi mente. No importa que no
parezca durar. No importa que mi mente pueda parecer obscura antes y después de ello; ¡que me
abra a la luz durante este instante, y que empiece su trabajo de llevarme a mi hogar! Traigo mis
dudas, mis miedos, mi incredulidad al descubierto, y las expongo a esta luz, y en la luz
desaparecen, y mi corazón se llena de alegría. Se me está “llevando de las tinieblas a la luz,
donde únicamente pueden percibirse milagros” (11:3).
LECCIÓN 93
-
3 ABRIL
“La luz, la dicha y la paz moran en mí”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar de lado tu creencia de que eres pecador y malvado, y experimentar la
inocencia de tu Ser tal como Dios te creó.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la horas en punto, durante cinco minutos.
Repite: “La luz, la dicha y la paz moran en mí. Mi impecabilidad está garantizada por
Dios.” Me resulta útil hacer una breve pausa después de cada cualidad (“Luz… dicha…
paz…”) de modo que puedo agradecer cada una por separado.
El resto es una meditación corta, en la que intentas dejar el falso ser que te has
inventado, que incluye todo tu sentido de ser y todas tus imágenes falsas acerca de ti.
Llega muy dentro a tu Ser tal como Dios te creó, lleno de luz y dicha y paz. Intenta
experimentar Su unidad y agradecer Su santidad y Amor.”Permítele venir ahí donde le
corresponde estar” (9:6). Recuerda tener una actitud de confianza, deseo y
determinación, y expulsar los pensamientos que distraen por medio de repetir la idea.
Alternativo: a la hora en punto, durante al menos un minuto.
Intenta hacer cada hora los cinco minutos siempre que puedas. Cuando no puedas o no estés
dispuesto, por lo menos haz el ejercicio alternativo:
Di: “La luz, la dicha y la paz moran en mí. Mi impecabilidad está garantizada por
Dios.”
Cierra los ojos e intenta darte cuenta de que esto es la verdad acerca de ti.
Respuesta a la tentación: Cada vez que una situación o persona te tiente a estar disgustado.
1. Si una situación te altera, di rápidamente: “La luz, la dicha y la paz moran en
mí. Mi impecabilidad está garantizada por Dios.”
2. Si una persona parece enfadarte, dile en silencio: “La luz, la dicha y la paz
moran en ti. Tu impecabilidad está garantizada por Dios.”
Apoyo a la práctica: Hoy es el comienzo de una serie de lecciones en las que se te pide que
practiques cinco minutos cada hora. Para ayudarte a mejorar en este reto, estas lecciones
contienen una enorme cantidad de ánimo para la práctica. Puedes ver ese aliento al final de las
frases de esta lección, que te dicen que al hacer la práctica de hoy puedes ayudar a la salvación
del mundo, acercar más tu propio papel en esa salvación, y ganar la seguridad de que la luz, la
dicha y la paz verdaderamente moran en ti.
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Comentario
El pensamiento del encabezamiento es muy positivo y refleja la verdad acerca de mí; pero el
primer párrafo de la lección es bastante sombrío y refleja lo que el ego me ha enseñado acerca
de mí, y me lo ha enseñado muy bien. Creo que yo soy “la morada del mal, de las tinieblas y del
pecado” (1:1). A decir verdad, no muchos de nosotros somos conscientes de que pensamos esto
de nosotros, y cuando surgen esos pensamientos los olvidamos rápidamente. Pero el modo en
que me respondo a mí mismo, ciertamente, muestra que así es como pienso de mí mismo. De
otro modo, ¿por qué protejo tanto mis “pensamientos privados”, por ejemplo? ¿Por qué tengo
tanto miedo a examinarme a mí mismo y a mis motivaciones internas? ¿Por qué tengo miedo de
abandonar el cuerpo y aparecer ante Dios, cuando esa posibilidad cruza mi mente? Tengo
profundamente arraigadas dudas acerca de mi propia bondad y valía.
Supón que tuviera que encontrarme con alguien que pudiera leer mi mente y conocer cada uno
de mis pensamientos. ¿Me sentiría cómodo con esa persona? Imagínate que tuviera que llevar
puesto un casco con una pantalla de vídeo encima de mi frente y que reflejase mis pensamientos
para que todos los viesen. ¿Cómo me sentiría? No tengo ninguna duda de que me sentiría muy,
muy incómodo y quizá aterrorizado, porque hay muchos pensamientos que cruzan mi mente
todo el tiempo que no me gustaría que los viese todo el mundo.
Incluso cuando estoy bastante seguro de lo inofensivo de mis intenciones, siempre hay algo
escondido debajo de mis motivaciones y que desprecio. A veces mis actos más bondadosos
están mezclados con cierto resentimiento o sensación de sacrificio y con motivos ocultos. A
veces soy muy consciente de no confiar en mí mismo en ciertas situaciones. En el cuadro que
describe el Curso, cada uno de nosotros tiene esta duda básica acerca de sí mismo. Secretamente
sospechamos, o incluso conscientemente creemos, que no somos completamente merecedores
de confianza ni completamente buenos y amorosos. Y como dice la lección, es “difícil” (2:1)
sacar estas creencias acerca de nosotros mismos, sin embargo de eso es de lo que trata el Curso:
despejar estos obstáculos que nos impiden darnos cuenta de la presencia del amor, que es
nuestra herencia natural (ver T.In.1:7).
La verdad es que en lo más profundo de mi Ser, soy completamente amoroso y digno de ser
amado (T.1.III.2:3-4). La luz, la dicha y la paz moran en mí, yo soy su hogar, y permanecen
conmigo para siempre como creación de Dios. Para empezar a dudar de mis fuertes creencias
negativas acerca de mí (que es un modo de definir lo que el Curso llama “culpa”), y para
empezar a verme tal como Dios me creó, necesito “un punto de referencia muy distinto” (3:1).
Necesito alcanzar un estado mental diferente. Eso es lo que el Espíritu Santo hace por mí, eso es
lo que sucede en el instante santo.
La verdad acerca de mí es “que todo el mal que crees haber hecho nunca ocurrió; que todos tus
pecados no son nada; que sigues siendo tan puro y santo como fuiste creado, y que la luz, la
dicha y la paz moran en ti” (4:1). Negamos este mensaje constantemente, aunque es
completamente ilógico hacerlo. Como dice Spot en Star Trek: los seres humanos no siempre son
lógicos. Nuestra mente automáticamente inventa argumentos en contra para negar nuestra
propia inocencia. O simplemente lo descartamos como absurdo, como “Poliana” sin siquiera
considerarlo seriamente. ¿Por qué? Porque pensamos que admitir la verdad de nuestra inocencia
es la muerte. Estamos tan identificados con esta imagen culpable de nosotros que amenazarla es
amenazar nuestra propia existencia, o así lo parece. “Sin embargo, es la vida” (4:3), no la
muerte. Cuando el Espíritu Santo nos presenta una imagen de nuestra inocencia nos aterroriza
porque pone nuestro mundo patas arriba y rompe nuestro marco de referencia, basado en los
juicios que hemos hecho. Da miedo pensar que hemos estado tan completamente equivocados
acerca de nosotros, incluso aunque el error haya sido condenarnos y la verdad que
desconocemos es nuestra propia inocencia.
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Un método que la lección usa para ayudarnos a romper la vieja imagen de culpa acerca de
nosotros es repetir una y otra vez: “Tu impecabilidad está garantizada por Dios” (6:1, y seis
veces más en la lección). La repetición frecuente es un modo excelente de reprogramar la
mente, por eso se nos pide que pasemos cinco minutos de cada hora (si podemos) repitiendo
estas ideas y pensando en ellas, aceptando que son la verdad acerca de nosotros: “La luz, la
dicha y la paz moran en mí. Mi impecabilidad está garantizada por Dios” (8:2-3; 10:4-5).
Cuando dice esto, la lección no quiere decir que Dios garantiza que nos cogerá a nosotros,
pobres criaturas pecadoras, y que nos hará sin pecado. Eso no es necesario porque para empezar
fuimos creados sin pecado y conservamos esa cualidad. Nunca he pecado, eso es lo que me dice
la lección. Pienso que he pecado (¡y eso piensan los que me conocen!), creo que lo he hecho,
estoy completamente convencido de que lo he hecho, pero nunca he pecado. Errores, sí; pero no
pecados, porque no existe el pecado. “Pecar supondría violar la realidad, y lograrlo”
(T.19.II.2:2), y eso simplemente no es posible.
“El Hijo de Dios puede estar equivocado, engañarse a sí mismo e incluso usar el poder de su
mente contra sí mismo. Pero no puede pecar. No puede hacer nada que en modo alguno altere su
realidad, o que haga que realmente sea culpable” (T.19.II.3:1-3).
Mi impecabilidad está garantizada porque no puedo pecar; eso es pura lógica. Si algo es
imposible para mí, es una apuesta muy segura que nunca lo haré y que nunca lo he hecho.
Los ejercicios de hoy son intentos de sentir este único Ser, esta realidad tal como Dios la creó.
Se necesita abandonar el otro “ser”. Abrirnos a la inmensidad del Amor que está dentro de
nosotros, flotar en Él, ser rodeados por Él, abrazados por Él. Y luego el pensamiento más
sorprendente: “Ahí estás tú; Eso es lo que eres” (9:7). ¡Eso eres tú! Si puedes, piensa en la
experiencia más directa y dramática que hayas tenido de la Presencia de Dios, o de la presencia
del amor, y dite a ti mismo: “Eso que experimenté en aquel momento, Eso soy Yo. Eso es lo
que yo soy”.
LECCIÓN 94
-
4 ABRIL
“Soy tal como Dios me creó”
Instrucciones para la práctica
Propósito: “Sentir la verdad que se encuentra en ti” (3:1), sentir tu verdadero Ser.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos.
Di: “Soy tal como Dios me creó. Soy Su Hijo eternamente”.
El resto es de nuevo una meditación corta, de una forma ligeramente distinta. Primero,
deja a un lado todas las imágenes que tienes de ti mismo: “todos los atributos tanto
buenos como malos que te has adjudicado a ti mismo” (4:1). Luego “aguarda la verdad
con silenciosa expectación” (4:1) para que tu verdadero Ser se muestre a ti. Espera con
confianza, sabiendo que Dios te ha prometido esta revelación. Esta espera significa
tener tu mente en quietud y silencio, vacía de las cosas concretas sin embargo llena de
la esperanza de que Quien tú eres llegará. Cuando tu mente se distraiga, repite la idea
para volver tu mente a esta espera confiada.
Esto me parece el primer ejemplo de lo que yo llamo Meditación de Mente Abierta, que será el
más elevado método de meditación del Libro de Ejercicios. En esta técnica, conscientemente
dejas a un lado tus habituales pensamientos y creencias, y luego mantienes tu mente en quietud
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y silencio, esperando que se te muestre la verdad. Para más ejemplos, ver la Introducción al
Quinto Repaso, párrafo 12; y la Lección 189, párrafo 7.
Alternativo: A la hora en punto.
Si no haces los cinco minutos a la hora en punto, al menos repite: “Soy tal como Dios me creó.
Soy Su Hijo eternamente”. Esta práctica de pasar un minuto con la idea, si no puedes hacer los
cinco minutos completos, se aplicará a todas las lecciones de cinco minutos cada hora.
Recordatorios frecuentes: Muy a menudo.
Repite la idea, en la forma original o en la forma ampliada.
Respuesta a la tentación: Cada vez que alguien parezca irritarte.
Asegúrate de responderle: “Eres tal como Dios te creó. Eres Su Hijo eternamente”.
Apoyo a la práctica: Se te pide con insistencia “haz todo lo posible hoy por llevar a cabo los
ejercicios que se deben hacer cada hora” (5:8). Se te promete: “Cada sesión de práctica será un
paso gigantesco hacia tu liberación” (5:9). Si dejas que esta línea te convenza, descubrirás que
es un enorme motivador para practicar. Esa línea también significa que esta lección es otro de
los pasos gigantescos del Libro de Ejercicios (los primeros fueron las Lecciones 61 y 66). Esto
es cierto porque “Soy tal como Dios me creó” es la primera vez que aparece en el Libro de
Ejercicios, luego se repite en las Lecciones 110, 162, y a lo largo de las veinte lecciones del
Sexto Repaso.
Comentario
Esta lección continúa con el pensamiento de ayer: “La salvación requiere que aceptes un solo
pensamiento: que eres tal como Dios te creó” (L.93.7:1). El Curso le da una importancia
significativa a esta única idea. Es la única idea que se usa como el tema central de más de una
lección, es el encabezamiento de esta lección, de la Lección 110 y de la Lección 162. Se
introdujo en el Texto (T.31.VIII.5:2). Es parte del tema de las Lecciones 132 y 139, y el Sexto
Repaso nos hace repetir durante veinte días: “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal
como Dios nos creó”. Tienes la sensación de que Jesús quiere que cojamos esta idea, y que la
cojamos muy bien.
Lee de nuevo el primer párrafo de esta lección y verás lo importante que esta idea es en el
programa de estudios del Curso: se le llama “la idea que nos brinda total salvación” (1:1).
Así que, ¿por qué es tan importante esta idea? Justo por esto: todo nuestro “problema” está en
nuestra creencia de que, si Dios me creó completo y entero, de algún modo yo lo he fastidiado.
De algún modo lo he perdido, lo he hecho trizas, destruido, o me he corrompido. “Soy tal como
Dios me creó”afirma que nada de eso ha sucedido. Dios me creó completo, y “Soy tal como
Dios me creó”. Todavía soy completo. Todavía soy santo. Todavía estoy sin pecado y sin culpa.
Pensar que podemos cambiar lo que Dios creó, y que podemos corromperlo es el no va más de
la arrogancia, afirma que nuestro poder es mayor que el de Dios, que podemos anular lo que Él
creó. Si Dios nos creó completamente amorosos y completamente dignos de ser amados,
entonces todavía somos eso, no importa lo que pensemos, no importa lo que creamos que hemos
hecho. No somos lo que inventamos de nosotros, todavía somos lo que Dios creó. “Si sigues
siendo tal como Dios te creó, tienes que ser fuerte, y la luz tiene que encontrarse en ti” (2:2). Así
que “te encuentras en la luz, firme en la impecabilidad en la que fuiste creado” (2:6). Ésa es la
verdad acerca de todos nosotros, y todo el Curso trata de deshacer cualquier creencia que
podamos tener que contradiga y niegue la verdad.
Una vez más, la práctica de hoy pide “los primeros cinco minutos de cada hora de vigilia” (3:1)
como momentos en los que intentamos sentir la verdad acerca de nosotros, y llegar al Hijo de
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Dios en nosotros. Esta práctica de cinco minutos cada hora, que se empezó ayer, va a continuar
durante otras dieciséis lecciones hasta la lección 110, así que acostúmbrate a ella. Ésta es
probablemente la práctica extendida más intensa que requiere el Libro de Ejercicios, después de
la Lección 110 se establece en una sesión por la mañana y por la noche con recordatorios más
cortos cada hora. Como verás, casi todas estas dieciocho lecciones de la 93 a la 110 son
variaciones del tema de llegar al Cristo dentro, el verdadero Ser, yo mismo tal como Dios me
creó. Date cuenta de lo importante que es esto, y haz un verdadero esfuerzo para realizar las
prácticas de cada hora, si te es posible reorganizando tu día si es necesario. Sin embargo,
recuerda que la lección de ayer nos dijo que es posible que no queramos, o incluso que no nos
sea posible hacerlo así, y si nuestra motivación no es tan elevada, sugería que al menos
pensemos un minuto cada hora repasando la idea del día.
Reconoce también que el Libro de Ejercicios no incluiría dieciocho lecciones con el mismo
tema y formato básicos si esperase que lo lograras perfectamente “a la primera”. Entrar en
contacto con nuestro único Ser requiere práctica, y para eso están las lecciones. El texto se
refiere a los beneficios de practicar “El mecanismo del instante santo” (T.15.II.5:4) incluso
aunque realmente no consigas “sentir la verdad que se encuentra en ti” (3:1) cada vez; practicar
el mecanismo, seguir los pasos que se indican, es lo que acerca un poco más la realidad del
instante santo cada vez que lo haces. Afirma tu voluntad de recibir la gracia que Dios quiere
darte, deshace tu resistencia, que es lo único que te impide ser consciente de tu Ser.
Las palabras finales de la lección subrayan la importancia de esta práctica:
“Haz todo lo posible hoy por llevar a cabo los ejercicios que se deben hacer cada hora. Cada
sesión de práctica será un paso gigantesco hacia tu liberación, y un hito en el proceso de aprender el sistema de pensamiento que este curso postula” (5:8-9).
Así que únete a mí en intentar de verdad hacer lo que estas lecciones nos dicen que hagamos.
Recuerda los consejos de la Introducción del Libro de Ejercicios:
“Es la práctica de los ejercicios, no obstante, lo que te permitirá alcanzar el objetivo del Curso.”
(L.In.1:2).
“Se te pide simplemente que las apliques tal como se te indique. No se te pide que las juzgues.
Se te pide únicamente que las uses. Es usándolas como cobrarán sentido para ti, y lo que te
demostrará que son verdad”. ( L.In.8:3-6)
“
Pero no hagas excepciones al aplicar las ideas expuestas en el libro de ejercicios. Sean cuales
sean tus reacciones hacia ellas, úsalas. No se requiere nada más.” (L.In.9:4-5)
LECCIÓN 95
-
5 ABRIL
“Soy un solo Ser, unido a mi Creador”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Intentar de nuevo llegar a tu único Ser. “Lleno de paciencia y esperanza, hoy
volveremos a tratar de llegar a Él” (3:3).
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
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Di de todo corazón: “Soy un solo Ser, unido a mi Creador, uno con cada aspecto de la
creación, y dotado de una paz y un poder infinitos”. Probablemente necesitarás tener
los ojos abiertos para leer las frases.
Cierra los ojos y repite: Soy un solo Ser”. Di esto varias veces, “lentamente y a
conciencia, tratando de dejar que el significado de las palabras penetre en tu mente”
(11:3). Diciéndolo de este modo tendrá un mayor efecto en ti.
El resto es una meditación en la que intentas llegar a tu único Ser, que está
perfectamente unido con Él Mismo, perfectamente unido con todos tus hermanos, y
perfectamente uno con Dios.”Siente a este único Ser, y deja que Su resplandor disipe
todas tus ilusiones y dudas” (13:3). Saca todo el entrenamiento que has recibido acerca
de la meditación en el Libro de Ejercicios.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Hay dos formas para esta práctica frecuente:
1. Repite la idea. Date cuenta de que cada vez que la haces, la sanación entra en la mente
de alguien.
2. A todo el que encuentras dile: Tú y yo somos un solo Ser, unidos con nuestro Creador
en este Ser. Te honro por razón de lo que soy, y de lo que es Aquel que nos ama a
ambos cual uno solo”. Aplicar la idea a todos con los que te encuentras es una práctica
importante, que ya lo has hecho en las Lecciones 37, 43, y 78.
Apoyo a la práctica: Aquí en nuestro tercer día de la práctica de cinco minutos cada hora, se
nos da una extensa explicación de por qué este plan de práctica es tan importante en este
momento. Primero, necesitas periodos de práctica más cortos. De otro modo, tu mente divagará
sin cesar, de lo que probablemente ya te has dado cuenta en esos periodos de diez a quince
minutos. Segundo, necesitas frecuentes sesiones de práctica. Cuando había sólo dos periodos
más largos de práctica al día, probablemente tendías a olvidarte de los cortos (recordatorios
frecuentes y respuesta a la tentación). Con los más largos ahora siendo más frecuentes,
probablemente te acordarás de los más cortos. Tercero, necesitas sesiones de práctica con
regularidad. Tenerlos planeados en estos intervalos fijos y regulares es más probable que los
practiques, dada tu resistencia a practicar.
Por todas estas razones, te pide con insistencia que te saltes tan pocas como puedas. La clave
para llevarlo a cabo es cómo responder cuando te has perdido una. Perder una sesión de práctica
es un simple error, eso es todo. El modo de responder a este error es corregirlo, que significa
volver a practicar. Sin embargo, el peligro es que consideres este error como un pecado real.
Esto toma la forma de decidir que lo has fastidiado sin esperanzas y que vas a abandonar toda
práctica del día. ¿Te resulta familiar?
Éste es un ingenioso truco del ego. Está aterrorizado de lo que te traerá tu práctica: la
comprensión de tu Ser. Su miedo es lo que te hizo saltarte esa práctica en primer lugar. Ahora te
ha convencido de que puesto que no has hecho una, deberías continuar no haciendo más. Ha
anulado con éxito la amenaza de tu práctica al convencerte de que no practiques.
La solución es considerar esa sesión que no has hecho como un simple error y perdonarte a ti
mismo por ello. No fue nada, sólo un momento de debilidad. Verlo como un momento de
debilidad le quita poder. Ahora ya no tiene el poder de darte órdenes sobre lo que hacer después,
de que pases el día de igual manera. Ahora simplemente lo corriges, vuelves a tu práctica. A
propósito, éste es el consejo constante del Libro de Ejercicios acerca de cómo tratar con las
sesiones de práctica que no se han hecho.
Haz lo más que puedas para seguir este consejo, empezando hoy. “No te olvides hoy” (se te dice
dos veces, en 14:1 y 14:6). El Cielo necesita los pensamientos sanadores que envías al mundo
con la práctica de hoy. El Cielo confía en que lo harás, así que tú puedes confiar también.
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Comentario
Esta lección es una de mis favoritas, porque reconoce tanto mi identidad como la pobre imagen
que me he hecho de mí mismo. Afirma mi grandeza sin negar mi ilusión de debilidad. Apoya la
imagen exaltada de mi “solo Ser, unido a mi Creador, uno con cada aspecto de la creación, y
dotado de una paz y un poder infinitos” (11:2). Pero lo hace hablando acerca de mi “falta de
diligencia” y mis fallos en “seguir al pie de la letra las instrucciones que se nos dan para
practicar la idea del día” (8:3). Me hace darme cuenta de que, de alguna manera, esta visión
elevada de mi Ser no es incompatible con mis torpes y pequeños intentos de seguir este Curso.
Me hace saber que mis errores no niegan la verdad acerca de mí.
Si alguien duda de lo que dije ayer (que la intención de estas dieciséis lecciones siguientes es
tener una experiencia interna de nuestro Ser, y que el Libro de Ejercicios le da muchísima
importancia a la práctica disciplinada como medio de alcanzar esa experiencia) que lea esta
lección varias veces. No puedes perderte el mensaje, y yo no lo puedo decir más claro que lo
que lo dice la lección:
La estructura, entonces, es necesaria a estas alturas. (6:1)
No te olvides hoy… Hoy vas a intentarlo… Mantente alerta… No te olvides hoy… Recuerda tu
objetivo a lo largo del día. (14:1,3,5-7)
La lección parece estar hablando de dos cosas muy distintas. Por una parte, mi Ser tal como
Dios me creó, mi perfecta unidad. Por otra parte, la importancia de la práctica reglamentada,
muy concreta y estructurada, durante los primeros cinco minutos de cada hora. Si soy perfecto,
¿por qué necesito toda esta disciplina? ¿Por qué no afirmar simplemente la verdad acerca de mí
mismo y acabar con la práctica?
Necesitamos la práctica porque no creemos la verdad acerca de nosotros. Tenemos todos estos
guerreros escondidos en nuestra mente, los ingeniosos y engañosos manipuladores de la
conciencia plantada por el ego que nos impiden la plena consciencia. Cuídate de caer en la
tentación de decirte a ti mismo que no vas a hacer la práctica disciplinada porque no la
necesitas. Demuéstrame que no la necesitas al hacerla, y quizá te crea. No puedes simplemente
sentarte al piano y de buenas a primeras tocar el Concierto Número 1 para Piano de
Tchaikovski, hay que empezar con las escalas. Las escalas no son gran música pero son el
camino necesario. Así pues, “La regularidad en cuanto al horario (tocar las escalas) no es el
requisito ideal para la forma más beneficiosa de la práctica de la salvación (el concierto). Es
ventajoso, no obstante, para aquellos cuya motivación no es constante, y cuyas defensas contra
el aprendizaje son todavía muy fuertes” (6:2-3). Ése soy yo, no sé tú, pero ése soy yo.
La belleza de este tipo de práctica repetitiva es que revela todos los trucos del ego que nos
alejan de Dios. Sólo hazlo, como dice el anuncio de Nike, y empezarás a darte cuenta de cuántas
tensiones de resistencia de virus antiespiritual hay en el laberinto de tu mente, cuántas maneras
de impedirte conocer tu Ser te has inventado. Ése es uno de los propósitos fundamentales de la
práctica:
“Has visto cuán grande es tu falta de disciplina mental y la necesidad que tienes de entrenar a tu
mente. Es necesario que reconozcas esto, pues ciertamente es un obstáculo para tu progreso”
(4:4-5)
Tenemos que reconocer nuestra necesidad antes de que podamos reconocer la solución que ya
se nos ha dado. Tenemos que reconocer el “ser dividido en muchas partes conflictivas” (2:2)
antes de que podamos reconocer la “perfecta unidad” (1:4) de nuestra realidad. Así que esta
práctica dejará al descubierto nuestra necesidad, y dejará al descubierto al ego; eso es bueno,
eso es lo que se pretende que haga.
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Pero eso no es todo. Sí, parte del propósito es que aprendamos a perdonarnos nuestros fallos.
Pero el propósito no es fallar y luego perdonar. El propósito es fallar, perdonar, y luego hacer la
práctica. Decirte: “Oh, por supuesto no he hecho la práctica hoy, se supone que voy a fallar” es
sólo otro modo de negarte a permitir que el error se corrija. Es no estar dispuesto a intentarlo de
nuevo.
“Permitir que el error siga repitiéndose es cometer errores adicionales, que se basan en el
primero y que lo refuerzan. Éste es el proceso que debes dejar a un lado, pues no es sino otra
manera de defender las ilusiones contra la verdad”. (9:3-4)
En otras palabras, aceptar el fallo no es el propósito, es lo que se tiene que dejar a un lado.
Tanto el fallo como permitir que el fallo continúe “son intentos de mantener alejado de tu
conciencia el hecho de que eres un solo Ser” (10:2).
Un solo Ser, con un solo propósito: “brindar a todas las mentes la conciencia de esta unidad, de
manera que la verdadera creación pueda extender la Totalidad y Unidad de Dios” (12:2). Que yo
me entregue a este proceso, conociendo mi verdadero propósito, reconociendo que me estoy
entrenando para despertar a la humanidad junto conmigo. Que tome estos minutos de cada hora
para hacerme consciente de Quién soy. “Se te ha concedido poder sentir este Ser dentro de ti”
(13:5). Yo quiero eso hoy, Padre. Quiero abandonar mis viejas ilusiones y sentir la extensión y
el poder de mi verdadero Ser, que Tú me has dado. Quiero olvidar mi creencia en la pequeñez,
aunque sólo sea durante unos pocos segundos cada hora, y llevar continuamente mi ser a estos
recordatorios (puesto que me olvido tan rápido) hasta que la consciencia surja en mi mente de
manera permanente, para no olvidarla nunca más. Que así sea.
LECCIÓN 96
-
6 ABRIL
“La salvación procede de mi único Ser”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Encontrar el pensamiento de la salvación en lo más profundo de nuestra mente, y
permitirle devolverle a tu mente su verdadera función de bendecir todas las mentes.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacerlo, al menos haz el alternativo).
Di: “La salvación procede de mi único Ser. Sus pensamientos están a mi disposición”.
El resto parece ser una mezcla de meditación (en la que intentas llegar a tus
pensamientos reales, como en la Lección 45) y escuchar al Espíritu Santo (estando
atento a Su enseñanza espiritual, como en la Lección 76). Busca muy dentro de tu
mente la Presencia del Espíritu Santo. Él está ahí para decirte tus propios pensamientos,
los pensamientos de tu verdadero Ser, en especial el pensamiento de la salvación. Si
tienes éxito, te vendrán pensamientos que te dirán que te has salvado y que puedes
salvar. Estos pensamientos son más que pura información, llenarán tu mente de
fortaleza, permitiéndote bendecir a todas las mentes. Recuerda el entrenamiento que has
recibido tanto en meditación como en escuchar al Espíritu Santo: Mantén tu mente en
un estado de atención silenciosa, escucha con confianza, y retira a tu mente de toda
distracción cuando sea necesario.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
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Repite la idea. Mientras lo haces, imagina que estás depositando otro tesoro en tu almacén de
tesoros, un tesoro que puedes reclamar en cualquier momento que quieras. Si lo deseas, repite la
idea de este modo ahora.
Apoyo a la práctica: Puede que hoy no te sientas seguro de haber tenido éxito, pero tu Ser sabe
que no puedes fracasar. Tu práctica Le llena de gozo a Él, y guardará este gozo para ti,
guardándolo en tu almacén de tesoros hasta que estés listo para recibirlo y experimentarlo.
Comentario
“Aunque eres un solo Ser, te percibes a ti mismo como si fueses dos” (1:1). Sentirnos divididos
es una experiencia universal. Incluso la misma práctica de estas lecciones nos lo hace ver claro:
por una parte, queremos hacer la práctica porque queremos ir a Dios, queremos la iluminación;
por otra parte, cuando llega la hora y es el momento de tomar cinco minutos, algo dentro de
nosotros se resiste a hacerlo. Parece como si hubiera dos seres dentro de nosotros: uno “bueno”
y el otro “malo”, uno que quiere la luz y el otro que se agarra a la obscuridad.
La mayor parte de mi vida he vivido con esto, creyendo que mi experiencia era verdad. Sin
embargo, algo dentro de mí me decía que no es así. ¿Cómo podría ser dos seres diferentes?
¿Cómo podría tener dos naturalezas, como me enseñó mi formación cristiana (carne y espíritu)?
No tenía sentido. La naturaleza de algo, de cualquier cosa, es siempre una. El Curso explica que
una, el espíritu, es real; la otra, el ser separado que se experimenta a sí mismo como un cuerpo,
es irreal, nada más que un producto de mi imaginación. Yo no estoy dividido, y todo lo que
parezca que lo estoy es un truco de mi mente, un engaño a mí mismo.
Basada en la ilusión de estar dividida en opuestos, la mente “ha buscado muchas… soluciones”
(1:3). Se ha engañado creyendo en la realidad de esta división y en la realidad del ser físico. Por
lo tanto, intenta continuamente hacer que las cosas funcionen, y nunca lo hacen. La mente se
pone al servicio del cuerpo, planea maneras de que se sienta cómodo, de que esté a gusto, de
que dure para siempre, de mantenerlo a salvo de daños. Al hacer esto, la mente pierde su
verdadera función.
Nuestro único Ser es espíritu. En su preocupación por el cuerpo, la mente ha perdido de vista al
espíritu casi por completo. Necesita recuperar su verdadera función de servir al espíritu: “La
mente es el medio del que el espíritu se vale para expresarse a Sí Mismo” (4:1). Esto es lo que
nos trae paz y llena de alegría nuestra mente; mientras que servir al cuerpo no trae más que
conflicto y dolor. Los pensamientos del espíritu buscan expresarse a través de nuestra mente,
para eso es la mente.
El Espíritu Santo es un agente de Ayuda divina, que lleva a la mente de nuevo a su verdadera
función de servir al espíritu. Para nuestra mente, Él es el representante del espíritu, de nuestro
verdadero Ser, recordándonos constantemente que dejemos a un lado esta inútil búsqueda de la
salvación en el reino de lo físico, y que abramos nuestra mente al espíritu. “Si eres espíritu, el
cuerpo es entonces el que no tiene ningún sentido en tu realidad” (3:7). Debido a que hemos
separado a nuestra mente de su verdadera función, pensamos que estamos solos y separados.
Necesitamos un Ayudante Que nos recuerde nuestra verdadera relación con el espíritu.
Nuestro espíritu, nuestro Ser, “aún conserva Sus pensamientos, los cuales permanecen dentro de
tu mente y en la Mente de Dios (7:1). Seguimos siendo, en espíritu, tal como Dios nos creó. Así
que no estamos intentando cambiar lo que es nuestra mente, sino cambiar el propósito al que
sirve. En estos ejercicios, estamos buscando volvernos a conectar con el espíritu, dejar a un lado
durante cinco minutos los problemas del ser físico que pensamos que somos y que nos distraen
por completo, estamos buscando abrirnos a estos pensamientos del espíritu para permitir que
nuestra mente encuentre su función como canal del espíritu. “Una vez que su fortaleza haya sido
restaurada, tu mente podrá fluir de nuevo desde su espíritu al espíritu de todas las cosas creadas
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por el Espíritu a semejanza de Sí Mismo. Tu mente bendecirá todas las cosas” (10:3-4). Ésa es
nuestra función, para eso es para lo que fuimos creados. “Extender el Ser de Dios es la única
función del espíritu” (T.7.IX.3:1).
De este modo me descubro a mí mismo como prolongador del Ser de Dios. Dios es Amor, y por
eso yo amo. Dios crea, y por eso yo creo, que aquí en la tierra se expresa como sanación, como
restaurar la creación a su estado natural.
Este “Ser” del que el Curso habla no es algo separado de mí, soy yo. Hablar de buscar los
pensamientos de mi único Ser, casi parece como si el Ser estuviera separado de mí y yo
estuviera buscando comunicarme con Él. Pero el Ser soy yo. “Ahí estás tú, Eso es lo que eres”
(L.93.9:7). Estamos poniendo en contacto la mente con nuestro espíritu, pero soy yo, la luz ya
está en mí, los pensamientos que estoy “buscando” son mis propios pensamientos que yo he
apartado de la consciencia de mi mente.
Aquí no se describe con gran detalle lo que se nos pide que practiquemos. Puedes estarte
preguntando: “¿Qué es lo que estoy esperando mientras me siento durante cinco minutos?” Y yo
no puedo decírtelo, nadie puede. Lo sabrás cuando lo encuentres. La lección reconoce que
puede que no “conectes” hoy; utiliza frases como “si tienes éxito” (10:1) y “tal vez tu mente
siga dudándolo por un rato” (11:2). Nos dice: “pero no te dejes desanimar por ello” (11:3).
Relájate, ten paciencia. Haz los ejercicios de todos modos. Cada vez que los haces tu Ser se
llena de gozo, aunque ese gozo no llegue a tu mente consciente, y guarda ese gozo, listo para
llevarlo a tu consciencia cuando “tengas éxito” y sientas a tu único Ser.
LECCIÓN 97
-
7 ABRIL
“Soy espíritu”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Acercar la realidad a tu mente todavía más. Sacar a tu mente del conflicto de una
identidad dividida y llevarla a la paz de tu identificación con tu único Ser.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacerlo, al menos haz el alternativo).
Entrégale lleno de alegría el periodo de práctica al Espíritu Santo. Empieza diciendo:
“Espíritu soy, un santo Hijo de Dios; libre de toda limitación, a salvo, sano y pleno.
Libre para perdonar y libre para salvar al mundo.”
El resto parece ser la misma práctica de ayer, una mezcla de meditación y escucha al
Espíritu Santo. Sumérgete en ese profundo lugar de tu mente donde mora el Espíritu
Santo. Si llegas a este lugar “Él te hablará, recordándote que eres espíritu” (8:2). Él te
ayudará a entender Quién eres realmente. Recuerda que Él utilizará tu sesión de práctica
para llevar la sanación alrededor del mundo. Cuanto más profundo vayas, más sanación
puede repartir.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Di: “Espíritu soy, un santo Hijo de Dios; libre de toda limitación, a salvo, sano y pleno. Libre
para perdonar y libre para salvar al mundo.” Luego durante un momento escucha al Espíritu
Santo asegurarte que estas palabras son verdad.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a creer que no eres espíritu.
Repite: “Espíritu soy, un santo Hijo de Dios; libre de toda limitación, a salvo, sano y pleno.
Libre para perdonar y libre para salvar al mundo.”
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Apoyo a la práctica: Cada vez que practicas tu mente se acerca más a la realidad. Esta lección
hace la sorprendente afirmación de que en algunas de tus prácticas ahorras mil años o más. Esto
se debe a que el Espíritu Santo toma los pensamientos sanadores que produces en tus ejercicios
y los lleva alrededor del mundo, depositándolos en cada mente que esté abierta a la sanación
que llevan. Cada mente que los acepta los refuerza, de modo que a través de este proceso, estos
pensamientos multiplican su poder millones de veces. El resultado es que, cuando el Espíritu
Santo te los devuelve, tus cinco minutos pueden convertirse ciertamente en mil años. Está claro
que esto es un enorme estímulo para tu práctica, pues no sólo puedes acelerar inmensamente tu
viaje sino que también puedes llevar sanación a personas de todo el mundo.
Comentario
El único Ser del que habla el Curso es espíritu. Afirmar: “Soy espíritu” es abandonar todas las
ilusiones de una identidad dividida, de un ser bueno y malo, y de todos los intentos que
podríamos hacer para reconciliar de algún modo el ego que está limitado a un cuerpo con el
espíritu que no está limitado por un cuerpo.
El “no-dualismo” del Curso no es del tipo que dice: “Todo es uno porque todos los aparentes
opuestos son polos opuestos de la unidad”. No obtiene un concepto de unidad al unir opuestos
de algún modo; enseñando por ejemplo que el mal y el dolor son parte del Uno. En lugar de eso,
el Curso afirma la unidad declarando que todo lo que parece oponerse a la santidad y al amor es
una ilusión y no existe. La Introducción al Texto declara: “Aquello que todo lo abarca no puede
tener opuestos” (T.In.1:8). Se nos pide “reconocer a tu Ser como un amor que no tiene opuesto
en ti” (L.99.9:8). “El amor no puede tener opuestos” (L.259.2:3).
El Curso utiliza mucho la repetición, aparentemente cree firmemente que repetir la misma idea
una y otra vez tiene grandes beneficios. Se nos dice: “practica hoy esta verdad tan a menudo
como puedas” (1:4). ¿Por qué se insiste en la repetición? Porque “cada vez que practicas, te
vuelves cuando menos un poco más consciente” (3:2). Puede que no logres sorprendentes
avances; si eres como la mayoría de las personas, probablemente no lo lograrás la mayoría de
las veces. Pero de vez en cuando, se ahorran “mil años o más” (3:2).
Para aquellos que piensan que el Curso enseña una salvación inmediata, me gustaría señalar
algo sobre esta última línea. Si algunas veces podemos ahorrar mil años mientras practicamos,
¿qué da a entender eso acerca de la duración que puede tomar todo el viaje? Si estamos
eliminando fragmentos de mil años, ¿Cuánto dura todo ello? Tiene que ser por lo menos mil
años y un día, ¿de acuerdo? No quiero que esto sea deprimente, el Curso se presenta a sí mismo
como un medio de ahorrar tiempo, y claramente enseña que cualquiera de nosotros podría
despertar en cualquier momento que lo elijamos. Pero está muy claro que puede llevar miles de
años llevarnos al momento de querer despertar. Así que no debemos esperar la iluminación de la
noche a la mañana, tampoco debemos no esperarla. La actitud que el Curso anima a tener hacia
el tiempo es de despreocupación acerca de él, ya que es parte de la ilusión. “La Expiación se
puede equiparar a la escapatoria total del pasado y a la total falta de interés por el futuro”
(M.24.6:3).
Cuando hacemos nuestro pequeño esfuerzo de cinco minutos para Dios, el Espíritu Santo une
toda Su fortaleza a la nuestra (4.3). Él toma lo poco que damos y lo lleva alrededor del mundo a
cada mente abierta para recibirlo. Los regalos que Le damos Él los multiplica diez millones de
veces (miles de veces y decenas de miles más, 6:1). Toma eso literalmente o como una forma de
hablar, no importa, el significado es el mismo, lo que Le damos a Él se multiplica y extiende a
millones de mentes porque todas las mentes están unidas. Cuando yo practico, no estoy
practicando para mí solo, el despertar de mi mente impulsa a todas las mentes. Cuando te
sientas en silencio durante cinco minutos, estás salvando al mundo.
Por cada parte que das, lo recibimos multiplicado diez millones de veces. “Sobrepasará en
poderío la pequeña ofrenda que hiciste, en forma parecida a como el resplandor del sol es
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infinitamente más potente que el pequeño destello que emite la luciérnaga” (6:2). ¿Importa este
tipo de práctica? ¡Puedes apostar que sí! Cuando recuerdo lo que dice esta lección, el tiempo
que paso recordando “Espíritu soy, un santo Hijo de Dios” (7:2) parece mucho más importante
y significativo. No es sólo mi pequeño yo luchando para hacer mi pequeña práctica, es el Hijo
de Dios recordándose a Sí Mismo. Es el despertar de Cristo en toda la humanidad.
LECCIÓN 98
-
8 ABRIL
“Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Con seguridad y felizmente dedicarte a aceptar tu papel en el plan de Dios para la
salvación, tomar una postura sobre esto hoy.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacerlo, al menos haz el alternativo).
Esta práctica me parece similar a la que hicimos en la Lección 77. Allí repetías: “Tengo
derecho a los milagros” y luego esperabas a que el Espíritu Santo te diera Su seguridad de que
estas palabras son verdad. Aquí, en esta lección, repites: “Aceptaré el papel que me
corresponde en el plan de Dios para la salvación” y luego esperas a que el Espíritu Santo Le dé
a tus palabras Su seguridad, de modo que realmente aceptes tu papel. A lo largo de la sesión de
práctica, sigue repitiendo la idea, y deja que Él haga de cada repetición una dedicatoria total
hecha con convencimiento, con sinceridad y seguridad, y llena de comprensión. Deja que Él
transforme la simple repetición “Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para
la salvación” en una aceptación real de tu papel. Ése es tu propósito hoy, utilizar estos periodos
de práctica para tomar una postura, usarlos para aceptar tu parte en el plan de Dios.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea. Intenta pensar que cada hora es un tiempo de preparación para tu siguiente
sesión de cinco minutos de práctica. “Repite (la idea) a menudo, y no te olvides de que cada vez
que lo haces, preparas a tu mente para el feliz momento que se acerca” (10:3)
Apoyo a la práctica: Los párrafos 5 y 6 dan ánimo y energía. Hacen la pregunta: ¿No vale la
pena dedicar cinco minutos cada hora a cambio de recibir una recompensa sin límites?
Recomiendo leer estos párrafos lentamente y pensándolos con detenimiento, dejando que estas
preguntas y promesas hagan su trabajo en ti. Los párrafos 2 al 4 también animan de un modo
maravilloso. Nos dicen que al aceptar nuestra parte en el plan de Dios (que es la razón de la
práctica de hoy) podemos dejar a un lado nuestras dudas y encontrar certeza de propósito. Nos
dicen que aquellos que ya lo han hecho, estarán con nosotros en nuestra práctica, ayudándonos a
tomar la misma postura que ellos tomaron. Y estos párrafos también nos dicen que nuestra
postura ayudará a otros a tomar la suya, lo que a su vez reforzará la nuestra (como se nos dijo en
la lección de ayer).
Comentario
“Hoy es un día de una consagración especial. Hoy vamos a adoptar una postura firme en favor
de un solo bando. Nos vamos a poner de parte de la verdad y a abandonar las ilusiones. No
vacilaremos entre una cosa y otra, sino que adoptaremos una firme postura en favor de Dios”.
(1:1-4)
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“¡Qué dicha tener certeza! Hoy dejamos de lado todas nuestras dudas y nos afianzamos en
nuestra postura, seguros de nuestro propósito y agradecidos de que la duda haya desaparecido y
la certeza haya llegado”. (2:1-2)
Quizá mientras leo estas líneas acerca de la certeza, me encuentro dudando de esa misma
certeza. Probablemente surja el pensamiento: “¿Tengo certeza?” Quizá me siento como que
esta lección no me pertenece. EI ego me recuerda maliciosamente que no he superado las dudas.
¿Cómo puedo decir: “La duda ha desaparecido”?
Sin embargo en las palabras de esta lección está el reconocimiento de mi estado: “Hoy dejamos
de lado todas nuestras dudas”. Sí, las dudas están ahí. Jesús lo sabe. Él únicamente sugiere que
en estos cinco minutos que pasamos con Él, dejemos las dudas a un lado. Únicamente
abandónalas y quédate sin ellas durante unos pocos minutos. Mira cómo te sientes sin ellas. Si
quieres puedes dudar luego; ahora, mira lo gozoso que es tener seguridad.
Dentro de mí hay un lugar que siempre está seguro. Nunca ha dudado. No puede dudar porque
sabe. Ése es mi verdadero Ser. Las dudas son pensamientos que hacen preguntas acerca de la
realidad de ese Ser, la realidad de la parte de mí que tiene seguridad, que es la única parte real.
Esta lección me lleva a dudar de mis dudas. Me lleva a escuchar la seguridad, el eterno silencio
del espíritu que sabe.
Cuando, aunque sólo sea por un momento, estoy dispuesto a dejar de lado mis dudas, a acallar
el parloteo constante de la mente, el culebrón de mis pensamientos frívolos, encuentro una
seguridad serena y silenciosa. No es una seguridad de ideas y palabras, es una seguridad del ser,
una calma majestuosa. La quietud está más allá del espacio y del tiempo. No tiene nada que ver
con el drama que se representa en este planeta.
Es de esto de lo que hablamos hoy. Es de aquellos que saben sentir esta calma eterna de los que
la lección dice:
“Descansan en la serena certeza de que llevarán a cabo lo que se les encomiende hacer. No
ponen en duda su propia capacidad porque saben que cumplirán debidamente su función en el
momento y lugar perfectos”. (3:3-4)
Ocupo mi lugar con aquellos que, antes que yo, han llegado a este lugar. Es el mismo lugar para
todos. Es el mismo Ser el Que llegamos a conocer. Y sé, en ese instante santo, que si uno ha
estado en este lugar antes que yo, todos lo encontraremos. Si uno ha estado en este lugar (y sé
que muchos han estado) todos estaremos en él, pues uno no puede llegar a menos que sea para
todos. La naturaleza de este lugar, de esta seguridad silenciosa, es que es de todos y para todos.
No podría estar aquí para mí si no fuera también para ti. No podría haber estado ahí para Jesús si
no fuera también para mí.
“Todos aquellos que adoptaron la postura que hoy vamos a adoptar nosotros, estarán a nuestro
lado y nos transmitirán gustosamente todo cuanto aprendieron, así como todos sus logros. Los
que todavía no están seguros también se unirán a nosotros y, al compartir nuestra certeza, la
reforzarán todavía más. Y los que aún no han nacido, oirán la llamada que nosotros hemos oído,
y la contestarán cuando hayan venido a elegir de nuevo. Hoy no elegimos sólo para nosotros”.
(4:1-4)
En medio de la tormenta de dudas e inseguridad está el centro de la calma. La tormenta ruge.
Todavía podemos sentirlo. Sí, aquí, aquí en nuestro Ser estamos en calma. Estamos en silencio.
Descansamos.
Por supuesto tienes dudas e inseguridades. ¡De eso es de lo que te vas a dar cuenta al hacer esta
lección! Únicamente durante un momento estate dispuesto a que desaparezcan. Hay Uno
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contigo Que siempre está seguro, y Él está contigo, has olvidado eso. Por muy brevemente que
sea, permítete identificarte con Su certeza, y abandona tu identificación con las dudas. Haz esa
elección, eso es lo único que se te pide.
“
Él impartirá a las palabras que utilices al practicar con la idea de hoy la profunda convicción y
firmeza de las que tú careces. Sus palabras se unirán a las tuyas y harán de cada repetición de la
idea de hoy una absoluta consagración, hecha con fe tan perfecta y segura como la que Él tiene
en ti. La confianza que Él tiene en ti impartirá luz a todas las palabras que pronuncies, e irás
más allá de su sonido a lo que verdaderamente significan”. (7:2-4)
“Ofrécele las palabras y Él se encargará del resto” (9:1). ¡Qué maravillosa afirmación! Él sólo te
pide tu vacilante “Sí”. No se te pide que cambies tus dudas en fe. Él hará eso. “Mi parte en el
plan de Dios” es muy sencilla: aceptarla. Mi parte no es un papel activo, sino pasivo. Es estar
dispuesto a recibir, eso es todo. Mi parte es decir: “De acuerdo. Sí. Lo acepto”. Darle a Él estas
palabras, eso es todo. Él responderá con toda Su fe, con todo Su gozo, y con toda Su certeza que
lo que dices es verdad.
Una y otra vez durante el día, una y otra vez a lo largo de tu vida, dale a Él estas palabras:
“Aceptaré mi papel. Sí.”
Esto es entregarse. Esto es todo lo que hacemos. No hay que hacer nada más. Tan sencillo. Tan
difícil para ser tan sencillo. Tan difícil dejar de hacerlo por nuestra cuenta. Abandona todo
intento de hacerlo por tu cuenta y déjaselo a Dios. “Sí, Dios. Sí, Espíritu Santo. Acepto mi
papel.”
Dile a Él una vez más que aceptas el papel que Él quiere que hagas y que te ayudará a llevar a
cabo, y Él se asegurará de que quieres esta elección, que Él ha hecho contigo y tú con Él.
Quizá no estoy seguro de quererlo. Pero Él se asegurará de que lo quieras. Ven a Él tal como te
sientes, con todas tus dudas y con todos tus miedos. Únicamente ven. Únicamente di: “Sí.
Acepto”.
LECCIÓN 99
-
9 ABRIL
“La salvación es mi única función aquí”.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Llevar a cabo tu función al dejar que tus pensamientos tenebrosos sean sacados del
lugar donde se esconden y se encuentren con el Pensamiento de la luz de Dios, para que tu
obscuridad sea reemplazada con Su luz.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacerlo, al menos haz el alternativo).
Di: “La salvación es mi única función aquí. La salvación y el perdón son lo mismo”.
Luego invita al Espíritu Santo a tu mente y pídele que busque en los rincones obscuros
y secretos de tu mente los pensamientos, creencias, y objetivos que quieres mantener
ocultos de ti mismo o de otros. Cuando uno salga a la luz, repite el Pensamiento: “Dios
sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”. Deja que la luz en este pensamiento
limpie tu pensamiento tenebroso, deja que esa luz te ofrezca el perdón de ese
pensamiento. De este modo, se iluminará ese lugar obscuro de tu mente. Luego empieza
el proceso de nuevo: Deja que el Espíritu Santo busque otro pensamiento tenebroso
escondido. Luego repite de nuevo: “Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”,
y deja que este Pensamiento perdone y limpie la obscuridad, reemplazándola con luz.
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Mientras continúas con este proceso, de vez en cuando piensa en el significado de “Dios
sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”. Significa que este mundo de dolor no es
Su Voluntad. Significa que Dios quiere que tú seas Su Hijo, uno con Él.
Recordatorios frecuentes: Entre las sesiones de práctica de cada hora.
Repite la idea, comprendiendo que al hacerlo estás invitando a que el perdón reemplace a
todos tus miedos e invitando al amor a tu mente, que te mostrará que tú eres Hijo de Dios.
Respuesta a la tentación: Cada vez que una apariencia te tiente a caer en el miedo y en la duda.
Di: “La salvación es mi única función aquí. Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su
Voluntad”. Date cuenta de que este mensaje especial “tiene el poder de eliminar para siempre de
tu mente cualquier forma de duda o de temor… Recuerda que las apariencias no pueden
resistirse a la verdad que encierran estas poderosas palabras” (11:1-2).
Comentario
Hoy sólo comentaremos unas pocas ideas de la lección.
“
El Espíritu Santo contempla impasible lo que tú ves: el pecado, el dolor y la muerte, así como
la aflicción, la separación y la pérdida. Mas Él sabe que hay algo que no puede sino seguir
siendo verdad: que Dios sigue siendo Amor, y que eso que ves no es Su Voluntad.” (5:4-5)
Vemos pecado, dolor y muerte. Vemos sufrimiento, separación y pérdida. Pensamos que estas
cosas son reales. Lo que es peor, creemos que todas ellas son la Voluntad de Dios. Si creemos
que este mundo y su creación son obra de Dios, entonces todo lo que vemos es Su Voluntad, Él
las creó (eso es lo que creemos, aunque la creencia no sea consciente). Al menos, creemos que
Él voluntariamente creó la posibilidad de todo este sufrimiento y pérdida, y que de algún modo
planeó que pasáramos por todo ello.
Mucha de la enseñanza cristiana se ve muy clara en todas estas creencias. Un ser amado muere
antes de tiempo. Nos invade la agonía, el sufrimiento y la pérdida; y algún amigo con buenas
intenciones intenta consolarnos con el pensamiento: “Es la Voluntad de Dios”. ¿Qué consuelo
es ése? ¿Qué hace eso sino echarle la culpa de nuestra agonía a Dios? ¿Qué otra cosa puede
hacer sino convertirle a Dios en un monstruo, objeto de nuestro miedo e incluso de nuestro
odio?
El pecado, el dolor, la muerte, el sufrimiento, la separación y la pérdida no son la Voluntad de
Dios. Tal creencia procede de la creencia escondida de que Dios la tiene tomada contra
nosotros, que Él nos está castigando por nuestros pecados. Para albergar tal creencia debemos
también creer que nos merecemos esta experiencia horrible. Éste es el instante de nuestra
creencia en la separación de Dios representada en el escenario del mundo.
Tú y yo hemos creído que Dios quería esto para nosotros. Él quería que estuviésemos en este
mundo de dolor. A veces hemos estado de acuerdo con lo que pensábamos de Él, de acuerdo en
que merecíamos sufrir. A veces, con enfado, hemos negado que lo mereciésemos, y Le hemos
acusado de ser injusto. A menudo nos hemos sentido desconcertados, preguntándonos con pena
por nosotros mismos qué habíamos hecho para merecer todo esto; seguros de haber hecho algo
pero sin la menor idea de lo que podía ser.
Nunca se nos ha ocurrido tener en cuenta este pensamiento:
“El mundo del dolor no es Su Voluntad. Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo
que Él deseó para ti.” (7:4-5)
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La razón de nuestra angustia es el pensamiento de que Dios quiere todo eso para nosotros. Lo
que nos hiere en lo más profundo es la oculta creencia de que Dios es la fuente de este dolor.
Aquél que mi corazón ama, y que ama apasionadamente, quiere esto para mí. Es mi Padre el que
me impone este dolor.
Nos encogemos de sufrimiento y pena, sin esperanza y perdidos, porque pensamos que es la
Voluntad de Dios.
“Ésta no es Su Voluntad”, nos dice Jesús. “Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue
lo que Él deseó para ti” (7:5).
¿Cómo pudimos pensar esto de Dios? ¿Cómo pudimos creer que es tan vengativo? Todavía no
nos damos cuenta de que es este pensamiento acerca de Dios el que le da al dolor todo su poder
sobre nosotros, sin embargo lo descubriremos si nos concedemos a nosotros mismos este
perdón. Cuando el dolor nos rasga por dentro, cuando el miedo nos atenaza, o cuando una
profunda sensación de pérdida parece deshacer nuestra alma, si nos volvemos al Espíritu Santo
y Le oímos decir: “Ésta no es Su Voluntad. Dios no quiere esto para ti”, nos parecerá posible
perdonarnos a nosotros mismos por pensar que sí lo era. En el momento que lo hagamos, la
fuerza del dolor se elimina. “Dios no quiere esto para mí. Esto no procede de Él”. El dolor se
transforma en algo diferente.
No es Dios Quien quiere este dolor para nosotros. Somos nosotros. Creemos que Dios nos
castiga porque creemos que merecemos el castigo. Experimentamos la vida como dolor porque
inconscientemente nos estamos castigando a nosotros mismos.
No estamos hablando aquí del acontecimiento que pensamos que ha causado nuestro dolor: la
muerte de un ser amado, la aparente pérdida de amor, el sufrimiento físico. Estamos hablando
principalmente del estado mental y emocional en el que lo vivimos. Esto es una cosa interna.
Esta angustia, esta profunda pena, este terror, todo esto no es la Voluntad de Dios para ti.
Sufrimos tan increíblemente porque, sin darnos cuenta, aceptamos la mayor parte de la vida
como un castigo. Un escarmiento. Parte del precio a pagar por ser la cosa horrible que pensamos
que somos.
A causa de que creemos que lo penetrante del dolor es Su Voluntad, no podemos llevárselo a Él
en busca de consuelo. Pensamos que Él es su Causa, así que huimos de Él. Nos negamos a
nosotros mismos el alivio de Su Presencia amorosa. En esa Presencia podemos encontrar a
nuestro Ser. Podemos mirar a nuestra propia esencia y “ningún obstáculo te impedirá ver lo que
Él dispone para ti” (8:3).
“Dirígete entonces a Aquel que comparte contigo tu función aquí, y permítele que te enseñe lo
que necesitas aprender para poder dejar de lado todo miedo y reconocer a tu Ser como un amor
que no tiene opuesto en ti.” (9:8)
“Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti” (7:5). Lleva tu
dolor ante Jesús. El dolor no es la Voluntad de Dios para ti. La experiencia por la que estás
atravesando puede ser el camino que lleva a tu infinita libertad si abandonas tus defensas en
contra de Dios. Su Presencia puede transformar tu experiencia de dolor en una experiencia de
alegría. Puede ser el camino a conocer tu Ser como Amor. Tal cosa nos parece imposible a
nosotros, pero los milagros siempre parecen imposibles.
Abandona tus defensas. Dios no está enfadado. Él no quiere este sufrimiento para ti. Libérate de
tu miedo de Él. No tengas miedo de Su toque. Perdónate el pensamiento de que Él te impuso
esto. Permite que Él te muestre tu Ser tal como Él lo ve, y ábrete a Su Amor sanador.
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LECCIÓN 100
-
10 ABRIL
“Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Experimentar la felicidad que es la Voluntad de Dios para ti, comprender que
contagiar tu felicidad a otros es el modo en que llevas a cabo tu parte en el plan global de la
salvación.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Repite la idea. “Luego comprende que tu papel es ser feliz” (7:3), y no hacer nobles
sacrificios, únicamente ser feliz.
El resto es una meditación en la que intentas encontrar la alegría que Dios puso en ti.
Busca muy dentro de ti. Sumérgete hacia abajo y adentro para encontrar el Cristo en ti,
la fuente de tu alegría. Mientras te sumerges, deja de lado “los pensamientos pueriles y
metas absurdas” (8:5). No dejes que te retrasen. Incluso puedes preguntarte a ti mismo:
“¿Qué pensamiento pueril tiene poder para detenerme?” O puedes simplemente recordar
que tu única intención es llegar a ese inagotable pozo de alegría en el centro de tu ser, tu
única intención es llegar al Cristo en ti. Búscale con confianza, “Él estará allí. Y tú
puedes llegar a Él ahora” (9:1-2). Durante todo el ejercicio continúa buscando dentro de
ti ese pozo de alegría sin fin.
Recordatorios frecuentes: Entre las sesiones de práctica de cada hora.
Repite la idea, recordando que al hacerlo estás contestando a la llamada de tu Ser. Como
siempre, recomiendo repetirlo de este modo ahora, para que puedas sentir los beneficios que te
ofrece.
Comentario
Dios no tiene “un plan para mi vida”. Él tiene Su plan, y yo soy una parte de ese plan. No hay
miles de millones de planes separados para miles de millones de individuos separados. Sólo
existe la Voluntad única de Dios, y cada uno de nosotros tiene una parte esencial en ella. Parte
de lo que la salvación está deshaciendo es “la descabellada creencia en pensamientos y cuerpos
separados, que viven vidas separadas y recorren caminos separados” (1:2). Cada uno de
nosotros tiene el mismo propósito, la misma función, y en eso estamos unidos.
Parte de la sanación de mi propia mente es el reconocimiento de que la otra persona ciertamente
comparte el mismo propósito conmigo, y en su realidad quiere lo mismo que yo. Si miro a su
ego, veo intereses separados, y eso puede ser todo lo que él o ella ve. Pero cuando abandono mi
interpretación y permito que el Espíritu Santo lo interprete por mí, veo que el miedo de la otra
persona, que se manifiesta como ataque, en realidad es una petición de amor y es un testigo de
la creencia en el amor dentro de su mente. El resultado de esto es que veo que la otra persona no
necesita cambiar para ser uno conmigo, ¡ya es uno conmigo! Tengo un aliado secreto en su
mente. Tengo su propio consentimiento conmigo en una meta común.
La parte que Dios “ha reservado para mí” (2:1) en Su plan está planeado para devolverme la
felicidad, porque Su Voluntad para mí es felicidad. Hay algo en nosotros (¡el ego, por
supuesto!) que me dice que está mal querer perfecta felicidad. Pero si la Voluntad de Dios para
mí es perfecta felicidad, entonces ¡pensar que no me la merezco es oponerse a la Voluntad de
Dios!
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Para que la Voluntad de Dios sea completa, mi alegría debe ser completa, pues ¡Su Voluntad es
perfecta alegría para todos! Si cada uno con quien me encuentro ve una cara radiante de alegría,
oirá la llamada de Dios en mi risa feliz (2:6).
Soy esencial para el plan de Dios, mi alegría es esencial para Su plan (3:1). Así pues, que hoy
elija la alegría de Dios en lugar del dolor. “Sin tu sonrisa, el mundo no se puede salvar… toda
risa no es sino el eco de la tuya” (3:3-4).
Así que mi tarea hoy, y todos los días, es ser feliz. No puedo ser feliz si ataco, o juzgo, o culpo,
o condeno. Tal como el Curso enseña, no puedo ser feliz a menos que acepte, a menos que
perdone, no prestando atención a las ilusiones del ego, para ver la feliz verdad en cada uno:
quieren amor al igual que yo.
Enseñamos a través de nuestra felicidad. Pedimos a todas las mentes que abandonen sus
sufrimientos con nuestra “dicha en la tierra” (4:2). Está claro que esto es acerca de la alegría que
se ve, visible en tu cara a través de la sonrisa y de la risa feliz. “Los mensajeros de Dios rebosan
de dicha, y su júbilo sana todo pesar y desesperación” (4:3).
Una buena afirmación para el día podría ser: “Mi alegría cura”.
La parte que todos tenemos en el plan de Dios es demostrar, a través de nuestra alegría, que
Dios quiere perfecta felicidad para todos los que quieren aceptarla como Su regalo.
La tristeza es una elección, una decisión de “desempeñar otro papel en lugar del que Dios te ha
dado” (5:3). La tristeza es el loco deseo del ego de ser independiente de cualquier poder excepto
del suyo. Cuando me opongo a mi felicidad dejo de mostrar el mundo que Dios quiere para
todos nosotros, y de este modo no puedo reconocer la felicidad que ya es mía, siempre mía.
“Hoy trataremos de comprender que la dicha es nuestra función aquí” (6:1). Nada tiene que
cambiar para que esto sea posible. Puedo ser perfectamente feliz ahora mismo, porque la
felicidad no depende de nada fuera de mi mente. Disgustarse con algo o alguien no lo cambia;
únicamente la felicidad cura. Únicamente la felicidad trae un cambio duradero.
A veces pensamos equivocadamente que nuestra felicidad permite de algún modo el error y el
pecado de otros. Si alguien está siendo cruel y yo continúo siendo feliz, parece que apruebo la
crueldad. Sin embargo, disgustarse por la crueldad no la sana, la hace real. Es mucho más
gozoso y mucho más sanador, ver en la crueldad un miedo infundado que oculta una petición de
ayuda; eso muestra que dentro de esa persona existe un vivo deseo que comparte conmigo, un
ardiente deseo de Dios, un vehemente deseo de Su regalo de felicidad. Mi felicidad ante la
crueldad enseña que no hay motivos para la crueldad. No ataca el síntoma de la crueldad,
deshace la causa de la crueldad. Ser feliz no es salir perdiendo, ni sacrificar, ni morir (7:7). Es
vivir eternamente.
Son nuestros pensamientos pueriles y metas absurdas los que nos impiden ser felices (9:3-5).
Nuestra mente ha elegido hacer algo más importante que ser feliz, y lo que eso significa en
términos metafísicos profundos es que hemos inventado algo más importante que Cristo o que
Dios. Si buscamos, Él está en nosotros. “Él estará allí”, (este pensamiento se repite dos veces
9:1; 10:1). El Cristo está en mí, esperando que yo lo reconozca como mi Ser. Ésa es la única
fuente de verdadera de felicidad, y todos Le tenemos ya.
Mi tarea hoy es ser Su mensajero, y “encontrar lo que Él quiere que des” (10:4). Encontrar la
felicidad en mí mismo y dar mi felicidad a otros: ésa es la razón por la que estoy aquí, ésa es la
razón por la que este día existe para mí. Soy esencial en el plan de Dios para la salvación del
mundo. Sin mi sonrisa, el mundo no se puede salvar (3:3).
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LECCIÓN 101
-
11 ABRIL
“La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aprender que tus pecados no son reales y, por lo tanto, que lo que Dios quiere para
ti es alegría, no castigo. Experimentar esa alegría y escapar de la pesada carga que has echado
sobre ti al creer que tus pecados son reales.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Di: “La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad. El pecado no existe ni tiene
consecuencias.”
Luego haz el mismo tipo de meditación que hiciste ayer. Mira muy dentro de ti,
buscando ese lugar donde se encuentra la Voluntad de Dios para ti, ese lugar donde sólo
existe la dicha, recordando que “la dicha es justa” (6:2), porque tú nunca pecaste.
Recuerda concentrar toda tu intención en llegar a ese pozo de dicha en ti, retirando tu
mente de esos “pensamientos pueriles y metas absurdas” (L.100.8;5) cuando se quede
atrapada en ellos, buscando con confianza la Voluntad de Dios en ti, sabiendo que te
liberará de todo el dolor que te has causado a ti mismo.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Repite: “La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad. Ésa es la verdad, pues el pecado
no existe.”
Apoyo a la práctica: “Hoy necesitas las sesiones de práctica” (5:1). Porque pueden enseñarte
que tus pecados nunca fueron reales. Pueden hacer que aceptes la Expiación. Tus pies ya están
fijos en el camino a la salvación, y la práctica de hoy puede darte alas para acelerarte a lo largo
del camino, y puede darte esperanza para que tu velocidad siga aumentando. Por lo tanto,
practica felizmente. “Da gustosamente estos cinco minutos” (7:1).
Comentario
Cuando Un Curso de Milagros habla de “salvación” significa “ser feliz”. Esto es
completamente diferente del punto de vista habitual acerca de la salvación, que significa algún
tipo de sufrimiento por nuestros pecados. Si somos honestos con nosotros mismos,
descubriremos que la idea de “pagar por nuestros pecados” está profundamente grabada en
nosotros, apareciendo de maneras muy claras a veces, o tras no tan claras. Una de las más
ingeniosas, pero más fáciles de descubrir si la buscas, es nuestra culpa por ser felices.
¿No te has dado cuenta de eso? De alguna manera no parece bien o seguro ser “demasiado”
feliz. Tenemos este extraño sentimiento de que si somos “demasiado” felices, nos sucederá algo
malo. Un ejemplo de ello es el dicho popular: “Esto es demasiado bueno para que dure”. Sondra
Ray en su Entrenamiento en Relaciones Amorosas solía hacer la pregunta: “¿Cuánto tiempo
puedes aguantar lo bueno?” Interesante pregunta.
O, podemos sentirnos culpables por ser felices cuando un amigo está triste o disgustado por
alguna razón, nos sentimos obligados a unirnos a él en su sufrimiento. Y la idea de que
podríamos ser felices todo el tiempo nos parece demasiado ridícula para tenerla en cuenta.
Pensamos que el sufrimiento es una parte natural de estar vivos. Quizá incluso pensamos, al
igual que Carly Simon, que “el sufrimiento es lo único que me hizo sentir que estaba viva”.
(Escucha su canción “No Tengo Tiempo para el Dolor” desde el pensamiento del Curso).
Pensamos que lo necesitamos. Nunca nos damos cuenta de que todas estas ideas están
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directamente relacionadas con nuestra creencia en el pecado y en el castigo. No nos damos
cuenta de que estamos eligiendo nuestro sufrimiento activamente.
No hay necesidad de penitencia. No hay que pegar ningún precio por el pecado, porque no
existe el pecado. Leyendo esto, alguno de nosotros inmediatamente pensará que estas ideas son
peligrosas: si no hay que pagar un precio por el pecado, entonces no habrá control sobre los
pecadores. Pensamos que el castigo es necesario para controlar el mal. Dentro del mundo en el
que los cuerpos parecen reales, el control es a veces necesario, aunque quizá mucho menos de lo
que pensamos. Pero darle vueltas a cómo aplicar estas ideas a la mala conducta (por ejemplo, el
crimen) nos llevaría meses. Y ésta no es la cuestión aquí. Creemos que es Dios Quien pide que
paguemos las ofensas que hemos cometido contra Él. ¿Y si no Le hemos hecho ninguna ofensa?
¿Y si nuestros “pecados” son para Él como la picadura de un mosquito a un elefante, que no Le
afectan en absoluto?
¿Cómo puedo ser feliz si creo que Dios está enfadado conmigo? ¿Cómo puedo sentirme atraído
por la salvación que viene a través del dolor, matándome lentamente, quitándome la vida hasta
que me quede en los huesos (metafóricamente hablando)? ¡El infierno no es salvación! No es un
Dios de Amor Quien exige esas cosas. Dios no está enfadado, Su Voluntad para mí es perfecta
felicidad. Si el pecado es real, el castigo es real; y si el castigo es real, tengo todos los motivos
para huir de Dios. Por eso precisamente fomenta el ego que pensemos así de Dios. La lección
dice: “El pecado no existe” (5:4), y nos dice“Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo
como nos sea posible” (5:5).
¿Y la justicia? “La dicha es justa”. ¡Eso es la justicia: alegría!
Cuando pienso en esto, a menudo llego a una aplicación muy sencilla con la que me enfrento
cada día. Cuando hago algo que no apruebo, o no hago algo que creo que debería haber hecho, o
me doy cuenta de que estoy teniendo pensamientos de condena o de juicio a alguien, a menudo
me pesco a mí mismo pensando que tengo que pasar por un largo periodo de remordimiento
antes de poder ser feliz de nuevo. Sólo con haberme dado cuenta de mi error y decidir cambiar
mi mente probablemente no es suficiente para merecer ser feliz de nuevo, ¿no? ¿No tengo que
“pagar por mi pecado” de algún modo? Por lo menos, ¿quizá pasar diez minutos en meditación?
¡Qué disparate!
Y sin embargo, sigo dándole vueltas a la idea. Esto me muestra que mi mente no se ha librado
de esta idea de pecado-y-castigo, que todavía creo que tengo que compensar la cuenta con Dios
antes de poder ser feliz de nuevo. Lo que Dios quiere en ese instante, y en cada instante, es que
yo sea feliz. “Obedecer a Dios” significa “ser feliz”. Significa abandonar la penitencia que me
he impuesto a mí mismo y que me alegre en el Amor de Dios. Significa aceptar la Expiación
para mí mismo. ¿Qué mejor modo de “renunciar al pecado” que dejar de hundirme en llorosas
humillaciones y negarles el poder de impedirme la felicidad?
Que hoy me niegue a echarme el fardo de culpa a mí mismo. Que levante la cabeza, sonría y Le
dé a Dios la gloria de que soy feliz. El mayor regalo que puedo dar a los que están a mi
alrededor es mi felicidad.
“
La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad. Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.”
(7:6-7)
LECCIÓN 102
-
12 ABRIL
“Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz”
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Instrucciones para la práctica
Propósito: Soltar todavía más tu creencia de que el dolor te ofrece algo. Darte cuenta de que el
sufrimiento no tiene ningún beneficio, ni propósito, ni realidad. Darte cuenta de que lo que
quieres es la misma felicidad que Dios quiere para ti.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Di: “Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz. Y acepto ahora la felicidad
como mi función”. Dilo de corazón, haz que sea un acto real de aceptar la Voluntad de
Dios.
Luego, pasa el resto del tiempo en meditación intentando “encontrar la felicidad que
Dios ubicó en ti” (3:1). Ésta es la práctica que has hecho los dos últimos días y que
continuarás haciendo durante varios días más. Recuerda buscar este lugar con verdadero
deseo, pues únicamente aquí te sientes en el hogar, en descanso, seguro, y en paz.
Recuerda también buscarlo con confianza, pues si de verdad quieres junto con Dios
llegar a este lugar, entonces “no puedes dejar de encontrarlo” (4:4).
Recordatorios frecuentes: Muy a menudo.
Repite: “Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz. Y acepto ahora la felicidad
como mi función”.
Comentario
“Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz”.
Qué estupendo que el Libro de Ejercicios va a pasar varios días dedicado a “ejercicios que han
sido diseñados para ayudarte a encontrar la felicidad que Dios ubicó en ti” (3:1). Me doy cuenta
de que no estoy intentando “hacerme feliz” sino intentando llegar a la felicidad que ya existen
mí. Un gurú americano (llamado Da Free John, ahora conocido como Adi Da) dijo una vez: “Ya
eres siempre feliz”. Esa frase se me quedó en la mente, y está de acuerdo con lo que el Curso
dice acerca de la felicidad.
El Ser que existe en mi interior siempre es feliz. Dios lo creó feliz, la Voluntad de Dios “puso”
la felicidad dentro de mí. No estoy intentando crear la felicidad, estoy simplemente intentando
encontrarla dentro de mí, descubrirla allí.
Nuestra creencia en el mérito del sufrimiento se opone a la felicidad. La lección no espera que
estemos ya totalmente libres de esta creencia en el sufrimiento. “Esta creencia, no obstante, ha
quedado sin duda quebrantada ahora, por lo menos lo suficiente como para permitirte ponerla en
duda y empezar a sospechar que en realidad no tiene sentido” (1:3). Esta creencia es lo que se
ha puesto sobre nuestra felicidad original, ocultándola y haciéndonos sentir el dolor y el
sufrimiento. Nuestra felicidad está escondida debajo de capas de dolor únicamente porque
creemos que el dolor tiene algún valor para nosotros. Y sé que por lo menos pongo en duda esta
creencia. No quiero sufrir, por supuesto que no. Sin embargo, si sufro yo lo he elegido así, no
porque quiera el dolor sino porque quiero lo que creo que el dolor me dará. El mensaje de la
lección acerca de esto es: “el dolor no tiene objeto, ni causa, ni poder alguno con que lograr
nada” (2:1). No sólo eso, sino que todo lo que creo que me dará el dolor carece de existencia
igualmente. Todo ello es un espejismo engañoso que el ego hace aparecer como por arte de
magia con el fin de impedirnos nuestra eterna felicidad en Dios.
Así pues, hoy afirmamos que compartimos con Dios Su Voluntad de que seamos felices.
Afirmamos que queremos ser felices. Sencillamente ser lo que Dios creó como nuestra función.
“Sé feliz, pues tu única función aquí es la felicidad” (5:1). La frase siguiente (5:2) habla de ser
menos amoroso con nuestros hermanos que lo que lo es Dios, y dice que no hay necesidad de
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ello. La tristeza es nuestra “excusa” para ser menos amorosos que Dios. ¿Cómo puedo abrirte
mi corazón lleno de amor cuando estoy triste? Al elegir ser feliz me estoy permitiendo ser
completamente amoroso. El Curso siempre parece hacer estas interesantes relaciones entre cosas
que nunca se me ocurrirían a mí, pero que son muy claras cuando las muestra.
LECCIÓN 103
-
13 ABRIL
“Dios, al ser Amor, es también felicidad”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Intentar de nuevo corregir nuestra falsa creencia de que Dios es temible. En lugar de
ello, darnos cuenta de que puesto que Dios es Amor Él debe ser un dador de pura alegría.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Di: “Dios, al ser Amor, es también felicidad. Tener miedo de Él es tener miedo de la
dicha”
Luego, como en días anteriores, entra en meditación con el propósito de encontrar la
felicidad que Dios puso en ti. Busca este santo lugar dentro de ti, lleno de esperanza,
confiando en que el gozo de Dios ocupará el lugar de tu sufrimiento. Date cuenta de que
no puedes fracasar, porque buscas lo que es tuyo ya. Busca este lugar dándole la
bienvenida a la felicidad que con toda seguridad vendrá a ti. Y cuando tu mente se
quede dormida, pensando en las falsas promesas de felicidad del mundo, recuerda
retirar tu mente de ellas.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Refuerza tu esperanza de que encontrarás la dicha de Dios, refuérzala diciendo: “Dios, al ser
Amor, es también felicidad. Y la felicidad es lo que busco hoy. No puedo fracasar, pues lo que
busco es la verdad”.
Respuesta a la tentación: Cada vez que sientas cualquier clase de miedo o temor.
Acalla todos tus miedos con estas palabras: “Dios, al ser Amor, es también felicidad. Y la
felicidad es lo que busco hoy. No puedo fracasar, pues lo que busco es la verdad”.
Comentario
“Dios, al ser Amor, es también felicidad”. ¡Hay un Dios del Que nunca oí hablar en la iglesia!
“Dios es felicidad”. (Bueno el catecismo de Westminster de la Iglesia Presbiteriana dice que el
fin principal del hombre es amar a Dios y gozar de Él eternamente. Pero no oí muy a menudo
hablar de “gozar de Dios”). Sin embargo, del modo en que la lección lo expresa de manera
lógica, la idea es muy clara y no te la puedes pasar por alto. Sin amor, nadie puede ser feliz. Si
el amor estuviera ausente, también la felicidad estaría ausente. Esto parece muy fácil de
entender. La felicidad tiene que ser una cualidad del amor, las dos van, o vienen, juntas.
Dios es Amor. “El amor no tiene límites, al estar en todas partes” (1:4). Puesto que esto es
verdad, la felicidad debe estar también en todas partes, al igual que Dios. Así pues, Dios es
felicidad, y también Amor.
Entonces, la negación de la felicidad es la negación de Dios. De hecho, el Texto dice algo muy
parecido a esto en el Capítulo 10, cuando dice que la depresión es blasfemia (T.10.V.12:3-4).
Pero ten cuidado, la razón de decir esto no es hacernos sentir culpables por sentirnos tristes o
deprimidos. El propósito del Curso es deshacer la culpa, no provocarla. Nos está mostrando la
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causa de nuestra tristeza y depresión. Está diciendo: “Estás sufriendo porque Le estás volviendo
la espalda a Dios, al Amor, a la Felicidad Misma. No es algo fuera de ti, fuera de tu control, que
te lo está haciendo a ti. Tú tienes el poder de cambiarlo, elige de nuevo y sal de esa depresión”.
Estamos tristes y deprimidos porque pensamos que lo que hemos hecho es real (2:1). Pensamos
que hay “brechas en el amor”, que no está en todas partes y siempre. Estamos tristes porque
pensamos que, al menos en cierto modo, estamos fuera del Amor de Dios, más allá de sus
“límites”. Y no lo estamos, no podemos estar fuera de Su Amor. ¡Si supiéramos que en lo más
profundo de nuestro ser, nunca podemos sufrir ni ser desgraciados!
Debido a que creo que el amor tiene límites, tengo miedo de él: miedo de que se me retire,
miedo de sus condiciones, miedo de que lo que parece ser amor sea sólo una burla cruel, una
promesa tentadora que amenaza con desaparecer si nos portamos mal. Ese miedo, esa constante
ansiedad por la posibilidad de que el amor desaparezca, es la causa de mi falta de alegría.
¿Cómo puedo estar contento, aunque las cosas vayan “bien”, si el amor puede desaparecer en
cualquier momento? Éste es el error de nuestra mente que estamos tratando de destapar, de sacar
a la luz, y de abandonar.
Justo ahora, en este momento, estoy rodeado por Su abrazo. Justo ahora, sin que cambie nada, el
Amor de Dios me llega sin límites, sin reservas, y sin preguntas. Saber esto es felicidad, y esto
es lo que busco hoy.
LECCIÓN 104
-
14 ABRIL
“Busco únicamente lo que en verdad me pertenece”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar libre un lugar en tu mente donde los regalos de dicha y paz de Dios sean bien
recibidos y se sientan.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Empieza con: “Busco únicamente lo que en verdad me pertenece, y la dicha y la paz
son mi herencia”.
Luego, de nuevo, entra en meditación con el propósito de sentir la dicha que Dios ha
puesto en el centro de tu ser. Esta lección habla de ir al santo altar dentro de ti, el lugar
profundo en tu mente que contiene tus devociones principales (puedes visualizar este
altar). Has cubierto este altar con los insignificantes regalos del mundo, ocultando así
los regalos de Dios. En tu meditación intenta retirar los regalos del mundo.
“Despejamos en nuestras mentes un santo lugar ante Su altar” (4:2). Luego busca los
regalos de dicha y paz que Dios ha colocado sobre este altar para ti. Ya están allí,
aunque todavía no los veas. Pide reconocerlos. Mientras los buscas, por encima de todo
ten una actitud de confianza, confiando en que los regalos de Dios son tu herencia, que
te pertenecen, que siempre han sido tuyos, y que los puedes pedir ahora.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Repite: “Busco únicamente lo que en verdad me pertenece. Lo único que quiero son los dones
de dicha y paz de Dios”.Hacerlo tan a menudo te impedirá perder de vista los regalos de Dios
entre las sesiones de práctica de cada hora.
Comentario
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Hoy dejo a un lado las complicaciones y me concentro en dos cosas muy sencillas: la dicha y la
paz de la mente. Hoy no voy a preocuparme por verdades metafísicas profundas, ni por la
realidad invisible de mi Ser. Hoy únicamente busco conocer la paz y la dicha que son mías por
razón de lo que soy. Me olvido de la urgencia de las metas que yo me he inventado, de la
importancia que le he dado a las cosas que pienso que debo hacer. Ignoro las normas inventadas
por los hombres y con las que a menudo me juzgo a mí mismo o dejo que otros me juzguen.
Hoy pongo toda mi atención en las únicas cosas que son verdaderamente importantes: la dicha y
la paz mental.
¿Qué puede tener más valor que éstas? Si viviera en un palacio, tuviera riquezas sin límite, y la
pareja más perfecta del mundo, y no tuviera paz mental y dicha, aún así sería pobre. Si viviera
en una casucha con paz mental y dicha, sería rico.
Y puedo tenerlas, son mi derecho debido a lo que soy. La dicha es mi derecho divino. La paz es
mi derecho divino. Están al alcance de todo el mundo, sin importar su pasado, sin que importe
su educación, sin importar sus ingresos. Hoy, en estos momentos en que me paro a recordar,
esto es lo que quiero recordar. Abro mi corazón con gratitud a Dios Que me dio estos regalos,
Le honro por disfrutar de ellos. Le honro por ser dichoso y estar en paz en estos periodos de
cinco minutos, y no me olvidaré entre esos periodos.
Recuerdo un seminario que hice hace años en el que nos dedicamos a una profunda búsqueda
interior, intentando atrapar algunas de las mentiras que nos habíamos estado diciendo a nosotros
mismos, los pensamientos negativos acerca de nosotros y que nos humillaban y debilitaban
nuestra vida. Luego los resumimos a lo que, para cada uno, parecía la mentira principal que nos
estábamos diciendo acerca de nosotros. A continuación, se nos pidió que invirtiéramos aquella
mentira y la convirtiéramos en una afirmación. Y finalmente, caminamos por la sala,
presentándonos unos a otros, y afirmando nuestra “verdad eterna”.
Nunca olvidaré a una mujer, aunque he olvidado su nombre la llamaré Carol. Vino hacia mí, me
miró directamente a los ojos, y sonrió con una radiante sonrisa. Dijo: “Hola. Soy Carol, y mi
alegría cura”.
¿Y sabes qué? Lo hizo. Justo en aquel momento. De pronto mi mente lo comprendió, y nunca la
he olvidado, nunca he olvidado su alegría. Ella había descubierto una verdad acerca de sí
misma. ¡La alegría cura! Cuando soy feliz, los que están a mi alrededor sanan. ¿¿No has visto
eso alguna vez en personas que son felices, verdaderamente felices? Su felicidad te cura. ¿Qué
puede ser más valioso que una felicidad así?
La paz cura también. Una persona en paz dentro de una sala llena de gente nerviosa puede llevar
paz a todos. Elijo ser esa persona hoy, porque es mi derecho. Me calmo en cada momento de
práctica y despejo en mi mente un santo lugar ante Su altar (4:2). Despejo ese lugar para recibir
los eternos regalos, la dicha y la paz que Dios quiere darme. “No hay nada más que en verdad
nos pertenezca” (4:4). Ninguna de las otras cosas que pienso que quiero me pertenecen igual
que me pertenecen la dicha y la paz. Éstas son “posesiones” que bendicen al mundo, en lugar de
quitarle. Nadie pierde porque yo tengo dicha y paz, todo el mundo gana.
¡Yo ya tengo estos regalos! “Busco únicamente lo que en verdad me pertenece”. La dicha me
pertenece, la paz me pertenece. Gracias, Dios. Gracias.
LECCIÓN 105
-
15 ABRIL
“Mías son la paz y la dicha de Dios”
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Instrucciones para la práctica
Propósito: Aceptar los regalos de Dios de paz y dicha, y comprender que al hacerlo estás en
verdad aumentando Su paz y dicha, en lugar de quitárselas. De este modo, “aprenderás a ver lo
que es un regalo de otra manera” (3:3).
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Piensa en aquellos a los que les has negado la paz y la dicha, pues así te las negaste a ti
mismo. Dile a cada uno: “Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha
de Dios sean mías”. Al dar los regalos de Dios allí donde te negaste a darlos, ahora te
sentirás con derecho a reclamarlos como tuyos. Hacer bien este paso preparatorio te
garantizará el éxito en el siguiente paso.
Luego cierra los ojos y di: “Mías son la paz y la dicha de Dios”, e intenta encontrar
estos regalos en lo más profundo de tu mente. Permítete sentir la dicha y la paz que te
pertenecen. Deja que la Voz de Dios te asegure que la paz y la dicha de Dios son
realmente tuyas. Esto parece ser otra meditación dirigida a entrar en contacto con la
felicidad que Dios puso en ti.
Alternativo: A la hora en punto.
Si no puedes hacer los cinco minutos, no pienses que hacer la versión corta no tiene ningún
valor. Al menos repite: “Mías son la paz y la dicha de Dios”, dándote cuenta de que al hacerlo
Le invitas a que te dé la felicidad que Él quiere para ti.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a negarle a alguien el regalo de Dios.
Agradécele a esa persona que te proporcione otra oportunidad de recibir la paz y la dicha de
Dios al darlas tú. Envíale tu gratitud con esta bendición: “Hermano, te ofrezco paz y dicha para
que la paz y la dicha de Dios sean mías”.
Comentario
La lección de hoy añade importancia a la paz y la dicha de la lección de ayer. Repite mucho de
lo que había en la lección de ayer, pero añade el pensamiento de que recibimos estos regalos al
darlos.
“Uno de los principales objetivos de aprendizaje de este curso es invertir tu idea de lo que es
dar, de modo que puedas recibir” (3:1). Esta idea, de que recibimos al dar, aparece a lo largo del
Curso, y se le da muchísima importancia, pero éste es el único lugar que conozco en el que
aprender esta lección se identifica concretamente como “una meta de aprendizaje muy
importante” del Curso.
Ayer señalamos que la paz y la dicha son regalos que aumentan al ser compartidos. Compartir
mi paz contigo la aumenta en lugar de disminuirla. Esta lección hace la sorprendente afirmación
de que cuando recibo la paz y la dicha de Dios, la dicha de Dios aumenta (4:1). Al aceptar la paz
y la dicha como mías, estoy permitiendo que Dios “se complete a Sí Mismo, tal como Él define
lo que es estar completo” (5:2). Por medio de mi experiencia de esto, aprendo lo que es mi
propia sensación de estar completo (5:3). Incluso el salmista del Antiguo Testamento sabía algo
de esto cuando escribió:
¿Cómo podré pagar al SEÑOR todo el bien que me ha hecho? Aceptaré la copa de salvación e
invocaré el Nombre del Señor” (S.116:12-13).
¿Qué regalo puedo darle a Dios para darle gracias por Su bendición? Puedo darle el regalo de
recibir Su salvación y de invocar Su Amor. Acepto los regalos de dicha y paz, y Él me dará las
gracias por el regalo que Le hago (5:6).
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Todos hemos tenido una pequeña muestra de esto, por lo menos. Conocemos la dicha de dar.
Sabemos que cuando damos amor y, nuestro amor es recibido, se fortalece nuestro amor, no se
debilita. El amor compartido es una gran dicha. El amor recibido es mucho más rico que el amor
reconocido. Incluso recibir la alegría de un niño con su juguete nuevo o su nueva mascota, se
añade a la dicha del niño. Éstos son pequeños reflejos de cómo funciona el dar de Dios, y
nosotros estamos destinados a ser parte del dar. Esta clase de dar, el dar cosas que aumentan
cuando se dan, es la forma en que creamos (“Dar verdaderamente equivale a crear”) y la forma
en que nos completamos a nosotros mismos.
Hoy los ejercicios nos preparan para recibir paz y dicha. La preparación consiste en dar paz y
dicha de manera consciente a aquellos a los que se las hemos negado en el pasado: nuestros
“enemigos”. Las personas que, a nuestros ojos, no se habían merecido tener paz y dicha. No nos
dábamos cuenta de que al negarles el regalo, en la misma medida nos lo estábamos negando a
nosotros mismos. Si lo que damos aumenta en nosotros; si se lo negamos a alguien, también nos
lo negamos a nosotros mismos.
Para decir de corazón, y experimentar: “Mías son la paz y la dicha de Dios”, tenemos que abrir
nuestro corazón para compartir la paz y la dicha con el mundo. Empiezo con esa persona a la
que le he cerrado mi corazón. “Hermano, te ofrezco paz y dicha” (7.2; 9:6). Si abro mi corazón,
que la paz, la dicha y el amor se extienden a aquellos que me rodean, lo que estoy haciendo es
permitir que “lo que no puede contenerse a sí mismo cumpla su cometido de dar lo que tiene,
asegurándose así de que lo poseerá para siempre” (4:5). ¿Qué es lo que no puede contenerse a sí
mismo? Mi Ser, mi propio Ser.
Este Dador sin límite soy yo.
LECCIÓN 106
-
16 ABRIL
“Déjame aquietarme y escuchar la verdad”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar a un lado la voz del ego, acallar tu mente, y escuchar la Voz de tu Padre, y
luego ofrecerle tu voz para que Él hable a todos los que necesitan oír Su Palabra.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Di: “Me aquietaré y escuchare la verdad. ¿Qué significa dar y recibir?”
Pasa el resto del tiempo esperando tu respuesta del Espíritu Santo. Pero es importante
que entiendas de verdad lo que estás pidiendo. Estás pidiendo recibir de Dios (oír Su
Voz y recibir Su Palabra, para que te llene por completo desde dentro) para que tú
puedas dar a tus hermanos, quienes a su vez harán que tu recibir sea más completo y
pleno. Luego, es importante que Le ofrezcas tu voluntad de dar lo que recibes.
Aparentemente este dar sucede tanto durante la sesión de práctica en que tu mente se
extiende a otras mentes, como después del periodo de práctica pues lo que hoy sientes te
inspira verdaderamente para “el comienzo del ministerio para el que viniste” (8:3).
Mientras esperas tu respuesta, recuerda el entrenamiento recibido en las lecciones
anteriores: Mantén tu mente en silenciosa espera y disposición, retirándola del ego
cuando se detenga a escuchar su voz. Escucha con confianza: “confía en que se te
contestará” (8:1). Y de vez en cuando repite tu pregunta, para afirmar tu espera
confiada.
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Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Di: “Déjame aquietarme y escuchar la verdad. Hoy soy el mensajero de Dios. Mi voz es Suya
para dar lo que recibo”. Esto reforzará tu elección de recibir Su Palabra, lo cual te prepara para
dar.
Apoyo a la práctica: Date cuenta de que tu práctica no es un acto de autocomplacencia
solitario. Más bien, al sentarte y hacer tu práctica, estás literalmente liberando mentes por todo
el mundo. “Por cada cinco minutos que pases escuchando, mil mentes se abrirán a la verdad y
oirán la santa Palabra que tú oyes” (9:2).
Comentario
Al principio la lección de hoy no parece seguir el tema de ayer acerca de dar y recibir, pero en la
mitad de la lección se desvía de nuevo a él. Quizá parece un cambio brusco. La primera parte de
la lección, que habla de acallar nuestra mente para escuchar la Voz de Dios, no parece
relacionada con pensamientos de dar y recibir.
Sin embargo, para esto es para lo que escuchamos, esto es lo que oímos. Estamos aprendiendo
acerca de nuestra verdadera naturaleza. Éste es el mensaje de la salvación: “Cuando todo sea
tuyo y lo hayas dado completamente, permanecerá contigo para siempre” (7:1).
¿Para qué estoy en este mundo? Según esta lección, es para oír la Voz de Dios hablarme del
eterno regalo de Dios para mí, el regalo de Cristo, el regalo de mi Ser, el Hijo bienamado de
Dios, “cuyo otro nombre eres tú” (4:7). Y estoy aquí para extender ese mismo mensaje al
mundo. Éste es el “ministerio para el que viniste, el cual liberará al mundo de la creencia de que
dar es una manera de perder” (8:3).
Oír la Voz de Dios y hablar por ella están estrechamente relacionados en esta lección al igual
que dar y recibir. Si de verdad oigo la Voz, Le daré a Él mi voz para que hable a través de mí. Si
recibo la Palabra, la compartiré, porque el mensaje es compartir. La Palabra de Dios para mí es
que yo soy un salvador, un sanador, y un portador de la verdad. Yo soy Su Hijo, Su creación,
como Él, extendiendo sanación, ofreciendo paz y dicha a todo el mundo, haciéndoles saber que
ellos son también Su Hijo.
A veces pienso que tomamos el Curso con demasiada seriedad, y necesitamos iluminarlo. Otras
veces pienso que nos lo tomamos demasiado a la ligera, y necesitamos tomarlo más en serio.
Por ejemplo, esta lección me dice que cada vez que me paro durante cinco minutos para
aquietarme y escuchar la verdad, mil mentes se abrirán a la verdad (9:2). ¿Te imaginas que me
lo tomo en serio? Imagínate que me paro cada hora, como se nos dice. A lo largo del día, quince
mil mentes se abrirían a la verdad. ¿Te imaginas que todos los que leen estos comentarios lo
hicieran (unas seiscientas personas)? Entonces, ¡nueve millones de mentes se abrirían a la
verdad!
No me tomo esto suficientemente en serio. No hago caso, pensando que con una o dos prácticas
al día ya es suficiente. Recientemente, pusieron en la televisión la vieja película de Charlton
Heston Los Diez Mandamientos. La vi sólo unos pocos minutos, suficientes para recordar una
frase de ella que siempre me impresionó. Moisés, sufriendo los contratiempos de los primeros
días de intentar que el faraón liberase a los hebreos, ora a Dios diciéndole: “Señor, perdóname
mi débil uso de Tu gran poder”. Hoy, al leer la lección, he pensado acerca de esa frase. He
pensado acerca de cómo llevo estos momentos de práctica muchos días: como si no tuvieran
importancia. Me imagino a mí mismo como que afecto poco a Su plan, al menos la mayor parte
del tiempo. Pero si me tomo en serio esta lección, ¡puedo ser el instrumento que lleva la luz a
quince mil mentes!
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No intento echar la culpa a nadie, menos a mí mismo. Estoy intentando aumentar mi
consciencia acerca del poder que Dios ha puesto en mis manos (o, mejor dicho, en mi mente).
Hoy cada uno de nosotros que conecta con la verdad en nuestra mente, escuchando a la verdad,
está haciendo que se eleve la consciencia de… iba a decir “de este planeta”, pero es mucho más
que eso, es el despertar de la consciencia de Cristo en todo el universo. Esos cinco minutos,
durante los cuales parece que no sucede nada, en los que puedes estar luchando con las
distracciones de la mente, o que a veces parecen interminables mientras que tu ego te recuerda
que “vuelvas a tu trabajo” o a lo que estabas haciendo (esos cinco minutos son una parte muy
importante para la salvación del mundo).
Déjame aquietarme y escuchar la verdad. Hoy soy el mensajero de Dios. Mi voz es
Suya para dar lo que recibo. (10:3-4)
LECCIÓN 107
-
17 ABRIL
“La verdad corregirá todos los errores de mi mente”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar a Cristo que te lleve a una experiencia de la verdad, para que puedas unirte a
Él en Su función de llevar la verdad al mundo.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Empieza pidiéndole a tu Ser, al Cristo, que vaya contigo (lo cual es muy sensato pues
nunca puedes esta separado de Él). Mientras Se lo pides, también “comprométete a
permitir que Su función se realice a través de ti” (9:2). Ésa es la razón del ejercicio de
hoy: dejar que Él te llene de la verdad, para que se la puedas llevar al mundo (éste es
muy parecido al ejercicio de ayer).
Luego pide que la verdad venga a tu mente. Pide con confianza, con la seguridad del
éxito. Da por seguro que la verdad estará ahí, pues te pertenece. Afirma tu petición de
esta manera: “La verdad corregirá todos los errores de mi mente, y descansaré en
Aquel que es mi Ser” (9:5).
“Deja entonces que Él te guíe dulcemente hacia la verdad, la cual te envolverá y te
llenará de una paz tan profunda y serena que te será difícil regresar al mundo que te es
familiar” (9:6). Esto parece ser una meditación parecida a las de las lecciones 69, 73, y
91, en las que confiabas en una fortaleza más allá de la tuya para que te llevase a tu
meta interna.
Recordatorios frecuentes: No te olvides hoy.
Repite la idea con confianza, dándote cuenta de que hablas por ti mismo (por tu propio deseo de
liberación), por el mundo (por su deseo de liberarse), y por Cristo, “Aquel que liberará al mundo
según te libere a ti” (11:2).
Apoyo a la práctica: Date cuenta de que al dejar que la verdad entre en tu mente, ciertamente
beneficiarás al mundo. Durante la sesión de práctica, la verdad se extenderá de tu mente a otras
mentes para corregir sus errores. Y luego, después del periodo de práctica, la verdad irá contigo
mientras te son enviados aquellos que necesitan que se les dé el regalo de la verdad.
Comentario
¡Ésta es la promesa que da ánimo! Los errores sólo son errores, no defectos. ¿Qué son los
errores sino ilusiones que aún no se han reconocido como tales? (1:2).
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Una ilusión que no se reconoce como ilusión hace que reaccionemos como si fuera real. Si veo
un enemigo ilusorio y respondo con ataque, eso no me hace malo o tonto. La reacción es
apropiada, dado que yo creo que es la verdad.
Puedo recordar muchas noches en el pasado, cuando me sentaba en casa sintiéndome solo y
cansado de la vida. Algo en mí veía una ilusión y creía que era verdadera. Veía soledad y
cansancio por la vida, una necesidad de ser consolado, y por eso buscaba consuelo en la
televisión y en quedarme levantado hasta muy tarde. Lo que yo hacía no era el error, el error era
creer que la ilusión era real. Cuando miro a la ilusión, desaparece.
El instante santo es un estado mental sin ilusiones, un momento de paz palpable, “en el que te
sentiste seguro de ser amado y de estar a salvo” (2:3). Es un anticipo “del estado en el que tu
mente descansará una vez que haya llegado la verdad” (3:1). Es mi verdadero estado. Puedo
encontrar ese estado en cualquier momento en que esté dispuesto a mirar a mis ilusiones y
abandonarlas. A menudo, a altas horas de la noche, solía sentirme desconectado, insatisfecho,
vacío sin saber por qué, y trataba de llenar ese vacío con fantasía, televisión, leyendo, o con
comida. El vacío es una ilusión. Cuando sienta ese vacío, que recuerde que no es real, que
afirme mi plenitud.
El estado mental que permanece exactamente como siempre fue, sin cambios, todavía parece
muy lejos de mí. Jesús dice: “Será tuyo, ya es tuyo. Está garantizado”. “Es imposible que
alguien que la busque verdaderamente no la pueda encontrar” (6:4). Los aparentes cambios por
los que aparentemente paso ahora son todos parte de la ilusión, no son reales, no están
sucediendo de verdad. Yo estoy seguro. Yo no puedo cambiar. Nada me falta.
Cuando parezca que hay cambios y dudas, que me recuerde a mí mismo que únicamente son un
sueño. No significan nada, no cambian nada. Que no les dé el poder de alterar mi paz. Que no
cometa el error de identificarme con ese cambio y que no piense que soy yo lo que está
cambiando. Yo no puedo cambiar.
Los errores de mi mente son aquellos que me dicen que puedo estar separado de Jesús, el Cristo.
Él es mi hermano. Somos lo mismo. Él es mi Ser. ¿Cómo puedo estar separado de mi Ser?
Que hoy me tome con regularidad momentos para volver a este centro, para reconocer que Jesús
y yo somos un solo Ser. Hoy, cualquier pensamiento que me diga lo contrario, se lo llevaré a Él
para que lo corrija: cualquier pensamiento que me diga que soy algo distinto de este Ser en
calma, sereno sin miedo, completamente satisfecho. Que hoy busque en mi mente los
pensamientos que me dicen otra cosa y que los lleve sin miedo a la luz de la verdad. ¡Jesús,
ayúdame a romper la identificación con cualquier pensamiento de debilidad o vacío o soledad!
¡Que me apoye en tu fuerte brazo y confíe en Ti! Aunque los demonios griten, chillen y
despotriquen a mi alrededor:
“Aunque camine por el valle de las sombras de muerte, ningún mal temeré, porque Tú vas
conmigo. Tu vara y Tu cayado me consuelan”. (Salmos 23:4)
Tú eres el Fuerte en mí, y Tú eres mi Ser.
LECCIÓN 108
-
18 ABRIL
“Dar y recibir son en verdad lo mismo”
Instrucciones para la práctica
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Propósito:
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Di: “Dar y recibir son en verdad lo mismo. Recibiré lo que estoy dando ahora”.
Cierra los ojos y ofrece a todos esas afirmaciones y cualidades internas que te gustaría
recibir. Por ejemplo, di: “Le ofrezco paz interior a todo el mundo. Le ofrezco ternura a
todo el mundo”. “Repite cada frase lentamente y luego haz una pequeña pausa,
esperando recibir el regalo que diste” (9:1). Confía en que te vendrá en la medida en
que diste. Puedes elegir a una persona en concreto a quien das tus regalos, entendiendo
que al dárselos a él también se los das a todo el mundo.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea, dándote cuenta de que cada repetición hace que tu aprendizaje se acelere y
consolide (10:3).
Apoyo a la práctica: Intenta pensar en los ejercicios de hoy como “rápidos avances en tu
aprendizaje” (10:3), que te muestran la naturaleza de causa y efecto, y que aumentan la
velocidad de tu progreso.
Comentario
La primera parte de la lección describe el estado la Mente Una, en la que todos los opuestos se
han terminado en “un solo concepto que sea completamente cierto” (1:3). Cuando eso ocurra,
esa idea desaparecerá porque
El Pensamiento que se encuentra tras él aparecerá para ocupar su lugar. Y ahora
estás en paz para siempre, pues en ese punto al sueño le llega su fin”. (1:4-5)
Esto es el Cielo, alcanzar este estado está más allá del alcance del Curso. Pero es nuestra meta
final, un estado en el que la percepción y los conceptos han desaparecido, y únicamente queda el
conocimiento.
Ese “estado mental que se ha unificado en tal grado que la oscuridad no se puede percibir en
absoluto” (2:2) está dentro de mí. Es la Mente de Cristo, y de ella viene mi paz mental, de ella
viene la percepción única y verdadera. Es a esta Mente a la que invoco o en la que entro,
atrayéndola a mí hasta que se me muestre. Es donde yo estoy siempre y lo que soy eternamente,
pero que he olvidado.
Una de las mejores y más útiles lecciones que podemos aprender mientras nos acercamos a este
estado de la mente es que dar y recibir son uno y lo mismo. Como todos los opuestos, no son
opuestos en absoluto, son parte de una amplia gama de la realidad. Ninguno ocurre antes que el
otro, los dos tienen lugar al mismo tiempo. Por medio de la experiencia real con este ejemplo de
cómo se solucionan los opuestos podemos empezar a aprender cómo se reconcilian todos los
opuestos.
Podemos tener una experiencia de cómo se resuelven los opuestos a voluntad. Es un
experimento que siempre funciona.
Siéntate en silencio y quietud, y empieza a enviar paz a todo el mundo. Piensa en personas
concretas, y en tu mente diles: “Yo te ofrezco quietud. Te ofrezco paz mental. Te ofrezco
ternura” (basado en (8:6-8).
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Repasa tu lista de amigos y relaciones mentalmente, enviándoles paz a todos y cada uno de
ellos. Ofrécesela al mundo en general.
Lo que descubrimos al hacer esto es que, cuando ofrecemos paz a otros, la sentimos nosotros
mismos. Literalmente, lo que damos, lo recibimos. Inmediatamente. No hay pausa, no hay
retraso en la respuesta. Nuestra acción de dar es literalmente un acto de recibir. Hay un acto y
contiene las dos cosas, porque no hay dos cosas, únicamente una.
La aplicación general de esta lección es que dar y recibir son uno en la verdad (mi interpretación
de 10:2-3). Me lleva a darme cuenta de que mi pensamiento de ataque a otro es literalmente un
ataque a mí mismo, en ese mismo instante. Pensamos en causa y efecto de un modo lineal,
como si lo que hago hoy tendrá efecto sobre mí mañana o en el futuro. Ése es un cuadro
incompleto. De hecho, no hay retraso de tiempo en absoluto. Mi pensamiento de ataque me
afecta ahora, tal como mis pensamientos de ofrecer paz me hacen sentir la paz inmediatamente.
Del mismo modo, pensamiento y acción son lo mismo. Constantemente estoy provocando mis
diferentes experiencias. En realidad, no hay nada fuera de mi mente. No existe nada excepto
estos pensamientos. El mundo que vemos es únicamente nuestros pensamientos con forma. En
verdad, nunca han abandonado nuestra mente.
LECCIÓN 109
-
19 ABRIL
“Descanso en Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Descansar en Dios, sin que nos afecten las tormentas del mundo.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Este ejercicio es una meditación en la que te sumerges en la quietud usando la frase:
“Descanso en Dios”. Deja que esta frase te lleve a un descanso en el que “no tienes inquietudes,
preocupaciones, agobios, ansiedades o dolor” (5:1), y en el que la agitación del mundo exterior
no puede tocarte. Mientras estás en este estado, invita a todos “tus hermanos distantes y tus
amigos más íntimos” (8:3), y dales la bienvenida al templo santo dentro del cual descansas con
Dios. Date cuenta de que su descanso aumentará y completará el tuyo.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea, comprendiendo que no sólo te estás recordando a ti mismo tu lugar de descanso
sino que les estás recordando a todos los Hijos de Dios su lugar de descanso, incluyendo a
aquellos que ya no están en el cuerpo y a aquellos que aún no han nacido. Repite ahora la idea
teniendo en la mente la sensación de que “les estoy recordando a todas las mentes su verdadero
lugar de descanso”.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te enfrentes a un problema o sientas sufrimiento.
Repite la idea, sabiendo que tiene poder para sanar todo sufrimiento, solucionar todos los
problemas, y llevarte más allá de todas las tormentas y luchas a la paz de Dios.
Apoyo a la práctica: Se le da un poder increíble a la idea de tu práctica de hoy (lee
especialmente los tres primeros párrafos), no sólo para ti sino para todo el mundo. Repetir la
idea de hoy tiene el poder de invitar a todas las mentes a descansar contigo, incluyendo a todas
las que vinieron en el pasado o que todavía no han venido (lee 2:5 y 9:5). Los párrafos 6 y 7
describen un escenario inspirador. Tus cinco minutos llevan sanación a un pájaro herido y a un
arroyo seco. Luego, una mente cansada, tan agotada que no está segura de poder continuar en la
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vida, oye al pájaro empezar a cantar y ve el manantial manar de nuevo. Y ver este renacimiento
le da a esa mente la fuerza y la esperanza de continuar. Pensemos o no que este escenario tendrá
lugar, necesitamos comprender que nuestra práctica tiene el poder de producir efectos como
estos.
Comentario
Esta lección representa lo que tantas lecciones intentan que yo haga: simplemente tomar un
poco de mi tiempo durante el día para descansar en Dios. Aquietarme. Estar en paz. Sentir la
quietud en lo profundo de mi ser, puesta allí por Dios en mi creación. Hacer esto no sólo una
vez por la mañana sino a menudo durante el día, recordarme a mí mismo constantemente que
esta paz, esta serenidad del ser, es mi estado natural; y que las frenéticas distracciones, el ir y
venir de pensamientos opuestos que habitualmente llenan mi mente, no es lo natural. Lo que
hasta ahora me ha parecido “normal” no ha sido nada sino “frenéticas fantasías (que) no eran
sino los sueños de un delirio febril que ya pasó” (5:5).
Hay un lugar en ti en el que este mundo en su totalidad ha sido olvidado, y en el
que no quedan memorias de pecado ni de ilusiones. Hay un lugar en ti donde el
tiempo ha desaparecido y donde se oyen ecos de la eternidad. Hay un lugar de
descanso donde el silencio es tan absoluto que no se oye ningún sonido, excepto un
himno que se eleva hasta el Cielo para brindar júbilo a Dios el Padre y al Hijo. Allí
donde Ambos moran, allí Ambos son recordados. (T.29.V.1:1-4)
La inmutabilidad del Cielo se encuentra tan profundamente dentro de ti, que todas
las cosas de este mundo no hacen sino pasar de largo, sin notarse ni verse. La
sosegada infinitud de la paz eterna te envuelve dulcemente en su tierno abrazo, tan
fuerte y serena, tan tranquila en la omnipotencia de su Creador, que nada puede
perturbar al sagrado Hijo de Dios que se encuentra en tu interior. (T.29.V.2:3-4)
Y aquí “descanso en Dios”. Aquí respiro el aire del Cielo. Aquí puedo recordar lo que soy.
La lección me habla de cosas maravillosas que me llegan por estar dispuesto a tomarme estos
momentos de descanso. Estos momentos de quietud no son únicamente para mí. Son mi misión
para el mundo, por medio de ellos le llevo paz a todas las mentes. Nuestros periodos de práctica
no son una pequeñez para saltárselos sin hacer, el autor les da una enorme importancia:
Dice que traen el final del sufrimiento a todo el mundo (2:5).
Nos dice que no hay sufrimiento ni problema que no puedan solucionar (3:3-4).
A través de estos momentos llamamos a todo el mundo a que se una a nosotros en
nuestro descanso (4:5-6).
Cada vez que descansamos, sanamos al mundo: alegramos a una mente cansada,
hacemos que cante un pájaro herido, y le damos agua a un manantial seco (6:1-2).
Vine a llevar la paz de Dios al mundo. Éste es mi “cometido” (8:2), mi misión sagrada, mi
razón de ser. Jesús me pide: “Abre las puertas del templo y deja que tus hermanos distantes y tus
amigos más íntimos vengan desde los mas remotos lugares del mundo, así como desde los más
cercanos; invítalos a todos a entrar y a descansar contigo” (8:3). Esto es lo que hago cada vez
que paro el parloteo mental, me siento, y en la quietud “descanso en Dios”. Soy como Buda,
extendiendo su compasión sobre el mundo. Soy Buda, soy Cristo.
Me veo a mí mismo como una célula en un cuerpo cósmico, un cuerpo que ha sido invadido por
un virus mortal: el virus de la enemistad, de la falta de armonía, del odio, de la envidia y de la
lucha, el virus de la amargura, del sufrimiento y del dolor, el virus de la desesperación, de la
depresión y de la muerte. Cuando tomo mi tiempo de descanso, es como si la pequeña célula
hubiera descubierto cómo producir la antitoxina, el remedio para el virus: la paz de Dios. Y la
naturaleza de nuestros pensamientos compartidos, que se comunican, es la circulación de la
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sangre que lleva esta sustancia sanadora a otras células, que la absorben y a su vez empiezan a
producirla. La paz mental, la sustancia sanadora para el mundo.
Para esto es para lo que he nacido. Por esto estoy aquí, y por nada más. A través de estas
sencillas prácticas, llevamos la sanación a todo tiempo: pasado y futuro:
“El tiempo no es el guardián de lo que damos hoy. Damos a los que aún no han nacido y a los
que ya partieron, a todo Pensamiento de Dios, y a la Mente en la que estos Pensamientos
nacieron y en donde descansan. Y les recordamos su lugar de descanso cada vez que nos
decimos a nosotros mismos: "Descanso en Dios”. (9:4-6)
LECCIÓN 110
-
20 ABRIL
“Soy tal como Dios me creó”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar de adorar las falsas imágenes que tienes acerca de ti y, en lugar de ello, buscar
y encontrar tu verdadero Ser.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes
hacer esto, al menos haz el alternativo).
Di: “Soy tal como Dios me creó. Su Hijo no puede sufrir. Y yo soy Su Hijo”.
El resto de la sesión de práctica es una meditación es muy parecida a la que hiciste la
primera vez que apareció esta idea, en la Lección 94 (puedes ir allí y leer mis
instrucciones para la práctica de aquella lección). Toda tu atención debe estar en buscar
ese lugar en lo profundo de tu mente donde mora tu verdadero Ser, el Cristo. Para llegar
ahí, necesitas dejar a un lado todas las imágenes que tienes acerca de ti (son los ídolos y
falsas imágenes de los que habla la lección). Como siempre recuerda tu entrenamiento
en meditar: concentra toda tu intención en sumergirte hacia adentro al centro de tu
mente, retira tu mente de las distracciones tan a menudo como sea necesario, y acércate
a tu Ser con deseo, pues es tu Ser Quien tiene el poder de salvarte.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Repite la idea para recordarte a ti mismo tu verdadera Identidad como el santo Hijo de Dios.
Apoyo a la práctica: Se te dice: “Practica la idea de hoy con gratitud” (5:3) porque,
sencillamente, tiene muchísimo poder (como puedes ver al leer los primeros cinco párrafos).
Ésta es la principal lección del Libro de Ejercicios. Se te recuerda repetidas veces que la idea de
hoy es “suficiente” (1:2; 2:2-4) para salvarte, eso es “todo lo que necesitas” (2:1; 3:3)
Comentario
Se nos dice que este solo pensamiento es suficiente para salvarnos no sólo a nosotros sino al
mundo, si creemos que es verdad.
“Su veracidad significa que no has efectuado ningún cambio real en ti, ni que tampoco has
cambiado el universo de manera que lo que Dios creó hubiese podido ser reemplazado por el
miedo y la maldad, por la aflicción y la muerte”. (1:3)
Éste es el principal significado para mí de esta idea: nada de lo que he hecho ha cambiado nada.
Los pensamientos del ego no han hecho nada, no han cambiado nada. El miedo, la maldad, el
sufrimiento y la muerte no han sucedido. Sigo siendo tal como Dios me creó. No he dañado
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nada. La pequeña y loca idea de sustituir a Dios de Su trono no ha logrado absolutamente nada.
Todavía soy perfecto, inocente, puro amor.
“Esta idea es suficiente también para dejar que el tiempo sea el medio por el que el mundo
entero aprende a escaparse del tiempo y de todos los cambios que éste parece producir con su
pasar”. (2:4)
Vemos los estragos del tiempo. Vemos el cuerpo que envejece. Vemos a los seres amados venir
y marchar. Vemos la decadencia, la muerte y la pérdida. Pero el tiempo puede ser el medio por
el que aprendemos a escaparnos del tiempo y de todos sus cambios. Con el paso del tiempo
aprendemos a mirar más allá de las apariencias de cambio a lo que nunca cambia, y aprendemos
que únicamente esto es real. “Llévame por el camino eterno” (Salmos 139:24).
“Si eres tal como Dios te creó, entonces no ha habido separación alguna entre tu mente y la
Suya, ni división entre tu mente y otras mentes, y sólo ha habido unidad en la tuya”. (4:2)
Ninguna separación, ninguna división, ninguna esquizofrenia. Soy un solo Ser, unido a mi
Creador, y dotado de un poder y de un amor infinitos. Confío en mis hermanos, que son uno
conmigo, porque soy tal como Dios me creó y nunca me he separado de ellos. Lo que encuentro
dentro de mí cuando escucho la Voz silenciosa del Espíritu Santo es lo también son todos los
demás. Dentro de mí encuentro al Uno Santo. Yo soy Esto, tú eres Esto. Que yo me vuelva
consciente de cualquier pensamiento que diga otra cosa, cualquier imagen de mí que inventa un
ídolo falso y limitado, y que abandone ese pensamiento y esa imagen.
“En lo más recóndito de tu mente el santo Cristo en ti espera a que lo reconozcas como lo que tú
eres. Y mientras no lo reconozcas y Él siga siendo un desconocido para ti, tú seguirás perdido y
sin saber quién eres”. (9:4-5)
TERCER REPASO. INTRODUCCIÓN
De nuevo un repaso. A casi todos los que conozco, especialmente cuando hacen el Libro de
Ejercicios por primera vez, les parecen los repasos aburridos o frustrantes. Es una demostración
de la orientación de nuestra mente. Aparentemente tenemos ansia por lo nuevo, y la idea de
prácticas que se repiten con las mismas ideas, incluso por segunda vez, parecen sin interés y sin
importancia. Queremos conseguir algo nuevo y emocionante.
Lo que parece que no entendemos es que cualquiera de estas ideas puede ser el gran avance
para nosotros. Hacia el final de la Introducción de este repaso, se les llama a los repasos una
“segunda oportunidad de repasar cada una de estas ideas” (12:3). Pues bien, si te pareces a mí,
la primera vez no acumulaste un resultado final perfecto en la práctica. Te olvidaste de las
prácticas de cada hora, sólo hiciste unas pocas cada día, y quizá te saltaste días enteros sin
hacerlas. Así que, piensa que ésta es una segunda oportunidad de obtener los beneficios de cada
lección. Pienso así de este repaso, y sé que necesito hacerlo.
La Introducción al Tercer Repaso es uno de los más importantes debates del libro acerca de las
prácticas del Libro de Ejercicios. La actitud hacia la práctica nos da mucha información. Lo
primero de todo, seguir las instrucciones al pie de la letra, y hacer las dos prácticas de cinco
minutos junto con prácticas a la hora en punto y a la media hora, se considera muy, muy
importante. Se nos “ruega” que prestemos atención a las instrucciones y “seguirlas tan fielmente
como puedas” (1:3).
Segundo, el autor es muy razonable. Reconoce que es imposible que sigamos al pie de la letra
las instrucciones del modo que se sugiere como “optimo” (2:1). Por ejemplo, una madre que
cuida a niños muy pequeños es muy posible que no pueda parar cada media hora y cerrar los
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ojos, un empleado de una tienda es posible que no pueda dejar a los clientes durante un minuto
cada media hora. “Tu aprendizaje no se verá afectado si se te pasa una sesión de práctica porque
te resultó imposible llevarla a cabo en el momento señalado” (2:2). Así que si te la pierdes
porque te es imposible practicar, no pasa nada. Sin embargo, date cuenta de la palabra
“imposible”. No dice “incómodo” o “que no te viene bien”, dice “imposible”. La clave para
saber si nuestro aprendizaje se verá afectado o no, no es que no hagamos la práctica sino por
qué no la hacemos. ¿Es porque no podemos, o porque no queremos?
Fíjate también en que “No es necesario tampoco que te esfuerces excesivamente por recuperar
el número de sesiones perdidas” (2:3). Para mí, eso supone que hacer esfuerzos razonables para
recuperarlas sería lo adecuado. Así que si pierdo la del mediodía porque estoy hablando con mi
jefe, pero estoy libre quince minutos después, tendría sentido parar entonces durante un minuto
y recuperar la sesión que me he perdido. Pero la meta no es el ritual en sí, no es “hacerlo a la
perfección”. Lo importante es nuestro deseo y nuestra buena voluntad, no el número de sesiones
de práctica. No tenemos que obsesionarnos por esto.
Tercero, está claro que el autor entiende nuestra torpeza y resistencia a la práctica. Saltarnos
una sesión de práctica porque no queremos hacerla (o “no nos apetece”), ¡afectará a nuestro
aprendizaje! (3:1). Esta afirmación demuestra que seguir las instrucciones sí importa y que no es
suficiente con sólo leer la lección por la mañana. Se toma la molestia de señalar las maneras en
que nos engañamos a nosotros mismos, escondiendo nuestra falta de buena voluntad “tras la
falsa apariencia de situaciones que parecen estar fuera de tu control” (3:3). Señala que muchas
de ellas han sido ingeniosamente tramadas por nosotros “para… enmascarar tu falta de buena
voluntad” y nos pide que aprendamos a distinguirlas de aquellas otras situaciones “que no son
propicias para tu práctica” (3:4).
A menudo he descubierto que las veces en que “hago la práctica” aunque no me apetezca son
aquellas en las que tengo la más profunda consciencia de que se produce un cambio en mi
estado mental.
Por si acaso alguno de vosotros se siente ofendido por todo esto, debo decir que no pasa nada
por leer la lección a la mañana y olvidar las direcciones para la práctica. Simplemente date
cuenta de que es eso lo que estás haciendo y de que es ésa tu elección. No luches contigo
mismo. Si realmente no quieres hacer ahora la práctica, no la hagas. Esta clase de práctica
disciplinada puede que no sea lo que necesitas en este momento. Puede que todavía no estés
listo ahora, pero que lo estés más adelante. O quizá encuentres otro camino espiritual. Pero no
juzgues el Curso ni digas que no te funcionó, a menos que hagas las lecciones como se dice. Si
las haces, funcionarán.
También, date cuenta de que las prácticas que a propósito “dejaste de hacer porque por una
razón u otra no quisiste llevarlas a cabo, deberías hacerlas tan pronto como hayas cambiado de
parecer con respecto a tu objetivo” (4:1). ¡Deberías intentar recuperar esta clase de prácticas
perdidas! “Llevar a cabo tus prácticas te lo ofrece todo” (4:5).
La parte del medio de la Introducción nos da una instrucción fascinante sobre tener fe en nuestra
propia mente. Se supone que dejaremos que nuestra mente relacione las ideas que estamos
repasando con nuestras necesidades, preocupaciones y problemas. La imagen que se da es de
asociación libre: poner la idea en nuestra mente y luego ver dónde nos lleva. Jesús nos pide que
tengamos fe en que nuestra mente usará las ideas sabiamente. Esto parece estar pensado para
contrarrestar las dudas acerca de nosotros mismos. Quizá piensas que, si se te deja libremente,
tu mente se distraerá y se perderá. Pero “para tomar sus decisiones cuenta con la ayuda de Aquel
que te dio los pensamientos a ti” (6:2), es decir, el Espíritu Santo. Si nos distraemos, Él nos
guiará de vuelta.
En este tipo de ejercicio estamos aprendiendo a confiar en nuestra propia sabiduría interna. “La
sabiduría de tu mente acudirá en tu ayuda” (6:5). Si lo que te viene a la mente es una frase muy
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parecida a la idea del día, déjala que venga. A menudo la idea dicha con tus propias palabras te
será más eficaz que la forma original, y se te quedará en la memoria mucho mejor.
La parte final de la Introducción vuelve de nuevo a las instrucciones generales sobre la práctica
y lo que puede considerarse como “charla para dar ánimos”. En esta parte se le da mucha
importancia a la aplicación de las ideas a nuestras vidas a lo largo del día (9:2-3). “Estas
sesiones de práctica están diseñadas para ayudarte a formar el hábito de aplicar lo que aprendes
cada día a todo lo que haces” (11:2).
“No es cuestión de repetir el pensamiento y luego olvidarte de él” (11:3). ¡Me resulta familiar!
¡Este repaso expone de manera maravillosa todos los pequeños trucos que nuestra mente ha
estado usando para evitar los beneficios de las lecciones! No dejes que eso te desanime. Sólo el
darse cuenta de las astutas estratagemas con las que el ego se resiste ya es un avance importante
del plan de estudios. Pero no te quedes ahí, ahora que ya conoces los trucos del ego, puedes
darle vuelta a la situación y empezar a dejar que las ideas de las lecciones te ayuden, “su
propósito es serte útil en toda circunstancia, en todo momento y lugar, así como siempre que
necesites cualquier clase de ayuda” (11:5).
Y por si no nos hemos dado cuenta del propósito, mira cómo termina la Introducción al repaso:
“No te olvides”… (12:2)
“No te olvides de lo poco que has aprendido. No te olvides de lo mucho que puedes aprender
ahora. No te olvides de lo mucho que tu Padre te necesita, según repasas los pensamientos que
Él te dio” (13:1-3).
TERCER REPASO. INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Propósito: Una segunda oportunidad para las últimas veinte lecciones, en la que puedes
practicarlas mejor, y que puede adelantarte tanto que continuarás tu viaje “sobre un terreno más
firme, con pasos más seguros y con mayor fe” (12:3).
Observaciones: Por favor, sigue las instrucciones de abajo con tanto detalle como puedas. Si
pierdes una sesión de práctica (ya sean las más largas o las de cada media hora) porque no
pudiste hacerlas en el momento adecuado, tu progreso no se verá afectado, No te preocupes por
recuperarlas. Sin embargo, si no las hiciste porque no quisiste dedicarles tiempo, tu progreso se
verá dificultado. Ésas deberías recuperarlas. Las dejaste de hacer porque pensaste que otra
actividad te daría más. Tan pronto como recuerdes que “tu práctica te lo ofrece todo” (4:5), haz
los periodos de práctica que las compensan como una afirmación de que tu verdadera meta es la
salvación.
Al decidir si debes compensar un periodo de práctica, se muy honesto contigo mismo. No
intentes hacer pasar el “no quise hacerlo” por “no pude hacerlo”. Aprende a distinguir entre
situaciones que verdaderamente no te permitían hacerlo y aquellas en que podías haberlas hecho
si hubieses querido.
Ejercicios más largos: 2: 1 por la mañana, y 1 por la noche (preferentemente en los primeros y
en los últimos cinco minutos del día), durante cinco minutos (más si quieres).
Lee las dos ideas y los comentarios acerca de ellas, para que las ideas se asienten
firmemente en tu mente.
Luego cierra los ojos y empieza a pensar en las ideas y deja también que te vengan
ideas relacionadas (esto se ha hecho ya en lecciones anteriores). Sin embargo, hay un
giro importante. Deja que tu mente busque diferentes necesidades, problemas o
preocupaciones. En otras palabras, deja que tu mente aplique las ideas de manera
creativa para eliminar tu sensación de necesidades, problemas o preocupaciones. Ésta es
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una versión más avanzada de dejar que vengan pensamientos relacionados, en la que
esta técnica se combina con la respuesta a la tentación (ya había consejos de esto en el
Segundo Repaso; mira mis comentarios acerca de la respuesta a la tentación en las
instrucciones para la práctica del Segundo Repaso).
Recuerda tu entrenamiento en dejar que surjan en tu mente pensamientos relacionados:
pon las ideas en tu mente. Confía en la propia sabiduría de tu mente para traer
pensamientos relacionados (esta confianza es un tema importante en este repaso). No
hagas esfuerzos, deja que tu mente saque los pensamientos. Los pensamientos sólo
necesitan tener una cierta relación con las ideas, aunque no deben estar en conflicto con
ellas. Si tu mente se distrae, o te quedas en blanco, repite la idea e inténtalo de nuevo.
Si lo intentas y te resulta con muy poca estructura, he encontrado la siguiente versión
con más estructura para que te resulte útil:
1. Deja que te venga a la mente una necesidad, un problema o una preocupación, y
nómbrala para ti (por ejemplo: “Veo este conflicto con… como un problema”).
2. Repite una o las dos ideas del día (por ejemplo: “”Soy espíritu”).
3. Mientras repites la idea, observa tu mente en busca de chispas de comprensión
que surjan y que se apliquen a tu necesidad, problema o preocupación, y
repítete esta comprensión a ti mismo (por ejemplo: “Como espíritu, nada puede
hacerme daño. Soy totalmente invulnerable”).
4. Continúa con más pensamientos relacionados, o pasa a la siguiente necesidad,
preocupación o problema.
Recordatorios frecuentes: A la hora en punto y a la media hora, durante un momento.
Repite la idea a aplicar (a la hora en punto: la primera idea; a la media hora: la segunda
idea).
Deja que tu mente descanse en silencio y en paz durante un momento.
Después, intenta llevar la idea en tu mente, teniéndola preparada como respuesta a la
tentación.
Respuesta a la tentación: Cada vez que tu paz se vea amenazada.
Repite la idea (la que te toca de tu última sesión de práctica). Al aplicar la idea a los asuntos
del día, harás que esos asuntos sean santos.
Observaciones: Estas sesiones más cortas de práctica (recordatorios frecuentes y respuesta a la
tentación) son tan importantes como las más largas, por lo menos. Si te las saltas, lo cual has
tendido a hacer, no dejas que las ganancias de las sesiones más largas se aplique al resto de tu
vida, donde podrías ver lo valiosos que son sus regalos. Después de tus sesiones más largas de
práctica, no dejes “que lo aprendido permanezca inactivo” (10:1). Refuérzalo con los
recordatorios frecuentes cada media hora. Y después de éstos, no te olvides de la idea (11:3).
Tenla preparada y lista para usarla como respuesta a todos tus pequeños disgustos. De esta
manera, construyes una cadena continua que se extiende desde las sesiones más largas a lo largo
del ajetreo y bullicio de tu día.
LECCIÓN 111
-
21 ABRIL
(91) Los milagros se ven en la luz.
(92) Los milagros se ven en la luz, y la luz y la fortaleza son una.
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Tercer Repaso
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Comentario
Hoy deseo abrir mi mente a la luz. Estoy ansioso por salir de mi obscuridad, y no tendré miedo
de lo que la luz me mostrará. Nada de lo que he estado escondiendo puede hacerme daño. Estoy
hambriento de la verdad. Dentro de mí únicamente hay inocencia, y no lo que yo temía que
hubiese. Dentro de mí, en la luz, está lo que he estado deseando encontrar durante toda mi vida.
Yo soy un milagro.
La luz de Dios es mi fortaleza. Me siento incapaz de elevarme hasta esta altura invocando, pero
mi debilidad es la obscuridad que desaparece en Su luz. No necesito ser fuerte para venir a la
luz, la luz me da fuerza al acercarme a ella. Siento que me falta fuerza para ver con la pureza de
visión que pide el Curso, pero Dios me da la fortaleza que necesito, y en Su luz yo veo. Gracias,
Padre, por la luz. Hoy Tú brillas en mi mente. Gracias, Padre, por la luz ahora, en este mismo
instante.
LECCIÓN 112
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22 ABRIL
(93) La luz, la dicha y la paz moran en mí.
(94) Soy tal como Dios me creó.
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Tercer Repaso
Comentario
Soy el hogar de la luz. Mi auténtico ser es naturalmente compatible con la luz. La luz me
pertenece y está en mí. No soy el hogar de la obscuridad. Por naturaleza, cuando la ilusión no la
impide, extiendo luz a todo a mi alrededor.
Soy el hogar de la dicha. El sufrimiento y la tristeza no están en mi naturaleza. Cuando la dicha
entra, mi mente siente que le pertenece. No hay nada en mí que se oponga a la pura dicha. No
hay nada en mí que impida un ambiente de dicha constante. Por naturaleza, la dicha se extiende
desde mi ser y permanece conmigo. Me siento a gusto en la dicha y la dicha se siente a gusto
conmigo.
Soy el hogar de la paz. La paz me pertenece. La paz es el estado natural de mi mente, cuando
está asentada en la verdad. Nada en mí se opone a un estado mental constante. La paz está en
armonía con mi ser. Mi resplandor natural extiende paz a todas las mentes a mi alrededor.
Así es como Dios me creó. Así es como soy, y seré eternamente. No puedo cambiar tal como
Dios no puede cambiar, soy uno con Él, y Él conmigo. Nada de lo que he hecho, dicho o
pensado ha cambiado la verdad en mí. Lo que soy no puede cambiar, lo que soy es eterno y
constante en su ser.
Hoy, al reconocer la luz en mí, le doy la bienvenida a la verdad. Le doy la bienvenida a la pura
dicha. Le doy la bienvenida a la paz de Dios. Y las comparto con el mundo.
LECCIÓN 113
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23 ABRIL
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(95) Soy un solo Ser, unido a mi Creador.
(96) La salvación procede de mi único Ser.
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Tercer Repaso
Comentario
Hay algo atrayente en ser “un solo Ser”, que no se puede explicar. Gran parte de la psicología
moderna habla de la “integración” de los distintos aspectos de nuestro ser. Así pues, la mayor
parte del tiempo nos sentimos como si estuviésemos hechos de piezas diferentes, que a veces
trabajan juntas pero que la mayoría de las veces están en conflicto. Hay lo que los psicoanalistas
Jungianos llaman nuestra “sombra”, que son tendencias reprimidas que nos siguen como figuras
tenebrosas en nuestros sueños.
El Curso ofrece la visión de un Ser unificado. Habla de “una mente que está en paz consigo
misma” (L.p.II.8.3:4). Nos dice que debido a que somos un solo Ser, no podemos estar en
conflicto. El Texto habla de nuestra guerra contra nosotros mismos (Capítulo 23), y dice que el
aparente conflicto que vemos en el mundo a nuestro alrededor no es nada más que un reflejo de
la ilusión de conflicto que todos llevamos dentro de nuestra mente. Dice: “Se empieza a tener
paz en él (mundo) cuando se le percibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce
hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas” (L.200.8:2). La paz tiene que comenzar
dentro de nosotros, en la serenidad y en la calma de un ser unificado, en una mente libre de
conflicto y ataque.
Sin embargo, el Ser del que estamos hablando es más que un individuo completo y unificado.
Es un Ser que todos compartimos, “uno con toda la creación y con Dios” (1:2). Son aspectos
diferentes de la misma cosa, pues cuando nos liberamos a nosotros mismos del conflicto dentro
de nosotros, nuestro conflicto con el mundo desaparece milagrosamente.
Por eso, la salvación procede de mi único Ser. Cuando nos hayamos unido a nosotros mismos y
hayamos reconocido la verdad de nuestro ser unificado, este estado de estar completo se
extenderá a los otros de manera natural. Desde dentro del Círculo de la Expiación (T.14.V),
acercamos a otros a su propia plenitud, que comparten con nosotros.
Hoy aquieto y acallo a mi mente de todos sus conflictos. Me aparto de la separación. Tomo mi
tiempo en la quietud y el silencio para romper mi identificación con esta imagen de un ser
dividido en partes diferentes, y me sumerjo en la consciencia de “un Ser” dentro de mí, Que es
lo que realmente soy. Las imágenes conflictivas acerca de mí vienen y van con sorprendente
frecuencia, ellas no pueden ser mi realidad. Algo permanece debajo de todo ello, el “murmullo”
del ser en el que todos los destellos y dramas parecen ocurrir. Esta constancia es lo que soy, no
los pensamientos que van y vienen y que exigen mi atención. Abrazo a este único Ser, con gran
anhelo, diciendo: “La salvación procede de mi único Ser. Esta unidad es mi salvación. Esta
unidad es mi realidad”
LECCIÓN 114
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24 ABRIL
(97) Soy espíritu.
(98) Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.
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Instrucciones para la práctica
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Comentario
“No hay cuerpo que pueda contener mi espíritu” (1:3) o limitarlo. Muy a menudo, incluso
cuando conectamos de algún modo con nuestra realidad espiritual, pensamos que somos seres
humanos teniendo una experiencia espiritual (como alguien dijo), sería más exacto pensar que
somos seres espirituales teniendo una experiencia humana. La primera manera considera nuestra
humanidad la única realidad, y lo espiritual algo que va y viene dentro de esa realidad. La
segunda manera se da cuenta de que lo espiritual es nuestra realidad básica, y que la
“experiencia” humana es algo que viene y va dentro de esa realidad. “Soy espíritu” (1:1). Eso
es lo que soy. La experiencia de que soy un ser humano en un cuerpo es una cosa temporal y
pasajera. No cambia lo que soy, y no puede limitar lo que verdaderamente soy, aunque parece
que me limita debido a que creo en la limitación.
El valor de cosas tales como las experiencias psíquicas o paranormales está en el grado en que
nos ayudan a darnos cuenta de que los límites bajo los cuales nos movemos habitualmente no
son firmes ni rígidos. Las mentes están verdaderamente unidas, el tiempo y el espacio no son
límites absolutos, y así sucesivamente. Todos tenemos muchas habilidades de las que no somos
conscientes (ver M.25.21:3), porque no somos cuerpo sino espíritu. Ir más allá de estos límites,
mientras parece “supernatural desde la perspectiva del cuerpo, es verdaderamente natural; los
límites son lo que no es natural” (ver M.25.2:7-8). Cualquier cosa que rompa nuestra ilusión de
estar limitados al cuerpo, y que haga esa ilusión menos sólida, es útil, siempre que usemos esas
experiencias o poderes bajo la dirección del Espíritu Santo. Las experiencias y los poderes no
son objetivos en sí mismos.
Nuestro propósito principal no es desarrollar habilidades paranormales, sino llevar a cabo
nuestro papel en el plan de Dios para la salvación, que es sencillamente aceptar Su Palabra
acerca de “lo que soy y lo que por siempre he de ser” (2:2). En otras palabras, espíritu completo,
santo y eterno. Date cuenta de que: mi función, mi parte en el plan, es aceptar la verdad acerca
de lo que soy. Puede parecer que eso no tiene nada que ver con nadie más, pero tiene todo que
ver con todos los demás, porque lo que soy es parte todos y todos son parte de mí. Mi ilusión es
la de que estoy separado, la verdad es que todos somos uno. Aceptar la verdad acerca de mí es
aceptar que tú eres parte de mí, y nosotros juntos parte de Dios. Eso conlleva perdonarte,
perdonar al mundo y perdonar a Dios. Aceptar la Expiación para mí mismo significa extender la
Expiación a todos a mi alrededor, no puedo encontrar mi Ser si te excluyo a ti. Para aceptar la
plenitud de mi Ser y mi propio poder creativo, debo dejar de verme a mí mismo como víctima
de algo o de alguien, porque ésa no es la verdad de lo que yo soy. Para aceptar mi integridad sin
mancha de ser, debo dejar de culparte de cualquier cosa y darme cuenta de que únicamente mis
propios pensamientos pueden afectarme.
Hoy, quiero relajarme y abandonar los límites del cuerpo. Miraré a los límites en los que creo y
me recordaré a mí mismo que no son reales. Dejaré de darle “valor a lo que no lo tiene” (L.133,
encabezamiento) y abandonaré mi inversión en mi cuerpo. Lo cuidaré como a cualquier
posesión que me sea útil, pero intentaré, al menos un poco, deshacer mi apego a él y mi
sensación de identidad con él. El cuerpo morirá, dejará de existir; pero yo no, pues yo soy
espíritu. Quiero aceptar esta realidad acerca de mí porque éste es mi papel en el plan de Dios
para la salvación.
LECCIÓN 115
-
25 ABRIL
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(99) La salvación es mi única función aquí.
(100) Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.
Instrucciones para la práctica
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Comentario
Mi tarea es perdonar al mundo por todos mis errores (1:2). A menos que sepa algo acerca de las
enseñanzas del Curso sobre la proyección, no tendré idea de lo que esto significa. Cada
“pecado” que veo ahí fuera en el mundo (incluso los atentados terroristas) es, en cierto modo,
una proyección de un juicio que he hecho acerca de mí mismo. Mi negativa a perdonar algo, o a
verlo como una petición de amor que merece una respuesta de amor sanador, es un reflejo del
grado en el que no me he perdonado a mí mismo. La forma que percibo “ahí fuera” puede
cambiar, alterar y sufrir una transformación de mi propia forma de “pecado” para que yo no la
reconozca. De hecho, en lo que al ego se refiere, cuanto menos se reconozca mejor. Pero el
contenido es siempre el mismo. Puede que no ponga bombas a niños, pero si juzgo a aquellos
que lo hacen como que no merecen perdón, estoy albergando una creencia en la venganza (que
no me he perdonado a mí mismo), y mi juicio acerca de los terroristas es mi juicio acerca de mí
mismo.
Por lo tanto, cuando libero al mundo de culpa, me he liberado a mí mismo.
Mi única función es perdonar. No es tener éxito en el mundo, ni cambiar algo, únicamente
perdonar. Únicamente cuando acepto perdonar llego a la paz interna.
El que yo lo haga (mi parte en el perdón) es esencial para todo el proceso. Para que el mundo
encuentre su completa inocencia, su falta de culpa, tengo que dejar de culparle yo. Hay personas
a mi alrededor hoy que necesitan que se les quite la culpa de sus hombros y, para que así sea,
me los encuentro. Puede parecer que estoy de negocios, comprando o vendiendo, enseñando,
arreglando huesos rotos, o programando ordenadores, pero la verdadera razón por la que estoy
aquí es para salvar al mundo, para perdonarlo y liberarlo de toda culpa.
LECCIÓN 116
-
26 ABRIL
(101) La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
(102) Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones del Tercer Repaso
Comentario
En algún lugar de nuestra mente colectiva hay un mito obscuro y terrible. El mito significa que
la Voluntad de Dios para nosotros es sufrimiento, sacrificio, la pérdida de todo lo que amamos,
renunciar a todo lo que queremos por Su Reino. Según este mito hacer la Voluntad de Dios es
una cosa sin alegría y sombría. En una de sus conferencias, Marianne Williamson lo describió
así: “Creía que tendría que vestirme de gris el resto de mi vida”.
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La Voluntad de Dios es felicidad. ¿Cómo puede el Amor querer menos que eso para nosotros?
Cada ser humano, incluso los más mezquinos, quieren que sus seres amados sean felices.
¿Cómo hemos podido imaginar que Dios, Amor perfecto, quería algo distinto a la perfecta
felicidad para nosotros?
Entonces, todo nuestro sufrimiento debe venir de la creencia de que hay alguna “otra” voluntad
que se opone a la de Dios y quiere estropear nuestra felicidad. Quizá, secretamente sospechamos
que esa voluntad es la nuestra. Si no, sabemos que “ellos” están ahí fuera en algún lugar, y que
la tienen tomada con nosotros. Sin embargo, no hay “otra” voluntad. No hay un poder malvado
acechando al universo y apuntando a nuestra destrucción. Sólo existe Dios.
Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz. No soy un incurable destructor de mí
mismo, con un ramalazo obscuro e incomprensible contra Dios, contra el universo, y contra mí
mismo, que me lleva sin remedio a la muerte. Mi verdadera voluntad es la de Dios, y yo quiero
felicidad. “Mi voluntad es que haya luz”, como decía la lección 37. Su Voluntad es todo lo que
realmente quiero.
El Curso habla mucho sobre los tenebrosos cimientos del ego que llevan a la muerte. Esas
corrientes sombrías circulan por nuestra mente, deformando y viciando nuestra experiencia en
este mundo. Pero el Curso no nos deja ahí, sin esperanza. Trae el mensaje de que aunque el ego
parece real, no es lo que nosotros somos. No tiene poder sobre nosotros, es una invención
equivocada de nuestra mente. Y debido a que nosotros lo hicimos, podemos deshacerlo. Ya que
lo elegimos, podemos elegir de nuevo. Si dejamos de tenerle miedo a esos rincones tenebrosos
de nuestra mente y los miramos de frente, reconoceremos que no tienen fundamento. Más allá
de ellos veremos a nuestro Ser. Veremos lo que esos obscuros cimientos han estado ocultando
todo el tiempo: nuestro propio intenso y ardiente amor a Dios, y el Suyo a nosotros (ver
T.13.III.2:8). Aquí, en el auténtico cimiento de nuestro ser, queremos lo que Dios quiere y
amamos lo que Dios ama.
Hoy, me permito descansar en el pensamiento feliz de que en el centro de mi ser hay un impulso
irresistible hacia la verdad. Quizá no sienta “perfecta felicidad”, pero la sentiré. Tengo que
sentirla porque lo más profundo de mi corazón lo quiere y se une a Dios en Su Voluntad, y no
hay nada que pueda oponerse, nada real o con poder para oponerse.
“La Voluntad de Dios se hace sean cuales fueren tus reacciones a la Voz del Espíritu Santo, sea
cual fuere la voz que elijas escuchar y sea cuales fueren los extraños pensamientos que te
asalten”. (T.13.XI.5:3-4)
Es imposible que no alcances el Cielo, pues Dios es algo seguro, y lo que Su Voluntad dispone
es tan seguro como Él. (T.13.XI.8:9)
LECCIÓN 117
- 27 ABRIL
(103) Dios, al ser Amor, es también felicidad.
(104) Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.
Instrucciones para la práctica
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Comentario
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“Quiero recordar que el amor es felicidad y que nada más me puede hacer feliz” (1:2). Una de
las cosas que con el tiempo me ha convencido de la verdad del Curso es esta misma experiencia:
soy más feliz cuando estoy amando. No quiero sólo decir “soy feliz cuando estoy enamorado”,
en el sentido romántico de la palabra, aunque eso tampoco está excluido. Cuando el amor fluye
a través de mí, ya sea en una relación cercana e íntima o en algo más “distante” (sentado aquí y
escribiendo estas notas y pensando en todos vosotros, por ejemplo), soy feliz. Amar me hace
feliz. No, más que eso: “El amor es felicidad” (1:2).
(Barry Kaufman escribió un libro maravilloso titulado Amar Es Ser Feliz Con. Siempre he
pensado que es un título muy profundo).
Por otra parte, el enfado es sufrimiento. Si pienso acerca de cómo me siento cuando estoy
enfadado, me daré cuenta de que no me gusta cómo me siento. El Curso habla mucho de ideas y
de cambiar nuestra mente, a menudo el cambio de mente es una decisión sobre los sentimientos:
“Puedes empezar a cambiar de parecer con lo siguiente: Por lo menos puedo decidir que no me
gusta cómo me estoy sintiendo ahora” (T.30.I.8:1-2). Los sentimientos pueden ser muy útiles
cuando pensamos en ellos, y usarlos como motivadores para cambiar nuestra mente. El enfado
me hace sufrir, amar me hace feliz. Por lo tanto, quiero elegir amar. ¿Es eso prestar atención a
los sentimientos, o es lógica? ¿O los dos? Sea lo que sea, funciona.
He dicho que darme cuenta de que el amor y la felicidad van juntos, me ha convencido de que el
Curso es verdad. Aquí está la razón. El Curso dice que somos completamente amorosos y
completamente merecedores de ser amados. Dice: “Enseña solamente amor, pues eso es lo que
eres” (T.6.I.13:2). A veces no siento que soy amor. Sin embargo, si cuando amo soy feliz, el
amor debe ser mi voluntad, tiene que ser mi naturaleza. ¿Qué es la felicidad, excepto la libertad
de ser yo mismo y de hacer realidad mi naturaleza? Si soy feliz cuando amo, entonces tengo que
ser amor.
Esto es lo que significa esta frase: “El amor, al igual que la dicha, constituyen mi patrimonio”
(2:2). Mi herencia. Mi naturaleza. Lo que yo soy. El amor me pertenece en verdad, y con él la
felicidad, ya que son lo mismo.
Hoy, tan a menudo como pueda, me propongo recordarme a mí mismo: “El amor es felicidad”.
Y luego en ese momento, ser simplemente el amor que yo soy. Si quiero ser feliz siempre, que
sea siempre amoroso. ¡Y feliz! ¡Oh, qué felicidad y alegría cuando el corazón se abre y deja
salir el amor! Que hoy no me cause dolor a mí mismo al no dejarlo manifestarse. ¡Que Dios os
bendiga a todos!
LECCIÓN 118
-
28 ABRIL
(105) Mías son la paz y la dicha de Dios.
(106) Déjame aquietarme y escuchar la verdad.
Instrucciones para la práctica
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Comentario
Los substitutos que me he inventado son lo que me impide aceptar la paz y la dicha de Dios. Ya
tengo la paz y la dicha de Dios, pero mi ego ha decidido que no son suficientes. Como el Curso
dice, quiero “más que lo que lo es todo” (T.29.VII.2:3), mi propia plenitud no es suficiente. La
sección del Texto dice realmente que buscar “más que lo que lo es todo” lo demuestra el hecho
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de que estoy en este mundo. “No hay nadie que venga aquí que no abrigue alguna esperanza,
alguna ilusión persistente o algún sueño de que hay algo fuera de sí mismo que le puede brindar
paz y felicidad” (T.29.VII.2:1). “La felicidad y la paz” es lo que estoy buscando, pero fuera de
mí mismo. He negado que están dentro de mí, donde Dios las puso.
Para encontrar la paz y la dicha que están dentro de mí y son mías, tengo que “cambiar” todos
los substitutos que me he inventado. Tengo que dejar de buscar la felicidad fuera de mí mismo.
Según mi experiencia, eso no es fácil. Parece suceder poco a poco, con el paso del tiempo. Poco
a poco aprendemos que lo que estamos buscando en el mundo no está ahí, no de manera que
dure. Al mismo tiempo, poco a poco, empezamos a tener pequeñas experiencias de nuestra
dicha y paz internas. Cuando empezamos a comparar las dos experiencias, resulta muy claro que
la paz y la dicha de nuestro interior son mucho más seguras y satisfactorias que lo que procede
de fuera. Puede que por un tiempo intentemos tener las dos, pero no funciona. Finalmente las
abandonaremos, y regresaremos a los brazos de Dios. Finalmente aceptaremos la paz y la dicha
de Dios.
Mi voz sigue intentando decir cómo deberían ser las cosas. Básicamente, el Curso nos dice que
dejemos de escuchar nuestro propio consejo. Tenemos que dejar de pensar que tenemos el
control, que sabemos lo que hay que hacer y lo que se necesita, y tenemos que aprender a
escuchar. Como una persona que se está ahogando, nuestros propios esfuerzos para salvarnos a
nosotros mismos son el mayor obstáculo para nuestro Salvador. Necesitamos confiar en Él,
relajarnos y dejarnos llevar.
El mejor modo que conozco de hacer esto es practicarlo. Simplemente sentarse durante cinco,
diez, quince minutos (lo que pida la lección, lo que nos parezca bien) y, después de repasar la
idea del día por un momento, sólo aquietarnos y permanecer en silencio. Muchos días parece
enormemente difícil aquietarme y estar en silencio. En el instante en que lo intento, mi mente
empieza a recordarme cosas: “No olvides hacer esa llamada de teléfono. Necesitas yogur del
supermercado. ¿Qué vas a hacer acerca de tu relación con...? Esta semana no has hecho la
colada. Tienes exceso de peso y te vas a morir”. Respiro profundamente. Una y otra vez, sigo
respirando lenta y profundamente. Repito las palabras de la lección: “Déjame aquietarme y
escuchar la verdad” (2:1). O digo al Espíritu Santo: “¡Ayúdame!” Dejo que los pensamientos
vengan y se vayan. Me hago a un lado, los observo, e intento no dejarme arrastrar por ellos. Y
escucho, quizá me lleguen algunas palabras de mi Maestro. Y a veces, me llegan. A veces me
quedo muy quieto, y el parloteo de mis pensamientos se calma, si no completamente por lo
menos a un murmullo apagado de fondo, como un montón de gente en un restaurante
concurrido a la que no presto atención. Practico aquietarme y escuchar. No sé tú, pero pienso
que es un ejercicio que merece la pena hacerlo. A veces, incluso me sostiene durante el día, y
me encuentro escuchando Su Voz y no a mí mismo durante el día. Y de eso se trata.
LECCIÓN 119
-
29 ABRIL
(107) La verdad corregirá todos los errores de mi mente.
(108) Dar y recibir son en verdad lo mismo
Instrucciones para la práctica
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Comentario
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La primera idea habla de la corrección del error. Las dos frases explicativas que la siguen
hablan de un nivel muy elevado, que definen el “error” como cualquier pensamiento de que algo
pueda hacerme daño. Lo que soy es espíritu. El espíritu es eterno y no puede cambiar, creado
por Dios a Su semejanza. Según la definición del Curso, lo que puede sufrir o ser dañado no es
real. Eso incluye nuestro cuerpo, nuestra mente que puede ser herida, todo lo que vemos en el
universo físico; todo ello tiene un final. La Introducción al Texto dice: “Nada real puede ser
amenazado” (T.In.2:2). Lo que estoy aprendiendo es que mi ser no puede ser amenazado, la
eterna seguridad de mi Ser que descansa en la Mente de Dios.
Estamos pasando por un suave y continuo proceso de desengancharnos de nuestra identificación
con lo pasajero. Lo que somos en verdad no muere. Hemos soñado un sueño, y tontamente
hemos creído que nosotros somos el sueño. No somos el sueño, somos el soñador (el Texto
habla largo y tendido de esto en el Capítulo 27, secciones VII y VIII). El Espíritu Santo nos
alivia por medio de una fase de transformación, cambiando nuestro sueño aterrador en un sueño
feliz, para que podamos despertar suavemente y alegremente, nunca más asustados por los
terrores de la noche.
¿Cómo vamos a cambiar nuestro sueño? Es un salto demasiado grande para pasar de un estado
donde el dolor, el sufrimiento y la muerte son realidades para nosotros, a una consciencia de
nuestra naturaleza eterna. Por eso la segunda idea habla de los medios con los que podemos
empezar a cambiar dulcemente al sueño feliz: el perdón. Llegamos a reconocer nuestra
inocencia, y de este modo nuestro Ser, al perdonar todo a nuestro alrededor. Tenemos que
aprender a aceptar la verdad acerca de nosotros, y lo hacemos al aprender a mirar más allá del
error en otros, hasta que empezamos a darnos cuenta de que lo que hay debajo de los errores de
otros es Algo que compartimos con ellos. Nos encontramos a nosotros mismos en nuestros
hermanos y hermanas por medio del perdón. Lo que hemos aprendido a dar a otros se nos ha
dado a nosotros, todo el tiempo. Despertamos al despertar a otros. Enseñamos paz para
aprenderla. En la bondad y misericordia hacia otros, entramos en el corazón bondadoso y
compasivo de Dios.
LECCIÓN 120
-
30 ABRIL
(109) Descanso en Dios.
(110) Soy tal como Dios me creó.
Instrucciones para la práctica
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Comentario
De vez en cuando recuerdo a mi profesor de inglés del instituto y estoy contento de que me
enseñara a hacer esquemas de las frases. Me doy cuenta de que estoy fijándome en las partes
principales de una frase, como ésta: “Descanso en Dios y dejo que Él obre en mí… mientras
descanso… “(1:2). Para mí, hoy, lo que dice es que me relaje y confíe en el proceso.
Únicamente “abandonar todo y dejárselo a Dios”, como dice el refrán. El domingo es un “día de
descanso” en la tradición cristiana, y para la mayoría de nosotros es un día adecuado para
practicar el descanso (más que otros días). De vez en cuando es beneficioso tomarse un día, y de
manera consciente hacer que sea un día de descanso para ti. Eso no quiere decir que no puedas
hacer algo productivo, pero si lo haces, que sea porque te gusta hacerlo, porque quieres hacerlo.
Hoy quiero recordar la paz.
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A veces me preocupo tanto que no lo consigo. Toco las heridas de mi mente que está sanando, y
me pregunto cuándo sanarán por completo. Me preocupo por pequeñeces y me pregunto qué
más puedo hacer para que el proceso de sanación se acelere. Estoy intentando acelerar el
proceso de sanación. Preocuparse empeora las cosas. De lo que se me está curando es de la
preocupación. Por eso, que hoy yo descanse. ¡Ahhh!
Mientras descanso, mi Padre me dice Quién soy realmente. “El recuerdo de Dios aflora en la
mente que está serena” (T.23.I.1:1). Cuando me permito a mí mismo descansar en el espíritu,
encuentro un cimiento sólido, la morada de mi Ser, tal como Dios me creó. Estoy bien. La
agitación por la que me preocupo tanto no es más que “una enfermiza ilusión que albergo
acerca de mí mismo” (2:3). Lo que soy está bien, y no necesito protegerlo. Estoy en casa.
LECCIÓN 121
-
1 MAYO
“El perdón es la llave de la felicidad”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aprender a dar el perdón y ver que, cuando lo das, tú recibes perdón.
Práctica de la mañana/ noche: 2 veces, durante diez minutos.
Identifica a alguien a quien perdonar. Piensa en alguien que no te gusta o que desprecias
o que te parece irritante o que quieres evitar. El que ya te ha venido a la mente vale.
Cierra los ojos y contémplalo en tu mente, míralo durante un rato. Intenta ver una
pequeña chispa de luz en tu imagen de él. Estás buscando algo amoroso o una cualidad
verdadera en él, o quizá algún pensamiento amable o un gesto bondadoso suyo (algún
reflejo lejano de la luz de Dios en él). Todo depende de esto, así que tómate tiempo.
Una vez que encuentres algo, piensa que representa una pequeña chispa de luz en algún
lugar de tu obscura imagen de él. Luego ve a esta chispa crecer hasta que cubra
completamente tu imagen de él, sustituyendo toda la obscuridad por luz. En otras
palabras, contémplale sólo en la luz de esta única cualidad o acción amorosa. Piensa en
ella como la única pista de lo que él es de verdad. Si tienes éxito, él te parecerá una
persona santa, sin defectos, extendiendo luz. Puedes incluso imaginar que Grandes
Rayos brillan y se extienden desde él. Ahora contempla esta nueva imagen de él durante
un rato. Agradece lo amoroso e inocente que es.
Ahora piensa en alguien a quien consideras amigo. Intenta extenderle a tu amigo la luz
que viste en tu “enemigo”. Esto hace que tu amigo parezca mucho más que un amigo.
Se te muestra como tu salvador, con poder para iluminarte con sólo una mirada de sus
santos ojos.
Ahora deja que tu salvador te ofrezca la luz que le diste. Después deja que tu antiguo
enemigo se una a él, para que ambos puedan ofrecerte esta luz. ¿Por qué no iban a darte
este santo regalo, cuando tú se lo diste a ellos, y mostrarte tu santidad durante el
proceso? Ve rayos de perdón saliendo de ellos y cubriéndote, perdonándote tus
“pecados”, haciendo que tú extiendas los mismos Grandes Rayos que ellos.
Contémplate a ti mismo uno con ellos, unido en la santa luz del perdón que tú has dado
y recibido. “Ahora te has perdonado a ti mismo” (13.3).
Recordatorios frecuentes: Cada hora (no te olvides).
Repite: “El perdón es la llave de la felicidad. Despertaré del sueño de que soy mortal, falible
y lleno de pecado, y sabré que soy el perfecto Hijo de Dios”. Para entender estas líneas, puedes
poner “por medio del perdón” al principio de la segunda frase. ¿Recuerdas el viejo dicho:
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“Equivocarse es humano, perdonar es divino”? El perdón es lo que nos demuestra que somos
más que humanos, que somos divinos.
Una cosa más: Si vas a repetir estas frases cada hora, necesitarás aprendértelas de memoria o
escribirlas en una tarjeta.
Comentario
Cuanto más estudio el Curso más sentido tiene esta lección para mí. La primera vez que la leí,
me pareció poco probable que el perdón fuese la llave de la felicidad. Podía ver que era una
llave pero no la llave. Cuando la explicación del Curso acerca de la raíz de todos nuestros
problemas empezó a meterse en mi mente, empecé a ver que de un modo u otro, la falta de
perdón estaba detrás de cada problema. Luego empezó a tener sentido que el perdón los
solucionaría todos ellos.
Mira a la letanía de males que abarca esta descripción de “la mente que no perdona” (2:1-5:5):
Miedo.
Un modo de pensar estrecho y cerrado que no deja espacio para que el amor crezca y se
desarrolle.
Tristeza, sufrimiento, duda, confusión, ira.
Los pares contradictorios de miedos, para mí el más claro es “miedo de cada sonido que
oye, pero todavía más del silencio” (3:1).
La deformación de la percepción que resulta de la falta de perdón, que no nos deja ver
los errores como lo que son y, en su lugar, percibe pecados.
El terror alucinante de nuestras propias proyecciones.
Me reconozco a mí mismo, o por lo menos recuerdos de mí, en tantas de estas frases: “Desea
vivir, sin embargo, anhela estar muerta. Desea el perdón, sin embargo, ha perdido toda esperanza” (4:3-4). Yo me he sentido así. Estos párrafos nos describen a todos nosotros. Pienso que
si alguien no se reconoce aquí en algunas cosas, no esta siendo honesto consigo mismo. Y el
pensamiento más horrible de todos es este: “No cree que pueda cambiar” (5:3). ¿No has sentido
ese miedo en tu propio corazón alguna que otra vez? Yo sé que lo he sentido.
Cuando reconocemos que estas descripciones son adecuadas acerca de nosotros, que nos
encontramos en uno u otro de estos estados mentales, la misma palabra “perdón” suena como un
oasis en el desierto de Sahara. Fresca, calmante y refrescante. Como se nos decía en la Lección
79, tenemos que reconocer el problema antes de darnos cuenta de cuál es la solución.
“El perdón es algo que se adquiere. No es algo inherente a la mente” (6:1-2). Esto afirma un
principio fundamental que explica mucho de los métodos del Curso, y explica por qué es
necesaria alguna forma de transición entre dónde pensamos que estamos y dónde estamos ya en
realidad. Si ya somos perfectos, tal como Dios nos creó, ¿por qué tenemos que aprender algo?
Porque la solución al problema de la culpa es el perdón, y el perdón no era parte de nuestra
mente tal como Dios la creó. No había necesidad de perdón. Sin pensamientos de pecado, la
idea del perdón no tiene significado. Debido a que nos enseñamos a nosotros mismos la idea de
pecado, ahora se nos tiene que enseñar el antídoto: el perdón. El perdón tiene que ser aprendido.
Pero la mente que no perdona no puede enseñarse a sí misma el perdón. Cree en la realidad del
pecado, y con esa base el perdón es imposible. Todo lo que percibe en el mundo demuestra que
“todos sus pecados son reales” (3:3). Atrapados en la falta de perdón, estamos convencidos de
que nuestra percepción de las cosas es correcta. No la ponemos en duda. Desde esa perspectiva
no hay manera de que nuestra mente pueda siquiera imaginar el verdadero perdón. Por eso
necesitamos al Espíritu Santo “Maestro que representa a tu otro Ser” (6:3). Tiene que haber un
“Poder más elevado” Que representa un modo de pensar diferente. La causa de nuestra
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percepción tiene que estar fuera del modo de pensar del ego, aparte de él, limpio de él. Y eso es
Él.
Él nos enseña a perdonar y, por medio del perdón, se Le devuelve nuestra mente a nuestro Ser,
Que “jamás puede pecar” (6:5). Cada persona “fuera” de nosotros, cada representante de esa
multitud de mentes que no perdonan, “te brinda una oportunidad más de enseñarle a la tuya
cómo perdonarse a sí misma” (7:1). Nuestros hermanos y hermanas, que manifiestan su ego
llenos de miedo, dolor, y de la agitación y confusión del mundo, hablándonos con brusquedad
desde su terror, son nuestros salvadores. Al perdonarles a ellos, nos perdonamos a nosotros
mismos. Cuando enseñamos la salvación, la aprendemos. Al liberar a otros del infierno, nos
liberamos a nosotros mismos. Al dar, recibimos.
De esto trata el Curso. Al practicar hoy, que podamos darnos cuenta de que nos estamos
dedicando al ejercicio más importante del Curso, estamos aprendiendo “la llave de la felicidad”.
Y no pensemos que ya sabemos lo que es el perdón, vengamos con humildad, preparados para
que nos enseñe Uno Que sabe.
LECCIÓN 122
-
2 MAYO
“El perdón me ofrece todo lo que deseo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: “Experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te proporciona el
descorrimiento del velo” (11:2).
Práctica de la mañana/ noche: 2 veces, durante quince minutos.
Vete a lo más profundo de tu mente donde moran los regalos del perdón. Intenta sentir la
felicidad, la paz, y la dicha que ofrece el perdón. Busca de todo corazón ese lugar dentro de ti,
lleno de esperanza y alegría. Esta práctica parece un ejemplo de la meditación del Libro de
Ejercicios. Es muy parecida a las que venían después de la Lección 100, en las que aquietabas tu
mente y tratabas de sentir la felicidad y dicha que Dios ha colocado muy dentro de ti. Basándote
en las lecciones pasadas, probablemente deberías empezar repitiendo la idea del día, y luego
usar esa idea de vez en cuando para sacar a tu mente de distracciones.
Observaciones: Ven a estos momentos de práctica lleno de esperanza, porque has llegado a un
punto decisivo de tu viaje. Después de esto, el camino será más fácil y llevadero. Practica
“gustosamente y con ahínco” (9:2), con la confianza de que la salvación puede ser tuya hoy.
Recordatorios frecuentes: Cada quince minutos, durante un minuto por lo menos.
Di: “El perdón me ofrece todo lo que quiero. Hoy he aceptado que esto es verdad. Hoy he
recibido los regalos de Dios”.
Observaciones: Estos periodos más cortos de práctica son extremadamente importantes.
Practicar durante un minuto, por lo menos, 4 veces por hora no es una hazaña pequeña para la
mayoría de nosotros. El propósito de estos periodos más cortos de práctica es conservar en
nuestra mente los regalos que hemos aceptado en la práctica de la mañana. Esos regalos se irán
apagando si no los renuevas cada hora. Sugiero repetir estas frases como una auténtica y sincera
dedicación a la verdad de la idea de hoy. Cuando repitas estas frases, puedes hacerlas más
concretas: “Perdonarte (nombre) me ofrece todo lo que quiero (felicidad, paz, seguridad). Hoy
(día de la semana) he aceptado que esto es verdad. Hoy (fecha) he recibido los regalos de
Dios”.
Comentario
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Hay una frase casi al final de la lección que, para mí, siempre destaca. Habla de cómo el
perdón me permite ver “lo inmutable en medio del cambio y la luz de la verdad tras toda
apariencia” (13:4). Para mí, esta frase se ha convertido en otro modo de considerar lo que es el
perdón.
Detrás de cada apariencia hay algo que no cambia. Las apariencias cambian, y muy rápido. Esto
es verdad tanto físicamente como en percepciones más finas. Pero el espíritu dentro de nosotros
no cambia, habiendo sido creado por lo eterno. El perdón es un modo de mirar más allá de las
apariencias a la realidad que no cambia. No hace caso de la imagen pasajera de los errores del
ego, y ve al Hijo de Dios. Como la Madre Teresa dijo de cada uno a los que ella ayudaba,
vemos a “Cristo en sus disfraces de sufrimiento”.
“El perdón permite que se descorra el velo que oculta la faz de Cristo de aquellos que
contemplan el mundo sin piedad” (3:1)
El perdón es abandonar todas las razones que hemos inventado para negar el amor. Se levanta el
velo de todos nuestros juicios, y contemplamos algo maravilloso, algo asombroso, algo que no
se puede describir. “Lo que entonces recordarás jamás podrá describirse” (8:4). (¡Por eso, ni lo
intento!) Cuando el perdón ha eliminado todos los obstáculos a nuestra consciencia de la
presencia del amor, vemos amor en todas partes. El amor no ha cambiado ni puede cambiar. No
es de extrañar, entonces, que el perdón me ofrezca todo lo que quiero, dándome paz, felicidad,
quietud, seguridad, y “una sensación de belleza y de ser valioso que transciende el mundo”
(1:4). Cuando ves lo inmutable en medio del cambio, desaparece la angustia de tu corazón
porque no hay razón para ella.
¿Por qué nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos nos causan tantos problemas? Porque
nos identificamos con ellos, porque cuando nuestro estado de ánimo y nuestros sentimientos
cambian creemos que nosotros hemos cambiado. El Curso nos enseña a identificarnos con algo
que está más allá del cambio, con la Mente de Cristo dentro de nosotros, que nunca cambia y
nunca cambiará. Aquí tienes una regla general: Lo que cambia no soy yo. Mi Ser permanece
“inalterado e inalterable por siempre jamás” (L.190.6:5).
Esto está empezando a tomar mejor forma en mi mente, cuando empiezo a entender que el
perdón es sencillamente ver lo inmutable en medio del cambio. Es reconocer que lo único que
necesita cambiar es el pensamiento de que es posible cambiar la Mente del Hijo de Dios. Es
darse cuenta de que todos mis “pensamientos” del ego no han cambiado nada, y que todos los
“pensamientos” del ego de mi hermano tampoco han cambiado nada. Es darse cuenta de que lo
que cambia no soy yo, es dejar de identificarme con lo que cambia, y dejar de creer que mi
hermano es mis percepciones cambiantes de él. El perdón significa mirar más allá de lo que
cambia a lo que nunca cambia.
Nuestro sufrimiento procede de identificarnos con lo pasajero. Nuestra paz procede de
identificarnos con lo eterno. Dios no ha creado nada que cambie. Nada que cambia es realmente
yo. Lo que puede cambiar está amenazado por el cambio, y “Nada real puede ser amenazado”
(T.In.2:2). Por lo tanto, nada que cambia es real.
Todo lo que cambia no es nada sino una marca pasajera en tu viaje a lo eterno. No es nada a lo
que aferrarse. Piensa en una hilera de piedras por las que cruzas un arroyo, no te aferras a cada
una mientras lo pasas. Agradeces su utilidad para ayudarte a cruzar al otro lado, pero no
lamentas haber pasado por ellas. Tu meta es la otra orilla. Ése es el único valor de las cosas de
este mundo, cosas que incluyen nuestro propio cuerpo y el de nuestros seres queridos, así como
las cosas materiales e incluso las ideas de nuestro sistema de pensamiento. Las cosas que
cambian sólo pueden valorarse como los peldaños en los que te apoyas para llegar a lo eterno, y
que luego abandonas suavemente para subir el siguiente peldaño a lo eterno y que no cambia,
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que siempre está con nosotros, siempre la realidad de nuestro ser, incluso cuando parece que
viajamos hacia allí.
LECCIÓN 123
-
3 MAYO
“Gracias Padre por los regalos que me has concedido”
Instrucciones para la práctica
Propósito: El Libro de Ejercicios supone que has hecho algún progreso real en tu viaje a Dios,
con el resultado de que tu viaje será ahora más suave porque mucha de tu resistencia ha
disminuido. Hoy te vas a dedicar a dar gracias por estos beneficios. No comprendes toda su
extensión. Únicamente al dar gracias por ellas, apreciarás lo grandes que son.
Práctica de la mañana/ noche: 2 veces, durante quince minutos.
Pasa estos quince minutos dando gracias a Dios y recibiendo Su agradecimiento a ti. ¿Cuáles
son exactamente las cosas por las que das gracias? Descubro tres clases de cosas. Primero, Los
regalos de Dios para ti en el Cielo: Su eterno Amor por ti, el hecho de que Él te creó inmutable,
de modo que ninguno de tus errores puede deshonrar tu Identidad. Segundo, Sus regalos para ti
en la tierra: que Él no te ha abandonado sino que siempre está contigo, hablándote Su Palabra
salvadora, que Él te ha dado una función especial en Su plan. Tercero, los beneficios que has
tenido como resultado de Sus regalos: el hecho de que el Espíritu Santo está salvándote del ego
poco a poco.
Pasa también un rato recibiendo la gratitud de Dios a ti. ¿Por qué te da las gracias exactamente?
Te está agradeciendo que escuches Su mensaje, que lo apliques, y que se lo pases a otros. Te
está dando las gracias por sanar a otros por medio de tu manifestación de mayor cordura, salud y
seguridad. En otras palabras, te agradece que apliques Sus verdades, tal como tú Le agradeces lo
mismo. Tómate tiempo para abrir tu mente a la idea de que Dios no te está juzgando, sino
dándote las gracias de todo corazón y con total sinceridad, y de que Su agradecimiento y el tuyo
a Él se unen como uno.
Observaciones: Dios tomará tu regalo de gratitud a Él, lo multiplicará cientos de miles de
veces, y te las devolverá como Su gratitud inmensa a ti. Esta multiplicación de tu regalo le dará
un poder enormemente aumentado para salvarte a ti y al mundo. Cada segundo que das te será
devuelto en forma de años de progreso, permitiéndote ahorrar eones de años al viaje del mundo
a Dios.
Recordatorios frecuentes: Cada hora, no se especifica el tiempo.
Repite la idea y pasa un rato agradeciéndole a Dios todos Sus regalos a ti.
Comentario
La lección de hoy me hace pensar en todos los regalos que Dios me ha hecho a mí,
personalmente. Pienso que eso es lo que se pretende que hagamos cada uno de nosotros, un día
para contar tus muchas bendiciones. Así que tenlo en mente conmigo mientras comparto
contigo algunos de mis pensamientos personales, y tómalo como una inspiración para que tú
hagas lo mismo.
Pienso que he estado en el camino espiritual la mayor parte de mi vida, quizá toda. Recuerdo
algunos acontecimientos cuando era niño que perecían decirme que mi camino ya estaba
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marcado, el regreso. Una vez escribí un poema para la chica que me cuidaba, creo que estaba en
segundo curso entonces. Todavía recuerdo las palabras:
Gracias Padre por el sol y los campos,
Gracias Padre por los arbustos y los árboles,
Gracias Padre por las cosas que comemos.
Gracias, Señor, gracias.
Recuerdo un lunes después de clase, cuando yo tenía unos diez años, juntándome con tres de
mis amigos en la esquina de una calle e intentando explicarles por qué estaba tan impresionado
con la lección de la escuela dominical que había escuchado el día anterior. Era una lección sobre
el Eclesiastés (11:1): “Echa tu pan al agua, que al cabo de mucho tiempo lo encontrarás”. Me
impresionó el principio que encerraba, que lo que das te vuelve, y que nuestra riqueza puede
medirse por lo que damos, en lugar de por lo que compramos. Es un mensaje que oí de nuevo,
de una manera muy clara, muchos años más tarde en el Curso.
Tuve un hambre y un deseo espiritual de Dios enorme durante toda mi infancia, aunque me
desvié en otras direcciones durante un tiempo, metiéndome en travesuras de juventud, incluso
problemas con la policía, y estando tremendamente avergonzado cuando me atrapó robando el
dueño de una tienda que me había ofrecido un trabajo de verano (que por supuesto no acepté).
Tuve experiencias de lo que llamo un instante santo varias veces, una sensación de estar cerca
de Dios y, sin embargo, la mayor parte del tiempo parecía que no podía encontrarle.
A los dieciséis años tuve una experiencia de “nacer de nuevo” y, durante los siguientes veintidós
años, me convertí en un cristiano radical, aunque nunca firmemente en línea con ninguna
denominación religiosa. Algo seguía haciéndome romper todos los moldes en los que la gente
intentaba meterme. Leí a algunos místicos, leí a los herejes, así como la Biblia. No quería que
nadie me trazara el mapa de la Nueva Jerusalén, quería caminar sus calles por mi cuenta. Pasé
años en un modelo religioso occidental “luchando contra el pecado” como Jesús lo llama en el
Curso (T.18.VII.4:7). Como dice en esa frase: ¡“Es extremadamente difícil encontrar la
Expiación” de ese modo!
Durante aquellos veintidós años, pasé hambre de Dios. Durante aquellos veintidós años, me
sentí desgraciado la mayor parte del tiempo, asqueado de mí mismo. Durante aquellos veintidós
años, me pregunté si alguna vez “lo lograría”. Finalmente, al final de aquellos años, abandoné.
Puse a un lado mi Biblia y dejé que acumulara polvo. Decidí que el Cristianismo, para mí, era
un callejón sin salida. Perdí la esperanza de “cruzar el Jordán” alguna vez y “entrar en la tierra
prometida”. Decidí que tenía que aceptar la vida tal como era, y aprender a vivir con ella,
Pasaron unos seis años. Todavía andaba buscando algo, pero ya nada espiritual. O eso es lo que
me decía a mí mismo. Mi relación con Dios estaba en un compás de espera, y ya no nos
hablábamos. Leí psicología. Hice el entrenamiento est. Leí libros Zen e intenté meditar un poco.
Estudié la Ciencia de la Mente. También disfruté del mundo a fondo, como nunca antes me
había permitido hacerlo, incluyendo sexo a lo grande y haciendo más dinero del que había
tenido en toda mi vida. Empecé a darme cuenta de que las cosas de que me hablaban la
psicología y las filosofías del mundo, y los escritos religiosos orientales que estaba estudiando,
eran todas las mismas cosas que realmente me habían tocado en el Cristianismo. Como dijo una
vez Aldous Huxley, había una “filosofía eterna” que atravesaba todo, un núcleo central de
verdades en las que todos los que “lo habían logrado” coincidían, tuvieran antecedentes
religiosos o no. Y cuanto más claro lo tenía, más cuenta me daba de que todo ello era algo que
yo siempre había sabido de alguna forma. Como “Echa tu pan al agua”
Luego en enero de 1985, encontré Un Curso de Milagros. Desde entonces, he estado leyendo y
estudiando estos libros, y practicando lo mejor que puedo lo que dicen. Y cuando hoy miro a mi
vida, puedo ver que en algún lugar a lo largo de la línea mi vida experimentó un cambio muy
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importante. Pasé de una sombría certeza de que nunca encontraría la felicidad verdadera a un
firme convencimiento de que la he encontrado. Así que, al leer la lección de hoy, me he sentido
inundado de una profunda sensación de agradecimiento. Al leer el primer párrafo, he sentido
que con toda honestidad podía decir que me encajaba perfectamente:
“Ya no nos asalta el pensamiento de volver atrás, ni resistimos implacablemente a la verdad.
Aún hay cierta vacilación, algunas objeciones menores y cierta indecisión, pero puedes sentirte
agradecido por tus logros, los cuales son mucho más grandes de lo que te imaginas”.
(L.123.1:3-4)
Hace unos pocos días (1995) un amigo nuestro Allan Greene, murió a los 51 años. Era
cuadrapléjico y hace un año se vino a vivir a Sedona para participar en las lecciones y grupos
de apoyo sobre Un Curso de Milagros del Círculo de Expiación. Nuestro grupo de apoyo se
reunía en su casa, ya que casi no podía moverse en absoluto. Únicamente podía mover la cabeza
y los hombros, estos sólo ligeramente. En los dos últimos años le habían tenido que cortar una
pierna y una mano. Solía decir que estaba abandonando su identificación con el cuerpo trozo a
trozo. Allan era estudiante del Curso desde hacía mucho tiempo, uno de los pocos que conozco
que realmente llegó a conocer a la escriba del Curso, Helen Schucman. Se peleó con él Curso,
pero había llegado a la firme decisión de entender todo lo que enseñaba. En peores
circunstancias de lo que nos podemos imaginar, Allan mantenía un sorprendente sentido del
humor y una alegre decisión de curar su mente, pasara lo que pasara con su cuerpo. El mes
pasado, cuando le iban a quitar la vesícula biliar, no quiso anestesia porque no sentía nada en el
cuerpo, pero una enfermera le puso una pantalla delante para que no tuviera que verse cuando le
abrían. ¡Durante toda la operación, Allan estuvo hablando con la enfermera acerca de Un Curso
de Milagros!
Anoche (2 mayo 1995) tuvimos una reunión en recuerdo de Allan. Asistió mucha gente, y uno
tras otro compartieron como Allan había influido en sus vidas, incluyendo una media docena o
así de cuidadores que le habían atendido en el último año. Quedó muy claro que la vida de Allan
había impactado a montones de personas. Estoy seguro de que sus logros eran, como nos dice la
lección, mucho mayores de lo que se imaginaba. Sé que Allan no se consideraba a sí mismo
especialmente avanzado. Se lamentó hasta casi el final de lo lento que aprendía. A menudo
discutía con sus cuidadores, y uno o dos le abandonaron furiosos. Tenía sus dudas. Pero esta
noche por la evidencia de las personas que amó y que le amaron, había avanzado mucho más de
lo que él pensaba.
Espero que esto sea verdad acerca de mí, creo que es verdad acerca de todos nosotros. Ahora no
podemos conocer, aunque estoy seguro que en algún momento lo haremos, todas las influencias
positivas que hemos tenido en todos a nuestro alrededor con cosas tan pequeñas como una
sonrisa, un pequeño acto de amabilidad, o un toque suave y amoroso en el momento adecuado.
Quizá, como a veces sucedía con Allan, nada más que una risa, o hacer reír a alguien. El jueves
pasado, cuando Allan estaba en el hospital, en nuestro grupo de la noche de Un Curso de
Milagros guardamos unos minutos de silencio por él. Al día siguiente, el día anterior a su
muerte, uno de nuestros estudiantes le llamó al hospital y le habló de nuestros minutos de
silencio. Allan dijo: “Hubiera sido más apropiado unos minutos de contar chistes”.
Que hoy, entonces, dedique tiempo a expresar mi agradecimiento a Dios por todos los regalos
que me ha hecho. Le doy gracias por este Curso, que se ha convertido en mi camino seguro al
hogar. Le doy gracias por el alivio a todos aquellos años de desesperación silenciosa. Le doy
gracias porque, cuando me aparté, Él nunca me abandonó. Le estoy tan agradecido por Su
Espíritu dentro de mí, mi Guía y Maestro, y por todos los amigos y compañeros amorosos del
viaje. Él me ha traído mi camino (especialmente, esta noche, por Allan). Le estoy tan
agradecido por todos vosotros, y por la oportunidad que me Él me ha dado de compartirla con
todos vosotros, y de recibir de todos vosotros. Le doy gracias por empezar a recordar mi Ser. Le
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doy gracias por la seguridad en aumento de que encontraré mi camino de vuelta al hogar en todo
momento.
¡Le doy gracias a mi Padre por los regalos que me ha concedido!
LECCIÓN 124
-
4 MAYO
“Que no me olvide de que soy uno con Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Practicar y sentir la idea de que eres uno con Dios y de ese modo mantener tu propia
paz y también liberar al mundo. Hoy es un punto decisivo en el Libro de Ejercicios, tu primera
sesión de media hora de práctica, y también la primera práctica larga en la que no se te dan
instrucciones y se te deja hacerla por tu cuenta (un adelanto de lo que está por llegar). La
práctica se está intensificando (haciéndose más larga y menos estructurada).
Más largo: 1, de treinta minutos, en el momento más conveniente.
No hay palabras concretas o guías a seguir para esta meditación. Sencillamente se espera que
dediques la sesión de práctica a la idea de hoy, a morar en la unidad con Dios, a intentar sentir
esa unidad y a dejar que Su Voz dirija tu práctica. Jesús confía claramente en que has aprendido
suficiente de las lecciones hasta ahora para hacer esta práctica de manera provechosa, sin
perderte en distracciones. Por lo tanto, echa mano de todo lo aprendido hasta ahora, y ábrete a la
dirección del Espíritu Santo durante esta práctica.
Apoyo a la práctica: Los párrafos 9-11 sirven para proporcionar estímulo para hacer la práctica
y valorar lo importante que es. Nos enseñan a ver esta media hora como un espejo, enmarcado
en oro, con treinta diamantes incrustados, uno por cada minuto. Durante esta media hora
miraremos en este espejo y veremos nuestro rostro transformase en el rostro santo de Cristo,
nuestro verdadero Ser, Que es uno con Dios. En este espejo, nos reconoceremos como Quien
realmente somos. Aunque nada de esto parezca suceder durante la práctica, podemos tener la
confianza de que en algún momento, “tal vez hoy, tal vez mañana” (10:1; 11:1,3), tendremos
esta experiencia como resultado de esta media hora.
Recordatorios frecuentes: Cada hora.
Repite: “Que no me olvide de que soy uno con Dios, en unión con todos mis hermanos y con
mi Ser, en eterna paz y santidad”. Hacerlo así añadirá más diamantes todavía al marco
alrededor del espejo en el que ves tu verdadero Ser. Sugiero aprender de memoria esta frase o
escribirla en una ficha. También recomiendo que, mientras la repites, intentes sentir cada clase
de unidad: primero la unidad con Dios, luego la unidad con tus hermanos, después la unidad con
tu verdadero Ser.
Comentario
Esta lección tiene una visión muy elevada, procede de un elevado estado mental. Básicamente,
en la primera parte de la lección parece dar por sentado que ya estamos iluminados. Y por
supuesto, desde la perspectiva de este estado mental, lo estamos. “La iluminación es
simplemente un reconocimiento, no un cambio” (L.188.1:4). Si no es un cambio, entonces la
iluminación significa que siempre lo estamos. Entonces, esta lección está simplemente
afirmando la verdad acerca de nosotros, la verdad que nos hemos ocultado a nosotros mismos.
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Un ejercicio que es muy provechoso es orar, dar gracias a Dios por la verdad tal como Él la ve,
la verdad sobre nosotros tal como Él nos ve. Toma un párrafo de esta lección (o la lección
entera) y conviértela en acción de gracias, expresando con palabras tu agradecimiento mientras
lees. Por ejemplo, del segundo párrafo, yo podría decir:
¡Gracias por la santidad de nuestra mente! Gracias porque todo lo que veo refleja la santidad de
mi mente, que es una Contigo, y una consigo misma. Gracias por ser mi Compañero en mi
breve recorrido por el mundo, gracias por el privilegio de dejar detrás luminosas huellas que
señalan el camino a la verdad a aquellos que me siguen.
Ésta es nuestra tarea, la razón por la que estamos aquí. Quizá la mayor parte del tiempo no
recordamos nuestra Identidad en Dios. Mayor razón para dedicar un día a recordar, para
recordárnoslo a nosotros mismos. Podemos entender esta lección como una descripción de un
maestro avanzado de Dios. Dondequiera que va, deja la luz detrás para iluminar el camino a
otros. El maestro camina siendo consciente todo el tiempo de la Presencia de Dios. Siente a
Dios dentro. Los pensamientos de Dios llenan su mente, y ve únicamente lo amoroso y lo que
merece amor. Este maestro de Dios sana a las personas del pasado, del presente y del futuro, y
de cualquier lugar.
Entra en ese estado mental, corazón mío. Sé el Cristo, ignora todos los obstáculos que la mente
levanta contra ello. Practica la consciencia de la unidad con Dios.
En la última parte de la lección está claro que el autor no se ha vuelto loco ni está viviendo en
un mundo de sueños. Él sabe muy bien que podemos sentarnos durante media hora y
levantarnos pensando que no ha sucedido nada. Sabe que, para la mayoría de nosotros, aquello
de lo que habla está tan lejos de nuestra consciencia que podemos dedicar treinta minutos a
intentar reconocerlo y no encontrar ni una pizca de ello. No Le importa porque, desde donde Él
está y la manera en que Él ve, sabe con total seguridad que lo que está diciendo sobre nosotros
es verdad. Y nos dice que no dejemos que nos preocupe:
“Quizá no estés listo hoy para aceptar estas ganancias. Pero en algún punto y en algún lugar,
llegarán a tu conciencia, y no podrás sino reconocerlas cuando afloren con certeza en tu mente”.
(9:2-3)
Aunque no sintamos nada, Él nos dice: “jamás habrías podido invertir mejor el tiempo” (10:3).
La práctica de hoy de media hora que se dedica a recordar la unidad es poco corriente en el
Libro de Ejercicios. La rutina vuelve a dos sesiones de quince minutos, o tres sesiones de diez
minutos, en los próximos días. Pero lo que verdaderamente es más importante es la falta de
“reglas (y) palabras especiales con las que dirigir la meditación” (8:4). Hoy nos deja a nuestro
aire. Si hemos estado haciendo todos los ejercicios, tendremos una idea bastante buena de
alguna de las “técnicas” que podemos querer utilizar, y podemos usar cualquiera de ellas, o lo
que se nos ocurra. Realmente no nos está dejando “a nuestro aire”, nos está dejando en manos
de “la Voz de Dios”, nuestro Guía interno. Pregunta cómo pasar esta media hora de meditación,
y escucha a lo que te llegue.
“Mora en Él durante esa media hora. Él se encargará del resto”. (8:6-7)
“Puedes estar seguro de que algún día, tal vez hoy, tal vez mañana, entenderás, comprenderás y
verás”. (11:3)
LECCIÓN 125
-
5 MAYO
“En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios”
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Instrucciones para la práctica
Propósito: Oír a Dios hablarte, recibir Su Palabra.
Más largo: 3 veces (en los momentos más adecuados para el silencio), durante diez minutos.
Ayer se nos dijo que no necesitábamos instrucciones especiales para nuestra práctica más
larga. Siguiendo con esto, hoy se nos dice que todo lo que necesitamos es acallar y aquietar
nuestra mente. “No necesitas ninguna otra regla” (9:2). Sin embargo, la lección nos dice algo
más que esto. Podemos organizar sus instrucciones en tres pasos.
1. Aquieta tu mente. Acalla tus pensamientos caóticos, tus deseos sin significado, y todos
tus juicios.
2. Entra en ese “sereno lugar de tu mente donde Él mora para siempre” (4:3), el trono de
Dios en tu mente, el centro de quietud.
3. Espera y escucha. Cuando llegas a ese lugar de quietud en tu mente, tu tarea se ha
acabado. Simplemente espera y escucha, con confianza de que tu Padre vendrá a ti y te
dirá Su Palabra. Por supuesto, oír Su Voz puede presentarse de maneras diferentes:
desde oír palabras a recibir ideas o imágenes o sentimientos.
Durante este tiempo, con frecuencia necesitarás apartar tu mente de todos esos pensamientos y
deseos insignificantes que intentan molestar. Para este propósito, sugiero usar la idea del día, o
elegir una frase como “sólo necesitas estar quieto y escuchar” (9:3). Como siempre, empieza la
práctica repitiendo la idea del día.
Recordatorios frecuentes: Cada hora, durante un momento.
Repite la idea. Date cuenta de que al hacerlo te estás recordando a ti mismo el propósito
especial de hoy: recibir la Palabra de Dios. Luego pasa un rato escuchando en la quietud.
Comentario
Todo lo que hoy se nos pide es estar en silencio y quietos durante diez minutos, 3 veces
durante el día y cada hora. Únicamente estar en silencio. “Sólo necesitas estar muy
quieto. No necesitas ninguna otra regla que ésta” (9:1-2). “Sólo necesitas estar quieto y
escuchar” (9:3). “Su Voz espera tu silencio, pues Su Palabra no puede ser oída hasta que tu
mente se haya aquietado por un rato y tus vanos deseos hayan sido acallados” (6:2).
¿No es sorprendente cuánta práctica se necesita para aprender a aquietarnos? No puedo decirte
cuántas veces me he sentado a meditar y aquietarme y, a veces sólo unos pocos minutos más
tarde, me he encontrado a mí mismo tan distraído con algunos pensamientos que me venían que
abro los ojos y me levanto para “hacer algo” antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo.
Me dejo caer de nuevo en la silla, diciéndome entre dientes “¡Cielos!” por la distracción de mi
mente. Respiro profundamente, pienso para mí: “Quieto, Allen. Quieto. Paz, aquiétate”.
Las dificultades que tengo para aquietarme, en lugar de levantarse como un obstáculo
insuperable, se han convertido en indicadores de cuánto necesito esta práctica. Claramente el
Curso nos está enseñando que una mente en silencio es esencial. “El recuerdo de Dios aflora en
la mente que está serena” (T.23.I.1:1). No podemos oír Su Voz hasta que nos aquietemos
durante un rato.
El Curso describe la voz del ego con frases llenas de color: “insensatos alaridos”, “chillidos
estridentes e imaginaciones enfermizas”, “alaridos discordantes y chillones”, “insensato ruido
de sonidos que no tienen sentido”, “frenéticos y tumultuosos pensamientos, sonidos e imágenes
de este mundo demente”, “estridentes gritos e insensatos arranques de furia”, “una voz
estridente y ensordecedora”, “frenética avalancha de pensamientos sin sentido”.
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Nuestro ego es una máquina constante de hacer ruido que intenta tapar la Voz de Dios;
necesitamos aprender a acallar nuestra mente, dejar de prestarle atención a los gritos del ego. El
ego es ruido, el espíritu es silencio. Entonces, tiene mucho mérito estar en silencio, aunque
parezca que no sucede nada más. Que hoy recuerde dedicar este tiempo para aquietarme, para
estar en silencio, y para escuchar.
________________________________
1
Referencias de las descripciones de arriba acerca de la voz del ego: T.25.V.3:5; L.49.4:3;
Psicot. 2.VI.2:6; T.31.I.6:1; L.49.4:4; T.21.V.1:6; T.27.VI.1:2; L.198.11:2
LECCIÓN 126
-
6 MAYO
“Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Entender la idea de que dar no es perder, sino recibir.
Más largo: 2 veces, durante quince minutos.
La idea de hoy es tan distinta a nuestro modo de pensar habitual que necesitamos la ayuda
interna del Espíritu Santo para comprenderla de verdad. No puede hacerse únicamente con la
inteligencia. Para buscar esta ayuda, “cierra los ojos… y busca amparo en el sereno lugar”
(10:1) a donde vas en la meditación. Cuando llegas a ese lugar, “repite la idea de hoy, y pide
poder entender lo que realmente significa” (10:2). Estate dispuesto a dejar a un lado tu falsa
creencia de que dar es una pérdida, y desea tener una comprensión nueva, en la que te das
cuenta de que dar es un regalo para ti mismo. Siente la Presencia del Espíritu Santo en tu sesión
de práctica, y estate preparado para repetir tu petición de una comprensión verdadera hasta que
recibas esa comprensión.
Observaciones: Y si “sólo logras captar un pequeño atisbo” (8:5) de la idea, del verdadero
significado de dar, éste será un día glorioso para ti y para el mundo. Pues esta idea hará que el
perdón ya no sea una tensión, sino algo a lo que te sentirás obligado a dar todo el tiempo, como
un modo de darte a ti mismo.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas (no dejes pasar mucho tiempo), durante
un momento.
Repite: “Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy. La Ayuda que necesito para
comprender que esto es verdad está conmigo ahora. Y confío en Él plenamente”. Luego haz una
versión corta de la sesión larga de la mañana: aquieta tu mente y ábrela al Espíritu Santo,
dejándole que sustituya tus viejas creencias acerca de dar con la verdad. Por medio de estas
sesiones de práctica, durante todo el día puedes mantener viva la sensación de que tu meta es de
gran importancia hoy.
Comentario
Ésta es una lección que apunta claramente a cambiar por completo de tu manera de pensar (1:1).
Empieza con la suposición de que tenemos ideas equivocadas sobre el perdón. “No entiendes lo
que es el perdón” (6:1). En el párrafo 6 explica que nuestra comprensión equivocada del perdón
es la razón por la que no podemos entender que el perdón nos da paz, que es un medio para
nuestra liberación, y que el perdón puede devolvernos la consciencia de la unidad con nuestros
hermanos. Nuestra comprensión equivocada acerca del perdón es la razón de que quizá hayamos
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tenido problemas con las Lecciones 121 y 122, que nos dijeron que el perdón es la llave de la
felicidad y que nos ofrece todo lo que queremos.
La idea de que “todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy” es fundamental para cambiar
por completo nuestra manera de pensar, comprendiendo que hará que el perdón no nos cueste
ningún esfuerzo. El párrafo 2 repasa una lista de “lo que crees en lugar de esta idea” (2:1). Así
que, practiquemos la inversión del pensamiento, y cambiemos el significado de este párrafo para
ver lo que supone la idea de hoy.
Si comprendiéramos que todo lo que damos se nos da a nosotros mismos, nos daríamos cuenta
de que los demás no están separados de nosotros. Su compartimiento influye en nuestros
pensamientos, y nuestro comportamiento influye en sus pensamientos. Nuestras actitudes
afectan a otras personas. Sus peticiones de ayuda están estrechamente relacionadas con las
nuestras. Verlos como “pecadores” afecta a nuestra percepción de nosotros mismos. Condenar
su pecado nos condena a nosotros mismos y perdemos nuestra paz mental.
Si comprendiéramos todo esto y lo creyéramos, perdonaríamos de manera natural. Nos
daríamos cuenta de que juzgar a alguien como pecador nos produce culpa y pérdida de paz, y
no elegiríamos hacerlo.
Comprendiéramos que la manera en que vemos a la otra persona es la manera en que nos vemos
a nosotros mismos, y no querríamos vernos de esa manera. Aprenderíamos rápidamente a ver
que las acciones de su ego no son pecados sino peticiones de ayuda, estrechamente relacionadas
con nuestras propias peticiones de ayuda, y responderíamos de la manera más apropiada a ellas.
Comprenderíamos que nuestra actitud de juzgar tiene un efecto negativo sobre el
comportamiento de los demás, y elegiríamos cambiar nuestra actitud. Cambiaríamos nuestros
pensamientos para tener un efecto beneficioso en lugar de un efecto perjudicial.
Reconoceríamos que no estamos separados y aparte, sino que compartimos la misma lucha
contra los miedos y las dudas, al igual que compartimos la liberación de ellos.
Dado todo esto, podríamos entender que el perdón es la llave a la felicidad. Veríamos que si
juzgar ocasiona la pérdida de paz, entonces el perdón podría llevarnos de nuevo a la paz.
Entenderíamos que el perdón nos devuelve la consciencia de la unidad con la otra persona.
Veríamos que puede liberarnos de lo que parece ser un problema con otra persona.
La práctica de hoy es una especie de meditación de pensar. Se nos pide que vengamos al
Espíritu Santo con la idea de hoy: “Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy”, y que nos
abramos a Su ayuda para aprender que es verdad, “y deja que tu mente sea receptiva a Su
corrección y a Su Amor” (11:6). Estamos pidiendo ayuda para comprender lo que significa la
idea de hoy (10:2), y lo que el perdón significa realmente. Estamos pensando en las ideas con
Su ayuda, pidiendo nueva comprensión, nuevo entendimiento.
Nuestro comportamiento, nuestras actitudes, y nuestras dolorosas experiencias en este mundo
son toda la evidencia que necesitamos para dejar que nuestros pensamientos sean corregidos. Si
de verdad creyéramos lo que dice la idea de hoy, no estaríamos teniendo estas experiencias
dolorosas. Todavía tenemos que tener falsas ideas alojadas en nuestra mente, y necesitamos ser
sanados. Quizá pensamos que entendemos lo que se dice, y sin duda hay una parte de nosotros
que está de acuerdo con ello, o no estaríamos estudiando estas lecciones. Es la otra parte la que
nos preocupa, los guerreros escondidos, las creencias contrarias que hemos separado e incluso
escondido y de las que no nos damos cuenta.
Si pedimos ayuda sinceramente, se nos dará ayuda (8:3). Hoy nos llegará comprensión nueva.
Quizá venga en forma de comprensión interna mientras meditamos. Quizá nos llegue en el
laboratorio de la vida, cuando las circunstancias nos impresionan y hacen ver que todavía
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creemos alguna que otra de las ideas que menciona la lección al describir lo que creemos en
lugar de la idea de hoy. Pero llegará.
“La Ayuda que necesito para comprender que esto es verdad está conmigo ahora. Y confiaré en
Él plenamente”. (11:4-5)
LECCIÓN 127
-
7 MAYO
“No hay otro amor que el de Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Ésta es una lección enormemente significativa, pues te pide “dar el paso más
ambicioso de los que requiere este curso en tu avance hacia el objetivo que ha establecido”
(6:5).Das el paso al soltar las creencias que limitan el amor y al abrir tu mente a Dios para que
Él pueda enseñarte el verdadero significado del amor.
Más largo: 2 veces, durante quince minutos.
Este ejercicio es muy parecido al de ayer, en el que fuiste al centro de quietud en tu mente y
pediste a la Voz de Dios que corrigiese tus falsas creencias acerca de dar. Hoy, haces lo mismo,
pero ahora Le pides que corrija tus falsas creencias acerca del amor.
Repite la idea y luego “abre tu mente y descansa” (8:2). Ahora abandona tus creencias (una
tras otra) en las leyes y límites de este mundo, pues todas ellas apoyan el amor limitado y
cambiante. Abandona tus creencias en el amor parcial, en el amor selectivo, y amor cambiante.
Cuando abandonas cada una de estas creencias, Dios la sustituirá con “una chispa de verdad”
(9:3), una comprensión de lo que el amor significa realmente. Llámale y pídele que ilumine tu
mente acerca del verdadero significado del amor. Ésa es la esencia de esta sesión de práctica:
abrir tu mente, abandonar tus creencias que limitan el amor, y pedirle a Dios que te enseñe el
significado del amor, que es mucho más grande y más glorioso de lo que tu mente sola podría
imaginar.
Observaciones: Da este tiempo con alegría. Es el mejor uso del tiempo que puedes hacer. Pues
si obtienes la más pequeña chispa del verdadero significado del amor, en verdad has dado un
paso gigantesco. Has avanzado en tu viaje muchísimos años y le has traído libertad a todo el que
viene aquí.
Recordatorios frecuentes: 3 veces por hora, por lo menos.
Piensa en alguien que conoces y mentalmente dile estas frases: “Te bendigo, hermano, con el
Amor de Dios, el cual quiero compartir contigo. Pues quiero aprender la gozosa lección de que
no hay otro amor que el de Dios, el tuyo, el mío y el de todos”. Como el ejercicio más largo,
ésta es una técnica muy poderosa para abrir tu mente al verdadero significado del amor.
Comentario
“Tal vez creas que hay diferentes clases de amor” (1:1). Para mi mente no hay “tal vez” acerca
de ello, todos pensamos que hay diferentes clases de amor, que cambia con los amigos, familia,
hijos, amante, personas, animales, y cosas. La lección afirma que hay un solo Amor: el Amor de
Dios. La lección dice que pensar que el amor cambia dependiendo de su objeto de amor es
perder el significado del amor por completo (2:1).
“Ninguna persona o circunstancia puede hacer que cambie (el amor)” (1:6). Para nosotros, esto
nos puede parecer una descripción del amor muy atemorizante, porque lo que llamamos amor
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no encaja en esta imagen. Nuestro “amor” viene y se va, crece y disminuye, cambiando con las
personas y las circunstancias como la temperatura de un termómetro. Tal como se describe en la
lección, el Amor no se ve afectado por nada de fuera de sí mismo. Esto es verdaderamente amor
incondicional.
Me siento elevado por la idea de que, si éste es el Amor de Dios, y éste es el único amor que
existe, entonces Su Amor por mí nunca cambia y “no hay divergencias ni distinciones” (1:4).
Nada de lo que hago o dejo de hacer, cambia Su Amor por mí en lo más mínimo. El Amor de
Dios simplemente es, eternamente, sin fin. “No tiene opuestos” (3:7). Es el pegamento que
“mantiene a todas las cosas unidas” (3:8). Es la esencia del universo.
Consuela saber que el Amor de Dios por nosotros es así. Sin embargo, puede atemorizarnos
pensar que se nos pide que nos amemos los unos a los otros del mismo modo. Parece más allá
de nosotros, y si se nos juzga por si estamos o no a la altura de este amor, parecería que todos
“estamos privados de la gloria de Dios” como dice la Biblia en Romanos 3:23. Sin embargo, la
lección se enfrenta a este miedo en nosotros, y lo hace con una afirmación increíble:
“Ningún curso cuyo propósito sea enseñarte a recordar lo que realmente eres
podría dejar de subrayar que no puede haber diferencia entre lo que realmente eres
y lo que es el amor” (4:1).
En frases cortas, nos dice esto: “El Amor es eterno, sin condiciones, y sin cambios. Tú eres ese
amor”. Ya sabes de qué amor estamos hablando, que parece tan ajeno a nosotros, más allá de
nuestras posibilidades. Bueno, ¡eso es lo que tú eres! Es la otra imagen de ti, incapaz de tal
amor, que cambia con cada circunstancia, eso es una mentira. Este amor que no cambia, esto es
la verdad, esto eres tú. ¡No hay ninguna diferencia entre este amor y lo que tú eres!
“Pues lo que tú eres es lo que Él es. No hay otro amor que el Suyo, y lo que Él es, es lo único
que existe” (4:3-4).
No vamos a ver este amor mirando al mundo (6:1). No es algo que pueda verse con los ojos del
cuerpo; sin embargo, es perfectamente visible para los ojos y los oídos que ven y escuchan al
amor (lo que se llama la visión de Cristo). Ésa es la meta de la lección de hoy: ver ese amor en
nosotros, captar aunque sólo sea “el más leve vislumbre de lo que significa el amor” (7:1),
“comprender la verdad del amor” (9:4). Este intento de acallar nuestra mente, de liberar a
nuestra mente de todas las leyes que pensamos que tenemos que obedecer, todos los límites que
nos hemos impuesto a nosotros mismos, y todos los cambios que pensamos que hemos hecho en
nosotros, y encontrar nuestro Ser, Que es Amor, a este intento le llama “el paso más ambicioso
de los que requiere este curso en tu avance hacia el objetivo que ha establecido” (6:5). Si
tenemos éxito, habremos “salvado una distancia inconmensurable hacia tu liberación y te habrás
ahorrado un tiempo que no se puede medir en años” (7:1). ¡Esto no es poca cosa! Ser capaces,
aunque sólo sea un poco, de vernos como amor, de captar el hecho de que el amor es todo lo que
existe, incluidos nosotros. Esto es un salto enorme ciertamente. Dedicar un rato a este propósito
merece la pena. “No hay mejor manera de emplear el tiempo que ésa” (7:2).
Cuando empecemos a darnos cuenta de que sólo existe el amor, que este amor lo es todo y que
nos incluye a nosotros, nos daremos cuenta de que incluye a todos los demás también. ¡La única
manera de que el amor pueda ser todo, es si incluye a todos! Así empezamos a ver, no sólo a
nosotros sino al mundo, de una manera diferente:
“El mundo que acaba de nacer aún se encuentra en su infancia”. (11:1)
“Ahora todos ellos se liberan junto con nosotros. Ahora todos ellos son nuestros hermanos en el
Amor de Dios”. (11:3-4)
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No podemos excluir de nuestro amor a ninguna parte de nosotros si queremos
conocer a nuestro Ser. (12:1)
Y así, 3 veces cada hora, se nos pide que recordemos a un hermano o hermana que esté
haciendo este viaje con nosotros, y que mentalmente les mandemos este mensaje, como ahora te
lo mando yo a ti:
Te bendigo, hermano, con el Amor de Dios, el cual quiero compartir contigo. Pues
quiero aprender la gozosa lección de que no hay otro amor que el de Dios, el tuyo,
el mío y el de todos.
LECCIÓN 128
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8 MAYO
“El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Abandonar el valor que hemos dado a las cosas del mundo, para que nuestra mente
pueda experimentar lo que es verdaderamente valioso: nuestro hogar en Dios.
Más largo: 3 veces, durante diez minutos.
Esta práctica trata de liberar a nuestra mente de las cadenas para que pueda volar al hogar: a
Dios. Podemos considerar que tiene dos fases. En la primera fase, retiramos el valor que le
hemos dado al mundo. Retiramos todos los propósitos que hemos dado a las cosas del mundo, el
propósito de satisfacer nuestros intereses personales (como dijo la Lección 125). Esto es como
quitar las cadenas a nuestra mente. Sin cadenas, nuestra mente será libre para extender sus alas y
volar hacia dentro adonde pertenece, a su hogar en Dios. La segunda fase de la sesión de
práctica es el proceso de nuestra mente que vuela a su hogar. Es un proceso de silenciar y abrir
nuestra mente, y dejarse guiar a su lugar de descanso en Dios. Durante este proceso,
necesitamos abandonar los pensamientos que nos distraen que por supuesto, se relacionan con
cosas que valoramos en el mundo. Para sacar nuestra mente de estos pensamientos podemos
repetir la idea del día.
Observaciones: Cada periodo de práctica cambiará todo tu punto de vista un poco, retirará
parte del valor que le has dado al mundo.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te des cuenta de que estás dando valor a alguna cosa
del mundo.
Date cuenta de que al hacerlo estás poniéndole una cadena a tu mente. En lugar de ello,
protege tu mente diciendo con silenciosa seguridad: “Esto no me tentará a que me demore. El
mundo que veo no me ofrece nada que yo desee”. Si de verdad observas tu mente, te darás
cuenta de que tienes abundantes cosas con las que practicar. Recomiendo que dediques tiempo a
aprender de memoria estas dos frases. Si de verdad vas a usarlas con frecuencia, aprenderla es
casi una necesidad.
Comentario
El pensamiento general de esta lección es parecido a las tres primeras de las Cuatro Verdades
Nobles de Buda: que la vida es sufrimiento, que la causa del sufrimiento es el deseo para uno a
expensas de los otros, y que el modo de escapar del sufrimiento es renunciar a tales deseos.
“Cree esto y te habrás ahorrado muchos años de miseria” (1:2). La lección nos pide que
abandonemos toda atadura a cosas de este mundo, para poner fin al deseo de las cosas que el
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mundo nos ofrece. Puede parecernos una lección dura, pero es enormemente sensata: si no
deseas nada, no puedes sentirte desilusionado.
Las cosas del mundo hacen de cadenas cuando las valoramos (2:1). Lo que quizá es más difícil
de comprender es que ése es el propósito para el que las hicimos: “ése es su único propósito.
Pues todas las cosas tienen que servir para el propósito que tú les has asignado, hasta que veas
otro propósito en ellas” (2:1-2). Cuando damos a las cosas del mundo un propósito en el tiempo,
generalmente una forma de satisfacción o engrandecimiento de uno mismo, nos encadenamos al
mundo. Forzosamente, ya que todo en el mundo tiene que tener un final, esto nos causa un dolor
enorme. Todo lo que consigue esta valoración equivocada es que nos atemos al mundo e
impedir nuestra sanación final.
Para el Espíritu Santo, el único propósito de este mundo es la sanación del Hijo de Dios (ver
T.24.VI.4:1). No hay nada en el mundo que merezca la pena luchar por ello. “El único propósito
digno de tu mente que este mundo tiene es que lo pases de largo, sin detenerte a percibir
ninguna esperanza allí donde no hay ninguna” (2:3). Esto es parecido a la afirmación del Texto:
“Para el Espíritu Santo el propósito del tiempo es que éste finalmente se haga innecesario”
(T.13.IV.7:3). El Espíritu Santo da al tiempo, al mundo y a todo lo del mundo el propósito de la
salvación y la sanación de nuestra mente. Para Él, nada aquí tiene ningún otro propósito.
Por lo tanto, el mundo no ofrece nada que nosotros queramos. Todo es “útil”. Todo se convierte
en medios para alcanzar una meta: nuestro despertar a la vida, nuestro regreso a Dios. No hay
nada en el mundo que sea una meta en sí mismo.
Cuando la lección nos recomienda “No dejes que nada que esté relacionado con pensamientos
corporales te demore en tu avance hacia la salvación” (4:1), está diciendo lo mismo con otras
palabras. “Pensamientos corporales” se refiere a nuestra identificación equivocada con nuestro
cuerpo. Es todo lo que procede del pensamiento “yo soy un cuerpo, y para beneficiarme y
protegerme a mí mismo lo más importante de todo es cuidar mi cuerpo”. Nuestras ansias de
placer para el cuerpo, comodidad del cuerpo, protección del cuerpo, vida larga del cuerpo, y
belleza del cuerpo, son todos pensamientos corporales. Hacer de tales cosas lo más importante
sólo puede retrasar nuestro avance.
La lección nos pide que practiquemos mentalmente abandonar todo el valor que le hemos dado
al mundo (5:1). La lección nos pide que eliminemos del mundo “todo aquello que queríamos
que fuese” (5:3). Ésa es una tarea dura, ¿verdad? Pasamos tanto tiempo deseando que las cosas
sean diferentes y tratando de cambiarlas para que así sea. De hecho, si miramos a nuestra vida
con honestidad, la actividad que ocupa la mayor parte de nuestra vida es desear que algo o
alguien sean diferentes y tratar de lograr ese cambio.
Entonces, para los propósitos de esta lección, practica dedicar unos pocos minutos a dejar que tu
mente descanse de tal actividad: “Permanece muy quedo y en paz por un rato, y observa cuán
alto te elevas por encima del mundo cuando liberas a tu mente de sus cadenas y dejas que
busque el nivel donde se siente a gusto” (6:1). La lección nos dice que tu mente “sabe dónde le
corresponde estar” (6:3). Si sueltas las cadenas de tus deseos, tu mente “volará sin titubeo
alguno y con alegría a unirse con su santo propósito” (6:4). Cada vez que practicas tal ejercicio
durante sólo diez minutos, “tu perspectiva del mundo cambiará ligeramente” (7:3). Deja que tu
mente descanse de sus ansias constantes y que se relaje, mientras que su instinto de volver al
hogar toma el mando y te lleva a donde verdaderamente perteneces.
Durante el día, la lección nos pide que nos demos cuenta de cuándo estamos dando valor a algo
del mundo, y que mentalmente lo corrijamos con estas palabras:
“Esto no me tentará a que me demore. El mundo que veo no me ofrece nada que yo
desee”. (8:3-4)
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LECCIÓN 129
-
9 MAYO
“Más allá de este mundo hay un mundo que deseo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Tener un día de gracia en el que ves el mundo que realmente quieres ver. Por medio
de esto te darás cuenta de que abandonar el mundo que no quieres no es abandonar nada para
ganar todo.
Más largo: 3 veces (mañana noche y otra entre medias), durante diez minutos.
Empieza repitiendo: “Más allá de este mundo hay un mundo que deseo. Elijo ver ese mundo en
lugar de éste, pues no hay nada aquí que realmente desee”. Intenta decir estas frases de todo
corazón. Están intentando inspirarte un verdadero deseo de sustituir este mundo por el mundo
real, y la elección auténtica que procede de este deseo. Siente el deseo. Haz la elección. Luego
cierra los ojos, observa y espera con confianza tener una experiencia de la verdadera visión, un
atisbo del mundo real. Esta práctica es muy parecida a la de la Lección 75. Puedes leer los
párrafos 6-8 de aquella lección. La principal diferencia en esta lección es que estamos buscando
una experiencia de la visión con los ojos cerrados (en lugar de con los ojos abiertos). Estamos
buscando ver una luz del significado y la santidad que nuestros ojos no pueden ver, únicamente
puede verlos nuestra mente. Mientras estás sentado, observas y esperas, siente tu deseo de ver
un mundo de significado que es totalmente inofensivo, pacífico, bondadoso, y amoroso, sin una
pizca de dolor o pérdida. Puedes repetir la idea de vez en cuando, para renovar tu concentración
y apartar de tu mente todos los pensamientos que puedan distraerte.
Recordatorios frecuentes: Uno cada hora, durante un momento.
Limpia tu mente y concéntrate en estas frases: “El mundo que veo no me ofrece nada que yo
desee. Más allá de este mundo hay un mundo que deseo”. Haz que esta repetición sea una
confirmación de la elección que has hecho en las sesiones más largas de práctica: la elección de
sustituir este mundo por el mundo real.
Comentario
¡El Curso tiene los pies tan en el suelo a veces! “No puedes detenerte en la idea de que el mundo
no tiene ningún valor, pues a menos que veas que hay algo más por lo que sentirte esperanzado,
no podrás evitar caer en la depresión” (1:2). ¡Qué cierto es! La afirmación de que “el mundo no
tiene ningún valor” es muy rotunda, no hay mucha discusión posible acerca de lo que significa.
Y tengo que confesar que, después de diez años de estudiar el Curso y, con el paso del tiempo,
aunque estoy de acuerdo con sus ideas, todavía encuentro ese planteamiento un poco opuesto.
Casi me puedo oír a mí mismo contestando: “Um… yo no lo diría exactamente así”. Porque
todavía hay algo en mí que quiere encontrar algún valor aquí, algo que merezca la pena, algo
que merezca conservarse y por lo que luchar.
Sin embargo, el Curso no pone la importancia en que “renuncies al mundo, sino en que lo
intercambies por algo mucho más satisfactorio, algo rebosante de alegría y capaz de ofrecerte
paz” (1:3). Bueno, eso no es tan mal negocio, ¿verdad?
Empieza a tener muy buen aspecto si echamos una mirada al mundo al que estamos intentando
aferrarnos: “despiadado, inestable y cruel, indiferente en lo que a ti respecta, presto a la
venganza y lleno de odio inclemente” (2:3). Acontecimientos como el del atentado contra un
edificio del gobierno en 1995, y la furia rabiosa contra el terrorista, son testimonio de ello. Se
pensó que el terrorista se estaba “vengando” de las acciones del gobierno contra David Koresh
Waco, y luego la gente se quería vengar del terrorista. Las muchas guerras producidas por
diferencias de raza, de religión, o étnicas, son ciclos de venganza que han estado repitiéndose
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durante siglos. Así es el mundo. “En él no se puede encontrar amor duradero, porque en él no
hay amor. Dicho mundo es el mundo del tiempo, donde a todo le llega su fin” (2:5-6). Quizá ésa
es la parte más cruel acerca de este mundo. Incluso cuando encuentras amor, no puede durar.
Así pues, ¿no preferirías encontrar un mundo donde es imposible perder algo? ¿Dónde la
venganza no tiene sentido? (3:1). ¿Cómo podría ser una pérdida hallar todas las cosas que
realmente anhelas, y saber que no tienen fin y que perdurarán a través del tiempo exactamente
tal como las deseas? (3:2). Aquí habla de lo que el Curso llama “el mundo real”; y la siguiente
frase “desde allí te trasladarás a donde las palabras son completamente inútiles” (3:3) habla del
Cielo, una existencia en la eternidad que no tiene ninguna relación con lo físico.
¿De qué habla cuando se refiere a “todas las cosas que realmente anhelas”? Si son cosas que no
tienen fin y que no cambian con el paso del tiempo, no pueden ser cosas físicas, ciertamente no
se trata de cuerpos. Está hablando del Amor Mismo, está hablando de nuestro Ser que es
espíritu, y que compartimos con todo el mundo. Estamos aquí para encontrar lo que no cambia
en medio del cambio, y para aprender a valorar lo que no cambia y renunciar a lo que cambia.
Cuando elegimos lo que no cambia, y valoramos el mundo real del espíritu en lugar de lo que
cambia y se deteriora, estamos muy cerca del Cielo, y nos prepara para él. Soltar nuestro apego
al mundo facilita la transición al Cielo.
Apegarse al mundo trae pérdida. Cuando intentas apegarte a lo perecedero, te condenas a ti
mismo al sufrimiento. Como vimos en el comentario de ayer, el Budismo ha enseñado una
lección muy parecida desde hace mucho tiempo.
Hacer los ejercicios de la práctica de hoy tiene un efecto notable. Cuando digo: “El mundo que
veo no me ofrece nada que yo desee. Más allá de este mundo hay un mundo que deseo” (9:4-5),
me doy cuenta de todas las ataduras a las cosas de este mundo que todavía tengo, me doy cuenta
de que es muy borrosa la idea que tengo de lo que “realmente quiero” que está más allá de este
mundo. Y por eso traigo esas ataduras y esa idea borrosa al Espíritu Santo, y Le pido que me
ayude en esto. Sé que Él lo hará.
LECCIÓN 130
-
10 MAYO
“Es imposible ver dos mundos”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Darte cuenta de que no puedes conservar un poco de este mundo y ver el mundo
real, que tienes que elegir uno u otro. Hacer la elección del mundo real al renunciar a todo el
valor que le has dado a este mundo. Éste es otro de los pasos gigantescos del Libro de Ejercicios
(ver 9:2).
Más largo: 6 veces, durante cinco minutos.
La práctica de hoy es muy parecida a la de los dos últimos días, especialmente a la Lección 128.
Empieza repitiendo estas frases: “Es imposible ver dos mundos. Permítaseme aceptar la
fortaleza que Dios me ofrece y no ver valor alguno en este mundo, para así poder hallar mi
libertad y mi salvación”. Estás pidiendo que la fortaleza de Dios te apoye y te ayude a tomar
una decisión definitiva en favor mundo real, en lugar de este mundo. Intenta pedirlo de todo
corazón. Luego cierra los ojos y pasa un rato “vaciando tus manos de todos los vanos tesoros de
este mundo” (8:3). Luego extiende la mano a una experiencia de verdadera percepción, la clase
de visión que tus ojos de por sí no pueden ver. Desea ver sólo el otro mundo, el mundo del
amor. Durante este tiempo, “esperas la ayuda de Dios” (8:4). Confía en que Él está ahí,
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ayudándote a hacer la elección de darle valor sólo al mundo real. Mientras esperas, repite la
frase: “Ayúdame a ver sólo el mundo real”.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te des cuenta de que estás dándole valor a algo del
mundo.
Recuerda que al valorar una pequeña parte del infierno estás eligiendo la totalidad del
infierno, y cerrándole la puerta al Cielo. Di: “Es imposible ver dos mundos. Lo único que deseo
es mi libertad y mi salvación, y esto no forma parte de lo que quiero”. Necesitarás vigilar tu
mente con cuidado durante todo el día, porque no estás buscando alteraciones y disgustos, sino
atracciones.
Comentario
La lección de hoy no admite tratos en absoluto. Los dos primeros párrafos explican la postura
del Curso acerca de la percepción con total claridad, como en los tres libros. Lo que valoramos
es lo que queremos ver, lo que queremos ver determina nuestro modo de pensar, y lo que vemos
refleja lo que pensamos. “Nadie puede dejar de ver lo que cree desear” (1:6). O, como se afirma
brevemente dos veces en el Texto: “La proyección da lugar a la percepción” (T.13.V.3:5;
T.21.In.1:1).
Además, puesto que no podemos odiar y amar al mismo tiempo, no podemos proyectar dos
mundos completamente opuestos al mismo tiempo. Proyectamos el mundo del miedo o el
mundo del amor. Y “el mundo que ves es la prueba de que ya has elegido algo que es tan
completamente abarcador como lo es su opuesto” (6:2). En otras palabras, el mundo que vemos
demuestra que nuestra mente ha hecho la elección del miedo que lo abarca todo. “El miedo ha
dado lugar a todo lo que crees ver” (4:1).
Como ya he dicho, en esto no hay posibilidad de tratos. No permite que ninguna parte de este
mundo quede fuera de la categoría de “proyección del miedo”. El mundo que vemos es
“completamente congruente desde el punto de vista desde el que lo contemplas. Es un sólo
bloque porque procede de una sola emoción, y su origen se ve reflejado en todo lo que ves”
(6:4-5).
Si tratamos de dejar fuera de este cuadro una parte del mundo, afirmando que “seguramente esta
parte es buena”, estamos intentando “aceptar una pequeña parte del infierno como real” (11:1).
Y garantiza que todo el cuadro será “ciertamente el infierno” (11:1).
Por otra parte, el Curso no intenta provocar ningún rechazo al mundo. Nos dice que sólo la parte
que contemplamos con amor es real (ver T.12.VI.3:2-3). Por lo tanto, nos pide amarlo a todo
ello por igual, y de este modo “haz que el mundo real sea real para ti” (T.12.VI.3:6). Nuestros
intentos de rescatar “partes” del mundo como reales, están equivocados porque separan y hacen
que ciertas partes sean especiales, más merecedoras de amor que el resto.
Tal como lo vemos, a través de los ojos del miedo, el mundo no tiene ningún valor en absoluto.
Aceptemos la Fortaleza de Dios para “no ver valor alguno en este mundo” (8:6). Si de verdad lo
queremos, veremos otro mundo con la visión que “no se trata de una de la que tus ojos por sí
solos hayan visto jamás” (9:4). “Cuando lo único que desees sea amor, no verás nada más”
(T.12.VII.8:1).
Para ser un poco más prácticos durante un momento, he descubierto que las palabras finales de
la lección son enormemente útiles ante problemas de todo tipo: “Esto no forma parte de lo que
quiero” (11:5). Si veo únicamente lo que quiero ver, y estoy viendo algo que me angustia, que
afirme mi elección de cambiar mi mente: “Yo ya no quiero más esto”. Aunque mi aplicación de
esto no es muy constante, he visto que esta afirmación hace que desaparezca en una relación la
separación. He visto hacer desaparecer la sensación de pobreza. He visto cambiar a mi cuerpo, y
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darle una energía que pensaba que había perdido. He visto darle la vuelta a enfermedades
próximas. Os la recomiendo muchísimo a todos.
LECCIÓN 131
-
11 MAYO
“Nadie que se proponga alcanzar la verdad puede fracasar”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dios te hizo una antigua promesa, y tú se la hiciste a Él, que un día cruzarías la
puerta en tu mente y encontrarías el mundo real. Hoy se cumplirá esa promesa.
Más largo: 3 veces durante diez minutos.
Las instrucciones en los párrafos 11-13 son tan claras que simplemente he puesto las frases en
líneas separadas:
Comienza con lo siguiente:
Pido que se me conceda ver un mundo diferente y
tener pensamientos distintos de aquellos que inventé.
El mundo que busco no lo construí yo solo, y
los pensamientos que quiero tener no son los míos.
Durante varios minutos observa tu mente y contempla, aunque tus ojos estén cerrados, el mundo
insensato que crees que es real.
Revisa asimismo los pensamientos que son compatibles con dicho mundo que tú crees que son
verdad.
Luego descártalos y deslízate por debajo de ellos hasta llegar al santo lugar donde no pueden
infiltrarse.
Debajo de ellos hay una puerta en tu mente, la cual no pudiste cerrar completamente cuando
quisiste ocultar lo que se encuentra más allá.
Busca esa puerta hasta que la encuentres.
Pero antes de tratar de abrirla recuerda que nadie que se proponga alcanzar la verdad puede
fracasar.
Y es esto lo que estás pidiendo que se te conceda hoy.
Nada excepto esto tiene ahora significado; ahora no valoras ni persigues ninguna otra meta, no
hay nada que se encuentre a este lado de la puerta que realmente desees y sólo andas en pos de
lo que se encuentra detrás.
Empuja la puerta, y ve cuán fácilmente se abre sólo con tu intención de cruzarla.
Allí ángeles alumbran el camino, disipando toda oscuridad, y tú te yergues en una luz tan
brillante y tan diáfana que puedes entender todo lo que allí ves.
Un breve momento de sorpresa, tal vez, haga que te detengas antes de que te des cuenta de que
el mundo que ves ante ti, en la luz, refleja la verdad que siempre has conocido y de la que no te
habías olvidado totalmente mientras vagabas en sueños.
(L.131.11:2-13:3)
Corto: A menudo.
Repite la idea, mientras mantienes en tu mente que hoy cruzarás la puerta y encontrarás la
verdad y que, por lo tanto, hoy es un día de gracia, un tiempo para la alegría y celebración.
Recomiendo mucho recordarte a ti mismo este último hecho. Cambiará tu estado de ánimo
durante el día si lo recuerdas.
Respuesta a la tentación: Si olvidas lo especial que es este día y caes en la depresión y en las
quejas.
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Recuérdate a ti mismo la verdadera naturaleza de este día al repetir: “Hoy busco y encuentro
todo lo que deseo. Mi único propósito me lo brinda. Nadie que se proponga alcanzar la verdad
puede fracasar”. ¿Cómo puedes sentir depresión cuando te das cuenta de que estás encontrado
todo lo que siempre has querido? Recomiendo escribir las frases en una ficha y tenerlas a mano
o, mejor aún, aprenderlas de memoria.
Comentario
A veces le parece a casi todo el mundo que la búsqueda de la verdad nunca tendrá éxito. Parece
que buscamos, y buscamos, y buscamos algo más, y que nunca llegamos a la seguridad. La
lección de hoy viene como una tranquilizadora seguridad de que la búsqueda de la verdad es la
única búsqueda que tendrá éxito con toda seguridad.
“La búsqueda es inevitable aquí” (3:1). Es la naturaleza del mundo, la naturaleza del apuro en
que nos hemos metido a nosotros mismos. Buscar es la razón por la que vinimos aquí, y “es
indudable que harás lo que viniste a hacer” (3:2). Si hemos venido a buscar, entonces,
busquemos algo que merezca la pena encontrar: “una meta que se encuentra más allá del mundo
y de todo pensamiento mundano… un eco de un patrimonio olvidado” (3:4). Lo que estamos
buscando es el Cielo, “un patrimonio olvidado”. Lo que estamos buscando es el hogar que
abandonamos y que casi pusimos fuera de nuestra mente, aunque hacerlo por completo es
imposible. Ésa es la razón por la que nos sentimos empujados a la búsqueda. “Tras la búsqueda
de todo ídolo yace el anhelo de compleción” (T.30.III.3:1).
Lo que estamos buscando es lo que somos, por eso es imposible que no lo encontremos. “Nadie
puede dejar de querer esta meta, ni nadie puede; en última instancia, dejar de alcanzarla” (4:3).
A veces parece que la verdad te ha abandonado. Pienso que todos hemos tenido una sensación
así, el último cartucho del ego para alejarnos de la búsqueda cuando estamos demasiado cerca
de la verdad. Me ha pasado a mí, y todo lo que puedo decirte es: “¡Sigue adelante!” Tu
búsqueda no puede fracasar, aunque pienses que ya ha fracasado. Yo llegué a esa etapa obscura
de mi vida. No sé cómo porque no parecía tener nada que ver conmigo, que es lo que me
convence de que mi “salida de ello” es real y duradera. Todavía caigo en la desesperación de
vez en cuando, pero ya no me quedaré allí nunca más. “Nadie que se proponga alcanzar la
verdad puede fracasar”.
Lo que estamos buscando, y quizá encontremos hoy, es algo que está por debajo de todos los
pensamientos de nuestra mente que están relacionados con este mundo sin sentido, “debajo de
ellos hay una puerta en tu mente” (11:8). ¡Una puerta en nuestra mente! Más allá de la puerta
hay “una luz tan brillante y tan diáfana que puedes entender todo lo que allí ves” (13:2). El
ejercicio de hoy es maravilloso para visualizarlo en la mente, verdaderamente imaginando esa
puerta, viéndonos a nosotros delante de ella, y con una intención: abrirla empujándola y
cruzándola dejando atrás este mundo y entrando en otro, como la entrada al guardarropa de
Narnia en los libros de fantasía de C.S.Lewis. Estos ejercicios son como ensayos, y cuando los
repetimos se hacen cada vez más reales para nosotros, atrayendo nuestra mente y entrenándola
en un modelo que lleva al descubrimiento de la verdadera puerta, dentro de nuestra mente, que
nos lleva al Cielo.
LECCIÓN 132
-
12 MAYO
“Libero al mundo de todo lo que pensé que era”
Instrucciones para la práctica
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Propósito: “Liberar al mundo de todos los pensamientos vanos que hayamos tenido acerca de él
y acerca de todos los seres vivientes que vemos en él… para así poder ser libres” (14:1,5).
Más largo: 2 veces, durante quince minutos.
Empieza repitiendo: “Yo que sigo siendo tal como Dios me creó quiero liberar al mundo de
todo lo que pensé que era. Pues yo soy real porque el mundo no lo es. Y quiero conocer mi
propia realidad”. El resto del periodo de práctica me parece una meditación como las del Libro
de Ejercicios, en la que acallamos y aquietamos nuestra mente, “alerta pero sin tensión” (15:4).
Basándome en las frases que repetimos, este ejercicio me recuerda otras dos lecciones (122 y
128) en las que tenemos la sensación de retirar nuestra mente de su atención al mundo exterior y
de llevarla hacia dentro al centro de quietud, donde descansamos, donde nuestros pensamientos
se transforman, y donde experimentamos nuestra verdadera realidad.
Observaciones: Sentirás tu propia liberación, pero es posible que no te des cuenta de que tu
liberación también liberará al mundo, llevando sanación a muchos hermanos cercanos y lejanos.
Respuesta a la tentación: Cada vez que pienses que tus pensamientos no tienen poder para
ayudar en las situaciones problemáticas que vemos a nuestro alrededor.
Cuando notes un pensamiento así, repite: “Libero al mundo de todo lo que pensé que era, y en
lugar de ello elijo mi propia realidad” (será útil aprenderlo de memoria), dándote cuenta de que
al repetirlo estás liberando el poder de tu mente para liberar al mundo, y añadiéndola a la
libertad que le diste en la sesión más larga de práctica.
Comentario
Para mí, hoy, el significado de esta lección es: yo tengo el poder de hacer eso. Puedo liberar al
mundo de todo lo que pensé que era sencillamente al cambiar mi propia mente.
Esta lección contiene la afirmación más sorprendente del Curso:
“¡El mundo no existe! Éste es el pensamiento básico que este curso se propone enseñar” (6:2-3).
La lección admite que no todo el mundo está listo para aceptar esta idea, aunque deja claro que
todos lo haremos, finalmente, la aceptaremos. (Tal aceptación podría necesitar muchas vidas,
creo, y sin duda hemos pasado por muchas ya para llegar a donde estamos, ésta es mi propia
opinión, no necesariamente la del Curso.)
Al hablar de esto, hace la comparación con un loco, el primer párrafo dice que a un loco no se le
puede “persuadir cuestionando los efectos de sus pensamientos” (1:6). La postura del Curso es
que el mundo es el efecto de nuestros pensamientos. Por eso el enfoque que, finalmente, nos
llevará a entender que el mundo no existe no sigue el camino de directamente poner en duda la
realidad del mundo. Ése es un camino inútil, tan inútil como intentar convencer a un loco de que
sus alucinaciones no son reales. El enfoque que da fruto es poner en duda la causa, es decir:
poner en duda los pensamientos que producen las alucinaciones.
“Cambia de mentalidad con respecto a lo que quieres ver, y el mundo cambiará a su vez” (5:2).
Cuando empezamos a permitir pensamientos de sanación dentro de nosotros, nos abrimos a
aprender la lección. “El hecho de que estén listos hará que la lección les llegué en una forma
que ellos puedan entender y reconocer” (7:2). Entonces, lo importante para nosotros no es negar
la realidad del mundo, sino abrir nuestra mente para llevar sanación al mundo que vemos.
Hacerlo nos traerá experiencias que nos convencerán de que el mundo no es tan real como
suponíamos. Puede que tengamos una experiencia cercana a la muerte. Puede que pasemos por
una experiencia de iluminación que nos muestre una realidad más allá de toda discusión y que
contradice todo lo que hemos creído que era la realidad hasta entonces. De hecho, al hacer los
ejercicios de hoy, podemos experimentar algo que nos haga despertar.
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La falta de realidad del mundo se produce cuando empezamos a sentir la realidad de nuestro
Ser: “conocer tu Ser es la salvación del mundo” (10:1). Si somos tal como Dios nos creó,
entonces lo que parece cambiarnos no puede existir, no puede ser real; no puede haber lugar
donde podamos sufrir, ni tiempo que pueda cambiarnos. El mundo es el efecto de nuestros
pensamientos, y nada más: “tú mantienes el mundo intacto en tu mente mediante tus
pensamientos” (10:3). Cuando descubrimos lo que verdaderamente somos al permitir al amor
que entre en nosotros y nos sane, nos damos cuenta de que: “Si tú eres real, el mundo que ves es
falso, pues la creación de Dios es diferente del mundo desde cualquier punto de vista” (11:5).
Liberamos al mundo de lo que pensábamos que era al aceptar nuestra unidad con Dios, y al
darnos cuenta de que el mundo, tal como lo vemos, no puede ser real porque no refleja esta
verdad: “Lo que Él crea no está separado de Él, y no hay ningún lugar en el que el Padre acabe y
el Hijo comience como algo separado” (12:4).
“Liberar al mundo” es sanarlo. En la meditación de hoy “envías estos pensamientos para
bendecir al mundo” (16:1). “Libero al mundo” significa que yo extiendo sanación a todo el
mundo, lo libero de todo sufrimiento, lo perdono de toda culpa, lo sano de la enfermedad, le
quito todo pensamiento de venganza. Aceptar este papel de salvador del mundo es lo que nos
revela nuestro verdadero Ser, transforma nuestros pensamientos y, a su vez, transforma al
mundo que es su efecto. Éste es “el poder de este simple cambio de mentalidad” (17:1).
LECCIÓN 133
-
13 MAYO
“No le daré valor a lo que no lo tiene”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Vaciar nuestras manos de todas las cosas que valoramos en este mundo y alcanzar el
estado del Cielo.
Más largo: 2 veces, durante quince minutos.
Repite: “No le daré valor a lo que no lo tiene y solo iré en pos de lo que es valioso, pues eso es
lo único que deseo encontrar”. Luego intenta encontrar lo que es verdaderamente valioso dentro
de ti. Mantén en la mente un deseo honesto de no engañarte a ti mismo acerca de lo que es
valioso. Niégate a engañarte a ti mismo al creer que las cosas de este mundo pueden darte
felicidad verdadera y duradera. En lugar de eso, intenta valorar sólo lo eterno, en tus hermanos y
en ti mismo. Vacía tus manos de los tesoros de este mundo. Abre tu mente y abandona sus
ataduras habituales. En este estado abierto y vacío, vete hasta la puerta del Cielo dentro de ti, y
se abrirá de par en par, ofreciéndote el regalo de todo.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas sobrecargado o que te enfrentes a una
decisión difícil.
De inmediato responde repitiendo: “No le daré valor a lo que no lo tiene, pues lo que tiene
valor me pertenece”. Esto te recordará que ninguna decisión puede ser difícil, porque eliges
entre lo infinitamente valioso y lo que no tiene ningún valor.
Comentario
Las leyes que gobiernan la elección son dos:
Sólo hay dos alternativas: todo o nada.
No hay tratos, no hay entremedias.
Los criterios para juzgar lo que merece desearse son:
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¿Durará para siempre? (Si no dura, no es nada.)
¿Es una elección en la que nadie pierde? (Si alguien pierde, tú te quedas sin nada.)
¿Está el propósito libre de las metas del ego? (Si no está libre de ego, hay un trato.)
¿Está la elección libre de toda culpa? (Si no, las alternativas están confusas.)
¡Éstas son reglas muy estrictas! Son claras, pero no se aprenden fácilmente. Por ejemplo, ¿cómo
podemos saber si las metas del ego se están metiendo por medio? “En esto es en lo que es más
fácil caer en el engaño” (8:5). El ego se disfraza de inocencia. Sin embargo, la lección afirma
que el camuflaje del ego es sólo “un fino velo, que sólo podría engañar a los que les place ser
engañados” (9:1). “Sus objetivos son obvios para todo aquel que se toma la molestia de
examinarlos” (9:2). Únicamente tenemos que querer mirar y el detector del ego es muy sencillo:
la culpa. “Si sientes el más mínimo vestigio de culpabilidad con respecto a lo que has elegido,
es que has permitido que los objetivos del ego nublen las verdaderas alternativas” (11:2).
Si aplico estos criterios de elección a las decisiones de mi vida, mi vida cambiará radicalmente.
El primer criterio rechaza absolutamente cualquier objetivo que suponga algo material,
incluyendo cuerpos y relaciones humanas habituales. ¿Durará para siempre? ¿Qué durará para
siempre? ¿Qué dura para siempre en este mundo? Únicamente el amor. Y no todo lo que
llamamos amor dura para siempre; todos nos lo hemos demostrado a nosotros mismos, en todas
las formas, o lo hemos visto a nuestro alrededor. A propósito, la frase del Curso es: si no dura,
no era amor:
“Si ha habido desilusión es porque realmente nunca hubo amor, sino odio, pues el odio es una
ilusión y lo que puede cambiar nunca pudo ser amor” (T.16:IV.4:3-4).
Pero hay un amor que no es de este mundo, una luz que no podemos encontrar en el mundo pero
que podemos dar al mundo (ver T.13.VI.11:1-2).
Como Stephen Levine ha escrito: no podemos poseer al amor, pero podemos ser poseídos por
él. Y eso es lo que aquí se dice.
Podemos pensar que la mayoría de nuestras elecciones no son tan monumentales como todo
esto. Pero todas son la misma elección. En cada momento estamos eligiendo entregarnos al
amor, que el amor tome el control y nos use, o estamos eligiendo apartarnos de él, en el miedo.
Elegir el amor es la única elección sin culpa.
No es complicado. “La complejidad no es sino una cortina de humo que oculta el simple hecho
de que tomar decisiones no es algo difícil” (12:3).Es la decisión: “Que yo sea amor en esta
situación, y nada más”. No, no sabemos cómo hacerlo. Por eso es por lo que tenemos que venir
“con las manos vacías y las mentes abiertas” (13:1).Sin aferrarnos a nada, sin estar
sobrecargados con cosas de menos valor (14:1). Y sin ninguna idea acerca de lo que significa el
amor, con mentes abiertas. En palabras de un poema de la poetisa cristiana Amy Carmichael:
Ama a través de mí, Amor de Dios.
Hazme tu aire claro,
A través del cual, sin obstáculos, los colores pasan
Como si no estuviera allí.
LECCIÓN 134
-
14 MAYO
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“Permítaseme poder percibir el perdón tal como es”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Practicar el verdadero perdón, para que puedas liberar a tu hermano, liberarte tú
mismo de las cadenas con las que te has aprisionado, y dejar que tus pasos iluminen a los que te
siguen.
Más largo: 2 veces, durante quince minutos.
Este ejercicio necesita cierta explicación. Primero: “¿Me condenaría a mí mismo por haber
hecho eso?” no significa “Si yo hiciera eso, ¿me condenaría a mí mismo? Más bien significa:
¿Quiero de verdad condenarme a mí mismo por hacer esto (porque si yo le condeno, yo me
condenaré a mí mismo)? Esta especie de “¿quieres?” aparece por todo el Curso. Por ejemplo:
“¿Quieres saber lo que la Voluntad de Dios dispone para ti?” (T.8.V.5:1).
Pregúntale al Espíritu Santo, Quien entiende el significado del perdón: “Permítaseme
poder percibir el perdón tal como es”.
Luego elige un hermano a quien perdonar, bajo Su dirección.
Ahora haz una lista de los “pecados” de esta persona, uno tras otro (pero no te pares en
ninguno de ellos). Con cada uno, pregúntate a ti mismo: “¿Me condenaría a mí mismo
por haber hecho eso?” (porque cuando condenas a un hermano por este “pecado”
concreto, te mides a ti mismo con la misma medida). Busca mentalmente un “pecado”
parecido en ti, y luego condénate a ti mismo por eso, tal como le condenaste a él. Para
que este significado te entre muy profundamente, puedes hacer una versión extendida
de la pregunta. Di: “¿Quiero condenarme a mí mismo por (nombra el „pecado‟ que ves
en él, por ejemplo, juzgar excesivamente a los demás)? No me voy a encadenar a mí
mismo de esta manera. No quiero condenarle por hacer eso.” Al nombrar este pecado
concreto, hazlo de manera general como para que sirva también para algo que sueles
hacer.
Si practicas bien, sentirás que te has quitado un peso de encima, quizás de tu pecho,
como si te hubieran quitado unas cadenas del pecho.
Recordatorios frecuentes: En todo lo que hagas.
Recuerda: “Nadie es crucificado solo, mas, por otra parte, nadie puede entrar en el Cielo
solo”. Esto significa que cuando crucificas a tu hermano, te crucificas a ti mismo también. Y
Cuando le liberas, abres la puerta del Cielo para los dos.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a atacarte a ti mismo al condenar a
otro. Di: “Permítaseme poder recibir el perdón tal como es. ¿Me acusaría a mí mismo de eso?
No me voy a encadenar a mí mismo de esta manera”. Ésta es una versión reducida de la sesión
más larga de práctica.
Comentario
Esta lección contiene un debate muy centrado en lo que significa “perdonar”. Se merece no sólo
una práctica cuidadosa como lección del Libro de Ejercicios, sino también un cuidadoso
estudio, como ejercicio aparte cuando tengas más tiempo. Varias de estas lecciones más largas
del Libro de Ejercicios entran en esa categoría.
La enseñanza principal de esta lección es que el perdón, para ser verdadero, debe estar
plenamente justificado. Se aplica sólo a lo que es falso. El pecado, de ser real, no se podría
perdonar (5:3-4). El verdadero perdón ve la nada del pecado. “Los mira con ojos serenos, y
simplemente les dice: "Hermano mío; lo que crees no es verdad" (7:5).
La lección por sí misma explica la idea muy bien. Quiero centrarme en los resultados del
perdón: el alivio que nos trae. El perdón es “un profundo consuelo para todos aquellos que lo
conceden” (6:1). Nos despierta de nuestro sueño. Aunque no entiendas toda la teoría del Curso
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acerca del perdón, cuando perdonas, cuando abandonas tus resentimientos contra alguien,
sientes que se te quita un enorme peso del corazón. Puede que no entiendas por qué sucede eso,
pero sabes que es verdad. Como la lección dice: “empezarás a notar una sensación de ser
elevado; un gran alivio en tu pecho y un sentimiento profundo e inequívoco de desahogo”
(16:3).
Perdonar es un sentimiento muy feliz. ¿Por qué? Porque, sin darte cuenta, cuando condenamos a
alguien por sus pecados, secretamente nos estamos condenando a nosotros mismos. Al condenar
a otro, estoy diciendo: “El pecado es real y se merece castigo”. Si apoyo ese principio, entonces
debo pensar también que cuando yo peco, yo también merezco ser castigado. La forma de mi
“pecado” puede no ser la que yo condeno en mi hermano, por supuesto, puedo acusarle de hacer
algo que yo nunca haría, e imagino que puesto que yo no cometo esa falta concreta, de algún
modo mi condena a otro comprará mi salvación. Pero he apoyado el principio de que el pecado
es real y que merece castigo. Inevitablemente sé, muy dentro de mí, que yo también he
“pecado” de algún modo. Y si lo he hecho, no puedo esperar otra cosa que castigo. Lo que le
aplico a mi hermano se aplica también a mí.
Cuando sentimos la tentación de condenar a alguien, el Curso nos aconseja que nos
preguntemos a nosotros mismos: “¿Me acusaría a mí mismo de eso?” (9:3), o “¿Me condenaría
a mí mismo por haber hecho eso?” (15:3). Las palabras “acusaría” significan “¿quiero acusar?”
La pregunta no es: “si yo hiciera lo que esa persona ha hecho, ¿me acusaría a mí mismo de
eso?” Porque, si estoy juzgando al otro por ello, sin duda me juzgaría a mí mismo si hiciera lo
mismo. Normalmente guardamos nuestros juicios más duros para aquellas cosas que creemos
que nunca haríamos nosotros, precisamente porque nos condenaríamos a nosotros mismos por
hacerlo. Cuando leemos esta pregunta, por ejemplo, y pensamos en un violador de niños, si
entendemos mal la pregunta, podemos responderemos: “¡Por supuesto que me condenaría a mí
mismo si yo lo hiciera!”
En realidad, el significado de la pregunta es: “¿Quiero hacer el pecado real e insistir en que debe
ser castigado? Porque si eso es lo que quiero, me estoy condenando a mí mismo al castigo
también”. Nos encadenamos a nosotros mismos al encadenar a otro (17:5; 16:4).
Por eso es por lo que liberar a mi hermano de las cadenas me trae alivio. Cuando libero a otro,
me estoy liberando a mí mismo del principio de que “el pecado es real y debe ser castigado”. ¡Y
es un alivio! El que perdona, y ofrece escapar de la culpa a otro, ahora ve que escapar de la
culpa es posible también para él:
No tiene que luchar para salvarse. No tiene que matar a los dragones que pensaba le
perseguían. Tampoco tiene que erigir las sólidas murallas de piedra ni las puertas
de hierro que pensó que lo mantendrían a salvo. Ahora puede deshacerse de la
pesada e inútil armadura que construyó a fin de encadenar su mente a la miseria y
al temor. Su paso es ligero, y cada vez que alza el pie para dar otro paso hacia
adelante, deja tras de sí una estrella para señalarles el camino a aquellos que le
siguen. (12:1-5)
El perdón es un profundo alivio.
LECCIÓN 135
-
15 MAYO
“Si me defiendo, mi Ser es atacado”
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Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar a un lado tus planes y aprender tu papel en el plan de Dios, acercar el
momento en que tu luz, unida a la luz de tus seguidores, iluminará al mundo de alegría. Éste es
un día muy importante en tu despertar, es la Pascua Florida en tu salvación. Éste es otro de los
pasos gigantescos del Libro de Ejercicios (26:4).
Más largo: 2 veces, durante quince minutos.
Repite: “Si me defiendo, Mi Ser es atacado. Mas en mi indefensión seré fuerte. Y
descubriré lo que mis defensas ocultan.
Luego descansa de todo plan y de todo pensamiento. Tus planes han sido murallas que
has levantado para no dejar entrar al plan del Espíritu Santo para tu vida. Su plan es que
tú “te conviertas en una luz” (20:1) cuyos “seguidores” (20:3) iluminen al mundo. Así
que abandona tus ideas sobre tu vida y abre tu mente a la Suya. Ven sin defensas y
escucha mientras Él te revela “cuál es tu papel en el plan de Dios (25:5). Puede decirte
sólo tus planes para hoy, pero esos planes son parte de Su plan más amplio para ti. No
tengas miedo de que estos planes te pidan sacrificio alguno. Son el camino a tu
liberación. Y todo lo que necesites para llevarlos a cabo se te dará. Puesto que éste es un
ejercicio de escuchar la Voz de Dios, recuerda tu entrenamiento en escuchar en espera
de dirección: espera con la mente en silencio, espera con confianza, y de vez en cuando
repite la petición.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a hacer tus propios planes.
Repite: “Ésta es mi Pascua Florida. Y quiero conservarla santa. No me defenderé, pues el Hijo
de Dios no necesita defensas contra la verdad de su realidad”. Como esto es largo necesitarás
probablemente escribirlo en una ficha si vas a usarlo.
Observaciones: En el transcurso del día, intenta no darle forma ni organizarlo según lo que tú
crees que son tus necesidades. En lugar de ello, si escuchas Sus planes y los sigues, encontrarás
una felicidad que no te puedes imaginar, y todo el mundo celebrará “tu Pascua Florida contigo”
(26:4).
Comentario
“Si me defiendo, mi Ser es atacado”. El pensamiento general que encabeza esta lección afirma
que todas las formas de defensa son en realidad testigos de ataque, o de tu creencia en el ataque.
Si ves necesidad de una defensa, tienes que estar viendo un ataque.
El ser que crees que eres es tan débil que necesita defensa; tu verdadero Ser, que es espíritu, no
necesita defensa. Esta lección demuestra que cuando haces planes cuyo propósito es defender tu
pequeño “yo” (la imagen que te has hecho de ti mismo, que se compone del ego y su expresión:
el cuerpo), estás indirectamente atacando tu verdadero Ser, porque ves a ese Ser atacándote a
“ti”.
El Curso continuamente nos enseña que “todo ataque es un ataque contra uno mismo”
(T.10.II.5:1). Dice que nos estamos atacando continuamente, pero que no nos damos cuenta de
ello. Pensamos que el ataque viene de algún lugar fuera de nosotros, y nunca nos damos cuenta
que proviene de nuestros pensamientos de culpa. Una y otra vez, el Curso nos dice que estemos
atentos a lo que estamos haciendo y pensando, para reconocer nuestro propio ataque, y para
elegir abandonarlo.
La Lección 135 aplica este principio general a una parte concreta de nuestra vida de la que no
hemos pensado que es un ataque a nosotros mismos: hacer planes. Primero, señala que todas las
defensas son una forma de ataque a uno mismo porque hacen real la ilusión de amenaza, y luego
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intenta ocuparse de las “amenazas” como si fueran reales. Nos pide que miremos de cerca lo
que pensamos que nos estamos defendiendo, cómo nos defendemos, y contra qué.
Segundo, identifica nuestros planes como una forma de defensa contra futuras amenazas que
nos imaginamos. Si esto es así, lo contrario es cierto: todas las “defensas son los planes que
emprendes para atacar la verdad” (17:1). En otras palabras, las defensas y los planes son lo
mismo. Cuando preparas una defensa, estás haciendo planes. Todas las defensas son planes, y
todos los planes que iniciamos por nuestra cuenta son defensas.
Resumiendo, hacer planes es una forma de defensa, y todas las defensas son ataques contra uno
mismo. Por lo tanto, hacer planes es únicamente otra forma de ataque a ti mismo, date cuenta de
ello y abandónalos.
Finalmente, la lección habla de cómo se plantea la vida “la mente que ha sanado” (11:1; 12:1):
no haciendo planes, sino recibiendo los planes del Espíritu Santo, con confianza total en la
dirección del Espíritu Santo, y con confianza en Su plan. Únicamente este enfoque permite el
cambio, la sanación, y que los milagros ocurran en el momento presente.
“La mente que ha sanado no planifica. Simplemente lleva a cabo los planes que recibe al
escuchar a una Sabiduría que no es la suya.” (11:1-2)
Esto no significa que una mente que ha sanado no siga un plan. Sigue un plan, sólo que él no
hace el plan. Recibe el plan a través de la dirección del Espíritu Santo.
Dicho de manera sencilla, la mente que ha sanado escucha al Espíritu Santo y hace lo que Él le
dice, en lugar de escuchar los planes del ego, que siempre están basados en el miedo y toman
una postura defensiva. Los planes del ego siempre están intentando proteger y conservar el
cuerpo; a menudo, los planes del Espíritu Santo parecen no preocuparse por el cuerpo en
absoluto. El Espíritu Santo tiene prioridades muy diferentes.
Cuando el Curso habla de “la mente que ha sanado” se refiere a la meta del Curso (el estado en
el que estará tu mente cuando te hayas graduado en el Curso). Esto no es algo en lo que entras
sólo con hacer unas pocas lecciones, esto es cómo estarás después de trabajar con el Curso y lo
hayas integrado totalmente a tu vida.
LECCIÓN 136
-
16 MAYO
“La enfermedad es una defensa contra la verdad”
Instrucciones para la práctica
Más largo: 2 veces, durante quince minutos.
Empieza con esta oración de sanación: “La enfermedad es una defensa contra la
verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que mi mente sane hoy
completamente”. Con esta oración estás pidiendo que tu mente ya no utilice más la
enfermedad para “demostrarte” que eres un cuerpo. En lugar de eso, pides darte cuenta
de lo que realmente eres, que es espíritu.
Después de hacer esta invitación, mantén tu mente en silencio y vigilante, preparada
para recibir la respuesta que has pedido. Abre tu mente y deja que la sanación la
ilumine. Deja que todos los propósitos que le has dado al cuerpo se borren, mientras la
verdad de quién eres surge para despejar y abrir tu mente.
Observaciones: Si has practicado bien, tu cuerpo no sentirá nada. No se sentirá ni enfermo ni
sano, ni bien ni mal. No tendrá poder para decirle a la mente qué debe sentir. Únicamente
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quedará su utilidad. Ciertamente, su utilidad aumentará, pues eran los propósitos que le diste los
que le hacían débil, enfermo y capaz de ser atacado. “A medida que éstos se dejan a un lado, el
cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea verdaderamente útil”
(18:2). Sin embargo, Debes proteger este estado con una vigilancia cuidadosa, respondiendo
inmediatamente a cualquier pensamiento que suponga que eres un cuerpo. Pues estos
pensamientos hacen enfermar a la mente, y entonces la mente atacará al cuerpo con la
enfermedad.
Respuesta a la tentación: Cada vez que tengas pensamientos de ataque, de juicios, o de hacer
planes.
“Remédialo de inmediato” (20:1) diciendo: “He olvidado lo que realmente soy, pues me
confundí a mí mismo con mi cuerpo. La enfermedad es una defensa contra la verdad. Mas yo no
soy un cuerpo. Y mi mente es incapaz de atacar. Por lo tanto, no puedo estar enfermo”. Las
últimas líneas están relacionadas con unas líneas del Texto que dicen: que hay dos condiciones
necesarias para que ocurra la enfermedad: “que el propósito del cuerpo es atacar, y que tú eres
un cuerpo” (T.8:VIII.5:7). Si puedes aceptar de verdad que tú no puedes atacar, y que tú no eres
un cuerpo, entonces “la enfermedad es inconcebible” (T.8.VIII.5:8).
Comentario
Ésta es otra de esas lecciones que pagará con creces estudiarla cuidadosamente, ¡hay cosas muy
buenas en ella!
El pensamiento principal se afirma muy claro: la enfermedad es un medio que usamos para
defendernos contra la verdad. Es una decisión que tomamos, elegida intencionadamente cuando
la verdad se acerca demasiado para resultar cómoda, se elige para distraernos y para aferrarnos
de nuevo al cuerpo. Entonces, viéndolo por el lado positivo, cuando enfermamos, ¡nos podemos
felicitar por dejar entrar a la verdad si el ego se ha asustado tanto de ella!
Por ejemplo, en 1995 Robert y yo dimos un seminario intensivo de fin de semana acerca de
“Somos la Luz del Mundo: Aceptar Nuestra Función”. Durante aquel fin de semana me sentí
profundamente impresionado por el mensaje que el Curso nos estaba trasmitiendo a todos. Al
día siguiente del intensivo, tuve diarrea. ¡Hay pocas cosas que te bajen a nivel corporal como
tener que correr al baño todo el tiempo! Pero en realidad lo encontré divertido, pensé: “¡Típico
del ego! ¡Se veía venir!” En lugar de tener el efecto deseado (por el ego), tuve el contrario; me
sirvió para recordarme la verdad, en lugar de distraerme de ella. Y, ¿sabes qué? Desapareció
rápidamente. “Las defensas que son inservibles se abandonan automáticamente” (T.12.I.9:8).
La mayoría de las personas, cuando se les dice que han elegido la enfermedad, reaccionan
negándolo rotundamente. Esto es fácil de descubrir. La lección dice que nuestra elección “se
encuentra doblemente sellada en el olvido” (5:2). Primero elegimos esconder la molesta verdad
que ha estado destruyendo nuestras ilusiones de separación y de la naturaleza física de nuestra
identidad, y nos hace enfermar, ésa es la decisión que tomamos. Luego elegimos olvidar que lo
hemos elegido; el primer escudo del olvido. Finalmente, nos olvidamos que elegimos olvidarlo;
el segundo escudo del olvido. Todo esto sucede en una fracción de segundo (ver 3:4; 4:2-5:1).
En esa fracción de segundo somos conscientes de lo que estamos haciendo, pero se levantan tan
rápidamente los escudos que todo el proceso parece ser inconsciente (3:3).
Necesitamos recordar lo que hemos olvidado. El olvido intencionado de nuestra elección.
Podemos recordar si estamos dispuestos a “reconsiderar la decisión que se encuentra
doblemente sellada” (5:2), es decir, la decisión de escapar de la verdad, la decisión de que la
verdad es algo contra lo que tenemos que defendernos. Ésta es la razón por la que el ejercicio
del día dice:
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“La enfermedad es una defensa contra la verdad. Aceptaré la verdad de lo que soy, y dejaré que
mi mente sane hoy completamente”. (15:6-7)
El antídoto a todo el proceso es no intentar sanar el cuerpo enfermo, sino aceptar la verdad
acerca de mí mismo, dejar que mi mente sea sanada. La enfermedad es un efecto lateral de
rechazar la verdad acerca de mí mismo, la cura es aceptar la verdad en su lugar, volver a
considerar la decisión original que, aunque oculta de la consciencia, tiene que estar ahí para que
la enfermedad haya ocurrido.
En el último párrafo, la lección nos advierte: “No te confundas con respecto a lo que necesita
sanar” (20:2). No es el cuerpo el que necesita sanación, es la mente. Esto está de acuerdo con el
Texto, que nos dice:
Cuando el ego te tiente a enfermar no le pidas al Espíritu Santo que cure al cuerpo;
pues eso no sería sino aceptar la creencia del ego de que el cuerpo es el que
necesita curación. Pídele, más bien, que te enseñe cómo percibir correctamente el
cuerpo, pues lo único que puede estar distorsionado es la percepción. (T.8.IX.1:5-6)
Lo que debe ponerse en duda y cambiarse es esa decisión original de rechazar la verdad de lo
que somos, porque parece amenazar lo que pensamos que somos.
La lección dice algunas cosas increíbles acerca del cuerpo de una persona cuya mente ha
sanado, y cuyo cuerpo ha sido aceptado como nada más que un instrumento para ser usado para
sanar al mundo. “El cuerpo tendrá suficiente fuerza para servir a cualquier propósito que sea
verdaderamente útil. La salud del cuerpo queda plenamente garantizada porque ya no se ve
limitado por el tiempo, por el clima o la fatiga, por lo que come o bebe, ni por ninguna de las
leyes a que antes lo sometías” (18:2-3). Si un cuerpo no está limitado por el tiempo, no
envejece. No limitado por el clima significa que no necesita ropa de abrigo o refugio. No
limitado por la fatiga, no necesita dormir. No limitado por lo que come o bebe, no necesita
comer. ¿Quién de nosotros puede decir que esto es verdad para nosotros?
Quizá hemos experimentado unos pocos atisbos de una luz tan brillante, sin fatiga, sin
necesidad de comer durante un tiempo. Pero nadie que yo conozca está en este estado de
confianza perfecta. Nos queda camino por recorrer, a ti y a mí. Así que no creo que deba
sorprendernos si un resfriado nos ataca, o si la gripe nos deja por los suelos, o incluso si algo
“más serio” nos ocurre. Todavía tenemos miedo de la verdad (¡gran sorpresa!). En lugar de
pensar: “¡Oh! ¿Por qué me he hecho esto a mí mismo? ¿Qué anda mal en mí que todavía me
pongo enfermo?”, que diga: “¡Bah! He cometido un error. He olvidado lo que realmente soy,
pues me confundí a mí mismo con mi cuerpo. ¡Qué tonto! Sólo necesito recordar que no soy un
cuerpo, esto no es lo que soy”. La “enfermedad” del cuerpo puede entonces convertirse en un
acelerador para la sanación de mi mente, en lugar de una defensa contra la verdad.
LECCIÓN 137
-
17 MAYO
“Cuando me curo no soy el único que se cura”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar que tu mente sane, para que puedas enviar sanación al mundo, consciente de
que tú y el mundo sanáis juntos.
Más largo: 2 (mañana y noche), durante diez minutos.
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Di: “Cuando me curo no soy el único que se cura. Y quiero compartir, mi curación con
el mundo, a fin de que la enfermedad pueda ser erradicada de la mente del único Hijo
de Dios, Quien es mi único Ser”.
Luego descansa en la quietud. Y mientras descansas, deja que la Palabra de Dios entre a
sanar tus pensamientos dementes, para que esta sanación pueda extenderse de ti al
mundo. Una vez que la sanación entre en tu mente, puedes intentar lograr un sentido
general de extendérsela a todos, o puedes seleccionar personas concretas para
enviársela. Incluso puedes sentir que algunas personas te han venido a la mente para
que les envíes sanación, quizá incluso extraños.
Observaciones: Este ejercicio te preparará para tu práctica de cada hora.
Más corto: Cada hora, a la hora en punto, durante un minuto.
Recuerda tu propósito de hoy repitiendo: “Cuando me curo no soy el único que se cura. Y
quiero bendecir a mis hermanos, pues me curaré junto con ellos, tal como ellos se curarán
junto conmigo”.
Observaciones: ¿No merece la pena un minuto para recibir el regalo de todo?
Comentario
Aunque esta lección tiene mucho que decir sobre la sanación en general, su principal mensaje es
que la sanación, que es nuestra función en el mundo, es un fenómeno compartido, y que sanar es
compartir. La sanación restablece la unidad. “Los que se han curado se convierten en los
instrumentos de la curación” (11:1).
“Aislarse uno de los demás y rehusar la unión es lo que da lugar a la enfermedad” (1:3). Es
aislamiento (2:1). La sanación invierte eso, es un movimiento hacia otros, una unión. La
sanación de la que habla esta lección es la sanación de la mente, y no necesariamente del
cuerpo. “Nuestra función es permitir que nuestras mentes sean curadas, para que podamos llevar
la curación al mundo e intercambiar… la separación por la paz de Dios” (13:1).
Sea cual sea el estado de mi cuerpo, no puede impedir esta función. Mi cuerpo no puede
refrenar ni limitar mi mente. “Las mentes que estaban amuralladas en un cuerpo quedan
liberadas para unirse a otras mentes, y así ser fuertes para siempre” (8:6). Mi tarea hoy, y todos
los días, es permitir que mi mente sane, y permitir que la sanación se extienda desde mi mente a
otras mentes, llevando sanación al mundo. Eso puede suceder sea cual sea el estado de mi
cuerpo. Normalmente no me doy cuenta de lo poderosa que es mi mente, y de lo que pueden
extenderse los efectos de su sanación. “Y a medida que te dejas curar, te das cuenta de que junto
contigo se curan todos los que te rodean, los que te vienen a la mente, aquellos que están en
contacto contigo y los que parecen no estarlo” (10:1).
Cuando hoy abro mi mente a la sanación, me doy cuenta de que sea cual sea el estado de mi
cuerpo, “lo que se opone a Dios no existe” (11:3). Cuando me niego a aceptar la enfermedad
como mi realidad, mi mente “se convierte en un refugio donde los que están cansados pueden
hallar descanso” (11:3). La enfermedad es sólo un caso especial de “soy un cuerpo”. Así que lo
que se nos pide hacer no es sólo negar las limitaciones de la enfermedad, sino negar las
limitaciones del cuerpo completamente. Hoy, elijo dejar que “los pensamientos de curación
vayan… desde lo que ya se ha curado a lo que todavía tiene que curarse” (12:6). Dedico cierto
tiempo, diez minutos por la mañana y por la noche, y un minuto cada hora, a entregarle a mi
mente su función de compartir con el mundo pensamientos de sanación. “Extiéndele la mano a
todos tus hermanos, e infúndelos con el toque de Cristo” (T.13.VI.8:2).
Hoy, quiero que la curación se efectúe a través de mí (15:1). Quiero ser un canal, un canal de
bendiciones para el mundo. ¿Qué otro propósito podría darme tanta alegría?
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LECCIÓN 138
-
18 MAYO
“El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Elegir el Cielo, “la decisión que el tiempo tiene como fin ayudarnos a tomar” (7:1).
Más largo: 2 (los primeros y los últimos momentos del día), durante cinco minutos.
Utiliza estos cinco minutos para elegir el Cielo de una manera firme y definitiva.
Empieza diciendo: “El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir. Me
decido por él ahora y no cambiaré de parecer, pues es lo único que quiero”.
Luego pasa el resto del tiempo llevando a tu mente a un lugar donde dices de corazón
estas palabras. Esto probablemente requiera llevar a la luz las creencias inconscientes de
que la vida es algo terrorífico donde toda esperanza es finalmente devorada por la
muerte, y donde la muerte es tristemente la única escapatoria del conflicto. Trae este
sistema de creencias a la luz y pide la ayuda del Cielo, y verás que esta opinión no sirve
para nada en absoluto, “que tan sólo aparenta ser verdad” (11:2). Luego deja esta
infernal opinión de la vida, que no tiene ninguna realidad, junto a la alternativa: el
Cielo. Si lo haces, verás que elegir el Cielo es tan claro y natural que no es una elección.
Más corto: Cada hora, durante un corto tiempo de quietud.
Conscientemente afirma de nuevo la elección que has hecho por la mañana diciendo: “El Cielo
es la alternativa por la que me tengo que decidir. Me decido por él ahora y no cambiaré de
parecer, pues es lo único que quiero”. Hay una nota de fuerza en estas frases, por lo que puedes
darle más fuerza a “tengo” y “ahora” y “no”.
Observaciones: Dedica la práctica de la noche a reafirmar la elección que has hecho al
comienzo del día y que has reforzado cada hora. Al terminar de este modo, dedicas todo el día a
la elección del Cielo.
Comentario
La lección hace algunos contrastes rotundos entre este mundo y la creación. Uno es un reino de
dualidades, en el que “la oposición es parte de lo que es "real"” (2:2). El otro es un reino de
unidad, de igualdad perfecta. “La creación no conoce opuestos” (2:1). Ésta es la clásica
discusión acerca de lo que puede llamarse dualidad y no-dualidad.
No-dualidad o unicidad (uno y lo mismo), es lo que es real. Donde hay unicidad no puede haber
elección, porque no hay nada entre lo que elegir. Si la unicidad es la realidad, entonces la
elección, cualquier elección, es una ilusión y nada más. La elección es imposible, impensable.
Eso es la realidad.
Dentro de nuestro sueño, la verdad no puede entrar porque sólo se encontraría con el miedo; la
imposibilidad de elección de la unidad parece la última amenaza para una mente que cree que
todo lo que existe es dualidad. Por lo tanto, en este mundo, estamos aprendiendo a tomar una
decisión, la final. Es una elección para acabar con todas las decisiones, la elección entre la
ilusión y la realidad. El tiempo existe únicamente para hacer esta elección, para “darnos tiempo”
para hacerla. Se nos pide que elijamos el Cielo en lugar del infierno.
Hace años, antes de encontrar el Curso, había pasado por un montón de cosas, leído un montón
de libros, asistido a muchos seminarios. Me senté un día intentando extraer, por escrito, lo que
había aprendido de la vida. Estaba escribiendo para mis hijos, entonces adolescentes. Recuerdo
claramente que en el aquel momento de mi vida, sentí que sólo estaba seguro de dos cosas:
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Una, que puedes contar con el Universo.
Dos, que la felicidad es una decisión que yo tomo.
No me molestaré en comentar la primera, pero la segunda es fundamental para el Curso, la
comprensión de que nada fuera de mi mente me hace feliz o desgraciado, mi felicidad es
enteramente el resultado de mi propia elección.
Cuando leí por primera vez esta lección en el Libro de Ejercicios me quedé sorprendido por la
semejanza de la idea, incluso las mismas palabras. “El Cielo es la alternativa por la que me
tengo que decidir”. Quizá el hecho de que yo había llegado a esta conclusión por mi cuenta fue
una de las razones por la que acepté el Curso tan rápidamente, confirmaba lo que para mí era la
esencia de mi propia sabiduría personal, palabras que por lo que yo sabía eran enteramente
mías. Aquí estaba este libro, diciéndome lo mismo. Al decir que tenemos que elegir el Cielo y
que ésta es “la decisión” que tenemos que tomar, el Curso está diciendo que aprender esto es de
lo que trata la vida. Es “la decisión que el tiempo tiene como fin ayudarnos a tomar” (7:1). Es
una elección, una decisión, que acepta la total responsabilidad de la mente por el modo en que
ve la realidad.
Pero la lección dice mucho más que esto. La discusión entre dualidad y no-dualidad en esta
lección explica claramente por qué tantos de nosotros, sin duda la mayoría de nosotros,
experimentamos tal división o conflicto interno en aceptar la simple verdad. Hemos llegado a
convencernos de que los opuestos y el conflicto no son simplemente parte de la vida, son la
vida. Para nosotros son la realidad. “La vida se ve como un conflicto” (7:4). Esta creencia se
muestra, por ejemplo, en el planteamiento un tanto frívolo de que el Cielo, donde nada cambia y
no hay opuestos, suena aburrido. Somos adictos a los sucesos dramáticos, nos dedicamos a la
deliciosa agonía de la indecisión. Para nosotros, no tener elecciones suena como la muerte.
Resolver finalmente y completamente el conflicto nos parece el final de la vida misma.
Sin embargo, eso es lo que el Curso nos promete y nos pide: el final de todo conflicto. Cuando
esto surge en nuestra mente, retrocedemos en terror mortal.
Estas creencias descabelladas pueden llegar a arraigarse profundamente y de
manera inconsciente, y atenazar a la mente con un terror y una ansiedad tan
intensos que le resulta imposible abandonar las ideas que tiene acerca de su propia
seguridad. Tiene que ser salvada de la salvación, sentirse amenazada para estar a
salvo y armarse de una coraza mágica que la proteja de la verdad. (8:1-2)
Esto es inconsciente, no nos damos cuenta de lo que está sucediendo. Pero literalmente huimos
de la verdad, y retrocedemos ante el amor total, sin saber lo que estamos haciendo. Casi todo el
mundo que trabaja con el Curso durante un tiempo siente esto en su vida. Parece como si se nos
pidiera morir. Y en cierto sentido, así es: morir a la vida como la hemos conocido.
La única salida es cambiar. Cambiar del miedo al amor. “El Cielo es algo que se elige
conscientemente” (9:1). Para que una decisión sea consciente, las dos alternativas deben verse
con claridad. Tenemos que ver el infierno a plena luz del día, así como el Cielo. Nuestro miedo
del infierno, nuestro terror a la destrucción, nuestra agonía por la culpa deben “someterse al
entendimiento para ser juzgado nuevamente, mas esta vez con la ayuda del Cielo” (9:3). Fue
nuestro propio deseo de otro plan distinto al Cielo lo que hizo el infierno, y tenemos que
entender que la dualidad es una fiera que hemos inventado nosotros, y que nuestro deseo no
tiene ningún efecto real.
“¿Quién podría decidir entre lo que ve claramente y lo que no reconoce? Por otra parte, ¿quién
podría dejar de elegir entre dos alternativas si ve que sólo una de ellas es valiosa y que la otra
carece de valor al no ser más que una fuente imaginaria de culpabilidad y de dolor?” (10:2-3).
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Nuestra invención de la dualidad parece una cosa tan monstruosa, enterrada en la mente para no
darnos cuenta de ella, “se hizo enorme, vengativo y despiadado de tanto odio” (11:4), pero
cuando se lleva a la luz de la consciencia “ahora se reconoce que no fue más que un error trivial
y sin importancia” (11:5). Todo lo que la mantiene como está es nuestra culpa a causa de ello.
Cuando la miramos de nuevo, ahora “con la ayuda del Cielo”, la elección de abandonarla se
convierte en la única decisión que podemos tomar. Y en esa decisión somos liberados.
LECCIÓN 139
-
19 MAYO
“Aceptaré la Expiación para mí mismo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: “Aceptar hoy la Expiación, y luego seguir tu camino regocijándote en el infinito
Amor de Dios” (10:2).
Más largo: , mañana y noche, durante cinco minutos.
Empieza repasando tu misión: “Aceptaré la Expiación para mí mismo, pues aún soy tal
como Dios me creó”.
Luego entra en meditación con el propósito de conectarte de nuevo con el conocimiento
de quién eres. No has perdido este conocimiento. Todavía está ahí, muy dentro en tu
memoria. Puedes imaginarte este conocimiento como una luz en el centro mismo de tu
mente, y luego pon toda tu atención en ir hacia abajo y muy adentro para conectarte con
él. Aumenta tu motivación de llegar a este conocimiento dándote cuenta de que puedes
recordarlo por todos y para todos (11:5). Cuando tu mente se distraiga, asegúrate de
hacerla regresar repitiendo el encabezamiento de la lección.
Más corto: Cada hora, durante varios minutos.
Haz una versión más corta del periodo más largo de práctica (empieza repitiendo: “Aceptaré la
Expiación para mí mismo, pues aún soy tal como Dios me creó”). Deja a un lado todos los
pensamientos que te distraen. Deja que se retiren todas tus falsas creencias acerca de ti mismo, y
aprende que las cadenas que quieren esconder tu Ser de tu consciencia no son más que débiles
telarañas.
Comentario
¿Qué significa aceptar la Expiación para mí mismo? Esta lección pone fin a cualquier idea de
que esto es algo egoísta, o de que significa que me preocupo únicamente por mí mismo o por mi
felicidad personal. Nada puede ser más claro que esto: “Vinimos a alcanzar mucho más que
nuestra propia felicidad. Lo que aceptamos ser, proclama lo que todo el mundo no puede sino
ser junto con nosotros” (9:4-5).
Aceptar la Expiación para mí mismo significa aceptar la verdad de lo que soy, decidir
“aceptarnos a nosotros mismos tal como Dios nos creó” (1:2). ¿Y qué soy yo? Ya lo sé, en lo
más profundo de mi corazón, pero me resisto a saberlo. Esta lección es espléndida en su irónico
examen de la locura en el modo en que ponemos en duda nuestra Identidad. Pone en duda todas
nuestras dudas. Lleva a hacernos dudar de nuestras dudas. Niega la posibilidad de la negación.
Menosprecia nuestra pequeñez. ¿Cómo podemos ser algo distinto de lo que somos? “Lo único
que cualquier cosa viviente puede saber con certeza es lo que ella es” (2:3).
Dios nos creó como extensiones de Su Amor. Ésa es nuestra misión, es lo que somos. Aceptar la
Expiación es aceptar esta verdad acerca de lo que somos. Aceptar la Expiación es empezar a
funcionar como el Amor de Dios en el mundo.
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Cada vez que nos negamos a ver la grandeza en otro, estamos negando la nuestra propia.
Miramos a los demás con algo menos que amor porque nos negamos a ver cuánto lo merecemos
nosotros. Somos los representantes de Dios en la tierra, aceptar la Expiación es aceptar nuestra
misión. Estamos aquí para devolverle a todas las mentes la grandeza de lo que todos somos, no
sólo para nuestra propia grandeza. Esta grandeza, este espléndido abarcar a todos, esta
generosidad divina es nuestro propio Ser. Tenemos que abrir el corazón para abrazar al mundo,
recordando “lo mucho que cada mente es parte de nosotros” (11:6).
En nosotros, el Amor de nuestro Padre puede contener a todos. Nuestro corazón es lo
suficientemente grande para todo el mundo.
Esto es lo que somos. Que yo lo recuerde hoy. Que hoy acepte mi santo propósito. Que hoy me
conozca a mí mismo como parte de este Corazón de Dios palpitante y que abarca a todos y a
todo.
LECCIÓN 140
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20 MAYO
“La salvación es lo único que cura”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Buscar la sanación de la mente, no del cuerpo, escuchando la Voz de la sanación, que
Dios puso dentro de ti, tan cerca que no la puedes perder.
Más largo: 2 veces (al principio y al final del día), durante cinco minutos.
Deja a un lado todos los pensamientos que interfieren como si fueran uno, pues ninguno de ellos
tiene significado.
Con las manos vacías, con el corazón elevado y la mente a la escucha, ora: “La salvación es lo único
que cura. Háblanos, Padre, para que nos podamos curar”. Estás pidiendo a la Voz de la sanación
que te hable, que sane tu mente, que es la causa de toda enfermedad.
Luego, en silencio, sin ningún pensamiento, escucha la Voz de Dios, Que curará todos los males, sin
importar su tamaño o forma. Siente Su manto de salvación que te rodea con protección y paz
profunda, no dejando que ninguna ilusión moleste a tu santa mente.
Observaciones: Tendrás éxito en la medida en que te des cuenta de que no hay ninguna diferencia
significativa entre las ilusiones. Ninguna es real. Por esa razón pueden todas ser curadas.
Más corto: Cada hora, a la hora en punto, durante un minuto.
Haz una versión corta de la sesión más larga de práctica. Di: “La salvación es lo único que cura.
Háblanos, Padre, para que nos podamos curar”. Luego escucha en gozoso silencio, y oye la
respuesta de Dios.
Comentario
La “sanación” de la que está hablando el Curso es la sanación de la mente, no del cuerpo.
“El cuerpo no tiene necesidad de curación. Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está
enferma.” (T.25.In.3:1-2).
Buscar la sanación en el reino físico, por cualquier medio (incluso por medios de la Nueva Era) es lo
que el Curso llama “magia”. (Llamarlo “magia” no significa que no podamos usarlo si nuestro nivel
de miedo lo necesita, el Curso recomienda un enfoque conciliatorio en tales circunstancias. (Ver
T.2.IV.4:5 y T.2.V.2, de lo que hablo un poco más tarde). La Expiación sana la mente que piensa
que el cuerpo puede estar enfermo. “Esto no es magia” (6:4).
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Esta lección se aplica a la enfermedad del cuerpo, pero también a cualquier “problema” en este
mundo material: falta de dinero, soledad y así sucesivamente. Estos problemas ocurren todos dentro
del sueño, y “encontrar una fórmula mágica” dentro del sueño no es nunca la solución (2:2).
Estamos “curando” el síntoma y no la enfermedad. La raíz del problema está dentro de la mente.
“No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar” (7:1). Nuestros problemas no son de
naturaleza física. “No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar” (9:1). “Así pues, dejamos a
un lado nuestros amuletos (cristales, medallas religiosas), nuestros talismanes y medicamentos, así
como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean” (10:1).
Al comienzo del Curso, Jesús deja muy claro que la magia no es mala. Sólo que no funciona. Es sólo
un remedio provisional, un intento de librarnos de los síntomas sin curar realmente la enfermedad.
Sin embargo, a veces eso es lo mejor que podemos hacer. Tenemos un dolor de cabeza, y con un
dolor de cabeza terrible a menudo es difícil acallar la mente y meditar en paz. Así que usamos la
magia. Tomamos una aspirina, no hay nada vergonzoso en tomarla. Sólo que no nos engañemos a
nosotros mismos creyendo que hemos hecho algo para curar la enfermedad, únicamente hemos
tapado el síntoma. “Si tienes miedo de usar la mente para curar, no debes intentar hacerlo”
(T.2.V.2:2). Si tu nivel de miedo es alto, un “enfoque conciliatorio” puede ser necesario (T.2.IV.4:47).
“La salvación es lo único que cura”. La magia de este mundo puede tapar el síntoma pero no curar.
“La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste”
(7:4-5). Hoy se nos pide que practiquemos sólo esto: llevar nuestras ilusiones a la verdad, permitir
que la culpa sea eliminada de nuestra mente. Sólo esto cura, y nada más. “No hay ningún lugar en el
que Él (Dios) no esté” (5:5), y esto incluye nuestra mente. “Éste es el pensamiento que cura” (6:1).
El pecado, y por tanto la enfermedad, no pueden ser reales porque Dios está en nosotros, Él no nos
ha abandonado, y lo que pensamos que es pecado no puede serlo. En nuestra consciencia de Su
Presencia, la culpa desaparece, y con ella, la causa de la enfermedad.
La lección que se le encomendó enseñar es que “lo que estaba enfermo era la mente que pensó que
el cuerpo podía enfermar.” (T.28.II.11:7).
CUARTO REPASO. INTRODUCCIÓN
Si recuerdas, en la Introducción al Libro de Ejercicios se nos dijo: “El libro de ejercicios está
dividido en dos secciones principales. La primera está dedicada a anular la manera en que ahora ves,
y la segunda, a adquirir una percepción verdadera” (L.In.3:1). Aunque la segunda parte no empieza
hasta dentro de ochenta lecciones, la Introducción al Cuarto Repaso anuncia que estamos entrando
en una etapa de cambio en el Libro de Ejercicios, que nos estamos “preparando para la segunda parte
del aprendizaje en la que se nos enseña cómo aplicar la verdad” (1:1). Las lecciones de la Segunda
Parte del Libro de Ejercicios, si las miras, verás que ocupan media hoja, o menos. Se dan pocas
instrucciones concretas para la práctica, y nos ofrecen mucha mayor libertad sobre cómo
practicamos. Están pensadas para estudiantes que han empezado a hacer suyas las verdades del
Curso, y que están preparados para aplicarlas por su cuenta. Este repaso nos da algunos ejercicios
acerca de esa práctica independiente. En la Lección 153, poco después de terminar este repaso, habrá
un cambio mayor en la práctica, como veremos, que establecerá el modelo para la práctica durante el
resto de la primera parte del Libro de Ejercicios.
Por lo tanto, seguir las instrucciones de práctica para este repaso es muy importante, si queremos
estar preparados para lo que está por venir. Te darás cuenta de que los repasos nos dan el
pensamiento central para este repaso y las dos ideas de los temas que se están repasando, no hay
comentarios añadidos. En cierto modo, se supone que nosotros pondremos ese comentario por
nuestra cuenta. Se pretende que tomemos las ideas y dejemos que el Espíritu Santo explique el
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significado a nuestra mente, sin el apoyo de palabras escritas que nos ayuden. “Deja que cada palabra
refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz” (7:4).
Quizá no te sientas preparado para esto. Confieso que la primera vez que hice el Libro de Ejercicios
perdí bastante interés después de la primera parte, hacía las lecciones pero en realidad todo lo que
hacía era leerlas, pensar en ellas durante un minuto o dos, y luego olvidarlas. Los repasos como éste
me parecían inútiles. Dos o tres frases no eran suficiente para estimular mi mente, y aparentemente
no estaba preparado para dejar que el Espíritu Santo “iluminase cada palabra en mi mente”. Puede
que tú te encuentres en la misma situación. De todas formas, te digo: “intenta seguir las
instrucciones”. Coge las pocas líneas que se dan para cada día y piensa en ellas. Piensa en ellas
detenidamente. Piensa en lo que sabes acerca de su significado, y pide que se te enseñe más. Si te
sirve, intenta empezar un diálogo con el Espíritu Santo sobre las ideas. Conviértelas en oraciones.
Piensa en cómo puedes aplicarlas a tu vida. Guarda silencio delante de Dios y deja que el
sentimiento de las ideas limpie tu mente. Haz cualquier cosa que te sea útil.
Quizá sientas que no lo estás haciendo muy bien, pero ¿cuál es el propósito de la práctica, sino
aprender a hacer algo que no sabes hacer bien?
Fíjate en el pensamiento central para el repaso: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios” (2:2;
5:3). Las instrucciones nos dicen que pasemos cinco minutos dejando que este pensamiento, y sólo
éste, ocupe nuestra mente y elimine todos los demás pensamientos. Lo que estamos haciendo es
despejar el escenario, haciendo sitio para que el Espíritu Santo nos enseñe. Los cinco minutos
pasados con esta idea cada día es nuestro periodo de preparación. Nos estamos preparando para
recibir los pensamientos de Dios, a través de Su Espíritu Santo. Nos estamos preparando para tener
la experiencia de unión con Dios.
Después de estos cinco minutos de preparación, se nos dice que tomemos los dos pensamientos del
repaso, y que dejemos que su significado ilumine nuestra mente. Aquí no se da límite de tiempo,
tenemos que repasarlos “lentamente” (7:2) y “sin prisa” (7:3). ¡Ciertamente esto necesita más que
unos pocos segundos! Más bien varios minutos, como mínimo. Lo mejor es hacer este repaso sin
preocupación por el tiempo, si son cinco minutos o veinticinco, no importa. Lo importante es que
seamos uno con Dios, y dejar que Sus Pensamientos llenen nuestra mente. Como la lección dice de
nuestras sesiones de repaso a cada hora, debemos hacerlas “con tiempo suficiente para que puedas
ver los regalos que (las dos ideas) encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que
fuesen recibidos” (8:2). El tiempo que dedicas se deja a tu elección.
CUARTO REPASO. INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Propósito: Prepararnos para la segunda parte del Libro de Ejercicios (que no empieza hasta dentro
de ochenta lecciones). El siguiente repaso (Quinto Repaso) habla de esta misma preparación. El
Libro de Ejercicios parece dar por sentado que ya hemos pasado la peor parte (ver, por ejemplo,
L.122.10:2), y que ahora, con mucha menos resistencia, podemos poner toda la atención en
prepararnos para la cumbre del Libro de Ejercicios: la Segunda Parte.
Más largo: 2 (al principio y al final del día), durante siete minutos aproximadamente.
Primero, pasa cinco minutos pensando en la idea central de este repaso: “Mi mente alberga sólo lo
que pienso con Dios”. Acalla tu mente, y repite la idea una y otra vez, muy lentamente, poniendo
toda tu atención en su significado. Deja que despeje y sustituya a toda tu habitual manera de pensar.
Tus pensamientos habituales (como explican los párrafos 3 y 4) son realmente faltas de perdón
disfrazadas. Puesto que estos pensamientos no son de Dios, ocultan la verdad de que tu mente
alberga sólo lo que piensas con Dios. Al apartarlos y pensar sólo este pensamiento del Curso, entras
en contacto con tu verdadero estado mental, en el que sólo piensa los Pensamientos de Dios. Esto te
preparará para un día que refleja ese estado verdadero, en el que los pensamientos que se te ocurren
proceden de Dios (ver 6:1-2).
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Si tus pensamientos habituales intentan meterse por medio, elimínalos con el pensamiento central.
Una sugerencia para estos momentos es usar las imágenes de 4:3. Imagina que tu mente es el
océano. Poner uno de tus pensamientos habituales en tu mente es como un niño arrojando un palo al
agua. ¿Cómo puede eso cambiar los grandes ritmos del océano (las mareas, el sol calentando el
agua, la luna reflejándose sobre la superficie)? ¿Cómo puede eso cambiar los grandes pensamientos
que compartes con Dios?
Después de estos cinco minutos, pasa a la segunda fase de la práctica. Lee las dos ideas del repaso,
cierra los ojos, y repítelas mentalmente para tus adentros (muy, muy lentamente). Dios ha puesto un
regalo dentro de cada palabra. Deja que tu mente reciba ese regalo. “Deja que cada palabra refulja
con el significado que Dios le ha dado” (7:4). Recibe el pensamiento que Él ha puesto ahí para ti,
pues ese recibir es el verdadero estado de tu mente.
El propósito de la primera fase de la práctica es prepararte para esta segunda fase. Al pasar cinco
minutos con el pensamiento de Dios, te preparas a ti mismo para ver en las dos ideas únicamente el
significado que Dios les ha dado.
Observaciones: Por la noche, repite la misma práctica. Date cuenta de que el pensamiento central
ha hecho “de ese día una ocasión especial de bendición” (9:3), tanto para ti como para el mundo,
debido a tu práctica llena de fe. Date cuenta también de que duermes rodeada con la gratitud de Dios
por tu práctica. Pues ahora estás aprendiendo a reclamar la herencia que Dios te dio.
Más corto: Cada hora, durante un momento de silencio y quietud.
Esta es una pequeña versión de la práctica de la mañana y de la noche. Pasa un momento de
quietud y silencio con el pensamiento central, y luego repite las dos ideas del repaso, lentamente,
dándote tiempo para ver los preciosos regalos de significado que Dios ha puesto en ellas para ti.
LECCIÓN 141
-
21 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(121) El perdón es la llave de la felicidad
(122) El perdón me ofrece todo lo que deseo
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Cuarto Repaso
Comentario
El perdón realmente nos ofrece todo lo que queremos, y sin el verdadero perdón no es posible la
felicidad. Puede que todavía no creamos esto completamente y conscientemente, pero nuestra mente
recta lo cree, y siempre lo ha creído. El perdón tiene efectos no sólo sobre lo que yo creo que el
mundo me ha hecho (en realidad no le ha hecho nada a mi Ser), sino también sobre lo que no ha
hecho que yo quería que hiciera. Cuanto más viejo se hace uno, más desilusionado está uno con el
mundo. Hablamos de personas “hartas del mundo”y cínicas cuando envejecen, porque a pesar de las
grandes esperanzas que teníamos cuando éramos más jóvenes, a pesar de las brillantes promesas que
el mundo parecía hacernos, nos ha desilusionado. No nos ha hecho felices. Descubrimos que el
mundo no es justo, que las personas buenas no siempre triunfan, que no siempre tenemos lo que
queremos. Y cuando logramos lo que queremos, no es tan bueno como habíamos esperado.
El perdón consiste en reconocer que somos nosotros los que hemos inventado esas esperanzas acerca
del mundo, y somos nosotros los que hemos hecho que nos desilusione. Hemos pedido lo imposible,
nada de este mundo me satisfará nunca ni me hará feliz. La felicidad tiene que buscarse y
encontrarse únicamente en nuestro estado natural, es decir, en la unión con Dios y con todos mis
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hermanos. Perdonar al mundo significa dejar de molestarse por sus imperfecciones. No podemos
culpar al mundo de nuestro sufrimiento, tampoco podemos culparlo por no hacernos felices. No
podemos culparlo por nada en absoluto. Cuando por fin dejamos de crujir los dientes, relajamos los
puños, y nuestra respiración se calma al liberar esos antiguos resentimientos, lo que descubrimos es
nuestra felicidad natural, que ha estado ahí todo el tiempo, pero oculta por nuestra falta de perdón.
LECCIÓN 142
-
22 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(123) Gracias Padre por los regalos que me has concedido
(124) Que no me olvide de que soy uno con Dios
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Cuarto Repaso
Comentario
Que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios no es algo en lo que tenga que trabajar para
lograrlo. No es un pensamiento que haya que repetir como un purgante, para expulsar los
pensamientos contrarios, con el trasfondo de “tengo que hacer que mi mente albergue sólo los
pensamientos de Dios”. Que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios “es un hecho, y
representa la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es” (L.r.In.IV.2:3).
Como se nos dijo al principio del Libro de Ejercicios, cuando creemos que estamos pensando sin
Dios, no estamos pensando en absoluto, nuestra mente está en blanco. “Mientras tu mente siga
absorbida con ideas sin contenido, la verdad permanecerá bloqueada. Reconocer que tu mente ha
estado simplemente en blanco, en vez de seguir creyendo que está llena de ideas reales, es el primer
paso en el proceso de allanar el camino a la visión” (L.8.3:2-3). “En lo que ahora estamos haciendo
hincapié es en el hecho de que la presencia de esos "pensamientos" significa que no estás pensando
en absoluto” (L.10.3:2).
Los Pensamientos de Dios que llenan mi mente son en realidad el regalo que mi Padre me hace. Hoy
abro mi mente a Sus Pensamientos. Lo que normalmente considero como pensamientos que
interfieren o se oponen a los Pensamientos de Dios son como los ruidos de una radio que impiden oír
la señal verdadera. No son pensamientos, son interferencias, son ruido. La señal sigue ahí, pero la
interferencia debe quitarse para que la señal pueda llegar. La verdad acerca de mí es que soy uno con
Dios, Su Mente es mi mente, Sus pensamientos son mis pensamientos. Yo no soy algo distinto a lo
que Él es. Ésta es “la verdad de lo que eres y de lo que tu Padre es”.
Decir que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es una afirmación gozosa de la verdad.
Puede recordarme Sus regalos para mí, y recordarme que soy uno con Él. Eso en mí que parece
opuesto a Dios, lejos de Dios, separado de Dios, no es quien yo soy, no es mi realidad. No tiene
significado. No hay nada en mi mente que se oponga a Dios. Otra manera de decir esto es que lo que
parece estar dentro de mí, opuesto a Dios, no es nada, es una ilusión o una alucinación, sin poder ni
fuerza de por sí. Únicamente tiene poder cuando creo en ello. Hoy elijo negar que algo que no es de
Dios tenga poder sobre mí. Elijo recordar lo que es mi realidad. Elijo recordar que soy uno con Dios.
LECCIÓN 143
-
23 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(125) En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios
(126) Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy
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Instrucciones para la práctica
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Comentario
El Pensamiento de Dios crea. Fuimos creados cuando Dios pensó en nosotros, Su Mente se extendió
hacia fuera y lo que estaba en Su Mente se extendió y se convirtió en nuestra mente. Hablar del
pensamiento central: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”, dice la Introducción al repaso,
“Éste fue el pensamiento mediante el cual el Padre creó a Su Hijo, estableciéndolo así como cocreador con Él” (L.rIV.In.2:4).
Por lo tanto, nuestra mente tiene que ser como la Suya, creando como Él al extender nuestros
pensamientos hacia fuera. Somos los Pensamientos de Dios, y Sus Pensamientos tienen Su
naturaleza:
“De la misma manera en que el Pensamiento creador de Dios procede de Él hacia ti, así tu
pensamiento creador no puede sino proceder de ti hacia tus creaciones. Sólo de esta manera puede
extenderse todo poder creativo. Las obras de Dios no son tus obras, pero tus obras son como las
Suyas. Él creó a la Filiación y tú la expandes. Tienes el poder de acrecentar el Reino, aunque no de
acrecentar a su Creador. Reivindicas ese poder cuando te mantienes alerta sólo en favor de Dios y de
Su Reino. Al aceptar que tienes ese poder, aprendes a recordar lo que eres”. (T.7.I.2:3-9)
Tal como recibimos la Palabra de Dios hoy, así tenemos que darla. Si la recibimos, la daremos,
porque lo que recibimos es un pensamiento de compartir. Fuimos creados mediante este compartir
pensamientos, este extender el Ser de Dios; compartir o darnos nosotros mismos es nuestra herencia,
la esencia de lo que somos. En el primer pensamiento que repasamos hoy está la palabra “recibo”.
En el segundo pensamiento está la palabra “doy”.
Aceptar o recordar lo que somos significa darnos cuenta de que somos seres que extienden, que dan,
que comparten. Creados por el Amor somos amor. Por esta razón el Curso da tanta importancia a
aceptar nuestra función de salvadores del mundo; al aceptarla, estamos aceptando nuestro Ser tal
como Dios nos creó. Simplemente estamos ocupando nuestro lugar en el proceso creativo, eligiendo
no poner más obstáculos a la extensión de amor desde Dios a nosotros, y de nosotros al mundo.
“Crear es amar. El amor se extiende hacia afuera simplemente porque no puede ser contenido”.
(T.7.I.3:3-4)
En la quietud recibo hoy la Palabra de Dios, que es la afirmación de Su Amor a todas Sus
creaciones. Abro mi mente para reconocer ese Amor, recibiéndolo para mí. Y luego me ofrezco para
dar tal como he recibido, sabiendo que al darlo a mis hermanos, estoy dando ese Amor a mí mismo.
Darlo es recibirlo. Con mis palabras, mis pensamientos, mis expresiones y mis actitudes comunico a
todos a mi alrededor la Palabra que he recibido: “Tú, también, eres amado. Tú, también eres
amoroso. Tú, también, eres la expresión y el canal del Amor de Dios”.
LECCIÓN 144
-
24 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(127) No hay otro amor que el de Dios
(128) El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee
Instrucciones para la práctica
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Comentario
¿Por qué la idea central del repaso, de que “mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”, “es el
pensamiento que garantiza plenamente la salvación del Hijo” (L.r.IV.In.3:5)? Significa que no hay
nada en mi mente que sea contrario a los pensamientos de Dios, las cosas que veo dentro de mí que
no son semejantes a Dios, o que son no amorosas, son percepciones falsas de mí mismo. Significa
que no hay nada en la realidad que pueda impedirme la compleción como Hijo de Dios. Los
enemigos y obstáculos que parecen interponerse en el camino (especialmente los que parecen ser
parte de mí) no son reales, y no tienen substancia.
Si no hay más amor que el de Dios, y mi mente alberga sólo lo que pienso con Él, entonces el vacío
que a veces siento dentro de mí, la falta de amor, el anhelo por un amor completamente satisfactorio
que no falla nunca y que siempre está ahí, algo con lo que puedo contar en cada situación, será
satisfecho. Pensar que estoy buscando amor en este mundo es simplemente un error. El amor que
estoy buscando está dentro de mí, justo en mi propia mente. No busco nada en este mundo, aunque a
veces parece que sí. Estoy buscando algo que ya tengo, pero que he negado. Y el modo de
encontrarlo es dándolo. Ser amor.
El amor no es algo que pueda poseer. El amor es algo que puede poseerme, y en esa posesión está la
satisfacción. El intento de ganar amor, de poseerlo y de acapararlo me hace sufrir. Mi alegría puedo
encontrarla dando amor, compartiéndolo, bendiciendo al mundo con él. Reconocer que mi mente
alberga sólo este amor, y darlo al mundo, es todo lo que quiero. Esto, y sólo esto, me dará felicidad.
Las palabras “el mundo que veo no me ofrece nada que yo desee” podrían decirse con
desesperación. El pensamiento detrás de ellas podría ser “Nada aquí es lo bastante bueno para mí.
Nada aquí me satisface, y por lo tanto nunca estaré satisfecho”. O, pueden decirse estas palabras con
alegría. Si estoy conduciendo un coche flamante, justo de la clase que más me gusta, equipado con
todos los accesorios que siempre he deseado, y paso junto a un desguace de coches, puedo pasar
junto a él y decir “ese desguace no me ofrece nada que yo desee”. Mis deseos están satisfechos.
Si no hay más amor que el de Dios, y Él se ha dado a Sí Mismo, Su Pensamiento, a mi mente, puedo
mirar con serenidad al mundo y darme cuenta de que en él no hay nada que se pueda comparar con
lo que yo ya tengo. Tengo en mi corazón un pozo de amor sin fin. Nunca me puede faltar amor. Yo
soy ese mismo amor, y veo ese mismo amor en cada ser a mi alrededor, brotando de la misma
Fuente.
El amor está a mi alrededor y dentro de mí, sólo con que yo quiera verlo. Que hoy busque el Amor
de Dios en todo lo que veo, y que me alegre cada vez que lo encuentre. Que lo reconozca en cada
sonrisa. Que lo dé en cada oportunidad que se me presente. Que aliente cada chispa de amor en otros
y en mí mismo. En esto está la salvación. Ésta es mi función y mi felicidad. Y está garantizado,
porque mi mente alberga sólo los Pensamientos amorosos de Dios.
LECCIÓN 145
-
25 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(129) Más allá de este mundo hay un mundo que deseo
(130) Es imposible ver dos mundos
Instrucciones para la práctica
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Comentario
Aunque la mente del Hijo de Dios alberga sólo lo que piensa con Dios, “La falta de perdón es lo que
impide que este pensamiento llegue a su conciencia” (L.rIV.In.2:7). Por lo tanto, el mundo que veo
es un mundo que me muestra mi falta de perdón. “Es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la
culpabilidad ha enloquecido” (T.13.In.2:2). Lo único que mantiene la ilusión de que este mundo es
real (con sus aparentes castigos, dolor, sufrimiento, separación y muerte) es una falta de perdón. ¿Por
qué el dolor que siento, mental, emocional y físico, parece tan real? Toda esta realidad viene y es
mantenido por una falta de perdón en mi mente. Por eso, como dice la Lección 121: “El perdón es la
llave de la felicidad” (L.121, encabezamiento).
Hay un mundo que quiero de verdad, un mundo que está más allá de este mundo. El Curso lo llama
el mundo real. “El mundo real es el estado mental en el que el único propósito del mundo es
perdonar” (T.30.V.1:1). “El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del
viejo mundo, aquel que contemplas sin perdonar” (T.17.II.5:1). Mi percepción cambia de ver el
mundo del dolor a ver el mundo real por medio de una única cosa: el perdón.
Ésta es la razón por la que no se pueden ver dos mundos. Pues, o bien mi mente perdona o no. O
condena lo que ve, o lo acepta con compasivo perdón. Que empiece conmigo mismo: ¿Soy cruel
conmigo mismo por lo que pienso de mí? ¡Que poca compasión tengo conmigo al juzgar mis
errores! Esta crueldad que tengo conmigo es el origen del mundo cruel que veo.
Dentro de mí, y dentro de todos, hay un inmenso espacio de amabilidad, un corazón enorme que
abraza a todos con amor. Ésta es la Mente que comparto con Dios. Dentro de mí, también, hay un
niño asustado, lleno de dolor, que cree haber hecho daño al universo para siempre. Que me vuelva
con amor a esa parte dolorida de mí y que le abra los brazos con consuelo y tierna y amorosa
amabilidad. Mi corazón es lo bastante grande para sanar este dolor en lugar de rechazarlo. El amor
que comparto con Dios es lo bastante grande para concederme misericordia. Que no me mantenga a
mí mismo alejado de mi corazón por más tiempo. Que me acoja a mí mismo, con una cálida y tierna
bienvenida.
Que también mire a los que se encuentran cerca de mí con la misma aceptación tierna y amable.
Aquí está la curación de la soledad y el dolor, pues no hay nada tan doloroso como un corazón
cerrado al amor. Ciertamente no hay otro dolor que este. El dolor es estrechar el corazón. El dolor es
negar el amor que soy. En este gesto interno e ingenioso de rechazo está la causa del mundo que
veo. Mi salvación y la salvación del mundo están en el deshacimiento de esta contracción de dolor.
Aquí está la entrada al mundo real, un mundo radiante de amor, de esperanza, y seguro en su alegría.
Más allá de este mundo hay un mundo que deseo, y la llave para abrir la puerta es el perdón.
LECCIÓN 146
-
26 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(131) Nadie que realmente se proponga alcanzar la verdad puede fracasar
(132) Libero al mundo de todo lo que pensé que era
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Comentario
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Continuando con la ampliación de ideas acerca del tema central del repaso, me quedé impresionado
con estas frases de los párrafos 2 y 4 de la Introducción al repaso:
“No obstante, es verdad eternamente (que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios)”
(L.rIV.In.2:8).
“Tu mente, sin embargo, alberga sólo lo que piensas con Dios. Tus auto-engaños no pueden ocupar
el lugar de la verdad, de la misma manera en que un niño que arroja un palo al mar no puede
cambiar el ir y venir de las olas, evitar que el sol caliente las aguas o impedir que el plateado reflejo
de luna se vea por la noche en ellas” (L.rIV.In.4:1-3).
Es “verdad eternamente” que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios. Era verdad cuando Dios
me creó. Será verdad cuando el viaje haya terminado y esté en mi hogar con Dios. Y es verdad
ahora mismo. “Verdad eternamente”. El tercer párrafo habla de las muchas formas de falta de
perdón “cuidadosamente ocultas” en mi mente, las defensas del ego, sus ilusiones, su uso del engaño
a mí mismo para que continúe el juego de no ser consciente. Sin embargo, a pesar de esto, “mi
mente alberga sólo lo que pienso con Dios”. Nada de lo que hago afecta a este hecho. Todos los
engaños del mundo pueden ocultar este hecho, pero no pueden cambiarlo. “Tus auto-engaños no
pueden ocupar el lugar de la verdad” (L.rIv.In.4:2).
La imagen del niño arrojando un palo al océano es perfecta. Recuerdo que de niño solía ir al Cabo
Cod. Solía estar cerca del rompiente del oleaje, con olas más altas que yo rompiendo delante de mí,
y solía pegar puñetazos a las olas, peleando con ellas, mandando mi puño contra ellas. Para mí en
aquella época, yo era como un guerrero luchando contra el océano. ¡Estaba seguro de que el océano
estaba preocupado! ¡Estaba seguro de que mis esfuerzos poderosos reducían la velocidad de la
marea un poco, por lo menos! ¡Seguro que sí, por supuesto!
Nuestra “rebelión” contra Dios ha tenido el mismo efecto. En otras palabras, ningún efecto. La idea
de que podemos cambiar la creación de Dios es tan ridícula como un niño con un palo que cree que
puede hacer daño al océano cuando lo arroja a él.
Ésta es la razón por la que “nadie que se proponga alcanzar la verdad puede fracasar”. Porque la
verdad está aquí, en mi mente, donde siempre ha estado y donde siempre estará No puedo dejar de
encontrarla porque ¡nunca la he perdido! Todavía la conservo.
He contemplado este mundo y he creído que era un lugar donde Dios no está. He visto lo que parece
ser una falta de amor total. He estado profundamente desilusionado del mundo. Bueno, “Libero al
mundo de todo lo que he pensado que era”. Dejo que todas esas impresiones del mundo se vengan
abajo, porque no puede ser lo que pensé que era, no si todas nuestras mentes todavía albergan lo que
pensamos con Dios. ¡Hay algo mal en esta imagen del mundo! Justo cuando había empezado a
entender el mundo, viene el Curso y dice: “¡No te acercas ni por lo más remoto!” Así que, abandono
mis juicios acerca del mundo, y abro mi mente para que se me enseñe de nuevo. Quizás, sólo quizás,
el modo en que lo veía está relacionado con lo que pensaba acerca de mí, con la creencia de que mi
mente estaba en guerra contra Dios. Quizás he visto un mundo en guerra contra Dios porque así me
imagino que está mi mente, y lo he proyectado sobre el mundo. Y quizás. Si abandono mis locas
ideas acerca de mí, mi imagen del mundo cambiará también. ¡Estoy deseando intentarlo!
LECCIÓN 147
-
27 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(133) No le daré valor a lo que no lo tiene
(134) Que yo perciba el perdón tal como es
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Comentario
Que hoy mire a las cosas que considero valiosas y cambie mi opinión de todas ellas. ¿Por qué estoy
haciendo esto? ¿Qué estoy valorando en ello? Las cosas que considero valiosas a menudo son
tonterías si las examino. Por ejemplo, cuando empiezo a sentir la satisfactoria calidez de una
verdadera intimidad en una relación, nada parece merecer la pena de terminar esa calidez. Recuerdo
haber leído acerca de una iglesia fundamentalista que se dividió por el tema de si era pecado o no
enchufar una guitarra eléctrica. Me pregunté: ¿Cómo es posible valorar algo como eso tanto como
para apartar de tu corazón a personas que una vez fueron amigos muy cercanos? Así pues, muchas
relaciones se rompen por temas que parecen igual de insignificantes.
El perdón ve que nada merece la pena de apartar de mi corazón a un Hijo de Dios. Tenemos tantas
prioridades en nuestra consciencia, cosas que consideramos más importantes que el amor, más
importantes que la unidad, más importantes que nuestra propia paz mental. ¿He llegado ya a valorar
la paz mental por encima de todas las cosas? ¿He llegado al punto en el que todo lo que impida que
el amor se extienda a través de mí es rápidamente eliminado?
Necesitamos hacernos conscientes de la causa de nuestro sufrimiento. Nos duele cerrar nuestro
corazón. Nos duele negarnos a perdonar, darle vueltas en la mente a las ofensas cometidas contra
nosotros y negarnos a abandonarlas. “El amor no abriga resentimientos” (L.68, encabezamiento). El
perdón es un regalo para mí mismo, es una liberación de mi propio dolor. ¿Qué valoro por encima
del libre fluir del amor, la calidez de la unión con mis hermanos? Que elija no valorar por más
tiempo esas cosas que no tienen ningún valor, y que elija perdonar.
Que hoy dedique cinco minutos por la mañana, y cinco minutos por la noche, a abrir mi mente y
despejarla de todos los pensamientos engañosos (L.rIV.In.5:2). Que aparte a un lado todos los
valores menores, y que recuerde que mi mente alberga los mismos pensamientos que Dios. Que
valore este pensamiento por encima de todo. Que me alegre de que mi mente y la Mente de Dios
están de acuerdo, y que me dé cuenta de esta unión de mi mente con la de Dios, este compartir Sus
pensamientos, esto es todo lo que es verdaderamente valioso.
LECCIÓN 148
-
28 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(135) Si me defiendo, mi Ser es atacado
(136) La enfermedad es una defensa contra la verdad
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Comentario
Lo que me parecen obstáculos dentro de mi mente, pensamientos fuera de mi control que entorpecen
mi camino espiritual, son mis defensas contra la verdad. No entra nada en mi mente sin mi permiso.
Nadie está pensando pensamientos en mi mente excepto yo (y Dios). Como nos enseñó la Lección
26, mis pensamientos de ataque atacan mi propia invulnerabilidad (el hecho de que nada me puede
hacer daño). Puedo pensar que estoy atacando a otro, pero lo que estoy atacando es mi propia
Identidad con Dios.
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Mi ego ha fabricado un sistema de defensas muy astuto y con muchas capas en contra de la verdad,
y lo ha escondido y disfrazado en la obscuridad. El Curso me presenta el proceso de descubrir estas
defensas, hacerme consciente de ellas, juzgarlas como dementes, y abandonarlas. Todas ellas son
falsas, y lo que es falso no puede afectar a lo que es verdadero. Debajo de todos los disfraces del ego,
mi mente todavía alberga sólo lo que pienso con Dios. El resto es una ilusión complicada sin ningún
poder de tener efectos de ningún tipo.
La enfermedad es un sistema de defensa del ego muy efectiva y notable. En la enfermedad, algo que
mi mente ha causado parece ser un ataque desde el exterior, un enemigo visible o invisible con
muchos efectos visibles en mi cuerpo. Es algo contra lo que me tengo que defender continuamente, y
luchar con todos los medios a mi alcance cuando ataca. Tan pronto como se supera una enfermedad,
parece surgir otra con efectos aún más devastadores. La mayor parte de la humanidad no está lista
para aceptar que la enfermedad es sólo de la mente. Yo mismo no lo he aceptado completamente, mi
nivel de miedo es todavía muy alto. Por eso, existen todas las razones para continuar aliviando las
enfermedades de las maneras que lo hemos estado haciendo, sin embargo debemos darnos cuenta de
que únicamente estamos cambiando los síntomas sin eliminar la causa. Sólo cuando cada vez más de
nosotros empecemos a darnos cuenta de que nuestra mente alberga sólo lo que pensamos con Dios,
y que todo lo que parece no proceder de Dios es una ilusión que hemos creado nosotros, entonces
empezará a desaparecer la necesidad del enfoque conciliatorio de usar la medicina física.
Hoy con mi práctica estoy contribuyendo a la curación final de toda enfermedad. Cuando saco a la
luz mis propias defensas internas, que en realidad son formas de ataque a mí mismo, y las abandono,
estoy colaborando con el poder de Dios para liberar a la humanidad de la enfermedad, y no sólo de
la enfermedad sino también de cada sistema de defensa basada en el ego contra la verdad. Cuando
despejo mi mente de todo pensamiento engañoso (L.rIV.In.5:2), y pongo Su Mente a cargo de todos
los pensamientos que recibo (L.rIV.In.5:4), no estoy trabajando solo. “Éstos (los pensamientos) no
procederán únicamente de ti, pues los compartirás con Él” (L.rIV.In.6:1).
Que dedique los momentos destinados a recordar la verdadera Fuente de todos mis pensamientos, y
permita al Espíritu Santo apartar las telarañas del engaño de mi mente. Que dedique cinco minutos
por la mañana a “encauzar el día según las pautas que Dios ha fijado” (L.rIV.In.5:4). Cada vez que
lo hago, cada día que recuerdo mi práctica, me acerco y todo el mundo junto conmigo al día en que
todo engaño desaparecerá ante la luz.
LECCIÓN 149
-
29 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(137) Cuando me curo no soy el único que se cura
(138) El Cielo es la alternativa por la que me tengo que decidir
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Comentario
Cuanto más avanzamos a través del Libro de Ejercicios, lo que se nos pide es que realmente seamos
uno con Dios. O para ponerlo en palabras más mundanas, ponernos en comunicación con Él:
Te has enseñado a ti mismo el hábito completamente antinatural de no comunicarte con
tu Creador. Sin embargo, permaneces en estrecha comunicación con Él, y con todo lo
que mora en Él, lo cual mora también en ti. Desaprende, mediante el amoroso consejo
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del Espíritu Santo, el aislamiento que aprendiste, y aprende la feliz comunicación que
desechaste, pero que aún así no pudiste perder. (T.14.III.18:1-3)
Cuando despejamos nuestras mentes de pensamientos inferiores y nos ponemos en armonía con los
pensamientos que compartimos con Dios, vendrán a nuestra mente pensamientos, y no procederán
de nosotros solos:
Y así, cada uno de ellos te traerá mensajes de Su Amor, devolviéndole a Él mensajes
del tuyo. De esta forma es como estarás en comunión con el Señor de las Multitudes,
tal como Él Mismo lo ha dispuesto. (L.rIV.In.6:2-3)
Al unir mi mente con Dios, me uno también con mis hermanos, porque todos nosotros estamos
unidos a la misma Fuente. No soy el único que se cura.
No me vendría mal un “mensaje de Su Amor” hoy, ¿y a ti? Y no me importaría devolverle mi
mensaje de amor a Él, también. Hay momentos en una relación de amor en los que el amor parece ir
y regresar tan rápido que no puedes seguirlo, y ni siquiera puedes estar seguro de cuál de los dos
procede. De hecho sobrepasa el ir y venir, va más allá del movimiento de ir y venir que supone esa
semejanza, y se convierte en una corriente de amor constante y que se repite, que va en las dos
direcciones al mismo tiempo. Ni siquiera sientes que estás haciendo algo, te quedas atrapado en la
corriente, poseído por el amor. Una especie del modo en que te sientes cuando miras los ojos de la
persona amada y sientes que te estás hundiendo, cuando el amor que te envía es casi demasiado para
soportarlo, y el amor que sientes parece que va a hacer estallar tus circuitos. Me gustaría un
momento así con mi Amado. Bueno, me gustaría un momento así todo este año. He tenido
momentos así, pero no muchos.
¿Por qué son tan pocos? Tener esos momentos de sentirme uno con Dios, que es un anticipo del
Cielo, es decisión mía. Es una decisión que yo tomo; no, es la decisión que tengo que tomar:
El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu
deseo de ella, mientras no la desees, y en su lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa
será la distancia a la que se encontrará de ti. En la medida en que la desees, en esa
misma medida harás que se aproxime a ti. (T.15.IV.2:2-4)
Está más cerca que mi propio corazón, así de cerca. Esta sensación de ser transportado por el amor,
esta unión con Dios, está sucediendo ahora mismo. Mi mente recta nunca ha dejado de estar en
perfecta comunicación con Él (ver T.13.XI.8). “La parte de tu mente donde reside la verdad está en
constante comunicación con Dios, tanto si eres consciente de ello como si no” (L.49.1:2).
Así que todo lo que es necesario es decidir que lo quiero, y está aquí. Sólo con conectarme. ¿Qué es
lo que me impide elegirlo? ¿Qué me impide permitirme enamorarme de Dios? ¿Qué me frena?
¿Estoy dispuesto a enamorarme de todos o tengo miedo de parecer demasiado “flojo”? ¿Tengo
miedo de perder el control de todo? ¿Tengo miedo de ser demasiado frágil? ¿Qué me retiene? Que
hoy me mire y me pregunte: “¿Por qué no estoy sintiendo que estoy en el Cielo ahora mismo?
Cuando te das cuenta de que en cualquier instante no tienes más que “cambiar de canal” (no
escuchar al ego), ¡y que no lo haces!, es un momento del que puedes aprender mucho. De repente no
puedes culpar a nada ni a nadie por sentir algo inferior al Cielo. Reconoces que tú lo estás eligiendo:
“soy yo el que me estoy haciendo esto a mí mismo” (T.27.VIII.10:1). Literalmente no hay nada que
pueda impedirme sentir el instante santo ahora mismo. Nada excepto mi rechazo a aceptarlo, nada
excepto mi miedo. “Así pues, hoy comenzamos a examinar la decisión que el tiempo tiene como fin
ayudarnos a tomar” (L.138.7:1). No hay prisa, tenemos todo el tiempo para hacer esta elección. Pero,
¿por qué esperar? ¿Por qué no ahora?
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LECCIÓN 150
-
30 MAYO
“Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”
(139) Aceptaré la Expiación para mí mismo
(140) La salvación es lo único que cura
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Comentario
Tal como yo lo entiendo, aceptar la Expiación para mí mismo significa permitir a Dios que me libere
de todas las clases de culpa. Abandonar todos mis juicios contra mí mismo, todas las valoraciones de
mí mismo que me rebajan. Significa que no soy mis pensamientos y que, por encima de todo, no soy
mi ego. No soy lo que he pensado que soy. No soy lo que temo que soy. Aceptar la Expiación para
mí mismo significa que puedo contemplar mi ego sin condena, reconocerlo como un error tonto
acerca de mí que puede ser corregido.
Cuando acepto la Expiación para mí mismo, dejo de medirme con medidas injustas y me acepto a mí
mismo tal como soy. Puedo contemplarme a mí mismo con amor, verme con compasiva aceptación.
En el instante santo acepto la Expiación, y para entrar en él no es necesario que no tenga
pensamientos de ego, únicamente que no tenga pensamientos que quiera conservar (ver T.15.IV.9:12). Reconozco que he cometido errores, pero estoy dispuesto a que cada error sea corregido, y no
acepto ninguna culpa por esos errores. No permito que mis errores me impidan el instante santo,
porque el instante santo es el lugar donde esos errores pueden ser corregidos, y sus consecuencias
deshechas.
Esto es la salvación. Esto es el deshacimiento de los errores, la corrección de los errores.
La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo
de sueños y de malicia. De esta manera, las ilusiones desaparecen. Al no prestarles
apoyo, deja que simplemente se conviertan en polvo. (L.pII.2.3:1-3)
Esto es lo único que cura. Cualquier cosa menos que esto es un simple alivio de los síntomas, un
simple cambio de forma sin cambiar el contenido. La causa de la culpa debe ser deshecha. “El
Espíritu Santo sabe que la salvación es escapar de la culpabilidad” (T.14.III.13:4).
Saber que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es escapar de la culpa. Saber que mi mente
alberga sólo lo que pienso con Dios es la salvación y verdaderamente cura mis males. La Expiación
es la respuesta de Dios a todo lo que hay en mi mente que parece ser diferente de Dios. Borra cada
pensamiento que se opone a la verdad y me deja con la verdad limpia y pura de mi inocencia. Puedo
traer cada pensamiento de ego, cada pensamiento no digno, cada pensamiento de aislamiento y
separación, cada pensamiento de dolor y venganza y desesperación a este milagroso lugar de la
Expiación, dejarlo allí sobre el altar de mi mente, y verlo desaparecer:
Éste es el cambio que brinda la percepción verdadera: lo que antes se había proyectado
afuera, ahora se ve adentro, y ahí el perdón deja que desaparezca. Ahí se establece el
altar al Hijo, y ahí se recuerda a su Padre. Ahí se llevan todas las ilusiones ante la
verdad y se depositan ante el altar. Lo que se ve como que está afuera no puede sino
estar más allá del alcance del perdón, pues parece ser por siempre pecaminoso. ¿Qué
esperanza puede haber mientras se siga viendo el pecado como algo externo? ¿Qué
remedio puede haber para la culpabilidad? Mas al ver a la culpabilidad y al perdón
dentro de tu mente, éstos se encuentran juntos por un instante, uno al lado del otro, ante
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un solo altar. Ahí, por fin, la enfermedad y su único remedio se unen en un destello de
luz curativa. Dios ha venido a reclamar lo que es Suyo. El perdón se ha consumado.
(C.4.6:1-10)
LECCIÓN 151
-
31 MAYO
“Todas las cosas son ecos de la Voz que habla por Dios”
Instrucciones para la práctica
Práctica de la mañana/ noche: Quince minutos.
Repite la idea lentamente, sólo una vez. Luego observa tu mente, observa tus pensamientos.
Cuando cada pensamiento cruza tu mente, entrégaselo al Espíritu Santo. Luego escucha mientras Él
te lo devuelve purificado. Lo que Él hace es quitarle todos los elementos de ego, dejando únicamente
la luz que hay en el pensamiento: el amor, la bondad, las intenciones puras, tu deseo de paz y de
Dios (para la enseñanza acerca de esto, ver T.5.IV.8:1-6). Por ejemplo, digamos que el pensamiento
que Le has dado al Espíritu Santo es: “No tengo tiempo para hacer esta tarea”. La forma purificada
que recibes de Él podría ser: “De verdad quiero hacer esto bien. Quiero hacer lo correcto para las
personas a quienes esto afecta”. En otras palabras, Le das pensamientos que tienen todo tipo de
elementos: puntos de obscuridad mezclados con hilos de luz. Sin embargo, cuando Él te los
devuelve, sólo quedan los hilos de luz. Serán pura luz, y de este modo pondrán de manifiesto la luz
en ti. Y los verás venir juntos en un pensamiento perfecto y simple, que derramará sus bendiciones
sobre todos.
Observaciones: Este proceso de purificación de tus pensamientos renovará tu mente, haciendo que
hoy sea tu Pascua Florida. También dará comienzo a tu ministerio. Pues tu ministerio es
simplemente extender tus pensamientos purificados, que liberarán a todos de la culpa y les enseñará
su santidad.
Más corto: Cada hora.
Repite la idea (que básicamente significa que puedes ver en todas las cosas, en el mundo y en tu
mente, la interpretación que el Espíritu Santo les ha dado. Puedes sentir todas las cosas como ecos de
la Voz de Dios). Agradece al Espíritu Santo los pensamientos purificados que Él te da, y confía en
que el mundo aceptará lleno de felicidad esos pensamientos como suyos. Esto parece dar a entender
que cada hora harás una forma corta de la práctica más larga, quizá dándole al Espíritu Santo un
pensamiento y escuchando a que Él te devuelva ese pensamiento purificado.
Comentario
El mundo tal como lo vemos parece dar testimonio constante de la separación, del pecado, de la
muerte, del odio, y de la naturaleza pasajera de todas las cosas. El mundo que se ve con la visión de
Cristo, tal como lo ve el Espíritu Santo, da testimonio de la verdad, de la unidad, de la santidad, de la
vida, del amor, y de la naturaleza eterna de todas las cosas. Todas las cosas son ecos de la Voz que
habla por Dios, todo el tiempo, pero no la escuchamos. Escuchamos a la voz del ego
constantemente. Las dos formas de ver no pueden ser más opuestas. ¿Por qué nos mostramos tan
defensores del ego?
La primera parte de esta lección señala que la razón de que el mundo a menudo nos parezca tan real
se debe a las dudas escondidas que tenemos de su realidad. Nos pide que miremos al hecho de que el
ego va demasiado lejos en su terca insistencia de que lo que nuestros ojos y oídos nos muestran es de
fiar por completo. Dice que, aunque por nuestra propia experiencia sabemos que nuestros sentidos
nos engañan, y que nuestros juicios a menudo son completamente equivocados, sin ninguna razón
lógica continuamos creyendo en ellos totalmente. Mostramos sorpresa cada vez que descubrimos
que lo que creíamos que era verdad no es cierto, aunque hayamos tenido esta experiencia cientos o
miles de veces. Y nos pide:
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¿Por qué confías en ellos tan ciegamente? ¿No será por la duda subyacente que deseas ocultar tras un
alarde de certeza? (2:5-6)
Es como la frase en Hamlet de Shakespeare: “La dama protesta demasiado, en mi opinión”. Es el
comportamiento de alguien que está intentando acallar sus dudas con protestas de seguridad total.
Así pues, para el Espíritu Santo ¡nuestra completa “seguridad” en la realidad del mundo es una
prueba de las dudas que tenemos sobre ello! Estamos seguros incluso cuando no es razonable estar
seguro, y eso es una prueba que demuestra nuestras dudas escondidas.
Nosotros que estudiamos el Curso estamos acostumbrados a la idea de que proyectamos nuestra
culpa y nuestra ira sobre otros. Sin embargo, aquí el Curso introduce la idea de que el ego se
proyecta a sí mismo sobre nosotros. El ego duda. El ego se condena a sí mismo. El ego por sí solo
siente culpa. Sólo el ego está desesperado (ver 5:1-6). Pero proyecta todas estas cosas sobre
nosotros, e intenta convencerte de que “su propia maldad es la tuya” (6:2). Nos tiende esta trampa
mostrándonos el mundo a través de sus ojos, y presentándonos las cosas del mundo como testigos de
nuestra maldad, nuestra culpa, nuestra duda y desesperación. El ego está desesperado porque veamos
el mundo como el quiere porque el mundo del ego es lo que nos demuestra que somos idénticos al
ego. Por ejemplo, nos lleva a examinar nuestro propio progreso espiritual y a que nos encontremos
fallos, nos provoca desesperación. ¿Por qué? Porque él (ego) se siente desesperado, sabe (aunque no
lo admite) que va a perder. Ésta es la razón de que la desesperanza espiritual se apodere de nosotros
después de un gran avance espiritual. El ego siente desesperación, y proyecta esa desesperación a
nuestra mente, intentando convencernos de que la desesperación es nuestra en lugar de suya.
Por esa razón, el ego insiste tanto en convencernos de la realidad del mundo. Necesita que el mundo
le apoye.
El Curso nos pide que pongamos en duda todas nuestras valoraciones, que hemos aprendido del ego,
y que dudemos de lo que nos muestran nuestros sentidos. Nos pide que dejemos que el Espíritu
Santo sea el Juez de lo que somos, y de todo lo que parece sucedernos (8:1; 9:6). Si intentamos
juzgar las cosas por nuestra cuenta, nuestro ego nos engañará, y el modo en que nos vemos a
nosotros mismos y al mundo será un testigo de la realidad del ego. Sin embargo, si abandonamos
nuestros juicios y aceptamos el juicio del Espíritu Santo, Él dará testimonio de nuestra hermosa
creación como Hijo de Dios. Si miramos con Él, todo lo que veamos nos mostrará a Dios.
Lee el párrafo once, describe perfectamente cómo el Espíritu Santo lleva a cabo esta nueva
interpretación de todo. Cuando Le entregamos a Él nuestros pensamientos, Él nos los devuelve en
forma de milagros (14:1).
Que hoy Le entregue al Espíritu Santo mis pensamientos. Que no Le esconda mis pensamientos ni
intente cambiarlos yo mismo antes de mostrárselos para que Él los vea. Que le pida que sea Él Quien
los transforme, Quien cambie el plomo en oro ante mis ojos. Ése es Su trabajo. Cada pensamiento
tiene elementos de la verdad dentro de él, a lo que hemos añadido falsedad e ilusión. El Espíritu
Santo elimina lo falso, y deja la pizca de oro de la verdad. Él nos muestra “el amor que se encuentra
más allá del odio, la inmutabilidad en medio del cambio, lo puro en el pecado” (11:3). Él hace esto
con nuestros pensamientos, y de este modo nos muestra el dulce rostro de Cristo como nuestro
propio Ser.
LECCIÓN 152
-
1 JUNIO
“Tengo el poder de decidir”
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Propósito: Ser verdaderamente humilde, y dejar a un lado todas las ideas acerca de mí mismo, que
con arrogancia afirman que soy débil y pecador, y aceptar el poder de mi verdadero Ser.
Práctica de la mañana/ noche: cinco minutos.
Repite estas frases: “Tengo el poder de decidir. Hoy me aceptaré a mí mismo tal como la Voluntad
de mi Padre dispuso que yo fuese”. Puedes también expresarlo de esta manera: “Con el poder
ilimitado de mi decisión, aceptaré el poder ilimitado de mi Ser”.
Luego pasa un rato abandonando tus ideas acerca de ti mismo, que son solo mentiras que te has
dicho acerca de quién eres. Dicen que eres débil, a merced de un mundo que tú no hiciste. Dicen que
eres pecador, y deberías avergonzarte de lo que eres. Deja a un lado todas esas ideas sobre ti,
reconociendo que su pequeñez es sólo arrogancia, ya que suponen que Dios se equivoca acerca de ti.
Luego espera en silencio, mientras humildemente pides a tu Ser que se muestre a ti en toda Su
grandeza y poder, Su inmutabilidad (que no ha cambiado), y Su plenitud. Eleva tu corazón a tu
Creador con verdadera humildad, y permítele que te muestre el infinito Hijo que Él creó en ti. Espera
que Su Voz responda y sustituya tus falsas ideas con la comprensión de tu verdadero Ser. Cada vez
que tu mente se distraiga, repite de nuevo las frases del comienzo, y vuelve a esperar.
Más corto: Cada hora.
Haz una versión corta de la práctica larga, invitando a la comprensión de tu Ser con estas palabras:
“Tengo el poder de decidir. Hoy me aceptaré a mí mismo tal como la Voluntad de mi Padre
dispuso que yo fuese”.
Comentario
La petición central de esta lección es “aceptar el papel que (me) corresponde como co-creador del
universo” (8:3). Por medio de sus conclusiones lógicas, intenta convencerme para que acepte el
hecho de que yo inventé el mundo que veo (6:1). “Jamás ocurre nada que no sea una representación
de tus deseos, ni se te niega nada de lo que eliges” (1:5).
Si eso es cierto, y lo acepto, entonces tiene sentido el pensamiento principal de la lección: “Tengo el
poder de decidir”. Mi elección hace al mundo. Lo que le da a nuestra ilusión de sufrimiento, pecado,
y muerte tal aparente solidez es que creemos que existe fuera de los límites de nuestro poder, que no
somos responsables de él. Sin embargo, si puedo aceptar que yo inventé lo que es, entonces puedo
reconocer la posibilidad de ejercer el mismo poder de decisión para hacerlo desaparecer. Si niego
que yo lo inventé, no puedo deshacerlo.
Sin embargo, si reconozco que yo he inventado el mundo que veo, estoy aceptando al mismo tiempo
que Dios no lo hizo. Lo absurdo de la idea de que Dios creó este mundo se afirma claramente aquí:
Pensar que Dios creó el caos, que contradice Su Propia Voluntad, que inventó opuestos
a la verdad y que le permite a la muerte triunfar sobre la vida es arrogancia. La
humildad se daría cuenta de inmediato de que estas cosas no proceden de Él. (7:1-2)
Si no son de Él, tienen que ser de mí propia cosecha (mis fabricaciones o invenciones, el resultado
de mi poder de decisión y, por lo tanto, son cosas que puedo deshacer).
Aplicado a mí mismo, estas ideas significan que todavía debo ser completo, que mis errores no me
han cambiado:
Tal como Dios te creó, tú no puedes sino seguir siendo inmutable; y los estados
transitorios son, por definición, falsos. Eso incluye cualquier cambio en tus
sentimientos, cualquier alteración de las condiciones de tu cuerpo o de tu mente; así
como cualquier cambio de conciencia o de tus reacciones. (5:1-2)
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Me encantan esas palabras “los estados transitorios son, por definición, falsos”. Si cambia, no es real.
¡Ah! ¿Qué le hace esto a cualquier preocupación que yo pueda tener acerca de mis altibajos de
estado de ánimo? ¿De envejecer? ¿De la enfermedad? ¿Del dinero? (¡“Transitorio” parece tan
adecuado con respecto al dinero!) ¿Y sobre los cambios de mi consciencia? Transitorios, por lo
tanto, falsos. ¿Cambios en la manera en que respondo al Curso? Transitorios, por lo tanto, falsos. La
verdad es verdad, y sólo la verdad es verdad; todos los cambios son “contradicciones que (yo)
mismo he introducido” (4:4).
He empezado a aprender que cuando me siento mal, por la razón que sea, puedo recordarme a mí
mismo que este sentimiento es transitorio y, por lo tanto, falso; nada por lo que yo deba
preocuparme. Esto no siempre expulsa mi sentimiento de estar mal, pero me impide sentirme
culpable por estar mal, o por sentirme preocupado acerca de que algo va muy mal en mí. Como
resultado, el sentimiento negativo no dura tanto como solía hacerlo, porque ya no continúo
añadiendo capas de condena a mí mismo al sentimiento de estar mal.
Esta actitud de algún modo me aparta de los sentimientos o cambios transitorios de mi consciencia.
En lugar de actuar desde el sentimiento, empiezo a actuar sobre él, con dulzura y perdón compasivo.
Algunos han expresado la diferencia de palabras al decir cosas como “mi cuerpo está enfermo” en
lugar de “yo estoy enfermo”, o “estoy sintiendo una depresión” en lugar de “estoy deprimido”. En
lugar de confundir el pensamiento o el sentimiento “conmigo”, soy consciente del “yo” aquí,
constante y que no cambia, aunque esté experimentando este estado mental transitorio o pasajero.
“Yo” soy distinto, y no me identifico con el pasajero cambio que mi mente me muestra. Y en esa
situación, puedo reconocer: “Tengo el poder de decidir”
LECCIÓN 153
-
2 JUNIO
“En mi indefensión radica mi seguridad”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aprender que “la indefensión es fortaleza” (6:1), pues descansa en la consciencia de la
fortaleza de Cristo en nosotros, una fortaleza tan grande que nunca puede ser atacada.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Esta práctica parece la misma que la de ayer, en la que dejabas a un lado todas las ideas de ti
mismos que te describen como débil, y deja que la consciencia de tu verdadero Ser surja en ti. Aquí,
haces lo mismo, con una importancia especial en ponerte en contacto con Su fortaleza en ti. Si tienes
éxito, te darás cuenta de que no tienes necesidad de defensas pues fuiste creado de manera que nada
puede atacarte. Deja que el rato de la mañana sea tu preparación para un día sin defensas. Envuélvete
en la fortaleza de Cristo.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea, recordando que mientras lo haces Cristo está a tu lado, dándote Su fortaleza,
haciendo que no sean necesarias las defensas.
Luego siéntate en quietud y silencio, y espera a Dios. Dale gracias por Sus regalos de la
hora que ha pasado. Y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que hagas en esta hora que
empieza.
Respuesta a la tentación: Cada vez que sientas la tentación de defenderte.
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Repite la idea como un modo de llamar a la fortaleza de Cristo en ti. Luego “detente por un
momento, al oírle decir: "Aquí estoy"” (19:6).
Observaciones generales: El Libro de Ejercicios considera a esta lección un punto decisivo. Aquí
se nos dan las instrucciones para ¡las siguientes cuarenta y ocho lecciones! Y se nos dice (en el
párrafo 20), que nuestra “práctica empezará a adquirir ahora la vehemencia del amor” (20:1). En
lugar de ser un cumplimiento del deber, será una expresión sincera y natural de nuestro corazón.
Demos este paso adelante con confianza. Jesús nos pide: “No tengas miedo ni timidez” (20:2),
porque sencillamente no podemos fracasar. Dios se asegurará de que lo hagamos nuestro propósito.
Comentario
Con respecto a nuestra práctica, date cuenta de que esta lección da instrucciones a seguir “por algún
tiempo” (15:1). Concretamente, la forma de práctica que hoy se da continúa hasta la Lección 170. Se
dan una vez y ya no se mencionan salvo brevemente, se supone que recordaremos las instrucciones
de esta lección. Date cuenta también de que las instrucciones -acerca de lo que tenemos que hacer en
estos periodos de cinco a treinta minutos cada día- no son muy claras. En su mayor parte se resumen
en “concentrando nuestra atención en el pensamiento diario el mayor tiempo posible” (15:2). Se nos
dice que nuestra “práctica empezará a adquirir ahora la vehemencia del amor” (20:1). Las sesiones
más largas de práctica se convierten en “tiempo para pasar con Dios” (15:5), ¡disfrutamos tanto de
Su Presencia que media hora es demasiado poco! Hasta cierto punto, para ahora, nuestra práctica ha
pasado de ser una sesión obligada a una cita con nuestro Amado. Si eso no nos ha sucedido todavía,
lo hará: “No hay duda de que alcanzarás tu objetivo final” (20:3).
La lección empieza señalando que este mundo no es un lugar seguro: “está arraigado en el ataque”
(1:3). La paz mental en este mundo es imposible (1:5). Por todas partes hay cosas que nos hacen
ponernos a la defensiva (2:1-2). Pero las defensas afectan no sólo a lo que está fuera de nosotros,
también nos afectan a nosotros. Refuerzan nuestra sensación de debilidad (2:4), y puesto que a la
larga no funcionan (2:4), nos engañan. Nos traiciona el mundo de fuera y nuestras propias defensas
(2:5-6).
Es como si (la mente) estuviera encerrada dentro de un círculo, dentro del cual otro
círculo la atenaza, y dentro de ése, otro más, hasta que finalmente pierde toda
esperanza de poder escapar. (3:1)
Estamos atrapados en círculos concéntricos de ataque y defensa, nos sentimos incapaces de romper
el ciclo de ataque-defensa (3:2-3).
No nos damos cuenta de lo profundamente que el mundo a nuestro alrededor amenaza a nuestra
mente. Si hacemos un esfuerzo por imaginarnos a alguien profundamente atrapado en un arrebato de
miedo intenso: “la sensación de amenaza que el mundo fomenta es mucho más profunda, y
sobrepasa en tal manera cualquier intensidad o frenesí que jamás te hayas podido imaginar, que no
tienes idea de toda la devastación que ello ha ocasionado” (4:3). El Curso dice que todos nosotros
vivimos en un pánico ciego, disfrazado de un fingido estado superficial de estar en calma. Pánico es
todo lo que hay justo debajo de la superficie. Piensa en las cosas que nos amenazan constantemente,
y la atención que les prestamos en nuestra vida personal y en los medios de comunicación. Desastre
nuclear. Pandillas callejeras. Conductores borrachos. Todos los conductores. Políticos corruptos. La
avariciosa estructura de poder. Amenaza de derrumbamiento económico. Aditivos en los alimentos,
reducción de la capa de ozono, alimentos sin vitaminas, aumento de hormonas en la leche, nitratos
en la panceta, colesterol, grasas saturadas, suministro de agua contaminada, sequía, olas de calor,
tormentas de nieve, inundaciones, huracanes, tornados, terremotos, invasión de extraterrestres,
medios de comunicación falsos, insectos en nuestro hogar, cuerpos que envejecen, relaciones
amorosas o de negocios que no son de fiar, sida, cáncer, ataque al corazón (la lista puede seguir sin
fin). Y no hemos empezado a hablar de la amenaza de invasión extranjera o de los golpes
económicos, enemistades raciales, o intolerancia religiosa.
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Somos esclavos de la amenaza del mundo (5:1). “No sabes lo que haces del miedo que le tienes. Tú
que sientes su mano de hierro atenazándote el corazón, no entiendes lo mucho que has tenido que
sacrificar” (5:2-3). Intenta imaginarte, por un momento, como sería estar sin ninguno de esos miedos
sobre las cosas que hemos mencionado. Si te pareces a mí, ni siquiera puedes imaginártelo. ¡Nos
hemos acostumbrado tanto al zumbido inconsciente del miedo! Tampoco nos damos cuenta de
cuánto daño le hemos hecho a nuestra propia paz con nuestra constante postura defensiva (5:4).
La elección que esta lección nos ofrece (6:3) es entre dos cosas: el “juego tonto” (6:4) de las
defensas, al que juegan niños cansados cuando tienen tanto sueño que ya ni se acuerdan de lo que
quieren (¡un poco parecido a como me siento yo ahora!), y el “juego que juegan niños felices”
(12:1), un juego feliz que nos enseña que el juego del miedo se ha terminado. El juego feliz es la
“salvación” (12:1), o cumplir la función de un ministro de Dios en el mundo, ofreciendo la luz a
todos nuestros hermanos. Resumiendo, podemos pasar nuestro tiempo intentando defendernos, o
podemos abandonar nuestras defensas y extender la mano al mundo con amor. Ésas son las únicas
elecciones.
El juego de las defensas es un juego de muerte. En las defensas “la locura que reina en ellas es tan
aguda que la esperanza de recobrar la cordura parece ser sólo un sueño fútil y encontrarse más allá
de lo que es posible” (4:2). Las defensas nos aprisionan al ciclo de ataque-defensa que no termina
nunca.
La indefensión se basa en la realidad de lo que somos. “No necesitamos defensas porque fuimos
creados inexpugnables” (9:1). Es testigo de nuestra fortaleza. Como ministros de Dios, estamos
protegidos. No necesitamos defensas porque somos “los que se cuentan entre los elegidos de Dios,
al haber sido ésa Su elección, así como la nuestra” (10:6).
Elegir la indefensión es elegir la fortaleza de Cristo, en lugar de nuestra debilidad. Lo que nos pone
en una posición que no puede ser atacada es extender la mano para sanar, en lugar de encogernos
hacia adentro en defensa propia. Nuestra verdadera seguridad está, no en proteger lo que tenemos,
sino en darlo y compartirlo, porque esto nos identifica firmemente con el Cristo.
LECCIÓN 154
-
3 JUNIO
“Me cuento entre los ministros de Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Ser ministro de Dios en este mundo, ofrecerle a Él nuestra Voz, manos y pies. Por medio
de esto nos unimos a Su Voluntad y con todos los regalos contenidos en Su Voluntad.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Repite: “Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios
a través de los cuales puedo llegar a reconocer que soy libre”. “Los medios” se refiere a dar los
mensajes de Dios a tus hermanos. Pasa el periodo de práctica dejando que la verdad de estas
palabras se adentre en tu mente. Deja que el mundo se pierda de vista mientras concentras toda tu
atención en estas palabras. Déjalas que iluminen tu mente, déjalas que cambien tu mente. Haz esto
en cualquier modo que te sirva.
El propósito de este periodo de práctica es prepararte para usar esos “medios” (salir y atender a tus
hermanos). A diferencia de otras lecciones, el punto principal de esta lección está en lo que harás
después de la sesión de práctica. Durante el día, demuestra que has entendido las palabras que has
practicado al ofrecerle a Dios tu voz, para que Él pueda hablar palabras de amor a tus hermanos a
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través de ti. Ofrécele a Él tus manos, para que Él pueda usarlas para entregar mensajes de amor a tus
hermanos. Ofrécele a Él tus pies, para que Él pueda dirigirlos allí donde alguien esté necesitado.
Al hacer esto, estás uniendo tu voluntad a la Voluntad de Dios. Y cuando Su Voluntad sea la tuya,
todos los regalos contenidos en Su Voluntad serán tuyos también. Al ser Su instrumento ganarás Sus
tesoros.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea y luego siéntate en quietud y silencio, y espera a Dios. Pregúntale cómo quiere que
atiendas a tus hermanos en la hora que va a comenzar, y luego escucha atentamente la respuesta de
Su Voz.
Comentario
Tal como la veo, esta lección me dice dos cosas importantes:
Mi función en la tierra es ser un ministro (o mensajero) de Dios, y la forma concreta que esa
función tiene ya está determinada, no por mí, sino por el Espíritu Santo.
Como mensajero, mi función es recibir los mensajes de Dios para mí mismo, y luego darlos
como me dirija el Espíritu Santo. Al dar los mensajes, reconoceré y entenderé los mensajes
que he recibido.
El Espíritu Santo me conoce hasta lo más profundo. Él conoce mis puntos fuertes y débiles; Él
conoce el “plan más amplio” (1:5) que yo no conozco; Él sabe cómo utilizar mejor mis puntos
fuertes, “dónde se puede hacer mejor uso de ellos, con qué propósito, a quién pueden ayudar y
cuándo” (2:2). Por lo tanto, es poco sensato intentar valorarme a mí mismo o dirigir cómo debo
cumplir mi función en este mundo, y es mucho más acertado ponerme en Sus manos. Por esto, “no
elijo ningún papel que no me haya sido asignado por Su autoridad” (7:3). Él elige mi función por mí,
me dice cuál es, me da fuerza para llevarla a cabo y para tener éxito en todo lo que esté relacionado
con ella (3:2).
Una parte importante del programa de entrenamiento del Libro de Ejercicios es aprender a escuchar
Su Voz y aceptar Su autoridad. Aprender a escuchar Su Voz no es algo que viene sin esfuerzo.
Ciertamente, se precisa esfuerzo y un gran deseo de aprender (T.5.II.3:9-10). Al principio puedo
sentir que no sé como escuchar Su Voz, pero por eso es precisamente por lo que necesito esta
práctica. Cuando empiezo, no sé cómo distinguir la Voz del Espíritu Santo de la voz de mi propio
ego; necesito entrenamiento para distinguirlas, y se aprende equivocándose. Pero si sigo las
instrucciones de este libro, aprenderé.
El segundo punto es realmente animarme a aceptar la función que Dios me ha dado, que es ser Su
mensajero:
Él necesita nuestra voz para poder hablar a través de nosotros. Necesita nuestras manos para que
acepten Sus mensajes y se los lleven a quienes Él nos indique. Necesita nuestros pies para que éstos
nos conduzcan allí donde Su Voluntad dispone que vayamos, de forma que aquellos que esperan
acongojados puedan por fin liberarse. Y necesita que nuestra voluntad se una a la Suya, para que
podamos ser los verdaderos receptores de los dones que Él otorga. (11:2-5)
Está claro que Él me dirige concretamente, eligiendo dónde voy físicamente, a quién hablo, y lo que
digo. Sin embargo, lo importante es que yo acepte esta función general de “mensajero” para mi vida;
si la acepto, los detalles vendrán.
Hay un proceso de tres pasos claramente definidos en esta lección: 1) recibir, 2) dar, y 3) reconocer.
Primero, yo recibo el mensaje para mí mismo, lo acepto, y lo aplico a mi propia vida.
Acepto la Expiación para mí mismo, viendo que la apariencia de culpa dentro de mí es una
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ilusión, y reconociendo la inocencia que oculta. Acepto con Dios mi aceptación. Abandono
mis ideas falsas y de culpa acerca de mí mismo.
Segundo, doy el mensaje a todos los que el Espíritu Santo me envía. Esto puede ser con
palabras, con acciones, o simplemente con la actitud de compasión y aceptación que
muestro a aquellos con los que me encuentro. Doy el mensaje que he recibido. Les muestro
la misericordia que Dios me ha demostrado. Veo en ellos lo que he empezado a ver en mí
mismo.
Tercero, como resultado de dar, reconozco la realidad de lo que he recibido. “Nadie puede
recibir, y comprender qué ha recibido, hasta que no dé” (8:6). Dar el mensaje lo fortalece y
le da validez en mi propia mente. “No reconoceremos lo que hemos recibido hasta que no lo
demos” (12:1).
El segundo paso es una parte fundamental de todo el proceso. Sin dar el mensaje, el proceso no
puede completarse; mi propio reconocimiento de la salvación no puede completarse. No es
suficiente recibir los mensajes de Dios. “No obstante, hay otra parte de la tarea que se os ha señalado
que todavía tiene que llevarse a cabo” (9:4). Los mensajes deben darse, compartirse, para ser
recibidos completamente. Debo aceptar mi función como mensajero de Dios si quiero entender lo
que he recibido.
Date cuenta de que las instrucciones para la práctica están adaptadas de la Lección 153, donde se nos
dijo: “Hoy practicamos siguiendo un formato que vamos a utilizar por algún tiempo” (L.153.15:1).
Estas instrucciones seguirán hasta que se den nuevas en la Lección 171 (Quinto Repaso), y se
aplicarán a las Lecciones 181-200 también.
LECCIÓN 155
-
4 JUNIO
“Me haré a un lado y dejaré que Él me muestre el camino”
Instrucciones para la práctica
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Se nos están dando menos instrucciones acerca de lo que tenemos que hacer durante los periodos
más largos de práctica. Se espera que confiemos cada vez más en lo que antes se ha trabajado y en lo
que el Espíritu Santo nos inspire a hacer en el momento. Durante la práctica más larga de hoy, se
espera que nos unamos mentalmente a Dios, Quien nos hablará, diciéndonos cuánto nos ama y cómo
nos ha encomendado nuestros hermanos a nosotros, confiando totalmente que les llevaremos al
hogar, a Él. Por eso, repitamos las palabras que se nos dan (“Me haré a un lado y dejaré que Él me
muestre el camino, pues deseo recorrer el camino que conduce hasta Él”), y luego entra
profundamente en tu mente, escuchando en silencio y quietud Su Voz. Recuerda tu entrenamiento
acerca de cómo hacerlo: escucha en quietud, con confianza, y con paciencia, repitiendo las frases
cuando tu mente se distraiga.
El propósito de la práctica de la mañana es agarrarte firmemente a Su Mano, para que Él pueda
llevarte, mientras tú a tu vez llevas a tus hermanos. Al prepararte para servir a tus hermanos, el
propósito de la práctica de hoy es fundamentalmente la misma que la de ayer.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea y luego escucha en silencio y quietud la Voz de Dios. Pregúntale cómo quiere
dirigirte en esta hora que comienza, cómo quiere que guíes a tus hermanos por el camino que lleva a
Él. Y dale gracias por Su dirección en la hora que ha pasado.
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Comentario
“Hay una manera de vivir en el mundo que no es del mundo, aunque parezca serlo” (1:1). Y todos
aspiramos a este modo de vida. Lo sorprendente del Curso es que ofrece lo que podría llamarse un
camino del medio entre renunciar al mundo y meterte de lleno en él. Muchos, quizá la mayoría, de
los buscadores espirituales cometen el error de pensar que una vida espiritual de algún modo tiene
que parecer diferente. Algunos se visten de manera diferente, algunos renuncian a las comodidades
modernas, algunos encuentran la espiritualidad en las verduras, algunos llenan sus hogares de
incienso, algunos viven en pobreza, o alejados de la normal multitud mundana.
Esta lección es una de las más claras afirmaciones en el Curso de que un buen estudiante del Curso
no cambia de aspecto, excepto que quizá sonríe más frecuentemente. Hay caminos espirituales que
piden un cambio de apariencia (una cabeza afeitada, vestimenta diferente) y esto no es para quitarle
mérito a estos otros caminos. Pero no son el camino del Curso. Una de las lecciones más difíciles
para los estudiantes del Curso, por lo que he observado, parece ser aprender a ser normales. Un
verdadero estudiante del Curso es como todos los demás, tanto es así que “los que aún no han
percibido el camino también… creerán que eres como ellos, tal como una vez lo fuiste” (1:5).
Sin embargo, somos diferentes. La diferencia está dentro; nos hemos hecho a un lado, hemos dejado
el control de nuestras vidas, y estamos dejando que nuestro Guía Interno dirija nuestro camino a
Dios. Todo el mundo, incluidos nosotros, vinimos a este mundo por elección propia, “buscando un
lugar donde poder ser ilusiones y así escapar su propia realidad” (2:2). Pero hemos descubierto que
no podemos escaparnos de nuestra realidad, y hemos elegido darle menos importancia a las
ilusiones, y seguir la verdad. Hemos aceptado nuestra función, y reconocemos que estamos aquí
ahora, no por nosotros solos, sino para servir a aquellos que nos rodean tal como nos servimos a
nosotros mismos (5:4). Caminamos hacia Dios, y llevamos al mundo con nosotros hacia Dios (12:1;
13:1). Nos hacemos a un lado, y dejamos que Él nos muestre el camino.
LECCIÓN 156
-
5 JUNIO
“Camino con Dios en perfecta santidad”
Instrucciones para la práctica
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Aunque no se nos dan instrucciones concretas para las sesiones de práctica, se nos dice cómo
practicar de manera general. Antes de poner los pies en el camino, caminábamos de forma
inconsciente creyendo que caminábamos solos, acompañados únicamente por nuestros pecados.
Llevábamos el peso de lo que creíamos haber hecho como una roca pesada sobre nuestros hombros.
Cuando pusimos nuestro pies en el camino, abrimos nuestra mente a la idea de que Dios camina con
nosotros, de que Su Ser no se separa jamás de nuestro ser, y de que por tanto llevamos la santidad
con nosotros, no nuestros pecados. Ahora parece que tenemos dos mentes, a veces creyendo que
caminamos solos con nuestros pecados, otras veces creyendo que caminamos con Dios en santidad.
Entonces, nuestra práctica consiste en preguntarnos: “¿Quién camina a mi lado?” Queriendo
decir: ¿Dios o el pecado? Al preguntar, necesitamos darnos cuenta de que ésta es una pregunta
verdadera, todavía no estamos realmente seguros de cuál es la respuesta. Y luego tenemos que
responder con estas palabras: “Camino con Dios en perfecta santidad. Ilumino el mundo, ilumino mi
mente, así como todas las mentes que Dios creó una conmigo”. Al decir estas palabras necesitamos
darnos cuenta de que no son nuestras propias palabras intentando responder a nuestra pregunta. Son
las palabras que Dios nos ha dado, es Él Quien nos responde (8:4).
Si podemos aceptar esta respuesta de verdad, entonces nuestra santidad brillará hacia fuera para
que todos la vean. Como dice el párrafo 4, incluso las flores, las olas, los árboles y el viento nos
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responderán como si estuviéramos visitando a la realeza ((inclinándose delante de nosotros,
extendiendo una alfombra delante de nosotros, protegiendo nuestra cabeza del calor, llenando el aire
de un dulce olor a incienso), pues sentirán al Rey de los Cielos caminando con nosotros.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Haz la pregunta: "¿Quién camina a mi lado (Dios o el pecado)?” Y luego contesta con estas frases:
“Camino con Dios en perfecta santidad. Ilumino el mundo, ilumino mi mente, así como todas las
mentes que Dios creó una conmigo”.
Luego dale las gracias a Dios por caminar contigo en la hora que ha pasado. Puedes pensar en
sucesos de esa hora que demuestran que Él camina contigo.
Y finalmente, pídele que te dirija en la hora que comienza: dónde Él quiere que vayas y lo que quiere
que hagas.
Sugerencia: Puedes hacer esta práctica de hacer la pregunta ("¿Quién camina a mi lado?”) y repetir
la respuesta (“Camino con Dios…) muchas veces cada hora. La lección dice que se haga mil veces al
día, o aproximadamente una vez por minuto. Esta sorprendente frecuencia quizá está un poco más
allá de nuestro nivel de disciplina. Sentiremos beneficios poderosos si lo hacemos unas cuantas
veces por hora.
Comentario
“Las ideas no abandonan su fuente” (1:3). Cuando una mente piensa una idea, esa idea permanece
en la mente; no se vuelve algo separado ni aparte de la mente que la pensó. Y yo soy un
Pensamiento de Dios; por lo tanto, no puedo estar separado de Él. He pensado que yo estaba
separado. Sin duda, muchas veces todavía lo pienso y me comporto como si estuviera separado de
Dios. Pero no lo estoy, no puede ser.
Estar separado de Dios es imposible. Dios es Ser, Dios es Existencia. Todo lo que existe, está en Él.
Él es Vida. Todo lo que vive, vive en Él. “Él es lo que tu vida es. Donde tú estás, Él está. Hay una
sola vida. Ésa es la vida que compartes con Él. Nada puede estar separado de Él y vivir” (2:5-9).
Dios también es santo. Si Dios es santo, y yo estoy en Él, yo soy santo también. “Todo lo que vive es
tan santo como Él” (3:3). Por lo tanto, “Camino con Dios en perfecta santidad”. “No puedo ser
pecaminoso, de la misma manera en que el sol no puede elegir ser de hielo” (3:3). Esto no es una
débil esperanza; es un hecho. Es la verdad acerca de mí, y de ti, y de todos los que viven.
Sin embargo, nos hemos enseñado a nosotros mismos que esta verdad no es verdad. Me asombra ver
qué ideas tan contradictorias surgen en mi mente cuando repito esta afirmación. Sería un ejercicio
útil escribir la idea de hoy como una afirmación, diez o más veces, y luego en otra columna escribir
la respuesta de mi mente a esta idea. Puede que obtengas cosas así:
“Camino con Dios en perfecta santidad”. “No soy tan santo”.
“Camino con Dios en perfecta santidad”. “Me queda mucho trecho para ser santo”.
“Camino con Dios en perfecta santidad”. “No me gusta que me llamen santo”.
“Camino con Dios en perfecta santidad”. “La mayor parte del tiempo camino solo”.
Y así sucesivamente. Lo que es interesante de este ejercicio es que te muestra la serie de
pensamientos que domina tu mente, que se opone a la idea de hoy y la ataca constantemente. Es esta
cadena de pensamientos negativos lo que bloquea la luz en mí. Todas las respuestas son una forma
de la idea “soy un pecador”, lo que con todas mis fuerzas negaría creer, si alguien me lo preguntase.
Y sin embargo, frente a la afirmación de que camino con Dios en perfecta santidad, estas formas de
la idea de que soy pecador surgen “por sí solas”. ¿De dónde vienen? Está claro que de un muy
cuidadoso entrenamiento del ego desde hace mucho tiempo, un lavado de cerebro muy eficaz, tan
bien hecho que ni siquiera me doy cuenta de que mi mente ha sido programada.
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¿Creo que soy un pecador? “Tú has desperdiciado muchos, pero que muchos años precisamente en
este pensamiento descabellado” (7:1), dice la lección. Sí, sin duda, lo creo. Pero cuando me doy
cuenta de estos pensamientos negativos acerca de mí, puedo abandonarlos. Puedo “dar marcha atrás”
y dejar de acusarme. Cuando lo hago, “la luz que refulge en ti da un paso adelante y envuelve al
mundo” (6:2).
¿Cómo podemos deshacer la programación del ego? Un modo, claramente recomendado por esta
lección, es una rotunda programación al contrario. Recomienda que mil veces al día nos
preguntemos: “¿Quién camina conmigo?” Y luego, que respondamos escuchando a la Voz de Dios
diciendo por nosotros:
“Camino con Dios en perfecta santidad. Ilumino el mundo, ilumino mi mente, así como todas las
mentes que Dios creó una conmigo”. (8:5-6)
La seguridad de nuestra santidad no viene con una sola repetición de la idea de hoy. Necesitamos
miles de repeticiones. Necesitamos continuar repitiéndola hasta que estemos seguros de ella. Si
tomáramos esto al pie de la letra, repetir la idea mil veces significaría repetirla más que una vez por
minuto, a lo largo de todo el día, suponiendo que estamos despiertos dieciséis horas. ¡Ésas son
muchas repeticiones!
Que hoy vea la “extraña absurdidad” (6:4) de la idea del pecado, y me ría del pensamiento. Que
empiece a aceptar la maravillosa enseñanza del Curso de que el pecado “es un pensamiento
descabellado, un sueño tonto, ridículo quizá, pero no temible” (6:5). Y que me inunde la maravilla
de: “Camino con Dios en perfecta santidad”.
LECCIÓN 157
-
6 JUNIO
“En Su Presencia he de estar ahora”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Conducirnos a nuestra primera experiencia directa del Cielo. Éste es un día santo, un
punto decisivo en el programa de estudios, el comienzo de un nuevo viaje. Hoy empezará tu
ministerio. Tu único propósito ahora será llevar al mundo la visión que refleja lo que sientes hoy. Y
se te dará poder para tocar a todos con esa visión.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Acércate a esta práctica con un sentido de santidad, pues estás intentando pasar más allá del velo
del mundo y entrar en el Cielo.
Repite la idea (puedes repetirla una y otra vez), y déjala que te sumerja en ese profundo lugar de tu
mente, el lugar de quietud y descanso.
Luego espera allí “en tranquila expectación y en sereno gozo” (4:3), la experiencia que se te ha
prometido. Confía en que tu Ser te llevará a donde necesitas ir. Él elevará tu mente a las más
elevadas cimas de la percepción, a la más santa visión posible. Aquí, a “las puertas donde finaliza el
aprendizaje” (2:3), te detendrás un momento, y luego atravesarás la entrada a la eternidad. Irás más
allá de toda forma y por poco tiempo entrarás al Cielo.
Hoy se pretende que sea tu primera experiencia de lo que el Texto llama revelación: unión directa
con Dios y con tu Ser. Si sucede (y la lección de mañana parece reconocer el hecho de que puede
que no; ver L.158.11:1), no será la última. Tendrás esta experiencia cada vez más. Cada vez os
acercará a ti y al mundo un poco más al día en el que esta experiencia será vuestra para toda la
eternidad.
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Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea y pasa un momento de quietud con ella, buscando entrar en la Presencia de tu Ser.
Luego da gracias a Dios por Sus regalos a ti en la hora anterior, y deja que Su Voz te diga lo que Él
quiere que hagas en esta hora que viene a continuación.
Comentario
Experiencia y Visión
Hoy me gustaría compartir algunos pensamientos basados principalmente en la Lección 157, pero
con algunas referencias a la Lección 158 también. Esta lección introduce una serie de lecciones
planeadas para llevarnos al instante santo, que es un objetivo muy importante del Libro de
Ejercicios. A partir de este momento, “cada lección, fielmente practicada, te lleva con mayor rapidez
a este santo lugar” (3:3).
El Curso habla aquí de una experiencia y de una visión que es el resultado de esa experiencia. El
instante santo contiene un instante de conocimiento -algo más allá de la percepción- del que
regresamos con la Visión de Cristo en nuestra mente, que podemos ofrecer a todos.
La experiencia de la que aquí se habla es sencillamente entrar en la Presencia de Dios. Es “una
manera de sentir distinta y una conciencia diferente” (1:4) en la que “aprender a sentir el júbilo de la
vida” (1:6). Se le llama el instante santo. La Lección 157 lo llama “un atisbo del Cielo” (3:1) y un
momento en el que se te deja con tu Ser. Es un instante en el que “el mundo se olvida calladamente y
el Cielo se recuerda por un tiempo” (6:3). Por un momento abandonamos el tiempo y entramos en la
eternidad (3:2). No es algo que nosotros hacemos; el Espíritu Santo, “el Dador de los sueños felices
de la vida” y “el Traductor de la percepción a la verdad”, nos conducirá. (8:2).
La visión de la que se habla es el resultado de la experiencia. No es “una visión”, algo que se ve con
los ojos del cuerpo, sino “la visión”, una manera de ver. No hablamos de un estado de trance, ni de
algunas apariciones en nuestra mente de visiones místicas. Estamos hablando de una manera
diferente de ver el mundo, un mecanismo diferente de vista, algo distinto a los sentidos físicos. La
religión oriental habla del Tercer Ojo para indicar lo mismo.
Al experimentar el instante santo, hemos despertado una manera diferente de ver. Ese nuevo tipo de
visión no desaparece cuando regresamos al mundo (7:1), por así decir. Es sólo una manera de hablar
para decir que volvemos. Nunca nos marchamos. O quizá mejor, puesto que el Cielo es lo real y este
mundo es la ilusión, nunca vinimos aquí en absoluto. Lo que “regresa” con nosotros, dentro del
sueño, es el recuerdo de Dios y del Cielo, el recuerdo de lo que vimos en ese instante santo.
Seguimos viendo atisbos de él más allá de la vista del mundo, viendo el “mundo real” más allá del
mundo; y más allá del mundo real vemos el Cielo.
Cada (aparentemente separado) instante santo que sentimos, fortalece esta nueva visión, este
mecanismo nuevo de ver. Éste es el propósito de las recomendaciones del Libro de Ejercicios para
los periodos de meditación diarios por la mañana y por la noche; son sesiones de práctica, ejercicios
para desarrollar nuestra nueva visión. Por supuesto, se espera que ejercitemos esta visión
constantemente durante el día, para tener varios instantes santos a lo largo del día. Si comparamos
esto con aprender un idioma, las sesiones de meditación son como los laboratorios de idiomas y los
estudios de gramática. Los ejercicios concentrados del idioma no son un fin en sí mismos sino que
están planeados para prepararnos y mejorar nuestras capacidades de hablar y entender cuando
salimos fuera y realmente utilizamos el idioma. Del mismo modo, la meditación no es un fin en sí
misma. Es un ejercicio para fortalecer nuestra visión espiritual, pero el propósito es salir a la vida
diaria y empezar a utilizar esa nueva visión tan a menudo como sea posible.
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La Lección 157 dice: “Una experiencia como ésta no se puede transmitir directamente. No obstante,
deja en nuestros ojos una visión que podemos ofrecerles a todos” (6:2-3). No puedo darte un instante
santo directamente. Puedo hablarte de él, pero tú tienes que hacer tu propio trabajo y tener la
experiencia por ti mismo.
Lo que puedo darte u ofrecerte es la nueva visión, la nueva manera de ver el mundo. La visión que
todos podemos enseñar, como maestros de Dios “en prácticas”, es la del perdón y el amor dentro del
mundo. Puedo enseñarte que es posible ver lo invisible más allá de lo visible, ver la verdad duradera
detrás de las nubes de duda, miedo y defensa. Puedo enseñarte a “no ver a nadie como un cuerpo y a
saludar a todo el mundo como el Hijo de Dios que es reconociendo que es uno contigo en santidad”
(L.158.8:3-4). Al verte sin culpa, te enseño que ver sin culpa es posible.
Y al estar dispuesto a practicar la visión, dispuesto a pedir que se te muestre una manera diferente de
ver, llega la experiencia del instante santo.
LECCIÓN 158
-
7 JUNIO
“Hoy aprendo a dar tal como recibo”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Practicar ver a tus hermanos con la visión de Cristo, viendo más allá de sus cuerpos, de
sus errores y de sus pensamientos de miedo a la santidad pura y sin mancha de su verdadera
Identidad.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Como siempre, empieza repitiendo la idea del día. Su significado puede parecer poco claro, pero la
lección lo explica muy claro. Significa: “Hoy aprendo a dar a mis hermanos una visión de Quién
son realmente, tal como yo recibo de Dios el conocimiento de Quién soy realmente”. El
conocimiento que Dios te da no puede darse directamente; únicamente puedes darlo en forma
reflejada, dándoles a otros tu visión de su santidad.
Luego pasa el resto del tiempo como el Espíritu Santo te indique tal como el Libro de Ejercicios te
ha enseñado a hacer. Lo principal que te ha enseñado a hacer durante estos periodos más largos de
práctica es aquietar la mente y sumergirte hacia adentro y abajo al profundo santuario dentro de ti,
manteniendo toda la atención en ello, y retirando tu mente de las distracciones por medio de
repeticiones de la idea del día.
Hoy, haz esto con la intención de ponerte en contacto con el conocimiento de Quién eres, para que
puedas dárselo a tus hermanos. Al sumergirte dentro de este profundo pozo dentro de ti, obtendrás la
consciencia de que no somos cuerpos, y ésta es la consciencia que vas a dar a tus hermanos hoy.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea y luego (ésta es recomendación mía) pasa un rato intentando ver a un hermano
concreto a través de los ojos de Cristo. Conscientemente intenta ver más allá de su cuerpo y de su
personalidad a la santa luz de su verdadera realidad.
Luego da gracias a tu Padre por los regalos que te ha dado en la hora anterior: quizá regalos de ver
más allá de la apariencia de un hermano concreto a su verdadera realidad.
Finalmente, pide dirección para la hora que comienza. Puedes pensar en personas con las que es
posible que te encuentres y prepárate para esos encuentros, mirando intencionadamente más allá del
cuerpo de cada persona a la santidad que brilla en él.
Recordatorios frecuentes: Cada vez que te encuentres con alguien.
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Acuérdate de ver a cada hermano con el que te encuentres con la visión de Cristo. Contémplale
como el Hijo de Dios, uno contigo, y no como una mente separada que habita en un cuerpo
separado. Para motivarte, recuerda que lo que ves en él es lo que ves en ti. Si le ves con la visión de
Cristo, entonces esa visión brillará sobre ti.
Comentario
Esta lección encierra mucha metafísica profunda, concretamente de la relacionada con el tiempo, un
punto de partida genial es el libro de Ken Wapnick Una Enorme Ilusión: El Tiempo en „Un Curso de
Milagros‟. ¡No puedo escribir un libro esta noche y probablemente no quieres leer uno en este
momento! Así que voy a saltarme la mayor parte de ello.
El asunto práctico que esta lección está intentando exponer es que el “conocimiento”, que pertenece
al mundo del Cielo, está más allá del alcance de este Curso. Todos recibimos el conocimiento
cuando fuimos creados; todo ser viviente sabe, por naturaleza, que está conectado a su Fuente:
“mente, por siempre libre de pecado y totalmente exento de miedo al haber sido creado del Amor”
(1:2). Puede parecernos que esto es algo que no tenemos, y que es esto lo que estamos intentando dar
a los otros y recibirlo para nosotros. Pero no podemos darlo porque todos lo tienen ya. Existe
completamente fuera del tiempo. El momento del tiempo en el que la experiencia de este
conocimiento se revela ya ha sido determinado, por nuestra propia mente (2:9). Cuando tenga que
suceder, sucederá.
Dentro del tiempo -que es una ilusión- lo que podemos dar y recibir es el perdón. El perdón es el
regalo que refleja verdadero conocimiento “de manera tan precisa que su imagen comparte su invisible santidad” (11:2). Lo que podemos dar es una visión de inocencia total, la “visión de Cristo”.
Podemos mirar más allá del cuerpo y ver una luz, mirar más allá de lo que puede tocarse y ver una
idea, mirar más allá de los errores y los miedos de nuestros hermanos y ver su pureza natural.
Podemos saludarnos al otro y verle “como el Hijo de Dios que es, reconociendo que es uno contigo
en santidad” (8:4).
No estamos dando el conocimiento. Cuando nos encontramos con alguien, podemos darle nuestra
visión de él sin mancha alguna de pecado. A través del modo en que le percibimos, puede encontrar
una nueva percepción de sí mismo, una que no ha encontrado por su cuenta. Cuando responda a
nuestra visión misericordiosa, nos devolverá esa visión a nosotros, permitiéndonos ver el Amor de
Dios dentro de nosotros. Cuando perdonamos a otro, al mismo tiempo hemos perdonado nuestros
propios pecados, porque “en tu hermano te ves a ti mismo” (10:3).
No podemos saber cuándo vendrá la revelación de la verdad, la experiencia de nuestra realidad. Ese
momento ya ha sido fijado, el drama se está representando, no hay nadie que dé ni un solo paso al
azar (3:1-3). Y sin embargo, cada acto de perdón acerca más ese día. Entonces, nuestra preocupación
no es la experiencia final, sino la práctica de la visión, ver con los ojos de Cristo. Esto es algo que
podemos alcanzar, esto es algo acerca de lo que podemos hacer algo. Y lo podemos hacer hoy.
Ahora mismo.
“Esto se puede enseñar, y todo aquel que quiera alcanzarlo tiene que enseñarlo” (8:1). El modo de
aprender la visión de Cristo es darla. El modo de lograr la visión de nosotros mismos como Cristo
nos ve es practicar ver a otros con Sus ojos. Lo damos para recibirlo. Éste es el plan completo del
Curso.
LECCIÓN 159
-
8 JUNIO
“Doy los milagros que he recibido”
Instrucciones para la práctica
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Propósito: Abrir el almacén de tesoros de Cristo, en lo más profundo de tu mente, recoger azucenas
de perdón allí, y luego dárselas a tus hermanos. Únicamente al darlas, reconocerás que las has
recibido.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Como es habitual en esta etapa, no se nos dan instrucciones acerca de qué hacer durante nuestras
sesiones de práctica. Así que lo que viene a continuación es una sugerencia basada en el contenido
de la lección.
Cierra los ojos, repite la idea, y sumérgete en lo más profundo de tu mente. Cuando te acercas al
centro de quietud en tu mente, ves un almacén de tesoros, una estructura hermosa y brillante que
extiende una sensación de santidad. Te acercas a esta enorme entrada, preguntándote si podrás
entrar. Sin embargo la lección nos recuerda: “A nadie se le niega la entrada a este nuevo hogar
donde le aguarda su salvación” (7:4). La puerta se abre silenciosamente delante de ti, y al entrar
contemplas el tesoro almacenado en este lugar. En lugar de oro y plata, ves un sagrado jardín con las
más sorprendentes azucenas que has visto. Literalmente brillan con santidad. A su alrededor oyes en
el aire el suave canto de coros celestiales. Te das cuenta de que éstas son las azucenas del perdón.
Son los milagros. También te das cuenta de que es en la visión de Cristo donde crecen, “el milagro
del que emanan todos los demás milagros” (4:1).
Estás aquí para recoger estos milagros y llevarlos contigo de vuelta al mundo. Así que camina por el
jardín y empieza a recoger las azucenas. No seas tímido, para eso es para lo que están. Al recoger
cada una, date cuenta de que en su lugar florecen dos más. Ahora, con un montón de azucenas, estás
listo para salir a lo que tengas que hacer ese día, listo para dar esos milagros a todos con los que te
encuentres.
Después de este periodo de práctica, cuando continúas con las actividades del día, imagina que estás
dando una de estas azucenas a cada persona con la que te encuentras. Tu azucena es el
reconocimiento de que esa persona es el Cristo, totalmente limpio de su pasado, listo para levantarse
de la tumba de sus pecados, y así nacer de nuevo. Así que cuando le das la azucena, puedes decirle
mentalmente: “Estás perdonado. Ésta es tu Pascua Florida”.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Sugiero repetir la idea y entonces elegir una persona. Luego imagina darle una azucena a esa
persona, mientras le dices mentalmente: “Estás perdonado. Ésta es tu Pascua Florida”. Después
pregúntale a Dios qué azucenas quiere que des en la hora siguiente, y dale gracias por las azucenas
que Él ha dado a través de ti en la hora que ha pasado.
Comentario
Fíjate en que el título de la lección de hoy es casi el mismo que el de la lección de ayer: “Hoy
aprendo a dar tal como recibo”. Hay un pensamiento en común en estas dos lecciones, incluso
extendiéndose a dos lecciones anteriores. Todas ellas hablan de la visión de Cristo. Todas ellas nos
presentan la idea del instante santo como una parte fundamental de nuestra práctica espiritual,
aunque no se habla de ello concretamente en cada una de estas lecciones.
La idea general que se presenta es la de nuestra continua práctica espiritual. Es ésta: Entramos en el
instante santo a menudo. Ahí, experimentamos un toque de eternidad o del Cielo, un atisbo del
conocimiento de la verdad. Mientras que la experiencia no podemos traerla con nosotros al mundo,
podemos traer cómo es esa experiencia traducida a la percepción, a esto se le llama “la visión de
Cristo”, que se manifiesta en el perdón.
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En esta lección, el instante santo se da a entender con frases como: “Permitámonos por un instante
soñar con Él” (10:6), o “Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran”
(2:5). El Instante Santo es el “almacén” al que venimos, el lugar en el que recibimos los regalos de la
visión de Cristo. Tenemos que recibir antes de que podamos dar.
Pero no podemos reconocer, o hacernos conscientes por completo de lo que hemos recibido hasta
que lo demos: “Al dar es como reconoces que has recibido. Es la prueba de que lo que tienes es
tuyo” (1:7-8). Extender la visión de Cristo es una parte esencial del plan de salvación que presenta el
Curso. Es lo que nos trae seguridad. Esto es muy parecido al principio que enseña Alcohólicos
Anónimos de que te mantienes sobrio ayudando a otro a mantenerse sobrio. Aquí se enseña:
Comprendes que estás sano cuando ofreces curación: Aceptas que el perdón se ha consumado en ti
cuando perdonas”. (2:1-2)
Es únicamente cuando traemos las “azucenas” del perdón del instante santo, donde las recibimos, y
las damos al mundo, cuando verdaderamente sabemos que estamos perdonados. Al dar los milagros
cuando los recibimos.
Padre, ayúdame hoy a darme cuenta de que soy rico. El almacén de mi mente está lleno de milagros.
Puedo venir a este almacén y, en este instante santo, recibirlos. Me los confiaste para que yo los
diera. Que hoy me detenga a menudo, para encontrarme aquí Contigo, y luego lleve estos tesoros
para ofrecérselos al mundo. Éste es mi único propósito en la vida, ésta es la razón por la que estoy
aquí.
LECCIÓN 160
-
9 JUNIO
“Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí”
Instrucciones para la práctica
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Mi sugerencia: Empieza dándote cuenta de que la experiencia de miedo y la experiencia de hogar
no pueden sentirse al mismo tiempo. Cuando verdaderamente te sientes en el hogar, tienes una
sensación de refugio y seguridad, una sensación de unión y de pertenecer ahí, una sensación de
comodidad y paz. Cuando sientes miedo, sientes la ausencia de todas esas cosas. Fundamentalmente,
te sientes sin hogar.
Ahora pasa un tiempo intentando ponerte en contacto con ese estado. Primero, imagina sintiéndote
completamente en el hogar dentro de ti mismo, pase lo que pase fuera de ti. Imagina que sabes quién
eres, sintiéndote en el hogar contigo mismo. Imagina sintiéndote en el hogar con Dios, envuelto en
Su Amor. Imagina al miedo siendo un pensamiento que acecha en la superficie de tu mente,
intentando invadir la paz de este hogar interior, llamando a la puerta, dando golpes en la ventana,
pero que no puede entrar.
Luego ponte en contacto con el estado de miedo, el estado en el que todos vivimos. Date cuenta de
cómo en este estado, el miedo, la ansiedad y la preocupación son tus reacciones más naturales a los
acontecimientos del mundo, tan naturales que son respuestas automáticas. Esto te hace sentir que no
tienes un puerto seguro ni un refugio verdadero. Te sientes separado de Dios y alejado de ti mismo.
Es como si estuvieses acechando fuera, mientras el miedo se sienta sin problemas en el trono de tu
mente.
Ahora pregúntate a ti mismo con sinceridad: “¿Quién es el extraño?” ¿Es el miedo o tú? ¿Quién
se sienta en el hogar de tu mente, y quién está fuera caminando sin hogar? ¿Es el miedo o tú? ¿Cuál
de los estados por los que has pasado es la verdad y cuál es la mentira?
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Ahora responde con estas palabras que Dios te ha dado: “Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que
es un extraño aquí”. Date cuenta de que esta respuesta es verdad porque viene de Dios. Repítela una
y otra vez. Intenta sentir la verdad que encierra.
Finalmente, deja que esta idea te lleve muy adentro en tu mente, al lugar donde estás en tu hogar y
donde el miedo no tiene lugar. Siente la atracción del hogar llevándote muy dentro en tu interior.
Sumérgete allí donde eres uno con tu Ser, en el hogar en tu Creador. Para renovar el centro de tu
atención, de vez en cuando repite: “Yo estoy en mi hogar”. Y cuando un pensamiento se cuele en
este santo hogar, di: “Yo estoy en mi hogar. Este pensamiento es el que es un extraño aquí”.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea, dejando que te lleve a un lugar en tu mente donde te sientes verdaderamente en el
hogar. Dale gracias a tu Padre por las cartas desde el hogar que te ha enviado en la hora anterior, en
forma de relaciones y cambios en la percepción. Y pregúntale que hacer en la hora a continuación.
Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a sentir miedo o a ver a un hermano como un
extraño.
Cuando sientas la tentación del miedo, di: “Yo estoy en mi hogar. Este pensamiento de miedo es el
que es un extraño aquí”. Mientras lo haces, imagínate a ti mismo en el hogar dentro de tu mente
mientras que el pensamiento de miedo espera fuera, sin poder entrar.
Cuando sientas la tentación de ver a un hermano como un extraño, recuerda que él es parte de tu Ser.
Puedes decirle mentalmente a este hermano: “Tú estás en el hogar conmigo. No hay extraños aquí.
Comentario
En esta lección el miedo es lo mismo que el “ego”. La imagen que aquí se da es que hemos invitado
a nuestro hogar al miedo, personificado como un extraño, y el extraño se ha puesto al mando y ha
declarado que él es nosotros. Ha absorbido nuestra identidad casi por completo. Y la parte demente
de todo ello es que vamos con el extraño. Hemos aceptado que el extraño es realmente nosotros, y le
hemos dejado nuestro hogar a él por completo. Nos ha despojado de todo.
¿Quién es el extraño? ¿Tú o el ego? Es tan fácil, cuando pensamientos de miedo invaden nuestra
mente, creer que el miedo es nosotros. Que la ira es nosotros. Que la soledad es nosotros. Que la
incapacidad es nosotros. Nos hemos acostumbrado a identificarnos con nuestros pensamientos y
sentimientos de miedo, pensamos que ellos son nosotros. La fuerza de esta lección es que todas estas
manifestaciones de miedo son un intruso, no una auténtica parte de nosotros en absoluto. Tú no eres
el ego, el ego no es tú.
Stephen Levine, en varios de sus libros, habla acerca de relacionarnos con nuestro miedo en lugar de
relacionarnos desde nuestro miedo. La diferencia que hace es entre identificarnos con el miedo
(relacionarnos desde él) o diferenciar nuestro ser de él (relacionarnos con él). Cuando me relaciono
desde el miedo, me tiene atrapado. Me dirige el miedo, el miedo es yo. Sin embargo, cuando me
relaciono con mi miedo, puedo mirarlo con misericordia y sin confusión. Puedo reaccionar al miedo
con compasión, y sanar en lugar de dejarme invadir por el pánico. Es la diferencia entre decir:
“Tengo miedo” y decir: “Tengo pensamientos de miedo” o “Estoy sintiendo miedo”. Mis
pensamientos no son yo. Yo soy el pensador que está pensando los pensamientos, pero yo no soy los
pensamientos.
Cuando podemos separarnos del miedo que sentimos, ya nos hemos identificado con nuestro
verdadero Ser. Nuestro Ser está seguro de Sí Mismo, y actúa para sanar nuestra mente, para
llamarnos al hogar. Cuando damos la bienvenida en nuestra mente a este Ser, recordamos Quién
somos.
Sin embargo, esta nueva visión de nosotros mismos incluye necesariamente a todos. Es como si Dios
nos estuviera ofreciendo unas gafas y dijera: “Si te las pones, verás tu verdadero Ser”. Pero nos
rebelamos, cuando descubrimos que al ponérnoslas no sólo nos vemos a nosotros en una nueva luz
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sino a todos. Queremos vernos a nosotros inocentes, pero no estamos dispuestos a ver a todos de ese
modo. Si nos negamos a ver inocentes a todos a nuestro alrededor, nos quitaremos las gafas,
rechazaremos la visión de Cristo, y no podremos reconocernos a nosotros mismos (10:5). “Mas tú no
lo podrás recordar a Él (Dios) hasta que contemples todo tal como Él lo hace” (10:4).
Cuando pensamientos de miedo entren hoy en mi mente, que yo reconozca que ellos son los
extraños, los intrusos, y que yo soy el que estoy en mi hogar, no el miedo. El miedo no pertenece
aquí. No necesito aceptarlo en mi mente. Pero que no luche contra el miedo, que contemple a mis
pensamientos de miedo con compasión y con comprensión, reconociéndolos como un simple error,
y no como un pecado. No hay que sentirse culpable por sentir miedo, no hay necesidad de ello.
Puedo abandonar estos pensamientos, puedo ir a mi Ser, y ver esos pensamientos como las ilusiones
que son. Puedo contemplarme con amor. Y desde este mismo lugar de consciencia compasiva, veo a
todos mis hermanos en la misma luz: atrapados por el miedo, confundiendo al miedo consigo
mismos, y que necesitan no juicio ni ataque sino perdón, amabilidad y compasión.
LECCIÓN 161
-
10 JUNIO
“Dame tu bendición, santo Hijo de Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: “pronunciarnos en contra de nuestra ira” (1:1). Eliminar los miedos que hemos
proyectado sobre nuestros hermanos y ver el salvador divino que son.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Elige un hermano en representación de todos los hermanos. Al perdonarle a él, perdonas a todos.
Contémplalo en tu mente tan claro como puedas: su rostro, manos, pies, su sonrisa, sus gestos. Al
hacer esto te pones en contacto con todos los significados negativos que has proyectado sobre él.
Como la lección ha dicho antes, el cuerpo de otro es una gran pantalla de proyección.
Luego date cuenta de que lo que estás viendo te impide la visión de tu salvador. Muy dentro de esta
persona hay un ser santo que, como un gran maestro espiritual, puede iluminarte con su bendición y
liberarte de las cadenas que te has puesto a ti mismo. Si le vieras tal como es, te sentirías impulsado a
arrodillarte a sus pies.
Pídele a este santo ser que te libere. Dile: “Dame tu bendición, santo Hijo de Dios. Quiero contemplarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad”. Repite estas frases una y
otra vez, con el corazón, tal como le pedirías su bendición a un maestro iluminado.
Has invocado al Cristo en él, y el Cristo en él te responderá. Se te caerán las vendas de los ojos y te
darás cuenta de que has estado completamente equivocado acerca de quién es esta persona.
“Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha
venido a ti” (12:3), venido para revelarte al Cristo en ti.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea, quizá aplicándola a una persona determinada. Luego da gracias a Dios por las
bendiciones que Él te ha dado en la hora que ha terminado. Y pídele Su dirección para la hora que
comienza.
Respuesta a la tentación: Cada vez que sientas la tentación de atacar a un hermano.
Utiliza la idea inmediatamente. Déjala que te ayude a ver más allá de la apariencia de demonio
(12:6), o de un animal salvaje ansioso por hacerte pedazos (8:2-4), a la realidad de que aquí delante
de ti está el Cristo.
Comentario
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(Los comentarios de hoy son algo que escribí hace unos años cuando estaba trabajando como
especialista en ordenadores en Nueva Cork. En aquel día concreto, yo había esperado poder trabajar
desde casa, a través del modem, pero mi cliente había insistido en que fuera a su oficina. Esto había
echado por tierra mis planes de un largo “rato de quietud”. Los comentarios que siguen fueron los
que me vinieron al leer la lección.)
“Hoy vamos a… pronunciarnos en contra de nuestra ira de modo que nuestros temores puedan
desaparecer y darle cabida al amor” (1:1). ¡Qué casualidad que yo empiece esta lección con
llamaradas de ira por tener que salir precipitadamente a trabajar! Cuando un hermano o una
circunstancia parecen causar ira en mí, en lugar de escuchar al ego y estar de acuerdo con que la
causa de mi ira es el hermano o la circunstancia, que yo vea que el hermano me está dando una
bendición al mostrarme que estoy furioso y que me he soltado de la mano de Jesús.
Piensa en ello por un momento con lógica. Si estoy completamente conectado al Amor de Dios en
mi corazón, nada podrá alterar mi paz. Si surge algo que (aparentemente) altera mi paz, algo tiene
que haber sucedido antes. Primero tengo que haberme desconectado del Amor de Dios, para
reaccionar de ese modo. Entonces, ese algo en lugar de causar mi disgusto simplemente me lo está
mostrando. Por lo tanto, puedo ver la acción de mi hermano o la circunstancia como una bendición,
un mensaje de Dios, una lección que Dios quiere que yo aprenda.
“La condición natural de la mente es una de abstracción total” (2:1). La abstracción se refiere al
contenido, en lugar de a la forma. Separa las cualidades o propiedades de un objeto por sí mismo de
la forma física de ese objeto. El estado natural de la mente considera al contenido “separado de la
existencia concreta” (Diccionario Americano Heritage).
Aquí Jesús dice que parte de la mente se ha vuelto concreta y específica en lugar de abstracta. Ve
pedazos del todo, en lugar de ver todo. Ésta es la única manera en que podríamos ver “el mundo”.
“El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver” (2:5). Si estoy viendo algo que “me
hace” enfadar o disgusta, es porque quiero verlo. La mente, que se dedica a lo abstracto, ya se ha
separado del Amor de Dios (o piensa que lo ha hecho, o desea hacerlo, ya que la separación es
imposible). Por lo tanto, divide la realidad, ve formas concretas que parecen justificar su separación,
su ira y su disgusto. Inventa ilusiones que aparentemente dan razones válidas para estar disgustado.
Consigue esto sólo al ver pedazos en lugar del Todo. Nunca me disgustaría si pudiera ver todo el
cuadro, tal como Dios lo ve, incluyendo cosas que ni siquiera puedo imaginarme desde mi limitada
comprensión. Yo he inventado esas cosas concretas. Puesto que yo las he inventado, y estoy metido
de lleno en esas cosas concretas que he inventado con el propósito de justificar mi separación de
Dios, “ahora son las cosas concretas las que tenemos que usar en nuestras prácticas” (3:2). El
Espíritu Santo tomará las circunstancias concretas que yo me he inventado como un ataque a Dios y
Él las usará para llevarme de regreso. ¿Cómo?
Se las entregamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un propósito diferente
del que nosotros les dimos. Él sólo se puede valer, para instruirnos, de lo que nosotros hicimos, pero
desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo. (3:3-4)
(En otras palabras, todo con lo que tenemos que trabajar son las cosas concretas que nos hemos
inventado, para que Él las utilice)
…para instruirnos pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro
propósito en todo. (3:4)
“La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede captar la abstracción
en el sentido del abarcamiento total que ésta representa” (4:7). Ideas como “todas las mentes están
unidas” y “un hermano es todos los hermanos” ¡no significan absolutamente nada para nosotros! No
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podemos entenderlas. Estas afirmaciones abstractas sencillamente no nos ayudan, tan metidos como
estamos en la ilusión.
Nos aferramos a las cosas concretas, a símbolos como el cuerpo, porque nuestro ego quiere miedo, y
éste es el único modo en que el miedo puede parecer muy real. Así que ponemos toda nuestra
atención en los símbolos, las cosas concretas, el cuerpo. Nos sentimos limitados por nuestro propio
cuerpo, y por los cuerpos de otros, vemos a los cuerpos como si nos estuvieran atacando.
Cuando veo a un hermano como un cuerpo que me ataca, lo que veo es mi propio miedo como si
estuviera afuera, listo para atacar (párrafo 8). Tendemos a pensar que cuando proyectamos miedo,
vemos personas que tienen miedo; no es así, lo que vemos son personas que parecen hacer que
tengamos miedo. Vemos un monstruo que “chilla de rabia y da zarpazos en el aire deseando
frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo” (8:4). Cuando me disgusto y enfado con mi
cliente por “obligarme” a ir a su oficina, esa situación externa concreta realmente me está mostrando
¡mi propio miedo al Amor de Dios! Me está dando la oportunidad de ver más allá del aparente
ataque y de pedirle una bendición, para que me muestre mi propia perfecta inocencia.
Si Le permito al Espíritu Santo que me muestre a mi hermano como es, en lugar de verlo como mi
miedo lo ha imaginado, lo que vea será tan impresionante que apenas podría contener el impulso de
arrodillarme a sus pies (9:3). Y sin embargo, lo que él es, yo lo soy y seré; en lugar de arrodillarme
tomaré su mano (9:4).
Invoco al Cristo en él (mi cliente) para que me bendiga. Únicamente estoy viendo un símbolo de mi
propio miedo a Dios. Le traigo ese miedo al Espíritu Santo ahora. Y cuando lo hago, empiezo a
sentir una chispa de verdadera gratitud a mi hermano por ofrecerme esta salvación del miedo. Siento
que desaparece mi enfado por tener que viajar a la ciudad. Esto también es una lección, y muy
buena. Gracias, Jesús, por esta lección. Y gracias a ti, mi hermano.
LECCIÓN 162
-
11 JUNIO
“Soy tal como Dios me creó”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aceptar la perfecta santidad que es tu derecho, reconocer al Hijo de Dios en ti. Y así
llevar esta aceptación y reconocimiento a todos.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Mi sugerencia: Pasa este tiempo en profunda meditación. Deja que el poder de estas palabras
sagradas (“Soy tal como Dios me creó”) te lleve al lugar de tu mente donde sientes el Ser que Dios
creó como tú. Puedes empezar esta meditación repasando las diferentes imágenes que tienes de ti
mismo, afirmando cada una como “Me veo a mí mismo como…” y abandonando cada una al
afirmar: “Pero soy tal como Dios me creó”.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Concéntrate en la idea y deja que lleve tu mente a la quietud. Luego dale gracias a tu Padre por Sus
regalos en la hora que ha terminado. Y pídele Su dirección para esta hora que comienza.
Observaciones generales: Recomiendo tomar una decisión consciente de empapar tu mente en
estas palabras hoy. Empieza el día con ellas, termina el día con ellas, e intenta mantenerlas contigo
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todo el tiempo entre medias. Si lo haces así, sentirás su poder de elevar tu estado. Pueden
transformar tu mente en el almacén de tesoros en el que se guardan todos los regalos de Dios, listos
para que tú los repartas al mundo. La lección de hoy da por sentado que tu comprensión de esta idea
se ha metido muy adentro, pues mientras que en las anteriores apariciones de esta idea (Lecciones 94
y 110) se te dieron frases añadidas a repetir, esta lección dice que no se necesitan pensamientos
adicionales para entender su significado (4:2).
Comentario
Por tercera vez encontramos como el pensamiento principal de una lección lo que es el pensamiento
más repetido en el Curso. (Las primeras dos lecciones fueron la 94 y la 110, la idea ya apareció
también en la 93). La frase “como Dios me creó” aparece 105 veces en el Curso. La veremos como
el centro de atención de nuestro repaso en el Libro de Ejercicios en otras veinte lecciones: 201-220.
¿Por qué es tan importante y se repite tan a menudo esta idea? “Sólo con que mantuvieses este
pensamiento fijo en la mente, el mundo se salvaría” (1:1). En el Texto, todo nuestro viaje espiritual
se describe como esta idea: “No haces sino emerger de una ilusión de lo que eres a la aceptación de
ti mismo tal como Dios te creó” (T.24.II.14:5). Si estas afirmaciones son verdad, es motivo
suficiente para aprender esta idea de memoria y repetirla una y otra vez hasta que se convierta en
parte de nuestro sistema de pensamiento. Podemos decir que todo el Curso no tiene otro objetivo, ni
más ni menos, que llevarnos al punto en el que mantenemos firmemente este pensamiento en nuestra
mente.
En el párrafo 4 se describe nuestra práctica del día de una manera muy sencilla. Todo lo que
necesitamos son las palabras de la idea principal: “no necesitan pensamientos adicionales para poder
producir un cambio en la mente de aquel que las utiliza” (4:2). El cambio de mente que el Curso
pretende es sencillamente la aceptación de nosotros mismos tal como Dios nos creó. Al poner toda
nuestra atención en este pensamiento, meditarlo, repetirlo, y darle vueltas en nuestra mente,
aceleramos este cambio de mente. “Y así aprendes a pensar con Dios. La visión de Cristo ha
restaurado tu vista al haber rescatado tu mente” (4:4-5).
En la Lección 93, había unas palabras añadidas, que a mí me ayudaron a aclarar su significado:
La salvación requiere que aceptes un solo pensamiento: que eres tal como Dios te creó,
y no lo que has hecho de ti mismo. Sea cual sea el mal que creas haber hecho, eres tal
como Dios te creó. Sean cuales sean los errores que hayas cometido, la verdad con
respecto a ti permanece inalterada. La creación es eterna e inalterable. (L.93.7:1-4)
No somos lo que hemos imaginado de nosotros mismos. Nuestros errores no han cambiado la
verdad acerca de nosotros. Eso es lo que significa aceptar esta idea: el reconocimiento de que nada
que hayamos hecho ha podido alterar nuestra relación con Dios en lo más mínimo, ni cambiar
nuestra naturaleza, que Dios nos dio en nuestra creación. Nuestros actos más vergonzosos, los
pensamientos que nunca mostraríamos al mundo, no han cambiado la creación de Dios en lo más
mínimo. No hay razón para la culpa, no hay motivo para alejarnos de Dios con miedo, nuestros
imaginados “pecados” no han tenido ningún efecto. Todavía estamos a salvo, y completos, y sanos,
y nada nos falta.
¿Cómo tenemos que usar estos pensamientos? “Santo es en verdad aquel que hace suyas estas
palabras; que se levanta con ellas en su mente, las recuerda a lo largo del día, y por la noche se las
lleva consigo al irse a dormir” (3:1). Me recuerda a las palabras escritas acerca de Dios en el Antiguo
Testamento: “Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de
viaje, así como acostado o levantado” (Deuteronomio 6:7). En otras palabras, haz de ellas parte de
toda tu vida, especialmente al levantarte por la mañana y cuando te vas a dormir.
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Reconocer que “Soy tal como Dios me creó” es reconocer al Hijo de Dios. Es estar libre de culpa. Es
conocer la inocencia de cada cosa viviente. Es reconocer a Dios como el Creador perfecto. Es liberar
el pasado. Es perdonar al mundo. Todo lo que necesitamos está en estas palabras: “Soy tal como
Dios me creó”.
LECCIÓN 163
-
12 JUNIO
“La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Adoptar una postura en contra de todas las formas de muerte; darnos cuenta de que, a
menos que Dios esté muerto, la muerte misma debe ser irreal. Mirar más allá de la apariencia externa
de la muerte (que nos rodea por todas partes), y ver la verdadera vida que brilla en todas las cosas.
Así liberamos a todos los que adoran a la muerte.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Empieza con la oración al final de la lección (ésta es la primera oración del Libro de Ejercicios).
Hazla tu oración del día. La oración pide que Dios bendiga tus ojos, les dé poder para ver más allá de
la ilusión de la muerte a la que te enfrentas por todas partes, y que veas la vida eterna que brilla en
todas las cosas. A través de esta visión abandonas la religión de adorar a la muerte, y rescatas a otros
de este mismo culto peligroso.
Después de la oración, haz aquello a lo que te sientas guiado a hacer en la sesión de práctica.
Puesto que la oración se centra en ver con la visión de Cristo, puedes intentar sumergirte en tu mente
y unirte al Cristo en ti, para que Sus ojos se vuelvan tus ojos.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea. Puedes también repetir la oración de nuevo, lo recomiendo de verdad. Luego dale
gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y deja que Su Voz te diga lo que Él quiere que
hagas en la hora siguiente.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a creer en alguna forma de muerte.
Las formas de muerte incluyen cualquier cosa en la que la vida (en el más amplio sentido de la
palabra) parezca estar perdiendo la batalla. Esto incluye la tristeza, el miedo, la ansiedad, la duda, la
ira, la envidia; resumiendo: cualquier emoción negativa (ver 1:2), así como la enfermedad y la
muerte física. Ante todas ellas, repite inmediatamente la idea del día. Date cuenta de que significa
que la vida y la muerte no pueden las dos ser reales, ya que una contradice a la otra. Y puesto que la
vida es de Dios y Dios no puede ser asesinado, la única realidad que puede existir es la vida sin fin.
Comentario
Cuando el Curso dice: “La muerte no existe”, no está hablando de la muerte del cuerpo. De hecho,
en otro lugar afirma que el cuerpo no muere, por la sencilla razón de que nunca ha existido
(T.28.VI.2:4; T.6.V(A).1:4). Es una insensatez hablar de la inmortalidad física y basarla en Un
Curso de Milagros. ¿Cómo puede vivir eternamente lo que nunca ha existido?
La lección dice: “La muerte es un pensamiento” (1:1). No un acontecimiento en el mundo físico,
sino un pensamiento. En su forma más simple es el pensamiento “la vida termina”. Es de este
pensamiento básico del que brotan muchas formas diferentes. La tristeza es un pensamiento de
muerte. El miedo es un pensamiento de muerte. La ansiedad es un pensamiento de muerte. La falta
de confianza es un pensamiento de muerte. La preocupación por el cuerpo es un pensamiento de
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muerte. Incluso “todas aquellas formas en las que el deseo de ser como no eres” (1:2) son en realidad
variaciones del pensamiento de muerte. Mi preocupación por el cuerpo y querer perder peso es una
forma oculta del pensamiento de muerte. Parte de la motivación para evitar estar demasiado gordo es
para “vivir más”. Pero si el cuerpo no está vivo en absoluto, ¿de qué estamos hablando?
Incluso el pensamiento aparentemente espiritual de desear dejar el cuerpo detrás y estar libre de él
es un modo de ver la muerte física como una especie de salvación. “Mi cuerpo es algo
completamente neutro” (L.294, encabezamiento).
No es una cosa santa, destinada a vivir eternamente si soy lo bastante espiritual, ni es una trampa, ni
una prisión, ni una limitación real para el espíritu. Estar en un cuerpo no me impide ser
completamente espiritual. Estar en un cuerpo no me hace un ego. Más bien, ¡es ser un ego lo que
inventa al cuerpo!
Según la manera de pensar del mundo, la muerte es de lo único que se puede estar seguro. Todo lo
demás parece “perderse demasiado pronto independientemente de cuán difícil haya sido adquirirlas”
(3:1).Como el predicador del Eclesiastés grita: “¡Vanidad de vanidades! Todo es vanidad, inútil y
atrapar vientos” (Eccl 1:2, 14). La riqueza, el lujo, la familia, los amigos, nada satisface, y nada dura
para siempre. La muerte se los lleva todos al final. La muerte nunca deja de triunfar sobre la vida.
El Curso dice que aceptar este sistema de pensamiento (lo cual todos hacemos en mayor o menor
grado, y mucho más ampliamente de lo que cualquiera de nosotros reconoce) es proclamar que “lo
opuesto a Dios (la muerte) es señor de toda la creación, más fuerte que la Voluntad de Dios por la
vida” (4:3). Cada aparente triunfo de la muerte es un testigo de que Dios ha muerto (5:1-3). Aquel
Cuya Voluntad es la vida no puede poner fin a esta muerte, así que Él tiene que haber muerto. Y
cuando contemplamos el drama de la muerte, susurramos “llenas de miedo que así es” (5:4).
Podemos responder diciendo que no queremos creerlo. No queremos adorar a la muerte, no
queremos morir; queremos creer en Dios y creer en la vida. De hecho, sin embargo, queremos creer
en la muerte, al menos en ciertas formas de ella. Ya hemos señalado que la ira es un pensamiento de
muerte. Desde la ira, queremos que alguien “se muera” o “no exista”, que en esencia significa que
queremos que mueran. Realmente nos aferramos a la culpa porque pensamos que la culpa es útil;
tenemos miedo de que sin culpa todo sería caos. La culpa o la condena es un juicio de que algunos
aspectos de las cosas no merecen existir. Es un deseo de muerte, muerte de una parte de nosotros o
de otro. Y ciertamente nos aferramos tercamente al “deseo de ser como no eres” (1:2).
Tratamos de llegar a un acuerdo. Queremos aferrarnos a ciertos pensamientos de muerte mientras
abandonamos otros. La lección dice que esto es imposible. No puedes “seleccionar unas cuantas que
no favoreces y que incluso deseas evitar, mientras sigues creyendo en el resto” (6:1). ¿Por qué?
Porque “la muerte es total. O bien todas las cosas mueren, o bien todas viven y no pueden morir. En
esto no hay términos medios” (6:2-4).
Si existe la muerte, contradice totalmente a la vida. Es el opuesto a la vida, seguramente eso está
claro. La lección dice: “lo que contradice totalmente un pensamiento no puede ser verdad, a menos
que se haya demostrado la falsedad de su opuesto” (6:5). En palabras concretas, podemos decir lo
mismo de este modo: la muerte contradice a la vida completamente, y no puede ser verdad a menos
que se haya demostrado la falsedad de la vida. Lo contrario es también verdad: la vida contradice a
la muerte completamente, y no puede ser verdad a menos que se haya demostrado la falsedad de la
muerte.
Si Dios es la Voluntad por la vida, ¿cómo puede existir la muerte? Algo debe haber ahí
contradiciendo Su Voluntad, algo más poderoso que Dios. Cualquier cosa más poderosa que lo que
llamamos Dios debe ser realmente Dios, el Dios real. Así que si estamos diciendo que la muerte es
real en cualquier forma (muerte física, o ira, o envidia, o miedo) estamos diciendo que la muerte es
Dios, y que el Dios de la vida está muerto.
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Aquí de nuevo encontramos un eco de las profundas palabras de la Introducción al Texto: “Nada real
puede ser amenazado. Nada irreal existe” (T.In.2:2-3). La vida no puede ser amenazada. La muerte
no existe.
“La idea de que Dios ha muerto es algo tan descabellado que incluso a los dementes les resulta
difícil creerlo” (7:1). ¡Es ridículo creer que Dios ha muerto! Sin embargo, lo que el Curso está
señalando aquí es que eso es lo que creemos, si creemos en cualquier forma de muerte.
“Puede que los que veneran la muerte tengan miedo” (8:1). Está hablando de nosotros, de ti y de mí.
Tenemos miedo de la muerte, seamos honestos acerca de esto.
Sin embargo, ¿pueden ser realmente temibles estos pensamientos? Si se diesen cuenta
de que eso es lo que creen, se liberarían de inmediato. (8:2-3)
En otras palabras, ¿puede ser temible el pensamiento de que Dios ha muerto? Es visiblemente
absurdo, completamente ridículo, absolutamente falso. Si viéramos que es esto lo que estamos
creyendo, al creer en cualquiera de sus muchas formas, nos liberaríamos al instante. ¡Nos reiríamos
de nosotros mismos!
La creencia en la muerte es sólo otra forma de la “diminuta y alocada idea de la que el Hijo de Dios
olvidó reírse” (T.27.VIII.6:2). Si verdaderamente viéramos que la preocupación por la muerte física,
la tristeza, la ira, la envidia, la ansiedad, el miedo, la duda, la desconfianza, la preocupación por el
cuerpo, y el deseo de cambio, todas ellas son formas de la idea “Dios ha muerto”, ¡nos reiríamos de
ellas! Veríamos que todo esto no es gran cosa, todo ello es sólo una idea tonta que es total y
absolutamente imposible y por lo tanto nada de lo que preocuparse.
Y por eso:
La muerte no existe, y renunciamos a ella en todas sus formas, por la salvación de
ellos, así como por la nuestra. Dios no creó la muerte. Cualquier forma que adopte, por
lo tanto, tiene que ser una ilusión. Ésta es la postura que hoy adoptamos. Y se nos
concede mirar más allá de la muerte, y ver la vida que se encuentra más allá. (8:5-9)
Nadie dice que esto sea fácil. En la ilusión del tiempo, no sucede de repente. En la práctica, se
necesitan muchas repeticiones, una vigilancia constante de la mente, hasta que aprendamos a
arrancar de raíz y negar todas las formas de la negación de la verdad que hay en nuestra mente.
Nuestra función aquí es “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5). Es reconocer los
pensamientos basados en la muerte y ver que sencillamente son tontos y sin significado.
Cuando me doy cuenta de que estoy preocupado, ansioso o triste, puedo preguntarme a mí mismo:
“¿Ha muerto Dios?” Encuentro que de algún modo me ayuda a ver lo absurdo de todo ello. Levanto
una bolsa de comestibles y se rompe la parte de abajo, derramándose los alimentos por el suelo, y
me pongo rojo de ira y profunda tristeza, sintiendo pena por mí mismo. Supón que en ese momento
me pregunto: “¿Ha muerto Dios?” Pues eso es lo que mi ira y tristeza están proclamando: que Dios
ha muerto. De repente me parece tan absurdo pasar de mis comestibles derramados a la muerte de
Dios, tan absurdo que puedo reírme. Y recojo los comestibles.
Con cosas más serias, quizá experimento “una gran pérdida”. Mi amado muere, o quizá paso por un
divorcio desgarrador. El sufrimiento parece no tener fin, y me siento como si la vida se hubiese
acabado. “¿Ha muerto Dios?” En contraste con la dimensión de Dios, mi pérdida personal (e
ilusoria) es como si no fuera nada. ¿Creo realmente que lo que sucede en mi pequeña vida puede
destruir la realidad de Dios? Por supuesto que no. Especialmente si lo que pienso que ha sucedido ni
siquiera es real.
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Naturalmente en circunstancias tan perturbadoras no me recupero tan rápidamente como en el caso
de los comestibles derramados. Sin embargo, los mismos pensamientos que sugiere la lección
pueden ser un inmenso consuelo. Nada muere. Nada real puede ser amenazado. Sea cual sea la
forma que tome la muerte, debe ser una ilusión. Cuando un cuerpo “muere”, no muere nada
realmente. Cuando un divorcio aparta de mi existencia un cuerpo amado, no se ha perdido nada
realmente. He estado aprisionado a una ilusión, pero Dios sigue todavía vivo.
El dolor y la agonía de la pérdida por una muerte o un divorcio pueden continuar durante meses.
Negar lo que siento no es sano, y no quiero decir ni sugerir que deberíamos tapar nuestro sufrimiento
con afirmaciones idealistas de “La muerte no es real” y “No se ha perdido nada”. En lugar de eso,
como el Curso sugiere, puedo mirar a lo que estoy pensando y sintiendo, y reconocer que por muy
real que lo sienta, está basado en la negación de la verdad. Puedo recordarme a mí mismo: “Estoy
creyendo que la muerte es real, y que la pérdida es real. Estoy creyendo que Dios está muerto, y ésa
es sólo una idea ridícula. Este dolor, que estoy sintiendo, no es por lo tanto real y no es nada por lo
que preocuparme. Estoy bien, y Dios sigue vivo.”
Podrías llamarlo vida lúcida, parecido a sueño lúcido. Aunque la experiencia por la que estás
atravesando parece terriblemente real, y el sufrimiento y la tristeza son reales en la misma medida
de tu creencia en la realidad de la pérdida, todavía hay una parte de ti que es consciente de que estás
soñando, que te estás dejando engañar por una ilusión. Te estás dejando engañar por la ilusión,
sufres el dolor y la tristeza, pero parte de ti sabe que no es real verdaderamente.
Eso es todo lo que el Curso nos pide que hagamos. No nos pide que nos deshagamos rápidamente de
nuestros sentimientos y de nuestros pensamientos equivocados. Todo lo que el Curso pide es que
reconozcamos que están basados en una mentira, que están afirmando que Dios ha muerto, y eso
sencillamente no es verdad. Si hacemos eso, el Espíritu Santo hará el resto. Poco a poco, (así nos
parece) la sombra de la ilusión empezará a desaparecer de nuestra mente. Empezará a tomar forma
en nuestra mente la forma de “vida más allá” de la muerte que vemos, y la ilusión será cada vez
menor. Nuestra creencia en las muchas formas de muerte se debilitará, y nuestra creencia en la vida
se fortalecerá. Los acontecimientos de la ilusión nos afectarán cada vez menos, y experimentaremos
la segunda frase del título de la lección: “El Hijo de Dios es libre”. Sabremos que estamos vivos
eternamente, que siempre lo hemos estado, y que no hay nada que temer.
LECCIÓN 164
-
13 JUNIO
“Ahora somos uno con Aquel que es nuestra Fuente”
Instrucciones para la práctica
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Promesas inmensas vienen con la práctica de la lección de hoy, si la hacemos con fe (4:5), si
practicamos “con fervor” (9:5). Así que traigamos cada pizca de buena voluntad a esta práctica de
hoy.
Empieza llevando a cabo un proceso de renunciar “a todas las cosas que crees desear” (8:1). Haz
una lista de todas las cosas a las que tu ego se aferra, y con cada una durante este periodo de práctica,
estate dispuesto a considerar que no tiene valor real. Puedes imaginarte que estás dentro de la
habitación de tu mente, una habitación abarrotada con todos los “frívolos tesoros” (8:2) a los que
estás aferrado. Uno a uno, elimina esos “tesoros” sin valor de esta habitación.
Ahora tienes una habitación limpia y abierta, preparada para recibir el tesoro real de Cristo, “el
tesoro de la salvación” (8:2). Deja que esta habitación se llene con “una paz ancestral que llevas en
tu corazón y que no has perdido” (4:2). Deja que se inunde de “una sensación de santidad que el
pensamiento de pecado jamás ha mancillado” (4:3). Escucha a tu Padre llamándote, y luego escucha
al Cristo en ti responderle por ti. Pero sobre todo, intenta dejar que venga la visión de Cristo. Abre
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las cortinas de esta habitación, deja que entre la luz. A través de estas ventanas abiertas, ahora
puedes “ver el mundo renovado, radiante de inocencia, lleno de esperanza” (L.189.1:7).
Ahora la habitación de tu mente se ha convertido en Su almacén de tesoros, llena del oro y la plata
de Sus milagros. Ahora, mires donde mires, tus ojos reparten estos milagros, mientras bendices lo
que ves con tu amorosa mirada. Sal a tus actividades del día sabiendo que éste es tu trabajo, sanar a
todo el mundo que ves mirándoles con “Su visión redentora” (7:6).
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea como un modo de entrar al almacén de tesoros de tu mente y de sentir tu unidad con
Dios. Luego dale gracias por los tesoros que te ha ofrecido en la hora anterior. Y pregúntale lo que
Él quiere que tú hagas en esta siguiente hora.
Comentario
A cualquiera que ha hecho las lecciones del Libro de Ejercicios hasta este punto, está claro que las
últimas lecciones están alcanzando un nuevo nivel. Se le da una importancia constante a lo que el
Curso llama el instante santo, aunque muchas de las lecciones no usan estas palabras. Pero cuando
una lección, como ésta, habla de “en este mismo instante, ahora mismo” como el momento en el
que “contemplar lo que se encuentra ahí eternamente” (1:3), o del tiempo que dedicamos a pasar en
quietud “con Él, más allá del mundo” (3:2), está claramente indicando los momentos en que
entramos en el instante santo, un momento de eternidad dentro del tiempo.
La práctica que se nos pide (desde la Lección 153), día tras día, es reservar momentos de no menos
de cinco minutos, y hasta media hora o más, por la mañana y por la noche, a trabajar nuestra visión y
escucha espirituales. Se nos pide escuchar “el himno del Cielo” (1:6) que está sonando
continuamente más allá de los sonidos de este mundo. Esta “melodía procedente de mucho más allá
del mundo” (2:3) es la canción del amor, la llamada de nuestros corazones a Él, y la Suya a nosotros.
Estos momentos son periodos en los que nos olvidamos de todos nuestros aparentes pecados y
dejamos de recordar todos nuestros pesares (3:3), y recordamos los regalos que Él nos da (3:4).
Practicamos dejar a un lado las vistas y los sonidos del mundo que son testigos constantes para
nosotros del mensaje de miedo del ego, y escuchamos la canción del Cielo. Nos aquietamos,
acallamos nuestra mente, e intentamos ponernos en contacto con “un silencio que el mundo no
puede perturbar” (4:1), la “paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido (4:2), y la
“sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado” (4:3). Todo esto, como
dice el primer párrafo: “se encuentra ahí eternamente, no ante nuestra vista sino ante los ojos de
Cristo” (1:3). No lo estamos creando, no estamos haciendo que suceda, sino que estamos apartando
todo lo que hay en nuestra mente que lo oculta de nuestra vista. “Ahora se hace visible lo que
realmente está ahí, mientras que todas las sombras que parecían ocultarlo simplemente se sumergen
en la nada” (5:2).
Esta práctica pone a nuestra mente en un estado en el que sentimos puro gozo. Gozo es la palabra
que me viene a la mente para describir “lo que se siente” en el instante santo. Hay una sensación de
satisfacción, una seguridad de que todo está bien, a pesar de toda la evidencia en contra. Hay una
relajación pacífica dentro de la mente de Dios. De modo natural nuestra mente se extiende hacia
fuera con amor a todo el mundo, desde este santo lugar, bendiciendo en lugar de juzgar.
Puede ser difícil para nosotros desde este momento entender completamente cómo esta práctica de
quietud, algo que sucede completamente dentro de nuestra propia mente, puede “curar y salvar al
mundo” (6:3). La lección afirma sin posibilidad de dudas que, por medio de esta práctica “podemos
cambiar el mundo” (9:2). ¿Cómo puede ser así? Eso es así porque todas las mentes están unidas, y
aunque podemos entender la idea, nuestra sensación de su realidad es muy débil. Eso es normal, el
efecto sobre el mundo tiene lugar, nos demos cuenta de ello o no. Por el momento, podemos
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centrarnos en el beneficio personal: “Pero sin duda quieres esto: poder cambiar todo sufrimiento por
dicha hoy mismo” (9:4).
Si te pareces a mí, la realidad e importancia de esta práctica aumenta lentamente. Hay muchos días
que “dejamos pasar” sin tomarnos el tiempo de hacer el trabajo sobre nuestra mente que el Libro de
Ejercicios pide. Los detalles de la vida, la presión de los negocios, las crisis diarias piden nuestra
atención a gritos, alejándonos del trabajo interno, que es lo que pretenden. Se necesita una firme
decisión de poner lo primero este “momento de quietud” con Dios, por encima de todas las demás
cosas. Pero cuando lo hacemos, sucede algo sorprendente. Como dice la Lección 286: “Padre, ¡qué
día tan sereno el de hoy! ¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio!” (L.286.1:1-2). Recuerdo,
hace mucho, que leí lo que Martin Luther escribió una vez: “Tengo tantas cosas que hacer, que tengo
que pasar tres horas en oración para prepararme a mí mismo para ello”. Había un hombre que
entendía, dentro de su propia situación, que preparar su mente con Dios era lo más importante, y
cuanta mayor presión por parte del mundo, más necesitaba ese momento de quietud en la Presencia
de Dios.
LECCIÓN 165
-
14 JUNIO
“Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dejar de negar el Pensamiento de Dios, sentirlo y luego abandonar todas las demás
comparaciones sin ningún valor.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Practica tal como te indique el Espíritu Santo, pero la esencia debe ser deshacer tu negación del
Pensamiento que te creó y que te apoya, y pedir conocer ese Pensamiento. De este modo, debe haber
una atención negativa en abandonar tu negación y tu resistencia, y una atención positiva en pedir la
experiencia del Pensamiento de Dios, la experiencia del Cielo. “Pide con fervor” (5:1) y “lleno de
esperanza” (7:1). Es normal que tengas dudas acerca de cuánto lo deseas. La seguridad vendrá
únicamente de experimentar lo que estás pidiendo. Esto te llevará más allá de todas tus dudas a
donde sabes que esta experiencia es ciertamente lo único que quieres.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea, intentando abandonar tu negación y dándole la bienvenida a la conciencia del Cielo.
Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora que ha terminado, y pídele Su dirección para la
hora que comienza.
Comentario
La lección de hoy, la de mañana, y las de antes y después, son un aliento inmenso para seguir
adelante. En estos días, el Curso está intentando llevarnos más allá de la duda a un compromiso
firme.
¿Qué es lo que hace que este mundo parezca real sino tu negación de la verdad que se
encuentra más allá de él?... ¿Qué podría privarte de lo que te pertenece sino tu propia
decisión de no verlo, al negar que se encuentra ahí? (1:1, 4)
Ken Wilber, autor de muchos libros de psicología transpersonal y crecimiento espiritual, señala que
considerado como evolución, el crecimiento espiritual avanza hasta el punto de que deseamos morir
al nivel inferior de vida para ir más allá y recordar el nivel superior. El hecho de que nuestra
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experiencia está a nivel del ego no es porque el nivel más alto no esté ya aquí, es porque hemos
elegido el inferior como un sustituto del superior, y lo elegimos en cada instante. Cuando el nivel
inferior se ha vivido a tope, se ha probado al máximo en cierto sentido, y se ha descubierto que no
satisface, entonces hay motivación para ir al superior.
Necesitamos sentirnos desilusionados del ego hasta tal punto que empezamos a ver a través de sus
ilusiones. El grado en que el ego nos parece real es la medida de nuestra negación de “la verdad que
se encuentra más allá de él” (1:1). No podemos ver el mundo real porque no queremos verlo.
Estamos negándolo activamente. La realidad del mundo real, si se percibe y se acepta, significa el
final de la realidad tal como la conocemos ahora. El Cielo nos parece una amenaza a nuestro
imaginado nivel de comodidad en el nivel del ego.
Jesús nos pide:
No niegues el Cielo. Hoy se te concede sólo con que lo pidas. No es necesario tampoco
que percibas cuán grande es este regalo ni cuánto habrá cambiado tu mente antes de
que te llegue. Pídelo y se te concederá. La convicción radica en él. Hasta que no le des
la bienvenida como algo que te pertenece, seguirás en la incertidumbre. Mas Dios es
justo. No tienes que tener certeza para recibir lo que sólo tu aceptación puede otorgar.
(4:1-8)
No tienes que estar seguro antes de pedir el Cielo. “No tienes que tener certeza” (4:8). De hecho, no
puedes estar seguro ni tener certeza antes de pedirlo porque “la convicción radica en él” (4:5); es
decir, no encuentras la convicción, la seguridad, la certeza hasta que tienes el Cielo, y no puedes
saber que lo tienes hasta que lo pides.
Mientras vivimos pensando que somos ego, pensando en ir hacia delante, pensando en abandonar al
ego, el ego lucha por su propia existencia. Nos dice: “No sabes en lo que te estás metiendo. ¿Cómo
puedes estar seguro de que te gustará? Mejor es asegurarte antes de dar un paso”.
La certeza, la seguridad y la convicción vienen de la experiencia. Cuando hayas experimentado el
mundo real, aunque sea un poco, sabrás que eso es lo que quieres y que es lo que has buscado
equivocadamente en el mundo de las ilusiones del ego. Así que, pide el Cielo.
Otro consuelo es que no necesitamos entender todo lo que es el Cielo, o el mundo real, antes de
pedirlo. No necesitas tener una idea clara de lo que estás pidiendo, de “cuánto habrá cambiado tu
mente” (4:3). Ese cambio de la mente no viene antes de la decisión de pedir, sino que viene después.
Es el deseo lo que permite que venga.
¡Ni siquiera tienes que estar seguro de que el Cielo es lo único que quieres!
No tienes que estar seguro de que lo que estás pidiendo es lo único que deseas. Mas cuando lo hayas
recibido sabrás que estás en posesión del tesoro que siempre anhelaste. (5:2-3)
Es normal entrar en esto a medias, con pensamientos como: “Quizá puedo tener el mundo real y
también aferrarme a mis relaciones especiales. O quizá puedo tener paz interior y disfrutar también
de mis pequeños placeres”. Todo esto desaparecerá una vez que hayas saboreado lo que es real. Una
semejanza pobre, pero que lo aclara: “¿Cómo puedes retenerlos en la granja después de haber visto
Paris?” Una vez que pruebas “el tesoro que siempre has buscado”, ¿por qué ibas a regresar a cosas
más pequeñas?
Ya tenemos la seguridad dentro de nosotros, en la realidad. Eso es parte de lo que hemos ocultado
con las ilusiones de nuestro ego. Cuando encontramos el Ser, lo encontramos con seguridad total. El
proceso del Curso de “despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor”
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(T.In.1:7), se reafirma aquí en forma de esa seguridad interior: “Este curso elimina toda duda que
hayas interpuesto entre Él y tu certeza acerca de Él” (7:6).
El proceso consiste en hacernos conscientes de nuestras dudas, de que las tenemos, reconocerlas, y
luego no tomarlas en serio. Éste es exactamente el mismo proceso que seguimos con otros
obstáculos, tales como la ira, la tristeza y el dolor. Contémplalos con claridad para que puedas ver
que las dudas son parte de la ilusión también. “No tienen sentido, pues Dios goza de perfecta
certeza” (7:3). “Su certeza se encuentra tras cada una de nuestras dudas” (8:3).
La seguridad no es algo que nosotros podemos producir por nuestra cuenta. “Contamos con Dios, no
con nosotros mismos, para que nos dé certeza” (8:1). Pero para que eso suceda, tenemos que querer
avanzar hacia delante, querer “morir” al nivel inferior de vida que conocemos ahora y pedir algo
más, una manera de ver diferente, un tipo diferente de visión. Necesitamos estar dispuestos a pedir
que “el Pensamiento de Dios” entre en nuestra mente y expulse el sistema de pensamiento
equivocado que hemos estado albergando. Necesitamos “seguir las instrucciones”, por así decir, que
se dan en el Curso; si lo hacemos, la seguridad vendrá a nosotros.
LECCIÓN 166
-
15 JUNIO
“Se me han confiado los dones de Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Dar los regalos de Dios a aquellos que todavía recorren el camino solitario del que tú te
has escapado. Demostrar con tu felicidad lo que significa recibir los regalos de Dios.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Pasa un rato sintiendo el toque de Cristo. Has inventado un falso ser que es como una persona sin
hogar y mentalmente enferma (ver 4:4). Como resultado, andas sin rumbo sintiéndote solo y
empobrecido. En tu meditación, deja que Cristo te dé un toque en el hombro y te ofrezca la
consciencia de que no estás solo y que no eres pobre. Siente la alegría que viene al sentir Su toque.
Esto te preparará para un día en el que “tu mano se convierte en la que otorga el toque de Cristo”
(14:5), en el que te vuelves el recordatorio a las personas “sin hogar” a tu alrededor de que no están
solas y no son pobres. Haces esto principalmente al demostrar la alegría que has recibido de Cristo.
“¡Que tu felicidad dé testimonio de la gran transformación que experimenta la mente que elige
aceptarlos y sentir el toque de Cristo!” (15:4).
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea e intenta sentir el toque de Cristo. Luego da gracias a Dios por los regalos que Él ha
puesto en tus manos durante la hora que ha terminado. Y pregúntale cómo quiere que des estos
regalos en esta hora que empieza.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado de sentirte triste, temeroso, afligido, o
enfermo.
Mi sugerencia: Repite la idea para expulsar esos sentimientos, pues traicionan tu deber sagrado, tu
misión. Siempre que tengas miedo, escucha a Cristo responderte: “Eso no es cierto” (11:3). Cuando
te sientas pobre, déjale que te señale Sus regalos para ti. Cuando te sientas solo, déjale hablarte de Su
compañía.
Comentario
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Esta lección continúa con el tono general de la anterior, intentando convencernos para continuar
moviéndonos adelante, dejando atrás la ilusión acerca de nosotros mismos con la que hemos estado
contentos. Empieza con la idea de que Dios confía tanto en nosotros que Él nos lo ha dado todo.
Todo. Él conoce a Su Hijo, y debido a que conoce a Su Hijo, nos da todo sin excepción. Su
confianza en nosotros no tiene límites. Dudamos de nuestra propia seguridad, pero podemos
depender de Dios.
Confío en la confianza que Dios tiene en mí.
De lo que tenemos miedo es que esa confianza en Dios es “traicionarnos” a nosotros mismos (3:2).
Estamos apegados a este mundo que hemos inventado.
Admitir que no es real es traicionarme a mí mismo. Si he avanzado más allá del punto de creer que
yo puedo crear como Dios, que puedo hacer un mundo que de algún modo es perfecto, al menos
puedo aferrarme a la idea de que puedo deshacer lo que Dios creó, que puedo destruir el mundo y
destrozar su perfección. Que se me diga que mis acciones, mis pecados, mis negaciones, mis dudas,
y todas las cosas por el estilo, no tienen ningún efecto es humillante para mi ego. Por eso contradigo
la verdad del Cielo para mantener lo que yo he inventado.
Hay una parte de nosotros que quiere ser “una figura trágica”, como un héroe o una heroína en una
ópera (6:1 y siguientes). Queremos poder decir: “Mira lo noblemente que soporto las adversidades
de una suerte atroz”. Pensamos, sin darnos cuenta de ello, que sin la “suerte atroz” perderíamos
nuestra nobleza.
Cuando escucho a mi ego, así es como quiero verme a mí mismo. ¡Una figura tan trágica! Pobrecito,
tan cansado y agotado. ¡Mira a su vestimenta gastada! ¡Cuánto tiene que haber pasado! Y sus pies…
están sangrando. ¡Oh! ¡Pobrecito!
Todos podemos identificarnos con esta figura. “No hay nadie que no se haya identificado con él,
pues todo el que viene aquí ha seguido la misma senda que él recorre, y se ha sentido derrotado y
desesperanzado tal como él se siente ahora” (6:2). Sabes de qué está hablando esto. Has estado ahí,
quizá estás ahí ahora. Sabes lo que significa la “derrota y desesperación”, también las has sentido.
Mas, ¿es su situación realmente trágica, si te percatas de que está recorriendo el camino
que él mismo eligió, y que no tiene más que darse cuenta de Quién camina a su lado y
abrir sus tesoros para ser libre? (6:3)
¿Es “él”, el héroe trágico (tú y yo), realmente trágico? ¿O es sólo un tonto? ¿Está únicamente
cometiendo un error tonto? Cuando ves que está eligiendo su camino y podría elegir de otro modo,
¿puedes considerar trágico su sufrimiento?
“Éste es el ser que has elegido, el que forjaste para reemplazar a la realidad” (7:1). Esto, amigos, es
el ego que hemos elegido ser. Es la manera en que nos hemos visto a nosotros mismos. Éste es el ser
que estamos defendiendo. Ésta es la persona en la que nos hemos convertido, y negamos todas las
pruebas y testigos que demuestran que esto no es nosotros.
Jesús nos pide que abandonemos el papel de víctimas y que reconozcamos: “No soy víctima del
mundo que veo” (L.31, encabezamiento), y que reconozcamos:
Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento y decido el
objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido,
y se me concede tal como lo pedí. (T.21.II.2:3-5)
Te ves a ti mismo como esta figura trágica, pero la respuesta de Jesús es: “Él (Cristo) te haría reír de
semejante percepción de ti mismo” (8:3).
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Me gustaría pensar en eso por un rato. ¡Jesús quiere hacerme reír! Jesús es un humorista frustrado.
Bueno, quizá frustrado no; mira lo que consigue a través de Marianne Williamson. ¡Él quiere que
nos riamos de nuestro ego! Quiere que vea el humor de mi situación, defendiendo la tragedia cuando
yo he elegido a propósito lo que soy.
¿Cómo podrías entonces seguir teniendo lástima de ti mismo? ¿Y qué pasaría entonces
con toda la tragedia que procuraste para aquel que Dios dispuso que gozase únicamente
de dicha? (8:4-5)
La lástima de sí mismo y la tragedia simplemente desaparecen, eso es lo que sucede. Cuando te ríes
de la “lamentable imagen” del ego, la tragedia desaparece.
El párrafo siguiente describe muy bien dónde algunos de nosotros estamos en este mismo momento,
justo empezando a darnos cuenta de que no somos el ego. Esta lección está escrita en muchos
niveles; en primer lugar como hemos visto, dirigiéndose a la persona que se esconde en la ilusión del
ego de tragedia; luego en las siguientes frases, la persona que ha empezado a darse cuenta de que el
miserable ego no es su verdadera Identidad; y finalmente, en el párrafo 11, la persona que ha visto
claramente y ha aceptado que “tú no eres lo que pretendes ser” (11:2).
En el párrafo 9, vemos a la persona que está a medio camino: sintiéndose hundida, asustada, casi
bajo el ataque de Dios, a Quien normalmente ha evitado durante toda su vida. Escuchemos nuestras
respuestas cuando Jesús intenta hacernos reír, y ver en todo ello la divertida verdad.
Primero, sentimos la presencia de Dios, de Quien nos hemos estado escondiendo: “Tu miedo
ancestral te ha salido al encuentro ahora, y por fin la justicia ha dado contigo” (9:1).
Nuestra reacción: ¡Caray! ¡Es Dios! ¡Me la he cargado!
Jesús: Es ridículo tener miedo de Dios, es absurdo pensar que Él es tu Enemigo y que quiere hacerte
daño. ¡Qué idea más tonta, tener miedo de Dios!
La lección: “Cristo ha puesto Su mano sobre tu hombro” (9:2)
Nuestra reacción: ¿Qué ha sido esa sensación extraña? Oh, Cristo, ¿ha sido Cristo? ¿Esa Voz en mi
mente es la Suya? Debo estar volviéndome loco.
Jesús: Es tu hermano, y quiere llevarte de vuelta al hogar. ¡Qué locura tener miedo de Él!
La lección: “…y ya no te sientes solo” (9:2).
Nuestra reacción: No estoy seguro de que me guste la idea de tener a alguien siempre conmigo,
vigilándome
Jesús: ¡Qué reacción más divertida! Yo soy tu Consuelo y tu Maestro, no tu juez. Es ridículo pensar
que prefieres estar solo.
La lección: “Piensas incluso que el miserable yo que creíste ser tal vez no sea tu verdadera Identidad.
Tal vez la Palabra de Dios sea más cierta que la tuya” (9:3-4).
Nuestra reacción: ¡No puedo creer que haya empezado a dudar de estas cosas en las que he creído
toda mi vida! ¡Debo estar loco!
Jesús: Por otra parte, ¿Quién es más probable que tenga razón: tú o Dios? ¡Sé honesto!
La lección: “Tal vez los dones que Él te ha dado son reales” (9:5).
Nuestra reacción: ¡Sí, y quizá son sólo imaginaciones mías!
Jesús: Pero ¿y si estos regalos son de verdad reales? ¿No es una locura no investigarlo?
La lección: “Tal vez tu plan de mantener a Su Hijo sepultado en el olvido y de seguir por el camino
que elegiste recorrer separado de tu Ser no Le ha engañado del todo” (9:6).
Nuestra reacción: Sí, quizá Le ha engañado. Quizá lo he fastidiado tanto que ni siquiera Dios puede
arreglarlo.
Jesús: ¡Ahora si que tiene eso gracia! ¿Tú, burlándote de Dios? Sí, seguro, ése es un modo de pensar
brillante. Dios decide que Él quiere algo, ¿y tú vas a impedir que suceda?
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Nuestra reacción: Pero si no me burlé de Él, entonces todavía debo ser lo que Él dispuso que yo
fuera. No estoy seguro de querer dejar de creer en lo que yo siempre he pensado que soy. Me siento
amenazado.
Jesús: En ese caso, no pasa nada. Sigue con la imagen de ti que siempre has tenido; estoy seguro de
que verdaderamente has disfrutado ser de ese modo. ¿Verdad? Dios no se pelea con ello.
La lección: “La Voluntad de Dios no se opone a nada. Simplemente es” (10:1-2).
No estás luchando contra Dios, y Dios no está luchando contra ti. Él no lucha, Él no se opone. Él
simplemente es. Estás luchando contra la realidad misma. Pensar que estás separado de Dios es tan
inteligente como una gota de agua que decide que ya no forma parte del océano. Es como un león
que decide que quiere ser un ratón. Estás intentando ser lo que no eres, eso es lo que te produce tanta
tensión, cuando sólo da risa. La lucha es únicamente por tu parte, contra un enemigo imaginario. Tú
eres la Respuesta a todas tus preguntas. No hay nada aquí de lo que tener miedo. La verdad acerca de
ti es maravillosa, no temible.
En el resto de la lección, Jesús habla de tres cosas que necesitamos saber. Primero, todos los regalos
que Dios nos ha dado, es decir, el Ser real que somos, completo, sano y que lo tiene todo. Segundo,
Su Presencia con nosotros, nuestro Compañero de viaje. Y tercero, que los regalos que tenemos son
para darlos y compartirlos; tenemos un propósito aquí, dar estos regalos a “todos aquellos que eligen
recorrer el solitario camino del que tú te has escapado” (13:1).
En cierto sentido ésas son las tres fuerzas principales de Un Curso de Milagros. Primero, aprender la
verdadera naturaleza del Ser, la santidad y alegría de nuestro propio Ser. Segundo, e igualmente
importante hasta que dejemos este mundo, es el conocimiento seguro de Su Compañía en el camino,
la ayuda que necesitamos para lograrlo. Y finalmente, que la naturaleza de la que nos hemos dado
cuenta es la de Dador y Amante; para saber que tenemos el regalo, debemos darlo. Tenemos que
enseñar al mundo mostrándole “la felicidad que colma a aquellos que sienten el toque de Cristo”
(13:5).
Nuestra misión es simplemente: ser felices. “Tu cambio de mentalidad se convierte en la prueba de
que quien acepta los dones de Dios jamás puede sufrir por nada” (14:5).
Conviértete en la prueba viviente de lo que el toque de Cristo puede ofrecerle a todo el
mundo… ¡Que tu felicidad dé testimonio de la gran transformación que experimenta la
mente que elige aceptarlos y sentir el toque de Cristo! Ésa es tu misión ahora. (15:2,
4-5)
Reconoce Sus regalos. Siente Su toque. Y comparte Sus regalos con el mundo a través de tu
felicidad. Ésas son las tres etapas de avanzar hacia delante.
Otra manera de decirlo: Abandona el papel de víctima y toma la responsabilidad como la fuente de
tu vida. Elige el Cielo en lugar del infierno, pídele a tu Compañero Su ayuda. Y sé la prueba viviente
de la realidad del Cielo con tu alegría radiante y tu negación a sufrir por nada.
LECCIÓN 167
-
16 JUNIO
“Sólo hay una vida y ésa es la vida que comparto con Dios”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aceptar que la vida que Dios nos ha dado no tiene opuesto, no puede cambiar, no puede
morir, y ni siquiera puede dormir. Esforzarnos por mantener nuestra mente como Él la creó, dejar
que Él sea el Señor de nuestros pensamientos hoy. Ésta es una lección que acompaña a la Lección
163: “La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre”.
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Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Recuerda que durante estos periodos más largos, en este momento del Libro de Ejercicios, se
espera que hagas aquello a lo que te sientas guiado a hacer y que te ha servido hasta este momento.
Mi sugerencia para el día es intentar entrar en contacto con la “mente despierta” (8:1). Esta lección
nos enseña que nuestra experiencia de la muerte no se nos impone desde fuera, sino que es
únicamente el resultado de nuestra “idea de la muerte” (2:3). Dice que bajo la influencia de esta idea,
nuestra mente parece quedarse dormida en el Cielo y soñar con una vida separada de Dios, una vida
en este mundo. Y sin embargo, dice la lección, la mente “simplemente parece que se va a dormir por
un rato” (9:2; la letra cursiva es mía). De hecho, la mente “no puede cambiar su estado de vigilia”
(6:2). Así que, la experiencia de tu mente como algo que cambia, un campo de cambios, con
pensamientos de miedo y esperanza constantemente cruzando por ella, es una ilusión. Tu mente está
realmente despierta por toda la eternidad, y como tal no puede cambiar en absoluto ni tiene ningún
límite. Ésa es la realidad de tu mente. Por lo tanto, intenta en tu meditación ponerte en contacto con
esta realidad. Intenta dejar atrás la ilusión de tu mente como un mar agitado, y siente su realidad
como una luz firme y sin límites.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea y luego pasa un rato descansando en el estado de vigilancia despierta que es la
realidad de tu mente. Luego dale gracias a Dios por los regalos de la última hora. Y pregúntale cómo
puedes expresar, en esta próxima hora, la verdad de que la muerte no existe.
Respuesta a la tentación: (Sugerencia) cada vez que te sientas tentado a reconocer la muerte en
cualquier forma, como: sufrimiento, ansiedad, cansancio, incomodidad.
Repite la idea de inmediato. Date cuenta de que tu emoción negativa es una negación de la vida, y
utiliza la idea para recordarte a ti mismo que la vida es la única realidad.
Comentario
Aquí hay una repetición, o quizá una afirmación que anticipé cuando al escribir sobre la Lección
163, dije: “La creencia en la muerte es sólo otra forma de la “diminuta y alocada idea de la que el
Hijo de Dios olvidó reírse” (T.27.VIII.6:2). Esta lección dice que la muerte “es sólo una idea, y no
tiene nada que ver con lo que se considera físico” (3:2). Más adelante dice: “La muerte es el
pensamiento de que estás separado de tu Creador” (4:1). Ésa es la esencia de la idea de la muerte: la
separación de la vida.
Ésta es la razón por la que podemos decir: “La muerte no existe. Es simplemente imposible: Dios es
Vida, y lo que Él crea tiene que estar vivo. Dejar de vivir sería separarse de Dios, para convertirse en
Su opuesto. Puesto que Dios no tiene opuestos, la muerte no existe.
La muerte no existe porque lo que Dios creó comparte Su Vida. La muerte no existe
porque Dios no tiene opuesto. La muerte no existe porque el Padre y el Hijo son uno.
(1:5-7)
“Las ideas no abandonan su fuente” (3:6). Esta idea es muy importante para el Curso. Las ideas
existen sólo en la mente del que las piensa. Las ideas no se pierden de la mente, ni tienen una
existencia independiente, ni se sustentan a sí mismas, tampoco son capaces de oponerse a la mente
que las creó. Simplemente no hacen eso.
Yo soy una idea en la Mente de Dios. Yo soy el pensamiento de “mí”. No puedo separarme de la
Mente de Dios, ni vivir independientemente de Él, ni depender únicamente de mí, ni puedo tener una
voluntad que se oponga a la de Dios. Sencillamente no puedo hacerlo. Únicamente puedo imaginar
que lo estoy haciendo.
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(La muerte) Es la creencia fija de que las ideas pueden abandonar su fuente y adquirir
cualidades que ésta no posee, convirtiéndose así en algo diferente de su origen, aparte
de éste en lo relativo a su naturaleza, así como en lo relativo al tiempo, a la distancia y
a la forma. (4-3)
Yo no puedo hacer eso, no puedo abandonar mi Fuente ni adquirir cualidades que no están en esa
Fuente. Por lo tanto, no puedo morir.
Necesitamos ver que, como dijo la Lección 163 (párrafo 1), la muerte toma muchas formas. La
“atracción de la muerte”, de la que se habla en la sección “Los Obstáculos a la Paz” (T.19.IV),
refleja todas esas formas. Esta lección añade unas pocas más:
Sin embargo, hemos aprendido que la idea de la muerte adopta muchas formas. Es la
idea subyacente a todos los sentimientos que no son de suprema felicidad. Es la alarma
a la que respondes cuando reaccionas de cualquier forma que no sea con perfecta
alegría. Todo pesar, sensación de pérdida, ansiedad, sufrimiento y dolor, e incluso el
más leve suspiro de cansancio, cualquier ligera incomodidad o fruncimiento de ceño,
dan testimonio de la muerte. Por lo tanto, niegan que vives. (2:3-7)
¿Qué es la muerte? Cualquier sentimiento que no sea de suprema felicidad. Cualquier respuesta a
algo en nuestra vida que no sea perfecta alegría. ¿Podemos ver que cualquier cosa menor que la
suprema felicidad y alegría perfecta es una negación de la vida y una afirmación de la muerte? Ser
menos que perfectamente dichoso es afirmar que hay algo distinto a Dios, distinto a la Vida, distinto
al Amor, “otra cosa” que disminuye el radiante Ser de Dios.
No estoy defendiendo convertirnos en un feliz idiota, que camina negando el dolor y el sufrimiento
en nuestra vida y en las vidas de los que nos rodean, afirmando frenéticamente: “Todo es perfecto.
Nada de esto es real. Es una ilusión, no le hago caso. Únicamente existe Dios”
Más bien a lo que animo es a lo contrario. Estoy sugiriendo que necesitamos empezar a darnos
cuenta simplemente de cuánta influencia tiene sobre nosotros la idea de la muerte. Necesitamos
darnos cuenta de esos ligeros suspiros de cansancio, esas punzadas de ansiedad, y reconocer que la
idea de la muerte está detrás de todas ellas, la idea de que la separación de Dios es real, que existe
algo distinto a Dios, que se opone y anula Su resplandor. Necesitamos darnos cuenta de que creemos
que somos ese “algo distinto”, o al menos parte de ello. Darnos cuenta, y decirle a Dios: “Ya estoy
otra vez creyendo en la muerte. Me estoy sintiendo separado de Ti. Y sé, por lo tanto, que este
sentimiento no significa nada, porque sólo hay una vida, y la comparto Contigo”.
Únicamente cuando reconoces que tú eres responsable de esos pensamientos de muerte, es cuando
puedes entender verdaderamente que no tienen realidad, excepto en tu propia mente. Afirmar que no
tienen realidad sin primero hacerte responsable de ellos es una negación enfermiza. Los deja sin una
fuente, y tienen que tener una fuente. Así que tu mente atribuye una fuente imaginaria a Dios o a
algún otro sitio fuera de ti, y ya estás de vuelta al pensamiento de separación otra vez, porque no
existe nada fuera de Dios o fuera de ti. Al gritar: “¡Es una ilusión!” sin saber que tú eres el
ilusionista, haces de la idea de la muerte algo real, algo contra lo que luchar y reprimir.
Reconocer los pensamientos de muerte como ilusorios no precisa que ejerzas violencia contra tu
mente. Ver más allá de la ilusión es la cosa más natural del mundo cuando sucede de manera natural,
como resultado de hacerte responsable de la ilusión. Ver el mundo como una ilusión no necesita
esfuerzos coordinados y continuos. No es algo que puedes intentar hacer. Si lo intentas, lo estás
haciendo al revés.
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El mismo principio sirve cuando la gente dice: “Estoy intentando ver el Cristo en él”. No puedes
intentar ver el Cristo en una persona, simplemente lo ves o no. Cuando tienes los ojos abiertos y
nada se interpone, ¡no tienes que intentar verle! Simplemente Le ves.
La visión espiritual es lo mismo. Cristo está ahí, en cada persona, y puedes verle ahí. El problema es,
si has levantado muchas barreras defensivas, muchas pantallas, que tapan tu vista. Estás viendo el
reflejo de tus propias ideas en lugar de ver quién es la persona, que es Cristo.
Por lo tanto, el camino a la visión espiritual, el modo de ver a Cristo en un hermano, es darse cuenta
de todas las pantallas que estás levantando, todas las ilusiones que estás proyectando desde tu propia
mente, y que impiden la visión. Por raro que parezca, no ves al Cristo en un hermano con mirarle,
entrecerrando los ojos y fingiendo que es un ser amoroso; ves al Cristo en él mirando a tu propia
mente, tus propios pensamientos, que son el obstáculo a la visión.
Quizá de algún modo tienes miedo de la persona. Te parece una amenaza en algún modo, quizá
dispuesto a atacarte físicamente, o a robarte tu dinero. En lugar de intentar verle a través de esa
imagen de él como una mala persona, mira a la imagen en sí y pregunta de dónde vino. Con la ayuda
del Espíritu Santo, verás que se formó completamente en tu propia mente. Es la suma de tus propios
juicios solidificados en una opinión. Es la manera en que te has enseñado a ti mismo a ver a tu
hermano. Y eso es todo.
Sabes, o deberías saber, que no puedes juzgar. No puedes tener toda la información. Así que, puedes
volverte al Espíritu Santo y decir: “Reconozco que mi opinión de este hermano es mi propia
invención. Está basada en la idea de la muerte, de algo separado de Dios y distinto a Él. Como tal,
sé que es sólo un mal sueño. No significa nada. Mi hermano no es lo que yo pienso que es, y yo no
soy una mala persona por tener este pensamiento, únicamente estoy cometiendo un error. Quiero
abandonarlo, y puesto que yo soy la fuente, puedo abandonarlo”.
Puedes seguir sintiendo miedo. La diferencia no está en si el miedo desaparece, a veces
desaparecerá. La diferencia está en que, si el miedo (o cualquier sentimiento o juicio del que se trate)
está presente, eres consciente de que tú lo estás inventando y que no es real. Esto abre la puerta a que
surja en ti un tipo diferente de visión. Si lo que has estado viendo es una ilusión, tiene que haber
algo más, otra manera de ver que es real.
La visión de Cristo, que es como el Curso llama esta manera de ver, puede que no entre de repente
en tu vista después de una sola aplicación de este proceso mental. Probablemente no lo hará.
Tenemos montones y montones de barreras levantadas contra esa visión, y puede que hayas
reconocido una de las muchas cosas que te impiden ver al Cristo en tu hermano. Eso es normal. Has
entendido que esta barrera concreta es una ilusión, y afirmado que hay otra manera de ver a tu
hermano. Eso es todo lo que tienes que hacer. ¡No tienes que intentar buscar la otra manera! Cuando
estés listo, cuando las barreras se hayan reconocido como algo que tú te inventas, la visión
sencillamente estará ahí.
Sencillamente “estará ahí” porque ya está ahí. El Cristo en ti se reconoce a Sí Mismo en tu hermano.
El proceso es parecido a dejar de escuchar la interferencia en una radio que tiene filtros electrónicos.
Hay una señal de radio que quieres oír, pero las interferencias y mucho ruido te impiden escucharla.
Identificas la interferencia, la aíslas, electrónicamente “das instrucciones” a tu equipo para que no las
escuche, y finalmente te llega la señal clara.
Lo que haces en el proceso que el Curso recomienda (mirar al ego y sus pensamientos de muerte,
identificarlos, y decidir no hacerles caso porque vienen de una fuente que no es de fiar) es dejar de
escuchar la interferencia. Continúa haciendo eso, y la señal clara de la visión de Cristo te llegará.
Está ahí, en ti, justo en este momento. Sólo que no puedes “escucharla” por todo el ruido que el ego
está haciendo.
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LECCIÓN 168
-
17 JUNIO
“Tu gracia me es dada. La reclamo ahora”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Pedir y sentir el regalo de la gracia, que nos dará primero el regalo de la visión, y
después el conocimiento eterno. Esto nos elevará al Cielo por un momento, nos devolverá todos
nuestros recuerdos olvidados y nos dará la seguridad del Amor. Éste es un día nuevo y santo.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Empieza con la oración del final de la lección: “Tu gracia me es dada. La reclamo ahora. Padre,
vengo a Ti. Y Tú vendrás a mí que te lo pido, pues soy el Hijo que Tú amas”. Haz esta oración de
todo corazón. Con ella, estás elevando tu corazón a Dios y pidiéndole un regalo de gracia, en el que
Él se inclina hasta ti y te eleva a Él, devolviéndote la total consciencia de Él y de Su Amor. La
siguiente lección explica que ese momento “sólo reemplaza a la idea de tiempo por un breve lapso”
(L.169.12:3), pero este corto instante puede cambiar tu vida para siempre. Así que pídelo con todo
tu corazón, y luego mantén tu mente en una espera silenciosa, preparada, sin moverte, esperando el
descenso de Su gracia. Y si tu mente se distrae, repite la oración de nuevo, para traerla de regreso a
esa espera en quietud.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la oración y pasa un momento en quietud, esperando la gracia de Dios. Luego dale gracias
por los reflejos de la gracia que has tenido en la hora que ha terminado. Y pregúntale que quiere que
hagas en esta hora que empieza.
Comentario
¿Qué es la gracia?
Esta lección no da una definición formal, sino como una conversación personal con Dios. “Dios nos
habla. ¿No deberíamos nosotros acaso hablarle a Él?” (1:1-2). La gracia es parecida al Amor de
Dios, algo que viene con Su Amor como parte del paquete. Él siempre nos ha amado (1:7-11). La
gracia es el efecto o aplicación de ese amor que garantiza que Su Amor será plenamente reconocido
y recibido. La gracia es cualquier cosa que nos saque de nuestro sueño. Es el movimiento del amor
que nos atrae de regreso a Él, el callado susurro de Su Voz en nuestra mente que no nos dejará
alejarnos, la cuidadosa planificación de nuestro programa de estudios que nos ayuda a desaprender
todo lo que nos hemos enseñado a nosotros mismos, la actividad del Espíritu que trabaja
constantemente para ganarse nuestra confianza y devolvernos la alegría y deshacer nuestra culpa. Es
Su respuesta a nuestra desesperación. Es el medio por el que reconocemos Su Voluntad (2:3-4).
Su gracia se me da. Su gracia es un “ya dada”, una seguridad, parte de lo que significa que Dios es
Amor. Es un regalo, siempre disponible, siempre se está ofreciendo, y que espera sólo mi
reconocimiento (2:5). “Se trata del regalo mediante el cual Dios se inclina hasta nosotros” (3:2). Y a
la larga, la gracia es ese aspecto del amor en el que “al final es Él Mismo Quien viene, y tomándonos
en Sus Brazos hace que todas las telarañas de nuestro sueño desaparezcan” (3:4).
Entonces, ¿no voy a sentarme, hoy, durante unos pocos minutos de conversación silenciosa con este
Dios de Amor? ¿Ni siquiera puedo dedicar tiempo a pedirle que me conceda esta gracia, que Él ya
me ha concedido? ¿No puedo expresar mi deseo de recibirla, para permitir que este mundo de
sufrimiento desaparezca de mi vista, sustituido por la verdadera visión? ¿No puedo decirle que estoy
deseando, al menos parte de mí, desaparecer en Sus abrazo? Me puede parecer que estoy haciendo
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una especie de rendición o renuncia, o que estoy dejando algo, o perdiendo algo que me es muy
querido. Sin embargo, si abrirme a la gracia es rendición, es una rendición al Amor únicamente. Es
un suspiro por abandonar la resistencia a todo lo que siempre, siempre he querido. Es abandonar el
fingimiento, un regreso a lo que siempre he sido. Es una rendición a mi Ser. Es una rendición a mi
Amado, nada más que eso, y nada menos. Es la última manifestación de “caer en el Amor”.
¿Dudo de mi propia capacidad de amar, y de responder adecuadamente al Amor eterno e
inmaculado de Dios? “Nuestra fe radica en el Dador, no en nuestra aceptación” (5:2). No es el poder
de mi decisión ni mi fe la que hace el milagro, es el poder de Aquel que lo da. Su gracia me da los
medios con los que puedo dejar atrás todos mis errores (5:3), incluso cuando dudo de mi propia
capacidad de dejarlos. Para eso es para lo que está la gracia. La gracia proporciona todo lo que yo
pienso que me falta. Como Dios le dijo una vez al Apóstol Pablo: “Mi gracia te basta, que Mi fuerza
se muestra perfecta en la flaqueza” (2 Corintios 12:9). ¿Qué es la gracia? Todo lo que necesitamos
para llevarnos de regreso al hogar a Dios, sea cual sea la forma que tome la gracia.
LECCIÓN 169
-
18 JUNIO
“Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Pedir la gracia, y por un momento la experiencia del Cielo que procede de la gracia. Y
luego regresar, y traer a otros los regalos que yo he recibido de la gracia.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Hoy estás pidiendo de nuevo el regalo de la gracia, que por un momento te elevará al conocimiento
del Cielo. Empieza con esta oración: “Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado. Por la gracia
doy. Por la gracia he de liberar”. La primera mitad de esta oración pide que tu mente sea elevada a
la luz del día de la realidad, donde experimentarás la unidad pura. Ésta es “la experiencia que
estamos tratando de acelerar” (7:1). Ésta no es la revelación final que te vendrá un día, en la que
finalmente desaparecerás del tiempo y del espacio totalmente, pero sí significa que ese día se acerca.
Esto es principalmente una de meditación, en la que vas a buscar todo, así que utiliza todo lo que has
aprendido sobre la meditación, y todo tu deseo de Dios.
La segunda mitad de la oración habla de los efectos después del instante de gracia. Cuando sales
de tu instante de eternidad, las personas verán que la luz aún brilla en tu rostro (13:2), y tú les darás
los milagros que se dejaron en tu mente en ese instante santo.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la oración de la práctica de la mañana, pidiendo de nuevo la gracia de Dios. Y luego dale
gracias a Dios por cualquier reflejo de la gracia que te ha venido en la hora anterior. Y pregúntale
cómo quiere que, en esta hora que comienza, des los regalos que has recibido en la meditación.
Comentario
Jesús nos dice: “La gracia es el atributo del Amor de Dios que más se asemeja al estado que
prevalece en la unidad de la verdad” (1:1).
Supongo que se podría decir que vivir por la gracia significa vivir con plena consciencia de la
Presencia Del Amor mientras se está en el mundo. En ese sentido, es lo mismo que vivir en el
mundo real.
Esto encaja con el resto del primer párrafo. El estado de gracia o vivir por la gracia y recibir
continuamente la gracia, es algo que está más allá del aprendizaje. El aprendizaje únicamente nos
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prepara para esto, pues el aprendizaje tiene lugar sólo en este mundo. En realidad, lo que estamos
haciendo es desaprender nuestra negación de la verdad acerca de nuestro verdadero Ser.
“Se encuentra más allá del aprendizaje, aunque es su objetivo, pues la gracia no puede arribar hasta
que la mente no se haya preparado a sí misma para aceptarla de verdad” (1:3). El aprendizaje nos
prepara para aceptar la gracia. El aprendizaje no nos da la gracia, pero nos prepara para recibirla,
para aceptarla, lo que supone que la gracia ya está a nuestro alcance pero todavía no podemos
aceptarla.
“La gracia se vuelve inevitable para aquellos que han preparado un altar donde ésta pueda ser
dulcemente depositada y gustosamente recibida: un altar inmaculado y santo para este don” (1:4). La
gracia simplemente está ahí, al instante, siempre que estemos dispuestos a recibirla. Aprender es
necesario para producir el estado de desearla, luego la gracia se vierte. No tenemos que hacer nada
para traerla, pero tenemos que avanzar en el (des)aprendizaje para eliminar nuestro rechazo a
recibirla.
Entonces sigue lo que quizá es la mejor definición de la gracia en la lección: “La gracia es la
aceptación del amor de Dios en un mundo de aparente odio y miedo” (2:1).
La gracia significa ver más allá de la ilusión. Todavía estoy en este mundo de “aparente odio y
miedo” y sin embargo, de algún modo, acepto el Amor de Dios. Acepto que Él es completamente
Amor, no enfadado ni vengativo, no algo a lo que temer por mis pecados, no algo a lo que culpar por
las aparentes desgracias del mundo; Dios es Amor. En lugar de ver al mundo como sólido y real, y
preguntarnos cómo puede Dios ser amoroso cuando todo esto está sucediendo, “aquellos cuyas mentes están iluminadas por el don de la gracia no pueden creer que el mundo del miedo sea real” (2:2).
Aquellos que conocen la gracia saben que Dios es real, que el amor es real, y que es el mundo del
miedo lo que es ilusorio.
La gracia no es algo que se aprende. EI último paso tiene que ir más allá de todo
aprendizaje. (3:1-2)
Esto no es algo que se aprende. No puede aprenderse. Tiene que venir de fuera del lugar donde el
aprendizaje se lleva a cabo, que es el campo del ego. El Curso dice a menudo que no hay aprendizaje
en el Cielo, o en Dios. ¿Cómo podría haber aprendizaje donde se sabe todo?
La gracia no es la meta que este curso aspira a alcanzar. No obstante, nos preparamos
para ella en el sentido de que una mente receptiva puede oír la Llamada a despertar.
Dicha mente no se ha cerrado completamente a la Voz de Dios. Se ha dado cuenta de
que hay cosas que no sabe, y, por lo tanto, está lista para aceptar un estado
completamente diferente de la experiencia con la que se siente a gusto por resultarle
familiar. (3:3-6)
Así que, puesto que el aprendizaje es la meta del Curso, la gracia no lo es; la gracia está más allá de
lo que el Curso enseña porque no puede enseñarse. Pero el aprendizaje del Curso, que en realidad es
un desaprender, nos prepara para la gracia al soltar a nuestra mente de las apretadas garras del ego.
Tal como se ve en este párrafo, la meta del Curso es una mente abierta y una consciencia de que hay
cosas que no sabemos.
No nos damos cuenta de hasta qué punto ha estado cerrada nuestra mente, “completamente sorda a
la Voz de Dios”. Eso es lo que tenemos que aprender. De lo que nos damos cuenta es de todas las
formas que utilizamos para no dejar entrar a Dios. Cuando aprendemos esto, no queda nada por lo
que dejarle fuera, y Él sencillamente ya está ahí, tal como siempre lo ha estado.
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Luego la lección continúa hablando del estado del Cielo, o unidad. No tengo tiempo para comentarlo
aquí, la lección ya lo deja muy claro, cuando dice: “No podemos hablar, escribir, ni pensar en esto en
absoluto” (6:1).
No obstante, cuando se enseña y se aprende lo que es el perdón, ello trae consigo
experiencias que dan testimonio de que el momento en que la mente misma decidió
abandonarlo todo excepto esto, está por llegar. (7:2)
En otras palabras, el perdón es lo que ahora enseñamos y aprendemos, no la gracia. El perdón es el
proceso de aprendizaje, la preparación para la gracia, y nos da experiencias que lo demuestran,
anticipos de cómo es vivir en gracia.
Pero por ahora es mucho lo que aún nos queda por hacer, pues aquellos que se
encuentran en el tiempo pueden hablar de cosas que están más allá de él, y escuchar
palabras que explican que lo que ha de venir ha pasado ya. Mas ¿qué significado
pueden tener dichas palabras para los que todavía se rigen por el reloj, y se levantan,
trabajan y se van a dormir de acuerdo con él? (10:3-4)
Todavía estamos en el tiempo. Seamos realistas y prácticos en esto. Hablar de “cosas que están más
allá” e intentar entender que “lo que está por llegar” (la iluminación o el despertar, que está en el
futuro tal como lo entendemos) “ya ha sucedido” (es decir, que el viaje ya se ha terminado, que ya
estamos iluminados, y que la unidad es un estado constante que está aquí ahora, para siempre, como
siempre ha sido), hablar de todas estas cosas puede ser fascinante quizá nos anima, pero ¿cómo
podemos entenderlo? ¡No podemos! Las palabras nos transmiten muy poco significado mientras
vivimos y organizamos nuestra vida por el tiempo, contando las horas.
Es bueno pensar en todo esto un poco, pero no es nuestra tarea principal. De hecho, puede ser una
pérdida de tiempo si nos distrae del hecho de que “tenemos trabajo por hacer” aquí, ahora. El perdón
funciona. Sentarse para hablar de lo que significa vivir continuamente en estado de gracia, en el
mundo real, o lo que sigue a continuación en el Cielo, no tiene ningún significado sin ese trabajo real
y práctico del perdón, en acción dentro de nuestra vida.
No entenderemos el Cielo hasta que lleguemos allí. La gracia anuncia al Cielo, y ni siquiera
podemos entender eso, no por completo. Aunque podemos tener atisbos de ello en los instantes
santos en los que entramos en contacto con Dios y con el Amor en nuestra mente. Por eso:
Ahora pedimos que se nos conceda la gracia, el último regalo que la salvación puede
otorgar. La experiencia que la gracia proporciona es temporal, pues la gracia es un
preludio del Cielo, pero sólo reemplaza a la idea de tiempo por un breve lapso. (12:2-3)
Las experiencias de gracia vienen, y se van. Nos sentimos fuera del tiempo “pero sólo durante un
rato”. Estas experiencias, que vienen en momentos de verdadero perdón, son todo lo que
necesitamos por ahora. “Mas ese lapso es suficiente” (13:1). Los instantes santos, el “ratito” de cada
experiencia de perdón, es suficiente. Es todo lo que necesitamos.
“Pues ahí es donde se depositan los milagros” (13:2). En otras palabras, el instante santo nos abre a
los milagros. Es el modo por el que se extienden a nuestra vida los milagros, “que tú has de devolver
de los instantes santos que recibes a través de la gracia que experimentas, a todos los que ven la luz
que aún refulge en tu faz” (13:2). Cuando “regresas” del instante santo, hay una luz que aún brilla en
tu cara. Otras personas la ven, y a ellos les llevas los milagros que has recibido en ese momento.
¿Qué es la faz de Cristo sino la de aquel que se adentró por un momento en la
intemporalidad…? (13:3)
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Esto trata de ti y de mí. El rostro de Cristo es tu cara, mi cara, cuando hemos recibido un instante
santo y “volvemos” al mundo del tiempo, nuestra cara brilla con la luz del Cielo.
¿… y al volver trajo consigo -para bendecir al mundo- un claro reflejo de la unidad que
experimentó allí? (13:3)
Ésa es nuestra función aquí en el mundo: traer un claro reflejo de la unidad del Cielo para bendecir al
mundo. Pedir la gracia, abrir nuestra mente a recibir la gracia de Dios, tan a menudo como podamos
elegir “entrar” en el instante santo en el que sentimos la unidad del Cielo, y luego regresar con un
reflejo de él para bendecir al mundo. Date cuenta de que la unidad “se siente” y no sólo se acepta y
se comprende intelectualmente. Se siente. Eso es lo que sucede en un instante santo.
Oímos acerca de vivir en el mundo real, o acerca de lo que debe ser vivir en un estado constante de
unidad (Cielo), y lo deseamos. Lo queremos ahora. Nos sentimos frustrados porque los instantes
santos vienen y se van, duran “sólo un ratito” y eso nos parece decepcionante. Jesús explica aquí que
la etapa de aprendizaje es totalmente necesaria, y que no deberíamos sentirnos decepcionados, no
deberíamos pensar que estamos fracasando en nuestra tarea si los instantes santos no duran.
¿Cómo podrías llegar a alcanzarla para siempre, mientras una parte de ti se encuentre afuera,
ignorante y dormida, necesitada de que tú des testimonio de la verdad? (13:4)
Los hermanos que te rodean por todo el mundo, “ignorante y dormida” son tus propios pensamientos
con forma. Son “una parte de ti” que “permanece fuera”. Tienes una misión aquí, un propósito que
cumplir. El despertar tiene que comunicarse. Quieres un estado continuado de “permanecer en el
instante santo”, pero Jesús te pregunta: “¿Cómo puedes alcanzarlo si una parte de ti está fuera de ese
estado de unidad, ignorante, dormida y sin darse cuenta de ello?” Tu unidad tiene que incluirlos a
ellos.
Jesús dice que en realidad deberíamos estar agradecidos de “regresar” de esos instantes santos, de
vuelta al mundo del tiempo. Escucha:
Siéntete agradecido de poder regresar, de la misma manera en que te alegró ir por un
instante, y acepta los dones que la gracia te otorgó. Es a ti mismo a quien se los traes.
(14:1-2)
Si el instante santo es un momento en el que eres consciente de la unidad, en cierto sentido tienes
que volver. Tienes que volver porque eres consciente de tu unidad con todos los que todavía no han
visto. Son parte de ti, y por eso tienes que “volver” para llevarles los regalos de la gracia a la parte de
ti que todavía está dormida, lo cual ves reflejado en tus hermanos.
Jesús nos dice claramente que nos alegremos con esto: “no estamos pidiendo lo que no se puede
pedir” (14:7). Querer el Cielo para mí y dejar a mis hermanos detrás es no hacer caso a lo que es el
Cielo: ser consciente de la unidad. Una salvación privada es imposible. O vamos todos juntos o no
vamos.
Algunos pueden reaccionar a esto como si toda la humanidad nos estuviera reteniendo e impidiendo
nuestra iluminación total. Ese pensamiento está basado en un estado de separación, y por lo tanto es
completamente distinto a la gracia y al Cielo. El mundo que ves no es una fuerza separada de ti, que
te retrasa. Es un reflejo de tu propio aprisionamiento a ti mismo, de tu propia resistencia que todavía
no ha sido vencida o desaprendida. El mundo no está fuera de tu mente, sino en ti. Tú eres el mundo,
eso es lo que estás aprendiendo.
Te conviertes en lo que siempre has sido al aceptar tu papel de salvador del mundo. Tu salvación es
la salvación del mundo. No son dos cosas, son lo mismo.
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“Regresamos” a salvar al mundo. Eso no significa que tengamos nuestro momento de felicidad y
luego regresemos a predicar al mundo acerca de ello y decirles lo iluminados que estamos y por qué
ellos no. Si tu salvación es la salvación del mundo, lo contrario también lo es: la salvación del
mundo es la tuya propia. Salvas al mundo trabajando en ti. “La única responsabilidad del obrador de
milagros es aceptar la Expiación para sí mismo” (T.2.V.5:1). Salvas al mundo cambiando tu mente,
porque ahí es donde está el mundo, en tu mente. Sólo hay una mente, sólo uno de nosotros está aquí.
Cuando estás en una película, si hay un problema en la pantalla, no vas a la pantalla a arreglarlo, sino
que encuentras el proyector y lo arreglas. Esas “personas no iluminadas” que ves ahí fuera son partes
de tu propia mente que todavía no has reconocido como partes de ti, no las atraes intentando arreglar
la pantalla (esas personas separadas de ahí fuera), lo haces intentando arreglar el proyector (tu propia
mente).
Alégrate de ir por un instante, y también da gracias al volver, para llevar la luz de Dios al mundo. Te
la traes a ti mismo. Al entender ese hecho, te salvas. El regreso no es un paso atrás en el tiempo. No,
es un paso adelante hacia tu despertar, los medios por los que llevas contigo a todo el mundo dentro
de la eternidad, para ser allí la unidad que has tocado y conocido.
LECCIÓN 170
-
19 JUNIO
“En Dios no hay crueldad ni en mí tampoco”
Instrucciones para la práctica
Propósito: Pararte delante de la devoción que le tienes a la crueldad como un medio de seguridad,
verlo como un ídolo sin significado, y elegir no servirle por más tiempo.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Necesitamos mirar con honestidad a nuestra creencia de que atacar a otros en defensa propia nos
mantiene a salvo. Esto significa que creemos que la crueldad nos mantiene a salvo, ya que todo
ataque tiene la intención de herir y el intento de herir es cruel. Esto ha puesto a la crueldad como a
un dios en el trono de tu mente, un dios que no nos atrevemos a poner en duda.
Sin embargo, hoy, debemos poner en duda a este ídolo. Tenemos que mirar con serenidad a
nuestra creencia de que la crueldad significa seguridad.
Por eso, primero, ponte en contacto con esta creencia dentro de ti. Fíjate en que crees que cuando
atacas, tu ataque te mantendrá seguro.
Luego, estate dispuesto a poner en duda esta creencia. Piensa en la posibilidad de que tu propia
defensa contra un ataque es lo que le da poder al ataque a tus ojos. Piensa en la posibilidad de que tu
propia crueldad es a la larga lo que te hace tener miedo. Y piensa que esta creencia de que la
crueldad es seguridad, es únicamente eso: una creencia, una idea que tiene que ser examinada de
nuevo con calma, y no un dios a quien adorar.
Ahora examina otro aspecto de esta creencia. Te das cuenta de que Dios quiere que abandones tus
armas, que renuncies al ataque y a la defensa. Esto Le hace parecer cruel, pues Él quiere quitarte tu
protección. Él aparentemente quiere que seas manso y santo cuando te hieren. Tan pronto como veas
a la crueldad como el ídolo que te protege, entonces el auténtico Dios de Amor te parecerá cruel.
Estate dispuesto a ponerlo en duda. ¿Es posible que Él quiera tu seguridad más que tú? ¿Es posible
que “el amor es tu seguridad”? (L.pII.5.5:4)
Al mirar a ambas creencias (que la crueldad es tu dios, y que Dios es cruel) te encuentras ante el
mismo ídolo, y estás haciendo una elección. “¿Vas a restituirle al amor lo que has procurado
arrebatarle para ponerlo a los pies de ese inanimado bloque de piedra?” (8:4). Mientras intentas
tomar la decisión, sigue repitiendo: “En Dios no hay crueldad ni en mí tampoco”. Piensa que Dios
es sólo Amor y que tu naturaleza es como la Suya, que la crueldad no forma parte de tu naturaleza en
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absoluto. Sinceramente intenta “posar tu mirada por última vez sobre ese bloque de piedra que tú
mismo esculpiste, y dejarás de llamarle dios” (11:2).
Si tienes éxito, caminarás sobre un mundo nuevo, que verás con nuevos ojos. Mirarás a las mismas
personas, pero mientras que antes veías peligro en ellas, ahora verás la gloria de Dios en ellas.
Donde antes tu corazón estaba lleno de miedo y crueldad, ahora estará lleno de amor y nada más.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Repite la idea, intentando renunciar a tu lealtad a la crueldad, y aceptar el amor que es tu verdadera
naturaleza. Luego dale gracias a Dios por los regalos de Su Amor en la hora que ha transcurrido. Y
déjale decirte cómo manifestar en la siguiente hora el amor nuevamente encontrado en tu corazón.
Comentario
El pensamiento básico que contiene la lección de hoy es que nuestros intentos por defendernos a
nosotros mismos son lo que hace que el ataque externo nos parezca real.
Tenemos miedo porque, en algún lugar muy dentro de nuestro corazón, creemos que hemos atacado
y que merecemos castigo por nuestro ataque. Sentimos dentro de nosotros la creencia de que “herir a
otro (nos) brinda libertad” (1:4). Esta creencia está detrás de cada ataque que consideramos en
defensa de nosotros mismos. No importa cuánto intentemos justificar nuestros ataques, algo dentro
de nosotros sabe que nuestro intento es herir a la otra persona porque creemos que hiriéndole nos
liberará en algún modo de algo. Resumiendo, creemos que somos crueles por naturaleza.
Proyectamos nuestra creencia en el ataque sobre algo externo, vemos los ataques como si vinieran de
fuera de nuestra propia mente. En realidad no hay nada fuera de nuestra mente, somos nosotros los
que nos atacamos a nosotros mismos con nuestra culpa, pero creemos ver el ataque como externo a
nosotros, justificando más ataques por nuestra parte. De este modo, el miedo y la defensa se
convierten en los medios de protegernos a nosotros mismos. Y “al amor… se le dota con los
atributos del miedo” (5:3): es decir, el amor se convierte en algo temible porque nos aconseja que
abandonemos todas nuestras defensas. El amor se convierte en algo peligroso.
Desde este punto de vista, el miedo y la crueldad se convierten en “un dios”, un ídolo, algo que hay
que proteger a toda costa. Abandonar el miedo se convierte en el máximo peligro. Por encima de
todas las cosas tenemos miedo de no tener miedo; nos aferramos al miedo, creyendo que nos
protege.
Llevada al extremo, esta “adoración” del miedo y de la crueldad terminamos proyectándola sobre
Dios Mismo, Le vemos como un Dios vengativo, que expulsa fuego, que nos amenaza con el
infierno, listo para engañarnos con Sus palabras de amor, que se ríe con alegría salvaje mientras nos
hundimos en la derrota. De hecho, enterrado lo mejor que podemos, está nuestro miedo a Dios,
disfrazado de muchas formas cuando sale de nuestro inconsciente, pero siempre presente, ésa es la
idea básica “que entrona como un dios al pensamiento del miedo” (9:4).
“Este momento puede ser terrible. Pero también puede ser el momento en que te emancipas de tu
abyecta esclavitud” (8:1-2). A la larga, todas nuestras defensas son defensas contra Dios. Enterrada
muy hondo en nuestra mente está nuestra seguridad de que el universo va a por nosotros. Si miramos
con honestidad, nos pasamos la mayor parte de nuestra vida reforzando nuestras defensas contra
“cosas” que parecen amenazarnos.
El Curso nos dice que la única manera de descubrir que la amenaza no es real es abandonar las
defensas (2:6-7). Dios no está enfadado. El universo no va a por nosotros. Si nos parece que Dios
está separado de nosotros, sólo las barreras que hemos levantado hacen que así nos lo parezca. Sólo
somos víctimas de nuestras propias defensas.
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No tenemos nada que temer. No somos crueles, no podemos serlo, pues Dios Quien nos creó no
tiene crueldad en Él. No hay ningún castigo acechando sobre nuestras cabezas. Somos el inocente
Hijo de Dios, el Hijo que Dios ama. Sin ese miedo primario, no hay nada que proyectar sobre otros;
cuando dejamos de proyectar nuestro miedo, no se percibe ningún ataque fuera; cuando no se
percibe ningún ataque fuera, no hay necesidad de defensas.
Si examinamos con honestidad a nuestro “dios” de miedo y defensa, tenemos que ver que está hecho
de piedra. No tiene vida, no puede salvarnos. El miedo provoca miedo, el ataque provoca ataque.
Las guerras del mundo lo demuestran constantemente. Herir a otros nunca nos pone a salvo,
únicamente aumenta el ciclo de miedo y ataque.
Darnos cuenta de que el método en el que confiamos para garantizar nuestra seguridad no sirve de
nada, que nuestro guerrero ganador es un traidor, puede ser un momento aterrador. Los almacenes de
misiles en los que hemos puesto toda nuestra confianza ¡apuntan directamente a nuestro propio
corazón! “Este momento puede ser terrible. Pero también puede ser el momento en que te emancipas
de tu abyecta esclavitud” (8:1-2). Pensar en abandonar las defensas por completo puede paralizarnos
de miedo por un momento. Pero puede ser el momento en el que somos libres para reconocer que lo
que tememos no existe, y se le permite la entrada al “enemigo” que nos hemos esforzado en
mantener fuera, trayéndonos Su paz con Él.
QUINTO REPASO. INSTRUCCIONES PARA LA PRÁCTICA
Propósito: Prepararnos para la Segunda Parte del Libro de Ejercicios. Dedicar más tiempo y
esfuerzo a practicar, para que puedas acelerar el paso en tu viaje a Dios. Reconocer la verdad de la
idea central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”). Hacer de este repaso un regalo a
Jesús, y un tiempo en el que compartes con Él una experiencia nueva y sin embargo antigua.
La oración: Usa la oración de los párrafos 2 y 3 para dedicar el repaso a Dios. Le pides a Dios que
dirija tus prácticas y que te llame de vuelta cuando te retrasas en tus prácticas, para que puedas
progresar más rápido por el camino que te lleva a Él.
El pensamiento central: El centro del repaso es esta idea (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo
que soy yo”). El propósito de este repaso es llevarnos a un lugar donde entendemos y
experimentamos esta idea de verdad. Y el propósito de las ideas que se repasan es apoyar la idea
central, sacar diferentes aspectos de ella, y hacerla “más significativa, más personal y verdadera”
(L.rV.In.4:2). Por lo tanto, haz que esta idea domine cada uno de estos diez días del repaso. Empieza
y termina el día con ella, empieza y termina cada periodo de práctica, y envuelve con ella cada
repetición de las ideas del repaso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Pasa un rato repitiendo el pensamiento central (“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy
yo”). Y las dos ideas del repaso. Envuelve cada idea del repaso con el pensamiento central. Usa las
ideas del repaso para que iluminen algún aspecto del pensamiento central y hazlo más significativo
para ti.
Luego entra en lo que llamamos “meditación de la mente abierta”. Mantén tu mente quieta y
silenciosa, sin palabras. Las palabras son como señales indicadoras: señalan al significado; pero
ahora estás buscando la experiencia directa del significado, y para esto las palabras se interponen. En
este vacío de palabras, simplemente espera con “silenciosa expectación” (L.94.4:1) la experiencia de
lo que nos hablan las palabras, la experiencia de nuestro verdadero Ser. Toda tu atención está
esperando en “tranquila expectación” (L.157.4:3). Tu mente está en reposo, sin embargo también
preparada. Toda tu consciencia está esperando que surja la comprensión y se extienda. Concéntrate
en esto sin palabras. Sin embargo, cuando tu mente se distraiga, lo que sucederá de vez en cuando,
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repite el pensamiento central para recordarte a ti mismo lo que estás esperando: la experiencia de tu
propio Ser; y luego vuelve a tu espera sin palabras.
Termina repitiendo el pensamiento central una vez más.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto (más corto si las circunstancias no
lo permiten).
Sugerencia: Repite las dos ideas del repaso, rodeando cada una de ellas con el pensamiento central.
Luego dale gracias a Dios por Sus regalos en la hora anterior, y pídele Su dirección para la hora que
comienza. Termina con el pensamiento central.
LECCIÓN 171
-
20 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(151) “Todas las cosas son ecos de la Voz que habla por Dios”
(152) “Tengo el poder de decidir”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
¡Otro repaso! Mientras lees la Introducción al Quinto Repaso, te darás cuenta de que no se dan
instrucciones detalladas para la práctica. El resumen, que se da en el párrafo 11, es la única
referencia a la práctica real que se espera que hagamos. Un rato por la mañana, un rato por la noche,
y tener la idea en nuestro recuerdo a lo largo de todo el día, ésa es toda la instrucción que se nos da.
A decir verdad, las instrucciones completas se dieron en la Lección 153, párrafos 15-18. Allí, se dijo
que las instrucciones seguirán “un formato que vamos a utilizar por algún tiempo” (L.153.15:1). Ese
“por algún tiempo” todavía continúa.
En los diez días del repaso, comentaré principalmente la Introducción al Repaso, en lugar de las
ideas que se están repasando. Hoy trataré de los tres primeros párrafos, y luego un párrafo cada día
durante las restantes nueve lecciones del repaso. La idea central del repaso es: “Dios es sólo Amor y,
por tanto, eso es lo que soy yo”. Se nos dice (4:2) que cada uno de los veinte pensamientos que
estamos repasando aclara algún aspecto de este pensamiento central, también intentaré señalar
algunas de las maneras en que las dos ideas del día están relacionadas con El pensamiento central.
La Introducción a nuestro repaso empieza con una poderosa petición de que tomemos nuestras
prácticas más en serio, “para poner más de nuestra parte y dedicar más tiempo a nuestro empeño”
(1:2). Una vez más, como en el Cuarto Repaso, se nos recuerda que esta serie de lecciones está
planeada para ayudarnos a prepararnos “para un nuevo nivel de entendimiento” (1:3). El Cuarto
Repaso dejó claro que esto se refiere a la Segunda Parte del Libro de Ejercicios: “Esta vez… nos
estamos preparando para la segunda parte del aprendizaje en la que se nos enseña cómo aplicar la
verdad” (L.rIV.In.1:1). La comprensión de que nos estamos preparando para algo más, un cambio a
otra fase, se pretende que motive nuestros esfuerzos “para poder seguir adelante con mayor certeza,
mayor sinceridad y mayor fe” (1:4). Se tiene la sensación de que la eficacia de la segunda mitad del
Libro de Ejercicios depende, en gran medida, de cuánto tiempo y esfuerzo estamos dispuestos a
poner en nuestra práctica ahora, en este momento.
Recuerdo las primeras veces que hice el Libro de Ejercicios, siempre me daba la sensación de que la
segunda parte era un desastre. Decepcionante. También recuerdo que no hacía serios esfuerzos para
seguir las instrucciones de la práctica, sólo leía la lección por la mañana. Estoy completamente
convencido de que hay una relación directa entre estos dos hechos: mi débil práctica y mi sensación
de decepción.
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El Libro de Ejercicios reconoce que hemos estado flaqueando, y que hemos tenido dudas que nos
han hecho esforzarnos menos en las prácticas. No nos sermonea por ello, pero sí deja claro que si
queremos resultados, tenemos que seguir el programa. La recompensa será “una mayor certeza, un
propósito más firme y una meta más segura” (1:6).
En mi opinión, la oración de los párrafos 2 y 3 es muy buena para utilizarla cada día, durante este
repaso. No necesita comentarios, el significado de cada frase está muy claro. Es una oración para
esforzarnos en la práctica. Es una afirmación de confianza en que, si nos olvidamos, tropezamos, o
nos extraviamos, Dios nos lo recordará, nos levantará y nos llamará para que volvamos a ellas.
Los dos pensamientos de hoy se relacionan fácilmente con el pensamiento central. Si Dios es sólo
Amor, y yo también soy sólo amor, entonces todas las cosas son ecos de Su Voz. Todo es un aspecto
de Él. La decisión a la que me enfrento, hoy y cada día, es si aceptar o no este hecho. ¿Quiero vivir
hoy como una expresión del Amor de Dios, o quiero elegir intentar lo que es imposible: ser otra
cosa?
LECCIÓN 172
-
21 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(153) “En mi indefensión radica mi seguridad”
(154) “Me cuento entre los ministros de Dios”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 4 de la Introducción al Quinto Repaso:
“He aquí el pensamiento… ” (4:1). Las palabras se refieren a (“Dios es sólo Amor y, por tanto, eso
es lo que soy yo”) la frase 3 del párrafo, el pensamiento central del repaso. Durante el repaso,
tenemos que pensar en este pensamiento lo primero de todo, cada día, cada mañana y cada noche, y
muy a menudo durante el día. Cada pensamiento añadido de las lecciones anteriores “clarifica algún
aspecto de dicho pensamiento o contribuye a hacerlo más significativo, más personal y verdadero,
así como más descriptivo del santo Ser que compartimos y que ahora nos preparamos para conocer
de nuevo” (4.2). En nuestro repaso, sería bueno pensar cómo está relacionado este pensamiento
central con las otras dos ideas. El centro de atención es el pensamiento central, las ideas a repasar se
supone que lo aclaran o extienden.
Fíjate en las palabras “nos preparamos” que aparecen de nuevo en la frase 2. El “nuevo nivel de
entendimiento” (1.3) para el que nos estamos preparando tiene que ver con acercarnos de nuevo a
conocer nuestro verdadero Ser. La primera mitad del Libro de Ejercicios se ha concentrado en
deshacer nuestro viejo sistema de pensamiento, la segunda mitad no lleva a reclamar el
conocimiento del Ser que pensamos que habíamos perdido.
El santo Ser que somos es sencillamente una extensión de Dios. Él es Amor, y nosotros también.
Nosotros somos lo que Él es, extendido. Nos estamos preparando para recordar Eso, más que
recordar, saber. Esa palabra sola implica mundos. Puedo escribir las palabras, puedo estar de
acuerdo con ellas, pero ¿conozco lo que estoy diciendo? Conocer que soy una extensión del Amor de
Dios cambiará todo en mi vida, desterrará el miedo, y me dará una sensación de propósito santo con
el que nada de lo que haya sentido antes se puede comparar.
¿Cómo es este Ser, que soy yo? “Sólo sus pensamientos son perfectamente congruentes; sólo ese Ser
conoce a Su Creador, se comprende a Sí Mismo y goza de un conocimiento y amor perfectos, así
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como de un estado de unión constante con Su Padre y Consigo Mismo” (4:5). Ésta es una
descripción de mí y de ti tal como Dios nos creó. Para “conocer de nuevo” Eso nos está preparando
este repaso.
¿No se merece esta meta “poner más de nuestra parte y dedicar más tiempo”? (1.2). Intenta
imaginarte como será (no “sería”, sino “será”) ser perfectamente constante en todos tus
pensamientos. Intenta sentir cómo será conocer a Dios y a ti mismo perfectamente. Intenta
imaginarte viviendo en un estado constante de unión con el Padre, y con tu Ser, sin cambios o
alteraciones en ese estado de unión.
Las dos ideas del repaso de hoy nos ayudan a ver el camino de nuestra meta, negativamente y
positivamente. Si yo soy Amor, ¿cómo puedo estar a la defensiva? Para ser lo que en verdad soy,
debo abandonar mis defensas. Y si soy Amor, ¿qué puedo ser sino un ministro de Dios? ¿Cuál puede
ser mi propósito aquí sino extender Su Amor, extender la mano y tocar a todos mis hermanos con el
toque de Cristo?
LECCIÓN 173
-
22 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(155) “Me haré a un lado y dejaré que Él me muestre el camino”
(156) “Camino con Dios en perfecta santidad”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 5 de la Introducción al Quinto Repaso:
El Ser que es sólo Amor, perfectamente constante en Sus pensamientos, es “lo que nos espera al
final de la jornada” (5:1).A menudo necesito recordarme a mí mismo qué “estoy buscando” en este
camino espiritual. A veces parece un viaje tan largo: “serán muchas las ocasiones…a lo largo de un
tiempo que no parece tener fin” (T.24.VI.7:2). Recordar la meta, lo primero en la mente, para mí es
una necesidad. “Eso”, con una “E” mayúscula, “Eso es lo que se nos promete” (5:4). Estoy en el
viaje de encontrar mi Ser, y al final del viaje, se me ha prometido, lo encontraré. Un Ser en unión
constante con Dios. Un Ser en perfecta paz dentro de Sí Mismo. Eso merece la pena “buscarlo”.
El viaje parece largo, pero cada paso me acerca un poco más, “a medida que lo ponemos en práctica
es a Eso a lo que nos acercamos” (5:2). Cada vez que me paro un minuto para recordar me acerca un
poco más. Cada vez que abro mi corazón con amor a un hermano, me acerca un poco más. Cada vez
que hago la práctica de la mañana o de la noche, sentado en silencio, escuchando, me acerca un poco
más. El camino que ofrece el Curso no es llamativo. A veces no es muy emocionante. Pero funciona.
Para mí está tan claro que debe hacerse este trabajo de algún modo, los retorcidos pensamientos de
mi ego tienen que ser deshechos y sustituidos por otra cosa. Los muchísimos disfraces del miedo
deben ser descubiertos y reemplazados con amor. A veces deseo que sucediese de la noche a la
mañana. A veces me pregunto por qué parece necesitar tanto tiempo y avanzar tan lentamente. Y
luego me doy cuenta de mis propios pensamientos, apartándome, retrasándome, y me doy cuenta de
la causa. De vez en cuando incluso Le doy las gracias a Dios por no obligarme a nada en contra de
mi voluntad, porque cuando por fin termine mi viaje, no habrá ni la más pequeña duda de que es mi
voluntad, así como la Suya. Y vuelvo al trabajo seguro que el Curso presenta, sabiendo que (para mí
al menos) éste es el único camino que he encontrado que funciona.
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“Este repaso (hecho como se pide que se haga, por supuesto) acortará el tiempo de manera
inconmensurable” (5:3). Por eso me entran las prisas, aquí está el medio de acortar el tiempo que es
necesario. Se me han dado los medios, en bandeja de plata, se me ponen delante de los ojos día tras
día. ¿Quiero utilizarlos? ¿Quiero usar los medios para acortar el tiempo? A menudo digo que quiero
que el viaje avance más rápido. Sin embargo, si se me han dado los medios para acortar el tiempo y
no los utilizo, ¿qué dice eso de mi deseo? Mi constancia en la práctica es la medida de mi verdadero
deseo.
Si practico con la meta en mi mente, si recuerdo por qué lo estoy haciendo, el beneficio será
máximo. Sin embargo, si hago la práctica a duras penas, como si fuera un deber que se me ha
impuesto, una tares aburrida, mi beneficio será menor.
Que hoy “levantemos de las cenizas nuestros corazones y dirijámoslos hacia la vida, recordando que
Eso es lo que se nos promete” (5:4).Que levante mis ojos y recuerde la gloriosa meta, mi Ser a Quien
nada Le falta y que espera a que yo recuerde. Que mi ansia interna, que nunca me deja, se salga con
la suya y me lleve hacia adelante.
Las dos ideas del repaso de hoy encajan muy bien con el párrafo de la Introducción a este repaso.
“Me haré a un lado y dejaré que Él me muestre el camino” siguiendo Su dirección gustosamente. Y
me siento animado en mi viaje sabiendo que mientras lo hago, “Camino con Dios en perfecta
santidad”.
Este curso nos fue enviado para allanar el sendero de la luz y enseñarnos, paso a paso,
cómo regresar al eterno Ser que creíamos haber perdido. (5:5)
Gracias, Padre, por este Curso. Gracias por sus instrucciones que me guían paso a paso. Gracias por
este tiempo de repaso, por los momentos que puedo pasar Contigo, en la quietud, en silencio,
escuchando, esperando, sabiendo que cada minuto me acerca más a mi meta, cada minuto ahorra un
tiempo inmenso. Gracias por abrir el camino de la luz.
LECCIÓN 174
-
23 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(157) “En Su Presencia he de estar ahora”
(158) “Hoy aprendo a dar tal como recibo”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 6 de la Introducción al Quinto Repaso:
En este párrafo, Jesús habla en la primera persona: “Yo te acompaño en esta jornada” (6:1). Un
aspecto del Curso que parece recibir menos atención que muchas otras es la presencia personal del
autor en nuestras vidas. Sin duda, muchos de nosotros,, sintiendo que nos hemos “escapado” de lo
que nos parecía un fondo cristiano lleno de prohibiciones, que daba mucha importancia a “un
salvador personal” y la adoración de Jesús como el único Hijo de Dios, nos sentimos incómodos con
la idea de tener a Jesús a nuestro lado al hacer este viaje. Se parece demasiado a lo que dejamos
atrás.
En la Clarificación de Términos en el Manual para el Maestro, se nos recuerda que “se han hecho
amargos ídolos de aquel que sólo quiere ser un hermano para el mundo” (C.5.5:7). Una relación que
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puede necesitar sanación es nuestra relación con él, podemos traer muchas “ideas sombrías” del
pasado que deforman la imagen que tenemos de él. Aquí en el Manual, se nos pide: “Perdónale tus
fantasías, y comprende lo mucho que amarías a un hermano así” (C.5.5:8). Sin embargo, el Curso
trata este asunto con dulzura, como hace con todos estos asuntos. “Es posible leer sus palabras y
beneficiarse de ellas sin aceptarle en tu vida. Mas él te ayudaría todavía más si compartieses con él
tus penas y alegrías” (C.5.6:6-7). Así que, si esta idea de tener una relación con él te produce
inquietud o incluso desagro, quédate en paz, es normal.
Jesús se ofrece a compartir tus dudas y tus miedos para hacerse más cercano a nosotros. Sabemos
que él entiende por lo que estamos pasando porque él también lo ha pasado antes. Aunque él ha
llegado a un lugar donde la duda, la inseguridad y el dolor no significan nada, él lo entiende cuando
las sentimos. No tenemos que sentir que nos estamos acercando a una figura lejana, elevada y
poderosa, que con un gesto de su mano quiere acallar nuestra inseguridad por ser poco importante.
Él ve lo que nosotros vemos. Él es consciente de todas las ilusiones que nos causan terror, y la
realidad que parecen tener para nosotros. Pero él tiene en su mente “el camino que lo condujo a su
propia liberación, y que ahora te conducirá a ti a la tuya junto con él” (6:5). Él es como un hermano
mayor que ha terminado el viaje, pero que ahora ha regresado para llevarnos al hogar con él. Él sabe
que el Hijo de Dios no está completo hasta que hayamos caminado el mismo camino que él. Él está
con nosotros ahora, mostrándonos el camino.
En mis momentos de quietud hoy, que yo sea consciente de su presencia. Cuando entro en la
Presencia de Dios, que yo sea consciente de uno que está a mi lado, quizá sujetando mi mano si me
siento temeroso. Que yo esté deseoso de llevarle mi inseguridad y dolor a él, para que yo pueda
vencerlos. Tal como recibo la gracia de él permitiéndome dejar a un lado mis miedos y dudas, que
yo aprenda a dar tal como recibo. Que yo salga de este instante con él para compartir con los que me
rodean lo que he recibido. Que actúe de representante de Dios en el mundo, para perdonar los
“pecados” de aquellos que me rodean, calme sus mentes, y les ofrezca la paz que a mí se me ha
dado.
LECCIÓN 175
-
24 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(159) “Doy los milagros que he recibido”
(160) “Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es el extraño aquí”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 7 de la Introducción al Quinto Repaso:
¿Sabes qué?, por el modo en que Jesús habla en la primera frase, ¡parece que es algo que él ha
experimentado más de una vez! “Mi resurrección se repite cada vez que conduzco a un hermano sin
contratiempo alguno allí donde la jornada termina para ya no recordarse más” (7:1). Ciertamente me
gustaría pensar que ha habido más que él, sería descorazonador si él fuera el único hasta ahora. Hoy,
pienso que probablemente ha habido más de los que nos damos cuenta que han llegado al final del
viaje con él. A veces me pregunto por qué parece que hay tan pocos en este mundo que parecen
“haberlo logrado”, pero si pienso en ello, me parece que ¡“este mundo” es el último lugar en el que
probablemente podemos encontrar a tales personas! Estoy contento de que Jesús, al menos, ha
decido quedarse por aquí y ser “un salvador… con aquellos a quienes enseña” (6:5). ((A decir
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verdad, el Curso da a entender que hay otros también, ver los dos primeros párrafos de la Sección 26
del Manual para el Maestro: “¿Es posible llegar a Dios directamente?”)
Levanta el ánimo la idea de que cuando en alguna circunstancia yo aprendo el “camino que nos
libera a todos de la aflicción y del dolor” (7:2), Jesús se “renueva”. Por supuesto, eso es cierto acerca
de todos nosotros, cada uno de nosotros se renueva cuando un hermano aprende el camino de
liberarse de todo dolor y aflicción. Todos a los que tocamos con un milagro nos enriquecen cuando
lo reciben. Cuando alguien comparte la explicación de un milagro en su vida, se renueva todo el que
lo escucha, eso es lo que hace que el compartir sea tan reconfortante. Mi propio camino con Dios se
fortalece cada vez que me doy cuenta de que algo que yo he dicho ha ayudado a alguien. El Curso a
menudo dice que aquellos a quienes ayudamos, nos ayudan, así es como aprendemos a recordar lo
que somos.
Que hoy recuerde que cada vez que vuelvo mi mente a la luz dentro de mí, y Le busco, Cristo
renace. Así es como tiene lugar el Segundo Advenimiento (ver L.pII.9.3:2, “¿Qué es el Segundo
Advenimiento?”). Cuando todos hayamos dado a Cristo nuestra mente por completo, el Segundo
Advenimiento se habrá completado. Cada vez que vuelvo mi mente a la luz dentro de mí, lo acerco
más. Cada vez que hoy recuerdo “Dios es sólo Amor y, por tanto, eso es lo que soy yo”, adelanto ese
día. Cada vez que elijo dar los milagros que he recibido, cada vez que recuerdo que mi Ser, y no el
miedo, está en el hogar en mí, Cristo renace en el mundo.
Nadie ha sido olvidado. Me encanta la frase de Marianne Williamson: “Dios no ha perdido tu
expediente”. Me gusta imaginar el ajetreo y bullicio de “la oficina celestial”, con todo tipo de seres
trabajando para mi bien, todos desconocidos para mí. Dejando pequeñas pistas para que yo las
encuentre. Planeando que me encuentre con la persona adecuada, encuentre los libros adecuados, y
tenga las experiencias por las que necesito pasar.
Pero todo esto necesita mi colaboración. La última frase parece contradictoria, afirmando que Jesús
necesita mi ayuda para conducirme de regreso a donde la jornada comenzó. Pero tiene sentido, pues
como el Curso dice todo el tiempo, lo único importante es mi pequeña dosis de buena voluntad. Él
me lleva, él no me obliga. Mi ayuda consiste en estar dispuesto a seguirle, parándome de vez en
cuando para escuchar sus instrucciones. Y mi ayuda consiste en hacer la práctica que él me dice que
haga.
¡Me doy cuenta de que él me está llevando hacia atrás! A donde empezó el viaje, para que yo pueda
“llevar a cabo otra elección” (7:5). Todo su trabajo conmigo es hacerme regresar al momento en que
tomé una decisión equivocada, para que ahora pueda tomar una decisión diferente. No hay nada que
no se pueda cambiar. Incluso la decisión que empezó esta pesadilla puede deshacerse, y será
deshecha, y ha sido deshecha. Él nos está guiando “en (nuestros) primeros e inciertos pasos de
ascenso por la escalera que la separación (nos) hizo descender” (T.28.III.1:2). Cada decisión
equivocada que le permito que deshaga hoy, es otro paso en la escalera de ascenso a la memoria de
mi estado original, a la memoria del hecho de que “Dios es sólo Amor y, por tanto, eso es lo que soy
yo”.
Damos los milagros que hemos recibido, y cuando lo hacemos, recordamos que ya estamos en el
hogar, y que el miedo es el extraño.
LECCIÓN 176
-
25 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(161) “Dame tu bendición, santo Hijo de Dios”
(162) “Soy tal como Dios me creó”
Instrucciones para la práctica
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Ver las instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 8 de la Introducción al Quinto Repaso:
Nuestras prácticas de alguna manera liberan al Cristo en el mundo. Abrir nuestra mente al Espíritu
Santo nos deja dispuestos como canales para aquellos a nuestro alrededor. Por supuesto, el Espíritu
Santo es “Aquel que ve tu extrema necesidad, y que conoce la respuesta que Dios le ha dado” (8:1).
Creo que una de las cosas que hace que el Curso sea tan extraordinario es el modo en el que
reconoce nuestra “extrema necesidad” y sin embargo afirma que en realidad no tenemos
necesidades. Es como si nos dijera: “Sé que el mundo del dolor y la pérdida es sólo una ilusión y
nada por lo que debas preocuparte, pero también sé que para ti es muy, muy real, y estoy dispuesto a
trabajar contigo partiendo de esa base.
Claramente, se nos anima a desarrollar una relación con Jesús y el Espíritu Santo. “Juntos
repasaremos estos pensamientos” (8:2). “Juntos les dedicaremos nuestro tiempo y esfuerzos” (8:3).
No somos individuos practicando un tipo de manipulación mental; nos estamos comprometiendo a
una relación, una aventura de colaboración:
La curación no procede de nadie más. Tienes que aceptar dirección interna. La
dirección que recibas no puede sino ser lo que quieres, pues, de lo contrario, no tendría
sentido para ti. Por eso es por lo que la curación es una empresa de colaboración. Yo
puedo decirte lo que tienes que hacer, pero tú tienes que colaborar teniendo fe en que
yo sé lo que debes hacer. (T.8.IV.5-9)
Así que estamos repasando estos pensamientos con él. No estamos pensando en ellos por nuestra
cuenta, sino escuchando esa guía desde dentro mientras pensamos en ellos.
“Y juntos se los enseñaremos a nuestros hermanos” (8:4). ¿Te has dado cuenta de que casi cada vez
que le Curso habla acerca del proceso que estamos pasando, termina con algún aspecto de compartir
o extensión, algún modo de dar a nuestros hermanos lo que nosotros hemos recibido? El Curso no es
un camino personal de salvación. Lo que es más, enseña que no existe la salvación individual,
porque “el individuo” es una ilusión. No estamos solos. No somos individuos separados que pueden
salvarse individualmente. Somos partes de un todo, y cuando empezamos a recibir lo que el Espíritu
Santo tiene que enseñar, debemos compartirlo, porque compartir es lo que Él enseña. “Enseñar con
acciones o con pensamientos; con palabras o sin ellas; en cualquier lenguaje o sin lenguaje; en todo
lugar o momento, o en cualquier forma” (M.1.3:6).
Enseñamos porque el todo no está completo hasta que todos estén incluidos. Tal como Jesús no está
completo sin nosotros, nosotros no estamos completos sin nuestros hermanos. Como Jesús, nosotros
podemos reconocer que lo tenemos todo en nosotros mismos y al hacerlo, reconocer que nuestros
hermanos lo tienen todo. El estado de estar completo está ahí, pero sin admitirlo ni reconocerlo:
“Soy tal como Dios me creó”, como nos lo recuerda una de las dos ideas del repaso. “Nuestro hogar
ancestral… se ha mantenido a salvo de los azotes de éste, así como inmaculado y seguro, tal como
será cuando al tiempo le llegue su fin” (8:8). No lo podemos perder, pero hemos perdido la
consciencia de él, y esa consciencia es lo que compartimos con los demás.
Cuando empezamos a aceptar que nada nos falta, nos convertimos en recordatorios para todos de
que tampoco les falta nada, y de que lo compartimos todo con todos. No hay necesidad de
“predicar”, ni de un grupo espiritual selecto diciéndole al resto del mundo “cómo es”. Es la feliz
comunicación de que “Tú eres completo, como yo. Soy tal como Dios me creó, y tú eres tal como
Dios te creó”. Venimos a nuestros hermanos no como superiores, sino pidiéndoles que nos den su
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bendición, reconociéndoles como el Hijo de Dios que son, junto con nosotros: “Dame tu bendición,
santo Hijo de Dios”.
Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno
contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno
reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo.
(L.37.3:1-2)
LECCIÓN 177
-
26 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(163) “La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre”
(164) “Ahora somos uno con Aquel que es nuestra Fuente”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 9 de la Introducción al Quinto Repaso:
Cuatro días más de este repaso, cuatro días más de nuestro “regalo” a él. Por supuesto, cada
momento en que nos conectamos con nuestra mente recta, cada momento que entramos en el
instante santo, es un regalo también. Este párrafo tiene un maravilloso sabor de ello: nuestro
escuchar sus palabras, nuestro darlas al mundo, Cristo trabajando a través de nosotros para salvar al
mundo, caminar con él a Dios, coger la mano de nuestro hermano mientras caminamos. Una
maravillosa energía que nos une, todos parte del todo que es nuestro Ser, que procede de Dios. La
energía viene a nosotros, y a través de nosotros a nuestros hermanos, y a través de ellos a nosotros,
uniéndonos a todos juntos en la estructura divina. Somos uno con Aquel que es nuestra Fuente.
“Pues esto es lo único que necesito: que oigas mis palabras y que se las ofrezcas al mundo. Tú eres
mi voz, mis ojos, mis pies y mis manos, con los cuales llevo la salvación al mundo” (9:2-3). Éste es
el verdadero propósito de mi existencia y de mi experiencia aquí en el mundo. Puedo sentir
confusión, día a día, acerca de mi propósito y la forma que está tomando. Puedo tener mis dudas
acerca de aquellos con los que me estoy relacionando ahora, preguntándome cómo demonios pueden
ser parte de un plan divino. Puedo preguntarme eso mismo acerca de mí. Pero Jesús habla con estas
palabras del Curso: “Mi única necesidad eres tú. Necesito tu presencia física para llegar a través de ti
a aquellos que están perdidos en la ilusión de los cuerpos”.
¿Cómo puede ser posible? ¿Cómo, en el lío en el que estoy metido, puede suceder esto? No lo sé.
Pero confío en que el Espíritu Santo lo sabe. Todo lo que tengo que hacer es estar disponible, estar
dispuesto a que eso suceda. Que recuerde que estos pensamientos de ansiedad, duda, falta de
confianza, y tristeza, son sólo formas de la creencia en la muerte; y que los abandone, poniéndolos
en Sus manos. Que me ponga yo también en Sus manos, recordando que soy uno con Aquel que es
mi Fuente, soy Amor al igual que Dios, soy una extensión de Su Ser, como todos lo somos. Si puedo
creer esto, soy libre.
Donna Cary ha escrito una canción maravillosa, una de las muchas basadas en su experiencia con el
Curso. El estribillo repite una y otra vez: “Él me está pidiendo que me entregue a Él. Llamándome
para que me entregue a Él”. La canción habla del miedo que surge cuando oímos esta llamada.
¿Puedo decir hoy: “Él me necesita. Quiere mis manos, mis pies, mis ojos, y mi voz. Padre, tengo
miedo, pero aquí estoy. Úsame.”? Que yo sea el instrumento de Su paz. O, en las palabras de una
poeta cristiana del siglo pasado, Amy Carmichael:
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Ama a través de mí, Amor de Dios.
Hazme como tu aire claro,
A través del cual pasan los colores libremente,
como si no estuviera ahí.
“Dios es sólo Amor y, por tanto, eso es lo que soy yo”. Que ese Amor se extienda a través de mí
libremente y sin obstáculos. Que yo sea claro y puro. Recuérdame, Dios, que yo soy libre hoy, que la
muerte no existe, que nada se opone al Amor o a la Vida. Que mi vida sea una expresión de esa
verdad.
LECCIÓN 178
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27 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(165) “Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios”
(166) “Se me han confiado los dones de Dios”
Instrucciones para la práctica
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Comentario
Párrafo 10 de la Introducción al Quinto Repaso:
La práctica del Libro de Ejercicios está pensada no sólo para producir un nuevo sistema de
pensamiento sino también una experiencia: “una experiencia que es nueva para ti, aunque tan
antigua como el tiempo e incluso aún más antigua” (10:1). ¿Cómo puede ser una experiencia más
antigua que el tiempo? ¿Cómo sino siendo parte de la eternidad? “El instante santo se extiende hasta
la eternidad y hasta la Mente de Dios” (T.15.V.11:5). “El instante santo es una miniatura de la
eternidad” (T.17.IV.11:4). Estos momentos que pasamos en quietud con Dios son oportunidades de
salirnos del tiempo y entrar en la eternidad, lo que aquí experimentamos es más antiguo que el
tiempo, increíblemente antiguo y, sin embargo, presente ahora mismo, siempre presente.
Estamos sintiendo nuestro Ser. “Santificado sea tu nombre e inmaculada tu gloria para siempre”
(10:2-3). Esta palabras nos suenan (si tu formación es cristiana, en todo caso) como si hablaran de
Dios. Sin embargo, hablan de ti y de mí. ¿Cómo es sentir esa experiencia? ¿Cómo es conocerte a ti
mismo como uno a los que estas palabras pueden aplicarse, uno a quien se le han confiado los dones
de Dios? No creo que las palabras puedan expresarlo, aunque muchos lo han intentado. Lo que se
necesita es una experiencia; luego, las palabras sobran.
“Existe una clase de experiencia tan diferente de todo lo que el ego pudiera ofrecerte que nunca más
querrás volver a encubrirla u ocultarla” (T.4.III.5:1). Eso es lo que buscamos en estos momentos de
quietud. No desesperadamente ni ansiosamente, no con preocupación o miedo de que no nos venga,
sino con paz, en silencio, con confianza. No podemos obligarla a que suceda, únicamente podemos
“dejar” que suceda. No buscamos añadirnos nada a nosotros mismos, simplemente buscamos dejar
de negar el Pensamiento de Dios, que es la pura verdad acerca de lo que somos.
En este momento podemos sentir que nuestra “plenitud ahora es total, tal como Dios lo dispuso”
(10:4). Una vez que has conocido tu propio estado de que nada te falta, ¿por qué ibas a querer de
nuevo taparlo o esconderlo? Únicamente la mentira de que eres algo que no quieres conocer podría
haberte convencido para que lo escondieras. Fuera del instante santo, nuestro Ser está rodeado por
un anillo de miedo, tenemos miedo de acercarnos al Ser porque nos hemos engañado al creer que lo
que encontraremos es aterrador.
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El tiempo que parece ser necesario para encontrar el instante santo no se debe a que sea misterioso y
difícil de alcanzar, el tiempo es sólo la medida de nuestro miedo a nuestro Ser. Es necesario este
tiempo para acallar dulcemente nuestros miedos, hasta que estemos listos para encontrar el Ser que
está más allá del tiempo, más antiguo que el tiempo, completo y que nada le falta tal como Dios Lo
creó. Este Ser es el Pensamiento de Dios. No somos conscientes de nuestro Ser porque hemos
negado este Pensamiento. Nuestra experiencia de nuestro Ser es sólo el final de nuestra negación. El
Ser no cambia, no viene y se va. Simplemente es.
En este Ser completamos Su extensión con la nuestra (10:5). La extensión creadora de Dios se
completa cuando nosotros, a nuestra vez, nos extendemos. El Amor que nos creó ahora fluye a
través de nosotros para darles alegría a otros. Estamos practicando lo que siempre hemos conocido,
lo conocíamos antes de que la verdad original pareciera desaparecer dentro de la ilusión, y la
conoceremos de nuevo. En el instante santo la conocemos ya, ahora mismo. Y lo que conocemos es
esto: Se nos han confiado los regalos de Dios. Nuestro darlos completa Su dar. “Y le recordamos al
mundo que está libre de toda ilusión cada vez que decimos: Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo
que soy yo.” (10:7-8).
LECCIÓN 179
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28 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(167) “Sólo hay una vida, y ésa es la vida que comparto con Dios”
(168) “Tu gracia me es dada. La reclamo ahora”
Instrucciones para la práctica
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Comentario
Párrafo 11 de la Introducción al Quinto Repaso:
El párrafo trata una vez más sobre los detalles de la práctica del Libro de Ejercicios. No pretendo
criticar este punto, pero como estoy siguiendo el contenido de esta Introducción, la importancia no
se la doy yo sino el Curso mismo.
El Libro de Ejercicios da mucha importancia a la repetición de las ideas que presenta. La repetición
es una de las técnicas fundamentales para el entrenamiento mental que apoya. Si vamos a hacerlo
como nos indica (y soy el primero en admitir que me quedo muy corto en hacerlas) pasaremos cinco
minutos por la mañana y por la noche pensando en el pensamiento central, siendo mejor todavía si
dedicamos más tiempo, hasta media hora. Lo recordaremos cada hora, y utilizaremos el pensamiento
central: “Dios es sólo Amor y, por tanto, eso es lo que soy yo”, para envolver los dos pensamientos
que estamos repasando en el día.
Ésta no es una idea extraña o excesiva. La repetición de pensamientos espirituales es frecuente en
muchas religiones. Incluso me encontré con ello en el cristianismo fundamentalista. Un maestro en
una clase nocturna a la que asistí una vez en el Instituto Moody de la Biblia en Chicago, en 1959,
enseñaba a sus estudiantes lo que él llamaba meditación bíblica. La idea general era aprender de
memoria versículos de la Biblia para tenerlos en la mente cuando fuera necesario, y pensar en ellos
durante el día: al levantarte, mientras ibas de un sitio a otro, cuando te sentabas a hacer algo, cuando
ibas en el tren o en autobús, y de nuevo por la noche antes de dormir. Explicaba la meditación como:
“Compartir con el Señor Su propia Palabra, a modo de oración, y aplicándola a la propia vida”. Este
maestro afirmaba que este tipo de meditación había cambiado su vida por completo.
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También cambió la mía. Con el tiempo me aprendí de memoria más de mil versículos de la Biblia.
Me sabía capítulos enteros de memoria, palabra por palabra. Estoy seguro de que la práctica es lo
que, finalmente, me llevó más allá de las limitaciones del fundamentalismo.
Todavía recuerdo una de las primeras veces que reservé un rato para meditar justo antes de dormir.
Me senté durante cinco o diez minutos, pensando en los versículos del día, convirtiéndolos en una
oración, uniéndome a Dios con ellos, aplicándolos a mi vida. Luego me quedé dormido con las
palabras todavía rondando por mi mente.
A la mañana siguiente, me desperté y permanecí tumbado en ese estado medio despierto antes de
abrir los ojos. Y allí en mi mente, como un mantra, las palabras seguían repitiéndose. Creí entonces,
y lo creo ahora, que habían estado sonando una y otra vez en mi mente durante toda la noche como
un disco rallado. Aquella mañana me desperté con una alegre explosión de fe, dándome cuenta de
que estaba alimentando a mi mente con pensamientos nutritivos.
Es maravilloso encontrar las palabras del Curso surgiendo en tu mente de repente durante el día, o
cuando te despiertas. Pero eso no sucede con pocas repeticiones. Sin la práctica de estos
pensamientos, el disco rallado que da vueltas sin parar en nuestra mente es algo muy distinto, porque
ya hemos entrenado a nuestra mente muy bien pero con los pensamientos equivocados. Se necesita
un esfuerzo consciente, elegir una y otra vez recordar los pensamientos del día y repetirlos, pensar en
ellos, y aplicarlos a nuestra vida. Éste es un curso en entrenamiento mental, y “entrenamiento”
significa “entrenamiento”.
Cuando entremos con entusiasmo en el entrenamiento, habrá resultados. “Habremos reconocido que
las palabras que decimos son verdad” (11.5). Así que, recordemos hoy, y a menudo, que “Sólo hay
una vida, y ésa es la vida que comparto con Dios”. Repitámonos continuamente a nosotros mismos:
“Tu gracia me es dada. La reclamo ahora”.
No te desanimes si lo olvidas. Yo todavía lo olvido a menudo. Pero lo recuerdo más a menudo que
antes. Si hasta ahora no has hecho nada más que leer la lección por la mañana, si hoy te acuerdas una
sola vez a lo largo del día, o si dedicas unos pocos minutos antes de dormir, dale gracias a Dios.
Intenta acordarte una vez más que ayer. Si ayer te olvidaste por completo, entonces decídete a
acordarte por lo menos una vez. Cada vez que te acuerdas es un gran paso adelante.
El párrafo del que trataremos mañana me recuerda que las palabras son sólo ayudas, y que la
práctica es únicamente un medio para producir una experiencia. No hagas un ritual de la práctica, la
experiencia es lo que cuenta.
LECCIÓN 180
-
29 JUNIO
“Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo”
(169) “Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado”
(170) “En Dios no hay crueldad ni en mí tampoco”
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en el Quinto Repaso
Comentario
Párrafo 12 de la Introducción al Quinto Repaso:
Ayer pensamos de nuevo sobre los medios de practicar que se nos enseñan, las repeticiones
frecuentes de los pensamientos del día. El párrafo de hoy nos recuerda que las palabras son sólo
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ayudas. Su propósito es simplemente “recordarle a la mente su propósito, según lo dicte la
necesidad” (12:1). El propósito es la experiencia, la unión con Dios que sentimos cuando vamos a
los instantes santos. “Ponemos nuestra fe en la experiencia que se deriva de las prácticas, no en los
medios que utilizamos” (12:2).
¿Cuál es el propósito de la mente que se nos está recordando? Es recordar Quién somos, y
compartirlo con el mundo, recordando a los otros su verdadero Ser, que comparten con nosotros. La
repetición de las palabras nos trae esta memoria de un Ser que está en unión constante con Su Padre
y Consigo Mismo, que es la extensión de Su Padre. La meta de nuestra práctica es sentir ese estado
de mente recta, de unidad, aunque sólo sea por un momento. Estamos recordando que lo que somos
es únicamente Amor, porque eso es todo lo que Dios es. Si eso es así, no puede haber crueldad en
Dios ni tampoco en nosotros.
La experiencia del Ser es lo que nos trae la convicción (12:3). Las palabras “Dios es sólo Amor y,
por tanto, eso es lo que soy yo” o “Por la gracia vivo” no nos traen convencimiento ni certeza. La
experiencia de ello no sólo puede traer el convencimiento sino que lo trae. La meta de la práctica es
ir de las palabras a la experiencia, a “su significado, el cual está mucho más allá de su sonido”
(12:4).
¿Cómo sucede eso? No puedo decírtelo, nadie puede. Pero puedo decirte que de verdad sucede. No
sucederá sin la práctica. La práctica no hace que suceda, pero prepara a la mente. Abre la puerta.
Limpia a la mente con pensamientos completamente puros, y la prepara para la experiencia que
siempre está ahí, siempre esperando. Y en esa experiencia, encontramos nuestro descanso.
INTRODUCCIÓN A LAS LECCIONES 181 A 200
30 Junio a 19 Julio
Recordarás que se nos ha dicho dos veces que ahora estamos preparándonos para la Segunda Parte
del Libro de Ejercicios. Esta Introducción nos explica más concretamente cómo las siguientes veinte
lecciones están planeadas para prepararnos.
Lo primero de todo, el propósito global es fortalecer nuestro compromiso y unificar nuestras metas
en un solo propósito. La meta inmediata de practicar estas lecciones es la experiencia de la paz, la
liberación y libertad que el compromiso unificado puede traer, instantes santos en los que tenemos
un anticipo de la mente recta.
El método de hacer que esa experiencia sea fácil de conseguir es estar alerta a los obstáculos a ella
que todavía quedan, con la intención de quitar esos obstáculos, aunque sea por un corto tiempo.
Si la meta total es confirmar nuestro deseo de comprometernos más fuertemente con el camino del
Curso, entonces está claro que el Libro de Ejercicios está reconociendo que en este momento, a
mitad del Libro de Ejercicios, probablemente todavía no nos hemos decidido del todo, y que nuestro
compromiso es menos que total. “No se te pide que tu dedicación sea total todo el tiempo todavía”
(1.2). Probablemente hay algunos de entre nosotros que se sienten muy aliviados al oír eso. Tenemos
que tener en cuenta esa palabra “todavía”, indicando que “dedicación total todo el tiempo” está en
algún momento de nuestro futuro, es a donde se nos está llevando. Pero no deberíamos reñirnos por
no tener esa dedicación total ahora.
Lo que se nos pide es que practiquemos. La experiencia del instante santo en este punto de nuestro
crecimiento espiritual se espera que tenga lugar “aunque sólo sea de manera intermitente” (1.3).
Fíjate en que es algo que se repite varias veces en estos tres párrafos. Vamos a trascender esos
obstáculos, “aunque sólo sea brevemente” (2:2). Nos proponemos ir más allá de todas las defensas
“por un breve intervalo cada día” (3:4). Cada día, practicamos evitar un bloqueo importante a la
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consciencia de la presencia del amor, aunque sólo sea por unos instantes. No tenemos que
preocuparnos por hacer de éste nuestro estado mental permanente, todavía no. Es la experiencia
acumulada de estos instantes santos la que nos dará la motivación para esa dedicación total, sin la
experiencia acumulada no estamos suficientemente motivados.
Experimentar eso es lo que hará que estés completamente dispuesto a seguir el camino
que este curso señala. (1.4)
Tu motivación se intensificará de tal manera que las palabras dejarán de ser relevantes.
Sabrás con certeza lo que quieres y lo que no tiene valor. (2:5-6)
No se te pide nada más porque no se necesita nada más. Ello será suficiente para
garantizar que todo lo demás llegue. (3:5-6)
En el Capítulo 13 del Texto se nos dice: “Alégrate de que tu función sea curar” (T.13.VIII.7:1).Y
según avanzamos a lo largo del Libro de Ejercicios, tenemos que alegrarnos de practicar, que es lo
mismo. Nuestra experiencia de la gracia en esta etapa puede ser intermitente todavía, sólo un
momento cada día, eso vale, y podemos estar en paz si así es. Sólo ese poco cada día será suficiente
para garantizar que llegará lo que falta, por eso no hay que tener miedo ni desanimarnos. Con hacer
la práctica, la iluminación vendrá sin ninguna duda, ésa es la promesa que aquí se hace.
LECCIÓN 181 -
30 JUNIO
“Confío en mis hermanos, que son uno conmigo”
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora,
Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Dejar a un lado el obstáculo de la desconfianza en tus hermanos y de abarrotar nuestra
mente en metas futuras o pasadas. Esto aumentará tu motivación y fortalecerá tu compromiso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Deja de concentrarte en los pecados de los otros. Deja a un lado tus creencias y tus metas
pasadas y futuras.
Estate decidido a una cosa: a mirar a tu propia santidad. Confía en esta experiencia que estás
pidiendo.
Si piensas en el pecado de un hermano, que te produce enfado y te bloquea el camino, di:
“No es esto lo que quiero contemplar. Confío en mis hermanos, que son uno conmigo”.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Respuesta a la tentación: Si piensas en los pecados de un hermano, di de inmediato: “No es esto lo
que quiero contemplar. Confío en mis hermanos, que son uno conmigo”.
Comentario
Esta lección no trata de animar una ceguera ingenua a los defectos de la gente. No dice que dejes la
casa y el coche abiertos ni el dinero en el suelo de la calle, confiando en que nadie te lo va a robar.
Sino que habla de lo que está más allá de los errores (sus egos) para ver su perfecta inocencia. Habla
de ser consciente de los errores de una persona (teniéndolos en cuenta con fines prácticos), mientras
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que al mismo tiempo los pasamos de largo manteniendo su perfecta inocencia en nuestra mente. No
viendo los errores como pecados que tienen que ser condenados y castigados. Como mi amiga
Lynne dijo una vez acerca de un hombre que había sido grosero con ella: “Puedo amar a una
serpiente de cascabel, pero eso no significa que tenga que dormir con ella”.
El obstáculo que esta lección nos está ayudando a vencer (aunque sea por poco tiempo) es nuestra
atención a los pecados de nuestros hermanos. La lección nos dice que no busquemos los errores de la
gente, sino lo que está bien. El asunto es que, al centrarnos en los errores de otros, no podemos ver
su verdadero Ser y, de ese modo, tampoco no podemos ver el Ser dentro de nosotros. Si no puedo
pasar por alto los errores de mis hermanos, no puedo pasar por alto los míos. “La percepción tiene un
enfoque” (2:1). Necesitamos cambiar nuestro enfoque, nuestra atención. “Deja de concentrarte en
los pecados de tu hermano, y experimentarás la paz que resulta de tener fe en la impecabilidad”
(2:5). Recuerda el propósito de estas veinte lecciones: eliminar un obstáculo y, así, experimentar
algo diferente, en este caso “la fe en la perfecta inocencia”.
Como dijo la Introducción, ¡no estamos intentando hacer esto todo el tiempo! (todavía no) ¿Tienes a
alguien a quien no puedes perdonar? ¿Qué tal si tratas de perdonarle, sólo durante cinco minutos?
Sólo durantes unos momentos estate dispuesto a abandonar tus juicios sobre él, olvidar el pasado y
olvidar el futuro, y buscar la inocencia en él, verle como un santo Hijo de Dios, merecedor de todo
Su Amor. ¿Qué tal si intentas, aunque sólo sea durante cinco minutos, desear esta experiencia? No te
preocupes por el hecho de que en el último mes, o año, o el tiempo que haya sido, has querido
matarle; no te preocupes por el hecho de que dentro de diez minutos estarás imaginándote que le
llegará lo que se merece. Quizá te lo imaginarás. “¿Por qué habría de ser esto motivo de
preocupación? (5:1). Las preocupaciones por el pasado o por el futuro “no son sino defensas: para
impedir que cambiemos el enfoque de nuestra percepción en el presente” (5:3). Si, aunque sólo sea
por unos instantes, nos permitimos a nosotros mismos experimentar lo que se siente al buscar la
inocencia, dejando de lado sus pecados, esa experiencia será suficiente para motivarnos a seguir
adelante por ese camino.
Os animo a todos y a mí mismo a mantener estas instrucciones en la mente, no sólo para la lección
de hoy, sino para el resto del Libro de Ejercicios. Cuando te sientas para un instante de quietud, dejas
de lado todo lo que sentías un momento antes, y no te preocupas por cómo te sentirás después. “No
estamos interesados en metas a largo plazo” (7:2). Todo lo que buscamos es la experiencia de un
instante de liberación, porque eso es todo lo que se necesita. En cualquier momento del día podemos
pararnos y decir: “En este instante nuestra voluntad dispone lo mismo que la Suya” (9:8). Ese
instante es todo lo que se necesita.
En cierta manera, pensamos que podemos cambiar del ego más completo a la inmediata
espiritualidad. Pensamos que si pasamos cinco minutos con Dios por la mañana, debería cambiarse
completamente de inmediato. Nuestra resistencia es demasiado grande para que suceda eso, hemos
aprendido demasiado bien las lecciones del ego, y desaprenderlas necesita esfuerzo. El ego nos dice
que “No está funcionando, porque „perdonamos‟ a nuestro hermano en esos cinco minutos por la
mañana y pasamos la mayor parte del día imaginando modos de hacerle sufrir”. Pero algo está
sucediendo, el ego está intentando hacernos sentir culpables porque sabe que algo está sucediendo.
Esos cinco minutos, en los que dejamos de lado nuestro juicio, nos traen una experiencia de paz
interior que nunca antes habíamos conocido, y conocemos algo que es bueno cuando lo vemos o
sentimos. Nuestra motivación para perdonar crecerá cada vez más. La experiencia de “poner fin, por
un instante, al dolor que, de concentrarnos en el pecado experimentaríamos” (7:3) será un alivio tan
grande que lo buscaremos una y otra vez, hasta que crezca y se extienda a toda nuestra mente
durante todo el tiempo. Todo lo que se necesita es estar dispuesto a practicarlo.
LECCIÓN 182 -
1 JULIO
“Permaneceré muy quedo por un instante e iré a mi hogar”
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RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora,
Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Dejar a un lado la creencia de que tu hogar está aquí en este mundo o en el hogar de tu
infancia. Ir al hogar por un instante con Cristo que es tu Ser. Esta experiencia intensificará tu
motivación y fortalecerá tu compromiso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Permanece muy quedo. Deja que el mundo se aleje de tu mente. Deja que las ideas sin importancia
pierdan el valor que les has dado en tu mente. Déjate llevar al hogar por Cristo que es tu Ser.
Quédate con Él ahí, más allá de todas las palabras, en paz perfecta y silenciosa, seguro de que estás
en tu hogar.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
(Sugerencia) Permanece muy quedo por un instante y ve al hogar con el Cristo Niño.
Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a tomar tu escudo y tu espada para
defenderte, recuerda que este Niño es tu indefensión y tu fortaleza.
Comentario
Otra lección acerca del instante santo. Date cuenta de que el hilo conductor acerca de los “instantes”,
“momentos”, e “intervalos” de silencio, quietud y retirar la atención del mundo, empezó en la
Lección 181, continúa durante casi todas las lecciones hasta la Lección 200, el final de la serie. Hasta
la tercera o la cuarta vez que hice estas lecciones no me di cuenta de que todas eran instrucciones
acerca de dedicar conscientemente cortos periodos de tiempo cada día para entrar en el instante
santo. Los temas parecen ser diferentes, pero la diferencia está en el obstáculo a nuestra consciencia
de la presencia del amor que se está teniendo en cuenta. El propósito siempre es el mismo: un corto
tiempo en el que se deja de lado ese obstáculo, y la experiencia de la nueva consciencia que viene al
eliminar ese obstáculo por un momento.
El obstáculo que hoy se tiene en cuenta es la tentación de encontrar satisfacción en este mundo, o de
sentirnos en nuestro hogar en él. Nos pasamos la mayor parte de nuestra vida intentando adaptarnos
al mundo, o adaptar el mundo a nosotros. Nos parece normal intentar estar cómodos aquí, y emplear
un montón de esfuerzos en ese intento. Esta lección nos pide que dejemos ese esfuerzo a un lado,
sólo por un momento, y que reconozcamos la voz del niño dentro de nosotros que nos está pidiendo
ir al hogar, al hogar del Cielo. Necesitamos reconocer que “Este mundo en el que pareces vivir no es
tu hogar” (1:1). Y, reconocer que esto es así, para dedicar tiempo cada día para dejar a este Niño
dentro de nosotros “descansar por un momento” (5:3) y, “unos segundos de respiro… volver a
respirar el aire santo que llena la casa de Su Padre” (5:4).
Esta lección es quizá la más hermosa y poética de todo el Libro de Ejercicios. Algunos hemos oído,
quizá, la conmovedora lectura de Beverly Hutchinson de esta lección en el casete de “La Canción
Olvidada”. Me resulta difícil oírla sin llorar, y no me importa hacerlo. Las lágrimas son buenas, pero
no son suficiente; necesitamos oír la petición y satisfacerla: “Descansa a menudo con Él hoy” (9:1).
“Ve con Él a tu hogar de vez en cuando hoy” (10:3). “Permanece muy quedo por un instante, regresa
a tu hogar junto con Él y goza de paz por un rato” (12:9).
El pensamiento de la lección de hoy ha tenido un efecto muy poderoso en mi vida. A veces cuando
me siento más hundido (deprimido, apagado, desanimado), me basta con sentarme en quietud y
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silencio diciendo: “Quiero ir a mi hogar”, para que desaparezca ese estado de ánimo y dejar que la
paz de Dios llene mi mente por completo.
Otras frases, hacia el final de la lección, han tenido un efecto igual de poderoso en mí:
Tú no has perdido tu inocencia. Y eso es lo que anhelas, lo que tu corazón desea. Ésa es
la voz que oyes y la llamada que no se puede ignorar. (12:1-4)
Cuando recuerdo estas palabras, siempre me sorprende el efecto calmante que tienen en mí. No me
había dado cuenta, hasta repetirlas, lo profundamente que creía que yo había perdido mi inocencia,
que la causa de mi depresión era una creencia escondida en mi propia pérdida de inocencia. De
repente me doy cuenta de que, sí, que esto es lo que anhelo, esto es lo que deseo de todo corazón.
Si puedes, justo ahora mientras lees esto, “Permanece muy quedo por un instante y ven al hogar
junto conmigo. ¡Es tan fácil hacerlo! ¿Por qué retrasarlo un instante más?
LECCIÓN 183 -
2 JULIO
“Invoco el Nombre de Dios y el mío propio”
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora,
Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Dejar a un lado tu defensa especial de darle valor a otros dioses, de dar valor a los ídolos
del mundo, para poder sentir el regalo de la gracia. Esta experiencia intensificará tu motivación y
fortalecerá tu compromiso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Repite la idea.
Luego siéntate en silencio y repite lentamente el Nombre de Dios, una y otra vez. Deja que
Su Nombre sea la única idea que ocupa tu mente por completo. Deja que se convierta en tu
único pensamiento, tu única palabra, el único Nombre de lo que quieres. Lámale a Dios,
dándote cuenta de que Él es todo lo que quieres invitar a tu mente y que no hay nada más a
lo que invitar.
Si entran en tu mente pensamientos de otra clase, responde con el Nombre de Dios. Date
cuenta de que los pensamientos que te distraen invitan otras cosas a tu mente, otros dioses.
Sin embargo, date cuenta de que únicamente existe un Nombre. Llámale y ve que
reemplaza a todos los miles de nombres que le has dado a tus pensamientos.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Respuesta a la tentación: (Sugerencia) Cuando te sientas tentado a darle valor a los míseros dioses
de este mundo, cuando te sientas tentado de apreciar un ídolo, repite el Nombre de Dios, y observa al
ídolo convertirse en algo no deseado y sin nombre.
Comentario
Tal como se usa en esta lección y en la siguiente, el Nombre de Dios representa Su Identidad y
nuestra identidad con Él. El Nombre de Dios no es Jehová, o Krishna, o Alá. Sin embargo cualquiera
de esas palabras puede usarse para representar a Dios. Cuando esta lección nos ruega “repite el
Nombre de Dios”, entonces ¿qué decimos? La palabra que usemos no importa, es la idea de Su
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Identidad lo que tiene que ser lo más importante en nuestra mente. Podemos decir “Dios” una y otra
vez, o “Padre”, o “Madre Divina”, o cualquier palabra que para nosotros represente mejor la
Identidad de Dios.
La práctica general que se explica en esta lección es muy parecida a las prácticas de las religiones
orientales de repetir el Nombre de Dios una y otra vez, y la intención es la misma. En las prácticas
espirituales de Oriente, esto a veces se hace cantando. Por ejemplo, a la religión Hare Krishna se la
llama así por la práctica de cantar repetidamente casi sin para “Hare Krishna. Hare Rama”, siendo
Krishna y Rama Nombres de Dios para ellos. Un grupo cristiano al que pertenecí una vez, daba la
mayor importancia a repetir las palabras “O Señor Jesús”, durante largos periodos de tiempo, con la
misma intención, y a menudo con resultados sorprendentes. Aunque este tipo de práctica no es una
de las que se le da mayor importancia en el Curso, a la vista está que es uno de los medios que ofrece
el Curso para ayudarnos a encontrar el instante santo. La única diferencia que veo aquí es que (en
5:4) las repeticiones tienen que ser silenciosas y hacerse “dentro de la mente quieta”, en lugar de en
voz alta.
Al poner toda nuestra atención en la Identidad de Dios, soltamos el agarre que todos los nombres
menores tienen en nuestra mente. Contrarrestamos la ilusión de la separación al reconocer el único
Nombre que representa a todo lo que existe: “sólo hay un Nombre para todo lo que existe y jamás
existirá” (8:5).
En esta lección se le atribuyen muchos resultados a repetir el Nombre de Dios: nos recuerda nuestra
identidad con Él (1:5), invita a los ángeles a que nos rodeen y nos mantengan a salvo, reconociendo
la santidad que compartimos con Dios (2:2), hace que el mundo abandone las ilusiones (3:1), hace
que se derrumben todos los ídolos (4:1,3-4), invoca a nuestro Ser, la extensión de Dios que somos
(5:1), reconoce a Dios como el único Creador de la realidad (8:1).
También se nos anima a hacer esta práctica con alguien más, sentados juntos en silencio y repitiendo
el Nombre de Dios en nuestra mente; esto parece tener un mérito especial pues con ello edificamos
“ahí un altar que se eleva hasta Dios Mismo y hasta Su Hijo” (5:4). Que yo sepa éste es el único
lugar en el Curso en el que se menciona la meditación con otro, pero está muy a favor de ello, e
indica que hay un valor añadido en juntarse con otros para meditar.
La idea principal de la práctica parece ser que el pensamiento de Dios reemplaza a cualquier otra
idea en nuestra mente; y si entran otras ideas, podemos responder a ellas con el Nombre de Dios
(8:3-5). En lugar de orar por cosas concretas, o por personas concretas (todas ellas tienen nombres
que las diferencian y separan de todo lo demás), repetimos el Nombre de Dios que las incluye a
todas ellas. “No se necesita más oración que ésta, pues encierra dentro de sí a todas las demás”
(10:2). Mientras repetimos el Nombre de Dios, podemos cambiar nuestro estado mental para sentir
el regalo de la gracia (9:1); finalmente venimos a un lugar donde “El universo consiste únicamente
en el Hijo de Dios, que invoca a su Padre” (11:4).
LECCIÓN 184 -
3 JULIO
“El Nombre de Dios es mi herencia”
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora,
Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Renunciar a la herencia que te has dado a ti mismo: una colección de cosas separadas
con nombres separados; y al hacerlo, sentir el Nombre que Dios te ha dado como tu verdadera
herencia. Esta experiencia intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso. No puedes
fracasar hoy.
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Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Repite la idea.
Deja que tu mente acepte el Nombre que Dios te ha dado. Ésta es la respuesta a la
lamentable herencia que te has fabricado para ti mismo. Usa sólo este Nombre en tus
prácticas. Si te vienen a la mente otros nombres, responde con este Nombre. Date cuenta de
que todos los otros nombres no se refieren a nada que sea real o que tú quieras.
Observaciones: Necesitas este tiempo en el que abandonas la oscura prisión del mundo y entras en
la luz. Aquí entiendes el Nombre que Dios te ha dado, la única Identidad que todas las cosas
comparten. Y luego regresa a la oscuridad, usando los nombres del mundo de la oscuridad, para
declarar que no es real.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Respuesta a la tentación: (Sugerencia) Cuando te sientas tentado a pensar que el nombre de alguien
le define como un ser separado, aplícale en silencio el Nombre de Dios.
Comentario
Hay mucho en lo que pensar en esta lección. La manera en que los nombres, que son símbolos, están
basados en la separación y alejamiento de las cosas. El modo en que la percepción se construye
mediante estos nombres y diferencias. El modo en que todo esto nos obliga a ver la totalidad como
un enemigo. El modo en que el aprendizaje del mundo consiste principalmente en aprender todos
estos nombres y los modos de clasificar y separar las cosas.
Todo esto es lo contrario a la realidad que está representada por el Nombre de Dios. El Nombre de
Dios representa a la totalidad, a la unidad, “la única Identidad que comparten todas las cosas” (10:2).
Nuestra percepción nos ha enseñado una ilusión, basada en miles de nombres de partes separadas
que vemos como cosas separadas; sin embargo, la realidad es la Totalidad, sin diferencias, sin
separación. La imagen de partes que nos hemos fabricado nos oculta la realidad de la Totalidad.
Entonces, ¿tenemos que intentar dejar a un lado completamente nuestra percepción de partes con
nombres separados, y vivir viendo sólo la Unidad? ¿Está “mal” que usemos los nombres y símbolos
del mundo, y que actuemos como si Juanita fuese diferente de Pepito? ¿Tenemos que tratar a un
pájaro como a nuestro propio hijo? No. La lección afirma la verdad absoluta, pero no insiste en que
intentemos que este mundo encaje en esa imagen.
Primero, dice muy claramente que aprender todos los nombres y símbolos de la separación “es una
fase de aprendizaje por la que todo el que viene aquí tiene que pasar” (7:2). Como han dicho algunos
maestros de psicología transpersonal (la rama de la psicología que enseña que la totalidad original va
más allá del desarrollo del ego individual), no puedes ir más allá del ego hasta que has desarrollado
un ego sano. El desarrollo del ego parece ser un paso necesario en nuestro crecimiento total. Los
niños tienen que convertirse en egos adultos sanos antes de que tener éxito en ir más allá del ego. Si
un adulto todavía está luchando con problemas del desarrollo de la personalidad que deberían
haberse solucionado en la infancia o en la adolescencia, en un desarrollo “normal”, esos problemas
necesitan tratarse en su propio nivel antes de que la persona busque dejar de lado al ego por
completo.
Aquí estoy aplicando a la lección gran cantidad de cosas, y expresando lo que puede considerarse
opiniones, no necesariamente algo que el Curso enseña. Pero pienso que esta sección da a entender
esto: todos tenemos que pasar por la etapa de “la enseñanza del mundo” antes de poder poner en
duda todas sus enseñanzas. No queremos “quedarnos cortos”como la enseñanza del mundo (7:4),
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pero parece que tenemos que pasar por ella. “Debidamente empleado, puede servir como punto de
partida desde donde se puede comenzar otro tipo de aprendizaje” (7:5).
No sólo tenemos que pasar todos por el tipo de aprendizaje del mundo como punto de partida, sino
que después de “ir más allá de los símbolos del mundo”, todavía hay una razón para que sigamos
usándolos: tenemos una función docente (9:1). Por ejemplo, todavía llamas a las personas por su
nombre, las tratas como individuos con necesidades individuales, pero “no te dejes engañar” por
estas diferencias aparentes (9:3).Los nombres y símbolos del mundo son necesarios para la
comunicación, pero “no son sino medios a través de los cuales puedes comunicarte de manera que el
mundo te pueda entender, pero reconoces que no son la unidad en la que puede hallarse la verdadera
comunicación” (9:5). Usamos los símbolos del mundo para comunicar el hecho de la Totalidad,
usamos los símbolos para deshacer los símbolos.
Éste es un juego complicado. Permanecer en el mundo y jugar con las reglas de la separación, por
así decirlo, hace que nos olvidemos de la realidad que estos símbolos de la separación nos están
ocultando. ¡Por eso precisamente es tan importante la práctica de los instantes santos!
Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo
se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del
sol y olvidarte de la oscuridad. Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha
dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reconocimiento de lo que es
verdad. Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para
proclamar su irrealidad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por
la oscuridad. (10:1-3)
Practicar con el Nombre de Dios nos permite abandonar “todas las separaciones insensatas que nos
mantenían ciegos” (14:3). En nuestros momentos de quietud recordamos la Totalidad y olvidamos
las diferencias. Podemos ver diferencias todavía, pero lo que vemos no afecta a la verdad en absoluto
(13:3). Todas las cosas siguen teniendo el Único Nombre. En nuestras prácticas renovamos esta
consciencia, y luego “volvemos a la obscuridad”, volvemos al mundo de símbolos y sueños para
revelarle la realidad que hemos experimentado en el instante santo.
Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y
Contigo que eres su único Creador. (15:1-2)
LECCIÓN 185 -
4 JULIO
“Deseo la paz de Dios”
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora,
Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Ir más allá de los sueños que todavía deseas y reconocer que verdaderamente quieres la
paz de Dios. Sentir Su paz intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso. No puedes
fracasar hoy.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Busca en tu mente cuidadosamente para encontrar los sueños que todavía valoras. Olvida
las palabras, ¿qué es lo que desea tu corazón de verdad? ¿Qué crees que te consolará y te
hará feliz? No escondas ningún sueño, sácalos todos a la luz.
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De cada sueño que así destapes, pregúntate: "¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de
la paz de Dios?”
Después de esto, practica y reconoce que dices de todo corazón las palabras de la idea de
hoy: “Deseo la paz de Dios”.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Respuesta a la tentación: (Sugerencia) Cuando sientas la tentación de querer otra cosa distinta a la
paz de Dios, di: "¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?” Luego intenta
reconocer que lo que de verdad quieres es la paz de Dios.
Comentario
Resulta curioso que una lección sobre la paz de Dios caiga en el día que se celebra una revolución
(el Día de la Independencia, en los Estados Unidos). El sacerdote de la Unidad de nuestra localidad
sugirió que en lugar del Día de la Independencia, deberíamos celebrar el “Día de la Dependencia
Interior”, que pensé que era un juego de palabras simpático y muy adecuado.
Esta lección enseña dos cosas aparentemente opuestas. Primero, nos enseña que todavía no decimos
de corazón: “Deseo la paz de Dios”. Pues si lo deseáramos de verdad, la tendríamos. “No hay nadie
que pueda decir estas palabras de todo corazón y no curarse” (2:1).
Son muchos los que han dicho estas palabras. Pero ciertamente son muy pocos los que
las han dicho de todo corazón. No tienes más que contemplar el mundo que ves a tu
alrededor para cerciorarte de cuán pocos han sido. (2:6-8)
Ciertamente, no tienes más que observar las noticias de la noche. O pasar un día en tu trabajo.
Segundo, nos enseña que, a pesar de nuestra dedicación a otras cosas distintas de la paz, en nuestro
corazón queremos la paz de Dios. Todos nosotros. “Deseamos la paz de Dios. No es éste un deseo
vano” (7:2-3). “Deseas la paz de Dios. Y eso es lo que desean también todos los que parecen ir en
pos de sueños” (10:1-2).
La tarea que el Curso nos pone es descubrir y aceptar estos dos hechos. Aceptarlos completamente,
hay que aceptar que son verdad en todos, no sólo en nosotros. Esto es universalmente verdad, un
hecho que es cierto. Es verdad, como lo afirma la línea de la cita que acabo de mencionar, incluso de
aquellos que parecen buscar otra cosa distinta. Puede que no se den cuenta de que la paz de Dios es
lo que verdaderamente quieren, pero así es (10:4). Nuestro trabajo al relacionarnos con otros es
recordar este deseo universal de todos los corazones, y unirnos al deseo de la otra persona, aunque
ellos no se den cuenta del deseo.
Podemos creer firmemente que nosotros, y todo el mundo, queremos la paz de Dios por encima de
todas las cosas. Tenemos que admitir que hemos creído tontamente que queríamos algo más que la
paz. Pues si queremos sólo la paz, tendremos sólo paz; así es como funciona el poder de nuestra
mente. Así que, debe haber algo que hemos valorado más que la paz. Entonces, nuestro primer
trabajo es descubrir estos deseos, examinarlos honestamente, reconocer que sólo son deseos tontos, y
abandonarlos para alcanzar la paz.
Queremos las cosas más tontas en lugar de la paz. Veo a un niño romper a llorar y darle una pataleta
porque no puede tomar su desayuno favorito, y pienso: “La única diferencia entre él y yo es que yo
he desarrollado modos más refinados de disimular mis rabietas”. Comparto una casa con Robert
Perry, su familia y otro soltero, y tenemos invitados. He descubierto que pierdo la paz por bandejas
de helado vacías y por rollos de papel higiénico agotados. He perdido la paz por asuntos tales como
quién fue el último en sacar la basura.
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Quizá, hoy, todos podamos pararnos cuando ocurren estos “pequeños” momentos de separación, y
preguntarnos a nosotros mismos: "¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?"
(8:8) ¿De verdad es más importante un rollo de papel higiénico que la paz de Dios?
Voy a señalar otra interesante observación de esta lección. No puedes tener paz tú solo. “La mente
que desea la paz de todo corazón debe unirse a otras mentes, pues así es como se alcanza la paz”
(6:1). Para tener paz tenemos que estar dispuestos a que la otra persona entre en nuestro corazón.
Tenemos que reconocer su deseo de paz al igual que el nuestro.
La tentación siempre es pensar: “Yo quiero la paz. El problema es la otra persona”. Sin embargo,
recuerda siempre que si quieres la paz, la tendrás. Ninguna otra persona te la puede quitar. Si no
puedes estar en paz cuando la otra persona parece querer algo distinto de la paz, lo que le estás
enseñando a esa persona es que tu paz depende de que ella cambie. Esto refuerza la misma creencia
en la otra persona, y sigue creyendo que su paz depende de que cambies tú.
Nuestro trabajo es mirar más allá de los deseos competitivos de la otra persona a la realidad
universal que está debajo de todos esos deseos conflictivos. Si vamos a enseñar paz, sea cual sea la
forma en que respondamos a los demás, nuestras acciones deben expresarles a esas personas que la
paz ya está en ellos, lista para que ellos la reciban tan pronto como la deseen. Unimos nuestra
intención a lo que ellos buscan por encima de todas las cosas (10:4). Por muy escondida que parezca
estar su intención, mediante nuestra fe en ella, la hacemos salir de ellos, les damos la oportunidad de
reconocerla dentro de sí mismos y poner su mente de acuerdo con esa intención.
Es esa única intención lo que buscamos hoy al unir nuestros deseos a la necesidad de cada corazón,
al llamamiento de cada mente, a la esperanza que se encuentra más allá de toda desesperación, al
amor que el ataque quisiera ocultar y a la hermandad que el odio ha intentado quebrantar, pero que
aún sigue siendo tal como Dios la creó. (14:1).
LECCIÓN 186 -
5 JULIO
“De mí depende la salvación del mundo”
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora,
Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Abandonar los papeles que te has asignado a ti mismo que te impiden llevar a cabo tu
verdadera función; y poder oír la Voz de Dios decirte cuál es tu papel en la salvación del mundo.
Dejar atrás todas las palabras e imágenes, y llegar a la experiencia. Esto intensificará tu motivación y
fortalecerá tu compromiso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Abandona los papeles y funciones que te has dado a ti mismo y escucha la Voz de Dios que te dice
cuál es tu papel en Su plan. No dudes de tu capacidad para ello, no pienses que es imposible lo que
Él dice. Esa falsa humildad es arrogancia. Confía en que Él conoce mejor que tú: tus puntos fuertes,
tu sabiduría y tu santidad. No te aferres a las palabras ni a las imágenes que tienes de ti mismo, pero
estate dispuesto a dejarlas a un lado y alcanzar la experiencia. Siente al Espíritu Santo decirte que la
salvación necesita tu colaboración y que tienes la fortaleza para llevarla a cabo, que no eres débil, ni
ignorante, ni impotente o pecador, sino el Propio Hijo de Dios.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
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Respuesta a la tentación: Siempre que sea necesario.
Repite la idea.
Comentario
Nuestra salvación individual y nuestra felicidad depende de que aceptemos lo que esta lección
enseña: de nosotros depende la salvación del mundo. Nuestra función es salvar al mundo, llevar la
luz, la alegría y la paz de Dios a todas las mentes que están a nuestro alcance, que es un número
mayor de lo que nos imaginamos.
La lección no sólo dice que es una buena idea que aceptemos este pensamiento. Dice que esa
aceptación es fundamental para nuestra propia liberación personal:
Hay una manera, y sólo una, de liberarte del encarcelamiento al que te ha llevado tu
plan de probar que lo falso es verdadero. Acepta en lugar de él el plan que tú no
trazaste. (5:1-2)
El Curso a menudo es muy inflexible: “una manera, y sólo una”. Si queremos sentir que nada nos
falta, si queremos encontrar nuestro Ser, tenemos que aceptar que de nosotros depende la salvación
del mundo. ¿Por qué? Porque la naturaleza de Quien somos nos lo pide. Si soy una extensión de
Dios, y si el Amor -que es lo que me creó- es lo que soy, entonces ¿cómo puedo aceptar ese hecho y
no aceptar que mi función es dar de mí mismo al mundo? ¡Dar es lo que el Amor hace!
Ocupar nuestro lugar entre los salvadores del mundo no es arrogancia si somos tal como Dios nos
creó. Es sencillamente aceptar lo que nuestro Creador nos dio: “No fuimos nosotros quienes la
establecimos. No fue idea nuestra” (2:2-3). De hecho, sí es arrogante no reconocer que ésta es
nuestra función. Llenos de arrogancia, la imagen que hemos hecho de nosotros mismos nos
representa como débiles, ignorantes y desvalidos (6:3-4). Parece ser humilde pero es una enorme
arrogancia disfrazada de humildad. Esta imagen de uno mismo llena del orgullo le dice al Creador:
“Yo soy lo que he hecho de mí mismo, y no lo que me creaste”.
La semana pasada me he estado sintiendo como perdido. Parecía cambiar de una tarea a otra y tener
mucha dificultad para concentrarme en cualquier cosa. La descripción en 10:4 parece describirme
con toda exactitud: “Las funciones que el mundo tiene en gran estima son tan inciertas, que aun las
más sólidas cambian por lo menos diez veces por hora”. Y al leer esta lección reconozco que he
estado definiendo mi función por mi cuenta, en lugar de aceptar sencillamente la función que Dios
me dio. He estado luchando contra mi función. Sin embargo, cuando se acepta, es tan clara que
sencillamente se nos arregla la vida, y toda la confusión desaparece: “Como bello contraste, tan
seguro como el retorno del sol cada mañana para disipar la noche, tu verdadera función se perfila
clara e inequívocamente” (11:1).
Por eso, que hoy deje de resistirme a mi función. Que deje de escuchar a la imagen que me he hecho
de mí mismo que tiembla cuando Dios me habla de mi verdadera función, al sentir que sus cimientos
se derrumban (7:1-2). Que simplemente abandone mis planes para mí mismo y me entregue al plan
que yo no he hecho, confiando en que se me ha dado ya todo lo que necesito para llevarlo a cabo,
confiando en que soy merecedor de contarme entre los salvadores del mundo, confiando en que Dios
ha satisfecho ya todas mis necesidades aunque Él no las vea, en cualquier forma que sea más útil en
cada momento (13: 4-5).
La salvación del mundo depende de ti que puedes perdonar. Ésa es tu función aquí.
(14:5-6)
LECCIÓN 187 -
6 JULIO
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“Bendigo al mundo porque me bendigo a mí mismo”
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora,
Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.
Propósito: Abandonar tu creencia de que dar es un sacrificio y así experimentar la abundancia que
hay en el altar dentro de ti. Esto intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos
o más.
Estate dispuesto a mirar el altar dentro de ti, el altar al único Dios. Allí verás las azucenas que tu
hermano te ofrece y las que tú le ofreces a él, en toda su amorosa santidad. Ahí estás unido a todos
tus hermanos y a Dios. Ahí está rodeado de bendiciones y das tal como recibes. Al mirar adentro,
repite el Nombre de Dios.
Observaciones: Al recibir esta bendición, tú puedes bendecir al mundo. Ofrece esta bendición a
todo lo que veas hoy.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo
permiten).
Respuesta a la tentación: Siempre que sea necesario.
Repite la idea.
Comentario
Es fácil entender que para dar una cosa, primero tienes que tenerla. Eso está claro. Lo que nos parece
más difícil de creer es que verdaderamente dar aumenta lo que tienes.
Dice la lección que la explicación para entender esto está en el hecho de que “las cosas sólo
representan los pensamientos que dan lugar a ellas” (2:3). Para entender que dar lo que tenemos lo
aumenta, tenemos que empezar a reconocer que las “cosas” no son reales, lo que es real son los
pensamientos detrás de ellas. Esto no significa que si doy 100 euros a un hermano que lo necesita,
recibiré de inmediato 200 euros de alguna otra fuente. Sin embargo, dice que cuando doy 100 euros
sabiendo que el dinero es sólo una idea, aumentaré el pensamiento que me trajo a mí el dinero antes.
Por lo tanto, eso finalmente obtendría como resultado más dinero, o más “riqueza y abundancia” de
alguna forma. La forma puede ser la misma o no.
Tal vez la forma en que el pensamiento parece manifestarse cambie al darse. No
obstante, éste tiene que retornar al que lo da. Y la forma que adopte no puede ser
menos aceptable. Tiene que ser más. (2:5-8)
En otras palabras, lo que vuelve es siempre mayor que lo que se da.
Yo he empezado a aprender esto dando ideas directamente, en mi grupo de estudio y en mis escritos.
Ciertamente he descubierto que es verdad que a medida que doy estas ideas, aumentan en mí. Por lo
menos “recibo” tanto o más beneficio que cualquiera que esté “recibiendo” de mí. Soy muy
consciente de que estoy bendiciendo al mundo porque me bendigo a mí mismo, estoy haciendo esto
en mi propio beneficio.
Es más difícil cuando se trata de cosas materiales. No es tan sencillo relacionar el dinero con una
idea, o que un casete es una idea, o que un libro es sólo una idea, o que un coche es únicamente una
idea. Lo aprendo de maneras diferentes. Doy hojas informativas que me cuestan dinero, creyendo
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que finalmente me volverá. Doy horas de mi tiempo al grupo de estudio, creyendo que me volverá.
Siento que eso es una forma de dar. Y el comienzo de regresarme ya ha empezado.
Pienso que cuando aprenda esta lección completamente, no me costará nada abandonar la idea de
poseer y compartiré todo lo que poseo con todos los que lo necesiten. Pero todavía estoy muy lejos
de eso.
El siguiente párrafo es muy importante:
Las ideas tienen primero que pertenecerte antes de que las puedas dar. Y si has de
salvar al mundo, tienes que primero aceptar la salvación para ti mismo. Mas no creerás
que ésta se ha consumado en ti hasta que no veas los milagros que les brinda a todos
aquellos a quienes contemples. Con esto, la idea de dar se clarifica y cobra significado.
Ahora puedes percibir que al dar, tu caudal aumenta. (3:1-5)
Para dar la salvación, primero tengo que aceptarla para mí mismo. Pero para saber que la tengo,
primero debo darla. Eso significa que tengo que empezar a darla para saber que ¡la tengo! El regalo
que dar me ofrece a mí, es saber que tengo el regalo que doy.
La lección nos aconseja que protejamos lo que tenemos, dándolo. Nos avisa: “Mas no le atribuyas
valor a su forma” (4:3). En otras palabras, puede que no te vuelva en la misma forma en que lo das.
Si doy 100 euros en metálico, puedo recibir un regalo en una forma diferente: un magnetófono,
programas para el ordenador, un ramalazo de energía física, o cualquier otra cosa. Si doy un libro
determinado, puede que nunca reciba ese mismo libro; y tengo que aprender a no darle valor a la
forma, sino al pensamiento detrás de la forma. Es ridículo darle importancia a las formas: “Ninguna
forma perdura” (4:5). Recuerda:
Lo que aparentemente pierde es siempre algo que valorará menos que aquello que con
toda seguridad le será devuelto. (5:8)
Cada regalo que doy es siempre un regalo a mí mismo. ¡Nunca pierdo! Yo gano y también el que
recibe mi regalo, especialmente si aprende de mí a dar de nuevo. “El que entiende el significado de
dar, no puede por menos que reírse de la idea del sacrificio” (6:2). Ríete, porque el sacrificio no
existe. Lo que doy, se me da a mí mismo; nunca pierdo, siempre gano. ¿Cómo puede llamársele
sacrificio?
Claramente la lección se aplica a todas las formas de “dar” y a todas las formas de “sacrificio”,
incluidos el dolor y la pérdida, la enfermedad, el sufrimiento, la pobreza, el hambre y la muerte.
Cuando “renuncio” a una relación en la forma que creía que la quería, según esta lección recibo algo
que valoraré mucho más. Quizá aprenda a aceptar el regalo de la independencia, por ejemplo. Estoy
seguro de que es lo mismo cuando hago otros “sacrificios”. Equivocadamente tengo miedo a la
“pérdida” que sufriré cuando estas cosas no estén en mi vida. No habrá pérdida, no habrá sacrificio.
Lo que gano será mucho más que la aparente pérdida. Y en realidad, no pierdo nada, excepto una
identificación falsa.
Por ejemplo, pienso que obtengo cierta satisfacción y consuelo de una comida agradable. El placer
del gusto, el placer de sentirme lleno. Falsamente identifico estas sensaciones con el objeto, la
comida. Pero el placer, la satisfacción y el consuelo son sólo las ideas detrás de la comida. Si tuviera
que separar la comida de esas ideas, no renunciaría a esas ideas, estaría afirmándolas. Las conservo,
y crecen. Habrá placer, satisfacción y consuelo en otras formas, más duraderas y más generales. He
ganado la forma general al renunciar a la identificación concreta de esas ideas con la “comida”.
En general, pasaremos por muchas repeticiones de aparentemente renunciar, de aparentes sacrificios,
hasta que aprendamos que la cosa no es la idea, que ninguna forma concreta se puede identificar con
la idea detrás de ella.
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Al final vamos más allá de la idea de muchos pensamientos diferentes para ver el único
Pensamiento: el inocente Hijo de Dios, el Cristo. Vemos ese Pensamiento dentro de nosotros y
“Queremos extender lo que hemos contemplado porque queremos verlo en todas partes” (11:2). “Y
para cerciorarnos de que esta santa visión es nuestra, se la ofrecemos a todo lo que vemos” (11:5).
LECCIÓN 188 -
7 JULIO
“La paz de Dios refulge en mí ahora”
RESUMEN DE LA PRÁCTICA
Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora,
Respuesta a la tentación. Ver la
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