Retrato de un verdadero puertorriqueño El 8 de mayo de 2008, asistí a la presentación del libro Las aguas de mi río, del humacaeño Ing. Santiago Maunez Vizcarrondo. Este acto cultural se llevó a cabo en el Centro de Arte Angel Lito Peña. Como parte de este acto cultural tuvimos el privilegio de escuchar al gran concertista puertorriqueño Federico Cordero en la interpretación de varias piezas musicales. Huelga decir que fue una noche repleta de anécdotas y experiencias enriquecedoras. Estas muestras culturales no debieran ser olvidadas por los municipios de Puerto Rico. Su acervo cultural es de suma importancia. Así se enorgullecen los pueblos. Hay que reconocer y darles valor a esos hombres y mujeres que labran el huerto de la cultura. Son obreros dignos de reconocimiento. Las aguas de mi río es un libro autobiográfico. Toda una gran vida ha sido llevada a las páginas del mismo con una elegancia y sencillez que ponen de manifiesto la gran personalidad de este humacaeño. A sus 84 años sigue con sus divagaciones. Semanalmente llega al pueblo a través de su columna periodística en las páginas del periódico El Oriental. Lo mismo hace desde los micrófonos de una emisora radial de su natal pueblo. A pesar que su carrocería física muestra los males naturales de su edad, sigue su ardua y vieja lucha para evitar que Humacao caiga en el olvido cultural. No descansa. Aún queda pasión. Es algo así como un sacerdocio que lo impele a luchar contra viento y marea. El mismo admite que esa lucha es fuerte, que desgasta y hasta hiere cuando se percibe que el pueblo no muestra gran interés por las obras culturales. Hay que fajarse con los políticos de turno y con las arcas tacañas que no responden al llamado de estos hacedores de las artes. Santiago Maunez Vizcarrondo nació pobre y con la negrura en su piel. Dos condiciones que arrastran muchas dificultades en una sociedad racista como la nuestra. Pero vino al mundo en el seno de una familia que lo encaminó por el sendero correcto. Su padre fue también amante de las artes. Tenía vena poética. Y los consejos de su madre fueron estímulos que siempre lo empujaban hacia la cumbre de la montaña. Había en sus padres una inmensa responsabilidad para que su hijo triunfara en la vida. Había en Maunez Vizcarrondo un reto impostergable de cumplir con la sociedad y la vida. Su meta de ser ingeniero civil lo llevó hasta el Tri-State College de Angola, Indiana, en el año 1942. Termina su carrera y regresa a Puerto Rico donde empieza a conocer los sabores amargos del prejuicio racial. Sí, aquí en su propia tierra. Otras piedras y murallas le fueron saliendo al paso. Su carácter apacible le sirvió de amortiguador y pudo reírse de esas aguas sucias. Los zarpazos mal intencionados de la sociedad fueron vientos que pusieron la nave de su vida en justa perspectiva. No se amilanó. Supo remar entre tanta adversidad para lograr un triunfo total. Había algo más en su vida, en su sangre. Fue bohemio amante de las serenatas. Siempre cargando con su guitarra. Y donde encontrara un piano se detenía para embellecer aquellas noches de juergas y amores. Todo parece indicar que sus responsabilidades familiares -ya casado y con una familia en crecimiento- fueron acortando aquellos deslices de bohemio. Fue un gran amante de la vida. La vivía en grado superlativo. Todo en esta vida tiene su final. Lo sabio es saber cuándo atajar esas felicidades humanas. Santiago Maunez Vizcarrondo traía otras inquietudes a este mundo. Algo así como una fuerza que lo obligaba a redondear su vida. Como que no se conformaba con ser sembrador de varillas y cemento. Fue un inquieto aprendiz de las bellas artes. Estudió pintura al óleo y mosaicos en la Universidad Católica de Ponce. Ha publicado varios libros de cuentos. En el 1971 el Ateneo Puertorriqueño le otorga el Primer Premio por su cuento El entierro. Su vida ha sido una ejemplar. Su pueblo tiene una gran deuda con este obrero de las artes. Es hombre digno de admirar y ciudadano que sirve de atalaya para todo aquel que quiera enfrentar los retos de la vida con elegancia y confianza. Santiago Maunez lleva en su pecho y en su sangre el coraje y el valor necesarios para ser maestro de muchas generaciones. Su señora esposa lo ha dignificado a lo largo de sesenta años. Siempre ha sido su fiel acompañante. Hoy esa fidelidad la tiene que compartir con el bastón que Maunez debe llevar a todas partes. Los años no suceden en vano. Pasan dejando una factura que hay que pagar a como de lugar. Así es nuestro peregrinar por este planeta Tierra. Esa ley es justa y democrática, pues le cae encima a todos por igual. Esa noche, el 8 de mayo de 2008, lo conocí personalmete y compartí con él por espacio de dos horas. Antes de esa fecha nos conocíamos solamente por la magia de la Internet. Yo fui el oído que todo lo escuchaba y él fue la voz que irradió conocimientos y anécdotas a granel. Es hombre de conversaciones interesantes, pero también cultiva el chiste ameno que cuadra bien en cualquier sala. Su instrucción es amplia, pero su educación es envidiable. Es hombre de alta cultura, de unas experiencias adquiridas en sus andanzas por el Viejo y Nuevo Mundo. Escucharlo es entrar en un recinto universitario donde los conocimientos fluyen como las aguas de un río. Un río loco, impetuoso que quiere dar a beber de sus aguas a todo aquel que tenga interés en conocer lo que es la vida. Santiago Maunez Vizcarrondo, le doy mi gratitud por haberme invitado a tan encomiable acto cultural. Ahora lo conozco mucho mejor. Su libro Las aguas de mi río será mi acompañante por los años que me quedan de vida. Anhelo volver a conversar con usted, pues árbol frondoso da buena sombra. Da lástima y pena que la burocracia gubernamental sea tan árida con la cultura de nuestro pueblo puertorriqueño. Sus arcas siempre están llorosas cuando se trata de promocionar la cultura puertorriqueña. ¿Por qué no se comete a favor de la cultura la misma travesura llevada a cabo en Paseo Caribe? La cultura es más noble que la varilla y el cemento. Las bellas artes necesitan dinero más apremiante que un nuevo partido político. Los cavernícolas de la política no lo ven así. Son seres con espíritus encorvados por el peso de la avaricia, el egoísmo y el poder vanidoso. Ellos no entienden de belleza cultural. Solo acuden apresurados al clamor de sus estómagos hambrientos. Esa monstruosidad dietética no es compatible ni con la poesía ni con el cuento ni con la música ni con la pintura. Sus gustos e instintos son selváticos. ¡Qué mucho pierde la patria con políticos de esa calaña! En el vídeo 59 quedan retratados a perpetuidad. Un pueblo que le da la espalda a las bellas artes está destinado a perder todo sentido de humanidad. Se queda en el esqueleto. Con la muerte llega la peste. Muy respetuosamente queda de usted, Arturo Cardona Mattei 10 de mayo de 2008 Caguas, Puerto Rico <arturocardona@prw.net>