Filosofia, Ética, Paideia "... Cierto es que la filosofía es inseparable de una cólera contra su época, pero también de cierta serenidad que ella nos asegura." Gilles Deleuze, Pourparlers, 1990 Gilles Deleuze entrando un día lluvioso, con los pulmones hechos mierda, a ese atentado segundo a la estética que es la Universidad de Paris VIII, Saint-Denis, ex Vincennes, sólo superado en su fealdad por la escena urbana de los suburbios del norte todavía industrial parisino. En tres palabras: filosofía, ética, paideia. Es muy probable que no haya épocas privilegiadas en materia de provocación (y provocaciones) de cólera, pero la nuestra es la que nos tocó. Hic Rhodus, Hic Saltus. He aquí la rosa, aquí hemos de danzar. Y la filosofía debe ser una de las armas para que esa cólera sea invención en vez de tanta queja. Y para que esa serenidad no sea confort, cada vez más difundido entre los expertos académicos actuales en la historia del pensamiento, pero que a la hora de tomar partido en su propio tiempo ponen cara de "recién llego". Así es como se nos plantea, al menos a los docentes, -con disculpas por la impiedad que esa forma de apelación universal representa para muchos que lo son auténticamente -, la encerrona trágica entre rencor y confort, entre queja y sumisión. Entre bronca y complacencia. Entre hartazgo y vasallazgo. Llenarnos nosotros, llenar las clases, llenar el tiempo y todos nuestros actos de "filosofía, ética y paideia". Afectos y conceptos, júbilos y afirmaciones, potencia y expresión. Dijo Deleuze: "El mundo es el conjunto de síntomas cuya enfermedad es el hombre. Frente a ello, la literatura es una empresa de salud". Así será e intentaremos ser de la filosofía, de la ética, de la paideia. Deleuze es tantas cosas, intensidad, afecto, crítica, clínica, afirmación, joia, ética. Nunca sabio, nunca vedette, nunca trascendente. Mojado, con dificultad para respirar y la Ética spinozista bajo el brazo, yendo a dar su curso de los martes. O sea, FILOSOFIA, ETICA, PAIDEIA. Michel Foucault dijo alguna vez, "tal vez el siglo será un día deleuziano". Y ciertamente lo fue, si admitimos como deleuziana la afirmación de una "alternativa", la "expresión" jubilosa como atributo principal de la filosofía, de la ética, de la paideia. Y aquí queríamos – y queremos – devenir, a la alternativa, a la línea de fuga del capitalismo, a la fisura del poder, al fin del racionalismo subjetivista y utilitario. Ante todo debemos recuperar las palabras, entre ellas la "alternativa". Sucede a menudo que las más potentes son las más devaluadas. Política económica alternativa, pensamiento alternativo, ecología alternativa, movimientos alternativos, todo es hoy en los medios alternativo. Pero lo filosófica y éticamente alternativo no está en los medios. Pulula por allí donde apenas intuimos, se resiste aún al concepto y con probada razón, quiere pasar desapercibido y a la vez fijar nuevos horizontes. No se dice alternativo, no se dice nada. Se practica, se hace, se comparte, se expresa, se afirma. Sigue su "noción común" según Spinoza, sus afectos, sus alegrías. Son pequeñas sonatas que no aspiran a más que ese aire musical. Rompen la asfixia, siniestran al poder, ignoran al capitalismo, al Estado y sus instituciones. Por lo general se los maltrata, se los desprecia, se los ningunea por fragmentarios, carentes de organización, por poco serios, por evitar las instituciones. En una palabra, por no someterse a la lógica del poder, del Estado, del capital y de sus instituciones asistencialistas. Y ello aún dentro de corrientes del pensamiento que se reclaman ser "contra el pensamiento único". No importa, la chispa está lanzada, lo germinal se riega entre sí, los aliados van llegando, los enemigos sacándose la careta porque para eso se les paga, academia incluida. Bajo toda apariencia, vienen de la nada que perder, transitan la dignidad y van hacia la alternativa. Semejante itinerario pone nervioso al poder y sus agentes (difícilmente ya distinguibles uno de otros). No son vanguardia, son la guardia de una sociedad y de una civilización en crisis. Anónimamente, gratuitamente, calladamente son acción y palabra que a muchos del poder inquieta y que tantos de la academia ignoran, salvo que se dejen cliniquizar, científicosocializar, vigilar. Pero afortunadamente los quioscos de nuestro "modo de producción académico" pasan por cosas más alocadas a lo local, aplicadas a lo aplicable. Tanto mejor. Porque esos rizomas deleuzianos, esas moléculas guattariescas, esas multitudo spinoizistas afirman su devenir, expresan su potencia, implosionan lo molar. Qué lindo imaginar una clase más de políticas públicas y un pequeño Vincennes que les estalle en pleno institucionalismo enésimo a los pequeños politólogos locales, con pocas excepciones. Lejos estamos de un llamado a la ignorancia, ni hablar de la indiferencia respecto de la alternativa. Nos permitimos sólo sugerir prudencia y respeto respecto de esas formas que ante la crisis terminal de desagregación social, económica y política local, regional y mundial representan el connatus, la perseverancia en el ser de la vida social y política. Nunca más cierto que "el ave de Minerva levanta vuelo al caer de la noche". La filosofía debe acompañar este renacimiento buscando el sentido naciente, la imaginación creadora de estos movimientos, ser su –philia– amiga, celebrar la vida que contienen –ética-, conceptualizar con afecto, sin grevedad –paideia-. La filosofía debe despertar y decir lo que ve, como los hombres duermen y sueñan lo que desean. Esa es la única alianza posible que no traicione nuestra FILOSOFIA-ETICA-PAIDEIA. Pero no, mes chers collègues. Nada es tan fácil, aunque si como docentes nos limitáramos a los gradientes éticos señalados ya sería ello una enorme empresa de salud respecto de la enfermedad del mundo que señalara Deleuze. El desafío reside en que nosotros, a parte de todo lo "exterior" dicho respecto de la alternativa, y por lealtad a Deleuze y a las luchas con que cacofoneamos, DEBEMOS SER UNA DE LAS FORMAS DE LA ALTERNATIVA. Basta de facilidades, basta de bellas almas que suspiran con el nombre hermoso de Rosa Luxemburgo antes de correr a su kiosco saltando las zanjas donde ella cayó para no mojar sus zapatos italianos. Basta de esa hipocresía. FILOSOFIA. ETICA. PAIDEIA. y PUNTO. Los alumnos nos la hacen demasiado fácil, pero se están cansando y celebramos ese cansancio. Que nos obliguen a situarnos, a ser poder o potencia. Porque ellos también están llamados a ser formas de la alternativa. En el claustro docente se acabaron los quioscos a puerta cerrada para los del palo y está estallando la multitud potente para los que unía el miedo, la indiferencia o la resignación. En lo que respecta a los alumnos, comenzó el tiempo de expresar su palabra y exigir, bajo pena de escrache, palabra.