<<Mírame, y ten misericordia de mí, Como acostumbras con los que aman tu nombre>> Salmo 119:132 El deseo que se escucha más a menudo en la época de la Navidad y Año Nuevo es esperar días mejores en el futuro. Los cristianos nos basamos en textos como Lamentaciones 3:22-23. "Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad." La misericordia de Dios en el pasado nos ha mantenido hasta el presente. Y en el presente las mismas misericordias no decaen. ¿Y qué del futuro? Si las misericordias de Dios son nuevas cada mañana, no hay razón para desanimarnos. En cuatro palabras se resume todo, "GRANDE ES TU FIDELIDAD." Cristo vino a este mundo para ser nuestro Salvador y en Él está anclada nuestra esperanza referente al futuro. Dependencia de Él es el eslabón y provee la estabilidad para los días venideros. "Ordena mis pasos con tu palabra, Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.” Salmo 119:133. "Queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre ..." Hebreos 6:17-20. El juramento o promesa dada por Dios es respaldada por dos cosas inmutables o inalterables. Ellas son 1) su misma Persona y 2) su Palabra. Pablo se refirió a ellas cuando escribió a Tito, hablando del "conocimiento de la verdad que es según la piedad, en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que NO MIENTE, prometió desde antes del principio de los siglos." Tito 1:1-2. En Dios mismo y en su palabra, anclamos nuestra esperanza en cuanto a los días venideros. Es moralmente imposible que Dios mienta. La mentira es contraria a su naturaleza. Dios es el Dios de amor que incluye en su amor a la verdad y la justicia. La santidad perfecta es su característica. Es imposible que Dios diga algo un día y lo cambie el día siguiente. Por medio del evangelio supimos que "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él." Juan 3:36. Tanto la bendición prometida como la maldición mencionada es Palabra inalterable de Dios. Si creímos en el Hijo para tener vida eterna, no hay razón para vivir en duda que tal palabra podría cambiarse. Es imposible que Dios cambie. "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación." Santiago 1:17. Es por esto que tenemos "un fortísimo consuelo" al mirar hacia el futuro. Nuestra confianza no se basa en nuestra fuerza, sino en el poder del Dios inmutable. En Él nos hemos refugiado. La situación de la persona no salvada por la gracia de Dios está descrita en Efesios 2:12, “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo." Sin embargo, la triste condición del pecador es cambiada en el momento que cree en Cristo, pues "ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo." v.13. Mirando atrás a los fracasos y desilusiones es frustrante y debilitante. Pablo el apóstol indica el remedio: "Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." 2 Corintios 4:16-18. Pablo usa varios contrastes para poner de relieve que el futuro del cristiano está lleno de alboradas gloriosas. Es grato observar a los niños en su entusiasmo al anticipar el momento de recibir regalos. Su anhelo para que llegue el momento cuando sus expectativas serán realizadas les llena de alegría y contentamiento. Aunque los niños no han visto el regalo, se lo imaginan y saben que va a llenar su vida de felicidad. Como los niños con sus anhelos, así debe ser la expectativa del creyente en Cristo, anclada en las promesas de Dios. No son las circunstancias que suministran los ingredientes de la certidumbre, sino la inmutabilidad de las promesas de Dios. Solamente es necesario echar mano a ella con fe sencilla en su palabra. Así llegamos a renovarnos de día en día y probamos que las misericordias de Dios son nuevas cada mañana. El futuro está seguro en las manos de Dios a quien decimos <<Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo, Y enséñame tus estatutos>> Salmo 119:135. David A. Jones