¿Cómo mejorar la calidad del servicio? El factor “operaciones” Rafael Reyes Hernández Socio de Coparmex Michoacán Maestro en Calidad Total y Competitividad rafaelrh@iname.com Uno de los frentes en la imperiosa tarea de la calidad. En números anteriores de ENTORNO se analizó el factor “gente” y el factor mercado. Existen dos técnicas que nos pueden ayudar en la empresa para analizar la situación de nuestra Operación de Servicio: el análisis de la “Complejidad” y la “Divergencia” de un proceso dado. a. La “Complejidad” de un proceso Al hablar de la Complejidad de un proceso, nos referimos al número de pasos y secuencias que lo componen. Así, la Complejidad de un servicio se define (1) por el número de pasos que se requieren para ejecutarlo y (2) por lo intrincados que éstos resulten ser. A manera de ejemplo, la simple teneduría de los libros contables es menos compleja que la contabilidad puesto que la segunda es una disciplina más elaborada, involucrando más actividades y funciones. Así también, la Arquitectura es más compleja que la plomería, y ésta a su vez más compleja que la actividad de cortar el césped. b. La “Divergencia” de un Proceso Al hablar de la Divergencia de un proceso, nos referiremos a la “latitud operativa” (G. L Shostack) o a la variabilidad de los pasos y secuencias que componen a dicho Proceso. En otras palabras, el grado de libertad permitido o inherente a un proceso específico representa su “divergencia”. Así , un servicio altamente divergente sería aquel en el que virtualmente todo desempeño dentro del proceso es único. Por el Otro lado, una baja divergencia implicará un alto grado de estandarización del mismo. Procesos con diferentes grados de “Complejidad” y “Divergencia” Todo Servicio puede analizarse en función de su Complejidad y de su Divergencia. Los servicios médicos de un cirujano, por ejemplo, son altamente complejos y también altamente divergentes: conforme el médico va desempeñando sus labores, conti-nuamente va asimilando nuevos datos, ponderando probabilidades, llegando a conclusiones y tomando acciones. Cada caso es diferente y con ello poco estructurado y nada rutinario. La abogacía, la arquitectura y la consultoría son otros excelentes ejemplos de servicios con altos grados de complejidad y de divergencia. La Complejidad y la Divergencia de un proceso no son fijas ni inmutables. Son factores que bien pueden modificarse. Una vez que un sistema de servicio haya sido documentado en forma precisa, pueden buscarse oportunidades que para incrementar y/o decrementar una o dos de estas variables. Por definición, un cambio a la Complejidad o a la Divergencia de un sistema nos puede llevar a cuatro “direcciones estratégicas “: (1) Incrementar la Divergencia, (2) Decrementar la Divergencia, (3) Incrementar la Complejidad, (4) Decrementar la Complejidad. Cada una de estas alternativas de reajuste conlleva implicaciones de tipo administrativo - sistémico y también, ¡cuidado!, ciertos riesgos de mercado. Una herramienta adicional: el ciclo de servicio Una de las formas más difundidas para conocer (y luego analizar) el flujo actual de un proceso de servicio lo representa el Ciclo de Servicio. La rueda o Ciclo del Servicio es una herramienta que busca analizar nuestro Sistema de Servicio desde una perspectiva cercana al mercado, contemplando la operación a través de la óptica de “lo que el cliente ve y hace” desde que entra en nuestro establecimiento hasta que sale de él. Específicamente, la Operación del Servicio se contempla como un ciclo cerrado, en el cual desglosan todos los Momentos de la Verdad por los cuales pasa un cliente desde que entra en contacto con el servicio de nuestra empresa hasta que termina. Al respecto, conviene hacer las siguientes observaciones: La Satisfacción global del Cliente no es sino un constructor abstracto; si bien nos podrá resultar muy útil evaluar “el” Servicio que nuestra empresa está brindando, para fines de mejora son muchos más relevantes las distintas “subsa- tisfacciones” que el cliente experimente a lo largo de los diferentes Momentos de la Verdad. La Satisfacción Global del Cliente es una función de las diferentes “subsatisfacciones”. Sin embargo, no todas estas “subsatisfacciones” tienen el mismo impacto sobre la Satisfacción Global. Definitivamente existen Momentos de la Verdad cuyo cumplimiento resulta mucho más importante para lograr la Satisfacción Global del Cliente que otros. Es tarea de la empresa conocer la relevancia de cada uno de los Momentos de la Verdad sobre la Satisfacción Global. Cada Momento de la Verdad se ve definido por una serie de atributos de Servicio (factores clave del éxito) únicos: por ejemplo, la Cortesía, el Profesionalismo, la Rapidez, la Precisión, etc. No es válido generalizar la importancia de determinados atributos de servicio al ciclo en su totalidad, más bien será imprescindible detectar qué atributos de servicios son relevantes para cada uno de los momentos de la verdad. Representa un derroche de recursos establecer Sistemas de Monitoreo de la Calidad de la Operación que se enfoquen en medir únicamente la Satisfacción Global del Cliente. Más bien, deben instrumentarse sistemas que monitoreen los Atributos Críticos a nivel de cada uno de los Momentos de la verdad. Herramientas de Mejora Continua Sólo lo que ya se midió podrá mejorarse. Las herramientas en la que nos podemos apoyar para gradualmente mejorar nuestro servicio son, por consecuencia, aquellos instrumentos o aquellas técnicas que aplicamos para reducir, eliminar o evitar problemas. Algunas de estas herramientas son muy sencillas y obvias en su aplicación. Algunas otras nos demandarán un poco más de atención sistemática. Finalmente, contaremos con herramientas que requerirán de capacitación específica a grupo especializados de trabajo (“task forces”). No es intención de este documento profundizar en este extenso tema. Baste, pues, con brevemente mencionar dos tipos de técnicas: 1. Métodos de muestreo y de corrección / Mejora de procesos Hablando de “corrección”, todos nosotros hemos efectuado alguna vez “lecturas de verificación o correctivas”, por ejemplo, al mandar un memo-rándum: normalmente lo revisamos antes de firmarlo y enviarlo. Esto lo hacemos con el fin de que lo que salga de nuestra oficina, salga bien hecho y, de ser posible a la primera. Así, es importante que en las empresas especializadas en mensajería especial, cada paquete reciba una inspección final antes de ser enviada a su destino buscando evitar así que un paquete por ser enviado a Austria termine llegando a Australia.... Frecuentemente, esta “lectura correctiva” es efectuada por áreas específicas de control. Sin embargo, es preferible que seamos nosotros mismos los que “autoinspeccionemos” nuestro trabajo, fomentando en nosotros la res-ponsabilidad personal por eliminación de problemas y una cultura, un hábito, de buscar siempre hacer las cosas bien a la primera. No se trata de estar pagando a “inspectores que ins-peccionen a inspectores”, sino sustituir la inspección por los hábitos de la autoverificación y la prevención. Habrá muchas ocasiones en la que no podremos verificar el 100% de nuestro trabajo por cuestiones de disponibilidad de recursos (tiempo, ¡dinero!). de ahí que será conveniente sacar una “muestra del trabajo; es decir; revisar solamente una fracción representativa de éste. Ejemplo: si debemos enviar mensualmente 20,000 estados de cuenta a nuestros clientes, podremos muestrear solamente, por decir, 250 estado de cuenta, a fin de inferir la exactitud del lote completo. Si no encontramos errores dentro de esta muestra, ello será suficiente para concluir, con un grado de certidumbre razonable, que el resto del lote se encontrará dentro del mismo estándar. Las “lecturas de verificación” y el muestreo son actividades gene-ralmente adecuadas para procesos relativamente sencillos y que comprenden un solo paso. Por ejemplo, si encontramos un error al verificar la captura de datos de una transacción de un Cliente, podremos corregirlo fácilmente y sobre la marcha. La recaptura del monto correcto no es gran cosa, simplemente unos cuantos tecleos adicionales en la computadora. De hecho, la mayoría de las actividades de “día a día” caen dentro de esta categoría de “un paso”. Sin embargo, es inefectivo confiar en una inspección o muestreo finales si el proceso en cuestión es el resultado de muchas actividades o “subproductos” concatenados y relativamente com-plejos, porque , aun y cuando alguien detectara errores antes de que llegaran al cliente externo, necesitaríamos rehacer el proceso completo para eliminarlos. Si esto involucrara, por ejemplo, la reimpresión de un lote completo de correspondencia para la clientela o de un lote de tarjetas de crédito, el tiempo y dinero invertidos ciertamente serán de consideración. Pensemos por un momento en la operación de tarjetas de crédito de un banco. Realmente son múltiples la etapas que involucra la expedición de un simple tarjeta. Al final de la cadena se encuentra el cliente externo, quien –idealmentesiempre recibirá una tarjeta expedida con su nombre correcto, dentro del tiempo prometido, etc. Cualquier incumplimiento a las expectativas del cliente será calificado por éste como un servicio defectuoso. Un aseguramiento de la calidad a lo largo de los procesos introduce, pues mediciones y estándares a lo largo de todo el proceso y en puntos estratégicos. De esta manera, lograremos reducir sistemáticamente los errores en cada subproceso para, en consecuencia, reducir el número de errores del proceso total. 2. Revisión de nuevos productos Muchos de los problemas que ocurren en el servicio a los clientes suceden cuando introducimos al mercado un nuevo producto o servicio. Frecuentemente, en nuestra prisa por introducirlo, y adelantarnos así la competencia, no hacemos lo suficiente por prevenir todos los problemas antes de estar en el mercado. Al respecto, General Electric analizó los costos que pueden representar los errores dentro del desarrollo de nuevos productos o servicios. Según su estudio: Si detectamos el error en la (primera) fase del desarrollo e investigación, la compostura de esta falta nos costará 1 unidad económica; Si localizamos el defecto en el producto una vez dentro del proceso de producción, el costo de enmienda sube a 100 unidades económicas: Si encontramos el error una vez en el mercado nuestro producto, el arreglo nos podrá llegar a costar hasta ¡10,000 unidades económicas! Esta dramática progresión seguramente refleja también la pérdida de imagen y credibilidad frente a clientes insatisfechos. Es muy difícil, frecuentemente imposible, recuperar la buena voluntad de estos clientes molestos. Se dice que un cliente satisfecho le contará su buena experiencia a otros tres, pero que un cliente insatisfecho la compartirá con nueve ó más...