Artículo: El shofar

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El Shofar
El sonido del Shofar se debe asemejar al de un llanto (Ievavá). Es entonces D”s Quien “llora” por el ser
humano que es quien sigue perdido, zigzagueando por el mundo en búsqueda de significado olvidándolo a
El.
por Rab Daniel Oppenheimer
La ley que caracteriza a Rosh HaShaná es la obligación de escuchar el sonido del Shofar. El
Shofar, un instrumento que surge de la naturaleza (cuerno de carnero) a diferencia de la
trompeta que es creación humana. La trompeta, en la Torá, cumple la función de llamar (a
D”s o a los demás seres humanos) cuando el que lo hace es el ser humano. El Shofar se
suena, cuando Quien llama es D”s mismo. (R.S. R. Hirsch)
El sonido del Shofar se debe asemejar al de un llanto (Ievavá). Es entonces D”s Quien
“llora” por el ser humano que es quien sigue perdido, zigzagueando por el mundo en
búsqueda de significado olvidándolo a El. Cuando bendecimos antes de cumplir con el
precepto del Shofar, decimos “lishmoa” = escuchar, o, mejor dicho, entender el “kol” = la
voz, o el significado del Shofar (Cuerno en hebreo sería “keren”, pero sólo se puede
observar la ley con el cuerno del carnero que se denomina “shofar”, relacionado con la
palabra “lesheper” = mejorar o corregir). Comprender entonces, Quién me llama y qué es
lo que espera de mi, es escuchar la “voz”.
Los sonidos del Shofar son “Tekiá” (fijo) un sonido largo y fijo, y “Shevarim” o “Truá”
(rotura) o ambos juntos, y nuevamente una “Tekiá”. Estos mismos sonidos eran los que se
emitía en el desierto cuando se avisaba al pueblo que el campamento de Israel seguía su
viaje. La Tekiá convoca a un lugar, la Teruá habla de desmontar y la última Tekiá habla del
nuevo lugar al cual se traslada. En Rosh HaShaná, D”s nos convoca a desmontar nuestros
vicios y prejuicios, recordar y analizar, liberarnos de lo que no corresponde y volver a
encaminarnos acorde a Su ley. Las partes de la Amidá de Musaf (el rezo) hacen alusión a lo
mismo. “Maljuiot” (asumir la monarquía de D”s) Quien nos convoca, “Zijronot”
(memorias) de lo que fue la vida hasta el momento y “Shofarot” el sonido del Shofar que
libera del sometimiento del pasado, para volver a comenzar una nueva vida. (Así como el
Shofar cumplía el objetivo de liberar a los esclavos y los campos vendidos en Iom Kipur
del Iovel que ocurría cada cincuenta años).
¿Lo mismo del año pasado?
Rosh HaShaná tiene sentido, si como humanos hemos crecido y tenemos la intención de
seguir haciéndolo. Ese es el único objetivo real y motivo de festejar que puede tener un
cumpleaños. El personal o el colectivo de Rosh HaShaná.
Ketivá vaJatimá Tová, que sepamos escuchar realmente la voz del Shofar.
Daniel Oppenheimer
El “perfecto”, el desesperanzado, el postergador y el charlatán
Rosh Hashana El candidato electo a presidente de la Nación recientemente nominado por
su partido, después de haber ejercido el cargo durante dos períodos (en las épocas cuando
la re-re-elección era posible), estaba sentado frente a las cámaras de televisión y a los
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periodistas que estaban esperando que se pronunciara acerca de sus planes para el futuro de
su país, en caso de ser nuevamente votado por la mayoría del electorado. Confiado y con la
vehemencia que lo caracterizaba, el postulante comenzó a enumerar las ideas que pensaba
poner en práctica: Bajar los impuestos, elevar los haberes mínimos de todos los jubilados,
subir el salario de los empleados públicos, bajar el desempleo, promocionar la actividad
agropecuaria, la industria y la exportación, mejorar la salud y la educación pública, pagar la
deuda externa, equilibrar el gasto público, etc. Los cronistas tomaban nota, mientras a más
de uno se le cruzaba por la mente la pregunta de si este programa de gobierno era
realmente realizable. Algunos de los más veteranos que ya habían escuchado tales promesas
en el pasado, se intercambiaban las miradas como queriendo decir: “allí va otra vez con sus
ofertas ...” Uno de ellos aprovechó una pausa en las palabras del tribuno y preguntó en voz
alta: “si quería poner en práctica todas estas medidas... ¿por qué no lo hizo hasta ahora...?”
Aquí y allá en la sala se escucharon algunas risas reservadas. El postulante, político de raza,
no se dejó llevar por el comentario inoportuno (que para él “no venía al caso”): “Se puede”
- decía sonriente, una y otra vez - “síganme, que no los voy a defraudar” - “el país necesita
un cambio, y el cambio soy yo”.
Rosh HaShaná es el momento en el cual los judíos sabemos que tenemos una nueva
oportunidad para volver a comenzar. En cierta manera, entendemos todos los que
conocemos algo de judaísmo que Rosh HaShaná representa la fecha para aquel cambio
(para mejor) que esperamos. Volcamos en estas jornadas nuestra creencia en que nuestro
futuro puede y debe mejorar. De ahí viene la costumbre de enviar las tarjetas con augurios
por un año mejor.
Sin embargo, para que realmente ocurra esa transformación anhelada, nos dicen los Sabios
que D”s espera que también nosotros modifiquemos nuestra conducta. Y ahora sí, sin
cámaras de televisión y sin periodistas, nos preguntamos: ¿Podemos, acaso, cambiar?
¿Queremos cambiar? ¿Por qué no hemos cambiado hasta ahora?
Este tema no es para nada simple. Podemos argumentar que en muchos aspectos de
nuestra vida, no hemos elegido el camino que transitamos por nuestra propia decisión, sino
que hemos seguido desde un comienzo, lo que vimos en nuestra niñez, y luego, en la
mayoría de los casos, nuestra vida fue el producto de imitaciones de modelos aplastantes e
incuestionables que marcan las conductas de las multitudes desde las pantallas y que hemos
adoptado para nosotros porque “todos lo hacen así”. Es triste y no es elogioso ni
enaltecedor decirlo, pero es la realidad más frecuente. Aun cuando sabemos que muchas
actitudes son objetables, no cambiamos nuestra postura. ¿Por qué?
Distintos elementos interactúan para impedir la modificación para mejor. Quizás lo que
siga no sea un panorama cabal. Sin embargo, es importante conocer los obstáculos que nos
estorban el camino para poder esquivarlos, si tenemos la voluntad de hacerlo.
El “perfecto”. Existe aquel que no cree tener defecto moral alguno. En realidad, si se lo
enfrenta, diría: “verdaderamente, todos podemos mejorar” o algún otro slogan que no lo
comprometa demasiado, pero en principio sostiene que todo está bien. “Perversas” son,
según él, aquellas personas cuyo comportamiento es inferior al suyo. Él mismo siempre
transita por “el camino medio”, “ni muy muy, ni tan tan”, y no hay necesidad de corregir,
salvo obviamente que uno quisiera ser un santo, un mártir o un E.T., cosa que no está en
sus planes por el momento. Esta persona puede vivir unas cuantas decenas de Rosh
HaShaná, “sin que se le mueva un pelo”, ayunará en Iom Kipur para seguir la costumbre de
sus padres y abuelos y se puede sentir muy bien consigo mismo. A menudo, si se invita a
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esta clase de persona a una conferencia en la cual se traten temas que le parezcan
comprometedores en su estilo de vida, conteste que “no me interesa” u otra evasiva para
eludir enfrentarse con cuestionamientos que impugnen su estilo de vida.
Si bien solo en parte, esta disposición es un aspecto de la postura del “ba’al ga’avá”, el
arrogante, el altanero, el que nunca se equivoca. Por lo general, la tendencia de este
personaje es aproximarse a círculos de personas que no lo superen en lo moral y evitará el
contacto con quienes le pueden presentar un desafío. A esta clase de persona, Pirkéi Avot
le recomienda: “sé cola de leones y no, cabeza de zorros”, es decir, que aunque le sea
molesto inicialmente, se acerque a los que le puedan influenciar para bien.
El desesperanzado. Hay otra persona, que reconoce que el personaje anterior es realmente
mediocre (desde lo ético) y es fruto de las circunstancias. Sabe que dentro de aquella clase
de raciocinio (o falta de meditación, si Ud. así lo quiere), existe un grave peligro, porque esa
moral puede fluctuar hasta niveles de conducta animalística (dado que “todos lo hacen”), y,
por lo tanto, cada cual debe esforzarse en rectificar su modo de vivir. No obstante, cuando
se encuentra con la inmensidad de la tarea que representa alterar siquiera una sola de las
características humanas, baja los brazos derrotado y decide que no lo va a lograr. “Tenés
razón, pero no puedo” - dice. Este individuo mira con cierta envidia a quienes tienen más
fortaleza que la suya, querría incluso alcanzar lo que otros lograron, pero flaquea ante lo
que cree que no conseguirá nunca. Al sentirse vencido antes de comenzar la batalla, ni
siquiera intenta cambiar algún mínimo aspecto.
Si bien este segundo individuo pareciera ser superior al anterior, pues al menos reconoce su
falencia, no deja de ser de igual forma perjudicial. Los Sabios llaman a esta actitud: “I’ush”,
o sea desesperanza, impotencia, desaliento y se presenta de distintas maneras y pretextos.
Esta persona no cree en si mismo, y queda inmovilizado en su situación por toda la vida o
por muchos años, convirtiéndose en esclavo de la inercia natural, de sus hábitos y vicios,
por más que conoce que debería liberarse de ellos.
El postergador. Otra alternativa dentro de esta misma figura, es la persona que decide que
“sí o sí” va a enmendar lo que está mal en su vida, pero lo deja “para más adelante”.
(También están aquellos que deciden que el lunes comenzarán el régimen para adelgazar,
sin especificar a qué lunes se refieren...). Esta persona sufre de “Atzlut”, es perezosa al
menos en lo espiritual, y termina estacionario por falta de determinación.
A él le dice Mishlei (Proverbios) que vaya a contemplar la perseverancia de la hormiga en
lugar de asustarse y aplazar la tarea.
El “pobrecito”. Una opción usual dentro de esta gama, la presenta aquel que resposabiliza a
factores externos (cónyuges, padres, hijos, vecinos, colegas de trabajo, socios, compañeros
de aula, etc.) por su falta de decisión. Si bien ocurre con frecuencia que las personas
cercanas a uno no colaboran con los objetivos morales que él se propone, en muchas
instancias se magnifica la realidad de la situación. El destino lo elige uno mismo. Si se está
rodeado de gente racional y explica su postura, no tienen por qué crear dificultades en los
objetivos espirituales de uno, mientras no les afecte directamente.
El charlatán. Otro es aquel que menciona continuamente acerca de la necesidad de corregir
ciertas conductas, asiste a innumerables conferencias, asiente con la cabeza, y como
conclusión... sigue hablando del tema, y va a escuchar más conferencias por el resto de su
vida.
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Todo estos pretextos que acabamos de describir, suelen mezclarse entre ellos y
frecuentemente se suman o aparecen en forma alternada. Los auto-engaños y fingimientos
con los cuales vivimos son incontables, porque cuando de nosotros se trata, la inclinación
negativa es tan ingeniosa y perspicaz como nosotros mismos...
¿Ud. es candidato a algún cargo? (¿Al cargo de ser un ser humano, creado a imagen de D”s,
portador de la Torá, perteneciente al milenario pueblo judío?) ¿Quiere ser creíble hacia
afuera? No es una tarea fácil, pero el comienzo de la misión pasa por creer en nosotros
mismos y arremangarnos.
Rab Daniel Oppenheimer es Rabino General y Director de Ajdut Israel de Buenos
Aires.
Extraído de ElReloj.com
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