Las Encíclicas Sociales de la Iglesia Desde finales del siglo XIX la Iglesia empezó a orientar y a preocuparse por los problemas de la sociedad. Para ello se valió de las encíclicas, documentos que pudieron haber cambiado la realidad social en aquellos tiempos de industrialización, pero quienes tenían el poder hicieron caso omiso a ellos. Desde entonces la Iglesia se involucró más con los asuntos sociales, políticos y económicos, pues no podía ser ajena a ellos si afectaban directamente la vida del ser humano. Tras la revolución industrial todas las riquezas se acumularon en manos de unos pocos y éstos maltrataron al proletariado imponiéndoles jornadas laborales de 14 horas en condiciones inhumanas. Así, el 15 de mayo de 1891 el Papa León XIII publicó su primera Encíclica: Rerum Novarum. En ella decía que la moral debía ser siempre lo más importante y que los obreros tenían derecho a crear sus sindicatos y a que el Estado interviniera a favor de ellos. Más tarde el Papa Pío XI publicó la Encíclica Quadragessimo anno, en la que decía: "En efecto, cuando la lucha de clases se abstiene de los actos de violencia y del odio recíproco, se transforma poco a poco en una discusión honesta, fundada en la búsqueda de la justicia". En 1962 Juan XXIII escribió la Mater et Magistra (Madre y Maestra) donde trataba los recientes desarrollos de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana; Y poco antes de morir, el 11 de abril de 1963, publicó la Pacen in terris: La paz en la tierra, profunda aspiración de los hombres en todo tiempo, no se puede establecer ni asegurar si no se guarda íntegramente el orden establecido por Dios. En 1965 se terminó el Concilio Ecuménico Vaticano II, se cree que Pablo VI publicó la Encíclica Populorum Progressio (Desarrollo de los pueblos) en 1967 como documento de aplicación de las enseñanzas del Concilio, una respuesta a la llamada de éste. Nace también de la preocupación de la Iglesia, que inspiró todo el trabajo conciliar en la labor de coordinar y desarrollar algunos temas de su enseñanza social. En ella se trató el desarrollo así como del subdesarrollo de los pueblos, y afirma que los conflictos sociales se han ampliado hasta alcanzar dimensiones exactamente mundiales y que se dirige a todos los hombres para una acción concreta en pro del desarrollo integral del hombre y del desarrollo solidario de la humanidad. Juan Pablo II publicó en 1981 una Encíclica muy fuerte, donde defendía los derechos humanos. Fue la Laborem exercens y en ella decía: El cristiano que está en actitud de escucha de la palabra del Dios vivo, uniendo el trabajo a la oración, sepa qué puesto ocupa su trabajo no sólo en el progreso terreno, sino también en el desarrollo del Reino de Dios, al que todos somos llamados con la fuerza del Espíritu Santo y con la palabra del Evangelio. Seis años más tarde, en 1987, publicó: Sollicitudo rei socialis, en la que nos envía al mundo entero para dar testimonio, con la fe y con las obras, del amor de Dios, preparando la venida de su Reino y anticipándolo en las sombras del tiempo presente. Nosotros como cristianos debemos hacernos conscientes de lo que hacemos en el mundo a favor de la paz y el desarrollo. Finalmente, en 1991 escribió la Encíclica Centesimus annus, para conmemorar los primeros cien años de la Rerum Novarum. Al final decía así: (#62) Esta Encíclica de ahora ha querido mirar al pasado, pero sobre todo está orientada al futuro. Al igual que la Rerum novarum, se sitúa casi en los umbrales del nuevo siglo y, con la ayuda divina, se propone preparar su llegada. 1