Subcontratación y conflictos laborales: un creciente descontento en el trabajo Por Diego López F.- Abogado, investigador asociado al Centro de Relaciones Laborales, Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad Central. Colaborador de Crónica Digital. Santiago de Chile, 3 de agosto 2008 - Crónica Digital Probablemente, los excelentes resultados que exhiben las grandes empresas en Chile los últimos 19 años, le deban mucho a gobiernos comprensivos con los grandes negocios, bajos impuestos a las ganancias, trato preferencial a la inversión extranjera y compromiso fiscal de ahorro público. Sin embargo, en el último tiempo la simpatía gubernamental con los grandes negocios muestra signos de cansancio y sobre todo de insatisfacción social: cláusulas muy favorables para empresas que obtuvieron licitaciones públicas no han estado exentas de polémica, se han otorgado concesiones para la explotación de recursos naturales en las que el respeto a la legalidad y al medio ambiente han estado seriamente en duda y se han incrementado los conflictos laborales en algunas grandes empresas. Las tensiones entre el trato gubernamental complaciente con los grandes negocios y los niveles reales de bienestar de la población se han incrementado, sobre todo con las crecientes diferencias entre los anuncios oficiales sobre el buen estado de la economía (inflación contenida, desempleo razonable, crecimiento perdurable) y la escéptica percepción general sobre la situación real que tienen las personas (remuneraciones medias deprimidas , altos índices de endeudamiento familiar , inestabilidad y rotación laboral generalizada ). Seguramente, la gran mayoría de los trabajadores considera que la prosperidad de los grandes empresarios sólo es una buena noticia para ellos y no va usualmente acompañada de prosperidad para los trabajadores. Chile es un país con altos índices de desigualdad que se han mantenido virtualmente inalterables luego de casi 20 años de recuperación democrática y crecimiento sostenido de su economía. Los gobiernos de la Concertación han logrado reducir la pobreza en más de un 50% desde 1990, permaneciendo pobre aún hoy un 13.7% de la población; pero existe un porcentaje considerable de personas que aún están expuestas a la pobreza . Suele pasar desapercibido el rol a favor de los grandes negocios que también han jugado una muy endeble regulación medioambiental y una especialmente débil legislación laboral. Particularmente ésta última adolece de serias limitaciones y es ampliamente permisiva con maniobras empresariales que eluden el cumplimiento de la ley; debido a ello, los estándares que las grandes empresas nacionales y multinacionales que operan en el país deben cumplir son muy bajos, generalmente inferiores a los que rigen en países donde empresas multinacionales que operan en Chile tienen su oficina principal o sociedad matriz y por cierto inferiores a los de los países desarrollados en lo que se consumen productos chilenos. La perenne vitalidad de los temas laborales durante los últimos 19 años en Chile, refleja el divorcio entre el optimismo oficialista y los beneficios que obtienen los grandes negocios, por una parte, y una creciente frustración social por otra. Desde 1990, todos los programas de gobierno de la Concertación han declarado la intención de promover el crecimiento económico y a la vez recuperar derechos laborales perdidos en la dictadura. Detrás de cada decisión gubernamental han estado latentes ambos objetivos, marcados por una agenda política en la que han primado los temas macroeconómicos (baja inflación, superávit fiscal, política monetaria conservadora y ausencia de políticas sectoriales) y en la que los asuntos laborales han sido vistos sólo como un complemento, no siempre armónico con el funcionamiento económico promovido desde el gobierno. En algunas oportunidades durante los últimos 19 años, se ha tratado de sacar adelante una agenda legislativa en temas laborales que sea definitiva, es decir, que cierre un ciclo político marcando un antes y un después. Sin embargo, ningún gobierno de la Concertación, salvo el primero, ha podido terminar su período aprobando las leyes laborales que originalmente se propuso. De hecho, en las dos últimas elecciones presidenciales, el tema laboral ha ocupado un sitio protagónico. Los asuntos laborales han regresado una y otra vez a la primera línea política y nada indica que estarán ausentes en la próxima elección presidencial. Bien puede decirse que la transición política en materia laboral en Chile no ha terminado: derechos propios de un sistema democrático maduro (sindicalización , negociación colectiva y huelga ) están severamente limitados por la ley y la escasa eficacia de las obligaciones laborales que debieran respetar las empresas impiden afirmar que en materia laboral las instituciones realmente funcionen. Por añadidura, los temas laborales son un campo de batalla ideológica: cada vez que hay problemas de crecimiento y empleo surge la demanda empresarial por reducir la ley laboral, mientras los trabajadores siguen exigiendo la recuperación de derechos que perdieron en el gobierno de Pinochet. La pugna entre la visión pro-crecimiento y la pro-derechos laborales ha quedado de manifiesto con la nueva ley de subcontratación laboral. La discusión, aprobación y aplicación de esta ley dejaron en evidencia las notables diferencias políticas entre empresarios y trabajadores y también las que existen dentro del gobierno, en un marco de creciente conflictividad laboral.