Sorprende la miopía de las críticas que se levantan en... políticos. En vez de celebrar la buena salud y la...

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Negociación y democracia
Jueves, 18 de Diciembre de 2008 11:32
Sorprende la miopía de las críticas que se levantan en la mayoría de los sectores
políticos. En vez de celebrar la buena salud y la profundización de nuestra vida
democrática, trasuntan una nostalgia de aquel autoritarismo que resuelve e impone
decisiones.
Por Teresa Valdés E, Coordinadora, Observatorio Género y Equidad
Publicado en El Mostrador 02/12/2009
Publicado en Diario La Nación 04/12/2009
Mientras numerosas voces critican y lamentan el largo proceso de demandas,
ofertas, propuestas y contrapropuestas que llevaron al reajuste de
remuneraciones del sector público, somos muchas y muchos las ciudadanas y
ciudadanos que nos alegramos y celebramos la forma, el significado y el
resultado final de ese proceso.
La negociación es uno de los mecanismos consustanciales al buen
funcionamiento de una democracia. Supone la existencia de actores sociales
capaces de representar necesidades y los intereses de sectores relevantes de la
población y también el reconocimiento de los mismos de parte de la autoridad.
Supone la capacidad de hacer propuestas y conducir un movimiento ciudadano
por parte de sus dirigentes, y la convicción democrática, de parte del gobierno y
sus ministros, de que tienen derechos.
Sorprende la miopía de las críticas que se levantan en la mayoría de los sectores
políticos. En vez de celebrar la buena salud y la profundización de nuestra vida
democrática, trasuntan una nostalgia de aquel autoritarismo que resuelve e
impone decisiones sin necesidad de considerar la opinión y propuestas del otro.
Incluso señalan como indicador negativo las movilizaciones y paros que se han
dado bajo el Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet. Serían una falta al
orden y la gobernabilidad.
Por el contrario, bajo este Gobierno diversos actores sociales han ido
incorporándose en forma más activa a la noble tarea política de construir el orden
deseado mediante el ejercicio de una ciudadanía activa. Actores que con
autonomía y fuerza van creando nuevos escenarios, estableciendo o ampliando
sus derechos. El Gobierno podría haber actuado de forma autoritaria y a veces lo
ha hecho. Pero, al contrario, al mantener una mesa de negociación y escuchar
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-una y otra vez- las demandas y negativas de los dirigentes sociales, los
reconoció y respetó como actores válidos. Por primera vez, en dos décadas,
tenemos un Gobierno -una Presidenta- convencido de que somos sujetos de
derecho y que considera que su rol es generar condiciones y un entramado
institucional para que ejerzamos esos derechos y los ampliemos hacia las nuevas
realidades de una sociedad que se moderniza.
Mediante esta política no sólo ha sido posible la visibilidad de actores sociales y
sus dirigentes, su articulación y presentación de agendas, sino que hemos vuelto
a reconocer la existencia de conflictos legítimos, de proyectos de sociedad
diferentes en el seno del cuerpo social que es necesario que se expresen y
dialoguen. Hoy nuestra democracia es más saludable, más rica y dinámica que
ayer y augura un futuro de mayor movilización e interés ciudadano por la buena
política. Este proceso ha tenido como antecedente la fuerza de los
"pingüinos", de los trabajadores subcontratados en el cobre, de las
mujeres en la lucha por el acceso universal a la píldora del día después o contra
la violencia doméstica, y de cada actor que se ha manifestado en este período.
Es lamentable que numerosos parlamentarios y políticos no contribuyan
activamente a profundizar la democracia, que no hayan aprobado en la Cámara
de Diputados la ley que crea al Defensor Ciudadano, que todavía esté esperando
en el Senado el proyecto de ley sobre asociaciones y participación ciudadana en
la gestión pública, el rechazo reiterado a la propuesta de inscripción automática
en los registros electorales y la no discusión del proyecto de ley que establece la
representación equilibrada de hombres y mujeres. Estos hechos indican el miedo
que aún tienen muchos políticos a la expresión ciudadana, y de cuanto
desconfían del juego democrático, que tiene en la negociación un mecanismo
central para la solución de conflictos.
El liderazgo sabio y no autoritario de la Presidenta Bachelet ha generado
espacios para que una pluralidad de actores sociales y políticos se vayan
expresando. Es tarea de quienes queremos ir más allá de la democracia formal,
profundizar este camino. También que nuestros y nuestras representantes en el
Congreso asuman su rol y se incorporen a este cambio cultural de no temer a los
conflictos y confiar en el juego de la negociación como sustento de la
democracia.
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