El vacío o KU - Sergio Carlos Spinelli

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El Vacío
El concepto de shunyata (en Sánscrito), o ku (en Japonés), ha sido traducido indistintamente como
latencia, insubstancialidad, vacío y también como lo insondable. Una de las primeras expresiones
detalladas de esta idea proviene del erudito budista Nagarjuna, quien vivió en la India entre 150 y
250 de n. e. Nagarjuna creía que ese estado que se describe en este concepto como "ni existencia ni
no-existencia," expresaba la naturaleza de todas las cosas. Sin embargo, la índole paradójica de esta
idea es un tanto extraña a la lógica dualista Occidental y ha contribuido a estereotipar al Budismo
como una filosofía mística, aislada, que ve al mundo como un gran ensueño. No obstante, las
implicaciones de ku son mucho más sensatas y, de hecho, son consistentes con los descubrimientos
de la ciencia contemporánea.
La Física moderna en su intento por descubrir la esencia de la materia, ha llegado a una descripción
del mundo que es muy cercana a la de Nagarjuna. Lo que los científicos han descubierto es que no
hay alguna "cosa" real, fácilmente reconocible como principio fundamental de la materia. Las
partículas subatómicas, base del mundo físico que habitamos, parecen oscilar entre los estados de la
existencia y la no-existencia. En lugar de alguna "cosa" inmutable en un lugar en particular,
encontramos sólo indicios cambiantes y probabilidad. En este nivel, el mundo es en realidad un lugar
sumamente fluido e impredecible, esencialmente sin sustancia. Es esta naturaleza insustancial de la
realidad la que describe el concepto de ku.
Ku también explica el potencial latente inherente a la vida. Consideremos cómo, cuando somos
avasallados por una poderosa emoción como la ira, ésta se expresa por sí misma en todo nuestro
ser: nuestra expresión es destellante, la voz se levanta, el cuerpo se tensa y así por el estilo.
Cuando nuestro temperamento se enfría, la ira desaparece. ¿Qué sucedió con ella? Sabemos que la
ira existe todavía en algún lugar dentro de nosotros, pero hasta que algo provoque nuestra ira de
nuevo, no podemos encontrar evidencia de su existencia. Para efectos objetivos, la ira ha dejado de
existir. Los recuerdos son otro ejemplo; no somos conscientes de su existencia hasta que de repente
emergen a nuestra conciencia. El resto del tiempo, como ocurre con la ira, los recuerdos están en un
estado de latencia o ku: existen y a la vez no existen.
De la misma manera, la vida (en todas sus manifestaciones) contiene posibilidades y un vasto
potencial que no siempre son notorios o evidentes, pero que, al darse las circunstancias adecuadas,
pueden hacerse manifiestos. Este potencial infinito es, de hecho, la naturaleza misma de la vida.
Por lo tanto, la noción de ku nos ayuda a darnos cuenta de que, a pesar de cómo podamos percibir
las cosas: a la gente, las situaciones, las relaciones, nuestras propias vidas; nada de esto es
inmutable sino dinámico, todo evoluciona y cambia constantemente. Todo está imbuido de potencial
latente el cual puede hacerse manifiesto en cualquier momento. Incluso la situación aparentemente
más desesperanzada contiene posibilidades asombrosas dentro de sí.
Es muy natural para nosotros aplicar todo tipo de definiciones a las personas, a las situaciones y a
nosotros mismos, con objeto de que el mundo tenga sentido. A menos que tengamos cuidado acerca
de la naturaleza de nuestros pensamientos y opiniones, nos veremos atrapados en una forma de ver
las cosas muy estrecha y a menudo negativa: "El no es una persona agradable," "Yo no puedo
relacionarme bien con los demás," "Nunca habrá paz en el Medio Oriente." Tan pronto como
decidamos acerca de algo en este sentido, nosotros mismos estamos imponiéndonos una limitación,
negando la entrada a las posibilidades de crecimiento y desarrollo.
Pero cuando elegimos ver las cosas en términos de su positivo potencial infinito, nuestros
pensamientos y acciones se convierten en una influencia constructiva que ayuda a crear las
condiciones para que ese potencial se haga realidad. Debido a la íntima interconexión de todas las
cosas, cada uno de nosotros, a cada momento, tiene un profundo impacto en la realidad de la vida
que compartimos. La forma en que discernimos las cosas tiene un efecto concluyente sobre la
realidad. Darnos cuenta de esto nos posibilita a actuar con la confianza de que nosotros podemos
moldear la realidad con repercusiones muy positivas.
La más constructiva de las perspectivas es creer en el ilimitado potencial positivo inherente a toda
vida. El Budismo llama a este potencial, que es la verdadera naturaleza de la vida, "Budeidad."
Nichiren le definió como Nam-myojo-rengue-kyo. Nichiren alentó a sus seguidores a invocar este
mantra con la firme convicción de que de este modo se está haciendo conexión con el potencial
latente de la Budeidad, tanto en ellos mismos, como en las circunstancias de las cuales son parte.
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