El proyecto de poder de Evo Morales Joan Prats La arrolladora victoria de Evo Morales, Álvaro García Linera y el MAS ha removido las capas tectónicas sobre las que se había asentado la historia boliviana de los últimos 500 años. Se ha activado un proceso largo y profundo de cambio de los equilibrios de poder y de las estructuras de propiedad, es decir, un proceso revolucionario. Con la victoria de Evo todo un mundo históricamente excluido o incluido de forma subordinada no sólo accede al poder sino a la hegemonía en el ejercicio del mismo. Los indios, por primera vez en la historia de Bolivia y de América Latina, han tomado el poder y lideran una amplia coalición en la que se integran subordinadamente clases medias de izquierda e intelectuales. En Bolivia no estamos ante un gobierno más cuyos desafíos puedan verse en clave sólo de otras políticas públicas sino ante un cambio de régimen, es decir, del mapa de actores, de las reglas del juego y de los equilibrios de poder, dentro todo ello del estricto respeto al juego democrático. El MAS no es ya una fuerza antisistémica sino una fuerza para cambiar democráticamente el sistema político, económico, territorial, social y cultural que está bloqueando el desarrollo humano de los bolivianos, una tarea hercúlea cuya conducción es imposible sin un proyecto de poder. El proyecto de poder pasa primeramente por la ocupación necesaria de los aparatos de Estado. Hay que desplazar para ello a gran parte de la burocracia actual que es fruto del "cuoteo" y del patrimonialismo y que se halla enviciada por prácticas corruptas. Con el tiempo, el mérito y la capacidad deberán irse extendiendo a toda la Administración Pública, pero gradualmente, pues la universalización actual del sistema de mérito determinaría nuevamente el monopolio de la función pública por las clases medias. Tan importante como lo anterior resultará definir el modelo de Estado democrático que se necesita. No es lo mismo construir un Estado Liberal de Derecho que un Estado Social y Democrático de Derecho. No es lo mismo construir un Estado social populista que un Estado Social de Derecho. No es lo mismo construir un Estado unitario descentralizado que un Estado de las Autonomías. No es lo mismo construir un Estado uninacional que plurinacional. No es lo mismo construir un Estado que asume un papel primordial en la economía que un Estado que la deja a las fuerzas del mercado. Las capacidades requeridas por cada tipo de Estado son diferentes. En una palabra, si la ocupación de los aparatos de Estado no va acompañada de una estrategia meritocrática y de un proyecto o Plan Maestro de Estado, el riesgo de reproducir el patrimonialismo, el clientelismo y el prebendalismo será muy alto. El segundo elemento del proyecto de poder pasa por agregar o articular los corporativismos gremiales y los movimientos sociales. Sin esta capacidad de agregación la fortísima representación ganada el 18 D no podrá garantizar la gobernabilidad necesaria. Bolivia es hoy un kaleidoscopio variadísimo de grupos de interés cada uno reivindicando lo propio en nombre pero sin consideración real del interés de todos. Leyes, decretos y actos administrativos tienden a excepcionar para un determinado grupo gremial o corporativo las disposiciones del régimen general, si es que existen. Subvenciones, exenciones fiscales, créditos privilegiados, condonaciones, tramitaciones absurdas vinculadas al pago de derechos a determinados colectivos funcionariales o profesionales... constituyen una maraña maniatadora de los Gobiernos y de la iniciativa empresarial. El sistema económico boliviano podría verse como un agregado de intereses gremiales y corporativos instalado en un equilibrio que no es ni eficiente ni equitativo. Este tipo de corporativismo económico es pariente inevitable del clientelismo político y, a pesar de núcleos tan poderosos y diversos como transportistas o maestros, su capacidad de resistencia y desestabilización sólo se da en relación a Gobiernos débiles que no va a ser el caso del MAS. Distintos de los gremialismo corporativos son los movimientos sociales orientados, más allá de la defensa de intereses propios, a situar determinados temas en la agenda política nacional. Así ha sucedido con los movimientos de los pueblos indígenas de las Tierras Bajas, con la movilización por la llamada guerra del agua, con la Federación de cocaleros, con las Federaciones de campesinos, con los Comités Cívicos y muy especialmente el de Santa Cruz o con la Federación de Juntas Vecinales o la Corporación Obrera Regional de la ciudad de El Alto, entre otros. Los grandes temas de la agenda nacional actual (la nacionalización e industrialización de los hidrocarburos, la Asamblea Constituyente y las Autonomías, la reivindicación de tierra y territorio o la reordenación de los cultivos de coca) han sido incluidos desde las movilizaciones sociales. ¿Por qué son necesarios y cómo son necesarios los movimientos sociales en el momento actual de Bolivia? Es una impostura democrática aplicar a países de extrema pobreza y desigualdad como Bolivia los mecanismos formales de las democracias avanzadas, donde sí hay "agencia", es decir, capacidad individual autónoma y libre para la participación política. Cuando, como en Bolivia, faltan los mínimos económicos, sociales y culturales para la "agencia" individual democrática, es decir, no existe ciudadanía universal porque la ciudadanía sólo existe parcial y limitadamente, asumir que el juego político va entre ciudadanos es sencillamente una impostura. En contextos socio-económicos como el boliviano la construcción de democracia y ciudadanía requiere la organización y la movilización social. Tomados uno a uno no somos nadie, pero organizados y movilizados levantamos cabeza y recobramos la dignidad y el respeto que se nos niega a nivel individual. Los movimientos sociales empoderan a la gente, constituyen el instrumento más importante para la conquista de sus derechos individuales y colectivos y, como tales, forman parte destacada del capital social boliviano. Son hoy por hoy el instrumento más potente de generación de ciudadanía. El MAS cometería un grave error si pretendiera convertir los movimientos sociales en su correa de transmisión. Pero esto no significa que vaya a dejarlos a su espontaneidad. Su proyecto de poder exige también su fortalecimiento como Partido Político presente e influyente en los movimientos. Si el proyecto del MAS derivara hacia un populismo social clientelar de esos que se llenan la boca de pueblo pero que no hacen nunca ciudadanos, su conversión en un partido político programático, institucionalizado y disciplinado, no sólo sería prescindible sino harto inconveniente para el proyecto populista. El populismo implica proyecto de poder pero no para un proyecto nacional sino para la perpetuación de un líder, unas camarillas y unas coaliciones que, aunque accedan al poder democráticamente tenderán a ejercerlo prebendal y discrecionalmente. Evo Morales hasta hoy no ha mostrado veleidades caudillistas. Ha sido siempre cuidadoso de rendir cuentas, no ha practicado la arbitrariedad personal ni las negociaciones secretas. Ha sido un hombre al servicio del MAS y de los movimientos sociales, no se ha servido de éstos para un proyecto personal de poder y nada hay que nos haga ver que vaya a cambiar su lógica de comportamiento. El fortalecimiento del MAS y de los movimientos sociales forman parte de un proyecto de poder que es institucional y nacional. Finalmente, el proyecto de poder del MAS exige una estrategia de alianzas y coaliciones en las que apoyar el proyecto nacional. A nivel internacional, Bolivia va a necesitar socios no protectores, vengan de donde vengan. La dependencia de la cooperación internacional todavía va a ser muy fuerte durante bastantes años. Por otro lado, estamos en un entorno internacional y latinoamericano sujeto a importantes procesos de cambio y reequilibrio que favorecen una mayor autonomía del Gobierno boliviano. Las negociaciones comerciales serán asimismo decisivas. Mucho va a depender de cómo consiga ir resolviendo el Gobierno temas tan sensibles como la nacionalización de los hidrocarburos o el cultivo de la coca y la lucha contra el narcotráfico. Asimismo dependerá del entorno de seguridades que sea capaz de ofrecer para la atracción de inversiones. La frase feliz y promisoria "socios pero no patronos" tendrá que ser pronto concretada. Lo que al final está en juego es la inserción de Bolivia con dignidad en la comunidad internacional. La globalización vigente es profundamente injusta. Pero el Gobierno deberá elegir muy bien quiénes son sus aliados en la lucha por otra globalización más justa y eficiente. Dentro de este panorama la reivindicación marítima y la negociación con Chile resultan prioritarias. ¿Podrán convertirse los enemigos en aliados? Nunca hubo mejores condiciones que hoy para hacerlo con dignidad y reconocimiento. En el frente interno, será necesario llegar a pactos políticos puntuales con una derecha muy debilitada y en grave riesgo de fraccionamiento. No presentan mayor dificultad. Tomará mucho tiempo a la derecha política el entender y aceptar la nueva situación, en formular un proyecto nacional propio, renovador y ajustado al tiempo nuevo y en disponer de un liderazgo creíble y no contaminado por el viejo régimen. El futuro líder de la derecha está probablemente acabando la secundaria. Otra cosa son los Departamentos. La gobernabilidad del país exige un pacto de Estado entre el Poder Ejecutivo y los Prefectos departamentales electos que en su mayoría no son del MAS. Se trata de clarificar y profundizar competencias y de garantizar "lealtades institucionales". El pacto podría convertirse en el contenido de una nueva Ley de Descentralización Administrativa rápidamente aprobada por el Congreso, que instituiría verdaderos Gobiernos Departamentales Autónomos sobre las bases de las elecciones habidas y daría seguridad jurídica a la acción y la cooperación necesaria entre el Ejecutivo y los Departamentos. Quedaría en pié el tema de las Autonomías. La aspiración a la autonomía política de Santa Cruz y algún otro Departamento debe tener reconocimiento y garantía constitucional y expresarse en un Estatuto de Autonomía elaborado pactadamente entre la representación de Santa Cruz y el Congreso. Evo Morales en su exitosa visita a Santa Cruz ha dado garantías de que así será. La derecha está políticamente derrotada pero sigue bien viva en lo económico, lo social y lo cultural. El MAS es portador de un proyecto de revolución productiva, de una propuesta de nueva matriz productiva, que necesita de la colaboración empresarial. Bolivia necesitará decenas de miles de empresas exportadoras y generadoras de empleo digno para transitar a la economía de base ancha que se desarrollo requiere. Todo esto exigirá planificación estratégica a nivel nacional, departamental y local y, sobre todo, construcción de grandes consensos entre los agentes económicos, sociales y políticos. La buena gobernanza económica de Bolivia no será posible sin la contribución y la alianza con el empresariado. Puede que a través de estas alianzas se acabe contribuyendo también a la renovación y actualización de la derecha política tan necesaria para la salud democrática a largo plazo del país.