EDUARDO FABINI Violinista y compositor uruguayo, nacido en Solís de Mataojo, departamento de Lavalleja, el 18 de mayo de 1882. Fallecido en Montevideo, el 17 de mayo de 1950. Eduardo Félix Fabini nació en el seno de una familia de marcada vocación musical. Su padre -Giovanni Fabini- era de origen genovés y había sido luthier de Paganini. Su madre, Antonieta Bianchi, era chelista, y pertenecía a una familia de músicos. Santiago Fabini -uno de los hermanos de Eduardo- fue violinista de la Sociedad Beethoven, aunque luego se dedicó a los negocios. Precisamente con este hermano mayor, comenzó sus estudios de violín. En 1890, luego de que su familia se trasladara a Montevideo, Fabini ingresó al Conservatorio “La Lira”. Allí continuó con el aprendizaje de violín y su formación musical con los Maestros Romeo Masi, Virgilio Scarabelli, Miguel Ferroni e Ítalo Casella. Diez años después, y gracias a su gran talento, recibió una beca para continuar sus estudios en el Real Conservatorio de Bruselas, dirigido en este entonces por el gran Gevaert. En dicha institución asistió a las clases de violín de César Thomson y a las de composición de Augusto de Boeck. Asimismo, ofreció conciertos en Bruselas y Amberes, lo cual despertó su vocación de compositor. En ese entonces, Alfonso Broqua -que estudiaba en París- viajó a Bruselas y se encontró con Fabini. El intercambio que ambos desarrollaron, tendría consecuencias decisivas en sus futuras trayectorias y en la del nacionalismo musical uruguayo. Fabini hizo rápidos progresos en sus estudios instrumentales: en 1902 obtuvo el Premio de Violín del Conservatorio, y egresó en 1903 con el Primer Premio y la Medalla de Oro. Cabe señalar que fue el primer estudiante americano que obtuvo dicho premio en Bruselas. Regresó a Montevideo ese mismo año, con su maestro, César Thomson, quien se presentó en el Teatro "Solís" de Montevideo con un concierto fervorosamente aclamado por la crítica local. Posteriormente, hizo una segunda presentación -esta vez junto a Fabini- en la que se interpretó el "Concierto para dos violines" de Johann Sebastian Bach y el "Dúo para dos violines solos" de Hubert Leonard. En dicha ocasión, Fabini participó en la ejecución de la "Passacaglia para violín y piano" de Spies y el "Concierto para violín y orquesta" de Christian Sinding. En 1904, el músico uruguayo decidió retornar al Conservatorio de Bruselas, en el cual habría de permanecer por tres años más, estudiando composición con el Maestro Augusto de Boeck. En 1907, regresó definitivamente a Montevideo, para dedicarse a la interpretación del violín. Junto a los maestros Fiammengo, Mora, Pablo y Baños, fundó -en 1910- la Asociación de Música de Cámara, la cual integró como Primer Violín. Asimismo, fundó el Conservatorio Musical del Uruguay. Hasta el año 1913, participó en las audiciones musicales de la referida Asociación. A partir de entonces, decidió radicarse en Fuente Salus, Departamento de Lavalleja. Su residencia, ubicada en las serranías, le permitiría un contacto con el paisaje natural de los alrededores que sería una fuente de inspiración para sus futuras composiciones. Ya en ese entonces, poseía una experiencia de años en el campo de la creación musical. Durante su primera estadía en Bélgica había escrito el “Triste Nº 1” para guitarra y el “Triste Nº 2” para violín, que posteriormente transcribiría para piano. Entre 1900 y 1903, sumó a su producción obras tales como “Estudio Arpegiado”, “Intermezzo Nº 1” e “Intermezzo Nº 2” -ambos para piano-, “Mozartiana para piano” y “Las Flores del Campo”. Sin embargo, la existencia de estas partituras era sólo conocida por familiares y colegas, y en ese entonces no tuvieron mayor difusión. A partir de su radicación en Fuente Salus, la orientación de la obra de Fabini experimentó un giro significativo. Es en este contexto que habría de surgir “Campo”, su primera gran composición como músico de corte nacionalista. Algunos esbozos de este poema sinfónico datan de 1910, pero su versión definitiva es de 1921. En ese entonces, el Maestro B. Calcavecchia copió el manuscrito de la obra y el violinista F. Mora lo llevó a Buenos Aires, para conocer la opinión de Franco Paolantonio, quien recomendó su ejecución, luego de revisar la partitura. De este modo, “Campo” se estrenó –con un éxito rotundo- en el Teatro Albéniz el 19 de abril de 1922 bajo la dirección del Maestro Wladimir Shavitch.. Al año siguiente, la Filarmónica de Viena -dirigida por Richard Strauss- incluyó “Campo” en un concierto que se ofreció en el Teatro Colón de Buenos Aires. Dicha interpretación supuso la primera ejecución de una obra sinfónica uruguaya en el extranjero. A partir de ese momento, “Campo” se integró al repertorio de las orquestas sinfónicas más significativas de Europa y América. A pesar de que carece de programa literario, “Campo” se puede considerar un poema sinfónico, en el que se plasma musicalmente las impresiones que el paisaje genera en el espíritu del compositor. Si bien es cierto que por su temática pretende dar cuenta de un entono netamente criollo y nativo, el lenguaje en que se expresa no es tributario de la música folklórica uruguaya. Gracias al éxito que tuvo “Campo” en distintos países, Fabini adquirió una progresiva confianza en sus capacidades como compositor, y decidió dar a conocer algunas obras en las que venía trabajando. En 1923 se estrenó en el Teatro Solís de Montevideo, “La Patria Vieja”, poema lírico para soprano, recitador, coro femenino y orquesta. Basada en textos de Yamandú Rodríguez y Carlos Cantú, “La Patria Vieja” constituye una expresión acabada del nacionalismo musical uruguayo, en la que el hombre y el paisaje se unen a través de la leyenda y de la tradición. En esta obra, la música, la poesía, el recitado y el coro se conjugan –de manera alternada o sucesiva- en un notable equilibrio. Tiempo después, Fabini decidió profundizar el marcado acento nacionalista de su producción musical, y se propuso dar vida a una ópera, a la que pensaba titular “La Isla de los Ceibos”, inspirándose para ello en un paraje del mismo nombre, que se ubica en el Departamento de Canelones. Nunca compuso tal ópera, pero sí llegó a escribir su obertura -que lleva el mismo título- y que se estrenó bajo su dirección en el año 1926. El carácter impresionista de esta composición se vio acentuado por los efectos sonoros que buscaban emular el sonido de los pájaros y dar cuenta del contexto paisajístico. En 1925 y 1926, Fabini realizó diversas giras junto al guitarrista Agustín Barrios, al tiempo que continuaba componiendo, y escribía versiones orquestales de obras que originalmente concibió para instrumento o coro, etc. En 1927 fue nombrado agregado cultural en la Embajada de Uruguay en Estados Unidos. Durante su estadía en Washington D.C., tuvo un emotivo reencuentro con su antiguo Maestro, César Thomson. En ese entonces, la obra de Fabini comenzó a difundirse entre el público norteamericano. Este último, se mostró particularmente receptivo, durante una audición musical en el Palacio de la Unión Panamericana en la que se ejecutó “Campo”. Tiempo después se estrenó “La Isla de los Ceibos” en Estados Unidos, con un éxito similar. Como resultado de ello, la R.C.A. decidió grabar ambas obras, interpretadas por la orquesta Sinfo-Filarmónica de Nueva York, bajo la dirección de Wladimir Shavitch. Se trata, sin lugar a dudas, de un hecho sin precedentes, ya que nunca antes ese sello discográfico había difundido las obras de un compositor latinoamericano que representaba a la nueva corriente nacionalista. A su regreso a Uruguay, Fabini comenzó a componer “Fantasía para violín y orquesta”, por encargo del violinista español Manuel Quiroga. La obra recién se estrenó en 1929, en el Teatro Solís, con motivo de la visita del propio Quiroga, quien la interpretó bajo la dirección del Maestro Vicente Pablo. Como ya se ha señalado, desde sus “Tristes” hasta “La Isla de los Ceibos”, la obra de Fabini se caracteriza por el cultivo de un nacionalismo musical particularmente estilizado. Sin embargo, a partir de 1930, su producción experimenta un nuevo giro, ya que se aleja progresivamente de los motivos folklóricos y desarrolla otros de proyección más amplia. Tal es el caso de "Melga sinfónica", estrenada en 1931 por la recién constituida Orquesta Sinfónica del SODRE, bajo la dirección del Maestro Lamberto Baldi. Se trata de una obra que incursiona en temáticas urbanas, bastante distantes de las que en un comienzo motivaron a Fabini como creador. En 1932-1933, el músico uruguayo se dedicó a componer un “ballet indígena” en un acto y tres cuadros, que finalmente quedó inconcluso, ya que sólo se conoce la música del primer cuadro. Se trata de una obra inspirada en un texto de Fernán Silva Valdez, y que desarrolla un tema de ambiente agreste y nativo, en el que la utilización de efectos tímbricos novedosos constituye una de sus características más sobresalientes. El estreno tuvo lugar en 1933, en la Sala Auditorio del SODRE, también bajo la dirección de Lamberto Baldi. Cuatro años después, Fabini escribió la última de sus obras escénicas: “Mañana de Reyes”, un ballet infantil que introduce como novedad, la inclusión de temas del cancionero infantil anónimo. Además de las obras sinfónicas, Fabini compuso piezas para piano, para guitarra, para violín y piano, canciones escolares, para canto, solista y orquesta. Dentro de estas composiciones menores, se podrían destacar: “Luz mala”, “El arroyo descuidado”, “El nido”, “El Poncho”, “Las Flores del Monte”, “La Huella”, “El Grillo”, “El Tala”, “El Nido”, “Hormiguita Negra”, “Barquito”, “Los Pollitos”, “Vaquita Colorada”, “Los Soldaditos”, “Bichito de Luz”, los Himnos de la Escuela Naval, del Partido Colorado. Himno al Mar, Himno de la Juventud Estudiantil y cantos escolares para coro unísono. En la década previa a su muerte, Fabini cesó prácticamente de componer. Se desempeño, entonces, como Asesor Musical del SODRE. En 1947 se festejaron los 25 años del estreno de “Campo”, con un concierto al fin del cual se interpretó nuevamente dicho poema sinfónico, bajo la dirección del propio Wladimir Shavitch. Dentro del contexto de estos festejos, el Estado uruguayo adquirió la obra musical de Fabini. Tres años después, falleció el músico uruguayo, al cual le tributaron honores póstumos: sus restos fueron velados en la Sala del ex Estudio Auditorio y el Coro y la Orquesta del Instituto, en esa ocasión, se interpretaron fragmentos de la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach, bajo la dirección del Maestro argentino Juan José Castro. Posteriormente, el féretro fue trasladado al Cementerio Central. Con la muerte de Fabini, culminó una de las etapas más fecundas del nacionalismo musical uruguayo. Es de destacar que su aporte significativo a esta corriente, radicó más en los temas que inspiraron sus obras que en las formas musicales propiamente dichas. Con algunas excepciones, su obra supuso más el desarrollo de un "folklore imaginario" -basado en las vivencias personales del paisaje nativo- que en la incorporación de aportes estilizados de la música criolla. Dijo Eduardo Fabini: “Marché a Europa a estudiar violín, y ya me llevaba mis tesoros, unos “Tristes” armonizados que se me ocurrían a la octava maravilla (…) Allá lejos, tan lejos, aquellas músicas criollas que son algo de la esencia nuestra , vertían en mi espíritu toda la sensación de mis sierras, mis campos, mis arroyos , mis cosas tan queridas , y con su amor llegaba un deseo grande de decirlas, de cantarlas en notas, en acordes , que aunque no fueran magistrales como lo merecen, fueran bien nuestros (…). En Bruselas recordaba todo aquello y lo ampliaba.”