¿Cuál sistema de partidos? Por Mario Riorda | Politólogo El bipartidismo fue la esencia misma que definió el sistema de partidos de la Argentina democrática, manifestada en su expresión más reciente y todavía vigente (en algunos lugares) de justicialismo y radicalismo. No obstante, ya hace años que aparecieron terceras fuerzas que prometían fuertes irrupciones electorales, jugando además a ser balancines que garantizaran (con su inclinamiento) hacia donde se volcaba el poder central: centro izquierda o centro derecha. El Frepaso logró consolidarse como la gran ganadora en el nicho de las grandes terceras; llegó a ser una sorpresiva segunda en la esfera nacional y primera en escenarios locales. El Partido Nuevo es una opción de semejante magnitud en la provincia. Lo más importante es la característica central de esas nuevas fuerzas, que no es la estructuración a partir de posiciones ideológicas claras, sino que se van constituyendo como desprendimientos de fuerzas tradicionales, reclutando adhesiones desde todas las estructuras existentes, lo que implica que sus estrategias de captación electoral sean absolutamente transversales a todo lo existente, cual navajas que atraviesan a toda la sociedad. Paradójicamente, los partidos más celosos de su ideología, son hoy los partidos de tinte unipersonal, los que gozan de total aparición en los medios pues basta invitar a su líder para conocer la postura del partido todo. Por ahora, apagaron su proyección nacional, para circunscribir territorialmente sus actuaciones. Los partidos de Macri, López Murphy y Carrió, pueden tener esa característica, incluso con reproducciones provinciales semejantes. Radicalismo y peronismo Pero lo más extraño es la diferencia en el proceso de adaptación que vivieron el radicalismo y el peronismo. El radicalismo luego de sus performances negativas, mantiene una lógica de generación de ofertas políticas claramente contradictoria. Por un lado evita seguir cayendo, pero por el otro, y consecuente con lo anterior, no discute lo “discutible”, precisamente para no generar más cismas. Diría que peca por carencia de discusión. Así por ejemplo, si se quisiera discutir desde lo ideológico el concepto de Estado, tendría en dicha fuerza concepciones antagónicas. Igual pasaría si se discutiese sólo lo pragmático, como una alianza, por caso. Conclusión: nada se discute, y la hipocresía de los temas clave hace que el partido decrezca cada vez más por falta de identidad. Desde el peronismo, la cuestión es más simple y resuelta en una lógica sorprendente en sus resultados que, salvo el caso mejicano, no resiste comparaciones semejantes en democracia. La discusión ideológica, en realidad, ha sido saldada de dos maneras. Por un lado, a través de la autoafirmación de sentirse peronista, cuyo único requisito es querer serlo. En esencia, el peronismo peca hoy por exceso: es una tracción sentimental que arrastra con todo, desde la izquierda a la derecha, con una lógica movimientista antes que partidaria. Pero por el otro, el peronismo salda sus discusiones sabiendo quien está en el poder, y por ende, más que en cualquier otro caso, el manejo del partido desde el gobierno lo convierte en partido del gobierno y el verticalismo es casi total, acallando así las diferencias. Esto no siempre se reproduce igual en las provincias. Factores a tener en cuenta Estas tendencias que reorganizan el mapa electoral argentino, presentan factores que deben ser resaltados. Una posibilidad es la solidificación de un partido único, que sólo discuta alternativas por dentro. Esta opción no es remota y, de todas, es la más peligrosa para la salud republicana. No es extraño que, si se da en las próximas elecciones un escenario así, también permita a futuro un bipartidismo con nuevos actores, formado con coaliciones inestables y amorfas, cuyo sostén sea el pragmatismo electoral y no la cercanía de posturas. El surgimiento de nuevas expresiones con chances es difícil nacionalmente, mas no es inimaginable en las provincias. Bajo esta lógica, tal vez sea válido citar un ejemplo del país: cuando en la década del ‘30 se analizaban los probables escenarios por venir, todo se imaginó menos la irrupción del peronismo. No se registran situaciones de fuerte convulsión a nivel nacional, más allá de las peleas entre intendente y gobernador en el suelo cordobés y casos dispersos en otras provincias. De todas maneras, siempre las nuevas fuerzas se constituyen en opciones reales que posibilitan canalizar las disconformidades generalizadas y transformar al bipartidismo o al partidismo centralizado, a través de cimbronazos que sacudan su imagen estanca y pasiva, para que pueda mostrarse como un sistema más dinámico y con la exigencia de proceder a una adaptación más fluida en su capacidad de respuestas. Por todo ello, hay que empezar a pensar que, si lo nuevo tiene carencias de institucionalización, lo viejo tampoco es garantía de ello. En dicho sentido, es verdad que los juegos cruzados que empiezan a manifestarse en el país y las provincias, vía alianzas de partidos o personas, pueden degenerar en verdaderas máscaras simbólicas con contenidos engañosos. Pero también será necesario admitir que lo nuevo, también puede representar el sinceramiento de los actores de un sistema político que no ha podido cimentarse, y es hora de por lo menos discutir, que lo ideológico, como Downs alguna vez planteó, puede ser sólo una simplificación de la información para el ciudadano, y todos sabemos, que las demandas de la ciudadanía, distan mucho de ser simples. Por eso Argentina y también Córdoba, a través de sus actores políticos, deben sincerarse.