Entrevista publicada en Suplemento Las 12 Diario Página 12

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Entrevista publicada en Suplemento Las 12
Diario Página 12
Viernes 15 de octubre de 2010
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PASADO Y PRESENTE: GENERO Y PERONISMO REVISITADOS
Las historiadoras Karina Ramacciotti y Adriana Valobra publicaron este año dos
libros sobre el primer peronismo que contienen propuestas para pensar el
presente. Con temas disímiles en la agenda –Valobra se concentra en la ciudadanía
femenina y Ramacciotti, en la política sanitaria de la época–, ambas utilizan la
categoría “género” para entender cuestiones del pasado que hoy siguen siendo
problemáticas.
Por Milagros Belgrano Rawson
“El trabajo del historiador es muy solitario y, cuando puedo, trato de escribir con colegas”,
dice la historiadora Adriana Valobra, autora de varios libros junto a Karina Ramacciotti,
profesora de Historia de la Medicina en la Universidad de Buenos Aires e investigadora en
temas de género y salud. Este año, ambas quebraron una larga tradición de trabajo en
común para publicar, por separado, su primer libro en solitario. En Del hogar a las urnas
(Prohistoria Ediciones), Valobra analiza la ciudadanía política femenina durante el primer
peronismo y a la luz de la ley de sufragio para las mujeres, sancionada en el ’47. Mientras,
en La política sanitaria del peronismo (Editorial Biblos), Ramacciotti indaga sobre una época
en la que el acceso a la salud fue prioritario en la agenda gubernamental. Con intereses y
recorridos académicos disímiles, a estas dos investigadoras del Conicet las une la pasión por
la historia del género y un período sobre el que los intelectuales no terminan de ponerse de
acuerdo. Mientras que algunas posturas afirman que el peronismo murió en la era
menemista, para Valobra, este movimiento “no fue unívoco, y hoy es posible que líneas muy
disímiles entre sí se definan como peronistas”. “¿Quién tiene el ‘peronismómetro’ y en
función de qué se establece la ‘peronicidad’ o no de algo?”, se pregunta. Más allá de las
etiquetas y categorías que inquietan a los científicos sociales, para Ramacciotti, la
investigación académica coincide con una búsqueda y un deseo personal: la eliminación de
las desigualdades sociales y de género y, fundamentalmente, en el acceso a la salud. “El
legado del peronismo fue acuñar el principio de que el Estado sea el responsable de impulsar
la asistencia social y la sanitaria. Así, consagró algo que por no consumarse muchas veces se
relega: la salud pública es un derecho social”, afirma en su último libro. Convencidas de que
el género es una categoría útil para pensar la diferencia sexual del pasado y del presente, en
diálogo con Las 12, Ramacciotti y Valobra repasan una serie de problemáticas que no han
perdido vigencia.
¿Qué balance se puede hacer a 63 años de la sanción del voto femenino?
Valobra: –Las mujeres hemos logrado muchísimo. Pensemos que la primera candidata a
presidenta que tuvo la Argentina fue Angélica Mendoza, por el Partido Comunista Obrero, en
1928. Se ha dicho que fue la primera candidata a un puesto Ejecutivo en el mundo, pero se
sabe poco de ella: apenas que era docente y que se perfeccionó en Estados Unidos. Y menos
de un siglo más tarde tenemos a una mujer ocupando puesto de presidenta: a María Estela
Martínez de Perón, y luego a Cristina Fernández de Kirchner. Antes que ellas, otras se
presentaron como candidatas, aunque pocos lo saben. En 1951, el Partido Comunista postuló
a la vicepresidencia a Alcira De la Peña. Entre los años ’30 y ’50, De la Peña creció rápido
dentro de las estructuras de su partido, estudiaba medicina y fue expulsada de la facultad
por su militancia. Pese a que estuvo en la cárcel, logró recibirse.
Mencionás a Isabelita cuando a muchos/as les cuesta contarla entre las mujeres
que llegaron al Ejecutivo.
Valobra: –No creo que se olvide su presidencia. A veces se la muestra como si fuera la
representación de lo que hacen las mujeres cuando llegan al poder, como si todas
actuáramos igual. Es un ejemplo para pensar cómo se construyen las memorias de esta
presidencia y la de algunos presidentes. La gente se ríe con el mito del pelele que se inventó
para De la Rúa o el del “innombrable” para Menem, que viene a ser una suerte de Lord
Voldemort, el de Harry Potter. Como si la inoperancia de los varones tuviera que movernos a
la risa, mientras que la de las mujeres se ubica siempre en el orden del drama. Por otro lado,
todavía no se ha analizado con perspectiva de género el paso de Isabelita por la presidencia.
¿A qué apostaron quienes apoyaban la fórmula Perón-Perón? ¿El golpe de Estado se dio
porque una mujer gobernaba o su gestación es anterior y tiene que ver con erradicar al
peronismo del poder, independientemente de que hubiera un varón o una mujer en la
presidencia?
¿Qué hay de la política “en femenino” del presente?
–La participación de las mujeres a nivel partidario es todavía una pelea pendiente. Hasta
hace poco se creía que las mujeres cambiaríamos la política, por las características
intrínsecas que, se pensaba, toda mujer debía poseer. Y no es que las mujeres hagan política
igual, mejor o peor que los hombres. Simplemente hacen política en un ámbito regido por
códigos masculinos: por ejemplo, todavía hoy las mujeres deben explicar si logran conciliar
la maternidad con la política. Pero cuando los medios entrevistan a un candidato nunca le
preguntan cómo reparte su tiempo público con el privado, o sobre sus tareas de padre. Hay
normas, simbólicas o explícitas, que prohíben o excluyen, pero hay formas de apropiarse de
ellas. Si no, nunca hubiéramos tenido figuras como Julieta Lanteri, una médica que buscó los
vericuetos legales para ejercer sus derechos políticos. Es admirable el dinero y esfuerzo que
invirtió en la lucha por el sufragio para las mujeres. Llegó a ser candidata a diputada y hasta
obtuvo votos de cientos de varones. Vivía de su laburo y todo lo que ganaba lo gastaba en el
Partido Nacional Feminista, fundado por ella. Tenía una personalidad avasallante, pero un
partido no se arma con una persona sola. ¿Quiénes conformaban los cuadros del partido? No
se sabe, no se ha estudiado.
Afirmás que el radicalismo fue el partido más indiferente a modificar sus
estructuras después de la ley de derechos políticos.
Valobra: –Es el partido con el discurso más liberal, que evoca al hombre ilustrado,
masculino, culto y con apego a la racionalidad normativa, lo que se convierte en una trampa
y una excusa para no otorgar derechos políticos a las mujeres. Ello no implica desconocer a
los radicales que, individualmente, los apoyaron, como el diputado Rogelio Araya, que
presentó el primer proyecto de sufragio femenino. Pero dentro del partido, las mujeres no
tuvieron sino hasta muy tarde un reconocimiento orgánico. Incluso, en 1951, las radicales no
integran las listas electorales. Sin embargo, hubo mujeres muy valiosas en este partido:
además de Eufrasia Cabral, Elvira Rawson y Clotilde Sabattini, hubo otras como las que
formaron el Comité Radical Feminista “5 de Abril” en La Plata, que llegó a tener más de 1400
afiliadas en la década del ’30, y que por entonces exigió que el comité central las
reconociera. Ese reconocimiento llegó tarde y poco después se opacó con una sanción
disciplinaria, firmada por Ricardo Balbín. A raíz de un problema interno entre las mujeres del
comité se decretó su intervención, pero ellas anunciaron que no iban a entregar las actas del
comité porque consideraban injusta una medida que buscaba disciplinarlas. Nunca se
efectivizó la intervención porque se resistieron.
Considerás que Perón fue una de las razones del renunciamiento de Evita a la
candidatura a la vicepresidencia.
–Creo que se ha invisibilizado el papel de Perón. Y que este momento resulta difícil de
analizar si se omite que Evita era una mujer política y se insiste, por el contrario,
exclusivamente en su acción social. Lejos de las interpretaciones que consideran que la
candidatura de Evita fue algo que ella desconocía, entiendo que ella misma la gestó y que
fue esa búsqueda de una investidura para su poder lo que generó el conflicto con Perón. Por
otro lado, hubo un montaje que presentó aquella escena histórica del 22 de agosto de 1951
como una glorificación por el renunciamiento y que intentó ocultar que a Evita la habían
dejado sola. Las versiones oficiales reprodujeron hasta el hartazgo que Evita declinaba la
candidatura en nombre de una labor desinteresada y ajena a lo político. Pero el último 17 de
octubre en el que participó Evita refleja la desolación que sentía por este “renunciamiento”.
Durante el acto no pudo seguir mirando a la muchedumbre que la aclamaba y lloró sobre el
hombro de Perón. Este pudo haber comprendido que no sería la oposición o su segunda línea
partidaria quienes le harían sombra, sino su propia esposa.
Indudablemente, Evita podía transformarse en una feroz adversaria política. Hablás
de la vigilancia que ella ejercía sobre los cuadros del Partido Peronista Femenino
(PPF).
Valobra: –Evita construyó mecanismos de control para asegurarse la lealtad de las
delegadas censistas y las militantes en general. Algunas delegadas eran vigiladas por los
comisarios de la zona en la que les tocaba actuar y otras por las inspectoras del PPF. Los
informes se remitían a Evita que, a su vez, tenía un contacto personal con cada delegada, en
un vínculo estrecho en el que ella era como una hermana mayor. Y no digo madre porque las
mujeres difícilmente la recordaron como tal. Pero había una familiaridad de trato que
disimulaba esos mecanismos que algunas militantes conocieron luego de la muerte de Evita
y terminaron aceptando.
Estas mujeres participaban en política, pero estaban en las antípodas del
feminismo. Lo vemos hoy también: la Presidenta se despega de las feministas.
Valobra: –La mayoría de las mujeres que hacen política reniegan del feminismo, salvo
honrosas excepciones como Diana Maffía. Ella conjuga una serie de áreas que en general
aparecen divorciadas: militancia política, militancia feminista y carrera académica. Es verdad
que algunas han cambiado su postura pasando de un rechazo a una aceptación, como la
izquierda. Por otro lado, el feminismo es un concepto al que hay que resituar históricamente
para entender qué significa en cada momento. Hoy muchas feministas dicen que las
anarquistas de principios de siglo eran feministas cuando que éstas defenestraban al
feminismo por ser un desvío burgués de la verdadera revolución. ¿Por qué no llamarnos
anarquistas cuando invocamos las ideas de este movimiento? Por otro lado, en los primeros
años del peronismo hubo algunas feministas, como Lucila de Gregorio Lavié, que se plegaron
al movimiento. En la actualidad, persiste el recelo por parte de varones y mujeres hacia el
feminismo. Piensan que es lo opuesto del machismo. Y el machismo es una ideología
autoritaria, mientras que el feminismo es una propuesta democratizadora.
¿Y qué opinás de la sanción del matrimonio igualitario durante un gobierno que se
dice peronista? Me refiero a que históricamente este movimiento fue conservador
en la “moral y las costumbres”.
Valobra: –Para un gobierno que defiende ideas peronistas, la sanción de la ley de
matrimonio gay me parece interesante. En materia de relaciones entre los sexos, el
peronismo fue muy tradicional, e incluso tuvo posturas represivas y canónicas, en el sentido
eclesiástico del término, sobre todo en el gobierno de Isabelita y en relación con temas como
la patria potestad, los métodos de control de la natalidad y la prohibición de la venta de
anticonceptivos.
¿Qué pasa con el aborto? ¿Qué dice la historia sobre esta cuestión?
Valobra: –En relación con el primer peronismo, éste no tuvo una sanción explícita respecto
de los casos de aborto denunciados ni hubo persecución a los que los practicaban. Esto lo ha
trabajado la historiadora Dora Barrancos a partir de casos judiciales de la época. No significa
que no hubiera casos que terminaran así, pero en general no hubo una política represiva en
este sentido. Alicia Moreau de Justo decía algo que tiene vigencia para este tema: no por
ignorarlo un problema deja de existir. Hoy mujeres que abortaron o varones cuyas parejas lo
hicieron por decisión conjunta pueden estar sentados en una banca legislativa y, en lugar de
generar empatía con la situación vivida, la niegan y deciden no tratar el problema. Por otro
lado, las políticas de salud reproductiva deberían pensarse en términos de género, o sea,
relacionalmente –varones y mujeres– y no en el sentido achatado del concepto que es
cuando se piensa que género es igual a mujer.
Ramacciotti: –Coincido con eso y creo, además, que se debe subrayar que el aborto es un
tema de salud pública, pero también de política social. Porque precisamente son las mujeres
pobres las que corren más riesgos al recurrir a abortos clandestinos. Además de una urgente
despenalización del aborto es necesario que se sorteen las limitaciones políticas y
económicas para lograr la implementación de la guía técnica de aborto no punible del
Ministerio de Salud de la Nación.
Tus investigaciones recorren una gran variedad de temas: incluso estudiaste el
discurso médico masculino de los años ‘40 en relación con las mujeres
homosexuales.
Ramacciotti: –Sí, en esa época, el “tribadismo” o “safismo”, como se llamaba a la
homosexualidad femenina, eran categorías intercambiables para definir un supuesto
trastorno mental que, se decía, incluía malformaciones físicas y al que había que tratar,
incluso a través de métodos quirúrgicos. Preocupados por fijar el límite entre una relación
amistosa y una “inmoral” entre dos mujeres, los médicos armaron una serie de criterios que
indicaban que las mujeres que se sentían atraídas sexualmente por otras poseían estigmas
físicos visibles como trastornos hormonales, mayor vellosidad, caderas abultadas, etc.... En
Rosario, en los años ’40, hubo una mujer a la que se le quería realizar una ablación de
clítoris. Se decía que al ser ninfómana incurría en relaciones lésbicas y que esto se revertiría
removiéndole el clítoris. Afortunadamente, logró escaparse del sanatorio en el que estaba
internada, pero nunca más se supo de ella. Si a la comunidad médica le interesaba tanto
sancionar el lesbianismo era porque estaba en juego la reproducción. Esas mujeres no
podían reproducirse y, si se reproducían, esa carga genética se afirmaba, iba a repetirse en
su descendencia, con deformidades aún peores. Se creía en una decadencia social, asociada
a trastornos como el alcoholismo, las “sexualidades diferentes”, la tuberculosis... En la
Argentina de los años ’30 tuvieron mucha repercusión las teorías biotipológicas del italiano
Nicola Pende y las del médico argentino Nerio Rojas. Pero lo sorprendente es que, hoy, sus
postulados, ya obsoletos, se siguen utilizando como referentes en la jurisprudencia
argentina. Por otro lado, en el caso de la sexualidad femenina “desviada” no hubo una
actitud sancionadora, pero sí la hubo entre los varones. Como los padrones electorales se
armaban sobre la base de los padrones militares, los varones homosexuales no votaban ya
que no pasaban las revisaciones médicas. Se suponía que en el Ejército no había
homosexuales, pero no era así: los estudios de casos se hacían justamente en cuarteles,
reformatorios, orfanatos. Se pensaba que donde se juntaban muchas personas del mismo
sexo iban a caer en relaciones sexuales homosexuales.
La salud pública es uno de tus principales temas de investigación. En tu último libro
mostrás un sistema muy diferente del actual.
Ramacciotti: –Es que durante el peronismo, la salud pública tuvo un papel destacado
dentro de las acciones de gobierno. Hay que pensar que la Secretaría de Salud Pública
contaba con un presupuesto abultado que hasta permitió duplicar las camas disponibles en
todo el país. En los años ’40 el sistema estaba formado por hospitales públicos, los hospitales
de origen étnico y los sindicales. A diferencia de lo que sucede en la actualidad, las clases
medias y los sectores acomodados recurrían al hospital público y a los hospitales sindicales.
La antinomia que nos dejaron los ’90, esa que dice que lo “privado” es mejor que lo
“público”, es una construcción de las últimas décadas. Es probable que el sistema privado de
salud responda mejor que el sistema público ante cuestiones no demasiado costosas ni ante
largos tratamientos. No obstante, frente a problemáticas sanitarias que demandan
tratamientos costosos y extensos el sistema público o sindical es el que todavía responde
ante las demandas sociales. Los médicos y médicas siguen prefiriendo el hospital público
para formarse. Y a pesar de las carencias, esta institución sigue teniendo gran valoración
social.
¿Qué opinás de la Asignación Universal por Hijo?
Ramacciotti: –Es una política que amplía los mecanismos de redistribución social y que
estuvo apoyada por un amplio abanico de sectores políticos e intelectuales, lo cual le da una
legitimidad que potencia su implementación. Si bien interpela a las mujeres como supuestas
organizadoras “naturales” de lo doméstico, los varones también pueden usar ese derecho.
Pero en la práctica, se tiende a pensar que son las mujeres las que tienen que proteger las
necesidades de los hijos/as y que son ellas las que deben realizar el trámite. Por otro lado,
los requisitos de control sanitario y acreditación de la concurrencia a la escuela apuntan a
reducir los niveles de analfabetismo y proteger la salud de las criaturas. Quizás, a futuro, el
análisis de ambos criterios sirva para preguntarse por qué las familias no pueden cumplir con
los dos requisitos, a pesar del dinero extra que cobrarían. Por último, y en relación con los
derechos de las madres, insisto en la necesidad de guarderías para todas las clases sociales:
que todas las mujeres puedan dejar a sus hijos en lugares idóneos mientras trabajan es un
derecho básico que aún nos falta conquistar.
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