Historicismo y falibilismo Popper y la ciencia de la historia Alfredo Marcos Departamento de Filosofía - Universidad de Valladolid Plaza del Campus s/n - 47011 Valladolid (España) amarcos@fyl.uva.es 1. Introducción: un problema real "Una costumbre que detesto es la de filosofar sin un problema real" 1. Si esta afirmación de Popper es sincera - y no hay por que dudarlo -, para entender su filosofía de la historia deberíamos buscar el problema real que puso en marcha su esfuerzo filosófico. Pero erraríamos si partiésemos de la pregunta por la esencia o por la definición de la historia. Sabemos muy bien que Popper no apreciaba como problemas reales preguntas de este tipo. Desde mi punto de vista, el problema real que desencadenó la reflexión de Popper sobre la historia tiene que ver con la conmoción que sintió desde su más temprana juventud por la situación de miseria y de falta de libertad de muchas personas. Popper caracteriza su filosofía como un racionalismo crítico, pero también podemos entender a Popper como a un racionalista conmovido. Popper capta que el origen de la postración se debe en gran medida al intento de dirigir la vida humana dogmáticamente desde doctrinas erróneas. La doctrina decimonónica del laissez-faire había puesto a muchos en la miseria. Popper conoció la situación de los trabajadores en Viena. Pero pronto se dio cuenta de que las doctrinas antiliberales de origen hegeliano, en lugar de promover reformas favorables, estaban convirtiendo Europa en un auténtico infierno de miseria, crimen y esclavitud. De ahí que los sentimientos compasivos que motivaron su labor se convirtiesen muy pronto en un impulso crítico, en una crítica racional, pero en absoluto carente de nervio, de emoción y vehemencia. Prueba de que no trata con problemas meramente intelectuales es el aire perentorio, inaplazable, de sus escritos sobre la historia. Hoy vamos sabiendo, gracias al estudio de la correspondencia de Popper, el sufrimiento angustioso que le asaltaba durante los trámites previos a la publicación de La sociedad abierta. Sentía que tenía 1 POPPER, K. R., Realism and the aim of science, Rowman and Littlefield, Totowa, N.J., 1983. Vers. cast. de M. Sansigre Vidal: Realismo y el objetivo de la ciencia. Tecnos, Madrid, 1985, p. 125 (cuando existe versión en castellano la paginación se referirá a ésta). algo importante que decir, algo urgente que no podía esperar al final de la guerra 2. El problema real era, pues, este: las difíciles condiciones de los obreros bajo el capitalismo del laissez-faire, la política criminal emprendida por el régimen nacionalsocialista, la dura esclavitud de la población sometida a los regímenes comunistas. Popper se ha considerado a sí mismo un "negativista", es decir alguien que busca refutar más que verificar, evitar el sufrimiento más que traer el cielo a la tierra, aprender de los errores más que soñar la utopía. En su juventud tuvo la ocasión de aprender no ya de los errores, sino de los horrores. Su crítica al historicismo está orientada precisamente a evitar que tengamos que seguir sufriendo horrores3. Por otra parte, la concepción popperiana de la ciencia de la historia, en lo que tiene de positivo, es resultado de su crítica al historicismo. Lo más pertinente es, pues, mostrar en primer lugar los problemas reales, como hemos hecho, y pasar a continuación a la crítica popperiana al historicismo (apartado 2), para continuar el recorrido con sus tesis positivas sobre la ciencia de la historia (apartado 3). Pero tampoco nosotros deberíamos filosofar sin un problema real. Quizá uno de los más importantes problemas actuales sea cómo poner coto a las corrientes neorrománticas, irracionalistas o relativistas, con sus evidentes riesgos prácticos, sin volver a caracterizaciones de la razón excesivamente rígidas, que sabemos ya fracasadas4. Pues bien, el recorrido a través de la filosofía de la historia nos servirá para detectar lo que, a mi modo de ver, constituye el núcleo del pensamiento de Popper, el vínculo que une su filosofía de la historia con otras zonas de su obra. Me refiero al falibilismo (apartado 4). Creo que si hay algo perfectamente actual en Popper, algo que hoy día, principios del siglo XXI, resulta de un inmenso valor para nuestros problemas reales, eso es precisamente su actitud falibilista. 2. La crítica popperiana al historicismo 2 Puede verse: KIESEWETTER, H., "El nacimiento de La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper", Anuario Filosfófico, v. 34/1, (2001), pp. 179-206. 3 La dedicatoria que encabeza La miseria del historicismo no deja lugar a dudas: "En memoria de los incontables hombres y mujeres, de todos los credos, naciones o razas, que cayeron víctimas de la creencia fascista y comunista en las Leyes Inexorables del Destino Histórico". 4 Sobre la posición "centrada" de Popper en este debate véase: AMSTERDAMSKI, S., "Between Relativism and Absolutism: The Popperian Ideal of Knowledge", en AMSTERDAMSKI, S. (ed.), The Significance of Popper's Thought, Rodopi, Amsterdam, 1996, pp. 59-71. Popper se ocupa de la historia, de la ciencia de la historia y del historicismo en varios lugares de su obra5. La miseria del historicismo constituye una crítica sostenida al mismo, presentado más bien en abstracto, como una construcción intelectual6, mientras que La sociedad abierta y sus enemigos se centra en la crítica a las versiones del historicismo mantenidas efectivamente por ciertos autores, que van desde Heráclito hasta Marx. Se detiene especialmente en la crítica de tres autores: Platón, Hegel y Marx. La actitud de Popper hacia estos tres filósofos es muy dispar. Trata con mucha dureza intelectual a Platón, sin la clásica actitud de veneración. Sin embargo, no deja de considerar con seriedad sus ideas. Hegel, en cambio, es tratado simplemente con un impostor. Y hacia Marx muestra Popper todas sus simpatías en lo personal, acompañadas, eso sí, de una radical discrepancia con sus doctrinas. Hay que decir que esta simpatía personal hacia Marx fue disminuyendo a lo largo de la vida Popper. También critica las ideas de Aristóteles, al que considera en este contexto como un mero apéndice del platonismo y como conexión, más lógica que histórica, entre la versión platónica del historicismo y la hegeliana. En Aristóteles, según Popper, se 5 Pueden verse: POPPER, K. R., The Open Society and Its Enemies, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1945. Vers. cast. de E. Loedel: La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Buenos Aires, 1967; POPPER, K. R., The Poverty of Historicism, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1957. Vers. cast. de P. Schwartz: La miseria del historicismo, Taurus, Madrid, 1961; POPPER, K. R., Conjectures and Refutations: The Growth of Scientific Knowledge, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1965. Vers. cast. de N. Míguez: El desarrollo del conocimiento científico. Conjeturas y refutaciones, Paidós, Buenos Aires, 1967, caps. 16, 18 y 19; POPPER, K. R., "Die Logik der Sozialwissenschaften", en MAUS, H. y FÜRSTENBERG, F. (eds.), Der Positivismusstreit in der deutschen Soziologie, Hermann Luchterhand Verlag, Berlín, 1969. Vers. cast. de J. Muñoz: "La lógica de las ciencias sociales", en La disputa del positivismo en la sociología alemana, Grijalbo, Barcelona, 1973; POPPER, K. R., Objective Knowledge: An Evolutionary Approach, Clarendon Press, Oxford, 1972. Vers. cast. de C. Solís: Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista, Tecnos, Madrid, 1974, cap. 8; POPPER, K. R., Unended Quest: An Intellectual Autobiography, The Library of Living Philosophers, Londres, 1974. Vers. cast. de C. García Travijano: Búsqueda sin término, Tecnos, Madrid, 1977, especialmente caps. 8 y 24; POPPER, K. R., LORENTZ, K. y KREUZER, F., Die Zukunft ist Offen, Pieper, Múnich, 1985. Vers. cast. de T. de Lozoya: El porvenir está abierto, Tusquets, Barcelona, 1992, "Tercera jornada"; POPPER, K. R., In Search of a Better World, Routledge, Londres, 1992. Vers. cast. de J. Vigil Rubio: En busca de un mundo mejor, Paidós, Barcelona, 1994, segunda parte, especialmente cap. 12; POPPER, K. R., Alles Leben ist Problemlösen. Über Erkenntnis, Geschichte und Politik, Pieper, Múnich, 1994. Vers. cast. de C. Roldán: La responsabilidad de vivir. Escritos sobre política, historia y conocimiento, Paidós, Barcelona, 1995, segunda parte, especialmente caps. 8, 13 y 15; POPPER, K. R., The Myth of the Framework. In Defence of Science and Rationality, Routledge, Londres, 1994. Vers. cast. de M. A. Galmarini: El mito del marco común, Paidós, Barcelona, 1997, especialmente cap. 7; y los textos de Popper sobre filosofía de la historia contenidos en SCHILPP, P. A. (ed.), The Philosophy of Karl Popper, Open Court, La Salle, Illinois, 1974, 2 vol.. 6 En La miseria del historicismo, Popper polemiza sobre todo contra las ideas historicistas de Karl Mannheim. Pero el propio Popper reconoce que las modifica con la intención - según él - de hacer del historicimo un rival intelectual más fuerte, contra el que merezca la pena argumentar. De hecho, si aceptamos la opinión de Roland Quilliot, el auténtico adversario intelectual de Popper cuando escribe contra el historicismo es el siglo XIX, romántico e irracionalista, el siglo que creyó haber descubierto "la historia" (véase: QUILLIOT, R., "Popper et la question de l'historicisme", en BOUVERESSE, R. (ed.), Karl Popper et la science d'aujourd'hui, Aubier, París, 1989, pp. 430-1). invierte la orientación del historicismo: desde un historicismo orientado hacia el pasado, típico del platonismo, hasta un historicismo orientado teleológicamente hacia el futuro, tal como lo entenderán más tarde Hegel y los que de él dependen. 2.1. Caracterización del historicismo Podríamos caracterizar el historicismo como una doctrina que sostiene que la historia7 tiene un sentido determinado, camina hacia un cierto estadio prefijado a través de etapas también prefijadas, y que la función de la ciencia de la historia consiste en hallar la ley de ese proceso. Si logramos encontrar la ley de la historia entonces podremos incluso predecir su evolución futura y actuar, en consecuencia, sobre bases científicas. Por lo tanto el historicismo tiene inmediatas consecuencias metodológicas para la historiografía, así como consecuencias morales y políticas. Ya sabemos que el historicismo platónico estaba orientado hacia el pasado, hacia la edad áurea de la que no hacemos sino distanciarnos. ¿Qué hacer ante estas negras previsiones? Platón recomienda un cambio radical de las estructuras sociales y políticas para crear otras capaces de detener en lo posible la marcha decadente de la historia humana. La república platónica es, según la entiende Popper, un intento de detener lo que Platón consideraba el curso decadente de la historia. En términos más concretos, La República y Las Leyes, son textos con los que Platón trata de detener la decadencia del antiguo orden tribal de los griegos y la apertura hacia formas más democráticas, como las que se vivieron en la Atenas de Pericles. El historicismo moderno es de signo inverso, es progresista. Supone que la historia camina hacia un futuro mejor, impulsada por la lucha - todavía el eco de Heráclito - entre naciones, razas o clases. Si la ciencia de la historia consigue descubrir la ley que rige el proceso, entonces sabremos lo que nos cabe esperar. Ahora bien, mientras llega ese futuro, ¿qué debemos hacer? Podríamos sencillamente esperar sentados. Pero no ha sido ésta la actitud más frecuente entre los modernos defensores del historicismo. Más bien han abogado en favor del activismo. Es decir, si Platón pretendía retrasar la decadencia, los historicistas modernos han pretendido acelerar el 7 Por "historia" se entiende a veces un conjunto de acontecimientos ocurridos o un cierto proceso que se ha dado o se está dando, mientras que otras veces entendemos por "historia" el relato o la ciencia de esos acontecimientos. Para evitar confusión convengamos en llamar a lo primero "historia" y a lo segundo "historiografía", "ciencia de la historia", "estudio histórico" o "relato histórico". La filosofía de la historia será una reflexión sobre ambas, la historia y la historiografía. progreso, agilizar el parto de los nuevos buenos tiempos. Historicismo y activismo han ido de la mano. Podría parecer paradójico que una doctrina determinista se combine con el activismo. Pero lo determinado del estadio final es compatible con una cierta flexibilidad en los ritmos, sobre los cuales nosotros podemos actuar, remando a favor o en contra de la corriente histórica. Según Popper, esta doctrina tiene un origen sentimental, es insostenible intelectualmente y tiene consecuencias nefastas en el orden político y moral. Popper señala que en épocas de cambios sociales rápidos y profundos, el miedo al cambio se puede mitigar mediante la ilusión de que uno conoce al menos la ley del cambio. Todo cambia menos la ley del cambio, que nos ofrece el consuelo de su estabilidad, así como la posibilidad de predecir el porvenir. El origen sentimental merece ser señalado, pero, por supuesto, no descalifica todavía la doctrina. Si lo hace, en opinión de Popper, su fragilidad intelectual. Popper presenta y critica los rasgos básicos del historicismo por su relación con las ciencias naturales. El historicismo consta, así, de algunos rasgos intelectuales naturalistas (i) y otros antinaturalistas (ii). (i) Simplificando mucho las cosas - y Popper se concede a menudo esta licencia - podríamos decir que el historicismo afirma que las ciencias sociales comparten uno de los objetivos primordiales de las ciencias naturales, a saber, la predicción. Si el astrónomo, apoyándose en las leyes del movimiento planetario, puede predecir con exactitud las revoluciones de los orbes celestes, el historiador, contando con las leyes de la historia, podrá predecir, por ejemplo, futuras revoluciones sociales. (ii) Y, sin embargo, el historicismo niega que ambos tipos de ciencia puedan seguir las mismas pautas metodológicas: la historia no es repetible en un laboratorio, no lo son los procesos sociales, con los que no se puede experimentar libremente; los fenómenos sociales son más complejos que los naturales; la precisión no puede alcanzar el mismo grado en ciencias sociales que en ciencias naturales; el investigador está más implicado personalmente en las ciencias sociales, de modo que habrá más intereses en juego y menos objetividad; los datos obtenidos y publicados por los científicos sociales inciden sobre la propia sociedad, con lo que el estudio modifica el objeto estudiado. Por todas estas razones - afirmaría el historicista - el método de las ciencias sociales debe ser distinto, más tendente a la comprensión8 de los fenómenos estudiados que a su explicación, más cercano a la descripción que a la teorización. 8 La comprensión (Verstehen) como objetivo de las ciencias sociales, está presente en la versión del historicismo "fortalecida" por Popper, pero no es un elemento necesariamente asociado al historicismo 2.2. Crítica al historicismo En ambas tesis, la naturalista y la antinaturalista, el historicismo yerra principalmente por una deficiente comprensión de los objetivos y métodos de las ciencias naturales. Eso piensa Popper. He aquí un punto importante de conexión entre la filosofía popperiana de la ciencia y su filosofía social. Ésta última se edifica sobre una crítica al historicismo, y ésta crítica se apoya sobre una revisión de la idea de ciencia natural que venían aceptando, entre otros, los pensadores historicistas. Resulta que los sistemas naturales son tan complejos o más que los sociales; que las dificultades para la experimentación se presentan también en muchas ciencias naturales, como la geología o la astronomía; que la observación modifica lo observado también en ciencias naturales, como sucede, por ejemplo, en la física cuántica; que la implicación del científico es la misma, y los intereses que dependen del triunfo o fracaso de su investigación pueden ser igual de fuertes en ciencias naturales que en ciencias sociales; que el método, en resumen, es el mismo para todas las ciencias: conjeturas y refutaciones. Pero la historiografía no es, según Popper, una de esas ciencias teóricas o generalizadoras, como pueden serlo la física y la sociología, la química y la economía, sino precisamente una ciencia histórica, que no se ocupa de lo general, sino de lo particular. La diferencia metodológica entre las ciencias no tiene que ver con su condición de naturales o sociales, sino con su condición de generales (teóricas) o particulares (históricas). Por otra parte, bajo la perspectiva historicista, la ciencia de la historia se come al resto de las ciencias sociales. De hecho, la sociología se convierte en un auxiliar de la historiografía que ayuda a describir las configuraciones sociales en diversas épocas de la historia, hasta que se pueda hallar la ley general de su evolución, que será, claro está, una ley histórica, no sociológica. Realmente no hay aquí leyes sociológicas de validez universal, las regularidades sociales que podamos observar tienen validez sólo dentro del marco de una cierta época. La única ley general en ciencias sociales sería la ley histórica que rige la sucesión de las épocas. El historicismo, por lo tanto, es afín al holismo, pues lo que cuenta como objeto de estudio es el desarrollo del todo, y al relativismo del marco histórico. como tal. Para una crítica de esta asociación introducida por Popper puede verse: GONZÁLEZ, W. J., "La interpretación historicista de las ciencias sociales", Anales de Filosofía, v. 2, (1984), pp. 109-137. Esta última asociación entre relativismo e historicismo requiere alguna explicación adicional. Popper señala que es importante distinguir entre historismo e historicismo como dos doctrinas diferentes9. Así, el historismo es directamente una forma de relativismo histórico según la cual nuestros criterios de bondad o de verdad están históricamente determinados, surgen dentro del marco histórico de una cierta época, y no responden ante ningún criterio común o universal. Popper critica, por supuesto, esta forma de relativismo que él considera paradójica y un tanto elemental. Incluso, irónicamente, se permite calificarla como anticuada. Es obvia la proximidad entre el historismo y otras formas de relativismo, como por ejemplo el sociologismo. Por su parte, el historicismo se presenta más bien como una forma de dogmatismo histórico. El historicismo no niega el historismo, de hecho ambos tienen varios elementos comunes: son hijos del siglo XIX, insisten en la historicidad del ser humano y dan importancia a la historia sobre el resto de las ciencias sociales10. Pero el historicismo va un paso más allá: acepta la realidad radical del cambio histórico pero cree haber hallado la ley de dicho cambio. Esta diferencia básica determina otras también importantes. Por ejemplo, el historismo se acompaña de pluralismo epistemológico, mientras que el historicismo aboga por un marco teórico privilegiado, desde el cual entender el cambio histórico. Además, según señala Wenceslao J. González, "el historicismo - a diferencia del historismo - busca apoderarse de las posiciones claves de la sociedad"11. Estas diferencias son innegables. Pero, ¿difieren también en cuanto al relativismo? Sería así si el componente dogmático del historicismo fuese incompatible con el relativismo. En opinión de Popper no parece serlo. Por eso atribuye también al historicismo rasgos relativistas, tanto en el aspecto epistémico como el aspecto moral12. 9 Puede verse en este sentido: POPPER, K. R., The Open Society and Its Enemies, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1945. Vers. cast. de E. Loedel: La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Buenos Aires, 1967, v. II, caps. XXII y XIII. 10 Véase: GONZÁLEZ, W. J., "La interpretación historicista de las ciencias sociales", Anales de Filosofía, v. 2, (1984), pp. 111-2 y GONZÁLEZ, W. J., "Historicismo y anti-historicismo en la polémica metodológica entre G. Schmoller y C. Menger", en VARELA, M. y LÓPEZ FERNÁNDEZ, C. (eds.), Actas del V Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y las Técnicas, S.E.H.C. y T., Murcia, 1991, pp. 2040-1. 11 GONZÁLEZ, W. J., "La interpretación historicista de las ciencias sociales", Anales de Filosofía, v. 2, (1984), p. 113. 12 "Podemos calificar de historicista esta teoría moral - dice Popper en referencia a la de Marx y Engels porque sostiene que todas las categoría morales dependen de la situación histórica; en el campo de la ética se la suele denominar relativismo histórico" (POPPER, K. R., The Open Society and Its Enemies, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1945. Vers. cast. de E. Loedel: La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Buenos Aires, 1967, v. II, p. 279. Cursiva en el original). Podría tratarse de una simple confusión entre "historismo" e "historicismo", pero todo el contexto hace pensar que no es así. El párrafo está El historicismo tendría también consecuencias relativistas, si bien menos obvias y directas que el historismo. Las doctrinas historicistas son en primera instancia dogmáticas. Podrían parecer a primera vista - como señala Popper - una especie de racionalismo, un freno a las tendencias románticas. Pero sucede que, al apoyarse más en la necesidad de una pretendida ley científica que en la libertad crítica del ser humano, derivan comúnmente hacia el relativismo y el irracionalismo. Recordemos lo próximas que están en la obra de Popper las nociones de racionalidad y libertad. Difícilmente se puede salvar la racionalidad desde la necesidad de una ley; sería, en palabras de Popper, un milagro que un estado de cosas más racional fuese traído por las fuerzas ciegas de la necesidad. Por eso, en realidad, la doctrina historicista acaba aliada con una doctrina "francamente opuesta al racionalismo (y, especialmente, a la doctrina de la unidad racional de la humanidad) [...] Nos referimos a la teoría marxista de que nuestras opiniones, incluyendo las de carácter moral y científico, se hallan determinadas por los intereses de clase, y en términos más generales por la situación social e histórica de nuestro tiempo. Con el nombre de 'sociología del conocimiento', o 'sociologismo' esta doctrina ha sido objeto de un reciente desarrollo [...] convirtiéndose en la teoría de la determinación social del conocimiento científico"13. A lo largo de todo el capítulo de la Sociedad abierta que Popper dedica a la sociología del conocimiento (cap. XXIII) se aprecia la filiación historicista de esta doctrina tanto como su inclinación relativista. Dicho de otro modo, el dogmatismo historicista se funda en algo distinto de la razón humana, no en la libertad, sino en la necesidad de una ley histórica. Quien conoce esta ley - diría el historicista marxista - tiene la ciencia, los demás se mueven en la ideología (o en versión platónica en la mera opinión). Esta pretendida distinción sólo se sostiene mientras creamos que el historicista, a diferencia del resto de los mortales, ha logrado zafarse de las condiciones sociales o históricas que, según él, atan a los demás. La pretendida excepcionalidad del historicismo, obviamente, dura poco. Pero si no se trata de ninguna doctrina excepcional, ¿por qué creer antes en las ideas historicistas que en otras cualesquiera?, ¿no son fruto todas ellas, según el propio historicismo, de la misma necesidad histórica? ¿Podemos ahora comparar y evaluar desde criterios contenido en el capítulo XXII, titulado "La teoría moral del historicismo". Esta teoría moral es criticada, entre otras cosas, por conducir al relativismo. 13 POPPER, K. R., The Open Society and Its Enemies, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1945. Vers. cast. de E. Loedel: La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Buenos Aires, 1967, v. II, p. 295. universales?, ¿queda algo así como la unidad racional de la humanidad? Evidentemente estamos de vuelta en el relativismo14. Popper intenta evitar el relativismo siguiendo una estrategia diferente, por una vía no dogmática. Reconoce la existencia de "marcos", pero no cree que nadie esté sometido necesariamente a ninguno en concreto. Es la posibilidad de crítica de cualquier marco histórico, social o lingüístico la que permite hablar de racionalidad, de unidad de la razón humana. Popper no apoya su crítica en una cierta ley conocida científicamente por la razón, sino su idea de razón en la pura posibilidad de crítica libre. Con todo, la tesis historicista más criticada por Popper por su incoherencia y por sus perversos efectos morales y políticos es la que afirma el carácter predictivo de la ciencia de la historia. "Profecías" llama Popper a esta suerte de predicciones supuestamente científicas que se hacen a partir de supuestas leyes históricas. Popper despliega en este punto varios argumentos críticos. El historicismo tampoco ha entendido bien - sostiene Popper - los objetivos de las ciencias naturales. No ha captado que las predicciones que realizan estas ciencias son siempre de carácter condicional, no absoluto. Las ciencias naturales no nos dicen que va a suceder B, sino que sucederá B en caso de que se dé un conjunto de condiciones iniciales A. Esto está muy lejos de la profecía histórica incondicional, conforme a la cual llegará inexorablemente, a través de ciertas etapas prefijadas, un cierto estadio histórico final. La analogía con el proceder del astrónomo ha confundido a los historicistas. No han visto que la astronomía es un caso especial, es una ciencia que ha tratado desde antiguo sobre un sistema prácticamente aislado, el sistema solar, acerca del cual, en efecto, se pueden hacer predicciones muy precisas a largo plazo. Ahora bien, este es un caso más bien excepcional, no es lo que suele suceder con los sistemas físicos. Pero el argumento que Popper estima definitivo, su golpe de gracia al historicismo, es de carácter lógico y lo formula en estos términos: (i) "El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos". (ii) "No podemos predecir, por métodos racionales o científicos, el crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos". (iii) "No podemos, por tanto, predecir el curso futuro de la historia humana". (iv) "Esto significa que hemos de rechazar la posibilidad de una historia teórica; es decir, de una ciencia histórica y social de la misma naturaleza que la física teórica. No puede haber una teoría científica del 14 Lo mismo, por cierto, que decimos aquí respecto del historicismo se podría aplicar a cualquier intento de naturalización radical de la ética o la epistemología. desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica". (v) "La meta fundamental de los métodos historicistas [...] está, por lo tanto, mal concebida; y el historicismo cae por su base"15. La clave del argumento es la premisa (ii). Se basa en la idea de que predecir los resultados del conocimiento futuro es tanto como hallar de hecho dichos resultados. Por tanto, tardaremos tanto tiempo en "predecir" esos resultados como en hallarlos de hecho. 2.3. Crítica a las consecuencias morales y políticas del historicismo A pesar se su aspecto formal, la refutación del historicismo no es para Popper un mero juego lógico. Si el planteamiento que hemos hecho al comienzo de esta ponencia es correcto, entonces tendremos que entender esta refutación como la solución popperiana al problema real del que habíamos partido, o al menos una parte importante de la respuesta a ese problema. Popper estima que el historicismo habría tenido una influencia perniciosa sobre la moral y sobre el pensamiento social y político. Esta influencia habría facilitado el ascenso de doctrinas como el positivismo moral y el relativismo, y de las tendencias políticas marcadas por el totalitarismo, el utopismo y la violencia revolucionaria. La crítica al historicismo debe alcanzar también a las doctrinas morales y políticas fundadas en él. El positivismo moral y jurídico se puede detectar muy claramente en Hegel, quien afirma la identidad entre lo racional y lo real. De ahí se pasa a la afirmación de que la evolución de la realidad histórica es también la evolución de la razón. "Y - en palabras de Popper - puesto que no puede haber patrón más elevado en la existencia que el desarrollo último de la razón y de la Idea, todo aquello que es real o concreto en la actualidad existe por necesidad, y debe ser, a la vez, razonable y bueno"16. Si lo que es de hecho es razonable y bueno, estamos a un paso de la afirmación de que la fuerza es derecho. Según Popper, Hegel estaba pensando como realización del bien precisamente en el estado prusiano de su tiempo. ¿Cabe la crítica moral o jurídica de las estructuras de dicho estado si es tomado como realización misma de la Razón y de la Idea? Cabe únicamente el sometimiento a sus dictados. 15 POPPER, K. R., The Poverty of Historicism, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1957. Vers. cast. de P. Schwartz: La miseria del historicismo, Taurus, Madrid, 1961, p. 12. 16 POPPER, K. R., The Open Society and Its Enemies, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1945. Vers. cast. de E. Loedel: La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Buenos Aires, 1967, v. II, p. 30. En cuanto al relativismo moral, vemos que acompaña al historicismo en la medida en que éste hace depender las categorías morales de la situación histórica. Resulta evidente, por ejemplo, en el historicismo marxista: "Desde este punto de vista señala Popper - no es suficiente preguntarse: ¿es justo actuar de esta manera?, sino que la pregunta completa sería la siguiente: ¿es justo, en el sentido de la moralidad feudal del siglo XV, actuar de esta manera? O tal vez: ¿es justo, en el sentido de la moralidad proletaria del siglo XIX, actuar de esta manera?"17. La moral es un producto de la historia, cada época produce una, o tal vez dos, la de las clases dominantes y la de las clases dominadas. El desarrollo de la historia humana, conforme a su ley, las va generando. Y no tiene sentido la pregunta "¿cuál es mejor?", pero sí la cuestión típicamente historicista: "¿cuál se impondrá al final?, ¿cuál va en la dirección del progreso de la historia?". Tan sólo eso cuenta, y el marxismo ofrecía "científicamente" la respuesta. En el terreno político el historicismo genera tendencias totalitarias, utópicas y revolucionarias. Si nuestra única guía "científica" es la ley del desarrollo histórico, entonces difícilmente podemos pensar en una intervención reformadora de carácter gradual, fragmentario y libre sobre las estructuras existentes. Una intervención así requiere otro tipo de ciencia social. Precisa una sociología teórica capaz de apuntar mejoras limitadas, que incluso si no son exitosas nos enseñen algo, pues podemos aprender de nuestros errores. Pero el historicismo niega la posibilidad de reformas graduales. Desde una ciencia social historicista, las únicas previsiones que podemos hacer son las profecías globales. El científico social historicista "conoce" la evolución de la sociedad como un todo. Y el utopista pretende precisamente cambiar todo lo que hay por una sociedad de nueva planta. Según Popper éste es el nexo que une historicismo y utopismo: la perspectiva holista. El cambio social estará dirigido por la ciencia de la historia, en función de la misma tratará la sociedad como un todo y desde una sola posición rectora, bajo el poder del Estado. Para realizar estos cambios drásticos se necesita tener a toda la sociedad bajo control del Estado. De ahí la deriva totalitarista de la ingeniería social utópica. Popper aboga, en cambio, por una ingeniería social fragmentaria, que puede ser llevada a cabo de manera descentralizada, por agentes tanto públicos como privados, y que no requiere de un control total sobre la sociedad. Es más, según Popper, la ingeniería utópica inspirada en el historicismo es inviable, de manera 17 POPPER, K. R., The Open Society and Its Enemies, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1945. Vers. cast. de E. Loedel: La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Buenos Aires, 1967, v. II, p. 280. que en la práctica se convierte más bien es una serie de chapuzas encadenadas, siempre compatibles con el control totalitario para evitar la disidencia y la protesta. 2.4. Balance de la crítica popperiana al historicismo Por supuesto, esta crítica de Popper al historicismo ha suscitado, a su vez, numerosas críticas, y las correspondientes réplicas, dúplicas...18 Por ejemplo, ha recibido críticas desde el punto de vista de la historia de la filosofía por la lectura que Popper hace de algunos clásicos, y especialmente de Platón, Hegel y Marx. También ha sido criticada su concepción de las ciencias sociales y en especial de la historiografía (de esto trataremos en el siguiente apartado). El uso del propio término "historicismo" ha recibido críticas (en este caso la réplica popperiana es obvia: "no discuto sobre palabras"). Para algunos autores, la crítica al historicismo es ociosa, puesto que carga contra a un enemigo intelectual que no existe, construido, o al menos exagerado, por el propio Popper. No podemos seguir aquí el pormenor de estos prolijos debates, pero, haciendo balance, podríamos decir que la crítica de Popper al historicismo radical se ha dado por buena. En este sentido, se debe reconocer a Popper el hecho de que hoy tales posiciones sean ya insostenibles. Pero, por otra parte, el mismo hecho de que pocos sostengan ya una posición historicista radical, podría ser tomado como un indicio de que la crítica popperiana es ya inútil, pues va dirigida a un enemigo que ya no existe. Incluso hay quien duda que haya existido nunca en los términos en que lo describió Popper. Este punto afecta especialmente a la crítica popperiana al marxismo, al fin y al cabo la más influyente de las versiones del historicismo durante el pasado siglo. Podríamos preguntarnos, pues, si Popper acabó intelectualmente con el marxismo. Si aceptamos que alguna parte de la doctrina marxista puede sobrevivir sin el historicismo, entonces hemos de aceptar que Popper no acabó con el marxismo. De hecho, él mismo lo dice: "La eliminación de la doctrina historicista provoca el derrumbe total del marxismo en lo que respecta a sus pretensiones científicas. Pero no destruye las 18 Véase: DONOGAN, A., "Popper's examination of Historicism", en SCHILPP, P. A. (ed.), The Philosophy of Karl Popper, Open Court, La Salle, Illinois, 1974, pp. 905-924; BOUVERESSE, R., Karl Popper ou le rationalisme critique, Vrin, París, 1978, pp. 165-180 y QUILLIOT, R., "Popper et la question de l'historicisme", en BOUVERESSE, R. (ed.), Karl Popper et la science d'aujourd'hui, Aubier, París, 1989, pp. 431-448. afirmaciones más técnicas, o políticas, del marxismo"19. Dicho de otro modo, Popper no refuta completamente el marxismo. Pero hace algo mejor que eso: al ponerlo en su lugar, al acabar con sus pretensiones de cientificidad, habilita a lo que quede del mismo para entrar en el juego democrático en pie de igualdad con otras ideologías. A veces se discute si Popper estaba más cerca de la socialdemocracia o del liberalismo, o si evolucionó a lo largo de su vida desde lo uno a lo otro20. No voy a entrar en este debate, pues no es el objeto de la presente contribución. Pero, sin salirnos del debate del historicismo, lo que sí se puede afirmar es que cualquier socialdemocrata o liberal hoy día deber ser en cierta medida popperiano. Trataré de justificar la afirmación. La crítica popperiana al historicismo, al destruir las pretensiones científicas del socialismo ha abierto precisamente la puerta a un socialismo democrático, ha establecido las bases para la alternancia entre políticas de mayor o menor intervención pública, entre socialdemocracia y liberalismo. Así, cada cual puede reconocer al otro como un adversario decente en la liza democrática, y no como un mero compañero de viaje, y no como un enemigo inevitablemente perverso o errado (o ambas cosas a un tiempo). Lo importante es que Popper, al bajar al marxismo de su pedestal "científico", aportó la teoría política para un sistema con dos posiciones mayoritarias que se reconocen mutuamente como legítimas. Un sistema que además puede sobrevivir a pesar de la presencia de otras posiciones minoritarias que aún se adhieren a las tesis historicistas, y ante las cuales sigue siendo imprescindible recordar la demoledora crítica popperiana. 2.5. El lugar de la crítica al historicismo en el conjunto de la obra popperiana La crítica al historicismo es una parte central de la obra popperiana. Como hemos visto es un instrumento imprescindible para dar solución al problema real del que Popper había partido: la miseria, el sufrimiento y la falta de libertad de muchas personas bajo los regímenes totalitarios. Por otra parte la crítica al historicismo depende intelectualmente de la filosofía popperiana de la ciencia. En la misma época - en torno a 1919 - en que Popper se 19 POPPER, K. R., Conjectures and Refutations: The Growth of Scientific Knowledge, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1965. Vers. cast. de N. Míguez: El desarrollo del conocimiento científico. Conjeturas y refutaciones, Paidós, Buenos Aires, 1967, p. 395. 20 Véase, por ejemplo: MAGEE, B., Popper, Fontana-Collins, Londres, 1973. Vers. cast. de L. Pujadas: Popper, Grijalbo, Barcelona, 1974. alejaba del marxismo y del psicoanálisis por el carácter pseudo-científico de ambos, descubría la actitud ejemplarmente científica de Einstein. La idea popperiana de racionalidad crítica se fragua al calor de esta profunda impresión. Lo que más le impresionó de Einstein fue "su clara afirmación de que consideraría su teoría como insostenible si no resistía ciertos test [...] He aquí una actitud totalmente diferente de la actitud dogmática de Marx, Freud, Adler, y aún más de sus seguidores"21. Cuestión de actitudes distintas, más que de tesis diferentes. La representada aquí por Einstein recibe varios nombre en la obra popperiana: actitud científica, racional, crítica, de humildad intelectual, socrática, falibilista... Esta actitud - llamémosle falibilista -, es la que Popper echa de menos en las doctrinas historicistas. Precisamente la falta de esa actitud es la que acaba causando tanto daño y sufrimiento. Popper nos propone, a cambio, una sociedad abierta, inspirada en la actitud falibilista. Obsérvese que la base de la sociedad abierta no es el descreimiento escéptico o el relativismo, sino un firme compromiso con la actitud moral que hemos llamado falibilismo. Supongamos que Popper, profundamente impresionado y motivado por un problema real de carácter social, moral y político, encontró una actitud racional prometedora precisamente en un científico como Einstein. A partir de ahí dedicó buena parte de su actividad a desarrollar una filosofía de la ciencia que tuviese como base esta actitud que hemos llamado falibilista. Su filosofía de la ciencia falibilista realmente acaba por convertirse en una teoría del desarrollo del conocimiento, "desde la ameba hasta Einstein". Una vez en posesión de esta filosofía de la ciencia, la aplica también a las ciencias sociales, donde encuentra doctrinas dogmáticas y pseudo-científicas, como el historicismo, dignas de crítica, con consecuencias morales y políticas también merecedoras de crítica. Precisamente esas consecuencias son las que constituían el problema real del que partió Popper, cuyas causas y posibles soluciones ahora ha logrado esclarecer. Podemos considerar, así, la Sociedad abierta y sus enemigos y la Miseria del historicismo como textos en los que aplica la filosofía de la ciencia que previamente había desarrollado en La lógica de la investigación científica y sus conocidas tesis indeterministas. Pero podemos considerar también que la motivación de su filosofía de la ciencia fue principalmente de carácter moral. Y no sólo la motivación - que podría ser 21 POPPER, K. R., Unended Quest: An Intellectual Autobiography, The Library of Living Philosophers, Londres, 1974. Vers. cast. de C. García Travijano: Búsqueda sin término, Tecnos, Madrid, 1977, p. 52. meramente externa -, sino también la base de su filosofía de la ciencia es una actitud práctica22. La actitud falibilista es, pues, el nexo entre los aspectos epistémicos y prácticos del pensamiento popperiano23. La actitud falibilista enlaza también con la ontología, pues exige posiciones realistas y una concepción no relativista de la verdad 24. De lo contrario, difícilmente podríamos creer seriamente que podemos estar equivocados. Por último, la filosofía popperiana de las ciencias sociales, y en especial su filosofía de la historia resulta ser prácticamente un producto de su crítica al historicismo, una construcción elaborada en gran medida para llenar el hueco que el historicismo había dejado, sin tener que regresar a la historiografía de héroes y reyes. Y la filosofía de la historia, a su vez, remite, como veremos más abajo, a la teoría popperiana del mundo 3. 3. La filosofía popperiana de la historia Pasemos ahora a considerar en qué situación queda para Popper la ciencia de la historia tras la crítica al historicismo. 3.1. El campo de las ciencias sociales En primer lugar, se produce una reorganización dentro del campo de las ciencias sociales. La sociología y la economía son consideradas como ciencias teóricas, cuya función es la investigación de teorías y leyes generales. Deben buscar especialmente las leyes que rigen las consecuencias no deseadas de nuestras acciones (por ejemplo, el mero hecho de uno intente comprar algo está haciendo que el precio suba, lo cual obviamente cae fuera de la intención del comprador). La economía es tomada con frecuencia como modelo de cientificidad dentro de las ciencias sociales. Tanto la 22 Véase en este sentido: ARTIGAS, M., Lógica y ética en Karl Popper, Eunsa, Pamplona, 1998 y ZANOTTI, G., "Karl Popper: antes y después de Kyoto", Arbor, v. 162/642, (1999), pp. 229-243. 23 "Lo que me hace admirar [a Popper] como pensador - afirma Gellner - es que dejó clara la conexión entre el secreto de la ciencia y el secreto de una sociedad libre. Ambas tienen el mismo precio" (GELLNER, E., "Karl Popper - The Thinker and the Man", en AMSTERDAMSKI, S. (ed.), The Significance of Popper's Thought, Rodopi, Amsterdam, 1996, p. 79). 24 Puede verse: NOTTURNO, M. A., "Tolerance, Freedom, and Truth: Fallibilism and the Opening of Closed Societies", en NOTTURNO, M. A., Science and the Open Society. Central European University Press, Budapest, 2000, pp. 25-46 y MOYA, E., "Verdad y sociedad abierta", en MOYA, E., Conocimiento y verdad. La epistemología crítica de Karl Popper, Biblioteca nueva, Madrid, 2001, pp. 235-268. sociología como la economía pueden hacer predicciones apoyadas en conjeturas teóricas. No hacen predicciones acerca del curso de la historia en general, claro está, pero sí acerca de asuntos más concretos y limitados, como la evolución de ciertos indicadores económicos, o de las preferencias de voto o de consumo. Por supuesto, se trata de predicciones condicionales y falibles. El voto, el consumo o la inflación evolucionarán de tal modo si suceden tales cosas, y, sobre todo, si tomamos ciertas decisiones y emprendemos ciertas acciones. Sobre esta base predictiva se puede pensar en una "ingeniería social fraccionaria", es decir, en la posibilidad de reformas limitadas tendentes a la mejora de cualquier aspecto de la vida social, cuyos efectos podamos evaluar. Estas reformas pueden ser realizadas tanto por gobiernos como por particulares, van desde la reforma de la estructura laboral dentro una empresa, o del sistema de tarifas, hasta la introducción de reformas legales en un sistema educativo o un cambio de moneda. Popper cree que mediante reformas fragmentarias la vida social puede cambiar, y, rectificando nuestros errores, puede incluso mejorar. Una de las mayores discrepancias de Popper con los historicistas reside en este punto: según él no consiguieron ver el potencial de cambio y de mejora que tiene la estrategia reformista; siempre pensaron, en cambio, en la necesidad de una sociedad de nueva planta. 3.2. La ciencia de la historia La historiografía, por el contrario, no tiene carácter teórico, no produce leyes generales, y, desde luego, no se refiere al futuro, sino únicamente al pasado. La ciencia de la historia se ocupa de la explicación de acontecimientos concretos del pasado, no de la predicción del futuro de la historia como un todo. Sin embargo, esto no justifica diferencias metodológicas de carácter cualitativo entre la ciencia de la historia y el resto de las ciencias sociales o naturales (aunque Popper sí reconoce la existencia diferencias de grado). Popper recomienda al historiador que estudie problemas y no periodos. Esta recomendación está obviamente en consonancia con la crítica al historicismo, pero también lo está con el método de las ciencias naturales tal como lo entiende Popper, que arranca siempre de un problema y produce como resultado de la investigación otros muchos problemas que darán origen a otras investigaciones. Tanto en la ciencia de la historia como en cualquier otra ciencia, avanzamos de problema en problema. No es posible empezar directamente por la lectura de documentos históricos, pues los documentos sólo aparecen como pertinentes en relación a un problema dado y a una hipótesis de trabajo. Del mismo modo, el resto de las ciencias no pueden sencillamente empezar por la colección de observaciones, a la manera inductiva. Precisan la guía de un problema y una cierta hipótesis de trabajo. El esquema de la explicación también es el mismo para todas las ciencias: para explicar un hecho (explanandum) se requiere una primera premisa general, una ley, y una segunda que se refiera a las condiciones iniciales concretas, históricas, en las que se produjo el hecho. De las dos premisas (explanans) se sigue deductivamente, si la explicación es adecuada, el enunciado que se refiere al hecho que tratábamos de explicar. Las ciencias generalizadoras o teóricas investigan las leyes, las históricas las condiciones iniciales. Esa es la diferencia básica entre la historiografía y la sociología o la física. La ciencia de la historia puede elaborar conjeturas acerca de la existencia de ciertas condiciones históricas que, de haberse dado, explicarían el hecho en cuestión. Puede también tratar de corroborar dicha conjetura buscando las correspondientes pruebas documentales. Pero necesita tomar la premisa general de otra ciencia, o bien utilizar regularidades triviales (como que entre dos ejércitos con paridad en otros aspectos vencerá el que tenga una considerable superioridad numérica). Muchas veces tales premisas generales pasan inadvertidas, se aceptan de modo poco consciente, se toman como supuestos triviales y no aparecen siquiera explícitamente en la explicación histórica, que sólo suele discutir las condiciones históricas antecedentes. De hecho, Popper afirma que la función de la premisa general a menudo es desempeñada tácitamente, al menos a modo de primera aproximación, por la ley trivial de que las personas cuerdas actúan de forma más o menos racional dada la situación. El propio autor ofrece un ejemplo del uso de esta lógica de las situaciones. Trata de explicar la negativa de Galileo a aceptar la teoría lunar de las mareas y las elipses de Kepler. Procede a reconstruir hipotéticamente la situación histórica. El problema de las mareas lo presenta dentro de una situación más compleja, como una pieza clave en el debate sobre el copernicanismo. La teoría galileana intenta explicar las mareas como el resultado de la combinación de los movimientos de rotación y traslación de la tierra. Galileo, con su teoría, pretendía dos cosas: en primer lugar, brindar un apoyo importante al copernicanismo, y en segundo término evitar una teoría lunar que, a sus ojos, estaba vinculada a la astrología, es decir a la teoría de las influencias astrales sobre los asuntos terrestres mediante "fuerzas ocultas". La posición de Galileo queda explicada, según Popper, por lo razonable de la misma dada la situación25. Según Popper, este procedimiento de análisis de la situación permite evitar el psicologismo y el relativismo, pues hace uso de entidades del mundo 3. No intenta revivir la psicología de Galileo, las ideas que pasaron en efecto por su mente, sino la lógica de la situación tal como pudo entenderla Galileo. Cuando se discute si las ciencias humanas realmente producen explicaciones o, más bien, deben aspirar a la comprensión, Popper responde que este procedimiento constituye un auténtico avance en la comprensión histórica26, siendo, al mismo tiempo, subsumible bajo el esquema de explicación nomológico-deductiva. Las condiciones que configuran la situación histórica, a su vez, son muchas, muy complejas y la mayoría quizá sin interés para la explicación de los hechos en cuestión. La única forma de salir de esta dificultad es empleando un punto de vista selectivo. Esto no significa, según Popper, que podamos torcer los hechos y sus causas a nuestro antojo, más bien al contrario: todos los datos que, desde un cierto punto de vista, sean relevantes han de ser tenidos en cuenta con el mayor cuidado y objetividad. Por otro lado, el punto de vista selectivo evita que tengamos que preocuparnos por la pléyade de hechos que no son, bajo ese punto de vista, relevantes. Como sucede en cualquier ciencia, los hechos pertinentes no brotan por sí solos ante nuestros ojos, sino que tenemos que seleccionarlos desde ciertas expectativas o intereses. Así, según Popper, no es posible una ciencia de la historia en su conjunto, sino un estudio, por ejemplo, de la historia del arte o de la lucha de clases. Popper llama también interpretación histórica a cada uno de los puntos de vista selectivos. Podemos interpretar la historia como la lucha de clases, o de naciones, o de razas, o como Popper preferiría, como la lucha entre la sociedad abierta y la cerrada. En todo caso, cada una de estas interpretaciones ejerce la función de filtro selectivo, de foco de atención, que nos permite centrarnos en ciertos hechos y obviar otros. Habrá, pues, una pluralidad de interpretaciones posibles, y quizá interesantes, de la historia. Pero ninguna de ellas puede aspirar a convertirse en una teoría de la historia y menos en la teoría. 25 POPPER, K. R., In Search of a Better World, Routledge, Londres, 1992. Vers. cast. de J. Vigil Rubio: En busca de un mundo mejor, Paidós, Barcelona, 1994, pp. 215-9. 26 Además del texto citado en la nota anterior, puede verse también: POPPER, K. R., The Myth of the Framework. In Defence of Science and Rationality, Routledge, Londres, 1994. Vers. cast. de M. A. Galmarini: El mito del marco común, Paidós, Barcelona, 1997, p. 148. Es importante señalar que esta especie de perspectivismo histórico no es equivalente al relativismo, pues una vez adoptado un cierto punto de vista selectivo, las hipótesis explicativas pueden resultar verdaderas o falsas. Es decir, las conjeturas son relativas a los problemas de los que partimos, al punto de vista elegido y al estado actual del conocimiento. Pero la verdad no es relativa. Si lo fuese, difícilmente podríamos descubrir nunca que habíamos cometido un error interpretativo. Y eso sucede. A veces aparecen documentos o argumentos nuevos que nos hacen ver el error en el que estábamos27. 3.3. Críticas a la concepción popperiana de la ciencia de la historia La concepción popperiana de la historiografía ha recibido diversas críticas 28. Me limitaré aquí a apuntar las principales líneas de crítica y a formular algún comentario sobre las mismas. En primer lugar se puede recordar que aunque en la historia tal vez no existan leyes rígidas, sí se dan tendencias. Popper mismo reconoce la existencia de tendencias históricas, pero insiste en separarlas de las leyes: por más que cualquier tendencia se haya detectado hasta ahora, puede cambiar en cualquier momento, a diferencia de las leyes, que tienen valor general. Por ejemplo, según Popper se ha dado en los últimos siglos una evidente tendencia al desarrollo del conocimiento, pero es obvio que se pueden dar cambios imprevisibles que acaben con dicha tendencia en cualquier momento. De paso, esta observación ilumina el sentido en el que Popper se reclama un optimista. Se refiere a la situación presente y a la evolución reciente que han seguido sobre todo las democracias occidentales. No es, en modo alguno, un optimismo hacia el futuro. Esta interpretación optimista de la historia se opone a la que Popper denomina interpretación cínica. Según él, las modas interpretativas se han ido sucediendo: nacionalismo, racismo, marxismo y, en nuestros días, ante el fracaso de la historiografía marxista, cinismo. Debido al fracaso obvio de ciertas profecías, algunos de los que las 27 Puede verse: POPPER, K. R., The Myth of the Framework. In Defence of Science and Rationality, Routledge, Londres, 1994. Vers. cast. de M. A. Galmarini: El mito del marco común, Paidós, Barcelona, 1997, p. 143. 28 Una crítica muy completa de la filosofía de la historia popperiana puede verse en: WILKINS, B. T., Has History Any Meaning? A Critique of Popper's Philosophy of History, Cornell Univertity Press, Ithaca, 1978. Vers. cast. de P. Rosenblueth: ¿Tiene la historia algún sentido? Una crítica a la filosofía de la historia de Popper, F.C.E., México, 1983. sostenían se han convertido al pesimismo y predican la culpa moral de las democracias occidentales por todos los males de la humanidad. El cinismo y el pesimismo acerca de la situación actual es tomado por Popper como una especie de nueva religión29. Frente a ella, Popper señala la propensión de las democracias a hacer reformas y el alto componente moral de dicha propensión. Este optimismo respecto del presente lo único que nos proporciona respecto del futuro es esperanza y responsabilidad, ya que el futuro depende de lo que nosotros hagamos. Pero volvamos a las críticas a la filosofía de la historia de Popper. También se ha señalado que, por más que no existan leyes de la historia, las especulaciones acerca del futuro histórico siguen teniendo un enorme atractivo y difícilmente dejaremos de hacerlas. Parece que necesitamos una interpretación general del sentido de la historia, de las grandes etapas y de la posición de nuestra época respecto al pasado de la humanidad. El propio Popper - se puede objetar - sugiere un relato de la historia en términos del paso de la sociedad cerrada a la sociedad abierta. No obstante, creo que todo esto no afecta al fondo de las ideas popperianas. Quizá de hecho sigamos especulando sobre el futuro histórico de la humanidad, pero sabemos que se trata de eso, de meras especulaciones, no de predicciones científicas. Quizá necesitemos encontrarle un sentido a la historia, pero Popper enseña que dicho sentido debe ser decidido y realizado por nosotros. Seguramente él considera el tránsito hacia una sociedad abierta como un progreso, pero en modo alguno garantizado por ninguna ley de la historia. Ni siquiera la continuidad en el futuro de las sociedades abiertas ya existentes puede darse por segura. El futuro nos interesa, claro está, pero permanece abierto, no podemos predecirlo, pero sí realizarlo. El mismo relato que hace Popper del tránsito de la tribu a la sociedad abierta ha sido criticado por estar basado en juicios históricos excesivamente simplistas. Popper nunca ha negado que emplea simplificaciones, a veces reconoce incluso supersimplificaciones, pero entiende este movimiento como parte del método científico, que necesariamente tiene que simplificar las situaciones para poder estudiarlas. La 29 Véase: POPPER, K. R., "Contra el cinismo en la interpretación de la historia", en POPPER, K. R., Alles Leben ist Problemlösen. Über Erkenntnis, Geschichte und Politik, Pieper, Múnich, 1994. Vers. cast. de C. Roldán: La responsabilidad de vivir. Escritos sobre política, historia y conocimiento, Paidós, Barcelona, 1995, pp. 225-238. cuestión consiste en saber cuándo la simplificación es excesiva e invalida los resultados30. Se atribuye, en definitiva, a Popper una deficiente intelección de los aspectos peculiares de la historiografía y en general de las ciencias sociales, y una excesiva insistencia en la unidad de método y de esquemas explicativos entre todas las ciencias. Aquí habría que recordar que Popper realiza una revisión profunda de los métodos de las ciencias naturales. No tiene nada que ver su visión de la metodología de las ciencias naturales con la de los positivistas o inductivistas. Y, a decir verdad, se aproxima bastante a algunos métodos que tradicionalmente se atribuían a las ciencias sociales, de corte dialéctico o incluso hermenéutico. Así pues, para ser justos, habría que decir que la unidad de método popperiana es un encuentro a medio camino entre las ciencias sociales y naturales más que la simple absorción de las primeras por las segundas 31. Y, más allá de la unidad de método entre las ciencias, Popper acaba por identificar el método científico con un cierto tipo de sentido común, un sentido común crítico o ilustrado y ejercido con mayor grado de sistematicidad. El encuentro metodológico que propone entre ciencias sociales y naturales, se produce realmente, en el terreno del sentido común32. 4 Conclusión: historicismo y falibilismo 30 Sin ir más lejos, en la exposición que hace de la posición de Galileo respecto de la teoría de las mareas, quedan fuera elementos importantes. La circularidad de las órbitas era difícilmente sostenible con los datos de Tycho Brahe, de los que Kepler disponía. Estos datos, especialmente los que se refieren a Marte, permitieron a Kepler refutar la teoría de las órbitas circulares, que él mismo intentó en primera instancia. Es raro que Popper no tome esto en consideración. Se puede comparar la reconstrucción popperiana con la realizada por Holton (HOLTON, G., Einstein, History and Other Passions. The Rebellion againts Science at the End of the Twentieth Century, Woodbury, New York, 1995. Vers. cast. de J. J. García Sanz: Einstein, Historia y otras pasiones, Taurus, Madrid, 1998, pp. 111-141), en la que se consideran de modo muy documentado también las preferencias estéticas de Galileo, favorable al clasicismo más que al manierismo, y, por tanto, más propenso a aceptar los círculos que las elipses. Todo esto puede parecer circunstancial, pero creo que señala un punto débil de la explicación histórica al estilo popperiano: exige no sólo la trivial afirmación de que las personas cuerdas tienden a actuar racionalmente, sino toda una compleja teoría de la acción humana que, desde mi punto de vista, Popper no ofrece. De hecho, en La miseria del historicismo habla del "factor humano" asociándolo a veces a lo incierto y voluble por excelencia y en el párrafo siguiente a la libertad y racionalidad (POPPER, K. R., The Poverty of Historicism, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1957. Vers. cast. de P. Schwartz: La miseria del historicismo, Taurus, Madrid, 1961, pp. 173-4). 31 Ambrosio Velasco (VELASCO, A., Tradiciones naturalistas y hermenéuticas en las ciencias sociales, UNAM, México, 2000) hace observaciones muy certeras sobre la aproximación que se ha ido produciendo en los últimos tiempos entre las tradiciones naturalistas y las hermenéuticas. 32 Puede verse: POPPER, K. R., The Myth of the Framework. In Defence of Science and Rationality, Routledge, Londres, 1994. Vers. cast. de M. A. Galmarini: El mito del marco común, Paidós, Barcelona, 1997, pp. 139-40, donde Popper comenta favorablemente la tesis de la proximidad entre el método de la historia y el sentido común, así como la idea de que "la ciencia es un arte". Se suele decir: "la historia juzgará". Popper enseñó que la historia no es juez de nada, que no realizará por nosotros la tarea que es exclusivamente nuestra. Sea cada cual, pues, responsable de sus juicios. Según el mío - y creo que en esto no arriesgo mucho -, Popper es uno de los más grandes filósofos del siglo XX, si no el más importante. Su vida prácticamente coincide con el siglo. Y fue filósofo en el más pleno sentido de la palabra, no sólo filósofo de la ciencia, de la historia o de la política, no sólo "filósofo de...", sino filósofo. Intervino en casi todos los debates filosóficos importantes del tiempo que le tocó vivir33. Aquí nos hemos ocupado de una parte limitada de su obra. Pero, partiendo de su reflexión sobre la historia, hemos detectado el alma de su filosofía, la atmósfera que envuelve cada una de las líneas que escribió. Me refiero no a una tesis abstracta, sino a una actitud práctica: el falibilismo. Este es, a mi modo de ver, el más importante legado de Popper. Esta actitud, mezcla de humildad intelectual, de amor al saber y de realismo, merece ser reivindicada en nuestros días, en los que observamos tendencias relativistas, irracionalistas o neorrománticas, con su enorme riesgo práctico34, a las que difícilmente se puede oponer la simple nostalgia de una racionalidad utópica, logicista o rígida, pero frente a las cuales el falibilismo constituye una buena alternativa. Podríamos decir - ¡si la expresión no estuviese ya tan devaluada! - que el falibilismo popperiano sí que es una auténtica revolución copernicana, un cambio axiológico que modifica una tendencia secular. La colocación de la verdad, en lugar de la certeza, como valor epistémico máximo es quizá la parte más sustantiva, duradera y valiosa del legado de Karl Popper35. Dado que Popper reconocía la necesidad de un cierto punto de vista, de una cierta interpretación a la hora de hacer historia, parece legítimo contar la historia de los últimos siglos desde el punto de vista de los valores epistémicos. Podemos, así, llamar 33 Creo que se podría hacer con éxito una historia de la filosofía en el siglo XX tomando como punto de partida las polémicas en las que intervino Popper. Fue uno de los primeros en enfrentarse intelectualmente al neopositivismo, criticó las pretensiones de cientificidad del marxismo y del psicoanálisis, corrientes todas ellas muy vigentes durante buena parte del siglo. Hay que decir que si no lo están tanto en este nuevo siglo se lo debemos en gran medida a Karl Popper, a su indisciplina frente a las modas intelectuales, a su libérrimo espíritu crítico. Polemizó también contra Wittgenstein, con los frankfurtianos, con Thomas Kuhn y con las tendencias más relativistas y posmodernas. La crítica popperiana es, pues, atalaya privilegiada desde la que se observa en panorama la filosofía del siglo XX. 34 Sobre los riesgos prácticos del relativismo y su compatibilidad con el totalitarismo, puede verse: RADNITZKI, G., Entre Wittgenstein y Popper, Vrin, París, 1987, pp. 167-226. 35 Y, a la inversa, lo más caduco de la obra de Popper llega en los momentos en que cede a la nostalgia de la certeza, de la razón algorítmica, en los momentos en los que él mismo hace traición a la médula falibilista de su pensamiento, cuando trata de construir un criterio de demarcación basado en la estricta tiempos modernos a los que comenzaron con la campaña cartesiana y baconiana a favor de la certeza. El momento de la certeza como valor epistémico máximo pasó ya, entre otras causas, debido a la filosofía popperiana. Por eso Popper ha sido incluso tildado de irracionalista y padre de los irracionalistas contemporáneos36. Pero el abandono de la certeza como valor epistémico máximo, abandono del que tanto se queja Husserl y que identifica con la "crisis de las ciencias europeas"37, y aun más allá, con una crisis de civilización, se ha visto acompañado en las últimas década por un desprestigio similar de otro de los grandes valores epistémicos clásicos: la verdad. El relativismo cunde en los tiempos postmodernos. Pues bien, desde mi punto de vista, el falibilismo popperiano es la actitud más adecuada hoy día para evitar el sesgo relativista que es moda. En parte los obstáculos que pudieron impedir a Hume o a Descartes el desarrollar una idea de razón adecuada han sido abolidos por Popper, pues hoy somos conscientes de que ni siquiera las ciencias naturales se rigen de modo estricto por el método cartesiano o por el inductivo, y que están lejos de alcanzar la plena certeza, lo cual no las hace directamente irracionales. Por encima de cualquier otra cosa, es la renuncia a la obsesión por la certeza la que nos habilita hoy para imaginar una noción adecuada de razón. Para algunos pensadores actuales, como es el caso de Peirce y de Popper, está claro que en las ciencias, tanto naturales como sociales, no se puede alcanzar la certeza, que no existe método que garantice en modo alguno los resultados de la investigación. Popper resume la situación del siguiente modo: "Por regla general empiezo mis clases sobre el método científico diciendo a mis alumnos que el método científico no existe [...] Yo afirmo que no existe método científico en ninguno de estos tres sentidos: 1) No existe método para descubrir una teoría científica. 2) No existe método para cerciorarse de la verdad de una hipótesis científica, es decir, no existe método de verificación. 3) No existe método para averiguar si una hipótesis es "probable" o probablemente verdadera"38. falsabilidad o cuando intenta producir fórmulas para comparar los contenidos de verdad y falsedad de las teorías. 36 Stove acusa a Popper de irracionalista. Véase: STOVE, D. C., Popper and After. Four Modern Irrationalists, Pergamon, Oxford, 1982. Vers. cast. de C. García Travijano y S. Nuccetalli: Popper y después. Cuatro irracionalistas contemporáneos, Tecnos, Madrid, 1995. 37 HUSSERL, E., Die Krisis der Europäischen Wissenschaften und die Transzendentale Phänomenologie, Martinus Nijhoff Publishers, The Hague, 1976. Vers. cast. de J. Muñoz y S. Mas: La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología transcendental, Crítica, Barcelona, 1991. 38 POPPER, K. R., Realism and the aim of science, Rowman and Littlefield, Totowa, N.J., 1983. Vers. cast. de M. Sansigre Vidal: Realismo y el objetivo de la ciencia. Tecnos, Madrid, 1985, pp. 45-46. Si algo caracteriza a la razón en el racionalismo crítico ese algo es más una actitud que la observancia de un supuesto método científico, y esa actitud no es exclusiva del científico, sino aconsejable para toda persona que en cualquier ámbito de la vida quiera obrar de modo razonable. El falibilismo no es exactamente escéptico, ni mucho menos relativista o irracionalista, sino que al distinguir la verdad de la certeza puede seguir confiando en la verdad de la mayor parte de nuestro conocimiento. El falibilismo actual no desespera de la posibilidad de conocimiento verdadero (con verdad en sentido aristotélico), sino de conocimiento con certeza. Se apoya en lo que Popper ha llamado el sentido común crítico, es decir, no se trata, ni mucho menos, de dudar de todo. Todo nuestro conocimiento está sujeto a una potencial revisión, pues, en cualquiera de sus extremos puede contener errores, mas sólo se debe dudar de hecho cuando haya razones para la duda. El falibilismo está en conexión con una idea seria de la investigación y de sus objetivos: "La discusión racional no puede practicarse [...] como un mero juego para matar el tiempo. No puede existir sin problemas reales, sin la búsqueda de la verdad objetiva"39. La actitud falibilista consiste en definitiva en asumir que, por más que uno confíe en la verdad de lo que sabe, siempre puede estar en un error y que esta convicción debe orientar nuestras acciones. A esta disposición, en mi opinión, también se le puede llamar prudencia, es la prudencia en su forma actual40, nacida de nuestra experiencia histórica. 39 POPPER, K. R., Realism and the aim of science, Rowman and Littlefield, Totowa, N.J., 1983. Vers. cast. de M. Sansigre Vidal: Realismo y el objetivo de la ciencia. Tecnos, Madrid, 1985, p. 197. 40 He defendido esta tesis, que la actitud falibilista es la versión actual de la prudencia aristotélica, en MARCOS, A., "Aristotelian Perspectives for Post-Modern Reason", Epistemologia, An Italian Journal for the Philosophy of Science, v. 24/1, (2001), pp. 83-110 Marcos (2001). Referencias bibliográficas AMSTERDAMSKI, S., "Between Relativism and Absolutism: The Popperian Ideal of Knowledge", en AMSTERDAMSKI, S. 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