LA IDEOLOGÍA COMO VALOR EN EL PERIODISMO POLÍTICO

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LA IDEOLOGÍA COMO VALOR EN EL PERIODISMO POLÍTICO
Dra. Carmen Herrero Aguado
Universidad de Sevilla
Narrador y Discurso
El periodista es un narrador de la realidad. Para realizar esta tarea, utiliza la
descripción, la narración, la exposición, la argumentación, el análisis, la crítica y
cuantas técnicas se precisan para cumplir las funciones de información y de opinión
propias del trabajo periodístico.
“ Narrar consiste en contar hechos, sean reales o ficticios, pero a diferencia de la
descripción,
la narración necesita al hombre “ (1)
Naturalmente, cabe distinguir entre narraciones objetivas y narraciones subjetivas
pero, en todo caso, es fundamental el punto de vista. Los hechos se cuentan siempre
desde una determinada perspectiva, desde un lugar, un espacio o persona determinados.
Un discurso abarca a alguien ( problemática del narrador) que cuenta ( dispone los
acontecimientos en un orden, con una duración y desde uno o varios puntos de vista )
algo ( un relato ) a alguien ( problemática del receptor narrativo) (2). La perspectiva,
foco o aspecto son criterios fundamentales en el estudio de la estructura narrativa de un
texto o discurso. Genette ofrece una interesante tipología: la focalización cero se da en
aquellas narraciones en las que no se adopta nunca la perspectiva de los personajes –
narrador omnisciente -; la focalización interna se produce cuando la historia se cuenta
desde la perspectiva de alguno o de todos los personajes; por último, la focalización
externa se da cuando los personajes actúan ante el narrador sin que éste muestre el
interior de los personajes ( relato objetivo ) (3).
La narración periodística suele adoptar este último punto de vista y, así, el sujeto
de la enunciación refiere, normalmente en tercera persona, los actos de los personajes de
la narración. Tal circunstancia no es garantía absoluta de objetividad pero el
distanciamiento y la despersonalización parecen asegurar una credibilidad mayor. Por
lo que respecta a la situación de la enunciación, Vilarnovo (4) distingue entre dos ejes,
uno interno y otro externo al texto. El eje vertical externo es de tipo pragmático, tiene en
cuenta al emisor y al receptor empíricos y la relación que se establece entre ellos en
cuanto al acto de habla que se emite. Se trata de personas reales, con intenciones
determinadas, que enuncian el mensaje con un objeto y con unos ciertos pactos de
lectura. Desde el punto de vista retórico, éste es el eje principal.
El eje horizontal se refiere a lo construido en el texto mismo; en la narración hay
que distinguir un narrador, un narratario, el autor implícito y el receptor implícito.
Narrador y narratario son el emisor y el receptor formales de la enunciación interna al
texto; son figuras que se justifican por la presencia de marcas distintivas en el texto.
Autor y receptor implícitos son las imágenes del autor y del receptor reales que se dan
en el propio texto. Estas imágenes – dice Vilarnovo- se deducen de las estrategias del
discurso: lo que se dice, lo que no se dice, el modo en que se dice.
Aunque la noción de discurso se caracteriza por su inestabilidad conceptual, en las
ciencias sociales discurso es un concepto irreductible al de texto (5). Desde Foucault, el
discurso es un lugar de relación entre un sujeto y un objeto, un espacio semiótico donde
lo dicho, el propio discurso, contiene el rastro de una forma de decir que realiza a su
objeto, esto es, que lo dota de realidad, de una cierta realidad, confiriéndole un sentido
sobre el que pesan las condiciones sociales, históricas o institucionales en que se
despliega el decir de un sujeto. Todo discurso se materializa, efectivamente, en textos,
pero el análisis de éstos aspira a poner de manifiesto la particular configuración de
sentido producida por alguien cuando dice sobre algo desde la posición sociocultural e
institucional que le es específica.
Un aspecto fundamental es el pacto de lectura (6) entre emisor y receptor que,
cuando se rompe, puede interpretarse como estrategia de manipulación. Vilarnovo habla
de “fraudes no controlables” en los siguientes casos:
1) ocultamiento, por parte del emisor, del tipo de proyecto comunicativo que ofrece al
receptor;
2) proposición al receptor de un tipo de intercambio desigual;
3) ocultamiento de parte de la información;
4) planteamiento de un tipo de relación comunicativa con escasas o nulas posibilidades
de intervención y de diálogo por parte del destinatario y
5) ofrecimiento de un texto que seduce al receptor por su falta de recursos
intelectuales, morales y operativos.
La referencia a Ducrot es obligada (7): el enunciado puede ser explícito o implícito
y éste, a su vez, puede lograrse a través de presuposiciones o de inferencias. Lo
implícito de un enunciado puede ser presuposición si es parte integrante del sentido
del enunciado; o inferencia, si concierne al modo como este sentido ha de ser
descifrado por el destinatario. La inferencia, por tanto, pertenece a la interpretación.
No hay narración sin interpretación; el receptor acaba el texto y lo resuelve al darle
significado y sentidos. El concepto de presuposición es fundamental: muchas claves
de lectura y de interpretación de un texto vienen dados más por las presuposiciones
y las inferencias implícitas que por la información o los datos explícitos. Para
Hernando (8), la presuposición general o básica supone que cada periódico, al decir
algo, da por supuestas una serie de cosas que no dice, que no necesita decir porque
sus lectores habituales las captan inmediatamente.
Analizar un discurso consiste, pues, en reconstruir, a partir de las marcas
presentes en los textos, las operaciones y las estrategias mediante las que una
práctica discursiva confiere sentido a un fenómeno, situación o problema social (9).
Un modelo de proceso interpretativo de la información lo ofrece Van Dijk(10), para
quien el discurso no es sólo texto sino también una forma de interacción
“ Ocuparse del discurso significa ocuparse de los procesos de interpretación y
de la interacción social, y una descripción de los contextos cognitivo y social; en
consecuencia, es una tarea a la que no debe ser ajeno el análisis del discurso “
Se trata, evidentemente, de defender la contextualización como elemento
fundamental e imprescindible en el análisis, a partir de presuposiciones,
macroproposiciones, información y estructuras de conexión y de coherencia. Para la
elaboración de la información, Van Dijk enuncia tres macrorreglas que expresarían los
procesos mentales: omitir, generalizar y construir. De modo que en la recepción y
elaboración de la información hay un proceso interpretativo – una intervención , por
tanto -, de forma que las noticias nunca son un mero calco de los hechos.
La atención de la investigación analítico-discursiva le parece a Van Dijk
justificada, dado que “la mayor parte de nuestro conocimiento social y político y
nuestras opiniones sobre el mundo proceden de docenas de reportajes y de
informaciones que leemos y vemos cada día”. El análisis actual del discurso admite que
el texto y el habla requieren interpretaciones separadas , aunque interrelacionadas, de
tipo fonético, gráfico, fonológico, morfológixo, sintáctico, semántico, estilístico,
superestructural, retórico, pragmático, conversacional, interaccional etc Desde el punto
de vista del estilo, por ejemplo, se realizan opciones continuas, con claras implicaciones
sociales e ideológicas ya que dan indicios acerca del autor del texto, sobre los
protagonistas o los propios acontecimientos: utilizar el término “manifestantes” por el
de “violentos”; “jefe” o “cabecilla”; “indocumentados “ o “ilegales”. Las estructuras
del discurso señalan significados subyacentes, opiniones o ideologías, que deben ser
descubiertos, analizados e interpretados.
Van Dijk distingue también entre narraciones y argumentaciones, pero lo que nos
interesa aquí es el concepto de coherencia, entendido como la propiedad del texto por la
que puede ser entendido por el oyente como unidad, en la que partes y componentes se
encuentran relacionados entre sí y con el contexto en el que se produce la
comunicación. Y, añadiríamos , también con la postura del autor que firma el texto. Esta
cohesión puede lograrse de diversos modos: como enlace de elementos, como conexión
oracional; de forma estructural o de orden en el texto. Atender estos criterios supone un
acercamiento al texto periodístico en clave retórica, o mejor, supone estudiar la
dimensión retórica de los textos periodísticos(11). El periodista emplea determinados
recursos retóricos que se desvían y amplían la norma básica para lograr el efecto
deseado, que no será otro que la transmisión de ideas y de opiniones con las mínimas
interferencias hasta llegar a la persuasión. El autor construye un texto dirigido a un
receptor con el que comparte datos, valores, reglas de interpretación y de lectura. Este
acervo común o contexto permite que el texto sea correctamente interpretado/entendido.
Las operaciones discursivas que se pueden identificar no se ejecutan sólo mediante
el uso de determinados instrumentos semio-lingüísticos ( formas sintácticas, léxicos,
figuras retóricas, modalidades estilísticas, convenciones narrativas ) ya que el
periodismo se sirve también de otros materiales semióticos para significar la realidad: la
cantidad de espacio o de tiempo dedicados a informar sobre un asunto, el orden de
sucesión de los textos, la ubicación de éstos en las páginas, su distribución en secciones,
la frecuencia con la que se aborda una cuestión, la inclusión de imágenes o gráficos etc
La Retórica es, a la vez, un arte y una ciencia(13); como arte, consiste en la
sistematización y explicitación del conjunto de instrucciones o de reglas que permiten la
construcción de una clase de discursos que son codificados para influir persuasivamente
en el receptor. Como ciencia, la Retórica se ocupa del estudio de dichos discursos en sus
diferentes niveles externos e internos, en sus aspectos constructivos y en sus aspectos
referenciales y comunicativos. Un elemento fundamental en el hecho retórico es el
orador, productor o constructor del discurso, pero también el receptor que, finalmente,
interpreta y acaba el texto. La Hermenéutica es el arte y la ciencia de la interpretación,
o bien, el conjunto de reglas que deben seguirse para comprender el sentido de un texto
o discurso.
Ser retórico no es engañar, ni seducir, ni manipular; considerar que el periodista es
un retórico significa que éste, en su quehacer diario, se propone relatar hechos, desde la
información o desde la opinión, con el propósito de hacer saber y de convencer
mediante la presentación de pruebas y cuyo fin último es la de promover credibilidad
(14). Una teoría de la producción de discursos no puede ignorar el aspecto receptivointerpretativo; la Retórica y la Hermenéutica quedan, así, hermanadas en el periodismo
por lo que , cuando se trata de textos periodísticos, no se pueden obviar estas dos
perspectivas.
Objetividad e Interpretación
La objetividad no ha sido definida de modo claro o rotundo nunca o, al menos, no se
ha definido con precisión como método del discurso periodístico. La objetividad
informativa ha reinado como tópico o exigencia y ha condicionado y falseado la
sustancia del acto informativo. La ilusión objetivista puede ser eficaz en las ciencias
físicas o experimentales, pero en las ciencias sociales y humanas y, concretamente en
las Ciencias de la Información y de la Comunicación no deja de ser eso: una ilusión.
Al periodista se le exige que sea objetivo como sinónimo de veraz o neutral; la
objetividad, así entendida, equivale a adecuación con la realidad. Pero este enfoque es
simplista; el proceso de la comunicación supone una estructura compleja cuyos
protagonistas no son exclusivamente los hechos. Lo sustancial, a veces, no es tanto qué
se dice sino cómo se dice. Hay, además, una serie de conceptos afines que requieren ser
matizados: imparcialidad, independencia, neutralidad, rigor y precisión.
La imparcialidad hace referencia a la ausencia de predisposición para manifestarse a
favor o en contra de algo o de alguien. La manera más simple de imparcialidad consiste
en no ser o no tomar parte de lo juzgado, narrado o descrito; pero ser literalmente
imparcial no basta para conseguir ser objetivo. Es un punto de partida fundamental pero
no garantiza la objetividad porque además se requieren otros valores y actitudes, como
una capacidad de raciocinio, equilibrio y contención.
La independencia se refiere a la libertad, a la falta de ataduras, sean éstas de la índole
que sean: políticas, económicas, sociales, religiosas, culturales o personales. Esta
autonomía integral coloca al individuo en una posición muy valiosa adecuada para el
ejercicio de la objetividad, pero tampoco es definitiva ni absoluta; a veces, esta libertad
se defiende- paradójicamente- para lo contrario, esto es, como libertad para buscarse
cada uno sus dependencias.
La neutralidad supone una falta de pronunciamiento respecto a algo y exige un
control desmesurado para no decantarse por o contra nada ni nadie. Ciertamente, la
neutralidad es posible; lo que no está tan claro es si es deseable en todos los casos . Se
exige, justificadamente, una neutralidad a los medios públicos en épocas de campaña
electoral para evitar sesgos que pueden condicionar la intención de voto pero hay
temas o asuntos que exigen una atención, aunque sea a ese mínimo nivel de la selección
para ser incluidos en la agenda de los medios. La selección siempre es discriminadora.
Rigor significa propiedad y precisión, exactitud y concisión. Estos términos han ido
desplazando progresivamente al de objetividad; ponen el acento más en el discurso
mismo que en el autor o su actitud respecto a lo narrado. Para Nietzsche, el hombre
objetivo es un ser desinteresado, una especie de espejo habituado a subordinarse a todo
lo que reclama ser conocido, sin más deseo que el de reflejar. La objetividad se
entendería, así, como lo contrario del interés y pocos conceptos hay tan fundamentales
en el periodismo como éste del interés (15). Parece difícil creer que el emisor inicia un
proceso absolutamente desinteresado que requiere, en su tramo final, un componente de
pathos o de pasión imprescindible. Uno de los objetivos, precisamente, del trabajo
periodístico es conseguir hacer interesante temas o asuntos que pueden no serlo
previamente. La política, por ejemplo, no es la sección preferida por los lectores, pero
los medios siguen priorizando esta sección, incluso aunque se haga patente el cansancio
que provocan las tertulias, los columnistas o los debates.
Evidentemente, el periodista no puede ser un hombre desinteresado, o no debe
exigírsele que permanezca neutral, aunque sí es deseable que se muestre independiente
e imparcial y que, desde luego, trabaje con rigor y precisión. Este sería un enfoque
acertado acerca de la objetividad; ser objetivo es interpretar la realidad con rigor y con
responsabilidad. Interpretar supone hacer saber, hacer comprender; supone aclarar,
proclamar, esclarecer, traducir o desenmascarar. Y esto es Hermenéutica. Hermes era el
mensajero de los dioses que traslada y traduce el mensaje de los dioses. El entender
humano es simbólico, metafórico y traductivo, lingüístico e interpretativo (16); la
percepción de la realidad se realiza no de forma inmediata sino a través de formas
simbólicas que el hombre ha creado – el lenguaje, el arte, la ciencia, la religión - y que
no hacen sino responder a la multiplicidad de configuraciones de la propia realidad y
que, en última instancia , son unificadas a través de una unidad de significación.
Interpretar no es opinar o juzgar; hay una acepción simplista y falsa que identifica
interpretación con opinión. Interpretar supone también seleccionar, buscar, relacionar,
contextualizar, analizar, profundizar, explicar o valorar; funciones todas que se pueden
y se deben hacer con rigor y responsablemente. Es un debate mezquino el que gira en
torno a los medios y los profesionales de la información y, en concreto, respecto al
talante, la capacidad, las facultades y la limitación de sus funciones. El trasfondo es una
desconfianza, un temor, una lucha de poderes y de intereses, más que una ética o un
talante. El espacio de la comunicación es un espacio público en el que caben todos y
todo; ésa es su grandeza y quizá también su servidumbre. Nos compete analizar el
discurso periodístico como relato interpretante e interpretador, como discurso creativo
aunque riguroso y no como discurso científico cuya medida fuera una objetividad
imposible, inalcanzable y hasta indeseable. Cuando los pactos de lectura y de
interpretación están claros, hay menos probabilidades de engaño o de manipulación.
La ideología como valor
Al periodista se le ha exigido siempre actuar como un mero repetidor o transmisor
que debe permanecer, indefectiblemente, en la superficie de las cosas; una especie de
correveidile que transmite técnicamente bien lo que dicen otros sin entrar y, a veces, sin
enterarse de lo que comunica y de sus consecuencias. Desde el ámbito científico se ha
hecho necesario elaborar un cuidadoso estudio sobre cuáles son las actitudes, aptitudes,
métodos y pautas de actuación que requieren los periodistas para acercarse a conocer
adecuadamente la realidad para poder comunicarla. Esos conocimientos y hábitos
intelectuales pueden resumirse (17) en un sentido realista, un sentido crítico, un sentido
documental, un sentido retórico y un sentido teleológico. Cuando los medios de
información están sometidos al poder, se convierten en instrumentos de la propaganda.
Esto , que es evidente, requiere ser matizado. Cuando los representantes de los medios
pretenden que todo lo que el gobierno dice es de interés periodístico y, por lo tanto, lo
transmiten tal cual, sin contexto ni evaluación y sin considerar un posible intento de
manipulación por parte de los gobiernos, el resultado son unos medios de comunicación
dirigidos. “ La objetividad no es real “ (18)
Esta denuncia del periodismo objetivista es, al mismo tiempo, una denuncia contra
el informador gregario y servil que puede ser manipulado por la fuente y por la propia
empresa y que colabora en la difusión de estereotipos y de prejuicios propios de la
ideología dominante de cada momento. La alternativa, para algunos, es un periodismo
documentado y de explicación, cuyos objetivos se resumen en la aportación de cuantos
elementos de todo tipo- incluidas las valoraciones propias – sean necesarios para
conseguir que el receptor adquiera un conocimiento, lo más completo posible, de la
realidad que se le comunica (19).
La pregunta sobre la función de los medios forma parte de un debate permanente, no
resuelto o resuelto en cada momento según los intereses de los diversos sectores
implicados. Debate que se complica aún más cuando se introduce la clave de lo político:
¿ pueden tener ideología los medios de comunicación?; ¿tienen derecho a manifestarse a
favor o en contra de programas o partidos políticos? Y si lo tienen, ¿ resultan
sacrificadas la objetividad, la exactitud o la credibilidad?. Las relaciones entre la prensa
y el poder político han sido siempre conflictivas. En un estado democrático, la prensa
plural es un poder que ejerce una función de control con una dimensión política
fundamental: pueden ser agentes de cambio social o bien colaborar en el mantenimiento
de un determinado sistema. En todo caso, se trata de considerar a los medios como
instrumentos de propaganda. Y los más eficaces, por cierto.
El término propaganda tiene un origen eclesiástico. Domenach (20) la define como
tentativa para ejercer influencia en la opinión y en la conducta de la sociedad, de manera
que las personas adopten una opinión y una conducta determinadas. Ellul (21) afirma
que la propaganda es una técnica y no una ciencia, pero es una técnica basada en los
análisis científicos de la Psicología y de la Sociología con el objetivo no tanto de
cambiar opiniones como de provocar acciones concretas. Hay, desde luego, una clara
intención impositiva en el término que resulta esclarecedora: los medios se convierten
en los principales instrumentos de difusión de lo que debe ser propagado: mitos,
símbolos, estereotipos, ideas o consignas, valores...; difusión que, según Domenach,
sigue unas reglas comunes y enormemente efectivas: la regla de la simplificación o del
enemigo único; regla de la exageración y la desfiguración; regla de la orquestación;
regla de la transfusión; regla de la unanimidad y del contagio. También recoge las
reglas de la contrapropaganda: reconocer los temas del adversario; atacar los puntos
débiles; no atacar nunca de frente; desdeñar al adversario; demostrar sus
contradicciones; ridiculizar; hacer que domine el propio clima de fuerza. Hoy no es tan
fácil distinguir entre propaganda y contrapropaganda, ya que se utilizan los mismos
recursos.
La propaganda, en todo caso, es un procedimiento agresivo (22) para difundir ideas
y opiniones que contribuyen a la desinformación y, para Domenach, las dos fuentes de
la propaganda son la publicidad y la ideología política, a las que se podría sumar el
periodismo en general y el periodismo político, más concretamente. Los puntos de
apoyo son la mentira, la distorsión ( exageración o minimización ), las asociaciones
falaces, la omisión... El resultado es la “colonización de las conciencias “ (23) o la
“manipulación de cerebros “ (24). La opinión más generalizada es que la propaganda
nos invade; que parece la única justificación de muchas inversiones en el mundo de la
comunicación y que la única defensa contra ella es el conocimiento, el humor y el
sentido crítico.
Llegados a este punto, la confusión es evidente; el periodismo objetivista o no es
posible o no es deseable en todos los casos; el periodismo activista o militante es
instrumento claro de la propaganda más perversa (26). Cualquier alternativa aparece
como utópica por lo irrealizable en la práctica y, en todo caso, arriesgada desde el punto
de vista teórico. El medio es un actor político cuyo ámbito de actuación es el de la
influencia y no el de la conquista del poder (27). Graber (28) habla de “gobierno en la
sombra “ por su compromiso de ejercer de críticos del poder y portavoces de la
oposición y por su papel en la formación de la opinión pública. Ciertamente, este poder
excesivo no es ilimitado, por mucho que la libertad de expresión y de información sean
pilares fundamentales en cualquier estado de derecho y también es verdad que, a veces,
se han ejercido con arrogancia y al servicio de intereses partidistas.
En principio, no debería negarse al medio y al profesional de la información lo que
no se le niega a ningún otro, individual o colectivo, como principio amparado
constitucionalmente; el artículo 16.1 de la Constitución Española de 1978 garantiza la
libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades, sin más
limitación en sus manifestaciones que las necesarias para el mantenimiento del orden
público, protegido por la ley. Además, nadie podrá ser obligado a declarar sobre su
ideología, religión o creencias (29). Armañanzas cree que los principios inspiradores de
los contenidos de un medio de comunicación tienen que estar formulados con precisión
y claridad, lo que remite a los pactos de lectura. Para ejercer sus funciones, en cualquier
caso, la prensa debe permanecer independiente de los gobiernos y libre de su poder
coactivo ( 30). La independencia es un valor sustancial, quizá mucho más que la
ideología. El problema está, cuando se habla de periodismo, en el disfraz, en la
ocultación o simulacro (31); disfrazarse de otro se convierte en manipulador cuando hay
simulación, es decir, cuando se finge ser otro y en realidad se sigue siendo uno mismo.
Una de las preocupaciones de los Colegios y Asociaciones de Periodistas, reflejadas
en diversos Códigos Deontológicos ( 32 ) se refiere, precisamente, a la exigencia de
separar radicalmente lo que es información de lo que es opinión. Cuando se trata de
textos de opinión, la exigencia es clara: el autor se pronuncia, explícita o
implícitamente, desde un perfil ideológico que no debe estorbar a la lógica de la
argumentación. Ahora bien: cuando los textos son informativos, el problema está en
resolver una duda, al parecer irresoluble: ¿se perciben unívocamente los
acontecimientos ¿; ¿ se puede relatar un hecho con una estructura definida, fija,
exclusiva y excluyente?. Ciertamente, que un medio tenga una línea ideológica
determinada incomoda sobre todo a quien no la comparte – se tiende a negar para los
demás lo que se justifica para uno mismo -. La polémica, al final, es bastante tramposa y
falsa. Por eso, lo más interesante es obviarla y aceptar como punto de partida que los
medios siguen unos principios editoriales como líneas maestras que marcan
ideológicamente los contenidos periodísticos, su selección y su tratamiento, a la vez que
fundamentan su actividad empresarial (33).
Toda ideología es consecuencia de la necesidad humana de imponer un orden
intelectual sobre el mundo. Marx utilizó el término para referirse a ideas falseadas o
simplificadas en defensa de un sistema social. Una publicación da a conocer su línea
ideológica en el editorial de su primer número en el que expresa sus principios más
generales (34). Esta declaración de principios, voluntaria y libremente expresados, con
ser importante, no acaba de ser suficiente. La realidad nos dice que se pueden introducir
cambios, a muchos niveles, de modo que se hace necesario renovar esa comunicación y
compromiso públicos. Algunos (35) creen que la independencia de los medios es un
mito en el sentido estricto que quieren otorgarle muchos periodistas. Ciertamente, el
sistema social y político de cualquier país limita las acciones de los medios y de los
profesionales mediante presiones de los propietarios, de los editores, los valores
sociales, las costumbres y los procedimientos legales y normativos. Al final, y hay que
ser realistas, sólo parecen posibles ciertos grados de independencia, por no hablar de
factores con una incidencia significativa, como el imaginario colectivo, los prejuicios,
los arquetipos o estereotipos y demás imágenes que condicionan de manera importante
la visión concreta de una determinada realidad:
“ Si separamos el campo de la fantasía del de la realidad al analizar una sociedad,
caemos en una trampa. No podemos separar en una acción las causas lógicas de las
causas sentimentales que la provocaron. No podemos escindir, en la interpretación de un
hecho, lo real de lo que fue percibido como real “ (36)
Todo es ideológico, pero la manipulación malvada, la ideología en sentido maligno
sería esconder nuestro juego, pretender enseñar verdades cuando se están exponiendo
argumentos falaces, datos escondidos o verdades a medias. Perceval parece querer decir
que hay una acepción malvada de ideología que consiste en manejar y difundir las
imágenes negativas y positivas peores de la sociedad; deja, pues, un resquicio para
suponer que la ideología, en su acepción más valiosa, equivale a justicia, paz, progreso
o humanidad. Pero:
“ existe una serie de palabras extremadamente polisémicas como libertad, paz o
democracia. La elección de estas palabras por parte de las fuerzas de clase
correspondientes es primaria, al igual que la fijación de un punto de vista ideológico
político, a partir del cual se procede a la interpretación de las palabras. Por lo tanto,, las
significaciones resultantes no son causa sino resultado de procesos ideológicos “ (37).
Es verdad que algunos términos que presentan, en principio, significaciones bastante
distintas se van condensando poco a poco, en una especie de proceso de objetivación de
palabras políticas. La estrecha relación entre los factores lingüísticos y sociales es una
de las claves de la investigación sociolíngüística:
“ El significado social de una variante puede ir en ocasiones acompañado de
connotaciones políticas o ideológicas” (38)
Cuando López Pan (39) se pregunta cómo surge la identificación entre columnistas
y lectores y cómo y por qué persuaden los columnistas, encuentra la respuesta en lo que
la Retórica clásica llamaba ETHOS ; este talante es el punto de confluencia y de
contacto, el mundo común de valores, ideas y actitudes ante la vida, la interacción de los
universos personales del periodista y del lector. Esta coincidencia da lugar a una
confianza que otorga credibilidad al columnista. Resumir esto en una ecuación del tipo:
sintonía ideológica más confianza, igual a credibilidad, puede parecer – y lo es – una
simplificación ingenua y obvia. Lo más interesante es que nos reenvía a la noción de
narrador .
El narrador casi nunca es inocente (40) y de los medios se espera que cumplan
funciones de servicio a la sociedad aunque sea pasando por encima de la neutralidad,
cuando el caso lo requiera. A veces, leemos titulares como los siguientes:
- LA PRENSA DE IRÁN, EL VERDADERO PARTIDO DE JATAMÍ (Título)
Los reformistas iraníes utilizan los diarios como altavoz de sus reivindicaciones,a
pesar de la persecución conservadora ( Subtítulo)
EL PAÍS, jueves 2000-02-17
En la información se pone de manifiesto cómo en un país en el que no existe la
libertad de expresión ni los partidos políticos, los periódicos están librando una batalla
para abrir el régimen y conseguir medidas reformistas.
- LOS DIARIOS OCCIDENTALES RESPALDAN EL ATAQUE CON TEMOR E
INCERTIDUMBRE ( Título) EL PAÍS 1999-03-26
La información se hace eco de la decisión de la OTAN de bombardear objetivos
militares en Yugoslavia en medio de una tensión en la zona de los Balcanes. Es el
comienzo de la guerra aérea en Kosovo. Ninguno de los grandes diarios
norteamericanos o europeos criticaron abiertamente la decisión e incluso algunos la
apoyaron con firmeza .
- “TUS ARTÍCULOS HAN LLAMADO A LAS BOMBAS” (Título)
Una vez expulsados los periodistas, los serbios tienen las manos libres en Kosovo
(Subtítulo) EL PAÍS 1999-03-26
El título es una cita directa del reproche que un inspector de Policía yugoslavo le
lanza al periodista autor del texto. Los serbios acusaban a los periodistas extranjeros de
“guiar las bombas de la OTAN a sus objetivos como un rayo láser”.
-
CONOCER PARA QUERER (Título)
Fundeso pone en marcha una iniciativa para que los futuros periodistas sepan
transmitir a la opinión pública una visión fidedigna y no estereotipada de la realidad de
los países de Latinoamérica ( Súbtítulo) ABC 1998-01-18
El texto informa sobre una encuesta de Demoscopia para la Asociación de Periodistas
Europeos sobre la imagen de Iberoamérica en España, en la que se pone de manifiesto
que el 51% de los españoles no tiene una visión positiva del continente, imagen basada
en estereotipos y acerca de temas recurrentes como el narcotráfico, la corrupción, las
catástrofes o la violencia.
- EL EJECUTIVO ASEGURA SER NEUTRAL EN EL CASO PINOCHET EL PAÍS
2000-02-19
El Gobierno español proclama su neutralidad en el caso Pinochet y califica la
filtración del informe Médico como un logro del periodismo de investigación, lo que
permite concluir que los medios no han sido, por lo tanto, neutrales al haber difundido
el contenido del informe.
- OPOSICIÓN Y NACIONALISTAS PACTAN QUE SE GARANTICE POR LEY LA
NEUTRALIDAD DE TVE ( Título) EL PAÍS 2000-02-17
Todos los partidos políticos, excepto el Partido Popular, presentaron una denuncia
ante la Junta Electoral Central contra el partidismo de TVE a favor del PP, a la vez que
se comprometen a modoficar la legislación sobre medios de comunicación públicos para
garantizar la imparcialidad y la neutralidad de TVE.
Los ejemplos pueden multiplicarse, pero son suficientes para hacer algunas
reflexiones, a modo de conclusión:
Narrar es elegir una óptica, optar por una modalidad, organizar un material. La
perspectiva es un elemento modelizador de primer orden que guarda una estrechísima
relación con los discursos sociales de naturaleza ideológica, moral o política. Los
periodistas y los medios de comunicación pueden situarse en una perspectiva ideológica
que debe ser conocida por los lectores ( pacto de narración/pacto de lectura). Esta idea
no contradice la clásica teoría del la prensa como el perro guardían de las instituciones
en una sociedad democrática. Esta función debería cumplirla cada agente social,
independientemente de la posición ideológica en la que se encuentre. Los medios son el
lugar donde las sociedades producen la realidad; la clave es encontrar el modo por el
que cada medio construye un determinado receptor. Información y opinión son dos
clases de interpretación, descriptiva y evaluativa, respectivamente. La interpretación
supone introducir elementos valorativos acerca del hecho, de dos maneras: mediante
interpretaciones explícitas ( valoraciones ) e interpretaciones implícitas (
intencionalidad ). En el primer caso, aparecen en el texto afirmaciones o negaciones que
evidencian una toma de postura ante el hecho; en el segundo caso, la intencionalidad del
emisor se evidencia en el orden semántico, en la estructura interna del texto, en los
indicadores pragmáticos, en el lugar y modo de aparición etc
El desarrollo de la comunicación, junto a las tendencias actuales de la psico y la
sociolingüística indican, como hemos visto, que en el proceso de codificación y
decodificación intervienen de forma básica las actitudes, los intereses, la personalidad y
los valores de quien escribe el mensaje y de quien lo recibe. Los análisis de contenido
permiten contestar no sólo a las preguntas de quién escribió y cómo, sino también
alcanzar el nivel referencial y responder a cuestiones como quién y por qué escribió (
41). El trabajo periodístico es una tarea individual y colectiva que se centra en la
percepción de lo que pasa en el entorno y en la respuesta a los estímulos que vienen de
ese entorno. La influencia de los medios opera por la persuasión y la persuasión opera
por la lógica de las razones y de los argumentos. Parece un elogio decir que un medio es
influyente, pero el medio no sólo influye sino que también recibe influencias de todo
tipo que condicionan y/o determinan el relato final.
Desaparecida la prensa ideológica y de partido, como tales, la prensa plantea su
estrategia de comunicación a través de los géneros editorializantes con los que trata de
orientar y crear corrientes de opinión. La columna aparece como el último grado del
periodismo personal y hasta hace muy poco encontraba en el periodismo escrito el lugar
idóneo para llevar a cabo ese ejercicio de libertad y de creación que supone la columna.
De un periodismo fundamentalmente de hechos se ha pasado a otro en el que las ideas
reinan; y, sin embargo, no se trata de una vuelta al periodismo ideológico y proselitista
del siglo XIX. Comunicar públicamente las opiniones implica una responsabilidad
pública del periodista y del medio, no sólo en cuanto a sus efectos sociales sino también
por la realización de la justicia informativa que impide defraudar el derecho universal a
la información. La clave de la columna es, precisamente, su capacidad de influencia
sobre los lectores, la formación de corrientes de opinión. Y es este atractivo la razón del
interés que ha despertado en medios como los audiovisuales en los que está tratando de
encontrar un espacio propio, unas características, un tratamiento específico.
Editoriales y columnas son textos ideológicos. Los peligros de este tipo de
periodismo son, al final, los mismos que los de la información; no está probado, de
ninguna manera, que se pueda manipular más mediante la opinión que a través de la
información propiamente dicha. La estrategia del medio es siempre de conjunto y no
discriminada. Para Van Dijk, una análisis ideológico requiere una descripción compleja
no sólo del texto sino también de las intrincadas representaciones y estrategias
cognitivas utilizadas en la producción y la comprensión del texto. Imbert ( 42) afirma
que el tema de la objetividad en la prensa ha suscitado mucha literatura y que el
malentendido tal vez resida en la visión que se tiene de la ideología y en un concepto
restringido del lenguaje; así se piensa que cuantas menos tomas de posición, menos
ideología y más objetividad, como si el lenguaje pudiera despojarse de toda marca de
subjetividad y alcanzar una transparencia total. Como si el lenguaje fuera algo ajeno,
extraño o exterior a nosotros.
La ideología es un valor en el discurso periodístico en general y en el periodismo
político en particular; es un criterio, una clave de análisis, de lectura y de interpretación.
No significa en sí manipulación; lo verdaderamente manipulador es tratar de ocultarla y
fingir un relato objetivo o neutral. Es deber del emisor proporcionar al lector cuantas
claves sean necesarias para realizar una interpretación correcta del discurso. Y correcta
aquí puede tener múltiples sentidos, pero el que preferimos es el que está más cerca de
lo que significa la tolerancia como respeto a la diferencia. La prensa no tiene por qué
ser neutral ante el racismo, la xenofobia, el sexismo, la tortura ni ante nada que atente
contra los derechos y las libertades de los seres humanos; puede y debe tomar partido
contra los tiranos , la represión y contra la injusticia. Como debe hacerlo la escuela y la
Universidad porque, finalmente, es un problema de educación. Probablemente, no
vamos a poder evitar que los propietarios de los medios utilicen la información y la
comunicación como instrumentos de manipulación o de propaganda, pero sí podemos
aminorar sus efectos yendo bien pertrechados al encuentro de sus mensajes. Todos los
textos incluyen una estrategia que el lector debe descubrir y seguir; la narración es un
principio de intelegibilidad y de comprensión.
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consultar también a PIZARROSO QUINTERO, A. La guerra de las mentiras
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