El corral como alternativa para la recría del tambo Alejandro Mendoza Aguiar Departamento de Bovinos, Facultad de Veterinaria, UdelaR. Lasplaces 1550, Montevideo, Uruguay. afmendo@gmail.com. La recría en el Uruguay La recría de las hembras de reemplazo de un tambo es el período comprendido entre el fin de la crianza (luego del desleche) y el primer parto (Berra, 2005). En nuestro país, dicho período transcurre en el propio predio, en caso que el productor opte por recriar sus propios reemplazos, o fuera del mismo, si el productor opta por realizar la recría en predios especializados o adquiere los reemplazos a otro productor. La naturaleza de la recría de hembras de reemplazo supone que su propietario debe incurrir en una serie de costos sin recibir ingresos hasta el comienzo de la primera lactancia. Esto generalmente determina que, si el productor opta por realizar la recría de sus reemplazos en su propio predio, dicha actividad se vea en desventaja a la hora de recibir los recursos disponibles del tambo respecto a otras categorías que producen ingresos como las vacas en lactancia. En consecuencia, cuando la recría se realiza en el propio predio, generalmente se destina a los potreros más alejados y/o con menor potencial de producción de forraje, con escasa o nula suplementación, lo que resulta en recrías prolongadas y acentúa aún más el período durante el cual el animal no genera ingresos pero sí gastos. En el caso concreto de Uruguay, la edad promedio al primer parto es de alrededor de 34 meses, y el 36% de los animales tiene su primer parto luego de 36 meses (INML, 2002), en gran medida por la baja prioridad que tiene la recría al momento de asignarse los recursos del tambo. El corral como alternativa para realizar la recría del tambo El crecimiento en superficie de la agricultura ha sido muy intenso en los últimos años, lo que ha generado una fuerte presión sobre la disponibilidad del recurso suelo para actividades como la lechería o la ganadería (Vidal, 2006). Esto ha determinado que los tambos tengan dificultades para conseguir nuevas áreas debido a la competencia con otras actividades, o bien no sean capaces de renovar los contratos de arrendamiento, ya que un aumento en el precio de la tierra tiene un fuerte impacto sobre el costo de producción. En este contexto de elevada competencia por el recurso suelo, pero simultáneamente de precios históricamente elevados del litro de leche, la opción de realizar la recría de tambo a corral aparece como una alternativa a evaluar. La realización de la recría de tambo a corral supone una serie de ventajas como por ejemplo: Oportunidad de liberar área para realizar otras actividades productivas (e.g. agricultura o incrementar el área de tambo y/o la carga animal). Mayor independencia de las condiciones climáticas y por lo tanto de la variabilidad en la producción de forraje del predio. Posibilidad de predecir con mayor exactitud la ganancia de peso de los animales, respecto a cuando se realiza la recría en condiciones de pastoreo, ya que el consumo de nutrientes puede ser determinado más fácilmente. Posibilidad de entorar las vaquillonas a los 14-15 meses de edad para que tengan su primer parto a los 24-25 meses. La posibilidad de programar el primer parto de las vaquillonas para los 24 meses supone otro conjunto de ventajas adicionales, como por ejemplo: Se precisa un menor número de animales de reemplazo para mantener el tamaño del rodeo, lo que abre la posibilidad de vender vaquillonas. Disminuye el intervalo entre generaciones, lo que incrementa el progreso genético anual. Disminuye el período en el que la hembra de reemplazo no genera ingresos, y aumenta su vida productiva. Las ventajas productivas y económicas de programar el primer parto de las vaquillonas a los 23-24 meses, respecto a edades mayores o menores, han sido puestas de manifiesto en distintos experimentos (Gill y Allaire, 1976; Gardner et al., 1988). Incluso en casos donde la producción de leche en la primera lactancia fue menor con partos a los 24 meses respecto a >24 meses, debido a un menor peso al parto (ver más adelante), la producción acumulada a una edad fija fue superior en el primer caso debido al incremento en la vida productiva de los animales (Lin et al., 1988). Distintos autores han indicado que manteniendo un peso mínimo al parto, no hay mayores riesgos de distocia o problemas de fertilidad posparto, cuando los animales paren por primera vez a los 24 meses de edad respecto a mayores edades (Lin et al., 1986; Simerl et al., 1991). El crecimiento de la glándula mamaria desde el nacimiento al primer parto, y cómo es afectado por la ganancia de peso antes de la pubertad Las estructuras básicas de la glándula mamaria se forman en la etapa fetal, pero el tejido epitelial es aún rudimentario al nacimiento (Sejrsen y Purup, 1997). En los primeros meses luego del parto, la glándula mamaria crece a la misma velocidad que el resto del cuerpo, lo que se denomina crecimiento isométrico. A partir de los dos o tres meses de edad, y hasta el inicio de la pubertad, la glándula crece a mayor velocidad que el resto del cuerpo; específicamente, ocurre una elongación y ramificación de los conductos y de la matriz grasa de la glándula mamaria. Este tipo de crecimiento se denomina alométrico (Sinha y Tucker, 1969). Entre la pubertad y hasta el tercer mes de la gestación la glándula mamaria vuelve a crecer a la misma velocidad que el resto del cuerpo, pero a partir de este momento la secreción de esteroides sexuales promueve un nuevo crecimiento alométrico de la glándula, en la siguiente secuencia: elongación y ramificación final de los conductos, formación de alvéolos mamarios, y diferenciación de las células secretoras de los alvéolos (Swanson y Poffenbarger, 1979). Distinta información generada en la década de los 80´ y principios de los 90´ coincidió en señalar que si bien elevados niveles de alimentación durante el período post-pubertad no afectaban el crecimiento de la glándula mamaria, elevadas ganancias de peso durante el primer período de crecimiento alométrico (tres meses de edad hasta la pubertad) pueden tener un impacto negativo y permanente sobre el desarrollo de la glándula mamaria y el desarrollo corporal del animal, lo que eventualmente podría comprometer la producción futura de leche (Sejrsen y Purup, 1997). De ahí la profusión de tablas que recomiendan, para terneras y vaquillonas de distintas razas, como debe ser la evolución de distintas medidas de la conformación corporal (e.g. altura a la cruz y a las caderas, circunferencia del pecho) a medida que el animal crece, como forma de no afectar su posterior desempeño productivo y reproductivo (por un ejemplo, ver Hoffman, 1997). Los mecanismos a través de los cuales las altas tasas de ganancias antes de la pubertad afectan el crecimiento de la glándula mamaria no están dilucidados, pero probablemente estén implicados cambios en la concentración de distintas hormonas que finalmente causan una disminución del número de células secretoras en la glándula (Sejrsen et al., 2000). De todos modos, a partir de estos experimentos, realizados principalmente en Dinamarca con razas lecheras de reducido peso adulto, fue sugerido que la máxima tasa de ganancia por encima de la cual el crecimiento de la glándula mamaria es afectado, y por ende también la producción de leche, varía entre 600 y 700 g/día (Sejrsen y Purup, 1997). Sin embargo, otros experimentos no reportaron efectos adversos de ganancias de peso mayores a 800 g/día sobre el crecimiento de la glándula mamaria y/o la producción de leche en la primera lactancia (Abeni et al., 2000; Pirlo et al., 1997; Kertz et al., 1987). A partir de una revisión de experimentos realizados entre 1990 y 2005, Zanton y Heinrichs (2005) concluyeron que para hembras de reemplazo de razas lecheras (peso adulto de 650 kg) y un peso luego del primer parto de 516 kg, la ganancia de peso antes de la pubertad que maximizaba la producción de leche en la primera lactancia era de 800 g/día. Algunos autores indicaron que la menor producción en la primera lactancia de vaquillonas alimentadas para lograr una alta ganancia de peso antes de la pubertad observada en algunos experimentos, se debería no a un efecto adverso sobre el crecimiento de la glándula mamaria, sino a que estos animales llegan al parto con un peso menor que las vaquillonas que desarrollaron menores ganancias de peso (y frecuentemente con más edad). Esto determinaría que las vaquillonas que llegan al parto con menor peso deban destinar una mayor proporción de sus reservas corporales para crecer y no para producir leche (Van Amburgh et al., 1998). Esta información confirma la relación positiva que existe entre el peso al parto y la producción de leche (Clark y Touchberry, 1962; Keown y Everett, 1986). Para vacas lecheras con un peso adulto estimado en 640 kg, Van Amburgh et al. (1998) sugirieron que el peso luego del primer parto que maximiza la producción de leche oscila entre 500 y 550 kg, es decir, alrededor de 82% del peso adulto; esta recomendación ha sido adoptada por el NRC (2001). Existen otras explicaciones para las discrepancias entre experimentos respecto a cual es la ganancia de peso a partir de la cual se ve afectado el crecimiento de la glándula mamaria. A partir de la información de varios experimentos, Silva et al. (2002) reportaron que no hubo correlación (r = 0,03; P>0,85) entre la ganancia de peso antes de la pubertad y el contenido de ADN en el parénquima mamario (que es una variable indicadora de grado de desarrollo de la glándula), pero que esta última estuvo negativamente correlacionada con el contenido de grasa corporal (r = -0,30; P<0,07). Esto indicaría que es la acumulación de grasa y no el ritmo de ganancia per se quien afecta negativamente el desarrollo mamario y potencialmente la producción de leche futura. Sin embargo, permanece en pie la pregunta respecto a cuales son las causas que permiten que, para vaquillonas lecheras de la misma raza creciendo a altas tasas de ganancia de peso antes de la pubertad, en algunos casos ocurra una excesiva deposición de grasa en el cuerpo, con efectos adverso sobre el desarrollo de la glándula mamaria, mientras que en otros casos no se observen tales efectos. Influencia del contenido de proteína de la dieta sobre el crecimiento de la glándula mamaria Se ha observado que cuando se ofrece una adecuada cantidad de proteína a vaquillonas creciendo a altas tasas de ganancia de peso, se observan menos efectos adversos sobre el desarrollo mamario que cuando se ofrece una menor cantidad de proteína (Radcliff et al., 1997). Cuando se ofrecieron dietas con concentraciones de proteína superiores a las recomendadas por el NRC (1989), no hubo efectos adversos sobre el desarrollo de la glándula mamaria en vaquillonas, aún ganando peso por encima de lo recomendado (Daccarett et al., 1993; Pirlo et al., 1997). De acuerdo con el NRC (2001), cuando el consumo de energía se incrementa la tasa de deposición de proteína se vuelve limitante, y como consecuencia el exceso de energía se deposita como grasa, con el consiguiente efecto adverso sobre el crecimiento de la glándula mamaria; esto explicaría los efectos positivos del consumo de proteína en hembras de reemplazo creciendo aceleradamente. Otros autores han sugerido que más que el contenido de proteína cruda, es la relación proteína cruda - energía metabolizable de la dieta quien afecta el desarrollo de la glándula mamaria. Utilizando información procedente de distintos experimentos, VandeHaar (1997) determinó que el 61% de la variación en el crecimiento del tejido de parénquima de la glándula mamaria de vaquillonas creciendo a altas tasas de ganancia antes de la pubertad estuvo explicado por dicha relación, mientras que la ganancia de peso per se solo explicó el 7%. En otra recopilación de cuatro experimentos, Whitlock et al. (2002) determinaron que la relación proteína metabolizable - energía metabolizable de la dieta explicó el 88% de la variación en el contenido de ADN en el parénquima de la glándula mamaria de vaquillonas manejadas para lograr altas ganancias de peso. Algunos experimentos diseñados específicamente para evaluar la respuesta a distintas relaciones g proteína cruda - Mcal energía metabolizable por kg MS indicaron efectos positivos de utilizar relaciones mayores a 46-48:1 sobre la eficiencia de uso de alimento y algunas características de conformación corporal en vaquillonas pre-púberes manejadas para lograr altos ritmos de ganancia (Lammers y Heinrichs, 2000; Whitlock et al., 2002; Gabler y Heinrichs, 2003a), aunque aún no está claro el mecanismo que explique estos resultados. De acuerdo con el NRC (2001), el uso de valores de proteína cruda sin distinguir las distintas fracciones (degradable y no degradable en rumen) podría no ser del todo recomendable. Algunos experimentos han reportado resultados favorables al incrementar la concentración de proteína no degradable en rumen en la dieta de vaquillonas pre-púberes por encima de 40% (Tomlinson et al., 1997; Moallem et al., 2004). En otros casos, aunque el aumento en la proporción de proteína dietaria no degradable en el rumen mejoró la eficiencia de uso del alimento, no tuvo impacto sobre características del crecimiento de terneras y vaquillonas pre-púberes (51% vs. 30%, Bethard et al., 1997; 38% vs. 30%, Swartz et al., 1991). En otras ocasiones no ha habido efecto por alterar las fracciones de proteína no degradable en rumen (Dobos et al., 2001; Gabler y Heinrichs, 2003b). En el siguiente cuadro se presenta un resumen de los requerimientos de distintos nutrientes para vaquillonas de razas lecheras de distintos pesos y niveles de ganancia de peso sugeridos por el NRC (2001). Tabla 1. Resumen de los requerimientos de energía, proteína y algunos minerales y vitaminas para hembras de reemplazo de razas lecheras (peso adulto de 650 kg) de distinto peso y nivel de ganancia, sin servir (hasta 350 kg inclusive) o preñadas (con 550 kg.). Peso GDP1 CMS2 EM3 EM kg kg/d kg/d Mcal/d Mcal/kg MS g/d 150 500 4,1 8,6 2,10 167 700 4,2 9,3 2,21 230 900 4,2 9,9 2,36 500 6,0 12,6 2,10 700 6,1 13,6 900 6,2 500 250 350 5508 RUP4 PC5 PC PC/EM Ca6 P7 g/d % g/Mcal g/d g/d UI/d 531 13,0 61,7 23 11 12000 623 14,8 67,0 30 13 12000 292 713 17,0 72,0 37 16 12000 131 665 11,1 52,8 25 13 20000 2,23 182 759 12,4 55,8 31 15 20000 14,6 2,35 232 849 13,7 58,2 37 17 20000 7,7 16,2 2,10 99 786 10,2 48,5 28 15 28000 700 7,9 17,6 2,23 141 883 11,2 50,2 34 17 28000 900 8,0 18,8 2,35 181 975 12,2 51,9 40 19 28000 500 12,2 25,9 2,12 382 1476 12,1 57,0 51 27 44000 700 12,2 27,5 2,25 407 1571 12,9 57,1 56 29 44000 900 12,1 29,1 2,40 428 1657 13,7 56,9 61 30 44000 Vit. A 1 Ganancia diaria de peso 2 Consumo de materia seca 3 Energía metabolizable 4 Proteína no degradable en rumen 5 Proteína cruda 6 Calcio 7 Fósforo 8 Con preñez de 240 días, peso del concepto de 48 kg, la ganancia en el cuadro no incluye la atribuida al concepto, que es de 600 g/d para todas las ganancias de peso Hay que indicar que, en lo que respecta a los requerimientos de proteína, dicho sistema de alimentación ha incorporado en parte la información que asigna a la proteína un rol importante en la dieta de terneras y vaquillonas creciendo a altas tasas de ganancia. En la anterior versión de las recomendaciones nutricionales para ganado lechero realizada por el NRC (1989), el contenido de proteína cruda en la dieta sugerido era de 16% para hembras de reemplazo de hasta 200 kg de peso, y para animales más pesados, de 12%, y a diferencia del NRC (2001), dichos valores no se modificaban con el cambio en la ganancia de peso. Para finalizar con las comparaciones entre ambas versiones, cabe agregar que no hay grandes diferencias en los requerimientos de minerales y vitaminas para hembras de reemplazo, mientras que los contenido mínimos en dieta de fibra detergente neutro y fibra detergente ácido fueron incrementados en la última versión, pasando de 19 a 21%, y de 25 a 30%, respectivamente. ¿Cuándo conviene realizar el manejo de la recría en el corral? La posibilidad de realizar la recría de los reemplazos del tambo a corral ofrece dos alternativas. Una de ellas supone encerrar todos los años sistemáticamente los animales en determinada/s etapa/s de su recría, apelando a las ventajas estructurales que ofrece el entore temprano de las vaquillonas y/o la posibilidad de liberar área para otras actividades (entre otras ya citadas), mientras que la otra implica realizarlo de forma coyuntural, básicamente según la disponibilidad de forraje en el predio. En este último caso, a la obvia necesidad de alimentar al ganado en una situación de escasez de forraje (e.g. sequía o durante el período otoño-invernal), tan frecuente en nuestro medio, se agrega la posibilidad de ver el manejo a corral como una oportunidad para optimizar el crecimiento de la vaquillona y explotar todas las ventajas antes mencionadas, y no solamente como una mera obligación de “evitar” que los animales pasen por un período de sub-nutrición. Naturalmente que la opción de una u otra alternativa dependerá fuertemente de factores económicos y condicionará la elección de las estructuras para alojar al ganado, las dietas a formular y el manejo de la alimentación. A continuación se comparan las curvas de crecimiento de dos hembras de reemplazo. En un caso corresponde al crecimiento de terneras nacidas en abril, deslechadas a los 60-70 días (principios de junio) con 70kg de peso, en tambos del Litoral Oeste del país que realizan la recría en el propio predio, con un manejo posterior de la alimentación “tradicional” (praderas viejas y/o campo natural) y suplementación puntual en momentos de escasez forrajera, con entores de las vaquillonas por primera vez a los 24 meses de edad y primer parto hacia los tres años (datos recopilados por el autor de distintos predios comerciales). En el otro caso se simuló el crecimiento de esos mismos animales bajo un manejo “acelerado”, donde son encerrados y alimentados a corral en dos etapas de la recría: durante el primer invierno posterior al desleche, y durante el verano siguiente (coincidiendo con períodos donde es frecuente que existan restricciones en la oferta de forraje). Para el manejo “tradicional”, las ganancias de peso en otoño (marzo, abril y mayo), invierno (junio, julio y agosto), primavera (setiembre, octubre y noviembre) y verano (diciembre, enero y febrero) fueron de 450, 370, 840 y 400 g/día, respectivamente. En los períodos de encierro a corral se asumió una ganancia diaria de peso de 840 g/día, que si se ajusta adecuadamente la dieta, difícilmente resultaría en efectos adversos sobre el desarrollo de la glándula mamaria. Para el período de recría en el manejo “acelerado” que no se realizó a corral se asumió que se hizo en pasturas y que para cada estación del año, las ganancias de peso fueron las mismas que las obtenidas por los reemplazos manejados de forma “tradicional”. 600 tradicional acelerado 500 peso vivo (kg) 400 300 200 100 0 jun set dic mar jun set dic mar Figura 1. Evolución del peso vivo de vaquillonas nacidas en abril y deslechadas a fin de mayo con 70 kg de peso bajo manejo “tradicional” o “acelerado” (ver texto). En el manejo “acelerado” no se considera el peso de los productos de la concepción. Los rectángulos rayados indican los períodos de manejo a corral en el manejo “acelerado” y los vacíos indican las etapas a pastura. Bajo esta simulación, las hembras de reemplazo nacidas en abril y deslechadas en junio, y que son manejadas en el corral durante su primer invierno y verano (6 meses en total), logran sin problema pesos adecuados para ser servidas a los 15 meses (350 kg) y poder parir a los dos años de edad con un peso óptimo al parto (525 kg), de acuerdo a lo sugerido por Van Amburgh et al. (1998). Como ventaja adicional, en sistemas con pariciones muy concentradas en el otoño, estos animales pueden ser servidos antes del fin de la época de servicios, que generalmente en dichos predios ocurre entre julio y setiembre. La alimentación a corral en una etapa tan temprana del crecimiento del animal (3 y 6 meses de edad en la simulación), si bien tiene riesgos que ya fueron mencionados, permitiría abaratar el costo de la alimentación respecto a si se implementara con animales de mayor edad, debido a que por ser de menor tamaño precisan menor cantidad de alimentos, y a que la eficiencia de conversión del alimento es mayor en animales jóvenes (Di Marco, 1994). Por otra parte, las vaquillonas manejadas de forma “tradicional” llegan al peso de servicio por lo menos seis meses después, en un momento en que si fueran servidas (noviembre-diciembre) parirían por primera vez a inicio de primavera, un momento que no sería adecuado debido a la proximidad del verano. Generalmente estos animales deben esperar hasta la próxima época de servicios al año siguiente, lo que prolonga el intervalo parto – primer servicio hasta los 24-25 meses de edad, resultando en edades al primer parto próximas a las reportadas por el INML (2002). Aunque aquí se ha mostrado una posible alternativa respecto al momento del período de la recría en que se puede realizar el manejo a corral, las posibilidades de combinar distintos períodos de corral y pastura son infinitas, y deben contribuir a eliminar la visión de un sistema rígido. Por ejemplo, dentro del cúmulo de posibles alternativas se puede plantear la posibilidad de realizar la recría a corral solamente durante el primer invierno o el primer verano, o bien en ambos períodos pero por menos tiempo cada vez (e.g. 2 meses por estación). Manejando las mismas ganancias de peso que en la simulación anterior, estos animales llegarían con un peso adecuado al servicio hacia fines de setiembre – octubre (18-19 meses de edad), donde se perdería parte de la “ventaja” respecto al manejo “tradicional”. Sin embargo, es posible pensar en acelerar el crecimiento de las vaquillonas durante la etapa a corral por encima de los 840 g/día planteados como forma de compensar el menor tiempo de permanencia en el mismo, y permitir que la vaquillona pueda ser servida a los 14-15 meses de edad. El ajuste óptimo de la dieta, y en particular la oferta de proteína y su balance respecto a la energía ofrecida son elementos cruciales para el éxito de estas alternativas. La alimentación de la recría del tambo en el corral Una vez conocidos los pesos y ganancias objetivo, y los requerimientos de nutrientes que permitan lograr dichas ganancias, el siguiente paso es ajustar una dieta acorde a estas necesidades y contemplar todos los aspectos operativos que permitan cumplir con esas metas, como por ejemplo: forma de distribución de la dieta durante el día, forma de ofrecer los alimentos en el comedero (mezclados o separados), espacio en el comedero disponible para cada animal, disponibilidad de agua y sombra, entre otros factores. Con respecto a la formulación de la dieta de corral en sí, es claro que existen infinitas combinaciones de alimentos que permiten arribar al mismo resultado: lograr una rápida recría de terneras y vaquillonas sin comprometer el crecimiento de la glándula mamaria ni la producción de leche futura. Por este motivo, a continuación solo se hará referencia a algunos principios muy generales para su armado. El lector puede recurrir a las normas de alimentación de ganando lechero propuestas por el NRC (2001) o el AFRC (1993), por citar un par de sistemas que son frecuentemente consultados, con el objetivo de determinar los requerimientos de nutrientes de hembras de reemplazo de tambo de distinto peso, raza o ganancia de peso, así como obtener ejemplos concretos de dietas formuladas para lograr determinados objetivos productivos. Como punto de partida, hay que señalar que el manejo de la hembra de reemplazo de tambo en el corral difiere sustancialmente del manejo de un novillo que va a ser engordado. Algunas de esas diferencias son: • • En el caso de la recría de tambo existe un tope para las ganancias de peso debido al efecto adverso que puede existir sobre el crecimiento de la glándula mamaria cuando las mismas son muy elevadas. La composición de la ganancia de peso y la evolución de la conformación corporal son muy importantes en el caso de la recría de hembras de reemplazo a corral, ya que hay que evitar un excesivo engrasamiento corporal, que está negativamente asociado con el crecimiento de la glándula mamaria (Silva et al., 2002). Esto es doblemente importante en estos animales que por ser hembras • • comienzan a depositar grasa antes que los machos castrados o enteros (Di Marco, 1994). Mientras que en novillos manejados en un feedlot se asume y acepta que van a vivir en un estado de casi permanente acidosis subclínica (producto de la muy alta densidad energética de las dietas que buscan maximizar la ganancia de peso), eso no es aceptable en el caso de la recría de tambo. Sin embargo, a diferencia de los novillos que están en una etapa terminal de su vida, en el caso de las hembras de reemplazo se busca maximizar su futura vida productiva, la que podría verse afectada por disturbios ruminales durante el período de alimentación a corral (aunque la información es muy escasa respecto a los efectos a largo plazo de la alteración de la salud del rumen en hembras de reemplazo de tambo durante su recría). Una ventaja de la recría de los reemplazos a corral respecto a los novillos es que los primeros probablemente ya han sido alimentados con concentrados durante la etapa a estaca, lo que facilita su acostumbramiento. Además, las dietas formuladas para los reemplazos manejados a corral no tienen una proporción de concentrados tan elevada como en el caso de los novillos, lo que simplifica aún más el período de adaptación a la nueva dieta. Con respecto a las dietas, distintos autores han explicado las ventajas del uso de ensilaje de maíz como dieta base en el encierro a corral, incluso en el caso de vaquillonas (ver Santini, F., en esta publicación). Debido a que el contenido de proteína de este alimento es insuficiente para satisfacer las necesidades incluso de vaquillonas adultas creciendo a bajas tasas de ganancia, es preciso complementar la dieta con algún alimento proteico, como puede ser harina de soja o girasol, e incluso urea, siempre que se ajuste la cantidad de proteína no degradable ofrecida. Por ejemplo, en nuestro país se han obtenido resultados interesantes al utilizar dietas con un 75% de ensilaje de maíz, 15% de grano de maíz y el resto de harina de soja (aproximadamente 13,5% de proteína cruda en toda la dieta) en vaquillonas de 180 kg de peso, lo que permitió una ganancia de 960 g/día (Mieres, 1994). La misma podría considerarse algo excesiva de acuerdo con los límites ya mencionados, pero no hubo una evaluación del efecto de dicha dieta sobre el crecimiento de la glándula mamaria. La utilización de henos y henolajes como dieta base en la recría de hembras de reemplazo de entre 90 y 130 kg de peso ha sido evaluada en distintos experimentos con éxito (Andreo, 1999; Radcliff et al., 1997; Pirlo et al., 1997; Whitlcok et al., 2002). Dependiendo del contenido de proteína de la reserva forrajera, la dieta fue complementada o no con algún alimento proteico (generalmente harina de soja) y casi siempre fue necesario agregar un suplemento energético (granos de cereales secos o húmedos, en general molidos o partidos). La posibilidad de utilizar henos permitiría simplificar el manejo de la alimentación en la medida que ofrece menos dificultades para su manipulación y distribución respecto a los ensilajes. Otras alternativas que en los últimos años han sido investigadas en la región con el objetivo de simplificar aún más el manejo de la alimentación en el corral, al menos con novillos, y que eventualmente podrían ser aplicadas en terneras y vaquillonas, han sido las siguientes (ver Santini, F., en esta publicación): • • • Utilización de dietas que no incluyen una fuente de fibra “larga” Distribución de la fuente de fibra “larga” separada del concentrado, de forma que el animal “construya” su propia dieta Utilización de grano de maíz entero en la dieta La posibilidad de simplificar el manejo de la alimentación ofreciendo el heno ad limitum (ubicando el fardo en el corral) o separado del concentrado en el comedero, ha sido evaluada en terneros de 150 kg ganando 700 g/día, con resultados positivos cuando se la compara con la alternativa de ofrecer el heno mezclado con el concentrado, es decir, la alternativa más “segura” desde el punto de vista de moderar la tasa de producción de acidez en el rumen (Simeone y Beretta, 2007). Con respecto a la utilización de grano entero de maíz en la alimentación a corral, el mismo ha sido evaluado en novillos (Pordomingo et al., sin año) y en terneras y vaquillonas en pastoreo con resultados promisorios (Caorsi et al., 2001). Una elevada inclusión de dicho alimento sería desaconsejable en la dieta de hembras de reemplazo jóvenes, debido a la elevada densidad energética de la dieta, y a potenciales efectos negativos sobre la salud del rumen. Sin embargo, un ensayo preliminar realizado por Maresca et al. (en esta publicación) usando vaquillonas de 215 kg, no mostró efectos adversos por añadir grano de maíz entero a una dieta base de henolaje de alfalfa sobre la digestibilidad de la materia seca, almidón o fibra detergente neutro. Algunas consideraciones que habría que tener con el manejo de este tipo de dietas son: restringir el consumo al 2% del peso vivo cuando se utilice grano de maíz entero en una proporción mayor a 50% en la dieta de vaquillonas, utilizar preferentemente granos de gran tamaño respecto a granos de menor tamaño, suministrar el alimento dos veces por día e incrementar hasta 50 cm/animal el frente de ataque en el comedero, incluso con categorías más jóvenes (Dr. Sebastián Maresca, INTA Balcarce, comunicación personal). A medida que se simplifica el armado de la dieta de la recría en el corral, mayores son las chances que un error en la distribución de los alimentos o en otro aspecto operativo resulte en disturbios a nivel del rumen, como por ejemplo acidosis. En estas situaciones el uso de diferentes aditivos como ionóforos, sustancias buffers o alcalinizantes, prebióticos o prebióticos, individualmente o en conjunto, sería muy recomendable. Con respecto al armado y manejo de los animales en el corral (tamaño del corral, cantidad de animales, ubicación y tamaño de los comederos, espacio por animal en el comedero, ubicación de bebederos y sombras), algunos conceptos generales ya han sido expuestos por Simeone et al. (2005). El lector puede consultar a Longenbach et al. (1999) y Heinrichs et al. (1991) para encontrar información específica respecto a aspectos operativos del manejo de la recría del tambo a corral. Consideraciones finales Este trabajo ha intentado ser una primera aproximación a un tema novedoso para nuestras condiciones de producción. El encierro y manejo en un corral de las hembras de reemplazo de tambo puede ser concebido como una respuesta a un déficit puntual de forraje, o verse como una alternativa para intensificar los sistemas de producción de leche en un contexto de alta competencia por el recurso suelo pero también de altos precios de la leche, con el fin de explotar determinadas ventajas, como por ejemplo, la posibilidad de liberar área para otras actividades productivas, la capacidad de predecir con precisión la ganancia de peso del animal, y la oportunidad de entorar las vaquillonas a los 15 meses de edad, por citar algunas. En el caso concreto de realizar un manejo de la alimentación a corral con el objetivo de servir por primera vez las vaquillonas a los 15 meses de edad, es preciso considerar el efecto adverso que tienen las elevadas ganancias de peso durante el período previo a la pubertad sobre la conformación corporal y el desarrollo de la glándula mamaria, y eventualmente la producción futura. Desde este punto de vista, el contenido de proteína y la relación energía - proteína de la dieta parecen tener importancia sobre la composición de la ganancia en vaquillonas creciendo a más de 0,8 kg/día. El encierro puede plantearse en distintos momentos de la etapa de recría y combinarse con etapas de alimentación a pastura, según la oferta de forraje del predio. Incluso en aquellos casos donde se opte por utilizar esta estrategia de forma sistemática, el engorde a corral de la recría presenta flexibilidad para adaptarse a las características de cada sistema de producción y al marco económico del momento. Algunas medidas de manejo de la alimentación que tenderían a facilitar la implementación de la recría de tambo a corral, y que merecerían ser más estudiadas incluyen: el uso de henos y henolajes como dieta base en lugar de ensilajes, el empleo de grano de maíz entero, la oferta de la fuente de fibra ad libitum y no mezclada junto al concentrado y el uso sistemático de aditivos como forma de prevenir disturbios ruminales asociados a algunos de estos esquemas “simplificados” de alimentación. Referencias bibliográficas Abeni, F., Calamari, L., Stefanini, L., Pirlo, G. 2000. Effects of daily gain in pre- and postpubertal replacement dairy heifers on body condition score, body size, metabolic profile, and future milk production. J. Dairy Sci. 83: 1468-1478. Andreo, N. 1999. Diferentes alternativas alimenticias para la recría de vaquillonas Holando Argentino. Anuario 1999. INTA Rafaela. Argentina. Disponible en: http://www.inta.gov.ar/rafaela/info/documentos/anuario1999/a1999_p19.htm. 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