Los blogs o la decadencia de Occidente ROBERTO BUSTAMANTE* Fuera de cualquier especificación estrictamente técnica, no hay una sola definición de blog. La traducción literal al español es ‘bitácora virtual’, pero esto no termina de englobar el conjunto de cosas que han pasado o pasan con esta suerte de fanzines digitales. Los blogs aparecen con fuerza después de lo que se ha llamado la gran burbuja de internet. Mucha de la apuesta en internet durante la década pasada estuvo en esos grandes portales donde uno podía informarse de todo. Siguiendo la lógica de los medios masivos de comunicación, estas súper-webs lo tenían todo y se disputaban unas a otras la ‘audiencia’ de internet. Se ‘infló’ la internet y luego reventó, llevándose en el camino a varios proyectos que terminaron quebrando en la bolsa. La idea del blog es que todos nos volvemos ya no consumidores de internet sino productores de información, escritores amateurs, «periodistas ciudadanos». Aparece el concepto del «prosumidor» (mitad productor/mitad consumidor). Y gracias al famoso algoritmo de Google (donde el ‘éxito’ de una web en internet se mide por la cantidad de referencias que le hacen otras webs), aparecen también los blogstars. Con tanta gente buscando pertenecer a esta especie de estrellato en internet, el negocio se salvó. Pero esta apertura de internet respondió a intereses comerciales concretos; también es necesario señalar que este despertar de la «opinión pública digital» coincide con un desencanto generacional, dentro de lo que alguien (no me acuerdo ahora quién) llamó el «horizonte Seattle». Es decir, el desencanto y redescubrimiento de jóvenes de capas medias con cierta literacidad (educación superior, acceso a información privilegiada) de la política y los medios desde fines de la década pasada. En muchos blogs hay esta idea de «decir lo que los medios no te dicen», de hacer una suerte de metaperiodismo. ¿Moda, movida o movimiento? Quizá un poco de todo. Diversos medios han lanzado gritos de alerta sobre esta suerte de pequeños broadcasters caseros. Otros, como el politólogo Andrew Keen, han dicho que todo este mundo de blogs y algoritmos de Google está atacando las propias bases de Occidente, que esta utopía aparentemente democrática de internet empobrece el conocimiento mismo. Blogs sin editores que observen la veracidad de la información que por allí circula y que no revisen la calidad de los textos. La pregunta también podría ser lanzada a los propios medios masivos, si es que de verdad cumplieron el sueño moderno del control de calidad del producto final. Sin embargo, lo nuevo aquí es el volumen del ruido informativo, la capacidad que tiene la información producida para recombinarse y tener como resultado nueva información, decontextualizada y recontextualizada a cada momento. Una cita (imagen, texto, audio) puede mezclarse con otra y tener como resultado un producto único, que a su vez puede remezclarse, al ser convertida como cita por otro bloguero, con una cita nueva. Un texto con vida que se alimenta de sí mismo, produciendo textos que no volverán a ser leídos jamás. (Sé que la imagen más cercana a esto es la del Libro de arena de Borges; quizá yo mismo me he inspirado en ese texto para escribir estas líneas.) La versión local de este «horizonte Seattle» se mueve en redes muy reducidas, si no endogámicas. Redes de jóvenes de dos o tres universidades que encuentran mayor eco que otras redes de personas de la misma edad. Quizá por eso el impacto que han tenido en los medios masivos (con los cuales se enfrentan, regularmente), pero donde hay una suerte de retroalimentación permanente. Por allí que las limitaciones de los blogs (sobre todo los blogs políticos) en el Perú sean justamente las limitaciones de la participación política de estos mismos jóvenes. 2 Pienso que todo esto es solo el comienzo. Que los blogs terminarán siendo absorbidos por nuevas herramientas (dirigidas a los nuevos dispositivos personales que combinan wifi, telefonía móvil, etcétera). Nuevos medios de comunicación personalizados. El fin de la sociedad de masas tal como la conocías. La decadencia de Occidente. * Investigador de Cepes. http://www.elmorsa.com desco / Revista Quehacer Nro. 172 / Oct. – Dic. 2008 3