LA INVESTIGACIÓN PUESTA A PRUEBA POR LAS CIENCIAS HUMANAS Por: William González Vicedecano de Investigaciones Facultad de Humanidades Universidad del Valle La ley 1286 del 23 de enero de 2009 tiene como pretensión transformar a Colciencias en Departamento Administrativo y fortalecer el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación en Colombia, para lograr un modelo productivo, “sustentado en la ciencia, la tecnología y la innovación, para darle valor agregado a los productos y servicios de nuestra economía y propiciar el desarrollo productivo y una nueva industria nacional”. (Cap. I, Art. 1). Esto debería permitir “definir las bases para la formulación de un Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación”, en donde la ciencia, la tecnología y la innovación (C.T e I) sean “los ejes transversales de la política económica y social del país.” (Capítulo I, Art. 2). ¿Hacia donde apunta esta ley? Pura y llanamente a incrementar la capacidad científica, tecnológica, la innovación y la competitividad del país que requiere, “ el aparato productivo nacional” Y ¿Cómo se logra este objetivo fortalecedor del “aparato productivo nacional”? Pues desarrollando “Áreas de Conocimiento Estratégicas” que nos permitan entrar “en el marco de la sociedad global del conocimiento.” (Cap. I, Art. 3 y 4 y Cap. II, Art. 3). Para llevar a buen término tal proyecto, igualmente se propone promover la inversión a corto, mediano y largo plazo y “Articular y proyectar los esquemas organizacionales del conocimiento, regionales, departamentales y municipales de ciencia, tecnología e innovación, para potenciar su propio desarrollo y armonizar la generación de políticas.” Hasta aquí, uno está medianamente satisfecho, pero esta ley se caracteriza por fingir moverse en un plano mundial del desarrollo tecno-científico, cuando en el fondo es solamente una ley que busca el beneficio de una aristocracia de lo miserable, subastando de forma definitiva el dinero público para la investigación, en el sector privado. Dentro de esta misma ley, después de hacer turismo tecnológico mundial, al fin se muestran sus bajas pretensiones, pues el objetivo general es “Articular y enriquecer la investigación, el desarrollo científico, tecnológico y la innovación con el sector privado, en especial el sector productivo”. (Cap. II, Art. 4) Y entonces se nos inunda de consejos provenientes de la nueva moral de la prospectiva: hay que optimizar, los recursos con emprendimiento y competitividad, velando por el fortalecimiento y la articulación del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación -SNCTI- con las entidades y actores del sistema, en estrecha coordinación con el Sistema Nacional de Competitividad. Y de pasada se nos hace saber que es desde estos sectores estratégicos desde donde se promoverán Maestrías y Doctorados. De vez en cuando esta Ley 1286 quiere mostrar su amplitud, su capacidad de acogida y su apertura para quienes queden rezagados en medio de esta competición salvaje: Para “Definir y orientar líneas temáticas prioritarias y operativas del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación SNCTI-, para lo cual podrá modificar, suprimir o fusionar los Programas Nacionales de Ciencia, Tecnología e Innovación; crear nuevas estructuras sobre las diferentes áreas del conocimiento; definir su nombre, composición y funciones; dictar las reglas para su organización y diseñar las pautas para su incorporación en los planes de las entidades vinculadas con su ejecución”. (Cap. II, Punto 15) Esto se ratifica con mayor énfasis en el Capítulo IV, Artículo 20 Componentes del Sistema. “El Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación -SNCTI- es un sistema abierto del cual forman parte las políticas, estrategias, programas, metodologías y mecanismos para la gestión, promoción, financiación, protección y divulgación de la investigación científica y la innovación tecnológica, así como las organizaciones públicas, privadas o mixtas que realicen o promuevan el desarrollo de actividades científicas, tecnológicas y de innovación”. Como ya lo adelantó el filósofo Jean-Francois Lyotard: “si algo podemos esperar del capitalismo es el hecho que no va a morir de mala consciencia.” Está claro en el Artículo No. 20 que el Estado financiará organizaciones públicas, pero también privadas y mixtas, como si al menos este Estado hubiese cumplido con el mínimo financiamiento que por ley le corresponde a las Universidades públicas! Pero volvamos atrás, y ya que está escrito que “se pueden crear nuevas estructuras sobre las diferentes áreas del conocimiento”, es tomando en serio este sendero como las Facultades de Humanidades de las respectivas Universidades debemos hacer valer nuestras propias Áreas Estratégicas, y no las que nos impongan los mandarines de Colciencias, evitando a toda costa la exclusión, la asimilación y la minimización de la importancia de la Investigación en Humanidades en la actual situación de nuestro país. Es igual para los asuntos de financiación: debemos aprovechar el Capítulo IV, Artículo 34, donde está dicho de forma pasajera que, “las ciencias sociales serán objeto específico de la investigación científica y recibirán apoyo directo para su realización”. (Un filósofo muy reputado que citaremos más adelante llamo a este Artículo 34, “misericordia hermenéutica”) En el fondo quienes escribieron la Ley 1286, deben haber sentido en alguna parte un estremeciendo profundo ante su propia concepción reduccionista de la investigación. En el fondo de lo que se dieron cuenta es que sólo hay Ciencias Humanas, puesto que incluso las “llamadas Ciencias Duras” también son hechas por humanos, que la mayor parte de las veces, por arrogancia o por convicción, olvidan su propia condición. Nos parece que ante el chantaje contenido en la pregunta: ¿qué hay de científico en las ciencias humanas? Debemos responder con otra pregunta: ¿qué hay de humano en esta política de Ciencia, Tecnología e Innovación? Y si esta tarea crítica de la Ley 1286 es urgente, lo es porque cada vez más se desmantela la investigación en humanidades. Primero, se lo hace en nombre de un modelo productivo (ya veremos esto más adelante con el famoso tema de la “visibilidad” de la empresa Scimago); y segundo, se lo hace reduciendo la financiación de la Investigación a migajas. En el Capítulo II, Punto 16 de esta Ley se dice: Hay que “definir prioridades y criterios para la asignación del gasto público en ciencia, tecnología e innovación, los cuales incluirán áreas estratégicas y programas específicos y prioritarios a los que se les deberá otorgar especial atención y apoyo presupuestal.” Y continua “Hay que Concertar, con el apoyo del Departamento Nacional de Planeación, DNP, [que en últimas es él quien dirá cuanto y a donde van los recursos] en coordinación con las demás entidades nacionales que ejecutan la política de ciencia, tecnología e innovación; los recursos y la destinación de los mismos en el trámite de programación presupuestal tomando como base el Plan Nacional de Desarrollo y la política de ciencia, tecnología e innovación adoptada por el CONPES.” (Cap. II, Punto 18) El Capítulo IV, Artículo 26, es aun más concreto, por fin una cifra miserable nos permite comprender que estamos gerenciando la pobreza, que a este Estado no le interesa la investigación, y que los pocos recursos que destina a ella quiere colocarlos en lugares predeterminados por Ley. Citemos el Artículo 26: De los recursos de que trata el artículo 361 de la Constitución Política, que no hayan sido apropiados en el Fondo Nacional de Regalías a diciembre 31 de 2007, se destinarán cien mil millones de pesos ($100.000.000.000,00), a la financiación de proyectos regionales de inversión de ciencia, tecnología e innovación, que beneficien a las entidades territoriales. Su distribución, se realizará a través de convocatorias orientadas a fortalecer las capacidades de Ciencia, Tecnología e Innovación. Dicha destinación se adelantará en concordancia con las restricciones fiscales existentes y se realizará mediante transferencia al Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación –Colciencias.” Es tan evidente la gerencia de la pobreza y la irresponsabilidad de este SNCTI que la ley los autoriza, a “Invertir en Fondos de Capital de Riesgo u otros instrumentos financieros, para el apoyo de programas, proyectos y actividades de ciencia, tecnología e innovación.” Capítulo IV. Leyendo esta ley, nos hemos preguntado de forma ingenua: ¿cual es el motivo que conduce a introducir un cambio entre el Decreto 585 de 1991 y esta nueva ley 1286? Y para responder nos dimos cuenta que era suficiente con citar parte del Artículo No.16 del Capítulo III : “A partir de la vigencia de la presente Ley el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, al que se refiere el Decreto 585 de 1991, (que todavía incluía a la Sociedad bajo la denominación CTS) se denominará Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación -SNCTI- con el fin de integrar las actividades científicas, tecnológicas y de innovación bajo un marco donde empresas, Estado y academia interactúen en función de los fines de la presente ley.” Como ya lo ha señalado un colega filósofo, con esta ley 1286 “Se ha perdido por completo el sentido de los programas de Ciencia, Tecnología y Sociedad, CTS, con los cuales se identificaba Colciencias no hace mucho, programas de reconocida tradición no sólo anglosajona, sino también para quienes pensamos en español.”1 El objetivo de este nuevo SNCTI queda definido así en el Capítulo III, Artículo 17, en donde puede observarse la situación vergonzosa que dentro de él ocupa la sociedad y la cultura. Observemos igualmente la batería de términos prospectivos y futurológicos o en todo caso “pragmáticos” (ciencia de los usos y de los efectos) utilizados. “1. Propiciar la generación y uso del conocimiento, a través del desarrollo científico, tecnológico y la innovación, como actividades esenciales para darle valor agregado a nuestros recursos, crear nuevas empresas basadas en investigación, desarrollo tecnológico e innovación, alcanzar mayores y sostenidas tasas de crecimiento económico, acumulación y distribución de riqueza, con el objeto de mejorar los niveles de calidad de vida de los ciudadanos. 2. Fomentar y consolidar, con visión de largo plazo, los centros y grupos de investigación particulares y de las Instituciones de Educación Superior, sean públicas o privadas los centros de desarrollo tecnológico, los parques tecnológicos, los centros de productividad, las instituciones dedicadas a la apropiación social de la ciencia, la tecnología y la innovación, las entidades de gestión, administración y promoción del conocimiento, las incubadoras de empresas de base tecnológica y el desarrollo del talento humano, las academias y sociedades científicas, tecnológicas y de innovación, y las diferentes redes, iniciativas de organizaciones e individuos tendientes al fortalecimiento del sistema. Hoyos-Vasques, G. (2009) Educación para un nuevo humanismo. Magis, Revista Internacional de Investigación en Educación, 2, 428. 1 3. Promover y consolidar por diversos mecanismos, la inversión pública y privada creciente y sustentable en investigación, desarrollo tecnológico, innovación y formación del capital humano, para la ciencia, la tecnología y la innovación, como instrumentos determinantes de la dinámica del desarrollo económico, social y ambiental. 4. Diseñar modelos contemporáneos y visionarios de desarrollo económico y social, basados en procesos de enseñanza aprendizaje permanente y democratizado de la ciencia, la tecnología y la innovación, regidos por políticas públicas, bajo la indelegable responsabilidad del Estado. 5. Hacer prospectiva en ciencia, tecnología e innovación, adoptar decisiones y emprender acciones en materia de ciencia, tecnología e innovación que contribuyan a la construcción conjunta e integrada de escenarios de futuro de Colombia en el contexto mundial. 6. Fomentar la coordinación, seguimiento y evaluación entre la política y el desarrollo nacional en ciencia, tecnología e innovación con la actuación internacional del Estado y su política exterior y promover su vinculación con iniciativas y proyectos internacionales estratégicos de ciencia, tecnología e innovación. 7. Articular al sistema y a sus actores con los sistemas e instancias existentes, con el objeto de que cada uno de los componentes desempeñe el papel específico que le corresponde en el proceso, creando sinergia y optimización de recursos. 8. Realizar el seguimiento y evaluación de la política nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y de las actividades de Ciencia, Tecnología e Innovación realizadas por el SNCTI. 9. Promover y evaluar la alianza estratégica universidad-empresa, en función de desarrollar conjuntamente la ciencia, la tecnología y la innovación en sectores estratégicos para el desarrollo económico y social del país. Toda esta nueva jerga administrativa incluida en esta Ley 1286 y en el Conpes 3582, apuntan a reales cambios? El autor del artículo anteriormente nombrado, responde de manera inmejorable tomando dos conceptos, el de “pertinencia” y el de “sostenibilidad”: “se sigue insistiendo en la pertinencia que garantice la sostenibilidad: sostenibilidad del modelo económico que hace crisis, sin que las escuelas de economía se inmuten; sostenibilidad de la guerra, sin que las ciencias políticas y jurídicas se den por aludidas. Y si la universidad se manifiesta impertinente parece justificarse su intervención por parte de la fuerza pública, sino se pasa directamente a deslegitimar la misión de los intelectuales cuando no son pertinentes, como lo manifiestan los gobiernos autocráticos o lo añoran intelectuales de derecha en su maridaje con los tiranos”.2 Efectivamente debajo de esta ley descubrimos sin asombro, una concepción sesgada, corta, reduccionista y arbitraria de lo que es la ciencia, la tecnología y la investigación. La crisis de la investigación radica en que el mismo sistema de investigación es arbitrario e incapaz de comprender, por fuera del sistema económico, las transformaciones actuales del conocimiento y las nuevas necesidades de las comunidades tanto científicas como sociales. Para corroborar lo que decimos, basta con dar una mirada, incluso desprevenida, a los formatos que debemos llenar los Investigadores en Ciencias Sociales y Humanas para darnos cuenta que son inadaptados a nuestras prácticas y métodos. ¿Qué hemos tenido que hacer frente a este hecho? 1. Aceptar que la literatura científica se convierta en escritura de aquellos que tienen el poder. 2. Doblegarnos a cánones de exigencia fijados por políticas de investigación no siempre discutidas, que dejan por fuera a aquellos que no se acomodan al régimen investigativo imperante. Es así como fueron excluidos los practicantes de campo en Trabajo Social y de otros dominios a los que socarronamente se les llama “investigadores aplicados”. De manera más general se excluyó el aporte del estudio de casos en Filosofía, Psicología, Etología Humana y ni qué decir de la producción Literaria, Artística y Poética, que fue reducida a “Literatura Gris”, todo para favorecer la industria de grandes teorías y aplicaciones universales que mueve a las Ciencias Naturales a la Tecnología y a la Innovación. Dicho de manera breve el conocimiento y sobretodo el pensamiento crítico debe ponerse al servicio, ni siquiera de la empresa (pues nuestra burguesía es patética, no son inversionistas sino rentistas), sino llanamente al servicio del mercado! Es la condición humana quien poco a poco ha sido abandonada en beneficio de una idea molecular, cibernética, cromosómica, informática de ella misma. “Dos grandes peligros amenazan al hombre: el primero es el desorden, y el segundo es el orden, decía Paul Valery. Si no se institucionaliza, la investigación se desviará hacia todas partes, y cualquier novedad será acallada por los que desean el poder. Pero si se la institucionaliza demasiado, se elimina a los marginales creadores y se reduce la investigación científica a efectos de moda y publicaciones de profesión.”3 2 3 Ibidem. Ibidem. El premio Nobel de Medicina, Francois Jacob constata que antiguamente la vitalidad de una nación se medía por la potencia de su armada, mientras que hoy se refleja en el interés que tiene en las ciencias y su desarrollo. 4 ¿Qué impide muchas veces este desarrollo? Por fuera de los problemas de política estatal y económicos, Jacob señala los siguientes: 1.Insuficiencia en muchos dominios. 2.Persistencia de viejas disciplinas y ausencia de nuevas. 3.Gestión lenta. 4.Autocracia de profesores antiguos. En nuestro caso habría que agregarle, los manejos amañados, el amiguismo, el centralismo, la falta de presupuesto y la inestabilidad de las instituciones, y la voracidad empresarial de esta burguesía. Para cambiar esto no es suficiente con irritarse o tener buena voluntad. Es necesario tener nuevas políticas de Investigación. En este punto preciso bien valdría la pena crear un espacio de reflexión común que nos permita no solo analizar el problema de la investigación, sino también proponer reformas precisas y adaptadas a nuestras problemáticas y nuestras formas de investigar. Esto nos recuerda el fatídico pronóstico ya lanzado en 1966 por Michel Foucault: “Las ciencias humanas se borraran como en los límites del mar un rostro de arena”. Salvo que Foucault no pudo prever que nuestra clase dirigente era más cínica de lo que él pensaba, puesto que la muerte de las ciencias humanas no se producirá por una lucha tenaz entre las ciencias, sino por inanición, por mediocridad de una clase dirigente, por ausencia de crítica. Hoy que soplan los vientos de un nuevo gobierno que habla de “Calidad educativa” y de “Pertinencia”, vale la pena recordar lo que un Rector con capacidad crítica ha dicho al respecto: “ Mientras que la pertinencia busca la utilidad la impertinencia busca la verdad. Mientras que la pertinencia ayuda a realizar los planes del gobierno la impertinencia ayuda a mantener el norte del Estado. Mientras que la pertinencia es necesaria hoy, la impertinencia forja el mañana. Los países que han desarrollado un sistema universitario fuerte y que se soportan en él para su desarrollo económico, social y cultural reconocen este hecho y respetan, defienden y financian las dos caras de la moneda.”5 Varios, Quel avenir pour la récherche? p. 22. Wasserman Moisés, “La universidad y el equilibrio: Entre pertinencia e impertinencia”. El tiempo, 19 09 2010. 4 5