Epidemiologia de la hiperactividad infantil Danckaerts, M.; Taylor, E. Los aspectos básicos que vamos a tratar en este apartado son: la definición de caso, las herramientas utilizadas en la medida y diagnóstico de esta alteración, las tasas de prevalencia halladas en varios estudios y la descripción de los estudios que han encontrado asociaciones entre distintos factores y la hiperactividad. (1) DEFINICIÓN No existe una única definición de trastorno hiperactivo. Con el tiempo se está consiguiendo que mejore la concordancia entre los dos grandes esquemas diagnósticos: el DSM y el CÍE. Ambos patrones se basan en los mismos conceptos de alteración del comportamiento aunque combinados de distinta forma: desatención, hiperactividad e impulsividad. Desatención: comportamiento que se mantiene sólo brevemente, que cambia rápidamente de una actividad a otra, tanto de una forma espontánea (inconstante) como por respuestas a mínimos estímulos (distracción). Hiperactividad: exceso de movimientos locomotores, tanto de todo el cuerpo (agitación) como de los movimientos finos (inquietud). Impulsividad: comportamiento incontrolado, irreflexivo e imprevisto que por lo tanto transgrede las expectativas sociales. En el DSM-III-R (Asociación Americana de Psiquiatría 1987) el trastorno se denomina alteración hiperactiva con déficit de atención y se llega al diagnóstico tras la suma del número total de síntomas de desatención, hiperactividad e impulsividad que se juzguen presentes en ese momento. Incluye a niños con sintomatologías muy distintas. En cambio, en el CÍE 10 (OMS. 1992) se valoran la presencia de desatención e hiperactividad de forma grave y generalizada, pero no incluye la impulsividad en la definición. Se consideran criterios de exclusión la presencia de alteraciones generalizadas del desarrollo o de alteraciones afectivas. (2) MEDIDA Los mayores problemas con que nos encontramos a la hora de medir los diversos componentes del trastorno hiperactivo son: a) La falta de definición estándar del trastorno hiperactivo. Aún no se ha establecido si la hiperactividad puede ser tratada como una alteración por sí misma, si deben considerarse vulnerables sólo a aquellos pacientes que superen un determinado umbral o si el riesgo de presentar alteraciones del comportamiento afecta a todos los que presenten estos comportamientos independientemente del nivel de severidad. Taylor (1994) b) La existencia de varias fuentes de información sobre el comportamiento del niño hiperactivo (padres/maestros) obliga a aclarar qué fuente se elige o en qué modo se hace. Los distintos observadores explican distintos niveles de las características del comportamiento de un niño. Esto puede explicarse por: las circunstancias en que se desarrolla el problema de comportamiento, por el uso de distintas técnicas de medida, por el sesgo de la fuente de información o por los errores generales de la medida. Todo lo anterior puede solucionarse dando prioridad a una de las fuentes sobre las demás (como se hacía en el DSM-III), o incluyendo sólo la hiperactividad generalizada (criterio seguido por el CÍE -10). c) Las herramientas de medida a emplear deben adecuarse a la edad a estudiar. A medida que crecen los niños son más capaces de concentrarse y tienen menor tendencia a moverse de forma desestructurada. Las condiciones de observación varían con la edad (preescolares, escolares y adolescentes) por lo que es imprescindible la adaptación de las medidas a cada edad. 2.1) MEDIDAS DE LA HIPERACTIVIDAD EN LA INFANCIA 2.1.1) ESCALAS DE PUNTUACIÓN Aunque no permiten incluir criterios que pueden ser importantes para el diagnóstico como: edad de inicio de los síntomas, duración de la sintomatología; o excluir a los niños con retrasos severos del desarrollo, permiten una correcta discriminación del trastorno. A continuación, se enumeran las más usadas. 2.1.1.1) Escalas de Conners para padres y maestros: Las más usadas en investigación epidemiológica son CATRS (Conner's Abreviated Teacher Rating Scale, Conners (1973)) y la ASQ (Abbrevieated Symptorn Questionnaire) Estas escalas están contaminadas con ítems que valoran otros aspectos, especialmente el desafío. Es una escala con una buena fiabilidad y consistencia interna, su uso está muy extendido pero tiene una capacidad de discriminación bastante pobre. 2.1.1.2) RPBC (Revised Behavior Checklist) de Quay y Peterson (1983); Presenta una alta correlación entre alteraciones de la conducta y problemas de atención y madurez. Se suele usar para discriminar entre los niños con déficit de atención con y sin hiperactividad. 2.1.1.3) Escalas de Rutter para padres y maestros (Ay B): Sólo contienen 3 ítems que estén relacionados con el comportamiento hiperactivo, sin embargo, tras los estudios de la Isla de Wight se comprobó que eran predictivos del posterior desarrollo psicosocial. 2.1.1.4) CBCL (Child Behavior Checklist) de Achenbach: Es un instrumento de envergadura en la evaluación de los problemas emocionales y del comportamiento en la infancia. La escala que valora la hiperactividad se correlaciona con la entrevista diagnóstica para niños (DISC) de Costello et al.y permite discriminar entre niños hiperactivos y normales, y entre niños con alteración por déficit de atención y otros diagnósticos. 2.1.2) ENTREVISTAS ESTRUCTURADAS. Mejoran la precisión a la hora de reconocer el trastorno y aseguran que la descripción del que responde se ajusta a lo que el investigador estudia. En este diagnóstico es muy importante discriminar entre hiperactividad como comportamiento que puede confundirse con el temperamento, o como distracción e impulsividad que pueden referirse tanto a comportamiento como al desarrollo cognitivo. Las más importantes se describen a continuación. 2.1.2.1) DISC (Diagnostic Interview Schedule for Children) de Costello et al (1984) Es una entrevista muy estructurada que aporta puntuaciones de escalas de síntomas y puntuaciones que permiten utilizar algoritmos diagnósticos que usan los criterios del DSMIII para las principales categorías diagnósticas. 2.1.2.2) DICA (Diagnostic lnterview for Children and Adolescents) de Herjanie y Reich (1982). Permite hacer diagnósticos tanto del CIE-9 como del DSM-III. Es muy similar al DISC anteriormente citado. Últimamente ha aparecido una versión revisada que trabaja con criterios del DSM-III-R Tiene presentaciones separadas para niños (6 a 12 años) y para adolescentes (13 a l7años). 2.1.2.1) SAS (Child Assessment Schedule) de Hodges et al. (1982a,b). Permite hacer diagnósticos siguiendo los criterios del DSM-II1. 2.1.2.4) K-SADS (Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia for school-age children) de Puig-Antich and Chambers (1978). Al igual que el anterior permite hacer diagnósticos siguiendo los criterios del DSM-l11, y también del DSM-III-R pero requiere entrenamiento y estar familiarizado con los criterios diagnósticos. EI entrevistador debe combinar la información de los padres y del niño referida tanto al momento actual como a todo el período vital. Se usa sobretodo para seleccionar a los niños que cumplen los criterios para los trastornos afectivos mayores. 2.1.2.5) CAPA (Child and Adolescent Psychiatric Assessment) de Angold (1989). Es una entrevista semiestructurada muy prometedora en versiones para padres y niños que permiten el diagnóstico tanto para DSM-III, DSM-III-R como para CIE- l0, pero faltan datos sobre las características psicométricas. 2.1.2.6) PACS (Parental Account of Children Symptoms) de Taylor et al (1986). Es la única que se centra principalmente en la hiperactividad. Es una entrevista semiestructurada, estandarizada, en la que los padres deben facilitar al entrevistador descripciones detalladas sobre lo que el niño ha hecho en situaciones específicas a lo largo de la semana anterior. EI entrevistador debe estar entrenado para elaborar sus propias puntuaciones en escalas de frecuencia y severidad de los comportamientos. Se derivan escalas de hiperactividad, desafío y alteraciones emocionales. No supone un diagnóstico psiquiátrico de la hiperactividad. Hay una versión reducida para usar como screening. Todavía no se dispone de datos sobre la fiabilidad y validez de este prometedor instrumento. 2.2) MEDIDAS DE LA HIPERACTIVIDAD EN LA ADOLESCENCIA El concepto de trastorno hiperactivo ha variado mucho a lo largo del tiempo. En los años 60 se consideraba que el síndrome hipercinético formaba parte del desarrollo normal de la persona y que desaparecía con el tiempo. En los 70 se creyó que el componente hiperactivo del síndrome desaparecía con el tiempo pero que las dificultades de atención y la impulsividad podían persistir. Recientemente Barkley et al (1990) han visto que ajustando los puntos de corte a los criterios del DSM-III-R la tasa de persistencia del trastorno es del 83.3% tras 8 años de seguimiento. Los instrumentos de medida de la hiperactividad en la adolescencia deben tener en cuenta los cambios que se producen en esta etapa del desarrollo y que cambian la apariencia del trastorno respecto a etapas anteriores. Deben ajustarse tanto el contenido como los puntos de corte. 2.2.1) ESCALAS DE PUNTUACIÓN No tienen en cuenta la edad de inicio del trastorno que es uno de los datos de mayor importancia en el diagnóstico de los adolescentes. Se usan las mismas escalas y criterios que los mencionados en el apartado de la infancia, lo que no es metodológicamente correcto y les resta validez. Sólo hay una escala que ha adaptado los criterios y los puntos de corte a la adolescencia: el CBCL (Child Behaviour Checklist de Achenbach y la actualización de Achenbach de 1991, el YSR (Youth Self -Report) de Achenbach y Edelbrock (1987) cuestionario que responden los adolescentes por si mismos que permiten disponer de varias fuentes de información . 2.2.2) ENTREVISTAS ESTRUCTURADAS. Las entrevistas DISC, DICA, K-SADS Y CAPA cubren un rango de edad que incluye la adolescencia y disponen de una versión paralela para que la contesten directamente los adolescentes. 2.3) MEDIDAS DE LA HIPERACTIVIDAD EN PRE-ESCOLARES La mayoría de los instrumentos descritos anteriormente no nos permiten diagnosticar el trastorno hiperactivo por debajo de los 6 años de edad, ni discriminar qué niños presentan riesgo de desarrollar el trastorno en etapas posteriores. Porque en niños normales la actividad es muy alta durante este período; y porque hay pocas quejas sobre la falta de concentración a esta edad. El estudio de Campbell (1987) encontró que la hiperactividad a los 3 años era predictiva de la presencia de trastornos de la conducta y del trastorno hiperactivo en años posteriores. Incluso entre preescolares la distinción entre hiperactividad circunstancial y generalizada puede ser útil para el pronóstico, aunque resulte una etapa del desarrollo poco estudiada para esta patología. 2.3.l) PBQ (Preschool Behaviour Questionnaire) de Behar y Stringfield (1974,1977). Está basado en la escala de Rutter para niños de la escuela elemental. Es capaz de distinguir entre población clínica y normal. 2.3.2) Escala de Conners (1973) para padres. Ha demostrado tener validez para discriminar entre niños hiperactivos y normales 2.3.3) CBCL 2-3 (Child Behaviour Checklist de Achembach (1987,1992) Es un instrumento válido y fiable aunque en el análisis factorial de los estudios de Achenbacb no ha encontrado que de por sí pueda definir un síndrome de banda estrecha para la hiperactividad. 2.3.4) El Werry-Weiss-Peters Activity Scale de Routh et al.(1974) Es un cuestionario de 22 ítems que completan los padres sobre: la impaciencia, la inquietud y la actividad del comportamiento infantil en las situaciones cotidianas que se reflejan en una escala de puntuación final sobre el nivel de actividad. No hay estudios sobre su fiabilidad pero sí sobre su validez que parece ser buena. 2.3.5) Escala de Shaffer et al para la hiperactividad (1983) Deriva del Perfil de Comportamiento del Estudio de Colaboración Americano de 1966 usa cuatro dimensiones para valorar la hiperactividad. 2.3.6) El BSQ(Behaviour Screening Questionnaire)de Richbman y Graham (1971). Es una entrevista semiestructurada que cubre un amplio espectro de comportamientos en los niños preescolares que también incluye la hiperactividad. (3) PREVALENCIA Las tasas de prevalencia encontradas varían mucho según el criterio diagnóstico o el instrumento de evaluación utilizado en los distintos estudios. Resumiremos a continuación los datos hallados según el tipo de estudio realizado. 3.1) CUESTIONARIOS 3.1.1) Los cuestionarios como medida cuantitativa. Según la revisión de Taylor (1987) sobre la aplicación de la escala de Conners en población escolar en países de habla inglesa existían importantes diferencias en las puntuaciones medias de la escala de hiperactividad oscilando entre el 0.56 al 1.07, no se especifica a qué tasa de prevalencia equivalen dichas cifras. 3.1.2) Los cuestionarios como medida cualitativa. Se ha usado la misma escala en distintos países encontrando tasas de prevalencia muy dispares, lo que nos lleva a plantearnos si las escalas de hiperactividad significan lo mismo en todas partes. Un rasgo común en todos los estudios es que las puntuaciones de hiperactividad son más altas para chicos que para chicas. Las tasas de prevalencia encontradas varían desde el 8% de un estudio con chicos alemanes (Sprague et al 1977)al 16% de un estudio español (Arias y O’Leary 1985). 3.1.3) Escala de Rutter. En la revisión que Schachar et al (1981) hicieron de los datos del estudio de la Isla de Wight encontraron: Los padres puntuaron como hiperactivos al 9.9% de los chicos de l0 a 11 años, los maestros al 8.3%, sólo coincidieron en el 2,2%. McGee et al (1 984a) en un estudio con niños de 7 años encontró un 7.06% de niños con hiperactividad generalizada, frente aun 5.7% con hiperactividad situacional. Las diferencias con otros estudios se deben seguramente a la diferencia en los criterios diagnósticos y puntos de corte que ha conllevado una selección de los casos más severos. Hay una mayor concordancia de los resultados para los valores extremos de las escalas que para la toda la dimensión completa. 3.2) ENTREVISTAS Los 6 estudios revisados usan los criterios del DSM-III para el trastorno hiperactivo que lo clasifica como Trastorno por Déficit de Atención con o sin hiperactividad. Las tasas de prevalencia varían del 16.6% en el estudio de Taylor et al (1991) en niños de 6 a 7 años, al 6.3% del estudio Ontario de Offord et al.(1989) en una población de 4 a 16 años. Un rasgo común en todos los estudios es que la preponderancia masculina es consistente en todos ellos, aunque la razón chico/chica disminuye con la edad. 3.3) ESTUDIOS CON DISEÑO EN DOS FASES En el estudio de Rutter et al (1970)se encontró un número de casos muy bajo (2/2000). Como screening se usaron las escalas para padres y maestros en la población general. En la segunda fase se pasaron las entrevistas a padres y niños aplicando los criterios del CIE-9 para el trastorno hipercinético. Bird et al (1988) en cambio encontraron una tasas de prevalencia extremadamente altas usando los puntos de corte del CBCL o la presencia de criterios diagnósticos del DSM-III. Al añadir la medida de deterioro en la definición de hiperactividad la prevalencia total para las alteraciones psiquiátricas disminuyó del 50% al 18.4%. Taylor et al.(1991) usaron el diseño en dos fases para comparar los distintos niveles de definición de caso. Es el primer estudio que publica las tasas de prevalencia para el trastorno hipercinético usando los criterios del CIE-l0 (1.7%). Las compara con los diagnósticos del DSM-III para la hiperactividad generalizada (4%) y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (16.6%). (4) HALLAZGOS DE LOS ESTUDIOS EPIDEMIOLÓGICOS 4.1) ASOCIACIONES 4.1.1) Diferencias entre edad y sexo. Según Glow (1981) la hiperactividad es menos común en las chicas que en los chicos, con relaciones chico/chica de 2/1. No se sabe con certeza cual es la causa de esta diferencia tan clara. Heptinstall y Taylor (1993) proponen corno causa un umbral de expresión distinto para cada sexo más que una diferencia en la percepción por parte de los observadores. En la adolescencia hay una disminución de las tasas de prevalencia para la hiperactividad. Los motivos principales parecen ser: - en la adolescencia se sustituyen los cuestionarios para padres por los que contesta el propio adolescente que tiene una percepción distinta a la de sus mayores; - no se han adecuado los criterios y puntos de corte a la edad por lo que se usan los mismos que para edades inferiores. La hiperactividad en los preescolares está poco estudiada. Sabemos que es un factor de mal pronóstico para el desarrollo de posteriores alteraciones por lo que es muy importante estudiar los precursores de la hiperactividad en la primera infancia. McGee et al.( 1991) la sitúan en el 2% para los niños de 3 años y Chapel et al.( 1982) en el 5.5% 4.1.2) Diferencias geográficas Los estudios de Schachar et al. (1981) y Szatmari el al.(1989) han demostrado que la hiperactividad es más frecuente en las zonas urbanas que en las rurales. También existen diferencias transculturales, pero como apuntan Prendergast et al. (1988) parece ser que la diferencia se debe más a dificultades en la definición del trastorno y el diagnóstico clínico al usar distintos patrones diagnósticos (DSM o CIE) que a diferencias reales entre distintos países. 4.1.3) Co-ocurrencia Generalmente hay más de un diagnóstico en aquellos pacientes que presentan hiperactividad. Las tasas de comorbilidad en estudios de la comunidad varían desde 68.8% para la asociación con el trastorno de conducta en Shekim et al. (1985) al 42.7% para el mismo diagnóstico en Offord et al (1989a,b); o el 37.5% para la asociación con la ansiedad en Shekin et al. (1985)al 26.4% para el mismo diagnóstico en Anderson et al.(1987). Los estudios clínicos tienden a sobrestimar los niveles de comorbilidad por varios motivos: - el efecto Berkson, es decir, la probabilidad de que una persona con dos diagnósticos sea derivada para su atención clínica es una combinación de las probabilidades de derivación para cada uno de los diagnósticos por separado. - y por el sesgo de selección consustancial a las poblaciones clínicas. 4.1.4) Marginación psicosocial Según McGee et al (1984b) los chicos con problemas del comportamiento provienen de familias de entornos desfavorecidos. La desventaja no se basa sólo en criterios socioeconómicos si no que proviene del probable deterioro de las habilidades parentales. Sin embargo, el papel que juega la adversidad familiar en el desarrollo del trastorno parece ser más importante en el mantenimiento de la alteración que en el debut. 4.1.5) Déficit cognitivo y alteraciones del desarrollo. Según Schachar et al (1981) la hiperactividad generalizada presenta fuertes asociaciones con el deterioro cognitivo y con alteraciones generales del comportamiento y peor pronóstico en lo que respecta ala persistencia del trastorno. McGee et al (l984a) usando el cuestionario de Rutter, encontraron que la hiperactividad se asociaba a déficits cognitivos de forma más general y a más largo plazo que la agresividad aislada. También existía una asociación importante entre el retraso en la lectura y el comportamiento agresivo-hiperactivo. Parece ser que las medidas cognitivas permiten diferenciar entre los niños hiperactivos de los que no lo son La fuerza de la asociación y la severidad del deterioro cognitivo varían con la restricción del criterio diagnóstico utilizado. Según el autor, la relación entre hiperactividad y las alteraciones cognitivas medidas mediante tests psicológicos deben estudiarse mejor; no obstante, a modo de conclusión preliminar apunta que el comportamiento con desatención, sea cual fuere su causa, probablemente conduce de forma indirecta aun retraso del desarrollo cognitivo. 4.2) ESTUDIOS LONGIUDINALES:HISTORIA NATURAL DE LA HIPERACTIVIDAD Los estudios longitudinales que han revisado Weiss y Hechtman (1986) indican que la hiperactividad es un trastorno estable. Los niños hiperactivos presentan un riesgo elevado para: resultados académicos adversos, inadaptación psicosocial, delincuencia y trastorno por personalidad antisocial.. Tienen mayor probabilidad de presentar alteraciones del comportamiento persistentes a lo largo del tiempo. EI resultado final de la evolución de estos niños está aun por estudiar. (5)CONCLUSIONES 5.1) Nosología Es de gran importancia para la nosología conseguir la distinción clínica entre hiperactividad y alteración de la conducta, para lo que nos basamos en el hallazgo de medidas separables para el comportamiento hiperactivo y el comportamiento antisocial en la población general. Está demostrado que la validez del síndrome hiperactivo depende del criterio diagnóstico que se aplique. Los dos esquemas diagnósticos más usados el DSM y el CIE están en proceso de revisión. Las definiciones de ambos esquemas se basan en los mismos problemas del comportamiento (desatención, sobreactividad e impulsividad), que deben estar presentes en un grado excesivo que no corresponda con el nivel evolutivo del niño, y darse en más de una situación (colegio, casa). En ambos esquemas se requiere el inicio a partir de los 7 años y una duración mínima de 6 meses. Las diferencias que aun persisten entre ambos esquemas son: en el DSM tanto la desatención como la sobreactividad-imnpulsividad son suficientes por si solas para el diagnóstico aunque existen subclases para diferenciar entre los tipos en los que predomina alguna de estas características. En el CIE deben estar presentes las tres características para el diagnóstico. La comorbilidad es muy importante en este trastorno. Se ha dedicado mucha atención a la comorbilidad con el trastorno de la conducta y , aunque no son tan importantes, también deberían tenerse en cuenta la comorbilidad con otros procesos como: trastornos de ansiedad, trastornos emocionales, tics o alteraciones generalizadas del desarrollo. 5.2) Detección de factores etiológicos La investigación epidemiológica no ha encontrado evidencias concluyentes sobre los factores etiológicos. Se han demostrado múltiples causas con pequeños efectos pero las causas importantes aun están por estudiar. .