Diego Armando Bedoya González Vocación Cristiana Materia: Orientación Espiritual Docente: Virgilio Murillo Grado: 11 Colegio: Liceo Mixto La Milagrosa Año Lectivo: 2012 LA VOCACION CRISTIANA La vocación es una luz que se enciende en la vida para iluminarla por entero, es una gracia, una iniciativa y una elección de Dios. La vocación cristiana es una llamada a la adhesión personal a Cristo para compartir su misma vida y misión. "Seguir" a Cristo equivale a un "encuentro", que se hace relación personal y que incluye una "renuncia" a otros criterios, escala de valores y actitudes, para vivir la misma vida del Señor. La vocación común a la santidad y a la misión se va diferenciando según las gracias recibidas (carismas), que matizan tanto el camino de perfección como el de la misión (vocación laical, de vida consagrada, de vida sacerdotal). La donación debe ser total en cada una de las vocaciones y todas ellas tienen una derivación misionera sin fronteras; pero también en este campo apostólico hay matices y carismas especiales, principalmente cuando se trata de la vocación misionera (de por vida), de universalismo y de primera evangelización. Todo cristiano está llamado a la santidad y al apostolado. Esta es la vocación común de todos los bautizados. Todos participan en la misma consagración y misión de Cristo, aunque en diverso modo y grado. Sentido de la vida y vocación del hombre El hombre ha sido creado por Dios, y es la única criatura de la tierra a la que Dios ha amado por sí misma. Dotada de alma espiritual, con entendimiento y voluntad, la persona humana está desde su concepción ordenada a Dios y destinada a la eterna bienaventuranza. El hombre consigue su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad y del bien. En consecuencia, hemos sido creados por Dios y el sentido de la vida está en caminar hacia Dios para vivir eternamente con Él: ésta es la vocación del hombre. Vivir de acuerdo con la vocación El hombre debe vivir de acuerdo con la vocación a la que ha sido llamado por Dios; debe seguir la ley moral que Dios mismo ha puesto en lo más íntimo de cada persona y que le intima: "Haz el bien y evita el mal". Todos deben seguir esta ley que resuena en la conciencia, porque es ley universal e inmutable. El cristiano conoce el camino para alcanzar la eterna bienaventuranza: cumplir los mandamientos.