Boletín Nº 61. QUIMICA VERDE.

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Boletín Nº 61
24 de febrero de 2011
2011, Año Internacional de la Química… Verde (Contra el síndrome
de “no sirve de nada”)
Se advierte a menudo, con razón, contra el
conocido síndrome de “la rana hervida” (o del “no
pasa nada”), que nos hace permanecer
insensibles ante aparentes “pequeños cambios”…
que se van acumulando hasta crear una grave
situación de colapso irreversible si no
reaccionamos a tiempo. La lucha contra el cambio
climático y, más en general, contra la actual
situación de emergencia planetaria, tiene en este
síndrome uno de sus peores obstáculos; resulta
por ello necesario insistir una y otra vez contra la
pasividad que genera.
Se habla mucho menos, sin embargo, de otro síndrome de sentido opuesto, pero
de efectos igualmente negativos. Podríamos denominarlo el síndrome de “no sirve
de nada” o, peor aún, “no se puede hacer nada”. Es un sentimiento que nos asalta
cada vez que frente a los graves problemas que afectan a la humanidad, nuestras
acciones, nuestros esfuerzos, no dan el resultado buscado. Nos movilizamos en
2009, por ejemplo, para presionar a los líderes políticos con objeto de que
alcanzaran en Copenhague el necesario acuerdo justo y vinculante de reducción
de gases de efecto invernadero y el resultado fue decepcionante. No es extraño
que muchos exclamaran amargamente “no se puede hacer nada”. Y los pequeños
avances, como los logrados en Cancún el año siguiente, están tan lejos de lo
necesario, nuevamente afirmamos “no sirve para nada”.
¿Es realmente así? ¿No estará ocurriendo como en el caso del síndrome de la
rana hervida, pero al revés? ¿Acaso no fue con un trabajo insistente, inasequible a
los “no sirve de nada” que generaban los reiterados fracasos, como se logró
finalmente la prohibición de los freones que destruían la capa de ozono? Cabe
sospechar que estamos infravalorando los “pequeños” avances en vez de
seguir insistiendo hasta lograr el necesario efecto acumulativo.
Tanto el pensar que aquí “no pasa nada”, como creer que la situación está tan
mal que “no se puede hacer nada”, conducen a la pasividad y nos pueden
condenar al colapso socioambiental. Ambos síndromes han de ser combatidos.
Pero, ¿qué tiene esto que ver con el Año Internacional de la Química? Algo de
historia, es decir, algo de perspectiva, nos ayudará a comprenderlo.
El año 2005 se puso en marcha la Década de la Educación por un futuro
sostenible y fue también el Año Internacional de la Física (AIF), coincidiendo con
el primer centenario del llamado "Annus Mirabilis” en que Albert Einstein publicó
varios trabajos que han influido profundamente en la física moderna. El objetivo
fundamental de dicho AIF fue “acercar la ciencia a la sociedad y motivar a los
jóvenes para poder construir la próxima generación de científicos”. Ni en su
convocatoria ni en su desarrollo se hacía referencia alguna a la Década o a los
problemas socioambientales y a la necesidad y posibilidad de la contribución de la
Física a su solución.
Ahora, seis años después, la convocatoria del Año Internacional de la Química
(AIQ), coincidiendo con el centenario del Premio Nobel otorgado a Marie Curie por
sus aportes a la Química, presenta unas características muy diferentes. Ya no es
solo cuestión de “incrementar la apreciación pública de la Química como
herramienta fundamental para satisfacer las necesidades de la sociedad,
promover el interés por la química entre los jóvenes, y generar entusiasmo
por el futuro creativo de la química”. La conmemoración pretende “enfatizar la
contribución de la química a la sostenibilidad”, es decir, “a la resolución de los
problemas globales y esenciales de la humanidad, como el cambio climático, la
alimentación, el agua, la salud, la energía o el
transporte”.
Más aún, la convocatoria ha sido ocasión de
reflexión autocrítica, de llamamiento a la propia
comunidad científica para una asunción de la
responsabilidad ética que conlleva la
investigación, la innovación y la enseñanza en el
campo de la química. Como afirma Irina Bokova,
Directora General de UNESCO, “El desarrollo
responsable y el uso racional de la química son
condiciones esenciales para afrontar los desafíos
del mundo actual: cómo alimentar a una población
que aumenta a cada año, cómo mejorar su salud
y cómo desarrollarse de manera sostenible. El Año Internacional de la Química
debe brindarnos una oportunidad para reflexionar profundamente sobre estos
temas”, y añade: “Tenemos que volver a aprender a utilizar de manera
responsable las inmensas posibilidades que nos ofrece la química con el
objetivo de conservar y cambiar la vida por el bien común”.
Como vemos, las diferencias entre el Año Internacional de la Física (2005) y el de
la Química (2011) reflejan una notable evolución de la comunidad científica en lo
que se refiere a la atención concedida a la situación de emergencia planetaria.
Una evolución que se refleja en todas las propuestas de Química Verde
como contribución a un desarrollo auténticamente sostenible, a una
Economía Verde, que Ban Ki-Moon, Secretario General de Naciones Unidas,
ha calificado como “La gran máquina de empleos verdes” que es necesario y
posible impulsar.
Nada nos autoriza, pues, a seguir afirmando “no sirve de nada, no se puede
hacer nada”. Muy al contrario, una mínima perspectiva nos muestra la
validez de un activismo fundamentado y la necesidad de proseguir los
esfuerzos como científicos, educadores y ciudadanos. El “Año Internacional
de la Química” merece incorporar el calificativo de “Verde”. Y merece
culminar, el próximo diciembre, con la firma en Durban del protocolo para la
reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero prefigurado ya
en Cancún. Si rompemos con ignorancias e indiferencias (“no pasa nada”) y
con desánimos (“no sirve de nada”) entre todos podremos lograrlo.
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Educadores por la sostenibilidad
Boletín Nº 61, 24 de febrero de 2011
http://www.oei.es/decada/boletin061.php
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