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Entrevista con
Marcelino Oreja
La Unión Monetaria comenzará en el plazo previsto: 1999. A un año del examen —el 2 de
mayo de 1998 tendrá lugar la evaluación país por país sobre el cumplimiento de los requisitos
exigidos en el Tratado de Maastricht— España cumple hoy las condiciones para ingresar en
el grupo de cabeza. Y Bruselas asegura que España registrará un crecimiento superior al de
la media comunitaria, lo que propiciará un descenso del paro. Pero la Unión Europea no es
sólo una unión económica. Para diseñar el horizonte cultural europeo, Cuenta y Razón ha
pedido a Marcelino Oreja, diplomático, ex ministro de Asuntos Exteriores de España y actual
comisario europeo de Cultura, unas definiciones básicas ideales sobre la cultura como
elemento constructor y sobre las políticas reales, prácticas, de la Unión Europea en materia
cultural.
“C
omo es lógico a la Unión Europea no se le escapa la importancia de la
cultura, en sí misma y como valor de referencia. Pero su aproximación a la
cultura es sumamente respetuosa con la pluralidad y diversidad de sus
tradiciones nacionales. La misión de la Comunidad en este sentido es la de
contribuir al florecimiento de las culturas de los Estados miembros, dentro del respeto a su
diversidad nacional y regional, poniendo de relieve al mismo tiempo el patrimonio cultural
común… este es literalmente el mandato del artículo 128 del Tratado”.
“Y es que no podía ser de otro modo. Promover una identidad cultural europea no significa en
modo alguno abogar por la uniformización cultural de nuestros países o la convergencia de las
diferentes expresiones culturales hacia una improbable y empobrecedora ‘cultura europea
común’… Yo no soy de los que se obstinan en definir y construir una identidad cultural europea
uniforme aplicable al conjunto de los ciudadanos europeos”.
“Prefiero hablar de Europa como la Comunidad de Culturas más que de ‘cultura europea’, como
también creo firmemente en la existencia de una ambición cultural común que asocie a las
regiones, a los Estados y a la propia Comunidad antes que de una política cultural europea
armonizada”.
“La grandeza de nuestro continente reside principalmente en la oportunidad única que la historia
nos ofrece de poder reunir en un territorio, relativamente reducido, una diversidad tan amplia. Esa
enorme originalidad de ideas, de expresiones, de grupos sociales, de lenguas y de sensibilidades
estéticas es la que confiere a Europa su carácter excepcional”.
“En este sentido, el respeto a las diferencias y de las particularidades a que se refería André Gide
cuando mencionaba ‘la riqueza de nuestras diversidades’, debe constituir uno de los fundamentos
de la acción comunitaria. Al mismo tiempo, si consideramos la Historia cultural de Europa,
podemos comprobar cómo la mayoría de las corrientes artísticas, filosóficas y científicas han
atravesado Europa, dando lugar a interpretaciones diversas de un mismo mensaje, preparando a su
vez el terreno para futuras corrientes… Así cada cultura ha contribuido al enriquecimiento de las
demás culturas, enriqueciéndose a su vez con ellas”.
“Es este proceso de ósmosis permanente lo que constituye tal vez uno de los rasgos definitorios de
la esencia cultural europea. Edgar Morin, el gran pensador de la identidad europea resumía con
acierto este fenómeno al afirmar que el secreto de Europa reside precisamente en ser ‘unitas
multiplex’”.
“El objetivo de nuestra acción es poner de manifiesto esos rasgos culturales comunes a los
europeos y esas corrientes de intercambio transnacional que, a través de múltiples interacciones y
enriquecimientos recíprocos, han contribuido a la emergencia de esa ‘comunidad de culturas’ que
la visión europea tiene que resaltar dentro del respeto a la variedad cultural. Fruto y testigo al
mismo tiempo de ese substrato cultural europeo es sin duda el patrimonio artístico tan
extraordinariamente valioso y diversificado que caracteriza a los diferentes países de Europa. Los
poderes públicos, por su parte, tienen la responsabilidad de poner todos los medios a su alcance
para salvaguardar ese patrimonio que se concibe por una parte como anclaje hereditario y, al
mismo tiempo, como una apertura inesperada a nuevas fuentes de empleo, ya sea en el ámbito de la
conservación, de la restauración, o de los servicios”.
“Y es en este contexto en el que considero que la Comunidad tiene un papel fundamental que
desempeñar: eso sí siempre dentro del estricto respeto al principio de subsidiariedad. Nuestra
obligación es fomentar la sinergia, favorecer la cooperación entre los Estados, con vistas a
promover una verdadera visión europea de la protección y del desarrollo de nuestro patrimonio,
eliminando las barreras nacionales y regionales, que desgraciadamente todavía persisten en este
ámbito”.
“Tanto el programa Raphael —para la defensa del patrimonio— como los otros programas
culturales, Kaleidoscopio —sobre manifestaciones artísticas— y Ariane —para la promoción del
libro, la traducción y la lectura— son la manifestación de las ambiciones que los europeos nos
hemos trazado en el terreno de la cultura. Pese a las dificultades existentes en estos momentos de
restricciones presupuestarias, y a pesar de que los fondos de que disponemos son manifiestamente
insuficientes, intentamos mostrar el valor añadido que puede aportar nuestra acción a nivel
europeo. Así Raphael ha permitido financiar 147 acciones piloto de cooperación europea para la
protección y la recuperación del patrimonio barroco y del patrimonio arqueológico, la valorización
y el acceso al patrimonio cultural de los museos europeos, la organización de actividades y
manifestaciones de dimensión europea para la protección del patrimonio cultural, así como para la
formación complementaria y la creciente movilidad de los profesionales del patrimonio. Estos
proyectos han incorporado a más de 700 entidades procedentes de la Unión Europea, de norte a
sur”.
“Los Tratados de Roma, de la Comunidad Económica Europea y de la Energía Atómica, se
firmaron el 25 de marzo de 1957, hace cuarenta años. No podemos negar el éxito de la iniciativa de
los padres fundadores: la Europa de hoy en día es una Europa de paz y libertad, y también —pese a
las dificultades de sobra conocidas y en comparación con el resto del mundo— de prosperidad”.
“Las Instituciones comunitarias y las autoridades italianas han tomado numerosas iniciativas para
recordar la pertinencia de la opción europea. Aprovechando esa ocasión, se celebró un ‘cónclave’
de Ministros de Asuntos Exteriores para analizar la situación de la Conferencia Intergubernamental
y, en particular, de las reformas institucionales”.
“Hemos de reconocer, sin embargo, que el período actual se caracteriza también por la existencia
de algunas dificultades entre las Instituciones. El ejemplo más reciente y más conocido lo
constituye la conclusión de la comisión de investigación del Parlamento Europeo sobre la crisis de
las “vacas locas”. Más allá de toda polémica, esa crisis nos demuestra que podemos hacerlo mucho
mejor, sobre todo cuando lo que está en juego es la protección de la salud de los consumidores: la
Comisión se ha comprometido a ello. Este asunto pone de manifiesto que las personas que Uds. han
elegido, los parlamentarios europeos, son capaces de trabajar a fondo y de hacer presión para
defender lo que consideran redunda en interés de los ciudadanos. La Comisión Europea no
comparte todas las opiniones que se han escuchado en el Parlamento, pero una democracia viva
entraña necesariamente ciertas tensiones”.
“La Conferencia Intergubernamental ha seguido sus actividades, en particular las relacionadas con
las reformas institucionales, la seguridad interna, el cruce de las fronteras exteriores de la Unión, la
inmigración, en definitiva, las cuestiones correspondientes al ‘Tercer Pilar’. Como recordarán, en
la ‘jerga’ de Maastricht, el ámbito comunitario propiamente dicho se denomina ‘Primer Pilar’ y la
cooperación en materia de política exterior, ‘Segundo Pilar’. Pero, de hecho, las cosas son todavía
más complicadas. La creación de un espacio de seguridad y de libertad para los ciudadanos dentro
de la Unión está actualmente cubierta por tres textos distintos: el Tratado comunitario en lo que
respecta a una pequeña parte, el Tratado de Schengen (que no vincula a todos los Estados
miembros) y el ‘Tercer Pilar’ de Maastricht (cuya ineficacia ya se ha puesto de manifiesto). Queda
por tanto mucho por hacer para mejorar y simplificar la situación”.
Sobre las orientaciones que están tomando las negociaciones el Comisario europeo de Cultura
afirma: “Deberían tratarse según el método comunitario tradicional el conjunto de las cuestiones
relativas a la libre circulación de las personas, todas las medidas necesarias para salvaguardar esa
libertad, las disposiciones relativas al cruce de las fronteras exteriores —visados, asilo, condiciones
de inmigración, libre circulación de los inmigrados y cooperación judicial en materia civil y
comercial. De este modo, la acción de la Unión resultaría mucho más eficaz. La cooperación
judicial en materia penal y la cooperación entre las policías deberían permanecer en un ‘Pilar’
separado; no obstante, deberían mejorarse considerablemente los procedimientos, los instrumentos
jurídicos y la protección jurisdiccional que son competencia del Tribunal Europeo de Justicia.”
Sobre el problema del derecho de asilo, afirma el Sr. Oreja: “En primer lugar, ¿es admisible hablar
de ‘derecho de asilo’ para los ciudadanos de la Unión? En el Consejo Europeo de Dublín se indicó
claramente que la noción de asilo no era admisible en el caso de los nacionales de los Estados
miembros. Aunque en el transcurso de las reuniones algunos representantes formularan reservas,
creo que hay que seguir el camino marcado por el Consejo Europeo, y ello por dos motivos. En
primer lugar, todos los Estados miembros respetan, en principio, los derechos fundamentales y la
democracia; además, con las nuevas normas que se introducirán en el Tratado, los estados que no
respeten tales principios serán duramente sancionados. En segundo lugar, las normas sobre libertad
de circulación y sobre extradición que pronto se ratificarán confieren ya a todo nacional de un
Estado miembro más derechos que a cualquier refugiado procedente de un tercer país.
Todos somos conscientes de que estamos obligados a tratar conjuntamente estos problemas si
deseamos mantener en Europa un espacio de libertad y seguridad que beneficie a todos los
ciudadanos; esta reflexión adquiere todavía más pertinencia con vistas a la próxima ampliación.
Evidentemente, la negociación no ha terminado: sigue habiendo reservas y también dudas, sobre
todo en lo que respecta a la función del Parlamento Europeo en estos ámbitos”.
“En lo que respecta a las cuestiones institucionales, la Conferencia Intergubernamental ha abordado
principalmente cuatro temas.
1) En primer lugar, la votación por mayoría cualificada en el Consejo de Ministros: un proyecto de
la Presidencia propone conservar la unanimidad únicamente en los siguientes casos: las cuestiones
llamadas constitucionales (nuevas adhesiones, ratificación de nuevos tratados, etc.); las medidas
temporales de salvaguardia de los intereses nacionales en el marco del funcionamiento del mercado
interior; las cuestiones que tengan gran repercusión presupuestaria en los Estados miembros (es
decir, fiscalidad y seguridad social).
El debate pone de manifiesto cierta apertura, pero todavía es demasiado pronto para pronunciarse
sobre sus resultados.
2) El procedimiento de codecisión entre el Parlamento Europeo y el Consejo en materia legislativa,
que es uno de los principales nudos de la negociación. El debate no es muy satisfactorio, ya que la
extensión del ámbito de aplicación de este procedimiento parece preocupar a muchos Estados
miembros, y creo que en algunas ocasiones por motivos más relacionados con el desarrollo técnico
del procedimiento de codecisión que con el fondo del asunto. Pienso, sin embargo, que será preciso
insistir en este tema, ya que resulta esencial para la democratización del sistema institucional.
3) La ponderación de los votos de los Estados miembros en el Consejo. Por fin hemos empezado a
debatir un problema que se cernía sobre la Conferencia desde el inicio. Cabe preguntarse si en la
Unión actual, y sobre todo en la Unión ampliada, el equilibrio entre Estados más poblados y menos
poblados es satisfactorio. El debate, pese a haberse iniciado sin propuestas concretas, ha tenido un
comienzo prometedor, ya que los diversos Gobiernos han expresado el deseo de encontrar
soluciones satisfactorias. Su conclusión constituirá sin lugar a dudas una parte esencial del acuerdo
final entre los Jefes de Estado y de Gobierno en Amsterdam.
4) El cuarto tema es el de la flexibilidad, es decir, la posibilidad de que algunos Estados miembros
avancen en el proceso de integración sin esperar a los demás. Hemos hablado mucho de ello. El
debate no ha abierto nuevos caminos, pero creo que hemos logrado desdramatizar el asunto. La
flexibilidad es todavía un aspecto importante, pero su aplicación, en particular en el ámbito del
“Primer Pilar”, parece no revestir gran envergadura.
Los debates proseguirán hasta finales de mayo de manera que pueda presentarse un texto sobre
todos los temas el 14 de junio en el Consejo Europeo de Amsterdam”.
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