Santiago, Marzo 29 de 1830 Estimado Newman: En una de mis cartas dije a Ud. que en la paralización absoluta de mis negocios, pagando intereses, haciendo gastos indispensables por todas partes, etc., sólo una estricta economía puede salvarme de la ruina que me amenaza. Hoy repito a Ud. esto mismo y con más razón, porque las ocurrencias políticas alejan cada día de la República la tranquilidad necesaria para contraerse al negocio. Ya tenía mulas, cabalgaduras y todo pronto para salir esta semana a Valparaíso y de allí a Copiapó por tierra, después de haber dejado a Ud. las instrucciones necesarias para obrar en mi ausencia; sé que en presentándome en este punto, la negociación de Garín, que hasta ahora me hace temer tanto, se habría enderezado, y acaso héchose buena. Mas esta mañana ha llegado un propio que comunica la noticia de que Uriarte ha sublevado a la guarnición de aquella plaza y a los prisioneros de la Juana Pastora, y conociendo la apatía de nuestro Gobierno para tomar las medidas necesarias, creo que tomará cuerpo aquella sublevación, y he perdido la esperanza de ir a atender al negocio de Garín, en que tengo invertida la mayor parte de mi fortuna, y que repito la creo en peligro. Actualmente me ocupo en buscar alguna persona que vaya en mi lugar, y aunque no podrá hacer lo que yo, al menos servirá de mucho para hacerse cargo de los trabajos, de las esperanzas que ellos prometan, del estado de los fondos que en dinero y especies le tengo remitidos, etc., etc. Valparaíso, diciembre 6 de 1834. Mi don Antonio Garfias: A propósito de una consulta que hice a don Mariano relativa al derecho que asegura la Constitución sobre prisión de individuos sin orden competente de juez, pero en los cuales pueden recaer fuertes motivos de que traman oposiciones violentas al gobierno, el bueno de don Mariano me ha contestado no una carta sino un tratado, sobre la ninguna facultad que puede tener el gobierno para detener sospechosos por sus movimientos políticos. (…) de seguir el criterio del jurisperito Egaña, frente a la amenaza de un individuo para derribar la autoridad, el gobierno debe cruzarse de brazos, mientras como dice él, no sea sorprendido infraganti. Con los hombres de ley no puede uno entenderse; y así ¿para qué ¡carajo! sirven las constituciones y papeles, si son incapaces de poner remedio a un mal que se sabe existe, que se va a producir y que no puede conjurarse de antemano, tomando las medidas que pueden cortarlo? Pues es preciso que el delito sea infraganti. En Chile la ley no sirve para otra cosa que no sea para producir la anarquía, la ausencia de sanciones, el libertinaje, el pleito eterno, el compadrazgo y la amistad. Si yo, por ejemplo, apreso a un individuo que sé que está urdiendo una conspiración, violo la ley. ¡Maldita ley, entonces, si no deja al brazo del Gobierno proceder libremente en el momento oportuno. Este respeto por el delincuente, o presunto delincuente, acabará con el país en poco tiempo. El gobierno parece dispuesto a perpetuar una orientación de esta especie, enseñando una consideración a la ley que me parece sencillamente indigna. Los jóvenes aprenden que el delincuente merece más consideración que el hombre probo; por eso los abogados que he conocido son cabezas dispuestas a la conmiseración en un grado que los hace ridículos. De mí se decirle que con ley o sin ella, esa señora que llaman la Constitución, hay que violarla cuando las circunstancias son extremas. Y ¡qué importa que lo sea, cuando en un año la parvulita lo ha sido tantas veces por su perfecta inutilidad. Señores Almirante don Manuel Blanco Encalada Y Gobernador de Valparaíso don Ramón Cavareda. Señores y amigos apreciados: La parte del Ejército restaurador situado en QuiIlota se ha pronunciado abiertamente contra el presente orden de cosas; y ha levantado un acta firmada por todos los jefes y oficiales, protestando morir antes que desistir de la empresa, y comprometiéndose a obrar en favor de la Constitución y contra las facultades extraordinarias; creo que ustedes no tienen fuerza con que resistir a la que les ataca, y si ha de suceder el mal sin remedio, mejor será, y la prudencia aconseja, evitar la efusión de sangre. Pueden ustedes y aún deben entrar en una capitulación honrosa, y que sobre todo sea provechosa al país: una larga y desastrosa guerra prolongaría los males hasta lo infinito sin que por eso pudiera asegurarse el éxito. Un año de guerra atrasaría 20 años a la República: con una transacción pueden evitarse desgracias y conservar el país, que debe ser nuestra primera mira. Una acción de guerra debe, por otra parte, causar grandes estragos en el pueblo que tratan ustedes de defender. Me han asegurado todos que este movimiento tiene ya ramificaciones en las provincias para donde han mandado gentes. El conductor de esta comunicación es el capitán Pica: encargo a ustedes muy encarecidamente le den el mejor trato y lo devuelvan a la división con la contestación. Reitero a ustedes eficazmente mis súplicas: no haya guerra intestina, capitúlese sacando ventajas para la patria, a la que está unida nuestra suerte. Soy de ustedes muy afecto amigo y S.S. D. Portales En marcha para Valparaíso, 5 de junio de 1837.