Feudo “Qué es un feudo, y de dónde tomó este nombre. Y cuántas formas de feudo hay. Feudo es el beneficio que da el señor a algún hombre porque se convierte en su vasallo, y le hace homenaje de serle leal. Y tomó este nombre de la fe que el vasallo debe guardar siempre al señor. Hay dos formas de feudo: una, cuando es otorgado como villa, o castillo, o cualquier otro bien raíz: este feudo no puede ser sustraído al vasallo, ni siquiera cuando el señor muera, según lo acordado entre ellos. Tampoco cuando el vasallo cometiera algún error de un calibre tal que pereciera perder el feudo, así como se muestra más adelante. Y la otra manera es la que se denomina feudo de cámara: éste se hace cuando el rey otorga maravedís a algún vasallo de su cámara: este feudo puede ser deshecho por el rey cada vez que quiera”. Partidas. P. IV, t. 26, b. 1. Recoge M.A. LADERO, "Historia universal de la Edad Media", Barcelona, 1987, pp. 445-446. “Todo sistema que, bajo una apariencia de humanidad o de beneficencia, llevase a una monarquía bien ordenada a establecer entre los hombres una igualdad de deberes y a destruir las distinciones necesarias, conduciría pronto al desorden, consecuencia inevitable de la igualdad absoluta y produciría la subversión de la sociedad. El noble consagra su dignidad a la defensa del Estado y asiste con sus consejos al soberano. La última clase de la nación que no puede otorgar al Estado servicios tan distinguidos, los suple con los tributos, la industria y los trabajos corporales.” Solennelles. Amonestaciones del Parlamento de París. 4 de marzo de 1776 Ciudad Porque la Edad Media engendra una categoría social nueva: el mercader-banquero. Los dos oficios resultan inseparables en aquella época. Hasta el siglo XI, el comercio se había desarrollado poco. Sin embargo, algunos intercambios pasan por los monjes y, sobre todo, por dos categorías de “extranjeros”: los judíos y los sirios (orientales de Oriente Próximo), existiendo pocos especializados. Sin embargo, en el siglo XII aparece el mercader, cuya actividad enseguida presenta otro aspecto: la banca. El mercader, cuando se traslada, debe cambiar el dinero. Esta actividad de cambio, que toma el nombre del mostrador donde se instalan (banco, en italiano), permite a los mercaderes especular con las diferencias de cotización. Al intensificarse el comercio, los mercaderes evitan el transporte de numerario gracias a la invención de la letra de cambio. Esta letra permite a un mercader prestar a otro mercader, por medio de un acto escrito, una suma de dinero que será rembolsada posteriormente en otro sitio. Por consiguiente, ese mercader da un crédito, a plazos. En los siglos XIII y XIV, el historiador puede seguir la rápida expansión de una realidad nueva. El mercader se convierte en un especialista en escrituras y encarga la redacción de manuales de práctica comercial. Es un intelectual práctico; realmente, el universitario y él forman un buen equipo. Sin embargo, el mercader-banquero se enfrenta a un difícil caso de conciencia. La Iglesia medieval, marcada por el ascetismo de los monjes y que ha leído en las Escrituras la condena del préstamo con intereses. Y en esto que los mercaderes, no contentos sólo con conseguir que el dinero aparezca en la vida social, tienen en él un interés profesional y humano. Pero también, como buenos cristianos, quieren justificar ese dinero. Compensan ese contacto “impuro” con un dinamismo cultural que los sitúa en la altura de las dos únicas categorías sociales prestigiosas hasta el siglo XI, a través de las obras de arte. En busca de la Edad media. Jacques Le Goff, Pág. 70. El desplazamiento que sitúa en la producción el eje de la nueva organización de la temporalidad es un dispositivo de largo alcance que hace su aparición, según Le Goff, en el siglo XIV. La aparición del reloj posibilita la unificación de los tiempos, y el “descubrimiento” por el mercader del valor del tiempo da origen a una nueva moral y una nueva piedad: “Perder el tiempo se convierte en pecado grave, en un escándalo espiritual. Sobre el modelo del dinero, a imitación del mercader que se convierte en un contable del tiempo, se desarrolla una moral calculadora y una piedad avara”. Le Goff, Tiempo, trabajo y cultura en el Occidente medieval, p.73. En el nombre de la Santa e Indivisible Trinidad, Federico, por el favor de la divina clemencia, Emperador Augusto de los Romanos. Ya que el palacio real en Aquisgrán excede a todas las provincias y ciudades en dignidad y honor, por la alabanza que se da ahí al cuerpo del santísimo Emperador Carlomagno, que sólo esa ciudad tiene, y porque es sede real donde los Emperadores de los Romanos fueron coronados por primera vez, corresponde y es razonable que nosotros, siguiendo el ejemplo del santo señor Carlomagno y de otros predecesores nuestros, fortifiquemos este lugar, que es un pilar de soporte para el imperio, con exuberantes donaciones y privilegios, como si fueran murallas y torres. Por lo tanto hemos decretado que dos veces al año se realizarán allí las solemnes y universales ferias de Aquisgrán. Y esto lo hemos hecho con el consejo de los mercaderes. Más aun, hemos preservado los derechos de ciudades vecinas, de tal forma que estas ferias no sólo no sean un obstáculo para sus ferias, sino que para que incrementen sus ganancias. Y entonces, con el consejo de los nobles, por el respeto del santísimo señor, el Emperador Carlomagno, hemos otorgado esta libertad a todos los mercaderes, que sean exentos y liberados de todo peaje a estas ferias en este lugar real, a lo largo del año, y que puedan comprar y vender bienes libremente tal como quieran. Y toda la gente que venga, se quede, o se vaya de las ferias tendrá paz para sus personas y bienes. Carta de privilegios a dos ferias de Aquisgrán (otorgada por el emperador federico barbarroja en el año 1166)