Terremotos Lorenzo Figueroa L. Director Ejecutivo Pastoral Social Caritas Hace dos años un terremoto y maremoto estremecieron nuestro territorio y nuestras vidas, generando pérdidas humanas, cuantiosos daños materiales y económicos, dolor y sufrimiento en mucha gente. Al cabo de estos dos años se constatan avances importantes en infraestructura vial, educacional y sanitaria. Sin embargo, en un tema tan esencial para la vida de personas y familias, como la vivienda, persisten graves déficits. Según cifras entregadas por el Gobierno, a la fecha 3.353 familias aún viven en 89 “aldeas” de emergencia, en condiciones de salud, habitabilidad y convivencia extremadamente precarias. Desde el Ministerio de Vivienda se ha informado del inicio de 140 mil obras de reconstrucción y de 76 mil proyectos terminados, situando el avance del proceso de construcción de viviendas en un 47%. No obstante, el Observatorio de la Reconstrucción de la Universidad de Chile afirma que la entrega de viviendas llega sólo a 10%. En medio de estos balances contradictorios, de la discusión política sobre la reconstrucción y de los procesos judiciales en curso, lo cierto es que son miles y miles las familias damnificadas que siguen esperando respuestas oportunas y dignas en materia de vivienda. La nueva prórroga en el plazo para la reconstrucción de la totalidad de las viviendas hasta el tercer trimestre de 2013 anunciada por la autoridad, así como la relevancia dada al subsidio para arrendar o vivir con un pariente, son muy preocupantes y generan dudas respecto a la prioridad dada al tema y a la adecuación de las políticas. Sabemos que muchas iniciativas planteadas para la emergencia pueden hacerse permanentes en el tiempo y sería muy lamentable que la condición de allegados, que constituye un problema serio, se transformara en política pública. En este ámbito, a dos años de la catástrofe, se requiere mayor eficiencia, no sólo como una condición técnica de la gestión de las políticas públicas, sino como una exigencia ética y de humanidad. Desde la Doctrina Social de la Iglesia y nuestra propia experiencia de acompañamiento cercano a las comunidades afectadas, podemos afirmar que es fundamental que en el proceso de reconstrucción pendiente se considere la participación activa de éstas. Las familias y comunidades damnificadas poseen capacidades, conocimientos, fortalezas y esperanzas que pueden aportar al diseño, implementación y control de las iniciativas. También se requiere diálogo y esfuerzos conjuntos entre los organismos públicos, el sector privado y la sociedad civil, para potenciar su contribución a soluciones que vayan en la línea de un desarrollo integral e inclusivo. Más aún, en un país de alta vulnerabilidad social y ambiental, de ocurrencia frecuente de desastres naturales, se requiere tomar en serio el desafío de diseñar e impulsar políticas y programas participativos de prevención y gestión de riesgos y emergencias ambientales. La catástrofe que nos afectó hace dos años no sólo fue devastadora sino que, además, volvió a poner en evidencia las grandes grietas de nuestro proceso de desarrollo, las desigualdades que existen en nuestro país, el abandono de sectores sociales y territorios, y la precariedad de nuestras seguridades. A este terremoto, le han seguido otros movimientos, como las manifestaciones estudiantiles, ambientales y sociales que marcaron el año 2011 y las actuales expresiones ciudadanas en la Región de Aysén que nuevamente estremecen al país, demandando mayor justicia social y un desarrollo humano integral e inclusivo de toda su gente, todas sus regiones y territorios. Son temblores de dolor. Pero también de esperanza. A partir de estos movimientos telúricos y ciudadanos podemos construir un nuevo Chile. Es la esperanza que brota de las mismas comunidades afectadas, que aún desde el sufrimiento y la pérdida han sido capaces de ponerse de pie y trabajar por recuperar sus hogares, sus medios de trabajo y sus sueños. La esperanza en un mañana mejor, la fe y gratitud en Dios por el valor de la vida, constituyen una muestra de la capacidad del pueblo chileno para sobreponerse a la adversidad que interpela a las autoridades y al país en su conjunto. Esperanza que para nuestra Pastoral Social Caritas se funda en la fe en Jesucristo, Señor de la Vida, que actúa en la historia, en medio de su pueblo, suscitando la solidaridad y el trabajo en redes de colaboración para la construcción de un mundo más justo, en que toda persona pueda vivir en plenitud de acuerdo a su dignidad.