COMUNICADO ASOCIACIÓN PARA LA DEFENSA DEL HOSPITAL SEVERO OCHOA DE LEGANÉS Leganés, 5 de Junio de 2006 Ante la pública difusión en los medios de comunicación, del informe pericial requerido por el Juzgado de Instrucción nº 7 de Leganés a la Presidenta del Colegio de Médicos de Madrid, la ASOCIACIÓN PARA LA DEFENSA DEL HOSPITAL SEVERO OCHOA DE LEGANÉS considera su derecho y su deber manifestar las siguientes consideraciones y, en la medida de nuestras limitadas posibilidades, hacer llegar al conjunto de la sociedad elementos de juicio que puedan mejorar su visión de la realidad. No menos interés tenemos en propiciar un proceso de reflexión, tanto en el grupo de Peritos elegidos por la Presidenta del Colegio de Médicos, responsables del citado informe, como en el resto de personas e instituciones que directa o indirectamente han tenido que ver en su elaboración o difusión. En primer lugar deseamos manifestar nuestra protesta por la indefensión a que, una vez más, se ven sometidos los profesionales del Hospital Severo Ochoa. La opinión pública debe saber que este informe denominado por los medios de comunicación “Informe del Colegio de Médicos”, se ha realizado como todos los anteriores, sin oír a uno sólo de los profesionales o familiares de pacientes fallecidos y objeto de las diferentes investigaciones. Alguna de las dudas expresadas sobre determinadas actuaciones, como el grado de consentimiento familiar, se habría disipado con este sencillo procedimiento. No puede servir de justificación el que los diferentes informes emitidos no fueran procedimientos judiciales; cada vez que un medio de comunicación los ha difundido, se ha propiciado el que la ciudadanía los tomara como cosa probada mientras, hay que decirlo una vez más: después de tantos meses desde el inicio de nuestro linchamiento, sólo un Juez se ha pronunciado sobre un caso de sedación terminal en el Severo Ochoa y ha sido con todos los pronunciamientos favorables a la asistencia prestada. Es imprescindible aclarar a la opinión pública que, absolutamente todos los documentos de los historiales clínicos que han dado lugar a juicios de valor sobre las actuaciones de los compañeros de la Urgencia y de su Jefe, el Dr. Montes, les fueron hurtados para su consulta y posible refutación, por el Consejero Lamela, ordenando la retirada de historiales clínicos del Hospital “para mejor custodiarlos”, siendo privados así de la herramienta imprescindible de refutación. No parece innecesario explicar que el informe pericial emitido a requerimiento del Juzgado nº 7 de Leganés, no es un informe del Colegio de Médicos ni de su Comisión Deontológica, órganos legalmente encargados de sancionar las acciones profesionales y su adecuación o no a la Lex artis. El haber sido elegidos por la Presidenta del Colegio como peritos no inviste de aquella facultad a los once firmantes del informe y limita éste al rango de una opinión, no por autorizada, menos sujeta a discrepancia y controversia. Tras la lectura del informe pericial (que, por cierto, hasta el momento no hemos obtenido oficialmente), expresamos nuestra sorpresa por lo que estimamos una gran contradicción del mismo: mientras en la parte introductoria se hacen reiteradas referencias a las dificultades objetivas en la definición y aceptación común de criterios, la identificación de situaciones, la medición de efectos o individualización de causas que entraña la atención médica en el final de la vida, a la hora de juzgar las actuaciones no apreciamos ninguna relativización de las mismas en función de las dificultades previamente expresadas por los autores. Dado que no podían ignorar que el resultado de su peritación no se habría de limitar a ámbitos técnicos sino que sería divulgada por y para personas sin la capacidad de análisis técnico necesaria, habríamos agradecido una menor rotundidad en algunas afirmaciones que, siendo opinables, han sido presentadas públicamente como confirmación de delitos flagrantes. No ignoran los peritos que su opinión sobre la inutilidad y no indicación de sedación terminal en pacientes en estado de coma no es compartida por muchos profesionales de tan respetada y respetable opinión como la suya. Es sorprendente la ausencia de algún comentario en ese sentido. Llama poderosamente la atención que no hagan siquiera distinción entre grados de coma, máxime cuando ellos mismos refieren la constancia de síntomas no compatibles con coma profundo en los historiales de ocho de los veinte pacientes. Los autores dicen textualmente en la página 14: ”…por estar en coma, consideramos no era necesaria la sedación. Estos pacientes tenían todos ellos enfermedades muy graves y un pronóstico de muerte muy próxima, y por lo que en ellos la sedación no añadía ningún beneficio cierto” (los subrayados son nuestros). Los peritos están en su perfecto derecho de considerar innecesaria la sedación y opinar que no añadió ningún beneficio cierto, no así de ofrecer esta opinión sin matización alguna y como objetivamente constitutivo de mala práctica médica en la conclusión VI. Concluye el informe pericial que en diez historias clínicas “se ha hecho sedación terminal sin identificar el síntoma refractario y/o no se emprendían tratamiento específicos de control antes de iniciar la sedación terminal. Ello constituye una mala práctica médica”. Sin embargo, en su página 6, al hacer relación de los requisitos para una sedación terminal, el punto cuarto establece que o bien el síntoma no responde al tratamiento convencional o su gravedad requiere una intervención rápida. No encontramos en el informe que se haya descartado la necesidad de una intervención rápida en estos 10 casos y sí el aserto de mala práctica médica en la conclusión VII. Con respecto a la no constancia de algún síntoma en las historias clínicas, historias clínicas realizadas, hay que decirlo, en un Servicio de Urgencias con una de las mayores presiones asistenciales de nuestra Comunidad, no permite suponer directamente que no existía. La historia clínica realizada en Urgencias contiene un número de datos inversamente proporcional al de pacientes en espera de ser asistidos y, dado que este número no depende de los profesionales sino de los recursos suministrados por la administración sanitaria, la escasez de éstos deja al profesional en manos de cualquier valoración estricta y diferida. Nos reiteramos en la información adicional que podrían haber aportado al peritaje los familiares de fallecidos; es posible que un médico no recuerde al cabo de años un síntoma presentado por un paciente pero los familiares que presencian la agonía de un ser querido suelen guardar mejor memoria. Incidiendo en este punto de la falta de algún dato en una historia clínica, nos habría gustado leer alguna posible reserva sobre la integridad de los historiales, 13.126 página, que llevan meses siendo sometidos a fotocopia, “escaneo” y revisión por diversas manos. Claro que tal vez un comentario como ése habría molestado a persona o institución con más capacidad de respuesta eficaz que nosotros. A nosotros sin embargo no se nos ha ahorrado en el informe comentarios ofensivos por superfluos, como el de expresar que si la información recibida por el enfermo o sus familiares no es la correcta, el consentimiento otorgado no tiene valor. Siendo así que no comunican ningún caso en que tal cosa haya ocurrido, podrían haber evitado el comentario que sólo ha servido para sembrar dudas. Afortunadamente, en los 24 casos en que consideraron que la sedación estaba indicada, no han añadido una reserva sobre la veracidad de los datos aportados en los historiales. No vamos a entrar en debates de dosis pero si, como expresan los peritos, la dosificación de midazolam utilizada se encontraba “dentro de los márgenes superiores de los rangos descritos en la literatura médica” y “no existe contraindicación formal absoluta al uso de una benzodiacepina de duración de acción media o larga para producir una sedación terminal” (página 21 del informe) y “en la práctica habitual, la eficacia se mide en términos del control sintomático alcanzado, tolerando la toxicidad que aparezca, pues lo prioritario en las últimas horas de vida es el bienestar del paciente” (página 9), resulta muy inconsistente la acusación (conclusión X) de haber provocado un riesgo innecesario a los pacientes. Finalmente, lamentamos el marcado interés de los peritos en dejar constancia de que no pudiendo afirmar con certeza absoluta que la causa de la muerte de algunos pacientes fuera la medicación administrada, tampoco pueden afirmar que no lo fuera. Afortunadamente en un estado de derecho, cuando nada permite demostrar que alguien ha actuado mal, queda libre de culpa. Nos preguntamos cómo se sentirían los peritos en general si alguien se expresara en términos similares sobre la independencia de sus dictámenes. Nosotros particularmente no tenemos duda de la honorabilidad de estos peritos y nos basta con no tener evidencia de un interés torcido. Como colofón queremos señalar que, si sobre 400 sedaciones terminales realizadas y sucesivamente peritadas por diversas instancias, aplicamos los resultados del único estudio científico explícitamente descrito en este último peritaje emitido, a saber: que “hasta un 3,9% de los enfermos sedados en unidades de paliativos fallecen como consecuencia de los fármacos utilizados y el 20% presentan depresión respiratoria, lo que demuestra que en esta práctica medica se aceptan ciertos riesgos de toxicidad” (página 20), debemos concluir que, aun aceptando como buenas sus conclusiones, el Servicio de Urgencias del Hospital Severo Ochoa, y su entonces responsable, el Dr. Montes quedan muy por encima de esos estándares en la valoración de su práctica médica. Y ello a pesar de no haber dispuesto para su trabajo diario del apoyo de once expertos que, tomándose el tiempo que necesitasen, les hubieran aconsejado en sus áreas respectivas de conocimiento para la toma de decisiones tan comprometidas. Una cosa es la medicina “de salón” y otra muy diferente el ejercicio sobre el terreno de una profesión con tan pocas certezas y tanta presión. ASOCIACIÓN PARA LA DEFENSA DEL HOSPITAL SEVERO OCHOA DE LEGANÉS