CONVOCATORIA AL AÑO JUBILAR DE LA DELEGACION COLOMBIA-ECUADOR 2012-2013 Queridas Hermanas Hijas de la Iglesia, fieles laicos Hijos de la Iglesia, familiares y amigos todos. Nos reúne un motivo lleno de significado y trascendencia: la presencia en Colombia de Las Hermanas Hijas de la Iglesia desde hace 50 años (26 de julio de 1963), cuando el Señor tuvo a bien plantar en estas tierras el carisma de madre María Oliva Bonaldo CM. Queremos celebrar este acontecimiento dando inicio al Año Jubilar que nos dispone a recibir las gracias y bendiciones del cielo, y que se engalana y fortalece con la feliz coincidencia del centenario de la inspiración (o gracia especial) de nuestra Madre Fundadora durante la procesión del Corpus Christi el 22 de mayo de 1913 en Castelfranco (Italia). Este acontecimiento de gracia ocurrió en el mismo instante en que el Sacerdote levantaba el Santísimo para bendecir al pueblo. Ella misma manifiesta esta experiencia sintetizándola en 4 expresiones incisivas: “comprendí a Jesús, comprendí la iglesia, comprendí el cristianismo, comprendí para qué debía vivir”. Ha sido una irrupción de Dios en su alma que no dejó lugar a ninguna duda. Jesús Eucaristía transformó totalmente su vida y la puso en una disposición de entrega y compromiso total con Él y con la Iglesia. Una vocación de cuya respuesta hoy nos beneficiamos y se beneficia la Iglesia ya que junto con el don de la vocación ella recibió también la inspiración de fundar una familia religiosa, que llevara el nombre de Hijas de la Iglesia para que se dedicara a “conocer, amar, servir la Santa Esposa de Cristo”, comprometida a “hacerla conocer y hacerla amar”. Su gran amor por Jesús y por la Iglesia la fortaleció para superar innumerables dificultades encontradas en la realización de su sueño. Este grande amor por Jesús y por la Iglesia nos compromete fuertemente. Nos compromete en el gran proyecto de salvación que el Padre ha diseñado para todos los hombres y que en la Iglesia encuentra su cumplimiento (Introd. Sor. María Teresa GC, Superiora General, p 3). Este carisma netamente eclesial, ha dado identidad a nuestra presencia y misión como Hijas de la Iglesia, cuyo don ha brotado y se viene fortaleciéndolo siempre más con la gracia del Espíritu Santo en estas tierras de Colombia y Ecuador. Deseamos vivir este año en actitud permanente de agradecimiento por lo que Dios nos ha dado, de vivir, de compartir, de proyectar, de soñar ya que Él nunca se ha rendido en su empeño de dar vida y vida en abundancia. Lo queremos vivir como una grande oportunidad para: Agradecer a Dios por este don recibido y confiado, por su fidelidad fecunda en nuestra vida y en la vida de nuestras comunidades, vida y gracia manifestada a lo largo de estos años en cada uno de los miembros de esta porción de Familia la cual representamos; Acción de gracias por el apoyo y cercanía de la Iglesia a través de sus pastores, con quienes en muchas partes trabajamos codo a codo; agradecimiento a muchas personas que durante estos 50 años de historia nos han apoyado, sostenido y acompañado; agradecimiento a nuestra Madre general Sor María Teresa Sotgiu y sus consejeras que nos han acompañado, sostenido y animado, han confiado en nosotras y reconocen que realmente el Carisma dado a nuestra Fundadora como don del Espíritu Santo para la Iglesia ha echado raíces en esta tierra; Acción de gracias a nuestras familias que muchas veces en el silencio, el respeto y el sacrificio se han unido a nosotros para apoyarnos en la fidelidad a Dios y a la misión; Una Acción de gracias por los 25 años de inicio en Colombia de la Asociación Fieles laicos Hijos de la Iglesia que comparten con nosotras el carisma y misión. Laicos comprometidos a vivir su consagración bautismal con la impronta carismática de Hijos de la Iglesia al interno de sus familias, en la sociedad y colaborando en la misión evangelizadora de la Iglesia. Es un tiempo favorable para consolidar nuestras raíces, profundizar en nuestro carisma, darlo a conocer y proyectarlo hacia el futuro. Volviendo la vista al pasado para renovar el primer amor que reclama una proyección al futuro fijando la mirada en Jesucristo. Una oportunidad en el presente para recobrar energías, tomar un nuevo impulso en nuestra vida espiritual, redescubriendo siempre más las motivaciones de nuestra vocación, teniendo a Cristo como el centro de nuestra vida. Un tiempo de gracia para fortalecer nuestra vida de comunión fraterna, a través de la “Eucaristía que es la fuente y manifestación plena de la misma” (Const. 65) y realizando en la cotidianidad acciones, signos y actitudes concretas que la alimentan. Tiempo para reconocer con humildad que este tesoro del carisma ha sido puesto en vasijas de barro que no siempre han hecho brillar la belleza de tan grande don. Es por tanto, una ocasión para revisar nuestro camino y enderezar nuestros pasos hacia la búsqueda amorosa de la voluntad de Dios con un anhelado empeño de dar respuesta desde el Evangelio a los nuevos desafíos que nos plantea la situación del hombre de hoy. Aspiramos con la gracia de Dios y la intercesión de María Madre de la Iglesia hacer de este tiempo un verdadero Año Santo para fortalecer nuestra fe y ayudar a otros a que vuelvan su mirada a Dios y encuentren en él el verdadero sentido de sus vidas. Es tiempo para gozar el don recibido, renovar nuestra esperanza, y fortalecernos en la caridad. Aprovecharemos todos, la oportunidad para fortalecer los lazos de comunión con la Iglesia, con nuestros pastores, con nuestras hermanas en comunidad y en el seno de nuestras familias siendo todos y en todo, signos e instrumentos de comunión como lo quiere la Iglesia y nuestra madre María Oliva tanto anheló. Celebramos así el camino recorrido, volviendo la mirada a la inspiración fundante, teniendo como ejemplo de entrega y riesgo a las primeras Hermanas que sin conocer, tuvieron la osadía de surcar los mares para traer la semilla del Carisma y dejárnoslo como don de hacer crecer y madurar. Celebramos el comienzo para abrirnos al futuro como novedad que se va consolidando hoy en sus diferentes expresiones y circunstancias de la vida. Volver nuestra mirada agradecida al pasado tomando la vida de nuestra Fundadora y su legado carismático para confrontarnos con él y buscar nuevas formas y expresiones que respondan a la solicitud de la Iglesia y las cambiantes situaciones del mundo. Con el propósito de reavivar en nosotros el fuego del primer amor que un día dio inicio a esta familia que hoy quiere renovar fervorosa el compromiso de amor y servicio efectivo a la Iglesia. Proyectándonos al futuro con el solo deseo de vivir en fidelidad creativa la consagración religiosa como Hijas e Hijos de la Iglesia comprometidos con la Iglesia que nos invita a ser parte activa en la nueva evangelización, buscando nuevos caminos para transmitir la fe, mejorando la pedagogía en los itinerarios de formación, para buscar que cada Hija e Hijo de la Iglesia realice su misión en un trabajo compartido. Queremos caminar hacia el futuro con esperanza, ofreciendo el carisma con humildad, corriendo presurosas como María al llevar el anuncio de la gracia recibida y alabando a Dios por las grandes maravillas realizadas a favor de la humanidad, siendo “procesión de Dios entre los hombres”, anunciando con alegría a todos los hombres que “Dios existe y es amor”, que Dios existe y es Padre, que Dios existe y es misericordia, que Dios existe y está con nosotros. Durante estos últimos años nos hemos venido preparando para este acontecimiento de gracia profundizando y sobre todo tratando de vivir tres valores fundamentales para nuestra vida: la fe y comunión (2010, la fidelidad y austeridad (2011), el fervor y la gratuidad (2012).En el 2013 retomáremos el tema de la fe que nos ha propuesta el Santo Padre Benedicto XVI y haremos camino en comunión con la Iglesia Madre y Maestra. El II Seminario sobre la Familia ofrecido a las familias no ha sido algo aislado, es el reconocimiento que la familia santuario de la vida, es donde se aprende a conocer, amar y servir a Dios y por tal motivo debemos cuidar, acompañar y sostener. La Solemne Celebración Eucarística presidida por nuestro Pastor Mons. Luis Augusto Castro Quiroga además de ser expresión de la comunión con la Iglesia que queremos fortalecer cada vez más, es la máxima alabanza que todos le hemos tributado al Autor y artífice de nuestras vida y de nuestra historia. Y la peregrinación al Santuario de nuestra Sra. Del Rosario de Chiquinquirá es una oportunidad para confiarle a la Madre del cielo nuestros sueños y esperanzas, e implorar su protección y compañía para las familias, para nuestra patria y para todos Hijos e Hijas de la Iglesia dispersos por el mundo. A todos, amigas y amigos, aquellos que han compartido con nosotros este trayecto de camino y reciben directa o indirecta el influjo del carisma a través de nuestra misión en la Iglesia, les pedimos nos acompañen con la oración para que la celebración de los 50 años de presencia en Colombia y del centenario de la Inspiración sea un nuevo pentecostés no solo para nuestra Familia religiosa sino para toda la Iglesia que servimos con corazón de hijos y de hijas. La celebración del año de la fe propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI y la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II es la ocasión propicia para reflexionar y redescubrir el don de la fe (Porta fidei n. 4), para una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Porta fide, 6). Son varios los acontecimientos eclesiales que nos invitan a asumir compromisos concretos para este año jubilar. Ante todo caminar con la Iglesia y acoger su invitación a Fortalecer nuestra fe católica, incrementarla y compartirla a través de acciones concretas: 1. Retomar los documentos del concilio Vaticano II que desde hace 50 años están orientando el caminar espiritual y apostólico de la Iglesia comprometida en la transformación y renovación de si misma y de las realidades del mundo a partir del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. 2. El estudio del catecismo de la Iglesia Católica, en nuestras familias, en los hogares, en las fraternidades y en las comunidades. Es algo que todos podemos hacer. Allí encontramos: lo que debemos creer, lo que debemos vivir, lo que debemos celebrar y lo que debemos orar. 3. Sabemos que la fe crece y se fortalece creyendo, crece, se fortalece también con la caridad que realizaremos con los más necesitados que muchas veces están en nuestras mismas familias, en nuestras mismas casas. La solidaridad es una de las mejores expresiones de nuestra fe, es la ocasión para manifestar al mundo que el verdadero creyente es el que sabe ser buen samaritano así como nos lo enseñó Jesús en el Evangelio. 4. La celebración del Sínodo sobre Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana con el objeto de ayudar a todos los fieles a renovar y dar vigor al mandato misionero que Jesús ha dado a la Iglesia: Id pues a todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda criatura” (Mc 16,15) es para nosotros Hijas e Hijos de la Iglesia una motivación que nos impulsa a trabajar y sostener convencidos el esfuerzo de ver todos los cristianos unidos y mostrar al mundo la fuerza profética y transformante del Evangelio (Lineamenta, Pág. 38 n 7). 5. Cultivar el encuentro personal con Cristo. La fe cristiana es ante todo un encuentro real, personal e íntimo con Jesucristo. Transmitir la fe exige que creemos en cada lugar y en cada tiempo las condiciones para que este encuentro entre los hombres y Cristo acontezca (Instrumento de trabajo n 18), acontezca en cada uno de nosotros. 6. Esto comporta la meditación frecuente de la Palabra de Dios, para conocer cada vez más a Jesús. Él nos enseñará como debemos vivir y como podemos ayudar a que otros le conozcan y le amen. 7. Intensificar la Oración por las vocaciones religiosas y sacerdotales y favorecer en nuestras familias el surgimiento de las mismas; que generosamente den su vida para el anuncio del Evangelio y la edificación de su Reino en este mundo tan descreído y alejado de Dios y a la vez tan necesitado de Él. A la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia que siempre peregrina con nosotros y la invocamos diariamente, le confiamos este tiempo de gracia. Ella, que conoce a su Hijo nos sugiera cada día la forma mas idónea para ser esos discípulos y misioneros que siguiendo tras sus huellas anunciamos al hombre de hoy que, “Dios existe y es amor”, que Dios es Padre amoroso pronto a acogernos y a perdonarnos. A nuestra Madre Fundadora, nuestras hermanas Aura Montañez y Beatriz Camargo que ya gozan de la bienaventuranza en el cielo, junto con el P. Roberto Aguilera quien fue el instrumento del que Dios se sirvió para que las Hijas de la Iglesia vinieran a Colombia, acompañen y sostengan con su intercesión nuestra vida y misión para que de fruto abundante para la gloria del Padre y la salvación de la humanidad. Celebremos pues este Año jubilar con regocijo y esperanza, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Hna. Anita Cruz Hija de la Iglesia Superiora Delegada para Colombia-Ecuador