Palabras de la Superiora Delegada

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Año Jubilar del Instituto Hijas de la Iglesia
y Bodas de Oro en Colombia
El Señor ha estado grande
con nosotros
y estamos alegres.
Sal. 127,3
Para el cristiano no existe casualidad sino Providencia. Es la experiencia que como
como mujeres consagradas, impulsadas por el amor a Jesucristo y a su Iglesia, en la
sencillez, la humildad y el servicio, hemos vivido en este Año Jubilar. Los 50 años de
presencia en Colombia, ha sido un tiempo en el que se ha ido encarnando el Carisma
donado por Dios a nuestra Fundadora Madre María Oliva Bonaldo del Cuerpo Místico
(CM). Nuestro corazón de Hijas de la Iglesia se regocija con nuestra Madre, la Iglesia, al
celebrar contemporáneamente, el Año de la Fe, promulgado por el Santo Padre Benedicto
XVI, justamente en el quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II y el vigésimo del
Catecismo de la Iglesia Católica.
La Providencia dispuso igualmente, que esta efemérides la celebráramos junto con el
Centenario de la Inspiración del Carisma de nuestra Fundadora durante la procesión del
Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, el 22 de mayo de 1913, en Castelfranco
(Italia). Este evento de gracia ocurrió en el mismo instante en que el Sacerdote levantó el
Santísimo para bendecir al pueblo de Dios. Ella sintetiza esta experiencia en cuatro
expresiones incisivas: “comprendí a Jesús. Comprendí la Iglesia. Comprendí el
cristianismo. Comprendí para qué debía vivir”. Fue como una ‘irrupción’ de Dios en su
alma que no dejó lugar a duda alguna. Jesús Eucaristía transformó su vida y ella se dispuso
a entregarla totalmente a Él, y a su Iglesia por el Reino.
De su decidida y generosa respuesta y, con la gracia de Dios, fundó hace 75 años la
Familia Religiosa de las Hijas de la Iglesia para que se dedicara a conocer, amar y servir a
la Santa Esposa de Cristo, hacerla conocer y hacerla amar. En consecuencia: “Este gran
amor por Jesús y por la Iglesia nos compromete fuertemente. Nos compromete en el gran
designio de salvación que el Padre ha proyectado para todos los hombres y que en la Iglesia
encuentra su cumplimiento” (Sor María Teresa GC, Superiora General 2001-2012).
Otro acontecimiento que nos llena de inmensa alegría y gratitud, es el júbilo por los 25
años de vida en Colombia de la Asociación de Fieles Laicos Hijos de la Iglesia, quienes
comparten con nosotras el Carisma y la misión.
Nos apremia, por tanto, renovar el primer amor (cf. Ap 2,4), que reclama proyección al
futuro fijando la mirada en Jesucristo vivo que, a través de diversos acontecimientos ha
iluminado la «historia de salvación» de cada Hija de la Iglesia durante estos 50 años.
Evidencia de ello es la disponibilidad de las primeras hermanas italianas, quienes muy
jóvenes, se arriesgaron a salir –como Abraham– de su tierra (Gn 12,1), dejándolo todo,
aventurándose para obedecer al mandato de Jesucristo: “Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a toda criatura” (cf. Mc 16,15), llevando en su alforja solamente la fe, la
fidelidad y el fervor. Hoy contamos, para gloria de Dios, con seis comunidades en
Colombia y dos en Ecuador, esto expresa que la semilla del Carisma, don del Espíritu Santo
dado a Madre María Oliva quedó enraizada en nuestra tierra.
Este es un tiempo favorable para consolidar nuestras raíces, profundizar nuestro
Carisma, darlo a conocer y proyectarlo. Oportunidad para recobrar energías, tomar nuevo
impulso en nuestra vida espiritual, redescubriendo constantemente las motivaciones de
nuestra vocación, teniendo a Cristo como centro de nuestra vida.
Tiempo de gracia para fortalecer nuestra vida de comunión fraterna a través de la
Eucaristía fuente y manifestación plena de la misma (Const. 65) y, viviendo en la
cotidianidad acciones, signos y actitudes concretas que la alimentan.
Tiempo para reconocer con humildad que este tesoro del Carisma ha sido puesto en
vasijas de barro (2Co 4,7), que no siempre han hecho brillar la belleza de tan grande don.
Es por tanto, ocasión para revisar nuestro camino y enderezar nuestros pasos hacia la
búsqueda amorosa de la voluntad de Dios con un renovado impulso de dar respuesta –desde
el Evangelio– a los nuevos desafíos que nos plantea la situación del hombre y de la mujer
de hoy.
Oportunidad para proyectarnos al futuro con el deseo de vivir en fidelidad creativa la
consagración religiosa como Hijas e Hijos de la Iglesia, comprometidos con Ella, que nos
invita a ser parte activa en la Nueva Evangelización, buscando nuevos caminos para
transmitir la fe y mejorando la pedagogía en los itinerarios de formación.
Aspiramos, con la gracia de Dios y la intercesión de María Madre de la Iglesia,
continuar renovando nuestra fe y a ayudar a otros para que vuelvan a Dios y encuentren en
Él el verdadero sentido de sus vidas. Celebramos así el camino recorrido, volviendo la
mirada a la Inspiración fundante, teniendo como ejemplo de entrega el valor y la capacidad
de riesgo de las primeras Hermanas que, tuvieron la osadía de surcar los mares portando en
su corazón el Carisma y dejándolo como don y como novedad que se va consolidando en
sus diferentes expresiones y circunstancias.
Queremos caminar hacia el futuro con esperanza, ofreciendo el Carisma con humildad,
corriendo presurosas, como la Virgen María, al llevar el anuncio de la gracia recibida y
alabando a Dios por las grandes maravillas realizadas en favor de la humanidad, siendo
procesión de Dios entre los hombres, exclamando con alegría que Dios existe y es amor,
que Dios existe y es Padre, que Dios existe y es misericordia, que Dios existe y está con
nosotros.
A la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y Reina de Colombia, quien
peregrina con nosotros, confiamos este tiempo de gracia. Ella, que conoce a su Hijo, nos
sugiera cada día la forma eficaz para ser esos discípulos y misioneros que, siguiendo sus
huellas, lo anunciamos con la vida.
Madre María Oliva, P. Roberto Aguilera – instrumento de Dios para que la presencia
de las Hijas de la Iglesia en Colombia fuese una realidad –, nuestras hermanas que gozan ya
de la bienaventuranza en el cielo, en particular las Hermanas colombianas Beatriz Camargo
y Aura María Montañez, acompañen y sostengan con su intercesión nuestro caminar, para
gloria del Padre y la salvación de la humanidad.
Nuestro hacer memoria de las primeras Hermanas, de los Pastores y protagonistas que
hicieron y continúan haciendo posible esta realidad eclesial, se transforme en canto de
alabanza al Señor para seguir llevando al mundo la esperanza y la salvación de Dios:
“siendo signo de su amor que llama a todos a la amistad con Él; siendo levadura que hace
fermentar toda la masa, sal que da sabor y preserva de la corrupción, luz que ilumina,
trabajando porque la Iglesia siga siendo espacio de misericordia y de esperanza, donde cada
uno se sienta acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del
Evangelio”1. Acogiendo esta exhortación del Papa Francisco, queremos con la Iglesia salir
y anunciar a Jesucristo vivo y resucitado, que camina con el hombre de hoy.
Hna. Ana Nieves Cruz
Superiora Delegada EF
1
Tomado de la Audiencia General del Papa Francisco, Plaza de San Pedro, Roma, 12 de junio de 2013
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