III Domingo de Pascua Le reconocieron al partir el pan (Lc 24,13-35) ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 65,1-2) Aclamad al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria. Aleluya. ORACIÓN COLECTA Que tu pueblo, Señor, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu; y que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resurrección gloriosamente. PRIMERA LECTURA (Hch 2,14.22-33) No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que “no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.» SALMO RESPONSORIAL (Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11) R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R/. Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R/. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R/. SEGUNDA LECTURA (Pe 1, 17-21) Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pedro Queridos hermanos: Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Lc 24,32) R/. Aleluya, aleluya Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas. R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO ( Lc 24,13-35) Lo reconocieron al partir el pan + Lectura del santo evangelio según san Lucas Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» El les preguntó: «¿Qué?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Se dice «Credo» ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo; y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo para tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno. Prefacio Pascual ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Lc 24,35) Los discípulos conocieron al Señor Jesús al partir el pan. Aleluya. ORACIÓN DE COMUNIÓN Mira Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa. Lectio ORACION: El Señor nos va a decir su Palabra. Es una nueva manifestación del Padre en Jesús. Preparemos el corazón para recibir el mensaje que nos llega gratuitamente de parte de Dios. Invoquemos la luz del Espíritu Santo. Contexto Dos discípulos caminan hacia Emaús sumidos en la tristeza y el desaliento. Las promesas de Jesús no se habían cumplido y tratan de evadir para consolarse. Todas las esperanzas puestas en Jesús se han desvanecido y ya no hay nada que esperar. Van derrotados, desilusionados. Ellos lo habían dejado todo por seguirlo, su pueblo, su familia. Nadie les había infundido tanta confianza, esperanza y entusiasmo. Ellos habían creído y esperado hasta su muerte. El camino de Emaús es también nuestro camino, el de nuestras huídas de la responsabilidad, el de nuestras dudas en la fe, el de nuestra débil esperanza, el de nuestro orgullo herido. Pero es el camino de la vida, el que todos de una forma u otra tenemos que recorrer. Todos podemos ver al Resucitado, en el hombre desconocido, en el caminante, en el prójimo, en la fracción del pan, en el compartir, en quien sufre, en los niños abandonados. Así nuestros hermanos podrán ver en nosotros a Jesús resucitado y sus signos de vida y esperanza. Los relatos de la pascua que describen los evangelistas se entienden, más que nada, como descripciones de experiencias de fe en el Resucitado este relato de Emaús es una bellísima enseñanza en torno a dos puntos: *Dónde se presenta el resucitado y *Cómo encontrarlo en la realidad de la vida. 1 El desconocido se manifiesta El resucitado se presenta ante los discípulos en un recorrido de fe y de búsqueda, que va desde la situación dolorosa de estos hasta la salida de Emaús para comunicar a sus compañeros el gozo del encuentro con Jesús resucitado así: * Jesús se presenta en la historia humana, llena de sufrimientos con frecuencia. Los dos de Emaús caminaban de espaldas a Jerusalén, donde había sucedido el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús, de espaldas a la comunidad de los discípulos, con los ojos cegados y entristecidos, sin ilusión, desesperados. Nosotros esperábamos (V 21) *Jesús se manifiesta en su Palabra, El desconocido catequiza a los dos de Emaús. Repasa la historia de la salvación, para hacerles comprender el misterio de la cruz: que el Mesías tenía que padecer para entrar en la gloria,(v26). Les explicó lo que decían de Él las Escrituras (v.27). Al fin, por la luz y el fuego de la Palabra, comentan: ¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (v32). * Jesús se revela al partir el pan. Ante la suplica de los dos discípulos, quédate con nosotros porque es tarde y está anocheciendo (v29), el Resucitado, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos (v30). Es el momento luminoso cuando los discípulos reconocen al Resucitado. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron (v 31). *Jesús está en la comunidad. Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén (v33). Con la fe y la esperanza renovadas, los dos de Emaús regresan a la comunidad que habían abandonado. Y estos dos. Junto con los otros discípulos, a coro y con gran alegría, proclaman su experiencia del encuentro con el Resucitado. 2. La eucaristía, encuentro con el resucitado El Resucitado se hace presente vivo y glorioso en la celebración de la Eucaristía. Nos acercamos al templo con toda nuestra realidad, con nuestra vida a cuestas y con nuestra carga de pecado, Buscando consuelo y fortaleza en el Señor. Nos sentimos pecadores, e imploramos el perdón… La liturgia proclama la Palabra de Dios. En ella, el Señor se manifiesta, vivo y resucitado. Él es la Palabra definitiva. Nos ilumina nos ayuda a comprender el misterio de nuestra misma existencia a la luz del misterio pascual ver cuál es el sentido de mi vida, por qué sufro y gozo, camino y trabajo, ilumina los acontecimientos de la historia. La liturgia celebra y actualiza el misterio pascual: muerte y resurrección de Jesucristo. Él está ahí, vivo y glorioso, entregándose de nuevo para nuestra salvación y felicidad. Comulgamos con el Señor, hecho palabra y hecho pan. ¿Para qué? Para ir a la comunidad y comulgar con los hermanos. Y ser testigos de la Resurrección. Misioneros de la vida, de la alegría y esperanza, nos envía vayan en paz. Vayan a construir las pequeñas comunidades eclesiales misioneras. 3. Meditemos: Qué nos dice la Palabra de Dios La presencia de Dios en mi vida la tengo que descubrir desde la fe. Aun en los momentos de sufrimiento, me han de mantener firmes en la fe y la confianza en el Resucitado, pues él camina con nosotros aunque no lo veamos, ni lo sintamos. ¿ Con qué mirada vemos y leemos los acontecimientos de cada día, sobre todo aquellos que nos hacen sufrir más y que nos hacen dudar?. Cómo leemos nuestra historia personal, familiar, social, eclesial? Con esperanza o desilusión? Tratamos de hacer oración con la Palabra de Dios? Cuando celebro la Eucaristía ¿nos damos cuenta que el Señor Resucitado se hace palabra y Pan para que comulgue con toda su persona ¿ Al regresar a la casa, terminada la Eucaristía, ¿pensamos que somos enviados a proclamar con nuestras actitudes, que Jesús vive con nosotros y nos envía a ser testigos de su Resurrección? 4. Oración, Qué le respondo al Señor. Quédate con nosotros, Señor. Porque sin ti nuestro camino quedaría sumergido en la noche Quédate con nosotros Señor Jesús, para llevarnos por los caminos de la esperanza que no muere para alimentarnos con el pan de los fuertes, que es tu palabra. Quédate con nosotros hasta la última noche, cuando cerrados nuestros ojos, volvamos a abrirlos ante tu rostro transfigurado por la gloria y nos encontremos entre tus brazos. Quédate con nosotros, Señor, esta noche. Quédate para adorar, alabar y dar gracias al Padre por nosotros, mientras dormimos; que baje del cielo tu Misericordia sobre el mundo. Alivia desde los Sagrarios de la tierra la prolongada noche de sufrimiento y pena de las benditas almas del Purgatorio. Quédate con nosotros, Señor, para alejar la justa ira de Dios de nuestras ciudades que atraen la justicia del cielo con sus densísimas nubes de vicios y males. Quédate con nosotros, Señor, para guardar a los inocentes, para sostener a los tentados, para levantar a los caídos, para subyugar el poder del demonio, para impedir el pecado. Quédate con nosotros, Señor, para consolar a los que sufren, para bendecir a los que yacen en el lecho del dolor, para dar contrición a los que mueren, para recibir en los brazos de tu misericordia a las miles de almas que se presentarán ante Ti esta noche para ser juzgadas. ¡Oh, Buen Pastor!, quédate con tus ovejas, defiéndelas de los peligros que las rodean y las amenazan. Pero, sobre todo, quédate con los que sufren y con los agonizantes. Danos una noche tranquila y una muerte serena. Oh, Dios, sé nuestro Padre misericordioso hasta los últimos instantes de nuestra vida, para que sin temor podamos presentarnos delante de Ti, para ser juzgados. Así sea. 5. Contemplemos Los dos de Emaús cambian de rostro y de actitud. Cómo pasan de la tristeza a la curiosidad y al gozo, de la ceguera a la iluminación, de la desesperanza al reconocimiento de Jesús presente. ¡Qué cambio, cuando se dejan impresionar por el Resucitado! A Jesús que se hace el desconocido. Que con gran paciencia catequiza a los dos discípulos. Que para ellos repite la entrega en la mesa de la Eucaristía. Que confía en los dos discípulos recuperados y transformados y los envía a vivir el gozo de su presencia pascual junto con los de su comunidad. A nosotros mismos, que caminamos vacilantes y con dudas hasta que nos encontremos con el resucitado. 6. Actuemos Cuando nos sintamos desfallecer, cuando desconfiamos de Dios y de nosotros mismos, repitámosle a Jesús Resucitado, quédate con nosotros, Señor que anochece!. Apéndice MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II URBI ET ORBI Pascua, 27 de marzo de 2005 1. Mane nobiscum, Domine! ¡Quédate con nosotros, Señor! (cf. Lc 24,29). Con estas palabras, los discípulos de Emaús invitaron al misterioso Viandante a quedarse con ellos al caer de la tarde aquel primer día después del sábado en el que había ocurrido lo increíble. Según la promesa, Cristo había resucitado; pero ellos aún no lo sabían. Sin embargo las palabras del Viandante durante el camino habían hecho poco a poco enardecer su corazón. Por eso lo invitaron: “Quédate con nosotros”. Después, sentados en torno a la mesa para la cena, lo reconocieron “al partir el pan”. Y, de repente, él desapareció. Ante ellos quedó el pan partido, y en su corazón la dulzura de sus palabras. 2. Queridos hermanos y hermanas, la Palabra y el Pan de la Eucaristía, misterio y don de la Pascua, permanecen en los siglos como memoria perenne de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. También nosotros hoy, Pascua de Resurrección, con todos los cristianos del mundo repetimos: Jesús, crucificado y resucitado, ¡quédate con nosotros! Quédate con nosotros, amigo fiel y apoyo seguro de la humanidad en camino por las sendas del tiempo. Tú, Palabra viviente del Padre, infundes confianza y esperanza a cuantos buscan el sentido verdadero de su existencia. Tú, Pan de vida eterna, alimentas al hombre hambriento de verdad, de libertad, de justicia y de paz. 3. Quédate con nosotros, Palabra viviente del Padre, y enséñanos palabras y gestos de paz: paz para la tierra consagrada por tu sangre y empapada con la sangre de tantas víctimas inocentes; paz para los Países del Medio Oriente y África, donde también se sigue derramando mucha sangre; paz para toda la humanidad, sobre la cual se cierne siempre el peligro de guerras fratricidas. Quédate con nosotros, Pan de vida eterna, partido y distribuido a los comensales: danos también a nosotros la fuerza de una solidaridad generosa con las multitudes que, aun hoy, sufren y mueren de miseria y de hambre, diezmadas por epidemias mortíferas o arruinadas por enormes catástrofes naturales. Por la fuerza de tu Resurrección, que ellas participen igualmente de una vida nueva. 4. También nosotros, hombres y mujeres del tercer milenio, tenemos necesidad de Ti, Señor resucitado. Quédate con nosotros ahora y hasta al fin de los tiempos. Haz que el progreso material de los pueblos nunca oscurezca los valores espirituales que son el alma de su civilización. Ayúdanos, te rogamos, en nuestro camino. Nosotros creemos en Ti, en Ti esperamos, porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68). Mane nobiscum, Domine! ¡Aleluya!