LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Mis ojos han visto a tu Salvador Lc 2, 22 – 40 ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 47,10-11) Oh Dios, hemos recibito tu misericordia en medio de tu templo. Como tu renombre, oh Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra; tu diestra está llena de justicia. ORACIÓN COLECTA Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con alma limpia. PRIMERA LECTURA (Mal 3,1-4) Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis Lectura de la Profecía de Malaquías Así habla el Señor: «Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el Santuario el Señor que ustedes buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar – dice el Señor de los ejércitos– ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá, como en los días pasados como en años antiguos. SALMO RESPONSORIAL (Sal 23) R/. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. ¡Portones¡, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. R/. ¿ Quién es ese Rey de la Gloria?. El Señor, héroe valeroso; el Señor de la guerra. R/. ¡ Portones! Alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la Gloria. R/. ¿ Quién es ese Rey de la Gloria?. El Señor, Dios de los ejércitos: él es el Rey de la Gloria. R/. SEGUNDA LECTURA (Heb 2,14-18) Tenía que parecerse en todo a sus hermanos Lectura de la Carta a los Hebreos Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre, y participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenia que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Lc 2,32) R/. Aleluya, aleluya. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. R/. Aleluya, aleluya. EVANGELIO (Lc 2,22-40) Mis ojos han visto a tu Salvador Lectura del Santo Evangelio según San Lucas Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.» Había también una profetiza, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. ORACIÓN SOBRE AS OFRENDAS Sea grata a tus ojos, Señor, la ofrenda que la Iglesia te presenta llena de alegría, a ti que has querido que tu Hijo unigénito se inmolara como cordero inocente por la salvación el mundo. PREFACIO El misterio de la presentación del Señor En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque hoy, tu Hijo es presentado en el templo y es proclamado por el Espíritu: Gloria de Israel y luz de las naciones Por eso, nosotros, llenos de alegría salimos al encuentro del Salvador, mientras te alabamos con los ángeles y los santos cantando sin cesar Santo, Santo, Santo. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Lc 2, 30-31) Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Por estos sacramentos que hemos recibido, llénanos de tu gracia, Señor, tú que has colmado plenamente la esperanza de Simeón; y así como a él no le dejaste morir sin haber tenido en sus brazos a Cristo, concédenos a nosotros, que caminamos al encuentro del Señor, merecer el premio de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor Lectio La presente celebración se llama “Presentación del Señor”. Hasta hace unos años se había llamado “Purificación de María”. Esta fiesta del Señor si cae en Domingo tiene preferencia litúrgica. Con base en el evangelio de hoy donde Simeón proclama a Jesús como Luz de las naciones, una larga tradición eclesial ha visto en este día la fiesta de las Candelas o la Candelaria; es decir la fiesta de la Luz, que es Cristo mismo según la definición del prólogo del cuarto evangelio. En la bendición de las candelas, la antífona repetida en la procesión y como canto de entrada es precisamente” Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Para poder asimilar plenamente su amplísimo contenido, la fiesta del 2 de Febrero, a la que se le ha restituido la denominación de la “Presentación del Señor”. Debe ser considerada como memoria conjunta del Hijo y de la Madre. Es decir, celebración de un misterio de la salvación realizado por Cristo, al cual la Virgen estuvo íntimamente unida como Madre del Siervo doliente de Yavé. Hoy es fiesta de luz. Jesús, presentado al Padre en el templo, aparece como lo que es: luz que alumbra a toda la humanidad. Esa es la expresión que utiliza el anciano Simeón: "Jesús será luz para revelar la verdad a todas las naciones y gloria de tu pueblo Israel". En la celebración litúrgica, esa Luz se nos presenta bajo muchas expresiones: lámpara o candela en manos de José y María; ofrenda en los corazones agradecidos; estrella en el corazón del Niño que se ofrenda a sí mismo y que es ofrendado por sus padres y por los sacerdote. Estructura del texto MÁS ALLA DEL CUMPLIMIENTO DE LA LEY José y María integran a Jesús en la cultura y religión judía. Pretenden cumplir con él todos los requisitos que manda la Ley, a la par que purificarse la madre de su impureza legal (nótese la triple mención de la Ley). La madre, después de dar a luz, quedaba legalmente impura: debía permanecer en casa otros treinta y tres días. El día cuarenta debía ofrecer un sacrificio en la puerta de Nicanor, al este del Atrio de las Mujeres. Por otro lado, todo primogénito varón debía ser consagrado a Dios (Ex 13,2.12.15) para el servicio del santuario y rescatado mediante el pago de una suma (Nm 18,15-16). Lucas no menciona rescate alguno. Habla, en cambio, del sacrificio expiatorio de los pobres (Lv 12,8) ofrecido para la purificación. EL PUEBLO ACUDE AL TEMPLO EN ESPERA DE LA LIBERACION DE ISRAEL Para un buen judío, el templo era el lugar más apropiado para las manifestaciones divinas. El pueblo acude al templo en espera de la liberación de Israel; Lucas ha querido describir la situación religiosa de Israel, vista desde la perspectiva de los responsables de mantener la alianza que Dios había hecho con Abrahán y que había renovado por medio de los profetas (Judea/sacerdote/santuario). A pesar de la completa y humanamente insalvable esterilidad de la religión judía, Dios, fiel a sus compromisos, ha intervenido en la historia de su pueblo para que diera un fruto, el fruto más preciado que podía dar la religiosidad judía: Juan, asceta y profeta. Lucas se ha servido de María y José, para enmarcar el nacimiento del Hijo de Dios en la historia de la humanidad. A pesar de que María estaba sólo desposada con José y de que todavía no convivían juntos, fruto de la íntima colaboración entre Dios y una muchacha del pueblo, en representación ésta del Israel fiel, pronto para el servicio solícito hacia los demás, pero sin gran arraigo religioso (Nazaret/Galilea), ha tenido un hijo: Jesús, el Mesías de Israel y Señor de toda la humanidad. Ahora Lucas quiere completar la descripción con Simeón/Ana, cuyo único lazo de unión es el hecho de confluir en el templo en el preciso instante en que van a presentar a Jesús; ambos son profundamente religiosos, pero a pesar de su edad avanzada mantienen viva la esperanza de una inminente liberación de Israel: representan al pueblo que, a pesar de la incredulidad de sus dirigentes (representados por la primera pareja), sigue acudiendo al templo con la esperanza de ver realizado su sueño de liberación (cf 1,10.21). A través de estos dos personajes, presentados ambos como profetas, Lucas reúne en el momento de la presentación de Jesús en el templo las dos líneas que había trazado en los cánticos de Zacarías y de María. DICHOSOS LOS DE MIRADA TRANSPARENTE PORQUE VERAN SU LIBERACIÓN Este niño nos revele la nueva relación «Hijo/Padre». Simeón tiene los ojos tan aguzados, gracias a la permanencia en él del Espíritu Santo, que ha logrado penetrar en lo más hondo del plan de Dios: con su mirada profética ha logrado traspasar los limites estrechos de Israel e intuir que la salvación que traerá el Mesías será «luz» en forma de «revelación» para los paganos, liberándolos de la tiniebla/opresión que los envuelve (Is 42,6-7; 49,6.9; 52,10, etc.), y de «gloria» para el pueblo de Israel (46,13; 45,13). UNA BANDERA DISCUTIDA Ante la incomprensión de los padres del niño en todo lo que hace referencia a su futura función mesiánica (se anticipa la incomprensión de que será objeto Jesús entre los suyos), Simeón, dirigiéndose a la madre y usando el mismo lenguaje de María en el cántico, revela que Jesús será un signo de contradicción y que esto lo llevará a la cruz: «Mira, éste está puesto para caída de unos y alzamiento de otros en Israel, y como bandera discutida -también a ti, empero, tus aspiraciones las truncará una espada-; así quedarán al descubierto los razonamientos de muchos» (2,34-35). El foco, ahora, trata de atraer la atención de María, «la madre» (se excluye José, dejando entrever que éste habría ya muerto antes de que se produjeran estos hechos), sobre el gran revuelo que levantará en Israel la aparición de Jesús, su rechazo por parte de unos, para quienes se convertirá en tropiezo (Is 8,14), y su aceptación por parte de otros, para quienes se convertirá en cimiento o piedra angular (cf. Lc 20,17-18; Is 28,16), o -dicho con otra imagen (muy querida del evangelista Juan ([Jn 3,14; 8,28; 12,32.34])- el Mesías será izado en forma de señal o estandarte, al que unos darán la adhesión y otros rechazarán de plano (Is 11,12). VIRGEN, CASADA Y VIUDA: La figura femenina de Ana se corresponde con la masculina de Simeón, formando una pareja ideal (ambos son profetas): «Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Esta era de edad muy avanzada: después de su virginidad había vivido siete años con su marido y luego, de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día» (2,36-37). La descripción es muy minuciosa, como corresponde a un personaje representativo, al igual que lo era la de Simeón. la vida del pueblo de Israel representada por ella: «virginidad», cuando Dios pactó con ella una alianza y la tomó por esposa; «casada con su marido», período de buenas relaciones de Dios con su pueblo; «viuda», por la ruptura de la alianza. ¿LIBERACION NACIONAL O LIBERACION DE LOS OPRIMIDOS? En su calidad de Salvador/Liberador, Jesús irá más allá: su muerte dejará perplejos a los que aguardaban la liberación/restauración de Israel (cf. 24,21; Hch 1,6; 3,21); su mensaje no se limitará a proclamar la liberación de los oprimidos frente a los opresores ni se circunscribirá a Israel, sino que creará una comunidad de hombres y mujeres libres que, siguiendo su ejemplo, se pongan al servicio de los demás. De momento, el Espíritu profético sigue la línea de los profetas del Antiguo Testamento. Será en Jesús donde el Espíritu Santo podrá desplegar plenamente toda su fuerza y dinamismo, sin las limitaciones inherentes a todo profeta, condicionado por la tradición patria. COMENTARIO El proyecto liberador de Dios presentado en la persona de Jesús de Nazaret, tiene como primeros receptores a la clase excluida y marginada de la sociedad israelita. Los pobres, los que no contaban, los que estorbaban, son los primeros a los que se les revela el misterio de Dios en su hijo Jesús. Simeón y Ana personifican, con su vida y con los ministerios que realizaban, a la sociedad judía que esperaba la redención y liberación del pueblo. Ellos son el ejemplo más vivo del Israel que esperó hasta el último momento la intervención de Dios en esta historia humana para hacerla más vivible, más justa, más equilibrada. La edad de Simeón y de Ana es testimonio también de la ancianidad en la que ha caído el pueblo de Israel en sus estructuras y en sus prácticas, en su religión y en su ley. Todo el modelo social y religioso judío necesitaba ser diseñado de forma diferente y por eso para los dos personajes de este relato evangélico -hombre y mujer- para estos dos ancianos, era necesario que alguien llegara a instaurar un tiempo nuevo y definitivo. Alguien que llegara a inaugurar el tiempo de Dios. Este tiempo de Dios es el que el mundo clama de muchas maneras en la actualidad y este es el tiempo de Dios al que loa vida Consagrada está llama a vivir desde la autenticidad de vida que tiene como norma el Evangelio; siguiendo al Señor de modo profético ,como nos dice el Santo padre Francisco “Ser profetas como Jesús ha vivido en esta tierra… Un religiosos nunca debe renunciar a la profecía.” El profeta recibe de Dios la capacidad de observar la historia en la que vive y de interpretar los acontecimientos: es como un centinela que vigila por la noche y sabe cuando llega el alba (cf Is 21, 11-12). Ver a Jesús, encontrarse con él, tener contacto con su persona, con su palabra y con su obra nos debe llevar a comportarnos como Simeón. Encontrarnos con Jesús debe hacer de nosotros hombres y mujeres capaces de pronunciarnos frente a la injusta realidad que padece nuestro pueblo, debe capacitarnos a proclamar con la palabra y, sobre todo, con nuestro comportamiento, el tiempo de Dios, que deja resonar en nuestro corazón las esperanzas del mundo; y nos permite mantener vivo en este mundo el deseo de Dios, despertarlo en el corazón de las personas con sed de lo infinito. Esta debe ser la Vida Consagrada en la Iglesia Hoy: Evangelio, Profecía y Esperanza. Lema para este año de la Vida Consagrada. Palabras de San juan pablo II a la vida consagrada: Vuestro modo de vivir y de trabajar puede manifestar sin atenuaciones la plena pertenencia al único Señor; vuestro completo abandono en las manos de Cristo y de la Iglesia es un anuncio fuerte y claro de la presencia de Dios con un lenguaje comprensible para nuestros contemporáneos. Este es el primer servicio que la vida consagrada presta a la Iglesia y al mundo. Dentro del pueblo de Dios, son como centinelas que descubren y anuncian la vida nueva ya presente en nuestra historia. La Iglesia también está llamada a dar testimonio por el tiempo de Dios. Tenemos que hacer posible que ese tiempo llegue a nuestro pueblo con todas sus consecuencias. Tenemos que comprometernos con este tiempo nuevo y hacer posible, vivible y creíble en medio de nuestras comunidades el amor de Dios regalado en plenitud a través de la encarnación de Jesús en nuestra historia humana. -------------------------------------------------------------------- 1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991 2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica) 3. En las Fuentes de la Palabra. Basilio Caballero. 4. Carta Apostólica, a todos los Consagrados, con ocasión del Año de la vida Consagrada. S.S. Francisco. Apéndice Del Catecismo de la Iglesia Católica 529 La Presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc 2, 22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2.12-13). Con Simeón y Ana, toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos". De la Catequesis de San Juan Pablo II 1. El antiguo canto del pueblo de Dios que acabamos de escuchar, resonaba ante el templo de Jerusalén. Para poder descubrir con claridad el hilo conductor que atraviesa este himno es necesario tener muy presentes tres presupuestos fundamentales. El primero atañe a la verdad de la creación: Dios creó el mundo y es su Señor. El segundo se refiere al juicio al que somete a sus criaturas: debemos comparecer ante su presencia y ser interrogados sobre nuestras obras. El tercero es el misterio de la venida de Dios: viene en el cosmos y en la historia, y desea tener libre acceso, para entablar con los hombres una relación de profunda comunión. Un comentarista moderno ha escrito: «Se trata de tres formas elementales de la experiencia de Dios y de la relación con Dios; vivimos por obra de Dios, en presencia de Dios y podemos vivir con Dios» (G. Ebeling, Sobre los Salmos, Brescia 1973, p. 97). 2. A estos tres presupuestos corresponden las tres partes del salmo 23, que ahora trataremos de profundizar, considerándolas como tres paneles de un tríptico poético y orante. La primera es una breve aclamación al Creador, al cual pertenece la tierra, incluidos sus habitantes (vv. 1-2). Es una especie de profesión de fe en el Señor del cosmos y de la historia. En la antigua visión del mundo, la creación se concebía como una obra arquitectónica: Dios funda la tierra sobre los mares, símbolo de las aguas caóticas y destructoras, signo del límite de las criaturas, condicionadas por la nada y por el mal. La realidad creada está suspendida sobre este abismo, y es la obra creadora y providente de Dios la que la conserva en el ser y en la vida. 3. Desde el horizonte cósmico la perspectiva del salmista se restringe al microcosmos de Sión, «el monte del Señor». Nos encontramos ahora en el segundo cuadro del salmo (vv. 3-6). Estamos ante el templo de Jerusalén. La procesión de los fieles dirige a los custodios de la puerta santa una pregunta de ingreso: «¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?». Los sacerdotes -como acontece también en algunos otros textos bíblicos llamados por los estudiosos «liturgias de ingreso» (cf. Sal 14; Is 33,14-16; Mi 6,6-8)- responden enumerando las condiciones para poder acceder a la comunión con el Señor en el culto. No se trata de normas meramente rituales y exteriores, que es preciso observar, sino de compromisos morales y existenciales, que es necesario practicar. Es casi un examen de conciencia o un acto penitencial que precede la celebración litúrgica. 4. Son tres las exigencias planteadas por los sacerdotes. Ante todo, es preciso tener «manos inocentes y corazón puro». «Manos» y «corazón» evocan la acción y la intención, es decir, todo el ser del hombre, que se ha de orientar radicalmente hacia Dios y su ley. La segunda exigencia es «no mentir», que en el lenguaje bíblico no sólo remite a la sinceridad, sino sobre todo a la lucha contra la idolatría, pues los ídolos son falsos dioses, es decir, «mentira». Así se reafirma el primer mandamiento del Decálogo, la pureza de la religión y del culto. Por último, se presenta la tercera condición, que atañe a las relaciones con el prójimo: «No jurar contra el prójimo en falso». Como es sabido, en una civilización oral como la del antiguo Israel, la palabra no podía ser instrumento de engaño; por el contrario, era el símbolo de relaciones sociales inspiradas en la justicia y la rectitud. 5. Así llegamos al tercer cuadro, que describe indirectamente el ingreso festivo de los fieles en el templo para encontrarse con el Señor (vv. 7-10). En un sugestivo juego de llamamientos, preguntas y respuestas, se presenta la revelación progresiva de Dios, marcada por tres títulos solemnes: «Rey de la gloria; Señor valeroso, héroe de la guerra; y Señor de los ejércitos». A las puertas del templo de Sión, personificadas, se las invita a alzar los dinteles para acoger al Señor que va a tomar posesión de su casa. El escenario triunfal, descrito por el salmo en este tercer cuadro poético, ha sido utilizado por la liturgia cristiana de Oriente y Occidente para recordar tanto el victorioso descenso de Cristo a los infiernos, del que habla la primera carta de san Pedro (cf. 1 Pe 3,19), como la gloriosa ascensión del Señor resucitado al cielo (cf. Hch 1,9-10). El mismo salmo se sigue cantando, en coros que se alternan, en la liturgia bizantina la noche de Pascua, tal como lo utilizaba la liturgia romana al final de la procesión de Ramos, el segundo domingo de Pasión. La solemne liturgia de la apertura de la Puerta santa durante la inauguración del Año jubilar nos permitió revivir con intensa emoción interior los mismos sentimientos que experimentó el salmista al cruzar el umbral del antiguo templo de Sión. 6. El último título: «Señor de los ejércitos», no tiene, como podría parecer a primera vista, un carácter marcial, aunque no excluye una referencia a los ejércitos de Israel. Por el contrario, entraña un valor cósmico: el Señor, que está a punto de encontrarse con la humanidad dentro del espacio restringido del santuario de Sión, es el Creador, que tiene como ejército todas las estrellas del cielo, es decir, todas las criaturas del universo, que le obedecen. En el libro del profeta Baruc se lee: «Brillan las estrellas en su puesto de guardia, llenas de alegría; las llama él y dicen: "Aquí estamos". Y brillan alegres para su Hacedor» (Ba 3,34-35). El Dios infinito, todopoderoso y eterno, se adapta a la criatura humana, se le acerca para encontrarse con ella, escucharla y entrar en comunión con ella. Y la liturgia es la expresión de este encuentro en la fe, en el diálogo y en el amor. [Audiencia general del Miércoles 20 de junio de 2001]