SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

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SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
(Mt 1,16. 18-21.24 a)
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 127,1-2)
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo,
Serás dichoso, te irá bien. Aleluya.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, creador del universo, que has impuesto la ley del trabajo a todos los hombres; concédenos
que, siguiendo el ejemplo de San José, y bajo su protección, realicemos las obras que nos encomiendas y
consigamos los premios que nos prometes.
PRIMERA LECTURA (Gn 1,26-2,3)
Llenad la tierra y sometedla
Lectura del Libro del Génesis
Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo,
los animales domésticos, los reptiles de la tierra.» Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó;
hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo:-«Creced, multiplicaos, llenad la tiara y sometedla;
dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.» Y dijo Dios:-«Mirad,
os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que
engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los
reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.» Y así fue. Y vio Dios todo lo
que había hecho; y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto. Y quedaron concluidos el
cielo, la tierra y sus ejércitos. Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el
día séptimo de todo el trabajo que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él
descansó de todo el trabajo que Dios había hecho cuando creó.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 89, 2. 3-4. 12-13. 14 y 16)
R/. Haz prósperas, Señor, las obras de nuestras manos
Antes de que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y para siempre tú eres Dios. R/.
Tú reduces al hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia
son un ayer que pasó; una vela nocturna. R/.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria. R/.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Sal 67,20)
R/. Aleluya, aleluya
Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
R/. Aleluya, aleluya
EVANGELIO (Mt 13,54-58)
¿No es el hijo del carpintero?
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo viniendo Jesús a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados:
«¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su
madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros?
Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?» Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo
en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, Dios nuestro, fuente de misericordia, acepta nuestra ofrenda en la fiesta de San José, obrero, y haz que
estos dones se transformen en fuente de gracia para los que te invocan.
Prefacio
La misión de San José
V. El Señor esté con ustedes
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria
en la conmemoración de san José.
Porque él es el hombre justo que diste por esposo
a la Virgen Madre de Dios;
el servidor fiel y prudente
que pusiste al frente de tu familia
para que, haciendo las veces de padre,
cuidara a tu Hijo único,
concebido por obra del Espíritu Santo,
Jesucristo, Señor nuestro.
Por Él, los ángeles celebran tu gloria,
te adoran las dominaciones, se estremecen las potestades.
Te aclaman con alegría las virtudes del cielo y los santos serafines.
Permítenos asociarnos a sus voces,
cantando humildemente tu alabanza: Santo, Santo, Santo es el Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN (Col 3,17)
Todo lo que de palabra o de obra realicen, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la acción de gracias a Dios.
Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, tú nos has alimentado con la Eucaristía; por ello te pedimos que, dando testimonio, como San José, del
amor que infundes en nuestros corazones, podamos gozar continuamente de la paz verdadera.
Lectio
En este camino de Cuaresma, que hemos venido recorriendo en la Iglesia, nos encontramos ahora con la
Celebración de la Solemnidad de San José, Esposo de María y Patrono de la Iglesia Universal. Oportunidad para
reconocer y reflexionar sobre la misión de san José que lo caracteriza como custodio de la Virgen María y de su
Hijo Jesús. “Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de
Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia de la que la virgen Santa es figura y Modelo”
(Exhort. Redemptoris Custos. 1).
Contexto:
Mateo exalta la figura de José bajo dos aspectos: la de pertenecer a la genealogía de Jesús, el Mesías el
prometido, que desciende de la estirpe de David; pero también lo describe con un término de profunda
significación bíblica, cuando, cuando lo llama “hombre Justo”, que en el contexto bíblico judío equivale a decir
que es un santo. Tanto la justicia como la santidad y la sabiduría espiritual remiten a la fe y la obediencia para
hacer la voluntad de Dios.
En la genealogía de Jesús (Jacob engendro a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo;
Mt 1,16). Y en seguida el relato del anuncio de la concepción virginal de Jesús (Mt 1,18-24). José aparece como
un verdadero Israelita, el descendiente davídico que le da esta dignidad por adopción a Jesús. José es esposo de
María pero Jesús no es hijo natural de José. Con todo, gracias a José, Jesús se inserta en la historia del pueblo del
cual es la plenitud. Por medio de José recibe, una nación, un pueblo, una cultura y la adhesión al pueblo de
Abraham.
…José su esposo que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto. Mientras
pensaba en esta cosas, un ángel del Señor le dijo en su sueños: José hijo de David no dudes en recibir en tu casa
a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo (Mt 1,19-20).
El pasaje relata como José supera sus dudas y acoge a María en su casa. José es llamado el justo (1,19). Esta
justicia consiste en la obediencia a los proyectos de Dios: se trata de una persona madura en la fe, que tiene una
profunda relación con Dios, que percibe sus caminos y peregrina por ellos. Jesús nace a la sombra de este justo,
testigo de la maduración en la fe.
Jesús nace de María desposada con José (Mt 1,18), que “se halló en cinta por obra del Espíritu Santo” (Mt
1,18b). Mateo no nos cuenta el relato de la Anunciación como lo hace Lucas (1,26-38), pero estructura la
narración desde el punto de vista de la experiencia de José el hombre justo. La biblia nos revela que Dios ama a
sus justos. Pensemos en Noé “Gen 6:9). O en Joás que “hizo lo que era recto a los ojos del Señor” (2Re 12:3).
Una idea constante en la Biblia es el Sueño como lugar privilegiado donde Dios da a conocer sus proyectos y
planes, y algunas veces revela el futuro. Bien conocidos son los sueños de Jacob en Betel (Gen 28:10 ss.) y los
de José su hijo. Y los sueños del faraón que revelaron los futuros años de prosperidad y carestía (Gen 41SS).
A José se le aparece en sueños el ángel del Señor (Mt 1,20)para revelar el plan de Dios. En los evangelios de la
infancia aparece a menudo el ángel del Señor como mensajero celestial (Mt1,20; Lc1,119) y también en otras
ocasiones esta figura aparece para tranquilizar, revelar el proyecto de Dios, curar, liberar la esclavitud(Mt 28,2;
Jn5,4). Son barias las referencias al ángel del Señor también en el Antiguo testamento, donde originariamente
representaba al mismo Señor que cuida y protege a su pueblo siempre acompañándolo de cerca(cf. Gen 16,7, Ex
3,2; Tb 5,4).
“Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21)
Las palabras que san José escuchó del ángel indican lo que tendrá que hacer con el Niño que va a nacer y al
mismo tiempo indican la misión del que será llamado Jesús: salvará a su pueblo de sus pecados.
San José: el creyente
Claramente distinguimos dos momentos: el del razonamiento de san José respecto de su esposa, que esperaba un
hijo, y la decisión que ha tomado respecto de ella, y el momento del sueño, cuando el mensajero de Dios le
explica las cosas y le manda comportarse de modo diferente del que san José había pensado. Nuestro punto de
vista humano, por sensato que sea, no siempre está en sintonía con lo que Dios dispone para nosotros. Esto es
algo que merece ser tomado en cuenta siempre, por más que pensemos que ya lo hacemos. San José lo hizo, tal
como afirma el evangelista san Mateo: Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel. San José
creyó lo que el ángel le dijo.
Por experiencia personal sabemos que no resulta fácil hacer lo que Dios nos pide, pues significa obedecer a su
Palabra, incluso yendo en contra de lo que nuestra lógica concluye, por amplia que sea nuestra experiencia y por
profundos que sean nuestros conocimientos. Santo Tomás de Aquino, frente a la realidad de Jesucristo, confesó
que todo lo que había escrito le parecía “paja”.
San Pablo concentra su atención en la figura de Abrahán, otro “creyente”, el “padre de los creyentes”. En la
segunda lectura se repite tres veces la palabra “fe” y dos veces el verbo “creer”, además de la afirmación “le
valió como justificación”, porque creyó a la Palabra de Dios, que le prometía una descendencia innumerable.
La primera lectura presenta al rey David con su consejero, el profeta Natán, a través del cual Dios promete a
David una descendencia: Yo seré para él padre, y él será para mí hijo.
Estos dos personajes, Abrahán y David, aparecen en la liturgia de la Palabra relacionados con san José. Abrahán
y David son depositarios de una promesa divina que se cumple en la persona de Jesús, cabeza de la Iglesia,
incluyendo a todos los pueblos, precisamente Él, que nos hace a todos hijos de Dios.
El evangelista Lucas cuenta la concepción y el nacimiento de Jesús, hijo de la Virgen María, mientras el
evangelista Mateo narra el nacimiento de Jesús, presentado como Mesías e hijo de David, tal como aparece en el
comienzo de su evangelio: Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán (Mt 1,1). Tal filiación se
repite en el v. 18: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y,
antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18). Si la intención de
Mateo para demostrar la paternidad legal de san José no quedaba todavía clara para nosotros, interesados quizás
por otras cosas, Mateo ofrece una prueba ulterior con las palabras del ángel: José, hijo de David, no temas acoger
a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo (Mt 1,20).
El lector israelita de Mateo no encontraría dificultad para aceptar este milagro, pues le bastaría como prueba el
texto de Is 7,14, que san Mateo cita a continuación: La virgen concebirá y dará a la luz un hijo, y le pondrán por
nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros” (Mt 1,23). La dificultad para el lector israelita está en la
heredad del trono de David por parte de un niño que sea hijo de una “virgen”. Este escrúpulo se refleja en la
decisión tomada por san José, de repudiar a María, dado que nadie debe apropiarse algo que no le haya sido dado
por Dios.

San José: el justo
Nuestra lógica nos lleva a pensar que san José dio fe a lo que María le contó respecto de la concepción del niño.
Pues bien, incluso reconociendo la inocencia de María, san José no quería tenerla para sí, o mejor dicho, no
podía. ¿Por qué? Porque él es “justo”: justo respecto de María, que cree inocente, pero que considera ya no le
pertenece; justo respecto de la prole, que tiene por padre a Dios mismo y que el mismo Dios será quien se
encargue de cuidarla. Por una parte, san José ha pensado en repudiarla en secreto; por otra parte, María ha
concebido siendo esposa de José. He aquí la duda de José: ¿Puedo repudiar a la madre y al hijo, que es mío, dado
que lo ha concebido mi esposa?
Parece que san Mateo tenga cuenta de esta dificultad psicológica de san José, que es también la dificultad
jurídica de sus lectores. He aquí como la resuelve:
1. en primer lugar, confirma a san José, hijo de David, la concepción virginal del niño, que José tendrá que
llamar Jesús (Mt 1,20-22).
2. la cita del profeta Isaías sirve para justificar el oficio de san José en el nacimiento del Emmanuel.
3. la conclusión del relato (Mt 1,25) confirma la virginidad de María e insiste en la misión de José: lo llamó
Jesús.
La narración culmina afirmando la paternidad legal de José. La concepción virginal, si bien se entiende como el
hecho principal que motiva el relato, aquí no queda directamente revelada (cosa que sin embargo aparece en san
Lucas), sino simplemente confirmada, como signo.

San José: su misión
Si bien el Espíritu Santo es el autor de la concepción virginal, san José tiene una misión que cumplir, pues ha
sido escogido por Dios para ser el padre del Niño, de modo que tiene que tener consigo también a la Madre de
Dios.
Así es como Jesús es hijo de David, porque lo es José, su padre legal, tal como lo llama el ángel: José, hijo de
David. En razón de este título recibe José el encargo de tener como suyos a María y a su hijo. José no cuenta
nada en la concepción del Niño, pero juega un papel decisivo en la descendencia legal. Del mismo modo que
María ha obedecido para concebir al Hijo de Dios, también José obedece para llegar a ser padre.
Si san José ha temido tomar consigo a María no ha sido por una razón profana. José reacciona como los “justos”
en la Biblia ante la intervención de Dios en su propia historia: como Moisés, que se descalza; como Isaías, que
balbucea; como Isabel, que se maravilla; como el centurión de Cafarnaúm, que se humilla; como Pedro, que pide
al Señor que se aleje de él, porque es un pecador. Así también san José se retira, y piensa hacerlo de manera
sumamente delicada ante la justicia de Dios para no comprometer el “misterio” de María.
Cuando el ser humano, en este caso san José, ha hecho lo posible, corresponde a Dios intervenir en nuestra
historia. José recibe la orden de ser puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y de acoger, en nombre de
Israel, al Mediador de la nueva y definitiva Alianza.
San José, esposo de la Virgen María y padre de Jesús, Hijo de Dios, “hombre justo”, que creyó contra toda
esperanza, llega a ser, como Abrahán, modelo para los creyentes, precisamente a través de su actitud operante y
su total disponibilidad al misterioso plan de Dios. Su ejemplo vale para nosotros, siempre dispuestos a cumplir la
voluntad del Padre del cielo, no tanto porque nos hable un ángel del Señor, sino más bien porque para nosotros
resuenan las palabras del mismo Señor, que nos dice: A vosotros os llamo amigos (Jn 15,15). Poco antes de estas
palabras el Señor había dicho: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando (Jn 15,14). Todos sabemos
muy bien lo que el Señor nos manda: que nos amemos unos a otros como él nos ha amado (Jn 15,12).
Celebrando la Eucaristía es esto lo que intentamos hacer en comunión con Jesucristo: dejar de lado nuestro
famoso “yo” para dedicarnos al servicio de los demás, y para hacerlo de tal manera que nuestra mano izquierda
no sepa lo que hace la derecha (Mt 6,3). La Eucaristía es el sacramento del amor de Jesucristo, porque nadie
tiene amor mayor que este de dar la vida por sus amigos (Jn 15,13). De esta manera llegamos a ser amigos de
Dios-Trinidad y testimonio creíble de su amor y su misericordia para con todos.
Que la Santisima Virgen María y san José intercedan por nosotros a lo largo del camino de la vida, hasta que
llegue el momento de dejar este mundo y, por la misericordia de Dios, entrar en el reino del cielo.
Si miramos la relación que tiene José con toda la Iglesia, ¿no es este el hombre especialmente elegido, por el
cual y bajo el cual Cristo fue introducido en el mundo de un modo regular y honesto? Por tanto, si toda la Iglesia
está en deuda con la Virgen Madre, ya que por medio de ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a san
José, después de ella, una especial gratitud y reverencia. El, en efecto, cierra el antiguo Testamento, ya que en él
la dignidad patriarcal y profética alcanza el fruto prometido. Además, él es el único que se poseyó corporalmente
lo que la condescendencia divina había prometido a los patriarcas y a los profetas. De los sermones de san
Bernardino de Siena, Presbítero (Sermón 2, sobre san José: Opera 7, 16. 27.30).
Pero la vocación de custodiar no solo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que
antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la
creación, como como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener
respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar la gente, el preocuparse
por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a
menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. (Papa Francisco).
No quiero que pase la fiesta del querido san José sin recordarles nuestro dulce deber de honrarlo, que les deseo
resulte una dulce necesidad, porque lo ha honrado el Padre Celestial, lo ha honrado Jesús, lo ha honorado María
y porque tendremos necesidad de Él. Que el fiel san José nos custodie en el silencio, en la humildad, en la
perfecta obediencia a las grandes y pequeñas disposiciones de Dios. (Madre María Oliva B).
Oración Colecta
Dios omnipotente, que encomendaste las primicias de los misterios de la humana salvación a la fiel custodia de
San José, te pedimos que concedas a tu Iglesia, por su intercesión, que los conserve y los lleve a plenitud. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo….
Apéndice
I. José, esposo virginal de la madre de Dios (Discursos I y II)
Para Verthamont, que en este particular sigue a San Pedro Damiano, doctor de la Iglesia, la virginidad de san
José es una verdad de las que “hay que incluir entre las que son de fe” (D.I, 89). Nuestro amor refuerza esta
sentencia a la luz de un comentario bíblico de santo Tomás de Aquino: en su lectura del capítulo primero de la
carta a los Gálatas, el aquinatense, de forma indirecta acentúa: “Si el Señor quiso confiar la custodia de su madre
virgen solo a un discípulo virgen (jn 19, 26), no es posible sostener que su esposo no fuera virgen” (edición
Marietti, párrafo 48).
El mismo Dios ha dado a San José una mujer prudente, piensa Verthamont a la luz del libro de los Proverbios:
“El Espíritu Santo nos asegura que os padres de un hijo pueden muy bien darle como dote cuando lo quieren
casar una casa hermosa, grandes riquezas, pero solamente Dios puede proporcionarle una mujer prudente y
virtuosa; el texto griego añade una palabra (harmozete) que expresa grandes realidades y que significa que
únicamente Dios es capaz de acomodar las inclinaciones de un esposo y de una esposa, de regular sus humores,
de suerte que de sus palabras y sus acciones se forme una especie de armonía” (Pr 19, 14; DI, 14).
De la misma manera, según Verthamont, parece que el espíritu Santo haya hecho pronunciar esta profecía
salomónica a favor de san José: “Se dará al hombre de bien una mujer virtuosa para recompensar la santidad de
sus acciones” (Si 26, 3; D I, 26). Sí, comenta nuestro autor, se dará al incomparable san José una buena esposa,
que será el fruto de la inocencia de su vida”. Precisa algo más adelante (p.27): “La Trinidad destina al justo
perfecto, cual fue san José, una esposa virtuosa como recompensa por la santidad de los primeros años años de
su vida: san José, por tanto, y por leyes de e4stricta justicia, ha merecido ser esposo de María”.
El libro hace acompañar esta consideración con un pensamiento que la simboliza a la perfección: “de la misma
manera que entre los judíos los jóvenes comparaban a las doncellas con las que deseaban casarse”; al igual “que
Jesús ha adquirido a la Iglesia su esposa por la efusión de toda su sangre, Dios quiso que san José se sometiera a
esta práctica; en el lugar del texto ordinario en que leemos “habiendo sido María, su madre, desposada con José,
en el Siríaco encontramos: ‘María, su Madre, habiendo sido comprada por José’. De esta suerte era necesario que
José se despojase de todos sus bienes para pagar esta perla infinitamente preciosa”, la virgen María (D I, 27; Mt
1, 18; cf. Gm 34; I R 8), y añade Verthamont: ha pagado por adelantado a Dios con todas sus virtudes heroicas;
ha dado el tesoro de su humildad, los frutos de su justicia, la inmensidad de su caridad, las prerrogativas de su
pobreza, el esplendor y las hermosuras de su perfecta virginidad” (D I, 28).
Para Verthamont, el matrimonio virginal de María y de José ha sido fecundado no solamente por el nacimiento
virginal de Jesús sino también “por estos grandes santos que han conservado la virginidad en su matrimonio y
que son los frutos de la casta alianza de José y de María”. Porque dice, “esta gloriosa raza de esposos castos, que
comienza con el padre y la madre de Jesús, florecerá hasta la consumación de los siglos y servirá al mismo
tiempo como a la Iglesia de hermoso ornamento” (D II, 97).
Cuando escribimos estas páginas puede pensarse que un punto de vista como éste no ha perdido actualidad. Más
bien al contrario. La Iglesia siempre admitió la licitud de estos matrimonios excepcionales, sacramentales y no
consumados. Jacques Maritain nos dice haber sido testigo en bastantes celebraciones matrimoniales de este
estilo. Y sabemos que son muchas las parejas que hoy día, teniendo como telón de fondo el matrimonio virginal
de María y José, practican la continencia periódica, renunciando en su espíritu de oración y por amor de Dios a
placeres legítimos, de forma especial en el horizonte de la procreación responsable y deseosa de racionalizar en
la práctica el mandamiento divino del creced y multiplicaos” (Gn 1, 28). Incluso hay quien en la actualidad
propone esta práctica por espíritu de reparación de los abortos que son fruto de una sensualidad irracional.
Citemos a este propósito el folleto publicado en 1991 por el editor D.D. Morin con el título “Aborto, la ofensa a
dios” (Bouére, Francia, 61 pp.)
Del Padre José de Verthamont, jesuita francés (1637-1724)
Octavario de San José. Con sus virtudes y sus privilegios.
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