INTRODUCCIÓN AL SEMINARIO DE EDUCACIÓN GLOBAL 1 En los años ’70, se produjo una corriente innovadora en los programas de AFS, tanto a nivel de AFS Internacional como en la entonces naciente EFIL (federación europea para el aprendizaje intercultural). Los programas de AFS tenían hasta entonces un contenido educativo muy especial, no solamente porque estaban dirigidos a estudiantes que tendrían que pasar un año escolar asistiendo a clase en un instituto de educación secundaria en otro país, sino porque a través de la experiencia tenían que madurar a través de la experiencia de convivir con culturas diferentes, en otra familia, con otro idioma, con otros valores, etc. Los voluntarios de AFS de entonces detectaron que había una serie de situaciones, en forma de roces o conflictos interculturales, que se repetían con frecuencia, independientemente de la nacionalidad de procedencia del estudiante y del país en que se encontraran residiendo durante su experiencia con AFS. Los voluntarios de AFS Intercultura llevaban a cabo lo que denominaban “orientaciones”, es decir, reuniones de estudiantes adolescentes que iban a participar o estaban participando en una experiencia intercultural de 11 meses de duración en otro país. Estas orientaciones de estudiantes solían ser el germen de amistades muy duraderas, porque se daba la paradoja de que independientemente de la nacionalidad o de la procedencia socioeconómica o cultural de los participantes, todos se sentían identificados por problemas similares: los miedos e incertidumbres antes de partir; los conflictos de comunicación y adaptación cultural a la llegada al nuevo país; el desconocimiento del medio, de la cultura, del sentido del humor; la falta de amistades; la necesidad de expresar sentimientos y frustraciones que los habitantes de la cultura anfitriona no alcanzaban a entender: los miedos o inseguridades que provoca la primera vez que uno tiene que hacer algo como, por ejemplo, tomar un autobús. Normalmente, en un primer momento, se echaba la culpa de todas las desgracias al país anfitrión, sin reflexionar sobre el proceso de adaptación a una cultura diferente. Pero se necesitaba algo más. Es entonces cuando apareció el término “educación intercultural” y surgieron muchas iniciativas a nivel local, nacional y supranacional, para aportar un componente educativo teórico-práctico que permitiera que las experiencias que estaban viviendo los estudiantes contribuyeran a desarrollar al máximo sus habilidades personales y sacar conclusiones positivas de los procesos que estaban viviendo. En España, se desarrolla en el año 1984 el Manual de Orientación, basado en un proceso de formación de los futuros participantes en programas de intercambio. Este proceso debía facilitarles no solamente las pistas de lo que podría ser su futura experiencia intercultural, sino también la reflexión sobre los procesos de adaptación que iban a vivir próximamente. Se decidió recopilar toda una serie de actividades participativas e interactivas que ya se venían realizando en diferentes países, para que estas jornadas de orientación no fueran charlas teóricas, sino actividades prácticas y vivenciales (juegos de situación, simulaciones, situaciones imaginadas, etc.) que les situaran ante la necesidad de intervención directa por su parte. El proceso constaba de uno o dos fines de semana de convivencia entre grupos de 20 a 25 jóvenes de una misma comunidad autónoma, aunque de procedencia socioeconómica diversa, que habían sido seleccionados para participar en un programa de curso anual de AFS en el extranjero. 1 Salvador Muñoz Martínez, voluntario y miembro de la Junta Directiva de AFS-Intercultura. Jornada inaugural del Seminario de Educación Global. Madrid, mayo de 1999 Gracias al Seminario de Montreal de 1984, todos los países de AFS se comprometieron a respetar unos estándares mínimos en los procesos de selección y orientación de participantes, entre los que se incluía hacer una rigurosa selección de los futuros participantes, ofrecerles el curso de orientación previo a la partida, apoyarles con reuniones y actividades de orientación y apoyo (incluidas tutorías) durante su estancia y, como no, brindarles la posibilidad de tener una “reorientación” al regreso a su país de origen tras la experiencia en el extranjero, que les permitiera analizar y reflexionar sobre las situaciones, conflictivas en muchos casos, que se encontraban a su regreso al país de origen tras un año de madurez y de experiencias vitales tan distintas a las que habían vivido sus familiares y amigos que durante ese año siguieron viviendo en el mismo lugar en el que habían vivido siempre. Dentro de la orientación previa a la salida, se establecieron unos mínimos que debían cubrirse en todas las comunidades. El proceso debía comenzar por una identificación sociocultural. Queríamos que las personas que iban a representar a un país o a una comunidad determinada en otras tierras fueran capaces de identificar cuáles eran sus valores personales y los valores del medio en el que se habían desarrollado sus primeros 15 o 16 años de vida. En segundo lugar, se pretendía, también a través de juegos y actividades de rol, que los estudiantes fueran conscientes del determinismo cultural, cómo el hecho de haber nacido en una familia determinada, en un lugar determinado, con unas costumbres y un idioma determinados, habían conformado su forma de pensar y de actual. La siguiente fase era la de conseguir que los estudiantes vivieran la relatividad cultural, que fueran conscientes que los valores que son importantes en una cultura no lo son tanto (o se desconocen) en otros lugares, donde las prioridades son distintas y donde los valores culturales vienen muchas veces determinados por el medio en el que se vive. Era importante que se concienciaran sobre la importancia de respetar los valores ajenos sin perder la cultura propia, fomentando el respeto, la tolerancia, la apreciación de las formas de vida ajenas, y que fueran conscientes de que en otros lugares las personas, las cosas y las situaciones no son mejores ni peores, simplemente son diferentes, y que apreciando esas diferencias podremos llegar a apreciar y conocer mejor nuestra propia cultura. Esa es la paradoja de las experiencias interculturales, que uno tiene que irse lejos de su casa y de su país y entrar en contacto con gente extraña para aprender a valorar lo propio, haciendo bueno el refrán de que nunca valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. También se procuraba que los participantes fueran conscientes de la existencia generalizada de prejuicios, que todos los tenemos porque hemos desarrollado unos modelos de comportamiento y pensamiento propios que pueden conducir a prejuicios sobre comportamientos y actitudes ajenas. Se informaba a los jóvenes sobre el proceso de adaptación a una cultura diferente, mostrándoles que el proceso tiene altibajos, momentos dulces y amargos, que es un proceso lento y en el que el aprendizaje del idioma tiene un papel importante, pero no exclusivo, sino que hay que saber conjugar la ecuación resultante del aprendizaje del idioma con el conocimiento de la nueva cultura. Para ello se les proponía informarse previamente del futuro país anfitrión, pero se les pedía una preparación previa sobre su propia cultura, pues la paradoja de conocer mejor su propio país vendría también motivada por el interés de otros, de las nuevas personas que iban a conocer, sobre su lugar de procedencia. El programa de intercambio no es solamente dar, sino también recibir. Este proceso se complementaba con las orientaciones y tutorías que cada país anfitrión aportaba a los estudiantes extranjeros que llegaban a pasar el curso a su país, y con la reorientación ya mencionada cuando se terminaba el programa de AFS en el extranjero. El éxito de estos procesos y sus evaluaciones nos llevaron a pensar que esta actividad no era solamente válida para los participantes en los programas de AFS, sino que era perfectamente aplicable en las escuelas, que todos los jóvenes podrían aprender a ser mejores ciudadanos, más globales, sin salir de su localidad. Es en ese momento (principios de los ’90) cuando aparece el Programa de Educación Global, en un momento en que los problemas de nacionalismos exacerbados, racismo, xenofobia, violencia e intolerancia se muestran cada vez con más virulencia, no sólo en la sociedad española, sino en todo el mundo. Un grupo de profesores voluntarios españoles comienza a trabajar en el Programa de Educación Global y crea el Manual, que ha sido traducido a varios idiomas y que ha constituido una herramienta de considerable valor para los profesores que lo han venido utilizando. No quería terminar sin plantear algo que se ha ido complicando con el paso de los años dentro de AFS-Intercultura: qué hacemos, cuál es nuestra misión. Ahora que tienen más popularidad las ONGs, AFS Intercultura tiene menos voluntarios y menos fondos. Por ello quiero reivindicar el papel de AFS, pues aunque las ONGs “de acción” (las de primera línea de combate, las que actúan preferentemente ante el hambre, la sed, la sangre, la enfermedad, la orfandad o las decisiones injustas, las que Manolo García define como las ONG “de tiritas”, por su labor de cura inmediata), tienen cada día más voluntarios, parece que AFS-Intercultura no tiene cabida en esa maraña de siglas sin fronteras. Pero AFS-Intercultura tiene también una misión, que no es la de curar, a pesar de nuestro pasado camillero y de conductores de ambulancias: nuestra misión es la de prevenir. Para los pocos voluntarios de AFS-INTERCULTURA que colaboran en hacer este mundo más habitable, una de las dificultades mayores es la de justificar su labor voluntaria ante su familia, amigos y comunidad, en lugar de hacerlo para Cruz Roja o Ayuda en Acción. Hace años, además de que no aparecían anuncios de ONGs en la tele cada dos por tres, la mayor parte de los voluntarios de AFS procedían de sus propios programas, de su auto promoción: eran jóvenes que, en su inmensa mayoría, habían participado en un programa de AFS y querían seguir colaborando con la organización, bien por agradecimiento a la beca concedida o a la magnífica experiencia vivida, bien porque les servía de excusa para entrar en contacto con personas que tenían también inquietudes interculturales (es decir: internacionales, globales, sociales, culturales, educativas, etc.). Se utilizaba un vocabulario extraño, que marginaba sin querer a los que no habían vivido la experiencia intercultural y querían conocerla: “¿de qué año eres?”, “mi familia americana era mormona”, “mi comité era muy estricto”, etc. Ese vocabulario canalla (además de innumerables anglicismos y demás barbarismos que hemos utilizado en esta organización) formaba una barrera permanente a que la organización se abriera al mundo de los no participantes en programas. Hasta mediados de los años ’80, AFS ofrecía pocos programas y tenía pocas plazas. Los empresarios todavía no habían identificado que el negocio de los idiomas era un pastel aún no comercializado (las estancias largas en el extranjero, preferentemente en EE.UU., asistiendo a una escuela pública, para dominar un idioma). Hasta aquellos años, ser voluntario tenía el valor añadido de la temida “selección”. ¿Qué era eso? Fácil: hasta la segunda mitad de la década de los ’80, AFS no tenía competencia, y las pocas personas que en España querían irse un año a estudiar a otro país eran diez veces más que las plazas que AFS podía ofertar, razón por la que (además de para asegurar la “calidad” de los participantes en los programas) se realizaba la selección, fuente de discusiones eternas entre diferentes voluntarios de todas las generaciones habidas. Se ponía en manos de jóvenes de 19-23 años (edad media de los voluntarios) la decisión de quiénes de los cientos de candidatos iban a ser seleccionados. Era un poder inmenso en manos de jóvenes ilusionados. Ahora los tiempos han cambiado. Apenas hay candidatos para cubrir las plazas que ofertamos. La diversificación de países en nuestra oferta de programas de envío (Asia, Iberoamérica, Hemisferio Sur –con el curso escolar comenzando en febrero o marzo-, etc.) y la diversidad de programas (ya no sólo para estudiantes: también para profesores, voluntarios, familias, etc.) no fue tan efectiva como idealista era la idea. La organización que había permitido la diversificación socioeconómica de los participantes en un programa de año aparentemente tan elitista, no era capaz de diversificar destinos, de convencer a las familias de pocos recursos que pasar un año en Venezuela o en Tailandia era tan beneficioso e intercultural como pasar un año en Idaho o en Montana. Pero ahora AFS tiene también un Programa importante que ofrecer a la sociedad a través de los educadores, este Programa de Educación Global ofrece una herramienta al profesorado para poder llevar a la práctica en el aula la educación intercultural de manera transversal. Para AFS Intercultura este seminario tiene mucha importancia, pues abre nuestra asociación al servicio del profesorado. También se pretende compartir experiencias y aprender de los demás y, sobre todo, ayudar a los voluntarios a que puedan dar sentido a lo que dicen y a lo que hacen sintiéndose parte de una misión de la que también forma parte AFS-Intercultura: colaborar en hacer un mundo más justo, respetuoso y solidario, concienciando a los ciudadanos, a través de la educación intercultural y la presencia transversal del PEG en las escuelas, con la esperanza de contribuir a la creación de un mundo más tolerante y solidario y de que algún día las ONGs de “tiritas” no tengan motivos para seguir existiendo.