Caso de Ramon Sampedro

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NOTA: EN CASO DE REPRODUCCION TOTAL O PARCIAL DEL PRESENTE ARTÍCULO,
SE DEBE CITAR LA FUENTE BIBLIOGRÁFICA DE LA SIGUIENTE MANERA:
(http://www.bioeticaclinica.com.ar) Autor, año, lugar. Título del artículo. Nombre de la
publicación (las referencias de libro o revista que figuren).
TEMA SUICIDIO ASISTIDO
Ramón Sampedro por Losoviz
¿Qué derechos tienen los que eligen morir?
Nota publicada en la sección de INTRAMED: “Nuestros lectores opinan”
http://www.intramed.net.ar
por Dra. Alicia Losoviz ( * )
Con mucho interés he visto la bella película Mar Adentro estrenada hace poco en Argentina y he leído muy atentamente
el interesante libro Cartas desde el Infierno (Planeta), en el que Ramón Sampedro publicó sus escritos, hace ya siete
años. Es difícil dejar de conmoverse o de involucrarse en el tema central propuesto por Ramón Sampedro: “derecho
de elegir la propia muerte”.
Ante la invitación de Intramed a introducirnos al debate he redactado algunas notas sobre la situación del paciente y
para luego establecer algunos comentarios míos, en una segunda parte.
SITUACION
Nacido el 5 de enero de 1943, Ramón Sampedro era un joven que pleno de libido, energía y esperanzas disfrutaba de
su amada libertad. A los 19 años como mecánico de barcos dió la vuelta al mundo conociendo la vida, los amaneceres y
el amor de mujeres.
Pero un accidente sufrido el 23 de agosto de 1968, lo dejó tetrapléjico a sus 25 años de edad, en un desliz impensable
para él. “Había mar de fondo. Hacía resaca en la costa. Estaba de pie al borde del pozo natural que formaban las rocas
de la playa. Ensimismado, pensaba en el compromiso de la noche. La chica me iba a presentar a sus padres. Creo que
me estaba entrando el temor a la idea del compromiso matrimonial. Sin saber cómo me ví cayendo hacia el agua. No
me había lanzado voluntariamente”.
En otro lugar del libro amplía que “el día que me tiré al mar – más bien me caí- estaba pensando, precisamente en el
otro amor, en uno que había durado 22 días justo. Ella tenía 18 años y yo 24. Hacía casi un año, en un pequeño puerto
de Fortaleza (Brasil). Comparaba aquel amor de marinero, loco, libre, si ningún prejuicio moral, con éste de ahora,
honesto y atemorizado por perder el virgo y pensaba en que si tenía que cenar en compañía de su familia aquella
noche. Si te digo la verdad, tenía dudas sobre si dejar plantada la formal cena de compromiso, esposa y cadenas, y
largarme al Brasil donde las putas no cobraban tarifa”.
Son relatos de Ramón quien previo a caer y quebrar su columna vertebral en C7, se hallaba ensimismado en
pensamientos plenos de instintos, deseos, prohibiciones y prejuicios; carenciado de aquella conciencia activa con la
cual fundamentará luego, su firme posición de querer matarse.
“Uno quiere levantarse…y tomas conciencia de que eso nunca jamás podrá ser”. “¿Qué son dos metros? Es poder ir
hasta ti y tocarte. Es una quimera, es un sueño”.Su preciada libertad desaparece, al quedar su alma atrapada en
particular cárcel: “cadáver, del cuello para abajo y con una cabeza sensible y racional para arriba” y con una
inmovilidad eterna que le impiden cubrir esas distancias tan mínimas para cualquier persona sana, como desplazarse…
sentir con la piel…
Sin ninguna posibilidad de fuga de la prisión de su cuerpo “atrofiado y muerto”, Ramón Sampedro no puede huir de sí
mismo, ni tampoco logra adaptarse mentalmente a la decepción de su coartado proyecto de vida.
Dada su incapacidad física debe depender del esfuerzo de otros, para sobrevivir. Rechaza la silla de ruedas pues
“Aceptar la silla es aceptar la apariencia de persona, cuando no se es más que una cabeza”. Su intolerancia psíquica y
singular concepto de dignidad le ocasionan una profunda humillación, con un nivel de sufrimiento del cual dice no
poder liberarse. También expresa que “¿De qué sirve que se conserven en la memoria intactos todos los sentimientos,
fantasías y pasiones intrínsecas a todo ser humano, si sólo sirven para atormentarme con deseos que jamás se podrán
realizar?”
Así instala su morada en el infierno. Infierno por no poder agradecer con una caricia de su mano o no poder expresar
el amor a una mujer como desearía. Y plantea que como no es posible regresar atrás, dice que sólo le queda terminar
una existencia que no encaja dentro de las leyes de su razón, con una finalidad: evitar el dolor. “Cualquier ser humano
adulto tiene responsabilidad y autoridad para obrar en conciencia sobre su sufrimiento personal. La eutanasia
voluntaria es una forma de ayudarse a uno mismo, de caridad o dignidad bien entendida”.
Dada su imposibilidad de llevar a cabo por sí mismo el acto de su muerte racional, voluntaria y libre, Ramón Sampedro
recurrió en abril de 1993 a la justicia española para que ésta le respondiese sobre la persona que le prestase ayuda en
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colaborar con él, no sería sancionada judicialmente. “Lo único que tienen que juzgar aquellos que le niegan a la
persona el derecho de ser dueña y soberana absoluta de su propio cuerpo, de su vida y su muerte, es si el acto de
terminar su vida, libre y voluntariamente, atenta contra algún derecho o libertad de otra persona. Eso sería dignificar al
ser humano”. “Yo no demando la legalización de la eutanasia, sino un derecho y una libertad personales….”
Haciéndose único responsable de sus actos, el 12 de enero de 1998 decidió poner fin a su vida de la forma en que él la
consideró más digna y racional, documentando su muerte mediante una cámara de video.
COMENTARIO
Ramón Sampedro era un enfermo tetrapléjico irreversible para las condiciones de conocimiento científico de dicha
época, que había venido soportando las secuelas físicas de su accidente, con un profundo dolor psíquico. No era un
paciente terminal. Las articulaciones médico-legales no siempre pueden dar respuestas satisfactorias a las intangibles
dimensiones del padecimiento psico-existencial de una persona.
Cuando Ramón Sampedro sufrió el accidente, no tenía la intención conciente de autoagredirse. De su relato se infiere
que al momento de zambullirse en el mar, sus pensamientos estaban ocupados por el conflicto de cumplir la
formalidad de presentación ante los padres de su novia, en contraste con el recuerdo de aquella otra joven muchacha
con la cual estuvo vinculado amorosamente y sin ningún tipo de formalidades.
Fue muy elevado el precio que sufrió por haberse arrojado a las aguas sumido en la intensidad de sus conflictivas
ambivalencias vinculadas a prohibiciones y deseos, sobre sexualidad y futuro, sin tomar las precauciones habituales: el
costo de una irreversible tetraplejía que entre otras consecuencias, produjo la anulación de sus aptitudes sexuales. El
dialecto de la castración genera múltiples efectos...
Alguien como Ramón, que hasta rechaza la silla de ruedas para mejorar su incapacidad motriz, ¿cómo elabora en el
plano emocional, la pérdida de la posibilidad de amar-ser amado? Las descripciones poéticas que sobre el deseo y el
amor ilustran sus poemas en su libro Cartas desde el infierno, Planeta (2005) y tan bellamente reflejadas en la película
titulada Mar Adentro estrenada en España el 3 de septiembre de 2004 y dirigida por Alejandro Amenábar, dan cuenta
de las pasiones que albergaba en su condición narcisista herida e influyendo posiblemente hasta anular, su instinto de
vida. Se reabre el debate sobre el derecho a elegir la propia muerte.
El suicidio desde la teoría psicoanalítica es una violencia en la que se combinan en la misma persona, un asesino y un
asesinado; lo cual puede suceder cuando los impulsos autodestructivos exceden los constructivos, ante pulsiones
neuróticas en conflicto. Suicidio que alude a la existencia de motivaciones inconscientes que expresan la tendencia a
la destrucción; en fantasías como evasión, escapar, dormir, renacer a nuevas vida, liberación, dicha, paz eterna,
control hostil, omnipotencia, venganza, castigo, reunión con seres amados, conmover a otros, rehabilitación de
prestigio y honor, aniquilación. Ramón Sampedro plantea su derecho de morir como parte del deseo de la reacción
narcisista de no sufrir; como un renacer en búsqueda de otro equilibrio, a fin de superar el dolor y el miedo. Como la
flor de Narciso que describen los mitos, en recuerdo de aquel que murió abrazado a su imagen.
Por otra parte, la presencia de ciertos rasgos de carácter como tenacidad, ambición, internalización de pautas
culturales e ideales de vida, pueden ser factores que unidos a la intensa decepción por la enfermedad terrible, impidan
los duelos psicológicos adecuados ante el trauma instaurado. Los sentimientos de ruina así construídos pueden
promover el acto suicida de una persona, de donde surge la pregunta derivada de las dramáticas circunstancias que le
tocaron vivir a Ramón Sampedro ¿cómo pueden haber influido en su irreductible posición de desear la muerte, sus
rasgos de carácter y planteos subjetivos entremezclados con planteos de conciencia moral?
FINALIZARÉ diciendo que el entrecruzamiento de los principios bioéticos de Autonomía, Beneficencia y No-
maleficencia disponen de conceptualizaciones multidisciplinares, a los que deben ser aportados los recursos del
Psicoanálisis y de la Salud mental en general, pues la conducta humana también está condicionada por factores que
van más allá de la dimensión de tangibilidad del cuerpo.
Por ello pienso que el debate sobre Eutanasia y Suicidio asistido orientado hacia los límites de la libertad de elección de
los individuos, deben contener dichos puntos de vista integradores, a fin de recrear verdaderamente el espíritu de la
Bioética.
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Dra. Alicia Losoviz
Miembro Didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina
Vicepresidente 3° de la Asociación Argentina de Bioética
Coordinadora General del Capítulo de Bioética y Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina (A.P.A.)
Directora del Curso de Bioética en Universidad CAECE- Centro de Estudios Biomédicos (Educación continua)
“TEMAS DE MUERTE DIGNA - Suspensión de Tratamientos, Medicina Paliativa, Eutanasia y Suicidio Asistido
(Enfoque Bioético – Marco Legal)”
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TE. (5411) 4825-4485
ailosoviz@intramed.net - Bs. Aires, 29 de marzo 2005
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