La Gran Ilusión La vida cotidiana en Villa Ocampo durante la Belle Époque Villa Ocampo organiza una gran exposición sobre el período de transición entre la Argentina del siglo XIX y la modernidad. Con la colaboración de especialistas en historia, arquitectura, decoración, moda, jardinería, vida cotidiana, ocio, gastronomía, tecnología y educación. Más que una exposición tradicional, la casa de Victoria Ocampo, construida en 1890, será el escenario en donde se recreará la vida diaria en esos años, con automóviles, vestimenta, gastronomía y vajilla, objetos personales, libros escolares y otros testimonios de la vida cotidiana en la Argentina de la Belle Époque. Villa Ocampo Elortondo y Pte. Uriburu Beccar, San Isidro 24 Octubre – 24 Noviembre de 2013 Horarios Miércoles a domingos de 12,30 a 19hs. Entrada Miércoles a viernes $20 Sábados, domingos y feriados $30 Institucional Organiza UNESCO Villa Ocampo Jorge Grandi, Director, Oficina regional de la UNESCOç Nicolás Helft, Director Ejecutivo, UNESCO Villa Ocampo Silvana Mazalán, Coordinadora General, UNESCO Villa Ocampo Curaduría Ernesto Montequin / Fabio Grementieri Con la colaboración de Bernardo Lozier Almazán – Historia de San Isidro Roberto L. Elissalde – Gastronomía Sonia Berjman, Eduado Ottaviani – Paisajismo Andrés Levinson – Cine Producción general Maximiliano Maito Asesoramiento creativo Eugenio Ottolenghi Prensa y Comunicación Juan Pablo Correa Diseño Bernarda Ghio Entre 1890 y 1913, Europa creyó vivir en el mejor de los mundos posibles. La ausencia de guerras, la sostenida prosperidad económica, la paz imperial impuesta por Gran Bretaña, Rusia o Austria-Hungría y la fe en el progreso científico justificaban el optimismo de una sociedad que parecía empeñada en rendir culto al bienestar en todas sus formas. La Argentina no fue ajena a esa bonanza que irradiaban París, Londres o Berlín. Mientras en las capitales europeas todo tendía a la calma, el lujo y la voluptuosidad, nuestro país ingresaba, luego de un siglo de luchas armadas internas y externas, en un breve período de estabilidad en el cual pudo consolidar su vocación republicana e inaugurar una inédita opulencia que descansaba en la exportación de sus granos y sus carnes. Con su permanencia en el poder ya asegurada, el patriciado que lo gobernaba se dedicó velozmente a distanciarse de su pasado colonial y a dotar a la flamante nación de todos los atributos de un Estado moderno. Así, Buenos Aires dejó de ser la gran aldea para renovar su fisonomía urbana y transformarse en una capital que aspiraba a medirse con sus pares europeas. Pero la construcción del Teatro Colón, de las avenidas panorámicas, del trazado de los bosques de Palermo también requería una transformación no menos profunda en los usos y costumbres de su clase dominante, que muy pronto dejó atrás la rusticidad criolla de sus orígenes para incorporar en su vida cotidiana los rasgos esenciales de una existencia cosmopolita. Construida entre 1889 y 1891 por Manuel Ocampo, un ingeniero que no se resignó a un destino de terrateniente, Villa Ocampo es la materialización misma de ese cambio radical de la alta sociedad porteña. Allí fue donde los Ocampo estrenaron, durante los largos veranos que pasaban en ella, su nuevo modo de concebir la arquitectura, la educación, el gusto, el ocio, los ritos sociales. En sus parques de diseño meticuloso y rincones agrestes; en sus habitaciones señoriales sobrecargadas de muebles y objetos comprados en Inglaterra o en Francia; en su biblioteca liberal y humanística, en sus cuartos de estudio o en sus funcionales dependencias de servicio se desarrolló un estilo de vida, desconocido hasta entonces, que combinaba tradiciones heredadas –la cocina criolla, por ejemplo— con las innovaciones tecnológicas de la época –la casa contaba con su propio generador eléctrico—, algunas de las cuales también eran recreativas, como el estereoscopio donde la familia miraba sus fotos en tres dimensiones. Pero en ese ambiente apacible no siempre reinaba el tiempo libre; era también un pequeño mundo sostenido por el trabajo diario de cocineros, criados y jardineros; de institutrices que impartían, con rigor marcial, clases de inglés, de francés, de geografía a las seis hermanas Ocampo, dos de las cuales, Victoria y Silvina, evocarían esas experiencias de infancia en textos memorables. La adquisición de bienes culturales tampoco estaba ausente de los requisitos de ese nuevo estilo de vida que tenía como eje la ilustración y el refinamiento social: en los viajes a París –con vacas y gallinas que daban leche y huevos frescos durante la travesía— se compraban libros, partituras y grabados, se asistía a conferencias y exposiciones de arte y los miembros de la familia se hacían retratar por pintores mundanos que pertenecían al círculo de Proust o de Henry James. Pero a la afición al arte se sumaba la incorporación de adelantos técnicos, como el teléfono o el automóvil, que introducían nuevas formas de sociabilidad y acercaban, bruscamente, la ciudad a los suburbios. Villa Ocampo fue testigo de esa transición no siempre visible en que una época cede su lugar a la siguiente y la vida cotidiana se transforma para siempre. Concebida como una exhibición integral que abarcará todos los espacios de la casa, La gran ilusión: la vida cotidiana en Villa Ocampo durante la Belle Époque no sólo se propone reconstruir el estilo de vida de una familia que dejó su huella en nuestra cultura, sino también iluminar un fragmento de la historia de aquel país lejano y ambicioso que la hizo posible.