XXIX Domingo del Tiempo Ordinario z AÑO C z Lc 18, 1-8 z Primera lectura z Ex 17, 8-13 z “Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel”. z Segunda lectura z 2Tm 3, 14-4, 2 z “El hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena”. z Salmo z 120 z “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”. z Evangelio z Lc 18, 1-8 z “Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan”. E n aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”». Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» S an Lucas da una importancia grande a las enseñanzas de Jesús sobre la oración. Hace unos domingos encontramos la enseñanza del Padrenuestro y poco antes la actitud de María de Betania, la gran oyente de Jesús que está a sus pies en actitud de plegaria. Hoy Jesús nos ofrece una de las características de la oración: perseverancia, sin desanimarse. Fruto esta de la fe, de la confianza. cristianas desde el comienzo. La parábola nos ofrece dos personajes antagónicos. El juez símbolo del poder y de la autoridad, la viuda símbolo de los indefensos, de los pobres. Con la parábola de hoy en la que una pobre viuda es constante en su petición al juez y al final es escuchada Jesús nos invita a rezar sin perder nunca la esperanza. La enseñanza de Jesús por medio de esta parábola nos indica que hemos de orar siempre sin perder nunca la esperanza. Podíamos preguntarnos. ¿Hay en nuestra vida momentos fijos de oración, individual y comunitaria? Los protagonistas son el juez injusto y la pobre viuda, pero en la parábola se pone el acento en el juez injusto que a pesar de no temer a Dios ni a los hombres ante la constancia de la pobre viuda, una de las personas más marginadas en su tiempo, de menos relevancia claudica y la escucha. La oración ha estado siempre presente en las comunidades La viuda representa hoy a los indefensos ante los podero- sos, a los que no tienen voz, a los marginados a los cuales Jesús les ofrece la Buena Nueva del Reino. El juez representa a Dios, con la añadidura de que en el caso de Dios se trata de un juez justo. En la parábola se escenifica el enfrentamiento entre la prepotencia e impo- tencia. Dios siempre escucha nuestras plegarias, Dios está atento a nuestros llantos. Pero al mismo tiempo la parábola nos indica que es imprescindible la fe para conseguir que nuestra oración sea constante. ¿Quién se interesa más que Dios por nuestras vidas? Es normal que acudamos a Él para descansar, para darle gracias para formularle nuestras peticiones. La oración es normal para todo aquel que tenga fe en Dios. Oración que ha de ser perseverante. Tal vez en nuestro tiempo en el que se vive “el tiempo es oro” pueda parecer para algunos que orar es perder el tiempo. Cuando a la hora de la verdad es la mejor manera de emplear nuestro tiempo. A la pregunta que le hace el periodista a Don Ricardo María Carles, arzobispo emérito de Barcelona, “¿Dedica un tiempo específico a rezar o todo en la vida es oración y ora mientras labora?”, el cardenal responde: “Después del Concilio caló durante bastante tiempo y aún hoy muchos siguen pensando así, eso de que todo es oración: el trabajo, la vida... No, en absoluto. Orar es tener conciencia de la presencia de Dios, de que tú amas a Dios. Si no guardamos un tiempo específico, corremos el riesgo de caer en el activismo y pasar del ‘todo es oración’ a no ver a Dios en ningún sitio. En nuestro tiempo, con tanto ruido ambiental, es muy necesario hacer silencio interior y cuidar los tiempos y espacios para la oración”. [Del libro “Entrevistas con doce obispos españoles”, de Isidro Catela, colección La esfera de los libros]. Me pongo en situación para orar. Le pido a Dios que me ilumine y conduzca mi oración. z Contemplo la escena de la parábola: el juez injusto y a la pobre viuda. Me fijo en la constancia de la pobre mujer, a pesar de la cerrazón del poderoso. ¿Actúo en ocasiones como la pobre viuda? z ¿Qué tiempo doy en mi vida a la oración? z ¿Pongo mi confianza en Dios? z Llamadas. Oro lo contemplado CÓMO ORAR SIEMPRE SIN DESANIMARSE Creo que todo depende de donde situamos el centro de nuestra vida. Si el centro es Dios, si Él es lo primero, si todo lo supedito a Él, seguro que mi oración, nuestra oración, será perseverante. or lo que nos dice la Palabra de Dios, así fue, Señor Jesús, tu oración: siempre perseverante. Parece ser que en el huerto de los olivos te pasaste toda la noche con la misma petición, con el “aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Si por el contrario vivo la vida centrada en mí mismo. Si pienso que todo depende de mí, si me apoyo sólo o prioritariamente en mi persona, o en los medios humanos... es fácil que mi oración sea ocasional. P Así hacías las veces que subías al monte a orar, o que te levantabas de madrugada para retirarte a un lugar solitario y hablar con Dios. ¡Cuántas veces le hablarías a Dios de tus Apóstoles, de las personas que contemplabas sufriendo a causa de la enfermedad o de los malos tratos! ¡Cuántas veces hablarías con Dios de los pecadores que te se acercaban para escucharte o de los fariseos que te ponían trampas! ¡Cuántas veces le comentarías con Dios el trato férreo de la colonización romana contra tu pueblo! ¡Cuántas veces le pedirías a Dios obreros para la mies! Señor Jesús, ayúdame a que mi oración sea perseverante; para ello ayúdame a que Tú seas lo más importante en mi vida, lo más importante en mi ministerio, lo más importante en mi trabajo apostólico. Gracias Señor Jesús por tu testimonio y sé paciente conmigo, con nosotros. Tu oración fue perseverante, porque sabías que Dios Padre te escuchaba, porque tenías confianza en Dios Padre. Eso es seguramente lo importante: la confianza en Dios Padre, el fiarnos de Dios Padre más que de nuestras cualidades. La perseverancia es una de las características que Tú nos indicas que ha de tener nuestra oración. Con esa perseverancia, Señor Jesús, nos indicas que nuestra oración ha de estar basada en la confianza en Dios. Es eso como mostramos lo importante que es Dios para nosotros. ¿Es perseverante mi oración? ¿Es perseverante nuestra oración? Ver z Juzgar z Actuar ondas “¿Con micro to?” o a fuego len VER E n la publicación religiosa DABAR (Nº 7 del 1 de enero de 2004), podíamos leer lo siguiente: “Algunos estudiosos de la sociedad actual dicen que vivimos en el tiempo del ‘microondas’: tenemos relaciones con los demás muy rápidas, muy intensas, pero también muy efímeras... Hemos perdido la capacidad de ‘cocer’ nuestra vida y nuestras relaciones de manera calmada, a fuego lento, como un buen guiso, despacito... para saborear así lo mejor de nuestra vida”. Esta técnica del microondas también la aplicamos a Dios. Es frecuente escuchar la queja: “Es que Dios no me hace caso cuando le pido”, quizá porque esperamos que nuestra petición tenga una respuesta rápida por parte de Dios, como cuando echamos una moneda en el lampadario y enseguida se enciende una vela. JUZGAR L a vida de fe es una vida de relación personal con el Dios que se nos ha revelado en Jesús, y como cualquier relación humana que merece la pena, necesita tiempo y no prisas, necesita aprender a respetar los “tiempos de cocción”, necesita perseverancia para poder “saborearla”... Es lo que Jesús ha indicado en el Evangelio: «Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar». Según el diccionario, el verbo “tardar” tiene dos acepciones: la primera “Emplear tiempo en hacer algo”, y la segunda “Emplear demasiado tiempo en hacer algo”. La diferencia es importante para nuestra relación con Dios, porque si sólo nos fijamos en la segunda acepción, el “tardar” de Dios lo identificaremos con “retraso”; mientras que si nos fijamos en la primera acepción, podemos entender que no es que Dios “se retrase” en atender lo que le pedimos, sino que está empleando el tiempo que necesita eso que le pedimos. La clave está en fiarnos de que Dios sabe el tiempo que necesitamos y necesitan nuestras peticiones. Por eso Jesús preguntaba al final: «Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» Jesús nos cuestiona si verdaderamente tenemos fe en Dios, si nos fiamos del tiempo de Dios, o queremos que Él se ajuste a nuestros tiempos y, si nos parece que no lo hace, dejamos de creer en Él, dejamos de tener fe en Él. Como decía san Pablo a Timoteo en la 2ª lectura: «Permanece en lo que has aprendido... sabiendo de quién lo aprendiste». Y uno de los pilares de nuestra fe en Dios es la Sagrada Escritura; en ella encontramos la pedagogía de Dios, su modo de actuar a lo largo de la Historia de la Salvación; en ella aprendemos a reconocer “los tiempos de Dios”, lo que Él “tarda” en llevar adelante su Plan, y cómo su Plan se va cumpliendo, insertándose en los acontecimientos del devenir histórico, como hemos escuchado en la 1ª lectura cuando «Moisés sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol y Josué derrotó a Amalec y a su tropa», sin forzarlos, pero haciendo que nuestro devenir histórico sea Historia de Salvación, sobrepasando las expectativas y los tiempos humanos. Por eso por la Sagrada Escritura aprendemos a fiarnos de Dios, a tener fe en Él, porque como decía san Pablo, «ella puede darte la sabiduría que por la fe en Cristo Jesús conduce a la salvación». ACTUAR M ¿ i relación con Dios es “con microondas” o “a fuego lento”? ¿Alguna vez me he quejado de que Dios no me escucha? ¿Soy capaz de aceptar el “tardar” de Dios? ¿Mantengo la fe aunque me parezca que “tarda” demasiado? ¿Qué lugar ocupa la Sagrada Escritura en mi vida de fe, en mi formación? La celebración de la Eucaristía es el momento cumbre de encuentro con el Señor, Él se hace realmente presente en la Sagrada Escritura que leemos, y en el Pan y el Vino consagrados. No vivamos este momento desde la perspectiva del microondas, buscando la mayor rapidez y que termine pronto. Participemos en este encuentro “a fuego lento”, sin prisas, para poder saborearlo. Dejémonos «enseñar, reprender, corregir, educar» por la Sagrada Escritura, presentemos al Señor nuestras peticiones con fe, y dejémonos llenar por su Cuerpo y Sangre. Disfrutemos de este Banquete “a fuego lento” para estar «perfectamente equipados para toda obra buena», y que su “gusto y sabor” nos acompañen el resto de la semana. Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º 28014 - Madrid www.accioncatolicageneral.es