Jovenes20101017XXIX

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XXIX Domingo del Tiempo Ordinario z AÑO C z Lc 18, 1-8
z
Primera lectura z Ex 17, 8-13 z “Mientras Moisés tenía
en alto la mano, vencía Israel”.
z
Segunda lectura z 2Tm 3, 14-4, 2 z “El hombre de Dios
estará perfectamente equipado para toda obra buena”.
z
Salmo z 120 z “El auxilio me viene del Señor, que hizo
el cielo y la tierra”.
z
Evangelio z Lc 18, 1-8 z “Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan”.
E
n aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin
desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
“Hazme justicia frente a mi adversario”.
Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como
esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya
a acabar pegándome en la cara”».
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le
gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les
hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del
hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
S
an Lucas da una importancia grande a las enseñanzas de Jesús sobre la oración.
Hace unos domingos encontramos la enseñanza del Padrenuestro y poco antes la actitud
de María de Betania, la gran
oyente de Jesús que está a sus
pies en actitud de plegaria.
Hoy Jesús nos ofrece una de
las características de la oración: perseverancia, sin desanimarse. Fruto esta de la fe,
de la confianza.
cristianas desde el comienzo.
La parábola nos ofrece dos
personajes antagónicos. El
juez símbolo del poder y de la
autoridad, la viuda símbolo de
los indefensos, de los pobres.
Con la parábola de hoy en la
que una pobre viuda es constante en su petición al juez y
al final es escuchada Jesús
nos invita a rezar sin perder
nunca la esperanza.
La enseñanza de Jesús por
medio de esta parábola nos
indica que hemos de orar
siempre sin perder nunca la
esperanza. Podíamos preguntarnos. ¿Hay en nuestra vida
momentos fijos de oración,
individual y comunitaria?
Los protagonistas son el juez
injusto y la pobre viuda, pero
en la parábola se pone el
acento en el juez injusto que a
pesar de no temer a Dios ni a
los hombres ante la constancia
de la pobre viuda, una de las
personas más marginadas en
su tiempo, de menos relevancia claudica y la escucha.
La oración ha estado siempre
presente en las comunidades
La viuda representa hoy a los
indefensos ante los podero-
sos, a los que no tienen voz,
a los marginados a los cuales
Jesús les ofrece la Buena
Nueva del Reino.
El juez representa a Dios, con
la añadidura de que en el
caso de Dios se trata de un
juez justo. En la parábola se
escenifica el enfrentamiento
entre la prepotencia e impo-
tencia. Dios siempre escucha nuestras plegarias, Dios está atento a nuestros llantos.
Pero al mismo tiempo la parábola nos indica
que es imprescindible la fe para conseguir que
nuestra oración sea constante. ¿Quién se interesa más que Dios por nuestras vidas?
Es normal que acudamos a Él para descansar,
para darle gracias para formularle nuestras peticiones. La oración es normal para todo aquel
que tenga fe en Dios. Oración que ha de ser
perseverante.
Tal vez en nuestro tiempo en el que se vive “el
tiempo es oro” pueda parecer para algunos que
orar es perder el tiempo. Cuando a la hora de la
verdad es la mejor manera de emplear nuestro
tiempo.
A
la pregunta que le hace el periodista a Don Ricardo María Carles, arzobispo emérito de Barcelona, “¿Dedica un tiempo específico a rezar o todo en la
vida es oración y ora mientras labora?”, el cardenal responde: “Después del
Concilio caló durante bastante tiempo y aún hoy muchos siguen pensando así,
eso de que todo es oración: el trabajo, la vida... No, en absoluto. Orar es tener conciencia de la presencia de Dios, de que tú amas a Dios. Si no guardamos un tiempo específico, corremos el riesgo de caer en el activismo y pasar
del ‘todo es oración’ a no ver a Dios en ningún sitio. En nuestro tiempo, con
tanto ruido ambiental, es muy necesario hacer silencio interior y cuidar los
tiempos y espacios para la oración”.
[Del libro “Entrevistas con doce obispos españoles”, de Isidro Catela, colección La esfera de los libros].
Me pongo en situación para orar. Le
pido a Dios que me ilumine y conduzca mi oración.
z Contemplo la escena de la parábola: el juez injusto y a la pobre viuda.
Me fijo en la constancia de la pobre
mujer, a pesar de la cerrazón del poderoso. ¿Actúo en ocasiones como la
pobre viuda?
z ¿Qué tiempo doy en mi vida a la
oración?
z ¿Pongo mi confianza en Dios?
z Llamadas.
Oro lo contemplado
CÓMO ORAR SIEMPRE
SIN DESANIMARSE
Creo que todo depende de donde situamos el centro
de nuestra vida. Si el centro es Dios, si Él es lo primero, si todo lo supedito a Él, seguro que mi oración,
nuestra oración, será perseverante.
or lo que nos dice la Palabra de Dios, así fue, Señor Jesús, tu oración: siempre perseverante. Parece ser que en el huerto de los olivos te pasaste toda
la noche con la misma petición, con el “aparta de mí
este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Si por el contrario vivo la vida centrada en mí mismo.
Si pienso que todo depende de mí, si me apoyo sólo
o prioritariamente en mi persona, o en los medios
humanos... es fácil que mi oración sea ocasional.
P
Así hacías las veces que subías al monte a orar, o que
te levantabas de madrugada para retirarte a un lugar
solitario y hablar con Dios.
¡Cuántas veces le hablarías a Dios de tus Apóstoles,
de las personas que contemplabas sufriendo a causa
de la enfermedad o de los malos tratos! ¡Cuántas veces hablarías con Dios de los pecadores que te se
acercaban para escucharte o de los fariseos que te
ponían trampas! ¡Cuántas veces le comentarías con
Dios el trato férreo de la colonización romana contra
tu pueblo! ¡Cuántas veces le pedirías a Dios obreros
para la mies!
Señor Jesús, ayúdame a que mi oración sea perseverante; para ello ayúdame a que Tú seas lo más importante en mi vida, lo más importante en mi ministerio,
lo más importante en mi trabajo apostólico.
Gracias Señor Jesús por tu testimonio y sé paciente
conmigo, con nosotros.
Tu oración fue perseverante, porque sabías que Dios
Padre te escuchaba, porque tenías confianza en Dios
Padre. Eso es seguramente lo importante: la confianza en Dios Padre, el fiarnos de Dios Padre más que
de nuestras cualidades. La perseverancia es una de
las características que Tú nos indicas que ha de tener
nuestra oración.
Con esa perseverancia, Señor Jesús, nos indicas que
nuestra oración ha de estar basada en la confianza en
Dios. Es eso como mostramos lo importante que es
Dios para nosotros. ¿Es perseverante mi oración? ¿Es
perseverante nuestra oración?
Ver z Juzgar z Actuar
ondas
“¿Con micro to?”
o a fuego len
VER
E
n la publicación religiosa DABAR (Nº 7 del 1 de enero de 2004), podíamos leer
lo siguiente: “Algunos estudiosos de la sociedad actual dicen que vivimos
en el tiempo del ‘microondas’: tenemos relaciones con los demás muy rápidas, muy
intensas, pero también muy efímeras... Hemos perdido la capacidad de ‘cocer’
nuestra vida y nuestras relaciones de manera calmada, a fuego lento, como un
buen guiso, despacito... para saborear así lo mejor de nuestra vida”. Esta técnica
del microondas también la aplicamos a Dios. Es frecuente escuchar la queja: “Es
que Dios no me hace caso cuando le pido”, quizá porque esperamos que nuestra
petición tenga una respuesta rápida por parte de Dios, como cuando echamos una
moneda en el lampadario y enseguida se enciende una vela.
JUZGAR
L
a vida de fe es una vida de relación personal con el Dios que se nos ha revelado en
Jesús, y como cualquier relación humana que merece la pena, necesita tiempo y no prisas, necesita aprender a respetar los “tiempos de cocción”, necesita perseverancia para poder “saborearla”... Es lo que Jesús ha
indicado en el Evangelio: «Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les
dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar».
Según el diccionario, el verbo “tardar” tiene dos
acepciones: la primera “Emplear tiempo en hacer
algo”, y la segunda “Emplear demasiado tiempo
en hacer algo”. La diferencia es importante para
nuestra relación con Dios, porque si sólo nos fijamos en la segunda acepción, el “tardar” de Dios
lo identificaremos con “retraso”; mientras que si
nos fijamos en la primera acepción, podemos entender que no es que Dios “se retrase” en atender
lo que le pedimos, sino que está empleando el
tiempo que necesita eso que le pedimos. La clave
está en fiarnos de que Dios sabe el tiempo que
necesitamos y necesitan nuestras peticiones. Por
eso Jesús preguntaba al final: «Pero cuando venga
el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» Jesús nos cuestiona si verdaderamente tenemos fe en Dios, si nos fiamos del tiempo de Dios,
o queremos que Él se ajuste a nuestros tiempos y,
si nos parece que no lo hace, dejamos de creer en
Él, dejamos de tener fe en Él.
Como decía san Pablo a Timoteo en la 2ª lectura:
«Permanece en lo que has aprendido... sabiendo
de quién lo aprendiste». Y uno de los pilares de
nuestra fe en Dios es la Sagrada Escritura; en ella
encontramos la pedagogía de Dios, su modo de
actuar a lo largo de la Historia de la Salvación; en
ella aprendemos a reconocer “los tiempos de
Dios”, lo que Él “tarda” en llevar adelante su Plan,
y cómo su Plan se va cumpliendo, insertándose en
los acontecimientos del devenir histórico, como
hemos escuchado en la 1ª lectura cuando «Moisés
sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol y
Josué derrotó a Amalec y a su tropa», sin forzarlos,
pero haciendo que nuestro devenir histórico sea
Historia de Salvación, sobrepasando las expectativas y los tiempos humanos. Por eso por la Sagrada
Escritura aprendemos a fiarnos de Dios, a tener fe
en Él, porque como decía san Pablo, «ella puede
darte la sabiduría que por la fe en Cristo Jesús
conduce a la salvación».
ACTUAR
M
¿
i relación con Dios es “con microondas”
o “a fuego lento”? ¿Alguna vez me he
quejado de que Dios no me escucha? ¿Soy capaz
de aceptar el “tardar” de Dios? ¿Mantengo la fe
aunque me parezca que “tarda” demasiado? ¿Qué
lugar ocupa la Sagrada Escritura en mi vida de fe,
en mi formación?
La celebración de la Eucaristía es el momento
cumbre de encuentro con el Señor, Él se hace realmente presente en la Sagrada Escritura que leemos, y en el Pan y el Vino consagrados. No vivamos este momento desde la perspectiva del microondas, buscando la mayor rapidez y que
termine pronto. Participemos en este encuentro
“a fuego lento”, sin prisas, para poder saborearlo.
Dejémonos «enseñar, reprender, corregir, educar»
por la Sagrada Escritura, presentemos al Señor
nuestras peticiones con fe, y dejémonos llenar
por su Cuerpo y Sangre. Disfrutemos de este Banquete “a fuego lento” para estar «perfectamente
equipados para toda obra buena», y que su “gusto
y sabor” nos acompañen el resto de la semana.
Acción Católica General
Alfonso XI, 4 5º
28014 - Madrid
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