PRESENTAN AMICUS CURIAE Excma. Corte Suprema: Alejandro Carrió, en su carácter de Presidente de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), Hernán Gullco y Roberto Saba, Director del Area Jurídica y Director Ejecutivo, respectivamente, de la mencionada asociación, constituyendo domicilio procesal en la sede de dicha entidad, ubicada en Pasaje Dr. Rodolfo Rivarola 193, Piso 1°, Departamento 4, de la Ciudad de Buenos Aires, en el expediente nº E 1/2003, caratulado “Editorial Río Negro S.A. c/ Neuquen, Pcia. de s/ Acción de Amparo”, que tramita ante V.E., venimos a presentar un “amicus curiae” en defensa del derecho a la libre expresión de la actora. 1. LEGITIMACIÓN DE LA ADC PARA REALIZAR ESTA PRESENTACIÓN La “Asociación por los Derechos Civiles” (ADC) es una entidad sin fines de lucro, con domicilio en la Ciudad de Buenos Aires, cuyo objetivo es la promoción de los derechos fundamentales de las personas en aquellas situaciones en que los mismos se vean amenazados, así como la defensa de los derechos básicos de las personas a través de los mecanismos legales previstos en el sistema constitucional, mediante actuaciones en el ámbito administrativo o judicial (conf. copia certificada del Estatuto de la Asociación que se adjunta a la presente como Anexo “A”). De allí surge claramente la potestad de la ADC para presentar este “amicus” en defensa del derecho a la libre expresión de la actora. 2. ADMISIBILIDAD DE ESTA PRESENTACIÓN Un memorial de “amicus curiae”, como el presente, ha sido definido como “...una presentación ante el tribunal donde tramita un litigio judicial de terceros ajenos a esa disputa que cuenten con un justificado interés en la resolución final del litigio, a fin de ofrecer opiniones consideradas de trascendencia para la sustanciación del proceso en torno a la materia controvertida...”1. Si bien dicho instituto no está previsto expresamente en la Ley 16.986, existen fuertes razones para receptarlo en los procesos regidos por dicha ley. Así, se ha dicho que “... La posibilidad de fundar decisiones judiciales en argumentos públicamente ponderados constituye un factor suplementario de legitimidad de la actuación del Poder Judicial. La presentación del amicus curiae apunta entonces a concretar una doble función: a) aportar al tribunal bajo cuyo examen se encuentra una disputa judicial de interés público argumentos u opiniones que puedan servir como elementos de juicio para que aquél tome una decisión ilustrada al respecto; y b) brindar carácter público a los argumentos empleados frente a una cuestión de interés general decidida por el Poder Judicial, identificando claramente la toma de posición de los grupos interesados, y sometiendo a la consideración general las razones que el tribunal tendrá en vista al adoptar y fundar su decisión...”2. Por tal razón, “... La falta de previsión normativa expresa puede decidirse a favor de la admisión de esta figura en tanto constituye un medio procedimental no prohibido de ejercicio de la libertad de expresión, del derecho a peticionar ante las autoridades, y de reforzamiento del principio republicano de gobierno...”3. Además, puede sostenerse que “... la presentación del amicus curiae no produce perjuicio contra ninguna de las partes del litigio, ni tiene entidad para retardar o Martín Abregú y Christian Courtis, “Perspectivas y posibilidales del amicus curiae en el derecho argentino”, transcripto en “La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales”, compilado por los nombrados, CELS, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1997, págs. 387 y ss. A menos que se indique lo contrario, todas las citas efectuadas en este capítulo se refieren a la obra citada. 2 Op. cit. pág. 388. 3 Op. cit.. pág. 390. 1 entorpecer el proceso. El presentante no reviste carácter de parte, su posibilidad de actuación procesal se reduce al agregado de la opinión que emita al expediente...”4. Debe tenerse en cuenta, asimismo, lo dispuesto por el art. 75 inc. 22 de la Constitución, que otorga jerarquía constitucional, entre otros, a la Convención Americana sobre Derechos Humanos y además la aceptación de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Así, el Reglamento de la Corte prevé, en su art. 44.3 la posibilidad de presentarse en calidad de amicus curiae ante dicho tribunal. En consecuencia, no es razonable prohibir dicho instituto ante los tribunales nacionales en los cuales -–como ocurre en autos- se discute la inteligencia de normas de la Convención Americana y autorizarlo en el procedimiento ante la Corte Interamericana ante la cual se discuten las mismas cuestiones de hecho y de derecho5. Esta institución ha sido incorporada a la reciente legislación federal. Así, en el art. 7 de la Ley nº 24.488, sobre inmunidad de jurisdicción de los Estados extranjeros ante los tribunales argentinos, se establece lo siguiente: “ “(e)n el caso de una demanda contra un Estado extranjero, el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto podrá expresar su opinión sobre algún aspecto de hecho o de derecho ante el tribunal interviniente, en su carácter de ‘amigo del tribunal’”. Por su parte, la Ley nº 402, de Procedimientos ante el Tribunal Superior de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, publicada el 17//2000, regula expresamente la institución del “amicus curiae” en su art. 22: “Cualquier persona, puede presentarse en el proceso en calidad de asistente oficioso, hasta diez (10) días antes de la fecha de celebración de la audiencia [ante el Tribunal Superior]. Su participación se limita a expresar una opinión fundamentada sobre el tema en debate. El/la juez/a de trámite agrega la presentación del asistente oficioso al expediente y queda a disposición de 4 5 Op. cit., pág. 391. Op. cit., pág. 392. quienes participen en la audiencia. El asistente oficioso no reviste calidad de parte ni puede asumir ninguno de los derechos procesales que corresponden a éstas. Las opiniones o sugerencias del asistente oficioso tienen por objeto ilustrar al Tribunal y no tienen ningún efecto vinculante con relación a éste. Su actuación no devengará honorarios judiciales. Todas las resoluciones del Tribunal son irrecurribles para el asistente oficioso. Agregada la presentación, el Tribunal Superior, si lo considera pertinente, puede citar al asistente oficioso a fin de que exponga su opinión en el acto de la audiencia, en forma previa a los alegatos de las partes”. Por su parte, la jurisprudencia de los tribunales federales ha autorizado la presentación de memoriales bajo la invocación del amicus curiae. Así, por ejemplo, en la causa caratulada “Hechos ocurridos en el ámbito de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)”, la Sala II de la Cámara Federal en lo Criminal y Correccional de la Capital, en pleno, resolvió6, en su decisión, del 18/5/1995, aceptar la presentación de Organizaciones No Gubernamentales en la causa en carácter de amicus curiae. Sintéticamente reseñados7, la Cámara fundó su decisión en los siguientes argumentos: - el papel de amicus curiae está reservado a organizaciones no gubernamentales que persigan un interés válido y genuino en la cuestión discutida en la causa y acrediten una especialización en el tema que allí se debate. - debe tratarse de casos de amplio interés público; - la intervención del amicus curiae se considera comprendida del art. 44 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en los Reglamentos de la Corte Interamericana y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos; 6 Sentencia publicada en E.D. 164-212. Para una reseña más amplia de este pronunciamiento y de otros sobre la misma cuestión, ver obra citada, pags. 396 y ss. 7 - la actuación del amicus curiae, limitado en principio a la esfera jurisdiccional supranacional, se ha extendido a ámbitos locales con favorable acogida (la Cámara citó el ejemplo de la jurisprudencia estadounidense). Finalmente corresponde señalar que, contrariamente a lo que se ha afirmado en algún fallo, el carácter de casos de “transcendencia pública” (que justificaría la procedencia del “amicus curiae”) no se limita a aquellos supuestos, como los de la causa “Esma”, en los que se investiga la comisión de delitos penales. Por el contrario, tal como lo explican los autores nombrados, “... la muestra cabal de que el carácter privado de la acción (cuestión meramente procedimental, vinculada con el impulso del procedimiento) no implica en absoluto ausencia de interés público en el caso (dado que el carácter público del interés está ligado a sus posibilidades de proyección sobre temas de trascendencia comunitaria...” 8. En definitiva, una de las razones para la aceptación de este instituto en nuestro derecho “... es la rica tradición de creaciones pretorianas de la jurisprudencia argentina. Desde ‘Siri’ y ‘Kot’ hasta la señalada doctrina de ‘Ekmekdjian’, nuestros tribunales han marcado varias veces el rumbo en materia de implementación de derechos y garantías fundamentales. Como vimos, no sólo no hay razones legales ni doctrinarias de peso para rechazar la figura del amicus curiae, sino que su incorporación –sea por vía jurisprudencia, sea por vía legal- es altamente beneficiosa. La segunda consideración tiene que ver con la amplia experiencia estadounidense en la materia, en especial cuando se trata de litigios pendientes de resolución ante la Corte Suprema de ese país. La similitud de la estructura constitucional y del sistema de control de constitucionalidad han llevado al reconocimiento casi unánime por parte de nuestra judicatura y doctrina de la relevancia de la jurisprudencia estadounidense en materia de interpretación constitucional. No se ve entonces por qué razón se opondría la figura del amicus curiae a 8 Op. cit., pág. 400. nuestra cultura jurídica, cuando aceptamos entusiastamente otras prácticas, doctrinas y precedentes judiciales de aquel origen...”9. El mismo tribunal ha ratificado recientemente esta doctrina al reconocer como “amicus curiae” a la asociación “Periodistas –Asociación para la Defensa del Periodismo Independiente- y a la “Federación Argentina de Trabajadores de Prensa” en la causa “Incidente de Thomas Catán”, resuelta el 28/10/2002 (J.A. 2003-II, fascículo n. 2). En dicha oportunidad, el tribunal fundó la admisibilidad de la mencionada presentación en el hecho de que, a diferencia de otras causas en que el tribunal no había aceptado la presentación de tales memoriales, en el caso no se planteaba la necesidad de “... armonizar la colaboración del amicus curiae con el derecho de defensa del imputado...”. Ello era así, según la Cámara, en razón de que lo debatido en el caso escapaba a “... cuestiones vinculadas a la atribución de responsabilidad de alguna persona. Por ello resulta inaplicable en este contexto la necesidad de contar con el asentimiento del imputado, que ha fundado el rechazo de este tipo de presentaciones en las causas recién citadas” (considerando 2º). Por cierto que el argumento decisivo para fundar la procedencia formal del presente memorial es lo resuelto por V.E. en la causa “Provincia de San Luis v. Estado Nacional y otros”, del 5/3/2003 (J.A. 2003-I, fascículo n. 12), en donde se señaló que “... la Corte, en el ámbito de la propuesta conciliatoria en la que estaba ocupada, consideró conveniente oír a las asociaciones bancarias involucradas, viabilizando así la intención de esas entidades de no mantenerse ajenas a un conflicto generalizado que ya había sido expresada en la causa M.12 XXXVIII `Ministerio de Economía y Banco Central de la República Argentina s/ apelación contra medidas cautelares’. En consecuencia citó a una nueva audiencia y convocó a la Asociación de Bancos Argentinos –ABA-, a la Asociación de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina –ABAPRA- y a las 9 Op. cit. Pág. 396. partes en este proceso para que concurrieran a ese acto...” (considerando 7º, voto de los jueces Moliné O´Connor y López; en el mismo sentido se expresaron los restantes magistrados intervinientes en la causa). Ello significa que V.E. ha reconocido expresamente que, con base en las amplias facultades instructorias que le concede el art. 36 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, ella se encuentra facultada a escuchar la opinión de entidades, que no son parte en el proceso, puedan aportar una opinión autorizada respecto de la solución del caso. Ello no es otra cosa que reconocer la existencia de la institución del “amicus curiae” en los juicios que se llevan ante la jurisdicción originaria de la Excma. Corte. La aplicación de los principios reseñados a este caso demuestra la admisibilidad de esta presentación: La cuestión discutida involucra un “amplio interés público” ya que, tal como V.E. lo ha recordado en numerosas oportunidades, “entre las libertades que la Constitución Nacional consagra, la de prensa es una de las que posee mayor entidad, al extremo que sin su debido resguardo existiría tan sólo una democracia desmedrada o puramente nominal. Incluso no sería aventurado afirmar que, aun cuando el art. 14 enuncie derechos meramente individuales, está claro que la Constitución, al legislar sobre libertad de prensa, protege fundamentalmente su propia esencia democrática contra toda posible desviación tiránica” (conf, entre otros, casos “Abal c. La Prensa”, Fallos: 248:291, considerando 25º; “Sánchez Abelenda v. Ediciones de La Urraca”, Fallos: 311:2553, considerando 9º y “Menem v. Editorial Perfil”, Fallos: 324:2895, considerando 6º). Por otra parte, tampoco existe en el caso una posible afectación al derecho de defensa de un imputado lo cual, tal como se recordó en el citado caso “Catán”, ha servido de fundamento para rechazar la admisibilidad formal de presentaciones realizadas en calidad de “amicus curiae”. 3. FUNDAMENTO DE ESTA PRESENTACIÓN 3.1. La competencia de V.E. para entender en la presente acción de amparo a través de su jurisdicción originaria Además de los argumentos desarrollados por la actora en el punto II de su escrito de demanda, a los que adherimos totalmente, la competencia de V.E. para entender en el caso puede ser fundada a través de los siguientes planteos adicionales. En efecto, la presente acción se dirige contra la Provincia de Neuquén en razón de que es el Poder Ejecutivo de aquélla el que ha llevado a cabo la conducta que claramente ha afectado el derecho a la libre expresión de la actora. Por lo demás los argumentos de la actora, destinados a demostrar la inconstitucionalidad del citado accionar estatal, se fundan exclusivamente en normas federales, como son los artículos 14 y 32 de la Constitución Nacional y 13 de la de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Estas circunstancias determinan la competencia de V.E. para entender en el caso, (conf., entre muchos otros, casos “Calvo y Pesini”, Fallos: 321:194 y “Municipalidad de la Ciudad de San Luis”, Fallos: 324:2315). Además, no existe duda alguna que en el caso la demandada resulta ser “parte sustancial” en el pleito conforme la jurisprudencia de V.E. (conf. casos “Edesur”, Fallos: 321:551 e “Instituto Caip S.R.L.”, Fallos: 324:1961; entre muchos otros). Es claro, por lo demás, que no hay obstáculo alguno para promover una acción de amparo a través de la jurisdicción originaria de V.E. toda vez que “... el pedido de declaración de inconstitucionalidad de una norma importa el ejercicio de una acción directa de inconstitucionalidad, de aquellas que explícitamente ha admitido como medio idóneo –ya sea bajo la forma del amparo, la acción de mera certeza o el juicio sumario en materia constitucional- para prevenir o impedir las lesiones de derechos de base constitucional...” (caso “A.G.U.E.E.R.A.”, Fallos: 320:690, cons. 5º y sus citas). Recientemente V.E. ha ratificado esta doctrina al hacer suyas las siguientes consideraciones de la Procuradora Fiscal: “... Cabe recordar, en principio, que el Tribunal ha reconocido la posibilidad de que la acción de amparo, de manera general, tramite en esta instancia [originaria], en la medida en que se verifiquen las hipótesis que surtan la competencia originaria porque, de otro modo, en tales controversias, quedarían sin protección los derechos de las partes en los supuestos contemplados por el art. 43 de la Constitución Nacional y por la ley 16.986...” (caso “Rama”, Fallos: 324:2725). 3.2. La violación al derecho a la libre expresión: inaplicabilidad al caso de la solución mayoritaria en el caso “Emisiones Platenses S.A.” Los presentantes adhieren completamente a los atinados argumentos desarrollados en el escrito de demanda y en el memorial de “amicus curiae”, presentado por la asociación “Periodistas”, para demostrar que la conducta estatal impugnada es claramente violatoria del derecho constitucional a la libre expresión. Corresponde agregar que no sería un obstáculo para la procedencia de dichos planteos lo resuelto por la mayoría de V.E. en la causa “Emisiones Platenses S.A.” (Fallos: 320:1191), en el cual se decidió que no configuraba una violación al citado derecho la decisión de la Municipalidad de la ciudad de La Plata –demandada en esa causa- de no otorgar publicidad oficial al diario de propiedad de la actora. Ello es así porque, a diferencia de lo que ocurría en ese caso, en el “sub lite” la medida impugnada sí tiene un claro carácter persecutorio respecto del amparista. En tal sentido, debe recordarse que V.E. no sostuvo en “Ediciones Platenses S.A.” que en ningún caso la negativa oficial de proporcionar publicidad a un medio de prensa configuraría una lesión al derecho a la libre expresión. Resulta aquí aplicable la conocida doctrina de V.E. conforme a la cual “... cualquiera que sea la generalidad de los conceptos empleados por el Tribunal en esos fallos, ellos no pueden entenderse sino con relación a las circunstancias del caso que los motivó, siendo como es, una máxima de derecho, que las expresiones generales empleadas en las decisiones judiciales deben tomarse siempre en conexión con el caso en el cual se usan, y que en cuanto vayan más allá, pueden ser respetadas pero de ninguna manera obligan el juicio del Tribunal para los casos subsiguientes” (caso “Municipalidad de la Capital c/ Elortondo”, Fallos: 33:162, considerando 26º). Así, al fundar su decisión en “Emisiones Platenses”, V.E. tuvo en cuenta las particularidades específicas de ese caso para resolver que no existía una violación al derecho constitucional invocado, tal como surge claramente de la transcripción parcial de dicho pronunciamiento: “... el tribunal entiende improcedente el reproche de la recurrente [la actora], porque la selección de la comuna platense no se ha basado en que el diario `Hoy en la Noticia’ sea menos digno de estima que el otro medio periodístico, sino en el criterio opinable de que los fondos públicos serán mejor servidos y podrán ser más eficazmente utilizados a través de la vía elegida” (considerando 45 del voto de la mayoría; la cursiva ha sido agregada). En el mismo sentido, la Excma. Corte agregó que “... las reglas que surgen de la Declaración de Chapultepec –según las cuales la publicidad estatal no puede ser utilizada para premiar o castigar a medios o periodistas- no resultan eficaces para modificar el criterio expresado, ya que la negativa del intendente de la ciudad de La Plata a adquirir un espacio publicitario en el diario de la actora se ha fundado de manera opinable en el informe de fs. 89/90, de modo que no resulta posible considerar -con la mera alegación formulada en la demanda y en los escritos posteriores- que haya existido resolución de sancionar a la demandante por razón alguna por parte de aquella autoridad” (considerando 46; la cursiva ha sido agregada). En el caso que nos ocupa, el examen de las afirmaciones de importantes funcionarios gubernamentales locales, que la actora reseñó en los puntos III.2., III.3 y III.4 de su demanda, demuestran claramente que la decisión adoptada por la demandada sí obedeció a la finalidad de “castigar” a la actora por divulgar en el diario “Río Negro” informaciones que molestaban fuertemente al Gobernador provincial y a otros funcionarios locales. Es claro, entonces, que la decisión impugnada sí configuró una clara restricción “indirecta” a la libre expresión, que se encuentra prohibida expresamente por el art. 13.3. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. La doctrina mayoritaria enunciada en “Emisiones Platenses”, lejos de ser un obstáculo para tal conclusión, constituye entonces un respaldo innegable de aquella. En definitiva, resulta aquí plenamente aplicable la jurisprudencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos conforme a la cual las distinciones realizadas entre distintos medios de prensa a los fines de imponerles cargas o concederles beneficios son consideradas como violatorias al derecho a la libre expresión, reconocido en la Primera Enmienda de la Constitución de ese país, cuando alcanzan a un número circunscripto de comunicadores y están diseñadas de tal forma que provocan la sospecha que su objetivo era el de suprimir determinadas ideas (conf. sentencia dictada en el caso “Turner Broadcasting Inc. v. FCCC”, 512 U.S.622 –1994- y sus citas). Y tal ilegitimidad se configura aun en aquellos supuestos cuando la restricción a la libre expresión, a pesar de tener una finalidad aparentemente “neutral”, demuestra poseer el objetivo real de perseguir determinada expresión de ideas (conf. fallo mencionado y sus citas), tal como ocurre en nuestro caso. En tal sentido, resulta particularmente relevante para demostrar la ilegitimidad de la conducta de la demandada, el precedente de la Corte estadounidense en el caso “Lukumi Babalu Aye Inc. v. City of Hialeah” (508 U.S. 520 –1993), citado en “Turner”, en el cual el tribunal declaró la inconstitucionalidad de una ordenanza municipal en razón de que dicha norma, a pesar de haber sido dictada aparentemente con la finalidad “neutral” de tutelar la salud pública, tenía como objetivo verdadero el de perseguir a un determinado grupo religioso en razón de que las autoridades locales no compartían el mensaje que aquél difundía. Uno de los elementos que la Corte estadounidense tuvo principalmente en cuenta para llegar a esa conclusión fueron, precisamente, las manifestaciones de los integrantes del consejo municipal en oportunidad de votar la citada ordenanza en las que se advertía una fuerte hostilidad respecto del mensaje del grupo en cuestión. Es claro que la aplicación de la citada solución a nuestro caso determina que V.E. también deberá tener en cuenta las manifestaciones de fuerte hostilidad de los funcionarios locales respecto de la actora, ya reseñados, que motivaron la adopción de la medida impugnada. Tal estado de cosas debe llevar a resolver que, más allá del fundamento “neutral” que la demandada podría invocar eventualmente, de modificar la distribución de la publicidad oficial, la medida adoptada por la demandada, al igual de lo que ocurría en el caso estadounidense mencionado, es inconstitucional porque ella demuestra una clara intención de “sancionar” a la actora por no compartir su mensaje, lo cual es claramente incompatible con el derecho constitucional a la libre expresión. Finalmente, no sería un argumento idóneo para oponerse a tal conclusión la afirmación de que la demandada tiene una facultad “discrecional” para determinar qué medios recibirán publicidad oficial y cuáles no. En tal sentido, no debe olvidarse que los fondos utilizados para la publicidad oficial no son la “propiedad privada” de los funcionarios estatales sino que provienen de los tributos que pagan todos los habitantes de la provincia (y también los de la Nación a través del régimen de coparticipación federal), por lo cual su utilización debe ser hecha de acuerdo con los principios determinados por la Ley Fundamental. Precisamente, en nuestro caso, la decisión estatal impugnada ha desconocido principios fundamentales sentados en la jurisprudencia de V.E. acerca de los límites de las facultades discrecionales de los poderes públicos: “... la esfera de discrecionalidad susceptible de perdurar en los entes administrativos no implica en absoluto que éstos tengan un ámbito de actuación desvinculado del orden jurídico o que aquélla no resulte fiscalizable. En otras palabras, que aun en aquellos actos en los que se admite un núcleo de libertad [por parte del Estado] no puede desconocerse una periferia de derecho toda vez que `la discrecionalidad otorgada a los entes administrativos no implica el conferirles el poder para girar los pulgares para abajo o para arriba’..., en tanto ello llevaría a consagrar -como bien se ha señalado- `una verdadera patente de corso en favor de los despachos administrativos’ (García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás Ramón, `Curso de derecho administrativo’, I , Civitas, Madrid, 4a ed., 1984, pág.433)...” (Caso “Consejo de Presidencia de la Delegación Bahía Blanca de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos”, Fallos: 315:1361, cons. 8º; la negrita ha sido agregada). Y tal como ya hemos demostrado, existen en autos circunstancias objetivas que demuestran terminantemente que las eventuales facultades discrecionales de la demandada han sido ejercidas abusivamente en el presente caso. Tal ejercicio abusivo de las facultades discrecionales de los poderes públicos es particularmente grave en el ámbito de la libertad expresión. Resulta aquí muy útil hacer referencia al caso “City of Lakewood v. Plain Dealer Publishing Co” (486 U.S.750 –1998), decidido por la Corte Suprema de los Estados Unidos, para arribar a la misma conclusión que ese tribunal. En esta oportunidad, se declaró inconstitucional una ordenanza del municipio de Lakewood, Ohio, que le otorgaba al intendente y a una comisión especial creada para la supervisión arquitectónica, discreción ilimitada para denegar permisos solicitados para la instalación de exhibidores de revistas y otros medios impresos en espacios públicos que se encuentran bajo la órbita de la ciudad. La mayoría de los jueces de la Corte Suprema sostuvo que la total ausencia de estándares que fijaran la forma como la administración local iba a otorgar o denegar los citados permisos era contraria a la Primera Enmienda pues le otorgaba a los poderes públicos la potestad, de muy difícil revisión por parte de los jueces en razón de no existir estándares inteligibles, de autorizar las expresiones que le agradaba a la administración y suprimir aquellas que le disgustaban. 4. CONCLUSIÓN El derecho a la libertad de expresión no persigue exclusivamente proteger la autorrealización individual de aquél que desea expresarse, sino que, además tiene como objetivo proteger el derecho a recibir información de aquellos individuos que se constituyen en público de la expresión protegida. En este sentido, el derecho a la libre expresión de las ideas por la prensa que recibe protección constitucional en nuestro país, es precondición de la existencia de un debate público robusto y amplio. La democracia se constituye como un sistema de gobierno en el que la ciudadanía decide colectivamente por sí, en oposición a regímenes en los que algunos, pocos o muchos, deciden por todos. Este sistema político de autogobierno ciudadano requiere que, previamente a cualquier decisión pública, el pueblo pueda participar de un debate que cuanto más amplio y plural sea, mayores serán las posibilidades que tendrá de tomar una mejor decisión pública. Es por ello que tanto nuestra propia Corte Suprema (en el caso “Ponzetti de Balbín”, Fallos: 306:1892, por ejemplo), como la Convención Americana sobre Derechos Humanos (a través de su artículo 13) y la propia Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos (en el paradigmático caso de “New York Times v. Sullivan”, 376 U.S.254) coinciden en entender que el derecho a la libertad de expresión no agota su protección exclusivamente en la posibilidad de expresarse libremente del agente, sino que también “comprende”, como dice la Convención, el derecho de los ciudadanos a informarse. Es por ello que un atentado contra la libertad de expresión que conlleve un efecto “silenciador”10 sobre aquél que realice la manifestación o sobre terceros que eviten expresarse en el futuro por temor a correr la misma suerte, no sólo implica un atentado contra la posibilidad de autorrealización del emisor de la expresión, sino que debilita y 10 Owen Fiss, “The Irony of Free Speech”, Harvard University Press, 1996, Capítulo I. empobrece el debate público que se verá privado de contar entre las perspectivas en debate con aquellas que han sido silenciadas, incrementando las probabilidades de error en la decisión pública que resulte en consecuencia de ese debate público empobrecido. La expresión realizada en un diario con el objeto de poner de manifiesto posibles actos ilícitos de funcionarios de gobierno, se constituye en un ejemplo paradigmático de información vital para que la ciudadanía se forme una opinión relacionada con una decisión pública tan trascendental como es la elección de sus representantes, la continuidad o no de su respaldo o el control de su gestión. Cualquier decisión del gobierno que tenga como consecuencia un efecto silenciador en este sentido, empobrece el debate público y atenta contra el funcionamiento mismo del sistema democrático que deberá operar sobre información incompleta. Retirar la publicidad oficial de un medio de prensa como consecuencia de manifestaciones en él vertidas, es una decisión de gobierno que atenta claramente contra la robustez del debate público que se busca al proteger la libertad de expresión y que, por consiguiente, debe considerarse como violatoria de este último derecho. Resulta claro que los fondos públicos destinados a la publicación de avisos publicitarios oficiales constituyen un importante modo de solventar la actividad periodística. El retiro de publicidad oficial como consecuencia del contenido de la expresión puesta de manifiesto en el periódico tiene un claro objetivo punitivo que conlleva lógicos efectos silenciadores sobre futuras expresiones de ese mismo medio o de otros que temerán sufrir las mismas represalias. Cuando la Declaración de Chapultepec establece que la publicidad oficial no puede ser usada para premiar o castigar periodistas en virtud de sus expresiones; o nuestra propia Corte Suprema de Justicia de la Nación afirma en “Emisiones Platenses” que la autoridad pública no puede tomar decisiones respecto de dónde publicar publicidad oficial basándose en objetivos sancionatorios, comparten la visión aludida acerca de que el estado no debe llevar a cabo prácticas persecutorias que deriven en el silenciamiento de una voz que, de no participar del debate público, lo empobrece y atenta contra su necesaria robustez, precondición necesaria para la toma de las mejores decisiones posibles respecto de políticas públicas o del ejercicio del control de la ciudadanía sobre la autoridad pública. En resumen, si se tiene en cuenta lo resuelto en los fallos estadounidenses que se reseñaron en el punto anterior, es posible afirmar que si regulaciones como las declaradas inconstitucionales en esos casos fueron consideradas como un agravio “indirecto” a la libertad de expresión, cuánto más lo será la decisión discrecional del gobierno de no publicar publicidad oficial en un medio sobre la base del rechazo y desacuerdo de la autoridad con el contenido de la expresión vertida por el medio. En síntesis, la protección de la libertad de expresión no es en beneficio exclusivo de aquel que se expresa, en este caso la actora, sino que esa protección tiene también y fundamentalmente en miras, por un lado, proteger el interés de aquellos que se disponen a recibir la información y, por otro, el interés público que implica la necesidad de contar con un debate robusto y amplio, como se sostiene en “New York Times v. Sullivan”, para poder tomar las decisiones colectivas que el régimen democrático requiere. 5. PETITORIO Por todo lo expuesto, solicitamos: a) Se tenga a la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) como “amicus curiae” en la presente causa y por constituido el domicilio legal indicado. b) Se tenga por presentado el memorial y la copia certificada del estatuto de la ADC, agregándose ambas al expediente. c) Oportunamente, se tengan en cuenta los argumentos jurídicos expuestos en el citado memorial, a los fines de hacer lugar a la acción de amparo intentada en todas sus partes. PROVEER DE CONFORMIDAD SERA JUSTICIA