Análisis Crítico de la Estrategia Nacional de Drogas 2003-2008 en Chile Carolina Alzugaray Ponce Gina Arias Rodríguez Andrés Roldán Tonioni Javier Schmidt Espinosa Introducción y Presentación de la Estrategia Nacional de Drogas A partir del retorno de la democracia a Chile, y la reorientación que asume el Estado en materia de políticas sociales, en el inicio de la década de los 90 se inicia un proceso que busca abordar de manera sistemática el tema del consumo de drogas, que deriva en dos hitos importantes: la creación del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE) en 1993 y la promulgación de la ley de drogas en el año 1994. El Conace se constituye de una serie de Ministerios, Servicios Públicos y Fuerzas Armadas y de Orden, y es presidida por el Ministro del Interior. Posee una Secretaria Ejecutiva y su carácter es de consejo, no constituyéndose como Servicio Público. Este marco permite diseñar una Política Nacional de Drogas que constituye los cimientos de la actual Estrategia Nacional de Drogas 2003-2008 y la actual ley de drogas (Nº20.000) que sanciona el tráfico y consumo de sustancias ilícitas, crea la figura legal del micrográfico y eleva las penas en casos de consumo de funcionarios públicos, entre otros. En el caso del consumo este se sanciona cuándo se realiza en lugares públicos o que siendo en lugares privados exista concertación. Por su parte la figura del micrográfico permite establecer penas diferenciadas según la cantidad de sustancia traficada, pero se ha transformado el una herramienta que sanciona el consumo ya que a la fecha, más de 22.000 personas consumidoras han sido procesadas por tráfico. La Estrategia Nacional de Drogas en Chile tiene por objeto la reducción de la oferta y la demanda de sustancias ilícitas en Chile, cuyo cumplimiento será evaluado en la sesión extraordinaria de la Asamblea de la ONU en Viena el año 2008. Dicha Estrategia posee como principios orientadores: 1. La Integralidad de la Respuesta: Mirada amplia y multidimensional, capaz de comprender que los problemas asociados tienen motivaciones culturales, sociales y económicas. Priorizar abordajes y acciones multisectoriales, dado el carácter transversal de los problemas asociados al consumo y tráfico. Movilizar recursos humanos de distintas disciplinas, a fin de responder al problema con una visión multidisciplinaria. 2. Corresponsabilidad: Cooperación y armonización entre los distintos actores de la sociedad civil y el Estado que cumplen con deberes y funciones en el campo de la reducción de la oferta y demanda de drogas. En el plano internacional, implica un compromiso ético y político en orden a cooperar y tratar en conjunto problemas que atraviesan regiones y Estados, más allá de sus límites, en el marco de respeto a la soberanía e integridad territorial. 3. Equilibrio entre acciones destinadas a la reduccion de la demanda y con las drigidas al control de la oferta: La Estrategia Nacional abordará integradamente tanto los problemas del consumo y la demanda, como del tráfico de drogas en todos sus eslabones, en un marco de refuerzo recíproco del efecto de estas acciones. Reforzar la acción del lado de la reducción de la demanda en los mercados ilícitos de drogas. A mayores logros en reducir la demanda y el abuso de drogas, menos posibilidades tendrá el narcotráfico de expandir sus mercados y menores serán los delitos y situaciones de violencia derivados del abuso de sustancias. 4. Participacion social: La Estrategia Nacional promoverá activamente el compromiso ciudadano con el fenómeno de la droga. La experiencia tanto internacional como nacional indica que para el logro de un mayor impacto en la reducción de la demanda y de los costos asociados al consumo de drogas, resulta más eficaz y eficiente si se moviliza, potencian los recursos de la propia sociedad civil para enfrentar el problema. 5. Equilibrio entre el conjunto de los derechos humanos y libertades fundamentales y las necesidades de seguridad ciudadana : La Estrategia Nacional procurará alcanzar niveles de seguridad en los ámbitos señalados compatibles con una calidad de vida propia de un país de vocación democrática y de paz social, que opta por valores solidarios y de bien común. Estos principios de traducen en 13 Objetivos Estratégicos que abordas cuatro ejes de intervención: Prevención, Tratamiento, Control y Fortalecimiento Institucional: 1. Fortalecer y potenciar la capacidad de la familia como principal agente protector. 2. Evitar y disminuir el consumo de drogas en niños, niñas y jóvenes de las instituciones educativas del país en un proceso continuo y sistemático desde la educación parvularia a la educación superior. 3. Rehabilitar y reinsertar socialmente a personas afectadas por el consumo de drogas mediante oportunidades de tratamiento y rehabilitación. 4. Disminuir el consumo de drogas al interior de instituciones públicas y privadas mediante programas de prevención laboral dirigidos a los trabajadores y sus familias. 5. Disminuir el consumo de drogas en la comuna, mediante programas de prevención comunitaria. 2 6. Disminuir el consumo de drogas en niños, niñas y jóvenes en riesgo social y que están desvinculados de los sistemas formales de la familia, educación y/o trabajo. 7. Aumentar la sensibilidad, el conocimiento y compromiso de la comunidad nacional para abordar el consumo y tráfico de drogas 8. Impedir la distribución de drogas al interior del país y evitar la utilización de nuestro territorio como ruta de tránsito. 9. Impedir la producción de drogas, sean éstas naturales o sintéticas y evitar el desvío de sustancias químicas para la elaboración de sustancias ilícitas dentro y fuera del país. 10. Evitar la utilización del sistema económico y financiero para actividades de lavado de activos. 11. Fortalecer la institucionalidad para el mayor cumplimiento de la Estrategia y favorecer el accionar descentralizado de los organismos del Estado vinculados a la problemática de las drogas. 12. Actualizar permanentemente la legislación para abordar el fenómeno de las drogas con las herramientas jurídicas adecuadas. 13. Impulsar la cooperación bilateral o multilateral con el fin de fortalecer las capacidades nacionales para enfrentar integralmente el problema de las drogas entendido como un problema globalizado y transnacional. Análisis de los hallazgos A. Problematización e Interpretaciones respecto del consumo de drogas Llama fuertemente la atención que en la presentación que el entonces Ministro del Interior, José Miguel Insulza, realiza en el documento de la estrategia nacional se señale que “la gravedad de este fenómeno radica en que la droga no solo produce severos daños a la salud de quienes la consumen. Sus consecuencias exceden el ámbito de la salud pública: deteriora la familia y es fuente de conflictos sociales de diversa naturaleza que se expresan en violencia, corrupción y multiplicación de delitos contra las personas y la propiedad, todo lo cual genera, inevitablemente, una sensación de inseguridad en la población y puede llegar –en el extremo- a poner en riesgo a las propias instituciones democráticas de un país”. Esta declaración da cuenta de una serie de concepciones e ideas respecto del consumo de drogas que dan cuenta del fuerte énfasis que se pone en el tema de la 3 seguridad pública, definiendo al consumo de drogas como un factor que atenta contra la seguridad y la institucionalidad en nuestro país, lo que se refleja en lo siguiente: 1. De los 13 Objetivos de la Estrategia Nacional de Drogas, 4 se refieren a la persecución del tráfico de drogas 2. Existe un actual proyecto para la Creación del Ministerio de Seguridad Publican donde Conace pasaría a depender como servicio público 3. Conace a duplicado su presupuesto anual para dar respuesta a la ley penal juvenil 4. Ley 20.000: crea la figura del microtráfico que ha permitido detener a consumidores Al respecto, es posible identificar cuatro grandes modelos explicativos del consumo de drogas: Modelo Jurídico, donde el marco legal es el sustento fundamental de este abordaje, es decir, considera como eje la vigencia y aplicación de leyes para impedir el uso de sustancias. Generalmente este modelo sitúa al "drogadicto" en el margen de la delincuencia y en tal sentido se inspira en la ley para su tratamiento. Por su parte el Modelo Médico-Sanitarista posee como sustento la salud-enfermedad y considera que la persona que consume abusivamente sustancias y/o depende de ellas, lo hace porque padece de una enfermedad contraída o genética. Esta enfermedad podría ser biológica y/o mental. ("enfermo", "toxicómano"). El Modelo Psico-Cultural: visualiza la problemática desde el marco psicológico, considerando el comportamiento del "drogodependiente" como una consecuencia de sus experiencias de vida en las cuales incidieron fundamentalmente su entorno familiar y el contexto sociocultural. Finalmente, el Modelo Social aborda la problemática considerando al "usador/abusador de drogas" como una consecuencia o síntoma del funcionamiento de una determinada sociedad. La familia estaría implícita en esa sociedad ya que es parte de la misma, y de la misma forma que el adicto puede ser el emergente de una familia. La problemática en sí, lo sería de una sociedad. A los modelos anteriormente señalados se añade de manera transversal la discusión de enfrentar el proceso terapéutico desde la mirada de la Abstinencia o de Reducción del Daño. Esta última se posiciona según Marlatt (1997) como una alternativa de salud pública, frente a los modelos “moralista/criminalista” y “de enfermedad” del consumo y adicción de drogas. La reducción del daño reconoce la abstinencia como resultado ideal pero acepta las alternativas que reducen el daño, ha surgido principalmente como un abordaje de “abajo –arriba” basado en la defensa del adicto y promueve el acceso a servicios de bajo umbral como alternativa a los tradicionales enfoques de alta exigencia. 4 La apuesta de Conace esta en la Abstinencia, tanto a nivel de prevención como de tratamiento, esto es, el NO consumo, lo que da cuenta de una concepción de una utópica sociedad “libre de drogas”. Esta mirada da cuenta de una visión moralizante y patologizante del consumo de drogas que pone al consumidor en la calidad de enfermo y desviado de un patrón de buen comportamiento social. Finalmente es posible señalar que la estrategia nacional obedece principalmente a acuerdos y obligaciones internacionales en materia de drogas, principalmente los referidos a los acuerdos de los Estados miembros de la ONU y las presiones que los Estados Unidos ejerce respecto a incrementar las acciones de control y persecución del tráfico y consumo de drogas. B. Supuestos epistemológicos que sustentan la política nacional de drogas1 Según la definición clásica de lo que se entiende por paradigma de investigación2, a continuación presentamos una reflexión respecto a los supuestos paradigmáticos de la política de drogas del gobierno de Chile, asumiendo el desafío de repensar las formas de actuar frente a la ciudadanía. Partimos de la base que los supuestos paradigmáticos determinan profundamente las formas de intervenir en lo social, por tanto, la relevancia de esta presentación. En las ciencias sociales existen variadas clasificaciones de las líneas paradigmáticas que han caracterizado la forma en que conocemos la realidad social. La más utilizada es la propuesta por Habermas (1980, citado en Giddens, 1998) que distingue entre los paradigmas: Positivista, Hermenéutico y Dialéctico, que se configuran en las el marco de las sociedades modernas alrrededor del siglo XVIII hasta nuestros días. En base a esta distinción, afirmamos que la política de drogas está sólidamente ligada a los presupuestos paradigmáticos positivistas, el sustento de esta afirmación la desarrollamos a continuación. Para referirnos a los aspectos característicos de este paradigma, incorporaremos en la discusión la propuesta de Lincoln quien para el estudio de los paradigmas científicos añade tres niveles para su abordaje, a saber: ontológico, epistemológico y metodológico (1990, citado en Del Rincón, 2000). La dimensión ontológica se refiere a cómo se asume la naturaleza de la realidad social; la dimensión epistemológica apunta a resolver a la cuestión de la relación entre 1 En base al documento “Estrategia Nacional sobre Drogas 2003-2008” elaborado por el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes del Gobierno de Chile, disponible en www.conace.cl 2 La definición mencionada es aquella que entiende a los paradigmas como: “el conjunto de creencias y actitudes, como una visión del mundo compartida por un grupo de científicos que implica, específicamente una metodología determinada” (Alvira, 1982, citada en del Rincón 2000) 5 interventor/investigador e intervenido/investigado y la relación metodológica a cómo se debe proceder para descubrir o intervenir el fenómeno de estudio. La ventaja de abordarlo de esta forma es que en este sistema la dimensión ontológica conduce a una episteme particular, y ésta, a su vez, condiciona una metodología concreta que requiere de determinadas tecnologías para conectarse con la 'realidad' social. Las tres dimensiones pueden caracterizarse a partir de las respuestas que se dan a cada cuestión en el marco de los tres paradigmas señalados. En esta problematización de la política de drogas en Chile, expresada en la estrategia nacional sobre drogas, nos referiremos sólo al paradigma positivista que, afirmamos sostiene epistemológicamente a ésta, describiéndolo en sus tres dimensiones para luego hacer una reflexión final de por qué consideramos que este paradigma constituye la base de la política nacional sobre drogas. Dimensión ontológica del paradigma positivista El supuesto ontológico del paradigma positivista establece que la realidad social existe fuera de la mente de los sujetos sin que pueda ser completamente aprehendida a causa de los débiles mecanismos intelectuales humanos y fundamentalmente a la intratable naturaleza de los fenómenos. Su postura es que los argumentos dados sobre la realidad deben someterse a un examen crítico lo más amplio posible para facilitar la aprehensión de la realidad tan estrechamente como sea posible. En base a esta consideración de la realidad, el objetivo de la ciencia positiva se centra en descubrir y articular las leyes naturales que determinan los fenómenos, tanto para el mundo social como para el natural, normalmente expresadas como generalizaciones y por lo común en forma de relaciones de causalidad. Consideramos que la realidad del consumo y tráfico de drogas se está considerando desde una perspectiva que la convierte en un problema de algunos que la vivencian aparte del discurso que establecimos respecto a ella, o sea, existe allá fuera como un problema externo y primeramente como problema del individuo. Es necesario pasar a una perspectiva comunitaria de la realidad que considere el consumo y tráfico de drogas como un producto de las desigualdades sociales que todos los actores construimos como sociedad. Podemos ver que el problema de la delincuencia no es homogéneo en la población, hay delitos focalizados y diferenciados según grupos sociales. Dimensión epistemológica del paradigma positivista La epistemología para los positivistas se expresa en una posición dualista/objetivista. O sea que, la relación con el objeto de conocimiento es neutral y libre de valores, siendo la objetividad el ideal regulativo. La forma de aproximación a los sujetos se realiza a través de la rehabilitación como forma institucionalizada de tratar las desviaciones a la norma. Sobre la base que la sociedad funciona a través de un cuerpo jurídico que regula y legitima lo que 6 entendemos como normal o aceptable y lo que debe ser socialmente castigado y sancionado. Por lo tanto, el “problema” de un sujeto con las drogas depende solamente de una acción personal desapegada a lo socialmente establecido lo que en realidad produce un traspaso de la responsabilidad al sujeto que consume o trafica drogas, sin importar las causas y las problemáticas que estarían afectando esta acción considerada como ilegal. Dimensión metodológica del paradigma positivista La metodología positivista fundamentalmente es intervencionista, experimental y manipulativa. La obtención del conocimiento exige la utilización de métodos de investigación propios de las ciencias naturales: El experimento y la observación de la realidad. Esta metodología requiere de situaciones y diseño que permitan controlar y medir mejor la relación entre variables, utiliza estudios de muestra, instrumentos válidos y fiables, la cuantificación y el análisis cuantitativo. Esta metodología suele denominarse racionalista, cuantitativa o positivista y apunta a generar una ciencia nomotética, osea, que busca por sobre otras cosas el establecimiento de leyes universales de la realidad social. Se orienta al contraste de hipótesis, siendo su centro de interés la construcción de conocimiento teórico para describir, explicar y predecir los fenómenos sociales. Su ámbito de aplicación está sujeto a fenómenos observables susceptibles de medir, controlar experimentalmente y analizar estadísticamente. La objetividad, como ideal regulativo de esta metodología, exige que los procedimientos de investigación sean públicos, replicables e independientes del investigador. Este criterio afecta a todo el proceso de investigación e intervención, desde la planificación y recogida de datos, hasta el análisis e interpretación de la misma. La observación sistemática, la medida, el experimento y la construcción de teoría son aspectos claves de esta metodología, junto con el papel de la estadística en la contrastación de hipótesis. En este tipo de metodología la cuantificación es una consecuencia directa de la medida, que por definición genera datos cuantitativos y exige métodos de análisis estadísticos, en la pretensión de llegar a generalizaciones. La metodología empírico analítica se considera limitada para el estudio de la realidad social, dada su complejidad, si se compara con el orden de regularidad del mundo natural. Contempla esa realidad de forma fragmentada y al centrarse en los fenómenos observables de la realidad corre el riesgo de ignorar dimensiones o áreas de la misma. También, existen algunas situaciones sociales son difíciles de observar sin ser distorsionadas, y algunos estudios pueden ser irrepetibles o de difícil replicación En el caso analizado, lo que observamos es la aplicación de la teoría de la represión para atacar la drogadicción y la cuantificación de la problemática social y las acciones de intervención con el riesgo de generar muertos en vida. Existe un utopía conservadora de la sociedad libre de delitos, sobre la cual se persigue y aumenta el 7 castigo al delito, olvidando que desde siempre hay grados de delitos en las sociedades humanas. C. Actores en la política de drogas en Chile 2003-2008 Desde la política de drogas en Chile, la familia es considerada como el núcleo donde el sujeto se socializa desde los primeros años de vida y donde se incorporan las normas sociales y culturales que servirán como marco de referencia para la integración social. Se asume que es la familia la principal aliada de la ejecución de los programas y proyectos de rehabilitación y reinserción social de las personas consumidoras o adictas. En este caso, el Estado atribuye al núcleo familiar el carácter protagónico que debe desempeñar en la aplicación y ejecución de dichos programas y proyectos. A este actor se le aplica fundamentalmente el principio de corresponsabilidad en el sentido que son éstas las encargadas de “desarrollar las competencias necesarias para enfrentar la formación de los hijos, especialmente respecto de las drogas y otros riesgos.” (Estrategia Nacional de Drogas, 2003-2008). Al respecto, consideráramos que si bien la política reconoce el carácter dinámico de los núcleos familiares y la tendencia mundial hacia la transformación que este actor presenta, no se reconoce que muchas de las demandas y requerimientos que se le hacen ya no los puede cumplir cabalmente, ya que las figuras de autoridad, el proceso mismo de socialización y las dinámicas no son las mismas de la figura de la familia tradicional. Además dado el periodo de la post modernidad en el que nos encontramos, las sociedades occidentales se caracterizan por sufrir un periodo de fuerte desintegración social, donde habría una perdida o degradación de funciones de los grupos sociales primarios e intermedios donde se encontraría la familia, existiendo una perdida de vínculos y una irrelevancia en las interacciones en estos grupos lo que le resulta aún mas difícil para cumplir aquel rol formador que se dibuja en la política. En ese sentido, pensamos que es necesario no sólo tener en cuenta estas transformaciones, sino también construir prácticas sociales que permitan ir estructurando nuevas maneras de pensar este actor y saber cuáles son los requerimientos que se le pueden hacer y también los límites; es decir, que toda o la gran parte de la responsabilidad de la prevención y atención del consumo no se le puede descargar a la familia como actor social. Por otra parte, la Escuela y el proceso educativo, se reconocen como otro escenario de socialización prevaleciente en el sujeto, se asume que este es otro actor relevante para soportar todas las estrategias de intervención que allí se proponen. Se piensa que la educación (desde párvulo hasta la educación superior) ayudará a garantizar los propósitos de la Estrategia Nacional sobre Drogas. Se le pide a las instituciones educativas que implementen estrategias de prevención del consumo, de detección de casos tempranos de consumo, al docente se le pide que desarrolle dichas estrategias y que además haga un acompañamiento más efectivo a los jóvenes para evitar que se de el consumo de cualquier sustancia psicoactiva. Frente a estos planteamientos, consideramos si en la práctica, las instituciones educativas y los docentes cuentan con 8 todos los recursos técnicos, financieros y humanos para poder desempeñar todas estas funciones y requerimientos que se le hacen. Se observa en la realidad el desgaste de los profesionales en el área educativa y el énfasis que en la pràctica se le da al desempeño docente en la calidad de la educación bajo evaluaciones de tipo cuantitativo sin considerar finalmente este rol formador y de detección en el consumo. Aparte de la Familia y la Escuela, la comunidad constituye otro actor fundamental para la política de drogas, ya que se considera que éste es el escenario donde se desenvuelven cotidianamente los sujetos, donde las relaciones de solidaridad, cooperación y convivencia se pueden ver diezmadas por quienes trafican con las drogas y los consumidores, quienes en su afán de consumir pueden causar daño a sus congéneres. La sociedad como otro actor social importante que se ve afectado por el consumo de drogas, percibe sensaciones de mayor inseguridad debido a los múltiples conflictos y situaciones que deterioran la tranquilidad de los y las ciudadanas. En este caso, la comunidad constituye el espacio geográfico donde se propicia el consumo y donde además se puede ver afectada la seguridad de los ciudadanos, así como la política centra su interés en salvaguardar la seguridad ciudadana y no tanto en reflexionar las condiciones sociales, económicas y culturales que favorecen el consumo de sustancias psicoactivas. En la práctica, consideramos que las estrategias de trabajo con la comunidad son insuficientes pues son en base a proyectos con fondos concursables, sin embargo, estos fondos son bajos y por un corto periodo de tiempo lo que impide generar algun tipo de impacto y de perdurabilidad de las iniciativas. Las empresas públicas y privadas también se convierten en actores importantes para la Estrategia, debido a que éstas también se pueden ver afectadas por la “amenaza de las drogas”. Se plantea que en la aplicación de la END, las relaciones y vínculos entre el Estado y la ciudadanía deben asumir también un rol protagónico de compromiso y responsabilidad frente al flagelo de la droga. En ese sentido, las Organizaciones No Gubernamentales, las asociaciones científicas, las organizaciones comunitarias, deben generar y promover distintas estrategias para conocer e intervenir el fenómeno. Bajo el principio de la corresponsabilidad también se plantea que todas las instituciones y organismos públicos deben estar comprometidos con la aplicación de la END, generando mecanismos más sólidos de sinergia y cooperación. Existe en la actualidad una tendencia a la externalización de los servicios, estableciéndose relaciones de tipo mercantil con ONGs, Corporaciones y otras instituciones que finalmente se dedican a ejecutar las politicas que ya vienen diseñadas desde CONACE, sin posibilidad de diseñar o implementar estrategias alternativas en el tema del consumo y perdiendo finalmente esa capacidad de critica que en algún momento los distinguió. 9 Desde la END, se asume que el Estado, la Sociedad y los gobiernos locales deben garantizar que el futuro esté cada vez más libre de las drogas. Este planteamiento se puede problematizar dado que el consumo de sustancias psicoactivas ha estado presente en toda la historia de la humanidad, como mecanismos para provocar mejores estados y sensaciones físicas y psicológicas y han sido empleadas con fines terapéuticos. Entonces, esperar que las sociedades estén libres de las “tentaciones” de las drogas es algo que no sólo no se ha podido cumplir sino que también advierte una fuerte tendencia estigmatizadora que lleva a rechazar a aquellos consumidores más que a permitirles la integración social. En esa vía, una política prohibicionista, basada en juicios de valor y desde una perspectiva de lo que es bueno y lo malo, probablemente conducirá a nuevos fracasos. Consideramos que más allá de la prohibición, la sanción, la marginación y el rechazo, las políticas y programas deberían hacer más énfasis en los contextos posibilitadotes del consumo, como son las condiciones económicas, sociales y culturales, así como incorporar mucho más la visión de quienes serán intervenidos con la END. La END espera que haya mayores niveles de corresponsabilidad y sinergia entre los poderes ejecutivo, Legislativo y Judicial. Este principio también implica que haya mayores niveles de discusión y debate en el conjunto de la sociedad chilena tendientes a generar estrategias de solución a la problemática en cuestión. Por otra parte, es necesario analizar que para la Estrategia Nacional es muy importante que el país cumpla con los requerimientos que hace la comunidad internacional en lo que tiene que ver con los mecanismos ilícitos que emplean los traficantes para poder mantener el “negocio” y el tráfico de las drogas. En ese sentido, Chile suscribió el compromiso para enfrentar el fenómeno de las drogas desde el ámbito regional, nacional y mundial, con la aplicación de políticas estables, coherentes, transparentes y equilibradas en lo que se refiere a la producción, el tráfico y el consumo de drogas ilícitas. (Estrategia Nacional de Drogas, 2003). Con lo anterior, queda claro que al país le interesa mantenerse en el cumplimiento de los acuerdos hechos por la comunidad internacional y que dichos acuerdos deber ser cumplidos y ratificados. Llegados a este punto, es importante plantear que los usuarios potenciales de las estrategias de intervención deben ser considerados en todo el proceso de aplicación de la Estrategia, se espera que ésta en vez de marginar y excluir, genere mayores niveles y procesos de integración social con miras a acrecentar y agudizar aún más la problemática en los consumidores. Según los estudios del CONACE, los jóvenes aunque no son los mayoritariamente consumidores, son considerados como la población más vulnerable y propensa al consumo de drogas. En este caso, el mayor riesgo de consumo de marihuana lo tienen los jóvenes dadas las condiciones sociales y culturales de legitimidad sobre este tipo de droga, ya que los y las jóvenes consideran que este tipo de droga no resulta tan nociva para la salud y que además los efectos agradables que produce no desembocará en graves consecuencias de abuso de la misma. En este caso, resulta cada vez más importante que las investigaciones que se realicen sobre uso y abuso de drogas no sólo sean en el orden de lo cuantitativo (la prevalencia, las edades, el género, las sustancias, etc.) sino que también se desarrollen investigaciones del orden cualitativo, tendientes a comprender e interpretar las creencias, las representaciones sobre las drogas y sobre los usos de sustancias 10 psicoactivas. Esto permitirá involucrar las perspectivas de los que son considerados como los más “vulnerables” en la implementación de la END. Consideramos que aquí también se debe considerar que los y las jóvenes no sólo tienen el riesgo de consumir drogas ilícitas sino también el consumo de cigarrillo, alcohol y otras sustancias emergentes. Por último damos cuenta del peligro que genera establecer de modo tan tajante asociaciones entre el consumo, pobreza, vulnerabilidad e incluso delincuencia pues con esto lo que se logra es estigmatizar y excluir a los jóvenes dejando de lado además otros sectores donde también se da el consumo pero se visibiliza menos. Finalmente, resulta relevante plantear el principio de la participación social en la implementación de la END, en tanto es necesario vincular a los y las ciudadanas con el fenómeno mediante estrategias de sensibilización y de fortalecimiento de las iniciativas ciudadanas para disminuir y prevenir el consumo. Se asume bajo este principio que la sociedad civil debe ser fortalecida en los procesos de construcción de redes sociales para enfrentar la problemática. Desde la END se plantea que: “Deberán existir canales para incorporar a los usuarios en los distintos momentos de la planificación y ejecución de los programas y proyectos que materializarán la Estrategia y se estimulará las iniciativas de la sociedad civil en materia de prevención, control, tratamiento y rehabilitación, mediante fondos concursables y otros mecanismo.” Conclusiones y Recomendaciones De acuerdo a los anteriores planteamientos, consideramos que: y La política de drogas plantea en sus principios de corresponsabilidad y participación social generar y promover la participación activa de los actores: familia, escuela, comunidad, sociedad civil para el óptimo logro de la aplicación de la Estrategia; no obstante, se evidencia que en la práctica no se promueve la participación de las comunidades y de la sociedad civil en general. y De lo dicho anteriormente, se puede expresar que la política nacional de drogas no traduce en la práctica los principios proclamados, lo que hace que sea mucho más difícil lograr los objetivos propuestos. y Con el análisis realizado de la postura ontológica, epistemológica y metodológica, concluimos que la política está basada en una postura prohibicionista, moralista y dicotómica donde se plantea sobre “lo bueno” y “lo malo.” Con lo anterior, se evidencia que se promueven mecanismos de estigmatización lo que dificulta aún más la integración social. y Vale la pena resaltar que en Chile hay una política sobre drogas pensada y diseñada a mediano y largo plazo, donde se han multiplicado significativamente esfuerzos y el presupuesto desde los años 90 hasta la fecha. 11 y Con los análisis realizados, se recomienda dar paso de una visión tradicional, moralista, punitiva a una visión comunitaria donde se haga efectiva la participación de los actores sociales involucrados y donde se considere el fenómeno del consumo abusivo como producto de las desigualdades sociales. y Para el cumplimiento de la Estrategia Nacional de Drogas, se hace necesario repensar los roles de los actores sociales involucrados, de las instituciones sociales y de la ciudadanía. y Se recomienda promover que la política pueda tener mayor pertinencia social y cultural de acuerdo a las necesidades y particularidades de los contextos y de las realidades concretas de las regiones de Chile. y Desde la perspectiva comunitaria, se hace necesario promover el trabajo en red. Generar redes sociales que no operen solamente para lo funcional, sino que también permita ir confluyendo la participación de los actores involucrados. Bibliografía Del Rincón, D., Arnal, J., Latorre, A., Sanz, A. (2000). Técnicas de investigación en ciencias sociales. Madrid: Dykinson. Consejo Nacional de Centro de Estupefacientes (2003). Estrategia nacional sobre drogas. 2003-2008. Gobierno de Chile. Disponible en www.conace.cl Giddens, A. (1998). Sociología. Madrid: Alianza editorial. 12