Movimiento de Educación Popular Integral y Promoción Social Departamento de Pastoral En el capítulo 9 de su evangelio, san Lucas nos invita a subir a una montaña con Jesús para orar allí con él y ser transformados. «Unos ocho días después de estas palabras, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó y sus vestidos eran de una blancura fulgurante» (Lc 9,28-29). Lo primero es la llamada a tomar en serio nuestra oración y meditación. Las experiencias que marcan en la vida necesitan ser vividas a fondo. De lo contrario, no pasan de ser toquecitos, alivios, palabras e intenciones bonitas, eso y sólo eso. ¿Cómo estoy viviendo esta experiencia de cuaresma? Cuando Jesús se transfigura en la oración, se le aparecen Moisés y Elías. Moisés (Si quieres acércate a su historia en Éxodo 3-6) es el símbolo del legislador y del liberador; del que se acerca al clamor de los necesitados, quien desde esos clamores y rostros escucha el llamado de Dios. Moisés nos conduce a la libertad de Dios. Nos lleva a la tierra prometida en la que podemos ser nosotros mismos. Cuando Dios nos transforma desde dentro por la oración, crecemos en libertad para buscar y hacer su voluntad. Además nos liberamos del miedo al fracaso, a no tener las ollas llenas y nos empuja a encontrarnos con el hermano necesitado…Y en ese encuentro, toparnos con nuestra vocación profunda. Elías (1 Re 17 ss.) es el símbolo del profeta, el más grande del Antiguo Testamento, un hombre de fuego. Él nos muestra que nosotros también tenemos vocación de profetas. Si nos abrimos a Dios en la oración, descubriremos la misión para la que Dios nos ha elegido. Cada uno de nosotros tiene algo que decir con su vida, algo que sólo puede ser expresado por él; Somos invitados a recono- «Tú eres mi hijo amado». «Tú eres mi hija amada» #4 cer nuestra vocación personal, nuestra misión profética, con el fin de poder vivirla auténticamente. Te propongo lo siguiente: Imaginémonos que estamos a punto de morir. Pensemos a qué personas nos gustaría escribir. Escribiremos una carta en la que les diremos lo que quisimos transmitir a lo largo de nuestra vida, el mensaje de nuestra vida. Las siguientes preguntas son pistas para que inicies y te extiendas en tu carta. Si quieres, busca otras que te ayuden. - ¿Por qué me levanto todas las mañanas tan temprano, por qué soporto todos los sufrimientos que me trae la vida? - ¿Por qué me esfuerzo? - ¿Qué quiero transmitir a las personas cuando me encuentro con ellas? - ¿Qué deberían leer las otras personas en mi cuerpo, en mi alma, en mi corazón, en mis ojos, en mis palabras? - ¿Cuál es la motivación más profunda de mi vida? - ¿Cuál es la última palabra de mi vida, qué quiero legar como testamento a las personas? Escríbela, reflexiónala y léesela a Jesús. En la escena de la Transfiguración, encontramos en Pedro entusiasmo y sueño; eso nos pasa a nosotros. De repente vemos todo claro, sentimos el amor de Dios, estamos como Pedro entusiasmados con este Jesús y con su amor hacia nosotros. Le prometemos a Jesús que vamos a vivir de otra manera y a responder a su gran amor con toda nuestra vida. Pero un instante después ya lo hemos olvidado todo y nos dormimos o nos llenamos de miedo como los discípulos, tan pronto como la primera nube oscurece esta experiencia de luz. Se nos oscurece la cosa. Es como si jamás hubiésemos experimentado a Dios. Entonces nos da miedo y no sabemos qué hacer. Las experiencias de la cercanía y la lejanía de Dios van juntas; a cada experiencia intensa de estar cerca de Dios le sigue casi Tú eres mi hijo amado Buscar a Jesús en lo cotidiano Anselm Grün Hasta tu hijo. Seré todo lo que seas tú. Nada nos separará. Somos uno» (H. Nouwen). Pensaremos: ¿Cómo me siento si creo que esto es cierto, que ésta es la verdadera realidad de mi vida? ¿Cómo experimento mis errores y debilidades? ¿Cómo me siento en mi soledad, en mi tristeza, en mis rollos y desolaciones? Dejaremos que las palabras entren tan profundamente en nuestro corazón, las saboreamos una y otra vez a lo largo del día. Vivir esta experiencia es fundamental, cambiará nuestra vida. Quédate en ello todo el tiempo. inevitablemente la experiencia contraria, la experiencia de todo lo malo que nos amenaza desde dentro y desde fuera. En medio de la nube, de repente, escuchamos la voz de Dios: «Este es mi hijo, mi elegido, escúchenlo» (Lc 9,35). Los discípulos, que habían visto el esplendor de Jesús, ahora tienen que conformarse con escuchar sus palabras. Hay momentos de nuestra vida en los que nos debe bastar sólo la voz de Dios. En estas meditaciones lo importante es dejar llegar al corazón la palabra de Dios, escucharla de una nueva forma con el corazón expectante y de tal manera que podamos vivir de su palabra. Una sola palabra puede producirnos una profunda paz. Regresamos al valle de nuestra vida cotidiana donde nos cubre a menudo niebla o surgen nubes que nos tapan el sol. Pero en medio de la niebla y de la nube escuchamos la voz de Dios, refiriéndose a Jesús: «Este es mi Hijo, mi elegido, escúchenlo. Sus palabras son alimento suficiente para ustedes. Si las acogen con todo su corazón, yo mismo viviré en ustedes, y entonces experimentarán que son mis hijos elegidos. Con cada palabra de las Sagradas Escrituras pretendo darles a conocer que los amo profundamente.» Quizá tengamos que hacer frente a cantidad de palabras y frases que nos dicen lo contrario: No sirves… eres esto, eres aquello… Ante cada una de esas, escucha lo que hoy te dice Dios a ti: “Eres mi hijo (a) amada (a)…” Deja que esa palabra penetre los duelos y dolores, los miedos y preocupaciones, las angustias y ansiedades, las autocompasiones… Deja que esa palabra genere en ti la experiencia del sentirte hijo de Dios, amado por El, transformado desde dentro. Tal vez crezca en nuestros corazones una profunda paz, el estar de acuerdo con nosotros mismos, una confianza tan profunda como un abismo en que somos deseados y amados, elegidos y escogidos de entre la muchedumbre, únicos y singulares. Lo siguiente es central en la experiencia cristiana: experimentar ser amado por Dios. Tómalo con la mayor profundidad, dale el mayor tiempo posible, va dirigido a ti: Escucha esa voz con la mayor atención interior, oye en lo más íntimo de ti mismo palabras que te dicen: «Desde el principio te he llamado por tu nombre. Eres mío(a) y yo soy tuyo. Eres mi amado(a) y en ti me complazco. Te he formado en las entrañas de la tierra y entretejido en el vientre de tu madre. Te he llevado en las palmas de mis manos, y amparado en la sombra de mi abrazo. Te he mirado con infinita ternura y cuidado más íntimamente que una madre lo hace con su hijo. He contado todos los cabellos de tu cabeza, y te he guiado en todos tus pasos. Adonde quiera que vayas, yo estoy contigo, y vigilo siempre tu descanso. Te daré un alimento que sacie totalmente tu hambre, y una bebida que apague tu sed. Nunca te ocultaré mi rostro. Me conoces como propiedad tuya, y te conozco como propiedad mía. Me perteneces Yo soy tu padre, tu madre, tu hermano, tu hermana, tu amante y tu esposo. Oración Incomprensible Dios, que en la oración nos regalas tu Espíritu Santo para que nos transforme y nos transfigure. Te agradezco los momentos de transfiguración que he podido experimentar en mi vida; cada palabra que se me revela, cada mirada de amor que me transforma, los momentos en que todo me quedó claro y pude decir sí a mi vida, a mi historia, a este mundo en el que me pusiste. Hazme orar en estos días de cuaresma de tal forma que Tú me colmes completamente y me transformes, que me lleve al encuentro de lo mejor de mí y de mis hermanos, sobre todo los más necesitados Amén. 2