PROYECTO GENOMA HUMANO El genoma humano está compuesto por unos 30.000 genes que en su conjunto, determinan la estructura del ADN, definen lo que somos biológicamente. Para clasificarlo la ciencia pública tomó la iniciativa. Un consorcio de cooperación cientÃ−fica internacional, liderado y financiado por instituciones públicas de Estados Unidos y del Reino Unido, con participación de cientÃ−ficos y centros de investigación norteamericanos, europeos y japoneses, colaboraron en el programa Genoma Humano, iniciado en 1990. Pero a mediados de los noventa, cientÃ−ficos-empresarios de los que abundan en Estados Unidos entendieron la potencialidad comercial del proyecto. La identificación de los genes que configuran nuestro cuerpo puede permitir conocer sus irregularidades; por tanto, enfermedades, y en consecuencia su cura. Vender la vida es el mayor negocio posible. La empresa Celera Genomics, se propuso construir el mapa del genoma en paralelo y más rápidamente, utilizando la capacidad masiva de cálculo informático con programas capaces de procesar rápidamente toda la información obtenida por la investigación biológica. El programa público del Genoma Humano tenÃ−a su fecha de conclusión en el 2003. Pero a principios del 2000 Celera anunció que lo tendrÃ−a en ese año. Celera se ha basado en datos públicos para completar su genoma; partió de los descubrimientos sobre secuenciación de genes que un profesor y un estudiante de informática decidieran publicar gratuitamente en vez de hacerse millonarios con su información. Sometida a una gran presión la empresa cederá gratuitamente parte de la información, pero cobrará a sus suscriptores por los recovecos de mayor valor cientÃ−fico, aquellos que pueden servir para buscar datos relevantes en el mapa genético humano. El proyecto público todavÃ−a mantiene que su método de trabajo es el único que proporciona secuencias completas, a falta sólo de completar -en los dos próximos años- los huecos. CONSECUENCIAS DEL DESCUBRIMIENTO Por una parte, se ha desatado la euforia tras las promesas de los cientÃ−ficos sobre la capacidad para neutralizar la predisposición de las personas a padecer una determinada dolencia y hacer asÃ− desaparecer en el futuro las enfermedades hereditarias. Por otra, se teme que las empresas y las compañÃ−as de seguros puedan utilizar la información genética para discriminar a quienes presenten tal predisposición. No obstante la posibilidad de predecir las enfermedades individuales a través de los genes exista y es positivo. AsÃ− pues, puede que la terapia génica sea útil, pero parece más coherente, barato y sencillo dirigir la futura salud pública hacia la educación y concienciación sobre la importancia del control del ambiente y los hábitos de vida. Sólo en enfermedades serias se utilizará sea terapia individual. Por otra parte no sabemos si la manipulación sistemática del material genético, fruto de la evolución biológica, pude abrir paso a enfermedades hoy inexistentes. Hace mucho, el hombre descubrió el fuego y aprendió a quemar a sus enemigos. Mucho después descubrió la pólvora, y enseguida inventó las bombas. Al desarrollar la quÃ−mica, aprendió a hacer armas invisibles. En cuanto aprendió a volar hizo los primeros aviones de guerra. En los años cuarenta dominó la energÃ−a nuclear y, rápidamente, desarrolló la bomba atómica. Ahora ha descifrado el genoma. ¿Es posible que por primera vez, desde que habita la tierra, el hombre no utilice mal uno de sus descubrimientos? ¿Es posible que no desarrolle una nueva y mortÃ−fera arma? ¿Cabe la posibilidad de que no utilice este descubrimiento con fines comerciales?. Es fácil llegar a la conclusión de que los avances en genética serán utilizados, en primer lugar, para desarrollar nuevas armas y, en segundo lugar, para todo aquello que produzca dinero Sólo una actuación decidida de los gobiernos podrÃ−an evitar que la historia se repita por enésima vez. Pero ya es tarde. Cuando se firmó la convención internacional contra las armas biológicas, hace 29 años, 1 nadie tenÃ−a una idea muy clara de cómo manipular el genoma de una bacteria para convertirla en una bomba mortal. Hoy casi podrÃ−a hacerlo cualquier laboratorio. El 10 de abril de 1972, 143 paÃ−ses firmaron en Washington, Londres y Moscú la Convención para la prohibición del desarrollo, producción y almacenado de armas biológicas. Pero los últimos 30 años han presenciado unos avances genéticos de tal magnitud que han convertido aquellos acuerdos algo anticuados no sólo por su escasa utilidad, sino por su difÃ−cil control. Basta transferir los genes adecuados a una bacteria para hacerla resistente a los antibióticos más usuales. Una red clandestina llamada Biopreparat, con laboratorios secretos en Rusia y Kazajstán, creó por manipulación genética una cepa de la bacteria causante de la peste, Yersinia pestis, capaz de resistir a 16 antibióticos. Los cientÃ−ficos disponen ya, o están a punto de disponer- de la descripción completa de los genomas de media docena de microorganismos peligrosos, incluidos los agentes de la tuberculosis, el cólera, la lepra, el ántrax y la peste. Estas valiosas secuencias de ADN pueden consultarse, en todo su lujoso detalle, desde cualquier ordenador conectado a la Red, y a menudo gratis. Pocos diseñadores de armas habrán tenido más facilidades en la historia. Una de las aplicaciones más publicitadas del genoma humano es la capacidad de predecir la respuesta de cada individuo a cada fármaco, que permitirá evitar los efectos secundarios que pueden convertir en letales para unos pacientes los mismos medicamentos que salvan la vida de otros. No resulta difÃ−cil imaginar utilizaciones perversas de esa misma información genómica individualizada. Y no conviene olvidar que ciertas peculiaridades del genoma ocurren con mayor frecuencia en uno u otro grupo étnico. Por último querrÃ−a plantear una pregunta: ¿Qué pasarÃ−a si una empresa privada patentara el genoma de nuestra especie o al menos parte de él?, Por lo que pudiera suceder 'la oficina de patentes del Gobierno no deberÃ−a dejar patentar como inventos lo que son descubrimientos. 7 de Mayo de 2001 2