La capa de Harry Potter

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La capa de Harry Potter
Autor: Óscar Giménez
ogimenez@doyma.es
Viernes , 22 de Abril de 2005
Quienes hayan leído la primera entrega del aprendiz de mago Harry Potter –o hayan visto la películasabrán que el muchacho recibió en herencia un objeto mágico fascinante: una capa de invisibilidad bajo la
que se podía ocultar para pasar desapercibido ante los ojos de los demás.
Pues bien, una investigación dada a conocer por un servicio de noticias científicas asociado a la revista
Nature nos muestra que esa capa de invisibilidad puede convertirse en una realidad con el tiempo. Los
investigadores Andrea Alù y Nader Engheta, de la Universidad de Pennsylvania, explican que la clave se
halla en los plasmones, minúsculas excitaciones sobre la superficie de algunos metales que se crean
cuando los electrones se mueven rítmicamente.
Aplicar una capa de esos plasmones a ciertos objetos provoca que las ondas de luz sean absorbidas y, al
no reflejarse, eso impide que veamos los objetos. Según los científicos, se trata de algo que no contradice
ninguna de las leyes conocidas de la física, pero también añaden que se trata de un tipo de investigación
que aún está en pañales, y lo que han conseguido hasta el momento no va más allá de lograr que sean
invisibles cosas de tamaño microscópico que ni siquiera veríamos a simple vista.
De todos modos, el camino hacia la invisibilidad está abierto y puede llegar algún día se creen naves
como aquellas de Star Trek que, gracias a una especie de escudo, desaparecían en la nada. La misma
tecnología, desarrollada a gran escala, puede servir para que los ladrones sean más eficaces, los espías se
camuflen mucho mejor o para crear aviones bombarderos realmente invisibles.
Sin embargo, por ese mismo motivo, la idea es preocupante. ¿Qué uso harían de esta tecnología los
militares? Y planteo esta cuestión porque hace poco una organización llamada Sunshine Project reveló
algunos documentos de las fuerzas armadas estadounidenses, que datan de 1994, sobre investigaciones
encaminadas a desarrollar curiosas armas químicas.
Por ejemplo, los científicos plantearon la idea de rociar al ejército enemigo con una sustancia que les
provocara una grave halitosis, lo cual permitiría identificarlos semanas después fácilmente por su mal
aliento.
Otra sesuda idea era ubicar colmenas en vías utilizadas por el enemigo y exponer las abejas a sustancias
que las volvieran más agresivas y se lanzaran a picar a los "malos". Recuerdo que el coyote aquel de los
dibujos animados tenía incluso proyectos mejores para cazar al correcaminos.
Finalmente, otra de las grandes ocurrencias de los científicos que asesoran al ejército estadounidense
citaba la "bomba gay", consistente en rociar a los enemigos con determinadas sustancias afrodisíacas que
los convertirían en homosexuales, hecho que "minaría la moral y la disciplina de las tropas". Partió de
investigadores del Wright Laboratory de Dayton (Ohio), quienes pidieron al Pentágono 7,4 millones de
dólares para desarrollar esta fantástica idea bélico-erótica. Al final, parece ser que no les hicieron caso.
¡Menos mal! Me siguen gustando más las ideas del coyote.
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