La revisión del “tiempo” desde el error constructivo en la Historia.1 “Para cualquier persona de mi edad que ha vivido durante todo o la mayor parte del siglo XX, esta tarea tiene también, inevitablemente, una dimensión autobiográfica, ya que hablamos y nos explayamos sobre nuestros recuerdos (y también los corregimos)”2 Reflexionar acerca del tiempo supone intentar un recorte conceptual para lograr posicionarnos sobre uno de los problemas más relevantes para la Enseñanza de la Historia. Por ende, también para la Enseñanza de las Ciencia Sociales. Me refiero, en este caso a la cuestión temporal, dado que constituye uno de los problemas de más difícil resolución. Asimismo, nos conduce a preguntarnos qué enseñamos cuando hablamos del tiempo y qué intentamos revisar, dónde se encuentra el límite del error. Nuestras expectativas ¿giran en torno a la repetición, ubicación en un tiempo cronológico plagado de hechos y acontecimientos o en la comprensión de esta categoría? En todo caso, cuál es el horizonte real a partir de nuestras valoraciones acerca de la enseñanza temporal. Madurar este concepto que debe ser construido junto a nuestros alumnos, orienta esta propuesta. No debemos olvidar que nuestro presente -el mío, el suyo, el de cada uno, o sea el individual- se constituye a partir de nuestro pasado y nos ayuda a aproximarnos al futuro. La suma de nuestros pasados nos atraviesa como sociedad en el presente y las elecciones que realicemos nos convocan para el futuro. El pasado, presente y futuro de los sujetos sociales son las marcas que constituyen nuestro colectivo social. El tiempo que ha ocupado la atención desde diferentes especialidades, atraviesa a las disciplinas que integran las ciencias sociales y humanas en su conjunto; fundamentalmente a la Historia. Por lo tanto, su enseñanza, aún hoy, continúa siendo conflictiva según la escuela historiográfica que se adopte. No es mi intención, reseñar los distintos abordajes, discusiones o puntos de vista que refieren a la historiografía, a sus escuelas, proposiciones y discursos. Pero, cabe aclarar que debemos tener en cuenta cada uno de sus planteos y miradas porque desde esos lugares se establecerán los contenidos a enseñar y según la escuela que se asuma será la alternativa abierta para la enseñanza. 1 Della Porta, Patricia Viviana, Documento elaborado dentro del marco del CIE. Equipo Técnico Regional- Región 8. 2 Hobsbawm, Eric, Historia del siglo XX, Buenos Aires, Crítica, 1998, p. 13. 1 Ante todo, tal vez, debamos repensar qué preguntamos cuando hablamos del tiempo histórico y cómo enseñamos a nuestros alumnos esta categoría estructural. Temática que ha provocado la preocupación no solo de historiadores sino también de un sinnúmero de especialistas del campo de la didáctica.3 En este itinerario que me propongo delinear, guiará mis planteos -esencialmentelas interpretaciones elaboradas por Jacques Le Goff4, quien señala seis problemas que plantea el concepto de historia en la actualidad, refiriéndose -entre ellos- a las relaciones entre la historia vivida y el esfuerzo científico. Igualmente, trabaja las relaciones que tiene la historia con el tiempo. O sea, con la duración. El historiador sostiene que puede ser el “tiempo “natural” y cíclico del clima y las estaciones, o del tiempo vivido y naturalmente registrado por los individuos y sociedades. Por una parte, para domesticar al tiempo natural, las diferentes sociedades y culturas inventaron un instrumento fundamental: el calendario; por otra, hoy los historiadores se interesan cada vez más por las relaciones entre historia y memoria (…) La dialéctica de la historia parece sintetizarse en una oposición -o diálogo- pasado/presente (y/o presente/pasado (...)”5 En este fragmento nos encontramos con el problema actual que determina la enseñanza y el aprendizaje del tiempo histórico. Recordemos la expresión de Braudel al definir la “historia” como la ciencia de “los hombres en el tiempo”. En definitiva, de cada uno a nivel individual y a nivel de cada sociedad en el tiempo. También, Eric Hobsbawm manifiesta la “función social del pasado”, elemento substancial de la concepción del tiempo, debido a que nos lleva a diferenciar el pasado del presente, instituyéndose una operación entre ciencia histórica-conciencia histórica, lo que a su vez representa un problema: el de la definición del espesor del presente. Un presente que no podemos delimitar a un instante. Podemos intuir, dice Le Goff, que todas las operaciones conscientes e inconscientes encierran a nivel colectivo la división entre el pasado y el presente. Existen acontecimientos que por la resonancia, ruptura y 3 Se recomienda -entre alguna de las obras que componen la extensa bibliografía- las lecturas de: Mitre Saab, Jorge, Enseñar Historia, ¿para qué? Reflexiones acerca de los objetivos generales de la asignatura; Asencio, Mikel y Pozo, Juan Ignacio, “Aprendizaje del tiempo histórico”, en: Álvarez, Amelia (comp.), Sicolgía y Educación, Aprendizaje Visor; Asencio, Mikel, Carretero, Mario y Pozo, Juan Ignacio, “La comprensión del tiempo histórico”, en: La enseñanza de las Ciencias Sociales, Cáp. V; Aisenberg, Beatriz y Alderoqui, Silvia (comps.), Didáctica de las ciencias sociales. Aportes y reflexiones, Buenos Aires, Paidós Educador, 1994; Aróstegui, Julio, La Historia Vivida. Sobre la Historia del Presente, Madrid, Alianza, 2004; Braudel, F., “La larga duración”, en La Historia y las Ciencias Sociales, Madrid, Alianza, 1979; Hobsbawm, E., Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 1998. 4 5 Le Goff, Jacques, Pensar la Historia, 1ra reimpresión, Buenos Aires, Paidós, 1997. Le Goff, Op. Cit., p. 9 2 cambio que provocó en una sociedad en un tiempo determinado, dentro de una estructura mental y en un espacio geográfico imprimen el límite entre un pasado y un presente. A modo de ejemplo -cita- el caso de la Revolución Francesa o el de la Revolución Rusa. Por las consideraciones expuestas, el tiempo histórico resulta un concepto por demás categórico para ser trabajado en las aulas y desde el constructivismo tanto los saberes previos como la revisión del error cobran especial significación. El aprendizaje de los contenidos escolares implica un proceso de construcción o reconstrucción en el que las aportaciones de los alumnos son decisivas, debido al papel mediador de la actividad mental “constructiva” de los alumnos. Además, los contenidos escolares deben reflejar las concepciones previamente construidas culturalmente por la sociedad. De igual modo juega un rol particular el imaginario social. Razón por la cual, la “revisión”6 y principalmente lo que aquí importa “la revisión a partir del error” 7 asume un lugar específico dentro de los esquemas de la estructura mental. Desde el marco teórico que hemos trazado cabe preguntarnos cómo recuperamos el error que nuestros alumnos reiteran en cada etapa evolutiva acerca de la distinción del tiempo y su utilización, cuáles son las posibles estrategias metodológicas-didácticas para generar nuevas posibilidades en cada nivel educativo. De esta manera, nos aproximamos al tratamiento de uno de los temas más complejos, el tiempo histórico. Mi invitación radica en incorporar como estrategia didáctica “la duración del tiempo” y con respecto a esta cuestión Fernand Braudel realizó un aporte fundamental para la Historia, los tres tiempos: el tiempo corto -la historia de los acontecimientos-, la mediana duración -la coyuntura- y la larga duración -la estructura- y es dentro de este encuadre que podremos recuperar contenidos significativos a partir de la revisión del error propuesta desde el constructivismo. El tiempo histórico, por la complejidad que comporta su enseñanza en tanto tiempo y no solo acontecimiento -en general- se deja al margen. Variadas son las excusas para no tratarlo, tanto desde la psicología como desde la didáctica, historia o desde las mismas áreas que conforman el ancho campo de las Ciencias Sociales. 6 El diccionario de la Real Academia Española define el término de esta forma, se entiende por revisar: “ver con atención y cuidado”; “someter algo (en este caso los conceptos/el conocimiento) a nuevo examen para corregirlo, enmendarlo o repararlo”. 7 Diccionario de la Real Academia Española, define error:-ō ris y entre alguna de sus acepciones, citamos: concepto equivocado o juicio falso. Acción desacertada o equivocada. 3 Igualmente, la lingüística ocupa un lugar medular, dado que el estudio de las lenguas testimonia en los verbos la distinción entre pasado, presente y futuro. La lengua es parte de la historia colectiva porque registra los modos de expresar las relaciones temporales. Algunos lingüistas, subrayan que la construcción del tiempo verbal incluye tanto a los verbos como al estilo y las frases, determinando así los modos de concebir -además y a través de éstos- la relación pasado/presente según la función que se puntualice del tiempo. De igual forma, los relatos pueden ser integrados a la enseñanza del tiempo en el Nivel Inicial y en la Educación Primaria Básica: “Había una vez”, “fue/era”; “en esos tiempos” y otros más. Definitivamente, todos estamos atravesados por el tiempo, aún el niño para quien “comprender el tiempo significa liberarse del presente: no solamente anticipar el futuro en función de regularidades inconscientes registradas en el pasado, sino desarrollar una sucesión de estados ninguno de los cuales se parece al otro, y cuya conexión no se puede establecer sino a través de un movimiento de grados progresivos, sin fijaciones y sin pausas (…) comprender el tiempo significa esencialmente hacer acto de reversibilidad. También en las sociedades la distinción entre pasado, presente y futuro implica este remontarse en la memoria y esta liberación del presente, que presuponen una educación, la institución de una memoria colectiva más allá, que vaya más lejos de la memoria individual. La gran diferencia está en que los niños -a pesar de las presiones del ambiente externo- se constituyen en gran parte de su memoria personal, allí donde la memoria sociohistórica recibe sus datos de la tradición y de la enseñanza (…)”8 Ese pasado individual (construcción organizada) se acerca al pasado colectivo como una perspectiva que nos trasciende porque contiene al grupo social al que pertenecemos, con el que nos identificamos. Por consiguiente, no podemos negar la importancia de enseñar el tiempo, aún en los más pequeños. Al igual que acontecía en la sociedad medieval, los niños pequeños no establecen mediciones ni cronologías. María del Carmen Carlé9 en un interesante trabajo, define lo que denomina “Tiempo del Ser y Tiempo del Hacer”. El primero es el que se dedica a conservar y desarrollar el ser físico y el espiritual, tiempo de la cultura, del sueño. El segundo, es el de la acción, el de los oficios y el de los trabajos. Es el tiempo de la actividad. Mi inquietud reside en subrayar este último, porque es el que podemos explorar junto a los niños. Los niños no conocen el tiempo que se mide en horas, minutos y segundos; pero si reconocen el momento de levantarse para ir a la escuela o a la casa de un familiar, de un amigo, la 8 9 Le Goff, Op. Cit., p. 176. Carlé, María del Carmen, Del Tiempo y sus Moradores, Buenos Aires, Editorial Dunken, 2000. 4 mañana, la tarde o la noche. El tiempo dentro de la escuela para cantar, para jugar en un rincón o en otro; para merendar. Tiempo de actividades. Lo que se propone es permitirnos la posibilidad de repensar un punto de partida -no pretendo uno de llegadapara incorporar y revisar a partir de las diversas nociones y acciones, como contenidos a ser enseñados esta categoría de la historia. La tarea que formulo tiene como anclaje “la duración”, los tres ritmos y desde este espacio a continuación puntualizaré algunos ejemplos, con el objeto de proseguir pensando y/o abrir una mirada diferente sobre lo expuesto en párrafos precedentes. Es frecuente escuchar a los niños que asisten al Nivel Inicial frases como “recién fui a la casa de mi abuela” o “ahora voy a ir al cine”. Las palabras “recién fui” - “ahora voy” deben ser retomadas por los docentes para explicar a partir de la duración tanto el pasado como el presente a través de las actividades planificadas, a modo de ejemplo cito el tiempo durante la mañana escolar, ayudando a nuestros alumnos a distinguir lo lejano y lo cercano desde sus propias locuciones. “Recién fui”, señala una actividad anterior y “ahora voy” es la actividad que va a llevar a cabo inmediatamente. El objetivo consiste en retomar las propias proposiciones enunciadas por los niños para incorporar -a través del uso de los rincones, el instante de la merienda, la noche que separa al día- los diversos momentos que experimentan diariamente. Asimismo, los lapsos en que el niño descansa, cuando se levantan; el desayuno, el almuerzo, las diferentes salidas, etc. De esta forma enseñamos el tiempo corto: el de los acontecimientos que el niño comienza a diferenciar y que hacen a su propia vida: el tiempo del hacer, reconociendo a su vez el pasado (hace un rato fui…); el presente (estoy en el rincón de…) y el futuro (después voy a…). No obstante, a medida que el niño crece ese tiempo se complejiza tanto como su propia vida. Nos encontramos frente al tránsito del Nivel de Educación Primaria Básica, resultando -probablemente- favorable incorporar el calendario como producto cultural de una sociedad que buscó a través de su invención la resolución a las necesidades de su época. Aparecerá luego el tiempo cronológico, el antes y el después. El tiempo que se mide, la cronología. Comprender esta dimensión, partiendo de la propia experiencia, ayuda a los alumnos a interpretar los acontecimientos históricos dentro del entramado que contiene ante todo los acontecimientos de la biografía de cada alumno. De esta forma, estaremos en condiciones de incorporar los hechos históricos. Acontecimientos plagados de personajes, batallas (tal la historia tradicional), vestimentas, vida cotidiana que debemos completar sobre todo con el contexto que los 5 acompañó y les dio forma. Ejemplificaré esta idea con un tema -“Revolución de Mayo”- que los alumnos no solo repiten de memoria sino que solo observan como una sucesión de acontecimientos sistematizados al que no le encuentran sentido (por eso lo olvidan). Los docentes, tomamos conciencia de los errores frecuentes que se reiteran sobre la “Revolución de Mayo” cuando aspiramos a recuperar esos contenidos, nociones, conceptos ante nuevas situaciones. Revisarlos desde la mediana duración -o sea desde la coyuntura social, económica- puede resultar por demás atractivo porque involucramos al alumno dentro del contexto que contuvo al proceso revolucionario y nos abre un territorio fecundo para el aprendizaje y para iniciar los pasos hacia la investigación escolar. Preguntar para reflexionar, para construir y reconstruir teniendo en cuenta la “mediana duración” lleva a los niños a redescubrir, desde otra óptica, por qué sucedió en ese momento y no en otro dentro de un espacio y tiempo determinado, cuáles fueron los intereses económicos que mediaron, cómo era el ambiente cultural de la época, qué factores sociales intervinieron en el proceso y por qué se destacaron determinados sectores sociales como protagonistas, son formas que nos acercan a que los alumnos comprendan. Integrar el contexto colabora -también- en la interpretación que el alumno puede lograr sobre la historia, siempre y cuando atendamos al razonamiento gradual del tiempo y de su duración. Por consiguiente, ya no se hará uso de la repetición memorística, dado que no se olvida aquello que se entiende. Quizá, desde esta perspectiva de trabajo, nuestros alumnos consigan no equivocarse al ordenar sucesos cronológicamente. De esta forma, en el Nivel de Educación Secundaria Básica, los jóvenes podrán entender el tiempo de la mediana duración, la coyuntura: “analizar las realidades sociales, todas las formas amplias de las de la vida colectiva, las economías, las instituciones (…)”10 y sus diferentes ritmos: el de los ciclos económicos o una determinada coyuntura social. Por último, en el Nivel de Educación Polimodal, cada uno de los aprendizajes formarán parte de la trama de los diferentes ritmos del tiempo: el del acontecimiento (corta duración), el de la coyuntura (mediana duración) para afrontar el de la larga duración: la estructura; tiempo de la cultura material y de las mentalidades. Dilucidar 10 Fontana, J., “La historia económica y social”, en La Historia de los Hombres, Barcelona, Crítica, 2001, Cáp.10, p. 207. 6 estos ritmos conduce a asumir otro posicionamiento tanto de los docentes como de los alumnos para madurar la historia. Seguramente, si nos animamos a insertar “la duración” como estrategia didáctica, el tiempo en sus múltiples ritmos, nuestros alumnos estarán en condiciones de identificar cambios y continuidades, rupturas; el pasado, presente y futuro. Y desde este terreno llegaremos a la adquisición de la conciencia histórica11. En suma, revisar los errores acerca de la enseñanza del tiempo, desde el punto de vista formulado, equivale a construir y reconstruir esos conceptos que se van internalizando, en forma lenta pero progresiva, en la constitución de cada uno de estos seres individuales que forman el colectivo social. Seres con una mirada crítica porque fueron, a lo largo de su escolaridad, apropiándose del conocimiento, capaces de develar el presente, porque es desde éste que interrogan al pasado para poder interpretarlo y lograr descubrir el por-venir. Reconocer los ritmos de cambio a partir de las diversas duraciones facilita la comprensión del transcurrir histórico, evidenciando que en las relaciones complejas del tiempo se producen los cambios sociales, sus continuidades y rupturas, dado que cada uno de nosotros genera las representaciones mentales (imaginario social) de los escenarios de los que formamos parte, siendo por lo tanto la “temporalidad” una categoría socializadora que colabora en el logro de la interpretación del presente. 11 Se recomienda como lecturas para continuar reflexionando sobre temáticas tales como: conciencia histórica, imaginario social, colectivo social -entre otras- la de los siguientes autores: Hernández Sandoica, Elena, Los caminos de la Historia, Madrid, Síntesis, 1995; Le Goff, Jacques, Pensar la Historia, Buenos Aires, 1ra reimpresión, Paidós, 1997; Castellán, Ángel, Tiempo e Historiografía, Buenos Aires, Biblos, 1984; Bloch, M., Introducción a la historia, Buenos Aires, FCE, 1982; Braudel, F., La Historia y las Ciencias Sociales, Madrid, Alianza, 1979; Febvre, Combates por la historia, Barcelona, Ariel, 1992; Fontana, J., La Historia de los Hombres, Barcelona, Crítica, 2001. 7