Proposición del Sen. Ricardo Monreal Ávila, del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo, la que contiene punto de acuerdo sobre la banca de desarrollo. Exposición de Motivos. La pasada depresión económica y crisis financiera que golpeó al país y al mundo entero desde finales de 2008 y durante casi todo 2009, fue originada por razones externas pero también internas. Las externas derivan del colapso del modelo económico neoliberal que propició una economía basada en la pura especulación del capital y no en la producción suficiente de bienes y servicios para millones de seres que habitan el planeta. Las internas son el resultado de políticas económicas que han privilegiado a unos cuantos grupos económicos y sociales, y han descuidado a la mayoría de la población y desatendido la construcción nacional de un desarrollo agrícola, industrial, científico y tecnológico propio. Los canales de transmisión de la crisis a nuestro país han sido el comercio exterior, los precios de algunos bienes y la volatilidad del tipo de cambio, así como la caída en las actividades productivas, las remesas, el turismo, la inversión extranjera directa y, en general, la drástica reducción de la disponibilidad de recursos financieros externos[1]. La magnitud de la crisis aún no ha sido superada, además, se ha puesto de manifiesto la necesidad de contar con un diagnóstico de sus casusas porque con base en ello se pueden realizar las acciones que permitan hacerle frente. En función de esto el sistema financiero y, sobre todo, la banca de desarrollo son instrumentos esenciales para contribuir al dinamismo de la economía mexicana. Uno de los principales problemas del denominado “ajuste estructural”, iniciado en el país en la década de los ochentas, es que la inversión privada no ha podido compensar, ni cualitativa ni cuantitativamente, la caída en la inversión pública, circunstancia que, sumada a la falta de políticas de fomento a los trabajadores y al rezago en la investigación científica y tecnológica, ayudan a explicar la debilidad de la demanda interna, la perdida del dinamismo del mercado nacional y la escasa capacidad de crecimiento de la economía mexicana. Pero quizá el problema mayor, y que es materia que nos ocupa en el presente Punto de Acuerdo, es el que tiene que ver con la banca de desarrollo, la cual ha sido incapaz de canalizar crédito a las actividades productivas. Nacional Financiera, Financiera Rural, Banobras y Federal Hipotecaria, deberían jugar un papel más activo en la canalización de créditos a las pequeñas empresas y a las actividades que detonan una gran cadena productiva, así como a los proyectos que permitan rehabilitar o crear una amplia y tupida red de infraestructura en el país. La importancia de ello estriba en que las pequeñas y medianas empresas en México son fundamentales para la economía nacional. La OCDE ha dicho categóricamente que las pequeñas y medianas empresas en el país representan el 50% del PIB y alrededor del 70% del empleo, sin embargo, producto de la crisis el país tiene 4 millones de pequeñas y medianas firmas sin créditos y sin ayuda tecnológica adecuada para transformar su estructura. De ahí entonces que el papel de Nacional Financiera sea fundamental en este rubro. A su vez, Financiera Rural tiene una colosal tarea. Desde la puesta en marcha del TLCAN, el campo mexicano ha sido el sector más devastado. El crédito privado, lejos de aumentar, se ha reducido al mismo tiempo que se han desmantelado muchas de las instituciones de fomento agropecuario, creando un vacío institucional que no han podido llenar las nuevas instituciones y los programas creados para apoyar al sector. Programas que, en muchos casos, resultan regresivos; el 10% de los productores rurales concentran entre el 50 y el 80% de los subsidios (dependiendo del tipo de programa).[2] Así, a pesar de la tregua de 10 años que se dio para que el campo mexicano se reconvirtiera productivamente y se prepara para la apertura en maíz, frijol, leche y arroz, las sucesivas crisis económicas de 1995 y 2008 fueron la puntilla para ese sector, sumando, además, las enormes asimetrías en los subsidios y apoyos que reciben los productores mexicanos frente a sus contrapartes estadunidenses y canadienses, lo cual ha hecho posible que nuestros agricultores y campesinos queden fuera de toda competencia. Por su parte, las tareas de Banobras no están exentas de ser evaluadas y reconvenidas para que aporten la infraestructura que el país necesita, pues la importancia de ésta es ampliamente conocida; de ella dependen las posibilidades de desenvolvimiento industrial, pero también las capacidades para proveer los bienes y servicios que inciden directamente en el desarrollo humano de la población y en la competitividad nacional del país. Sin embargo, en México aun hay mucho camino por recorrer en la materia. La OCDE, en su documento titulado Estudios sobre la Innovación 2009, ha señalado los problemas fundamentales que el país tiene y que le impiden entrar a la Innovación y así hacer frente a sus contradicciones; en el séptimo sitio remarca la Deficiencia de las Obras de Infraestructura. Por su parte, el World Economic Forum en el capítulo de Infraestructuras, ubica a México en el lugar 69.[3] Como vemos, en el rubro de infraestructura el país está a la zaga, y ello nos condena a perder competitividad. Pues la perdida de ésta se debe en gran medida a los altos costos logísticos y de transporte, producto de la escasa inversión en infraestructura portuaria, el limitado crecimiento y deterioro de la red carretera y el estancamiento, cuando no franco retroceso en el transporte ferroviario. En suma, urge desplegar una efectiva política anticíclica que descanse en una estrategia agresiva de inversiones públicas y en una intervención cada vez más activa de la banca de desarrollo en actividades productivas. El Congreso de la Unión de nuestro país está obligado legal, política y éticamente a responder de manera adecuada a la situación antes planteada. Actualmente el artículo 4 de la Ley de Instituciones de Crédito le da una injerencia tibia y ambigua a la banca desarrollo para atender las actividades productivas, pues éstas sólo serán las que emita el Congreso de la Unión en las respectivas leyes orgánicas, las cuales están muy atrasadas para el contexto en el que nos encontramos. La Ley de Instituciones de Crédito se publicó en 1990, en ese entonces el país experimentaba un difícil momento político y económico. Hoy las condiciones sociales, políticas y económicas nacionales, e internacionales, han cambiado de manera dramática y exigen nuevos ejes transversales para que las actividades productivas contenidas en las diferentes leyes orgánicas sean actualizadas y así ser una vía muy promisoria como instrumentos que beneficien a la economía mexicana. Derivado de lo anterior, someto a consideración de esta Honorable Asamblea el siguiente PUNTO DE ACUERDO ÚNICO.- Que se conforme una comisión especial del Senado de la República, cuyo objetivo sea actualizar las diversas leyes orgánicas de los Bancos de Desarrollo para facilitar el otorgamiento de créditos a os diversos sectores productivos. Dado en el salón Legislativo de Xicoténcatl, a los 11 días del mes de enero del 2011. [1] “México frente a la crisis. Hacia un nuevo curso de desarrollo”; Editado por la UNAM, México 2010, pp. 30. [2]Ibíd. Pp. 43. [3] Ver Juan María Alponte. “Los Obstáculos de México para el desarrollo”, en México y el Mundo, 3 de marzo de 2010; http://juanmariaalponte.blogspot.com/2010/03/los-obstaculos-de-mexico-para-el.html