INMIGRACIÓN Y REDES SOCIALES EN ARGENTINA: UN BALANCE A PROPÓSITO DE LAS DISCUSIONES ABIERTAS SOBRE SUS LOGROS Y PROBLEMAS. Dedier Norberto Marquiegui* Introducción. Corría el año de 1988 cuando una primera y muy temprana revisión efectuada a partir de los primeros trabajos realizados en Argentina en torno al concepto de red social, aunque vale aclararlo no sólo en el campo de los estudios migratorios, se permitía hacer gala de un moderado optimismo acerca de las perspectivas futuras que para esa noción dentro de ese terreno se abrían1. Siete años después, el presagio parecía haberse plenamente cumplido, como lo probaba por ejemplo el alto grado de difusión que su uso estaba alcanzando entre la mayoría de los estudiosos especialistas en la materia, sino fuera porque precisamente, ese mismo nivel de generalización al que antes aludíamos, permitía albergar la no infundada sospecha de una utilización quizás impropia, que se reflejaba por caso en la indiscriminada proliferación de un tipo de historias de la emigración que corrían el no deseado riesgo de ser, sin proponérselo, similares y repetitivas, de parecerse desesperadamente las unas a las otras2. Disyuntiva ante la cual se perfilaron en principio dos alternativas: o se profundizaba la reflexión sobre los modos de empleo que terminaron por convertir en una formula vaga y ambigua a una herramienta teórica potencialmente muy rica restituyéndole su capacidad crítica, o se optaba por el camino del desencanto, como no pocos hicieron, volviendo a transitar la senda de un neoestructuralismo, del que suponemos no ignoran que poco se puede esperar, precisamente en momentos que las redes sociales ganaban espacios, convirtiéndose en un poderoso impulso para el tratamientos de otros problemas, en otras épocas, desde la perspectiva de esta u otras disciplinas. Ese demasiado veloz tránsito, de la euforia a la decepción, entendemos, que nos legitima en nuestra pretensión de tratar de comprender, a través de un rápido balance de ninguna manera exhaustivo, las razones de su vertiginoso éxito, en relación a otros paradigmas que la precedieron, así como los peligros que pareciera actualmente acechan al concepto de redes sociales, a los efectos de clarificar los verdaderos alcances de sus logros, sus límites y sus posibilidades futuras de desarrollo en un tema que, como pocos, parece haberlas incorporado entre sus principales instrumentos de estudio. * Investigador de Carrera del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Universidad Nacional de Luján. República Argentina 1 Fernando J. Devoto, “Las cadenas migratorias italianas: algunas reflexiones a la luz del caso argentino” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 3, nº 8, 1988, pp. 103-123. Saltar sin red: el trasfondo oculto de la teoría del crisol de razas. Los estudios migratorios en Argentina nacieron bajo la impronta del crisol de razas. La refuncionalización del término, respecto a los contenidos originales que sus propagadores de los tiempos de las migraciones masivas le atribuyeron, la llevó a en su formulación científica adquirir significados que no es seguro que estuvieran presentes entre sus usos fundacionales, como esa condición de sinónimo de «modernización», de crecimiento demográfico y de acelerada urbanización que, devenidas luego en “sentido común” de la gente3. pasaron a probablemente definir su imagen para siempre. En esa dirección, podría decirse, se constituyó de hecho en una “ficción orientadora”, en el mismo sentido que delimitado por Edmund Morgan fuera después retomado para nuestro país, aunque tan pobremente utilizado, por Nicolás Shunway4. Veamos por qué. En primer lugar porque era evidente que, para los generadores mismos del mito del crisol, desde los mentores de la ideología pro inmigratoria de mediados del siglo XIX hasta los observadores contemporáneos a los flujos, muchos de esos sentidos estaban completamente ausentes, como muy bien lo refleja la conocida premisa que sostiene que “gobernar es poblar”, pero que es obvio se refiere a las grandes extensiones recientemente incorporadas al territorio nacional y no a la formación de extendidos conglomerados urbanos, que serían percibidos luego como potenciales fuentes de disociación, de proliferación de conductas y de ideas extrañas que amenazaban la unidad de la nación y la hegemonía del estado. Por otro lado también debido a que, desde principios de la década de 1960, cuando se comenzó a gestar el ambicioso plan de renovación de la historiografía y de las ciencias sociales argentinas en cuyo marco vieron a luz los primeros trabajos científicos producidos en materia de estudios migratorios, el proyecto, y eso independientemente de la diversidad de las matrices inspiradoras alguna vez señaladas por uno de sus más lúcidos miembros5 el proyecto encontró, bajo la égida de José Luis Romero y en lo que a nosotros compete sobre todo de Gino Germani, los elementos que le permitirían proyectar hacia delante los principios rectores de una línea de interpretación llamada a tener larga fortuna. Interpretación en que, entre la ecléctica elección de motivos tan discordantes como los que podían llegar a proveer la teoría del crecimiento económico de Rostow, la Escuela de los 2 La observación corresponde a Franco Ramella, "Por un uso fuerte del concepto de red en los estudios migratorios" en María Bjerg y Hernán Otero (comp), Inmigración y redes sociales en Argentina moderna, Tandil, IEHS.CEMLA 1994, pp. 9-23. 3 Hablamos aquí de “sentido común” no en su acepción habitual, que lo supone como el catálogo de realidades evidentes que se manifiestan a nuestro alrededor y que son tan concluyentes por sí que no necesitan de mayores razones para ser certificadas, si no de la misma manera como lo hace Geertz, como una intencionada interpretación, históricamente construida, y que por lo tanto se ajusta a un sistema de ideas, dentro de una determinada cosmovisión, en cuyas presunciones se reconoce y adquiere significado, y no espontánea y libremente como se asume comúnmente (Clifford Geertz, “El sentido común como sistema cultural” en la obra, del mismo autor, Conocimiento Local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas, Barcelona, 1994. 1994: 104). 4 Edmund. S. Morgan, Inventing the People, New York, Norton, 1988. Nicolás Shunway, La Invención de la Argentina, Bs. As, Emecé, 2002. 5 Tulio Halperín Donghi, “Un cuarto de siglo de historiografía argentina (1960-1985)” en Desarrollo Económico, vol 25, enero-marzo de 1986, nº 100, pp. 487-508. Annales y las de un marxismo aprehendido según Tulio Halperín a través de sus inevitables mediaciones francesas, venía sin embargo a descubrir un punto en común, en la creciente centralidad conferida al tema de la instauración en el país del sistema capitalista, devenida en «modernización» en los términos de la predominante influencia funcionalista6. Se comprenderá entonces si decimos que las migraciones no eran estudiadas en su especificidad como tema sino como la directa resultante de aquellos dilemas que eran los que realmente preocupaban a Germani y a sus seguidores, en particular aquellos inherentes a la transición de la Argentina tradicional a la Argentina moderna7. Claro que, si bien lo mismo sucedía entre los historiadores de otras tradiciones europeas de áreas fuertemente involucradas en los movimientos migratorios como Italia y España entre otras8., en donde, no sin retraso como aquí, se estaba comenzando a indagar el problema, ese similar punto de despegue no podía dejar de tener consecuencias. Porque si las migraciones eran en ellos estudiadas se lo hacía asumiendo de antemano los conceptos y los marcos de referencia provistos por el legado teórico parsoniano, que las concebía como procesos unilaterales y definitivos de transferencia que se operaban de país a país, por lo que los flujos fueron siempre pensados hacia el interior de unidades políticas nacionales, y eran por lo tanto sin medias tintas catalogados como casos de emigración o inmigración mas nunca como migraciones, lo que daría una perspectiva de continuidad más cercana a la de los protagonistas y a la de los estudiosos interesados en recuperar la dinámica de los procesos históricos9, lo que debería una irrenunciable exigencia de la profesión pero que era en este caso abdicada al ponerla al servicio de una cierta y abstracta idea universal de «modernidad», traducida aquí en términos de «modernización», de la teoría de la modernización se entiende, y no de los indicadores materiales que pudieran ocasionalmente atestiguar la existencia de manifestaciones concretas de progreso. Resultado de esa forma de proceder, lógicamente, las migraciones fueron siempre vistas en tanto “causas” y “efectos”, según el lugar desde donde se las mire, predominando los análisis que hacían hincapié en los motivos de emigración y en las indeseadas secuelas que afectaban el desarrollo económico y social en el punto de partida, o en los beneficios obtenidos y en la asimilación de los inmigrantes, que se daba 6 Eduardo Míguez, El paradigma de la historiografía económico social de la renovación de los años sesenta visto desde los añ0os noventa” en F. J. Devoto, La historiografía argentina en el siglo XX, Bs. As, CEAL, 1994, pp. 10- 29. 7 Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición, Bs. As, Paidós, 1968. 8 Para un balance previo de todo lo producido en materia de estudios migratorios en diversas partes del mundo cfr, para Italia Gianfausto Rosoli, “Migraciones internacionales, nuevas identidades étnicas y sociedades multiculturales, para Estados Unido y Canadá Bruno Ramíres, “Migraciones, etnicidad e historia mundial: perspectivas desde la América del Norte”, para Brasil “Um balanco da historiografia da inmgracao para o estado de Sao Paulo” todos en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 8, nº 25, 1993. Sobre España Blanca Sánchez Alonso, Inmigración Española en Argentina. Siglos XIX y XX, Barcelona, 1992; para Argentina. F. J. Devoto, “Del crisol al pluralismo: treinta años de historiografía sobre las migraciones europeas a la Argentina” en, del mismo autor, Movimientos migratorios: historiografía y problemas, Bs. As, 1992. 9 F. J. Devoto, Le migrazione italiane in Argentina. Un saggio interpretativo, Nápoli, Instituto Italiano per Gli Studi Filosofici,1994. por descontada10, una vez llegados a su destino, lo que implicaba ni más ni menos, tanto en un caso como en el otro, que un marcado desinterés por lo que hubiera podido suceder con la vida de las personas del otro lado del océano, cuestión que si a veces era aludida lo era sólo a título ilustrativo. Esa desatención, por lo demás, tenía su fundamento en otro postulado implícito: el de la inmovilidad de las sociedades de antiguo régimen, que venían de esa forma a contrastar con la movilidad propia de la sociedad moderna. Era en el surgimiento del capitalismo entonces, o mejor aún en su implantación a fines del siglo XIX en el mediterráneo europeo o en las naciones emergentes que se integraban al mercado mundial como productoras de materias primas, que de esta forma se convertía en el verdadero tema en estudio, que debía buscarse la explicación última que permitía entender la verdadera naturaleza y papel de las migraciones dentro del sistema, en sus flujos y sus reflujos, en el impacto diferencial que las crisis globales necesariamente tienen sobre las economías nacionales y en los reacomodamientos que imponen en el plano circulación de las personas, ya que como es previsible esas transformaciones desencadenaron la ruina de numerosos sectores y actividades “tradicionales” en particular de aquellas ligadas al trabajo de la tierra, lo que tendría como derivación inmediata las nada sorprendentes secuelas de empobrecimiento, proletarización y desempleo que siempre las acompañan pero que, como contrapartida, serían prontamente compensadas por la demanda de mano de obra adicional que supone la ingente habilitación de nuevas zonas agrícolas en América bajo la expresa solicitud de un “mercado” el que, devenido en algo así como si fuera un ente vivo y operante, una deidad pagana a la que por fuerza se obedece, era capaz por sí sólo de volver a equilibrarse actuando incluso por encima de la voluntad de las impersonales masas que lo integran y que serán sus víctimas o sus beneficiarios pero que no lo podrán controlar nunca, viniendo de este modo a proveer el único y excluyente marco de interpretación desde donde parecía razonable tratar de entender esta clase de movimientos. Asistimos así a la historia de un quiebre, de una ruptura entre un antes y un después de la emigración, que se daba el gusto como se verá de ignorar la vida de la gente, poniendo el acento en algunas cuestiones pero a costa de deliberadamente soslayar otras, aunque esta opción se justificara si era el precio que había pagar para articular una cierta regla de inteligibilidad, de dudosa “universalidad” dicho sea de paso, desde la cual nos fuera posible pensarnos, y en función de nosotros pensar organizando a los demás, pero que claramente responde antes que a la existencia de una lógica supraterrenal, a las representaciones mismas que de esa lógica sus detentores reales dicen profesar o profesan, estableciendo pautas de jerarquización y control que les otorguen los resguardos que su posición exige. Una estructura que, dicho sea de paso, a la que ni siquiera han desafiado aquellos que 10 Francis Korn, "Algunos aspectos de la asimilación de inmigrantes en Buenos Aires" en Torcuato S. Di Tella y Tulio Halperín Donghi (comp), Los fragmentos del poder, Bs As, Ed. Jorge Alvarez, 1969, pp. 439.460. dicen abiertamente se le enfrentan11, como se puede colegir del hecho de que al formular esa oposición en sus mismos términos lo que están garantizando, en realidad, es su supervivencia, plegándose a ella Claro de muchos de esos estudios pioneros, que como hemos dicho anteriormente lo eran sobre todo referidos a la «modernización» pero no de las migraciones o por lo menos no fuera de esas coordenadas, ofrecen lecturas sagaces y a menudo convincentes, que dan la sensación “cierran”, finiquitando cuestiones, o entregando una explicación acabada sobre aquellos problemas que en su momento se habían propuesto indagar12. Pero se trata de una impresión, nada más, no de una constatación cierta. Es que la lógica interna de un sistema, su nivel de coherencia, por más plausible que parezca no es, ni puede ser, el mejor garante de su fiabilidad, de su grado de verdad, porque lo que se hace es discurrir hacia el interior de una relación, de un círculo hermenéutico definido por una cierta expectativa de sentido que nos predispone a sólo decir aquello que percibimos en el marco que lo proponemos, confirmando aquello que ya sabemos, de modo de remitirnos una y otra vez a nuestro juicio previo sobre cómo se mueven en el mundo. En otras palabras la lógica del capitalismo sólo nos permitirá entender el funcionamiento del sistema capitalista, descartando lo demás. Llegados a este punto sin embargo parecería útil recordar la magistral lección de Polanyi 13, quien sostenía la absoluta irreductibilidad, o cuando menos incompleta, de todas las conductas humanas a la disciplina del mercado, aunque eso no tenga validez, obviamente, cuando se razona dentro de un conjunto de ideas que excluye todo lo que se le opone y que, cuando percibe elementos extraños, tiende a ignorarlos o más inteligentemente tal vez algunas veces a resignificarlos. Nos encontramos entonces ante la paradoja de que los inmigrantes no tienen nada que decir sobre la experiencia que los tuvo como principales y excluyentes protagonistas. Desde este punto de vista, no importaba tanto si es un hecho, evidente de por sí, que los hombres venían emigrando desde los albores mismos de la humanidad. Tampoco parecía ser viable la posibilidad de que la asimilación como resultado pudiera ser siquiera discutida: el individuo al partir, del campo a la ciudad o lo que era igual de uno a otro lado del océano, rompía sus lazos preexistentes, obviamente “tradicionales”, adhiriendo a un nuevo sistema de representaciones y formas de sociabilidad que serían las que determinarían su nueva personalidad social. Una personalidad, dicho sea de paso, que podía y debía ser medida en función de algunos indicadores seleccionados, como la profesión, los márgenes de ganancias o la educación, ajustados a los términos de categorías previamente establecidas, y que no son otras que aquellas que constituyen el bagaje de la sociología clásica devenidas después en 11 Fredric Jameson y Slavoj Zizek, Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Bs. As, Paidós,1998. Para algunas conclusiones en la misma dirección sin embargo formuladas desde el otro extremo del arco ideológico véase Giovanni Sartori, La Sociedad Multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, Madrid, Taurus, 2001. 12 G. Germani, Sociología de la modernización, Bs. As, Eudeba, 1969. Del mismo autor, Mass Immigration and Modernization in Argentina” en Irwin Horowitz, Masses in American Latin, New York, Oxford University Press, 1970. 13 Karl Polanyi,, La Gran Transformación, Madrid, Alianza, 1989. aquellas otras socio-económicas con que se manejan habitualmente los historiadores, pudiéndose en función de ellas distribuir a los sujetos, agrupándolos en clases según sean poseedores o no de ciertos atributos comunes definidos a partir de operaciones preliminares de clasificación. Pero el problema era otro en realidad, además de la evidente ligereza de una forma de proceder que sólo se legitima en virtud de su propia lógica interna, dando por descontada su exacta correspondencia con “la realidad”. Y la validez universal y eterna de sus juicios, que parecían venir a reproducir en los hechos la máxima de Ossip Mandelstam, en su Tristia, cuando afirmaba que “...sólo un cuidado me queda y es...liberarme de la carga del tiempo...”. Pero esa aspiración de permanencia, si bien probablemente legítima para ciertas disciplinas y en ciertos climas de ideas, no es enteramente aceptable por lo menos para los que quieran ser reconocidos bajo el genérico rótulo de historiador. Muy por el contrario, para nosotros, el verdadero problema consistiría en que, al aceptar esta versión si se quiere minimalista de los hechos, que postulaba una similar distribución de los roles que se da siempre, en cualquier lugar del mundo igual, lo que esa asunción nos hace es devolvernos en nuestras representaciones las imágenes enormemente empobrecidas de sociedades inmóviles, estáticas, repetitivas, en que los actores sociales permanecen ausentes o, por lo menos pasivos, al ser reducidos bajo esas poderosas fuerzas (llámese el mercado, el estado-nación, la “aldea global” o como se quiera) pero que, una vez aceptada su existencia como macrofenómenos parecieran englobar, determinando, el conjunto de los comportamientos humanos, que sólo se diferenciarían localmente por cuestiones de grado. Consecuentemente, como se comprenderá, y esta es la conclusión a la que realmente nos interesa llegar, los inmigrantes no podían ser entendidos de otro modo, dentro de ese marco de inteligibilidad, sino como la directa resultante de dos formas de representación opuestas, a la vez que complementarias. De manera que, si por un lado, eran interpretados como la encarnación misma de ese homo economicus, arquetipo fiel de los principios profesados por la teoría económica neoliberal, que nos lo presenta como un hombre que opera y decide sobre una suerte de vacío social, un individuo hiposocializado guiado sólo por su ambición de incrementar sus márgenes de ganancia, en posesión además de unos criterios de racionalidad y de una información absolutas, por el otro se perfila aquel sujeto hipersocializado, emergente de la sociología funcionalista y en particular de la sociología industrial anglosajona de matriz parsoniana que se empeñaba en destacar, por oposición, como resultado visible de la industrialización, de la crisis del campo y de la emigración a que ella irremediablemente conduce, la declinación de los vínculos personales “tradicionales” que esa “obligación” de irse conlleva, pero que tendrá su necesario reemplazo en la nueva situación urbana de acuerdo a criterios comunes de posicionamiento frente al “mundo del trabajo” y frente al “mercado”, más “universales” y propios de la “edad moderna”, por los que se podría incluso sin dudas aventurar, si uno conoce las formas como esas personas han sido socializadas, automáticamente se diría, el comportamiento que tendrán en el futuro, en tanto sus conductas están implícitas y se encuentran normativamente orientadas según sus disposiciones de clase que son las que regulan, condicionando, su visión del mundo y de la realidad que lo rodea14. Mejor aún todavía, la variante argentina, representación local en realidad de un modelo que se reproduce igual en todas partes, no era de una expresa adhesión por una u otra postura, si no más bien una lograda mezcla de ambas. No pareciera inoportuno sin embargo hacer notar que, en el desarrollo mismo de esta argumentación, lo que hemos extraviado en el camino, lo que hemos perdido de vista en realidad, es nada menos que nuestro verdadero objeto de indagación, o sea a los migrantes y a las migraciones los que, como si hubieran sido una ilusión, parecieran haberse desvanecido en el viaje, quedando directamente fuera de la historia. Las personas como tales quedaban escindidas en dos. Es que, para los historiadores europeos habían dejado de existir cuando abandonaron su país y una vez en Argentina se convertirían en otra cosa – en comerciantes, industriales, obreros, ciudadanos o lo que fuera- pero nada que tenga que ver con su pasada vida y con su experiencia familiar previa de las que no quedaban casi rastros. Ningún lugar había para ellas en los estudios que en ese momento se hicieron sobre el mercado de trabajo que el arribo de esos inmigrantes había permitido construir15, o los factores de homogeneización, como el conventillo multiétnico16 o el papel la escuela publica le tocó eventualmente cumplir17. Ahora bien, llegados a este sitio, parecería legítimo preguntarse hasta qué punto podría seguir siendo creíble una traducción semejante de los hechos y máxime cuando la idea sobre que la reposa, que el progreso social es algo fijo, lineal, un camino único por transitar, idéntico para todos las naciones, ha quedado desacreditada en la actualidad, ante la evidente existencia de situaciones de desigualdad que afectan a incontable cantidad de países y que nadie debiera seriamente tratar de ocultar. La respuesta no parece consecuentemente difícil, y menos cuando en el resurgir de los estudios migratorios en Argentina, después del sangriento impase representado por el oprobioso interludio de la dictadura, el desarrollo mismo de las investigaciones, en principio modeladas sobre las mismas fuentes estadísticas y censales que constituyeron el legado material de los años sesenta, hicieron posible comprobar, aún a costa de a veces de reincidir en viejos e inexpresivos problemas como el de la preeminencia de los factores de “expulsión” o de “atracción”18, las insuficiencias 14 Mark Granovetter,, Getting a Job, Camnbridge, Harvard University Press, 1974. Gustavo Beyauth , Roberto Cortés Conde, Haydée Gorostegui y Susana Torrado Susana, "Los inmigrantes en el sistema ocupacional", en T. Di Tella, G. Germani y Jorge Graciarena (comp), Argentina, sociedad de masas, Bs. As, Eudeba, 1965, pp. 59-84.. 16 F. Korn, Buenos Aires, los huéspedes del veinte, Bs. As, Sudamericana, 1974. 17 T. Halperín Donghi, "¿Para qué la inmigración?. Ideología y políticas inmigratorias y aceleración del proceso modernizador. El caso argentino, 1810-1914" en Jahrduch Für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Geselleschaft Lateinamerikas, Bohalau Verlag, Koln- Wien, band 13,1976.. pp. 437-489.. 18 Problema que, aunque enfocado desde un punto de vista crítico, fue capaz de atraer la atención, a mediados de la década de 1980, de autores como Fernando Devoto, de quien sobre esa cuestión se puede ver," Factores de expulsión y de atracción 15 propias de esquemas de análisis por fuerza encerrados dentro de las coordenadas del estado nación. Era la misma evidencia empírica, entonces, la que permitía comenzar a vislumbrar una no necesaria correspondencia entre las proposiciones que surgían de los esbozos pioneros y las imágenes emergentes de la vieja y nueva documentación, como las fuentes uninominales que se agregan, en el marco de los crecientes intercambios potenciados por el surgimiento de una historiografía internacional , como por otra parte requería la naturaleza trasnacional del problema 19, y desde la que sería en adelante posible discutir los supuestos implícitos en la teoría del crisol de razas, emblema homogéneo de la “nueva” Argentina o resultado esperable de las migraciones masivas desde el punto de vista de la economía, de la polititología y de la sociología tradicional. Claro que, como sabemos, la realidad suele ser siempre bastante más compleja de lo que a menudo los estudiosos quisiéramos o estaríamos dispuestos a admitir. Es que antes que un cohesivo cuerpo social, que encuentra su cause en formas de representación política que la expresan, la sociedad está por lo general compuesta por grupos, que adoptan identidades que a menudo se disgregan, desmembrándose para recomponerse después de diferente modo a como lo habían hecho con anterioridad. Consecuencia de ello, se tomó nota por ejemplo de que los emigrantes, antes que partir de un estado nacional a otro lo hacían más bien de ciertas zonas, regiones, o conjuntos de aldeas identificables, dirigiéndose a específicos puntos en el país de destino, lo que venía revelar la existencia de mecanismos de contacto interpersonal, redes sociales o “cadenas migratorias” como fueron llamadas en sus inicios, que eran las encargadas de guiar las decisiones de las personas, canalizando la asistencia y la información, en el marco de estrategias familiares de sobrevivencia que se formulaban como respuesta a situaciones de crisis macrocroestructural20. Naturalmente una visión como esa permitiría recuperar el protagonismo de los inmigrantes, reponiéndolos en su condición de seres racionales, de sujetos activos capaces de elegir y actuar a la vez que ofrecían un nuevo punto de partida desde el cual volver a pensarlo todo, recuperando sus prácticas y los contactos que los ayudaron en sus primeros pasos en la nueva sociedad, brindándoles los medios que les permitirían canalizar sus necesidades, recreando un cierto ámbito de sociabilidad que hiciera menos traumáticos los efectos del trasvase, o les permitiera integrarse facilitándoles su inserción en el mercado de trabajo, guiándolos en la elección del domicilio o les hiciera posible el ingreso a ámbitos institucionales en los cuales poder satisfacer desde los más elementales requerimientos en la emigración italiana a la Argentina. El caso piamontés, 1861-1914" en Cuadernos de Historia Regional, vol 1, nº 2, abril de 1984, pp. 15-27. 19 F. J. Devoto, Movimientos migratorios: Historiografía y problemas, op. cit, pp. 21-22. 20 La versión quizás más lograda de este modelo para el abordaje de los estudios migratorios puede encontrase en Samuel L. Baily, "The village outward approach to the study of social networks: A case study of the agnonesi diaspora abroad, 1885-1989" en Studi Emigrazione, año XXIX, nº 105, 1992, pp. 43-68. También de Franc Sturino, “La mondializzazione del paesanismo tra Rende e il Nuovo Mondo” en Cesare Pitto (ed), La Calabria dei paesi. Per una antropologia della memoria del poppolo migrante, Pisa, 1990, pp. 41-54. asistenciales, hasta atender la educación de sus hijos, proveyéndolos de un espacio de interacción para el uso del tiempo libre, que junto al hogar eran los pilares que explican la perdurabilidad y conservación del idioma, a la par que permitía recrear los hábitos, las comidas, la música, los juegos y las danzas del lugar que los viera partir. Tópicos todos que parecían haber encontrado su lugar, y estarían buena medida presentes como después veremos en la nueva literatura sobre migraciones que se estructuraba sobre el concepto de red social, aunque nada sería fácil en los hechos. Es que, pensar la sociedad en términos de vínculos personales era muy distinto a hacerlo a partir de agregados estadísticos o de categorías preconcebidas, lo que exigió el desarrollo de una etapa de evolución y de trabajos transicionales21. Por otra parte las redes, como es de imaginar, no eran la única solución concebible a la crisis de los grandes paradigmas, que se manifestaba sobre todo por el fracaso de sus capacidades predictivas. Más aún, el derrumbe de los modelos estructurales, de las explicaciones exclusivamente económicas de las conductas sociales, que dejaban de lado las decisiones de la gente por considerarlas irrelevantes, y de la idea del automatismo del cambio, habilitaron un sin fin de salidas que iban desde la desesperanza, el relativismo y el nihilismo, hasta el inverosímil grito triunfal del capitalismo por su presunta victoria en aras de “La Historia”, sacrificada para siempre en los altares del mercado por la de muerte su función explicativa22, y la más reciente proclamación de su “retorno” por la constante solicitación de un presente que no encuentra explicaciones para lo que sucede dentro de los cánones ortodoxos del neoliberalismo23. Pero las respuestas también podían transitar por otros y muy variados caminos, desde un cierto resurgir de los viejos «ídolos de la tribu de los historiadores» algunas vez denunciados por Simiand, pasando por los más refinados intentos de llevar adelante una historia conceptual, que afronte el problema de la referencialidad del lenguaje y de las nociones que impregnan nuestras prácticas de investigación24, traducible a la vez en los no pocos esfuerzos realizados en pro de construir una cierta historia de las mentalidades25, cultural, antropológica y/o interpretativa26, de las representaciones y del imaginario colectivo27, solo por citar algunas, pero 21 Un reflejo de esa transición puede verse en trabajos como el de S. L. Baily, "The adjusment of the italan inmigrant in Buenos Aires and Nueva York, 1870-1914" en Hispanic American Historical Review, 2, abril de 1983, pp. 281-305. 22 Francis Fukuyama,, El Fin de la Historia y el ultimo hombre, Barcelona, Planeta, 1992. 23 Carlos Barros, “El retorno de la Historia” en Historia Debate. Actas del II Congreso Internacional “Historia a Debate”, tomo I, Cambio de Siglo, A Coruña, Carlos Barros editor, 2000, pp. 153-173. Para una evaluación crítica de esta tendencia, véanse los artículos de Perry Anderson, Robin Blackburn, Pierre Salama, Atilio Borón, Göran Therborn y Michael Löwy, incluidos en Emir Sader y Pablo Gentili (comp), La trama del neoliberalismo, Bs. As, Eudeba, 1999. Véanse también las observaciones de John Gray, pensador conservador y profesor de Pensamiento Europeo de la London School of Economics además de antiguo colaborador de Margaret Thatcher, en Falso amanecer: los engaños del capitalismo global, Barcelona, Paidós 2000. 24 Reinhart Koselleck, Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993. 25 Pierre Chaunu, “Un nouveau champ pour l`histoire sérielle: : le quantitafic au 3e niveau” en, del mismo autor, Historie quantitative, histoire sérielle, París, Gallimard, 1978. Michel Vovelle, Ideologies and Mentalities, Cambridge, Cambridge Univerity Press, 1982. 26 Robert Darnton,, La gran matanza de los gatos y otros episodios de la historia cultural francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1987. 27 Roger Chartier, El mundo como representación. Historia cultural, Barcelona, Gedisa, 1996. que tienen en común una marcada propensión hacia la inclusividad, tratando en su trama de implicar como forma deseable de legitimación al punto de vista de los protagonistas, de modo de poder concretar esa vieja aspiración que tantos estudiosos acariciaron con predilección como es la de propiciar una historia que verdaderamente pueda llamarse “desde abajo”28. Como se verá, entonces, las redes sociales no estaban solas ante la crisis de las explicaciones tradicionales, y hasta interactuaron muchas veces en el marco de trabajos específicos con varios de los modelos alternativos que acabamos de mencionar Menos sencillo, en cambio, resultaría tratar de entender el porqué de su rápida difusión y éxito, oficiando la mayoría de las veces como eje articulador de estas u otras ocasionales alianzas, en detrimento de la prioridad que a las otras opciones se les podría eventualmente otorgar, aunque también sería preciso poder establecer el origen del precoz escepticismo que últimamente parece haber ido ganando a algunos de sus primitivos cultores, retrotrayéndolos en el tiempo en su desesperada búsqueda de soluciones aún dentro de ciertos esquemas, que debieran ya saber superados, o dejándose llevar por una actitud aprensiva, también muy propia de esta época aunque difícil de comprender. Las próximas líneas estarán dedicadas a intentar desentrañar algunos de esos dilemas, aunque más no sea de modo parcial. Las redes sociales en el desarrollo de los estudios migratorios en la Argentina. ¿Cuáles fueron los razones que explican la generosa receptividad y el amplio eco que, la noción y la metáfora de las redes sociales, encontraron en la historiografía argentina referida al problema las migraciones durante la década del noventa y la segunda mitad de la del ochenta?. Queda dicho, su utilización, en muchos sentidos, puede ser considerada una respuesta al paulatino derrumbe de nuestras antiguas certezas. Pero ese deterioro probablemente no era tan visible en 1983, cuando el país renacía a la vida democrática, otro motivo sin dudas a considerar por la creciente apertura que a partir de ella se otorga al reconocimiento y respeto de los derechos humanos, por lo menos hasta su reciente e inaceptable degradación actual29, prestándose oídos a las olvidadas cuestiones, cuando no directamente antes censuradas, de la diferencia y del registro de la alteridad, aunque a ese desenlace se llega luego de atravesar varias etapas que a continuación trataremos de identificar. En primer lugar, y como ya anticipáramos aunque no sea del gusto de varios autores, se debería tomar en cuenta que la constatación lo fue sobre todo empírica, partiendo de los mismos marcos de interpretación y repositorios que constituyeran la base de las interrumpidas exploraciones de los años sesenta, aunque enfocadas ahora 28 Remitimos aquí, como no podía ser de otra forma a Edward P. Thompson, Historia social y antropología, México, Instituto Mora, 1997. 29 Para una evaluación de esa experiencia véase la heterogénea y despareja compilación a cargo de Román Lejtman, Quince años de Democracia. Ensayos sobre la Nueva República, Bs. As, Norma, 1998, en particular los artículos de Héctor Tizón, ”Pensar en democracia”, de Santiago Kovadloff, “Cultura: la transición incumplida” y de Daniel desde una nueva perspectiva que dio lugar a que se realizaran los primeros sobre colectividades que ganaron espacios en remplazo de esos genéricos y elusivos “inmigrantes” de que se hablaba se hablaba en los trabajos pioneros y se comportaban siempre en función de los dictados de la teoría. Claro que no todos esos acercamientos avanzaron en dirección a las redes sociales, si no que muchos quedaron prisioneros de ciertos encuadres ideológicos a los que se negaban más por obstinación que por coherencia a abandonar, cuando las comprobaciones progresaban por otros y muy distintos caminos sugiriendo, entre otras cosas por ejemplo, que los altísimos índices de retorno de los emigrantes que ahora aparecían, examinado caso por caso, además de desacreditar la idea de las migraciones como flujos unilaterales y definitivos que se reproducían obedeciendo a los dictados de un mercado impersonal, dejaban entrever que podían ser el resultado de las decisiones y estrategias de las personas que operaban racionalmente30, más no sólo en función de sus intereses individuales, sino sobre todo familiares y grupales. El panorama fue todavía más claro cuando, de las nuevas fuentes uninominales (registro civil, cédulas censales, prensa étnica, registros de socios de las mutuales extranjeras, padrones municipales pero que incluían el dato de la procedencia, listados de embarque y de arribo al país, etc), que ahora se comenzaban a asiduamente utilizar, y que a diferencia de los censos publicados contaban con el detalle verdaderamente crucial del lugar de origen, se empezó a contornear una imagen distinta de los flujos pero que pronto cobraría perfiles nítidos aunque todavía sin producir rupturas, líneas de quiebre, que es posible que no se vislumbraran y cuya pertinencia aún hoy se discute sin que nadie se atreva a con fuerza sobre esa cuestión dictaminar. De todas maneras, volviendo al problema que nos ocupa, fue en relación a todos esos desarrollos que se pudo saber que, los extranjeros que llegaban a la Argentina no eran por lo general de cualquier sitio, sino que como se sabía eran primordialmente italianos, españoles y franceses, y en menor medida irlandeses, polacos, ruso- alemanes, sirios y libaneses, pero que, dentro de esos países además, provenían del Véneto, del Piamonte, la Lombardía, el Véneto, las Marcas o Calabria los italianos, de la periferia del norte de España los procedentes de esa nación o de los Bajos Pirineos en Francia31. El resto, lo harían los trabajos centrados en los pequeños caseríos, comarcas, municipios o enclaves regionales acotados que demostrarían que, los que habían llegado aquí en realidad, no eran piamonteses o calabreses sin más sino inmigrantes de ciertas y específicas aldeas o conjuntos de aldeas, contenidas en espacios, en donde eran posibles los contactos o Azpiazu y y Hugo Nochteff, ”La Democracia condicionada: quince años de economía”, trabajo éste último que da cuenta del modo en que se generaron muchas de las condiciones que explican la crisis argentina actual. 30 Un ejemplo lo podría brindar el artículo de José Luis Moreno y María Cristina Cacopardo, "La emigración italiana a la Argentina, 1880-1930. Las regiones de origen y el fenómeno del retorno" en Cuadernos de Historia Regional, vol. 1, nº 1, 1984, pp. 15-27. 31 Para un ejemplo de esta clase de descubrimientos, y más relevantemente aún de sus implicancias teóricas y metodológicas sobre la actividad de los historiadores, F. J. Devoto, "Appunti per una comparazione tra le emigrazione spagnole e italiane in Argentina" en Gianfausto Rosoli (a cura di), Identità deli italiani in Argentina. Reti sociali, famiglia e lavoro, Roma, Studium, 1993, pp. 39-64. la interacción personal, que necesariamente estaba en la base de esos desplazamientos posteriores32. Constatación que, por otra parte, pudo ser finalmente refrendada, en el marco por ese entonces del nacimiento de una política de intercambios y una historiografía internacional que el tiempo se encargaría después de consolidar, a partir de la compulsa de la documentación de origen, de los nulla osta o de los permisos expedidos en los distintos centros de origen en que se dejaba constancia de los antecedentes de las personas a cuya emigración se autorizaba por ejemplo en Italia, y de la que surgía con absoluta claridad un patrón que demostraba que los emigrantes de una determinada aldea no elegían su destino al azar, sino que se trataba de una decisión consensuada por lo general hacia el interior de sus propias familias, que controlaban un número limitado de opciones a las que, según sus conveniencias y en función de la peculiar coyuntura que atravesara cada uno de esos potenciales lugares de arribo, redireccionaba el rumbo de sus miembros; de lo que se deduce que no siempre es cierta, más bien todo lo contrario, la impresionista traducción del retorno como fracaso, sencillamente porque la mayoría de las veces ese era el objetivo buscado siendo las migraciones parte de un plan para mejorar, allegando recursos, la situación de las economías familiares pero en el origen, al tiempo que resultaba evidente que operaban en el marco de una racionalidad y de una información limitadas, mas nunca absoluta como quiere presuponer dogmáticamente la teoría económica o sociológica neoclásicas, en virtud que estaban mediadas por la presencia de las redes sociales que eran las que verdaderamente canalizaban las oportunidades, los recursos y el flujo de noticias. Pero como además, una vez en Argentina, solían vivir en los mismos barrios, ciudades o distritos, desempeñaban los mismos trabajos y usualmente se casaban entre ellos, resultaban demasiado obvios a esta altura los límites del crisol como mitología orientadora de los comportamientos, por lo menos de la primera generación de inmigrantes. En otras palabras, una vez que se traspasó la frontera de esos conocimiento, se hizo cada vez más evidente que se estaban describiendo realidades hasta entonces ignoradas con nociones de la etapa anterior y que era necesario acceder o crear una nueva caja de herramientas conceptuales, de ideas y de métodos que habilitaran interpretaciones más finas que nos permitieran referirnos a ese auténtico trasfondo vital pero que recién ahora se revelaba. Como se comprenderá, de ahí a las cadenas migratorias, y a través de ellas a las redes sociales, sólo restaba un paso. Un paso, sin embargo, que no fue tan sencillo de dar como parece porque, y eso a pesar de la larga y consolidada tradición de las redes sociales como concepto, poseedor además de una muy precisa formulación científica, ya sea surgida del network analysis, de la antropología social inglesa de los años Sobre el “espacio social” de base de los movimientos migratorios articulados sobre la presencia de mecanismos de redes véase de Alain Morel, "L'espace social d'un village picard" en Etudes rurales, 45, nº 73, 1972, pp. 62-80; F. Sturino, Forging the Chan.: Southern Italian Migration to North America, Toronto, Multicultural History Society of Ontario, 1990. De ese mismo autor, “Emigración Italiana: reconsideración de los eslabones de la cadena migratoria” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 3, nº 8, op. cit, pp. 5-26. 32 cincuenta y sesenta33, o del structural analysis norteamericano de los años setenta y ochenta, no fueron esos los caminos, como habremos podido observar, que recorrerían los estudiosos argentinos para arribar a esa posteriormente tan difundida noción de cadenas migratorias, aunque tampoco puedan al respecto considerarse completamente prescindente. Todavía más, podía decirse, el mecanismo, sin llamarlo por ese nombre, se encontraba presente entonces en el trabajo de un conocido historiador económico contemporáneo, que se refirió a ese instrumento sin embargo, como será seguramente fácil de entender, en condición subordinada a los factores estructurales que eran los que realmente ocupaban el centro de su atención34 e inclusive en los escritos pioneros de Juan Alsina, el antiguo Comisario General del Departamento Nacional de Inmigración de la época de las flujos masivos, quien estimaba, para algunos años de 1890, que cerca de la mitad de los inmigrantes que arribaban al puerto de Buenos Aires por esa época lo hacían por medio de la utilización de un mecanismo que él mismo denominaba “llamada de amigos y parientes”, cuyos atributos no precisa pero que, de todas maneras, no parecería aventurado conjeturar que es el mismo que hoy conocemos bajo el rótulo de redes o de cadenas35. Lógicamente esos antecedentes, y más de lo que se pueda probablemente creer, no dejarían luego de pesar, en particular aquellos relacionados con la tradición fundacional de los años sesenta, cuya huella se puede percibir en el peculiar modo de formalización que adoptaron los primeros trabajos sobre la materia que se elaboraron en Argentina, pero que explícitamente reclamaron la necesidad de organizar sus análisis utilizando como elemento estructurante la noción de cadenas36, y tomando como punto de partida según ellos mismos declaran las formulaciones que de esa noción hicieran los demógrafos australianos de la Escuela de Canberra37, piedra angular desde ese momento de cualquier intento de reconstrucción ulterior que desde este lugar del mundo después se desplegara, en particular a partir de la conceptualización de los MacDonald, aunque la evidencia reunida indica que la mayoría de los 33 Elizabeth Boot, Family and social network: Roles, Norms and External Relations in Urban Families, London, Tavistock, 1971; John Barnes, Social Network, Cambridge, Cambridge University Press, 1972; Clyde Mitchell (ed), Social networks in urban situations, Manchester, Manchester University Press, 1969 y Jeremy Boissevain, Friend of friends: networks, manipulators and coalitions, Oxford, Basil Blackwell, 1973. 34 R. Cortés Conde, "Migraciones: el efecto del eslabonamiento" en Anuario de la Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, 2ª época, nº 11, 1985, pp. 217-227. 35 Juan A. Alsina, Memoria del Departamento Nacional de Inmigración correspondiente al año 1892, Bs. As, 1894, fs. 7 y sgts. Similares referencias en la obra, de ese mismo autor, La inmigración en el Primer Siglo de la Independencia, Buenos Aires, Peuser, 1910. 36 Félix Weimberg y Adriana Eberle, “Los abruzeses en Bahía Blanca: estudios de cadenas migratorias”, Dedier Norberto Marquiegui, “Aproximación al estudio de la inmigración ítalo-albanesa en Luján”, María Elena Curia de Villecco y Adalberto Villecco, “Los acerneses en Tucumán: un caso de cadenas migratorias” y Romolo Gandolfo “Notas sobre la elite de una comunidad emigrada en cadena: el caso de los agnoneses” trabajos todos incluidos, junto a los ya mencionados estudios de Devoto y Sturino y una muy genérica evaluación de Baily bajo el título de “Cadenas migratorias de italianos a la Argentina: algunos comentarios,” en el número especial dedicado al tema de “Las cadenas migratorias italianas a la Argentina” publicado por Estudios Migratorios Latinoamericanos (año 3, nº 8, 1988, pp. 27-50, 51-82, 83—102 y 137155) y que después fuera unánimemente considerado como referencia y el primer esfuerzo sistemático realizado sobre la materia, y a partir de ese concepto en Argentina. 37 John MacDonald y Leatrice MacDonald, “Chain migration ethnic neighborhood Formation and social networks” en Milkbank Memorial Fund Quartely, (XLII), 1, enero 1964, pp 82-96 y Charles Price. Southerns Europeans in Australia, Melbourne, Sidney, 1964. autores implicados accedió a ella a través de la traducción castellana del pionero articulo de Samuel Baily38 uno de los autores norteamericanos que, junto a Mark Szuchman, más hicieron por renovar reabriendo las discusiones acerca del tipo de relaciones sociales que se establecieron entre los grupos de emigrantes europeos y la sociedad argentina, el segundo por lo general partiendo de los nuevos estudios que se realizaron sobre historia social urbana y que derivaron buena parte de sus motivos esenciales de una obra llamada a tener gran influencia, Poverty and Progress de Sthepan Thernstrom, incluso tardíamente en Argentina39, mientras que Baily recoge lo principal de sus matrices inspiradoras de manera bastante directa de muchos de los elementos presentes en los nueva corriente de estudios sobre migraciones y comunidades étnicas que por entonces se estaban produciendo en Estados Unidos. Pero de ahí a sostener, como llegaron a hacer algunos autores, que los progresos registrados aquí en torno al problema de las migraciones no eran otra cosa que el resultado de la mecánica transposición de los modelos acuñados para el país del norte pareciera media un largo techo. Para comenzar, porque además de no observar todo lo que esos trabajos tenían de continuidad con las corrientes historiográficas locales precedentes, aunque se insinuaran ya los probables efectos corrosivos que esos análisis potencialmente pudieran sobre ellas tener el día de mañana, nadie pareció preguntarse a que se debía esa casi total orfandad de referencias sobre esa abundante literatura a la que en apariencia acríticamente se reproducía y que si se incorporaría después, esa eventual recepción se procesaría lentamente y más bien a los fines comparativos la mayoría de las veces40; excepción hecha, claro está, de aquellos autores cuyos aportes reiniciaron el debate o brindaron conceptos fundamentales, como los ya mencionados casos de Szuchman o Sturino, a los que habría que agregar después otros, como los de Bruno Ramírez y Robert Harney, quien abogo con fortuna por una lectura clasista de las redes procurando evitar se hiciera de las comunidades de ellas emergentes un “paraíso antropológico” de solidaridad y asistencia incitando a verlas a la vez como mecanismos paralelos de explotación lo que en nada desmiente la primera lectura, pero sobre todo de Samuel Baily cuya obra como sabemos tuvo el precursor mérito de promover no sólo la reapertura de las discusiones, sobre un tema en que ya se daban por cerradas, sino que cuestionó poniendo en duda muchas de las hipótesis centrales del modelo S. L. Baily”La cadena migratoria de los italianos a la Argentina” en F. Devoto y G. Rosoli (comp), La inmigración italiana a la Argentina, Bs. As, Biblos, 1985,. 45-61. 39 Stephan Thernstron , Poverty and progress. Social mobility in a nineteenth century city, Cambridge & London, Cambridge University Press, 1964. .Sobre el impacto de la obra de Thernstrom en la historiografía anglosajona Steven Riess, “The impact of `Progress and Poverty´on the Generation of Historians Trained in the Late 1960s and Early 1970s”en Social Sciencies History, 10, 1, 1986, pp. 23-32. 40 Entre los trabajos clásicos encarados desde este punto de vista véase de, una lista muy larga de referencias posibles, se podrían mencionar los textos de Joseph Barton, Paesants and Strangers. Italians, Rumanians and Slovacks in an American City, Cambridge, Harvard University Press, 1975; John Briggs, An Italian Passage. Inmigrant to three American City, New Haven, Yale University Press, 1978; Dino Cinel, From Italy to San Francisco. The Inmigrant Experience, Standford, Standford University Press, 1982 y Robert Harney, Dalla frontiera alle little Italies, gli italiani in Canada, .Roma, Bonacci, 1981. Para el caso argentino, además de los trabajos mencionados, de F. J.Devoto , “Algo más sobre las cadenas migratorias de los italianos a la Argentina” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, nº 19, 1991, pp. 323-343. 38 germaniano, como la de la alta movilidad ascendente de los extranjeros que aceleraba su ritmo de asimilación por la ruptura de la trama social y familiar de origen que remplazaba cuando llegaba a su nueva residencia urbana, verdadero credo del dogma estructural- funcionalista, así como también la de la rápida fusión entre nativos e inmigrantes, fundamento último del modelo crisol de razas; si no que tuvo la virtud adicional de proveer de una muy precisa metodología, llamando la atención de los investigadores sobre nuevas fuentes, en un momento particularmente escaso de nuevas sugestiones. Por eso mismo tal vez, más que reincidir en viejos aunque en su momento enriquecedores dilemas, sobre la eventual preeminencia de uno u otro modelo pero que poco dirimen, nos parecería conveniente en esa misma dirección tratar de examinar la eventual contribución de otras posibles influencias, como la de la microhistoria o de los microhistoriadores italianos como se prefiera, pero cuya potencia podía haber sido quedado opacada ante el enceguecedor brillo de la polémica furibunda polémica desatada entre los presuntos partidarios del pluralismo cultural o el crisol de razas, pero cuyo ascendiente resultaba ya visible, en particular desde fines de la década del ochenta y principios de la del noventa, lo cual seguramente no debiera extrañar si tomamos en cuenta los prematuros contactos que, casi desde ese retomar el tema que se dio a partir de la reimplantación de la democracia e incluso antes, se establecieron desde aquí con autores de diferente matriz intelectual, como Gianfausto Rosoli41, pero que era uno de los pilares de la ancestral preocupación de los italianos por las migraciones pudiendo desde su posición, tal vez sin explícitamente proponérselo, oficiar como puente Claro que para comienzos de los noventa las cosas eran muy distintas a como lo habían sido siete años antes. Por si hiciera falta recordarlo para entonces, toda una larga serie de radicales acontecimientos, desde la caída del muro de Berlín, pasando por la desaparición de la Unión Soviética, hasta la Guerra del Golfo en que se comenzaba a insinuar una cierta concepción sobre la guerra total que después de los atentados del 11 de septiembre se manifiesta ahora sin ambages, habían borrado, haciendo prácticamente inservibles, muchas de antiguas referencias que usábamos para comprender el mundo, a la vez nos venían a descarnadamente revelar toda la hasta entonces precariedad de nuestros esquemas interpretativos previos, poniéndonos ante la evidente necesidad de elaborar una toda nueva cartografía la que, si que no era sencilla de diseñar, precisábamos urgentemente sin dudas para por lo menos tratar de comprender y de orientarnos para vivir en medio de la situación de caos que nos había tocado en suerte, aunque ésta desde luego sea una forma de decir, en un proceso no exento de contradicciones y ambigüedades cuyas consecuencias se proyectan hasta hoy en día. Ante semejante panorama de 41 De la profusa y profunda obra de reflexión de ese verdadero intelectual y gentilhombre que fue Gianfausto Rosoli escogimos como representación arbitraria de ella su liminar texto, 358. Rosoli, Gianfausto (a cura di), Un secolo di immigrazione italiana, 1876-1976, Roma, CSER, 1977. Para una evaluación de su influencia en los estudios desconcierto, el objetivo central que se proponía alcanzar la microhistoria italiana era, todo lo contrario, basándose para ello en la reconstrucción densa de universos sociales restringidos a partir de la utilización intensiva de todos los medios materiales disponibles y en la reducción de la escala como procedimiento analítico, lograr una descripción de las conductas humanas lo más realista posible42. Una meta por cierto, que al proponer un tipo de reconstrucción que se edifica desde “bajo” hacia “arriba” y no al revés como había sido hasta entonces siempre en las investigaciones macroanalíticas, no podía dejar de ser atractiva para quienes, desde los estudios migratorios, se habían propuesto recuperar el protagonismo y la estrategias de los inmigrantes, a las que procuraban llegar la mayoría de las veces sin saberlo por un similar camino. Es que, como sucedería después en las migraciones, en particular cuando a las clásicas inferencias estadísticas se comenzaron a agregar materiales cualitativos como memorias de inmigrantes, entrevistas orales, cartas y fotografías,, el principio unificador de toda exploración microhistórica reside precisamente en la asunción de que toda observación microscópica permitirá revelar la existencia de factores que antes pasaban inadvertidos pero que nos servirán, además de para la confección de relatos seguramente mucho más creíbles y cercanos a la experiencia de la gente, como base para una desconstrucción, definida en los términos de su más estricto sentido derridiano43 enfatizando, por sobre la desautorización, relativización o directa destrucción de los núcleos de significado en que habitualmente fundamos nuestro conocimiento, como ha sido arbitrariamente traducido en su acepción vulgar, todo lo que ese método tiene en tanto concreto instrumento útil para el ejercicio polémico de la discusión y la apertura de nuevos e inexplorados campos, aspectos en los que no costaría reconocer que la microhistoria (y los estudios migratorios) han sido sumamente eficiente, y esto con prescindencia de los límites con los que muchos de sus más conocidos cultores gustan a menudo diferenciarse. Pero como los microhistoriadores basaban la mayor parte de sus inferencias, adoptando la perspectiva del network analysis propio de la antropología social británica, esta constituyó otra de las vías de penetración a través de las cual la escuela manchesteriana influyó en el modo cómo la historiografía argentina sobre las migraciones trató de llevar a cabo la reconstrucción dinámica de la trama de relaciones interpersonales. migratorios en Argentina véase el volumen homenaje a él dedicado por Estudios Migratorios Latinoamericanos (año 15, nº 44, 2001) es especial el artículo de F. Devoto,. “Gianfausto Rosoli, un intelectual entre dos mundos”, pp. 213-236. 42 Giovanni Levi, “On microhistory” en Peter Burke (ed), New Pespectives on Historical Writing, Oxford, Polity Press, 1991 (Trad.castellano: “Sobre microhistoria” en P. Burke Formas de hacer historia, Madrid, Alianza,1993, pp. 119-143) Véase también de E.doardoGrendi, “Microanalisi e storia sociale” en Quaderni Storici, Nuova Serie, 35, 1977, pp. 506520. De ese mismo autor “¿Repensar la microhistoria?”. De Carlo Ginzburg, “Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella” y de Jaques Revel, “Microanálisis y construcción de lo social”, todos en Entrepasados, vol. 2, nº 9, 1995, pp. 51-73, 131-140, 141-160 y también algunas de las obras más logradas de la Escuela Microhistórica Italiana, por ejemplo, de G. Levi, L'eredità immateriale. Carriere di un esorcista nel Piamonte del Seicento, Torino, Einaudi, 1985; C. Ginzburg, Il formaggio e i vermi, Torino, Einaudi, 1976 (hay versión castellana El queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik Editores, 1987); Maurizio Gribaudi, Mondo operaio e mito operaio. Spazi e percorsi sociali a Torino nel primo Novecento, Torino, Einaudi, 1987. F. Ramella, Terra e telai: sistemi de parentela e maniattura nel Biellese dell'Ottocento, Torino, Einaudi, 1984 y Gabriela Gribaudi, A Eboli. Il mondo meridionale in cent'anni di trasformazioni, Venezia Marsilio Editori, 1990. Demás está decirlo, a esta altura de las circunstancias, había un verdadero furor por los estudios de migración en cadena, un tipo específico de red que después y a partir de las influencias a las que hemos pasado revista adoptaría su verdadero nombre, transmutando las percepciones hasta entonces tenidas por aceptables en el conjunto de las comunidades extranjeras. La amplitud de los temas tratados no exime de cualquier comentario, a la vez que nos inhibe por razones de espacio en la posibilidad de ahondar demasiado en la explicación de los cambios producidos dentro de cada uno de ellos, en los que se registraron mutaciones profundas, como lo viene a demostrar por ejemplo los desarrollos producidos en el campo de los criterios de selección matrimonial de los inmigrantes, que progresaron desde los estudios iniciáticos que buscaban probar la existencia de elevados niveles de endogamia en los grupos migrantes europeos en dirección es obvio de preservar su identidad, hasta los más sofisticados intentos que intentaron después avanzar desde la contraposición simple de esquemas, como aquellos que enfrentaban dualidades rígidas del tipo exogamia=crisol -endogamia=pluralismo, hacia la constatación hoy de la naturaleza necesariamente polisémica de las uniones conyugales en que las redes pre y pos migratorias tienen mucho que ver como es previsible44. Una similar evolución se nota en aquellos otros trabajos que de la misma manera han procurado rehacer el modo como los inmigrantes, a veces con más felicidad que en otros casos, procuraron siempre reconstruir un espacio de sociabilidad, traducible en manifestaciones físicas y simbólicas concretas (en una arquitectura, asociaciones, comidas, celebraciones religiosas, fiestas) las que, con un puntal en la preservación del idioma, buscaban en buena medida remedar su situación de origen45. Desde luego que, lo quisieran o no lo quisieran los inmigrantes, no podían evitar el hecho de que estaban viviendo en otro lugar y de que se estaban relacionando con gente, por lo que su intento de recreación no podía ser otra cosa en 43 Jacques Derrida, La desconstrucción en los horizontes de la filosofía, Barcelona, Paidós 1997. Szuchman, “The limits of the melting pot in urban Argentina: Marriage and integration in Córdoba, 1869-1909” en Hispanic American Historical Review, vol 57, nº 1, 1977, pp. 24-50; S. L. Baily, “Marriage patterns and inmigrant assimilation in Buenos Aires, 1882-1923" en Hispanic American Historical Review, vol 60, nº 1, 1980, pp. 32-48; Ruth F. de Seefeld, “La integración social de extranjeros en Buenos Aires según sus pautas matrimoniales: ¿pluralismo cultural o crisol de razas?” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 1, nº 2, 1986, pp. 203-231; Nora Pagano y Mario Oporto, “La conducta endogámica de los grupos inmigrantes: pautas matrimoniales de los italianos en el barrio del la Boca en 1895” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 2, nº 4, 1986, pp. 483-495; Hernán Otero, “Una visión crítica de la endogamia: reflexiones a partir de una reconstrucción de familias francesas (Tandil, 1850-1914)” en Estudios Migratorios Latinoamericano, año 5, nº 15/16, 1990, pp. 343-378; E. Míguez, María E. Argeri, M. Bjerg y H. Otero, “Hasta que la Argentina nos una: reconsiderando las pautas matrimoniales de los inmigrantes, el crisol de razas y el pluralismo cultural” en Hispanic American Historical Review, nº 41, 1991, pp. 7-32; Sergio Maluendres, “Los migrantes y sus hijos ante el matrimonio: un estudio comparativo ente alemanes de Rusia, españoles e italianos en Guatrache (La Pampa, 1910-1939)” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, nº 18, 1991, pp. 191-222. En ese mismo volumen, Carina Silberstein, “Inmigración y selección matrimonial: el caso de los italianos en Rosario (1870-1910)” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, nº 18, 1991, pp. 161-190 y D. N. Marquiegui, “Revisando el debate en torno a la conducta matrimonial de los extranjeros. Un estudio a partir del caso de españoles y franceses en Luján, 1880-1920” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 7, nº 20, abril de 1992, pp. 3-36. 45 S. Baily, “Patrones de residencia de los italianos en Buenos Aires y Nueva York, 180-1914” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 1, nº 1, 1985, pp. 8-47; Marcelo Borges, “Características residenciales de los inmigrantes portugueses en Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, nº 18, 1991, pp. 353-382; D. N. Marquiegui, El barrio de los italianos. Los ítalo-albaneses de Luján y los orígenes de Santa Elena, Luján, Ed. Librería de Mayo, 1996. 44Mark definitiva que una «invención»46 la cual, aunque basada en lazos muy reales, los obligaba a redefinir su identidad o su espacio social de pertenencia, que de geográfico como lo entendían Sturino o Morel pasó a ser ahora un concepto que dependía más de la reconstrucciones que de su universo relacional y simbólico hacían, pero cuyos alcances se renegocian todos los días, en cada grupo en particular de acuerdo a su historia previa y a su trayectoria en el destino, pudiendo en última instancia los sistemas de referencia identidarios alcanzar formas que incluso excedan o se monten sobre las fronteras de los «estados-naciones»47 como los vascos, permitiendo a la vez recuperar para los estudios migratorios una cierta dimensión de lo “nacional” pero no ahora como una categoría dada por naturaleza sino como una construcción cultural que se podía volver socialmente operativa, definiendo un nuevo sentido de pertenencia quizás inexistente en el lugar de origen, como los españoles o italianos que comenzaron a sentirse de ese modo aquí cuando en su patria se hubieran negado rotundamente, pero que no necesariamente constituyen pasos forzosos hacia la asimilación, como una concepción demasiado mecánica de las redes pudo en su momento dar a entender creemos que simplificando demasiado48. Por lo demás, cualquier repaso que se intente sobre los problemas que concitaron el interés de los historiadores argentinos de las migraciones que basaron sus estudios en el concepto de redes sociales, debiera mencionar que mientras continuaban las exploraciones sobre la colectividad italiana49, la noción ganaba espacio entre otras colectividades50, y se registraban avances en el campo de los estudios 46 Werner Sollors (ed), The invention of Ethicity, New York, Oxford University Press, 1988; Katleen. N. Conzen, David Gerber, Ewa Morawska, George Pozzetta y Rudolph Vecoli, “The Invention on Ethnicity: Una Lettura Americana” en Altreitalie, año II, nº 3, 1988, pp. 4-36; F. J. Devoto, “¿Inventando a los italianos?. Imágenes de los primeros inmigrantes en Buenos Aires (1810-1880)”, en Anuario del IEHS, VII, Tandil, 1992, pp. 121-136. También de Erik Hobsbanwn y Terence Ranger (ed), The invention of tradition, Cambridge, Cambridge University Press, 1988 y Nations and nationalism since 1780, Cambridge, Cambridge University Press, 1990 . 47 Tal el caso estudiado por Mormino y Pozzetta, de las colectividades europeo-meridionales e hispanomericanas que en Tampa, ante las presiones de la sociedad receptora y las que ellos mismos se generan, creen dadas las condiciones para la creación de una sociabilidad y una cultura «latinas» (George Mormino y G. Pozzetta, The inmigrant world of Ybor City. Italian and their Latin neighborood in Tampa, Urbana & Chicago, University of Illinois Press, 1987), pero es también el caso de los vascos que mantiene su identidad con prescindencia de la barrera supuesta por el límite entre España y Francia (Wiiliam Douglas y Johm Bilbao, Amerikanuak. Basques in the New World, Reno, 1975). 48 Hemos fijado en otra parte nuestro desacuerdo con la teoría planteada por Míguez, Otero y otros (Hasta que la Argentina nos una....”, op. cit) quienes querían ver en disolución de las redes sociales de origen, desaparecidos los padres de los emigrantes que vivían en Argentina con ellos o la parentela directa, liberados de ese control los emigrantes optaban por identidades nacionales como la italiana que significaban un paso hacia la asimilación, pasando de un modelo de pluralismo cultural al crisol de razas, mientras que nosotros creemos haber demostrado que las identidades culturales de fuerte tradición previa como la española o la francesa pueden ser asumidas como identidades sociales manteniendo los mismos niveles de endogamia y de autonomía identitaria, en la medida que sus miembros son parte de una nueva red post migratoria en todo caso configurada después (Revisando el debate, op. cit). 49 D. N. Marquiegui, “Reti sociali, solidarietà etnica e identità. L’impatto delle catene italo-albanesi a Luján” en G. Rosoli (comp), Identità degli italiani in Argentina..., op. cit, pp. 205-240 y “Gli italo-albanesi di : vecchie abitudini in una nuova casa” en Antonino Denisi (a cura di), La mobilità internazionale e le nuove sfide alla società italiana, Catanzaro, Rubettino Editori, 1996, pp. 160-178 50 A manera de ejemplo sobre el caso español véase de Alejandro Vázquez González, “Las dimensiones microsociales de la emigración gallega a América: la función de las redes sociales informales" en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 7, nº 22, diciembre de 1992. D. N. Marquiegui “Las cadenas migratorias españolas a la Argentina: el caso de los sorianos de Luján” en Studi Emigraione, anno XXIX, Nº 105, 1992, pp. 69-102. También véanse algunos de los artículos del volumen compilado por Pilar Cagiao Vila (comp) Galegos en América e americanos en Galicia. As sobre el mutualismo y la actividad asociativa de los extranjeros51, las cuestiones del liderazgo consideradas como factor estructurante de las redes y de las comunidades52, los progresos registrados en la conceptualización de las redes sociales como instancia superpuesta pero que por lo general desborda los límites supuestos por las políticas migratorias53, el estudio de las estructuras familiares de origen y recepción y de sus conexiones54, así como los niveles de movilidad ínter e intrageneracionales observados entre las distintas oleadas de inmigrantes55. No menos relevante, empírica y teóricamente, fueron los exámenes realizados sobre el papel de la inmigración en los orígenes de la industria argentina, o la cooptación en favor de grupos de sectores o verdaderos nichos profesionales, relacionados con la presencia de las redes y estrategias de los emigrantes, pero también de redes clientelares y de las estrategias empresariales de comerciantes e industriales que redireccionaban las cadenas en su beneficio56, lo que viene a plantear plantea el problema de la segmentación del mercado de trabajo, a lo que podríamos agregar otros temas. colectividades inmigrantes en América e a súa impronta na sociedade galega. Séculos XIX-XX, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1999. 51 Mencionamos por sólo dar algunos ejemplos a los trabajos de S. Baily, “Las sociedades de ayuda mutua y el desarrollo de una comunidad italiana en Buenos Aires” en Desarrollo Económico, vol. 21, nº 84, 1982, pp. 485-514; F. J. Devoto, “Las sociedades de ayuda mutua en Buenos Aires y Santa Fe. Ideas y problemas” en F. J. Devoto y G. Rosoli (comp), La inmigración italiana a la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 1985, pp. 141-164; Alejandro Fernández, “El mutualismo español en Buenos Aires en un estudio de caso” en Cuadernos de Historia Regional, Vol. III, nº 8, 1986, pp. 36-71; del mismo autor “El mutualismo español en un barrio de Buenos Aires. San José de Flores (1890-1900) “en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 4, nº 13, 1989, 609-642; F. J Devoto, “La experiencia mutualista italiana en la Argentina: un balance” en F. Devoto y E. Míguez (comp) Asociacionismo, trabajo e identidad étnica. Los italianos en América Latina en una perspectiva comparada, Bs. As, CEMLA-CSER-IEHS, 1990, pp. 169-188; M. Bjerg, “Identidad étnica y solidaridad en un grupo migratorio minoritario: un análisis de la Sociedad Danesa de Socorros Mutuos” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 4, nº 12, 1989, pp. 383-403 y D. N. Marquiegui, “Asociacionismo, liderazgo étnico e identidad. Un enfoque comparado (Luján, 1876-1920)” en Studi Emigrazione, anno XXXI, nº 115, 1994, pp. 427-460. 52John Higham, Ethnic leadership in America, Baltimore & London, Johns Hopkins University Press, 1978; Robert Harney y Vicenza Scarpaci (ed), Little Italies in North America, Toronto, 1981; R. Harney, Dalla frontiera alle little Italies, gli italiani in Canada, Roma, Bonacci, 1984; F. J. Devoto, “Programas y políticas en la élite italiana en Buenos Aires, 1852-1880” en Anuario de la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2a época, 1988, pp. 58-71; M. Bjerg, “Como faros en la tormenta... Los líderes étnicos de la comunidad danesa” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 7, nº 21, 1992, pp. 291-308; D. N. Marquiegui, Liderazgo étnico, redes de relación y formación de una identidad inmigrante en el destino. Un balance a partir de los casos de los españoles, franceses e italianos de Luján en «Cuadernos de Trabajo», nº 13, Luján, 1999. 53 F. J. Devoto, “Política migratoria argentina y flujos de población europea, 1876- 1925” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 4, nº 11, 1989, pp. 135-158. 54 Peter Laslett, John Robin y Robert. Wall, Family forms in historics Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 1983. Sobre ese modelo, de los convivientes bajo un mismo techo, se despliegan los trabajos posteriores, desarrollados en Italia y Argentina, de M. Barbagli, Sotto lo stesso tetto. Famiglia e mutamento sociale in Italia dal secolo XVI ad oggi, Bologna, Il Mulino, 1988 y de J. L. Moreno y M. C. Cacopardo, La familia italiana y meridional en la emigración a la Argentina, Nápoli, Edizioni Scientifiche Italiane, 1994. 55 M. Szuchman, Mobility and integration in urban Argentina. Córdoba in the Liberal Era, Austin & London, Texas University Press, 1980; Eugene Sofer, From Pale to Pampa. Eastern Jewish Mobility in Buenos Aires, 1890-1945, San Francisco, UCLA, 1976; Maurizio Gribaudi y Alain Blum, “Des catégories aux liens individuels: L'analyse statistique de l'espace social” en Annales ESC, 1990, nº 6, pp. 1365-1402; Clyde Griffen, “Occupational mobility in nineteenth-century America: problems and possibilities” en Journal of Social history, nº 5, 1972, pp. 310-363. y D. N. Marquiegui, “Migración en cadenas, redes sociales y movilidad. Reflexiones a partir de los casos de los sorianos y albaneses de Luján, Buenos Aires, Argentina, 1889-1920" en EIAL. Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, vol. 5, nº 1, Tel Aviv, 1994, pp. 115-136. 56 Mariela. Ceva, "Movilidad social y espacial en tres grupos inmigrantes durante el período entreguerras. Un análisis a partir de los archivos de fábrica" en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, nº 19, diciembre de 199, pp. 25-60. Es que, como se comprenderá, la lista podría enormemente ser más larga, pero con lo dicho nos parece alcanza para dimensionar la profundidad de los cambios operados a partir de la irrupción de las redes sociales en los estudios migratorios. Claro que, si mucho se logro, mucho es lo que falta aún conseguir; lo que para algunos autores pudo resultar decepcionante confiados como estaban que esa noción les permitiría alcanzar el dominio total del problema. Un dominio por cierto que, como es obvio, ninguna línea de interpretación puede por completo garantizar, aunque a esa impresión pudieron contribuir los rendimientos decrecientes, a los que alude Ramella, que crearon a una rutina de la repetición, que no pregunta nada, haciendo caer a las redes en los mismos vicios de la historiografía tradicional que paradójicamente venía a criticar. La pregunta pendiente, en todo caso, llegados a este punto después de todo este desarrollo, es aquella que alguna vez se planteara Eduardo Míguez: es decir si coincidimos que la vida es un “continuo”, si las sociedades y culturas difieren las unas de las otras según tiempo y ubicación espacial, si a esta altura de las circunstancias resulta innecesario aclarar que lo que entendemos por realidad es una construcción, y eso más allá de si consideramos que existe o no un núcleo “duro” de lo “real” o si pensamos que se encuentra desligado de nuestras representaciones, entonces parecería tanto más pertinente tratar de pensar qué lugar ocupan los sistemas sociales más allá de la experiencia de la cotideaneidad o, mejor aún, si esos sistemas existen y de qué manera se vinculan con nuestra experiencia en el plano de lo material.. Hacerlo, abandonando las redes sociales, nos parece, sería ceder ante la utopía de la homogeneidad absoluta, que como sabemos hoy reviste muchas veces tintes autoritarios, aunque igual no basta para fundar la extendida ilusión de que “ellos” alguna vez pudieron ser o serán como “nosotros”, o la encarnación misma de nuestros ideales si se prefiere, porque eso sería lisa y llanamente renunciar a la historia, cosa que no estamos dispuestos a hacer. La revelación, no obstante, de que nuestros antepasados fueron “distintos” a como los imaginamos tendría el radical defecto de que al hacerse visible amenaza la naturaleza absolutista de las definiciones actuales que usamos para comprender nuestro entorno. Ciertamente, demasiadas veces los historiadores, preocupados por sus propias elucubraciones y por sus teorías sobre cómo debería funcionar el mundo, olvidaron a los inmigrantes y a sus proyectos, atribuyéndoles funciones en las que ellos indudablemente no se reconocerían si vivieran aunque, la crisis de nuestras interpretaciones actuales exige, cada vez más, que dejemos de ignorarlos y escuchemos su voz, aceptando su condición de “diferentes” porque, aunque creamos conocer el final del camino que hoy recorremos (¿lo conocemos en verdad?) eso no debería llevarnos a suponer que da lo mismo llegar a él de cualquier forma y por cualquier sendero, posponiendo esa dimensión humana de los hechos que durante tanto tiempo tratamos inútilmente de ocultar.