CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL PENSAMIENTO RENACENTISTA Por RENACIMIENTO se entiende una extensa época de crisis; es decir, época en que las convicciones vitales de los siglos anteriores se resquebrajan, cesan de regir, dejan de ser creídas. El quebrantamiento de la unidad religiosa, el descubrimiento de la Tierra, la nueva concepción del sistema solar, la admiración por el arte, la vida y la filosofía de los antiguos, los intentos reiterados de desenvolver una sensibilidad nueva en la producción artística, poética, científica, son otros tantos síntomas inequívocos de la gran crisis por la que atraviesa la cultura europea. El Renacimiento se presenta pues como un acto de negación; es la ruptura con el pasado, es la crítica implacable de las creencias sobre las que la humanidad venía viviendo. Los antecedentes inmediatos del pensamiento moderno los nuevos valores forjados en la gran crisis cultural del Renacimiento y la revolución científica moderna. Ciertos rasgos generales del Renacimiento evidencian el influjo de esta época histórica en el pensamiento moderno, de entre los cuales merece la pena destacar: El inicio de la secularización de la vida europea y el humanismo. Por la secularización de la vida el hombre renacentista plantea un divorcio entre lo religioso y lo profano. Dios deja ya de ser la razón de ser de su vida y se reconoce como artífice de su propio destino; sigue siendo cristiano, pero ya no está en el cristianismo porque éste no tiene la primacía. Es el comienzo de la secularización que completará la Modernidad. El humanismo significa en filosofía oposición al modelo teocéntrico medieval, que ahoga la espontaneidad del hombre, y vuelta a un ideal humano que se siente como el alumbramiento de un hombre nuevo. El ser humano pertenece a la naturaleza y a la historia y es aquí donde debe realizar la empresa más propiamente humana: la realización de su felicidad con los medios que le da la naturaleza y la sociedad. El hombre es visto como un ser autónomo (Pico della Mirandola) ante el mundo y ante Dios – no contra ellos – que ha de experimentar las cosas y que, en su soledad, organizará el mundo desde y por sí mismo. En relación con Dios y la salvación, el hombre se salvará con los medios peculiares de que está dotada su excelente naturaleza: por la fuerza penetradora de la razón y la luz de su inteligencia. Dios debe ser venerado por cada uno a su manera, lo que obliga a la tolerancia religiosa que hará posible la armonía social. La revolución científica La revolución científica es el hecho de mayor trascendencia histórica sin el que no podría entenderse ni el Renacimiento mismo ni la filosofía moderna. Tres aspectos la caracterizan: a) la nueva experimentación; b) el lenguaje matemático y c) la nueva concepción de la realidad bajo la cual se hacen posible los dos anteriores. La realidad es entendida según un modelo mecanicista que la explica a través de fuerzas meramente mecánicas, físicas, como una gran máquina en tanto que cuerpos elementales en movimiento, regido por leyes causales. En el Renacimiento, el modelo es utilizado por Leonardo da Vinci en sus trabajos de ingeniería, armonizándolo con las matemáticas; más adelante, ampliado por el uso de instrumentos como el telescopio, fue adoptado por Kepler y Galileo y llegará hasta Newton, a partir de cuya obra se impuso como el modelo científico por excelencia. Galileo es el verdadero exponente del renacimiento del hombre junto con Descartes, en opinión de Ortega y Gasset, con él se inicia la Edad Moderna. Sus aportaciones más sobresalientes son, su profunda convicción de que es gracias al poder de la razón como el universo, por fin, sería verdaderamente conocido; su concepción de la realidad que, rechazando el sustancialismo aristotélico, la entiende como fenómenos cuyas propiedades esenciales han de ser deducidas y expresadas matemáticamente; y, por último, un método nuevo, matemático porque, sólo sabemos cómo funciona la naturaleza mediante las leyes de la razón matemática: ésta elabora las teorías que después confirmará la experimentación. La mecánica de Galileo: método y fenomenalismo Galileo es el verdadero exponente del renacimiento del hombre junto con Descartes, en opinión de Ortega; con él se inicia la Edad Moderna. Tal vez el rasgo más sobresaliente de su actitud intelectual es su profunda convicción de que es gracias al poder de la razón como fue posible la “nuova scienza” con la que el universo, por fin, sería verdaderamente conocido. Desde el punto de vista de su concepción de la realidad lo más destacado es el rechazo del sustancialismo aristotélico. Como se sabe, para Aristóteles el movimiento se concibe en función de causas, motores, y punto de partida y llegada. En realidad la física de Aristóteles es una física del móvil, de cuya naturaleza depende el movimiento que puede realizar, su sentido dirección y finalidad. Nada de esto interesa a Galileo. Su interés se centra en las propiedades del movimiento mismo, del fenómeno, sin prestar atención a los móviles. Esta nueva manera de entender la realidad, basándose en fenómenos cuyas propiedades esenciales han de ser reducidas y expresadas matemáticamente, exigía un método nuevo: el método resolutivo-compositivo, llamado también empíricomatemático. Matemático porque en opinión de Galileo la naturaleza está organizada matemáticamente. El universo, ‘ese grandioso libro continuamente abierto ante nuestros ojos, no se puede descifrar si no se comprende el lenguaje y se reconocen los caracteres en que está escrito. Está escrito en lenguaje matemático, siendo sus caracteres triángulos, círculos y figuras geométricas, sin los que es imposible comprender ni una sola palabra’1. Sólo sabemos cómo funciona la naturaleza mediante las leyes de la razón matemática: ésta elabora las teorías que después confirmará la experimentación. No se trata, como a veces se piensa, de recoger datos de la experiencia para después elaborar la teoría. El método funciona de este modo: en un primer momento, RESOLUCIÓN. Cualquier fenómeno que haya sido observado empíricamente ha de ser resuelto (analizado) en sus propiedades, que quedarán reducidas a las esenciales, las cuales han de ser expresables matemáticamente. El segundo momento, COMPOSICIÓN. Después hay que construir suposiciones de las que se deduzcan matemáticamente las consecuencias observables. Tan convencido estaba de la firmeza y seguridad de este proceder de la razón matemática que afirma: ‘Estoy seguro, sin observaciones, que el efecto sucederá tal como digo, porque debe suceder así’. No obstante, las deducciones obtenidas a partir de las hipótesis han de ser comprobadas experimentalmente. Sólo así puede afirmarse definitivamente que la elección imaginaria de las propiedades que definen el fenómeno ha sido una elección correcta y que la razón comprende verdaderamente como funciona la naturaleza. 1 Galileo Galilei: Il Saggiatore, Opere, VI, p. 232