EL VUELO DE LAS HOJAS DE MARÍA XESÚS DÍAZ POR MAGNO FERNADES DOS REIS “Tal vez la poesía nos salve todavía del infierno de los habladores profesionales”. Nunca olvidaré esta frase, que leí en algún lugar que no recuerdo. Pero, en muchas ocasiones fue posible demostrarlo en los textos de crítica de arte publicados en periódicos y revistas especializadas en arte. Los colores de las hojas de Maria Xesús Díaz no espantan las abejas de las flores. Es como la música. No nos enloquecemos sobre el significado de las formas y de los colores. Tampoco podemos confundir el acto de ver con el de mirar. Ya que, ver pintura es un intento de penetrar en los signos a través de nuestra sabiduría e intuición. Sin embargo, lo más complicado es establecer relaciones con la pintura. Ahora, por ejemplo, veo las hojas sumergir en el azul del lago Bañuelos de Girona. Maria Xesús hace una cuidadosa revisión de las pinceladas de los principales estilos de los movimientos artísticos europeos. Y, de la temática, selecciona emociones dignas de plasmar en una tela. Ahora, por ejemplo, veo las abejas recorriendo el azul del espacio, como un barco a la deriva en la búsqueda de la tierra. En Galicia sobre el impacto de luz y reflexionando en la borrachera del paisaje que está naciendo, descubre el verde-amarillo-rosado, ebrio de color – una música compuesta con colores y formas para el otoño. Contra la imposición del arte contemporáneo en elegir dos posibilidades, Maria Xesús reivindica el derecho de poder mantener las figuras en sus lienzos, refiriéndose a los movimientos pictóricos del siglo XIX en la Europa. En conclusión, el realismo permanece en las experiencias - y, el conjunto de obras de Maria Xesús nos alerta para las trampas, la idea del espectáculo y la poética de lo efímero. Y, así en sus obras percibimos que en las figuras reside la diferencia, la figura de la vida, la vida de la figura. Y, para la artista la figura, el paisaje es el Dios. Es el compromiso de la artista con el mundo natural- así, ella imprime en su arte una densidad y una belleza incomparables. Para la artista pintar no es solo un desafío, pero también un objeto de su deseo, como un acto de amor – En el lienzo los tres niños a lo alto de las columnas aspiran comprender, con dificultad, el espacio, el poder económico y político, cuya textura recuerda las pinturas negras de Goya. La relación de los niños con el espacio vacío es sin sombra de duda una analogía a la angustia hacia al futuro. El niño en primero plano “parece” mirar algo, pero allí no hay ningún objeto - sin embargo, un espacio indefinido. No hay duda de que el espectador debe huir corriendo de la tensión y ambigüedad que la pintura crea en un contexto, quizá esta es la propuesta de la artista. Con las miradas de los niños la “pintora” nos propone ver el mundo. ¿Será que es posible encontrar en la mirada de los niños afinidades con la nuestra? En las manchas blancas y amarillas del lienzo encontramos a Maria Xesús casi abstracta; y, creo que la mayor preocupación de la pintora es con la filosofía del tema, y, también con precisas cuestiones pictóricas. Cuestiones del espacio y color, de forma y estructura. En los momentos mas figurativos, o que vemos en la serie hojas, son fragmentos de paisajes reducidas a su estructura básica. Los contornos y las líneas de las hojas están allá para recordarnos la existencia del árbol. La artista dialoga con los objetos y con las figuras naturales – “parece” que la pintora hace una alusión al mundo natural así, las figuras, las paisajes en contrapunto con las manchas abstractas nos deja claro que la pintora no tiene miedo de romper con el mundo exterior de las cosas y crear un lenguaje pictórico puro. Sentir la diferencia del mundo real – es una de las claves para comprender la pintura de Maria Xesús. Magno Fernandes dos Reis (periodista, critico de arte y profesor)