Los británicos descienden de los vascos de la Edad de Hielo

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Los británicos descienden de los vascos de la Edad de Hielo
Un profesor de Oxford sitúa su origen genético en los habitantes de un
refugio climático a orillas del Cantábrico que, tras la glaciación, se
extendieron por toda Europa.
El mito que ha sustentado hasta ahora la historia de los pueblos
británicos se basa en la existencia de una población originaria celta,
que procedería de una gran civilización germánica, y a la que los
invasores anglosajones normandos masacraron, reduciéndola a los
contornos occidentales de Gran Bretaña y a Irlanda.
Ya no es posible sostenerlo con el semblante serio. Porque el profesor
de la Universidad de Oxford Stephen Oppenheimer acaba de publicar
un libro -'The Origins of the British' (El origen de los británicos)- en el
que demuestra que los pueblos británicos proceden de los vascos.
Es la derivación más precisa de una hipótesis ya adelantada por otros
académicos europeos: en el País Vasco, Cantabria y Aquitania existió
uno de los más importantes refugios durante la última gran glaciación.
Para escapar del frío, un grupo de hombres de Cromañón se asentó en
este Edén. Cuando el clima volvió a ser benigno, a partir de hace
15.000 años, las tribus vasconas se dispersaron por los territorios que
sus antepasados habían abandonado por el clima.
Stephen Oppenheimer presenta su libro como 'Una historia genética
de detectives' tras publicar hace unos años 'Out of Eden: The Peopling
of the World' (Fuera del Edén: el poblamiento del mundo), que traza
la trayectoria genética de la población del planeta desde su origen
africano.
El método de su investigación consiste en confirmar una hipótesis a
través del análisis de los datos genéticos recogidos por científicos a lo
largo de las últimas décadas y que son de acceso libre. A través de ese
cruce de información, Oppenheimer llega a la conclusión del origen
vasco de sus compatriotas.
Los estudios de historia genética referidos a las islas británicas tienen,
además, un atractivo adicional. La constatación de que el hielo cubrió
su territorio durante las glaciaciones y su posterior aislamiento del
continente permite establecer la existencia de poblaciones
relativamente aisladas y homogéneas.
En el prefacio de su libro, y tras celebrar la diversidad cultural,
Oppenheimer advierte contra la «mentirijilla política» que trata de
ocultar las diferencias de los pueblos. Así, descarta que «un
sentimiento de orgullo en la cultura y en la diversidad sea la causa
primaria de los crímenes nacionalistas».
Con esa premisa, comienza a trazar el posible origen de las
poblaciones británicas a partir de las correspondencias en la
frecuencia de marcadores genéticos entre diversas regiones europeas.
Y deduce que esas poblaciones provienen de uno de los refugios
europeos en la última glaciación -en concreto, del vasco-. Aunque ésta
terminó hace 22.000 años, hubo posteriormente un período intermedio
de enfriamiento, conocido como 'Younger Dryas', entre 13.000 y
11.000 años antes de nuestra Era.
El efecto 'fhön'
El profesor de Geografía en la Universidad del País Vasco Antón
Uriarte ya adelantó en 1992 una hipótesis sobre las razones climáticas
por las que se constituyó en el actual País Vasco y en la región de
Aquitania un entorno medioambiental que permitió la pervivencia de
poblaciones, mientras gran parte del continente era inhabitable por el
frío.
Se debería, según Uriarte, autor de 'Historia del Clima de la Tierra'
(Servicio Central de Publicaciones del Gobierno vasco, 2003), al
efecto 'fhön': «El aire que atravesaba la Península procedente del
suroeste perdía humedad y se calentaba de forma notable por el efecto
'föhn' al bajar al Cantábrico y a Aquitania, tal y como ocurre en la
actualidad. De esta manera, en la región cántabro-aquitana el frío
invernal quedaba muy atenuado, creándose una zona refugio de clima
más benigno para la fauna y para los seres humanos».
Así, Oppenheimer se basa en esa teoría del refugio para cotejar los
datos genéticos disponibles hasta la fecha, diferenciado entre los de
los hombres y los de las mujeres. Los análisis del ADN mitocondrial que se transmite sólo a través de las hembras de la especie- le llevan
hasta la ancestro conocido como Vera, la 'eva' vasca, procedente del
refugio del Cantábrico, que está más presente en Europa Occidental
que su prima rusa, Helina.
También contrasta la línea masculina, que se extiende a través del
cromosoma Y. Oppenhemier encuentra aquí frecuencias notables del
grupo genético Ruisko, y, dentro de él, delimita varios 'racimos'
procedentes de un único antecesor, el 'adán'. Estos marcadores tienen
su origen en uno de los dos principales genotipos procedentes de
España. Así llega a la conclusión de que «el origen de todos los
racimos y sus genotipos» tiene una misma raíz «que se expandió hacia
el norte desde el refugio vasco hace 16.500 años».
La teoría sobre el origen de los británicos, que está teniendo un
considerable impacto en los círculos académicos, asienta la idea de
una población vasca que, como consecuencia de las circunstancias
climáticas expuestas por Antón Uriarte, sería la más antigua de
Europa.
Pero estos colonos procedentes del sur no serían los únicos en llegar a
las islas británicas, unas tierras que permanecían deshabitadas desde
las glaciaciones. Otros grupos que se desplazaron desde refugios
climáticos en el sur de Ucrania y en Moldovia habrían creado, según
Oppenheimer, sus propios asentamientos. Y mucho más tarde,
avanzadillas de vikingos, anglos y normandos lo convirtieran también
en su territorio.
El euskera común
Esa explicación permite también entender la peculiaridad del euskera
como un idioma preindoeuropeo. Aunque el fallecido profesor Larry
Trask manifestaba una ira santa hacia quienes vinculaban el idioma
vasco con el íbero, el sumerio o el burushaski, la tesis genética de
Oppenheimer añade cierto aval a las teorías del profesor de la
Universidad de Munich Theo Vennemann. Este prestigioso lingüista,
basándose en la hipótesis de la expansión de grupos humanos desde el
refugio vasco y aquitano, ha encontrado correspondencias entre el
euskera y lenguas germánicas.
Vennemann ha analizado, por ejemplo, la etimología de nombres de
ríos y asentamientos que contienen la partícula 'eber', tal como el de la
ciudad de Ebersburgo. Pues bien, el lingüista ha argumentado que, en
vez de la interpretación tradicional que lo asocia al sustantivo 'eber'
(oso), hay que remontarlo al sustrato euskérico 'ibar' (vega).
Texto tomados de El Correo Digital:
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20060930/portada_viz
/britanicos-descienden-vascos-edad_20060930.html
Como complemento os recomendamos este interesante reportaje.
El clima y la cultura magdaleniense
Anton Uriarte
http://homepage.mac.com/uriarte/climapreh.html
Durante el Paleolítico Superior Europa sufrió un clima altamente
inestable, en los que se pasó con altibajos y brusquedades del clima
muy frío del último máximo glacial, hacia el 22.000 antes del
presente, al clima templado y relativamente estable que ha imperado
en los últimos 11.500 años.
La desglaciación no fue linealmente progresiva.
En el hemisferio norte hacia el 14.500 se produjo un fuerte
calentamiento que parecía indicar el fin de los tiempos gélidos del
Oldest Dryas. Sin embargo, este período templado (Bølling/Allerød)
fue abortado por un nuevo y largo milenio de recrudecimiento del frío
ocurrido hacia el 13.000 antes del presente y denominado Younger
Dryas. El Younger Dryas acabaría hacia el 11.500 antes del presente,
comenzando entonces definitivamente el clima del actual interglacial
Holoceno. Fue precisamente en estos milenios de transición climática
y especialmente en sus períodos fríos, Oldest Dryas y Younger Dryas,
cuando llegó a su culmen en Europa Occidental, y especialmente en la
costa Cantábrica y en el Sudoeste de Francia, la gran cultura
Magdaleniense de arte rupestre.
Los modelos paleoclimáticos de aquellos milenios de transición
parecen indicar que los vientos del sur y del suroeste que soplaban
durante el invierno en la región cántabro-aquitana eran en aquel
tiempo más frecuentes de lo que son hoy.
El aire que atravesaba la Península procedente del suroeste perdía
humedad y se calentaba de forma notable por efecto föhn al bajar al
Cantábrico y a la Aquitania, tal y como ocurre en la actualidad. De
esta manera, en la región cantábro-aquitana el frío invernal quedaba
muy atenuado, creándose una zona refugio de clima más benigno para
la fauna y para los seres humanos.
¿Por qué había más viento sur ?
El manto de hielo Laurentino que se asentaba sobre Canadá y el norte
de Estados Unidos llegaba a ser en los períodos más fríos 4 o 5 veces
mayor que el Finoescandinavo. Su volumen era casi semejante al que
ocupa hoy la Antártida. Por su masividad y por su posición producía
modificaciones importantes en la fuerza y dirección de los vientos que
cruzaban el Atlántico Norte. También enfriaba las masas de aire y
modificaba indirectamente las corrientes marinas.
Uno de los efectos más significativos del manto de hielo Laurentino
en la circulación atmosférica era el de la partición en dos de la
corriente en chorro a su paso por Norteamérica: una rama
septentrional que lo circundaba por el norte y otra meridional, más
potente, que salía hacia el Atlántico en una latitud bastante inferior a
la del jet actual más frecuente.
La rama norte impulsaba en superficie vientos catabáticos del noroeste
que salían hacia el Océano Atlantico, sobre el mar de Labrador,
canalizados entre el domo de hielo Laurentino y el de Groenlandia.
Este flujo acarreaba en invierno una masa de aire muy fría que invadía
la superficie de las aguas del Atlántico Norte y provocaba un espeso
hielo marino. Así, la temperatura del aire en invierno frente a las
costas de Terranova era en el último máximo glacial más de 20°C
inferior a la actual . En las costas europeas las diferencias eran
menores: en el Golfo de Vizcaya entre 8 °C y 16°C, con un fuerte
gradiente norte-sur. Las mayores diferencias de temperatura del agua
con respecto al presente se registraban entre los 40°N y 50°N. Durante
el último máximo glacial las temperaturas en Febrero en el Golfo de
Vizcaya eran muy frías, inferiores a los 4°C . También las
temperaturas de las aguas que bordeaban la Península eran bajas: en
Febrero eran de 8°C frente a Lisboa y de 10°C en Huelva.
La otra importante influencia del domo de hielo Laurentino era la
traslación hacia el sur de la rama meridional del jet y de los frentes y
borrascas asociados a él. Una extensa zona de bajas presiones se
extendía en Enero desde Norteamérica hasta Europa con vientos
medios del oeste más fuertes que los actuales.
Además se producía una onda en este flujo del oeste que provocaba
vientos del suroeste fuertes y regulares sobre España y Francia.
Posteriormente, de nuevo el flujo se torsionaba hacia el Mediterráneo
Oriental.
El frío de las aguas y el hielo marino repercutían también en el campo
de presiones con un aumento de la presión media en las latitudes altas
del Atlántico y un descenso de la presión media en el sur. Así, en
latitudes subpolares eran frecuentes los anticiclones de bloqueo
mientras que la zona sur, hacia los 40°N, se convertía en una región
ciclogenética. Como consecuencia, las bajas presiones posicionadas al
oeste de la Península eran más frecuentes que en la actualidad.
Los vientos oceánicos del suroeste impulsaban masas de aire marino
sobre la Meseta, produciendo abundantes nieves en ella y en sus
estribaciones montañosas, especialmente en las vertientes
meridionales. A pesar de venir ell flujo del suroeste, la precipitación
invernal era en forma de nieve y no de lluvia debido a las bajas
temperaturas que prevalecían entonces en aquellas latitudes del
Atlántico Norte, en donde la corriente del Golfo no estaba operando
como hoy. En estas condiciones invernales, la supervivencia humana
en el interior de la Península Ibérica tuvo que ser muy difícil.
Francia, exceptuando la región aquitana y la vertiente norte de los
Pirineos, tampoco sería habitable en invierno. Las llanuras del norte
del país galo sufrían unos inviernos muy fríos, debido a los blizzards
que soplarían en las proximidades del manto de hielo
Finoescandinavo. Por el este, el Macizo Central francés, cubierto por
el hielo, formaba también una barrera climática para la gente que vivía
en la región aquitana. Sin embargo es posible que en verano, con una
insolación en el Oldest y en el Younger Dryas que era superior a la
actual, estas tierras norteñas fueran visitadas por cazadores nómadas
venidos del sur.
Particularmente interesante resulta esta época del Younger Dryas
(13.000-11.500). Durante la desglaciación, por razones de geometría
astronómica, la insolación fue disminuyendo en los inviernos del
Hemisferio Norte. Esto significa que el frío invernal llegó a su culmen
en el Younger Dryas, motivado principalmente por el enfriamiento de
las aguas atlánticas, pero también por la disminución de la insolación,
que en el 11.500 antes del presente era en las latitudes medias casi un
10 % inferior a la actual.
En la Península Ibérica es muy posible que se reforzasen entonces los
anticiclones invernales de superficie, acusándose aún más el frío
inverenal en la Meseta y aumentando el contraste térmico con la costa
cantábrica, mucho más templada.
En definitiva, mi hipótesis de investigación es que el territorio
cántabro-aquitano se convirtió en los períodos más fríos de la
glaciación en un refugio de invierno de los habitantes de Europa
Occidental, y allí el incremento de la densidad de población facilitó el
desarrollo de la cultura magdaleniense (y quizás también resida ahí la
clave del origen de algunas particularidades de los vascos).
En el otro extremo del Mediterráneo, en tierras de Israel y Palestina, el
endurecimiento del clima durante el Younger Dryas obligó a la
población a reagruparse. La vuelta al frío y a la sequedad de los
vientos del norte les hizo abandonar un modo de vida, que durante el
templado Bölling/Alleröd estaba basado exclusivamente en la caza y
la recolección de frutos. Ante la adversidad surgió también allí una
nueva cultura, la cultura Natufiense y con ella la agricultura.
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