Sobre el médico, el farmacéutico y la farmacia Santiago Maunez Vizcarrondo Divagaciones2002@yahoo.com El médico que atendía a todos los miembros de mi familia cuando yo era un niño se llamaba Dr. Pedro Palou Gimenez que “resolvía” todos nuestros problemas o dolamas corporales. Cuando le necesitábamos le llamábamos por teléfono y él nos visitaba en nuestra casa o nosotros íbamos a la de él. De acuerdo a su diagnostico nos daba una receta que llevábamos a una de nuestras farmacias locales, recuerdo siempre a la Farmacia Central del amigo Lcdo. Julio Garriga, como a otras tantas que aún tenemos en el centro del pueblo. Para nosotros Julio Garriga era muy especial y muy querido pues nos explicaba con detalles para qué servía el medicamento que nos vendía y, cuando no teníamos receta médica a mano, nos sugería el medicamento que debíamos usar para aliviar nuestros males y dolores. Debo admitir que Julio no nos fallaba. En aquella lejana época cuando aún no existían los teléfonos celulares ni la televisión, el teléfono de nosotros, como los demás, estaba en línea con varios teléfonos. No recuerdo si el nuestro era rojo, negro o de que color, me refiero al número que le identificaba. Pero las telefonistas conocían a todos sus clientes de nombre y apellido y de memoria se sabían los números de las farmacias y negocios del pueblo de Humacao. La compañía telefónica entiendo que pertenecía al pueblo de Puerto Rico hasta que un “genio” politiquero la vendió a no sé quién. De aquella época recuerdo al Dr. Mejía Ruiz y a su clínica Font Martello, al Dr. Jorge Franceschi, Director médico del Hospital Municipal de Humacao donde estaba el Departamento de Sanidad donde mi padre don Santiago Z. Maunez laboró por más de 40 años como inspector de sanidad de mi pueblo. ¿Dónde está ahora el Departamento de Salud de Puerto Rico y sus inspectores de sanidad? Luego estuvo el Dr. Manuel Fernández y mi compañero de primer grado el Dr. Armando Ortiz Quiñónez, ambos magníficos cirujanos. Hubo otros doctores y doctoras en nuestro pueblo que, como el Dr. Palou, atendían a sus pacientes a domicilio y sin citas médicas, hasta sin dinero ni planes médicos. Llamábamos a cualquiera de las farmacias en el centro de nuestro pueblo para que nos enviaran, con un mensajero que se movía en bicicleta de pedales, el medicamento que necesitábamos a veces con un bajo costo de menos de veinticinco centavos y cambio para una peseta, y nos lo enviaban. Hoy son “otros tiempos” dicen. Ahora somos más modernos y más adinerados. Tenemos más médicos, seguros médicos o de salud (como se llamen), estamos más politizados y tenemos más de todo ¿qué nos falta? Yo no lo diré, díganlo ustedes. Mi padre, que se graduó como “tenedor de libros” (hoy se diría contable) en un colegio de San Juan, trabajó en la Farmacia Municipal de Humacao como farmacéutico. Aún tengo el librito de notas que hizo sobre los medicamentos que preparaba. En aquella época el alcalde de Humacao era el Dr. Isidro A. Vidal, quien crió a mi papá. He narrado esto, y mucho más, en mi más reciente libro titulado “Las aguas de mi río” donde trato de mostrarle a mi gente cómo éramos cuando éramos más pobres económicamente pero con una fabulosa riqueza espiritual que, aparentemente, se nos está perdiendo.