No existe el cielo… Javier Reguera Varela 3ºB ¡Corre, corre, corre!- La voz de Lucas me sonaba lejana. Corrí todo lo que pude esquivando las cajas que había en aquel callejón. A lo lejos se oían, las sirenas de los coches-patrulla persiguiéndonos cada vez más cerca. Salimos a una gran avenida vacía porque eran las cuatro de la madrugada. -¡Separémonos!- parecía tenerlo todo bajo control; no era la primera vez que él huía de la policía, aunque sí era la mía. Como él tenía más experiencia, le hice caso. Lo vi meterse en una calleja que había entre dos edificios. No me sentía capaz de seguir solo, pero giró con tanta velocidad que, aunque hubiese querido, no habría podido seguirle sin volverme hacia atrás, y en ese caso, los tendría aún más cerca. No quería volver la vista, necesitaba hallar algún escondrijo en el que por lo menos pudiera esperar hasta que pasara el peligro… y entonces, me pareció ver en la distancia una comisaría de policía. ¿Cómo era posible?, ¿cuánto tiempo llevaba corriendo? Estaba tan sumido en el objetivo de correr, de que no me atrapasen, que no me había percatado de que había atravesado toda la zona oeste de la pequeña ciudad hasta la comisaría. Me paré en seco, no sabía qué hacer ¿Qué habría pasado con Lucas? ¿Habría conseguido escapar?. La verdad es que esperaba que no le atraparan, era culpa mía que estuviese metido en este lío. Si lograba escapar, le pediría perdón… Entonces vi lo que era o creía que era mi salvación, un callejón que estaba tapado por una camioneta, por eso no me había dado cuenta en el primer vistazo ¡por allí podría huir! Corrí y pegué un salto, al mismo tiempo que el coche se estrelló con la camioneta y la pared por igual, con el único propósito de atropellarme. No paré ni un segundo, no miré atrás, corría y corría por el callejón hasta que… ¡no había salida! Este es mi fin –me dije- y pensé en entregarme, pero, había llegado muy lejos, no podía rendirme, estaba extasiado. En un último esfuerzo por vislumbrar un haz de luz que me condujera a una escapatoria, me di cuenta de que había una tapa de alcantarilla con la tapa rota. Le di una patada con las fuerzas que me quedaban y se rompió del todo. Entré apresuradamente y me metí por el primer túnel de agua nauseabunda que pude encontrar. Después de correr por múltiples cañerías, que cada vez olían peor, me quedé helado ya que me di cuenta de que no había visto ni una sola salida desde que entré. Intenté volver por el camino andado pero todos eran iguales. Me sentí perdido, asustado. ¡ Estaba esquizofrénico!, necesitaba hablar con alguien para calmarme y, bueno, quién mejor que alguien que me comprenda…que sea como yo… yo mismo. -¿Me quedaré aquí el resto de mi vida? No, alguien me encontrará?-, pero entonces, ¿me delatarán e iré a la cárcel? Es posible. ¡Ojala nadie me encuentre!... Pero entonces, ¡Moriré! ¡Nooo! Estaba volviéndome totalmente loco, así que intenté recordar un poco mi pasado, mi vida en general: Nací en un pueblecito a las afueras de esta misma ciudad. Ni siquiera recuerdo el nombre del pueblo, porque cuando tenía ocho años y estaba cazando en el bosque con mi padre, llegaron unos terroristas y lo quemaron todo. Todos murieron. Por eso, para olvidar el dolor, mi padre alquiló un piso aquí, en Lyon, y hasta los 14 años he vivido en esta ciudad ayudando a mi padre, como repartidor y después como descargador de camiones de unos grandes almacenes. Hasta que un día mi padre, cuando salió del banco de cobrar su nómina con tanto esfuerzo ganada, fue asesinado de dos tiros, por un hombre que se encontraba borracho… La policía me dijo quién era, y que se trataba de un mafioso muy importante. También me dijeron que no podían hacer nada porque tenían a un topo en su banda y podrían ponerlo en peligro en un asalto para arrestar al asesino. No tenía otra opción, llamé a mi amigo Lucas, mi único amigo realmente peligroso, que se mueve por “esos mundos” y además, está loco. Tan loco como para ayudarme. Le dije el objetivo, no me fue difícil convencerlo porque dijo que nunca había matado a un mafioso, y tenía ganas de probar la sangre de nuevo. El fue el que consiguió las pistolas y la munición, el que me dijo dónde estaría, dónde abordarle y el que le disparó un tiro en la cabeza llegado el momento. No sabíamos nada de que esperaba un envío de drogas y por eso la policía le estaba vigilando; por eso, nada más matarle, nos vimos envueltos en una persecución por las calles y, bueno, ya conoces el resto de la historia ¿no?. Ah bueno, si, vagué sin rumbo durante tres horas por las alcantarillas y encontré la misma salida que utilicé como entrada. Me entrego por propia voluntad, porque me he dado cuenta de que al estar tan cerca de estos crímenes y de todas esas malas personas, me estoy convirtiendo en una de ellas, y no quiero ser así. He escrito un libro, y en él puse lo siguiente: “no existe el cielo para aquellas personas que han probado el pecado”… y yo me merezco ir al cielo…Cuando salga de la cárcel terminaré el libro… y creo… que me haré policía…